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Florida International University - FIU Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - FLACSO Los comedores populares de Lima Organización de mujeres y movimiento social: un estudio de caso Tutora: Profesora Astrid Arrarás, Ph. D. Alumna: Marissa C. Reid Panther ID 2191324 Miami, 2008 A mi esposo e hijos, por su amor y comprensión; a mis padres, por ser mi fuente de inspiración y a mis hermanos, por su apoyo incondicional. 1 Índice 1.- Introducción……………………………………………………………………………… 3 2.- Marco teórico………………….......................................................................................... 8 2.1- La escuela estadounidense y la teoría de la movilización de recursos………….10 2.2- La escuela europea y los nuevos movimientos sociales…...……………………16 2.3- Latinoamérica y el estudio de los movimientos sociales………………………..20 2.4- La convergencia de las escuelas estadounidense y europea: el punto de partida para el análisis de Gerardo Munck……................................................................22 2.5- Los comedores populares de la ciudad de Lima como estudio de caso………....28 2.6- Metodología y análisis…………………………………………………………...33 3.- Antecedentes……………………………………………………………………………...35 4.- Origen y desarrollo de los comedores populares: un análisis del movimiento social desde nuestro modelo de estudio……….......................................................................................49 4.1- La formación de los actores……………………………………………………...49 4.2- El aspecto interno funcional……………………………………………………..55 4.3- La coordinación social…………………………………………………………...59 4.4- La estrategia política……………………………………………………………..73 5.- Conclusiones………………………………………………………………………………82 5.1- Recomendaciones………………………………………………………………..85 6.- Referencias Bibliográficas………………………………………………………………...88 2 1.- Introducción “Los comedores populares […] son una organización de mujeres, madres, amas de casa y vecinas que se agrupan para preparar colectivamente raciones de alimentos para familias o usuarios individuales” (Blondet, 2004: 36). Los comedores populares son tal vez una de las experiencias de organización autogestionaria de mujeres y de movimiento social por la supervivencia más exitosa del Perú y de América Latina. Se trata de un colectivo compuesto básicamente por mujeres madres, esposas y luchadoras sociales, que surge en la ciudad de Lima, a fines de la década de 1970, para responder a la imperiosa necesidad de alimento diario de las familias más pobres de los barrios periféricos de la gran ciudad, llamados “pueblos jóvenes”. Su aparición significó una respuesta a la aguda crisis en que se encontraba el país en esos momentos: la hiperinflación económica, el terrorismo de Sendero Luminoso y el galopante desborde de los sectores populares. La pobreza en que se hallaban las familias de estos barrios marginales se tradujo en la extraordinaria capacidad de las mujeres para enfrentar la crisis. Estas mujeres se agruparon en los llamados comedores populares (CP), donde se compran, preparan y cocinan los alimentos de manera colectiva y por turnos. Se trata de un nuevo concepto de olla común que permite dar desayunos y almuerzos a familias a un bajo costo, pero fundamentalmente un inédito movimiento social basado en la solidaridad y en las reivindicaciones sociales de las mujeres. Muchas instituciones y organizaciones como la Iglesia católica y las ONG (organizaciones no gubernamentales), entre otras, asesoraron y ayudaron a formar los primeros comedores populares 3 en la periferia de la ciudad de Lima. Esta experiencia pronto sería imitada en otros distritos y provincias del Perú, y la organización se transformó en un movimiento social (MS). En el presente trabajo estudiaremos a los comedores populares simultáneamente como organización y movimiento social que, desde su creación, han sido tanto un apoyo alimentario para la población más necesitada, como un colectivo político y social de mujeres. Si bien los comedores populares han sido objeto de numerosos estudios, no hemos encontrado evidencia de que hayan sido analizados a través de alguna teoría de los movimientos sociales, de ahí la importancia trascendente de realizar el presente trabajo investigativo. El objetivo del trabajo de investigación es el análisis de los comedores populares de Lima mediante la aplicación de un modelo teórico que nos permitirá explicar y entender el origen, el desarrollo, las acciones y los logros de la organización. Como movimiento social, los comedores populares han sido mencionados en algunos trabajos sobre movimientos sociales de mujeres, entre los que se encuentra Women’s social movements in Latin America de Helen Icken Safa, quien resalta las acción es colectivas de mujeres formadas alrededor de necesidades alimentarias destacando la labor de los comedores populares de Lima (Safa, 1990). Los comedores populares también han formado parte de algunos trabajos cuantitativos realizados acerca de la mujer, como La situación de la mujer en el Perú 1980-1994 de Blondet, Montero y otros. Igualmente importante es el trabajo Cucharas en alto, del asistencialismo al desarrollo local: fortaleciendo la participación de las mujeres, un trabajo descriptivo de los comedores populares realizado por Blondet, Trivelli y otros para el Instituto de Estudios Peruanos (IEP). A pesar de estos estudios, un análisis de los comedores aplicando alguna teoría 4 de los movimientos sociales, propuesta por la escuela estadounidense o europea, o por teóricos latinoamericanos, no se ha llevado a cabo. Este trabajo se orienta, así, al análisis de los comedores populares como movimiento social, desde la perspectiva de un modelo de estudio elaborado por nosotros que incorpora los tres bloques fundacionales de Gerardo Munck: la formación de los actores, la coordinación social y la estrategia política. Un cuarto bloque o problema a estudiar es el aspecto interno funcional. Elegimos como punto de partida de nuestro estudio el modelo desarrollado por Munck en tanto se preocupa en su análisis del tema de la estrategia política, aspecto que no fue considerado ni por la escuela estadounidense ni por la europea en sus teorías de los movimientos sociales. Sin embargo, la falta de atención de Munck a la estructura y dinámica internas de los movimientos sociales nos condujo a incorporar el cuarto elemento, para así arribar a un análisis más profundo. Para nosotros un estudio de los movimientos sociales debe empezar —y coincidimos con Munck— con la formación de actores, el estudio de los fundadores que, a partir de una experiencia compartida, deciden agruparse buscando establecer un nuevo orden. Seguido de este primer bloque, consideramos necesario estudiar el problema interno funcional, lo que sucede en el interior de un movimiento social, su estructura y dinámica internas, para pasar luego a analizar la coordinación social, el qué y cómo hacen los fundadores para que la organización se constituya como movimiento social y se dirija hacia el cambio. Finalmente, un estudio de los movimientos sociales debería incluir un análisis de la estrategia política, cómo los organizadores actúan estratégicamente para establecer y mantener una relación con las instituciones políticas del país. 5 El análisis de caso de los comedores populares nos permitirá apreciar que, para un estudio amplio de este movimiento social, es necesario tomar en cuenta los cuatro problemas tratados: la formación de los actores, el aspecto interno funcional, la coordinación social y la estrategia política. Bajo este esquema, nuestra reflexión y análisis de los comedores populares abarca su origen y desarrollo desde el año 1978 hasta comienzos de la década de 1990, cuando al temor de las mujeres a las amenazas y acciones de Sendero Luminoso, como la muerte de la dirigente María Elena Moyano, se sumó el hecho de que el gobierno de Alberto Fujimori ofreciera una serie de prebendas para estimular a las socias de los comedores populares a abandonar su organización, lo que debilitó temporalmente el movimiento. El trabajo está organizado en cuatro secciones. En la primera se analizará la literatura que existe sobre los movimientos sociales, aludiendo al debate teórico que en torno al tema se ha suscitado en las últimas décadas desde la formación de las escuelas estadounidense y europea. Resumiremos la propuesta teórica de ambas escuelas, resaltando los aspectos mas importantes de cada una: el aspecto de la estrategia en el caso de la escuela estadounidense a través de la Teoría de la Movilización de Recursos y el aspecto de la identidad en el caso de la escuela europea. Importante también será mencionar los estudios de algunos teóricos latinoamericanos, como María Ghori y Manuel Garretón y su contribución al tema de los movimientos sociales en la región, pero especial atención merecerá el trabajo de Gerardo Munck, cuya propuesta de estudio hemos tomado como punto de partida para nuestro análisis de los comedores populares. En esta primera sección se incorporará la elección de los comedores populares como estudio de caso, siguiendo una breve descripción de la aplicación de nuestro modelo de análisis a dicha organización. Igualmente se incluirá la metodología a usar en la investigación. 6 En la segunda sección, se narrarán los antecedentes históricos del Perú. Se podrá apreciar que la formación de los comedores populares respondió a una necesidad alimentaria producto de una crisis económica, política y social por la que atravesó el país desde la década de 1950. Veremos cómo la ciudad de Lima se convirtió, a lo largo de estos años, en el lugar preferido por los pobladores de las zonas rurales del interior del país, quienes, al trasladarse a la capital, formaron en la periferia los pueblos jóvenes. Es en estas barriadas donde las mujeres deciden agruparse y formar los comedores populares para aliviar juntas la necesidad básica de alimentación de sus familias y de algunos pobladores de su comunidad. La tercera sección se ocupará del análisis de los comedores populares utilizando nuestro modelo de estudio, que incorpora el modelo de los tres bloques fundacionales desarrollado por Munck y nuestra propuesta de incorporar el elemento interno funcional. Así, la sección estará dividida en cuatro subtítulos: la formación de los actores, el aspecto interno funcional, la coordinación social y la estrategia política, cada uno de los cuales será aplicado a los comedores populares. La cuarta sección comprenderá nuestras conclusiones. Plasmaremos en esta parte del trabajo los resultados a los que hemos llegado al analizar a los comedores populares utilizando nuestro modelo de estudio. Podremos apreciar que nuestro análisis, que contempla no sólo la formación de los actores, la coordinación social y la estrategia política del movimiento social, sino además el aspecto interno funcional, ayuda a un estudio mas profundo de los movimientos sociales, contribuyendo de esta manera a las Ciencias Sociales. 7 2.- Marco teórico: El estudio de los movimientos sociales ha sido de especial interés dentro del campo de la sociología y de las ciencias políticas. El análisis de dichos movimientos y el debate teórico que en torno a ellos se ha desarrollado, en especial a partir de los años sesenta en el siglo XX, han sido muy variados, especialmente en los Estados Unidos de América y en los países europeos, donde el resurgimiento de los movimientos sociales produjo una renovación teórica. Debido al gran abanico de teorías surgidas alrededor del estudio de los nuevos movimientos, será necesario analizar algunos de los enfoques teóricos aplicados en las últimas décadas por sociólogos, científicos políticos e historiadores cuya literatura nos llevará a una mejor comprensión del tema. Conceptos como “estrategia”, “identidad” y “movimientos sociales” formarán parte del análisis de este trabajo, por lo que su revisión es necesaria. Para fines de la década de 1960 e inicios de la de 1970 surgieron dos escuelas importantes que analizaron desde sus propias perspectivas a los movimientos sociales: la estadounidense y la europea. El enfoque de ninguna de estas escuelas derivó en un análisis homogéneo de sus autores. Algunos puntos de convergencia permitirían utilizarlas como portadoras de mecanismos y conceptos que pudieran ayudar al análisis de estos movimientos, no sólo en dichos países sino también en Latinoamérica —en especial el Perú—, testigo, al igual que Europa y Estados Unidos, del surgimiento y resurgimiento de diversos movimientos sociales durante la segunda mitad del siglo pasado: “Set in motion by the turbulence of the 1960s and fueled by the myriad movements of the last quarter century, the study of social movements and revolutions has clearly emerged as one of the scholarly ‘growth industries’ in the social sciences, in both, Europe and the United States. Working from a variety of perspectives, sociologists, political scientists, 8 and historians has produced over the past twenty years a wealth of theoretical and empirical scholarship on social movements” (McAdam y otros, 1997: 2). En el presente estudio de caso nos remitiremos a señalar las características más notables que resaltan los teóricos de las escuelas estadounidense y europea, los nuevos enfoques teóricos planteados como consecuencia de la ineficacia de las teorías existentes para explicar los emergentes movimientos sociales. En el caso de la escuela estadounidense, revisaremos la teoría de la movilización de recursos (TMR), analizada por autores como John D. McCarthy, Mayer N. Zald y Jean Cohen , entre otros; el énfasis en algunas premisas, como la estrategia, los haría compartir la pertenencia a la escuela. En el caso de los teóricos europeos, acentuado en el estudio de los nuevos movimientos sociales, analizaremos el énfasis puesto en el problema de la identidad, una perspectiva, que al igual que en Estados Unidos, resaltó la preocupación de los teóricos europeos como Alain Touraine y Alberto Melucci por adecuar sus estudios al surgimiento de las nuevas movilizaciones sociales. La revisión de ambos enfoques, de ambas escuelas, nos permitirá apreciar la diferencia central que existe al investigar a los movimientos sociales: mientras los estadounidenses tratan de explicar el cómo de la movilización, es decir, cómo se organizan los miembros del movimiento para lograr sus objetivos, los europeos centran su estudio en el por qué de dicha movilización, enfatizando contra quién o quienes se dirige y consecuentemente, hasta dónde quiere llegar el movimiento social, cuales son sus metas. Para la década de 1980, la evolución de las perspectivas europea y estadounidense, provocó la reacción de algunos autores que vieron en ambas escuelas el punto de partida para una conciliación teórica que llevaría a un mejor entendimiento en el análisis del estudio de los movimientos sociales. Entre los más destacados autores se encuentra Sydney Tarrow, quien realizó un nuevo enfoque para el estudio a partir de tres puntos importantes: “Three important 9 political concepts and the problems they raise for research on movements are […] the social movements sector, the political opportunity structure, and the cycles of protest” (Tarrow, 1988: 421). En Latinoamérica, autores como Gerardo Munck, resaltando la particularidad de la región, han tratado igualmente de adaptar las teorías europeas y estadounidenses a los estudios que realizan sobre los movimientos sociales. A continuación presentaremos las características más importantes de las escuelas europea y estadounidense, seguidas por el aporte teórico de algunos autores latinoamericanos, en especial, el trabajo de Munck, a partir del cual desarrollaremos nuestro análisis de los comedores populares autogestionarios como movimiento social. 2.1- La escuela estadounidense y la teoría de la movilización de recursos: En Estados Unidos, los movimientos sociales de la década de 1960 se caracterizaron por su participación en la arena social “[…] como alternativas a formas más convencionales de hacer política” (Munck, 1995: 17), una década donde “[…] the country was rent by urban riots, massive antiwar demonstrations, students strikes, and political assassinations” (McAdam y otros, 1997: 1). Los análisis teóricos no tardaron en evolucionar, y entre debates y encuentros, surgió la escuela estadounidense formulando nuevas teorías como la teoría de la movilización de recursos (TMR): “Aunque el término ‘teoría de la movilización de recursos’ parece hacer referencia a un cuerpo teórico unitario, en realidad alude a distintas versiones que comparten una serie de presupuestos, pero que se diferencian entre sí básicamente en el objeto de estudio que eligen para resolver la cuestión del origen y formación de los movimientos sociales” (Rubio, 2004). 10 La ineficacia y el vacio de las teorías clásicas para explicar los movimientos sociales que surgían en Estados Unidos, entre las que destacaban la teoría del comportamiento colectivo (TCC) en sus dos vertientes, interaccionista y funcionalista, y las teorías de la sociedad de masas (TSM), condujeron a una revisión teórica que se adaptase mejor a las características de los nuevos movimientos. Un acercamiento previo a las teorías clásicas mencionadas, la teoría del comportamiento colectivo y las teorías de la sociedad de masas, nos permitirá comprender mejor la teoría de la movilización de recursos desarrollada por los teóricos de la escuela estadounidense: - La teoría del comportamiento colectivo se desarrolló inicialmente a comienzos del siglo XX por la Escuela de Sociología de Chicago. Según esta teoría existen dos tipos de comportamiento colectivo, uno institucional-convencional y otro no institucional-colectivo, en cuyo caso el comportamiento no se guía por las normas establecidas sino que se forma con el propósito de enfrentarse a situaciones de colapso en la sociedad, siendo el descontento de los individuos el que los lleva a participar en un comportamiento colectivo que se inicia con la acción espontánea de las masas y tiende a continuar, siguiendo un ciclo de vida, con la formación de movimientos sociales (Porras, 2005: 32). El comportamiento colectivo "[…] es el comportamiento de individuos bajo la influencia de un impulso que es común y colectivo, es decir: un impulso que es fruto de la interacción social" (Laraña, 1996: 25- 26); en el caso de los movimientos sociales, aludían a formas de comportamiento diferentes a aquellas consideradas normales en una determinada sociedad y por ende, tratados como fisuras en una organización social al cuestionar las normas y apartarse de ellas (Laraña, 1996, 27). De esta manera, tanto el enfoque interaccionista como el funcionalista 11 de la teoría del comportamiento colectivo, consideraban a los movimientos sociales como fenómenos divergentes de las normas sociales, describiendo al comportamiento colectivo como un comportamiento no racional, pero a la vez discrepaban en cuanto a su preocupación central de análisis: mientras los teóricos de la perspectiva interaccionista resaltaban la interacción social de los individuos y centraban su preocupación en el origen de la solidaridad e identidad colectiva o en los efectos de la movilización, la visión funcionalista ponía el énfasis en el contexto estructural en el que la movilización tenia lugar (Rubio, 2004). - Un segundo grupo de teorías que conforman las llamadas teorías clásicas son las teorías de la sociedad de masas, que surgen a comienzos del siglo XX preocupadas por cómo las relaciones sociales y familiares de los individuos en una sociedad se han visto afectados por el crecimiento de las sociedades industriales que trajeron consigo la división del trabajo, la producción a mayor escala, la concentración de la población en las zonas urbanas y el consiguiente crecimiento de las ciudades. Según estas teorías, los individuos actúan irracionalmente como parte de las masas, de la muchedumbre, siendo fácilmente manipulables, en especial a través de los medios de comunicación, instrumento importantísimo que respondía durante la primera mitad del siglo XX a las clases dirigentes, situación que cambió para la segunda mitad del siglo cuando los medios de comunicación empezaron a apoyar y a llegar a las clases populares gracias a la alfabetización (Lozano, 2007: 20). Dentro de las teorías de la sociedad de masas se pueden apreciar claramente las dos corrientes teóricas que han seguido sus más destacados exponentes, una aristocrática, para la cual existe una clara diferencia de clases sociales, ocupando la escala más alta un grupo dirigente de intelectuales y la escala más baja aquellos individuos incultos; para los teóricos de la corriente 12 aristocrática los medios de comunicación se convirtieron en un peligro para las capas dirigentes, ya que los acusaron de fomentar la participación de las grandes masas, dañando así las sociedades industriales. Una segunda corriente está compuesta por teóricos que critican la falta de participación de las masas en la dirección de las sociedades industrializadas, acusando a los medios masivos de comunicación de servir a los intereses de las clases dominantes (Lozano, 2007: 21- 22). Conforme iban apareciendo en la escena nacional de los Estados Unidos los nuevos movimientos sociales, los sociólogos comprendieron que las teorías planteadas hasta entonces, la TCC y las TSM, no podían explicar el fenómeno de los nuevos movimientos. Surge así, a raíz del debate teórico por entender las acciones colectivas de los años sesentas, una nueva perspectiva teórica que se ajustaría más a la realidad de las sociedades modernas: la teoría de la movilización de recursos. Esta teoría explica que al llevarse a cabo una acción colectiva, los actores que participan en ella lo hacen de manera racional, tomando en consideración los recursos necesarios para llevar a cabo la movilización. Así explican los teóricos pertenecientes a esta vertiente que, todos aquellos que participan en las acciones colectivas, en especial, en los movimientos sociales, no son impulsados ni por sus sentimientos o emociones, ni siquiera por sus ideologías, sino mas bien tomando en consideración los costos y los beneficios que puedan resultar de la acción y que van a depender de las oportunidades que se les presenten para llevar a cabo la movilización (Porras, 2005: 33- 34); de ahí la importancia de la "estrategia" para los teóricos estadounidenses, la capacidad de los actores para estratégicamente obtener y utilizar los recursos de los que dispone la organización, el movimiento social. 13 Proietto, cuyo trabajo muestra las continuas transformaciones que ha sufrido la sociología desde la década de 1960, destaca la diferencia en el análisis de los movimientos sociales entre la teoría del comportamiento colectivo y la teoría de la movilización de los recursos, resaltando la racionalidad de los actores en la última: “[…] resource mobilization analysis differentiated social movements into leaders and followers, whom they conceived to be rational actors on the model of institutionalized organizations within the social system. Through this device, they overcame the collective behaviorists’ psychologistic tendency and assumption of movement irrationality […]” (Proietto, 1995: 361). Para los teóricos de la movilización de recursos, a diferencia de aquellos que pertenecen a las escuelas clásicas mencionadas, los líderes son seres racionales capaces de formular estrategias y evaluar los costos y beneficios que afectarán a todos los miembros del movimiento, e incluso a aquellos actores que, sin pertenecer al movimiento social, de alguna forma se interrelacionan con él. Para la teoría de la movilización de recursos, el actor es racional y se convierte, a través de la estrategia, en el principal artífice del movimiento, a diferencia del actor descrito por las teorías clásicas de la acción colectiva, donde las acciones de los actores responden más bien a una actitud irracional. Cohen ha resaltado el cambio en las perspectivas teóricas clásicas al surgir la teoría de la movilización de recursos: “Desde el punto de vista de los teóricos de la movilización de recursos, lo más significativo fue que demostraron que para movilizar una acción colectiva, se requerían formas organizativas y modos de comunicación que sobrepasaban ampliamente a los modos rudimentarios descritos por la tradición clásica” (Cohen, 1988: 11). En general, los teóricos de la movilización de recursos se han dedicado a señalar algunos presupuestos comunes a las diferentes tendencias que existen dentro de la misma escuela 14 estadounidense. Al estudiar las acciones colectivas han puesto de relieve la necesidad de explicar “[…] la formación de los movimientos, el proceso de movilización, la organización de movimientos sociales y los resultados a los desafíos” (Jenkins, 1988: 46). La formación de los movimientos la atribuyen a cambios a largo plazo en algunos recursos grupales, a la organización que logren y a las oportunidades que se presenten para actuar colectivamente. En cuanto al proceso de movilización, es decir, el proceso mediante el cual los organizadores aseguran los recursos necesarios para llevar a cabo la acción colectiva, los teóricos han propuesto diferentes formulas para agrupar los recursos: para McCarthy y Zald más útil ha sido agruparlos en dinero, conveniencias, trabajo y legitimidad; Charles Tilly se ha referido a los recursos como la tierra, el trabajo, el capital y el nivel técnico, mientras Freeman los divide en tangibles (dinero, conveniencias y medios de comunicación) e intangibles o humanos (habilidades legales y organizativas, trabajo no especializado de apoyo a aquellas personas que se adhieren al movimiento), recursos que vendrían a constituir el centro del movimiento (Jenkins, 1988: 51). De mucha importancia ha sido para la escuela estadounidense abordar el tema de la organización de los movimientos sociales. Se produjo un debate entre quienes destacaban la efectividad de un movimiento social bien organizado, con una división de trabajo específica, y aquellos que creían que una organización menos formal permite la solidaridad entre los miembros y, por ende, favorece la obtención de metas más fácilmente. Para autores como Jenkins, la respuesta al debate entre la eficiencia de una organización formal y otra menos formal se encuentra en el medio de ambas posturas: “La mayoría de las organizaciones de movimientos sociales […] se sitúan entre los modelos burocráticos y los descentralizados. Potencialmente esto pone a su disposición las ventajas movilizatorias de la descentralización y las ventajas tácticas de la centralización” (Jenkins, 1988: 61). 15 La TMR ha puesto énfasis igualmente en el resultado de los desafíos que enfrentan los movimientos, resultados que no dependerán única y exclusivamente de las estrategias utilizadas por los organizadores del movimiento, pero además, de la amplitud, de la apertura que tenga el sistema político bajo el cual se llevan a cabo las movilizaciones: “[…] la postura de las élites políticas y el apoyo/oposición de las organizaciones de interés establecidas, así como de otros movimientos. El equilibrio de apoyos y controles sociales es configurado, a su vez, por los cambios que se dan en las coaliciones gobernantes, la estructura de los regímenes y los cambios societales que dan origen a la crisis de los mismos” (Jenkins, 1988: 61). Hasta aquí llegarían los principales lineamientos planteados por los teóricos de la movilización de recursos. A continuación revisaremos los presupuestos mas importantes expuestos por los estudiosos europeos, donde el problema de la identidad juega el papel preponderante. 2.2- La escuela europea y los nuevos movimientos sociales: Al igual que en Estados Unidos, se desarrolló entre los teóricos europeos que estudiaban las acciones colectivas, una nueva tendencia teórica tratando de explicar el fenómeno de los nuevos movimientos sociales que surgían a fines de los años sesenta e inicios de los setenta en Europa, destacándose la labor de estudiosos como Alain Touraine (teoría de la acción), Manuel Castells (teoría de los movimientos urbanos) y Alberto Melucci (paradigma de la identidad), entre otros. El abandono por muchos autores europeos del análisis clasista impuesto en años anteriores trajo consigo el desarrollo de nuevas apreciaciones en torno al estudio de los 16 movimientos sociales: "A fines de los años 60 y a lo largo de la década siguiente, los cientistas sociales europeos se encontraron con otras formas de protesta cuyos protagonistas poco tenían que ver con la clase obrera. La imagen de la novedad se impuso: eran nuevos actores, con nuevos objetivos y que desarrollaban nuevas formas de acción" (Farinetti, 2002: 69). La escuela europea, que dejaba al movimiento obrero como uno del pasado, tornaba así sus estudios a los nuevos movimientos sociales (NMS) que surgían, entre ellos el movimiento feminista y el movimiento ecologista, impregnados con nuevas formas de expresión, y sobre todo, de organización: "[…] los movimientos ecologista, feminista, pacifista, estudiantil, etc. no comparten el esquema anterior, la clase ya no es el eje articulador y en sus fines no hay intereses estrictamente económicos o políticos […]" (Rubio, 2004). Los teóricos de la escuela europea desarrollaron sus propias teorías para explicar el por qué de los cambios en los movimientos sociales contemporáneos enfatizando principalmente el carácter central que debía ocupar el aspecto de la "identidad", a diferencia de la noción de estrategia de la escuela estadounidense, una identidad que se forma como consecuencia o reacción a los cambios estructurales en las sociedades avanzadas. Para los europeos, un movimiento social se construye a partir de una identidad colectiva, diferente a la identidad de clase que compartían hasta los años sesenta los miembros de un movimiento social y que los empujaba a la movilización; la nueva identidad se construye en base a las experiencias de los sujetos, a las prácticas diarias, a las necesidades que enfrentan los individuos debido a cambios estructurales en una determinada sociedad, sean estos de carácter económico, político o cultural. Los teóricos europeos centraron así su atención "[…] en el proceso de construcción de identidades colectivas que, fue su propuesta, son necesarias para explicar las motivaciones 17 individuales para emprender la acción, mas allá de los estrechos cálculos racionalistas defendidos por los teóricos norteamericanos" (Rubio, 2004); Resulta muy importante así para los teóricos europeos explicar las razones por las cuales surge un movimiento social, qué determina que un grupo de individuos se unan y reconozcan que deben actuar conjuntamente para la persecución de sus fines, poniendo de relieve el tema de la identidad. Rubio ha destacado la preocupación de Melucci, preocupación que comparten otros miembros de la escuela europea, por abarcar el problema de la identidad colectiva, definiéndola Melucci como: “[…]un proceso a través del cual los actores producen estructuras cognoscitivas comunes que les permiten valorar el ambiente, a calcular los costes y beneficios de la acción; las definiciones que formulan son, por un lado, el resultado de las interacciones negociadas y de las relaciones de influencia y, por otro lado, el fruto del reconocimiento emocional” (Rubio, 2004). El problema de la identidad es asumido de esta manera, como esencial para el análisis de los movimientos sociales. Para los teóricos europeos la presencia del actor reviste importancia en tanto su estudio se relacione con su identidad colectiva, fruto de la propia interacción que ejercen los sujetos tanto dentro de la misma organización como en el accionar y la relación que tengan con otros grupos fuera del movimiento. Igualmente importante ha sido, al estudiar a los movimientos sociales, abordar el tema de los valores y objetivos, los cambios en el conjunto de valores que van desde aquellos que satisfacían las necesidades primordiales de la población, hacia aquellos postmaterialistas, preocupados más por la satisfacción intelectual y la estética, la pertenencia al grupo, y que establecen una nueva serie de prioridades, un cambio en los objetivos perseguidos por los nuevos movimientos sociales (Rubio, 2004). 18 Para algunos autores europeos como A. Pizzorno, un análisis de los movimientos sociales debe estar focalizado en un estudio estrictamente de pura identidad; para otros autores, la idea de un estudio de los movimientos sociales tomando en consideración sólo el aspecto de la identidad no es beneficioso, y lo rechazan completamente, como es el caso de Alain Touraine. Según Cohen, quien analiza la perspectiva de Touraine, señala que para este último los movimientos sociales son: “[…]interacciones normativamente orientadas entre adversarios que poseen interpretaciones conflictivas y modelos societales opuestos acerca de un campo cultural compartido. Pero rechaza explícitamente un análisis puramente orientado hacia la identidad de los movimientos sociales, porque este tiende a reproducir la autoconciencia ideológica de los actores o a caer en una explicación sociopsicológica de la interacción, a expensas de un análisis verdaderamente sociológico de las luchas” (Cohen, 1988: 27). Según lo expresa Munck en su estudio sobre los movimientos sociales, para Touraine el análisis de la identidad no debe iniciarse con los actores, sino más bien, con un análisis de las relaciones sociales que se desarrollan dentro de un conflicto real con otro u otros actores dentro de una sociedad. Esta idea no es compartida por otros teóricos de la escuela europea quienes afirman que el análisis de los movimientos sociales debe empezar con la noción de la identidad de los actores que se forma dentro de una estructura de conflicto de una sociedad particular, que para Melucci y Cohen —a diferencia de Touraine— implica la existencia de una pluralidad de conflictos, y por lo tanto, de una multiplicidad de movimientos sociales (Munck, 1995: 21). Si bien los nuevos movimientos sociales surgieron al mismo tiempo en Estados Unidos y Europa, estas acciones colectivas respondieron a contextos sociales que las convirtieron en organizaciones diferentes. Mientras en su mayoría, las organizaciones que se desarrollaron en Norteamérica se estructuraron como grupos de interés que defendían directamente los intereses profesionales de sus propios miembros a nivel local, muchas veces estatal, con muy poca carga 19 ideológica, las organizaciones europeas, principalmente sindicales, se desarrollaron a nivel nacional impregnadas de una ideología socialista que respondía a intereses de algunos partidos políticos (Rubio, 2004). Los movimientos sociales eran nuevos en ambos lados del hemisferio, pero el contexto estructural en el que surgieron trajo como consecuencia que las posiciones teóricas para el análisis de estos movimientos también tomaran rumbos diferentes. 2.3- Latinoamérica y el estudio de los movimientos sociales: Latinoamérica ha sido también cuna de innumerables estudios y debates alrededor de los movimientos sociales como sujetos de análisis. Lo nuevo recalcaba la presencia de los actores sociales capaces de lograr una transformación paulatina, gradual, “[…]a través de prácticas cotidianas […] y a través de la construcción de identidades sociales” (Parra, 2005: 4). Autores como María Ghori empezaron a dejar atrás las concepciones antiguas e iniciaron una nueva era para el estudio de estos movimientos. Ghori centró su estudio en el “paradigma de los nuevos movimientos sociales”, caracterizándolo por ser un modelo teórico basado en la cultura en el que participa un nuevo sujeto difuso y no jerarquizado, en donde la política y los actores sociales, desde sus acciones e identidades colectivas, se convierten en un elemento central del análisis (Parra, 2005: 4). Manuel A. Garretón, otro teórico latinoamericano, ha recalcado en sus estudios la importancia de los cambios que han sufrido las acciones colectivas en Latinoamérica desde la década de 1930 hasta nuestros días, un camino afectado por factores políticos, sociales, económicos y culturales que han marcado de manera diferente el origen y desarrollo de los movimientos sociales en las últimas décadas. Según explica Christian Mirza, cuya obra toma en consideración el pensamiento de Garretón, este último define a los movimientos sociales como 20 “[…] acciones colectivas relativamente estables y con un mínimo nivel de organización, orientadas al cambio o conservación de la sociedad o de alguna esfera de ella” (Mirza, 2006: 52). Garretón coloca a los movimientos sociales (término utilizado por nosotros para el presente trabajo y diferente de lo que Garretón entiende por MS con mayúscula) en dos dimensiones distintas, y explica que estos tienden a: “[…] fluctuar entre dos polos de la teoría social […]; por un lado, el Movimiento Social (MS con mayúscula) orientado hacia la problemática socio-histórica de una sociedad dada, y […] los movimientos sociales […] que son los actores concretos orientados hacia metas específicas y que forman parte del MS” (Garretón, 1996). Garretón explica que, como consecuencia de la evolución de las sociedades y del regreso a la democracia en la región latinoamericana en las últimas décadas, en la actualidad los movimientos sociales, como una clase de acción colectiva, han dirigido sus reclamos a temas relacionados con el diario vivir, con el reconocimiento social de los miembros más desprotegidos, entre otros. Para Garretón coexisten muchos actores sociales autónomos en un clima en el que la democracia ha traído consigo el restablecimiento de las instituciones políticas. Garretón arguye “[…] que la transformación de la matriz sociopolítica ha ocasionado un cambio significativo en la naturaleza del movimiento social en América Latina” (Garretón, 1996). Mirza explica que los conflictos sociales han cambiado a lo largo de la historia, afectados principalmente por situaciones políticas y económicas. Ya no es más el movimiento social de la clase obrera el que impera en Latinoamérica en las últimas décadas del siglo XX, sino que se trata, más bien, del surgimiento de movimientos sociales que merecen un enfoque distinto al destacar otra clase de problemas: 21 “[…] tales como la exclusión histórica de los pueblos indígenas, el papel de la mujer en la sociedad, la degradación del medio ambiente y la destrucción impune de la biodiversidad, entre otras cuestiones. Los movimientos sociales latinoamericanos prefiguran nuevos ejes del conflicto social [y] desempeñan un papel central en la delimitación de los campos de controversia en la distribución del poder, de los recursos y los rumbos de la historia de la democracia” (Mirza, 2006: 21). Mirza analiza así el papel primordial de los movimientos sociales en especial, y de las acciones colectivas en general, tomando como base algunos países de la región, como Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, entre otros, y resaltando la importancia que los movimientos han tenido en cada uno de estos países “[…] en la búsqueda de refundar una democracia inclusiva” (Mirza, 2006: 21). Trata, pues, de poner de relieve el papel de los movimientos sociales en las actuales democracias, sin dejar de considerar la posibilidad de convertirse en actores igualmente importantes en “[…] la construcción de democracias participativas” (Mirza, 2006: 21). Dentro de los estudios realizados en Latinoamérica se encuentra la propuesta de Gerardo Munck, un modelo diseñado para el estudio de los movimientos sociales en nuestra región que toma en consideración el aspecto de la identidad de la escuela europea y la estrategia de la escuela estadounidense. 2.4- La convergencia de las escuelas estadounidense y europea: el punto de partida para el análisis de Gerardo Munck: Luego de resaltar las características más importantes de ambas escuelas: la de Estados Unidos y la de Europa, cabría entonces preguntarnos si es posible hablar de una convergencia, de una complementariedad de ambas visiones para un mejor análisis de los movimientos en América Latina. Considerando los dos aspectos más importantes de cada una de las escuelas, la “estrategia” de la escuela estadounidense, y la “identidad” de la escuela europea, la posibilidad 22 de una nueva teoría parecería ser el camino idóneo para un mejor estudio de estos movimientos en la región. Munck esboza una síntesis de ambas teorías partiendo de la exposición de la escuela europea, en donde se resalta la identidad colectiva, que para él implica también el estudio de los actores estratégicos: “La vía más promisoria para considerar las dimensiones de identidad y estrategia de un movimiento social conjuntamente, se encuentra en los términos elaborados por los europeos. Porque la noción europea de identidad colectiva no sólo no excluye un análisis de actores estratégicos, sino que provee los elementos necesarios para conceptualizar correctamente el problema de las estrategias” (Munck, 1995: 23). La teoría de Munck plantea tres problemas básicos que es necesario tomar en cuenta para un estudio de los movimientos sociales: la formación de los actores, la coordinación social y la estrategia política (Munck, 1995). a) La emergencia de los fundadores de los movimientos sociales: el problema de la formación de actores. Se refiere a aquellas personas que se han encargado de formar u organizar el movimiento social. Para Munck, la emergencia de los fundadores es el centro o el inicio a partir del cual se debe investigar a los movimientos sociales: “La emergencia de los fundadores de un movimiento social es, en términos analíticos, el punto de partida para el análisis de los movimientos sociales, porque sus fundadores son, literalmente, el actor social que organiza a la masa descentralizada que constituye la base de un movimiento social y lo orienta hacia el cambio” (Munck, 1995: 25). Según Munck, si bien la escuela estadounidense centra sus estudios en el actor, no hace hincapié en el origen o la formación de los actores, ni realiza ningún aporte importante para 23 explicar la emergencia de los fundadores. Si bien la escuela europea no se dirige directamente a los actores, sus estudios toman en consideración el análisis de su origen. El análisis de un movimiento social debe comenzar con una explicación de la emergencia de los actores, tomando en consideración la experiencia compartida de un grupo de personas en un contexto de crisis estructural que permite apreciar a los actores que las cosas pueden ser diferentes, que es posible lograr un cambio (Munck, 1995: 25). Para Munck, es importante estudiar la emergencia de los fundadores, pues la experiencia compartida de que las cosas puedan ser diferentes “[…] representa el verdadero nacimiento de un movimiento social […] En otras palabras, un movimiento social nace con una identidad colectiva" (Munck, 1995: 26). b) La constitución de un movimiento social como movimiento: el problema de la coordinación social. El otro punto que merece un análisis profundo para Munck es el relativo a la forma en que los organizadores o fundadores de los movimientos sociales coordinan a una masa descentralizada o un grupo de personas (Munck, 1995: 26). En este sentido, Munck afirma que la escuela estadounidense ha logrado un mejor enfoque del problema de la coordinación social, destacando el esfuerzo de Sidney Tarrow, quien basado en el trabajo de algunos teóricos estadounidenses “[…] se ha concentrado en mostrar cómo los fundadores […] encaran el problema de la coordinación social mediante otros medios, y construir una explicación alrededor de recursos tales como los repertorios de contención o disputa, las redes sociales y los marcos culturales […] que los fundadores de los movimientos sociales tienen a su disposición” (Munck, 1995: 27). c) La orientación hacia el cambio de los movimientos sociales: el problema de la estrategia política. Se refiere al desafío que deben confrontar los fundadores de los movimientos sociales al 24 relacionarse con las instituciones políticas nacionales en su orientación al cambio. Munck no ha encontrado evidencia de que la estrategia política, definida como el “[…] desafío que pone a prueba la habilidad de los fundadores para relacionarse estratégicamente […] con una arena político-institucional” (Munck, 1995: 28), haya sido suficientemente tratada como parte del análisis teórico utilizado para el estudio de los movimientos sociales. La relación de los movimientos sociales con las instituciones políticas de cada sociedad es un aspecto que no se debe pasar por alto: no se puede dejar de apreciar la habilidad de los organizadores ni las estrategias utilizadas para establecer y mantener una relación entre el movimiento y dichas instituciones. Los europeos han demostrado su énfasis en el estudio de la identidad colectiva, mientras la atención al problema de la estrategia política ha sido muy reducida: han hecho poco por destacar la labor del actor social que actúa estratégicamente en la arena política institucional (Munck, 1995: 28- 29). En cuanto a la escuela estadounidense, su trabajo “[…] confunde así las consideraciones estratégicas pertinentes al problema de la coordinación social con las consideraciones políticoestratégicas ligadas a la orientación hacia el cambio de los movimientos sociales” (Munck, 1995: 29). Los autores estadounidenses han fracasado principalmente en no “[…] reconocer la especificidad del desafío político-estratégico que confrontan los fundadores de los movimientos sociales” (Munck, 1995:29). Dos son los motivos, según Munck, que impiden reconocer este desafío, que no permiten a los fundadores distinguir entre la coordinación social y las consideraciones políticas estratégicas: la falta de claridad para definir la dimensión social del movimiento social en oposición al plano político institucional, y la falta de claridad para concebir a los movimientos sociales como actores estratégicos (Munck, 1995: 29). 25 Munck afirma que, para analizar el problema de la estrategia política desde la orientación hacia el cambio, “[…] no puede llevarse a cabo ni en términos de su habilidad para realizar una acción estratégica […] ni en términos de la identidad con la cual un movimiento social surge […] sino sólo en términos de la interacción entre estas dos dimensiones” (Munck, 1995: 31). Es necesario que exista un equilibrio entre la identidad de los fundadores del movimiento social y la habilidad de estos organizadores para llevar a cabo su estrategia dirigida al cambio. Según Munck, para evitar el desequilibrio entre la identidad del movimiento y la acción estratégica se necesita de la habilidad de los organizadores “[…] de tal manera que los medios escogidos sean consistentes con la identidad y las metas del movimiento” (Munck, 1995: 32). Generalmente los movimientos sociales tienen una actitud autorrestringida y defensiva que se justifica en el hecho de que, al nacer como pequeñas agrupaciones, sus intenciones se inclinan a acciones de base en las cuales buscan un cambio, pero en la misma sociedad civil, dejando de lado cualquier actitud estratégica política y toda relación con el ámbito político institucional. Munck justifica esta táctica en la fase inicial de un movimiento social, pero señala que podría poner en riesgo la promesa del cambio, o crear la idea de fracaso parcial (Munck, 1995: 34). Para Munck: “[…] un movimiento social debe desarrollarse como una fuerza capaz de desafiar el orden establecido por las instituciones políticas. Esto requiere una transición de una estrategia defensiva a una estrategia ofensiva […] que transforme al movimiento social en un movimiento social políticamente orientado” (Munck, 1995: 34). ¿Pero qué sucede cuando los movimientos sociales tratan de ingresar en el ámbito político institucional? Por lo general, el problema de los movimientos sociales origina la continua práctica de actuar y de permanecer inmersos dentro de la esfera social, la falta de interacción de los movimientos con la esfera política institucional sugeriría la falta de interés en 26 el cambio que aparentemente buscan. La relación con las instituciones políticas, como señala Munck, puede ser difícil y peligrosa. Si los movimientos sociales establecen una relación con los partidos políticos como mediadores entre los movimientos y el Estado, la relación puede resultar positiva en tanto les permita seguir actuando desde la sociedad civil (Munck, 1995: 34-35). El paso de una posición defensiva a una posición de carácter ofensiva representa para Munck un reto y, como hemos dicho, un peligro para el movimiento social de convertirse en una fuerza fácilmente manejable por las instituciones políticas, perdiendo así su característica autonomía, pues cabe la posibilidad de que, al ser asumido por el Estado o por un partido político, “[…] el movimiento social como tal deje de existir […] se convierta en un actor incorporado dentro de un sistema político-institucional” (Munck, 1995: 35) y, por tanto, pierde en el camino su intención original de producir un cambio. Un movimiento social también puede fracasar si “[…] se privilegian objetivos no negociables en detrimento de toda consideración estratégica, y se lleva a cabo una acción colectiva basada en una política pura de identidad” (Munck, 1995: 36), es decir, que el fracaso se deriva de la posición del movimiento social de proteger tanto su identidad, que por temor a que alguien ajeno al movimiento trate de ingresar a este, prefieren mantenerse fuera de la arena política institucional. La teoría presentada por el autor, el planteamiento de sus tres bloques fundacionales necesarios para en estudio de los movimientos sociales, nos va a servir de punto de partida para el análisis del estudio de caso de los comedores populares. 27 2.5- Los comedores populares de la ciudad de Lima como estudio de caso: En el presente trabajo analizaremos a los comedores populares como estudio de caso. Los comedores populares se formaron a fines de la década de 1970 e inicios de la de 1980, en torno a la necesidad alimentaria de la población de las zonas marginales de la ciudad de Lima. La acción conjunta de un grupo de mujeres dedicadas a la elaboración y entrega de raciones alimenticias a bajo costo para sus familias y otros pobladores de su comunidad pronto sirvió de ejemplo para que la experiencia se multiplicara y expandiera por toda la capital, convirtiéndose en el movimiento social que es materia de análisis en el presente trabajo. Coincidimos con Munck en que la teoría de la movilización de recursos expuesta por la escuela estadounidense y, el modelo de estudio basado en el problema de la identidad planteado por la escuela europea, no son suficientes para estudiar a los movimientos sociales, sin embargo, el modelo de análisis desarrollado por Munck no toma en cuenta los aspectos internos de un movimiento en sí. Nosotros creemos que un estudio de los movimientos sociales debe considerar, además de los tres bloques fundacionales señalados por Munck —la formación de los actores, la coordinación social y el de la estrategia política—, un cuarto elemento: el aspecto interno funcional. Nuestra propuesta amplía el modelo de estudio de Munck; la falta de atención a la estructura y dinámica internas del movimiento ha provocado nuestra preocupación por atender la presencia de esos factores, indispensables de conocer para entender mejor el origen y desarrollo de los comedores populares. Un estudio de los movimientos sociales debe empezar analizando la formación de los actores. Su análisis, contemplando lo expresado por los teóricos europeos, implica el estudio de los fundadores, que a partir de una experiencia compartida, e inmersos dentro de una crisis 28 estructural, se percatan de que sólo unidos podrían establecer un nuevo orden. Aplicando este bloque fundacional de Munck al caso de los comedores populares, las primeras mujeres que los organizan —es decir, sus fundadoras— formaron los comedores ante la necesidad alimentaria que las abatía. La crisis económica por la que atravesaba el país y las condiciones políticas y sociales que favorecieron la formación de diversas organizaciones se convirtieron en la oportunidad perfecta para que las mujeres se unieran y aliviaran su problema básico de alimentación. Las mujeres de los barrios marginales fueron conscientes de que el problema alimentario, no solo de sus familiares, sino también de los pobladores de sus comunidades, podía enfrentarse a través de un esfuerzo conjunto. Esta identidad colectiva orientó a las mujeres a comprar sus alimentos, cocinarlos y distribuirlos, reduciendo los costos y contribuyendo a la economía familiar y, a la vez, a la economía de aquellos pobladores que se alimentan en los comedores populares. Son las mujeres quienes, conscientes de que la necesidad alimentaria era un problema que aquejaba a sus familias y a otras familias de su comunidad, decidieron organizarse pensando que juntas podían y eran capaces de lograr un cambio. Pero, ¿cómo funciona? ¿Quiénes lo conforman? ¿Cómo se organiza internamente? ¿A quiénes les provee ayuda? ¿Qué actividades realizan sus miembros? Estas y otras preguntas directamente relacionadas con la estructura y la dinámica interna de un movimiento social no han sido tomadas en consideración por el modelo desarrollado por Munck. Nosotros consideramos importante responderlas para realizar un análisis más completo de estos movimientos. En el caso de los comedores populares, conocer que el movimiento social está dirigido exclusivamente por mujeres que trabajan por turnos, que se reúnen permanentemente para abordar temas de 29 alimentación y problemas que aquejan a sus socias y a la comunidad, que buscan y reciben capacitación, entre otros factores, nos permite entender mucho más al movimiento en sí, motivo por el cual proponemos incluir este aspecto al estudiar los movimientos sociales. El tercer problema a estudiar es el de la coordinación social, orientada a analizar qué y cómo hacen los fundadores para que esta organización se constituya como movimiento social y se dirija hacia el cambio. No basta con que emerjan los actores: es necesario que actúen para garantizar el desarrollo del movimiento como tal. Es en este momento de la coordinación social cuando se da vida al movimiento social; son las acciones de los organizadores las que propician las relaciones entre los miembros de la organización y, valiéndose de ciertos recursos, dan lugar a la movilización en busca del cambio. Munck toma en consideración lo expresado por algunos teóricos de la escuela estadounidense para explicar el problema de la coordinación social, analizando los repertorios de contención, las redes sociales y los marcos culturales. En cuanto a los repertorios de contención, marchas, ocupación de locales y terrenos, obstrucción de carreteras, entre otros, las socias de los comedores populares han protestado continuamente, conscientes de que su lucha conjunta es la vía adecuada para conseguir el cambio. Las integrantes de los comedores populares han utilizado diferentes medios para manifestarse públicamente: han obstruido calles y carreteras, han participado en celebraciones públicas gubernamentales y han conducido innumerables marchas dirigidas no solo contra el gobierno central y local, sino también contra las amenazas y agresiones que el grupo terrorista Sendero Luminoso dirigió contra ellas durante la década de 1980 e inicios de la de 1990. Un segundo elemento de la coordinación social está referido a las redes sociales. Estas redes hacen referencia a la relación que establecen y mantienen los movimientos sociales a través 30 de sus organizadores con otras organizaciones o instituciones sociales. En el caso de los comedores populares, las redes que las organizadoras han tejido han sido de mucha importancia para el desarrollo y fortalecimiento de los comedores populares: no solo establecieron estrechas relaciones con las socias de los diferentes comedores populares, sino también con instituciones como la Iglesia católica, organizaciones como la Coordinadora Metropolitana de los Comités del Vaso de Leche y ONG que trabajan directamente en temas relacionados con la mujer. El apoyo de estas organizaciones e instituciones ha consistido muchas veces en la donación de insumos para los comedores populares; sin embargo, el mayor aporte se ha traducido en la asesoría y capacitación de las mujeres de los comedores en beneficio de ellas mismas y de la organización. Igualmente importante es la relación establecida con los medios de comunicación: la cobertura de los diferentes medios ha servido para trasmitir el mensaje de las organizadoras y demás socias de los comedores a las autoridades y a la población en general. Dentro de la coordinación social se incorpora un tercer elemento: los marcos culturales, aquel sistema de creencias dominantes que los actores tienden a reemplazar en su inclinación hacia el cambio. En el caso de los comedores populares, la participación de las mujeres en el movimiento social amplió la visión que ellas mismas tenían de su rol en la sociedad; actuar colectivamente significó para las mujeres contribuir con la economía familiar y participar más activamente en la vida pública del país. La experiencia diaria compartida en los comedores y el énfasis de la organización en la capacitación de sus socias se tradujo en una creciente interrelación entre las organizadoras de los comedores populares y diversas organizaciones e instituciones, autoridades locales y nacionales, representantes del Congreso, partidos políticos y medios de comunicación. La participación en los comedores populares contribuyó al cambio en su autoconcepción como mujeres: ya no se ven a sí mismas como esencialmente cuidadoras del 31 hogar, sino como actores sociales capaces de intervenir en la arena político-institucional, una actitud íntimamente ligada al siguiente problema a analizar: el de la estrategia política. El último aspecto a analizar es el de la estrategia política, la estrategia elaborada por los actores para establecer y mantener relaciones con las instituciones políticas del país. En el caso que estamos estudiando, en su etapa de formación la organización se caracterizó por una actitud autorrestringida, defensiva, en que las dirigentes de los comedores se preocuparon por aliviar el problema alimentario de sus familiares y los usuarios del comedor a partir de las acciones de las mismas socias, el uso de sus propios recursos y con el apoyo de la Iglesia católica y de diversas ONG. El movimiento social de los comedores populares se originó y desarrolló dentro de la sociedad civil motivado por su carácter autónomo, de independencia frente al Estado. La necesidad de los comedores populares de buscar en las autoridades el reconocimiento como organización y la creación de los programas asistenciales llevaron a las dirigentes de los comedores a la búsqueda de relaciones con los gobiernos locales y central, así como con los miembros del Congreso, lo que dio inicio a una fase ofensiva del movimiento. El establecimiento de estas redes no fue una tarea fácil, pero la negativa de las autoridades a las propuestas de los comedores populares influyó en la decisión de las mujeres por consolidar y estructurar más sólidamente el movimiento. La lucha de las dirigentes por la incorporación de la organización en programas como el PAD (Programa de Asistencia Directa) o el PAIT (Programa de Apoyo al Ingreso Temporal), así como por la aprobación de un proyecto de ley que las beneficiaría y su reglamentación, se cuentan entre los hechos que más diálogo y negociación produjeron entre el Estado y los comedores populares. 32 Nuestro trabajo se limitará, así, a analizar a los comedores populares, sugiriendo que un estudio de este movimiento social debe contar con la discusión de los cuatro problemas centrales que brevemente hemos señalado: la formación de los actores, el aspecto interno funcional, la coordinación social y la estrategia política. 2.6- Metodología y análisis: El trabajo consistirá en un estudio de caso: los comedores populares de la ciudad de Lima. La falta de atención de las escuelas estadounidense y la europea al elemento de la estrategia política nos condujo a considerar el planteamiento de Munck como un modelo más apropiado de análisis que contempla la formación de los actores, la coordinación social y la estrategia política; al no contemplar este modelo los aspectos internos de la organización de los comedores populares, nos vimos en la necesidad de incorporar un cuarto elemento: el interno funcional, que permitirá un mejor entendimiento de este movimiento social. Para el análisis de caso, consideraremos principalmente fuentes secundarias, libros que nos servirán para detallar los acontecimientos históricos del Perú, y las coyunturas políticas, sociales y económicas que incentivaron la formación y el desarrollo de los comedores populares. Para ello, utilizaremos datos biográficos y estadísticos, así como entrevistas publicadas, opiniones especializadas y presentaciones realizadas por reconocidos teóricos de los movimientos sociales, como Alain Touraine y Alberto Melucci, y algunas socias de los comedores populares, entre ellas María Elena Moyano. También usaremos algunos artículos — incluyendo material electrónico— de publicaciones especializadas e información general, así como estudios investigativos relacionados con la mujer en Latinoamérica y los comedores populares en el Perú. Nuestro trabajo contará también con el apoyo de panfletos elaborados por 33 diversas ONG, algunos relacionados con la organización de los comedores y otros con actividades paralelas dirigidas a las mujeres de diversas organizaciones. Con la ayuda de las fuentes secundarias, analizaremos inicialmente los antecedentes históricos del Perú que de alguna forma contribuyeron al nacimiento de los comedores populares, para posteriormente abocarnos al análisis de estos comedores, sus orígenes y desarrollo, analizándolos a través de los cuatro bloques fundacionales que hemos planteado: la formación de los actores, los aspectos internos, la coordinación social y la estrategia política. Pese a que los comedores populares se organizaron durante la década de 1980 en todo el país, nuestro estudio abarcará solo al movimiento social organizado en Lima metropolitana desde el año 1978, fecha en que se formaron los primeros comedores, hasta inicios de la década de 1990, cuando la organización se debilitó debido, en parte, a la aplicación del programa de ajuste establecido por el gobierno del ex presidente Alberto Fujimori y a los ataques continuos del grupo terrorista Sendero Luminoso. En un estudio posterior podríamos incluir en nuestro análisis al movimiento social a nivel nacional, realizar un estudio de campo y contar con el testimonio de algunas socias y beneficiarios de estos comedores, cuyo aporte sería de mucha utilidad para ampliar y esclarecer algunos aspectos importantes acerca de los comedores populares. 34 3.- Antecedentes A lo largo de su historia, y en especial, durante la segunda mitad del siglo XX, el Perú ha atravesado por una serie de cambios económicos, políticos y sociales que han marcado el rumbo de las vidas de todos sus ciudadanos. La actuación de los gobiernos militares, el regreso a la democracia y la violencia política, así como el deterioro paulatino de su economía, influyeron muy fuertemente en el desarrollo de diversas organizaciones colectivas, y entre ellas, de algunos movimientos sociales. Una de las organizaciones populares en las cuales la mujer ha tenido mayor presencia es, sin lugar a dudas, la de los comedores populares, un movimiento social fundado y dirigido por mujeres. La importancia que este movimiento adquiere en la capital, y posteriormente en el país, es fruto de la labor de sus integrantes y del apoyo de algunas organizaciones e instituciones comprometidas a mejorar las condiciones de vida de los pobladores de los pueblos jóvenes que han sufrido las consecuencias directas de vivir en condiciones de pobreza. Analizaremos en este capítulo el contexto político, social y económico dentro del cual los comedores populares se originaron y desarrollaron, lo que aconteció en el Perú entre los años 1950 e inicios de la década de 1990 y cómo estos factores impactaron en las familias de los pueblos jóvenes, impulsando la acción colectiva entre las mujeres y el surgimiento de este tipo de organización social. Desde el gobierno del general Manuel A. Odría (1948-1956), las zonas urbanas de la costa del Perú recibieron el flujo de pobladores provenientes del interior del país. La poca productividad de las tierras, incapaz de competir con los alimentos importados, y la centralización de la educación superior en las principales ciudades, trajeron consigo un proceso de urbanización. La migración, principalmente hacia la ciudad de Lima, produjo una serie de 35 cambios culturales y sociales, convirtiendo al país en uno predominantemente mestizo, urbano y costeño: en la década de 1950 la población de Lima sobrepasó el millón de habitantes (Contreras, 2004: 300). Las marcadas diferencias sociales, culturales y económicas entre los pobladores de Lima y los nuevos migrantes forzaron a estos últimos a ubicarse en los alrededores de la ciudad, formando los llamados pueblos jóvenes o barriadas, “[…] poblados ubicados en las áreas marginales que rodeaban la ciudad de Lima, surgidos a fines de la década del cuarenta mediante la invasión de terrenos públicos y privados” (Blondet, 2004: 36). Las mujeres que migraron hacia la ciudad de Lima, según afirma Blondet en la compilación que realiza Elizabeth Jelin sobre ciudadanía e identidad, lo hicieron en su mayoría por el desarraigo familiar y personal de su lugar de origen: “Desde muy temprana edad, cinco de nuestras entrevistadas se ven obligadas a trabajar en condiciones verdaderamente miserables. El exceso de trabajo y la violencia a la que están sometidas, sumados a la imposibilidad de acceder a una educación escolar, las llevan a migrar […] El sentimiento de no pertenecer a nadie ni a nada son los motivos principales que llevan a Estela y a Isabel a tomar una decisión de tal magnitud. En esas condiciones, la migración se convierte en un acto de afirmación y vida” (Blondet, 1987: 29). Los deseos de superación económica y educativa impulsaron también a la migración de las mujeres hacia las principales ciudades. Durante el gobierno de Odría, el acelerado incremento de la población limeña y la incapacidad del Estado de proveerle bienes y servicios condujeron a la creación de los clubes de madres como política asistencial a los sectores populares, cuya principal labor consistió en la preparación de alimentos en ollas comunes para satisfacer las necesidades alimentarias de las familias de los pueblos jóvenes. La primera dama doña María Delgado de Odría elaboró el 36 programa de ayuda a través del Centro de Asistencia Social que ella misma fundó (Blondet, 2004: 36). El proceso migratorio hacia Lima trajo consigo nuevas posibilidades de participación e integración social. Se produjo una transformación tanto personal como social en la vida de las mujeres que migraban. Las mujeres de los sectores populares se organizaron para ayudarse mutuamente con las labores diarias que hasta entonces habían formado parte del entorno familiar, como el cuidado de los hijos. La expansión de la educación hacia el género femenino contribuyó a su incorporación en la esfera política y económica del país. Cotler hace referencia en su trabajo a Cecilia Blondet, quien señalaría este hecho como: “[…] la relativa ruptura del aislamiento de las mujeres en el seno familiar, la ampliación de sus instancias de socialización y el acceso (aunque irregular) a la información y la castellanización. Hecho que posteriormente, se vería reflejado en la expansión del número de mujeres universitarias y profesionales […]. A su vez la mayor apertura del sistema educativo a la mujer redundó también en la ampliación de la población electoral. En 1955 se otorgó por primera vez en la historia peruana el voto a las mujeres alfabetas” (Cotler, 1995: 105). Las reformas introducidas por el gobierno de Manuel Prado Ugarteche (1956-1962), entre ellas la eliminación de los subsidios a los alimentos básicos, afectaron principalmente a los sectores populares de Lima. En este contexto llegaron al país donaciones de alimentos desde Estados Unidos —excedentes agrícolas que debían ser distribuidos según su Ley Pública 480— y aparecieron en la esfera social agentes externos para ayudar a los sectores más necesitados. Movida por la carencia de alimentos, vivienda, condiciones de salubridad y atención médica, la Iglesia católica fue una de las organizaciones que apoyó a las familias de los pueblos jóvenes de la capital y procedió, a través de la Misión de Lima, a la distribución de alimentos y medicinas 37 donados por la organización Cáritas a través de su Programa Materno-Infantil (Blondet, 2004: 36). En 1963, el arquitecto Fernando Belaunde Terry ganó las elecciones presidenciales. El crecimiento urbano de la ciudad de Lima demandó una mayor intervención estatal para afrontar las demandas alimentarias, de trabajo y de servicios públicos de sus pobladores. Según el Censo de 1961, la población de Lima Metropolitana había ascendido a aproximadamente al doble reflejado en 1950: 2’031.051 habitantes, de los cuales 86,3% pertenecían a las zonas urbanas incluyendo los barrios marginales, y 13,7% pertenecerían a las zonas rurales (Contreras: 2004: 301). El incremento del índice migratorio trajo como consecuencia el aumento en el número de la unidad familiar. La llegada de familiares desde el interior del país se tradujo en un mayor apoyo al trabajo y a la economía del hogar, liberando parcialmente a las mujeres de las tareas domésticas y generando la posibilidad de que realizaran actividades externas. El apoyo familiar también se tradujo en una menor necesidad de la ayuda vecinal:“Conforme se va encerrando y privatizando el espacio doméstico, se reduce la necesidad de las redes de ayuda mutua vecinal, cada vez se requiere menos trabajo y acción colectivos. Mientras tanto se va individualizando la vida cotidiana” (Blondet, 1987: 23). El Estado empezó a modificar la asistencia alimentaria, y a través de su organización Cooperación Popular (COOPOP) estableció un sistema mediante el cual se distribuyeron alimentos a las personas que trabajaron en la construcción de caminos en las áreas rurales. Paralelamente a las acciones del Estado, la Iglesia católica continuó con la ayuda ofrecida a las familias más necesitadas de los pueblos jóvenes: 38 “[…] La influencia del Concilio Vaticano II […] llevó a la Iglesia a adoptar una opción preferencial por los pobres, lo que trajo consigo una mayor orientación de sus actividades hacia las comunidades de base, la juventud y las poblaciones marginales. En los denominados pueblos jóvenes, la Iglesia católica ingresó buscando contribuir con la mejora en las condiciones de vida de la población” (Portocarrero, 2001: 11). En este contexto, la Iglesia exaltó la necesidad de actuar por el bien de la comunidad, distribuyendo víveres entre las mujeres a cambio de trabajo comunitario. Serían las mujeres, esposas y madres las que más alzarían sus voces de protesta ante el gobierno por la falta de recursos, tomando conciencia en el proceso de la necesidad de actuar colectivamente para hacer llegar sus reclamos. La cercanía a las elecciones presidenciales en 1967 influyó en los partidos políticos, que lanzaron una campaña de ayuda a los pueblos jóvenes inaugurando clubes de madres y regalando cocinas, máquinas de coser y otros implementos a cambio del apoyo electoral: “Los clubes de madres nacen impregnados de un clientelismo voraz que refuerza, por un lado, el papel reproductivo y doméstico femenino y por otro, el individualismo existente, asentado en el momento de construcción barrial y de privatización de la unidad familiar” (Blondet, 1987: 55). Ante este clientelismo político, las mujeres han reaccionado muchas veces de manera positiva al percibir las donaciones como única respuesta a sus problemas económicos. La cúpula militar tomaría el poder en 1968 en medio de una crisis económica. El general Juan Velasco Alvarado: “[…] llegó al poder en parte debido a la incapacidad del gobierno anterior para canalizar y procesar a través de las instituciones y del sistema de partidos las presiones emanadas de las clases populares” (Conaghan y otros, 1997: 870). La política del nuevo gobierno militar, dirigida a favorecer los sectores populares, lo llevó a aplicar una serie de reformas en el ámbito industrial, pesquero, minero y de 39 comunicaciones, entre otros. El nacionalismo, junto a un proceso de estatizaciones, no pudieron satisfacer las necesidades básicas de la población peruana en general. A partir del año 1968, las donaciones enviadas por los EUA (Estados Unidos de América) se canalizaron a través de agencias privadas, y no con la intervención del Estado peruano. Esta situación cambió a raíz del terremoto de 1970, cuando se creó la Comisión Nacional de Apoyo Alimentario para distribuir los alimentos donados por EUA y Europa a los damnificados. La institución se convirtió posteriormente en la Oficina Nacional de Apoyo Alimentario (ONAA). En 1971 se creó el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS), a través del cual los velasquistas (seguidores de Velasco) impulsaron la participación de los sectores populares: “[…] apoyando con marchas, movilizaciones y actuaciones populares, cual soldados de un regimiento, las medidas de cambio gubernamentales […] una maniobra de apoyo al gobierno orquestada desde el poder” (Contreras, 2004: 337-338). Paralelamente, y con propósitos similares, se crearon la Confederación Nacional Agraria (CNA), la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana (CRTP) y el Sindicato de Educadores de la Revolución Peruana (SERP) (Domínguez, sf). La sociedad civil demostró su descontento hacia las políticas del gobierno a través de movilizaciones y de la formación de nuevas organizaciones. En 1973 se fundó la Acción para la Liberación de la Mujer Peruana (ALIMUPER), compuesta en su mayoría por mujeres de la clase media que habían sentido directamente la discriminación mientras ejercían la militancia política en algunas organizaciones (Cotler, 1995: 108-109). En este contexto de movilizaciones y formación de nuevas organizaciones, se fueron rompiendo los esquemas sociales tradicionales en 40 los que las mujeres dedicaban sus acciones al hogar; algunas de ellas ya colaboraban con la economía familiar. Elizabeth Jelin describe lo que acontecía en el Perú en la década de 1970 como una crisis del paradigma de la autonomía relativa del Estado y la política, crisis que propició una participación ciudadana a través de canales no convencionales: “Frente a la perplejidad, provocada por el fracaso de las predicciones y proyecciones, y más específicamente, frente a la realidad de las dictaduras y del cierre de los canales de participación popular, se comenzaron a buscar evidencias […] de formas de participación y acción no convencionales, no institucionalizadas, no encuadradas en los modelos existentes de las relaciones entre sociedad y Estado” (Jelin, 1987: 5). En 1975, el gobierno del general Francisco Morales Bermúdez revirtió algunas de las reformas llevadas a cabo por Velasco, en un intento por recuperar al país de la crisis económica. Las medidas de austeridad propuestas por el gobierno, como la reducción de subsidios a los alimentos, condujeron a una mayor movilización y organización de diferentes sectores del país, un problema social frente al cual la actitud represiva del gobierno fue insuficiente. Las mismas organizaciones fundadas por el gobierno militar, como la CRTP y la SERP, se convirtieron en grupos de oposición. Siguiendo el ejemplo de ALIMUPER, otras organizaciones de mujeres se formaron en el país: el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, el Movimiento Manuela Ramos, Mujeres en Lucha y el Frente Socialista de Mujeres, quienes formaron posteriormente “[…] el Comité de Coordinación de Organizaciones Femeninas, para aunar esfuerzos y desarrollar una acción 41 política que pusiera de manifiesto el compromiso de cambio social que los signaban” (Cotler, 1995: 109). De especial interés para la formación de los comedores populares fue la huelga del SUTEP (Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú), en la cual los huelguistas tomaron algunos recintos escolares de la ciudad de Lima. Fueron las esposas, madres y hermanas de los trabajadores, así como las madres de familia de los alumnos, quienes cocinaron los alimentos en ollas comunes durante los días que duró la huelga. La experiencia de la cocina colectiva enseñó a las mujeres que, mediante la colaboración entre ellas a la hora de elaborar los alimentos, podían abaratar sus costos. La organización se convirtió en quizá la mejor opción para afrontar las necesidades ocasionadas por la crisis económica en la que estaba inmersa el país. En este contexto de movilizaciones, y siguiendo el ejemplo de la cocina colectiva en la huelga del SUTEP, en 1978 se formó el primer comedor popular autogestionario del Perú en el distrito de Comas. Con el apoyo de la parroquia y algunas madres de la localidad, se estableció el primer comedor popular para cocinar colectivamente los alimentos de un grupo de familias y aliviar así, a través del abaratamiento de los costos de los alimentos, el problema alimentario que tenían los pobladores de esa comunidad. La cocina colectiva significó una ayuda a la economía familiar y la posibilidad para las socias de actuar fuera del hogar. La experiencia del primer comedor popular fue pronto observada por otras parroquias y algunas ONG, por tanto la creación de estos comedores se extendió rápidamente en otros pueblos jóvenes de Lima Metropolitana y la elaboración de los alimentos se convirtió en una actividad a la luz de la comunidad. Para 1980, Lima contaba con 172 comedores populares (Blondet, 1995: 42 28). La experiencia de los comedores alentó a las mujeres a relacionarse socialmente con otros miembros de su comunidad y con el Estado a través de las instituciones políticas. Con la elección presidencial en 1980 de Fernando Belaunde Terry, se dejaron atrás años de dictadura militar. Apenas unos meses después de tomar posesión de su cargo, el presidente Belaunde enfrentó las primeras huelgas: “El disgusto en la calle se incrementó cuando el gobierno, para hacer frente a una deuda exterior de 10.000 millones de dólares […] se decantó por una política de subidas salariales moderadas y alzas en los precios de los alimentos básicos y los combustibles hasta cuatro veces superiores” (CIDOB, 2007). La crisis económica se vio agravada con la presencia del terrorismo. La aparición en escena de dos grupos subversivos: “Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso (PCP-SL)” y el “Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA)”, transformó el contexto político, económico y social del Perú. Las amenazas y acciones terroristas en el interior del país provocaron una fuerte migración hacia las zonas costeras, en especial hacia los pueblos jóvenes de la ciudad de Lima. El distrito de Villa El Salvador se convirtió en uno de los barrios más poblados de la ciudad, una de las áreas que mayor acogida dio a los llamados desplazados por el terrorismo. Según Blondet, la encuesta realizada por CEPRODEP en 1991 reflejó que las mujeres desplazadas por la violencia política desde la zona de Ayacucho llegaron a la capital con un promedio, cada una, de cuatro hijos o más (Blondet, 1995: 29). Las mujeres organizadas en los comedores populares tuvieron que luchar por aliviar las necesidades alimentarias de sus familias, y además, enfrentarse a las amenazas y atentados de Sendero Luminoso en contra de las dirigentes de la organización. Como señala Patricia S. Taylor en el prólogo de The Autobiography of María Elena Moyano, the life and death of a peruvian 43 activist, editada y anotada por Diana Miloslavich, las socias de los comedores populares rechazaron colaborar con Sendero Luminoso. La oposición de las mujeres a lograr cambios mediante el uso de la violencia determinó su lucha pacífica en favor de los mas necesitados y en contra del grupo subversivo. Sendero acusó a las dirigentes de los comedores de apoyar las acciones del gobierno y de las Fuerzas Armadas, lo que ocasionó fuertes amenazas y el asesinato de algunas dirigentes durante la década de 1980 e inicios de la de 1990: “[…] intimidated women through death threats and the murders of key activists, as warnings to those who continued to work with organizations Sendero opposed […] Sendero wanted a foothold in the organizations run by women; it demanded collaboration, food, medicine, or a place to meet” (Miloslavich, 2000: 13-14). Las dirigentes de los comedores populares marcharon en contra de Sendero conjuntamente con socias de otras organizaciones, como la del Vaso de Leche —programa creado por el gobierno local y destinado a preparar y distribuir desayuno entre los niños pobres de Lima Metropolitana— en protesta por las amenazas y ataques sufridos. Las intervenciones públicas de María Elena Moyano, considerada como una de las principales, si no la más importante dirigente de los comedores populares, se dirigieron en parte a rechazar la violencia en contra del pueblo que había desatado Sendero en todo el Perú, subrayando que los ataques constantes en contra de las organizaciones de los pobres habían sólo logrado aumentar el índice de malnutrición y muerte (Miloslavich, 2000: 27). En 1982, durante el segundo gobierno de Belaunde, ante la experiencia positiva obtenida por los comedores populares, se implementaron las llamadas “cocinas familiares de Violeta”, unos comedores organizados y subvencionados por la oficina de la primera dama Violeta Correa 44 de Belaunde. Los comedores populares y las cocinas de Violeta coexistieron sin mediar intención, ni del gobierno ni de las dirigentes de los comedores, de coordinar esfuerzos para aliviar la crisis alimentaria por la que atravesaban los pobladores de los pueblos jóvenes. Las dirigentes de los comedores populares en todo momento rechazaron la intervención estatal, argumentando su carácter autónomo (Blondet, 2004: 40). Durante este mismo período se realizaron las elecciones municipales y se eligió como alcalde a Alfonso Barrantes, de la Izquierda Unida (1984-1986). El gobierno municipal se caracterizó por el apoyo constante a los sectores populares, contexto que favoreció la organización de los comedores populares a escala zonal y distrital. Los primeros años de gobierno de Alan García (1985-1990), según describe Arturo Granados, estuvieron marcados por la presencia de los apristas (miembros del partido de gobierno) en las dependencias del Estado, lo que trajo favoritismos políticos que obstruyeron el diálogo con organizaciones sociales que no tenían una filiación política con la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) (Granados, 1996: 55). Durante el gobierno de García se creó el Programa de Asistencia Directa (PAD), que ofrecía apoyo alimentario a las familias de bajos recursos económicos a través de los comedores de los clubes de madres que el mismo gobierno creaba. Estos clubes trabajaron paralelamente a los comedores populares, que mantuvieron su línea de acción autónoma sin ataduras políticas al partido de gobierno. En 1986, la Comisión Episcopal de Acción Social de la Iglesia católica convocó al Primer Encuentro Nacional de Comedores Populares Autogestionarios, en el cual se creó la Comisión Provisional de Comedores. A partir de esta reunión, la organización de los comedores populares de Lima Metropolitana fue la encargada de buscar el reconocimiento del gobierno de 45 García como organización social de apoyo alimentario y su incorporación en los programas asistenciales como el PAD. La indiferencia del gobierno hacia los comedores populares y el apoyo a los clubes de madres se transformaron en un mayor esfuerzo de las socias de los primeros para consolidar su organización (Granados, 1996: 55-56). En 1988, el Perú atravesó por una grave crisis económica que suscitó la reorganización de los programas asistenciales. Se creó el Programa de Alimentación Nacional (PAN) y el PAIT. Las dirigentes de los comedores populares de Lima Metropolitana buscaron entablar un diálogo con las autoridades del gobierno central y local para formar parte del PAN y recibir asistencia en forma de Canasta Básica Integral (CBI), una canasta básica de alimentos elaborada en base a productos nacionales. El gobierno central, a través del Ministerio de Agricultura, convocó a las dirigentes de los comedores populares a una mesa de trabajo con el propósito de establecer las pautas para la asistencia alimentaria. El desacuerdo entre las partes y las medidas de ajuste económico aplicadas por el gobierno desencadenaron la protesta masiva de las socias de los comedores populares, quienes conjuntamente con las madres del Comité del Vaso de Leche organizaron una marcha hacia Palacio de Gobierno el 22 de septiembre. La represión policial no impidió la movilización. El apoyo del PAIT a las mujeres de los clubes de madres ocasionó la reacción de las socias de los comedores populares, que reclamaron un trato similar: sueldo mensual por el trabajo realizado en el comedor. Para fines de la década, la Iglesia católica, conjuntamente con las Naciones Unidas y algunas organizaciones de la sociedad civil —entre ellas los comedores populares— acordaron el Programa de Emergencia Social (PES) para viabilizar así la ayuda internacional (Granados, 1996: 63-66). 46 En julio de 1990, Alberto Fujimori asumió la presidencia del Perú en un momento en que el país vivía una gran crisis política, social y económica heredada de gobiernos anteriores, especialmente del gobierno aprista, y sufría la violencia subversiva de Sendero Luminoso. En los primeros meses de su mandato, como producto de las medidas de ajuste económico aplicadas, Fujimori promovió la participación de diversas organizaciones de la sociedad civil: los comedores populares formaron parte de la Comisión Transitoria de los Programas Sociales de Emergencia que se conformó para organizar y conducir la implementación del PES. En este mismo año, se presentó ante la cámara de diputados un proyecto de ley elaborado a iniciativa de la CNC (Comisión Nacional de Comedores): “Reconocimiento a las Organizaciones Sociales de Base y Creación del Programa Apoyo a la Labor Alimentaria”. Buscaba el reconocimiento legal de todas las organizaciones de apoyo alimentario y el subsidio del 65% de las raciones alimenticias preparadas y distribuidas en dichas organizaciones. El proyecto fue debatido y aprobado antes de culminar la legislatura ordinaria. La Ley 25307 fue promulgada en febrero de 1991, un momento muy importante para la organización de los comedores populares (Granados, 1996: 73-78). En octubre de 1991 se eligió la Primera Junta Directiva Metropolitana de la Federación de Centrales de Comedores Autogestionarios de Lima y Callao. La junta buscó, en el recientemente creado Programa Nacional de Apoyo Alimentario (PRONAA), la captación de recursos en favor de los comedores populares. El PRONAA negó la ayuda solicitada por los comedores populares, argumentando que estos últimos pertenecían a una organización y que el programa estaba dirigido exclusivamente a apoyar a los comedores empadronados que no dependían de ninguna organización (Granados, 1996: 71-83). El apoyo del PRONAA a los comedores que no pertenecían a la federación propició la salida de un grupo de mujeres de los 47 comedores populares y la incorporación de estas a los primeros, en busca de una solución individualista a los problemas alimentarios. Así, se produjo un cambio en la forma de pensar de las mujeres de los sectores populares: la ayuda del gobierno se convirtió en una mejor opción al apoyo vecinal que dominó desde su creación a los comedores populares. Las amenazas y asesinatos cometidos por los senderistas en los últimos meses en contra de las dirigentes de los comedores populares se tradujo en la deserción paulatina de muchas mujeres del movimiento. El temor de las socias y de sus familiares de convertirse en victimas del terrorismo obligó a muchas de ellas a abandonar los comedores populares y a afiliarse a otros comedores independientes, como los creados por el gobierno y subvencionados por el PRONAA. Ambos factores, la preferencia individualista de las mujeres y el temor al terrorismo, influyeron en el deterioro de la organización de los comedores populares, unidos a la crisis económica que vivía el país. Dentro de este contexto social, político y económico se originaron y desarrollaron los comedores populares como organización y movimiento social. En el siguiente capítulo analizaremos estos comedores estudiando la formación de los actores, el aspecto interno funcional, la coordinación social y la estrategia política. 48 4.- Origen y desarrollo de los comedores populares: un análisis del movimiento social desde nuestro modelo de estudio. Desde finales de la década de 1970, el Perú fue testigo del nacimiento de una de las organizaciones más importantes de mujeres que se haya visto en el país. Los comedores populares han venido funcionando desde entonces, convirtiéndose en un importante centro de apoyo para muchas familias de los barrios marginales de la ciudad. Pero, ¿qué impulsó a un grupo de mujeres a actuar colectivamente, a cocinar juntas sus alimentos y beneficiar así a sus familias y a otras que se encontraban en igual o peor situación económica? ¿Con qué recursos contaron? ¿Quiénes las apoyaron? ¿Cómo se organizaron? ¿Cuáles han sido sus logros? Estas y otras preguntas nos han llevado a estudiar a los comedores populares como organización y movimiento social. En el presente capítulo analizaremos a estos comedores, sus orígenes y desarrollo. El análisis va a contemplar los tres bloques fundacionales del modelo de estudio de Gerardo Munck: la formación de actores, la coordinación social y la estrategia política, a los cuales nosotros hemos incorporado un cuarto bloque: el aspecto interno funcional. 4.1- La formación de los actores: Para nosotros, un buen estudio de los movimientos sociales debe partir de un análisis de la formación de los actores, de los fundadores que se unen a raíz de una experiencia compartida, de una identidad colectiva, fruto de lo que Munck llama crisis estructural o conflicto social (Munck, 1995). 49 A fines de la década de 1970, el país atravesó una fuerte crisis económica, un legado en parte del gobierno del general Velasco. Las medidas de austeridad adoptadas por el gobierno, destinadas a restablecer la economía del país, como la eliminación y la reducción de subsidios a los alimentos, resultaron infructuosas; si bien propiciaron algunas movilizaciones y la formación de algunas organizaciones, la represión del gobierno se transformó en otro factor importante para la reacción popular. La carencia de los servicios básicos y la falta de respuesta a las demandas de los pobladores de los sectores populares impulsaron a la población a movilizarse en busca de soluciones. Durante los últimos años de dictadura militar, las mismas organizaciones formadas por el gobierno de Morales Bermúdez, como la CTPR, se movilizaron en oposición a las medidas adoptadas. Una de las huelgas que más repercusión tuvo en la época fue la encabezada por el Sindicato Único de los Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), cuando los huelguistas se posesionaron de algunos recintos escolares. El apoyo obtenido de las mujeres, esposas y madres de los trabajadores, madres de familia de los alumnos y mujeres del vecindario se convirtió en una pieza clave para el éxito de la huelga: gracias a las mujeres, quienes se agruparon y cocinaron colectivamente, los huelguistas pudieron resistir el tiempo que duró la movilización: “Las mujeres comenzaron a preparar ollas comunes en solidaridad con los huelguistas […] A partir de ese momento, muchas mujeres-madres comenzaron a participar en la organización vecinal en sus barrios” (Zibechi, 2007). Esta experiencia influyó en las mujeres de los pueblos jóvenes, quienes a través de la organización de cocinas colectivas encontraron una manera eficaz de afrontar el hambre. La crisis de subsistencia provocó una reacción entre las mujeres de los barrios populares, que vieron en las organizaciones vecinales la solución a sus 50 problemas. Así se creaba, lenta pero eficazmente, una identidad colectiva entre las mujeres de los pueblos jóvenes. La experiencia de la huelga del SUTEP incentivó a diversas instituciones sociales, en especial a la Iglesia católica, a trabajar más organizadamente con las mujeres de las zonas marginales. Gracias al esfuerzo conjunto de la Iglesia y algunas madres de estos pueblos jóvenes, se organizaron los primeros comedores populares autogestionarios en la capital limeña para enfrentar a la crisis alimentaria que el país atravesaba: “[…] a group of women began to cook breakfast together for their family members because by doing so, they believed that they would be able to make use of food in a more effective manner rather than receiving raw food individually (there was a food supply program organized by a church group)” (Kamioka, 2001). El primer comedor popular autogestionario que se organizó en Lima fue el comedor Unión, en el año 1978, en el distrito de Comas, uno de los distritos más pobres de la capital. La organización de este primer comedor popular se realizó gracias al apoyo y asesoría de la religiosa María Van der Linde, de la parroquia Virgen de Nazaret, quien, desde su inicio, como compromiso general de la Iglesia, resaltó la importancia de que el comedor fuera una organización, que, además de ofrecer una buena alimentación para las familias, se hiciera a un bajo costo y lograra así establecerse en la comunidad como un punto de ayuda permanente y con carácter independiente del gobierno, tanto nacional como local. Así fue, y desde entonces, el comedor ha venido funcionando gracias al trabajo de las propias socias y con el apoyo aún de la parroquia que lo vio nacer. El modelo implantado en Comas fue imitado a los pocos meses por algunos sectores del distrito de El Agustino. La cooperación de la Iglesia católica en la formación de los comedores 51 populares autogestionarios de este distrito sería también de suma importancia. En el año 1979, la parroquia, con el apoyo de la Comisión Episcopal de Acción Social, formó un nuevo comedor popular, y a través de sus agentes pastorales promovió entre las mujeres que realizaban trabajos de catequesis o pertenecían a las comunidades cristianas de base o programas de distribución de alimentos, a organizarse al igual que en Comas y formar así su propio comedor popular autogestionario: “[…] una organización propia de las mismas madres de los barrios que se unen y luchan juntas por abaratar el costo de la alimentación de sus familias. La parroquia, y posteriormente, Servicios Educativos El Agustino (SEA), ONG promovida por los Jesuitas y cuya razón social está hasta hoy en el local de la parroquia, aportaba el apoyo y la asesoría a esta naciente iniciativa de las mujeres” (Chamberlain, 2006). La experiencia positiva lograda en estos primeros comedores populares sirvió para que posteriormente otras parroquias y organizaciones como Cáritas (Agencia de la Iglesia católica), CARE (Cooperativa Americana de Remesas al Exterior), OFASA (Agencia de la Iglesia Protestante), entre otras, plasmaran el modelo en el mismo distrito de Comas y en otros distritos de la capital y, posteriormente, se imitara en todo el país: "Con el transcurso de los años, la crisis se iría acentuando y la experiencia fue expandiéndose de manera progresiva a otros distritos urbano marginales como una estrategia emergente desde la sociedad para enfrentar los crecientes problemas de inseguridad alimentaria […]” (Castiglione, 2007). Como lo señala Blondet, los primeros comedores populares se implementaron en determinados distritos: “En un año se multiplicaron los comedores en El Agustino, en Villa El Salvador y en San Martin de Porres” (Blondet, 2204: 39). Si bien la participación de los actores externos ha sido muy importante, ha sido limitada tanto por ellos mismos como por las organizadoras de los comedores populares. El carácter 52 autónomo de los comedores ha sido un elemento que las ha caracterizado desde su formación: “The materials supplied to Comedores were kept very minimal in order that Comedores be selfmanaged and self-sustained, instead of being too dependent on the external support” (Kamioka, 2001). El hambre y la necesidad de proveer alimento a un bajo costo a las socias, sus familias y a algunos miembros de la comunidad, unidos a la incapacidad del gobierno represivo de atender estas necesidades de la sobrepoblación localizada en los pueblos jóvenes de la capital, impulsaron a las madres de familia de los sectores populares a unirse y a cocinar colectivamente los alimentos. Las mujeres se sintieron identificadas ante un mismo mal y advirtieron como única posibilidad de salir adelante, una acción colectiva. Esta identidad colectiva entre los actores es la que para Munck resulta imprescindible en el origen de la organización. Al asumir la presidencia Fernando Belaunde Terry en 1980, la falta de participación de los diferentes sectores de la sociedad civil se tradujo en la protesta generalizada de la población. Mientras la situación económica y social del país atravesaba por una crisis, surgían en el país dos grupos subversivos: PCP-SL y el MRTA. El terror implantado por Sendero Luminoso y los enfrentamientos entre el grupo subversivo y los miembros de las Fuerzas Armadas en el interior del país provocaron el traslado masivo de pobladores hacia los departamentos de la costa. La migración hacia las zonas costeras y el número de pobladores en los pueblos jóvenes se incrementó. El distrito de Villa El Salvador (VES) de la ciudad de Lima fue uno de los barrios que mayor acogida dio a los desplazados por Sendero, que huían de los ataques y de las amenazas de este grupo terrorista y de los enfrentamientos. La organización de las mujeres en VES fue 53 ejemplo para las mujeres de los demás distritos de Lima por su ardua lucha en favor de los pobladores de su comunidad y en contra de la violencia ocasionada por el terrorismo: “The social disorder and economic collapse caused by seemingly endless war between Sendero and the military pushed more women, already challenged by poverty, to get involved with groups dedicated to solving the most basic survival problems […] like the comedores populares” (Miloslavich, 2000: 13-14). Las mujeres líderes de los comedores populares debieron enfrentarse a la crisis económica, a la represión de los militares, a la indiferencia del gobierno y a la furia de Sendero, una etapa “[…] de expansión de la experiencia pero que pasa invisible ante los ojos de los políticos. La importancia pública de los mismos es inexistente, pero alrededor de ellos se van nucleando muchas mujeres que más tarde asumirán tareas de liderazgo y representación ante diferentes instancias del Estado” (Granados, 1996: 53). En síntesis, la formación de los actores de los comedores populares, en este caso las socias fundadoras, respondió a una necesidad alimentaria de los pobladores de los sectores populares, un necesidad imperiosa para las mujeres y las madres de familia, que ven en la acción colectiva la única posibilidad de enfrentar el problema alimentario en la que estaban sumergidos los miembros de su familia y su comunidad como consecuencia de la crisis económica por la que atravesaba el país. Esta identidad colectiva estuvo enmarcada dentro de un contexto social en el que las movilizaciones de los diferentes sectores del país demostraron su inconformidad hacia las medidas de austeridad y, posteriormente, hacia las decisiones represivas e impositivas hechas por el gobierno militar del general Morales Bermúdez. El descontento se reafirmó con la llegada del presidente Belaunde al gobierno: ni la crisis del país, ni la represión y la indiferencia de los 54 gobiernos, ni los ataques senderistas en contra de las mujeres organizadoras de los comedores populares les impidieron luchar por sus familias y su comunidad. Así emergieron las fundadoras de los comedores populares como actores sociales, a raíz de una experiencia compartida que les permitió ver que, unidas, las cosas podían ser diferentes. Según Munck, la emergencia de los actores es muy importante, pero “[…] su surgimiento no garantiza por sí sólo su desarrollo pleno” (Munck, 1995: 26): es necesario, asimismo, analizar la coordinación social, cómo las mismas fundadoras u organizadoras de los comedores populares coordinan sus acciones con otras mujeres u organizaciones, a lo que nosotros agregamos la necesidad de analizar el aspecto interno funcional de la organización, del movimiento social, que en el presente estudio de caso será apreciado principalmente en las unidades organizativas. A continuación analizaremos este aspecto interno funcional de los comedores populares, un segundo bloque fundacional necesario para el estudio de caso. 4.2- El aspecto interno funcional: Consideramos necesario que, para analizar a los comedores populares, debemos incorporar como parte del estudio aquellos aspectos que forman parte de la estructura y dinámica interna de los comedores. ¿Cómo podemos comprender un determinado fenómeno social y observar el desarrollo de un movimiento como tal si previamente no se toman en consideración los aspectos internos de la unidad organizativa, en el caso de estudio, el comedor popular? Un comedor popular autogestionario está compuesto aproximadamente por veinte socias cuyas edades oscilan entre los 35 y 45 años; cada una de las socias cuenta generalmente con una familia de seis o siete miembros (cónyuge e hijos). Considerando que cada comedor alimenta a 55 las socias, a sus familiares y a terceros usuarios, la ayuda alimentaria de cada unidad organizativa alivia diariamente el hambre y ayuda a la economía familiar de aproximadamente unas 120 personas; los terceros usuarios se refieren a los casos sociales y comprenden alrededor del 8 por ciento de las raciones distribuidas: “[…] son personas del barrio, identificadas por las socias, que no están en capacidad de pagar por sus alimentos (niños abandonados, ancianos, personas con problemas mentales, etcétera) y, por ende, reciben alimentos del comedor de manera gratuita” (Blondet, 2004: 23). Generalmente los comedores han contado con sus propios recursos económicos; la mayoría de sus ingresos proviene de la venta de las raciones diarias a sus socias, unos cincuenta centavos de dólar americano, y de la realización de algunas actividades, como rifas o venta de comida a otros miembros de la comunidad. La compra de insumos en grandes cantidades se ha traducido en el abaratamiento de los alimentos. Agentes externos también han contribuido con la economía del comedor mediante donaciones de insumos alimenticios, utensilios de cocina y otros materiales para las socias y la infraestructura del comedor. En cuanto a donaciones, Cáritas es la agencia más importante; su contribución ha consistido generalmente en la entrega de aceite, frijol, polenta, fideos, pan y ropa: estos dos últimos son los únicos que pueden ser vendidos por las socias. CARE también ha apoyado mediante donaciones a los comedores populares, al igual que otras organizaciones como ONG, e instituciones como la Iglesia católica. El énfasis puesto en la autonomía de la organización llevó a las socias, desde su formación, al rechazo de la ayuda económica estatal; recién para inicios de los noventa, con la creación del PRONAA, los comedores populares recibieron apoyo alimentario del Estado, pero sólo aceptaron de éstos alimentos, utensilios y materiales de construcción que les sirvieron para la implementación y construcción de sus locales. Las socias necesitan que sus centros tengan las comodidades 56 necesarias para poder atender a sus miembros, y así colaborar con el Estado a disminuir los índices de desnutrición y pobreza que afectan al país. Los turnos de trabajo en los comedores son rotatorios por semana, entre cuatro y diez horas diarias, y las tareas se distribuyen entre las socias (dos a cinco socias por turno). Según el trabajo realizado por Ana Boggio y otros autores para la CELATS (Centro Latinoamericano de Trabajo Social), La organización de la mujer en torno al problema alimentario, hay dos tipos de tareas que las socias tienen que realizar en un comedor popular: “Aquellas que se orientan a la obtención del producto, la comida preparada y las tareas destinadas a la gestión y obtención de los recursos. Aquí se descubre una división de trabajo entre socias y dirigentes. Las primeras se ocupan, por lo general, de la obtención del producto, mientras las segundas buscan los recursos. Las dirigentes, además, ejercen el control económico y usualmente esta tarea la desempeña la tesorera. Para este control utilizan mecanismos simples como son la observación directa, el cuaderno de registro de ingresos y de egresos y las asambleas de rendición de cuentas” (Boggio y otros, 1990: 43- 44). Las socias que trabajan en el turno de la semana, comprando los insumos, cocinando, distribuyendo las raciones, cobrando o limpiando, reciben los alimentos en forma gratuita en compensación por su trabajo. La organización interna de los comedores populares está compuesta por la presidenta, la vicepresidenta, la tesorera y la asistenta social; algunos comedores cuentan con la presencia de una jefa de cocina. Las familias que participan en los comedores populares, según el estudio de la CELATS, tienen ingresos permanentes o eventuales cercanos en monto al mínimo vital. Las dirigentes de los comedores por lo general se ubican dentro del primer grupo, ya que necesitan, para ejercer su cargo, de un mínimo nivel de seguridad económica (Boggio y otros, 1990: 53-54). 57 El funcionamiento de un comedor popular se resume de la siguiente manera: la socias acuden al comedor a las siete de la mañana para decidir el menú a cocinar en el día y constatan los insumos que poseen, para posteriormente acudir al mercado en busca de los que necesitan. Si el comedor atiende desayunos, estos se sirven antes de realizar las compras. De regreso, se preparan los alimentos, y al mediodía se distribuyen entre las socias y los terceros usuarios para ser consumidos en el comedor o en sus casas. Luego de atender el almuerzo, se procede a la limpieza del comedor y a la elaboración de las cuentas. Los comedores populares funcionan en las casas de las socias o en locales propios o arrendados; en las tardes estos locales sirven como centros de discusión y capacitación para las socias. La superación personal, como parte de su exposición a la esfera pública, ha conducido a incorporar dentro de los comedores populares el tema de la capacitación el cual ha sido de vital importancia para lograr el desarrollo de la organización: “[…] las participantes han recibido algún tipo de capacitación, siendo en su mayoría […] temas relacionados a la salud, nutrición y derechos de la mujer” (Gutiérrez, 2001). En su mayoría, los comedores populares han tendido a servir como centros de apoyo a las mujeres de su comunidad, incluyendo temas relacionados con la protección de sus derechos. El énfasis de las mujeres en combatir la violencia familiar muchas veces ha tenido un espacio prioritario en la agenda a discutir en las reuniones de las socias. Prueba de esto es que el apoyo de los comedores populares en favor de una Ley contra la Violencia Intrafamiliar se tradujo no sólo en la dación de la Ley, sino además en la instalación de comisarías dirigidas por mujeres en los diferentes sectores de la capital y a escala nacional, lo que hacía más viable las denuncias por maltrato. 58 Consideramos que este primer nivel organizativo nos llevará ahora a un mejor entendimiento de los comedores populares como organización y como movimiento social. 4.3- La coordinación social: Para nosotros es importante tomar en consideración el aspecto de la coordinación social, es decir, qué y cómo hacen los actores para que la organización se constituya como un movimiento social y se oriente hacia el cambio. En este aspecto, Munck resalta en su estudio la importancia del trabajo de Sidney Tarrow, quien analiza la coordinación tomando en consideración tres aspectos importantes: los repertorios de contención o “repertoire of contention”, las redes sociales o “mobilizing structures” y los marcos culturales o “cultural frames”. En cuanto a los repertorios de contención, estos se refieren a las formas en que los fundadores y los demás miembros de la organización actúan (marchas, obstrucción de carreteras y ocupación de terrenos, entre otros), una actuación que generalmente es producto de la rutina, de las experiencias ganadas en una determinada sociedad y que han reflejado un buen resultado. Estas formas de contención no son estáticas, sino que se adaptan dependiendo de la situación (Tarrow, 1998). Los repertorios de contención que los miembros de los comedores populares utilizaron durante el período en estudio fueron en su mayoría marchas pacíficas dirigidas hacia las sedes de los gobiernos locales o el gobierno central y hacia el Congreso. Las necesidades alimentarias, la carencia compartida, mueven a las socias a desplazarse voluntariamente; no necesitan más excusas que la propia experiencia diaria para saber que, sólo unidas, marchando juntas, van a ser 59 escuchadas por el Estado y la población en general. El respaldo de las socias a las organizadoras en las movilizaciones es incondicional, ya que los comedores son, para muchas, la única alternativa para aliviar sus necesidades alimentarias. Algunas marchas se han dirigido a protestar contra la violencia doméstica y la violencia terrorista de Sendero Luminoso; el temor por las acciones de los senderistas no ha impedido sus marchas ni las ha tornado violentas. Otras movilizaciones se han dirigido en busca de solución a los problemas barriales: las mujeres de los comedores populares han realizado marchas para que el gobierno realice obras de luz, agua y desagüe, servicios necesarios para los hogares y para un mejor funcionamiento de los comedores. En ocasiones, las movilizaciones de los comedores populares se han llevado a cabo conjuntamente con la presencia de otros grupos y organizaciones. La marcha realizada el 22 de septiembre del año 1988 fue quizá la mas importante para los comedores populares; la negativa del gobierno de García a incorporar a los comedores populares y a los comités del Vaso de Leche en el programa alimentario del PAD, conjuntamente con la falta de acuerdo sobre el apoyo del gobierno a los comedores populares autogestionarios y el llamado “paquetazo económico”, ocasionaron la protesta de la organización y de la Coordinadora Metropolitana de los Comités del Vaso de Leche, en una marcha que llamó la atención de los medios de comunicación: “[…] se organiza una gran movilización de protesta que se espera permita establecer el diálogo con el gobierno para pactar una ayuda efectiva ante el grave costo social que ocasionaban las medidas económicas […] se acuerda salir el 22 de septiembre en una movilización a Palacio de Gobierno, denominada “Protesta con propuesta”. La mañana del frío jueves 22 sorprendió a los limeños con 10 mil mujeres desfilando por diferentes puntos del centro de Lima” (Granados, 1996: 65-66). Paralelamente a las necesidades alimentarias, otro factor igualmente importante impulsaría a las mujeres a salir a las calles a protestar: desde su participación en las unidades 60 organizativas, las mujeres ampliaron su campo de acción, tradicionalmente destinado a las actividades dentro del hogar, el mismo hogar que ahora defienden pero desde otro lugar. La participación de las mujeres de los comedores populares en las actividades internas de los comedores y en las marchas de protesta fortalecieron su autoestima y su capacidad de interactuar en la vida pública de la sociedad. La interrelación con otras mujeres condujo a una mayor valorización personal de las mujeres que vieron en la experiencia de los comedores su capacidad para actuar fuera de los limites del hogar. Otra marcha multitudinaria de los comedores populares a destacar fue la realizada en octubre de 1990. Esta movilización estuvo orientada a protestar contra la falta de atención a un proyecto de ley presentado por los mismos comedores en busca del reconocimiento a las organizaciones de base de ayuda alimentaria, entre los que se encontraban los comedores populares, así como la creación de un programa de apoyo. La marcha hacia el Congreso culminó con la entrevista entre la comisión de la CNC y algunas delegadas de las centrales distritales de los comedores populares y los presidentes de la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, quienes ofrecieron su intermediación para la revisión del proyecto (Granados, 1996: 73-74). La oposición de las socias de los comedores populares a las acciones de Sendero propició una marcha por la paz presidida por María Elena Moyano, dirigente de la Federación Popular de VES, que incluye a los comedores populares del distrito. El 14 de febrero de 1992 se realizó la marcha pacífica en contra del paro armado convocado por el PCP- Sendero Luminoso. Al día siguiente, en una actividad vecinal, Moyano fue asesinada en la Plaza de Armas ante la mirada de sus hijos y de muchos pobladores. La actitud pacifica de las dirigentes y socias de los 61 comedores populares deviene, según Granados, de la tutoría religiosa que desde el origen de la organización las acompañó (Granados, 1996: 130). Las marchas mencionadas grafican que los objetivos de las movilizaciones de las mujeres de los comedores populares no sólo respondieron a los problemas alimentarios de la organización; las socias de los comedores también respondieron a intereses comunitarios y nacionales que muestran su compromiso social. En cuanto a las redes sociales, Tarrow nos deja saber que, si bien son los individuos los que deciden participar en el movimiento social, las redes sociales que se forman son un elemento importante para su construcción y éxito: la relación cercana de los grupos, su interacción, es lo que va a transformar a una acción social en un movimiento social. Igualmente importante es el apoyo que algunas instituciones aportan a los movimientos sociales y que estimulan al movimiento (Tarrow, 1998). Los comedores populares como unidad organizativa contaron desde su inicio con el apoyo y asesoría de algunas organizaciones e instituciones: “Inicialmente, las organizaciones contaron con el apoyo decidido de la Iglesia católica, que se constituyó en un importante factor para su fortalecimiento organizacional” (Castiglione, 2007). Una mejor organización se hacía necesaria; unos ideales compartidos pondrían énfasis en la necesidad de reunirse por primera vez a escala vecinal y posteriormente a escala distrital. En este sentido, las redes entre los comedores se fueron tejiendo paulatinamente: “These self-managed Comedores began to form the new grassroots movement. Both, religious groups and NGOs as well as Peruvian Feminist groups triggered this new-sprung action by facilitating Comedores to form federations by district (or combined districts)” (Kamioka, 2001). 62 Pacientemente, las fundadoras de los comedores populares se organizaron y establecieron una serie de pautas que las ayudarían a manejar mejor los comedores. Se estableció una red de comedores que en forma conjunta decidía las acciones a tomar, sean estas de carácter movilizador como alguna protesta masiva, o de carácter administrativo como la aprobación de presupuestos o la elección de una nueva junta directiva. Desde inicios de la década de 1980 debido a la expansión de los comedores populares, se crearon las centrales de primer nivel, y posteriormente las centrales distritales, que agrupan a las primeras y se encargan de coordinar acciones en busca de soluciones a los problemas que enfrentan los comedores de la zona. Con el transcurrir de los años, se crearon la Asamblea de Cono y la CNC. En el año 1984, con el apoyo y supervisión de la Iglesia católica, se realizó el Primer Encuentro de Comedores Populares de Lima y Callao, al cual asistieron más de trescientas organizaciones, entre ellas los comedores populares y las organizaciones parroquiales. Posteriormente, con ayuda de la Comisión Episcopal de Acción Social, consiguieron reunirse en 1986 alrededor de cuatrocientos miembros de los comedores populares autogestionarios, abarcando no solo la zona de Lima, sino también otras ciudades del país, como Piura, Chiclayo, Trujillo, Cajamarca, Chimbote, Huacho, Arequipa, Cusco, Ayacucho, Moquegua, Puno y Tacna (Granados, 1996: 55). En este Primer Encuentro Nacional de Comedores Populares Autogestionarios se creó la Comisión Provisional de Comedores y se decidió formar a lo largo y ancho del territorio peruano las Federaciones de Comedores y cristalizar la formación de una organización nacional. La formación de las federaciones no fue una labor fácil; se logró gracias a la importante ayuda de la Iglesia católica y algunas ONG desde inicios de la década de 1990. Un ejemplo de 63 ello es la FEMOCCPAALC: Federación de Mujeres Organizadas en Centrales de Comedores Populares Autogestionarios y Afines de Lima y Callao, que acoge en ella a todas las centrales distritales de la capital: “La labor de la Federación y sus dirigentes, que se renuevan cada dos años sin posibilidad de reelección, ha sido esencial para fortalecer el movimiento de ‘comedores populares’ y sumar su impacto directo sobre las vidas de los más vulnerables, una mejora evidente en la capacidad de participación de las mujeres en la sociedad, tanto a nivel colectivo como individual” (OXFAM, sf). Entre sus intereses, además de ser un canal para elevar las demandas alimenticias al Estado, está incentivar la construcción de la organización nacional. Los comedores populares en Lima Metropolitana están organizados de la siguiente manera: - Comedor: unidad de base que puede sólo coordinar con alguna central de primer nivel o con la Junta Directiva Distrital; - Centralización de primer nivel: está conformado por 5 o más comedores del mismo barrio; estos están encargados de coordinar acciones y planes de trabajo, intercambiar experiencias y buscar solución a sus problemas. Se les llama Coordinadora de Comedores, Central de Comedores, Asociación o Federación; - Centralización Distrital: la Junta Directiva Distrital agrupa a los dos primeros para coordinar acciones a nivel distrital; - Asamblea de Cono: reúne a comedores de diferentes distritos de los Conos Norte, Sur y Este de Lima; 64 - Comisión Nacional de Comedores: compuesta por seis delegadas que se reúnen mensualmente, para dirigir e impulsar las tareas reivindicativas con el Estado y otras instituciones políticas. Las representantes pertenecen a comedores de Lima metropolitana y su labor se extiende a comunicar y consultar con los comedores organizados en las provincias del país (Córdova y Gorriti, 1989: 79). Las redes de los comedores populares se han tejido no sólo entre ellos: también se han extendido hacia otras organizaciones como la del Vaso de Leche y los clubes de madres. A pesar de contar cada una con su propia organización, su dedicación a satisfacer las necesidades alimentarias de los sectores populares las ha colocado en una situación especial al ser “[…] convocadas por los […] gobiernos (1985-90/ 1990-95) a participar en los Programas de Emergencia para atender a las familias más afectadas por la crisis económica y las políticas de ajuste” (Blondet, 1995: 29). El apoyo recibido de algunas ONG, como Madre Coraje (nombre con el cual se conocía a María Elena Moyano por su lucha contra Sendero Luminoso), Manos Unidas (ONG Católica Internacional de voluntarios), Micaela Bastidas (a través de su Taller de Capacitación Popular), la Asociación por la Solidaridad, entre otras, ha sido de gran valor. El trabajo realizado por estas organizaciones no ha estado circunscrito sólo a la distribución de algunos víveres esenciales para la supervivencia de sus miembros o a la donación de algunos utensilios; ha sido mucho más profundo. Desde su inicio han asesorado a las mujeres de estas organizaciones en manejo financiero y técnico, así como en temas comunitarios, incluyendo aquellos relacionados con la vida familiar, y de género. 65 Las ONG han establecido una relación que supera el tema de las donaciones o el asesoramiento organizacional: la práctica diaria y la cercanía con los miembros de las organizaciones han originado que las ONG actúen como árbitros frente a las propias asociadas en la solución de conflictos. En ocasiones, la actitud de las dirigentes, en medio de las jerarquías formadas como consecuencia de la organización, no ha sido siempre del beneplácito de todas, lo que ha provocado muy fuertes reacciones negativas entre las asociadas. Por esa razón han recurrido a una instancia superior imparcial: las ONG, para la solución de los problemas. La colaboración para con los comedores populares de diferentes agencias, como Cáritas, OFASA, SEPAS, de la Iglesia evangélica, y CARE (Cotler, 1995: 115) provenía en su mayoría de las donaciones enviadas por la AID (Agency for International Developement), como fruto del convenio firmado entre Estados Unidos y el Perú en 1979, mediante el cual el primero se comprometía a donar sus excedentes agrícolas: “Fue precisamente este encuentro de intereses de los donantes y de las beneficiarias lo que explicó la velocidad con la que se produjeron las organizaciones femeninas. A la oferta de víveres se sumaría después la oferta de servicios y las ‘asesorías’ de las ONG y de las organizaciones feministas” (Cotler, 1995: 114). Según datos estadísticos, “[…] entre 1990-1993, USAID, principal fuente donante, donó al Perú 427 mil toneladas de alimentos canalizadas a través de agencias filantrópicas o confesionales como Care, Cáritas, OFASA y Prisma; esta cifra es superior al volumen donado durante toda la década pasada” (Blondet, 1995: 39). La proliferación de ONG y de comedores populares ha ocasionado que los programas de ayuda se lleven a cabo dentro de una formalidad preestablecida, que no era requerida en años anteriores. Según datos estadísticos: “A inicios de los 80, el número de promotoras y promotores 66 era bastante menor al de los 90. El crecimiento de las promotoras se habría dado durante la década del 80, con el incremento de los proyectos dirigidos a mujeres y de los que tenían como referente a organizaciones de base femenina” (Blondet, 1995: 27). En la actualidad, mediante el convenio realizado entre ambas organizaciones, las responsabilidades emanadas no recaen unilateralmente en la ONG: esta, al igual que el comedor y sus socias, se comprometen a cumplir ciertas formalidades y requisitos necesarios para alcanzar la ayuda. Ambas adquieren, en diferente medida, una serie de responsabilidades y compromisos que encaminan las relaciones tanto al momento de ofrecer la ayuda, como al de recibirla. Como explica Luis Pásara, por lo general —y sobre todo en las últimas décadas— la contribución de los agentes de las ONG no ha sido gratuita; la relación establecida entre los comedores populares y las ONG advierte el cumplimiento de ciertas pautas para la obtención de los beneficios ofrecidos: “La relación establecida entre la ONG y la organización asistida, portadora de diversos subsidios, conlleva un carácter asimétrico y utilitario desde ambos lados. Para recibir la ayuda […] la primera condición es institucionalizarse; de hecho el comedor popular toma cuerpo institucional, con frecuencia, para recibir ayuda. La segunda es contribuir a la formación de instancias centralizadoras. La tercera es participar en determinadas actividades —sobre todo, de capacitación— diseñadas desde las ONG promotoras. Los miembros cumplen los requisitos, con diversos grados de renuencia, pero desde una percepción relativamente clara acerca de que es así como se hacen merecedoras de la ayuda externa” (Pásara, 1991). Las mujeres dirigentes de los comedores populares han cuestionado la obligación del cumplimiento de los requisitos exigidos por las ONG, aludiendo a que dichas acciones van en contra de la autonomía de tales organizaciones sociales. Pero la necesidad y el convencimiento posterior de los beneficios que pueden llegar a obtener parecen haber intervenido en la postura 67 autónoma de la mayoría de ellas, con la consiguiente adhesión a las organizaciones no gubernamentales. Desde fines de la década de 1980, los comedores populares, en estrecha relación con diversas ONG (que trabajan con mujeres en las áreas de alimentación, salud, familia y otras), organizaciones feministas e instituciones, han formado redes o coordinadoras que generalmente trabajan en Lima. Dentro de estas redes se encuentran la Red Nacional de Promoción de la Mujer, la Red Nacional de la Mujer Rural, Red de Educación Popular entre Mujeres, Consorcio Mujer, Coordinadora Radial, Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Intercentros Salud y el Grupo de Trabajo Agro-Alimentario (Blondet, 1995: 42). Las redes formadas a partir de la interrelación entre los mismos comedores, y con otras organizaciones e instituciones han colaborado con el el origen y desarrollo del movimiento social de los comedores populares; la experiencia ha enseñado a las mujeres a valerse por sí mismas, a que puedan participar más activamente en la vida política, económica y social del país. Dentro de la coordinación social tenemos en tercer lugar a los marcos culturales, que vienen a ser aquellos significados que la gente comparte y que la inspiran a actuar colectivamente; existe un consenso de que tienen una causa justa para reclamar (Tarrow, 1998). Tarrow hace hincapié en los marcos construidos y heredados que generan la movilización, y los símbolos usados por los organizadores de los movimientos sociales. Los líderes tienden a reemplazar el sistema de creencias dominantes por un sistema nuevo que apoya la acción colectiva para el cambio. De esta manera ofrecen símbolos (nuevos o aquellos ya conocidos) para obtener un mayor apoyo de diferentes sectores de la sociedad y que, a su vez, los van a 68 alejar de sus oponentes (Tarrow, 1998: 106). Estos símbolos definen a un “nosotros”, es decir al movimiento social y a sus aliados, y a un “ellos”, contra quienes se dirigen las demandas. En el caso de los comedores populares, hemos resaltado la necesidad alimentaria como el punto de partida para la creación de estos comedores. Si bien la actuación de las mujeres respondió definitivamente a un innegable rol maternal, involucrarse con el comedor les permitió percatarse de que sus roles tradicionales podían cambiar, no solo dentro del hogar, sino además en la arena pública: “[…] as poors mothers, women confirmed the ‘maternal’ roles assigned to them. However, in doing so, these women also created new spaces of negociation and resistance, which they used to question the same gender-ideology and their subordinate positions within hierarchies based on gender, class and ethnicity” (Boesten, 2004: 102). El autor remarca que las mujeres de estas organizaciones, a la vez que buscaban satisfacer las necesidades básicas de sus familias, también creaban nuevas oportunidades: mayor libertad física o independencia de los cónyuges, mejores oportunidades de educación, de informarse acerca de sus derechos y de participar en actividades productivas, entre otras. Retomando la historia, la migración de mujeres desde las zonas rurales hacia las zonas marginales de la urbe ha implicado desde su inicio la oportunidad de romper con las relaciones autoritarias, no solo de padres y hermanos, sino también de empleadores y familiares a los que proveían de alguna labor doméstica. Para la mayoría, el hallarse en la ciudad, el matrimonio se convertía en la mejor opción para tener su propio hogar, aunque este trajera nuevas responsabilidades: “[…] spousal obligations and expectations, excerted through male control over women’s sexual behavior and social and biological reproduction, restricted many women in their freedom to participate in public meetings, to learn, and to advance for their own benefit” 69 (Boesten, 2004: 107). Así, las mujeres empezaron a organizarse sin dejar de lado su rol maternal para satisfacer las necesidades domesticas de sus hijos y encontraron en organizaciones como los comedores populares el lugar perfecto para actuar públicamente: “[…] women organised in grassroots organizations as mothers not only to provide communally for domestic necesities, but also as a domestic justification for acting in public” (Boesten, 2004: 107). Las creencias dominantes iban cambiando, nuevos marcos culturales iban apareciendo lentamente, y con ellos la reincorporación y el apoyo de los nuevos miembros. Se iba construyendo el nosotros y los comedores populares se transformarían en centros no solo de alimentación, sino de apoyo y capacitación. Según lo menciona Boesten en su estudio, se estaba generando una conciencia de género, de cambio, en la cual la organización tenía un papel preponderante. En una de sus entrevistas, una de las madres de la organización expresó la importancia de la organización de la siguiente manera: “That our daughters may wake up, that they won’t led themselves be humiliated like our predecessors did, like we did, like I did… transformation in gender relations indicates the shift between subordinate notions of motherhood to conscious notions of womanhood” (Boesten, 2004: 107). Los comedores populares se han tornado así, en centros en los cuales las mujeres se ayudan mutuamente para alimentar a sus familias y a otros miembros de la comunidad, y en el lugar donde la sumisión y la falta de participación tradicional, dentro y fuera del hogar, se ha transformado: “Plain communication with other women gave them back their voices, and created a plataform for female struggle […]” (Boesten, 2004: 110). Como señala Tarrow, los marcos culturales nuevos y heredados se combinan mediante una serie de estrategias: en el caso de los comedores populares, la maternidad se entrelazaba con 70 las nuevas opciones creadas a través de la organización; los símbolos de identidad maternal, injusticia, necesidad alimentaria, solidaridad, primero los hijos, no a la violencia, y autonomía, entre otros, se mantuvieron como elementos de unión. Algunos slogans fueron adoptados por el movimiento social de los comedores populares, sobre todo a fines de la década de 1980 e inicios de la de 1990 como consecuencia de los ataques senderistas en contra de algunas dirigentes locales. Estos slogans unían a los miembros de la organización, a la vez que ayudaban a la incorporación de nuevas socias: “Contra el hambre y el terror”, “Por la vida y la paz”, “No nos matarán ni con hambre ni con balas[…]" (Boesten,2004: 126). El “nosotros” estaba plenamente identificado. El “ellos” estaba compuesto, en primer lugar, por los gobiernos que creaban sus propios programas alimentarios intentando fomentar el clientelismo: “Los gobiernos de Belaunde (1980-1985) y García (1985-1990) buscaron construir sus propias clientelas entre estas organizaciones, creando programas asistenciales especialmente dirigidos a las mujeres” (Blondet, 2004: 14). El otro “ellos” era Sendero Luminoso, contra quien las socias de los comedores populares combatieron arduamente desde inicios de la década de 1980. Durante el segundo gobierno de Belaunde se crearon las “cocinas familiares de Violeta”, comedores subvencionados por el gobierno a los que las dirigentes de los comedores populares en todo momento rechazaron, pues se negaban a transformarse en comedores dependientes debido a su carácter autónomo. Con Alan García (1985-1990), otro programa se crearía para sobrellevar la crisis económica: el Programa de Asistencia Directa. Ante la decisión de los comedores autogestionarios de mantener su carácter de independientes y sin ataduras políticas al partido de 71 gobierno, las socias de los comedores populares decidieron, al igual que en años anteriores, seguir trabajando autónomamente. La ayuda llegó a los nuevos comedores formados con la idea de que fuesen subvencionados por los gobiernos locales a través del PAD. La desesperación de algunas madres por la falta de recursos trajo consigo la deserción de socias de los comedores autogestionarios; los comedores populares siguieron con sus actividades y con el propósito de crecer organizacionalmente. Sendero Luminoso también formó parte del “ellos”: a pesar de las advertencias del grupo terrorista y los asesinatos de algunas líderes, las organizadoras y las socias del movimiento social se resistieron a acceder a sus demandas y amenazas, y marcharon muchas veces como muestra de su repudio: “[…] fueron consideradas enemigas frontales cuando los senderistas decidieron tomar Lima. Matando a María Elena Moyano y a Pascuala Rosado, y atentando contra las vidas de muchas otras dirigentes, los terroristas pretendieron neutralizar una fuerza que difícilmente les permitiría avanzar en los pueblos jóvenes de la capital” (Blondet, 2004: 14). Cuando Alberto Fujimori asumió la presidencia del país, el Perú se encontraba inmerso en una muy fuerte crisis económica; el gobierno puso en marcha algunos programas para aliviar el problema alimentario: “[…] el Estado asienta su plan de emergencia social en la organización popular de mujeres. A partir de la aplicación de un severo programa de ajuste estructural, se crea el Programa Nacional de Asistencia Alimentaria - PRONAA, que reconoce a las socias de los comedores populares como interlocutoras del Estado en la distribución de alimentos y en el plan de alivio a la pobreza” (Blondet, 2004: 15). La organización autónoma se vio afectada por el subsidio que otorgó el gobierno; se forjó un cierto nivel de clientelismo político que afectó el desenvolvimiento de los comedores populares durante la década de 1990. 72 La necesidad de las mujeres por aliviar el problema alimentario, vio en el subsidio otorgado por el programa del PRONAA la mejor alternativa; a pesar de que el aporte del gobierno se ha acercado al 20 por ciento del equivalente a una ración, los comedores han insistido en que mantienen su autonomía. La línea que divide el "nosotros" y el "ellos" ha continuado a la vez que se han implementado programas asistenciales. Para algunos, la situación entre los comedores populares y el Estado se ha tornado a veces tensa, y el debilitamiento de los primeros se ha acentuado en los últimos años: “Explican esta situación tanto el impacto de la hiperinflación y la violencia terrorista de Sendero Luminoso como la relación con el Estado” (Blondet, 2004: 17). 4.4- La estrategia política: En cuanto a la estrategia política que describe Munck, se refiere a las acciones que los fundadores realizan para que el movimiento social pueda establecer y mantener una relación con las instituciones políticas del país. La estrategia política debe llevarse a cabo tomando en consideración la orientación al cambio del movimiento social, conservando la interacción entre la estrategia y la identidad, es decir, las consecuencias de las acciones de los actores estratégicos y la no negociabilidad de su identidad. La estrategia política debe ser analizada considerando la naturaleza social del movimiento en tanto se constituye y pertenece a la sociedad civil. Para Munck, la actitud autorrestringida de un movimiento social y las acciones de los fundadores dentro de la sociedad civil son válidas en la etapa de formación; una vez que se sobrepasa esta etapa del movimiento, es necesario que la organización, actuando desde la sociedad civil, transforme su actitud pasiva en una de carácter ofensivo en busca del diálogo y negociación con las instituciones políticas. Para Munck “[…] un movimiento social debe desarrollarse con una 73 fuerza capaz de desafiar el orden establecido por las instituciones políticas […] que transforme al movimiento social en un movimiento políticamente orientado” (Munck, 1995: 34). Durante los primeros años de organización de los comedores populares como unidades organizativas, y posteriormente como movimiento social, la acción de las fundadoras estuvo dirigida a satisfacer las necesidades alimentarias de las personas que conformaban los comedores. La prioridad de las dirigentes era aliviar el hambre de sus miembros, abaratando los costos de los insumos para contribuir a la salud y la economía familiar. Esta actitud autorrestringida o defensiva de la organización, de solucionar los problemas alimentarios por los que se habían organizado sin relacionarse con las instituciones políticas, fue una parte primordial de su desarrollo. La ineficiencia del Estado durante la década de 1970 para satisfacer las necesidades básicas de la población condujo a los comedores populares, desde su formación, a buscar el apoyo alimentario, especialmente de la Iglesia católica. En esta fase inicial no hubo una relación con las instituciones políticas, ni un diálogo o negociación en búsqueda de apoyo a la organización. El carácter autónomo característico de los comedores populares condujo a las fundadoras y demás socias a actuar independientemente de cualquier organización de apoyo alimentario fundada durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde y los primeros años del primer gobierno de Alan García. Los programas asistenciales creados en la década de 1980, como el PAD, el Programa Alimentario del Ministerio de Agricultura (PAN) y las cocinas familiares, entre otros, se dirigieron a ayudar a los sectores populares. En este contexto, los comedores populares no formaron parte de estos programas, por lo que desde sus orígenes trabajaron con escasos recursos y con el apoyo de agentes externos, de instituciones como la Iglesia católica, de 74 ONG y de otras entidades. Así, los comedores populares actuaron al margen de las acciones del Estado, sin intención de ninguna de las partes de entrelazar esfuerzos por una misma causa, pues existía el temor de las dirigentes de los comedores de que, al aceptar el apoyo alimentario del Estado, la organización se convirtiese en un instrumento de presión política. La organización social se estructuró más sólidamente para la segunda mitad de la década de 1980 y su estabilidad condujo a que las socias tomaran conciencia de que, mediante las negociaciones con el Estado, que tiene el poder político, podían promover y obtener sus objetivos. Refiriéndose a los comedores populares como grupo de interés de la sociedad civil, Granados expresa que “[…] estas organizaciones del espectro civil de la sociedad asumen explícitamente como sus contrapartes efectivas o buscadas de negociación a las autoridades políticas, y buscan impactar en las decisiones. Es más, que algunas de las que se tomen sean las que ellas están proponiendo que se adopten, como efectivamente ha ocurrido en más de una ocasión" (Granados, 1996: 121). Como comenta Munck, los movimientos sociales —en este caso los comedores populares— nacen y pertenecen a la sociedad civil, pero no se puede negar que su intención al cambio los coloca dentro del sistema político del país (Munck, 1995). Las relaciones establecidas por las dirigentes de los comedores populares con las autoridades políticas de los gobiernos locales o municipalidades y del gobierno central, así como los miembros del Congreso, fueron de mucha importancia para el desarrollo y el logro de los objetivos de la organización. El tejido de redes con las autoridades políticas del país, incluyendo a funcionarios de nivel medio, aumentó las posibilidades de que las demandas de la organización fueran escuchadas. 75 En 1986 la Comisión de Lima, en representación de la CNC, intentó llevar una carta al presidente García solicitando el reconocimiento de la organización como una organización social de carácter alimentario; la falta de contactos con autoridades y personas influyentes se hizo latente cuando la Comisión se vio obligada a entregar la misiva en mesa de partes, lo que disminuyó la posibilidad de que esta llegara al presidente: la Comisión Nacional de Comedores nunca recibió respuesta alguna. Luego de esta experiencia, las dirigentes de los comedores populares de Lima fortalecieron la organización y establecieron redes de conexión con las autoridades políticas. Así se inició una nueva etapa de diálogo y negociación para el movimiento: “[…] por propia decisión, las élites dirigenciales fueron armando un portafolio de contactos, simpatizantes e informantes, entre funcionarios, técnicos, políticos y autoridades, que les permita desempeñarse mejor en los vericuetos del poder” (Granados, 1996: 126). Durante el gobierno de Alan García, los comedores populares buscaron establecer un diálogo con las autoridades políticas debido, en parte, a los programas de asistencia social que se crearon. La contraparte con la que más relaciones estableció el movimiento durante este gobierno fue el Ministerio de la Presidencia, que promocionó programas sociales como el PAD y el PAIT. La creación de estos programas asistenciales del gobierno se convirtió en una amenaza para la estabilidad del movimiento social de los comedores populares. La ayuda otorgada por el Estado a los clubes de madres y a los comedores familiares creados por el partido de gobierno — diferentes de los comedores autogestionarios— ocasionó un quebrantamiento en la relación entre mujeres del mismo vecindario. Las dirigentes de los comedores populares de Lima Metropolitana acordaron dialogar con las autoridades del PAD para recibir los mismos beneficios otorgados a los clubes de madres, y se iniciaron las negociaciones con el gobierno para decidir las condiciones bajo las cuales se prestaría la ayuda alimentaria a los comedores 76 populares; la Asamblea Metropolitana de Comedores (AMC) rechazó la ayuda, ya que esta implicaba especialmente la disolución de la organización y la cesión de la conducción política del movimiento: “Esta situación reforzó ese fundamento de la configuración de su identidad en negación a los clubes, que no eran autónomos y que recibían todos los favores del Gobierno” (Granados, 1996: 64). Las dirigentes de los comedores populares, insatisfechas con el resultado del diálogo con las autoridades del PAD, esbozaron una nueva propuesta al Estado: la subvención de una canasta familiar de alimentos para el abaratamiento de los menús que ofrecían en los comedores, la CBI. Entre los meses de abril y agosto del mismo año, las autoridades del Ministerio de Agricultura convocaron, gracias al apoyo de un representante de las Naciones Unidas, a las dirigentes de los comedores populares de Lima Metropolitana a una mesa de negociaciones para plantear la propuesta de la canasta básica de alimentos. Las negociaciones no se concretaron, pero la experiencia adquirida por las dirigentes durante estos meses fue invalorable (Granados, 1996: 65). Debido en parte al fracaso de las negociaciones, la organización promovió una marcha conjunta con los Comités del Vaso de Leche, cuya cobertura de los medios de comunicación llamó la atención de las autoridades y de la ciudadanía en general: “La última etapa que ha vivido la CNC, posterior a la marcha del 22 de setiembre de 1988, cuenta con mayor reconocimiento de interlocutores del Estado. Se han entrevistado con autoridades, ministros, encargados de Cooperación Popular, directores de comercialización de alimentos, etcétera” (Córdova y Gorriti, 1989: 40). Luego de la movilización masiva en protesta por la falta de acuerdo con el Ministerio, aunado a la decisión de no incorporación en el programa del PAD y a 77 las medidas económicas dictadas en ese momento, las dirigentes de los comedores populares fueron recibidas por el premier Armando Villanueva del Campo y la ministra de Educación Mercedes Cabanillas, con el propósito de dialogar acerca de la CBI. El desacuerdo entre las partes influyó en las mujeres dirigentes de los comedores populares para insistir en el diálogo con otras autoridades políticas, especialmente con el presidente García, con quien se reunieron a finales del año 1988. El apoyo alimentario ofrecido a los comedores populares no se concretó, lo que no significó una derrota para la organización. Muy por el contrario, las negativas del Estado de colaborar directamente con los comedores populares trajeron como consecuencia una mayor participación de las socias en las actividades y decisiones de la organización, lo que fortaleció el movimiento social. Una de las primeras respuestas positivas —quizá la primera del Estado a las propuestas esbozadas por las dirigentes de los comedores populares— se dio como consecuencia de las negociaciones con las autoridades del PAIT. El pago del sueldo mínimo por un lapso de tres meses a las mujeres que trabajaban en los clubes de madres propuesto por el programa afectó el funcionamiento de los comedores populares: el traslado de algunas mujeres que trabajaban en los comedores populares hacia los comedores de los clubes de madres en busca de un sueldo mínimo temporal llevó a las representantes de las centrales de comedores de Lima Metropolitana a discutir la problemática entre ellas y a dialogar posteriormente con las autoridades del PAIT. Las representantes de las centrales presentaron sus propuestas por separado a cada zonal de Cooperación Popular, organización encargada del manejo local del programa asistencial. Como fruto del diálogo y las negociaciones con los representantes de Cooperación Popular, estos últimos aceptaron otorgar un número limitado de sueldos a la CNC como fondo común en beneficio del movimiento. Pese a las buenas noticias, los acuerdos no se llevaron a cabo debido a 78 la desactivación del programa del PAIT. Los comedores populares siguieron trabajando por los sectores populares aliviando el hambre y la economía de las socias, sus familiares y terceros usuarios de los pueblos jóvenes, mientras que el Estado paralelamente promovía sus programas asistenciales. La importancia cobrada por la organización de los comedores populares se puso de manifiesto en 1990, cuando la CNC convocó, a puertas de las elecciones presidenciales del país, a una conferencia en la que intervinieron algunos de los candidatos. La idea central fue escuchar los planteamientos de los panelistas respecto de los problemas alimentarios del país, así como las demandas de los comedores populares. Las dirigentes de la CNC se entrevistaron con los candidatos Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori, quien ganó las elecciones y convocó a algunas organizaciones de la sociedad civil —entre ellas la de los comedores populares— para conformar la Comisión encargada de organizar y conducir la implementación del Programa de Emergencia Social propuesto durante el gobierno de García. Esta actitud del gobierno podría ser un indicador de la importancia que venían adquiriendo los comedores populares. Paralelamente a la intervención de los comedores en la Comisión, las dirigentes de los comedores populares de Lima elaboraron un proyecto de ley: el “Reconocimiento de las Organizaciones de Base y Creación del Programa de Apoyo a la Labor Alimentaria”. El proyecto fue presentado en el Parlamento y distribuido entre las comisiones de Regionalización, Agricultura y Economía; la falta de pronunciamiento de las comisiones produjo una movilización masiva de las mujeres hacia el Congreso, en donde, gracias a la intervención de la ministra de Salud Gloria Helfer, una comisión de la CNC y un grupo de delegadas de las centrales distritales se reunieron con los presidentes de las cámaras de Diputados y Senadores, quienes manifestaron 79 su apoyo a las representantes de los comedores populares. Ni la marcha ni las promesas de los congresistas lograron una inmediata revisión del proyecto de ley; lo que sí se logró fue que en Comas las socias discutieran sobre el proyecto y plantearan una estrategia para lograr el objetivo de la ley (Granados, 1996: 72- 77). Esta experiencia entusiasta —el ánimo colectivo, como lo describe Granados— motivó a las dirigentes a continuar con su lucha por conseguir la aprobación del proyecto. La proximidad a la culminación de la legislatura ordinaria puso en riesgo la revisión del proyecto, por lo que fue necesario recurrir al apoyo de los parlamentarios. La estrategia de las dirigentes de los comedores consistió inicialmente en el envío de miles de cartas a los Senadores y Diputados, lo que atrajo la atención de la prensa acreditada en el Congreso. El mensaje de la organización era demostrar que, de aprobarse la ley, esta tendría un masivo impacto en la sociedad civil. La Comisión de Economía, luego de la gestión de algunos diputados —entre ellos Esther Moreno—, se reunió con las delegadas de los comedores populares. Gracias a los esfuerzos de la diputada Moreno y de las dirigentes, se consiguió ingresar el proyecto al orden del día para su votación (Granados, 1996: 72- 77). Luego de su aprobación en la Cámara de Diputados, fue enviado al Senado para su revisión: “El 13 es sustentado y obtiene el respaldo de Ana Kanashiro, representante del partido oficialista Cambio 90, y del presidente de la Cámara, Máximo San Román, gracias a las correlaciones multipartidarias que las dirigentes de la CNC establecieron” (Granados, 1996: 77). El proyecto fue aprobado por unanimidad: la Ley 25307 se convirtió en uno de los logros más importantes que la organización de los comedores populares obtuvo desde su formación. A partir de este momento, la lucha estaría encaminada a la reglamentación de la ley. 80 Paralelamente a las acciones dedicadas a la reglamentación de la Ley 25307, las dirigentes de los comedores populares de Lima iniciaron un diálogo con la Municipalidad de Lima para el reconocimiento de la personería jurídica de las organizaciones de base en los Registros Públicos. Según Granados, las acciones de las dirigentes de los comedores populares en el año 1991 pueden resumirse de la siguiente manera: “El año 1991 fue muy duro para el país, y particularmente para las mujeres de las organizaciones populares. Además, para el movimiento de comedores fue un año muy cargado. Negociaciones por el reglamento de la ley, por la ordenanza municipal, sobrecarga de trabajo por el proceso de organización de su primera convención metropolitana a nivel de Lima y Callao que buscaba la institucionalización formal del movimiento limeño y por las amenazas y atentados terroristas de Sendero Luminoso” (Granados, 1996: 81). Las acciones de Sendero Luminoso en Lima Metropolitana en contra de las dirigentes de los comedores populares condujeron al alejamiento de muchas de sus dirigentes y socias de la organización social, dejando en el camino el trabajo iniciado con la Municipalidad. Si bien el asesinato de María Elena Moyano se tradujo en el rechazo masivo en contra del grupo subversivo, el temor a las amenazas y a los crímenes de Sendero Luminoso condujo al abandono de muchas socias de la organización y al consecuente debilitamiento del movimiento social. La incorporación de nuevas dirigentes —inexpertas en su mayoría— conjuntamente con las nuevas medidas del gobierno de Fujimori, como la implementación de programas como el PRONAA, que no incluyó a los comedores populares, pero propició una actitud individualista de solución a los problemas alimentarios, dieron lugar en los noventa, a una década muy difícil para la organización. 81 5.- Conclusiones: La falta de evidencia en la bibliografía consultada, de un "análisis teórico" de los comedores populares, mediante la aplicación de una o más teorías que sobre movimientos sociales se han desarrollado en Estados Unidos, Europa o Latinoamérica, nos condujo a realizar el presente trabajo. Nuestro objetivo consistió en estudiar a los comedores populares de Lima aplicando un nuevo modelo de estudio que incorpora al modelo teórico desarrollado por Gerardo Munck, un cuarto bloque fundacional adicional, lo que nos permitió apreciar ampliamente el origen, el desarrollo y los logros de la organización. Utilizamos el modelo de estudio de Munck señalado en el marco teórico, que incluye tres bloques fundacionales para un análisis de los movimientos sociales: la formación de los actores, la coordinación social y la estrategia política. La falta de atención de Munck a la estructura y dinámica internas de los comedores populares, nos llevó a elaborar un modelo de análisis que incorporara un cuarto bloque fundacional: el aspecto interno funcional. El incorporar un cuarto elemento, ha conducido a la elaboración de un análisis profundo de los comedores populares; pudimos apreciar la estructura y dinámica interna de la unidad organizativa en particular, y la organización en general, necesarias para una mejor comprensión del movimiento social. A continuación presentamos las conclusiones a las que llegamos al realizar el presente trabajo de investigación: 1. Sobre la organización popular: A través de nuestro estudio hemos resaltado la importancia del trabajo de las mujeres en los sectores populares; que en el rol de madres y esposas, y movidas por la 82 necesidad de satisfacer las necesidades alimentarias de sus familiares, se organizaron y lucharon contra la aguda crisis económica y social por las que atravesó el país desde la década de los setenta, a las que se sumaron en los ochenta, la violencia política desatada por Sendero Luminoso. Las mujeres supieron organizarse dentro y fuera de la unidad organizativa de los comedores populares. El esfuerzo por agruparse y coordinar sus trabajos en diferentes niveles ha hecho de la organización un movimiento social muy importante en Lima Metropolitana y en el país. Como organización autónoma de mujeres, ha superado la tentación de ser asumida por los gobiernos de Belaunde, García y Fujimori, más bien, su rechazo a depender del Estado la ha fortalecido. 2. Sobre el cambio de rol de la mujer La capacidad organizativa de las mujeres dentro de los comedores, reflejó su habilidad, sin precedentes en el Perú, de transformar una organización en un movimiento social que agrupó a comedores populares a nivel central, distrital, zonal y nacional. La participación femenina en la creación y desarrollo de la organización produjo un cambio en el rol de la mujer tradicionalmente doméstico de dedicación a las labores del hogar; la interrelación con las socias de los comedores populares y los miembros de organizaciones sociales y políticas, influyeron en la actitud de la mujer para ampliar su rol en la sociedad y participar activamente en la esfera pública del país. Los comedores populares sirvieron como centros de alimentación, capacitación y discusión para sus socias. 3. Sobre el rol político de los Comedores Populares 83 Las mujeres de los comedores populares enfatizaron, desde el origen de la organización, su carácter autónomo, de independencia en relación al Estado y a los agentes externos que las apoyaron. El establecimiento de relaciones con las instituciones políticas en su orientación al cambio, no implicó una dependencia económica ni política, muy por el contrario, el énfasis en la autonomía alejó durante los primeros años a la organización de los programas de asistencia promocionados por los gobiernos de Belaunde y García. Con el transcurrir de los años, el reconocimiento de las dirigentes de los comedores de relacionarse con las instituciones políticas del país para el logro de objetivos, fue muy importante para el movimiento; la aprobación de leyes que beneficiaron a los comedores populares, el reconocimiento municipal de la organización y su incorporación en el PRONAA, entre otros logros, mostraron la trascendencia de dialogar y negociar con las instituciones políticas. La participación de las mujeres de los comedores populares en la arena política no ha cesado. 4. Sobre las relaciones y redes sociales de los comedores populares Las dirigentes de los comedores populares se relacionaron igualmente con diversos agentes externos; algunas instituciones, como la Iglesia Católica a través de sus parroquias o de la agencia CARITAS, y organizaciones, como ONG dedicadas a trabajar con el rubro de la mujer en el Perú, apoyaron a los comedores desde su formación mediante la donación de insumos y la asesoría a sus socias. La formación de redes sociales con organizaciones como los Comités del Vaso de Leche y los Clubes de Madres también resultaron igualmente importantes para el desarrollo del 84 movimiento; el apoyo mutuo en protestas organizadas y en diálogos y negociaciones conjuntas con instituciones políticas, llamó la atención de los medios de comunicación, lo que se tradujo en mejores posibilidades de obtener sus objetivos. 5.1- Recomendaciones Creemos necesario plantear finalmente algunas recomendaciones dirigidas a superar las limitaciones que hemos encontrado al realizar el trabajo: Si bien es cierto que el estudio realizado nos ha enseñado mucho acerca de los comedores populares, la escasa bibliografía sobre el tema y la falta de un contacto directo con los miembros de la organización han impedido obtener un panorama más amplio y profundo de los comedores. La observación de las vivencias y experiencias diarias de los miembros de los comedores populares pueden incrementar de manera significativa los conocimientos adquiridos; creemos que a partir de un 'estudio de campo' es factible dar respuesta a muchas de las inquietudes que han surgido al realizar la investigación. La utilización de fuentes primarias, como cuestionarios y entrevistas a las socias, usuarios, y miembros de las instituciones y organizaciones con las que se interrelacionan los comedores populares, permitirán entender de manera directa la dinámica de las unidades organizativas y las organizaciones superiores que conforman el movimiento social. El trabajo de campo puede abarcar a uno o más comedores de la ciudad de Lima, de la misma localidad o de diferentes distritos, e inclusive, expandirse la investigación hacia otras provincias del Perú en donde el número de comedores populares ha llegado en la actualidad a aproximadamente diez mil. Sin lugar a duda, un trabajo realizado en el interior del país se enfrentará con algunos obstáculos, como por ejemplo, las distancias que hay que recorrer para 85 llegar a los diferentes poblados teniendo en cuenta que carecen por lo general de medios de transporte público, la barrera del idioma, ya que los pobladores son quechua hablantes en su mayoría, o la desconfianza que una persona foránea puede producir en los pobladores de una comunidad. En lo que respecta a la ciudad de Lima, el trabajo de campo es más factible realizarlo, en primer lugar, porque no encontramos la barrera del idioma, ni del transporte, y en segundo lugar, porque podemos encontrar el apoyo de algunas instituciones como la Iglesia católica y algunas organizaciones que realizan o han realizado trabajos en los pueblos jóvenes, especialmente con los comedores populares. Sea que se trate de una investigación en Lima o en provincias, recomendamos acudir en primer lugar a la Asamblea del Cono que agrupa a los comedores de los diferentes distritos de Lima Metropolitana y a la Comisión Nacional de Comedores, ya que ambos servirán como fuente de información y de apoyo. Observar cómo se desarrollan diariamente las labores de los comedores populares, conocer a sus usuarios, verificar si realmente la ayuda llega a aquellos pobladores que viven en situaciones de extrema pobreza, constatar las condiciones de salubridad en que se preparan los alimentos y si estos son altamente nutritivos, evaluar en que medida la capacitación que reciben las socias le permite al comedor convertirse en una unidad productiva que mejore la situación económica de sus socias y de su comunidad, e inclusive, entender los niveles de autonomía económica y política que sostienen tener los comedores, entre otros temas, ayudarían indiscutiblemente a analizar al movimiento social. A su vez, con un trabajo de campo se podría apreciar de manera directa la forma en que los comedores se relacionan con su entorno social, es decir, como se organizan para llevar a cabo las movilizaciones, que pasos siguen, que contratiempos enfrentan como organización, quienes se adhieren a sus reclamos y propuestas, como establecen y mantienen las redes que forman con otras instituciones y organizaciones. 86 Creemos pues, que un estudio de campo ayudaría a responder estas y muchas otras incógnitas acerca de los comedores populares, que la comprensión global de la dinámica de los comedores populares a través de un estudio teórico y práctico, podrá en un futuro muy cercano constituirse en un punto de partida para la elaboración de otros trabajos investigativos que aborden a los comedores populares u otros movimientos sociales, que los ayude a mejorarlos e implementarlos en la búsqueda de sus objetivos: la mejora de vida de los ciudadanos. 87 6.- Referencias Bibliográficas Andreas, Carol, 1985. 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