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PARTICIPACIÓN SOCIAL EN ASENTAMIENTOS URBANOS EN SITUACIÓN
DE POBREZA DURA
Somos testigos inmutables de un tiempo de acelerados, profundos y peligrosos
cambios que afectan indudablemente los más diversos ámbitos de la vida en
sociedad. Bajo el impulso de grandes fuerzas económicas y políticas, la
influencia de la revolución tecnológica y el desarrollo masivo de los medios de
comunicación, el mundo en que vivimos se está transformando en forma tan
rápida, que nos cuesta captar esta dinámica en toda su dimensión.
La rapidez, profundidad y el carácter de las transformaciones ocurridas, han
traído aparejada como consecuencia, una grave crisis social y económica que
afecta con mayor crudeza a los países subdesarrollados; en ellos se advierte
un aumento significativo de las ya pronunciadas asimetrías sociales como
resultado de la explosión de la pobreza y pobreza extrema.
Estas
transformaciones no sólo modifican el medio en que vivimos, sino además
alteran la vida social de los individuos, afectando hábitos de vida, valores,
costumbres, formas de relacionarse y de convivir; transmutan en definitiva los
contenidos culturales de nuestra sociedad.
En este contexto de cambios y mutaciones, la participación social se ha visto
seriamente debilitada. A ello contribuye el hecho que los esfuerzos
gubernamentales, tanto en la práctica como en la oferta institucional, son aún
extremadamente limitados. Estamos muy lejos de constituir una ciudadanía
fuerte y con real presencia y protagonismo de las personas en los distintos
ámbitos del quehacer social.
La participación constituye, desde muchos aspectos un tema de interés general
para la sociedad, especialmente hoy cuando se la reconoce como una
necesidad fundamental para el desarrollo y la superación de las condiciones de
pobreza de vastos sectores de población. En este sentido, un Estado moderno,
una sociedad moderna, requieren de un marco de responsabilidad y
compromiso que sea asumido por todos los actores sociales involucrados en
las tareas del progreso.
La participación social en el espacio comunitario tiene, sin lugar a dudas, un
peso fundamental en la construcción de un sentido de ciudadanía que sea
capaz de hacer frente a esta sociedad modernizada. También es el camino
para construir y fortalecer la identidad y el desarrollo de actores sociales que
puedan proponer y negociar sus propias soluciones a los problemas que
surgen en el nuevo contexto que se nos impone.
Ciertamente, la participación no encuentra ni los espacios, ni el apoyo
suficiente para desarrollarse, entonces ¿por dónde deben ir los esfuerzos y
qué debe considerarse para el impulso o fortalecimiento de los procesos
participativos?, ¿cómo materializar el discurso del protagonismo individual y
colectivo, en favor del mejoramiento de las actuales condiciones de vida de los
más pobres? .
El estudio que a continuación se presenta, estuvo orientado fundamentalmente
a conocer los factores culturales y sociales que posibilitan y dificultan la
materialización de la participación en los espacios comunitarios, privilegiando
por sobre todo el significado que los propios involucrados otorgan al tema. Se
elige para ello una experiencia concreta, reconocida como emblemática en la
opinión publica de la época. En el recorrido realizado, se abordó aquel tipo de
participación vinculado a las organizaciones sociales comunitarias, pues es -a
juicio de la autora- el ámbito que mayor desafío plantea a las definiciones que
el Estado debe hacer, para contribuir al desarrollo de un real protagonismo de
las bases en la toma de decisiones.
Se trata de un estudio de caso, por consiguiente no pretende que las
conclusiones sean generalizables al conjunto de experiencias de participación.
Más bien se intenta, desde una mirada cualitativa, entregar algunos elementos
de reflexión y rescatar las tensiones de la participación en el espacio cotidiano,
pudiendo con ello contribuir, como muchos otros estudios, a la entrega de
herramientas para la promoción y el fortalecimiento del protagonismo social.
ASPECTOS METODOLOGICOS
La investigación realizada se sitúa en el campo de la investigación cualitativa,
en tanto buscaba recoger la mirada (significaciones, definiciones, percepciones
y perspectivas sociales) que tienen las propias personas de una determinada
comunidad respecto de lo que son sus procesos de participación y acción
colectiva, en un contexto específico. Como investigación descriptiva estuvo
orientada a evaluar una serie de dimensiones, aspectos y componentes del
fenómeno de la participación social. En tal sentido, el interés radicó en la
intención de decir cómo se comporta el fenómeno de la participación social,
considerando, una serie de atributos importantes (ejes temáticos).
El estudio de caso propuesto, recogió y sistematizó la experiencia de
participación de un asentamiento urbano pobre, que surge de la propia
iniciativa y protagonismo de los pobladores, situándose en tal sentido, en una
perspectiva más deliberante respecto del Estado. Se trata del Campamento hoy día población-Esperanza Andina de la comuna de Peñalolén.
Las entrevistas no estructuradas a informantes claves, las entrevistas grupales,
la revisión y análisis de información documental y la observación participante,
constituyeron las técnicas de recolección de información.
El análisis de los datos obtenidos se realizó a través de la construcción de lo
que Briones (1992) denomina Matriz de Conglomerados Conceptuales. Permite
hacer una lectura tanto para tematizar la información como para establecer
relaciones entre la información de los items.
La representación gráfica en matrices, facilitó la interpretación y análisis de la
información recogida, constatando las respuestas sin deformarlas, ni reducir la
riqueza. La construcción de estas matrices se realizó en base a los intereses
generales (tópicos temáticos sobre el tema de la participación). Como método
de tratamiento de la información recogida se utilizó el "análisis de contenido" y
como técnica el "análisis categorial" (Pourtois, 1992: 216)
Antecedentes de la Población Esperanza Andina
La Población Esperanza Andina se encuentra ubicada en el sector Alto de la
Comuna de Peñalolén, correspondiente a un área geográfica de la
precordillera. Constituye el límite de cinco comunas del Gran Santiago: por el
norte la comuna de La Reina, por el Poniente las comunas de Nuñoa y Macul,
por el sur la comuna de La Florida y por el Oriente la comuna de Las Condes.
Su conformación y actual consolidación se gesta a partir de una "toma de
terrenos" realizada en el año 1992, que pone en relieve nuevamente las
condiciones que enfrentan miles de personas en viven en calidad de
allegados. La "toma" se hizo en un sector que de acuerdo a la planificación
comunal, estaba proyectado con viviendas y parques para sectores adinerados
de clase media y no existiendo ninguna posibilidad de destinarlos a la
construcción de viviendas sociales. Cabe decir que, Esperanza Andina fue una
"toma" realizada en terrenos de propiedad privada, lo que la diferencia de
muchas otras que se han concentrado en terrenos de propiedad fiscal.
MATRICES CONCEPTUALES
MATRIZ 1 CONSTRUCCION CONCEPTUAL
IDEOLOGÍA
Concepto Nivel
de
de
participación
Participaci
ón
MATRIZ 2 DESARROLLO Y COMPORTAMIENTO DEL PROCESO
Conciencia
y
Valoración
Social de
la
participaci Población
ón
Andina
FACTORES CONDICIONANTES
Facilitadores/For Obstaculizad Fuerzas
talezas
ores/Debilida Motoras/Oport
des
unidades
Esperanza
Població
n
Esperan
za
Andina
MATRIZ 3 MATRIZ 3 VINCULO SOCIEDAD CIVIL E INSTANCIAS
PUBLICAS
RELACIÓN COMUNIDAD ESTADO
Uso
y
Creación de
canales
y
mecanismos
de
participación
creados por el
Estado
Población
Influenci
a de la
comunid
ad hacia
el
Estado
Influencia
desde
el
Estado a la
comunidad
Esperanza
Andina
MATRIZ 4 EFECTOS DE LA PARTICIPACIÓN EN EL DESARROLLO SOCIAL
IMPACTO DE LOS PROCESOS PARTICIPATIVOS EN LA
COMUNIDAD
Aportes de la Cambios Desarrollo
de
participación al generados Estrategias
proceso
de en
la Favorecedoras de
Desarrollo de la comunida la participación
Comunidad:
d
Liderazgo,
formación del
sujeto
social,
organización
social
Población
Esperanza
Andina
ANALISIS Y CONCLUSIONES
Esperanza Andina, como experiencia ampliamente reconocida en las más
diversas esferas del acontecer nacional, se ha destacado no sólo por el éxito
desde el punto de vista del mejoramiento habitacional, superando en un corto
período su condición de allegados, sino además por perfilarse como un ejemplo de
participación social autónoma, que conjugó organizada y democráticamente las
fuerzas que se encuentran en la sociedad civil para incorporarse activamente a la
toma de decisiones en todos aquellos aspectos que tenían directa relación con su
quehacer cotidiano.
Todos los entrevistados señalan elementos que caracterizan y definen el
significado de esta experiencia para el mundo popular. Sus planteamientos
coinciden en describirla como una iniciativa profundamente potenciadora de la
participación, la organización y el trabajo en equipo. Es considerada una nueva
práctica que ha buscado generar un amplio compromiso y protagonismo de los
propios sujetos para resolver los problemas asociados a su condición de pobreza.
Esta experiencia, entonces, tiene la característica de haber sido reconocida como
una iniciativa integral que se diferencia profundamente de otras, por cuanto allí los
afectados generaron las condiciones, los métodos y las instancias para hacerse
cargo de su realidad y convertirse en actores promotores de su propio desarrollo,
demostrando una profunda capacidad para actuar colectiva y organizadamente.
El trabajo que el ex Campamento Esperanza Andina (hoy día una población
consolidada) desarrolló, devela indudablemente una experiencia emblemática
desde la perspectiva de la participación, la organización y construcción
ciudadanía. Con todas sus debilidades, esta historia denota la capacidad de un
grupo de pobladores para ejercer el poder de actuar y transformar su propia
realidad, propósito que a juicio de los analistas constituye, el sentido más
importante de este proceso. Sin decirlo explícitamente, fueron configurando una
práctica política que al menos dejó sentada bases importantes para el desarrollo
de procesos de participación sustantiva.
Para empezar, es importante decir que tanto el origen como el desarrollo de la
experiencia se sitúa
en un grupo de pobladores que conjuntamente se
propusieron mejorar sus condiciones de vida y acceder a un proyecto que parecía
ser para muchos, una meta inalcanzable, salir de su condición de allegados con
un proyecto alternativo al propuesto por el Estado de la época. Ello marca una
diferencia sustantiva en relación a la forma, al sentido y al alcance que el proceso
ha tenido para la generación y fortalecimiento de condiciones que les han
permitido actuar protagónicamente en función de un proyecto social común.
La participación que aquí se ha construido encarna el sentido más profundo y
amplio del concepto. Devela concretamente cómo el formar parte en la toma de
decisiones permite que las personas pasen a ser sujetos de un proceso de vida
cuyo éxito depende en gran medida de la voluntad y la motivación para analizar su
realidad y buscar solución a los problemas que afectan su cotidiano vivir como
grupo humano.
La participación activa, racional y responsable de los pobladores, generó en su
momento un cambio auténtico y progresivo sustentado en el desarrollo de la
conciencia de sus cualidades y capacidades en la medida que cada uno fue
asumiendo la importancia que tenía su incorporación plena, en todas y cada una
de las actividades que se proponían emprender.
En la experiencia se pusieron en práctica una serie de rasgos que se requieren
para el desarrollo de una participación sustantiva: la democratización de la
organización social, el trabajo cooperativo y solidario, el cuestionamiento
permanente de la realidad cotidiana y el rompimiento de la creencia que las
soluciones a los problemas sociales vienen de afuera, es decir, la opción por la
autonomía social en el más amplio sentido de la palabra. Asumir los problemas
por sí mismos significa para ellos ejercitar un rol propositivo y cubrir las acciones y
actividades a partir de sus propias las habilidades y destrezas. Se va
desarrollando de esta manera, un proceso que puso énfasis en las potencialidades
de los sujetos y no en sus carencias. Puede ser identificada como una iniciativa
generada espontáneamente y centrada en alcanzar determinados propósitos y
demandas a partir de recursos e iniciativas propias y singulares.
La práctica participativa y el trabajo en equipo, tuvo importantes implicancias en la
socialización de los pobladores. En este sentido, lo más significativo ha sido la
valoración social del trabajo colectivo que se fue incorporando paulatinamente en
el imaginario de la gente al punto de no concebir la comunidad si no es relación a
estos procesos. En la medida que la gente se sintió tomada en cuenta y fue
percibiendo la importancia de su aporte desarrolló un sentido de pertenencia a la
comunidad en tanto ámbito de convivencia social. El sentimiento de identificación
entonces, surgió estrechamente vinculado a la experiencia de participación allí
generada.
Muchos son los ámbitos relevantes que han surgido del análisis de esta
experiencia, me interesa sí relevar aquellos que a mi juicio constituyen la
plataforma elemental para la promoción, generación y fortalecimiento de bases
sociales más participativas y comprometidas. Cabe decir que, ninguno de los
temas abordados por separado en estas matrices, son autónomos unos de otros,
por el contrario, durante esta experiencia de investigación e intervención,
observamos cómo se relacionan dialécticamente
La Democratización
microparticipacion
del
Microespacio
y
el
fortalecimiento
de
la
La experiencia que revisáramos nos propone la construcción democrática desde el
micro espacio, pensando que desde allí se despliegan las posibilidades reales
para la formación de sujetos sociales que se hacen parte de su historia y que "no
se sienten a esperar que otros actúen por ellos”.
Evidentemente, la experiencia de Esperanza Andina consolida la dimensión más
progresista del concepto. Aquí la participación fue entendida como un valor, un
proceso, una metodología, una cultura, un propósito o meta, una decisión política,
una necesidad para el conjunto de los pobladores, un derecho, una
responsabilidad individual y colectiva, un objetivo social compartido, un ejercicio
permanente de construcción y desarrollo de la comunidad.
Aquí los pobladores descubren desde su propia realidad las formas y estrategias
para organizarse y participar; descubren sus derechos y definen su propia manera
de entender la participación, diferente al concepto establecido y normado por
agentes externos. Esta realidad constituye entonces, el espacio de aprendizaje y
descubrimiento de nuevas formas de entrar en relación con el mundo.
La comunidad de Esperanza Andina ha venido desarrollando un grado importante
de participación que va desde un nivel micro en aquellos asuntos que estaban
vinculados a sus experiencias más cotidianas, hasta un nivel macrosocial
entendido como la capacidad de incidir en las decisiones políticas, económicas y
sociales del Estado con miras a alcanzar los objetivos que se habían propuesto y
que representaban sólidos intereses comunes. Sostenían que mediante un
proceso de participación amplio, ellos podían acceder a la toma de decisiones y
presionar por aquello que les parecía justo.
El empoderamiento (dotación de poder) de los pobladores se ha dado a partir de
una gestión interna que generó una estructura organizacional caracterizada por
estimular y potenciar una democracia de base que hizo posible que el conjunto de
pobladores se involucraran en la mayor parte de las decisiones que se debían
tomar para hacer funcionar el campamento y avanzar hacia el logro de las
reivindicaciones. Se caracteriza por tres elementos fundamentales: la amplia base
dirigencial, que evitaba concentrar el poder de representación en unos pocos y
permitía la conformación de líderes, que se van haciendo cargo de las más
diversas tareas y necesidades de la organización; el procedimiento usado para
discutir, analizar y tomar decisiones, todos los temas importantes bajaban, a
través de los dirigentes a la base social de pobladores, la unidad más pequeña era
el pasaje o cuadra, allí los vecinos se informaban, daban su opinión y proponían
alternativas de solución; y el funcionamiento de la asamblea como instancia de
decisión final. Es importante decir, que hoy día muchas organizaciones juveniles
funcionan con esta lógica democratizadora, rescatan el poder de la asamblea para
la toma de decisiones colectivas.
En definitiva, la estructura organizacional de los pobladores se sostenía en una
amplia base de participación donde todos los sectores eran representados (todos
los cargos dirigenciales se votaban democráticamente) y los temas y/o situaciones
ampliamente discutidos, votados y decididos por la mayoría. Se desechaba de
esta manera, la idea imperante de los consensos y negociaciones, rescatando el
método tradicional de la democracia de las mayorías. Pese a que las
discrepancias se resuelven mediante la votación, nunca se abandonó la discusión
previa de las alternativas implicadas. De igual modo, se encaraban los conflictos y
las situaciones críticas que afectan a las familias y a la comunidad. La confianza,
la comunicación y el apoyo recíproco facilitaban la utilización de este método para
la toma de decisiones. Se avanzaba así, en la instalación de una democracia de
base social y en la superación de los enclaves y modelos autoritarios.
La comunidad vio y vivió plenamente la incorporación en el proceso de toma de
decisiones, sentía el valor de su palabra y su opinión para definir las soluciones.
En la organización encontraron siempre un espacio concreto y real para discutir e
intercambiar sus puntos de vista. Este ejercicio se fue fortaleciendo en la medida
que crecía la confianza y reconocimiento del aporte que estaban haciendo al
movimiento.
Cabe señalar que la decisión colectiva y democrática implicaba: la entrega
pertinente, precisa y oportuna de la información; el análisis conjunto de las
experiencias negativas y positivas; la consulta a los miembros de la comunidad (el
delegado tenía la obligación de representar los planteamientos de los vecinos ante
la directiva sectorial y central); el análisis de los recursos disponibles y la forma de
utilizarlos; la clarificación y rearfirmación permanente de los objetivos
fundamentales de la organización, el análisis de la situación que los afectaba
desde una perspectiva global e integradora y la decisión de las mayorías
mediante la votación, asumiendo tanto minorías como mayorías el compromiso
previo por el bien común.
La comunidad asumió e internalizó este ejercicio democrático como la manera de
resolver y decidir sobre sus vidas. Así se aplicó la democracia en el abordaje de
todos los problemas, desde los más cotidianos como la violencia intrafamiliar, el
consumo de alcohol y drogas, las prácticas delictivas, hasta aquellos temas
relacionados con el objetivo central del campamento, pasando por el control de la
labor que desarrollaban los dirigentes de la época.
El fortalecimiento de la microparticipación obliga a adecuar las prácticas sociales a
las características de las poblaciones, apartándose de la lógica conservadora de la
sociedad y reconociendo que el sentido de la acción social debe ser construido a
partir de la diversidad microsocial cotidiana. Democratizar el microespacio significa
que las personas ocupen sus capacidades para discutir, analizar y decidir
conjuntamente; además asumirse como sujetos activos y reconocer su aporte
como un pilar fundamental en el proceso de crecimiento y desarrollo individual y
colectivo.
Vemos en esta comunidad, cómo la posibilidad de compartir con otros, de aportar
opiniones, de sentirse escuchado y considerado en la toma de decisiones y
miembro activo de la organización, produjo un efecto significativo en el modo en
que adultos, mujeres, jóvenes y niños se perciben a sí mismos, aumentando su
autoestima al punto de convertirse muchos de éstos en verdaderos líderes de la
comunidad.
Revalorizar el papel del dirigente
La experiencia de Esperanza Andina pone en relieve uno de los temas más
importantes en materia de participación: cual es la labor del dirigente. A diferencia
de lo muchos puedan creer, las características, condiciones, valores y
capacidades de los dirigentes además de ser un facilitador clave de los proceso
sociales, constituye para la comunidad el referente fundamental para asumir
desde sí, la responsabilidad de involucrarse y participar activamente en los
proceso de cambio y desarrollo.
La agudeza de su trabajo, los principios que guiaron su actuar, el sentido que le
dieron al proyecto emprendido a partir de la "toma", la experiencia social y política,
la formación especialmente valórica, su visión de la realidad, les permitió - además
de legitimarse y ganarse la confianza de los pobladores allegados, abatida
después de varios esfuerzos frustrados- transformar la dinámica de una
comunidad que asumía con entusiasmo el compromiso de un cambio integral.
Los dirigentes sociales demostraron recurrentemente su capacidad de
convocatoria, dirección, gestión, coordinación y denuncia. Posibilitaron el
funcionamiento eficiente y participativo de la organización, ayudando a combinar
ambos aspectos y permitiendo de esta manera avanzar en el desarrollo de una
democracia instalada en el diario vivir. Todo los temas se discutían y analizaban
en conjunto, se buscaban las alternativas de solución y se adoptaba la propuesta
mayoritaria considerando la solidez de la argumentación. El dirigente social, en
este sentido, demostró la capacidad de saber-hacer tanto frente a la comunidad
como frente a la relación con la autoridad
Llama profundamente la atención la valoración que la comunidad hace del papel
que cumplieron los dirigentes sociales en el contexto histórico de lo que fue esta
"toma". El amplio pronunciamiento que los pobladores hacen de la labor
dirigencial, permite visualizar - a diferencia de lo que muchos pueden pensar- la
importancia que tiene para la participación social comunitaria, la presencia de
líderes que reúnan las condiciones y características apropiadas para constituirse
en "verdaderos modelos" a seguir.
El liderazgo positivo radica de acuerdo a esta mirada, no sólo en la capacidad
técnica que el dirigente pueda poseer para conducir la organización social, sino
además las características personales y la calidad humana que posea para llevar
a cabo esta labor. Los dirigentes del "ex campamento" establecieron una estrecha
relación con todos los pobladores basada en el respeto y la valoración de las
potencialidades y del aporte que cada cual podía hacer en el proceso.
La necesidad de contar con dirigentes que posean una capacidad humana para
ejercer su función, es un planteamiento permanente en los entrevistados. Nos
indica el valor que se le asigna a la presencia de un liderazgo que se consolida
más allá de un saber técnico, a partir de una serie de características personales
que facilitan la llegada y la relación con los vecinos. Este aspecto es central a la
hora de evaluar los factores que inciden en el debilitamiento de la participación
social. De esta manera, estudios hechos en el tema, señalan que el estilo de
conducción y las características del líder inciden positiva o negativamente en la
participación de la comunidad y predisponen de la misma forma, la integración o
no a la organización de base..
El diseño de nuevas propuestas educativas que posibiliten el surgimiento de
líderes positivos constituye una fórmula concreta para avanzar en la potenciación
de los procesos colectivos. Tales propuestas deben recoger los aportes que la
propia gente señala como relevantes en la formación dirigencial, especialmente
los contenidos situados en el plano afectivo/ relacional que permita impulsar
prácticas participativas innovadoras.
Dos aspectos más, quisiera destacar respecto a la necesidad de reenfocar la labor
del dirigente y replantear los contenidos de su formación. Primero, la experiencia
ha puesto de relieve que un importante obstáculo de la participación, se refiere al
daño que genera en el movimiento poblacional, la instrumentalización que hacen
los partidos políticos. La desconfianza que ello produce lejos de promover la
participación, alejaba a las personas, producía conflicto y apatía social. La
autonomía social y política asumida por tanto, permitió construir una amplia base
de confianza que se constituyó en un pilar de la relación colaborativa impulsada al
interior del ex campamento. Construir una relación con estas características no fue
una tarea fácil, especialmente en el marco de un sistema que evoca un modelo
basado exactamente en lo contrario, "desconfiar del otro". La confianza entonces,
que pudieron impulsar los dirigentes fue un factor clave para la participación de los
pobladores.
Los dirigentes asumieron el compromiso de no permitir la entrada, influencia y
manejo de determinadas fuerzas políticas, ya que ellas ponían en peligro la
organización social en la medida que vulneraban la transparencia del proceso. Sin
embargo, se reconoce y valora la relación con determinados partidos y cargos
políticos, en la medida que ello podía significar un avance para el proyecto y una
alianza para la consecución de determinados fines.
El segundo tema pone de manifiesto el ejercicio de control y fiscalización de la
función dirigencial por parte de los pobladores, que aportó ampliamente al
desarrollo de una ciudadanía fuerte. A dicho desarrollo se sumaba el conocimiento
de sus derechos, el papel preponderante asumido en la movilización social y el
ejercicio de variadas formas de relacionarse e interactuar con el Estado.
El Desafío de aprender a convivir
Para que los procesos colectivos nazcan se desarrollen y maduren, se requiere
desarrollar estilos de convivencia armónicos y respetuosos entre las personas.
Sabemos que sin estos elementos básicos resulta casi una utopía pensar en la
posibilidad de generar espacios y formas colectivas de mejorar las condiciones de
vida por la que atraviesan los sectores más postergados.
La convivencia social como uno de los pilares básicos de la participación, está
profundamente dañada, daño que de permanecer y más aún acrecentarse
difícilmente permitiría generar un cambio en los procesos colectivos. No olvidemos
que la participación implica un compromiso con otras personas y, por tanto, el
respeto, la tolerancia, la confianza y la solidaridad. Plantearse desde esta
perspectiva, implica relevar la dimensión personal en la construcción de las
relaciones con los otros y la sociabilidad como componente fundamental en la
construcción de espacios de participación.
Recordemos también que la participación no se agota en lo meramente
instrumental, sino que adquiere un sentido de transformación cultural de las
relaciones interpersonales y construcción de una nueva prioridad en la escala de
valores sociales.
La reflexión y el análisis de la información recogida en esta investigación, me
permitió - más allá de los acuerdos que puedan existir en el tema- mirar desde
esta experiencia concreta, cómo y de qué manera aquellos factores relacionados
con este aspecto, condicionan de manera importante los procesos participativos
actualmente.
El deterioro de las relaciones de convivencia social en definitiva, constituye hoy
por hoy, uno de los factores más potentes en el debilitamiento de los procesos de
participación. Este tema - que no es materia de preocupación de las políticas
sociales que apuntan a mejorar las condiciones de vida de la población- se perfila
como el principal obstáculo para la generación de relaciones sociales apropiadas.
La experiencia de Esperanza Andina y las relaciones que se gestaron al interior de
la comunidad fortalecieron de manera significativa los espacios y momentos de
encuentro entre las personas. Así, mediante la acción desarrollada se buscaba
potenciar las relaciones positivas entre los vecinos y consolidar aquellos valores
que son la expresión concreta de una convivencia social armónica, como la unión
y el compromiso con el otro. La participación entonces, ha sido un valor
profundamente positivo para la comunidad, dado que permitió lograr un desarrollo,
mejorar las relaciones entre los vecinos, generar un clima de confianza e identidad
y establecer relaciones sociales profundamente solidarias. La conformación de un
"nosotros", constituyó la expresión máxima del tipo de vínculo social construido
dentro de la comunidad.
La convivencia social generada como un pilar de la participación en Esperanza
Andina, se vio deteriorada por la incursión del Estado al finalizar la etapa de
entrega de definitiva de las viviendas. Esta situación nos deja ver la importancia
que este proceso tiene para la dinamización de los procesos colectivos en la
comunidad.
La entrega parcelada de viviendas y la clara diferencia en la calidad de la
construcción provocó un efecto perverso para los avances que la comunidad había
tenido en materia de participación e integración. Esta intervención del Estado
denotó la despreocupación por los procesos que allí se vivían; evidentemente esto
pone en relieve un modelo ideológico que despreocupa el tema de las relaciones
humanas y sociales e instala relaciones de competencia entre la gente. No
interesa tampoco el sentido de igualdad como principio fundamental que rigió las
relaciones sociales del ex campamento. Esta práctica no concuerda con el amplio
discurso que se sostiene desde la esfera gubernamental.
Los conflictos entre los vecinos generado por este modo de operar del Estado,
grafican como los valores imperantes se introducen a nivel de las prácticas más
cotidianas de las personas rompiendo valores que le ha dado sustento a la
generación de un tejido social a lo largo de estos años.
En definitiva, cuando una comunidad genera una convivencia social adecuada,
permite que se consolide uno de los pilares básicos de la participación.
Contrariamente la falta de preocupación por esta dimensión provoca un daño en
las relaciones sociales, que de permanecer y acrecentarse difícilmente permitiría
impulsar, ampliar y potenciar los procesos colectivos. No olvidemos que la
participación implica un compromiso con otras personas y por tanto el respeto, la
tolerancia, la confianza y la solidaridad como principios que la sustentan.
Plantearse desde esta perspectiva, implica relevar la dimensión personal en la
construcción de las relaciones con los otros y la sociabilidad como componente
fundamental en la generación y el fortalecimiento de acciones y espacios
participativos.
El mejoramiento de la convivencia social, requiere de un trabajo más arduo con las
personas en el desarrollo de sus destrezas y habilidades que aportan a la
generación de pautas sociales básicas para la participación: la tolerancia, la
comunicación asertiva y la resolución de conflictos (distinta de la manera
dominante). Aporta a ello, fortalecer los espacios del barrio y recuperar el sentido
del mismo.
Al fortalecimiento de la microparticipación y la construcción de espacios más
humanos, se suma la necesidad de intervenir y fortalecer el trabajo con los niños,
desde ellos se pueden generar los cambios que permitirían avanzar e incluso
revertir aquellas situaciones que inciden en el debilitamiento de la acción colectiva
hoy día y lo que es más la conformación de sujetos activos y responsables de su
propia vida.
La participación un derecho de niños y niñas
Promover la participación no es una tarea fácil. Desde niños hemos sido educados
y formados para ser pasivos. En la familia, en la escuela, en el trabajo y en la
sociedad en general son otros los que toman las decisiones por nosotros y
habitualmente nos señalan qué debemos hacer y cómo.
Uno de los aspectos relevantes a incorporar a nivel de estrategias de trabajo
comunitario, se relaciona con la necesidad de considerar e incorporar a los niños
como un actor fundamental para el desarrollo comunitario. Es urgente la
necesidad de instalar en ellos, comportamientos y valores que sustenten pautas
relacionales armónicas, de respeto, tolerancia y solidaridad.
En Esperanza Andina vimos con especial interés, la forma en que los niños y
niñas han recogido y se han apropiado de una experiencia del mundo adulto y han
elaborado sus propios códigos para reivindicar sus derechos a ser reconocidos,
valorados y escuchados como tales. Muchos de estos niños, ven en la
organización la única posibilidad de alcanzar objetivos y derechos. Lo vieron en
sus padres y hoy ellos lo plantean como una responsabilidad social fundamental.
Los niños y niñas se han involucrado espontáneamente en diversas actividades.
Se movilizaban con mucha naturalidad y se comprometían con la idea de generar
una organización infantil, capaz de representar sus intereses y defender sus
derechos. Su condición de niños y la historia de lucha de sus padres (la historia es
ampliamente conocida por ellos) por mejorar sus condiciones de vida, constituía
para éstos un principio central articulador de su interés por abrir e impulsar
espacios colectivos desde el mundo infantil.
La reflexión se sitúa entonces, en la necesidad de generar, revitalizar y revalorar
un trabajo comunitario que tenga como principio central articulador, el trabajo con
niños y niñas, puesto que a partir de ello es posible romper la tendencia al
individualismo contemporáneo, creando en el imaginario social de éstos, la
participación social y la movilización comunitaria como una realidad posible que
permite efectivamente mejorar su condición de pobreza. El trabajo con la
población infantil debe apuntar a relevar sus potencialidades como un actor social
importante para el desarrollo local. Cabe decir que, rara vez se les considera como
agentes de desarrollo comunitario, sino más bien se trabaja con ellos como entes
aislados en sus comunidades.
El impulso de la participación infantil requiere el desarrollo de metodologías de
trabajo que permitan incorporar la expresión y propuestas de los propios niños en
el mejoramiento de su situación de vida. No cabe duda la participación se
aprende participando, de ahí que sea tan importante definir estrategias nuevas
que rompa el ambiente individualista y competitivo en donde el niño y la niña se
desenvuelve, es decir propiciar instancias colectivas y grupales donde sean
valorados en su condición de personas capaces.
El rol de la mujer en el espacio comunitario
Históricamente, la única forma de incorporación social que la sociedad machista le
ha reservado a la mujer es su participación en torno a organizaciones que
refuerzan y reproducen su rol tradicional de madre y esposa. Sin embargo
sistemáticamente, las nuevas dimensiones de la participación social de las
mujeres pobladoras, que son múltiples, tienen un sentido importante para su
desarrollo, proyectándose en ellas nuevas formas de interacción social, que a su
vez constituyen un aporte significativo al mejoramiento de su condición de vida.
Lo recogido en Esperanza Andina, pone en relieve una experiencia potenciadora y
excepcional desde la perspectiva de la incorporación de la mujer al proceso de
participación social y desde ahí a la toma de decisiones y la ocupación del espacio
público. Así, la experiencia de participación y organización social de las mujeres
del ex campamento, ha sido evaluada como un logro significativo para su
desarrollo y crecimiento personal y social. La participación de la mujer en
Esperanza Andina, constituyó un eje central de este movimiento de pobladores y
del proceso histórico de la "toma de terrenos". Su rol no solo fue central sino
además clave para el desarrollo de las acciones impulsadas.
La vida y el quehacer comunitario de Esperanza Andina durante este tiempo
posibilitaron el desarrollo de cambios en la autopercepción y en la identidad de las
participantes en un terreno común que comparten en condiciones de igualdad
respecto del género masculino.
Los planteamientos que las mujeres hacen respecto a su participación, muestran
las percepciones particulares que ellas poseen en relación a los factores
condicionantes de este proceso. Reconocen su valioso aporte al éxito de la
"toma", en tanto su actuar protagónico y decisivo fue fundamental para alcanzar
los objetivos propuestos. Se demuestra desde esta experiencia microsocial la
capacidad que tiene la mujer para acercarse efectivamente a instancias de toma
de decisiones, ya sea en el gobierno local, en las políticas públicas y en las
propias organizaciones sociales de base. La posibilidad de tomar de decisiones
respecto a sus vidas y sobre los asuntos de la comunidad, fue fortaleciendo en
ellas la capacidad para participar y desenvolverse en la actividad pública, ya no
asumiendo tareas de apoyo a la labor de dirigentes hombres, sino incorporándose
activamente a la función dirigencial.
Para las mujeres de Esperanza Andina, la actividad organizacional y la
participación comunitaria ha sido una experiencia muy significativa para sus vidas,
en gran medida, le permitió sino revertir, mejorar su situación de subordinación
respecto del hombre. la actividad desarrollada a lo largo de estos años, constituyó
una praxis profundamente transformadora de la vida de la mujer; fue adquiriendo
grados cada vez mayores de autonomía y rompiendo con contenidos culturales
socialmente aceptados.
A los diversos factores que favorecieron el crecimiento y desarrollo de la mujer, se
suma dos situaciones importantes: la preocupación que hubo en la comunidad por
resolver los problemas que la afectaban en su cotidiano vivir, tales como la
violencia intrafamiliar y el alcoholismo, ambas situaciones eran analizadas y
sancionadas por la asamblea e incurrir en este tipo de comportamientos implicaba
una sanción social y moral, y la incorporación activa a todas las labores que se
desarrollaron en el ex campamento para la instalación definitiva en los terrenos
(instalar mediaguas, hacer zanjas, levantar cierres, etc.). Ello no sólo le permitió
reconocerse como un actor social clave en el proceso, sino además mejorar su
deteriorada autoestima producto de las condiciones de vida que le había tocado
enfrentar. La mujer, entonces, se va apropiando de un espacio que se suponía le
correspondía al género masculino, construyendo desde ahí un nuevo sentido para
su vida personal y social.
No cabe duda que la tarea democratizadora que en esencia desarrolló la
organización, en tanto promovió y amplió la participación social de la comunidad,
se vio reforzada por el rol de la mujer y la inclusión explícita de un contenido
valórico de respeto hacia su condición.
Las mujeres del ex campamento transfirieron a la organización todo lo que tenían:
su historia y experiencia de vida, su sabiduría y conocimiento, su forma de mirar
el mundo y toda su realidad marcada por una biografía de discriminaciones.
Asimismo, el enorme potencial motivacional asociado a generar mejores
condiciones de vida para sus hijos, constituyó la fortaleza que le permitió el
desarrollo y expresión de todas sus capacidades. Fue adquiriendo paulatinamente
seguridad para enfrentar las responsabilidades que se le presentaban en la
experiencia. Los espacios de encuentro y convivencia propios que las mujeres
organizaron contribuyeron a la generación de una identidad como mujer pobladora
y a identificarse profundamente con su sector. La práctica colectiva que se dio en
estos espacios, las hizo descubrir, desarrollar y valorar su experiencia organizativa
y aporta a la autoafirmación individual y grupal. De igual manera, su participación
en un espacio extradoméstico fue la oportunidad de trascender del mundo privado
del hogar, incorporarse a un quehacer más público y adquirir un sentido de
pertenencia a un colectivo mayor.
Sin ser quizás una intención explícita del proyecto Esperanza Andina, la
organización y la práctica colectiva abrió un espacio donde se potenció el cambio
y el desarrollo tanto personal, como grupal, organizacional y comunitario de la
mujer. Reconocer el rol que tuvo y tiene en la comunidad, obliga a la revaloración
de sus capacidades al interior de la organización y al desarrollo de iniciativas que
incorporen la dimensión de género.
BIBLIOGRAFIA
Briones, Guillermo. Métodos y técnicas de investigación para las ciencias sociales.
México: Trillas, 1992.
Pourtois, Jean Pierre; Desmet, Huguette Epistemología e instrumentación en
Ciencias Humanas. Editorial Herde. Barcelona 1992