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Mario O. Moya: Sobre envejecimiento, vejez y biopolítica
SOBRE ENVEJECIMIENTO, VEJEZ Y BIOPOLÍTICA:
ALGUNOS ELEMENTOS PARA LA DISCUSIÓN
ON AGING, OLD AGE AND BIOPOLITICS:
SOME ITEMS FOR DISCUSSION
Mario Ociel Moya1
Universidad Católica del Norte
Resumen
El envejecimiento de la población en América Latina, constituye una de las dimensiones de
orden sociodemográfico de mayor relevancia de los últimos cincuenta años. La necesidad de
observar y proyectar los impactos de este fenómeno, es una de las prioridades de la actual
política económica y social en torno a los envejecidos. En este marco, se proponen algunas
consideraciones desde la biopolítica en torno al cuerpo envejecido, con el objetivo de entender
el envejecimiento y la vejez como un proceso y no como un fenómeno neutral.
Palabras claves: Vejez; biopolítica; políticas de lo viviente; políticas de la vida.
Abstract
The aging of Latin American population is one of the most important sociodemographic
changes experienced in the past 50 years. The need to observe and project the impact of this
phenomenon is one of the priorities of current economic and social policies directed to older
people. In this framework, we propose some considerations from a biopolitical viewpoint
about the aging body, aiming to understand aging as a process, not as a neutral phenomenon.
Key words: Old age; biopolitics; policies of the living; life policies.
Universidad Católica del Norte (UCN). Antropología. San Pedro de Atacama, Chile. E-mail: [email protected]
Agradezco a la prof. Dra. Claudia Lozano (Universidad Libre de Berlín), por las primeras pistas para el abordaje
de la vejez desde la biopolítica. A Ximena Cea (Universidad de Chile), por las observaciones realizadas a este
texto; todo error o inconsistencia en el artículo es de exclusiva responsabilidad del autor.
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“Porque la vida individual del civilizado está sumergida en el progreso y en
el infinito y que, según su sentido inmanente, una vida semejante no debería
terminar nunca. En efecto, siempre hay posibilidad de un nuevo progreso
para quien vive en el progreso. Ninguno de los que mueren alcanzan jamás
la cima, puesto que ella está situada en el infinito.”
Max Weber: El sabio y el político
“Y yo creo que, justamente, una de las transformaciones más masivas del
derecho político del siglo XIX consistió, no digo exactamente en sustituir,
pero sí en completar ese viejo derecho de soberanía –hacer morir o dejar
vivir- con un nuevo derecho, que no borraría el primero pero lo penetraría, lo
atravesaría, lo modificaría y sería un derecho o, mejor, un poder
exactamente inverso: poder de hacer vivir y dejar morir.”
Michel Foucault: Defender la sociedad
A Mimí
A Mariana
Existe consenso en la literatura gerontológica social en abordar al envejecimiento de la
población como un proceso multidimensional, que se materializa de manera diferenciada2 y a
nivel mundial desde el siglo XIX (Chackiel 2001), como resultado de los avances sanitarios,
científicos, bio-tecnológicos y económicos que han comenzado a desplegarse en las sociedades
industrializadas3 a partir del siglo XVIII. La incidencia de estos desarrollos “técnicos” sobre las
variables de mayor incidencia en el cambio poblacional (fecundidad y mortalidad), provocaron
la disminución de la tasa de crecimiento y un cambio en la composición de los grupos de
Si bien el envejecimiento es un fenómeno mundial, se han descrito en la literatura cuatro etapas vinculadas a las
transiciones demográficas y epidemiológicas experimentadas en los diversos países del globo. La primera etapa,
transición incipiente, se caracteriza por altas tasas de mortalidad y fecundidad. La transición moderada se
caracteriza por una alta tasa de fecundidad y la mortalidad comienza a descender. La transición plena está
caracterizada por las tasas de fecundidad y mortalidad que se encuentran en disminución. Finalmente, la etapa de
transición avanzada o muy avanzada, se caracteriza por la franca caída de las tasas de fecundidad y natalidad.
3 Respecto a esta afirmación, emergen voces críticas respecto de su carácter homogenizador y eurocéntrico
(Aranibar 2001; Reyes 2002).
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edades, aumentando de manera progresiva la población de 60 o 65 y más años de edad4 y su
peso relativo respecto de los otros grupos de edades (Expansiva 2008). Veamos esto en detalle:
La disminución de la tasa de fecundidad, está relacionada al envejecimiento producto de la
menor concentración de la población entre los 0 a 4 años de edad, cuya representación gráfica
es la contracción en las bases de las pirámides de edades y ensanchamiento en el centro de
éstas. Por otra parte, la disminución de la tasa de mortalidad se relaciona con el proceso de
envejecimiento mediante tres fases de desarrollo, a saber:
a. diminución de la mortalidad infantil o temprana;
b. una disminución equilibrada en todos los grupos de edades; y
c. existe una disminución de la mortalidad por enfermedades degenerativas propia del
grupo de edad sobre los 50 años y en donde la longevidad en muchos casos superaría
los 85 años.
Pese a la importancia gravitante de estas variables, existe otro elemento que deberíamos
considerar y que funcionaría asociada con las transiciones demográfica y epidemiológica. Los
efectos producidos por la migración interna, se materializan en la modificación de las
estructuras por edad en el lugar de origen de la población que migra, ya que la población que se
moviliza está compuesta, particularmente, por jóvenes y adultos. En tal sentido, tal como
señala Huenchuán (2006), “el desplazamiento campo–ciudad ocasiona una disminución de la
población en las áreas rurales, pues con el proceso de urbanización, éstas van perdiendo
población por la emigración hacia la ciudad. Las personas mayores en las áreas rurales se van
quedando solas, mientras los más jóvenes emigran ocasionando un vacío en la estructura por
edad” (Huenchuán 2006:21) Eso sí, los efectos sobre la población de destino, no corresponde
necesariamente a su rejuvenecimiento, especialmente porque se deben evaluar magnitudes y
continuidades de la migración para observar consecuencias en este sentido.
La cuestión de la edad como determinante del envejecimiento, es uno de los temas de mayor complejidad y
variabilidad. Por ejemplo, en la caso de la jubilación en Chile, la variable sexo es determinante ya que la mujer
jubila a los 60 años y el hombre a los 65. Por otro lado, existen propuestas para determinar, de manera
diferenciada, cuando un país está en una etapa de envejecimiento. “Según Naciones Unidas, una población
envejecida es aquella en la que, el total de sus habitantes, más de un 7% son personas mayores de 65 años, y
propone trazar la línea divisoria en los 60 años para los países en vías de desarrollo. El Instituto de Estadística de
Chile (INE), en su información censual, hace el corte a los 65 años, similar a los países desarrollados" (Marín
2000: 2)
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Es importante recordar que los cambios en la población presentan grados de complejidad
mayor al superar, en tanto hecho social, la mera noción conceptual y numérica de la disciplina
demográfica; en otras palabras, los cambios demográficos y, específicamente el envejecimiento,
como han mostrado Bazo (1990), Aranibar (2001), Reyes (2002), Ham (2003), Huenchuán
(2006, 2005), Osorio (2006a, 2006b), entre otros, es un fenómeno social, que se asocia a la
experiencia de los sujetos, que se “produce5” culturalmente. Sin embargo, para observar los
ribetes e impactos demográficos del envejecimiento en Chile, proponemos hacer una muy
breve reseña utilizando dichas descripciones demográficas.
I. La situación chilena
La velocidad con que se ha manifestado el envejecimiento en Chile, resulta bastante particular
si se compara con las realidades de otros países con características de envejecimiento avanzado.
En tal sentido, Chile “se ubica a la cabeza de la región en lo que se refiere al aumento de la
esperanza de vida y a la reducción del número de niños que nacen cada año” (Forttes,
2008:13). Así, la esperanza de vida al nacer para las mujeres (entre los años 2005 y 2010)
alcanza los 81,5 años de edad, mientras que para los hombres en el mismo periodo, siguiendo
la tendencia global de ubicarse bajo la esperanza de vida femenina, alcanza los 78,6 años de
edad. Otro indicador de relevancia que permite evaluar esta situación, corresponde a la
esperanza de sobrevida. En el mismo periodo 2005 y 2010, una vez alcanzado los 60 años de
edad, la esperanza de sobrevida para las mujeres es de 24,5 años, mientras que para los
hombres, son 20,4 años. Se mantiene esta tendencia si se aplica este indicador a los 65 años,
llegando a los 20,4 años y 17,1 en mujeres y hombres respectivamente.
En este contexto, el ritmo de crecimiento de la población a nivel nacional comienza a
disminuir, llegando a un crecimiento del 47,9% entre los años 1975-2000, mientras que
contrariamente a este escenario, en la población sobre los 60 años de edad y más, se evidencia
un crecimiento del 92,6% en este mismo lapso de tiempo. Respecto a esta situación, no se
avizora ninguna situación que permitan sospechar un cambio en la dirección que ha tomado el
comportamiento demográfico, ya que las estimaciones “prevén que entre los años 2000 y 2025
Considerando la propuesta de Hacking (2001), frente a la carencia de un concepto mejor, proponemos hablar de
producción del envejecimiento Gutiérrez (2006), Moya (2011, 2013).
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el crecimiento de la población chilena será de 24,3%, mientras que la población de mayores se
incrementará hasta llegar a 145,2%” (SENAMA, 2009:23).
A la luz de estos antecedentes, lo que nos proponemos desarrollar a continuación, son algunas
ideas y reflexiones que buscan problematizar el envejecimiento más allá del habitual desarrollo
que identificamos en gerontología, centrado básicamente, en la reproducción del paradigma
dominante del envejecimiento activo, productivo, exitoso, entre otras tautologías que poco nos
hablan de las lógicas de poder que subyacen en la “producción” del envejecimiento y vejez.
Para este objetivo, consideramos fundamental considerar el andamiaje conceptual de la
biopolítica propuesta por Foucault (2002a, 2002b, 2007, 2008), puesto que vehicula una
reflexión que ensambla las dimensiones de salud, economía y prácticas de autocuidado,
centrada en el gobierno de la población y de “sí mismo”.
II. Notas sobre biopolítica
En el curso Defender la Sociedad dictado en el Collège de France (1975-1976), Michel Foucault
(2002a) examina el cambio sustancialmente cualitativo del tránsito de una sociedad disciplinaria
centrada en la individualidad del cuerpo a una sociedad reguladora o de control centrada en la
población6. Será en la regulación de las tasas de natalidad y mortalidad, en la regulación de las
migraciones, la asociación existente entre recursos naturales y la población, en donde se fijarán
las nuevas problemáticas que ocuparán al poder “soberano”, occidental y burgués, en pos de la
“optimización” de la vida humana. Es lo que Foucault llamó biopolítica, una serie de cálculos 7
ocupados de la administración de los cuerpos y la vida; cálculos que permanecen cubiertos de
sutiles mecanismos, técnicas y tecnologías de poder que apuntan al disciplinamiento del cuerpo
(mediante la “corrección” de los hábitos, de las posturas corporales, del cuerpo enfermo o
“desviado”); y a la seguridad de la población8 (mediante el control de las tasas de natalidad o
de mortalidad y en la instauración de programas preventivos o re-habilitadores en salud).
Como todo fenómeno de orden sociológico, no podemos hablar acá de un cambio radical en el tránsito de un
tipo de sociedad a otro, sino más bien, del surgimiento de esta nueva forma de poder que no elimina ni excluye la
anterior, sino que la incluye y modifica parcialmente.
7 Especialmente cálculos del riesgo: en la tradición epidemiológica será el “enfoque de riesgo”; y en sociología y
antropología, el de la “sociedad del riesgo”. Ambas tradiciones, serán teorizadas y practicadas en el quehacer
actual desde estas disciplinas. En ciencias sociales ver Paulus (2004) y Robles (2005).
8 Una interesante discusión sobre los inicios de la biopolítica como “la forma” de gobierno en Occidente, es la
generada por el filósofo italiano Giorgio Agamben. Mientras la postura foucaultiana sitúa el origen de la
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Ahora bien, la domesticación y administración de la vida natural (el cuerpo, lo viviente) y de la
vida política, como sabemos, o al menos podemos suponer, resulta imposible pensarla sin la
intervención de una serie de agentes que actúan en forma asociada y de manera funcional con
la “estrategia” biopolítica. Así, por un lado, la ciencia: mediante la generación y regulación de los
saberes; y, por otro, la economía: propia del capitalismo industrial asociada a la regulación de las
riquezas y de los límites de la acción estatal, se conforman como los principales agentes que
participan, desde sus distintas dis-posiciones en el espacio social, en la producción de la razón
gubernamental que articula el poder para “hacer vivir”… ¡Hacer vivir más y mejor!, es principal
elemento que se desprenden de las diversas políticas e ideologías de los Estados modernos en
torno a la vida misma, al cuidado del cuerpo y al de la población. De esta forma, el
envejecimiento y la vejez, desde nuestra perspectiva, es el resultado más representativo de
dichas intervenciones… de aquellas ideologías que se materializan y reproducen en prácticas
sociales situadas en la cotidianeidad de los sujetos: ¿Es el envejecimiento la mayor expresión de
la “racionalidad” biopolítica de los Estados modernos? O, ¿es acaso un mero resultante del
surgimiento del biopoder? Así, contingencia e intencionalidad, se conjugan paradojalmente en
la vejez, pues, el objetivo no era envejecer a la población, pero si protegerla postergando la
muerte.
En este mismo sentido, para iniciar, proponemos situar la problemática en al menos dos
escenarios: El primero de ellos, en donde el envejecimiento aparece como el principal
exponente del triunfo de la sociedad moderna, de su racionalidad, su política y ciencia en el
intento por domesticar la vida y; en un segundo escenario, donde el envejecimiento aparece
como un problema, particularmente, si consideramos la situación de los países de América
Latina (A.L.). Será el acelerado proceso de envejecimiento experimentado por la población en
A.L. un éxito, en tanto, la transición epidemiológica ha concretado la disminución de las tasas
de enfermedades infectocontagiosas, ahora, hacia un aumento de las tasas de enfermedades
crónicas asociadas al deterioro del cuerpo; un problema en lo económico, particularmente, en lo
relativo a pensiones, en lo asistencial y en lo sanitario, producto, por una parte, de la creciente
biopolítica en el siglo XVIII, y su punto máximo de expresión en el siglo XIX, la tesis agambiana postula que la
biopolítica ha sido desde siempre el modelo sobre el cual se ha fundado la política occidental con la separación de
la βίος y la ζωή.
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demanda de profesionales especialistas en la epidemiología de la población envejecida, y por
otra, por el costo asociado a la mantención de la salud de dicha población.
El panorama se complejiza aún más, debido al acelerado proceso de envejecimiento en la
región, puesto que en términos comparativos A.L. tardó 50 años en envejecer, mientras que
Europa tardó dos siglos. En este escenario, la situación de vulnerabilidad9 (mayoritaria en el
caso de la población envejecida en Chile), se constituye como uno de los principales desafíos
que los tecnócratas se han impuesto “superar” con la implementación de iniciativas sociales en
pos del desarrollo social, cultural y económico de este grupo etario, pues, es fundamental para
los expertos en población, salubristas y para el Estado, instaurar mecanismos que permitan que
este fenómeno se mantenga “dentro de los límites que sean social y económicamente
aceptables y alrededor de una media que se considere, por decirlo de algún modo, óptima para
un funcionamiento social dado” (Foucault, 2007:20). Para ello, y como veremos, se genera en
el caso chileno una lógica proveniente del aparato estatal que busca disminuir los efectos de
muerte social e inactividad económica que ha caracterizado, según algunas aproximaciones
disciplinarias (CUADRO 1), a la vejez. Así, mediante su “inclusión” en programas de
capacitación, participación social y económica, apoyada por la construcción semántica del
envejecimiento a partir de categorías positivas como envejecimiento activo, saludable, entre
otras, se construye una política específica para este grupo que busca asegurar una mejora en la
llamada “calidad de vida” en relación a “los años ganados”.
El concepto de vulnerabilidad considerado acá, apunta a una noción más compleja e incluyente: la
vulnerabilidad en tanto construcción social y simbólica del riesgo (Sevilla, 2004).
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Físicas y biológicas
Apariencia general
Arrugas y resequedad en la piel
Canas o pérdida de cabello
Pérdida de la memoria reciente
Menopausia
Familiares
Salida del hogar del último hijo
Llegada del primer nieto
Muerte del último padre
Nacimiento del primer bisnieto
Viudez
Sociales y económicas
Suspensión de papeles sociales o familiares
Retiro de la actividad
Retito del trabajo
De la salud
Enfermedades crónicas
Incapacidades físicas y/o mentales
Restricción de movimiento
Confinamiento en casa
Confinamiento en cama o sillas de ruedas
Cuadro 1. Signos y características del envejecimiento.
(Ham Chamde, R. El envejecimiento en México: El siguiente reto de la transición demográfica. 2006)
III. Bio-política: entre políticas de lo viviente y políticas de la vida
La biopolítica, desde la perspectiva foucaultiana, supone el análisis del poder y de los
mecanismos por medio de los cuales se incorpora en los cuerpos de los sujetos modificando
sus estilos de vida. Esto supone, además, una ruptura con la concepción tradicional del poder,
con la concepción del poder soberano y la disciplina y, naturalmente, con la teoría del Estado10.
Para Agamben (2006), esta perspectiva desarrollada por Foucault, sigue dos directrices que
desarrolla en sus últimos años de investigación:
a) el estudio de las técnicas políticas, centradas en los mecanismos del Estado para
incorporar en su dominio el cuidado y la mantención de la “vida natural”; y
10
Ver Foucault (2002a), pp. 217-237.
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b) las tecnologías del yo, “mediante las que se efectúa el proceso de subjetivación que lleva al
individuo a vincularse a la propia identidad y a la propia conciencia” (Agamben,
2006:14), además, de vincularse con el poder exterior generado por el Estado en base a
un nuevo arte de gobierno11.
Se desprende, desde estos puntos, una concepción de
los sujetos sociales carentes de
“capacidad de agenciamiento”, enmarcados únicamente en las lógicas de las nuevas técnicas de
gobierno de las cuales nos habla Foucault. Pero la realidad sociológica resulta un tanto más
compleja que estas consideraciones; en este sentido, creemos que, para la observación y análisis
de la gubernamentalización de la sociedad, es conveniente considerar los binomios: “sujeto
(agente) y poder”, por un parte, y; la “sujeción y resistencia”, por otra.
Según Fassin (2004), las actuales vertientes del desarrollo del biopoder, lugar en donde se
inscriben los trabajos de Paul Rabinow (2003), que explora lo viviente junto con la manera en
que los nuevos saberes implican nuevas relaciones de poder, pero también de la socialidad
(políticas de lo viviente) y, los trabajos de Giorgio Agamben (2006) que, mediante el estudio de
“la vida”, sus formas y en el cómo el poder se manifiesta en los cuerpos y cómo, además, en la
existencia cívica se articula con la existencia física (políticas de la vida), se corre el riesgo de
“olvidar las realidades triviales del biopoder que revelan las políticas sanitarias y sociales así
como la incorporación del orden político” (Fassin, 2004:286). Para Fassin, las políticas de lo
viviente y las políticas de vida son las dos fases del estudio del biopoder12.
Es precisamente en las dimensiones triviales en donde se “materializa” y se hace tangible la
biopolítica, en donde, además, se observan las tensiones, las resistencias o reapropiaciones de
las diversas lógicas que transitan y se disputan en el espacio social. En este mismo sentido, en
la mitad del siglo XVIII, sugiere Rose (2006), puede verse la emergencia de una idea rectora,
una idea que refiere a los humanos como un tipo de conformación natural, de colectividad de
“El arte de gobernar debe fijar entonces sus reglas y racionalizar sus maneras de obrar, proponiéndose en cierto
modo como objetivo transformar en ser el deber ser del Estado. El deber hacer del gobierno tiene que
identificarse con el deber ser del Estado” (Foucault, 2008:19)
12 Lo viviente, se relaciona a una dimensión física (el cuerpo), a un orden morfológico y fisiológico específico. En
cambio, las políticas de la vida, tiene relación con la vida cualificada, política (en el sentido amplio del concepto).
En este sentido, ambas dimensiones, según Fassin (2004), se intersectan en la noción de biopolítica.
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seres vivos que poseen sus propias características, que no son las mismas que modelan las
voluntades individuales. Así, la población tiende a ser comprendida y significada a partir de
saberes específicos, además, por supuesto, de ser gobernada a través de técnicas acordes a esos
entendimientos (Rose, O'Malley y Valverde, 2006: 84)13. Efectivamente, lo social se mantiene
en un manto de estabilidad, de regularidad, lo que los antropólogos gustamos llamar “cultura”,
sin embargo, según creemos, es insuficiente entender que en el contexto de la
gubernamentalización de la sociedad no se hallen relaciones sociales o redes de apoyo o
resistencia que, si bien responden, muchas veces, a la reproducción de las lógicas dominantes,
surgen como instancias de “relativa autonomía” que regulan, y se mantienen, en el marco de las
comunidades u organizaciones sociales. En otras palabras, considerar, por ejemplo, en el
análisis los binomios: “sujeto (agente) - poder”; y “sujeción - resistencia”, complejizan las
sociedades y la población, las colectividades o agrupaciones, puesto que no hablamos de
“entidades” o meras colectividades humanas con leyes que las regulan por el solo hecho de
estar asociadas, sino que surgen en un constante el movimiento, acorde a ciertos juegos o
asociaciones no previstas (asociaciones contingentes), fuera de toda lógica o dominio externo.
Con el fin de proporcionar algunas líneas de reflexión para el abordaje de algunos hechos
sociales (incluido el de la vejez), es preciso centrar el análisis en la producción bío-política en los
individuos, como a su vez, en las dinámicas concretas de las experiencias, en los mecanismos
locales, en las reapropiaciones de orden “microsociológico” de la puesta en marcha de las
políticas sociales, de salud o económicas14.
Se trata entonces de mantener en la política de lo viviente, una preocupación por las
transformaciones de lo humano por medio de bío-lógicas; una ocupación de la políticas de la
vida que muestre las bío-lógicas accionadas en la producción del hombre y de sus derechos
(Fassin, 2004), en contextos diferenciados, sobre los cuales, se torna necesario analizar las
tensiones que surgen en la construcción social y política de la vejez, la niñez o adolescencia,
por los adultos (adultocentrismo), institucionalizados y posicionados como agentes de Estado,
Traducción del inglés tomada desde el texto “Gubernamentalidad: Estudios y perspectivas”. En: Revista
Argentina de Sociología, pp. 95-110, año/vol. 5, Número 8.
14 En este sentido, es plausible constituir un campo de la edad (Gutiérrez 2006) desde una perspectiva bourdiana,
en donde se identifican tomas de posiciones y tensiones entre los distintos agentes que buscan posicionar una
lógica específica.
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de salud u otros, que establecen prácticas con efectos directos en la vida cotidiana y en las
experiencias de los sujetos.
IV. La vejez en escena: Un nuevo segmento de interés político y económico
La situación social de los envejecidos en Chile hace un poco más de dos décadas, se mantenía
en el marco del núcleo familiar y de las instituciones de seguridad social dirigidas a la atención
de este grupo etario. Sin embargo, la figura de los envejecidos, en la actualidad, ha logrado ser
paulatinamente socializada e instalada como problemática sociológica15. En efecto, con la
finalidad de reforzar la presencia de los envejecidos como un nuevo grupo social, se ha
instaurado un enfoque centrado en derechos que, en términos prácticos y políticos, ha logrado
trasladar la temática de la esfera individual y familiar, a una esfera pública. Se logra así un
cambio sustancial, ya que a partir de situar y proyectar la temática en y desde lo público, se
“garantizan” derechos sociales como salud, educación, asistencia y trabajo por parte de aparato
estatal (Forttes, 2008). Pero no sólo esto, sino que también se pavimenta y valida la necesidad
de intervenciones sociales, de salud, etc., por parte del Estado, instaurando un ideario de
responsabilidad y obligación que los ciudadanos deben tener para sí y para la sociedad en su
conjunto.
En el caso del envejecimiento, con la creación de instituciones “especialistas”, será desde
donde se forjarán pautas de intervenciones a partir de las descripciones censales y las
tendencias demográficas (tasas de crecimiento, de mortalidad, expectativas de vida). Por
ejemplo, en Chile, sólo a partir del año 1995 que se institucionaliza el envejecimiento y la vejez,
con la creación de la Comisión Nacional para el Adulto Mayor16, instancia que buscó orientar
acciones en beneficio de las personas mayores de 60 y más años de edad, en temas relativos al
derecho de salud y seguridad económica. En el año 2002, esta comisión es reemplazada por el
Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), constituido tras la promulgación de la ley
18.828. Así, la “plena integración del adulto mayor (sic)” a la sociedad, la protección ante el
abandono e indigencia, el respeto de los derechos que la Constitución y las leyes les reconocen
Es a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con las primeras demografías, que este tipo de mediciones
estará al servicio del biopoder con el objeto de identificar tendencias y generar proyecciones sobre el
comportamiento de la población.
16 Esta comisión se crea por Decreto Supremo N°27, en enero de 1995, bajo el Gobierno de Eduardo Frei RuizTagle.
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a los adultos mayores, la no discriminación y no marginación, serán los vectores que guiarán las
iniciativas estatales dirigidas a esta población.
A partir de este contexto, la política chilena hacia la vejez se ha caracterizado por instalar un
sistema de protección social enraizado en dos dimensiones: previsión y salud. En relación a lo
previsional, observando las experiencias del viejo continente, el sistema de pensiones es uno de
los ejes de mayor tensión. En el caso chileno, la Reforma Previsional aprobada en enero de
2008, que “crea un Sistema de Pensiones Solidarias que beneficia a quienes […] no se han
incorporado a un sistema previsional o no tienen derecho a pensión en algún régimen
previsional o que encontrándose afiliados a algún sistema, habiendo cotizado y cumpliendo
con los requisitos de elegibilidad, no han logrado reunir los fondos suficientes para financiar
una pensión […]” (Manual Informativo de la Reforma Provisional, 2008), busca sortear esta
tensión. Por otro lado, otro de los cambios significativos en este sentido, es la apuesta por la
generalización del sistema de cotizaciones en función de las pensiones para la vejez; la
obligatoriedad que en la actualidad tienen los trabajadores independientes en cotizar, es una
muestra de ello17. La instauración de estos sistemas de aseguramiento económico, tiene por
objetivo equilibrar las estructuras socioeconómicas vinculadas a la vejez, logrando así, un
aumento en el acceso a los servicios complementarios que el Estado y mercado han producido
para este segmento de la población.
En relación al segundo aspecto, los avances en el campo de la salud, el desarrollo e
implementación de nuevas tecnologías (particularmente en lo relativo a órtesis y prótesis),
conformarían condiciones favorables para la mantención de la vida de los envejecidos con
requerimiento de este tipo de artefactos. Sin embargo, pese a estos avances en salud e
investigación biotecnológica, la tensión se mantiene en una de las categorías de mayor
complejidad en cuanto a su construcción conceptual y en la formalización de indicadores
asociado a la salud del cuerpo envejecido: la calidad de vida. Conformada como un idealdiscursivo en el marco de la política estatal, se ve deteriorada por el alto costo en salud que
demanda al Estado una población envejecida, el elevado valor de la medicación de las
Desde el año 2012, los trabajadores independientes tienen la obligación de cotizar. Este proceso está
programado para desarrollarse en 5 etapas: 1° cotización por el equivalente al 40% de la renta imponible (enero de
2012); 2° cotización por el 70% (enero de 2013); 3° cotización por el 100% (enero de 2014); 5° cotización por el
100% -obligatoriedad total- (enero de 2014).
17
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patologías asociadas, desembocando, finalmente, en inequidad en el acceso a los servicios de
salud y, precisamente, en el acceso a tecnologías médicas18.
Por su parte, la economía y el mercado tendrán un papel fundamental en el surgimiento de la
vejez como problemática social. Los impactos socioeconómicos del envejecimiento se
constituyen en una de las principales preocupaciones por parte del Estado chileno, ya que un
“país con una población envejecida significa un país con una menor cantidad de personas en
edad potencialmente activa y una transformación de la composición de la fuerza de trabajo,
ambos fenómenos con un importante impacto en la economía y en la sociedad” (Vergara,
2008:5-6). Se persigue, entonces, una población envejecida activa, ocupada de sus propias
necesidades y soluciones.
Siguiendo esta lógica, hay sin duda un efecto potencial de orden sociológico que aún no ha
sido dimensionado: la responsabilización in extremo y la atomización de la vejez. Como se
puede observar, se instaura una lógica de responsabilidad (individualización, autoayuda) del
sujeto envejecido, que se sustenta particularmente en los discursos de agencias y organismos
internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), por nombrar sólo algunas, que fomentan en el marco de cada país,
nociones y construcciones semánticas que buscan cambiar la imagen, percepción y relación con
la sociedad de los envejecidos bajo la lógica del envejecimiento activo. En el caso chileno la
situación es clara, puesto que es una de las líneas de desarrollo que SENAMA ha asumido
como desafío, puesto que estiman necesario “trabajar con los medios de comunicación, los que
constituyen un escenario clave de difusión de nuevas imágenes del envejecimiento y la vejez”
(SENAMA 2009:125)
Bajo esta consideración, no quisiéramos que se entendiese que los envejecidos deban
permanecer confinados en su propia situación sin necesitar redes de apoyo y asistencia, sino
que se intenta reflexionar sobre una lógica o, siguiendo el argumento de Fassin, la existencia de
unas bío-lógicas, “las lógicas sociales que ponen lo viviente y la vida a examen de la política”
Un interesante estudio en este sentido, es el trabajo de Martínez y Garmendia (2008), quienes advierten
diferencias entre usuarios del sistema público y privado de salud, FONASA (Fondo Nacional de Salud) e ISAPRE
(Institución de Salud Previsional) respectivamente. Véase: Construyendo Políticas Públicas para una sociedad que Envejece
(2008), pp.57-73.
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(Fassin, 2004:287), que operan en el marco de la administración política de la vida y que tienen
por objetivo potenciar un individualismo activo y de autocuidado, en base a los ideales del
“envejecimiento activo”, del “buen envejecer”, “de la mejor etapa de la vida” o de que “la vida
comienza a los 60”, que reproducen y obvian, las condiciones estructurales de vulnerabilidad
social y económica19 en la cual se encuentra parte importante de la población envejecida en el
país.
V. A modo de cierre
Hemos mencionado que el desarrollo científico y tecnológico originado por las diversas
investigaciones en los campos de la genética, la biotecnología y la medicina, ha “producido”
modificaciones en la estructura de la población. También, que uno de los efectos de mayor
relevancia en la actualidad es la modificación de la estructura y la distribución por grupos
etarios. Que el envejecimiento no sólo implica el aumento sostenido de la población adulta y
envejecida, sino que se encuentran asociados otros factores determinantes como el aumento en
la longevidad20 y la merma económica que significa la mantención de una población envejecida.
No debemos olvidar que el envejecimiento es un fenómeno global, y ha llevado a los Estados y
agencias internacionales a tomar posición frente a este fenómeno: el Fondo Monetario
Internacional (FMI), por ejemplo, ha declarado la existencia de un riesgo, el “riesgo de que la
gente viva más de lo esperado”, situación que afectará a las economías a nivel mundial, ya que,
el envejecimiento de la población a ser una problemática subestimada en cuanto a su magnitud
“(…) disparará el coste previsto en decenas de billones de dólares a escala global. Eso supone
una amenaza para la sostenibilidad de las finanzas públicas” (Pozzi 2012:1). Dicha situación, la
tendría bastante clara el Ministro de Economía de Japón, Tarō Asō, al recomendar a las
personas de 60 y más años en “darse prisa en morir” (McCurry 2013) por el alto coste asociado
a la atención médica y la carga que significarían para el Estado japonés.
En lo estrictamente económico, es importante señalar que, en comparación al año 2009, la encuesta CASEN
2011, muestra que la pobreza en el grupo de edad de 60 y más años, se redujo en 1 punto: Año 2009=8,9 –
2011=7,9.
20 La dinámica demográfica de América Latina y el Caribe muestra con claridad que las personas cada vez viven
más años. Estos se explica por el avance en la transición demográfica que han realizado -con mayor o menos
intensidad- todos los países de la región. El descenso sostenido de la mortalidad -y especialmente de la mortalidad
temprana- que este proceso ha supuesto, aumenta el número de años de vida de la población.
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Mario O. Moya: Sobre envejecimiento, vejez y biopolítica
De esta forma, la alta expectativa de vida, al parecer, comienza a modularse como un
problema, una dificultad para los Estados más que un logro. ¿Qué hacer ahora con los viejos?...
La normalización de las prácticas en torno al cuerpo envejecido, a la “salud de este otro
cuerpo”, es la variable que los distintos agentes “productores de la vejez” (Estado, mercado,
ciencia y técnica) han validado y diseminado en “lo social”. Concordamos acá con Osorio
(2006), cuando señala que estamos frente a la creación de una nueva etapa del ciclo vital que se
intercala entre la jubilación y el deterioro que genera los estados avanzados de
envejecimiento21; sobre dicha etapa, según creemos, se aplican una serie de iniciativas políticas
que buscan de disminuir los efectos negativos de “cargar” con una población de edad
avanzada.
Queda entonces preguntarse y observar los efectos, las formas y consecuencias “culturales” de
la biopolítica hecha cuerpo, en la cotidianeidad de los envejecidos y las instituciones y centros
gerontológicos que en la actualidad están proliferando en algunas de las comunas de mayor
vulnerabilidad en Chile. Por otro lado, queda pendiente un análisis al detalle de las tecnologías
de poder en torno a este segmento etario, pues, desde nuestro punto de vista, la vejez ha sido
despojada, en especial desde los análisis de las ciencias sociales, de todo componente asociado
al cálculo o incidencia de dimensiones como la ciencia y la política.
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mayor complejidad el poder fijar conceptos como el de cuarta edad o el de ancianidad. Sin duda, en este sentido,
el criterio de dependencia será el de mayor utilidad para los gestores de políticas sociales.
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