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1 Título – Servicio Social, Trabajo y Formación Profesional: Desafíos Contemporáneos José Fernando Siqueira da Silva 1 Maria Ângela Rodrigues Alves de Andrade 2 1. El Servicio Social brasileño: su origen, su desarrollo y sus particularidades La crisis del capital y sus más recientes estrategias de reproducción ampliada – sentidas en Latino América en la década del 90 del siglo XX -, ha generado enormes impactos en la cuestión social contemporánea (MARX, 1984, p. 187) 3 . La consecuencia de este escenario es visible y repercute directamente en el día a día de los asistentes sociales: la reorganización de los estados nacionales, el énfasis en políticas sociales puntuales circunscritas a la pobreza absoluta, los densos cambios en el mundo laboral en la era de la pos-reestructuración productiva (que, evidentemente, penalizan la labor a favor del capital) y la profundización de la desigualdad social y de sus múltiplas expresiones marcadas por la concentración de la propiedad (considerando la particularización del capitalismo en los diferentes países latinoamericanos). Evidentemente que todo esto se repone, al mismo tiempo con mecanismos de estabilidad y de instabilidad en el orden burgués, esta contradicción inherente al metabolismo del capitalismo y a la necesaria reproducción permanente del capital. En otras palabras, no estamos delante de “una nueva cuestión social” (como cree ROSANVALLON, 1995) o de “metamorfosis” que crean espacios para cuestiones y luchas sociales que se fragmentan entre si (CASTEL, 1998). Lidiamos, en realidad, con una cuestión social que se particulariza, esto quiere decir que posee una historia marcada por contradicciones que hacen parte de la naturaleza de la propiedad privada (la apropiación privada de la producción social) y de una determinada historicidad que impone alteraciones a lo social para que puedan ser reconstruidas (como “concreto pensado” - MARX apud FERNANDES – 1 Asistente social y doctor en Servicio Social por la Pontificia Universidad Católica de San Paulo (PUC). Profesor del Departamento del Servicio Social da UNESP-Franca (graduación y pos-graduación). Líder de los grupos de estudio Teoría Social de Marx y Servicio Social y Violencia y Servicio Social (GEVISS). Orientador del grupo de extensión universitaria GAPAF (Grupo de Alfabetización Paulo Freire). 2 Asistente social, libre-docente por la Facultad de Historia, Derecho y Servicio Social de Franca (UNESPFranca). Profesora del Departamento del Servicio Social de la UNESP y miembro del Grupo de Estudios e investigaciones Sobre Formación Profesional en el Servicio Social (GEFORMSS). 3 La cuestión social está aquí comprendida como un complejo social que forma parte de la naturaleza de la propiedad privada en el capitalismo, esto quiere decir que es una manifestación directa de la apropiación privada de la producción social y de la ley general de la acumulación capitalista. Sobre esta discusión en el Servicio Social, puede consultarse el debate presentado en ABEPSS/Temporalis (2001). Una buena discusión también se puede encontrar en PASTORINI (2004). 2 org, 1989) y enfrentadas colectivamente por las fuerzas sociales comprometidas con la emancipación humana (MARX, 2005-1). El Servicio Social, como una profesión incluida en la división social y técnica del trabajo colectivo (IAMAMOTO & CARVALHO, 1985), posee una funcionalidad en la gestión de las múltiplas tensiones sociales diariamente enfrentadas por los asistentes sociales en sus espacios socio-ocupacionales particulares. Son innegables los vínculos conservadores de la profesión desde su origen marcado por la era de los monopolios (PAULO NETTO, 1992) y por la profundización de la cuestión social reconocida, en el caso brasileño, por el modelo urbano-industrial claramente asumido en el primer gobierno de Getúlio Vargas (1930-1945) y por la tendencia creciente de la iglesia católica -en esta misma épocaen recristianizar la sociedad apoyándose en la modernización de las acciones legales 4 . A partir de la alianza entre la iglesia católica, el Estado y la burguesía, teniendo en cuenta, la cuestión social como elemento central, es así que surgió el Servicio Social con la finalidad de amenizar las contradicciones y conflictos sociales oriundos de la relación capital y trabajo. La acción profesional se revela en un tipo de “practica humanitaria, sancionada por el Estado y protegida por la iglesia, como una mistificada ilusión de servir” (MARTINELLI, 1989, p. 57). Las dos primeras escuelas brasileñas fueron fundadas por la iglesia católica – inicialmente a partir de una influencia europea – y tenían como fundamento, para la formación profesional de los asistentes sociales, la doctrina social de la iglesia con un carácter esencialmente moral y doctrinario lo que rectificaba la orientación del apostolado social. Entre 1936 y 1945, la enseñanza del Servicio Social ya era ministrada en diez escuelas brasileñas localizadas en las provincias de Amazonas (1), Bahia (1), Paraná (1), Pernambuco (1), Rio Grande do Norte (1), São Paulo (1 – la primera escuela fundada en 1936) y Rio de Janeiro (4). Siete escuelas estaban ubicadas dentro de las universidades federales y estaduales, debido a que expresaban el reconocimiento, incluso del Estado, de la necesidad de expandir los cursos de Servicio Social, recalcando la idea de Getúlio Vargas de que la educación sería un camino para el progreso y la posibilidad de modernización de la economía nacional. En este sentido, la presencia de las directrices generales de la 4 Las encíclicas papales “Rerum Novarum” (1891) y “Quadragesimo Anno” (1931) revelan magistralmente la propuesta católica de humanizar el capitalismo y negar ferozmente el comunismo. Sobre esto consultar CASTRO, 1989, p. 47-62 y YAZBEK, 1980. 3 estructura de enseñaza universitaria de la época, fueron también decisivas para la creación de los cursos del Servicio Social. La formación de los primeros asistentes sociales debe ser comprendida en el contexto de la llamada “reacción católica”, orientada por el proyecto educacional brasileño de la época, aunque, todo esto se haya desarrollado con base en el proyecto urbano-industrial responsable por crear las condiciones (ideo-políticas y económicas) para paulatinamente edificar la sociedad de mercado brasileño a partir de 1930 (sustentada en la lógica mundial del capitalismo monopolios). La existencia de los cursos públicos no significó una formación necesariamente distinta a la ofrecida por las instituciones privadas y confesionales, ya que el gobierno de Vargas estaba de acuerdo con el ideario católico de la época y, simultáneamente, había una fuerte influencia religiosa impregnando en la profesión. El pensamiento conservador y la influencia de la doctrina católica trazaron un perfil de formación e intervención para los profesionales del Servicio Social sustentados en un cierto tipo de acomodación, entre principios burgueses y valores cristianos (por tanto un perfil claramente sincrético desde su origen). La tarea del profesional era (y aun es – a partir de las condiciones socio-históricas contemporáneas) amenizar conflictos, recuperar el equilibrio y preservar el orden vigente. El resultado de este proceso no podría, evidentemente, legitimar los intereses y necesidades de la clase obrera, aunque lidiara con demandas indicadas por esta clase social. En este sentido, la profesión inicialmente desarrolló una forma de acción marcada por cierto tipo de apostolado social fundado con una perspectiva moral y religiosa de la cuestión social (orientada por una concepción humanistaconservadora), priorizando los “desvíos”, las “patologías” existentes en la formación de la familia y de los individuos. Las décadas de 1940 y 1950 fueron significativas para la institucionalización del Servicio Social. La expansión de los cursos, en esta época, hizo parte de la propia expansión de la enseñaza superior en el Brasil. Entre 1946 y 1963 se forma la red de universidades federales, así como surgen otras instituciones estaduales, municipales y privadas en diferentes regiones del país 5 . El paradigma utilizado para la implantación de la enseñanza superior mantenía la perspectiva de estimular cambios necesarios para el proceso urbano-industrial obtenidos, 5 En 1953 la profesión conquista su validad legal tardíamente. 4 claramente, por medio de “ajustes” conservadores. Los currículos de los cursos del Servicio Social estaban centrados en la “integración del individuo al medio” y el conservadorismo católico era cada vez más recalcado – perfeccionando su perfil sincrético – por medio del Servicio Social americano sustentado en la teoría social positivista y su “tecnificación”. Después del fin de la II guerra mundial, la hegemonía europea en la formación de los asistentes sociales fue más intensamente substituida por la influencia norteamericana (ya en curso anteriormente). Se recalca el énfasis en la instrumentalización técnica y el método para la intervención, destacando la importancia de una acción eficaz del trabajo social en el campo de las políticas sociales cada vez más adensadas para lidiar con la cuestión social. Se Implanta, en esta época, los “métodos” del Servicio Social de Caso y de Grupo, así como se introduce el planeamiento y la administración en los cursos de formación profesional. Al mismo tiempo, a partir de 1960, otras disciplinas pasan a tratar de temas sobre comunidades, prácticas junto a empresas, centros urbanos, instituciones, entre otros, contestando particularmente las preocupaciones formativas que pudieran lidiar con la propuesta desarrollista claramente materializada en el gobierno de Juscelino Kubitschek (1956-1961). El sincretismo y el eclecticismo teórico-práctico y técnicoinstrumental, se adensa teniendo como referencias fundamentales los principios doctrinarios católicos y los elementos técnicos-científicos de perfil positivista- funcionalista. La profundización de la sociedad burguesa monopolista, su forma particular de objetivación en Brasil (FERNANDES, 1987) y su modelo urbanoindustrial claramente delineado en el paradigma desarrollista de la segunda mitad de 1950, impusieron fuertes desafíos al Servicio Social brasileño. Los desdoblamientos de este escenario sobre la cuestión social, generaron una crisis irreversible del modelo doctrinario-sincrético – ya anunciada y en proceso – imponiendo la necesidad de una profunda revisión del “Servicio Social tradicional” (NETTO, 1991) y de su relación con las demandas que en aquel momento histórico exigía de la formación y de la intervención profesional. El ápice de esta crisis tuvo como síntesis un sincrético y heterogéneo “proceso de reconceitualización” que manifestó varias tendencias predominantemente “modernizadora” (de orientación denominadas por NETTO funcionalista-positivista), (1991) como “reatualización del 5 conservadorismo” (de inspiración fenomenológica) e “intensión de ruptura” (de tendencia marxista). Evidentemente que el proceso de reconceituación, como todo espacio de debate, generó discordancias entre los que apoyaron el movimiento y los que lo rechazaron, aclarando y profundizando divisiones inspiradas en matrices teóricas y posiciones ideo-políticas antagónicas. Además de las observaciones ya apuntadas sobre de la tradición católica desde el origen del Servicio Social, es posible observar que la tendencia sincrética anteriormente constatada se mantuvo – con otro ropaje – durante todo el proceso de reconceituación independientemente de las matrices teóricas involucradas. Esas tendencias insertas en la reconceituación y ya indicadas a partir de los estudios de NETTO merecen destaque: • un cierto tipo de funcionalismo – de base positivista – adaptado al Servicio Social en la segunda mitad del año de 1960 y originalmente documentado en los encuentros de Araxá (1967) y de Teresópolis (1970) – CBCISS, 1986). Se trata de una orientación de fuerte perfil tecnicista, promotora de la ruptura entre la teoría y la práctica y responsable por la formulación de una metodología profesional sustentada en el “diagnóstico” y en la intervención planeada”. Se moderniza, aquí, los abordajes de caso, de grupo y de comunidad (oriundos de la década del cincuenta) y se refunda un ejercicio profesional comprometido con la integración social y con la identificación de las “patologías sociales” – “situaciones problemas” – que limitan el desarrollo social (aquí entendido como el orden del capital). Hoy esta perspectiva se desdobla y se perfecciona en la “badallada” teoría sistémica, manteniendo sus pilares maestros absolutamente intactos: la salud del cuerpo social con su fuerte noción de equilibrio, el énfasis en las Ciencias Naturales como referencia para analizar temas socio-históricos y un fuerte apelo a la modernización. Ciertamente que la trama interna reivindicada por la teoría sistémica, es mucho más compleja en el sentido de incorporar y contestar a las demandas impuestas por la historicidad del inicio del siglo XXI 6 . • los estudios de inspiración fenomenológica (capturados de la tradición de Husserl y de Heidegger – adosados por autores como Merleau Ponty), materializados, en el 6 Basta pensar, por ejemplo, en la compleja noción como “red”, que reivindica una intensa y minuciosa relación entre las partes para el equilibrio del todo. En este sentido, la tradicional “disfunción” positivista se flexibiliza siendo capitalizada a favor del equilibrio sistémico. Sobre esto consultar CAPRA, 1996. 6 Servicio Social, en un tipo de abordaje individual y personalista traducida por medio de una propuesta metodológica sustentada en la triade “diálogo, persona y transformación social” (ALMEIDA, 1986). En esta formulación, es nítida el recalentamiento del ideario católico que tempera los valores que orientan la “relación de ayuda” establecido entre el profesional y el “cliente” (NETTO, 1991). A partir de esta perspectiva, lo más significativo no es necesariamente la realidad (aunque ella sea reconocida como tal), y sí la interpretación de la “consciencia intencional” del “cliente”, en una determinada existencia (de un “ser en el mundo”), considerando la aprehensión que esto hace sobre la realidad. • la influencia de un tipo de marxismo vulgar (“marxismo sin Marx”). En este contexto, los elementos que sustentan la teoría social de Marx son simplificados por esquemas de manuales: la dialéctica materialista está comprendida como un juego mecánico y formal entre la tesis, la antítesis, la síntesis y la categoría de la totalidad vaciada; la teoría valor trabajo es reivindicada para sustentar una determinación mecánica de la economía, banalizando la noción de condiciones de existencia a su relativa prioridad – en última instancia – a un dominio de la economía en su sentido estricto (economicismo); la perspectiva de la revolución no es apañada en su complejidad, es decir, como una posibilidad histórica dinamizada por la lucha de clases y por condiciones históricas determinadas. La revolución, entonces, aparece como una tarea del Servicio Social y de un conjunto de profesionales mesiánicamente comprometidos con la “capacitación”, con la “organización” y con la “transformación” de la realidad (SANTOS, 1983), aunque, está claro que todo profesional debe tener su compromiso social 7 . Se observa, por tanto, que el movimiento no dio cuenta de contestar suficientemente toda la problemática que él mismo planteó (y no había como lograr esto plenamente). Inevitablemente se desdobló, buscó diferentes caminos, diferentes tendencias más o menos conservadoras o progresistas. Con todos sus límites permitió una mejor comprensión sobre la contradicción en que está inserta la profesión, indicó pistas para una mejor explicación sobre su significado social y, sobretodo, ofreció mejores condiciones para tener en cuenta los problemas de una “identidad atribuida” históricamente (MARTINELLI, 1989) recusándose a reproducir 7 Diversos ensayos producidos por IAMAMOTO (1994) y PAULO NETTO (1991 e 1996), destacan esa debilidad. . 7 modelos importados para la formación y para el ejercicio profesional. Además, con todos estos límites, este debate tuvo un gran mérito: recolocar cuestiones relacionadas con la formación profesional (en sus aspectos teóricos, metodológicos, técnico-instrumentales y prácticos), así como plantear la necesidad de la interlocución con las Ciencias Sociales destacando, sobretodo, la necesidad de una formación teórica más consistente y la importancia de la investigación y de la producción de conocimientos 8 . Por tanto, este intenso debate latinoamericano que consumió casi una década (1965-1975) fue importantísimo para la supervivencia del Servicio Social como una profesión que desarrolla determinada actuación especializada en la división social y técnica en el mundo laboral (IAMAMOTO & CARVALHO, 1985). El Servicio Social brasileño no llegaría hasta el siglo XXI con la densidad que ciertamente ha llegado (aunque, también, está con innúmeros límites y problemas), sin vivenciar intensamente el proceso de reconceituación. Como ya indicaba NETTO (1981, p. 75), en una de sus primeras síntesis sobre la crítica conservadora al proceso de reconceitualización, desvelar a inépcia da crítica conservadora reveste-se de um duplo sentido: resguardar a profissão dos danos realmente contidos na tendência restauradora e, ao mesmo tempo, acumular o fôlego analítico de que o Serviço Social carecerá, dado um novo movimento de afluxo das forças comprometidas com a revolução social latinoamericana, para transcender os seus constrangimentos institucionais. La democratización política (“lenta y gradual”) desencadenada en la primera mitad de los años 80 del siglo XX y todo proceso que culminó con la elaboración de la constitución brasileña de 1988, ofreció condiciones objetivas para importantes discusiones sobre el desmonte de la “basura autoritaria” (legado del proceso contrarrevolucionario desencadenado en los años 60-70 del siglo pasado en todo continente latinoamericano). Es en ese contexto de profundización de las discusiones reconceituadas, de la perdida de fuerza del régimen dictatorial brasileño 8 Evidentemente que el proceso de reconceitualización no se limitó al territorio brasileño. Se tratase de un movimiento latinoamericano, heterogéneo, que ocurrió en general entre 1965 y 1975, no exactamente, que se propuso a promover una revisión teórico-metodológica y técnico-instrumental del Servicio Social. Es muy importante frisar que las dictaduras militares de derecha banalizaron negativamente este debate. Las discusiones trabadas entre PAULO NETTO (1981) y JUNQUEIRA (1980), por ejemplo, revelan, en el caso brasileño, interpretaciones antagónicas sobre el mismo movimiento y sobre sus impactos en la profesión. 8 (defensor de la autocracia burguesa en aquella oportunidad) y de los debates sobre la redemocratización política en Brasil (recalcada por diferentes y antagónicas fuerzas sociales que tenían como palabra de orden las elecciones directas en todos los niveles y la formulación de una nueva constitución), que el Servicio Social se desarrolla en la era pos-reconsceptuada e inicial en los años 90. Por supuesto que los años 1970 y 1980 trajeron para los asistentes sociales la necesidad de una “revisión” y de una “reorientación” de sus acciones profesionales. El movimiento de reconceitualización reveló la absoluta necesidad de superar la orientación profesional como actividad únicamente técnica. El proyecto de “intensión de ruptura” (así denominado por NETTO - 1991), asumió una posición de destaque y pasó a influir decisivamente – considerando su diversidad interna – en los caminos que serían trillados por la profesión a partir de los años 1980. En esta nueva perspectiva, los cursos de Servicio Social buscaban espacios – en el interior de las contradicciones del sistema capitalista –para proponer un proyecto de formación profesional crítico y político, que favoreciera una comprensión más densa de la realidad brasileña, la capacitación teórico-práctica para que los asistente sociales actuaren en una sociedad burguesa y en mejores condiciones para la producción de conocimientos sobre la realidad. La reforma curricular debería estar centrada en el análisis de la cuestión social y de los fundamentos teóricos e históricos de la profesión, considerando la inserción del Servicio Social en la división social y técnica del mundo laboral (IAMAMOTO, 1985) 9 . La propuesta curricular mínima fue, entonces, aprobada por el Consejo Federal de Educación por medio del parecer no. 412/82, quedándose determinado dos años para su implementación en todas las unidades de enseñanza del país. Entretanto, el ejercicio de la nueva directriz suscitó críticas en el interior de la profesión y en las facultades. La opción inspirada en una vertiente marxista, que tenía como base de conocimiento la crítica de la realidad social, no se articulaba con los modos operativos demandados para la profesión. El problema no estaba en el proyecto que se había planteado, si no en como viabilizarlo. 9 Más recientemente, sobretodo en los años 90, esta discusión avanzó en el sentido de profundizar la comprensión del Servicio Social como profesión y de la actuación profesional como trabajo profesional inserto en el procesos de trabajo (teniendo como referencia los estudios de IAMAMOTO). Es necesario recalcar que esa discusión no ocurre tranquilamente en el Brasil, incluso entre los asistentes sociales orientados por estudios más densos sobre la producción teórica marxiana. Para una discusión más contemporánea sobre eso, consultar el debate trabado entre LESSA (2007) y IAMAMOTO (2007). 9 En la primera mitad de los años 1990 la Asociación Brasileña de Estudios y Servicio Social (ABESS), creada desde 1946, nuevamente recolocó la cuestión de la formación del asistente social delante de las exigencias que de adensaban y se aclaraban en tiempos de democracia política. La preocupación principal era proponer un “salto cualitativo” teniendo en cuenta las conquistas y los problemas puestos a partir de la primera revisión curricular de los años 1980. El contenido de las discusiones consideraba, como ejes fundamentales, la dirección social, la perspectiva teórico-metodológica, la formación del mercado de trabajo y el tratamiento dispensado pala el análisis de la realidad social brasileña (ABESS/CEDEPSS, 1997). La segunda revisión, incorporando el legado de la primera revisión, venía impregnada de la idea de que el conocimiento no es un conjunto aislado de informaciones, pero un conjunto de ideas y conocimientos comprometidos con una determinada visión de mundo, un proyecto político (aunque no identificado con la esfera partidaria). Se resalta, así, tres dimensiones importantes y absolutamente articuladas en el proceso de formación profesional: las dimensiones teórica-metodológica, técnica-operativa y ética-política. Se sustenta, aquí, la base contemporánea del Servicio Social brasileño. Por tanto, la década de 1990 impuso al Servicio Social innúmeros desafíos. Los profundos cambios en la esfera productiva y sus impactos en la existencia del ser social de materializaron, para el asistente social, por medio de diversas demandas sociales que se particularizaron teniendo como base la profundización de la cuestión social en tiempos de democracia política. Al mismo tempo, el legado de la década de 1980 apuntaba para la consolidación de un conjunto de legislaciones sociales edificadas a partir del desmonte del aparato autoritario-militar: El Sistema Único de Salud (SUS), el Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA), la Ley Orgánica de la Asistencia Social (LOAS), las discusiones en el área de asistencia (hoy objetivadas en el Sistema Único de Asistencia Social – SUAS), las políticas desarrolladas con ancianos y mujeres (recientemente profundizadas con el Estatuto del Anciano y con la Ley María de la Peña), entre otras conquistas jamás inscritas en los quinientos años de la historia oficial brasileña 10 . Entretanto, esas conquistas – sin la menor intensión de descartarlas – 10 Vale recordar que un nuevo Código de Ética de los asistentes sociales fue elaborado y aprobado (1993), anunciando los cambios que también se expresarían pocos años después en los currículos. Este cambio, 10 ya mecieron ser condenadas por profundas restricciones del orden financiero que, en última instancia, fue un mero reflejo del nuevo padrón de acumulación sustentado por una propuesta liberal más radical ya claramente visible en 1970 e implantada en los cuatro rincones del planeta (aunque sentida en Latinoamérica solamente en los años 90) 11 . Los años 90 inauguraron, particularmente en Brasil, inicialmente en la era Collor de Melo (1990-1992) y más profundamente en los dos gobiernos de Fernando Henrique Cardoso (1995/02/002) y de Lula da Silva (2003 – en curso), una fecha de contra-reformas (BEHRING, 2003), de reestructuración de los estados nacionales (con pequeñas variaciones de un gobierno para otro), de sucesivas políticas económicas afinadas con el cumplimiento de metas demarcadas por el superávit primario (consideradas necesarias para el equilibrio de las cuentas públicas y para la atracción de capitales externos especulativos o no) y, evidentemente, por políticas precarias aunque con densos recursos (específicamente en la era Lula), pero pulverizados e invertidos en acciones puntuales destinadas a la pobreza absoluta y sustentadas en acuerdos como el llamado tercer sector (MONTAÑO, 2002). En este escenario los asistentes sociales, en general, pasaron a creer (en diferentes espacios – incluso dentro de las universidades) que la afirmación de derechos y la implantación y mayor radicalización de la democracia (con las condiciones nacionales) sería el camino para la construcción de una “otra sociedad” con individuos emancipados. Ese contexto fue adulzado por la elección de Lula da Silva para la presidencia del Brasil, que se constituyó en un importante líder político originario de la izquierda sindical-operaria y oposición actuante desde la fundación del Partido de los Trabajadores (PT) 12 . Lo que se presentó, ahora claramente para los asistentes sociales, es cual sería la nueva sociedad que se desea (indicada, incluso, en el Código de Ética y en la directrices curriculares actuales) y, simultáneamente, de cual emancipación se habla considerando el referencial teórico que se presentó con mayor intensidad en la era de pos-reconceituación: el entretanto, profundizaran y perfeccionaron el diálogo entre el Servicio Social, la teoría social de Marx y su tradición. 11 Los economistas de la segunda mitad del siglo XX Friedrich Hayek (1990) y Milton Friedman (con sus innúmeras producciones sobre la libertad de mercado sustentada en el “laissez-faire”), son, innegablemente, los ideólogos inspiradores de esa vertiente ultraliberal. 12 Un bueno análisis sobre el PT contemporáneo y sobre sus vínculos socio-históricos con el Servicio Social encontrase en PAULO NETTO, 2004. 11 referencial marxiano (MARX, 2005-1). Uno de los cuadros más importantes del Servicio Social brasileño, entretanto, ya apuntaba los problemas de este tipo de equívoco que se escacharraba a partir de 2003 con la elección de Lula (aunque fueron previstos embates en el interior del gobierno). No seu estágio contemporâneo, no capitalismo dos nossos dias, fica cada vez mais patente, cada vez mais claro, que a relação originária entre ordem do capital e demandas democráticas, que era uma relação de contradição, tem se transformado numa relação de antagonismo. (...) A luta por direitos, velhos e novos - e percam as ilusões aqueles que as têm -, é nesse momento uma luta anticapitalista. (PAULO NETTO, 2004-2, conferência proferida no XI Congresso Brasileiro) Es imposible pensar y actuar efectivamente y críticamente en los inmensos desafíos contemporáneamente impuestos al Servicio Social – superando posturas románticas y fatalistas (IAMAMOTO, 1994) –, sin que sean consideradas tales ponderaciones. Es exactamente a partir de eses parámetros, esto quiere decir, de una mayor precisión teórico-práctica y socio-histórica (de existencia del ser social en la historia a partir de determinada historicidad), con determinada finalidad éticopolítica y rigorosa aprehensión de la lógica de la realidad (MARX, 2005-2, p. 39), que será posible sintonizar críticamente la profesión con las principales demandas presentadas al Servicio Social en la actualidad. 2. Servicio social: algunos de sus principales desafíos Un gran desafío contemporáneo (que no es nuevo) es formar profesionales que nieguen, al mismo tiempo, el academicismo y el intervencionismo. No se trata, aquí, de negar abstractamente la existencia de esa separación en la naturaleza del orden burgués (una característica inherente a los marcos del capital), pero de cualificar la actual formación profesional reconociendo sus principales contradicciones y limitaciones en diferentes espacios universitarios (públicos y privados), bien como el inmenso abismo que hay entre la academia y las otras localidades en que la intervención profesional se realiza. Formar intelectuales significa insistir en un tipo de formación profesional con fuerte base teórica necesariamente comprometida con una investigación que se vuelva para las demandas cotidianas reales. No se trata, por tanto, de cualificar en el sentido estricto de convertir el profesional más “competente técnicamente” sustentado en una 12 “referencia teórica necesaria” para la acción profesional (actitud altamente funcional para el orden societaria hegemónica). Evidentemente que ésta acumulación de conocimientos en sí no es suficiente, como también es perversa la simple inserción de los profesionales en espacios lejanos a la sociedad burguesa (cotidianamente consumidos por las particularizaciones de la cuestión social). Teniendo en cuenta esta propuesta de cuestionamiento de la dicotomía entre teoría y practica, aun vigente en la profesión, entre disciplinas teórico/analíticas y técnico/prácticas y entre los que piensan y los que hacen, es necesario que sea superada la incorporación limitada que se hace del concepto de teoría que la pone como descolada del proceso y del sentido del evento estudiado. Esta perspectiva dicotómica crea una distancia entre los profesionales cuya intervención ocurre diariamente en instituciones comprometidas – en general – con la objetivación de políticas sociales, y los profesionales que desarrollan actividades académicas. El aislamiento dificulta la construcción de un ejercicio profesional teórico-práctico, es decir, impide que se consolide un intelectual que sepa pensar sobre cosas concretas y edifique un único saber que no separe la explicación de la intervención. Se combate, entonces, la “aplicación” teórica”, “las receptas académicas arrogantes”, que enseñan a los profesionales “la práctica” (los “técnicos ejecutores”). O, al contrario, se cuestiona la otra arrogancia, la que cree en la espontaneidad de la práctica y en su pragmatismo como fuente creadora de conocimientos. Lo que se propone, aquí, es otra relación entre la ontología (la existencia del ser social en dada historicidad) y la gnoseología (el conocimiento sobre ese ser), en el proceso de producción de conocimientos que mira el concreto como “concreto pensado” 13 . Por tanto, es necesario profundizar la discusión acerca de los currículos, combatiendo la fragmentación y los “minimalismos” teóricos comprometidos con el “esencial” para la actuación profesional. Este procedimiento debe contaminar todo proceso de formación profesional, incluso la investigación y la producción de conocimientos (guardando sus especificidades en los diferentes niveles de la intervención profesional). Sin esta base tendremos, siempre y solamente, “académicos” y “prácticos”. 13 Es necesario, al mismo tiempo, reconocer las inmensas dificultades contemporáneas para una formación en los términos aquí indicados. La proliferación general y sin criterios de la enseñaza a distancia y los problemas con la enseñanza presencial, por ejemplo, han sido reestructurados a partir de una clara perspectiva de mercado. 13 Todo este proceso, entretanto, no puede contar solamente con “docente iluminados” (casi siempre muy poco iluminados). Es necesario que esa discusión sea amplia, o sea, involucre a los docentes, a los dicentes y a los profesionales del Servicio Social. Las universidades, los centros universitarios y las facultades (públicas o privadas – a partir de sus condiciones objetivas), con sus respectivos docentes, necesitan, sí, estimular este proceso. Todo esto, inevitablemente, incomoda la “tranquilidad académica” (muchas veces marcadas por investigaciones centradas en la abstracción de los docentes y por cierta resistencia para enfrentar el difícil día a día profesional), así como sacude el aislamiento práctico, llamándolos al debate y reivindicando la construcción colectiva. Es en este sentido que la práctica (necesariamente curricular) de los alumnos y los núcleos responsables por acompañar esta práctica, son espacios concretos que pueden propiciar y dinamizar momentos de aproximación y de formulación de alternativas. Esa dimensión de los cursos de Servicio Social necesita ser cuidada con cariño y ocupada como un importante espacio que pueda aproximar los segmentos involucrados en la formación y establecer cuestiones concretas para un diálogo concreto. Con todos los límites de esta iniciativa, ésta es importante para fomentar mecanismos de resistencia capaces de combatir el inmenso abismo entre el pensar y el hacer, reunir fuerzas comprometidas con la lectura crítica del real (guardados de los problemas que también se colocan en este nivel) y, simultáneamente, ofrecer mejores condiciones para una apropiación crítica de desafíos contemporáneos y concretos. Es en este momento que importantes categorías de análisis deben ser forcejeadas teóricamente y prácticamente en sus límites: democracia, emancipación (política y humana), cuestión social, exclusióninclusión social, ética, justicia, equidad, formación y recalificación profesional, supervisión, entre otras, discutiendo seriamente lo que significan en la contemporaneidad. Ciertamente que las interpretaciones serán diversas y suscitarán divergencias ni siempre solucionables en el sentido de una hegemonía posible (mucho menos como consenso). Pero, es necesario que quede claro, para más allá de la abstracción, lo que significa el “ético-político” y de cual nueva orden societaria que se habla. No es poco afirmar que existe un compromiso de la categoría profesional con niveles crecientes de emancipación política, pero también es igualmente importante reconocer la confusión que se ha hecho entre este tipo de 14 emancipación y la emancipación humana (genérica e idealmente identificadas en las palabras “emancipación” – LESSA, 2007-1). Así, vale decir que todo este proceso ubicado en el ámbito de la formación profesional carece de otro elemento esencial: el vínculo popular, o sea, una mayor énfasis en la relación de la profesión con los movimientos sociales. Lejos de cualquier perspectiva mesiánica que pueda confundir praxis profesional y praxis social o mezclar la naturaleza de una profesión con la naturaleza de los movimientos sociales (y estos también presentan, hoy, serios límites), es importante recrear, en la contemporaneidad, vínculos sociales que oxigenen la profesión (en sus múltiplos espacios socio-ocupacionales – incluso, aquí, las unidades educacionales). Es necesario enriquecer los espacios institucionales con lo que ellos no pueden ofrecer: potencia real para contestaciones. Esto no significa aceptar sin crítica las demandas explicitadas por los movimientos sociales, pero reconocer que ellos, con todos sus límites, son fundamentales para la emancipación humana. Se trata de estimular un trabajo profesional que no se limite a los límites de las instancias institucionales y que sepa, también, forcejear inteligentemente esas fronteras teniendo en cuenta que su propia acción es importante aunque insuficiente. Al mismo tiempo, la profesión puede contribuir para que las luchas sociales emprendidas por los movimientos sean perfeccionadas con informaciones institucionales relevantes, remando contra la fragmentación de reivindicaciones que acaban dificultando sensiblemente luchas colectivas. 3. Comentarios finales El análisis presentado endosa la seriedad de los desafíos contemporáneos que el Servicio Social ya enfrenta cotidianamente: o reafirmamos el Código de Ética y el Proyecto Ético-Político de la profesión – particularmente en el caso brasileño – en el exacto sentido de aclarar y de radicalizar la aprehensión y la utilización teórico-práctica de categorías sociales relacionadas con la existencia del ser social en el orden burgués desarrollado (trabajo, cuestión social, democracia, emancipación, solidaridad, justicia, equidad, libertad, entre otras), o eliminaremos cualquier posibilidad de resistencia y de reorganización de las fuerzas progresistas en estos tiempos de supremacía del capital sobre el mundo laboral. Sucumbiremos, entonces, a la deshumanización del hombre y reafirmaremos un Servicio Social exclusivamente sintonizado con la reproducción del capital en escala ampliada. Esto, 15 ciertamente, realinea la profesión y sus cuadros (incluso los más intelectualizados) con un tipo de emancipación circunscrita al “ciudadano” consumidor responsable y comprometido con la “solidariedad” de clases. Como las posibilidades históricas de resistencia aun están disponibles y las contradicciones del orden burgués – por donde es recreada la cuestión social – implícitas en su metabolismo (inherentes y insolucionables a partir del reino del capital y de la propiedad privada), es necesario creer en la capacidad del hombre de recuperar sus propias fuerzas y ejercer su papel como posible sujeto histórico comprometido con la emancipación humana. 4. Bibliografía citada ALMEIDA, Ana Augusta. Reflexões sobre a construção do Serviço Social a partir de uma abordagem de compreensão, ou seja, interpretação fenomenológica do estudo científico do Serviço Social. Teorização do Serviço Social – Documentos. 2ª. Edição, Rio de Janeiro, Livraria Agir Editora, 183-193, 1986. ABESS/CEDEPSS. 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