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El último oasis. Enfretando la escasez de agua (Last Oasis, Facing Water Scarcity) Reynol Díaz Coutiño Sandra Postel1 en su libro Last Oasis. Facing Water Scarcity, ofrece el espejo de las regiones pobres de agua. El trabajo de Postel está dividido en catorce capítulos y abarca temas que van desde la ilusión de la abundancia del recurso hídrico hasta la cuestión ética sobre el uso y preservación del agua, pasando por la disyuntiva agua-pan, las hidropolíticas, el desperdicio y el reciclaje industrial. Además destaca el poder económico y político que se esconden en los proyectos de desarrollo en la construcción de las presas para manejar los ríos. El libro se divide en tres grandes partes: la primera se refiere a los problemas por los que atraviesa la extracción del agua, la segunda trata de cómo vivir dentro de los límites de la escasez de agua y la tercera plantea el asunto hacia la seguridad del agua. El elemento que vincula las tres partes consiste en que la sociedad está entrando a una nueva era, la cual se distingue por ser una era en la que predomina la escasez de agua. Postel apunta que mientras se hace más evidente la sustracción extraordinaria del recurso hídrico, por la que los ríos son succionados para llenar las albercas de las zonas residenciales o producir electricidad 1 Sandra Postel es Directora del Global Water Policy Project en Amherst massachusetts, donde su investigación está enfocada sobre las estrategias y cuestiones del agua. De 1983 a 1994 fue Vicepresidenta de Investigación en el Worldwatch Institute. Ha sido conferencista en las Universidades de Stanford, Harvard, Duke, Instituto Tecnológico de Massachusetts y Yale. Fue Profesora Adjunta en la Universidad de Tufts por dos años en la que enseñó Política Ambiental Internacional. Asimismo se ha desempeñado en múltiples actividades sobre investigación del agua. Su libro Last Oasis... fue sleccionado por la revista Choice , como un libro académico excepcional. 247 Clío, 1999, vol. 6, núm. 25 para dar luz a los grandes hoteles y casinos como es el caso de las Vegas en los Estados Unidos, irrigar los cultivos exóticos en los desiertos de Arizona. California y el Valle de Mexicali, la cultura de las poblaciones nativas que viven de la pesca y la labranza se está extinguiendo. El agua es renovable, pero finita, dice Postel. Al crecer la población, crece el consumo y por consecuencia la demanda de agua, que crece exponencialmente, alcanza los límites naturales de la oferta. Alcanzar estos límites, es el mejor signo de que los problemas están emergiendo y uno de ellos es que los ríos permanecen secos o están contaminados. Dsalinizar el agua del mar tampoco es una solución inmediata, no sólo porque su aportación a la oferta sería muy pequeña sino que además ello resulta bastante caro. Aun con estas fuertes restricciones a la sociedad y a los políticos les resulta difícil creer que los límites de este recurso está más cerca de lo que ellos imaginan. Comprender esta inminente carencia es asumir los retos para garantizar la seguridad alimentaria, la salud de los ecosistemas y la estabilidad política y social. Alcanzar el equilibrio en el uso del agua no será una tarea fácil. Las políticas, las leyes, y las prácticas que definen el uso del agua raramente toman en cuenta los tres principios básicos para el uso sustentable del recurso; eficiencia, equidad e integridad ecológica. Por el contrario, muchos productores agrícolas riegan extensas superficies de cultivos que bien pudieran sembrarse en otras condiciones como es el caso del maíz, caña de azúcar, y algodón. Actualmente 26 países, que en conjunto suman 232 millones de habitantes (dato de 1992), se encuentran en la categoría de escasos de agua. África tiene el mayor número (11) de países con esta característica. Aunque esta ecuación crítica pareciera ser una expresión de tan sólo algunos países, también hay otros que tienen riqueza de agua y enfrentan serios desequilibrios. Ello se debe a la extracción intensa de sus mantos subterráneos y la escasa capacidad de recarga de los mismos. Esta diferencia obliga a reducir las superficies de riego Clío, 1999, vol. 6, núm. 25 248 cultivables como es el caso de Texas que de tener 2.4 millones de hectáreas de riego en 1974 las redujo a 1.6 millones en 1989 debido a la pérdida de 164 millones de metros cúbicos de agua de sus acuíferos. La escasez de agua, el incremento de la competencia de este recurso limitado, las rudimentarias técnicas y prácticas de irrigación que dañan los suelos fértiles y los crecientes costos ambientales y sociales que implican los grandes proyectos hidrológicos ponen en duda la capacidad para mantener un crecimiento adecuado de alimentos en los años venideros. Actualmente 235 millones de hectáreas de suelos son irrigados, esto es 5 veces más desde 1900. Mientras que la población ha alcanzado los 5 millones de habitantes, por lo cual las tierras irrigables se erigen como la piedra angular para la seguridad alimentaria global. En este sentido, Postel apunta que en 1978 la distribución per capita de este tipo tierra era de 48 hectáreas por cada mil habitantes, cifra que ha venido decayendo en una tasa de 6 % desde entonces. Dada esta tendencia, es casi seguro que la seguridad alimentaria continuará erosionándose, sobre todo, en la de los países en desarrollo; asimismo, los costos de irrigación serán más elevados. Estos costos implican el deterioro de los suelos por salinación. La creciente necesidad de alimentos nutritivos y cuya dieta sea baja en carnes requiere alrededor de 1,1000 metros cúbicos de agua por persona. Durante los próximos treinta años se sumarán otros 2.4 millones de habitantes en el planeta. Esta gente para que tuviera una dieta aceptable necesitaría de más tierras irrigables y de 40 % más de la oferta de agua disponible. Para tal efecto esta oferta tendría que incrementarse por más de 1,750 kilómetros cúbicos por año, lo cual es equivalente a 20 veces el río Nilo o 97 veces el río Colorado. Visto de otra manera, 3.6 mil millones de habitantes pudieran estar viviendo en países donde la oferta de agua es limitada para producir alimentos y alcanzar la autosuficiencia. Aquí Postel plantea tres preguntas: ¿Qué cantidad de cereales necesitan importar estos países? ¿Quién los abastecerá y a qué precio? ¿Tendrán capacidad de pagar ese precio? Señala también que muchos países todavía no tienen 249 Clío, 1999, vol. 6, núm. 25 una clara imagen de los enlaces agua-alimentos y como consecuencia no toman las acciones necesarias para asegurar las bases de su agricultura. Postel concluye que somos muy rápidos para asumir los derechos para usar el agua, pero muy lentos para reconocer nuestras obligaciones para preservarla y protegerla. Es decir, necesitamos una ética del agua. La esencia de esta ética es hacer de la protección de los ecosistemas del agua la meta central de todo lo que nosotros hacemos. El agua, dice Postel, es la base de la vida y nuestra compañera que no sólo determinará la calidad sino además la permanencia del poder de las sociedades humanas. El libro de Sandra Postel tiene la cualidad de poner en su justo valor un mililitro de agua y su relación con la productividad en sus amplias dimensiones. Pero antepone la necesidad de rediseñar las políticas, las leyes, y las instituciones con el propósito de impulsar el uso sustentable del agua. El libro debiera ser una lectura obligada para los principales usuarios del agua: agricultores, industriales, amas de casa. Para los estudiantes de economía, biología, y los de ingeniería. Pero sobre todo, para los hacedores de políticas quienes todavía no miran la gravedad de las crisis que podría provocar la reducción de los niveles del agua. Postel, Sandra, 1997, Last Oasis. Facing Water Scarcity. New York: W.W. Norton, $ 10.95. Clío, 1999, vol. 6, núm. 25 250