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BIOÉTICA: SI DE AGRICULTURA SOSTENIBLE
EDITORIAL
SE TRATA
Eduardo Francisco Freyre Roach
Universidad Agraria de la Habana
[email protected]
L
a Bioética no es ni la Ética de la Biología ni tampoco
la Ética de la Medicina, como muchos pudieran pensar. Rensenlaer Potter concibió este término para
nombrar una disciplina que contribuyera a resolver los grandes problemas biológicos de nuestro tiempo: el hambre, las
enfermedades, la superpoblación, y la contaminación de la
naturaleza. La agricultura tiene que ver con estos problemas.
Según Potter, la Bioética es la “ciencia de la supervivencia”, encargada de asegurar “una forma más ética de vida”
en la Tierra. Para lograr este propósito, la Bioética tiende
un “puente” entre las ciencias biológicas y la ética.
Uno de los temas más importantes de la Bioética son los
actos humanos que alteran los procesos biológicos; estos
actos tienen lugar en la agricultura. De ahí que Potter, desde los años 70, ha sugerido atender las cuestiones bioéticas
de la agricultura, la ganadería, la pesca y la agroforestería
sostenibles.
Cuando los recursos genéticos, los insumos agrícolas o
los alimentos no son repartidos equitativamente, entonces no se cumple el principio de Justicia.
Estas son situaciones “bioéticamente insostenibles” que,
lamentablemente, tienen lugar en muchas partes del mundo. Resulta un desafío ético de las políticas agrícolas y
alimentarias globales y locales, garantizar que se realicen
en los campos prácticas e investigaciones científicas que
se correspondan con la beneficencia, la no maleficencia, la
autonomía y la justicia. Lo mismo se diría respecto a la
tenencia de la tierra y a la comercialización de alimentos e
insumos para el desarrollo agrícola y alimentario.
Ahora bien, la situación actual de la agricultura y la alimentación suscita inquietudes éticas y bioéticas. Hablemos
de algunas de ellas:
•
La Bioética demanda que las actividades agrícolas cumplan
con los siguientes principios o valores morales:
•
•
•
•
La Beneficencia: esto significa beneficiar la vida, contribuir al bienestar, a la salud y a la mejor calidad de
vida
La No-Maleficencia: se trata de no dañar la vida
La Autonomía: hay que respetar el derecho de las
personas a tomar decisiones respecto a su vida y su
medio ambiente
La Justicia: acceso equitativo al bienestar
Artículo
Se violan la beneficencia y la no-maleficencia, cuando
por causa del inadecuado empleo de productos químicos
en los campos, se contamina la naturaleza, empobrece la
biodiversidad, aparecen las enfermedades y merman las
fuentes naturales de alimentos.
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Se afecta la autonomía cuando a los campesinos no se les
advierte de los peligros antes mencionados; al estar
desinformado, no pueden dar un consentimiento adecuado
sobre la intervención tecnológica en sus tierras.
•
•
Gran parte de la población mundial (casi 800 millones de personas) padece de hambre y malnutrición,
a pesar de que la producción se incrementa y el ritmo
de crecimiento poblacional disminuye. En África es
donde más inseguridad alimentaria hay, se produce
poco y la población crece desmesuradamente.
Fenómenos ecológicamente adversos como la
desertificación, la deforestación y la contaminación
de la biosfera, reducen las oportunidades de producir
alimentos suficientes.
La globalización neoliberal, que apoya el interés de
las transnacionales agropecuarias por el monopolio
exclusivo de la producción y venta de recursos para
el desarrollo agrario y alimentario. Las transnacionales
usurpan la biodiversidad de los campesinos mediante
subterfugios biopiratas como la privatización a través
de patentes de variedades animales y vegetales. El
neoliberalismo y los gobiernos que las promueven
amparan un orden existente de acceso desigual al
genofondo internacional.
Hay quienes cifran las esperanzas de resolver los problemas del hambre, la superpoblación, las enfermedades y la contaminación de la naturaleza, defendiendo a
Sin embargo, estas tecnologías acarrean riesgos como la
uniformidad genética y la contaminación del medio ambiente. Un alimento transgénico pudiera inhibir la resistencia de una persona a un antibiótico que necesite para
combatir una determinada enfermedad. Como estas tecnologías están en manos de las transnacionales, se corre
el riesgo de que la difusión extensiva de las mismas traiga
como consecuencia una mayor dependencia externa de
los agricultores pequeños, lo que afecta el derecho moral
de autonomía de éstos para producir, vender y consumir
las variedades que prefieran. El aumento de las hectáreas
sembradas con plantas transgénicas para fines comerciales está obligando a esos campesinos a abandonar su tierra, sus costumbres alimentarias y sus valores culturales.
Mayores pueden ser los riesgos cuando se piensa que la
superproducción es un objetivo moral irrenunciable. Es el
caso en que a la hora de aplicar una nueva tecnología
para producir alimentos, se sobrevaloran los beneficios
y se le presta poca atención a los posibles perjuicios.
Debemos tener en cuenta que para actuar adecuadamente
en sentido moral, no bastan las buenas intenciones; es
obvio que el progreso biotecnológico no es siempre moralmente conveniente. Si de forma irreflexiva e indulgente se aceptan los males que pudiera acarrear la
biotecnología, aumentan los probables efectos indeseables de su empleo, y por lo tanto, en el mejor de los
casos, costaría más caro erradicarlos; en el peor de los
casos, sería demasiado tarde para rectificar.
Sin negar las oportunidades que se pudieran perder si se
paralizaran las investigaciones en materia de estas técnicas, se evitarían riesgos si ante el doble efecto de las mismas, se asumiera una posición ética diferente. Hay que
pensar en qué medida es moralmente factible utilizar estas técnicas, y valorar si con otros medios menos costosos, menos riesgosos y más compatibles con las expectativas culturales de la gente, podríamos lograr los mismos fines.
No es convincente reducir el desarrollo de la práctica agrícola al avance de la Biotecnología, ni el desarrollo de ésta
a los procedimientos de la Ingeniería Genética. Tanto en
uno como en otro caso, existen caminos diversos que
hay que explorar con sabiduría y prudencia.
La producción orgánica en una estrategia de agricultura
sostenible, contempla el desafío bioético de obtener pro-
ducciones agrícolas en cantidad y en calidad, sin perjudicar la conservación del medio ambiente y potenciando
la biodiversidad, en armonía con las creencias, costumbres y tradiciones culturales de las comunidades campesinas e indígenas que luchan por su bienestar, su derecho a la autonomía económica, política y cultural y por
el acceso equitativo a los recursos genéticos. Esto coincide con la Bioética.
Sin embargo, no todo es color de rosa. La producción
orgánica no siempre es aceptable desde el punto de vista
moral. Se puede hacer esta afirmación cuando:
•
Se motiva la producción orgánica, pero hay una falta de atención con respecto a los ingresos de los
agricultores para poder vivir.
•
Ese trabajo se lleva a cabo en condiciones nocivas
para la salud de los campesinos. Recuérdese el trágico caso del “Café Sangriento” en Nicaragua donde
en los cafetales orgánicos trabajaban niños que murieron a causa de las duras condiciones de trabajo.
A los campesinos se les paga su producción orgánica como si fuera convencional, por lo tanto se les
priva de obtener los beneficios que tienen los productos orgánicos en la mercado de los ricos.
En este mercado los precios son más altos, lo cual
significa que sólo podrán acceder a los mismos quienes tiene suficiente dinero para comprarlos.
•
•
Estas son preocupaciones éticas que suscitan la producción,
certificación, normación y comercialización de alimentos orgánicos en América Latina, las que evidencian que la producción orgánica pudiera ser bioéticamente insostenible.
Debe considerarse un problema bioético de gran interés
mundial y que tiene que ver con la agricultura. Se trata del
problema de la equidad de acceso a los alimentos. Por
ejemplo, el patrimonio neto de las 200 personas más ricas
del mundo es superior a los ingresos conjuntos del 41%
de la población mundial y que las 200 empresas
transnacionales mayores del mundo abarcan actualmente
la cuarta parte de la actividad económica del planeta. Esto
significa que un porcentaje mínimo de la población mundial consume tres o cuatro veces más alimentos que la
mayoría de ella.
Existe un gran consenso en que, para acabar con el hambre en el mundo, quizás se deba pensar más en combatir
las desigualdades en materia de acceso a los alimentos y a
los insumos para producirlos en cantidad y calidad suficientes, que en buscar panaceas tecnológicas. ¿Cómo
abordar este asunto desde la perspectiva bioética?; pues,
tomando como referencia los conceptos de beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia.
Agricultura Orgánica 2 / 2002
ultranza los procedimientos de la Ingeniería Genética.
Estos permiten crear organismos genéticamente modificados con la calidad biológica y productiva que se desee. En principio, pudieran obtenerse beneficios con estas tecnologías con el fin de aumentar y mejorar la diversidad y calidad nutritiva de los alimentos.
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Sería interesante reflexionar sobre la siguiente pregunta:
¿Es moralmente válido exigir un orden igualitario de acceso a los alimentos?. Tristam Engelhardt, uno de los
más famosos especialistas en Bioética, plantea que sería
inmoral pretender establecer un orden igualitario de distribución de alimentos, servicios médicos, cobijo y protección social, pues según él, en una sociedad secular
quien ha tenido suerte de poseer bienes y dinero, no
debe privársele de sus derechos para satisfacer las necesidades de los menos agraciados. Este autor se refiere
más bien a que no se debe exigir y obligar a los agraciados a beneficiar a los desgraciados, pues de lo contrario
se estaría estimulando el rencor y la envidia.
El especialista se coloca a favor del igualitarismo del altruismo, que se preocupa por hacer un bien a quien lo
necesite, aunque implique un costo elevado, pero no
negárselo a las personas que tengan recursos suficientes
para adquirirlos. El principio moral que se deduce de todo
esto, es que las personas tienen libertad de adquirir los
alimentos que deseen comprar y ofrecer los que otros
deseen adquirir. A tono con el permiso y el acuerdo, hay
que dar a quiénes necesiten alimentos, los que aquellas
personas que tengan recursos suficientes estén dispuestas a pagar o proporcionar gratuitamente. Desde este punto
de vista, la solicitud por la beneficencia adquiere una connotación mas bien meritoria, exhortativa, caritativa, y no
es obligación.
No es difícil darse cuenta que el criterio de ese autor
falla, porque prácticamente atribuye a la desigualdad un
carácter natural, sacro y canónico, libre de todo
cuestionamiento crítico. Este criterio acompaña a quienes, promoviendo la desigualdad, han generado los problemas del hambre en el mundo. Hoy día este criterio de
Engelhardt favorece a las transnacionales agrícolas. Desde este punto de vista, los pueblos azotados por huracanes, terremotos o maremotos, sequías, o que simplemente fueron colonizados y expulsados de sus tierras, no
tienen derecho a reclamar obligatoriedad moral de otros
para satisfacer sus necesidades de alimentación, aunque
éstos tengan disponibilidad de alimentos para donarlos.
En correspondencia con este mismo criterio, se exime
de culpa, responsabilidad y obligatoriedad a quiénes han
heredado una fortuna de sus antepasados, que pudieran
haber cometido actos injustos contra otros, cuyos descendientes sufren hoy día las consecuencias de sus actos malévolos.
Artículo
Otros especialistas en Bioética no piensan así. Por ejemplo, Potter insiste en la necesidad de una subversión del
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orden desigual de acceso al bienestar, y entiende que
para lograr esto, se exige una ética de preocupación (no
de despreocupación), por los menos, de los privilegiados. Esto se interpreta en el sentido de que, siendo la
situación de la alimentación mundial tan grave, se necesita adoptar posiciones éticas más resueltas, que sólo
serían efectivas, si quienes pueden resolver el problema, lo resuelven con sentido de obligatoriedad y responsabilidad, según sugirió el bioético Diego Gracia en 1999.
Según ese autor, si se admite una ética que pone énfasis
en la autonomía (que es lo que hace Engelhardt), entonces todo contrato se puede cancelar, por lo que es mejor
pensar en alianzas; éstas no se rompen, permanecen, tienen vocación de perpetuidad y obligan siempre, aún cuando una parte rompa la alianza. El hecho de que estamos
ligados entre sí y con la naturaleza es un dato previo a
nuestra autonomía y libertad.
Por lo tanto, más que hablar de autonomía, habría que
hablar de obligaciones, y más que hablar de contratos,
habría que hablar de alianzas; más que iniciativas, se
trata de responsabilidad. Esta ética motivaría decisiones más eficaces para erradicar el orden desigual de la
alimentación y pone en tela de juicio la aceptación indulgente del mismo. No se trata de pagar o no una deuda ajena, sino de que se debería concientizar la interdependencia entre el bienestar propio y el ajeno. La agricultura sería en verdad bioéticamente sostenible, si se
atiende este reclamo moral.
BIBLIOGRAFÍA
Potter Rensenlaer. (2000). Bioética Puente, Bioética Global y Bioética Profunda (http://165.158.1,110/spanish/
hdp/PRB/pot.htm .
Potter Rensenlaer . (1998). Deep and Global Bioethics
For A Livable Third Millennium The Scientist 12/1/:9,
Jan.05.
FAO. (2000). Cuestiones éticas en los sectores de la alimentación y la agricultura http://www.fao.org/.
FAO. Agriculture: Towards 2015/30. En: http://fao.org/
WAICENT/019/000704-e.htm).
Fresco Louisi. Ciencias agrícolas y ética. En: http://
www.FAOAG21RevistaEnfoques, 14/04/2002.
Tristam Engelhardt. 1995. Los fundamentos de la bioética.
Editorial Paidos, Barcelona, Buenos Aires, México.
Diego Gracia. 1999. Presente, pasado y futuro de la Ética. II Congreso de Bioética de América Latina y del
caribe. FELAIBI-CENALBE, Colombia.