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Ciclo de Complementación Curricular
Asignatura: Cuestión Social e intervención profesional
Equipo docente: Susana Cazzaniga, Laura Salazar, Rosana Pieruzzini, Verónica
Villagra
Año: 2009.Trabajo Social y la cuestión metodológica
El tema del método en Trabajo Social ha sido uno de los nudos históricos, desde Mary
Richmond en adelante, alcanzando en determinados momentos picos de debate de
gran riqueza. Visto desde otra perspectiva, creo que en muchos momentos la
discusión sobre este aspecto veló otros análisis, necesariamente previos, que
permitieran pensar de otra manera a la profesión, y arribar a la cuestión metodológica
como consecuencia lógica y no fragmentaria.
Se podría agregar que tal desvelo puede ser producto de la lucha por la disciplina en
demostrar su “estatus” como tal dentro del campo de las Ciencias Sociales, desde la
ilusión del método propio tomando como referencia los cánones epistemológicos
vigentes o hegemónicos. Resulta interesante ilustrar esta reflexión con las
consideraciones que se realizan en “El oficio del sociólogo”, acerca del mismo tema en
relación con los sociólogos: “...la relación que cada sociólogo mantiene con la imagen
de cientificidad de su propia práctica debe al propio campo de conjunto en el cual se
cumple: una ciencia preocupada por su reconocimiento científico se interroga sin cesar
sobre las condiciones de su propia cientificidad y en esta búsqueda angustiosa del
reaseguro, adopta con complacencia los signos más llamativos y a menudo más
ingenuos de la legitimidad científica...La manía metodológica o el gusto apresurado
por los últimos refinamientos del análisis componencial...asumen la misma función
ampulosa que el recurso de las denominaciones prestigiosas o la adhesión
deslumbrada por los instrumentos mejor construidos, para simbolizar la especificidad
del oficio y su cualidad científica, ya se trate del cuestionario o del ordenador.”
(Bourdieu-Chamboredon-Paseron, 1973)
La idea que planteo es repensar este tema entendiendo que la configuración de un
método es una mediación que se basa en un entramado de supuestos, en que clara o
difusamente se inscribe el trabajador social, en el marco de las diferentes corrientes
teóricas que atraviesan esta disciplina, como una más de las Ciencias Sociales. En
este sentido, me inscribo en la perspectiva que plantea que referirse al método remite
a preguntas teóricas y epistemológicas, a los supuestos que los sustentan (teóricos,
ideológicos y éticos). Es, en todo caso, pensar desde que matriz referencial, o
régimen de la mirada, accedo a ese aspecto de la realidad que es necesario indagar y
desde el que tengo que actuar. Esta consideración da cuenta de la no existencia de un
concepto unívoco de método, sino que el mismo es entendido de distintas maneras
conforme al sistema conceptual que le confiere sentido. Por lo tanto podemos plantear
al método como una estrategia que se sigue para abordar un recorte de lo real (objeto,
fenómeno, situación) desde una perspectiva teórica – epistemológica que establece
los criterios de selección y construcción de técnicas y procedimientos específicos
teniendo en cuenta las características particulares y la forma, también particular en
que ha de ser abordado.
La intervención profesional, en tanto trabajo, quehacer o práctica específica que
intenta generar algún tipo de transformación o modificación en relación con la situación
que le es presentada, se expresa en una construcción metodológica, en un conjunto
de mediaciones que darán cuenta de la intencionalidad de transformación y de sus
comos particulares.
Método, se plantea entonces, como esa mediación entre teoría y realidad, que no se
define a priori, como dispositivo de axiomas y reglas a seguir, sino y
fundamentalmente como construcción. Los supuestos a los que aludimos funda el
paradigma en el que, según Alberto Parisí, “...sea cual fuere nuestra postura teórica
explícita, siempre por debajo de la misma estamos determinados por un modelo,
matriz o paradigma teórico, en el cual -clara o difusamente- estamos inscriptos.”1 Se
trata de hacer explícitos vía reflexión, como planteáramos en párrafos anteriores,
aquellos supuestos que en forma silenciosa a decir de Gouldner, acompañan, en este
caso, la construcción del método en Trabajo Social.
Dada la importancia de este aspecto, y de la ambigüedad con que ha sido tratado en
la historia de nuestra profesión, es que sostenemos la centralidad de la matriz
conceptual en Trabajo Social. Entendemos por matriz conceptual a aquella
constelación de categorías teóricas generales y particulares que fundamentan una
disciplina y la intervención profesional. La matriz conceptual (tema pendiente en la
disciplina) opera como condición de posibilidad de la construcción de mediaciones
conceptuales que va configurando el campo problemático de intervención. El campo
problemático, así planteado, es comprendido como la construcción conceptual,
producto de la tensión entre categorías teóricas y empiria, que recorta y focaliza la
intervención profesional, desde el cual se definen las diferentes estrategias de acción.
Ahora bien, como argumenta Margarita Rozas, esta construcción de los campos
problemáticos, no debe ser visto como un proceso endógeno, un proceso que se
resuelva al interior de la disciplina, sino como una construcción que exige
“...mediaciones en vínculo con las nuevas condiciones de reproducción material, social
y simbólica por las que atraviesan los sujetos sociales en su vida cotidiana...”2, dicho
en otras palabras, en relación a la cuestión social como expusiéramos mas arriba.
Matriz conceptual, realidad, campo problemático, se convierten en dimensiones
específicas (o centrales) del proceso metodológico. Las categorías de la matriz
conceptual interpelan la realidad (la cuestión social) y remiten la construcción del
campo problemático de intervención. Cada escenario particular (institución u
organización desde la cual intervenimos profesionalmente) otorgará los sesgos a ese
proceso de intervención y los modos de abordar las modificaciones o transformaciones
del campo problemático.
Desde estas consideraciones sostenemos la idea de construcción metodológica, es
decir el delineamiento de una estrategia en la perspectiva de trayectoria global, en
función de una intencionalidad, en que cada momento o coyuntura de trabajo se
deberá replantear de acuerdo a los presupuestos orientadores, al recorte de lo real, en
el marco de un contexto global.
Técnicas e instrumentos en la intervención de los trabajadores sociales:
La perspectiva epistemológica que hemos discutido implica rever y analizar el tema de
las técnicas e instrumentos. Esta revisión, en el contexto de desarrollo que estamos
realizando, será realizada recuperando las corrientes que han estructurado la
1
PARISI, Alberto “Paradigmas teóricos e intervención profesional” Mimeo Departamento de
Investigación de la Escuela de Trabajo Social de Córdoba UNC. Córdoba 1993
2
ROZAS, Margarita “Algunas reflexiones sobre la cuestión social y el campo problemático en Trabajo
Social” Revista Escenarios Nº 3 Escuela Superior de Trabajo Social UNLP La Plata 1997
construcción de conocimientos en ciencias sociales, y el impacto de las mismas en el
propio Trabajo Social.
La corriente empiricista otorga a las técnicas la garantía de revelar la realidad tal cual
es y por lo tanto la validez de las conclusiones a las que se arriben. De este modo
ellas se cristalizan como instrumentos neutros o intercambiables en las que se
deposita la confiabilidad del dato. El investigador se enfrenta al objeto por conocer,
desprovisto de teorías (es una tábula rasa), la observación sistemática permitirá
recolectar la información de la cual inferirá las leyes correspondientes. Este enfoque
que atravesó fuertemente al Trabajo Social, encubre que todo sujeto porta
representaciones sobre el mundo, prejuicios y prenociones que constituyen, de alguna
manera explicaciones sobre la realidad. Esta "carga" simbólica acompaña el acto
mismo de indagación y opera como una suerte de copartícipe silencioso, como plantea
Gouldner, sesgando la pretendida neutralidad de la observación en particular y de las
técnicas en general. En un ángulo opuesto, encontramos al formalismo o apriorismo,
que define la producción de conocimientos a partir de leyes generales (la "gran
teoría"), desde las cuales se pueden desprender hipótesis acerca de la realidad. Las
técnicas, en esta concepción, son dispositivos que operacionalizan el encuentro con el
objeto a conocer (la referencia empírica) y que permitirán la corroboración o rechazo
de esas hipótesis. En Trabajo Social este posicionamiento se manifiesta en “la
aplicación de teorías”. Entre otros lugares desde los cuales es posible construir el
conocimiento, encontramos la lógica dialéctica, que plantea que el conocimiento de la
realidad es posible poniendo en tensión categorías teóricas y referencias empíricas.
Es el diálogo entre teoría y empiria, para decirlo con otras palabras, el que establece
las condiciones de construcción del conocimiento. Siguiendo esta postura, el bagaje
técnico que opera como herramientas para acceder al conocimiento de lo real, se
entiende, como dice Pierre Bourdieu “como teorías en acto”3, y por lo tanto su
selección y construcción están inscriptas en el contexto teórico que guía, en este caso,
la práctica profesional, de acuerdo al referente empírico (la demanda de intervención).
En Trabajo Social, las técnicas e instrumentos de intervención no difieren de las que
se usan en las demás disciplinas sociales, sino que dependen de las corrientes teórico
– epistemológicas en que se inscribe la práctica profesional, y de la resignificación en
función de las particularidades de la profesión. Además, la mayoría de las técnicas
tienen su punto de semejanza con las que se utilizan en la investigación social,
fundamentalmente las que indagan desde una lógica cualitativa, difiriendo en su
objetivo central: la intervención, que conlleva, como planteáramos en otros párrafos, la
cuestión del conocimiento, pero desde una dimensión diferente a la investigación.
Visto de esta manera, el bagaje instrumental se convierte en un conjunto de
herramientas mediadoras, que permiten conocer, desde una situación de encuentro
con otros, en el marco de una relación social. En otras palabras, las técnicas e
instrumentos mediatizan el diálogo de las categorías teóricas y los supuestos del
profesional con los sujetos y la significación de su mundo social.
Si coincidimos en que la mirada particular del Trabajo Social se dirige a los obstáculos
y conflictos que presentan ciertos sujetos para dar respuesta a sus necesidades, sean
éstas materiales o simbólicas, o dicho con otra manera, para garantizar su producción
y reproducción social, el uso de las técnicas tendrá como papel central capturar la
particularidad con que se expresan esos obstáculos y conflictos en relación con las
condiciones de vida. Si por otra parte reconocemos al "otro" de la relación profesional
como sujeto capaz, con potencialidades, productor de significaciones sobre su modo
de vida, el uso de las técnicas merecerá especial atención ya que se convertirán (o no)
en expresión del respeto hacia ese otro. Desarrollaremos a continuación algunas
3
BOURDIEU Y OTROS El oficio del sociólogo. Siglo XXI. 15ª edición. México. 1993
herramientas de uso cotidiano por los profesionales del Trabajo Social, desde la
perspectiva planteada.
Observación:
Esta técnica puede ser entendida como considera Miguel Beltrán Villalva como “...
herramienta inmediata de producción de datos relativos al comportamiento verbal y no
verbal de individuos y grupos en determinadas situaciones, con objeto de inferir
conclusiones sobre estructuras, instituciones o procesos sociales. Este autor otorga la
adjetivación de inmediata ya que no requieren de instrumentos (cuestionario por
ejemplo), sino que el investigador entra directamente en contacto con lo observado4.
En este sentido, la observación puede ser usada como una técnica principal de
producción de conocimientos, o como herramienta complementaria de otros
dispositivos (el caso de la observación durante una entrevista que permite la
contextualización de la producción del discurso del entrevistado). La observación es
fundamentalmente una interrogación de la realidad, y de uno mismo como observador.
Permite recuperar conocimiento de hechos, situaciones de la realidad en la que
actuamos, desde un mirar intencionado.
En esta consideración aparecen dos aspectos para tener en cuenta: la interrogación y
la intención, aspectos que se relacionan y condicionan mutuamente. Cuando hacemos
referencia a la interrogación estamos haciendo mención al carácter de pregunta, de
apertura a lo desconocido, tanto de la situación que observamos como de nuestras
propias pre- nociones. A manera de ejemplo, si estamos frente a una persona que
solicita determinado servicio, y de pronto se queda callada, la observación como
interrogación sería ¿por qué calla? ¿qué me obstaculiza o facilita a mí esta actitud?.
La idea de intención en la observación, está referida a que, como profesionales
centramos la mirada hacia los aspectos pertinentes a la situación en la que estamos
interviniendo, desde claves conceptuales. Por este motivo tiene un sentido construido,
pero advertimos, no cerrado. Si estoy interviniendo, por ejemplo, en una situación de
adolescentes con problemas de convivencia barrial, prestaré atención a las relaciones
que se establecen en el barrio, los lugares de reunión (quiénes, cuando), entre otras
cosas. Me guiarán conceptos como el de pertenencia, como el de conflictos
intergeneracionales, proceso de socialización. Estas nociones teóricas contienen ese
"sentido construido", pero no tienen el carácter de corroboración, o aplicación. Es
justamente aquí, en la idea de que las categorías o conceptos desde los que
inscribimos y otorgamos intención a la observación no son cerrados, donde se enlaza
la interrogación. En síntesis, es la interrogación la que me permite repensar los
conceptos, y desencadenar nuevas observaciones.
Otra de las dimensiones
relevantes para destacar en esta técnica es que aunque la vista tenga relevancia, en el
acto de observar, todos los sentidos se ponen en juego. Al observar se va
construyendo a nivel del pensamiento, una reproducción de los aspectos que se
focalizan, donde los demás sentidos participan activamente: de esta forma también
interviene el olfato, el oído, el tacto, el gusto. (No ofrece la misma imagen un arroyo
transparente, que uno contaminado, del que emanan olores nauseabundos). Los
sentidos están formados socialmente; el modo en que hemos ido incorporando los
conceptos de bueno y malo, feo y bello, correcto e incorrecto, a partir de la educación
familiar, escolar, entre otras instancias socializadoras, se expresa en nuestros
sentidos. De esta manera, en esa representación que se va elaborando mentalmente a
partir de la observación, se cuelan juicios de valor. Esta cuestión es legítima en tanto
como humanos que somos los sujetos profesionales no podemos desmontarla,
eliminar esta manifestación, lo que sí hace a una actitud profesional es poder
4
BELTRAN VILLALVA, Miguel Perspectivas sociales y conocimiento. Editorial ANTHROPOS –
Universidad Autónoma de México. Barcelona. 2000.-
reflexionar sobre esto y discernir acerca de los propios parámetros de vida y las
significaciones de otros modos de vida. La "vigilancia" pasa por comprender el
contexto de producción de significación y la permanente actitud reflexiva sobre nuestra
matriz de aprendizaje, las categorías teóricas y el sentido común que nos permea. De
no mediar esta reflexión constante, es posible que la observación quede sesgada por
connotaciones valorativas más propias del sentido común que de un profesional que
intenta dar cuenta de una situación.
El producto de esa observación no son sólo “datos” para llenar una ficha, confeccionar
un informe, un cuaderno de campo, sino que me dan pistas para conocer, por lo que
cada observación desencadena preguntas, otras búsquedas, tanto empíricas como
teóricas para la construcción de mediaciones conceptuales y la propuesta de
alternativas de acción.
De este modo, la observación como técnica, surge como elección racional que realiza
un profesional, de acuerdo a la matriz epistemológica que sostiene las estrategias
metodológicas, donde el cuerpo categorial y los objetivos propuestos actúan como
productores de la observación (qué se observa y para qué).
Entrevista:
En general se define como conversación entre dos personas por lo menos, en la cual
una es el entrevistador y los demás, los entrevistados. Se dialoga acerca de un tema
teniendo en cuenta ciertos objetivos. Rosana Guber plantea que “... (la entrevista)...
entendida como relación social a través de la cual se obtienen enunciados y
verbalizaciones, es además, una instancia de observación; al material discursivo debe
agregarse la información acerca del contexto del entrevistado, sobre sus
características físicas y su conducta...”5. Con esta técnica se profundiza en el
conocimiento de una situación, pero al ser un diálogo, se constituye en una
interacción. Es por ello que en toda entrevista se produce una transmisión mutua de
información, de confianzas, de búsqueda conjunta de alternativas para dar respuesta a
los temas o conflictos en cuestión.
Existen muchas variantes de entrevistas, según la intencionalidad de la intervención,
problemática que se aborda, naturaleza disciplinar. Esto significa que deberán ser
recreadas y construidas a tales efectos. Se conocen en Ciencias Sociales, entre otras,
las entrevistas dirigidas: son las que se aplican a través de cuestionarios preestablecidos; las semi-estructuradas: focalizadas en una temática; las entrevistas
dinámicas: orientadas a la interpretación sociosicológica, la entrevista etnográfica o no
directiva: desde las cuales se intenta reconstruir la producción de sentido de los
sujetos (usada fundamentalmente en la antropología). En términos generales y
recordando la necesidad de la resignificación de esta técnica de acuerdo a la
intencionalidad y especificidad profesional, podemos plantear algunas consideraciones
en el uso de la misma para el Trabajo Social:
Si aceptamos que en la entrevista se produce un espacio de interacción, resulta
significativo recuperar algunos aportes teóricos al respecto. Antonhy Giddens
considera que en la constitución de una interacción aparecen tres aspectos: “... su
constitución con carácter significativo, su constitución como un orden moral y su
constitución como la operación de relaciones de poder".6 En toda interacción existe un
interés constante y una capacidad para descubrir modos de compresión de la
conducta del otro, de allí el carácter significativo. Guber dice "... si admitimos que los
universos culturales (el modo en que un grupo de personas aprendió a ver, oír, hablar,
pensar y actuar en su mundo social) son por definición metodológica, desconocidos de
antemano por el investigador, aún cuando aparezcan en formas de términos y modos
5
6
GUBER, Rosana El salvaje metropolitano Legasa. Bs. As. 1991
GIDDENS, Antonhy Las nuevas reglas del método sociológico Amorrortu. Bs. As. 1993
familiares, el acceso a ese mundo social debería tener en cuenta, por un lado, el
proceso de conocimiento del investigador, y por el otro, la construcción de recursos
técnicos que contemplen tanto la reflexibilidad del investigador como la de los
informantes".
Como sujetos utilizamos, para crear y sostener encuentros el "conocimiento mutuo",
aquel, en el que según Giddens, los actores suponen que los otros poseen, por lo que
un entrevistador deberá realizar un esfuerzo por captar la producción de significación
de acuerdo al contexto, desde este encuadre formulará sus preguntas y recepcionará
las respuestas. Desde esta perspectiva se puede apreciar la centralidad del lenguaje
en la entrevista, sin que esto signifique reducir la cuestión a la palabra o a lo verbal. El
lenguaje, afirma Irene Vasilachis de Gialdino7 es a la vez recurso y forma de creación
y reproducción del mundo social, es un mecanismo a través del cual se construyen,
pero también se consolidan, las relaciones sociales. Expresa así aspectos de la forma
de dominación imperante en una sociedad. Los códigos que se utilizan tienen fuerza
normativa, establecen reglas, instituyen comportamientos, atribuyen identidades. La
comunicación cara a cara no puede estudiarse adecuadamente sólo con la
transcripción de palabras: lo que una persona dice tiene carácter auditivo y visual. La
expresión corporal, los silencios, los tonos, las pausas, entre otras manifestaciones,
forman parte del mensaje.
En cuanto a la interacción como orden moral, Giddens explicita que los elementos
normativos tienen que ser tratados como una serie de "pretensiones", cuya realización
es contingente en relación con la actualización exitosa de las obligaciones mediante
las respuestas de los otros participantes. Una pretensión normativa puede ser
reconocida como obligatoria, no porque un actor al que se aplica como obligación
acepte tal obligación como un compromiso moral, sino, porque prevé y quiere evitar
las sanciones que le serán aplicadas en caso de falta de cumplimiento.
Esta consideración adquiere relevancia en la intervención del Trabajador Social,
fundamentalmente cuando las entrevistas no son solicitadas por las personas, y los
motivos de las mismas tienen que ver con "aparentes transgresiones al modo de vida
instituido como normal". Las respuestas que recibimos en ciertos casos deben ser
analizadas en este contexto, el sí o el no puede no estar relacionado con una
convicción, sino con una estrategia para no ser sancionado.
Este encuentro con el otro, mediado por la entrevista, debe ser considerado por el
profesional, además, como lugar donde se ponen en juego las representaciones
sociales. ¿Qué creen los entrevistados que es un Trabajador Social? ¿Qué se le
atribuye como rol profesional? ¿Qué lugar se le da? ¿Cómo se lo vincula al poder? ¿A
quién representa? En relación con esto último y al tema del poder en la interacción, es
conveniente decir que el mismo puede ser entendido en función de los recursos o
facilidades que los participantes aportan y movilizan en esa producción. El profesional
tiene el "poder" en una entrevista de generar una relación de dominación, o de libertad
y respeto hacia el otro.
Hasta aquí hemos tratado ciertos aspectos conceptuales que consideramos no
agotados, pero que nos pueden guiar tanto en la preparación de una entrevista como
en el acto mismo de su realización.
En síntesis, según el proceso metodológico, las entrevistas se montarán teniendo en
cuenta los objetivos, el lugar del otro (su propio contexto de significación), nuestro
lugar como profesionales (espacio de poder) y la situación que se aborda en ella. De
este modo, entendiendo esta técnica como relación social, podremos construir guías
7
FORNI, Floreal y otros. Métodos Cualitativos II. La Práctica de la investigación.. Centro Editor de Aca.
Latina. Bs. As. 1992.-
para el diálogo, respetar los tiempos, lograr lo que Habermas denomina racionalidad
comunicativa, que lleva a un entendimiento por vía argumentativa y no persuasiva.
Según este autor, en la persuasión o comunicación estratégica se ejerce la violencia a
partir de pretensiones de poder, haciendo valer las competencias desiguales que
presentan los agentes en el acto comunicativo.
La historia de vida:
La historia de vida es una técnica que se usa fundamentalmente en investigación
cualitativa, ya que trata de recuperar, desde la perspectiva del actor, la significación
que él mismo le otorga a su experiencia. Esta herramienta ha sido construida por los
sociólogos y antropólogos tomando como insumo los modos en que los trabajadores
sociales norteamericanos organizaron su intervención en las primeras décadas del
siglo XX, particularmente “el caso social individual” de Mary Richmond, y sale a la luz
con la llamada Escuela de Chicago (Thomas, Park, Znaniecki). Actualmente diferentes
disciplinas sociales hacen uso de la misma. Veremos algunas definiciones para
comprender su perspectiva (ya que existen diferentes modos de interpretación sobre
ellas) y al posibilidad de resignificación para Trabajo Social. Leo Simmones “Una
historia de vida es el detallado relato del comportamiento de un individuo en su
entorno”. John Dollard: “Es una sección longitudinal de una cultura”. Langness: “la
historia de vida hace referencia a un extenso registro de la vida de una persona como
es presentada tanto por la persona misma como por otra o por ambas, y ya sea escrita
por el protagonista u obtenida por entrevistas, o por ambos medios”. Daniel Bertaux
retoma a Norman Denzin haciendo la diferencia entre “relato de vida” (life stories) e
“historia de vida” (life histories). El relato de vida es la historia contada tal y como la ha
vivido el individuo. La historia de vida es un estudio sobre una persona determinada,
incluyendo no solo su propio relato, sino también otra clase de documentos: historia
clínica, expedientes judiciales, test psicológicos, testimonios de allegados.
Desde esta última distinción pareciera que el contenido que se le otorga a historia de
vida sería más propicio para la intervención de los trabajadores sociales. No obstante
esto, creo importante incorporar el concepto de “trayectoria de vida”, como más
pertinente a nuestra especificidad. Una trayectoria sería en este caso la recuperación
del modo en que un sujeto (individual o colectivo) ha construido su vida, tomando
como eje la situación que se encuentra como foco de atención (en todo caso, “el
problema”). La recuperación de una trayectoria de vida permite al trabajador social no
sólo recuperar la “perspectiva del actor”, en tanto forma de ver e interpretar el mundo,
sus conflictos, las significaciones sobre los acontecimientos que marcan su vida en
relación con la situación que se está trabajando, sino que el curso de las entrevistas
para realizar esa reconstrucción ofrecerá las condiciones para que ese “otro” repiense
su propia existencia. Trabajo Social, desde el uso de esta técnica puede recuperar el
modo en que los otros “habitan el mundo” y en la comprensión de esa forma de
habitarlo tendrá los elementos para realizar propuestas coherentes. Como toda
técnica el profesional deberá evaluar la importancia de su utilización según la situación
y construir los instrumentos pertinentes que permitan la recuperación.
El informe social:
Es un instrumento de la práctica profesional que surge de la intencionalidad del
momento metodológico. La propia práctica del Trabajador Social, ha hecho del informe
una de las instancias de legitimación –o no- de la profesión. Estas dos posibilidades,
tienen que ver con el lugar que le otorgamos al informe: como parte constitutiva de
nuestro accionar o como requerimiento externo (de las instituciones, otros
profesionales, etc.). De este modo, se puede hablar de una marcada tendencia por
considerarlo un requisito institucional, llegando a constituirse en instrumento de
evaluación de nuestro trabajo por parte de "otros". La lógica de la "eficacia y
eficiencia" de las instituciones formales define, en no pocas oportunidades, el buen o
mal desempeño de un trabajador social según la cantidad de informes que realiza:
eficientismo que ha llevado en muchos espacios a reducir el informe a meras fichas o
formularios que se llenan a manera de encuestas: el "socioeconómico" o la "ficha
social". Otras profesiones suelen evaluar los contenidos. Este escenario está, sin
dudas, recorrido por las representaciones que unos y otros tienen acerca del Trabajo
Social y la forma como estamos construyendo nuestro espacio profesional. Recuperar
la perspectiva de la legitimación en relación con el informe social, significa repensar
este instrumento en la dimensión teórica-epistemológica, y por ende metodológica.
En términos generales, el informe social da cuenta de un trabajo profesional de
acuerdo a una intencionalidad, a objetivos. De esta manera su contenido estará
centrado en un para que. El profesional debe plantear, según la intervención, cuando
y para que se elabora un informe, teniendo en cuenta la particularidad de la situación
objeto de la acción profesional, y el encuadre institucional. En este marco, está
íntimamente ligado a todo el bagaje teórico, técnico e instrumental que el profesional
construye para desarrollar su accionar: categorías teóricas- conceptos, observación,
entrevistas, registros, etc. Además, las particularidades (temáticas de trabajo,
naturaleza institucional, modalidades de abordajes, momento histórico), condicionan la
modalidad del informe, en tanto contenido y forma. Esto significa que no se puede
estandarizar este instrumento. Un informe para gestionar un subsidio no tendrá las
mismas características que otro cuyo objetivo sea posibilitar la vuelta al seno familiar
de un niño institucionalizado o aquel que plantee la decisión de un grupo de vecinos
de comprar los terrenos donde están viviendo. Cada uno de ellos será producto de
acciones previas diferentes, que habrán demandado tiempos diferentes y
elaboraciones conceptuales singulares.
En cuanto al contenido y forma del informe social, es necesario realizar algunas
precisiones ético- ideológicas: en cada informe social (desde este encuadre que
presentamos) se juega o puede ponerse en juego, los derechos de los sujetos
involucrados en la acción profesional, derecho a la alimentación, a la vivienda,
tenencia de un hijo, procesos grupales –a la agremiación o afiliación-, o situaciones
institucionales. Debe entenderse entonces que este instrumento puede ser una
herramienta de defensa de los derechos humanos.
Por otra parte, el tema sobre el que se informa, en muchas ocasiones, tiene que ver
con el modo de vida de las personas, se habla de la intimidad: se desnuda a un sector
social para demostrar que “merece alimentarse”, por ejemplo. Desde esta perspectiva,
un informe puede convertirse en el instrumento de inspección y vigilancia por
excelencia y por lo tanto de control social. Esta doble lógica del informe es la que tiene
que tener en cuenta el Trabajador Social como encuadre central que nosotros
llamamos ético-ideológico. Desde lo epistemológico, el momento del informe se
convierte en el momento de construcción teórica del objeto. Contiene un alto grado de
conceptualización, y es la síntesis (parcial o aproximativa) de la intervención
profesional. En esta instancia, una vez más, se pone en juego todo el bagaje teórico,
técnico e instrumental desplegado en la acción profesional: matriz conceptual,
información captada a través de las técnicas usadas, análisis realizados, registros
utilizados. Tal como expresa Bourdieu “... Un objeto de investigación, por más parcial
y parcelario que sea, no puede ser definido y construido sino en función de una
problemática teórica que permita someter a un sistemático examen todos los aspectos
de la realidad puestos en relación por los problemas que le son planteados.”
En un informe social, tal como lo venimos planteando, también se juegan las formas
de nombrar y enunciar. Se puede convertir entonces, en un espacio donde se exprese
de otro modo la problemática social y a los sujetos que la manifiestan y de ese modo
se juega la construcción del discurso profesional que intenta instituir en la agenda
pública el estatuto de las necesidades sociales8. El contenido, entonces será ese
producto, y el modo en que lo exponemos tendrá que ver con los objetivos, la
flexibilidad y la creatividad. Sin embargo, es interesante tener en cuenta que todo
Informe Social debe presentar algunos aspectos esenciales, sin que los mismos
signifiquen un orden jerárquico:
a) Presentación de la situación:
Se trata de un relato descriptivo, donde ubicamos la situación (objeto de la acción
profesional). Aquí aparecen los “datos”, que deberemos seleccionar de acuerdo al
encuadre ético-ideológico que planteáramos al principio. Tendremos en cuenta el
contexto de surgimiento y la génesis de la situación. Es importante resaltar aquí
que lo que se dice tiene un correlato con lo que no se dice. ¿A qué aspectos
ofreceremos visibilidad?, ¿Por qué?, ¿Para qué?.
b) Análisis e interpretación:
Es un dar cuenta desde nuestra especificidad profesional de la interrelación de los
diferentes aspectos que hacen a la situación, en una construcción de
resignificaciones conceptuales. Por qué, desde el Trabajo Social, decimos lo que
decimos. Es la argumentación.
c) Apreciación Profesional:
Es la opinión que realizamos desde nuestro trabajo profesional: alternativas,
decisiones, cursos de acción, planificaciones. Este es el lugar donde “se juega” la
profesión en tanto autonomía relativa, e incluye entonces la dimensión política de
la misma.
8
AQUIN, Nora "La relación sujeto - objeto en Trabajo Social una resignificación posible" en La
especificidad del Trabajo Social y la formación profesional. FAUATS. Editorial Espacio. Bs. As. 1996.