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SEXTO SUBTEMA: MONISMO O PLURALISMO TEÓRICO Y METODOLÓGICO Y EL
DEBATE EPISTEMOLÓGICO
“Los desbordes en la generación de conocimiento en la actualidad: entre lo
epistémico y las formas de configuración de los saberes”
Adela Bork Vega (Dra. en Sociología)
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso – Chile
Universidad de Valparaíso - Chile
Palabras claves: desbordes epistémicos, bifurcaciones científicas, re-producción
cultural.
Los debates epistémicos son un reflejo de los cambios que van aconteciendo en
un determinado tiempo social, por lo cual, vale la pena recordar y tener presente
que este tipo de debates y críticas se integran a los movimientos de discontinuidades que cada colectivo social va re-produciendo (Braudel, 1985).
Dicho de otro modo, en lo epistémico aparece o emerge la trama social y no
exclusivamente un campo de carácter disciplinario, aunque éste universo
científico siempre puede asomar como un sistema-mundo de relevancia, que
logra colonizar otras esferas de la vida social utilizando un lenguaje performativo
que justifica y legitima (Wallerstein, 2007).
En esta lógica, podemos advertir que en las últimas décadas la generación de
conocimientos ha producido un movimiento de amplificación de los límites
clásicos provocando rupturas y/o fisuras. Lo anterior, ha presionado los encuadres
regulares logrando incorporar lecturas diversas referidas a la explicación de lo
social (Varela, 1988). Aun cuando los enfoques monistas han dejado de tener un
monopolio en la generación de conocimientos, se puede apreciar que en
momentos se re-producen ciertas lógicas en las cuales aquella opción adquiere
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mayor validación en el universo científico y, en el impacto sobre lo social (Morin,
2009; Varela 1996).
A partir del concepto de “desborde simmeliano”, este trabajo en una reflexión
que interroga aquellos ámbitos en los cuales los cambios societales y la
generación de conocimientos al ser de mutua influencia y contradicción, ponen
en evidencia que las rupturas y variabilidades en lo social, permiten un resignificación de los repertorios teóricos-metodológicos (García-Canclini, 1998).
Siguiendo esta lógica, a la apertura teórica, procede la reflexividad epistémica
en el cual se posicionan las pregunta referidas a las realidades sociales en su
constitución y en sus procesos de cambio, es decir, la relación a lo político (Laclau
2014; Sarlo, 2005).
El desborde mueve los límites no sólo en la producción científica, sino que al
mismo tiempo en la formas de advertir que las lógicas sociales en la actualidad,
expresan variabilidades y tensiones en el campo de la gestación de lo social; de
las existencias individuales y colectivas; de las discusiones y críticas que ponen en
jaque la escisión entre naturaleza y cultura; de las configuraciones problemáticas
en torno a la vida en común, por mencionar alguna expresiones de tensión
(Descola, 2016; Lechner, 2002).
En síntesis, el desborde nos expone y nos exige observar y generar lecturas que
puedan advertir los límites del conocimiento clásico y, las aperturas hacia distintos
universos y dispositivos no lineales y tradicionales creados a través del tiempo en
procesos
de
de-formalización
y
desbordes.
Estas
aperturas
pueden
ser
consideradas como las bifurcaciones necesarias a construir con el fin de enfrentar
no sólo los obstáculos epistémicos enunciados tempranamente por Bachelard
(1948), sino a las formas de velos ideológicos que van sedimentando las lógicas
culturales establecidas de manera dominante (Garretón, 2014). Nuestra región
latinoamericana, presiona este tipo de reflexión a partir de la intensidad de la
vida política y, por ende de la re-producción teórica si entendemos a ésta última
como construcción científica-cultural (Craia, 2015).
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Hecho el encuadre general, haré esta presentación a partir de algunas
interrogantes que pudiera permitir el punto de vista que desea someter a la crítica
en este espacio de diálogo y de intercambio reflexivo. Si bien, la convocatoria
pone en polos opuestos la idea de monismo o pluralismo teórico-metodológico,
es dable interrogarse si en ambos polos, habría por efecto de linealidad pensar
que son entidades monolíticas y uniformes, sin distinciones y fisuras. Dicho de otro
modo, las dicotomías expuestas son expresiones de agrupamientos que
potencialmente no dejan entrever los debates que se siguen elaborando en
función de propósitos que van generando cada uno de estos planteamientos que
en una lectura asomen de manera similar a una disputa entre contrarios
irreconciliables. Podemos advertir que en cada tiempo, existieron debates en
torno a las ideas que establecieron hegemonías y centralidades. Al mismo tiempo
que se afirmaban orientaciones en un sentido, se gestaba resistencias y disputas
referidas no sólo al universo de ideas, sino que respecto a la influencias para
afectar lo social.
Temporalidades y debate epistémico: ¿cómo se articula el tiempo en la
generación de conocimientos?
Esta interrogante nos permite volver sobre la idea de la directa relación entre
generación de conocimientos y el tiempo social en el cual se desarrolla la
práctica científica y/o el oficio del investigador. El tiempo social en su proceso
simultáneo de continuidad y discontinuidad, en momentos parece posicionarse
igualmente sólo en una de estas posibilidades, anulando el contrario que sería lo
que permita configurar efectivamente esta categoría. El ámbito de lo
cronológico adquiere fuerza y coloniza de una forma que el gesto referido al
tiempo se expresa en términos lineales, con mirada y acción hacia lo que viene.
Esta linealidad, algunos autores lo definen como una práctica que radicaliza el
tiempo “presente” (Lechner, 2002), siendo una respuesta sistemática a la
coyuntura y a las urgencias, sin reflexionar si esas acciones devienen en actos
mecánicos y que responden a intereses de diversa naturaleza y de propósitos que
al no ser desplegados en su máxima, hay insuficiencia para apreciar los
componentes ideológicos que pueden ser sostenidos desde distintas instituciones
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culturales en los cuales se mueve la producción de conocimientos (Garretón,
2014).
Por lo mismo, las expresiones de mayor inclinación hacia un monismo o un
pluralismo teórico-metodológico, han sido y están siendo influidas directamente
por la forma como hemos gestado lo social sea en términos amplios y/o
restringidos. Respecto a lo amplio, refiere a las lógicas o racionalidades en las
cuales se van legitimando las realidades existentes y que logran performar un
determinado encuadre normativo para la vida social de los individuos. En
términos restringidos, el campo analítico se vincula directamente a las
imposiciones “científicas” de moda y, aquellas que adquieren igualmente grados
de legitimidad.
Consecuentemente, para ambas características lo que determina su presencia y
consistencia es la legitimidad, cuestión de suyo compleja y que ha sido un debate
que en momentos sólo adquiere pertinencia cuando perturba la frontera de lo
legal. Este punto de inflexión crítico, permite asumir los alcances de un debate
inacabado y que podemos aventurar que pudiera seguir siéndolo en la medida
que no se zanje el tema principal, que es la diferencia de ambos conceptos.
¿Por qué sería relevante detenerse un momento en este punto?
Probablemente, porque lo legal ha sido y sigue siendo una dimensión que
coloniza la esfera de lo legítimo. Lo legal o lícito, posibilita capturar un modo de
estar en el universo social, una forma de organizar las relaciones sociales, una
forma de configurar la producción genérica y, aquella de características
científicas. Lo legal es un eje y agente de gestión que no sólo provoca orden sino
que al mismo tiempo permite formas de control. El contenedor de lo legal por
antonomasia son los corpus jurídicos, las leyes y todas las normativas que permiten
configurar efectivamente la dimensión abstracta de la licitud. Lo que es
primordial, es tener en consideración que lo legal es mediado por intereses que
representados a través de instituciones, grupos e individuos, hacen posible que
esta arquitectura sea visible en términos abstractos y acotada, pero que lo que
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no se aprecia y queda en la subterráneo es lo de mayor complejidad y densidad
(Giannini, 1987).
Siguiendo en este punto, la legitimidad asoma como una esfera que por regla
general se presenta y la presentan como algo confuso poco visible y poco
validada, la cual evidentemente fue opacada y relegada por esta entidad de
prestigio y competencia de la cual hacíamos alusión en el párrafo precedente
(Laclau, 2014).
Consecuentemente con esta línea de reflexión, podemos constatar que el tiempo
social y lo que se produce en esa temporalidad específica otorga un
reconocimiento y una orientación de sentidos -si consideramos a esto último
como el curso de las acciones y decisiones emprendidas- haciendo posible que
la ciencia no pueda sustraerse de similar forma o lógica, en lo cual, lo legítimo en
ciencia es inscribirse igualmente en lo que se encuentra definido desde la lógica
legal pero aplicado al universo científico. Hay un desplazamiento en las
normatividades, que atenúan el componente de poder presente en la gestación
de lo social (Sarlo, 2005).
El sistema-mundo de la ciencia, no podría fijar posición y ser considerado sin estos
atributos aportados desde el campo de la licitud (Wallerstein, 2005). Para los fines
concretos, la verdad como un horizonte normativo sostenido por un tiempo
prolongado, posibilitó construir entonces no sólo un ideario de ciencia, sino
instituciones, que a su vez generaron mentalidades y artefactos alrededor de esta
matriz que pudiera definir más un comportamiento moral que una práctica de
quien cultiva un oficio. Podemos apreciar, como en la búsqueda de la verdad
referida a un objeto-sujeto, se van legitimando prácticas que se asemejan más a
un ordenamiento instrumental rígido, que a producir un tratamiento que tiene sólo
preeminencia parcial y temporal. Las falsaciones, terminaron igualmente en
encuadres que fijaron expectativas reguladas científicamente, pero que sabemos
tienen el encuadre de las exigencias sociales e ideológicas de cada época
(Morin, 2009).
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A partir de esta colonización de conceptos y de prácticas específicas
desarrolladas, la oscilación entre uno de los polos, monismo o pluralismo, es
igualmente una respuesta a como se han fijado los parámetros referidos a lo legal
y legítimo. Cuando planteamos la oscilación, no podemos dejar de afirmar que la
oscilación serían los movimientos posibles, no obstante, en el universo de las ideas
afirmadas, más bien se ha quedado suspendido en uno de los polos, generando
espacios y márgenes para que al ser problematizada esta suspensión, lo
significativo y crítico sería que se posibilitarán desprendimientos y movimientos en
diversas direcciones y, no sólo que volvamos a suspender de manera binaria.
Sostener uno de los polos, es más bien complicado y confirma una ceguera
intelectual, alejándose de los desafíos de una lectura en claves complejas para el
tiempo social que nos contiene y nos despliega.
Si utilizamos una lectura en perspectiva de larga duración, se puede apreciar que
la generación de conocimientos ha sido influenciada directamente por aquellas
ideas matrices y posibilidades que se auto proclamaron como las pertinentes
para ese tiempo, buscando refugio a través de los reconocimientos y prestigios
instituidos (Braudel, 1985).
En síntesis, el tiempo social produce lógicas que adquieren un sentido no casual,
ni aleatorio, sino que en su contrario se gestionan a propósito de formas de poder
que directa, oblicua o latentemente ejercen una presión para hacer coincidir lo
legítimo con lo legal y, en el sentido más profundo, con la búsqueda de la
verdad.
Realidad o Realidades: giros y rupturas.
Un segundo ámbito, es aquello que permite el debate epistémico y que se
relaciona directamente entre los legados científicos culturales y las fisuras
identificados a través del tiempo. Una cierta “realidad científica” inundó y
hegemonizó
durante
décadas
la
generación
de
conocimientos
y
la
preeminencia de lo que vemos como objeto de interés científico (Bachelard,
1948). Se podría decir que en el pensamiento científico occidental, afirmó por un
tiempo significativo la tradición cartesiana y la forma de analizar la realidad
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social, previo un esquema de distinciones y operaciones que hacían posible medir
la realidad social y, emitir por lo mismo, una explicación plausible que al ser
objetiva, lograba hacer sincronía con los protocolos ya definidos en términos de lo
científico y lo permitido. El modelo de producir conocimiento estaba claramente
establecido a través del método científico, que en momentos se convirtió en lo
principal (Garretón, 2014).
La presencia de la realidad como una entidad posible de ser analizada en similar
registro al utilizado por las ciencias naturales, no era objeto de duda o crítica en
términos de cierto nivel de presión y/o resistencia.
Se puede decir, que si bien las disputas pueden ser sugeridas tempranamente por
el universo de los significados planteados por la tradición hüsserliana -lo que tiene
un valor incalculable para la época- lo que sigue persistiendo es la idea referida a
la realidad social, como una entidad monolítica y que es posible asirla de forma
unívoca por hombres y mujeres.
El gesto referido a la pluralización de la realidad y de las derivadas que se pueden
colegir a propósito de esta posibilidad, generó una ruptura importante si
ponderamos las derivadas en las investigaciones científicas producidas en la
región del conocimiento cultivada desde las ciencias sociales. Es claro que los
debates epistémicos-filosóficos, habían articulado debates en torno a lo “real” de
la “realidad”, pero en términos de las ciencias sociales, lo distinto es problematizar
y desmontar dos cosas:
Hay más de una realidad y la forma de apreciar esta entidad va a depender de
aquellas condiciones materiales y simbólicas específicas con los cuales hombres
y mujeres han sido dispuestos para apreciar esas realidades.
Los debates en torno a este ámbito aún siguen vigentes, ya que respecto a las
realidades se construyen de igual forma, racionalidades que van orientado los
criterios de validez y de importancia, dependiendo de los intereses que circulan,
fijando posiciones y entidades (Wallerstein, 2005).
Los trabajos de Varela (1988) en términos de larga duración, han sido un punto de
ruptura para fijar desde la vida el conocimiento científico y social. Considerar de
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manera compleja, la dimensión que define los universos de significados pero
incorporando las emociones vehiculadas a través del lenguaje como expresión
de códigos culturales, moviliza proyectos científicos de investigación social que
precisan re-plantearse protocolos e instrumentales, con el fin de hacer asible
aquello que por definición no era posible, pero más grave aún, no era válido o de
interés científico en el sentido del rigor conocido por el método científico.
En el fenómeno de la vida, Varela pone a prueba un esquema que siendo de
orden estructural a partir de las posibilidades biológicas con que cuenta el
investigador, incorpora la dimensión existencial y fenoménica, que hace por lo
mismo de la subjetividad una dimensión de prestigio, ya que implica la vida
situada en un espacio y tiempo determinado. La cultura se deja ver no como un
objeto aislado y diferenciado, o como la rareza de lo exótico o del extranjero en
el decir de Simmel (2012), sino como la forma de aquilatar las coordenadas de
tiempo, espacio y vida, a partir de las inscripciones históricos-culturales en las
cuales se mueven los individuos, sean éstos en su práctica u oficio de investigar,
sean aquellos que se constituyen en sujetos de un proyecto de conocimiento que
siendo particular tiene una temporalidad y espacio compartida con otros
individuos, como también con aquel que está en la tarea de conocer.
En esta ruptura, no sólo hay un giro o movimiento referido al objeto de
investigación, por cuanto se desplaza a la consideración de sujeto, sino a la
pertenencia
de
un
tiempo
que
siendo
compartido,
puede
exigir
una
decodificación o interpretación de claves culturales que son elaboradas y
significadas de acuerdo a las modalidades como se expresan en cada grupo,
clase o estrato las configuraciones históricas-culturales y territoriales.
En este punto, la generación de conocimientos en la región latinoamericana, ha
tenido dis-continuidades, en la forma de asumir tendencias más puristas, como
también iniciar procesos de desplazamientos que van incorporando las claves
culturales, las posiciones sociales y la simbólica que representa corresponder a
una región del mundo específico (Jelin, 2002). Este trabajo de consideración del
pasado reciente, posibilita sopesar las huellas y marcas que los procesos de
colonización no sólo actúan en términos de proyectos políticos e ideológicos para
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la organización de lo social, sino que pudieran preservar ámbitos en la
constitución y re-producción de mentalidades (Garcés, 2000). La región
latinoamericana en la generación de conocimientos en las últimas décadas, ha
enfrentado cuestionamientos en relación a estos ámbitos.
América Latina, en su derrotero cultural y por la propia configuración geográfica
refleja las variabilidades referidas a las realidades sociales y, por ende la
explicación de lo social, sin por ello perder lo nuclear que sería una historia común
con posibilidades de significaciones en registros de lo particular de los territorios.
Siguiendo con la lógica precedente, las realidades sociales serían la posibilidad
de los desbordes simmelianos, toda vez que a partir de esta constatación y/o
nuevas formas de enfrentar el quehacer científico, exige disponerse de un modo
crítico a las teorías como uno de los soportes claves en la generación de
conocimientos. Esta revisión crítica de las teorías utilizadas, adquiere un doble
movimiento, de una parte, se identifica la gestación de la teoría en su estructura
conceptual-heurística
pero
al
mismo
tiempo
se
interrogan
las
disputas
acontecidas en ese momento histórico y, que facilitó y/o impidió que otras ideas
pudieran haber sido excluidas o bien restringidas. De otra parte, auscultar una
teoría es identificar como a través de la teoría se construye un discurso social que
posibilita transitar desde la ciencia al universo social en lo que sería la posible, lo
permitido, lo esperado. En síntesis, ambos movimientos nos llevan a visualizar la
producción de la legitimidad y legalidad social, en aparente autonomía pero
imbricadas con asimetría de posiciones e influencias, de acuerdo a lo comentado
en el punto precedente.
Revisar teorías y la re-producción de las mismas, posibilitaría advertir en una
perspectiva o movimiento de larga duración, la constitución de lo social y los
órdenes privilegiados en ese devenir temporal.
Puntos de saturación en la forma aquilatar lo social y las realidades.
Así, como el debate epistémico pone en jaque esta hegemonía del monismo derivado de las propias realidades expresadas en términos fácticos, y no sólo de
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discursos ideáticos fuera de las temporalidades- habría que evidenciar algunos
puntos de tensión en las formas de explicar lo social.
Si una lógica específica para generar conocimiento, está siendo objeto de
reflexividad crítica, la pregunta que requiere formularse con similar alcance, es
aquello que se puede describir, como los soportes materiales que otorgan el
sustento en la producción de datos. Podemos afirmar que se ha producido un
ciclo en el cual los protocolos e instrumentales han tenido un espectro significativo
para
producir
datos
en
orientaciones
diversas,
pero
orientados
a
la
explicación/interpretación/comprensión de aquello que está siendo objeto-sujeto
de análisis (Martuccelli, 2007).
En estudios de carácter metodológicos desde diversos horizontes (antropología,
sociología, trabajo social, arquitectura, psicología social, ciencia política, entre
otras), se advierte algunos puntos críticos en los instrumentales tradicionales
utilizados por estas disciplinas (Jelin, 2002). Si bien, estos análisis coinciden que
hubo un salto significativo cuando se decide triangular la información al integrar
métodos con orientaciones cuantitativas y cualitativas, persisten dificultades
cuando los resultados de investigaciones distan de aquellas lógicas que
efectivamente se expresan de manera efectiva. Dicho de otro modo, se va
instalando una inquietud compartida en la disociación de los relatos, discursos y/o
narrativas que pueden expresarse y, aquellas formas en las cuales se re-produce
lo social.
Algunas hipótesis elaboradas en torno a lo anterior, dicen relación a la forma
como los encuadres normativos-culturales de cada contexto, van produciendo
un tipo de discurso social, haciendo posible que los sujetos discurran en aquello
“esperado” o en aquello que de acuerdo a las contingencias sociales, sea “lo
políticamente correcto” (Garretón, 2014). Dicho de otro modo, las narrativas o
relatos, se orientan más hacia aquello que desea encontrar el investigador, que
aquello que los individuos sociales experimentan y/o valorizan.
El espacio de interacción precisa ser re-significada con el fin de considerar de
forma crítica, las formas en las cuales las posiciones tienen necesidad de
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considerar variabilidades, niveles y propósitos, a fin de que el intercambio
posibilite los objetivos propuestos en términos de acción investigativa, sin por ello
atenuar las posiciones de los propios individuos, grupos y/o comunidades.
En esta revisión crítica, algunos autores retoman la mirada, volver sobre la
observación en sus distintas modalidades y, más aun elaborar formas en donde el
observar considere aquellos cambios operados en la concepción de los sujetos,
de los individuos, de los actores, como también, de aquellas transformaciones en
las formas de explicar la constitución y gestación de lo social producto de los
cambios y transformaciones locales y globales (Puentes, 2013).
En síntesis, se pudiera afirmar que el monismo en su afirmación y hegemonía,
provocó el contrario y, desde allí la producción de conocimientos adquirió mayor
densidad
cuando
se
inscribió
considerando
aquellas
configuraciones
y
características históricas, culturales y territoriales. Para nuestra región, las
bifurcaciones de la vida social cotidiana, en el aquí y ahora, aportan
variabilidades que claramente se expresan en la producción de conocimientos
derivados de los diversos campos disciplinarios, es decir, hay bifurcaciones
científicas en la medida que se considera la vida social en su movimiento y en su
dimensión temporal.
Los debates epistémico precian sostenerse en el tiempo, con el fin de asegurar
que lo social puede seguir expresando el movimiento, evitando la re-producción y
la fijación de ciertas mentalidades, orientadas a la hegemonía y a la
preeminencia de un universo por sobre otros.
La generación de conocimientos se enfrenta por lo mismo, con mayores
bifurcaciones, derivadas y con desborde que permite la creación en el plano de
las ideas y de los caminos para producir datos. El pluralismo teóricometodológico, en nuestra región latinoamericana, no es sólo un programa
científico, es una forma de estar siendo y afectando nuestro tiempo social,
desafiado por los cambios y urgencias políticas, económicas, sociales, étnicas y
de género, entre otras.
Chile – Valparaíso, 2016.
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