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8/10/2014
La gran recogida de alimentos: hacer negocio con la buena voluntad . Xavier Montagut
La gran recogida de alimentos: hacer negocio
con la buena voluntad
Xavier Montagut
12/01/14
Hoy es un gran día... para los supermercados
No es fácil conseguir que 20.000 personas (1) estén dispuestas a permanecer las
horas punta de un fin de semana en las puertas de los supermercados
convenciendo a los transeúntes para que compren más, que la identificación de
estas personas con su tarea comercial sea tal que lo hagan sin cobrar, que su
mensaje consumista venga envuelto con uno de los sentimientos más nobles de los
humanos: la compasión. Todas estas cosas juntas podrían ser la carta a los Reyes
Magos de cualquier director de marketing. Esto es lo que el Banco de los Alimentos
ha regalado a las grandes cadenas de alimentación los días 29 y 30 de noviembre.
Y todo esto gratis. Sí, también el 30 de noviembre, uno de aquellos domingos que
las cadenas y grandes supermercados abren perjudicando el derecho al descanso
de sus trabajadores y compitiendo deslealmente con el pequeño comercio.
Dar a un anuncio en internet una difusión viral consiguiendo que miles de
internautas lo compartan. Utilizar la capacidad que tienen tus amigos de llegar a tu
cabeza y a tu corazón para hacer llegar la publicidad de su marca, consiguiendo
una proximidad emocional que nunca tendrá un anuncio convencional. Que este
anuncio identifique la marca publicitada con sentimientos nobles como la compasión
reforzada con la imagen inocente de algún niño hijo de un padre lleno de buenos
sentimientos. Se trata de una versión sintetizada de los mejores sueños de
cualquier director de publicidad. Pues esto lo han conseguido multinacionales como
Danone. Gente que conozco han olvidado, por un momento, sus conocimientos del
papel de las multinacionales alimentarias en el empobrecimiento del planeta, para
pulsar la tecla de “compartir” a un anuncio de Danone e inundar mi ordenador de
angelicales niños comiendo Danones. ¿Cómo y cuándo? Con la publicidad de la
gran recogida. Y todo esto gratis.
El fruto inmediato ha sido un incremento de ventas destinadas a la donación de
3.634.000 toneladas, más las ventas inducidas de la gente que se consiguió acercar
al supermercado, más los efectos de la publicidad a medio y largo plazo, más la
limpieza de cara, más....Y todo gratis. Pero se nos dirá: ¿qué importa quién saca beneficios si así se ayuda a paliar los
graves problemas de alimentación que hoy sufre una parte de nuestra sociedad?
Veamos este argumento con detalle.
¿Hambre para mañana?
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El banco de alimentos no aborda las causas profundas que están generando la
pobreza en general y la alimentaria en particular y aún menos qué alternativas
harían falta. Está claro que no es una solución a medio y largo plazo a los
problemas de malnutrición que existen en nuestra sociedad. De hecho ni lo
pretende. Aunque sólo se concentre en paliar lo que considera urgencias, le
tendríamos que pedir que, como mínimo, no sea una traba para soluciones de
futuro y que, en este sentido, pretender dar “pan para hoy” no genere “hambre por
mañana”.
La gente que trabaja con sectores que han sido empobrecidos hasta el punto de
sufrir carencias alimentarias coincide que el perfil de la gente empobrecida incluye
un fuerte sentimiento de culpabilización que genera desmotivación y una profunda
desconfianza en sus propias posibilidades de salir del pozo al que se han visto
impelidos. Hay consenso entre los trabajadores de los servicios sociales en que
esta situación emocional es la principal dificultad para que la gente empobrecida
pueda salir a medio plazo de la situación en la que está.
También de este problema y de cómo abordarlo han sido conscientes otros
movimientos que se enfrentan al empobrecimiento de la gente:
“El principal problema al que nos enfrentamos las víctimas de la crisis, cuando
tocamos fondo y nos damos cuenta de que es imposible hacernos cargo de las
deudas contraídas, es superar la vergüenza, el estigma, y el miedo asociado al
proceso y atrevernos a contar la situación que estamos pasando, incluido al entorno
más cercano.
Por eso uno de los éxitos más importantes de la Plataforma (PAH) ha sido hacer
visible el problema que se vive de manera individual, un problema que pocas veces
conseguía traspasar la esfera de lo privado, y convertirlo en un problema social.
La PAH nos ha conferido autoestima, seguridad y una identidad colectiva que nos
permite hacer frente a los bancos y medirnos con ellos de igual a igual. La
Plataforma también ha sido
fundamental a la hora de hilvanar un relato que explica la crisis atendiendo a las
razones estructurales del modelo actual. Un relato que ha contribuido a que muchos
afectados dejen de sentirse culpables de la situación que atraviesan, gracias al
hecho de que ha conseguido transformar el sentimiento de impotencia y aislamiento
inicial en fortalecimiento y organización colectiva. Ni somos responsables de esta
crisis, ni de haber perdido nuestra ocupación.
Valga como ejemplo mi propia historia personal. Tardé tiempo en llegar a la
conclusión que no era culpable de haberme quedado en el paro y en encontrar este
sentimiento de indignación y rebeldía. Tenía una vida normal y corriente con un
trabajo de comercial autónomo muy bien remunerado en el sector textil. La
globalización destrozó una actividad con gran pujanza en varios lugares del arco del
Mediterráneo y el cierre de la financiación por parte de los bancos supuso la última
estocada. Llevo más de tres años sin poder afrontar la cuota hipotecaria y pude
parar la subasta de mi casa después de cuatro días de huelga de hambre. La PAH
me dio los instrumentos y la fuerza para seguir adelante”.(2)
La relación que el banco de alimentos clásico establece con los “usuarios” es muy
diferente de esta vinculación que genera la PAH. Se les hace depender de unas
donaciones gratuitas sin ninguna capacidad de decisión, interacción y/o reflexión
colectiva. Si a esto añadimos el componente estigmatizador para sus usuarios que
los bancos de alimentos generan, nos encontramos con todo lo contrario a una
dinámica de empoderamiento y podemos concluir que más bien se mantiene, si no
se profundiza, el hundimiento individual de los receptores. No todos los modelos de distribución de alimentos caen en las trampas de los
bancos de alimentos clásicos. Así entidades como la Red de Solidaridad Popular,
que se ven abocados a distribuir alimentos a pesar de ser conscientes del parche
que significa, definen claramente las características de sus bancos de alimentos
para evitar la estigmatización y favorecer el empoderamiento de los que participan:
"En ningún momento revestirán carácter benéfico, ni asistencialista, ni caritativo.
Serán puestas en marcha conjuntamente con las personas afectadas por las
consecuencias de la crisis, desde su punto de vista, atendiendo a sus demandas y
necesidades e implicándolas activamente en su diseño, gestión y organización".(3)
En la misma línea van experiencias como el banco de alimentos que funciona
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gestionado por los vecinos en un local ocupado en Ciutat Meridiana. Son
conscientes de su carácter de urgencia y por lo tanto limitado en el tiempo: “A largo
plazo nuestro objetivo es tener que dejar de distribuir alimentos. La administración
tiene que cumplir esta función y asegurar a la población unos mínimos (salud,
alimentación, alquiler social, educación, etc...). Recuperar lo público”. (4) Y se
enfrentan a la situación de emergencia, favoreciendo formas de funcionamiento y
organización vecinal que significan un empoderamiento que va mucho más allá de
la situación inmediata:
“También, seguramente lo más importante, generar unas redes de solidaridad y
movilización política que permitan una autogestión de las soluciones a los problemas
vecinales. Vecinos que se organizan para asegurar una vivienda digna, para repartir
la comida que tienen entre todos y todas, gente que sea capaz de articular
soluciones imaginativas para paliar necesidades y que de este modo se hagan
conscientes y ayuden a concienciar a otras personas de que lo que pasa no es mala
suerte ni una jugada del destino, sino una injusticia, es decir, gente que piensa, que
se organiza para reivindicar unos derechos y los lleva a la práctica.
Y no sólo la autogestión a los problemas del barrio sino, sobre todo, a la gestión y
proyección futura del barrio, sea en tiempo de bonanza o en tiempos difíciles como
los actuales. Es importante que la ciudadanía decida no sólo sobre el qué hacer en
su barrio sino cómo lo hace (no nos sirve cualquier manera de hacer las cosas,
queremos las que consensuamos colectivamente). Hay que reivindicar una
participación ciudadana transversal, ya sea para decidir sobre planes de ocupación
o servicios a prestar (alimentos, sanidad, vivienda, educación, etc.), como sobre la
ubicación, la decoración o el uso de una plaza. Al fin y al cabo son los vecinos los
que hacen el territorio y le dan la identidad." (5)
Al contrario, los bancos de alimentos clásicos, relegando a los “usuarios” a meros
receptores de donaciones y separándolos de los voluntarios-­ donantes, generan
una situación de dependencia y pasividad. Esta situación llega al extremo de que
los voluntarios tengan prohibido recibir donaciones del Banco de alimentos. Esto ha
llevado a situaciones tan surrealistas cómo que voluntarios del banco de alimentos
que, producto de la crisis, se han visto obligados a pedir donaciones del banco,
hayan dejado de ser voluntarios o tengan que ir a buscar su paquete en el banco de
otra localidad
La misma situación vertical entre los voluntarios y los “usuarios” se da entre
voluntarios y la estructura de los bancos de alimentos. Como dice la misma
Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL): “La organización de un
Banco de Alimentos se orienta a un funcionamiento similar al de una empresa, con
distintas áreas y un equipo de dirección.” (6) La impresionante fuerza que podrían
ser 20.000 personas motivadas dedicando su tiempo y su creatividad a atacar la
pobreza, se ve limitada a la función de empaquetadores, transportistas o
vendedores que les atribuye la jerarquía empresarial, quitándoles toda capacidad
transformadora incluso en su tarea más inmediata de distribución de alimentos ¿Pan para hoy?
Llegados a este punto se podría argumentar que al menos es una solución para los
problema más inmediatos, es decir, aunque sea “hambre para mañana” al menos es
“pan para hoy”. Tampoco este argumento se sostiene si analizamos de cerca la
actuación del banco de alimentos.
En primer lugar, la gran recogida no es una donación sino una compra a las
grandes superficies para luego donar lo comprado. Por lo tanto, de cada euro del
ciudadano una parte va a incrementar la ganancia de la gran superficie. Sea cual
sea el margen que cargan a los alimentos (¿30, 40, 50 %?), esta parte no va
dirigida realmente a adquirir alimentos sino a aumentar las ganancias de los pocos
que controlan el mundo alimentario. Precisamente los que algunos pensamos que
están en el origen de la actual crisis alimentaria. (7)
Lo que queda cuando sacamos el margen, es decir, el coste de los alimentos,
tampoco está totalmente dedicado a comprar alimentos. Incluye los gastos de
transporte hasta el punto de venta. Este coste es variable en cada caso pero, de
cualquier modo, significa más dinero que no va directamente a comprar alimentos.
Un dinero empleado en un transporte totalmente innecesario y que representa un
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derroche de las donaciones, pues todo lo donado en la gran recogida se lleva desde
el supermercado a un único punto en cada provincia desde donde vuelve a ser
distribuido.
Un viaje de ida y vuelta, un trabajo de desempacar, colocar y volver a empacar,
trabajos y gastos inútiles desde el punto de vista de hacer llegar alimentos a la
gente que lo necesita. Trabajos y gastos realizados con el único objetivo de poner
en marcha un sistema de recogida que favorezca las ventas de los supermercados.
Trabajos y gastos financiados con las donaciones de la gente de buena fe.
Vemos, pues, que sólo una parte del dinero donado se dedicada a comprar
alimentos. ¿Al menos esta parte es eficiente?
Por las características del banco de alimentos, estructura centralizada de
distribución de grandes cantidades de alimentos, sólo se recaudan alimentos
duraderos. Es decir, fáciles de transportar a grandes distancias, fáciles de conservar
y almacenar largas temporadas. Fundamentalmente pastas, galletas, arroces, leche
preferentemente en polvo... Ningún producto fresco. La verdura en potitos, la fruta
en almíbar o en zumos, el pescado en lata y estos últimos productos en menor
cantidad al ser más caros.
El resultado es que en un país en que el empobrecimiento hace que tengamos un
problema de malnutrición con dietas con exceso de hidratos de carbón y sin
productos frescos, el banco de alimentos proporciona el tipo de alimentos que la
dieta tiene en exceso y no suministra los alimentos que harían falta para equilibrarla
y combatir la malnutrición. En situaciones de desastres naturales o guerras pueden
ser útiles grandes estructuras de logística capaces de distribuir gran cantidad de
calorías sin preocuparse mucho del equilibrio de una comida que busca incidir en
una situación de extrema urgencia y de corta duración. Nada que ver con lo que hoy
se necesita para combatir el empobrecimiento alimentario en nuestra casa. Mucho
que ver con la necesidad de vender grandes cantidades de alimentos
industrializados propia de las grandes empresas y distribuidores que, como
veremos, controlan los bancos de alimentos. La desconexión entre las necesidades
de la gente y las “soluciones” de los bancos de alimentos es tal que los cursos
sobre dietas equilibradas dados por los servicios de salud o los cursillos
organizados por las mismas entidades que gestionan los bancos de alimentos
recomiendan unos productos de difícil acceso para la gente empobrecida y que el
banco de alimentos no suministra.
Más allá de la gran recogida, ¿son útiles los bancos de alimentos?
Todo esta gran operación publicitaria y de aumento de las ventas de las grandes
distribuidoras y empresas agroalimentarias son, para decirlo suavemente, de una
escasísima utilidad para combatir los problemas de malnutrición ¿es un hecho
aislado o es parte del ADN del banco de los alimentos?
Según la web de FESBAL, los Bancos de Alimentos "son organizaciones sin ánimo
de lucro basados en el voluntariado y el objetivo es recuperar excedentes
alimentarios de nuestra sociedad y redistribuirlos entre las personas necesitadas,
evitando cualquier desecho o mal uso”.( 8)
En los bancos de alimentos las palabras a menudo esconden las realidades. Así, en
“la gran recogida”, donde se decía “donación” se podría leer “compra”. También y,
como veremos, la mayor partida llamada excedentes alimentarios corresponde a
subvenciones públicas financiadas con nuestros impuestos.
En efecto, la partida más importante que gestionan los bancos de alimentos
procede de la Unión Europea, en concreto de la Política Agraria Comunitaria (PAC)
Este fondo, que tiene el origen en los antiguos excedentes agrícolas originados por
la propia PAC, hace mucho tiempo que no son realmente excedentes agrícolas sino
una subvención directa sacada de los presupuestos comunitarios, es decir, dinero
público sacado de nuestros impuestos. De hecho, este año un nuevo fondo viene a
sustituir el viejo programa europeo del periodo anterior (2007-­2013), porque países
como Alemania no ven con buenos ojos destinar parte del gasto de la PAC a esta
iniciativa.
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Ahora, los recursos provendrán de las partidas sociales previstas por la Unión
Europea en sus presupuestos para el periodo 2014-­2020, pero mantendrán el nivel
de inversión que en la etapa precedente, es decir, 3.500 millones de euros. (9) El
lenguaje se ajusta a la realidad. Aun así, los bancos de alimentos quieren seguir
jugando un papel fundamental en la gestión de esta subvención que es la partida
más importante de sus presupuestos. Este fondo, que el 2012 fue de 81,11 millones de euros, se utiliza totalmente para
comprar alimentos por parte del FEGA (dependiente del Ministerio de Agricultura)
en una subasta centralizada. (10) Esta subasta se hace con unos criterios típicos de
los bancos de alimentos: calorías fáciles de almacenar y transportar, largos plazos
de conservación en condiciones ambientales, y baratas... El resultado el habitual:
pastas, galletas... productos industriales que, cómo hemos visto, son poco útiles
para la dieta equilibrada que se necesitaría para combatir la malnutrición.
Por otro lado, ¿quiénes son capaces de ofrecer grandes cantidades de estos
productos? Las grandes multinacionales de la alimentación. Estas supuestas
ayudas agrícolas van a multinacionales como Nestlé, Heros, etc. Una parte de este
dinero público va a engrandecer los márgenes de estas empresas que expatrian sus
ganancias. Para poner un ejemplo: Nestlé decidió la primavera pasada llevar toda
su tesorería a sus sociedades de Luxemburgo. A pesar de que forma parte de la
Unión Europea, Luxemburgo es conocido por unos impuestos muy laxos con las
grandes fortunas y las multinacionales. (11)
No es, pues, dinero que refuerce el tejido productivo local sino a sus depredadores.
Se pierde así una ocasión de utilizar importantes partidas de compra pública en
fortalecer las economías locales que son las generadoras de riqueza y de trabajo
distribuidos entre la población, dos elementos básicos para combatir, más allá de la
emergencia, la pobreza y con ella las carencias alimentarias.
Por último, este sistema de compra hipercentralizado implica que cerca de un 7%
del dinero se vayan en transporte (3,4 millones) gestión y almacenaje (2,5 millones)
de un total de 81,11 millones. (12 )
Finalmente, queda una parte minoritaria, producto realmente de excedentes
recogidos de las empresas. Realmente el problema del derroche alimentario-­ se
calcula que se derrochan entre un tercio y la mitad del alimentos producidos en el
mundo-­ es escandaloso desde el punto de vista ético, social y ecológico. Hay una
total opacidad del derroche producido en el campo y en la industria y de los
mecanismos ligados al sistema de producción y distribución industrial regido por el
mercado que lo producen. Carecemos de políticas que ataquen a fondo esta
situación que golpea la más elemental ética. En este contexto, que una pequeña
parte sea recogida por los bancos de alimentos no sirve para eliminar el derroche ni
para solucionar con las migajas del sistema los problemas de malnutrición y, en
cambio, sí sirve para presentar como “solidario” lo que es un derroche desorbitado
por parte de la agroindustria y la gran distribución evitándose el coste de gestionar
estos residuos.
Aceptando el análisis que precede, se puede argumentar que los Bancos de
Alimentos no son responsables de estas prácticas de las empresas y de la falta de
políticas de las administraciones para evitar el derroche. Pero de lo que sí son
responsables es de dar por buenas estas prácticas hasta el punto de pedir, en el
colmo de los despropósitos, regalar dinero público (mediante desgravaciones
fiscales) a este derroche inadmisible si se redistribuye mediante los bancos de
alimentos. No todo vale para conseguir distribuir más calorías. Primero se tendría
que penalizar la locura del actual derroche para reducirlo a los niveles técnicamente
inevitables. Sólo en este marco una política de redistribución a nivel local y de barrio
tendría un sentido que no fuera embellecer la locura derrochadora.
Los argumentarios de los bancos de alimentos dirigidos a las grandes empresas
explicando las ventajas para los intereses empresariales de maximizar ganancias y
reducir costes, que conseguirán dando el excedente a los bancos de alimentos,
pueden parecer una habilidad para conseguir más calorías baratas. Pero cuando lo
adjuntamos con la postura que tienen sobre las desgravaciones fiscales para las
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empresas, con la gran operación de venta de las grandes superficies que es la gran
recogida, con la postura de reclamar que cuantiosas subvenciones de lucha contra
la pobreza sean utilizadas para comprar alimentos industriales a grandes empresas,
se hace difícil no ver una asunción de los intereses de estas empresas utilizando
objetivos caritativos.
Que las grandes empresas contribuyan a acabar con las situaciones de pobreza
incluyendo la alimentaria es muy fácil. Sólo hace falta que paguen los impuestos
que les corresponden, lo que permitiría un estado del bienestar capaz de dar un
apoyo suficiente a la gente empobrecida. Pero esta solución tan elemental, y que
sólo implica cumplir las leyes, no está en el programa del banco de alimentos
porque no le interesa a las grandes empresas. Éstas quieren que su
responsabilidad social no vaya más allá de repartir las migajas con el mínimo coste
posible, y aquí es donde el banco de alimentos cumple su función.
La teoría se confirma cuando vemos quién dirige el Banco de alimentos.
Empezando por su presidente Antoni Sansalvadó y Tribó, antiguo directivo de
logística y actual accionista en Áreas y Serunión. Esta empresa, filial de la
multinacional Elior, líder en el sector de la restauración colectiva, suministra
comidas a 2.800 centros (comedores escolares, hospitales, etc., mayoritariamente
en instalaciones públicas ) y factura diariamente 450.000 comidas. Serunión está
también representada por su presidente y director general Antoni Llorens i Tubau
con el cargo de vocal. Nestlé está representada a través de Eduard Arruga i Valeri,
directivo de Cereal Partners España, una filial del grupo Nestlé. El vocal Alfons
Carnero i Suñol representa, entre otros, a Ebro Agrícolas. Los vocales Javier Riera-­
Marsá y Lluis Carulla i Font garantizan respectivamente la presencia de las sagas
familiares Riera-­Marsa y Gallina Blanca, determinantes en el clúster agroalimentario
catalán. No podía faltar la organización propia de la gran patronal que está
directamente representada por el director general de AECOC (Asociación Española
de Fabricantes y Distribuidores): José María Bonmatí Pérez. (13) Se tiene que
reconocer que estos dirigentes de los bancos de alimentos han hecho bien su
trabajo representando a la industria que les llena los bolsillos.
Sí se puede
El espectáculo de los días 29 y 30 de noviembre, montado por los que se
beneficiaban, no nos tiene que esconder la potente movilización social que supuso y
que muestra una sociedad sensible a los problemas de sus conciudadanos y con
ganas de actuar en contra de la pobreza alimentaria. Es una muestra visible de un
trabajo que miles de activistas hacen de forma cotidiana y que, desprovisto de
intereses mercantiles, apunta a formas mucho más eficientes y profundas de
combatir las causas del empobrecimiento en general y de la malnutrición en
concreto.
Empezando por la lucha por los derechos generales que pueden atacar el
empobrecimiento de la gente: el derecho a la vivienda, el derecho a una renta
mínima garantizada. Continuando por aquellas luchas que incluyen la lucha por el
derecho a la alimentación como parte de los derechos básicos: una alimentación
digna y de calidad en la escuela pública mediante unas becas de comedor escolar
completas, suficientes y pagadas a tiempo. Una alimentación totalmente gratuita y
de calidad en el sistema sanitario, en la atención a la gente mayor, a la gente con
dependencias importantes.
Al mismo tiempo que se reivindican estos derechos generales, se está
desarrollando en los barrios y pueblos un importante trabajo para que, con la
participación de los propios afectados, se busquen soluciones inmediatas que
faciliten soluciones duraderas. Soluciones que proporcionen alimentos y medios
para conseguirlos con el propio trabajo de los afectados: huertos sociales y/o
comunitarios;; exigencia de que las ayudas públicas de emergencia sean suficientes,
permitan comprar alimentos frescos y sean empleadas para fortalecer los tejidos
productivos locales que son los capaces de generar trabajo y redistribuir la riqueza;;
creación de entidades locales de distribución de alimentos reivindicativas y
autogestionadas que mezclen a los activistas y a los “usuarios“, como el creado por
la Asociación de Vecinos de Ciutat Meridiana y del que hemos hablado en este
artículo. (14)
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Todo este trabajo y los éxitos que consigue, aunque a menudo escondidos por los
que no quieren que cunda el ejemplo, hacen pensar que, más allá de los que están
convirtiendo la pobreza en una fuente de negocio, se puede luchar y, por eso, se
puede tener esperanza.
NOTAS:
(1) Todos los datos de este artículo, salvo mención explícita, están referidos a Catalunya pero son
perfectamente extrapolables a todo el Reino de España
( 2 ) Jose Coy en el prólogo del libro “Vidas Hipotecades” de Ada Colau y Adrià Alemany
(3) Del Manifesto de la Red de Solidaridad Popular en www.reddesolidaridadpopular.org/
(4) La Meri Tiene vida. 'Seis preguntas para definir la situación'. Manuel Cubero. 16 octubre
2013 en http://avvcmeridiana.blogspot.com.es/2013_10_01_archive.html
(5) Ídem
(6) Federación Española Bancos de Alimentos. http://www.bancodealimentos.es/
(7) Ver el libro 'Supermercados no Gracias'. Xavier Montagut y Esther Vivas. Icaria editorial
(8) Federación Española Bancos de Alimentos. http://www.bancodealimentos.es/
(9) Nota de prensa de Europa Press fechada en Bruselas el 28 de noviembre del 2013.
(10) Los datos se pueden encontrar en Datos del Fondo Español de Garantía Agraria.
http://www.fega.es/PwfGcp/es/
(11) La Marea 13 de marzo de 2013.
(12) Datos del Fondo Español de Garantía Agraria. http://www.fega.es/PwfGcp/es/
(13) Datos del artículo “Ejecutivos de las grandes empresas lideran la fundación Privada Banco de
Alimentos de Barcelona' en http://500x20.prouespeculacio.org/noticies/alimentacion-­digna/ y de la
propia página web del Banco de los Alimentos
(14) Una información completa se puede encontrar en La Meri Tiene vida.-­ Seis preguntas para definir
la situación. Manuel Cubero. 16 octubre 2013 a
http://avvcmeridiana.blogspot.com.es/2013_10_01_archive.html
Xavier Montagut es economista. Ha trabajado últimamente temas como la agricultura, la alimentación
y el consumo responsable. Es presidente de la Xarxa de Consum Solidari (Red de Consumo Solidario)
sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de
subvención pública ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo voluntario de
sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus lectores.
www.sinpermiso.info, 12 de enero de 2014
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6584
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