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Devolución de IVA en la canasta: Una oportunidad largamente esperada para mejorar la nutrición Sergio Britos* Según una reciente investigación del Imperial College de Londres (publicado esta semana en The Lancet), Argentina no solo no escapa a la tendencia mundial de incremento de la obesidad en los últimos 40 años sino que lidera el ranking en Sudamérica. Parte del problema son los hábitos poco saludables, el déficit de frutas, hortalizas, granos, legumbres, hidratos de carbono “saludables”, leche o yogur y el exceso de panificados y azúcares en la dieta. Según otro estudio internacional (de la Universidad de Tufts y la Escuela de Salud Pública de Harvard), solo ese último factor, el exceso de consumo de bebidas muy azucaradas es causa de más de 1700 muertes anuales en nuestro país y más de 39,000 años de vida saludable perdidos. Así como en su momento el “hambre” era urgente y aún merece seguir siendo objeto de políticas públicas, hoy no hay dudas de que lo urgente es la “calidad” de la dieta. Estamos a pocas semanas de que el Poder Ejecutivo envíe al Congreso una propuesta de Ley para reducir el IVA de los alimentos de la canasta básica a jubilados, beneficiarios de la Asignación Universal y otros planes sociales. Es una oportunidad única y largamente esperada para aliviar la economía hogareña pero también, si se hace de manera inteligente, mejorar la nutrición. Tomando como base la canasta básica (CBA) de la Ciudad de Buenos Aires, en febrero de este año su valor fue estimado en $ 5994 para una familia de 4 personas. Los alimentos que integran la canasta no son todos de igual calidad; solo el 46% (de aquel valor) son alimentos de muy buena densidad (calidad) nutricional; el resto van desde buena hasta mínima calidad. Según nuestras propias estimaciones, solo para comprar las cantidades de alimentos de mejor calidad que debe comer diariamente una familia son necesarios $ 6000 mensuales (a ese valor hay que agregar otros alimentos de menor calidad pero que también conforman la dieta). La calidad nutricional de los alimentos y bebidas tiene una relación directa con el precio: una caloría (de las 2000 diarias que cada persona requiere) de buena densidad nutricional (los alimentos en déficit mencionados más arriba) cuesta en promedio $ 4,5, tres veces más que el peso cincuenta ($ 1,5) de la misma caloría pero en alimentos menos saludables. En una dieta sana, hay dos calorías de las primeras por cada una de las segundas. Si la devolución de IVA fuera total, sobre aquella canasta de la Ciudad, las familias se beneficiarían con unos $ 800 mensuales aproximadamente (hay diferentes alícuotas de IVA en alimentos). Este beneficio se trasladaría a próximas compras y seguramente en gran medida a más alimentos. Sin embargo, si la devolución se aplica de manera homogénea a todos los productos, se estaría abaratando el precio (aproximadamente unos $ 300 mensuales) de alimentos poco saludables, que ya hoy en día se consumen en exceso en la dieta y son parte importante del problema de sobrepeso que afecta a 58% de adultos. Parece poco oportuno contribuir económicamente a engordar más argentinos. Devolver el IVA es una excelente herramienta para disminuir aquella asimetría (de tres veces) entre el precio de calorías más y menos saludables. Hay al menos dos caminos para aprovechar esta oportunidad: a) Devolver el IVA a un listado de alimentos y bebidas seleccionado según criterios de conveniencia económico-nutricional (hortalizas, frutas, leche, yogur, carne magra, legumbres, arroz integral, fideos 100% sémola, huevos, aceites con grasas esenciales). b) Devolver el IVA a todos los alimentos por igual, pero en el mismo momento y en efectivo (cash) al listado anterior y en un voucher para próximas compras en el resto, pero afectado (el voucher) a la compra de productos del listado saludable (lo que refuerza el descuento a estos últimos y estimula su consumo). No es algo extraño ya que las promociones de muchos supermercados utilizan este tipo de vouchers. En cualquiera de los dos casos, la medida debería acompañarse de acciones en el propio entorno de la compra (los comercios), que sensibilicen, activen y faciliten una mayor compra de los alimentos de mejor calidad nutricional. Hay una bala de plata disponible para amortiguar el impacto inflacionario de los últimos meses pero a través de una política nutricional acertada, en un momento más que oportuno. *El autor es nutricionista, director de CEPEA y profesor asociado de la Escuela de Nutrición (UBA)