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MARCO TEÓRICO
Los cambios económicos producidos en el mercado mundial y la situación generada por las
políticas neoliberales y por lo que conocemos como proceso de globalización, han tenido una
serie de consecuencias, no solo en lo económico: han empeorado los términos del intercambio
entre Norte y Sur y, a nivel global, han creado y acrecentado las desigualdades sociales en un
sentido general y entre géneros en particular, incrementando la exclusión y pobreza de las
mujeres. El capitalismo es un sistema de producción que, por su propio espíritu, genera pobreza
y desigualdad social. Desigualdad entre países y dentro de los países. También en aquellos
llamados “desarrollados·” la miseria y la marginación coexisten con el enriquecimiento de
ciertos sectores de población. Es un proceso de dualización que se va agravando día a día, y que
puede analizarse como fenómeno macro –donde el referente serán los estados situados en la
jerarquía mundial- y como fenómeno individual –centrándose en las personas-.
La pobreza y la marginación no afectan indiscriminadamente, sino que el género y la étnia son
factores significativos que condicionan la situación de las personas. Por este motivo, los
estudios y aproximaciones a la cuestión de la exclusión y la pobreza, deben abordarse desde una
perspectiva de género, que tenga en cuenta esta diferencia como variable fundamental. Esto
supone no solo desagregar las estadísticas para que incorporen a las mujeres, sino replantear los
conceptos mismos de pobreza y exclusión, para que los indicadores que se utilicen para
medirlos den cuenta también de la situación específica de las mujeres. Y, además, tener en
cuenta que el género es una categoría que no se construye independientemente de la etnia, sino
estrechamente ligada a ella. Así, habrá que orientar las investigaciones sobre el tema teniendo
en cuenta género y etnia como variables transversales desde las cuales mirar los diferentes
ámbitos de exclusión.
PROCESO DE GLOBALIZACIÓN
Hablar de globalización hace necesario introducir el tema de las desigualdades entre el Norte
el Este y el Sur, como una de sus consecuencias. Las tendencias de la nueva economía global
han agravado la situación de muchas personas en el Norte y han creado mayores situaciones de
pobreza, creciente desempleo y altos costes de vida para la mayoría de los sectores más pobres
en el Sur. En la mayoría de los países del Sur hombres y mujeres están experimentando
situaciones de extrema dureza: creciente pobreza rural, migraciones, alto desempleo… A través
de los gobiernos del G7 y de las instituciones financieras internacionales (FMI y Banco
Mundial), la UE está imponiendo rigurosas políticas económicas neoliberales a estos países,
condición imprescindible para recibir ayuda y créditos: los llamados Programas de Ajuste
Estructural.1 (PAE). Este es el caso de aquellos países del Sur que tienen grandes deudas
externas.
El proceso de ajuste es bastante similar para el conjunto de países endeudados y tiene como
objetivo principal la consecución de las divisas necesarias para hacer frente a los pagos de la
deuda, quedando en segundo lugar los objetivos de crecimiento e igualdad. Los PAE suponen:
-Cambios en los ingresos –a través de cambios en los salarios y en el nivel de empleo- y
cambios en los precios de las mercancías de primera necesidad. Ante esta situación, son
generalmente las mujeres quienes buscan estrategias de supervivencia para los miembros de la
familia.
-Cambios en los niveles y composición del gasto público, particularmente aquellos del sector
social. El ajuste se ha concretado en la retirada de apoyo de los gobiernos a ciertos servicios,
liberando fondos con los que pagar sus deudas. El cierre de servicios públicos de salud,
educación, servicios sociales, transporte público, etc. ha afectado sobre todo a la salud de
mujeres, niños y niñas, y a las condiciones de exclusión social de esta súltimas.. La caida de los
ingresos de las familias que supone los recortes de la asistencia social intensifica la doble carga
de trabajo doméstico y remunerado a la que tienen que hacer frente las mujeres.
Por otro lado, la retirada de apoyos gubernamentales a los sectores sociales, implica la
reducción de puestos de trabajo en un ámbito donde trabajan un gran número de mujeres.
-Cambios en las condiciones de trabajo, que empeoran considerablemente.
En definitiva, dichos programas refuerzan la opresión de las mujeres y se apoyan en ellas para
funcionar. Los PAE han devuelto la carga completa de la reproducción social al hogar y, en
particular a las mujeres, aumentando sus responsabilidades y trabajos.
Esta situación de progresivo empobrecimiento en los países del Sur, tiene como consecuencia
directa que parte de su población decida emigrar con la expectativa de poder mejorar sus
condiciones de vida en otros lugares. Se producen así importantes procesos de migración frente
a los cuales las leyes de los países de acogida (en Europa, EEUU…) se muestran cada vez más
restrictivas. Por otro lado, si bien hace unos años eran menos las mujeres que decidían afrontar
este cambio, últimamente se observa un incremento notable de la población inmigrante
femenina, de los más diversos orígenes. Además, las mujeres emigran cada vez más con
proyectos propios, y no solo con una intención de reagrupación familiar.
Los datos más recientes para Barcelona, por ejemplo, destacan que la población extranjera
censada en la ciudad representa el 6’1% del total, tras haber aumentado el 58% en solo un año.
Se destaca, por primera vez, un predominio del porcentaje de mujeres, que suponen un 50’2%
frente a un 49’8% de hombres2.
1
2
En de Villota, Paloma. 1999. Pag. 83.
Informe del Observatorio de Inmigración del Ayuntamiento de Barcelona. Julio 2001.
Por otro lado, en países industrializados, los procesos de globalización se traducen
actualmente en un contexto de cambios generalizados respecto a las características de la
sociedad industrial. La globalización o mundialización económica, que tiene como base la
revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, ha dado lugar a un aumento
de la fragilidad de las condiciones sobre las que se asienta la capacidad de participar en las
formas de vida, costumbres y actividades ordinarias de la sociedad. Palabras como
flexibilización, adaptabilidad o movilidad, han reemplazado a especialización, estabilidad o
continuidad. Se ha producido un incremento del riesgo de exclusión a raíz de un nuevo
escenario económico, político y social. Riesgo que se traduce en una expulsión sistemática de
las franjas más débiles del sistema, siendo las mujeres de dichas franjas la población que se
encuentra en situación de mayor fragilidad.
Desde hace unos años se están desarrollando en nuestra sociedad una serie de tendencias que
tienen lugar en diferentes ámbitos -en el ámbito económico, pero también en el del
conocimiento, en las formas y organización del trabajo, etc.- y que afectan de una manera u
otra a todos los grupos sociales, zonas geográficas, profesiones e instituciones de nuestra
sociedad Tres elementos fundamentales han tenido una fuerte influencia en estos cambios3:
-La difusión masiva de las nuevas tecnologías de la información: La productividad y
competitividad de muchos sectores dependen cada vez más de la capacidad de generar,
procesar o aplicar la información basada en el conocimiento. Las personas pueden acceder
más fácilmente a la información y al conocimiento gracias a la sociedad informacional. Este
fenómeno nos lleva a una oportunidad social única, al mismo tiempo que a una fuente de
incertezas y también al riesgo de generar nuevas formas de exclusión basadas en el abismo
tecnológico en el seno de las sociedades.Es importante tener en consideración que no todo el
mundo tiene iguales posibilidades de acceso y disfrute de las nuevas tecnologías de la
información: bien por falta de recursos, bien por dificultades de aprendizaje debidas a causas
diversas, etc. En cualquier caso, este cambio procucido en los países industrializados, puede ser
causa de exclusión de determinados sectores de población.
-La presión del mercado mundial: Los fenómenos relacionados con la globalización económica
conectan los mercados de capital mundial y las relaciones comerciales y de producción con
una creciente interdependencia. Existe una circulación sin precedentes de capitales, bienes y
servicios de todo tipo. Las economías nacionales son cada vez menos un microsistema sujeto a
la política de su gobierno. Las empresas locales han de competir con empresas de otros países
en convivencia con grandes empresas multinacionales. Los procesos de globalización
económica plantean importantes consecuencias al nivel social, que pasa a un segundo plano ante
la prioridad absoluta de la lógica de crecimiento de las grandes empresas.
-La unión de tecnología y ciencia está revolucionando las formas de producción. La
introducción de nuevos procesos, operaciones y tecnología en las empresas es permanente:
crea, transforma y destruye a gran velocidad los perfiles profesionales existentes. La
cualificación para un puesto de trabajo no es suficiente, porque la tecnología supera
constantemente la definición de los conocimientos que se habían considerado apropiados para
dicho puesto. Estas transformaciones destruyen rápidamente puestos de trabajo de baja u
obsoleta cualificación, y los reconvierte en puestos de trabjo de cualificación superior o nueva.
De este modo, aquellas personas que no puedan recibir una formación continuada que les
permita seguir el ritmo de los avances tecnológicos y mantenerse en el mercado de trabajo sin
perder su categoría laboral, quedarán sistemáticamente excluidas de ciertos sectores.
1-Cambios en el contenido, las condiciones y el mercado del trabajo:
3
Fundamentación del Proyecto Línea. SURT, Abril 2001.
Tenemos un escenario cada vez más desagregado. Por un lado, los grandes flujos de capital
financiero hacen emerger grandes sectores en el corazón de las economías nacionales, cada
vez más globalizadas. Se da un incremento del empleo relativo a la información, pero los
empleos tradicionales siguen predominando, La ocupación, a pesar de todo, mantiene un
carácter básicamente local.
Se consolida la tendencia a la existencia de paro estructural,que afecta muy especialmente a las
mujeres, y a una mayor movilidad laboral. Cada vez más, las personas han de cambiar de
lugar de trabajo, de empresa y de sector varias veces en su vida. También los itinerarios entre
formación, paro y empleo pierden su linealidad para muchas personas. El aprendizaje para las
transiciones será una de las competencias imprescindibles para afrontar la vida laboral y,
quienes no puedan afrontar estos aprendizajes y formación, quedarán excluidos de muchos
sectores en este ámbito.
Se producen fuertes cambios en la organización de las empresas: externalización de procesos,
descentralización, trabajo en equipo, flexibilidad horaria, teletrabajo… Las condiciones de
trabajo antes consideradas estándar (el trabajo a jornada completa y duración indefinida) se
desitegran en infinidad de otras formas de participar en el mercado laboral. Se desregula el
mercado de trabajo y aumenta el trabajo a tiempo parcial, la temporalidad, rotación y
precariedad en la contratación.
El mercado de trabajo está fuertemente segmentado en sectores de producción, territorios y
niveles de cualificación. Quien busca trabajo en un sector normalmente no lo busca en otro, y
coexisten altos índices de paro en un sector laboral con falta de mano de obra en otro del
mismo territorio. Hay grandes variaciones en los índices de paro y las tasas de actividad en
zonas relativamente próximas.
También cambia la cultura del trabajo, el lugar social que ocupa y el significado que tiene para
las personas. La situación del ciudadano/a frente al problema de su adaptación a nuevas
condiciones de acceso al empleo y a la evolución del trabajo, es de una mayor vulnerabilidad:
se hace un gran énfasis en los recursos humanos como pieza clave en la organización del
trabajo; el trabajo se individualiza progresivamente; las personas trabajadoras han de ser
cada vez más versátiles y tener una gran capacidad de aprendizaje y de adaptación 4.
2-Transformaciones en la esctructura familiar. La variable de género resulta determinante en el
nuevo contexto. Uno de los cambios más importantes en este sentido es la progresiva
incorporación de las mujeres al mercado laboral, que ha ido modificando los roles en el seno del
hogar.
Desde hace unas décadas surge con fuerza una nueva forma de familia que tiende a
consolidarse: el hombre mantiene su rol pero, en cambio, la figura del ama de casa tradicional
tiende a desaparecer; lo cual no significa que la mujer abandone su rol de cuidadora y gestora
del hogar, sino que ahora tiene un doble rol: participa también en el mercado laboral. Las
mujeres, al incorporarse al trabajo de mercado, no renuncian al trabajo familiar –que implica
la organización cotidiana del proceso de reproducción de las personas- porque le otorgan un
valor que la sociedad capitalista patriarcal no ha querido reconocerle. Así, la participación
laboral femenina pone de manifiesto la tensión entre ambas actividades y los conflictos con la
organización de los tiempos sociales5.
Durante las últimas décadas, la imagen de la familia a nivel europeo se ha ido transformando
básicamente a partir de ciertos fenómenos, como son la bajada de las tasas de fecundidad, la
4
5
Fundamentación del Proyecto Línea. SURT, Abril 2001.
En Carrasco, c. 1999. Pag. 126.
disminución del número de matrimonios, el alza en el número de divorcios y un incremento de
los nacimientos extramatrimoniales. Características que a su vez han desencadenado una serie
de cambios en la composición y estructura de los hogares, siendo quizás el más importante el
incremento del numero de hogares unipersonales así como de hogares monoparentales. Y en
este último caso, la mayoría son hogares donde una mujer es la persona principal. La
consecuencia de este proceso y dado que las mujeres son particularmente vulnerables a los
procesos de empobrecimiento y exclusión social, es que la población de dichos hogares
experimentará también situaciones de mayor riesgo y fragilidad y menores oportunidades de
bienestar.
3-Las políticas públicas en que se fue concretando la filosofía del Estado del Bienestar se han
ido mostrando incapaces para resolver los nuevos problemas y para incorporar las nuevas
sensibilidades. Las políticas del bienestar se construyeron para responder a demandas que se
presumían homogéneas y diferenciadas y se gestionaron de manera rígida y burocratica. Frente
a ello, actualmente, tenemos un escenario en el que las demandas –por las razones apuntadas
anteriormente- son cada vez más heterogéneas, se presentan bajo múltiples formas y solo
pueden ser abordadas a través de una gestión flexible y desburocratizada.
Habría que hacer una evaluación de las políticas sociales que se están desarrollando y
cuestionar, por ejemplo, si medidas que inciden únicamente en las rentas de los individuos son
las más adecuadas para que estos puedan romper con las dinámicas de empobrecimiento en que
se ven insertos o, por el contrario, se trata de medidas de carácter básicamente benéfico que, a la
larga, no generan más que dependencia de los servicios sociales sin haber generado medios o
estrategias alternativas para estas personas.
Otra cuestión es que las políticas públicas no se están implementando a través de actuaciones
integrales. Esto es, proyectos de intervención social que incidan simultánea e
interrelacionadamente en todos los elementos que configuran las situaciones de exclusión de las
personas y grupos. Los procesos de empobrecimiento son provocados y se mantienen por causas
muy diversas. Así, si se pretende atajarlos y dotar a las personas de otras oportunidades a largo
plazo, es fundamental tener en cuenta esa complejidad y multiplicidad de factores -sociales,
culturales, económicos…- e incorporarlos a las políticas sociales de las administraciones
públicas a todos los niveles.
Además, nos encontramos con medidas de intervención social que son diseñadas sin la
participación de los grupos beneficiarios. De este modo, las necesidades, las características
específicas de estos grupos, sus demandas y prioridades, se pierden, al no establecerse las vías
de comunicación y la transferencia de poder de decisión que serían necesarias para ello. Por eso,
es más que frecuente que las políticas de intervención social que se implementan con el fin de
luchar contra la exclusión social, no tengan éxito.
EXCLUSIÓN SOCIAL: UN NUEVO CONTEXTO, UN CONCEPTO NUEVO.
Partiendo del contexto dibujado en el apartado anterior, pasaremos ahora a reflexionar sobre las
formas en que se conceptualiza la desigualdad social. Detenerse en los conceptos es un ejercicio
fundamental no solo a nivel metodológico, ya que definir la desigualdad social de una manera u
otra (pobreza, exclusión social, marginación…), influirá en las políticas de intervención social
y, por tanto, en la desigualdad misma. La adopción de un determinado tipo de política pública
se debe a diversos factores entre los que hay que destacar la propia definición del problema al
que se pretenda responder, paso inicial del diseño de una política.6
En relación a esto, podemos observar que, en los últimos años la noción de exclusión social
está empezando a reemplazar a la de pobreza en todos los ámbitos de reflexión e intervención
de la Unión Europea, y lo hace porque, de hecho, permite una comprensión más completa y
compleja del problema. No se trata de un simple cambio terminológico, sino que lleva
emparejado un importante cambio conceptual.7 Tradicionalmente, la POBREZA ha hecho
referencia a la cuestión de las rentas, a la precariedad económica y a la carencia de ingresos
materiales suficientes como para vivir dignamente. En los últimos años, sin embargo, se han ido
desarrollando elaboraciones teóricas que van más allá de esta idea de la pobreza como ligada
únicamente a los ingresos materiales, y plantean que se trata de una noción multidimensional
que no se refiere solo a la insuficiencia de medios económicos, sino también a la carencia de
otros recursos fundamentales para la integración social de una persona, como la vivienda o la
educación. Consideran que la pobreza se refleja también en la existencia de situaciones sociales,
familiares y personales muy precarias desde el punto de vista de la integración social de una
persona y que la hacen muy vulnerable.
Por otro lado, hablaremos de EXCLUSIÓN SOCIAL en referencia a los obstáculos que
encuentran determinadas personas para participar plenamente en la vida social, viéndose
privadas de alguna o varias de las opciones señaladas como fundamentales para su desarrollo
humano. Se considera la exclusión social como un proceso que puede afectar de forma
temporal o duradera y en diferentes grados y niveles a sectores de población. Por lo tanto, es
preciso partir de su heterogeneidad, individualizando cada situación de un modo
personalizado.8
Las características fundamentales de la exclusión social, en las que coinciden la gran mayoría de
personas que han trabajado sobre el tema son las siguientes:
Muchos de los procesos de segmentación y exclusión social no se deben a un mero problema de
insuficiencia o mal reparto de la renta, sino que tienen sus raíces en la debilidad de los
mecanismos de integración social en sentido amplio. Así, la exclusión social puede verse como
fractura de ciudadanía. Al resaltar los riesgos que aportan determinados factores de que surjan
fracturas en el tejido social, el concepto de exclusión no remite únicamente a la desigualdad,
sino también a la fragmentación social. Son procesos que atraviesan las personas que, de alguna
manera, se encuentran fuera de las oportunidades vitales que definen una ciudadanía social
plena en las sociedades de nuestros días.
La exclusión es un fenómeno relativo: las circunstancias que conducen a la exclusión son
distintas en diferentes sociedades y momentos históricos, por lo que no puede analizarse sin
tomar como referencia los comportamientos y modos de vida del conjunto de la sociedad. La
6
Martinez Román. 2001. Pag 66.
González Rodriguez, 2000. Pag 15.
8
Martinez Román, Mª Asunción. “Género, pobreza y exclusión social: diferentes conceptualizaciones y
políticas públicas” en Tortosa, J. M. 2001.
7
condición de excluido/a no puede definirse a partir de un determinado conjunto de atributos de
las personas o los grupos, sino por su separación o aislamiento del resto de la sociedad
La exclusión tiene una naturaleza dinámica, y se refiere mucho más a un proceso, o a un
conjunto de procesos, que a una situación estable, a un estado. Procesos que no afectan solo a
grupos concretos y predeterminados, sino al contrario, afectan de forma cambiante a personas y
colectivos, a partir de su vulnerabilidad frente a las dinámicas de la exclusión. Los excluidos no
son personas que, por su déficit personal, son inaptos para seguir el régimen común, sino que
han sido invalidados por la coyuntura, por las reglas del juego social y económico. Su análisis
debe ser un estudio de las dinámicas que pueden llevar a los individuos desde la plena
integración hasta la exclusión extrema.
Si entendemos la exclusión como un proceso, entonces no tendremos que considerar únicamente
como personas excluidas a aquellas que han llegado al final del recorrido. Sino que hay que
reconocer la existencia de procesos de empobrecimiento o exclusión que nos llevan
necesariamente a considerar la precariedad (entendida también en su multidimensionalidad, y no
solo económica) como un escalón de la exclusión. En este sentido, hay que decir que han
aumentado las personas en riesgo de exclusión o que pueden comenzar itinerarios de exclusión,
y entre los grupos sociales más vulnerables se encuentran las mujeres.
La exclusión tiene carácter multidimensional. Son múltiples los factores que están en su origen,
y múltiples las dimensiones en que se manifiesta. Se presenta como un fenómeno en el que
convergen un cúmulo de circunstancias, como la acumulación y combinación de desventajas en
una serie de ámbitos relacionados con el nivel de vida y la participación en la sociedad. El
nuevo escenario económico, político y social favorece el surgimiento de nuevos espacios de
exclusión no ligados principal u originariamente a la insuficiencia de recursos económicos o a la
posición en el mercado laboral. Se da una difusión del riesgo de exclusión social y una
diversificación de los factores y espacios en los que se manifiesta, en cuanto que se trata no solo
de la falta de acceso a bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades básicas, sino
también la exclusión de la seguridad, la justicia, la ciudadanía. Más allá de lo económico,
estamos hablando de lo social, lo político y lo cultural, de la interconexión entre estas
dimensiones y, en definitiva, de la falta de participación en el intercambio social en general.
La exclusión se expresa como un fenómeno poliédrico, formado por la articulación de un
cúmulo de circunstancias desfavorables, a menudo fuertemente interrelacionadas. Los
colectivos excluidos no conforman un sujeto hamogéneo y articulado de cambio histórico,
visible y con capacidad de superación de la exclusión. De ahí que en las sociedades
postindustriales sea más complicado generar procesos de movilización y definir una praxis
emancipatoria que en sociedades con parámetros de desigualdad más centrados en una sola
dimensión. Todo ello conduce hacia la imposibilidad de un tratamiento unidimensional y
sectorial de la exclusión social.. La exclusión requiere, por tanto, abordajes integrales en su
definición y horizontales o transversales en sus procesos de intervención.
A la exclusión social se le supone un carácter estructural y no casual o singular, en tanto que
afecta a grupos sociales completos que se ven excluidos de un conjunto de circunstancias que
en la actualidad definen la ciudadanía plena.9 Las dinámicas y situaciones de exclusión que
afectan hoy a ciertos colectivos se inscriben en la situación y trayectoria global de las
desigualdades sociales consustanciales al sistema socio-económico vigente. La exclusión es una
forma de violencia estructural debida a fenómenos estructurales. Entre estos mecanismos
estructurales de producción de la exclusión podemos citar: la persistencia del desempleo de
larga duración, las consecuencias para el mercado laboral de las mutaciones industriales, los
cambios en las estructuras familiares, la tendencia general al individualismo y la competitividad,
la evolución y regulación de los fenómenos migratorios, etc. Así, el concepto sitúa en óptica
social y no solo individual, la responsabilidad de disponer de circunstancias que eviten que
9
González Rodriguez, 2000. Pag 15.
personas y grupos sociales puedan verse excluidos del conjunto de derechos y prácticas que
definen la ciudadanía social plena.
Además de estas características básicas y más o menos consensuadas, vemos que la exclusión
social puede traducirse en diferentes formas, como la segregación (distancia topológica) o la
discriminación (cierre del acceso a determinados bienes o recursos, roles o estatus, o
tratamiento negativo o diferente)10, a lo que otros autores han añadido cuestiones como el
genocidio, la expulsión, y la marginación, definida como la situación en que se encuentran
ciertas personas cuando viviendo “dentro de”, se les empuja constantemente “fuera de”,
quedando la gente asida a los bordes interiores del sistema, recibiendo los últimos tenues y
debilitados pálpitos del sistema, mientras bucean entre sus aguas más tenebrosas y trepan a las
islas interiores no organizadas, no pensadas, no consideradas por el sistema, pero bañadas por
sus aguas. Marginación latente en todas y cada una de las ignorancias, desintereses,
omisiones.11
En definitiva, la exclusión social aparece como una noción que se presta a diferentes usos y
sobre la que no hay una única definición, aunque sí existe unanimidad en su utilización para
destacar que la desigualdad social no solo supone privaciones de carácter económico, sino que
implica también muchas otras variables.
Muchas de las características que, como hemos dicho, definen la exclusión social, también le
son asociadas al concepto de pobreza desde las nuevas elaboraciones teóricas:
multidimensionalidad, dinamismo… Si entendemos la pobreza como “proceso de
empobrecimiento”, y la definimos en los términos enunciados anteriormente, entonces el debate
sobre la mayor adecuación del concepto de pobreza o el de exclusión social se hace inútil,
porque ambos nos hablan de los mismos elementos: aquellos que impiden que las personas se
realicen plenamente como seres humanos en todas sus dimensiones posibles y potenciales12. Sin
embargo, siguen existiendo diferencias de origen y de matices entre ambos términos las cuales
hacen que, actualmente, se priorice el concepto de exclusión social , considerando que este
proporciona un mejor marco para el análisis y que ofrece una mejor manera de examinar el
modo en que la institución social de la ciudadanía está cambiando al romperse el contrato
social.13 Esta creciente preferencia por el concepto de exclusión social se debe a varias razones:
-
A pesar de las últimas aproximaciones a la pobreza, dicho concepto sigue siendo
generalmente asociado a un cierto estatismo: los pobres son concebidos como una realidad
inevitable, que siempre ha estado ahí y siempre estará14. Además, en tanto que realidad
inevitable -aunque terrible- y al márgen de las nuevas teorías, en nuestra sociedad el
concepto está excesivamente vinculado a la caridad, con lo que desenfoca el problema,
situándolo en el ámbito de lo benéfico o asistencial.
-
Otros autores/as subrayan la mayor adecuación del concepto de exclusión social porque
consideran que este recoge una importante dimensión de la experiencia de ciertos grupos
que están apartados de la vida social y que no aparecían en los estudios tradicionales sobre
pobreza15.
10
Martínez Román 2001. Pag 71.
San Román, T. 1993. Pag 10.
12
Mateo Pérez, M.A. “ Desigualdad, Pobreza y Exclusión: conceptos, medidas y alternativas
metodológicas”, en Tortosa, 2001. Pag 33.
13
Martínez Román, 2001
14
González Rodriguez, 2000. Pag 15.
15
Kabeer, Naila. “Social exclusion, poverty and discrimination. Towards an analitical framework” en IDS
Bulletin, 2000.
11
-
El uso del término “exclusión social” no parece justificarse únicamente para remarcar la
multidimensionalidad de la pobreza. En cambio, su uso parece muy apropiado para destacar
el hecho de que la organización social y económica actual (que no es el único modelo
posible), supone un serio peligro potencial para nuevos grupos sociales.Resulta útil para
hacer énfasis en que no hay desarrollo humano sin integración social y que ello implica
participación en la vida económica, social, cultural y política.16 En definitiva, devuelve las
causas de la desigualdad social al propio funcionamiento del sistema.
Se ha destacado que la noción de exclusión permite dirigir la atención a la producción de la
desventaja, a través de centrarse en las dinámicas activas de interacción social en vez de en
procesos anónimos de empobrecimiento y marginalización17 Esto es especialmente valuoso
para quienes trabajan en políticas públicas, pues les permitirá trasladar el foco de atención
convencional sobre la pobreza a la importancia de las formas y la producción de
desigualdad social a largo plazo. En el caso del estado español, por ejemplo, se ha
observado la paradoja de que las políticas sociales que lograron la reducción de la
pobreza severa son, en gran parte, las causantes de que encontremos nuevas caras de la
pobreza18. Una perspectiva fundamentada en el concepto de exclusión social tal y como lo
hemos definido puede ayudar a promover un rol más autoreflexivo y crítico por parte de los
responsables de las políticas públicas, si se detienen a ver que, dichas políticas, pueden
funcionar como un mecanismo de exclusión en sí mismas.
Como conclusión de lo expuesto, podemos decir que el debate sobre los conceptos no es
solo importante a la hora de dejar claras las definiciones, sino que el asunto adquiere una
importancia fundamental en el caso de las políticas públicas. La elección de qué se
entiende por pobreza y exclusión social y, en particular, cómo se define la situación de
desigualdad por razón de género, determina la selección de la población potencialmente
beneficiaria de estas políticas y condiciona las medidas a adoptar.
16
Martínez Román, 2001
Kabeer, Naila. “Social exclusion, poverty and discrimination. Towards an analitical framework” en IDS
Bulletin, 2000.
18
Martínez Román, 2001
17
GÉNERO Y ÉTNIA EN LA EXCLUSIÓN SOCIAL
No todas las personas son igualmente vulnerables a los procesos de empobrecimiento y
exclusión social. Fenómenos como el desempleo, la precariedad laboral, etc., no afectan de igual
manera a toda la población. Por el contrario, hay un acuerdo generalizado en que, en la mayoría
de los países industrializados, las personas más vulnerables son los jóvenes, las personas con
discapacidades, las personas inmigrantes, las personas pertenecientes a minorías étnicas y las
personas mayores de 45 años. Y en todos estos grupos sociales, la desigualdad se ve agravada
por razón de género. Por este motivo, no podemos hablar de pobreza o exclusión como algo
uniforme, ya que las relaciones de género afectan a la manera en que hombres y mujeres
participan en los procesos económicos, sociales y políticos que condicionan su vida. Y por eso
es imprescindible incorporar la perspectiva de género al abordar el estudio y la lucha contra la
exclusión social.
El concepto de género denota la creación socio-cultural –y por tanto sujeta al cambio y
desarrollo histórico- de lo que se entiende en cada sociedad por ser mujer y ser hombre, y del
tipo de relaciones que se establecen entre las personas en función de esa diferencia. Los
sistemas de género, son resultado de construcciones culturales que, empleando como
justificación el dimorfismo sexual, asigna a hombres y mujeres funciones sociales, normas de
comportamiento, ámbitos de actuación, valoración e identidades diferenciadas (que se entienden
como típicamente femeninas o masculinas); aspectos que se pretenden imponer como productos
derivados de una supuesta determinación natural, con el fin de legitimar unas relaciones de
poder específicas entre colectivos de distinto sexo. Así, hablar de género nos permite mostrar el
carácter no natural de las desigualdades entre hombres y mujeres19.
Desde los años setenta el concepto de género ha sido criticado y redefinido en diversas
ocasiones. El desafío más contundente fue resultado de cuestionar una separación demasiado
rígida entre sexo y género y, por tanto, entre naturaleza y cultura, así como de la lógica
desarrollada a partir de esta oposición en relación también a otras categorías, como por ejemplo,
la étnia20. La categoría “sexo” se encuentra fuertemente naturalizada, biologizada,
considerándose así inmutable y universal, cuando lo cierto es que el dimorfismo sexual como
“hecho natural”, también se ha puesto en duda. Este cuestionamiento se basa en la consideración
de que, incluso teorías biológicas y fisiológicas constituyen conceptualizaciones socio-políticas,
y no tiene sentido suponer que “existe” un modelo científicamente correcto del sexo y concebir
el modelo occidental moderno de los dos sexos como la base “real” a partir de la cual se
construyen las relaciones de género. De hecho, hay culturas que distinguen más de dos sexos
biológicos, y en las que aparecen posiciones específicas distintas de la masculina y de la
femenina, no necesariamente etiquetadas como anormales21.
19
Sobre el concepto de género: RUBIN, G. “The Traffic in Women: Notes on the Political Economy of
sex”, en “Toward an Anthropology of Women”. Monthly Review Press, NY, 1975; BOCK, G. “La
historia de las mujeres y la historia del género: aspectos sobre un debate internacional” en Historia Social,
nº 9, invierno 1991; LEAKOK, E. “Women’s status in egalitarian society: implications for social
evolution” en Current Anthropology, 19 (2), 1978; ORTNER, S. “Is female to male as nature is to
culture?” en ROSALDO, M. “Woman, Culture and Anthropology: reflections on feminism and crosscultural understanding” en Signs, 5 (3), 1980; SCOTT, J. W. “El género: una categoría útil para el análisis
histórico” en NASH, M. “Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea”
Valencia, 1990; STOLCKE, V. “¿Es el sexo para el género como la raza para la etnicidad?” en Mientras
tanto, nº 48, enero- febrero 1992.
20
YANAGUISAKO, S. y DELANEY, C. han explicado que el binomio naturaleza/ cultura no debe ser
asumido a priori, sino considerado como producto de una visión específica del mundo en un momento
histórico concreto. En “Naturalizing Power”
21
Los Pokot de Kenia, los navajos… Ver ejemplos en IZQUIERDO, M.J. “El malestar en la desigualdad”
Feminismos. Cátedra. Madrid, 1998.
Lo que vienen a plantear estas críticas es que no solo el género, sino también el sexo, es fruto de
una construcción socio-cultural. Pero el hecho de abandonar los presupuestos sobre los que se
ha elaborado el género, no significa tener que abandonar el estudio de los significados y
relaciones que se asocian a él. El género sigue siendo útil como herramienta analítica para
mostrar el carácter socio-cultural e histórico de las desigualdades entre mujeres y hombres, y es
por eso que lo emplearemos como instrumento básico de análisis en nuestra aproximación a la
exclusión social.
Como decíamos, las mujeres son especialmente vulnerables ante los procesos de
empobrecimiento y exclusión. El debate sobre la pobreza y las mujeres se ha desplazado en las
últimas décadas desde un contenido más cuantitativo –del tipo “la pobreza afecta más a las
mujeres” o “entre las personas pobres, las más pobres son las mujeres”- hacia uno más
cualitativo, que se centra en concretar los riesgos de verse afectada por la pobreza, la duración
del periodo de tiempo en que la persona se encuentra en esa situación, las dificultades y
posibilidades de sustraerse a la pobreza, etc. El intento de buscar los datos, pero también de
investigar por debajo de ellos para poder interpretarlos, llevó a acuñar el término “feminización
de la pobreza”, muy debatido sobre todo a partir de los años 90. En sentido estricto, el término
“feminización de la pobreza” significa que la proporción de mujeres sobre el total de pobres ha
aumentado. Sin embargo, el concepto ha terminado reflejando muchas ideas y utilizándose
como cajón de sastre donde se incluyen cosas diversas: en algunas ocasiones el término se
utiliza para indicar que la pobreza tiene una mayor incidencia en la mujer que en el hombre.
En otras, que la pobreza de las mujeres es más severa que en los hombres y también se utiliza
para explicar que, desde hace mucho tiempo, la incidencia de la pobreza sobre las mujeres está
creciendo en relación con los hombres. Son distintos significados atribuidos a un mismo
concepto que pueden darnos una idea de la multidimensionalidad del término22.
Lo realmente interesante de este concepto, es que abre las puertas a entender que lo importante
no es ver solo que las mujeres son pobres sino, sobre todo, que la pobreza está condicionada por
el género, con todas las consecuencias que esto implica a la hora de conceptualizar procesos,
definir indicadores y elaborar estrategias de intervención. Una de las dificultades para trabajar
en este sentido es la falta de información y el hecho de que la unidad de análisis y medición
convencional de la pobreza es el grupo doméstico, y no cada uno de los individuos que lo
componen.23. Por este motivo es fundamental desarrollar nuevos indicadores y depurar los que
se han venido utilizando hasta el momento, para que los estudios sobre pobreza y exclusión
social reflejen las diferencias y desigualdades por género y la realidad de las mujeres en relación
a estos procesos. Este ha sido uno de los móviles principales del proyecto.
Además de todo lo expuesto hasta ahora, y volviendo al argumento inicial de este apartado, hay
que destacar que las mujeres no son un colectivo homogéneo, sino que dentro del colectivo
femenino existen grupos que están claramente desfavorecidos y a los que la pobreza afecta con
mayor intensidad. Se trata de mujeres que están en situación de exclusión o de riesgo alto de
exclusión social que, además de la discriminación que ya sufren por el hecho de ser mujeres,
tienen unas circunstancias personales, sociales, culturales, etc. que determinan una situación de
mayor vulnerabilidad a la pobreza que otras. Entre las mujeres que se encuentran en peor
situación podemos citar a las mujeres inmigrantes extracomunitarias, las mujeres gitanas, las
mujeres responsables de familias monoparentales, las ancianas, las madres y las hijas
expulsadas de sus hogares por la violencia y el maltrato. En este proyecto centraremos nuestra
atención en los tres primeros grupos de mujeres que acabamos de mencionar. Para ello es
necesario contemplar, junto al género, otra variable significativa en los procesos de
empobrecimiento y exclusión: la étnia.
22
23
González Río, M.J. en Tortosa, 2001. Pag 90
González Río, M.J. en Tortosa, 2001. Pag 91
Desde las ciencias sociales se han desarrollado múltiples definiciones de la étnia. Aquí nos
centraremos en aquellas concepciones que insisten en las dimensiones sociales y culturales del
término, entendiéndolo como un grupo humano con unas características culturales propias y una
identidad compartida. La etnicidad, serían los contenidos culturales específicos y los
sentimientos de identidad cultural diferenciada que comparte un grupo humano. El bagaje
cultural de un pueblo que se piensa a sí mismo único frente al resto de pueblos, con
independencia de que en algunos contextos o para ciertos propósitos, pueda englobarse a otras
unidades superiores, como el estado, o bien disgregarse en otras inferiores, como unidades
territoriales parciales o comunidades. El contenido étnico sería ese bagage cultural, más o
menos rico, extenso y dinámico, mientras que el pensarse a sí mismo en oposición a otros sería
la identidad étnica.
Un grupo étnico presupone diferencias culturales, pero los rasgos que son tomados en cuenta,
no son la suma de diferencias “objetivas”, sino solamente aquellas que los actores mismos
consideran significativas (…) Algunos rasgos culturales son utilizados por los actores como
señales y emblemas de diferencia, otros son pasados por alto24. De este modo, la adscripción es
un aspecto importante de los grupos étnicos, en el sentido de que las categorías de identificación
son las utilizadas por los actores mismos y, en consecuencia, organizan la interacción entre
individuos y grupos.
Las distinciones entre grupos étnicos no dependen de la ausencia de relación, movilidad y
contacto, sino más bien al contrario, implican procesos sociales de incorporación o exclusión.
Precisamente, las teorizaciones sobre el tema han destacado que la identidad étnica es el
resultado de la auto-conciencia de los grupos humanos en situaciones de contraste y/o
confrontación con otros grupos de sus diferencias socio-culturales. Es a partir de este contraste
que se seleccionan los llamados “marcadores étnicos”, elementos que simbolizan la diferencia
de una comunidad en oposición a otras25.
Otro aspecto a mencionar, es que los grupos étnicos son agregaciones muy heterogéneas. Así,
las personas manifiestan su pertenencia al grupo étnico en grados de intensidad y continuidad
que pueden ser totalmente diferentes26. A lo largo del proyecto nos referiremos a la étnia según
esta concepción amplia, dinámica, ligada a procesos de adscripción/ exclusión y caracterizada
por la heterogeneidad interna.
Estas variables de las que estamos hablando –género y étnia- se refieren a sistemas
configuradores de identidad, entendida como la autodefinición de una persona en relación a
otras, en términos de su pertenencia a ciertas comunidades; pertenencia que lleva asociados una
serie de significados que sitúan al individuo respecto a los otros/as dentro de determinados
sistemas de diferencias27. La identidad entendida como sentimiento de pertenecer a un grupo, se
caracteriza principalmente por cuatro elementos: En primer lugar, las identidades colectivas se
definen en contraste con otros. Nosotros/as nos reconocemos como nosotros/as porque somos
diferentes de ellos/as. Sin extraños al grupo, no hay pertenecientes al grupo. En segundo lugar,
las identidades son intercambiables y frecuentemente aparecen combinadas. En este sentido,
nadie tiene una única identidad. En tercer lugar, las identidades no son fijas, sino que se
transforman. Y para terminar, la identidad depende del contexto, el cual también es susceptible
de cambio28.
24
BARTH, F. “Los grupos étnicos y sus fronteras” Fondo de Cultura Económica. México, 1976.
PUJADAS, J.J. “Etnicidad, identidad cultural de los pueblos” 1993; SAN ROMÁN, T. “los muros de la
separación”, 1996.
26
BARRERA GONZÁLEZ, A. “Metodologies en l’estudi del nacionalisme” en “Nacionalismes i
ciències socials” 1997.
27
KUPER y KUPER, J. “The Social Science Encyclopedia” Routledge. Londres, 1985.
28
HOBSBAWM, E. “Izquierda y políticas de identidad” en El Viejo Topo, nº 107, 1997.
25
Aunque podamos diferenciarlas entre sí analíticamente, y dividirlas en grupos, en apartados
estancos, para facilitar su conocimiento y comprensión, lo cierto es que, en la práctica, las
categorías de género y étnia están interconectadas. Esto quiere decir que en una persona
coinciden diferentes identidades (de género, sexual, étnica, de clase, generacional, etc) de forma
que, lo que significa cada una, está en estrecha relación con el significado de las otras. Y a nivel
de los procesos sociales, estos también se desarrollan atendiendo simultáneamente, no por
separado, a estas y otras variables. Es el caso de los procesos de empobrecimiento y exclusión
social, y por eso deben ser analizados teniendo en cuenta la multiplicidad que los configura.
La condición de género y el sentido de pertenencia a un grupo étnico, se construyen
recíprocamente en procesos históricos. El significado social y cultural de los términos mujer,
hombre, masculinidad, feminidad, sexualidad… no se configuran en general, en abstracto, sino
en el contexto de culturas determinadas. Y, de igual manera, todos los grupos étnicos incorporan
como parte fundamental de sus rasgos culturales, una determinada concepción de los sistemas
de sexo/género.
Antes que considerar la étnia y el género como campos diferenciados y conectados de forma
que uno englobe al otro, entendemos que se trata de ámbitos estrechamente interrelacionados,
en el sentido de que cada uno de ellos se construye y se mantiene con ayuda del otro. Son
ámbitos con características en común. Ambos están ligados a procesos de configuración de
identidades, relaciones y grupos sociales que tienden a naturalizarse. Además, la étnia, como el
género, es un término relacional cuyo significado deriva del hecho de encontrarse inmersa en
todo un sistema de diferencias. Igual que “hombre” y “mujer” se definen recíprocamente
(aunque en general no simétricamente), la identidad étnica se constituye no solo a partir de sus
propiedades intrínsecas sino en función de lo que –presumiblemente- no es. Por último, los dos
son sistemas de diferencias en los que están implicadas relaciones de poder y, en consecuencia,
dan lugar a jerarquias.
El género, atraviesa todas las demás categorías, y por eso es un instrumento analítico crucial
desde el cual analizarlas. La étnia, en tanto que ligada a fenómenos culturales, se construye,
entre otros elementos, elaborando y manteniendo una cierta concepción de los géneros y de las
relaciones entre ellos. De hecho, si tomamos en consideración ciertas posiciones de
esencialismo cultural, veremos que estas plantean precisamente la definición y relaciones de
género como uno de los marcadores identitarios fundamentales de un grupo étnico.