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1
Título – Servicio Social, Trabajo y Formación Profesional: Desafíos
Contemporáneos
José Fernando Siqueira da Silva 1
Maria Ângela Rodrigues Alves de Andrade 2
1. El Servicio Social brasileño: su origen, su desarrollo y sus particularidades
La crisis del capital y sus más recientes estrategias de reproducción
ampliada – sentidas en Latino América en la década del 90 del siglo XX -, ha
generado enormes impactos en la cuestión social contemporánea (MARX, 1984, p.
187) 3 . La consecuencia de este escenario es visible y repercute directamente en el
día a día de los asistentes sociales: la reorganización de los estados nacionales, el
énfasis en políticas sociales puntuales circunscritas a la pobreza absoluta, los
densos cambios en el mundo laboral en la era de la pos-reestructuración productiva
(que, evidentemente, penalizan la labor a favor del capital) y la profundización de la
desigualdad social y de sus múltiplas expresiones marcadas por la concentración de
la propiedad (considerando la particularización del capitalismo en los diferentes
países latinoamericanos). Evidentemente que todo esto se repone, al mismo tiempo
con mecanismos de estabilidad y de instabilidad en el orden burgués, esta
contradicción inherente al metabolismo del capitalismo y a la necesaria reproducción
permanente del capital. En otras palabras, no estamos delante de “una nueva
cuestión social” (como cree ROSANVALLON, 1995) o de “metamorfosis” que crean
espacios para cuestiones y luchas sociales que se fragmentan entre si (CASTEL,
1998). Lidiamos, en realidad, con una cuestión social que se particulariza, esto
quiere decir que posee una historia marcada por contradicciones que hacen parte de
la naturaleza de la propiedad privada (la apropiación privada de la producción social)
y de una determinada historicidad que impone alteraciones a lo social para que
puedan ser reconstruidas (como “concreto pensado” - MARX apud FERNANDES –
1
Asistente social y doctor en Servicio Social por la Pontificia Universidad Católica de San Paulo (PUC).
Profesor del Departamento del Servicio Social da UNESP-Franca (graduación y pos-graduación). Líder de los
grupos de estudio Teoría Social de Marx y Servicio Social y Violencia y Servicio Social (GEVISS). Orientador
del grupo de extensión universitaria GAPAF (Grupo de Alfabetización Paulo Freire).
2
Asistente social, libre-docente por la Facultad de Historia, Derecho y Servicio Social de Franca (UNESPFranca). Profesora del Departamento del Servicio Social de la UNESP y miembro del Grupo de Estudios e
investigaciones Sobre Formación Profesional en el Servicio Social (GEFORMSS).
3
La cuestión social está aquí comprendida como un complejo social que forma parte de la naturaleza de la
propiedad privada en el capitalismo, esto quiere decir que es una manifestación directa de la apropiación privada
de la producción social y de la ley general de la acumulación capitalista. Sobre esta discusión en el Servicio
Social, puede consultarse el debate presentado en ABEPSS/Temporalis (2001). Una buena discusión también se
puede encontrar en PASTORINI (2004).
2
org, 1989) y enfrentadas colectivamente por las fuerzas sociales comprometidas con
la emancipación humana (MARX, 2005-1).
El Servicio Social, como una profesión incluida en la división social y
técnica del trabajo colectivo (IAMAMOTO & CARVALHO, 1985), posee una
funcionalidad en la gestión de las múltiplas tensiones sociales diariamente
enfrentadas por los asistentes sociales en sus espacios socio-ocupacionales
particulares. Son innegables los vínculos conservadores de la profesión desde su
origen marcado por la era de los monopolios (PAULO NETTO, 1992) y por la
profundización de la cuestión social reconocida, en el caso brasileño, por el modelo
urbano-industrial claramente asumido en el primer gobierno de Getúlio Vargas
(1930-1945) y por la tendencia creciente de la iglesia católica -en esta misma épocaen recristianizar la sociedad apoyándose en la modernización de las acciones
legales 4 . A partir de la alianza entre la iglesia católica, el Estado y la burguesía,
teniendo en cuenta, la cuestión social como elemento central, es así que surgió el
Servicio Social con la finalidad de amenizar las contradicciones y conflictos sociales
oriundos de la relación capital y trabajo. La acción profesional se revela en un tipo de
“practica humanitaria, sancionada por el Estado y protegida por la iglesia, como una
mistificada ilusión de servir” (MARTINELLI, 1989, p. 57).
Las dos primeras escuelas brasileñas fueron fundadas por la iglesia
católica – inicialmente a partir de una influencia europea – y tenían como
fundamento, para la formación profesional de los asistentes sociales, la doctrina
social de la iglesia con un carácter esencialmente moral y doctrinario lo que
rectificaba la orientación del apostolado social. Entre 1936 y 1945, la enseñanza del
Servicio Social ya era ministrada en diez escuelas brasileñas localizadas en las
provincias de Amazonas (1), Bahia (1), Paraná (1), Pernambuco (1), Rio Grande do
Norte (1), São Paulo (1 – la primera escuela fundada en 1936) y Rio de Janeiro (4).
Siete escuelas estaban ubicadas dentro de las universidades federales y estaduales,
debido a que expresaban el reconocimiento, incluso del Estado, de la necesidad de
expandir los cursos de Servicio Social, recalcando la idea de Getúlio Vargas de que
la educación sería un camino para el progreso y la posibilidad de modernización de
la economía nacional. En este sentido, la presencia de las directrices generales de la
4
Las encíclicas papales “Rerum Novarum” (1891) y “Quadragesimo Anno” (1931) revelan magistralmente la
propuesta católica de humanizar el capitalismo y negar ferozmente el comunismo. Sobre esto consultar
CASTRO, 1989, p. 47-62 y YAZBEK, 1980.
3
estructura de enseñaza universitaria de la época, fueron también decisivas para la
creación de los cursos del Servicio Social.
La formación de los primeros asistentes sociales debe ser comprendida
en el contexto de la llamada “reacción católica”, orientada por el proyecto
educacional brasileño de la época, aunque, todo esto se haya desarrollado con base
en el proyecto urbano-industrial responsable por crear las condiciones (ideo-políticas
y económicas) para paulatinamente edificar la sociedad de mercado brasileño a
partir de 1930 (sustentada en la lógica mundial del capitalismo monopolios). La
existencia de los cursos públicos no significó una formación necesariamente distinta
a la ofrecida por las instituciones privadas y confesionales, ya que el gobierno de
Vargas estaba de acuerdo con el ideario católico de la época y, simultáneamente,
había una fuerte influencia religiosa impregnando en la profesión.
El pensamiento conservador y la influencia de la doctrina católica
trazaron un perfil de formación e intervención para los profesionales del Servicio
Social sustentados en un cierto tipo de acomodación, entre principios burgueses y
valores cristianos (por tanto un perfil claramente sincrético desde su origen). La tarea
del profesional era (y aun es – a partir de las condiciones socio-históricas
contemporáneas) amenizar conflictos, recuperar el equilibrio y preservar el orden
vigente. El resultado de este proceso no podría, evidentemente, legitimar los
intereses y necesidades de la clase obrera, aunque lidiara con demandas indicadas
por esta clase social. En este sentido, la profesión inicialmente desarrolló una forma
de acción marcada por cierto tipo de apostolado social fundado con una perspectiva
moral y religiosa de la cuestión social (orientada por una concepción humanistaconservadora), priorizando los “desvíos”, las “patologías” existentes en la formación
de la familia y de los individuos.
Las
décadas
de
1940
y
1950
fueron
significativas
para
la
institucionalización del Servicio Social. La expansión de los cursos, en esta época,
hizo parte de la propia expansión de la enseñaza superior en el Brasil. Entre 1946 y
1963 se forma la red de universidades federales, así como surgen otras instituciones
estaduales, municipales y privadas en diferentes regiones del país 5 . El paradigma
utilizado para la implantación de la enseñanza superior mantenía la perspectiva de
estimular cambios necesarios para el proceso urbano-industrial obtenidos,
5
En 1953 la profesión conquista su validad legal tardíamente.
4
claramente, por medio de “ajustes” conservadores. Los currículos de los cursos del
Servicio Social estaban centrados en la “integración del individuo al medio” y el
conservadorismo católico era cada vez más recalcado – perfeccionando su perfil
sincrético – por medio del Servicio Social americano sustentado en la teoría social
positivista y su “tecnificación”.
Después del fin de la II guerra mundial, la hegemonía europea en la
formación de los asistentes sociales fue más intensamente substituida por la
influencia norteamericana (ya en curso anteriormente). Se recalca el énfasis en la
instrumentalización técnica y el método para la intervención, destacando la
importancia de una acción eficaz del trabajo social en el campo de las políticas
sociales cada vez más adensadas para lidiar con la cuestión social. Se Implanta, en
esta época, los “métodos” del Servicio Social de Caso y de Grupo, así como se
introduce el planeamiento y la administración en los cursos de formación profesional.
Al mismo tiempo, a partir de 1960, otras disciplinas pasan a tratar de temas sobre
comunidades, prácticas junto a empresas, centros urbanos, instituciones, entre
otros, contestando particularmente las preocupaciones formativas que pudieran lidiar
con la propuesta desarrollista claramente materializada en el gobierno de Juscelino
Kubitschek (1956-1961). El sincretismo y el eclecticismo teórico-práctico y técnicoinstrumental, se adensa teniendo como referencias fundamentales los principios
doctrinarios católicos y los elementos
técnicos-científicos de perfil positivista-
funcionalista.
La profundización de la sociedad burguesa monopolista, su forma
particular de objetivación en Brasil (FERNANDES, 1987) y su modelo urbanoindustrial claramente delineado en el paradigma desarrollista de la segunda mitad de
1950, impusieron fuertes desafíos al Servicio Social brasileño. Los desdoblamientos
de este escenario sobre la cuestión social, generaron una crisis irreversible del
modelo doctrinario-sincrético – ya anunciada y en proceso – imponiendo la
necesidad de una profunda revisión del “Servicio Social tradicional” (NETTO, 1991) y
de su relación con las demandas que en aquel momento histórico exigía de la
formación y de la intervención profesional. El ápice de esta crisis tuvo como síntesis
un sincrético y heterogéneo “proceso de reconceitualización” que manifestó varias
tendencias
predominantemente
“modernizadora”
(de
orientación
denominadas
por
NETTO
funcionalista-positivista),
(1991)
como
“reatualización
del
5
conservadorismo” (de inspiración fenomenológica) e “intensión de ruptura” (de
tendencia marxista). Evidentemente que el proceso de reconceituación, como todo
espacio de debate, generó discordancias entre los que apoyaron el movimiento y los
que lo rechazaron, aclarando y profundizando divisiones inspiradas en matrices
teóricas y posiciones ideo-políticas antagónicas.
Además de las observaciones ya apuntadas sobre de la tradición
católica desde el origen del Servicio Social, es posible observar que la tendencia
sincrética anteriormente constatada se mantuvo – con otro ropaje – durante todo el
proceso
de
reconceituación
independientemente
de
las
matrices
teóricas
involucradas. Esas tendencias insertas en la reconceituación y ya indicadas a partir
de los estudios de NETTO merecen destaque:
• un cierto tipo de funcionalismo – de base positivista – adaptado al Servicio Social
en la segunda mitad del año de 1960 y originalmente documentado en los
encuentros de Araxá (1967) y de Teresópolis (1970) – CBCISS, 1986). Se trata de
una orientación de fuerte perfil tecnicista, promotora de la ruptura entre la teoría y
la práctica y responsable por la formulación de una metodología profesional
sustentada en el “diagnóstico” y en la intervención planeada”. Se moderniza, aquí,
los abordajes de caso, de grupo y de comunidad (oriundos de la década del
cincuenta) y se refunda un ejercicio profesional comprometido con la integración
social y con la identificación de las “patologías sociales” – “situaciones problemas”
– que limitan el desarrollo social (aquí entendido como el orden del capital). Hoy
esta perspectiva se desdobla y se perfecciona en la “badallada” teoría sistémica,
manteniendo sus pilares maestros absolutamente intactos: la salud del cuerpo
social con su fuerte noción de equilibrio, el énfasis en las Ciencias Naturales como
referencia para analizar temas socio-históricos y un fuerte apelo a la
modernización. Ciertamente que la trama interna reivindicada por la teoría
sistémica, es mucho más compleja en el sentido de incorporar y contestar a las
demandas impuestas por la historicidad del inicio del siglo XXI 6 .
• los estudios de inspiración fenomenológica (capturados de la tradición de Husserl y
de Heidegger – adosados por autores como Merleau Ponty), materializados, en el
6
Basta pensar, por ejemplo, en la compleja noción como “red”, que reivindica una intensa y minuciosa relación
entre las partes para el equilibrio del todo. En este sentido, la tradicional “disfunción” positivista se flexibiliza
siendo capitalizada a favor del equilibrio sistémico. Sobre esto consultar CAPRA, 1996.
6
Servicio Social, en un tipo de abordaje individual y personalista traducida por
medio de una propuesta metodológica sustentada en la triade “diálogo, persona y
transformación social” (ALMEIDA, 1986). En esta formulación, es nítida el
recalentamiento del ideario católico que tempera los valores que orientan la
“relación de ayuda” establecido entre el profesional y el “cliente” (NETTO, 1991). A
partir de esta perspectiva, lo más significativo no es necesariamente la realidad
(aunque ella sea reconocida como tal), y sí la interpretación de la “consciencia
intencional” del “cliente”, en una determinada existencia (de un “ser en el mundo”),
considerando la aprehensión que esto hace sobre la realidad.
• la influencia de un tipo de marxismo vulgar (“marxismo sin Marx”). En este
contexto, los elementos que sustentan la teoría social de Marx son simplificados
por esquemas de manuales: la dialéctica materialista está comprendida como un
juego mecánico y formal entre la tesis, la antítesis, la síntesis y la categoría de la
totalidad vaciada; la teoría valor trabajo es reivindicada para sustentar una
determinación mecánica de la economía, banalizando la noción de condiciones de
existencia a su relativa prioridad – en última instancia – a un dominio de la
economía en su sentido estricto (economicismo); la perspectiva de la revolución no
es apañada en su complejidad, es decir, como una posibilidad histórica dinamizada
por la lucha de clases y por condiciones históricas determinadas. La revolución,
entonces, aparece como una tarea del Servicio Social y de un conjunto de
profesionales mesiánicamente comprometidos con la “capacitación”, con la
“organización” y con la “transformación” de la realidad (SANTOS, 1983), aunque,
está claro que todo profesional debe tener su compromiso social 7 .
Se observa, por tanto, que el movimiento no dio cuenta de contestar
suficientemente toda la problemática que él mismo planteó (y no había como lograr
esto plenamente). Inevitablemente se desdobló, buscó diferentes caminos,
diferentes tendencias más o menos conservadoras o progresistas. Con todos sus
límites permitió una mejor comprensión sobre la contradicción en que está inserta la
profesión, indicó pistas para una mejor explicación sobre su significado social y,
sobretodo, ofreció mejores condiciones para tener en cuenta los problemas de una
“identidad atribuida” históricamente (MARTINELLI, 1989) recusándose a reproducir
7
Diversos ensayos producidos por IAMAMOTO (1994) y PAULO NETTO (1991 e 1996), destacan esa
debilidad. .
7
modelos importados para la formación y para el ejercicio profesional. Además, con
todos estos límites, este debate tuvo un gran mérito: recolocar cuestiones
relacionadas con la formación profesional (en sus aspectos teóricos, metodológicos,
técnico-instrumentales y prácticos), así como plantear la necesidad de la
interlocución con las Ciencias Sociales destacando, sobretodo, la necesidad de una
formación teórica más consistente y la importancia de la investigación y de la
producción de conocimientos 8 .
Por tanto, este intenso debate latinoamericano que consumió casi una
década (1965-1975) fue importantísimo para la supervivencia del Servicio Social
como una profesión que desarrolla determinada actuación especializada en la
división social y técnica en el mundo laboral (IAMAMOTO & CARVALHO, 1985). El
Servicio Social brasileño no llegaría hasta el siglo XXI con la densidad que
ciertamente ha llegado (aunque, también, está con innúmeros límites y problemas),
sin vivenciar intensamente el proceso de reconceituación.
Como ya indicaba
NETTO (1981, p. 75), en una de sus primeras síntesis sobre la crítica conservadora
al proceso de reconceitualización,
desvelar a inépcia da crítica conservadora reveste-se de um duplo
sentido: resguardar a profissão dos danos realmente contidos na
tendência restauradora e, ao mesmo tempo, acumular o fôlego
analítico de que o Serviço Social carecerá, dado um novo movimento
de afluxo das forças comprometidas com a revolução social latinoamericana, para transcender os seus constrangimentos institucionais.
La democratización política (“lenta y gradual”) desencadenada en la
primera mitad de los años 80 del siglo XX y todo proceso que culminó con la
elaboración de la constitución brasileña de 1988, ofreció condiciones objetivas para
importantes discusiones sobre el desmonte de la “basura autoritaria” (legado del
proceso contrarrevolucionario desencadenado en los años 60-70 del siglo pasado en
todo continente latinoamericano). Es en ese contexto de profundización de las
discusiones reconceituadas, de la perdida de fuerza del régimen dictatorial brasileño
8
Evidentemente que el proceso de reconceitualización no se limitó al territorio brasileño. Se tratase de un
movimiento latinoamericano, heterogéneo, que ocurrió en general entre 1965 y 1975, no exactamente, que se
propuso a promover una revisión teórico-metodológica y técnico-instrumental del Servicio Social. Es muy
importante frisar que las dictaduras militares de derecha banalizaron negativamente este debate. Las discusiones
trabadas entre PAULO NETTO (1981) y JUNQUEIRA (1980), por ejemplo, revelan, en el caso brasileño,
interpretaciones antagónicas sobre el mismo movimiento y sobre sus impactos en la profesión.
8
(defensor de la autocracia burguesa en aquella oportunidad) y de los debates sobre
la redemocratización política en Brasil (recalcada por diferentes y antagónicas
fuerzas sociales que tenían como palabra de orden las elecciones directas en todos
los niveles y la formulación de una nueva constitución), que el Servicio Social se
desarrolla en la era pos-reconsceptuada e inicial en los años 90.
Por supuesto que los años 1970 y 1980 trajeron para los asistentes
sociales la necesidad de una “revisión” y de una “reorientación” de sus acciones
profesionales. El movimiento de reconceitualización reveló la absoluta necesidad de
superar la orientación profesional como actividad únicamente técnica. El proyecto de
“intensión de ruptura” (así denominado por NETTO - 1991), asumió una posición de
destaque y pasó a influir decisivamente – considerando su diversidad interna – en
los caminos que serían trillados por la profesión a partir de los años 1980. En esta
nueva perspectiva, los cursos de Servicio Social buscaban espacios – en el interior
de las contradicciones del sistema capitalista –para proponer un proyecto de
formación profesional crítico y político, que favoreciera una comprensión más densa
de la realidad brasileña, la capacitación teórico-práctica para que los asistente
sociales actuaren en una sociedad burguesa y en mejores condiciones para la
producción de conocimientos sobre la realidad. La reforma curricular debería estar
centrada en el análisis de la cuestión social y de los fundamentos teóricos e
históricos de la profesión, considerando la inserción del Servicio Social en la división
social y técnica del mundo laboral (IAMAMOTO, 1985) 9 .
La propuesta curricular mínima fue, entonces, aprobada por el Consejo
Federal de Educación por medio del parecer no. 412/82, quedándose determinado
dos años para su implementación en todas las unidades de enseñanza del país.
Entretanto, el ejercicio de la nueva directriz suscitó críticas en el interior de la
profesión y en las facultades. La opción inspirada en una vertiente marxista, que
tenía como base de conocimiento la crítica de la realidad social, no se articulaba con
los modos operativos demandados para la profesión. El problema no estaba en el
proyecto que se había planteado, si no en como viabilizarlo.
9
Más recientemente, sobretodo en los años 90, esta discusión avanzó en el sentido de profundizar la
comprensión del Servicio Social como profesión y de la actuación profesional como trabajo profesional inserto
en el procesos de trabajo (teniendo como referencia los estudios de IAMAMOTO). Es necesario recalcar que esa
discusión no ocurre tranquilamente en el Brasil, incluso entre los asistentes sociales orientados por estudios más
densos sobre la producción teórica marxiana. Para una discusión más contemporánea sobre eso, consultar el
debate trabado entre LESSA (2007) y IAMAMOTO (2007).
9
En la primera mitad de los años 1990 la Asociación Brasileña de
Estudios y Servicio Social (ABESS), creada desde 1946, nuevamente recolocó la
cuestión de la formación del asistente social delante de las exigencias que de
adensaban y se aclaraban en tiempos de democracia política. La preocupación
principal era proponer un “salto cualitativo” teniendo en cuenta las conquistas y los
problemas puestos a partir de la primera revisión curricular de los años 1980. El
contenido de las discusiones consideraba, como ejes fundamentales, la dirección
social, la perspectiva teórico-metodológica, la formación del mercado de trabajo y el
tratamiento
dispensado
pala
el
análisis
de
la
realidad
social
brasileña
(ABESS/CEDEPSS, 1997). La segunda revisión, incorporando el legado de la
primera revisión, venía impregnada de la idea de que el conocimiento no es un
conjunto aislado de informaciones, pero un conjunto de ideas y conocimientos
comprometidos con una determinada visión de mundo, un proyecto político (aunque
no identificado con la esfera partidaria). Se resalta, así, tres dimensiones importantes
y absolutamente articuladas en el proceso de formación profesional: las dimensiones
teórica-metodológica, técnica-operativa y ética-política. Se sustenta, aquí, la base
contemporánea del Servicio Social brasileño.
Por tanto, la década de 1990 impuso al Servicio Social innúmeros
desafíos. Los profundos cambios en la esfera productiva y sus impactos en la
existencia del ser social de materializaron, para el asistente social, por medio de
diversas demandas sociales que se particularizaron teniendo como base la
profundización de la cuestión social en tiempos de democracia política. Al mismo
tempo, el legado de la década de 1980 apuntaba para la consolidación de un
conjunto de legislaciones sociales edificadas a partir del desmonte del aparato
autoritario-militar: El Sistema Único de Salud (SUS), el Estatuto del Niño y del
Adolescente (ECA), la Ley Orgánica de la Asistencia Social (LOAS), las discusiones
en el área de asistencia (hoy objetivadas en el Sistema Único de Asistencia Social –
SUAS), las políticas desarrolladas con ancianos y mujeres (recientemente
profundizadas con el Estatuto del Anciano y con la Ley María de la Peña), entre
otras conquistas jamás inscritas en los quinientos años de la historia oficial
brasileña 10 . Entretanto, esas conquistas – sin la menor intensión de descartarlas –
10
Vale recordar que un nuevo Código de Ética de los asistentes sociales fue elaborado y aprobado (1993),
anunciando los cambios que también se expresarían pocos años después en los currículos. Este cambio,
10
ya mecieron ser condenadas por profundas restricciones del orden financiero que,
en última instancia, fue un mero reflejo del nuevo padrón de acumulación sustentado
por una propuesta liberal más radical ya claramente visible en 1970 e implantada en
los cuatro rincones del planeta (aunque sentida en Latinoamérica solamente en los
años 90) 11 .
Los años 90 inauguraron, particularmente en Brasil, inicialmente en la
era Collor de Melo (1990-1992) y más profundamente en los dos gobiernos de
Fernando Henrique Cardoso (1995/02/002) y de Lula da Silva (2003 – en curso), una
fecha de contra-reformas (BEHRING, 2003), de reestructuración de los estados
nacionales (con pequeñas variaciones de un gobierno para otro), de sucesivas
políticas económicas afinadas con el cumplimiento de metas demarcadas por el
superávit primario (consideradas necesarias para el equilibrio de las cuentas
públicas y para la atracción de capitales externos especulativos o no) y,
evidentemente,
por
políticas
precarias
aunque
con
densos
recursos
(específicamente en la era Lula), pero pulverizados e invertidos en acciones
puntuales destinadas a la pobreza absoluta y sustentadas en acuerdos como el
llamado tercer sector (MONTAÑO, 2002).
En este escenario los asistentes sociales, en general, pasaron a creer
(en diferentes espacios – incluso dentro de las universidades) que la afirmación de
derechos y la implantación y mayor radicalización de la democracia (con las
condiciones nacionales) sería el camino para la construcción de una “otra sociedad”
con individuos emancipados. Ese contexto fue adulzado por la elección de Lula da
Silva para la presidencia del Brasil, que se constituyó en un importante líder político
originario de la izquierda sindical-operaria y oposición actuante desde la fundación
del Partido de los Trabajadores (PT) 12 . Lo que se presentó, ahora claramente para
los asistentes sociales, es cual sería la nueva sociedad que se desea (indicada,
incluso, en el Código de Ética y en la directrices curriculares actuales) y,
simultáneamente, de cual emancipación se habla considerando el referencial teórico
que se presentó con mayor intensidad en la era de pos-reconceituación: el
entretanto, profundizaran y perfeccionaron el diálogo entre el Servicio Social, la teoría social de Marx y su
tradición.
11
Los economistas de la segunda mitad del siglo XX Friedrich Hayek (1990) y Milton Friedman (con sus
innúmeras producciones sobre la libertad de mercado sustentada en el “laissez-faire”), son, innegablemente, los
ideólogos inspiradores de esa vertiente ultraliberal.
12
Un bueno análisis sobre el PT contemporáneo y sobre sus vínculos socio-históricos con el Servicio Social
encontrase en PAULO NETTO, 2004.
11
referencial marxiano (MARX, 2005-1). Uno de los cuadros más importantes del
Servicio Social brasileño, entretanto, ya apuntaba los problemas de este tipo de
equívoco que se escacharraba a partir de 2003 con la elección de Lula (aunque
fueron previstos embates en el interior del gobierno).
No seu estágio contemporâneo, no capitalismo dos nossos dias, fica
cada vez mais patente, cada vez mais claro, que a relação originária
entre ordem do capital e demandas democráticas, que era uma relação
de contradição, tem se transformado numa relação de antagonismo.
(...) A luta por direitos, velhos e novos - e percam as ilusões aqueles
que as têm -, é nesse momento uma luta anticapitalista. (PAULO
NETTO, 2004-2, conferência proferida no XI Congresso Brasileiro)
Es imposible pensar y actuar efectivamente y críticamente en los
inmensos desafíos contemporáneamente impuestos al Servicio Social – superando
posturas románticas y fatalistas (IAMAMOTO, 1994) –, sin que sean consideradas
tales ponderaciones. Es exactamente a partir de eses parámetros, esto quiere decir,
de una mayor precisión teórico-práctica y socio-histórica (de existencia del ser social
en la historia a partir de determinada historicidad), con determinada finalidad éticopolítica y rigorosa aprehensión de la lógica de la realidad (MARX, 2005-2, p. 39), que
será posible sintonizar críticamente la profesión con las principales demandas
presentadas al Servicio Social en la actualidad.
2. Servicio social: algunos de sus principales desafíos
Un gran desafío contemporáneo (que no es nuevo) es formar
profesionales que nieguen, al mismo tiempo, el academicismo y el intervencionismo.
No se trata, aquí, de negar abstractamente la existencia de esa separación en la
naturaleza del orden burgués (una característica inherente a los marcos del capital),
pero de cualificar la actual formación profesional reconociendo sus principales
contradicciones y limitaciones en diferentes espacios universitarios (públicos y
privados), bien como el inmenso abismo que hay entre la academia y las otras
localidades en que la intervención profesional se realiza. Formar intelectuales
significa insistir en un tipo de formación profesional con fuerte base teórica
necesariamente comprometida con una investigación que se vuelva para las
demandas cotidianas reales. No se trata, por tanto, de cualificar en el sentido estricto
de convertir el profesional más “competente técnicamente” sustentado en una
12
“referencia teórica necesaria” para la acción profesional (actitud altamente funcional
para el orden societaria hegemónica). Evidentemente que ésta acumulación de
conocimientos en sí no es suficiente, como también es perversa la simple inserción
de los profesionales en espacios lejanos a la sociedad burguesa (cotidianamente
consumidos por las particularizaciones de la cuestión social).
Teniendo en cuenta esta propuesta de cuestionamiento de la dicotomía
entre teoría y practica, aun vigente en la profesión, entre disciplinas teórico/analíticas
y técnico/prácticas y entre los que piensan y los que hacen, es necesario que sea
superada la incorporación limitada que se hace del concepto de teoría que la pone
como descolada del proceso y del sentido del evento estudiado. Esta perspectiva
dicotómica crea una distancia entre los profesionales cuya intervención ocurre
diariamente en instituciones comprometidas – en general – con la objetivación de
políticas sociales, y los profesionales que desarrollan actividades académicas. El
aislamiento dificulta la construcción de un ejercicio profesional teórico-práctico, es
decir, impide que se consolide un intelectual que sepa pensar sobre cosas concretas
y edifique un único saber que no separe la explicación de la intervención. Se
combate, entonces, la “aplicación” teórica”, “las receptas académicas arrogantes”,
que enseñan a los profesionales “la práctica” (los “técnicos ejecutores”). O, al
contrario, se cuestiona la otra arrogancia, la que cree en la espontaneidad de la
práctica y en su pragmatismo como fuente creadora de conocimientos. Lo que se
propone, aquí, es otra relación entre la ontología (la existencia del ser social en
dada historicidad) y la gnoseología (el conocimiento sobre ese ser), en el proceso de
producción de conocimientos que mira el concreto como “concreto pensado” 13 . Por
tanto, es necesario profundizar la discusión acerca de los currículos, combatiendo la
fragmentación y los “minimalismos” teóricos comprometidos con el “esencial” para la
actuación profesional. Este procedimiento debe contaminar todo proceso de
formación profesional, incluso la investigación y la producción de conocimientos
(guardando sus especificidades en los diferentes niveles de la intervención
profesional).
Sin esta base tendremos, siempre y solamente, “académicos” y
“prácticos”.
13
Es necesario, al mismo tiempo, reconocer las inmensas dificultades contemporáneas para una formación en
los términos aquí indicados. La proliferación general y sin criterios de la enseñaza a distancia y los problemas
con la enseñanza presencial, por ejemplo, han sido reestructurados a partir de una clara perspectiva de mercado.
13
Todo este proceso, entretanto, no puede contar solamente con
“docente iluminados” (casi siempre muy poco iluminados). Es necesario que esa
discusión sea amplia, o sea, involucre a los docentes, a los dicentes y a los
profesionales del Servicio Social. Las universidades, los centros universitarios y las
facultades (públicas o privadas – a partir de sus condiciones objetivas), con sus
respectivos
docentes,
necesitan,
sí,
estimular
este
proceso.
Todo
esto,
inevitablemente, incomoda la “tranquilidad académica” (muchas veces marcadas por
investigaciones centradas en la abstracción de los docentes y por cierta resistencia
para enfrentar el difícil día a día profesional), así como sacude el aislamiento
práctico, llamándolos al debate y reivindicando la construcción colectiva.
Es en este sentido que la práctica (necesariamente curricular) de los
alumnos y los núcleos responsables por acompañar esta práctica, son espacios
concretos que pueden propiciar y dinamizar momentos de aproximación y de
formulación de alternativas. Esa dimensión de los cursos de Servicio Social necesita
ser cuidada con cariño y ocupada como un importante espacio que pueda aproximar
los segmentos involucrados en la formación y establecer cuestiones concretas para
un diálogo concreto. Con todos los límites de esta iniciativa, ésta es importante para
fomentar mecanismos de resistencia capaces de combatir el inmenso abismo entre
el pensar y el hacer, reunir fuerzas comprometidas con la lectura crítica del real
(guardados de los problemas que también se colocan en este nivel) y,
simultáneamente, ofrecer mejores condiciones para una apropiación crítica de
desafíos contemporáneos y concretos. Es en este momento que importantes
categorías de análisis deben ser forcejeadas teóricamente y prácticamente en sus
límites: democracia, emancipación (política y humana), cuestión social, exclusióninclusión social, ética, justicia, equidad, formación y recalificación profesional,
supervisión,
entre
otras,
discutiendo
seriamente
lo
que
significan
en
la
contemporaneidad. Ciertamente que las interpretaciones serán diversas y suscitarán
divergencias ni siempre solucionables en el sentido de una hegemonía posible
(mucho menos como consenso). Pero, es necesario que quede claro, para más allá
de la abstracción, lo que significa el “ético-político” y de cual nueva orden societaria
que se habla. No es poco afirmar que existe un compromiso de la categoría
profesional con niveles crecientes de emancipación política, pero también es
igualmente importante reconocer la confusión que se ha hecho entre este tipo de
14
emancipación y la emancipación humana (genérica e idealmente identificadas en las
palabras “emancipación” – LESSA, 2007-1).
Así, vale decir que todo este proceso ubicado en el ámbito de la
formación profesional carece de otro elemento esencial: el vínculo popular, o sea,
una mayor énfasis en la relación de la profesión con los movimientos sociales. Lejos
de cualquier perspectiva mesiánica que pueda confundir praxis profesional y praxis
social o mezclar la naturaleza de una profesión con la naturaleza de los movimientos
sociales (y estos también presentan, hoy, serios límites), es importante recrear, en la
contemporaneidad, vínculos sociales que oxigenen la profesión (en sus múltiplos
espacios socio-ocupacionales – incluso, aquí, las unidades educacionales). Es
necesario enriquecer los espacios institucionales con lo que ellos no pueden ofrecer:
potencia real para contestaciones. Esto no significa aceptar sin crítica las demandas
explicitadas por los movimientos sociales, pero reconocer que ellos, con todos sus
límites, son fundamentales para la emancipación humana. Se trata de estimular un
trabajo profesional que no se limite a los límites de las instancias institucionales y
que sepa, también, forcejear inteligentemente esas fronteras teniendo en cuenta que
su propia acción es importante aunque insuficiente. Al mismo tiempo, la profesión
puede contribuir para que las luchas sociales emprendidas por los movimientos sean
perfeccionadas con informaciones institucionales relevantes, remando contra la
fragmentación de reivindicaciones que acaban dificultando sensiblemente luchas
colectivas.
3. Comentarios finales
El
análisis
presentado
endosa
la
seriedad
de
los
desafíos
contemporáneos que el Servicio Social ya enfrenta cotidianamente: o reafirmamos el
Código de Ética y el Proyecto Ético-Político de la profesión – particularmente en el
caso brasileño – en el exacto sentido de aclarar y de radicalizar la aprehensión y la
utilización teórico-práctica de categorías sociales relacionadas con la existencia del
ser social en el orden burgués desarrollado (trabajo, cuestión social, democracia,
emancipación, solidaridad, justicia, equidad, libertad, entre otras), o eliminaremos
cualquier posibilidad de resistencia y de reorganización de las fuerzas progresistas
en estos tiempos de supremacía del capital sobre el mundo laboral. Sucumbiremos,
entonces, a la deshumanización del hombre y reafirmaremos un Servicio Social
exclusivamente sintonizado con la reproducción del capital en escala ampliada. Esto,
15
ciertamente, realinea la profesión y sus cuadros (incluso los más intelectualizados)
con un tipo de emancipación circunscrita al “ciudadano” consumidor responsable y
comprometido con la “solidariedad” de clases.
Como las posibilidades históricas de resistencia aun están disponibles
y las contradicciones del orden burgués – por donde es recreada la cuestión social –
implícitas en su metabolismo (inherentes y insolucionables a partir del reino del
capital y de la propiedad privada), es necesario creer en la capacidad del hombre de
recuperar sus propias fuerzas y ejercer su papel como posible sujeto histórico
comprometido con la emancipación humana.
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