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Capítulo 1
¿Por qué te pelaste?
En la Argentina es poco usual que a Gustavo Cordera lo llamen por su nombre de pila. Regularmente, y para diferenciarlo de otros rapados que tuvo y conserva el rock nacional, se lo
conoce como el «Pelado Cordera» o simplemente como «el
Pelado». Y es que durante casi veinte años, el cantante de la
Bersuit supo posicionar tanto su genio y figura como esa calva
que distinguió también a otros importantes artífices de la cultura pop de masas en el Río de la Plata, pero que sólo él supo
patentar. Temperamental, su personalidad carismática y
determinante siempre está a un tris de la polémica y el choque. Ese mismo semblante en constante contradicción cautivó
progresivamente a una banda de músicos parias que terminaron acompañándolo en un proyecto de vida. Seguro de la idea
de que un liderazgo se construye a partir de una buena conducción, esta utopía musical arrabalera de elucubración artesanal atrajo asimismo a un séquito de seguidores que hoy son
miles e irradian el auge de la Bersuit. Y es que quizá su éxito
y el de su banda tengan que ver con ese camino que labraron
a contracorriente de los estereotipos del rock.
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Capítulo 1 / ¿Por qué te pelaste?
ómo vivís este momento de la Bersuit?
Pelado: No es fácil observar un fenómeno desde adentro, pero cuando
uno forma parte tampoco puede alejarse demasiado. Tengo la sensación
de que nuestro público privilegia dos cosas: por un lado, valora las buenas canciones; y por el otro, a un grupo humano con diecinueve años de convivencia
encima. Bersuit está compuesto por gente tan variada que no es necesario ser
alguien especial ni distinguido del resto de la sociedad para subirse a un escenario, escribir temas, grabar discos y alegrar al público. Un día, una piba me dijo
algo que me quedó: «Cuando los veo a ustedes me da la sensación de que cualquiera puede hacer música». Cosas como ésas me parecen muy valiosas, porque
es la clase de legado que queremos dejar. La enfermedad del ego separó a la gente
del arte, hizo que perdiera su esencia, que responde a toda la humanidad. Todos
podemos hacer música, no sólo los genios del rock. Esas dos variantes distinguieron a Bersuit de todo el imaginario setentoso de «nosotros somos los artistas y el
rock es la salvación del mundo». También nos diferenció de esa cosa glamorosa
de los ochenta, los raros peinados nuevos y demás, y a la vez nos enfrentó a esa
actitud contestataria y suicida del reviente de los noventa. Bersuit sobrevivió a
todas esas corrientes, porque es un poco de todo, y a la vez no es nada de eso.
C
¿No te cansa el hecho de que todo el peso de la banda haya caído sobre vos?
Carlitos y Juan son miembros fundadores, Pepe Céspedes entró en el 89, después
de cuatro o cinco conciertos; Osky llegó en el 90, Albertito en el 94 y Dany y el
Cóndor a fines del 96. Lo que quiero decir es que desde que Bersuit comenzó a
tener eso que vos llamás «ese peso sobre mí», la banda ya estaba conformada con
sus ocho integrantes. Soy obsesivo, me cuesta mucho delegar, y el fenómeno se
fue cargando sobre mis espaldas porque tengo una personalidad medio paternalista. Además, para los chicos del grupo es más cómodo, prefieren que las decisiones las tome yo. La esencia de todos los grupos humanos es que siempre existan distintos roles: el líder, los que lo que secundan, los que se oponen, los que
boicotean, los chivos expiatorios… Ésa fue la dinámica de crecimiento de la
banda: Pepe es el opositor fuerte y el chivo expiatorio es Albertito; Juan tiene su
personalidad, pero se convirtió en mi compañero de locuras, es como un observador externo. También están los arlequines, Dani y el Cóndor, que mantienen
contento al rey, se cogen a sus mujeres y a sus hijas y se sientan en su mesa. Es
muy divertido verlo desde ese punto de vista.
¿Pero no sentís que el grupo nació y sobrevivió gracias a tu perseverancia?
El pensamiento cooperativo, tanto en lo ideológico como en lo afectivo, fue una
idea que conformamos entre todos y que yo auspicié desde siempre. Soy de los que
creen que Dios no es una persona sino un grupo de personas o un conjunto de
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Verborrea / Conversaciones con Bersuit Vergarabat
cosas. Cuando estás en un grupo, te acercás a lo trascendental y lo divino de una
manera más profunda que cuando estás solo. Con el tiempo, este tipo de historias
se sostienen mucho más. En Bersuit compartimos hasta el derecho de autor, porque sabemos que cuando en un grupo de músicos que forman parte del mismo
viaje empiezan a tener privilegio las individualidades, eso genera odio y resentimiento. Lo charlamos mucho: en un principio, ni siquiera mis propios compañeros entendían qué estaba proponiendo. El simple hecho de que considerara repartir el derecho de autor les parecía raro, porque ellos no lo hubieran hecho. Y son
muy honestos, porque casi ninguna banda lo hace. En ese sentido, Bersuit dio un
salto súper interesante y me pone muy contento. A raíz de esa propuesta muchos
me tildaron de boludo, estúpido, decían que era débil de carácter. Pero esas mismas personas que me criticaron, los que tenían en mente proyectos supuestamente más normales, no pudieron continuar. Bersuit está en constante crecimiento.
Cuando hablás de tus compañeros destacás tanto sus valores como sus
costados más miserables…
No confío en la gente que se esfuerza en decirles a los demás lo buenos que son.
Prefiero a las personas reales, las que dicen lo que sienten y expresan sus miserias,
los vulnerables, los que muestran esos costados que otros esconden y dejan salir
afuera sus demonios y sus sombras. Con esa gente se puede intercambiar cosas interesantes; pero los que intentan esconder esos monstruos, sólo los están alimentando
para que cuando salgan te hagan un desastre. Los políticos, los religiosos, todos los
que tienen una moral estricta y una vida sexual respetable representan la perversión.
Te referís a Bersuit como a una sociedad. ¿Cómo se traslada esa evolución
a lo musical?
Cuando comencé a relacionarme con Juan y con Pepe, aprendí muchísimas cosas,
crecí como músico y como hacedor de canciones. Yo escribía desde antes de conocerlos, pero el intercambio me ayudó a esbozar temas más profundos y ricos. Y
a pesar de que ahora hay menos temas míos en los discos, a la banda le sirvió
muchísimo. Mis propias canciones son mejores, y pasa lo mismo con las de Juan,
Albertito y Pepe: la diversidad hizo que todo sea mucho más potente. Sin embargo, es un viaje que está por la mitad del camino, lo que viene será mucho más
fuerte. No quiero decir que vaya a vender más o le guste más a la gente, estoy
hablando de un proceso muy interesante para el propio grupo.
Testosterona, uno de los discos más recientes de Bersuit, es el que ofrece
más individualidades…
De eso se trata: presentamos un abanico de posibilidades que hace más interesante
y menos monótona una misma historia. Ver cantar arriba de un escenario a Dany,
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Capítulo 1 / ¿Por qué te pelaste?
Albertito, Juan o al Cóndor, o verlo a Osky jugar con la guitarra antes de tocar Yo
tomo, por ejemplo, te demuestra que en el grupo cada uno tiene su propio momento de diversión. Es la posibilidad personal de conectar con la notoriedad y la autoestima, y nosotros lo necesitamos. También es un viaje grupal; no digo «artístico»
porque, en muchos aspectos, la palabra «artista» me causa repulsión. Lo digo fundamentalmente por el tono aristocrático y fascista que tienen algunos artistas, que
se consideran a sí mismos como seres únicos, distintos, diferentes. Es más, creo que
ese rechazo fue uno de los motivos por los que me refugié en un grupo. A esta altura, cuando miro para atrás, estoy seguro que de no haber sido así, ahora estaría en
serios problemas. Es muy difícil sostener durante mucho tiempo un éxito como el
que tiene la Bersuit. Ni siquiera los Stones, que tienen cuarenta años de trayectoria,
son un grupo humano. Nosotros nos subimos todos en el mismo micro, cagamos en
el mismo baño, comemos en la misma mesa, estamos en la misma pieza tocando la
guitarra, llorando juntos o agarrándonos a trompadas. Somos un grupo de adolescentes que se fue de viaje de egresados y nunca volvió.
La leyenda dice que lo que te sirvió de aliciente para elucubrar la Bersuit
fue un viaje a Brasil…
Sí, ese viaje fue muy importante porque estaba saliendo de la adolescencia, tenía
veintiuno o veintidós años. La adolescencia fue el momento más horrible de toda
mi vida, me sentía en una transitoriedad infinita, la pasé muy mal. Lo peor de
todo fue la represión sexual que padecimos los de mi generación: para coger o
tenías que pagar o meterte de novio de una manera aburridísima con alguien.
Había que estar un año y medio hablándole a una chica para poder darle un beso
en una teta. Entonces, para mí, el simple hecho de llegar a Brasil fue revelador:
lo primero que me pasó es que subí una escalera y una mujer me bajó el traje de
baño para mirarme el culo. Me besaban en la boca porque sí, me invitaban a
hacer el amor en la playa… Para un adolescente, ninguna experiencia es tan
importante como el sexo. Ni la escuela, ni las enseñanzas más increíbles de un
poeta ni lo que tu padre te diga. Nada. Cuando fui a Brasil y comencé a tener
sexo empecé a vivir, descubrí la relación que existe entre el sexo y la música, la
gente bailaba en la calle día y noche. En la Argentina había vergüenza por bailar, en Brasil el que tenía vergüenza era el que no bailaba. Estaba viviendo otra
historia, otro mundo, otro planeta, otra civilización. Hice varios viajes a Brasil:
primero fui a Florianópolis, después a Río de Janeiro y luego a Salvador de
Bahía, donde llegué a vivir durante seis meses.
¿Ya habías participado en algún grupo de rock?
No, en Brasil escuchaba la música que había allá. La primera vez que viajé me
fui sin dinero y con un pantalón corto, una remera, zapatillas sin medias y una
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Verborrea / Conversaciones con Bersuit Vergarabat
guitarra, que fue mi compañera desde entonces. Es una amiga de verdad, la
extraño mucho si no la tengo cerca. No soy guitarrista, sólo toco para mí, sin la
necesidad de ser un virtuoso; cuando la ejecuto, la gente se caga de la risa y la
pasa bien. Ese viaje a Brasil se empezó a conformar con la llegada de Gabriel
Bacigaluppi, un amigo que ahora vive en Ushuaia y que a la larga se convirtió en
una de las personas más influyentes de mi vida. Si tenía ganas de hacer caca se
bajaba los pantalones y cagaba en la calle; si le gustaba una mujer que se estaba bañando, a los cinco minutos se metía en el agua y se la cogía. Esa libertad
casi animal la aprendí de él.
¿Qué escuchabas en tu adolescencia?
En esa época ninguna radio pasaba rock nacional. Entre los artistas locales se
escuchaba a Palito Ortega o a Sandro. Lo único que había era música en inglés
o cantantes italianos como Ornella Vannoni, que una vez vino para acá, dijo que
esto era el infierno y no la pasaron más.
¿El hecho de ser de Lanús influyó en tu música? Te lo pregunto porque,
en los noventa, fue un semillero del rock nacional. Babasónicos podría ser
otro ejemplo…
No soy de Lanús, sino de Avellaneda. Nací arriba de lo que era el Cine Colonial,
que después se convirtió en un cine porno y que ahora, creo, pertenece a los evangelistas. Más tarde nos mudamos a veinte cuadras de ahí, a un barrio que se
conoce como El Pueblito, aunque algunos también lo llaman Entrevías o Piñeyro.
Viví ahí hasta los diecisiete años. Es una zona de clase media baja, con casitas
pequeñas y donde residían maestras, operarios de fábricas y demás. Había poca
circulación de autos, por eso cuando éramos chicos podíamos jugar a la pelota en
la calle sin problemas.
Es raro, porque en el imaginario colectivo se cree que sos de Lanús…
Sí, porque mi abuelo fue presidente de la Subcomisión de Fútbol del Club Atlético
Lanús. Además, soy hincha y jugué en algún momento en las divisiones inferiores.
Me gustaba ir a la cancha, era fanático del fútbol, todavía lo sigo siendo…
¿Y por qué no seguiste jugando?
Porque casi repito el segundo año del secundario. Estuve en Lanús entre los
catorce y los quince años. Jugaba de 10.
¿El barrio fue importante para vos?
Está muy marcado en la conciencia, en el espíritu y en el lenguaje de Bersuit.
Todas las historias de la infancia son determinantes a la hora de revelarte contra
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Capítulo 1 / ¿Por qué te pelaste?
el mundo y lo establecido, pero nunca me puse a pensar de qué modo El Pueblito
o la infancia tuvieron que ver con quien soy hoy. Los primeros conciertos de
Bersuit estaban llenos de gente de mi barrio, los pibes de El Pueblito son dos o
tres años menores que yo. Mis amigos eran muy descontrolados, venían a los
shows y hacían un griterío espectacular. Formaron una camada que se inició en
el rock‘n’roll de una manera furiosa. Era toda una banda de la que también formaba parte Chelo, mi hermano.
¿Qué rol jugó tu hermano en tu historia personal?
Fue un personaje muy fuerte dentro de mi vida. Era un líder, muy temperamental, y fue un jugador de fútbol espectacular, llegó hasta la tercera de
Independiente. Escuchaba mucho rock: iba a ver a Pappo, Luis Alberto Spinetta
y a Manal antes de que yo supiera de su existencia.
¿Terminaste la secundaria?
Sí, y cuando en 1982 se terminó la dictadura militar comencé a estudiar
Comunicación Social, orientación en Publicidad, en la Universidad de Lomas de
Zamora. En la facultad conocí las organizaciones políticas, a Hebe de Bonafini1
y a Adolfo Pérez Esquivel2. Lo que se venía, digamos. Además seguía yendo a
Brasil, y se me hizo inevitable terminar comparando la realidad social de los dos
países, lo que fue uno de los pilares más importantes para la conformación de
Bersuit. En ese momento, más allá del estudio, tenía una agencia de autos y estaba de novio. Era otra persona. Me hizo muy bien esa transformación, que se cristalizó cuando conocí a los chicos en 1987.
¿Militaste en alguna organización política mientras estudiaste en la universidad?
Estuve un tiempo en Franja Morada3, pero duré muy poco: cuando vi la clase de
gente que era, y que no era un partido revolucionario sino reformista, me dio
cosa. Un día tuve una discusión y me fui para siempre. Más adelante, ya con
Bersuit, tocamos en muchos eventos del Polo Obrero4 porque nos hicimos amigos
de Jorge Altamira5. Era otra época de nuestras vidas, pero fue muy gracioso porque estábamos a favor del Polo Obrero y no nos gustaba trabajar.
1. Presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
2. Escultor, arquitecto y pacifista argentino que ganó el Premio Nobel de la Paz en 1980. Actualmente preside el Consejo Honorario de la Fundación Latinoamericana del Servicio de Paz y Justicia y de la Liga
Internacional para los Derechos Humanos y la Liberación de las Personas.
3. Agrupación política universitaria vinculada con el Radicalismo.
4. Organización de masas argentina adherida al Partido Obrero.
5. Político trotskista que ha sido candidato a presidente por el Partido Obrero, del cual es miembro fundador.
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¿Por qué trabajabas en una agencia de autos?
Mi papá era vendedor de autos y era lo que sabía hacer. Fui un muy buen vendedor de autos, y entre los veintidós y los veinticinco años gané mucho dinero,
más del que podría llegar a tener tocando con Bersuit toda una vida. En un
momento empecé a vislumbrar el ideal de la civilización: tener un buen trabajo,
ganar dinero, tener un auto, estar de novio, tener una casa… Cuando empecé a
tomar conciencia de lo que me estaba pasando, puse la bomba. La primera la
lancé en la facultad, cuando abandoné la carrera faltando seis materias para recibirme. Los profesores me llamaban a mi casa para decirme que estaba loco.
Tenía buenas notas, me pedían que terminara la carrera por promoción, que no
me tomarían los finales. Yo les respondía: «¿Sabés lo que me pasa, negro? Ya
perdí cinco años. Si hago uno más, son seis. No puedo seguir desperdiciando mi
vida en esto». Era publicista y no me interesaba venderle nada a nadie; podía
hacerlo muy bien, pero no quería. También dejé de vender autos y comencé a
regalarles el dinero que había ahorrado a mis amigos, a mi novia, a mis viejos y
a mi hermano. Y decidí hacer otra vida, que es la vida del músico. Así empezó
esta historia…
¿Nunca te arrepentiste de haber abandonado tu bienestar económico para
encaminarte hacia la incertidumbre?
El día que tu padre te da la llave de tu casa estás en un problema. No podés perderla, hay que dejarla en su lugar, porque si no tenés la llave de tu casa no entrás.
Si llegás a perder esa llave te cagan a pedos, cuando antes te abrían la puerta y
era suficiente. Después tenés que hacerte cargo de tus documentos, tu auto, tu
mujer y tu hijo. ¿Sabés todo lo que significa «tener»? Quiere decir cuidar y ser
responsable, aceptar las demandas de todas las cosas que tenés, impuestos, garaje, patentes, mecánicos y obras sociales… Y yo en eso no creo. Pienso que debemos volver al trueque y terminar con las fronteras. Es evidente que el progreso
fracasó, no hace falta explicarlo demasiado, alcanza con abrir los ojos.
¿Hubo algún detonante específico para que tomaras esa decisión?
Estaba aburrido y triste, dos estados de ánimo que no me permito. Soy un espíritu libre, una persona de libre pensamiento en algunos aspectos, aunque en otros
soy bastante esclavo. Dentro de esa libertad, si estoy ganando mucho dinero y la
paso mal, no me interesa. Ningún dinero es más importante que mi felicidad.
¿Tu pelada también formó parte de ese proceso?
El primero en raparse la cabeza fue mi primo Alejandro. Amaba viajar, un día se
internó en el Amazonas, estuvo con los narcos y lo metieron preso en la Guayana
Francesa. Era un aventurero, una maravilla. Para mí, su cabeza afeitada era una
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Capítulo 1 / ¿Por qué te pelaste?
imagen muy fuerte, y a los veintidós años noté que se me estaba cayendo el pelo
y tomé la decisión. Estaba saliendo del acné juvenil y eso me hizo sufrir mucho,
todavía tengo las marcas. Tuve granos con pus que espantaban a las mujeres, lo
que me convirtió en una persona muy acomplejada. Cuando salí de eso, tenía el
pelo rubio, pero enseguida comencé a perderlo. Me lo saqué todo porque no quería seguir sufriendo y fui la persona más feliz del mundo. Me rapé mucho antes
que Luca Prodan; es más, en el 86, una mujer con la que estuve me confundió
con él. Le pregunté quién era Luca Prodan y me contó que había un cantante
pelado que se llamaba así. Ahí supe que había otro como yo.
¿El Indio Solari no estaba también pelado?
Los Redonditos de Ricota eran muy under en ese entonces. El rock era algo
marginal, aunque a partir del 82 se dieron a conocer Riff y otras bandas. La
música en castellano recién empezó a sonar después de la Guerra de las
Malvinas. Cuando me pelé, sólo veía sonrisas, me cambió la vida, y lo mismo
pasó con Juan Subirá en el 91. Juan era una cosa horrible, las mujeres lo veían
y salían corriendo, era totalmente grosero. Muy gregario, tipo neardental. Un
día, en ácido, lo pelamos entre todos y sufrió la transformación, el tipo se miró
al espejo y desde ese momento fue otro. Tuvo éxito con las mujeres, se convirtió
en una persona divertida y chistosa, comenzó a tener otra onda, a vivir otra vida
y a escribir canciones.
¿Cuándo te dejaste tu barba asiria?
Cuando me rapé no la tenía, recién me tomé las primeras fotos con la barba entre
el 93 y el 94. Era una barba marrón, tipo pelo de rata.
¿Cómo conociste al núcleo fundacional de la Bersuit?
Américo, un amigo, inauguró en 1984 la Casa de las Artes de la Vieja Avellaneda;
fue tras el advenimiento de la democracia en Argentina, era un lugar para que la
gente y los artistas se encontraran. Era un tipo con mucha plata, yo no entendía
por qué abría un lugar si no iba a ganar guita. Era absurdo, a veces no cobraba
ni el alcohol, aunque más tarde lo comprendí. Yo iba para hacer teatro, y después aparecí con mi guitarra y mis canciones. Américo insistía en que tenía que
conocer a unos pibes que habían llegado para mostrarse, una banda que se llamaba La Palangana. Todo esto fue en 1988. La vez que los fui a ver ya habían
terminado de tocar. Sin embargo, cuando me encontré a Pepe y a Juan borrachos
debajo de una mesa, tocando la guitarra y cantando, me dije: «Ésta es la gente».
Fue amor a primera vista. Más adelante asistí a otro recital de ellos y me divertí
muchísimo porque Juan se quedó dormido arriba del teclado, y específicamente
sobre una tecla.
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Capítulo 1 / ¿Por qué te pelaste?
Entonces pasaste del teatro a la música.
No veo mucho contraste entre estar arriba de un escenario cantando o haciendo
teatro, en cualquiera de los dos casos estás actuando. Lo que pasa es que la música es una teatralización un poco peculiar porque tiene sus códigos y sus formas:
estás representando la canción con el cuerpo y con la voz. El rock estableció una
serie de normas que tienen que ver con la luz, con el sonido, con la vestimenta y
con la promoción. Tal vez sean esos códigos lo que lo hacen distinto al teatro,
pero en el fondo no hay tantas diferencias.
«Tengo ganas de que nos reunamos y lo hagamos». Me animé porque en la
Casa de las Artes ya habíamos improvisado un par de temas míos,
Masturbación en masa y Pronombre personal. Me respondieron que sí, que la
idea estaba buenísima, pero mucha bola no me dieron. Después ellos tuvieron
un concierto en un salón que tenía el Sindicato de Teatro en la calle Venezuela,
tocaron ahí para los actores jóvenes. Yo seguía insistiendo: «Fui para anotarme en el concurso. Quiero que lo hagamos». Los persuadí dos o tres veces hasta
que logré convencerlos.
¿Cómo se produjo tu encuentro con el mundo artístico?
Naturalmente. Cuando salimos de la dictadura militar y entramos en el despertar y la primavera alfonsinista6, todos los adolescentes y ex adolescentes tratamos
de recrear esa etapa que no habíamos vivido. Quizás eso explique que Bersuit
recién se haya formado cuando yo tenía veintisiete años, que era como atravesar
una segunda adolescencia: vivir con rebeldía, con todo lo que significa experimentar cosas nuevas y tener una libertad sexual aceptable. Hasta esa época, la
mayoría gozamos de un grado de estupidez alarmante, pero a partir de Bersuit
empecé a experimentar con todo lo que tantean los jóvenes: el sexo, el alcohol,
las drogas, el bardo, la música, la filosofía, el teatro, los viajes psíquicos. Todo
eso apareció en la Casa de las Artes de la Vieja Avellaneda. Ahí surgió la semilla
que después se transformó en una planta en el año 88.
¿Cómo los convenciste?
Porque ellos, a su vez, se estaban separando. Pepe y Juan peleaban por ideas
musicales totalmente distintas. Juan quería volver a lo minimalista, a lo cavernícola de la música, y Pepe se inclinaba más hacia la música popular. Estaban enemistados. Cuando propuse la reunión, Pepe lanzó: «Toco en el concurso y me voy
a la mierda. Es mi último show». Y Juan contestó: «El mío también. Me voy a
dedicar a hacer mi propia música». Así que nos presentamos sabiendo que ni
Juan ni Pepe iban a formar parte del proyecto. Carlitos Martín fue el primero que
se animó a decir: «Váyanse todos a la concha de su madre, quiero hacer algo
nuevo, quiero hacer rock». A Charly también lo cautivó la idea, así como a
Carlitos Morales, el pibe que tocaba el saxo.
¿Entonces por qué decidiste unirte a ellos?
Porque tenían un espíritu con el que conecté y les pedí que nos juntáramos
para participar en un concurso. Primero me los encontré en la calle, a cincuenta metros de la Escuela de Música Popular a la que ellos asistían. Venía con el
Citroën de Carulo, un amigo, paré ahí y les dije que había un concurso de rock:
¿En qué consistía el concurso?
Era un festival que se organizó en Cemento en julio de 1988. El elegido de cada
fecha tenía como premio tocar en el programa de televisión Neosonido 2002,
que conducía Tom Lupo7 en Canal 7. A la vez, en la tele participabas en otro
concurso. El evento albergó a unas doscientas cincuenta o trescientas agrupaciones y estuvo enmarcado en varias jornadas, la movida era muy potente. La
noche que actuamos les ganamos a otras trece bandas, y si bien la mayoría del
público que asistió era nuestro, nos comimos a la otra gente que estaba ahí.
Acudieron muchos amigos de El Pueblito, amigos de las hinchadas de
Independiente y Racing. Se armó un cachengue impresionante. Fuimos a la televisión y perdimos, recuerdo que tocamos Hociquito de ratón y prácticamente
nos sacaron a patadas del canal. La canción habla de ejércitos de tetas que atacaban a la Nación, y mientras cantaba me agarraba los pezones. Fue una época
en la que se empezaba a pensar qué era el rock porque veníamos de los ochenta, una década de música pop muy frívola y de alguna manera inofensiva.
6. Proceso post-dictatorial llevado a cabo en Argentina, iniciado en 1983 y encabezado por Raúl Alfonsín, el
entonces presidente elegido de manera democrática.
7. Psicoanalista, periodista, locutor y poeta, y una figura esencial dentro de la avanzada cultural del under
porteño.
¿Te acordás de quiénes conformaban La Palangana?
Estaban Carlitos, Charly Bianco, Pepe y Juan. En un principio tuvieron un saxofonista llamado Bujaldón, y luego aparecieron el Negro Pochi y Carlitos Morales.
Todos venían de la Escuela de Música Popular de Avellaneda. La Palangana
tocaba una música aburridísima, hacía jazz fusión moderno mezclado con ritmos
argentinos. «Apiazzollizaban» las zambas tradicionales a su manera, no eran
buenos intérpretes ni nada, eran un bodrio. A tal punto que, imaginate, para que
se quede dormido el tecladista mientras tocan…
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Verborrea / Conversaciones con Bersuit Vergarabat
¿Esos amigos de El Pueblito colaboraron en la conformación del típico
público de Bersuit?
Es cierto, crearon las bases del público bersuitero, contagiaron su entusiasmo a
otras personas para que se fueran acercando. Eran entre cincuenta y cien, y la
energía que pusieron en esos primeros momentos fue increíble. Cuando me subí
por primera vez al escenario y vi a todos estos pibes, que eran mis amigos, convertidos en… No sé… Fue impresionante.
¿Ya se llamaban Bersuit Vergarabat?
La banda comenzó llamándose Henry y La Palangana. Yo era Henry y ellos La
Palangana.
¿De qué vivías en esa época?
De los últimos ahorros que me quedaban de la época en que trabajé. Cuando mi
mamá se enteró que había dejado la Facultad casi se muere, me mandaron a un
psicólogo… Terminé yendo a siete, en realidad, pero por más que hablara con
ellos ya había tomado la decisión: en el fondo no les tenía confianza. Por suerte,
mis fundamentos fueron certificados más de una vez, los psicólogos son gente
poco confiable. Si yo pudiera firmar ahora mismo no hacer nada más hasta el día
que me muera, lo hago sin dudar, sería lo mejor que me puede pasar. Nunca me
gustó trabajar, considero que los sacrificios son algo innecesario, no se los recomiendo a nadie, mucho menos el ahorro.
¿Seguías viviendo con tus viejos?
Ya vivía solo en Capital, en un departamento que mi papá alquilaba para utilizar como oficina. Me lo dio porque en un momento no lo pudo pagar más, quedaba en Barracas, al 700 de la Avenida Montes de Oca.
¿Es cierto que en una época fuiste «okupa»?
Sí, y lo viví con una mezcla de vergüenza y dignidad. Nunca lo hice mediático porque no ocupé un sitio por una cuestión ideológica sino por necesidad; no tenía dónde
vivir ni podía pagar un alquiler. Con Bersuit estábamos muy mal y apareció la oportunidad de tomar una casa en Dock Sud. Era un lugar pesado, tenía muchos antecedentes. Fuimos con Estela, mi mujer, y mi hija Ailén, y nos hicimos cargo del lugar,
le pusimos mucho cariño y cuidado, porque si te ibas podía ser ocupado por otra
gente. Era una casa muy linda, cuando nos fuimos se la dejamos a una pareja amiga,
nos interesaba que la quisieran como lo habíamos hecho nosotros, fueron muchos
años. Después el tema de los okupas se puso de moda, pero nunca fue la intención
de Bersuit utilizar ese tipo de demagogia. ¿Cómo le explico hoy a la gente que tenemos un estudio hermoso en Parque Leloir, si yo me hubiera estigmatizado como un
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Introducción
okupa? Conozco a muchos músicos que vendían la imagen del pibe del colectivo, el
que anda a pata, el linyera, y ahora van con sus autos y los dejan estacionados a dos
cuadras de donde van a tocar para que la gente no los vea manejándolos.
¿Por qué elegiste ser un okupa en lugar de volver a la casa de tus padres?
Porque ellos no estaban bien económicamente, todavía hoy los ayudo. Ya tenían
suficientes problemas propios como para tener que pensar en mí. Mi mamá es
jubilada docente y mi papá tiene una óptica muy chiquitita que apenas le alcanza para comer, y en esa época estaban todavía peor. Prácticamente, mis viejos no
me mantuvieron nunca, estoy en la calle como vendedor ambulante desde los
quince años, haciendo lo que haya que hacer para no trabajar… Por suerte me
hice músico y hoy puedo decir que no trabajo desde hace diecinueve años.
Decís que cualquiera puede hacer música y no tenés una formación musical seria. ¿Enarbolás la bandera del no-músico?
No, la de la música, que es inherente a la especie humana, tanto como respirar y
hacer caca, aunque se parece más a hacer caca: la mayoría de mis canciones las
hice cagando en el inodoro. Para mí, la música tiene que ver con eso. En África
existen tribus donde hay ochocientas personas haciendo música: o son todos
músicos o la música es de todos. No veo ninguna diferencia entre una persona
que se dice músico y una que hace canciones. Me parece que la idea del rock star
acercó la farándula al rock, y toda esa cosa mediática de estrella separó a las personas de la música de una manera absurda y estúpida. Hay que alentar a la gente
a terminar con ese mito, esos miedos y esa distancia que producen las luces, el
escenario y los medios entre un músico de rock y una persona que tiene ganas de
hacer música. Para hacer música sólo tenés que hacer música: estoy seguro de
que si treinta personas que nunca compusieron un tema se juntan con nosotros
durante un tiempo para un trabajo grupal, podríamos sacarles unas cuantas canciones a cada una. Luego se juzgará si son buenas, grandiosas, maravillosas, exuberantes o no, pero eso es anecdótico. Lo importante es que cada uno pueda
expresar sus sentimientos a través de la música.
¿Con cuál de los chicos pegaste mejor onda al principio?
Nos fuimos conociendo poco a poco, con todos tuve momentos de intimidad muy
intensos. Hasta con Carlitos Morales, el saxofonista, que luego de un show terminó robándonos los instrumentos y se fue a vivir al Sur, al Bolsón. No lo vimos
más… Con Rubén Sadrinas, que al poco tiempo pasó a formar parte de la banda,
establecí un vínculo muy fuerte: las anécdotas que tengo con él y las cosas que
vivimos más allá de la música fueron alucinantes. Sin embargo, él nunca estuvo
interesado en lo musical, pensaba más en todo lo que pasaba alrededor del
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Verborrea / Conversaciones con Bersuit Vergarabat
grupo, que para él era muy fuerte. Algo parecido pasó con Limón García, el otro
pibe cantante que estuvo con nosotros en los discos Libertinaje e Hijos del culo.
¿Cuánto tiempo duraron como Henry y La Palangana?
Desde mediados del 88 a mediados del 89.
¿Y de dónde vino el Henry?
Yo me gritaba a mí mismo: «¡Henry!» Era como un tic nervioso que tenía.
¿Cuándo debutaron como Bersuit Vergarabat?
Al poco tiempo. El 25 de mayo de 1989 fue nuestro primer concierto.
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