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Aportaciones de la economía social y solidaria en el camino
hacia el sumak kawsay (buen vivir) en ecuador: algunas
aclaraciones conceptuales
Contributions to the social and solidarity economy on the path
towards sumak kawsay (buen vivir) in ecuador: some
conceptual clarifications
Luis Guridi Aldanondo
Departamento de Economía Aplicada I. Universidad del País Vasco/EHU. Instituto Hegoa
[email protected]
Yolanda Jubeto Ruiz
Departamento de Economía Aplicada I. Universidad del País Vasco/EHU
[email protected]
Unai Villalba Eguiluz
Departamento de Economía Aplicada II. Universidad del País Vasco/EHU
[email protected]
Resumen
La comunicación pretende aportar elementos que ayuden a clarificar el marco conceptual de
la Economía Popular y Solidaria (EPS) en Ecuador, y que permitan analizar, estudiar y
ordenar las diferentes iniciativas que hoy se incluyen bajo esa denominación, y contribuir así
a dotar de contenido a la definición constitucional de la economía ecuatoriana como social y
solidaria. Para ello se analizan tres aspectos: las continuidades y las rupturas conceptuales
existentes entre los enfoques del desarrollo local con la economía social y solidaria, las
relaciones y tensiones entre los principios y fundamentos de la economía comunitaria andina
y la economía social y solidaria, y las aportaciones de la economía feminista a la economía
solidaria.
Palabras clave: Sumak Kawsay (Buen Vivir), economía social y solidaria, Ecuador
Abstract
This communication is intended to contribute elements that will help clarify the conceptual
framework of the Popular and Solidarity Economy (PSE) in Ecuador, make it possible to
analyze, study and put in order the different initiatives that are today included under this
heading, and thus contribute to giving content to the constitutional definition of the
Ecuadorian economy as social and based on solidarity. To this end, three aspects are
analyzed: the conceptual continuities and ruptures existing between the local development
approaches and the social and solidarity economy; the relations and tensions between the
1
principles and foundations of the Andean communitarian economy and the social and
solidarity economy; and the contributions of the feminist economy to the solidarity economy.
Key words: Sumak Kawsay (wellbeing), social and solidarity economy, Ecuador
2
1.- Introducción
La Ley Orgánica de la Economía Popular y Solidaria y del Sector Financiero Popular y
Solidario, aprobada el 10 de mayo de 2011 por la asamblea nacional ecuatoriana, ofrece un
marco legal para la promoción, fomento e incentivo de las prácticas de economía solidaria.
Sin embargo, su plasmación en políticas públicas es compleja y todavía no ha descendido al
nivel de los territorios, que mantienen prácticas económicas que no contribuyen al sumak
kawsay (Buen Vivir), horizonte propuesto por la constitución ecuatoriana y por su Plan
Nacional de Desarrollo.
Para institucionalizar un cambio significativo en la política económica, los agentes de la
economía social y solidaria encuentran una serie de obstáculos, tanto por la insuficiente
fundamentación teórica, como por la escasa sistematización de prácticas, lo que dificulta
ofrecer un marco conceptual y experiencias para la elaboración de políticas públicas para la
economía social y solidaria.
La comunicación pretende aportar elementos que ayuden a clarificar el marco conceptual de
la Economía Popular y Solidaria en Ecuador (EPS), que permita analizar, estudiar y ordenar
las diferentes iniciativas que hoy se incluyen bajo esa denominación, y contribuir así a dotar
de contenido a la definición constitucional de la economía ecuatoriana como social y
solidaria. Para ello, se estudian algunas de las continuidades y las rupturas conceptuales
existentes entre los enfoques del desarrollo local con la EPS; las relaciones y tensiones entre
los principios y fundamentos de la economía comunitaria andina y la EPS, y las relaciones
entre la economía feminista y la economía solidaria.
2.- Los fundamentos de la economía social y solidaria
La economía de mercado considera que es el principio de mercado el que organiza los
procesos de intercambio entre individuos, grupos, comunidades o países; el único principio
económico que organiza todas las actividades y las prácticas económicas. Desde esta
perspectiva, se supone que el consumidor actúa de manera egoísta y racional, que busca
maximizar la utilidad personal en el consumo de bienes y servicios, en una decisión que es
estrictamente individual basada en las preferencias individuales, que no presenta límites a la
libre decisión sobre qué y cuanto consumir, sujeto solamente a restricciones presupuestarias,
sin que se tomen en cuenta los posibles efectos que sus actos tengan sobre terceros o el
planeta en su conjunto.
Desde el punto de vista de la producción, se supone que los empresarios actúan de manera
libre y racional, con el objetivo de combinar de una determinada manera los factores
productivos y lograr maximizar el beneficio individual, sin tener en cuenta otras
consideraciones sobre posible efectos sobre terceros, sobre la sociedad y el planeta en su
3
conjunto, que solamente se aborda como una externalidad al sistema y que se internalizará vía
mercado, o a través de un sistema impositivo.
Todo ello se completa con un marco jurídico que garantice los derechos de propiedad privada
y la libertad de empresa, y la existencia de instituciones que lo promuevan, lo regulen y, lo
que es más importante, que lo legitimen. Bajo esta perspectiva utilitarista, se deben
mercantilizar no solo la producción de bienes y servicios para el intercambio, sino toda
capacidad humana, la naturaleza (la tierra como mercancía), el conocimiento y todas las
relaciones sociales como los afectos, el cuidado, o la cultura.
Frente a esta visión mas común de la economía convencional, ya desde finales del siglo XIX,
surgieron otras corrientes que cuestionaban este enfoque, que se han ido completando a lo
largo del siglo XX con nuevas aportaciones y visiones que provienen de la economía
institucionalista, de la economía crítica, de la economía ecológica, de la economía feminista, o
de la economía comunitaria, entre otras.
Polanyi (1989) critica la idea del mercado autoregulado como una idea utópica, ya que
considera que “..una institución como ésta no podía existir de forma duradera sin aniquilar la
sustancia humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir a los seres humanos y
transformar su ecosistema en un desierto”. Señala que la economía de mercado no es una
constante en la historia humana y que el surgimiento y consolidación del capitalismo no fue
meramente etapa de una evolución necesaria, sino que fue también resultado de decisiones y
procesos situados históricamente en el último par de siglos. El centro de su discurso sobre el
mercado se asienta sobre la idea de que la actividad económica no se reduce únicamente al
intercambio (mercado), sino que incluyen además los principios de redistribución, realizada
principalmente por el Estado, y la reciprocidad y la donación voluntaria que ejerce la
sociedad civil de la economía. Señala que todos los sistemas económicos que se conocen
hasta el feudalismo en Europa occidental están organizados siguiendo los principios de
reciprocidad, de redistribución y de administración doméstica (oikos) o una combinación de
los tres.
Hinkelammert y Mora (2009), por su parte, plantean una crítica frontal y de fondo al enfoque
utilitarista de las necesidades humanas, porque consideran que las preferencias o los gustos
no pueden ser el criterio orientativo a la hora de adoptar las decisiones de consumo, sino que
debe primar, precisamente, el criterio de necesidad, que va mas allá de las relacionadas con la
posesión, el uso y consumo de bienes y servicios, y se extiende a otras serie de necesidades
materiales y no materiales, como han sido definidas por autores/as como Doyal y Gough1,
1
Prevención de graves daños, participación social, participación crítica (objetivos universales), supervivencia,
salud física, capacidad cognitiva y emocional; comprensión cultural, oportunidades para participar; autonomía
crítica (necesidades básicas), alimentos y agua; alojamiento protector; entorno no perjudicial; control de
natalidad y nacimientos; seguros; cuidado sanitario apropiado; infancia segura; relaciones primarias
significativas; seguridad física; seguridad económica; educación apropiada (características de los satisfactores
4
Nussbaum2, o Max-Neef3. Cuando estas necesidades son sustituidas por simples
“preferencias”, el problema de la reproducción de la vida aparece desplazado, cuando no
eliminado, de la reflexión económica, un aspecto fundamental para una economía de la vida.
Siguiendo a Hinkelammert y Mora (2009), Coraggio (2011:44-45) sostiene que la Economía
Social es un espacio de acción constituido no por individuos utilitaristas que buscan ventajas
materiales, sino por individuos, familias, colectivos y comunidades de diverso tipo que se
mueven dentro de instituciones decantadas por la práctica o acordada con arreglos voluntarios
que actúan haciendo transacciones entre la utilidad material y los valores de la solidaridad y
la cooperación, limitando la competencia. La economía es social porque produce sociedad y
no solamente utilidades económicas, porque genera valores de uso para satisfacer necesidades
de los mismos productores y de sus comunidades, generalmente de base territorial, étnica,
social o cultural, y no está orientada por la ganancia y la acumulación de capital sin límites;
porque vuelve a unir producción y reproducción.
Sobre la base de estas consideraciones, para Coraggio (2011:345) la economía es el sistema
de procesos de producción, distribución, circulación y consumo que, a través de principios,
instituciones y prácticas4, en cada momento histórico organizan las comunidades y sociedades
para obtener las bases materiales de resolución de las necesidades y deseos legítimos de todos
sus miembros actuales y de futuras generaciones, de modo que permita la reproducción y
desarrollo de la vida, sosteniendo los equilibrios psíquicos, interpersonales, entre
comunidades y con la naturaleza.
3.- Principios de la Economía Social y Solidaria
sociales); derechos civiles/políticos y participación política; derechos económicos/sociales (precondiciones
sociales). Ver Doyal, Len.; Gough, Ian (1994), Teoría de las necesidades humanas, Icaria, Barcelona.
2
Vida; salud corporal; integridad corporal; sentidos, imaginación y pensamiento; emociones; razón práctica;
afiliación; otras especies; juego; y control sobre el propio ambiente Ver Nussbaum, Martha. (2002) Las mujeres
y el desarrollo humano: el enfoque de las capacidades. Herder. Barcelona.
3
Ser, tener, hacer y estar (existenciales); subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio,
creación, identidad y libertad (axiológicas). Ver Max-Neef, Manfred A. (1993) Desarrollo a escala humana.
Nordan/ Icaria. Disponible en: http://www.max-neef.cl/download/Max-Neef_Desarrollo_a_escala_humana.pdf
4
Por principios, entiende las normas o ideas fundamentales que rigen el pensamiento o la conducta y que
pueden verse como patrones objetivados (institucionalizados) de relacionamiento social, discernibles mediante
la investigación empírica, que emergen de procesos históricos y se explican por los requerimientos de
reproducción de las sociedades o comunidades, manifestadas en tabúes, la religión o la magia, o en el sentido
común legitimador de un sistema social. Los principios éticos, que no pueden ser negociables, marcan el deber
ser, se establecen como condición de la reproducción de la comunidad o la sociedad, y marcan los límites a los
principios que organizan el conjunto de las prácticas económicas. Los principios económicos, por su parte,
hacen referencia a la organización de sistemas económicos y puede estar basada en postulados normativos o en
generalizaciones inducidas del estudio de las economías empíricas. Por instituciones económicas se entienden
las reglas implícitas o explícitas que reproducen patrones sociales y hacen referencia a las pautas de
comportamiento de los agentes ubicados en diversas funciones en el sistema económico que pueden objetivarse
en organizaciones (empresa de capital, cooperativa, empresas públicas, sistemas domésticos de reproducción,
etc.) y expresarse bajo formas típico-ideales de organización de los procesos económicos de producción,
distribución, circulación y consumo. Tales instituciones constituyen una mediación entre los principios de
organización de la economía y las prácticas económicas. (Coraggio, 2011:349-359)
5
En el año 2002, la Conferencia Europea Permanente de Cooperativas, Mutualidades,
Asociaciones y Fundaciones promovió la Carta de Principios de la Economía Social5, donde
se establecen como principios de la economía social los siguientes: a) Primacía de la persona
y del objeto social sobre el capital; b) Adhesión voluntaria y abierta; c) Control democrático
por sus miembros (excepto para las fundaciones, que no tienen socios); d) Conjunción de los
intereses de los miembros usuarios y del interés general; d) Defensa y aplicación de los
principios de solidaridad y responsabilidad, e) Autonomía de gestión e independencia
respecto de los poderes públicos; y f) Destino de la mayoría de los excedentes a la
consecución de objetivos a favor del desarrollo sostenible, del interés de los servicios a los
miembros y del interés general.
Así mismo, en la década de los años noventa, nuevas formas de economía social y solidaria
han conocido un fuerte auge tanto en Europa como en Canadá y en algunos países de América
Latina. Hemos estimado conveniente tomar como referencia dos perspectivas con orígenes y
ámbitos geográficos diferentes; una desde la perspectiva de América latina y otra desde la
realidad europea, que nos ofrezcan una visión mas amplia y equilibrada de situaciones que
tienen elementos en común, pero que son, a su vez, reflejo de una pluralidad de realidades. En
el primer caso, hacemos referencia al trabajo y la propuesta de José Luis Coraggio6, y en el
segundo, nos hemos detenido en los Principios de la Carta de la Economía Solidaria7 de la
Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS)8.
Coraggio (2011:362) toma como referente doctrinal los principios que inspiran la obra de
Polanyi, pero señala que en su obra no se hace referencia a los principios de organización de
la producción ni del consumo, dos fases fundamentales del proceso económico. Sostiene que
la ausencia de consideraciones sobre los principios de la producción, la distribución y el
consumo, y el énfasis en la circulación (intercambio por comercio o mercado,
don/reciprocidad, redistribución) puede explicarse porque sus escritos están dirigidos a
realizar la crítica de la economía de mercado, y a demostrar que, aunque en alguna medida,
todas las economías reales son economías con mercado, pretender el logro de una economía
de mercado es destructivo para la sociedad.
5
Ver CIRIEC (2007) La economía social en la Unión Europea. pp 17-18. Disponible en:
http://www.fundesa.org/upload/recursos/22_04_201016378La%20economia%20social%20en%20la%20Union%
20Europea.pdf
6
Ver CORAGGIO, José Luis (2011) “Economía Social y Solidaria. El trabajo antes que el capital”. Alberto
Acosta y Esperanza Martínez (Editores). FLACSO/Abya Yala. Quito.
7
Ver: http://www.economiasolidaria.org/files/CARTA_ECONOMIA_SOLIDARIA_REAS.pdf. Consultado 1
de enero de 2012.
8
REAS es una Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria compuesta por más de doscientas entidades
que se agrupan en redes territoriales y sectoriales del Estado español: Reas Aragón, Reas Baleares, Reas
Euskadi, Reas Galicia, Reas Madrid, Reas Navarra, Red Anagos (Canarias), Red Germen (Valladolid), XES
(Xarxa de Economía Solidaria de Catalunya), REAS Extremadura (en proceso de constitución) y otras muchas
entidades en el resto del territorio del estado que están en proceso de constituirse en red. En el ámbito
internacional a través de RIPESS (Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social y Solidaria).
(http://www.economiasolidaria.org/red_redes). Consultado el 02/01/2012.
6
Por lo tanto, considera que para tomar en cuenta la organización social de la producción,
deberán incorporarse al menos un principio de posesión y uso de los medios y otras
condiciones de la producción (autogestión del trabajo/separación de los trabajadores y sus
medios de producción); un principio de cooperación (agregación familiar, comunitaria o
libremente asociada/impuesta por los propietarios de los medios de producción o de los
trabajadores esclavos); un principio de relación entre el trabajo humano y la naturaleza
(intercambio de energía respetuoso de la reproducción de los ecosistemas y sus equilibrios/
extractivismo que ve a la naturaleza como conjunto de recursos); un principio de distribución
(primaria, previa a una redistribución); y un principio de integración social del consumo (lo
suficiente para satisfacer las necesidades y deseos legítimos de todos/ consumo basado en las
capacidades desiguales de satisfacer deseos ilimitados).
Así, Coraggio (2011:377-382) señala una serie de principios que deben delimitar la economía
social y solidaria, que los clasifica en 5 grupos: a) los relativos a la producción; b) a la
distribución; c) a la circulación, d) al consumo y e) otros de carácter transversal.
En los principios relativos a la producción defiende el trabajo para todos/as, digno y
emancipador (especialmente el trabajo asociativo autogestionado) como condición de la
reproducción y desarrollo de la vida humana; el acceso de los trabajadores a todas las formas
de conocimiento; el acceso de los trabajadores a medios de producción; la cooperación
solidaria frete a la competencia; y la producción socialmente responsable (cuidando la calidad
de los productos y la selección de las tecnologías, tanto en lo relativo a la satisfacción
adecuada de las necesidades de los consumidores como a los efectos del proceso de
producción sobre el medio ambiente).
Los principios relativos a la distribución toman en cuenta la justicia como garantía de la
reproducción y desarrollo de todos; la inserción económica de los excluidos de la economía,
particularmente de los más pobres, de modo que puedan resolver sus necesidades a partir de
su propio trabajo o de la solidaridad democrática; una retribución justa evitando
diferenciaciones fuertes entre trabajadores de un mismo emprendimiento; la no explotación
del trabajo ajeno y la no discriminación de personas o comunidades.
Los principios relativos a la circulación contemplan la autosuficiencia (autarquía) de cada
comunidad o sociedad de satisfacer con seguridad lo necesario con los propios recursos,
principalmente el propio trabajo; la reciprocidad, la redistribución (apropiación y distribución
colectiva del excedente dentro de cada unidad económica) y el comercio justo y la regulación
de los mercados.
Por último contempla el consumo responsable como principio relativo al consumo.
En cuanto a los principios transversales, considera la libre iniciativa e innovación
socialmente responsable; el pluralismo/diversidad de formas de organización económica y
7
propiedad; la complejidad; la territorialidad como prioridad al tejido social de proximidad,
valoración del lugar y la comunidad; y la articulación del plano económico con el cultural y el
político.
Por su parte, REAS (2011:1)9 señala que la economía solidaria es un enfoque de la actividad
económica que tiene en cuenta a las personas, el medio ambiente y el desarrollo sostenible y
sustentable, como referencia prioritaria, por encima de cualquier otra consideración; esto es,
su verdadera finalidad es la de proveer de manera sostenible las bases materiales para el
desarrollo personal, social y ambiental del ser humano. Para ello, la economía solidaria debe
incorporar a la gestión de la actividad económica, los valores universales que deben regir la
sociedad y las relaciones entre toda la ciudadanía: equidad, justicia, fraternidad económica,
solidaridad social y democracia directa.
Todas estas consideraciones están recogidas en seis Principios de la Carta de la Economía
Solidaria de REAS: a) Principio de equidad; b) Principio de trabajo; c) Principio de
sostenibilidad ambiental; d) Principio de cooperación; e) Principio “sin fines de lucro”; y f)
Principio de compromiso con el entorno. Como ejes transversales considera los siguientes: a)
La autonomía como principio de libertad y ejercicio de la corresponsabilidad; b) La
autogestión como metodología que respeta, implica, educa, iguala las oportunidades y
posibilita el empoderamiento; c) La cultura liberadora como base de pensamientos creativos,
científicos y alternativos que nos ayuden a buscar, investigar y encontrar nuevas formas de
convivir, producir, disfrutar, consumir y organizar la política y la economía al servicio de
todas las personas; d) El desarrollo de las personas en todas sus dimensiones y capacidades:
físicas, psíquicas, espirituales, estéticas, artísticas, sensibles, relacionales…en armonía con la
naturaleza, por encima de cualquier crecimiento desequilibrado económico, financiero, bélico,
consumista, transgénico y anómalo como el que se está propugnando en nombre de un
desarrollo “ficticio”; e) La compenetración con la Naturaleza; y f) La solidaridad humana y
económica como principio de nuestras relaciones locales, nacionales e internacionales.
(REAS 2011: 2-13)
El principio de equidad reconoce a todas las personas como sujetos de igual dignidad, y
protege su derecho a no estar sometidas a relaciones basadas en la dominación sea cual sea su
condición social, género, edad, etnia, origen, capacidad, etc. El principio “sin fines de lucro”
significa que a la hora de medir los resultados de la actividad económica se deben tener en
cuenta no solamente los aspectos económicos, sino también los humanos, sociales,
medioambientales y culturales. El principio de cooperación señala que hay que favorecer la
cooperación en lugar de la competencia, dentro y fuera de las organizaciones de la economía
social y solidaria, buscando la colaboración con otras entidades y organismos públicos y
privados. El principio de trabajo se asienta sobre la idea de que éste es mucho más que un
mero empleo o una ocupación, y contempla varias dimensiones del trabajo: humana, social,
9
Ver:http://www.economiasolidaria.org/files/CARTA_ECONOMIA_SOLIDARIA_REAS.pdf. Consultado 1 de
enero de 2012
8
política, económica y cultural. El principio de sostenibilidad ambiental significa tomar en
consideración que toda actividad humana productiva y económica está relacionada con la
naturaleza, que es la fuente de riqueza económica, por lo que resulta necesario integrar la
sostenibilidad ambiental en todas las acciones humanas, evaluando el impacto ambiental
(huella ecológica) de manera permanente, con la voluntad de reducirla significativamente y
avanzar así, hacia formas sostenibles y equitativas de producción y consumo, promoviendo
una ética de suficiencia y austeridad. El principio de compromiso con el entorno significa e
implica la participación de las iniciativas de economía social y solidaria en el desarrollo local
sostenible y comunitario del territorio.
Los principios que señala Coraggio (2011) para delimitar la economía social y solidaria, y los
principios recogidos en Carta de la Economía Solidaria de REAS están presentadas de manera
diferente. En el primer caso, esos principios hacen referencia a cada uno de los ámbitos en los
que se desenvuelve la actividad económica (producción, distribución, circulación, y
consumo), mientras que en el segundo toman forma de principios generales que definen el
conjunto de las actividades y el sentido de la economía solidaria. Pero mas allá de la forma en
que se presentan, la coincidencia en el fondo es muy grande, por lo que consideramos que no
es preciso entrar en un análisis comparativo de ambas.
En nuestro caso nos inclinamos mas por la segunda de las presentaciones porque ayuda mejor
a clarificar los contenidos de la ESS y facilita así una mejor comparación con los principios
que caracterizan a otras formas de organización de la actividad económica. No obstante,
somos conscientes de que su aplicación al contexto ecuatoriano o a otros espacios
geográficos, históricos y socioculturales, requiere de una lectura propia y una necesaria
adaptación a esas condiciones particulares, para poner en permanente dialogo, para el mutuo
conocimiento y enriquecimiento en el logro del bienestar de las personas, las comunidades y
los pueblos del mundo.
4.- La Economía Social y Solidaria (ESS), el desarrollo local, la
economía comunitaria y la economía feminista.
Desde el momento de la preparación, definición y elaboración de la Ley de Economía Popular
y Solidaria y del Sector Financiero Popular y Solidario en Ecuador, se están haciendo
esfuerzos para fijar y precisar conceptualmente las diferentes tipologías de organizaciones que
contempla dicha ley. Sin embargo, se constata que existen numerosas lagunas e insuficiencias
que precisan de una mayor clarificación, particularmente aquellas que se consideran
relevantes a la hora de la implementación de las políticas públicas referidas a la Ley de EPS.
Un primer aspecto que consideramos de interés es analizar las continuidades y las rupturas
conceptuales existentes entre los enfoques del desarrollo local, de larga tradición en América
Latina y Ecuador, y la Economía Popular y Solidaria. Se puede constatar que, entre el
personal de las administraciones descentralizadas (regional, municipal o cantonal), existen
9
bastantes confusiones sobre el significado del sistema económico social y solidario que define
la Constitución del país, y sus relaciones con el desarrollo local/territorial/rural; en qué
medida los contenidos y las políticas de estos enfoques contribuyen a la economía social y
solidaria y cuáles de ellos son, sencillamente, válidos para cualquier economía que no está,
necesariamente, en consonancia con los principios de la ESS.
Un segundo aspecto que consideramos importante plantear es aquel que se refiere a las
relaciones y tensiones entre los principios y fundamentos de la economía comunitaria andina,
y sus continuidades y posibles rupturas con los contenidos de la Economía Popular y
Solidaria. El Sumak Kawsay (Buen Vivir) que incorpora la constitución ecuatoriana tiene sus
orígenes en la economía comunitaria andina, pero sus principios, aunque contemplan
importantes elementos en común, muestran, así mismo, algunos aspectos de difícil encaje.
Por último, consideramos de interés avanzar en conocer las interrelaciones entre la economía
feminista y la economía solidaria; particularmente, las potencialidades de los principios y
contenidos de la economía feminista para dotar de contenido a la economía solidaria. Estas
aportaciones y elementos en común tienen que ver tanto con aspectos más generales como la
consideración del objeto de estudio de la economía, como con otros más particulares como la
consideración y revalorización del trabajo reproductivo.
4.1.- La economía social y solidaria y el desarrollo local
Desde hace ya décadas, los enfoques de desarrollo local tienen una amplia trayectoria, tanto
en Ecuador como en el resto de países de América Latina, impulsados y promovidos tanto por
la CEPAL como por otras instituciones especializadas. Por el contrario, a pesar de la creación
de estructuras y la promulgación de leyes para la progresiva transición hacia una economía
social y solidaria, tal y como contempla el mandato constitucional, es muy limitado y poco
preciso el conocimiento de los contenidos y alcance de la Economía Social y Solidaria en
Ecuador, lo que conduce muy a menudo a una clara confusión con los enfoques del desarrollo
local/rural antes mencionados, más experimentados en el país. Se puede decir que, tanto en
los diferentes niveles de la administración como en las universidades e incluso en las
organizaciones sociales, se va introduciendo el lenguaje y la terminología de la nueva ley,
pero en cuanto se profundiza sobre sus contenidos y alcances, emergen rápidamente
concepciones más tradicionales vinculadas a los enfoques del desarrollo local o territorial.
Los enfoques del desarrollo local contienen elementos comunes con los principios de las
Economía Popular y Solidaria, pero presentan, así mismo, diferencias relevantes que es
preciso conocer si se pretende que las políticas públicas derivadas de la aplicación de la ley de
EPS recojan su espíritu y contenidos.
Un primer elemento en común es la consideración del territorio. Según Vázquez Barquero
(1990), y Alburquerque (2004, 2006), el sujeto del desarrollo local es el territorio, entendido
como el conjunto de actores sociales que viven, se relacionan y se organizan en sus
respectivos ámbitos territoriales, construyendo su propia historia, cultura, identidad e
10
instituciones, a partir del aprovechamiento que realizan de su medio natural y sus recursos. El
territorio, más allá de una delimitación geográfica o una unidad administrativa, es un espacio
donde se hace posible la participación en torno a un proyecto estratégico común. Desde este
enfoque se supera la visión convencional, que le asigna al territorio el papel de atraer recursos
externos, en especial capital financiero y recursos humanos calificados, hacia un enfoque
centrado en la movilización de los recursos existentes a través de la concertación y el acuerdo
entre los diversos actores que lo conforman. Más allá de ser un simple soporte físico, el
territorio se concibe como algo vivo, con seres humanos que son actores y sujetos del cambio
social, de hombres y mujeres con una historia, un idioma, una cultura, unas tradiciones y
conocimientos y saberes que pueden ponerse al servicio del desarrollo.
Un segundo elemento en común es la importancia de la concertación social. El desarrollo
local contempla una actuación decidida y concertada entre los diferentes agentes
socioeconómicos (públicos y privados) para el aprovechamiento más eficiente y sostenible de
los recursos endógenos existentes, el fomento de las capacidades endógenas y la creación de
un entorno innovador en el territorio. Pone el énfasis en los actores sociales y sus
interrelaciones en un contexto concreto, y en la necesidad de crear mecanismos de
concertación y coordinación entre administraciones públicas, instituciones locales,
organizaciones empresariales, movimientos sociales, universidades regionales, centros de
investigación y de extensión de conocimientos técnicos, así como organizaciones no
gubernamentales (ONG). El desarrollo local cuestiona la visión verticalista de los programas
de desarrollo clásicos de arriba abajo (top-down), que no toman en consideración la
participación de los colectivos sociales y comunidades a quienes afectan esas políticas; y
ofrece una posición relevante a los actores sociales en la definición de sus propias políticas.
(Alburquerque, 2004).
Un tercer elemento de coincidencia entre ambos enfoques es la importancia que se le asigna a
la formación y a la adquisición de capacidades por parte de la ciudadanía. A este respecto es
importante señalar que el pensamiento alrededor del desarrollo local hizo aportes interesantes
en relación a la formación del “capital humano” que es necesaria para hacer competitivos a
los territorios en un contexto de globalización. Estos aportes pusieron énfasis en el desarrollo
de la innovación, creatividad y autorealización personal; a generar aptitudes de naturaleza
técnica o profesional, capacidades de gestión empresarial e innovación, habilidades para
analizar y resolver problemas, etc, competencias que plantean a la cultura local y a los
sistemas de educación básica y capacitación profesional en el ámbito territorial, exigencias de
calidad y adaptación precisas. La economía solidaria (REAS 2011:4; Coraggio 2011:377)
defiende, así mismo, recuperar la dimensión humana del trabajo, en tanto son las personas las
protagonistas principales de la economía solidaria, y como tales deben crecer a través del
desarrollo de sus capacidades: de iniciativa y creatividad, de pensar, de comunicación, de
gestión, de trabajo en equipo, de asumir riesgos, de investigar, etc. Es también un factor de
inclusión e integración social y un pilar de la autoestima de la persona relacionado con todas
las dimensiones de su vida.
11
Por último, un elemento que comparten, en alguna medida, el desarrollo local y la ESS es el
compromiso con el entorno. El desarrollo local, en tanto se basa en el conjunto de actores
sociales que viven, se relacionan y se organizan en el territorio, presenta un mayor
compromiso con el entorno; compromiso que se materializa en su contribución a la
consolidación de la propia cultura local, y a su identidad territorial, así como al
fortalecimiento de las estructuras institucionales locales y regionales. Desde la economía
solidaria, el principio de compromiso con el entorno significa e implica la participación de las
iniciativas de economía social y solidaria en el desarrollo local sostenible y comunitario del
territorio; que las organizaciones de la ESS deben estar plenamente integradas en el territorio
y entorno social en el que desarrollan sus actividades, lo que exige la implicación en redes y
la cooperación con otras organizaciones del tejido social y económico cercano, dentro del
mismo ámbito geográfico. De igual modo, intervienen las políticas territoriales para crear el
entorno económico local que propicie el desarrollo endógeno.(REAS 2011:12-13)
Sin embargo, además de estas coincidencias y similitudes evidentes, existen así mismo
diferencias o rupturas entre los postulados que contempla el desarrollo local y los principios
de la economía solidaria.
En primer lugar, existe una diferencia de fondo sobre la propia concepción del desarrollo. El
desarrollo local se ha entendido tradicionalmente como un proceso de crecimiento económico
y cambio estructural para el logro de una mejora del nivel de vida de la población local,
creando empleo, renta y riqueza por y para la comunidad local a través de políticas
económicas sectoriales cuyos objetivos están centrados en la mejora de la eficiencia y la
productividad. Desde los postulados del desarrollo local en sus diversas vertientes, nunca se
ha cuestionado el paradigma de las modernización de los años cincuenta porque todo aquello
que dispone y que ofrece el territorio, como los recursos físicos (capital natural), los recursos
humanos (capital humano) y la estructura social (capital social) han sido siempre
considerados en función de su contribución final al crecimiento económico. El desarrollo
local se ha sustentado en la eficiencia y la productividad (lógica productivista), sin tomar en
consideración los límites ecológicos que presenta el modelo hasta la fecha. En el mejor de los
casos, desde la perspectiva del desarrollo local sustentable, se plantean los problemas de las
externalidades generadas por las actividades económicas cuya solución radica en la valoración
económica de los daños causados y su internalización vía impuestos u otros instrumentos, de
modo que los costes privados se equiparen a los costes totales.
Por el contrario, la economía solidaria se refiere a una economía centrada en el ser humano,
que responda a las necesidades de las comunidades, y no al servicio del capital, un nuevo
modelo de economía que sea alternativa a las lógicas productivas y financieras imperantes,
que incorpore los principios de solidaridad y respeto del medio ambiente en las practicas
económicas. El principio de sostenibilidad ambiental significa tomar en consideración que
toda actividad humana productiva y económica está relacionada con la naturaleza, que es la
fuente de riqueza económica, por lo que resulta necesario integrar la sostenibilidad ambiental
en todas las acciones humanas, evaluando el impacto ambiental (huella ecológica) de manera
12
permanente, con la voluntad de reducirla significativamente y avanzar así, hacia formas
sostenibles y equitativas de producción y consumo, promoviendo una ética de suficiencia y
austeridad. La economía solidaria defiende la producción limpia, que supone utilizar energías
renovables, promover prácticas e iniciativas responsables con el medio ambiente (reducción,
reutilización, y reciclaje de residuos, turismo responsable, energías limpias, etc.) y fomentar la
educación y la investigación ambiental; el consumo responsable que responda a las
verdaderas necesidades y no a meros deseos, la soberanía alimentaria, como derecho de cada
territorio a definir sus políticas agropecuarias y de alimentación y conservar sus variedades
locales y sus razas autóctonas (REAS 2011:6)
En segundo lugar, el papel y la relevancia de lo local frente a la inserción internacional.
Según Alburquerque (2004) y Silva (2005), el desarrollo local surge en los años ochenta como
respuesta a la necesidad de los espacios locales de hacer frente a los retos y amenazas del
proceso de globalización, lo que obliga a resituar y reacomodar lo local en el escenario
internacional haciéndolos competitivos en ese proceso de globalización. Se plantea que, en la
economía global, sólo pueden competir los territorios que aprenden, es decir, aquellos capaces
de adaptarse a las transformaciones de la estructura productiva mundial, con base en el
conocimiento (ampliamente entendido) y su aplicación al sector terciario avanzado, a la
industria de alta tecnología y/o a la agricultura comercial. Esto implica que los territorios
necesitan desarrollar sus respectivas habilidades y ventajas, o su capacidad de construirlas,
para especializarse en áreas o sectores que tengan posibilidades de inserción internacional.
Sin embargo, la economía social y solidaria no se plantea el reto de insertarse en la economía
global porque su objetivo y su sentido último no son hacer competitivos a los territorios en el
escenario económico global; por el contrario se pretende contribuir a lograr la reproducción
de la vida de las personas que se asientan en el territorio sobre la base de unas relaciones de
producción, distribución, consumo y financiación consensuadas y basadas en la justicia, en la
cooperación, la reciprocidad, y la ayuda mutua. Por lo tanto, desde esta perspectiva, lo local
no se entiende como espacio que debe responder a las amenazas derivadas del proceso de
globalización sino como el lugar donde deben garantizarse las condiciones de reproducción de
la vida con equidad, autonomía, con democracia y con la participación directa de los actores y
agentes del desarrollo.
En tercer lugar, las diferencias se sitúan en el terreno de los fines lucrativos o no de las
iniciativas y emprendimientos económicos. Desde el desarrollo local, al igual que en
cualquier otra economía de mercado, se considera a las empresas como entidades con ánimo
de lucro, que buscan la maximización de sus beneficios en función de determinados objetivos
empresariales. Por el contrario, el principio “sin fines de lucro” de las empresas de la
economía solidaria (REAS 2011:10), significa que, a la hora de medir los resultados de la
actividad económica, se deben tener en cuenta no solamente los aspectos económicos, sino
también los humanos, sociales, medioambientales y culturales. Los beneficios logrados en las
actividades de la economía social y solidaria deben destinarse a la mejora o ampliación del
objeto social de los proyectos, así como al apoyo de otras iniciativas solidarias de interés
13
general, colaborando así a la construcción de un modelo social más humano, solidario y
equitativo. La ESS defiende la reinversión de los posibles beneficios en la propia
sostenibilidad de la iniciativa económica, en el apoyo a nuevos proyectos sociales, a nuevas
iniciativas solidarias o a programas de cooperación al desarrollo. Defiende, así mismo, la
redistribución de la riqueza que se genera, en tanto debe estar al servicio de la sociedad y no
al servicio de la acumulación privada del capital.
Por último, cabe plantear una última divergencia desde la perspectiva de la cooperación frente
a competencia. El desarrollo local, como se ha mencionado antes, pretende situar a las
empresas y al territorio en condiciones de competir en el nuevo escenario internacional
generado por la globalización; es decir, de generar ventajas competitivas. El desarrollo local
también habla de cooperación, particularmente desde los enfoques de Porter (1990), pero esta
cooperación se entiende como el agrupamiento de pequeñas y medianas empresas próximas
geográficamente que, a través de una mayor relación y complementariedad, y a través del
intercambio de información pueden generar economías de escala que son propias de empresas
de mayor dimensión. Para Silva (2005:86), “la colaboración y la asociatividad de las
empresas son elementos centrales para impulsar su competitividad, ya que a través del
desarrollo de esas aglomeraciones sería posible generar ventajas competitivas avanzadas
(principalmente en materia de conocimiento e innovación), de particular relevancia para los
grupos de pymes concentradas en un territorio. La fortaleza y durabilidad de la capacidad de
competir de las aglomeraciones productivas radica en su generación de conocimiento
especializado y su capacidad de innovación. Estas fuentes “superiores” de competitividad
surgen de la interacción entre empresas que son a la vez capaces de competir y de colaborar”.
Sin embargo, el principio de cooperación de la economía solidaria no se limita a buscar las
sinergias necesarias para el logro de una mejor competitividad empresarial y regional. Va mas
allá al señalar que hay que favorecer la cooperación en lugar de la competencia, dentro y fuera
de sus organizaciones, buscando la colaboración con otras entidades y organismos públicos y
privados, para construir colectivamente un modelo de sociedad basada en el desarrollo local
armónico, en unas relaciones comerciales justas, la igualdad, la confianza, la
corresponsabilidad, la transparencia, y el respeto. La Economía Solidaria está basada en una
ética participativa y democrática, que quiere fomentar el aprendizaje y el trabajo cooperativo
entre personas y organizaciones mediante procesos de colaboración, de toma de decisiones
conjuntas, de asunción compartida de responsabilidades y deberes, que garanticen la máxima
horizontalidad posible a la vez que respeten la autonomía de cada una de ellas. Debe fomentar
la cultura de la cooperación promoviendo empresas cooperativas y un modelo de redes
horizontales, participativas, democráticas, de confianza; debe promover la articulación de
relaciones en red que se caractericen por la misma cultura y valores de cooperación que
pretendemos fomentar en la sociedad; socializar información de nuestras prácticas y
enriquecernos mutuamente; compartir conocimientos donde aprender y crecer; compartir los
recursos de las organizaciones, los espacios físicos o bienes materiales. (REAS 2011:8-9;
Coraggio, 2011:378)
14
4.2.- La economía social y solidaria y la economía comunitaria
La economía comunitaria andina aporta algunos elementos muy interesantes para dotar de
contenido a la economía solidaria, tanto desde sus concepciones más generales del papel de
los seres humanos en el planeta, hasta aspectos más concretos como la extensión de prácticas
de reciprocidad y el trabajo comunitario.
Una primera coincidencia entre la economía solidaria y la economía comunitaria es su
posición frente al sistema capitalista, donde el principio de mercado se convierte en el
principio organizador de la sociedad y de todas sus actividades: producción de bienes y
servicios para el intercambio, la capacidad humana, la naturaleza, el conocimiento, las
relaciones sociales de afectos, cuidado, cultura, etc. La economía comunitaria (Huanacuni
2010) considera a la economía capitalista actual como individualista, antropocéntrica,
desintegrada de la vida, homogeneizadora, jerárquica, competitiva, orientada al consumo y al
capital, frente a la cual propone un nuevo modelo económico, una nueva forma de vida
sustentada en el equilibrio, la armonía y el respeto a la vida. Rechaza su enfoque
antropocéntrico, donde las personas son reducidas a identidades productivas (mineras,
agrícolas, etc.) y los animales, las plantas, las montañas, los ríos, constituyen recursos sujetos
a la explotación humana. La economía comunitaria se explica desde el ayllu, como sistema
de organización de vida, donde el ser humano es sólo una parte de esta unidad junto a los
animales, plantas, montañas, el aire, el agua, el sol, e incluso lo que no se ve, nuestros
ancestros y otros seres. Todo vive y todo es importante para el equilibrio y la armonía de la
vida.
Un segundo elemento común es que ambas contemplan una diversidad de formas
económicas, mas alla de las que ocurren únicamente en el mercado. La organización
económica comunitaria andina contempla formas de producción que se corresponden con sus
principios de reciprocidad, complementariedad, correspondencia y relacionalidad. El principio
de reciprocidad es central, y existe a partir del intercambio de bienes, servicios y dones en una
sociedad jerarquizada, sin moneda, ni mercado. Existen instituciones de reciprocidad
simétrica (ayni), de trabajo familiar, principalmente en las labores agrícolas y la construcción
de viviendas; y de reciprocidad asimétrica (minka) de trabajo comunal y (mita) de trabajo
para el Estado en trabajos de construcción de caminos, templos o regadíos. El principio de
redistribución, como función de las jefaturas y los estados, se puede considerar como una
“reciprocidad jerarquizada”, donde el gobierno se encarga de redistribuir bienes, servicios y
dones a los gobernados y sometidos, ofreciendo a cambio los productos, servicios y tributos
para el mantenimiento de la sociedad.. (Mutuberria, Chiroque 2011:13)
Igualmente, la economía social y solidaria contempla actividades orientadas al mercado, pero
contempla, así mismo, otras actividades realizadas fuera del mercado, como las actividades
reproductivas y del cuidado de las personas, o actividades de intercambio no monetizadas
como los bancos de tiempo. Laville, Levesque, Mendell (2005:19-20) contemplan cuatro tipos
de organizaciones de la economía solidaria. Por una parte, las que responden a urgencias
15
sociales y se realizan de manera no mercantil (cocinas colectivas, reintegración de personas
excluidas, sin techo, etc). Por otra, aquellas que responden a necesidades y aspiraciones, y que
se ofrecen de manera no mercantil (guarderías populares, eco-museos). Una tercera, la que
responde a urgencias sociales y se realizan de manera mercantil (empresas de inserción,
centros de trabajo adaptado, fondos comunitarios, fondos de desarrollo). Por último, aquellas
que responden a necesidades y aspiraciones y que se ofrecen de manera mercantil (empresas
sociales, cooperativas de trabajo asociado, cooperativas de alimentos naturales, agricultura
biológica, reciclaje etc).
Entre la economía social y solidaria y la economía comunitaria andina existen, no obstante,
algunos desencuentros, que responden, entre otras razones, a los diferentes contextos
históricos y culturales en los que se han desarrollado.
Un primer desencuentro se produce en el terreno de la concepción sobre la naturaleza. El
principio de sostenibilidad ambiental de la ESS significa tomar en consideración que toda
actividad humana productiva y económica está relacionada con la naturaleza, que es la fuente
de riqueza económica, por lo que resulta necesario integrar la sostenibilidad ambiental en
todas las acciones humanas, evaluando el impacto ambiental (huella ecológica) de manera
permanente, con la voluntad de reducirla significativamente y avanzar así, hacia formas
sostenibles y equitativas de producción y consumo, promoviendo una ética de suficiencia y
austeridad.(REAS 2011:6).
En la economía comunitaria andina, sin embargo, la naturaleza es considerada como Madre
(Pachamama) y por lo tanto, tiene un sentido sagrado y religioso; en el ayllu no hay lugar para
el término “recurso”, ya que si todo vive, lo que existe son seres y no objetos, y el ser humano
no es el único parámetro de vida ni es el rey de la creación. Si el principio de occidente busca
dominar la naturaleza; desde el principio originario no se busca dominar nada, se busca
relacionarnos bajo el principio y la conciencia del ayni. Tampoco cabe el concepto de
explotación de nada ni de nadie, porque nada ni nadie es útil sólo para uno, ni el propósito de
las demás formas de existencia es sólo el beneficio del ser humano; todo está en una relación
complementaria, en un perfecto equilibrio (Ayni). Todo está conectado, todo está relacionado
y todo es interdependiente (económica, educativa, jurídica, políticamente y asimismo la
agricultura).(Huanacuni 2010:35)
Una segunda diferencia reside en la concepción del trabajo. Desde la economía solidaria se
promueve el trabajo para todas las personas, digno y emancipador como condición de la
reproducción y desarrollo de la vida humana; como derecho de todo ciudadano, familia, grupo
o comunidad, de integrarse voluntariamente al sistema de división social del trabajo en
condiciones que permitan el desarrollo de sus capacidades, valorando especialmente el
trabajo asociativo autogestionado, realizado solidariamente con autonomía de poderes o
jerarquías alienantes y limitantes del desarrollo de los trabajadores.(Coraggio 2011). Lejos de
considerarse como mero factor productivo o unidad de consumo, la economía solidaria
contempla el trabajo desde una mayor complejidad: en su dimensión humana (como elemento
16
conformador de la integralidad del ser humano); en su dimensión social (capacidades puestas
al servicio de las necesidades de la comunidad, tanto productivas como de reproducción de la
vida); en su dimensión social (garantizando las oportunidades para el acceso a los recursos
necesarios) o en sus dimensiones económica (condiciones dignas sobre la base de relaciones
de cooperación. (REAS 2011:4).
La economía comunitaria andina coincide en la crítica a la visión productivista del trabajo, en
la promoción de una perspectiva transformadora del trabajo como realización personal en
todos sus ámbitos; la abolición de la división sexual de trabajo y un reequilibrio de los
tiempos sociales y ecológicos; que desarrolle las capacidades de las personas, produciendo
bienes y servicios para satisfacer las verdaderas necesidades de la población. Sin embargo,
desde la cosmovisión andina no existe propiamente el concepto de trabajo tal y como se
entiende desde el enfoque anterior, sino que éste contempla todas aquellas actividades
orientadas al cuidado de las personas, para la armonía con la naturaleza y para la reproducción
de la vida; algo que no se considera privativo de los seres humanos, en tanto la reproducción
de la vida es algo que lo hacen también el conjunto de los seres naturales incorporando las
dimensiones culturales del cuidado y la trascendencia en comunidad.
4.3.- Los aportes de la economía feminista a la economía social y solidaria
La economía social y solidaría ha incorporado algunas de las principales aportaciones de la
economía feminista en estas últimas décadas al situar a las personas y a la reproducción de la
vida en el centro de la actividad económica y como principal objetivo de la misma.
La primera de las aportaciones significativas que ha incorporado la ESS es la ampliación del
concepto de trabajo al ámbito del trabajo doméstico y al trabajo de los cuidados.
Tradicionalmente, el ámbito de estudio de la economía se ha limitado al mercado en las tres
esferas de la producción, distribución y consumo; si bien la economía clásica mostró, en
algunos casos, algunas preocupaciones sobre otras esferas de la economía. Pero no es hasta
los finales de los años sesenta cuando la economía feminista planteó los debates sobre el
trabajo doméstico, para relacionar las esferas monetizadas y no monetizadas de la economía, y
defender que la economía no debía de contemplar solamente los mercados y el trabajo
asalariado, sino también los hogares y el trabajo doméstico. (Carrasco 1994, Pérez Orozco
2004).
Desde la economía solidaria, se considera que el trabajo es un elemento clave en la calidad de
vida de las personas, de la comunidad y de las relaciones económicas entre la ciudadanía, los
pueblos y los Estados. El trabajo se sitúa en un contexto social en el que tiene una dimensión
humana, social, política, económica y cultural, que permita el desarrollo de las capacidades de
las personas, produciendo bienes y servicios, para satisfacer las verdaderas necesidades de la
población (nuestras, de nuestro entorno inmediato y de la comunidad en general), ejercitadas
de manera individual o colectiva, remunera o no (trabajo voluntario), contratada o de manera
autoempleada. (REAS 2011:4)
17
Una segunda aportación es la propuesta del concepto sostenibilidad de la vida, entendida
como las diversas formas en las que cada sociedad resuelve sus problemas de sostenimiento
de la vida humana, que tiene sus antecedentes en los años ochenta, y proviene del campo de la
sociología, aunque su abordaje desde la economía feminista es más tardía, ya en la década de
los años noventa. El rápido envejecimiento de la población, la paulatina incorporación de las
mujeres al mercado de trabajo y las políticas de corte más neoliberal están generando lo que
se viene a denominar la crisis de reproducción de la población, que precisa de nuevas
aproximaciones desde la economía feminista. Por una parte, sobre aspectos relacionados con
las cadenas globales de afectos y asistencias, y con sus impactos tanto en los países de destino
como en los propios países emisores a través de las remesas. Por otra, todo lo relacionado con
los presupuestos públicos sensibles al género, y, finalmente, en convergencia y dialogo con el
pensamiento ecologista y el ecofeminismo, se aborda el trabajo de los cuidados como un nexo
entre el cuidado de las personas y el cuidado del medioambiente, dos actividades
tradicionalmente no consideradas por la economía convencional. Entre ellas se presentan tres
claras vinculaciones que tienen que ver con su consideración como “externalidad” al sistema,
en el rechazo a la supuesta autonomía del sistema capitalista (del medioambiente y de los
cuidados), y del rechazo del tiempo homogéneo de la economía de mercado frente al ritmo
ecológico y el ritmo biológico de las personas. (Carrasco 2011; Pérez Orozco 2004, 2012)
Quiroga (2009:79, 85) señala que tanto la economía feminista como la economía social y
solidaria proponen…”una reformulación conceptual de la economía, un redimensionamiento
de lo reproductivo y el reconocimiento del peso que tiene la dimensión simbólica y cultural.
Ambas tienen fundamentos de teoría crítica resultante de develar tanto el sistema patriarcal
como el imperio de la racionalidad utilitarista, manifestadas tanto en la concepción del homo
economicus como del mercado total. Estas visiones de ESS comparten la necesidad de
privilegiar los valores de uso respecto del valor de cambio, lo que implica valorar los bienes y
servicios por su contribución a la reproducción de las comunidades, y no por los mecanismos
usuales del mercado capitalista vinculados al bajo costo y alto margen de ganancia. Esto
implica avanzar en la desmercantilización de los principales bienes y servicios que garantizan
la vida humana, además de recuperar la soberanía sobre el propio trabajo y el reto de
encontrar y extender nuevas formas de organización del trabajo orientadas por la autogestión,
la democracia y una innovación tecnológica coherente con la reproducción de la naturaleza.
5.- Conclusiones
La economía social y solidaria ha recibido aportaciones relevantes de algunas corrientes de
pensamiento económico, lo que permite visualizar la existencia de algunas continuidades, al
tiempo que presenta algunos desencuentros que es preciso clarificar en orden a contar con
criterios para elaborar las políticas públicas de economía social y solidaria en Ecuador.
18
Los enfoques del desarrollo local contienen elementos comunes con los principios de las
economía social y solidaria, como la consideración y conceptualización del territorio, la
importancia de la concertación de los actores sociales en el territorio, la importancia y la
relevancia de la formación y a la adquisición de capacidades por parte de la ciudadanía; o el
compromiso con el entorno. Sin embargo, además de estas coincidencias y similitudes
evidentes, existen, así mismo, diferencias o rupturas entre los postulados que contempla el
desarrollo local y los principios de la economía solidaria, como la propia concepción del
desarrollo, el papel y la relevancia de lo local frente a la inserción internacional, el fin
lucrativo o no de las iniciativas y emprendimientos económicos, la prioridad de la lógica
productivista frente a la sostenibilidad ambiental; o la prioridad de la cooperación frente a la
competencia.
La economía comunitaria andina aporta algunos elementos muy interesantes para dotar de
contenido a la economía solidaria, con la que presenta elementos en común como la forma en
la que se sitúa frente a la economía de mercado como principio organizador de la sociedad, o
la defensa de la diversidad de las formas económicas sobre los principios de reciprocidad,
complementariedad, correspondencia y relacionalidad. Entre la economía social y solidaria y
la economía comunitaria andina existen, no obstante, algunos desencuentros, como la propia
consideración de la naturaleza como recurso o como Pachamama; o la concepción del trabajo,
que responden, entre otras razones, a los diferentes contextos históricos y culturales en los que
se han desarrollado.
La economía social y solidaría ha incorporado algunas de las principales aportaciones de la
economía feminista en estas últimas décadas, como la ampliación del concepto de trabajo al
ámbito del trabajo doméstico y al trabajo de los cuidados; o el concepto de sostenibilidad de
la vida, que comparte así mismo con la economía comunitaria, aunque en la práctica, todavía
quede mucho por avanzar para que esta incorporación se realice de forma integral.
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