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TITULO: Nuevas ciudadanías y participación democrática en América Latina.
AUTOR: Colectivo estudiantes Maestría en Ética y Filosofía política – Universidad del
Cauca:
Jerson López
Nery Veca
Ricardo Maya
Cesar Vototo
Milena Mazabel
Luz Adriana Sarria
E-MAIL: [email protected]
Universidad del Cauca
Simposio: Formas de participación ciudadana en América Latina – Teoría y práctica.
Tema de reflexión: ¿La ciudadanía liberal acentuada en el individuo, es superada, ignorada
o integrada en la formación y acción de los movimientos sociales?
1
Resumen:
La noción de ciudadanía liberal se ha pensado y construido a través de la historia bajo los
presupuestos de igualdad y libertad con relación al ejercicio de los derechos individuales.
Así en el pacto fundacional del Estado se le
otorgó a éste, ser el garante de los
derechos de los sujetos considerados como ciudadanos. En este sentido, en la categoría
de la ciudanía liberal no abarco a toda la humanidad pues tal concepción ha provocado
a través de la historia exclusiones, invisibilizaciones y desconocimiento de los sujetos
culturales. La ciudadanía liberal se enalteció como universal desconociendo y negando
otras razones localizadas. En este sentido la noción de ciudadanía liberal ha sido criticada
por los movimientos sociales quienes a través de sus luchas por la reivindicación de
sus derechos han permitido la emergencia de nuevas ciudadanías o ciudadanías alternas
que se han ido gestando en los movimientos sociales, como respuesta al sistema
configurado bajo los presupuestos de la ciudadanía liberal. De esta manera mediante la
pregunta ¿La ciudadanía liberal acentuada en el individuo, es superada, ignorada o
integrada en la formación y acción de los movimientos sociales?, la ponencia plantea que
hay un agotamiento de la ciudadanía liberal frente a las nuevas ciudadanías, y por tanto se
demuestra que las nuevas ciudadanías, materializadas en los movimientos sociales superan
la noción de ciudanía liberal. Se parte entonces de la idea de los movimientos sociales
como agentes que apuntan a la transformación institucional de la política y el Estado, en
tanto que sus actividades se articulan con el enriquecimiento de la democracia
construcción de nuevos sujetos sociales y políticos.
2
y la
INTRODUCCION.
Transcurridos más de 20 años de la promulgación de la Constitución Nacional de
1991en Colombia, la democracia participativa, aún sigue siendo una utopía. En la
década de los noventa se reconoció la diversidad cultural y se designó la
soberanía
nacional en el pueblo, no obstante, es aguda la inestabilidad, social, económica, cultural
y política que se vive en Colombia. Un amplio porcentaje de ciudadanos no son
escuchados frente a las necesidades que los agobia cotidianamente para lograr su
subsistencia y pervivencia. Pues prevalece un modelo de democracia representativa a
través
de los partidos políticos ( conservador, liberal, entre otros) que
personas de la elite
que mantienen el
poder del
Estado
y
canalizan
agrupan a
intereses
individuales. Los partidos políticos concentran el poder y excluyen la participación de
la sociedad, hecho que genera fragmentación, conflicto, pobreza, desplazamiento, entre
otros y revela la inoperancia del estado colombiano. De este modo, los partidos
políticos presentan limitaciones para visibilizar las problemáticas sociales y aportar
soluciones eficaces para los conflictos que afronta el
país. Como agotamiento de estos
han surgido los movimientos sociales, como posibilidad de un ejercicio democrático
capaz de articular a grupos de diversos intereses que buscan la reivindicación y
ejercicio de sus derechos. Estos movimientos generan iniciativas de relacionamiento y
desarrollo desde la autonomía y autodeterminación que reivindican el problema de la
democracia y realizan un acercamiento real a los problemas de desarrollo económico
3
social y político de la sociedad. Así, los
movimientos sociales se han convertido en
una fuerza opositora para el Estado
La ciudadanía liberal y movimientos sociales.
En la Edad Media se concibió que la verdad, la felicidad y el conocimiento emanaban de la
providencia y se transmitían a la sociedad través de la autoridad del rey y de la Iglesia. No
obstante, con el advenimiento de la ilustración y el ascenso del capitalismo
se dio
la imposición de la razón occidental y se elevó al individuo como portador y protagonista
de esta, caracterizado por ser autónomo, libre e igual. Estos valores se proyectaron en lo
económico, social, político y cultural, es decir, el individuo se erigió como eje de la
organización social, dueño y señor de la naturaleza. De esta manera la noción de
ciudadanía liberal se ha pensado y construido a través de la historia bajo los presupuestos
de igualdad y libertad en relación al ejercicio de los derechos individuales. La Declaración
de los Derechos del Hombre –que emana de la realidad del hombre francés-, se erigió y
reprodujo mediante la Declaración Universal de los Derechos Humanos1 en una muestra
de la razón funcional para el progreso capitalista. Pues dicha declaración consagra un
1
La Declaración Universal de la ONU: Un código de valores para nuestro tiempo. Papachini, Angelo. 1997.
Págs. 517 - 539. Cabe anotar que en consideración de este autor, la DUDH contiene “auténticos universales
humanos”, una especia de principios válidos y unánimes para todos, como lo son la vida, la dignidad humana,
las libertades de participación, de trabajo, de pensamiento, de cultos y la libertad política, de suerte que se
trasciende las diferencias religiosas, los ideales, las interacciones sociales, etcétera. En su entender, la
Declaración contiene un lenguaje común a los pueblos, se superan las diferencias religiosas, políticas,
culturales, de vida, etcétera, y ellos son iguales en cuanto a los valores y a las libertades.
4
código de valores o principios válidos y “unánimes” común a los pueblos2, que aplica
para todos los sujetos del mundo.
Del mismo modo en el pacto fundacional del Estado se le otorgó a este ser el garante de
los derechos de los sujetos considerados como ciudadanos. No obstante, esta noción de
ciudadanía liberal es cuestionada por la intensidad de la exclusión que ella representa, en
tanto razón localizada que se ensalzó como universal desconociendo y negando otras
razones localizadas. En este sentido la noción de ciudadanía liberal resulta relevante en la
medida en que permite comprender la búsqueda de nuevas ciudadanías o ciudadanías
alternas que se han ido gestando en los movimientos sociales, como respuesta al sistema
configurado bajo los presupuestos de dicha ciudadanía liberal.
Como resultado del movimiento histórico se sabe que esta fue una razón arrogante, que se
consideró a sí misma como la gran reveladora de la realidad del mundo y que aunque
inserta en la concepción liberal se ha ido transformando en relación a sus propios
intereses, pues a ciudadanía, incluso dentro de la concepción liberal, también se va
transformando: una es la concepción liberal del siglo XVIII y otra, la del neoliberalismo.
La primera, limitada a la relación Estado-individuo, expectante a un sistema político y a
unos derechos pre-establecidos por el poder dominante, abstracto y formal, impotente en la
proposición y materialización de políticas de inclusión. Por su
parte, la concepción
neoliberal, construida con políticas de ajuste económico y social, que tienden a minimizar
el Estado, en la que la ciudadanía funciona a favor de integrar al individuo al mercado,
2
Papachini, Angelo. 1997. Págs. 517 - 539.
5
eliminar en forma sistemática derechos consolidados y consecuentemente la reducción del
papel interventor del Estado. Por último, dentro del marco neoliberal emergen las nuevas
ciudadanías, que n una transformación democrática, social y cultural, incorporando un
nuevo tipo de derechos, nuevos sujetos sociales y reclamando la ampliación del espacio
político, de tal modo que el ciudadano del liberalismo y el neoliberalismo pasa de ser un
agente pasivo a configurarse como agente activo3.
Para los movimientos sociales la noción de ciudadanía liberal resulta problemática por su
carácter hegemónico, individualista y totalitario. Como ya se ha mencionado, por varias
décadas el uso de esta noción ha provocado una práctica de exclusión y discriminación
que
ha sido criticada por
los
daños
generados
en las culturas
originarias de
Latinoamérica. En esta dirección Evelina Dagnino identifica que los movimientos
sociales y las luchas actuales han constituido aportes fundamentales en la renovación
teórica liberal y las concepciones marxistas tradicionales entre cultura y política. Los
movimientos sociales en la perspectiva de Dagnino visibilizan la sociedad civil como
escenario de lucha política donde se diputan sentidos legítimos e ilegítimos del orden
social. Esto implica varias cosas, una, reconocer la heterogeneidad de los sujetos y otra,
la confrontación con el Estado, pero no en el sentido de la toma del poder, sino en la
localización del poder, por fuera del Estado, ya que los movimientos sociales están
involucrados en la lucha por una democracia que se construye desde el lugar de
3
Dagnino, Evelina, 2001: “Cultura, ciudadanía y democracia: los discursos y prácticas cambiantes
de la izquierda latinoamericana”, en Escobar, Arturo, y otras, 2001: “Política Cultural y Cultura
Política.
6
enunciación, lugar donde se generan los conflictos, se evidencian las necesidades y surgen
propuestas para contrarrestarlas. Estas prácticas visibilizan en las formas de resistencia
colectivas “un rechazo a la institucionalidad política y al Estado (…) y una exigencia
radical de su transformación” (Dagnino, 2001: 71).
En tanto que la ciudadanía liberal expresa un sujeto/individuo de características y derechos
universales cuya acción política se agota en la individualidad de sí mismo, es un ciudadano
“débil” para enfrentarse al aparto estatal al que ha cedido su autonomía. Contrario a esto,
los movimientos sociales dan paso a un sujeto que se constituye en la resistencia colectiva,
en aras de la democratización de la sociedad, en la que reconociéndose como “miembros de
una misma clase, como personas que están unidas por intereses comunes” (Zibechi, 2010:
227) generan dinámicas en las que se da un agotamiento del individuo, como ente
interpelante del Estado. Es en los movimientos sociales como propulsores de
democratización, donde se evidencia la inferioridad individual antepuesta a la forma
comunidad, en la que se genera un todo orgánico e indivisible como fortalecimiento de la
comunidad (Zibechi, 2010: 220).
Es de notar también que la incorporación de la visión del terreno cultural como terreno
político y como lugar de constitución de sujetos políticos diferentes y como instrumentos
de cambio político” (Dagnino, 2001: 69) aporta y conduce a una re-conceptualización del
individuo como parte fundamental de lo que Grosfoguel ha denominado la concepción
“otra” de hacer política (Grosfoguel, 2011: 681), hecho que provoca que los movimientos
7
sociales ganen fortaleza y funcionalidad para la transformación y democratización de la
sociedad.
La nueva ciudadanía y los movimientos sociales.
La ciudadanía en los movimientos sociales se reconfigura en tanto que estos surgen, se
mantienen y multiplican con base al reconocimiento de nuevas identidades en la sociedad,
que propenden por la ampliación de los derechos políticos. Por lo tanto, la nueva
ciudadanía detenta un discurso sobre la dignidad, en la que ésta reclama un significado en
la valoración de la condición humana que el modelo eurocentrista no ha desarrollado por
completo, y que por el contrario la ha subyugado a la racionalidad económica. La práctica
ciudadana desde la resistencia transforma y decodifica toda plataforma teorética
constitucional que jamás da cuenta de la realidad. Por ende, el cambio del sujeto individual
al sujeto colectivo está “en los de abajo, como llama Fornet Betancourt, en los explotados,
en los oprimidos, en los excluidos, en los pobres y quienes viven en la miseria. Su lucha
por la dignidad no sólo reivindica la solución de sus problemas, es a la vez, el
reconocimiento de la construcción de una sociedad por fuera de los conflictos que los puso
en resistencia, es la dignificación de condiciones de vida cada vez, ahí sí, más humanas.”4
La nueva ciudadanía postula el agotamiento de la individualidad como mecanismo de
transformación de la sociedad y en su lugar coloca las formas de resistencia colectivas
“Esta concepción amplificada de la ciudadanía implica, en contraposición con el punto de
vista liberal, que ella ya no está confinada dentro de los límites de la relación con el Estado
4
Diego Jaramillo, Ciudadanía en la resistencia, PDF, p. 10
8
o entre el Estado y el individuo, sino que más bien debe establecerse dentro de la propia
sociedad civil” (Dagnino, 2001: 79). La nueva ciudadanía contrario a la ciudadanía liberal
construye un ciudadano dialógico, que se antepone a la reproducción de matrices
epistemológicas coloniales. De este modo,
la ampliación y alcance de la nueva ciudadanía, cuyo significado va
mucho más allá de la adquisición legal y formal de un conjunto de
derechos y, por tanto, también desborda el sistema político/juridicial. La
nueva ciudadanía es un proyecto de nueva sociabilidad […] un formato
más igualitario […] que implica el reconocimiento del otro como sujeto
portador de intereses válidos y derechos legítimos “ (Dagnino. p 78).
De lo anterior, se deduce que es en los movimientos sociales donde asistimos a un nuevo
ejercicio de la ciudadanía que ha criticado y superado las políticas de la integración y
asimilación pero a su vez se debate sobre temáticas por la autonomía y autodeterminación
que requieren además del discurso y formalización, su materialización. Es así que la
nueva ciudadanía busca una transformación democrática, social y cultural en el que se
incorpora un nuevo tipo de derechos, nuevos sujetos sociales y una reclamación ampliación
del espacio político, pasando así del sujeto pasivo al sujeto activo5. La dinámica de los
movimientos sociales a través de sus luchas ha generado transformaciones al interior de los
Estados y también en las instituciones. Verbigracia en el desarrollo
del derecho
internacional hay claros avances en cuanto a la
derechos y
reivindicación de
reconocimiento de nuevos sujetos. El Convenio 169 de la OIT y la Declaración de
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas consagra
5
derechos
Dagnino, Evelina, 2001: “Cultura, ciudadanía y democracia: los discursos y prácticas cambiantes de la
izquierda latinoamericana”, en Escobar, Arturo, y otras, 2001: “Política Cultural y Cultura Política.
9
vulnerados a través de la historia. Es de notar que este reconocimiento es producto de
las
demandas de los pueblos indígenas quienes a través de sus luchas han abierto el
camino de la visibilidad cultural, política y económica con propuestas
diferentes/alternas al modelo
y dinámicas
capitalista. Podemos decir entonces, que el movimiento
social rompe con la inercia social del statu quo, cambia de lugar, rechaza el lugar que
históricamente le estaba asignado como el marginado, el pobre y el subversivo.
En este sentido, la nueva ciudadanía busca hacer operativa la democracia, “(…) busca
implementar una estrategia para la construcción democrática y la transformación social
que afirma un vínculo
constitutivo entre cultura
y política” (75).
Incorpora las
subjetividades, los sujetos sociales y la luchas por los derechos, el derecho a tener
derechos demarca una visión distintiva y ampliada de la democracia que lleva a cabo una
nueva definición de ciudadanía y de su referente central, la noción de derechos. Es así que
la formación y acción de los movimientos sociales supera la ciudadanía liberal acentuada
en el individuo, Borón plantea al respecto que “dentro de los marcos de la tradición
liberal, el papel de los movimientos sociales o de cualquier tipo de sujeto colectivo no
puede siquiera ser imaginado a la hora de reinventar la democracia. (…). En
consecuencia, la sola idea de un demos participativo, o de múltiples sujetos colectivos
reconstruyendo incesantemente el orden democrático, es una pesadilla que las clases
dominantes combaten sin ninguna clase de concesiones.” Y reafirma en defensa de los
movimientos sociales que son muchos los que hacen “las luchas sociales desatadas por las
10
múltiples formas de opresión capitalista: explotación, patriarcado, discriminación,
sexismo, racismo y ecocidio, todo lo cual provoca el florecimiento de múltiples sujetos
dispuestos a resistir y vencer”6. Teniendo en cuenta que liberalismo, neoliberalismo y
capitalismo van de la mano, fácil es concluir que el ciudadano que se emancipa es otro, es
decir, el sujeto colectivo. No se trata de ignorar o de integrar el ciudadano liberal, sino de
superarlo.
La democratización que propone la nueva ciudadanía es entonces una ciudadanía que
requiere como condición necesaria de sujetos activos, se trata de una sociedad civil que se
caracteriza por la demanda de derechos y libertades que trascienden el plano individual y a
su vez están marcados históricamente por la incorporación de derechos económicos y
sociales que enfatizan en el reconocimiento de la diferencia como eje de justicia social y
política. Lo que pretenden estos movimientos es hacer un llamado para encontrar una
diversidad epistémica, que conduce a la transmodernidad7, reconociendo y superando un
pasado hegemónico-colonial. En esta perspectiva Jaramillo afirma: “La resistencia es
entendida, en este caso, no únicamente como contestataria al ejercicio de la dominación; ya
sea cultural, política, económica o social, sino también como una forma afirmativa de
construcción de procesos culturales, económicos, políticos y sociales propios” (Jaramilllo,
2010:5).
6
Borón, Atilio, 2006, “Crisis de las democracias y de los movimientos sociales en América Latina: Notas
para una discusión”.
7
Dussel
11
En el ámbito político resaltamos que una vez que los movimientos sociales interfieren en la
estructura u ordenamiento social, se revisten de un carácter político, en tanto que “(…) la
política es mucho más que lucha por el poder. También es resistencia, esfuerzos por
recuperar la dignidad, la pertenencia, el reconocimiento, respuesta a agravios morales, etc.”
(Osorio, - : 83). Los desplazamientos
de posiciones heredadas que producen los
movimientos sociales constituidos como sujetos políticos, interfieren desde su
condensación como acción colectiva y política en la esfera institucional, en tanto que se
representan como resistencia al orden de cosas establecido.
Los movimientos sociales no surgen con la modernidad, por el contrario ha “existido sin
duda como, deseo, como idea y quizá también proyecto desde los comienzos mismos de la
descolonización” (Grosfoguel, 2011: 685), lo cual permite enunciar un proceso histórico de
los movimientos sociales como sujetos políticos desde su nacimiento. En esta perspectiva
los movimientos de resistencia hacen parte de una formación histórica de dependencia
instaurada por la colonia. En este sentido, el foro de Porto ha definido que “todo
movimiento social se configura a partir de aquellos que rompen la inercia y se mueven, es
decir, cambian de lugar, rechazan el lugar al que históricamente estaban asignados dentro
de una determinada organización social, y buscan ampliar los espacios de expresión que
(…) tienen fuertes implicaciones de orden político” (Zibechi, 2008:52).
En esta misma línea y comprendiendo el planteamiento del agotamiento de la ciudadanía
liberal frente a las nuevas ciudadanías, queremos plantear la existencia de un espacio
transicional entre la ciudadanía liberal y las nuevas ciudadanías, a saber, los espacios que se
12
están dando en relación con la hibridación jurídica, es decir, la posibilidad que han ganado
los pueblos indígenas de moverse en los territorios indígenas y en Colombia con unas leyes
propias como la Ley Natural, el Derecho Mayor, La Ley de Origen, y los reglamentos
internos de cada resguardo y al mismo tiempo, con las leyes del Estado, presentándose aquí
un hibridaje jurídico transicional entre el sujeto liberal y el sujeto colectivo, que parece
esbozar y representar a la vez la potencialidad de los movimientos sociales en la
democratización de la sociedad.
CONCLUSIONES.
La renovación democrática que los movimientos sociales están llevando a cabo , pese a
los grandes retos con que se enfrentan ante un sistema neoliberal avasallador, una nueva
definición de ciudadanía, resulta evidente con los reconocimientos culturales y jurídicos
que se han institucionalizado. Diego Jaramillo, plantea que “La práctica ciudadana desde
las luchas de resistencia de estas comunidades desborda el significado mucho más
individual que se deriva de tendencias predominantes de la teoría liberal.”.8 Se refiere el
Profesor, a la lucha o confrontación liderada desde América Latina, en particular en
Colombia, por el movimiento indígena, a favor de los derechos y de la defensa de
condiciones mínimas de existencia, desmontadas por el neoliberalismo. No es solo la lucha
de clases y la resistencia, sino la construcción de procesos económicos, políticos, culturales
8
Jaramillo Salgado, Diego, 2006. “Ciudadanía en la resistencia comunitaria. Versión digital.
13
y sociales diferentes a los dominantes. En el caso de las comunidades indígenas, esta lucha
y esta construcción, conserva y reproduce raíces culturales históricas; convoca a muchos
otros –indígenas de todo el país, campesinos, sindicatos, grupos de género,
afrocolombianos, entre otros-, y pretende entonces, no solo solucionar los problemas
inmediatos de las comunidades, sino que, incluso desde la participación ciudadana
delineada en la Constitución Política a su favor, confrontan lo que afecta en forma
estructural a toda la sociedad, “ asistiendo así a un nuevo ejercicio de la ciudadanía”9.
Estamos ante un conjunto de actividades que crean y estrechan nuevos lazos sociales, que
inducen a buscar otro mundo desde el lugar que ocupan, sin perder la autonomía y demás
rasgos particulares. “Producir sin capataces, educar en base a la auto-educación colectiva,
cuidar la salud rompiendo el monopolio del saber del médico, crear organizaciones
flexibles que tienden a la horizontalidad en cuanto a la toma de las decisiones y la rotación
de los dirigentes, indica que estamos ante realidades muy diferentes a las del viejo
sindicalismo y los partidos de izquierda.”10
Para ello la noción de ciudadanía liberal acentuada en el individuo ha sido integrada en
su formación y acción de los movimientos sociales, pero para ampliar su contenido y
hacerla operativa, esto en razón de que la ciudadanía liberal no
reconoce al sujeto
colectivo. Hecho que se revela en la crisis de de la democracia como producto de la
desigualdad, exclusión e invisibilidad de sujetos sociales que por diferencias de raza,
9
Jaramillo, Diego.
Ibíd., p. 214
10
14
genero, etnia entre otros no formaron parte en la construcción de sociedad y sus
derechos. De este modo, la formación y acción de
los movimientos sociales ha sido
crucial en los procesos de democratización en la política y el Estado ya que construye
la noción de nueva ciudadanía e incluye a los sujetos colectivos. Esto significa que en
términos de la teoría liberal centrada en el individuo, este es superado al generarse en el
seno de los movimientos sociales una nueva definición de la noción de ciudadanía.
Superada no significa aquí, acabada.
Para ampliar el ejercicio de nuevas ciudadanías y por tanto la ampliación en la participación
democrática se hace necesario repensar la modernidad y su crisis11 de correspondencia en la
cual la globalización, forma última de la manifestación de la modernidad, no tiene
respuesta para los problemas actuales de la humanidad. Un primer paso es concebir la
modernidad desde la unidad de análisis planteada por Wallerstein: el sistema-mundo, esto
es, comprender que la modernidad es la historia de Europa, contada por los europeos, en un
lenguaje de universalidad, pero inmersa en una historia mundial, es decir, comprender que a
pesar del eurocentrismo, existieron y existen otras racionalidades. Es necesario por ende ver
y pensar a Europa como una “provincia” en el mundo, que logró imponer su lógica.
Además, es necesario plantear como antípoda de la ciudadanía liberal las nuevas
ciudadanías, entendidas desde la perspectiva de Dagnino como “un proyecto de nueva
sociabilidad: no solo es una incorporación al sistema político en el sentido estricto, sino un
11
Flórez, Juliana, 2010: Lecturas emergentes: decolonialidad y subjetividad en las teorías de movimientos
sociales. Bogotá, Universidad Javeriana, págs. 79 – 104. Agrega la autora: “repensar… el potencial de los
movimientos de la región para afrontarla”.
15
formato más igualitario de relaciones sociales en todos los niveles, incluidas nuevas reglas
para la convivencia en sociedad (para la negociación de conflictos, un nuevo sentido del
orden y la responsabilidad públicos, un nuevo contrato social, etc.)” (Dagnino, 2001: 78).
También es importante reconocer en la etapa transicional de la ciudadanía liberal a las
nuevas ciudadanías, como lo afirma Villoro, que si se asegura la libertad de todos sin
exclusión alguna, la democracia es participativa -no representativa-, y que si el estado no se
impone a los ciudadanos sino que interviene para eliminar la exclusión, la productividad y
el desarrollo son un propósito válido si no hay marginación ninguna de la comunidad12.
12
Villoro, Luis, 2005: De la Libertad a la Comunidad, México: Fondo de Cultura Económica, págs. 17 – 37.
16
BIBLIOGRAFIA.
Atilio Borón, Crisis de las democracias y movimientos sociales en América Latina: notas
para una discusión. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=43203, p.1-15.
Boa Ventura Santos, “Un discurso sobre las ciencias.” En: Una epistemología del sur,
CLACSO, Siglo XXI, México 2009.
Dagnino, Evelina, 2001: “Cultura, ciudadanía y democracia: los discursos y prácticas
cambiantes de la izquierda latinoamericana”, en Escobar, Arturo, y otras, 2001: “Política
Cultural y Cultura Política.
Diego Jaramillo, Ciudadanía en la resistencia, PDF, disponible
http://ceilat.udenar.edu.co/wp-content/uploads/2011/03/DIEGOJ1.pdf, p. 1-10.
en:
Flórez, Juliana “Claves para una lectura decolonial de los movimientos sociales latino
americanos.” En: Lecturas emergentes. Decolonialidad y subjetividad en las teorías de los
movimientos sociales. Bogotá: Universidad Javeriana, 2010, p. 79-104
Grosfoguel, Ramón, 2011: “De Aimé Césaire a los zapatistas”, En Dussel, Enrique,
Eduardo Mendieta y Cármen Bohórquez: El pensamiento filosófico latinoamericano, del
Caribe y “Latino” (1300-2000). México, Siglo XXI. pp: 673-682.
Immanuel Wallerstein, “El análisis de los sistemas-mundo, y sobre el método y unidad de
análisis.” En: Capitalismo y movimientos anti sistémicos, un análisis de sistemas-mundo,
Madrid: Akal, 2004, 134-160.
Papachini, Angelo. 1997. La Declaración Universal de la ONU: Un código de valores para
nuestro tiempo. Págs. 517 - 539.
Rodolf Stavenhagen, “¿Cómo descolonizar las ciencias?” En: Sociología y subdesarrollo,
México, Nuestro Tiempo S. A, 1974, p. 207-234
Zibechi, Raul, “Movimientos sociales y nuevas territorialidades.” En: América Latina:
periferias urbanas, territorios en resistencia, Bogotá, Desde Abajo, 2008, p. 199-215
Zibechi, Raúl, 2010: América Latina: Contrainsurgencia y pobreza, Bogotá: Desde Abajo.
Villoro, Luis, 2005: De la Libertad a la Comunidad, México: Fondo de Cultura Económica,
págs. 17 – 37.
17