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II Congreso Nacional de Políticas Sociales (Mendoza, septiembre 2004)
Mag. René Antonio Colicigno
Secretaría de Acción Social
Municipalidad de La Matanza.
Una reflexión desde la practica: el difícil
desafio de superar la coyuntura.
Resumen:
El presente trabajo, pretende ser una contribución a la discusión de las políticas sociales
desde un ámbito de experiencia cotidiana en uno de los distritos más pobres del conurbano
bonaerense y aquel que cuenta con el mayor número de habitantes.
Nuestro objetivo es, situados desde un espacio local concreto, una secretaría de acción
social, presentar en un encuentro con pares y especialistas, cuáles son las realidades observadas, los
obstáculos y también los desafíos que nos presenta este complejo presente.
Frente a un nuevo escenario en la Argentina post- devaluación, después de haber aplicado por
más de una década políticas focalizadas, queremos presentar una especie de “estado de la cuestión”
en el que nos encontramos inmersos en este ámbito público. Creemos que es absolutamente
pertinente para visualizar puntos de partida, sin caer en proyecciones que no contemplen estas
realidades locales.
Discusiones que se dan desde la práctica y con la dificultad de no crear un vacío, es decir, de
pensar los cambios actuando y partiendo desde una realidad ya dada: por un lado, con planes,
programas y proyectos, que desde la nación o la provincia, se diseñan y se aplican, la mayor parte de
las veces sin participación de los actores encargados de ponerlos en práctica, y como ocurre
habitualmente, sin evaluación que permita de manera flexible, las correcciones necesarias; y por otro,
con la comunidad que se apodera de esos programas y proyectos, con la dificultad que esto acarrea
para proponer los cambios.
Poner en evidencia la permanente inequidad distributiva de las acciones públicas, rediscutir la
forma o el camino de reconstrucción/ definición de los derechos sociales.
La participación de la comunidad, la metodología de abordaje para una necesaria er definición
de los programas y proyectos sociales que deben romper con una práctica que fragmenta aún más
nuestra sociedad actual, que no responden a un accionar integral.
Entendiendo la diversidad y heterogeneidad de la familia actual, creemos que es necesario
tensionar en torno a su abordaje de manera integral en la apuesta hacia una sociedad más equitativa.
Introducción
La sociedad argentina, después de la experiencia más dura de toda su historia, logró
recuperar la democracia en un contexto que parece signado por la instalación definitiva de la misma
como sistema político permanente en toda Latinoamérica.
Esto que sin duda marca un avance en nuestras organizaciones políticas, dejando atrás largas
décadas de inestabilidad, persecución, censura, intolerancia, no fue acompañado de un proceso de
desarrollo económico y social que permita surgir una sociedad no sólo con amplios márgenes de
libertad, sino con una igualación de las condiciones para todos sus miembros en la búsqueda de un
equilibrio social que permita alcanzar un desarrollo individual y colectivo que no dependa de barreras
de accesibilidad que están determinadas exclusivamente por las condiciones materiales de vida.
La compleja realidad de la Argentina de los últimos años nos enfrenta a un fracaso “colectivo”
en tanto sociedad en general y clase dirigente en particular, explicitado simbólicamente en los
acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001, que desata en la Argentina una crisis de dimensión
inédita que cuestionó la viabilidad misma de la nación (Delgado, 2003).
En los tres poderes del Estado se reflejaron sin duda, efectos de descomposición institucional
(Sidicaro, 2003).
El alto descrédito de las instituciones y dirigentes políticos en la sociedad es el principal
indicador de que vivimos una “crisis de época” (Godio, 2002). La desobediencia civil y los movimientos
sociales, aunque defensivos pero constantes, terminan por desarticular en diciembre la estrategia
neoconservadora que estaba en curso en la Argentina.
“Al llegar a un cierto punto de su vida histórica, afirma Gramsci (1993), los grupos sociales se
separan de sus partidos tradicionales...en cada país el proceso es distinto pero el contenido es el
mismo, es la crisis de hegemonía de la clase dirigente, producida o bien porque la clase dirigente ha
fracasado en alguna gran empresa política suya en la que ha pedido o impuesto por la fuerza el
consenso de las grandes masas y bien porque vastas masas han pasado súbitamente de la pasividad
política a una cierta actividad y plantean reivindicaciones que en su inorgánico conjunto constituyen
una revolución. Se habla de crisis de autoridad y en esto consiste precisamente la crisis de hegemonía
o crisis del Estado en su conjunto”.
En la crisis del 2001 se sintió que se ponía en cuestión la viabilidad misma de la nación, por
eso la adjetivación de inédita. Profundidad inédita en lo político, una fuerte crisis de representación,
transformada en crisis de legitimidad; en lo económico, estancamiento más aislamiento; en lo social,
con un aumento sin precedentes de la desigualdad y la pobreza; y en lo cultural, el pesimismo se
esparce sobre nuestra viabilidad y sobre la misma posibilidad de futuro (Delgado, 2003).
Como enfrentar entonces la reconstrucción de un Estado y una Sociedad donde los derechos
sociales se ven “hipotecados” en un presente que exige romper con este círculo vicioso donde muchas
familias reproducen un destino marginal.
Características socio económicas del distrito de La Matanza y su estructura
estatal
Sin duda en el estrecho territorio del conurbano bonaerense se esconde un lugar donde gran
parte de sus habitantes viven en la desesperanza, la desatención, la inseguridad, la falta de futuro. El
partido de La Matanza es el más extenso (325,7 km2), con mayor cantidad de habitantes (1.249.958)
según el último censo, que no registro a más de 40.000 viviendas.
La pobreza supera el 50%, lo que significa que más de 600.000 personas no cubren una
canasta básica de bienes y servicios y la indigencia es superior al 20%, más de 250.000 personas no
cubren su canasta básica de alimentos. Sin embargo cabe aclarar que estas cifras ocultan una realidad
dispar, pues tenemos localid ades con características socio- económicas similares a las de Capital
Federal, como Ramos Mejía y otras con índices de indigencia que superan el 70%, como Virrey del
Pino y González Catán.
Un territorio que creció con el auge del modelo sustitutivo, de gran concentración de
industrias, con la Siam Di Tella como emblema, hoy presenta galpones vacíos (más de 4000 empresas
cerraron en la década del noventa), barrios de obreros hoy desocupados, avances de asentamientos
en
condiciones
de
extrema
precariedad,
lejos
de
cualquier
servicio,
estancamiento
en
la
infraestructura básica (agua y cloaca especialmente), entre otras desventajas.
Frente a esta realidad incontrastable, la estructura estatal está lejos de ser adecuada para
enfrentarla. Municipios pobres que deben enfrentar la situación de miles de personas que reclaman ya
no sólo las clásicas funciones asignadas constitucionalmente a los municipios, sino las referidas a su
realidad social: la falta de alimentos, la necesidad del trabajo, la falta de vivienda, entre otras.
La disparidad entre las regiones para enfrentar estas problemáticas es extrema, la Matanza
cuenta con un presupuesto anual que ronda las 230 millones de pesos, frente por ejemplo, a los más
de 3.200 millones de la ciudad de Buenos Aires. Los puntos de partida son absolutamente diferentes
para pensar en acciones que tiendan a efectuar las transformaciones sociales necesarias para mejorar
la calidad de vida de los ciudadanos.
Más allá de estas disparidades regionales, frente a la desaparición del Estado y las funciones
típicas de un momento distinto, después de una década de Estado ausente con una presencia
circunstancial, fragmentada y/o acotada (Bustelo, 1992), el espacio local paso a ser la cara visible de
ese estado en retirada, sin que medie una discusión a fondo de ese “nuevo rol” para enfrentar a una
sociedad que iba adquiriendo una heterogeneidad y complejidad sin precedentes.
Estos estados locales tampoco escaparon a la lógica de desarticulación que los mismos
sufrieron especialmente a partir de 1976, con unas fuerzas armadas que se dividieron el aparato del
Estado, rompiendo los ámbitos de planificación y supervisión (Sidicaro, 2003). La reconstruida
democracia no pudo frenar ese desarticulación estatal, que se profundizo en la década del noventa.
Ese es el punto de partida en que nos encontramos, desde nuestro ámbito laboral, una
Secretaría de Acción Social diseñada para un Estado que ya no existe, cuando la población en
condiciones de ser atendida por su situación socio económica no llegaba a los dos dígitos, con poco
personal profesional, típico de un diseño donde los Municipios se encargaban del llamado ABL
(alumbrado, barrido, limpieza). En ese estado de cosas, la situación social fue deteriorándose cada día
más hasta llegar, a lo que es hoy por todos no sólo conocido, sino tristemente recordado, diciembre
de 2001, donde el ámbito local fue el receptor cotidiano del enojo ciudadano, de las muestras de
descrédito e ilegitimidad de las instituciones.
En el caso particular de la Secretaría fueron días interminables los que van desde el 19-20 de
diciembre de 2001 hasta abril/ mayo del 2002, si bien con una tensión en disminución, estos ámbitos
debieron hacerse cargo de la situación de marginación, de la contención de la inmensa cantidad de
gente que acudió a solicitar el socorro en un país que simbólicamente amaneció de golpe con la mitad
de su población por debajo de la línea de pobreza.
Un camino de obstáculos:
Sin pretender abarcar el conjunto de las dificultades que se presentan a diario en el campo
social, creemos conveniente enumerar algunas de las más significativas:
1)
La escasa capacidad estatal.
2)
Los inconvenientes en la formación profesional.
3)
Programas nacionales y provinciales no adecuados a la diversidad local.
4)
La dicotomía técnico- político.
5)
Las diferencias regionales como punto de partida...y como punto de llegada.
6)
La falta de una visión estratégica.
7)
La necesidad de evaluación permanente y ajustes programáticos dinámicos.
Por supuesto que esta enumeración no implica ningún orden jerárquico de validación, cada una
de estas características es importante por sí misma y, en términos generales, se presentan de manera
articulada y muchas veces no es posible su separación, sólo a efectos metodológicos de una
presentación que la haga comprensible.
1)
La escasa capacidad estatal:
En el apartado anterior anunciábamos, en relación a estados locales, que no estaban en
condiciones óptimas para hacer frente a una realidad social acuciante, a una ciudadanía que reclama
cada vez más en el ámbito que le es más cercano, la Municipalidad.
Los ámbitos municipales en general y nuestra Secretaría en particular deben pensar seriamente
una reforma, pero no con los moldes del noventa, más vinculado con el ajuste disfrazado de
eficiencia, sino una que pueda responder a las necesidades de sus ciudadanos.
El cambio no es sólo una cuestión de nombres, es una cuestión de hechos, es más bien de abajo
hacia arriba que debemos avanzar, partiendo de una realidad que ha cambiado bruscamente en los
últimos años y sin duda entonces deben dinamizarse las transformaciones necesarias para concretar
unidades de gestión ágiles, eficientes, con espacios concretos de participación, pero por encima de
esto, que respondan al conjunto de la ciudadanía con criterios de justicia social, garantía de una
democracia para todos.
2)
Los inconvenientes en la formación profesional:
Muy vinculado con lo anterior, es la formación de los profesionales de los ámbitos sociales, la falta
de actualización permanente para una sociedad en continuo cambio, pero también la necesidad de
articular teoría y práctica, formación académica y necesid ades comunales, integración al debate de las
investigaciones y de las realidades de gestión.
También la necesidad de superar las fragmentaciones que se derivan de la formación de grado,
interrelacionar las distintas profesiones que hacen al quehacer social, respetando las especificidades
de cada una, pero construyendo visiones integrales que acepten la diversidad y la posición del otro.
Centrar el esfuerzo en el trabajo en equipo.
En tal sentido creemos en la necesidad de ámbitos de integración teórica- práctica, en el caso
particular de La Matanza, el funcionamiento de la cátedra Más Vida y los foros temáticos, que se
llevan adelante entre investigadores y docentes de la Universidad local y equipos de gestión
municipal, relacionando teoría y acción, priorizando temas, debatiendo en torno a ellos, aportando
ideas para la necesaria redefinición de las políticas públicas.
Aspecto sin duda central pues creemos que la Universidad, como espacio de pensamiento,
reflexión y debate, debe estar absolutamente comprometida con las necesidades de nuestro tiempo,
debe responder a una comunidad que apuesta, a pesar de la crisis, a la Universidad Pública.
3) Programas nacionales y provinciales no adecuados a la diversidad local
Durante más de una década de “panacea neoliberal”, los programas sociales fueron pensados con
dos lógicas interrelacionadas, por un lado, compensar situaciones que se pensaban transitorias, de
pronta superación luego de mejorar las capacidades de aquellos que eran expulsados del mercado de
trabajo y requerían un proceso de “reconversión”. Por el otro, eran focalizados, debían concentrar la
atención en aquellos que más lo requerían, la universalización se consideraba como un gasto
ineficiente.
Ambas cosas fueron perdiendo vigencia con el tiempo, al desocupación fue aumentando, la “falsa
reconversión” no se producía, los pobres cada vez eran más, lo que hacía no sólo difícil focalizar en
ellos, sino más bien prácticamente inútil, por la caída diaria de miles de personas al círculo perverso
que implica la pobreza.
En la difícil situación social por la cual atravesamos, hablar de índices de pobreza e indigencia
nada nos dice en relación a un diagnóstico certero que permita un punto de partida para el diseño de
las políticas. En una sociedad compleja y heterogénea, debemos ser capaces de construir programas
diversos que respondan a esa realidad.
Hay multiplicidad de programas nacionales o provinciales, mayoritariamente fragmentados, en
general destinados a franjas etáreas, con recursos diseminados en infinidad de organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales, pero sin un enfoque pensado de manera estratégica, con
objetivos puntuales y claros para todos. Nadie duda de la importancia de la participación de la
sociedad y sus organizaciones, pero no como fin en sí mismo.
En este punto creemos que debe diseñarse nuevos enfoques programáticos, que permitan en el
mediano plazo articular los esfuerzos, romper la fragmentación. Puntualicemos con algunos ejemplos:
a)
Asistimos a las familias con alimentos destinados a los niños hasta los cinco años y
embarazadas (Plan Más Vida, Provincia de Buenos Aires), cuando el conjunto familiar está
en situación de indigencia, por lo tanto los alimentos en la solidaridad de la familia (que
por suerte se man tiene) se socializan.
b)
Todos creemos en la escuela no sólo como ámbito de aprendizaje y formación de
nuestros niños y jóvenes sino también como espacio de contención y socialización.
También compartimos la necesidad de que los chicos deben estudiar “con la panza llena”,
como se dice simbólicamente, sin embargo esto abre al menos algunos interrogantes si
somos capaces de observar críticamente la realidad de las escuelas ubicadas en espacios
marginales.
Revalorizando el esfuerzo no sólo de los docentes sino también (y en general esto no se
remarca), de los propios chicos y sus familias que siguen creyendo en la educación como
herramienta de movilidad social, pensamos que en muchas de estas “escuelas pobres” ni
se come bien ni se educa bien, ¿no debemos entonces repensar en el hogar como clave
para cumplimentar una de las tareas básicas de la familia (alimentación), dejando para
esas escuelas la enorme tarea pedagógica, entendida esta desde una visión absolutamente
integral, de igualar las condiciones de estos chicos que se encuentran con una fuerte
desventaja con respecto a aquellos que en sus familias se accede a la canasta de bienes y
servicios.
c)
La apertura de comedores infantiles y comunitarios fue una política adecuada en
cierto momento histórico social para paliar una transición de difícil abordaje para las
familias que estaban en situación de fuerte exclusión, ¿pero es esta una política
permanente?
Muchas veces estos espacios se han convertido en lugares de escasa o nula contención
afectiva, falta de diálogo, condiciones mínimas de higiene, nulo aprendizaje, población
cautiva (clientes), entre otros aspectos.
Si bien es impensable descartar hoy su presencia, debemos ser capaces de tensionar su
existencia y en este caso también pensar en la familia como clave.
d)
Se abren muchas alternativas de presentación de proyectos que tienden a mejorar
situaciones institucionales (sociedades de fomento, clubes, hogares, jardines comunitarios,
asociaciones civiles, clubes, etc) y de aquellos que participan en ellas (niños, jóvenes,
embarazadas, adolescentes) pero, ¿no es tiempo de diseñar proyectos regionales o locales
que incluyan a estas instituciones y grupos pero no de manera aislada, sino en forma
integral? ¿No es hora de terminar con estas políticas de “ventanilla”?
Muchos pueden ser los ejemplos que permiten al menos sugerir, la necesidad de este cambio.
Creemos que el eje debe ser precisamente la familia, por supuesto en un sentido no tradicional,
adaptado a las nuevas realidades...
Esta discusión se está dando, en el marco de la cátedra Más vida con la Universidad de La
Matanza, también avanzamos en ella con las áreas sociales de toda la región VIIa, división
correspondiente al Ministerio de Desarrollo Humano de la Provincia de Buenos Aires, Hurlingham,
Ituzaingo, Tres de Febrero, Morón y obviamente La Matanza. Y hay que seguir avanzando, pensar en
un eje de intervención es indispensable para un diseño de política pública. Pero esto choca todavía
con intereses creados, identificaciones personales con programas, temor a lo nuevo, defensa de la
tarea habitual, mezquindades políticas, acostumbramiento de los destinatarios de estos programas
(seguramente por miedo a perder lo poco que tienen) entre otras.
Cuanto más voces se sumen a esta “corriente” tendremos más posibilidades de aplicar
nuevos enfoques...
4) La dicotomía técnico- político.
Superar la dicotomía entre lo técnico y lo político, que se implantó con mucha fuerza en los
últimos años, el saber técnico es múltiple, y no está exento de connotaciones ideológicas. Todos
tenemos un ideal de sociedad, en este sentido creemos que el saber profesional debe comprometerse
con una transformación social que permita una mejora sustantiva en el bienestar colectivo, esa es una
apuesta política, hay que buscar entonces los lugares para esa discusión, abrir el debate, la militancia
política debe volver a ser un lugar de discusión y construcción de ideas y proyectos y no un mero
espacio de reparto de favores en un aparato del Estado que no responde a las necesidades colectivas.
Pero también pensamos con Murmis (Clarín, 2004), que el intelectual no debe ser aquel que salta
a la oreja del líder, que busca un circuito corto, de inmediatez, para llegar a la oreja del líder rapidito.
El principal aporte de un investigador es ofrecer datos para comprender la realidad, no dirigir. La
experiencia de América Latina no ha sido buena cuando se subordinó lo político al dictamen de algún
técnico, en especial de los ministros de economía.
Como dice Joseph Stiglitz, premio nobel de economía en el 2001, los ministros de Hacienda y los
presidentes de los Bancos Centrales suelen estar estrechamente vinculados con el poder financiero,
incluso muchas veces provienen de él y vuelven a él después de la función pública (Stiglitz, 2003)
Creemos sin embargo que estos espacios que articulan lo político y lo técnico se van logrando,
faltan superar muchas barreras de ambos lados, prejuicios y temores, estamos en una etapa de
transición en este sentido...
5) Las diferencias regionales como punto de partida ...y como punto de llegada.
Pensar en políticas públicas debe considerar como punto de partida las disparidades regionales,
las diferenciales espaciales que repiten el esquema de incluidos- excluidos, las enormes diferencias de
ingreso en un país tan desigual como el nuestro, con ciudades con ingreso del primer mundo frente a
provincias con ingresos ínfimos, con coparticipación que no siempre refleja las necesidades de cada
lugar, con distritos ricos y distritos pobres.
Los tres millones de habitantes que ocupan los 440 kilómetros cuadrados delimitados por la
avenida General Paz tienen un ingreso per cápita no inferior a los 18.000 dólares que en algunas
estimaciones alcanza a los 25.000. En la hipótesis más pesimista, tienen un ingreso superior a las
regiones del sur italiano, y en la más optimista alcanzan los países más desarrollados, como Francia,
por ejemplo. La Capital Federal es el Primer Mundo; una isla en tres millones de kilómetros cuadrados
y casi cuarenta millones de habitantes (Delich, 2002). Por supuesto que este párrafo también esconde
fuertes contrastes en el interior de este acotado “espacio privilegiado”.
Pero también decimos como punto de llegada, pues si bien afirmamos la necesidad de
programas de alcance universal, rompiendo con la focalización que ha perjudicado demasiado, son
bien contundentes las disparidades regionales que hacen no sólo a la geografía, la cultura, la
idiosincrasia de los pueblos, sino también a lo que hemos esbozado en puntos anteriores, esta
dicotomía incluido- excluido en el interior de espacios similares.
Lo común y lo diverso deben integrarse para ponerse en práctica de manera tal que logremos
objetivos y metas comunes como nación respetando la identidad y diversidad de cada pueblo en
particular (nos referimos no sólo a regiones, provincias, localidades, sino también a minorías étnicas
como los pueblos aborígenes).
6) La falta de una visión estratégica
La dirigencia de nuestros días, corrida por el día a día, ha perdido la noción de estrategia y
planificación, tan necesaria para enfrentar los difíciles desafíos de nuestro presente.
La idea de la reflexión, la discusión, los talleres de planificación e incluso la formación permanente
es muchas veces criticada, e incluso considerada como pérdida de tiempo, la crítica situación cotidiana
no dejar ver con claridad este necesario espacio previo y paralelo al actuar.
Desde lo local, apostar a una visión estratégica, hoy en especial desde el plano socio- productivo,
saber con que se cuenta, las capacidades empresariales y de mano de obra, el aporte de la
Universidad, la gestión local, las organizaciones de la sociedad civil. En este punto, nuestro Municipio
creó un Instituto Municipal de Desarrollo Económico y Social, que hoy con las áreas de empleo, acción
social, la Universidad, los Sindicatos (sus centrales obreras), las Cámaras empresariales, las Pymes,
las organizaciones de desocupados, Caritas, entre otros, están desarrollando estas temáticas en
función de articular y diseñar un plan estratégico de desarrollo para el mediano plazo. Es en este
ámbito donde obtendremos el insumo para pensar en algunas actividades que tiendan a desarrollar
capacidades a los ciudadanos para insertarlos al mercado laboral, asociar pequeños emprendimientos,
estimular aquellos proyectos productivos de organizaciones sociales o de desocupados, partiendo de
la convicción que el trabajo es la mejor política social, obviamente no la única en esta realidad donde
además el trabajo no garantiza salir de la pobreza.
7) La necesidad de evaluación permanente y ajustes programáticos dinámicos.
Es indispensable insertar definitivamente la evaluación permanente en los programas y proyectos
en ejecución. Sin entrar en la discusión de qué tipos de evaluaciones son las más adecuadas,
creemos sí, que al menos en el Estado, los equipos político- técnicos deben incorporarla, formarse en
ella, reconocerla en especial como mecanismo que permite hacer las correcciones necesarias.
En este punto suele aparecer por un lado, la supuesta “verdad técnica”, el “no nos equivocamos”,
“el error está en el otro”, el “no se que pasa con la gente”, entre otras expresiones que reflejan esta
falta de mirarse a sí mismo.
Por el otro, la falta de decisión política para encarar cambios, el temor a lo nuevo, el preferir
“dejar las cosas como están”.
Si no evaluamos es difícil corregir los errores, o si evaluamos de tal forma que los resultados no
cuestionan nuestro accionar, cosa que habitualmente sucede, no avanzamos en los cambios que
requiere una sociedad que se ha transformado de una manera abrupta al cabo de pocos años.
Entonces: ¿como mantenemos programas diseñados hace 5, 8 o 10 años con pocos o nulos
cambios? ¿acaso la sociedad no se transformó en ese tiempo, en un mundo donde los cambios son
mucho más vertiginosos?
El presente y sus enormes desafíos
En el apartado anterior describimos obstáculos marcando algunas cuestiones que pensamos
contribuyen a la superación de los mismos. Sin embargo en este punto queremos señalar, y lo
hacemos a partir de la discusión regional referida en el punto tres, que nuestra experiencia laboral
durante los últimos años, debe llevarnos a replanteos sobre la direccionalidad en las diferentes áreas
involucradas con la tarea social. Las temáticas que han aparecido en el intercambio con nuestros
pares regionales tienen denominadores comunes, más allá de las particularidades propias de cada
distrito.
Planteamos en ese ámbito la Vulnerabilidad social del núcleo familiar, donde las condiciones
en que se presenta van desde el desempleo hasta la violencia doméstica.
En las políticas sociales los diferentes programas destinan medios y cubren a grupos
diferentes que componen la familia de manera fragmentada, no se contempla la integralidad de los
objetivos familiares (niño, madre embarazada, abuelo, etc).
La tensión que se presenta en el intercambio diagnóstico que se compartió con la región fue:
¿qué falta para la familia que está recibiendo los recursos?.
A pesar de extender la cobertura y asistir, hay cuestiones que aún no pueden dilucidarse en
programas que están funcionando, la familia no ha realizado el viraje (y creemos que no lo hará) de
usar los recursos que obtiene de manera focalizada, sino que se mantiene como núcleo.
Creemos que hay que diseñar con fuerza acciones de prevención o promoción con el eje
puesto en cumplimentar los objetivos que puedan pautar las familias de acuerdo a sus necesidades de
cambio.
Los ejemplos para estas condiciones son varios, pero si mencionamos la infancia o la mujer
como eje, no hay especificidades dirigidas al hombre en su lugar dentro de la familia, también
observamos ausencia en el pensamiento de las jefas de hogar en su rol, en una etapa que coincide
con un fuerte cambio del modelo familiar en un contexto totalmente modificado, producto de las
transformaciones típicas de la globalización.
Si la familia debe ser el eje de las políticas sociales, creemos indispensable repensar todos los
programas en ejecución, romper la fragmentación que hoy tenemos por franjas etáreas, diseñar
nuevos programas y proyectos que contemplen las nuevas realidades.
Comprender
que
hoy
las
viejas
divisiones
entre
sectores
sociales
no
son
las
que
caracterizaron la Argentina en la etapa de un Estado presente, con fuerte protección, desarrollo del
mercado interno y con una economía de cuasi pleno empleo. Por ende las viejas estructuras familiares
ya no existen, la multiplicación del desempleo en sucesivas generaciones ha cambiado costumbres,
prácticas, hábitos sociales en general.
A estas cuestiones internas agregamos las que son producto de una sociedad globalizada, de
una época de ultra consumo, de extrema competitividad, de ausencia de identidades, de brecha
creciente entre integración simbólica y desintegración material. Se ha estancado el bienestar material
y la exclusión social no se revierte, expandiéndose más que nunca el acceso a bienes simbólicos como
la educación formal, la televisión y la información actualizada. La caricatura del día coloca las manos
vacías junto a ojos colmados con imágenes del mundo (Hopenhayn, 1998).
Frente a esta realidad que nos exime de demasiadas aclaraciones, la familia ha sufrido
enormes cambios , en especial durante la última década, son muy disímiles las situaciones sociales de
cada una y eso complejiza el diseño de programas o proyectos que no tienen otra alternativa que
pensar en grupos homogéneos.
Es impensable cambiar las políticas públicas desde el ámbito local, la provincia y la nación
tienen la mayor potencialidad para hacerlo, sin embargo, aunque sea en pequeña escala, tomando las
familias con mayor vulnerabilidad socio- sanitaria, debemos transformar la intervención con eje en la
familia desde una visión integral, pretendiendo una evaluación de la misma y un seguimiento conjunto
con acciones múltiples:
-
Desarrollar capacidades en una mamá que las ha perdido (nutricionales, de
cuidados infantiles y de su propio cuerpo, de salud reproductiva, etc)
-
Lograr que los niños en su primera infancia tenga una educación adecuada, sea
esta formal o no formal (en nuestro distrito faltan alrededor de 100 jardines de
infantes, sin embargo existe un fuerte desarrollo de jardines comunitarios que pueden
cumplimentar esa tarea).
-
Incentivar la permanencia de los niños y jóvenes de esas familias en ámbitos
educativos, buscando el acompañamiento permanente para tal fin.
-
Desarrollar proyectos comunitarios de contención de niños y jóvenes.
-
Desarrollar capacidades laborales de los jóvenes entre 18 y 24 años.
-
Desarrollar capacidades laborales en el papá y la mamá en búsqueda de una
preparación más adecuada frente a los actuales requerimientos del mercado de
trabajo.
-
Acompañar a las familias en la superación de las problemáticas que se le detecten
(maltrato, violencia, desnutrición, etc.)
Hemos elaborado en conjunto con instituciones de la sociedad civil con experiencia en el
ámbito infanto- juvenil, un programa de capacitación y reflexión que durante un mes (de horario
completo)
desarrollaremos
con
los
seis
equipos
interdisciplinarios
que
realizarán
las
tareas
enumeradas en el párrafo anterior, psicólogos, psicólogos sociales, abogados, trabajadores sociales y
operadores comunitarios, integraran estos equipos, hoy en proceso de formación.
Los operadores comunitarios (se elegirán jóvenes entre 18 y 24 años) además de la
capacitación mencionada, lo harán en lo que es específico del operador comunitario: trabajo en
equipo,
liderazgo
de
grupos
y
comunidades,
pensamiento
intervención en caso, diagnóstico y diseño de proyectos, entre otros.
crítico,
marginalidad,
discriminación,
Estos equipos efectuarán el seguimiento de las familias que se encuentran en extrema
vulnerabilidad (indigencia más problemática de desnutrición) y los jóvenes que las instituciones
intermedias dedicadas a ellos, defensorías y juzgados puedan detectar.
Es una apuesta difícil, esperamos el año próximo tener los primeros resultados, pero estamos
convencidos que estas discusiones deben expandirse y lograr consensos político- técnicos en el plano
provincial, regional y nacional.
Frente a una sociedad con tan altos índices de marginación y pobreza, falta de movilidad
social, graves problemas de empleo y de formación adecuada para una reactivación industrial que
todos esperamos se mantenga y crezca en los próximos años, las políticas sociales tienen la obligación
de ser dinámicas, de responder a las necesidades de las familias, de evaluarse permanentemente y de
cambiar cuando los datos así lo indiquen.
Bibliografía
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lectura fenisecular, en:Raquel Castronovo (coordinador): Integración o desintegración social,
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