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CAMINO HACIA UNA ALIMENTACIÓN CONSCIENTE
Introducción
Cuando uno habla de una “Alimentación sana” no sólo lo hace en términos de salud corporal,
también lo puede hacer desde la idea antroposófica de lograr una alimentación que favorezca
el desarrollo anímico espiritual. Por lo tanto, aún cuando el tema sea la alimentación, el tema
de fondo sigue siendo la búsqueda del desarrollo del ser humano anímico-espiritualmente libre.
Esto implica, para empezar, que cada ser humano necesita una forma de alimentarse
específica para su individualidad, ya que cada uno es distinto al otro. Por eso, no son “recetas”
ni dietas las que aquí se darán. Para el ser humano los patrones preestablecidos que se
imponen, son venenos. Veremos cómo se realiza el proceso de la nutrición en el hombre y
cómo se relaciona con las fuerzas concretas de los alimentos. Luego hay que cavilar sobre la
forma de alimentación que mejor se aviene a la propia individualidad.
Hábitos y ritmos
Si observamos nuestro proceso evolutivo, el hombre primitivo se alimentaba de lo que
instintivamente le dictaba su organismo, por estar inmerso en la naturaleza poseía ese
conocimiento innato de lo que le hacía bien y lo que le hacía mal. Asimismo podía “sentirpercibir” cuál planta podía curarlo de alguna afección. A medida que fue desarrollando su
conciencia terrena, fue separándose de esta unidad con la naturaleza y su orden universal, fue
despertando a los placeres terrenos, como los sabores, y fue perdiendo los instintos sanos y
con ellos la sabiduría del como alimentarse.
No se trata de volver atrás a lo instintivo sino de iniciar una búsqueda consciente de lo que
puede ser adecuado para este momento evolutivo y hacerlo desde el entendimiento, ya no
desde los instintos, que han sido sacrificados, en pos de que pueda brotar una conciencia clara
y libre. El hombre tiene que desarrollar una cultura sobre la alimentación. El hombre aprende a
comer, el animal está determinado a engullir. Para ello es fundamental tener presente, entre
otras cosas, la comprensión del concepto al que nos referimos cuando hablamos de “ritmos”.
Todos los seres en el ámbito de lo viviente, están inmersos en ritmos. Tenemos por ejemplo:
• Las estaciones.
• El día y la noche.
• El ritmo respiratorio y cardíaco.
• El ritmo en el crecimiento de las plantas.
Toda esta vida de ritmos es la que permite un desarrollo vital armónico. Los hombres, por
haber perdido en gran medida los sanos instintos, debemos procurar encontrar una fuente de
salud basada en procesos concientemente buscados. Si hablamos de niños pequeños, demás
está decir que somos los adultos los que somos “su conciencia”. Sería de desear que el ritmo
alimentario fuese cada vez más regular, lo que también puede tomarse como un proceso de
autoeducación para los adultos a cargo. Todo lo que es rítmico, fortalece y sana. Todo lo
arrítmico, debilita y enferma.
Fisiología desde el punto de vista antroposófico
¿Cómo es que actúan los alimentos en nosotros?
Para comprender el proceso de la nutrición, hay que entender el proceso digestivo en sus
principios básicos desde lo que nos revela la ciencia espiritual.
Al ingerir un alimento del reino vegetal o animal, no sólo uno está ingiriendo carbohidratos,
proteínas, grasas, vitaminas, etc.
La planta se encuentra un escalón por encima del mineral, porque puede organizar al mineral
según sus propias leyes. Es capaz de arrancarlo de las fuerzas físico-terrenas que rigen al
mineral (gravedad, desintegración) e incorporarlo a las leyes de lo viviente (organización,
crecimiento, reproducción, superar las fuerzas de gravedad). Este sistema está dado por un
organismo de fuerzas concreto en cada especie vegetal, que se denomina “Cuerpo Etérico”, en
esta organización todo ser viviente gobierna lo mineral. Cuando comemos una planta, también
ingerimos con ella, sus fuerzas etéricas. Lo mismo ocurre cuando ingerimos un animal, él
posee también otro tipo de fuerzas, sobre las que hablaremos más adelante, con las que nos
relacionamos.
Reinos:
Mineral: solamente cuerpo físico.
Vegetal: Cuerpo físico y cuerpo etérico
Animal: Cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral ya que porta toda su vida instintiva. Es un
ser colectivo. Tiene sistema nervioso, sensorio, tiene un tipo de conciencia.
Humano: Cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y Yo o espíritu.
Cuando el ser Humano se alimenta, tiene que matar por completo esas fuerzas y luego
impregnar esa sustancia, de fuerzas propias. Debe, por ejemplo, destruir las proteínas del pollo
(que van acompañadas de fuerzas astrales de pollo) y rehacer la proteína humana. Lo mismo
con los carbohidratos de los vegetales, etc. En lo exterior ya se puede apreciar esta
transformación con el acto de masticar, luego en nuestro estómago mediante los jugos
gástricos que siguen destruyendo, etc. Es un punto de vista materialista aquel que dice que
“somos lo que comemos”, como lo afirman muchas personas. Más bien podríamos decir que
somos aquello que es capaz de transformar lo que comemos. Rudolf Steiner dice: “no
comemos para que esto o lo otro nos caiga bien, nos nutrimos gracias a oponernos a las
fuerzas de esta tierra y vivimos gracias a que ofrecemos resistencia”. En un ser humano sano,
todo debiera ser metabolizado e impregnado por las propias fuerzas yoicas (del YO). Si no
logramos despojar de sus fuerzas a los alimentos, es decir matarlas para transformarlas, ellas
actúan como algo extraño, algo del mundo exterior, dentro de nuestro propio organismo, como
un veneno. Por ejemplo las personas alérgicas, no pueden terminar de matar las fuerzas de la
proteína exterior (ya sea inhalada o ingerida) y por eso se enferman. El cuerpo produce una
reacción frente a esa sustancia “extraña” que se ha introducido en él. “Todo lo que es
naturaleza debe quedar afuera, en la naturaleza. Cuando se entra en el hombre, está todo
aquello que se opone a la naturaleza”.
Si observamos al animal, a la planta y al mineral, en relación al ser humano, podemos darnos
cuenta que el más cercano a éste es el animal. La planta es el único ser que puede sintetizar
proteínas desde el reino mineral. El hombre y el animal no pueden. Ellos lo deben realizar a
través del consumo de plantas o de otros animales. Por lo tanto cuando un hombre ingiere un
animal está haciendo un esfuerzo menor que si comiera una planta, es mucho más fácil, ya que
esta sustancia se encuentra a “medio camino”. Por otro lado hay que considerar que todo
esfuerzo que no realizo, me debilita. Como ser humano se hace el proceso de elevar lo vegetal
primero al plano animal y luego al plano yoico. Es decir, lo eleva dos veces. Cuando el hombre
ingiere un vegetal, algo bastante lejano de su organización, esto requiere una gran fuerza del
yo. Las fuerzas que uno utiliza para elevar lo vegetal al plano animal son muy distintas a las
que se utilizan para elevar lo animal al plano humano. Las primeras existen en el ser humano.
Si ellas no son utilizadas, se vuelven contra el propio organismo, lo cansan y lo distorsionan.
La planta tiene fuerzas etéricas (vitales), ella crece como resultado de la conjunción de fuerzas
cósmicas (el sol, la luna, los planetas) y terrenas. Ella se yergue desde la tierra hacia el cielo.
Esas son las fuerzas que la impregnan y a ellas nos enfrentamos cuando comemos una planta.
El animal tiene una vida de instintos y pasiones, propias de cada especie animal. Esas fuerzas
son tan concretas que incluso esculpen su forma física. Esta vida de pasiones que mueve al
animal está dada por una organización superior a la etérica, que es el cuerpo astral. El cuerpo
astral es aquel que permite a los seres que lo poseen, tener un sistema nervioso, órganos
sensorios, el poder desarrollar una experiencia interior, en base a un estímulo exterior y la
capacidad de desplazarse. En el cuerpo astral se da toda la vida pasional. Cada animal
corporiza fuertemente una pasión. Cuando ingerimos animales no solo estamos comiendo sus
fuerzas etéricas, sino que son fuerzas etéricas gobernadas por lo astral y fuerzas astrales, a las
que nos tenemos que enfrentar. “Todo lo material que nos rodea es una manifestación y una
expresión de lo espiritual, por lo tanto detrás de todo lo que ingerimos existe algo espiritual.
Nosotros, a través de la alimentación entramos en relación con algo espiritual, con un sustrato
que está detrás de lo material”.
Si comparamos a la planta con el hombre, podemos observar lo siguiente: la planta inhala
anhídrido carbónico y exhala oxígeno. El hombre inhala oxígeno y exhala anhídrido carbónico.
La planta tiende a vivificar, transforma lo muerto en vivo, otorga oxígeno para el resto de los
seres vivientes. El hombre tiene la tendencia contraria.
Si observamos la sangre, ella es roja. El fluido fundamental de la planta, la savia es de color
verde, el color complementario del rojo. La molécula principal para la vida de la planta es la
clorofila, esa es una sustancia “mágica”. La molécula fundamental de la sangre humana es la
hemoglobina. Ambas son moléculas de una alta complejidad (anillos tetrapirrólicos)
exactamente iguales, con la única diferencia de que en el centro la clorofila posee el elemento
magnesio y la hemoglobina tiene en su centro al hierro. Ambos elementos poseen una gran
afinidad por la luz. Un fluido es totalmente interior, la sangre, la clorofila se abre al cosmos, a la
luz del sol.
La cabeza humana, si la contemplamos como imagen, es como la bóveda celeste, es como la
Tierra entera. Requiere de muchos minerales, en ella se manifiestan tendencias contractivas,
desecantes, endurecedoras. Si nos detenemos en la raíz vegetal, ella se hunde en la tierra, en
lo mineral y aparecen las mismas tendencias de endurecimiento, contracción y desecación.
Existe sin embargo una gran diferencia, posee una gran vitalidad, que el órgano principal de la
cabeza de ninguna manera tiene. Así es cómo con esta inmensa vitalidad absorbe lo mineral y
lo incorpora a la vida.
Cada vez que uno quiera estimular las fuerzas de la cabeza en un niño/a, es necesario darle
raíz. Ejemplos de niños con fuerzas cefálicas débiles: cabeza grande, somnolientos que
necesitan despertar, con problemas de concentración, déficit atencional.
¿Qué tipo de raíces? Las raíces coloreadas son las que pueden otorgarle fuerzas vitalizantes al
sistema neurosensorial. La zanahoria y la betarraga, además de ser hermosamente
coloreadas, son muy bien conformadas, tienen abundante contenido mineral e incluso tienen
un leve aroma. Las fuerzas cefálicas están activas con especial intensidad en el primer
septenio, por lo tanto estos importantes alimentos no deben faltar en esta etapa.
La papa merece una atención especial. Crece bajo la tierra en el ámbito de la raíz, pero no es
raíz, es tubérculo. Esto es diferente porque significa que es un tallo ensanchado y sus raíces
son pequeñísimos hilitos. Es casi puro almidón, no tiene la abundancia de minerales como la
zanahoria, no es coloreada, es informe. Es decir, es como si las fuerzas del ámbito de la hojatallo y del fruto hubiesen caído a lo terrenal, a las fuerzas de lo terreno. No significan fuerzas
vigorizantes para de la cabeza, sino todo lo contrario. Por tener esta característica de asumir
en sí las fuerzas de lo terreno favorece el desarrollo del pensamiento racional mecanicista, que
sustenta al materialismo de hoy día. En cambio en la betarraga y la zanahoria, que llevan a las
profundidades el color, la luz, el aroma y la sustancia, uno ve las fuerzas de la flor y el fruto
gobernando la raíz. La papa además pertenece a la familia de las solanáceas (como el tomate,
pimentón, berenjena, flores de belladona), que tienen pequeñas cantidades de solanina, que es
una sustancia que se esconde de la luz del sol y tiende a formar venenos. La papa debilita el
mesencéfalo y conduce a una debilidad senil de los ojos.
Si uno quiere fortalecer lo rítmico (corazón y pulmones) es la hoja lo que se necesita. La hoja
crece con su superficie hacia el sol y por las fuerzas del sol. Crecen y salen rítmicamente, de
una en una igual que las costillas del tórax del hombre. Este ritmo también aparece en los
pulmones y corazón. La planta respira por la hoja. Nuestro proceso respiratorio también se da
en nuestro tórax.
Las hojas (ensaladas verdes) son fácilmente digeribles en el intestino. No hace falta cocerlas,
se pueden comer crudas y con ello se fortalece el hombre medio. No hay que olvidar que en
este centro se asienta la región del sentir humano. Pensar en ellas en especial para niños
tristes, asmáticos o con otros problemas bronquiales o torácicos. En ellos hay que fortalecer el
centro.
La fruta y la flor ya han sido en cierta manera “cocinadas” por el sol. Las flores son como hojas
metamorfoseadas, muy sutilizadas. Es tan claro que el fruto porta el calor en sí, que se puede
cortar verde y éste continúa el proceso de maduración (o “cocción”) por sí mismo. ¿Cuál es la
correspondencia con el ser humano? Allí donde el metabolismo es más intenso, existe más
calor, importantes procesos vitales y se encuentra todo el sistema reproductor. Aquel polo que
llamamos sistema metabólico motor y que corresponde a los órganos del abdomen y las
extremidades. Para estimular esta región, damos abundante cantidad de fruta y flores. ¿En qué
niños es necesario? En los flacuchentos, pálidos, sin apetito, desvitalizados, de cabeza chica,
con poca voluntad, porque es en este sistema metabólico motor, que se asienta la voluntad
humana. A estos niños entonces, mucho frutos, flores y semillas.
Por lo recorrido, podemos darnos cuenta que el hombre es una planta invertida y él está
íntimamente relacionado en su organización con ella.
Estos tres principios mencionados están en un tipo especial de alimento. Estos son los
cereales integrales. En ellos están contenidas las fuerzas de la raíz, la hoja y el fruto. Estos no
son como cualquier semilla. En el cereal maduro, encontramos un intenso proceso de
mineralización. Este representa el principio raíz. Esto comienza una vez que la raíz (por
ejemplo del trigo) ya ha logrado un gran desarrollo, de más de un metro de largo. Al iniciar la
maduración del grano de trigo, se va produciendo una regresión en la raíz. Cuando el trigo está
bien mineralizado, la raíz está casi atrófica. Es decir, toda la fuerza mineralizante de la raíz se
desplazó desde ella hacia este pequeño grano. En él también encontramos importantes
procesos metabólicos, en la sustancia más abundante del cereal, el almidón y en el germen de
trigo, que es la pequeña parte de donde surgirá la potencia para formar una planta entera. El
elemento luz, que tiene tanto que ver con la hoja, también lo encontramos en el grano maduro.
Por eso cuando las hojas de la planta se marchitan y aparece el brillo de oro sobre un campo
de cereales, es señal de que toda esa vida está allá concentrada. Además, por ejemplo, en la
conformación de la espiga también encontramos el elemento rítmico de la hoja en la
ordenación de los granos.
Los cereales poseen un alto contenido en sílice, que es una de las sustancias qué más puede
acoger las fuerzas cósmicas de luz y erguimiento. Es fundamental en todo lo que es tejido de
sostén (huesos, dientes, pie plano, etc.)
Son siete los cereales arquetípicos: Trigo, avena, arroz, mijo, maíz, cebada y centeno. Por
estar en Sudamérica agregaremos otro que es autóctono, que es la quínoa. Ojala toda dieta de
los niños estuviera basada principalmente en cereales integrales, que son el alimento más
completo, armónico y adecuado para el desarrollo plenamente humano. Un plato equilibrado
siempre debiera contener el elemento raíz, el elemento hoja y el elemento flor.
Ejemplos de cereales integrales que se pueden conseguir hoy en Chile:
Pan integral, avena arrollada, mijo pelado, arroz integral, couscous, chuchoca o polenta, harina
tostada, quinoa, centeno incorporado al pan integral de centeno, trigo mote, fideos integrales,
etc. Y se pueden conseguir en:
- Emporiorgánico
- Emporio Orgánico & Natural
- Eco Feria
- La Chackra
- Apio Palta Orgánico
En la página web: www.nutriverde.com.ar se pueden conseguir ejemplos de recetas con varios
de estos cereales.
En cada cereal actúan fuerzas bien definidas, que permiten favorecer ciertos aspectos del
desarrollo. A continuación se dan ejemplos considerando asimismo los temperamentos:
La avena está indicada para niños carentes de impulsos. Por lo mismo se recomienda usarla
con moderación en los coléricos.
El arroz tiene una intensa relación con el elemento agua. Está muy poco enraizado a la tierra.
Se vincula con lo flemático. Es un cereal muy armonizante. Siempre es conveniente agregarle
condimentos aromáticos, para que podamos “aterrizarlo” más hacia lo metabólico. Moderarse
de dar arroz integral todos los días a un niño muy sanguíneo.
El maíz se esconde entre las hojas, pero igual guarda en su color “la luz del sol”. En su encierro
tiene que ver con el temperamento melancólico. Por lo tanto hay que usarlo con moderación en
niños tristones y se puede usar de vez en cuando en los que son demasiado alegres y
extrovertidos.
El mijo actúa contra la rigidización. Su planta es como muy aeriforme. Se emparenta con el
temperamento sanguíneo. Por lo tanto es ideal para los melancólicos, que son un poco rígidos
interior y exteriormente.
El cereal a pesar de ser un alimento tan equilibrado, le falta algo. No tiene ricos aromas ni vivos
colores en general, que son los principios de la flor. Por eso es necesario siempre
condimentarlo muy bien con hierbas aromáticas como tomillo, orégano, romero, cilantro,
comino, etc.
Al pan blanco se lo ha despojado de la vitamina B, oligoelementos y minerales, además del
importantísimo germen de trigo. Para asimilarlo, el organismo debe recurrir a sus propias
reservas de minerales, oligoelementos y vitaminas. Por esto el pan blanco, lejos de nutrirnos,
nos despoja de fuerzas importantes.
Cualidad de los alimentos
Como ya lo mencionamos, lo que nos nutre no son tanto las sustancias, sino las fuerzas de los
alimentos. Esto nos hace ver lo fundamental de contar con una agricultura que esté en armonía
con el hombre y la Tierra. Si lo que ingerimos no porta fuerzas vitales o son fuerzas muy
raquíticas, sino puros químicos, es decir puro mineral sin fuerzas vivas, esto va directo a la
región cefálica, casi sin oponer resistencia, ya que no hay fuerzas vitales a las que oponerse.
Es un ataque al Yo humano, ya que no se ofrece resistencia a estas sustancias y ellos actúan
como venenos. No pueden ser transformadas por el Yo.
Dentro de lo posible hay que optar por alimentos orgánicos (sin químicos ni pesticidas) por lo
menos o biológico-dinámicos (cuando existan en Chile). Estos son los únicos que cumplen los
requisitos de un alimento que es capaz de nutrir ya que conservan las fuerzas vitales.
Los cereales crudos sobrecargan al organismo para cocinarlos en el cuerpo. No comer mucha
avena cruda. Mejor tostarla, así ayuda a encarnar en el metabolismo y produce estímulo de la
voluntad en lo metabólico.
La organización calórica
El hombre tiene un organismo calórico que lo hace ser hasta cierto punto independiente del
entorno. La temperatura de la sangre es relativamente constante. Cada uno de nosotros
además posee un “mapa” calórico propio a lo largo de su corporalidad. Nuestra organización
calórica tiene que ver con nuestra individualidad, con nuestro Yo.
El ser humano es más afín al calor que al frío. Él es un ser calórico, no un ser del frío. Él debe
elevar hasta su organización calórica todo cuanto ingiere. Llevar lo mineral hasta el plano de lo
calórico es un tremendo esfuerzo. La alimentación hoy en día tiene muchas fuerzas minerales.
Las comidas calientes son más fácilmente digeribles que las frías. Cuando uno abusa de los
alimentos helados, se está requiriendo del organismo un esfuerzo excesivo y esto además
sobrecarga al hígado, que es el órgano que tiene relación con el calor. El daño a la
organización calórica de los niños produce un debilitamiento en su individualidad. Por eso
mucho cuidado con los helados frecuentes o con echarle hielo a todo cuanto se bebe.
Cuando nosotros calentamos o cocinamos los alimentos, ellos pueden ingresar más fácilmente
a la organización calórica. El hombre no necesita cocinarlos o calentarlos. El calentar, cocinar,
tostar, dorar es siempre un alimento para la organización calórica, va dirigido al hombre central.
Los procesos calóricos llevan más la nutrición al hombre central, hacia las funciones internas,
individuales, donde el hombre se relaciona con la Tierra, donde se desarrolla su individualidad.
Tiene que ver con fuerzas de encarnación. Se estimula de esta forma la voluntad en el ámbito
metabólico motor. Cocido no significa recocido. Hay que cocer las verduras de modo que no
pierdan su color y consistencia, de otro modo también se destruyen sus fuerzas.
La comida fría y cruda produce un fortalecimiento de las influencias cósmicas, de las fuerzas
“extrahumanas”. Con ello se estimula al hombre periférico (piel y órganos sensorios). Me refiero
a los alimentos crudos tal como se hallan en la naturaleza.
Lo crudo requiere del hombre muchas fuerzas. Éstas son especialmente importantes de
promover cuando se quiere lograr un proceso de curación. Por eso cuando un niño está
enfermo hay que estimular el consumo de alimentos crudos, ellos ayudan en la sanción. Si es
una persona con sus fuerzas propias demasiado debilitadas (se ve más en personas mayores,
no en niños), es preferible darles alimentos cocidos, ya que es una exigencia que en vez de
actuar como estímulo, puede pedir demasiado de un organismo que no lo puede dar. En niños
enfermos con enfermedades típicas, dar jugos naturales, frutas y ensaladas crudas en cantidad
preponderante.
Es muy diferente lo que sucede con alimentos enfriados artificialmente. Estos llevan al hombre
a polarizarse hacia el polo frío. El proceso de congelamiento lleva a los alimentos hacia lo
mineral, se dañan sus fuerzas vitales.
El único alimento que puede ser considerado realmente crudo es la raíz cruda (zanahoria,
betarraga, rabanito, etc.). La fruta por estar en cierto modo ya “cocinada” por el sol, está un
poco más dirigida al hombre central. La fuerzas de la zanahoria y la betarraga cocidas van
directo a fortalecer la cabeza. Si las doy crudas deben pasar por el metabolismo para cocinarse
antes de poder estimular lo cefálico.
La cabeza (neurosensorial) es el polo frío, el abdomen (metabólico motor) es el polo caliente.
Todo lo cocido nutre, lo crudo sana. Hay que equilibrar entre ambos tipos de alimentos para
nutrir y promover fuerzas de sanación a manera de prevención. En verano se dará una mayor
proporción de alimentos crudos y fríos, que lo que se da en invierno. En invierno nuestra
organización calórica está luchando contra el frío exterior, por lo que no podemos sobre exigirla
con una gran proporción de alimentos crudos.
Las proteínas del huevo, leche y vegetales mejoran con el calor o la cocción. Se hacen más
digeribles. La proteína de la carne animal no experimenta cambios en ese sentido.
El proceso de secado se da en la naturaleza en la semilla. La ingesta de semillas estimula al
metabolismo. Cada vez que tostamos o doramos lo que vamos a comer, estamos llevando
fuerzas a los miembros, al organismo metabólico. Esto también ocurre con los cereales. Para
que se aproveche su poder nutritivo deben ingerirse cocidos. Idealmente hay que remojarlos
entre 3 y 10 horas en agua fría. El cereal tiene una sustancia, la fitina, que se enlaza con el
hierro e impide su absorción. Al remojarlo se desarrolla otra sustancia, la fitasia, que desdobla
a la fitina. Luego se pueden tostar antes de cocerlos.
Con lo dicho se comprenderá el valor de la sopa caliente, sobre todo con aliños, como primer
plato. Calienta el abdomen, es fácilmente digerida y estimula el metabolismo para recibir los
alimentos que vienen después.
Hoy nuestra cultura tiende a alimentos fríos: helados, hielos, comida congelada, provocando
un gran daño a nuestra organización calórica. Como institución debemos formar una cultura en
torno a la alimentación, una comunidad entre los padres y los profesores donde haya
concordancia. Tenemos que impedir que la comida chatarra, los jugos envasados, bebidas
carbonatadas, dulces, etc. dañen el sano sentido gustativo de los niños. Si uno le da bebidas
artificiales una vez por semana a un niño, el ya no querrá nunca más probar un jugo natural o
el agua. Todo eso daña tan profundamente al organismo de los niños, que es la base para su
futuro desarrollo anímico espiritual, y como responsables por el bien de ellos debemos actuar
mancomunadamente ofreciéndoles lo mejor para que se alimenten.
El Azúcar
Para que nuestras funciones orgánicas y mentales funcionen bien, nuestra glicemia (glucosa
en la sangre) debe ser relativamente estable. Cuando la glicemia disminuye, no estamos bien
presentes, tenemos malestar, distensión abdominal, estamos ansiosos o irritables, estamos
poco despiertos. Todos estos son signos de no estar bien encarnados. Esto nos hace ver que
la glucosa en la sangre posee una íntima relación con el Yo. Para pensar, que es una actividad
yoica, el cerebro necesita glucosa. Para que esta glucosa de verdad sirva al Yo, es el Yo el que
tiene que haberla formado. Esto se realiza en el calor del hígado. Este órgano tiene un ritmo.
La máxima elaboración de glucógeno (forma en que se guarda la glucosa como ramificada)
ocurre a las 3 AM. Esta es una fase constructiva. La máxima degradación del glucógeno (se
libera glucosa hacia la sangre para su utilización) es a las 3 PM. Esta sería la fase catabólica.
Si uno quiere respetar este ritmo fisiológico debiera consumir de noche carbohidratos (frutas,
verduras, cereales) que se digerirán muy bien.
A este ritmo se opone otro, que es el de la vesícula biliar, cuya máxima actividad es a las 3 PM
y la mínima a las 3 AM. Como la bilis sirve principalmente a la digestión de las grasas, éstas
debieran evitarse de noche, ya que la vesícula a esa hora entra en su fase de actividad
decreciente.
Lo dulce, si bien es un elemento muy afín con el Yo, para estar bajo su dominio, el Yo tiene que
haber intervenido en su producción. Eso ocurre cuando ingerimos carbohidratos complejos,
como son los cereales, verduras y frutas, que necesitan un cierto proceso digestivo bastante
complejo hasta que se transforman en glucosa en la sangre. El azúcar blanco, sin ser del reino
mineral, tiende a lo mineral muerto por su configuración. Es, de hecho, muy fácilmente digerible
y sustituye a un elemento que podemos producir a través del trabajo yoico. Lo dulce reconforta,
envuelve, tranquiliza y apoya (momentáneamente), pero uno no ve el desmoronamiento de
fuerzas que se produce y que por supuesto se apalea con más azúcar.
El azúcar blanco, por no tener en su proceso de asimilación casi ninguna intervención del Yo,
pero a la vez por tener este elemento dulce tan alta afinidad con Él, lo sustituye. Hay un
fantasma de Yo en su lugar. Se estimula al ego, en todo su despliegue, todo aquello que
aparenta ser un Yo, pero que no hace más que substituirlo falsamente y debilitarlo en sus
posibilidades de manifestación.
El hígado se debilita cada vez más. Este es un órgano que representa al Yo en lo metabólico.
Cada vez que hay una enfermedad hepática, la persona está sin fuerza de voluntad. Por
ejemplo en una hepatitis, lo único que se quiere es estar en cama y dormir todo el día.
Para la Medicina Antroposófica, por ejemplo, la depresión tiene fundamento en un hígado
enfermo. Por eso los niños que son melancólicos, que tienden a la depresión, si se exacerba
hasta lo patológico su temperamento, tienden a ser los que saltan a comer el azúcar de a
cucharadas u otros alimentos dulces en cantidades.
Los niños con adicción al azúcar son inquietos, inconstantes y no se pueden concentrar. Les
falta la presencia del Yo, que es quien gobierna esas funciones. Por eso en niños con
hiperactividad o trastornos de la conducta, hay que suprimir, en la medida de lo posible, el
azúcar. El azúcar rubia no es mejor, además tiene residuos incontrolables, de su proceso de
refinamiento a medias, que no serían beneficiosos para la salud.
Los cereales exigen un buen trabajo yoico en su digestión, y por ellos se logra un nivel de
glicemia sin altibajos importantes (como con el azúcar), lo que permite la base para una
estabilidad anímica. El carbohidrato más equilibrado se encuentra en los cereales integrales.
La miel es producida por las abejas para su propia alimentación. Las abejas son seres que se
rigen en su existencia por la luz solar. Poseen un orden perfecto en su colmena. Las celdillas
de sus panales son hexagonales, que es una forma con gran afinidad por la luz, igual que el
cuarzo, que cristaliza de manera hexagonal. Se podría incluso decir, que guarda en sí la luz y
el calor del sol. Es un alimento con muchas fuerzas cósmicas. Al ingerir miel a uno lo lleva a
hacerse más cósmico, menos terreno. Estos principios son importantes sobre todo en la etapa
de la adultez avanzada y de la vejez, cuando ya empiezan a actuar las fuerzas excarnatorias.
Los niños son muy cósmicos, pero ellos vienen con fuertes impulsos encarnatorios. Ellos
vienen a integrarse y a ser seres activos en esta Tierra. La miel se puede usar en pequeñas
cantidades en los niños (nunca en menores de un año) y solo de vez en cuando. Se suele usar
en la profilaxis y terapia del raquitismo, pero eso ya constituye una indicación del médico a un
niño en particular. En los melancólicos también se puede usar un poco más frecuentemente.
Pero en general, la miel con mucha moderación en niños.
Los seres humanos nos tenemos que volver a acostumbrar a los sabores naturales, al dulzor
de la fruta sin otros agregados. Es importante tener siempre en la casa a mano frutos secos
(pasas de uva, ciruelas, higos, manzanas, duraznos, damascos secos, dátiles) para darles un
bocadillo dulce una o dos veces por día a los pequeños. Esto es una necesidad sobre todo
para los melancólicos o niños que están atravesando momentos difíciles.
La Sal
La sal corresponde al polo superior. La sal despierta las fuerzas de la conciencia. Por eso no
se da sal a los lactantes y hay que moderarse de usarla en niños en el primer septenio.
Si una persona es muy ávida por la sal, esto implica que hay una unión demasiado intensa
entre el Yo-cuerpo astral y el cuerpo físico-cuerpo etérico.
Es decir es una persona demasiado ligada a lo terreno. Nosotros salamos las comidas para
que podamos pensar.
Alimentación animal y alimentación vegetal
Cuando un hombre se alimenta de vegetales debe ejercer más trabajo para elevarlos al plano
humano, debe encender más fuerzas que cuando come animales, por lo que gana más fuerzas
también.
El mineral se encuentra tan lejos del hombre, que él apenas lo puede tolerar en grandes
cantidades. Por eso, en general, la mayor cantidad de minerales se ingieren incorporados a las
sustancias vegetales.
Si observamos la estructura del ser humano, su dentadura no se parece ni a la del carnívoro ni
a la de los herbívoros. Tiene su carácter propiamente humano. El intestino del hombre es más
corto que el de los herbívoros y más largo que el de los carnívoros. Pero concluir de estos
hechos, que el ser humano come de todo, es una simplificación demasiado grande. Lo que sí
se puede decir, es que tiene una capacidad de adaptación grande a distintas formas de
alimentación y gustos. Esto significa, que el hombre tiene la posibilidad de zafarse de un orden
de alimentación preestablecido, como al que está sometido el animal y puede buscarse su
propia forma de alimentación según su constitución, etapa evolutiva, raza o pueblo al que
pertenece, geografía y sobre todo, según su individualidad.
La alimentación vegetariana estimula fuerzas. Si es que uno es capaz de arreglárselas sin
carne, se siente más fuerte que antes. Esto depende también de la herencia, ya que hay
personas que por las fuerzas hereditarias que portan en sí, no pueden desarrollar las
suficientes fuerzas para una alimentación exclusivamente vegetariana. También hace mucho la
costumbre. Si un niño es alimentado desde muy pequeño con mucha carne, es difícil que
pueda dejarla. Su organismo ya la pide.
Heródoto escribió que los pueblos que se alimentaban de cereal (es decir de plantas), se
destacaban mucho en artes, ciencias, número de habitantes, formación física y espiritual,
comparados con aquellos que vivían de la guerra, la caza, la cría de animales y la pesca.
Herder dice: “el elefante es el rey de los animales, por su sabia tranquilidad y racional pureza
de los sentidos. El león es otro tipo de rey. La naturaleza lo ha dotado de músculos, no de
mansedumbre y entendimiento”.
Rudolf Steiner dice al respecto: “en todas partes, donde el hombre se eleva a grandes miradas
de la existencia, donde no está atado por las cadenas de una tradición generalizada, sino
donde él determina su vida y su existencia desde puntos de vista amplios y libres, el hombre le
agradece este pensar ágil, esta mirada en perspectiva, a la alimentación que se toma desde el
mundo vegetal. Allí donde el hombre forma sus juicios desde la rabia, los interese propios, por
la simpatía y antipatía, que todo lo empañan y lo muestran bajo una luz estrecha; en que se
arrastra de prejuicio en prejuicio, eso se lo debe a su relación con el mundo animal, a su
alimentación animal”.
La alimentación con carne permitió al hombre estar bien parado sobre la Tierra, desarrollar su
vida personal. Pero con la evolución de la humanidad, lo vegetal en la alimentación ganará más
y más espacio, de por sí. No hace falta agitar ni hacer manifestaciones para que ello ocurra.
Ocurrirá espontáneamente. Ya se ve en la tendencia de los niños de hoy a rechazar cada vez
más de manera espontánea, la carne.
La carne desarrolla en el ser humano, la ira, la antipatía y las pasiones ligadas a lo terreno.
Pero también la valentía y la osadía que necesitaban ciertos pueblos para llevar a cabo sus
guerras. Pero si se exagera la alimentación animal, se perderá todo interés por lo espiritual. Por
el contrario, los pueblos que se dedicaban a intereses más espirituales, trataban de alimentarse
desde lo vegetal.
Lo cárneo conecta a la Tierra. Lo vegetal a lo cósmico.
Pero cuidado, la mayor parte de las personas no pueden hoy en día tener una alimentación
puramente vegetariana.
Lo ideal, claro que hay que ver cada caso individual, es que los niños no comieran carnes,
sobre todo rojas (que vienen de los animales más pasionales) hasta los tres años o hasta el
momento en que se digan Yo a sí mismos. El caminar, el hablar y el decirse Yo son
manifestaciones del Yo humano. Por lo tanto si damos carnes antes de que esto haya ocurrido,
el niño aún no tiene un Yo desde donde poder enfrentarse a esta astralidad animal y poder en
verdad transformarla. Si le damos carnes, sobre todo rojas, antes de esta etapa, estas fuerzas
lo prefundirán y pasarán a ser parte constitutiva de ellos.
La leche se produce totalmente en la periferia, en glándulas de la periferia y que tienen sus
propias leyes. La leche tiene sustancias propias que no aparecen en otras partes del
organismo. La proteína propia se llama caseína, el carbohidrato es la lactosa, absolutamente
exclusivos de la leche. Por ello a pesar de ser una especie de ultrafiltrado complejo de la
sangre, es una formación original, que se aleja de la sangre. La sangre es para la vida propia,
la leche no tiene que ver con la vida propia sino que se produce para exteriorizarse. La sangre
está relacionada al hombre central, vinculado al proceso de individuación. La leche está más
cerca de lo cósmico, de lo extraterrenal. Recordemos la relación de lo cocido y lo crudo. Por
ello la leche cruda tiene otra cualidad que la cocida, que sí adquiere interioridad. La leche tiene
un proceso animal muy leve. Es sólo a medias un producto de origen animal, ya que en su
formación no se ha permitido casi la participación astral animal ni humana. Por lo tanto una
dieta de vegetales con lácteos puede no considerarse mixta, ya que ambos pueden ser
colocados del lado vegetariano.
Asimismo hay alimentos del lado vegetal, que por su composición, por su forma de crecer van
más hacia el lado animal, como son las legumbres y los hongos.
Las legumbres también conviene consumirlas con moderación, son bastante pesadas de
digerir. Cuidado con remplazar la leche por leche de soya.
Vida espiritual y alimentación
Para ayudar a las fuerzas de la conciencia es necesario ingerir alimentos con fósforo. Este se
encuentra en los cereales, sobre todo en el arroz integral, pero también en las avellanas. Esto
es muy importante en los años de formación del cerebro del niño.
Otro elemento fundamental es el sílice. Este forma una fina red, que sostiene la corporalidad y
forma la base física de la organización del Yo. Se lo encuentra en los cereales, sobre todo en el
mijo, pero también en las raíces.
La sal es directamente procesada por la organización del Yo. Hay que cuidarse de no
sobrecargarla.
Es recomendable generar en los niños, la fuerza de la temperancia, el gusto por los sabores
simples y naturales y tratar de impedir que se genere el impulso a la avidez. Si se le da
demasiada proteína o demasiada cantidad de comida a los niños, se les pervierten los instintos
alimentarios.
Por último no debemos dejar de lado una fuerza importante en torno a la comida, que es su
fuerza formadora de comunidad. Es uno de los factores sociales más importantes de la vida
humana. Por lo tanto enseñemos a nuestros niños, con el ejemplo, que es un momento de
reunión y de encuentro. El rezo antes de comer o un momento de conciencia, también genera
una disposición más humana a comer y no a abalanzarse sobre el plato.
Aristóteles dice: “no sólo los alimentos nos nutren, también el alma”.
En cuanto a las dietas Rudolf Steiner nos dice: “cada dieta transforma al ser humano en un ser
antisocial. A través de su comida se aísla de la comunidad no sólo en lo nutricional, también en
lo anímico se transforma en una rareza. El hombre tiene que poder lograr en que aquello que
no puede tolerar, lo termine tolerando. De esa manera se crea una fuerza formadora de
órganos. Las dietas lo más cortas posibles, para volver a la comunidad”.
Entre las imágenes de la primera tentación del hombre, por una manzana y la imagen de la
última cena con el Cristo compartiendo el pan y el vino, tenemos guardado como un misterio a
develar, todos los momentos en que como ser humano me puedo encontrar. En ellas aparece
el alimento de la Tierra, como algo que nos tienta, nos hace caer y el otro alimento, que tiene el
significado más alto posible para el ser humano.
Que cada acto de comer pueda transformarse en una actividad plenamente humana, donde
haya conciencia de lo que se come, agradecimiento por lo que se nos brinda y por las manos
que nos lo prepararon y ojala la alegría de compartir este pan con otros.