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REFLEXIONES FRENTE A LA PAZ
Mg. Ma. Cristina Orozco Lugo.
Secretaria de asuntos pedagógicos ADEC
[email protected]
Inicia un año que debemos asumir, quizá, como el reto histórico más importante para
quienes hemos anhelado desde que nacimos en este bello país, poder vivir en paz; una
paz más allá de esa concepción capitalista, desde donde se percibe como salvaguardar
la propiedad privada y la acumulación de riquezas en manos de unos pocos dueños de los
medios de producción, cuyo resultado se infiere observando la realidad política y social de
nuestro país. Por otra parte, la constante y cruda realidad de la acumulación de capitales a
costillas de la explotación laboral y la privación de muchas de las necesidades básicas y
derechos fundamentales de la mayoría de la población colombiana.
La ausencia de paz en nuestro país tiene múltiples razones y situaciones de orden político,
social, económico y hasta cultural; no en vano genera sentimientos diversos en la
población, para algunos no deja de ser indiferente, antipático, polémico,
confuso…afortunadamente somos más los simpatizantes y comprometidos con la
necesidad de que se
firme la paz con los grupos alzados en armas, pero
fundamentalmente, con lo que implica en el post-acuerdo, la verdadera construcción de
la paz.
Vale la pena aclarar para iniciar, que la firma de los acuerdos de paz no significa que no
habrá más conflictos, movilizaciones sociales, marchas de campesinos, indígenas,
estudiantes, trabajadores…todo lo contrario, será la posibilidad de que los gobernantes
dejen de decir que estas justas reclamaciones de los diversos sectores sociales están
infiltradas por las guerrillas, sea cual sea, para justificar los oídos sordos que históricamente
han mantenido ante las necesidades del pueblo en general. Ahora bien, estos acuerdos
cuentan con veedurías internacionales que serán garantes de que después de las firmas,
esos acuerdos se cumplan por las partes, sin que se repitan episodios vergonzosos del
pasado. Pero además, el post-acuerdo implicará un cambio en la manera de hacer política
y de gobernar éste país; la necesidad de una verdadera política pública que permita tener
planes de desarrollo para el pueblo, legislación con carácter social y respeto por los
recursos naturales. Todo ello en un proceso que seguro nos llevará varios años.
Sin embargo, este 2016, es el punto de partida para el cambio de paradigma en todos los
escenarios, en cada uno de los imaginarios que hemos construido o que nos ha tocado
vivir. El reto que tenemos de frente, involucra a todos los sectores sociales, académicos
y políticos; la familia en sus diversas manifestaciones actuales, las iglesias, los medios de
comunicación, la Escuela; hombres y mujeres en su multiplicidad ideológica y racial
tendremos que cicatrizar las heridas de la guerra para mirar hacia adelante sin perder el
referente histórico, reconociendo y exigiendo la verdad, valorando la justicia, reparando de
diversas formas y con la convicción de no volver a repetir la tragedia ya vivida.
Como maestros y maestras no somos ajenos a la historia ni a los hechos, la hemos vivido
y padecido tanto o más que otros sectores; sin embargo, tenemos el compromiso social, la
vocación y formación pedagógica para liderar el reto, para seguir luchando en unidad por
la defensa de la educación pública de calidad y digna para los niños, niñas y jóvenes que
llegan a nuestras aulas; para seguir rechazando toda decisión política que atente contra el
derecho fundamental a la educación, a la salud y al trabajo digno; para formar desde cada
escuela del territorio nacional a los ciudadanos y ciudadanas que necesita la nueva
Colombia, la Colombia que merecen las nuevas generaciones.
No nos asusta el reto, por ello no podemos ser inferiores al mismo. Tendremos que ajustar
nuestros PEI, basados en nuestros principios de realidad inmediata, privilegiando la
subjetividad sobre la objetividad y, contando con los nuevos epistemólogos del sur.
Tendremos que ajustar la cotidianidad de la escuela a las nuevas circunstancias, no
podemos esperar cambios si seguimos haciendo lo mismo; incluir conceptos nuevos que
serán tema obligado en cada una de las clases con nuestros estudiantes y en los
conversatorios con nuestros pares académicos; cambiar actitudes imponentes por
actitudes conciliadoras y dialogantes, vivenciar una democracia distinta a la impuesta por
el capitalismo, hacer de los gobiernos escolares un verdadero escenario de debate
académico y administrativo, donde todos nos sintamos ganadores, y con seguridad,
entretejeremos en la urdimbre de la vida diaria, la complejidad del conocimiento entorno a
la paz.
Por otra parte y hablando de temas o conceptos que debemos tener claros, uno de los
más polémicos, es el de justicia transicional, pero ¿qué es? Muchos han hablado del
tema, citaré algunos conceptos que me parecen coherentes e importantes, para que
dejemos de creer que justicia transicional es sinónimo de impunidad: "Justicia transicional
no es un escenario donde se perdone u olvide de manera absoluta. Implica el
esclarecimiento, la garantía de los derechos de las víctimas, la implementación de reformas
institucionales, la recuperación de la confianza de los ciudadanos y el fortalecimiento del
Estado de Derecho"1. Es claro que después de la firma de los acuerdos de paz, así como
tendremos que romper paradigmas como personas y como ciudadanos, también deben
transformarse la política, los gobernantes y el marco jurídico, pues deben ajustarse el nuevo
periodo que iniciamos. En buena hora, pues personalmente creo que la cárcel en nuestro
país es un sistema con muchas falencias y que difícilmente resocializa.
Ahora bien, “En el marco de la justicia transicional la impunidad puede entenderse no
como la ausencia de penas, sino como la ausencia de mecanismos efectivos para
asegurar el desmantelamiento de las estructuras económicas, territoriales y de poder
que permitieron las violaciones de derechos humanos”2. Esta es la parte más relevante,
pues si de lo que se trata es de consolidar la paz, lo que verdaderamente debe
preocuparle al pueblo colombiano y a quienes aspiran seguir gobernando éste país, es
romper la brecha de iniquidad e inequidad (entendida la primera categoría como
1
2
Gustavo Salazar.- Ex subdirector Centro Internacional para la Justicia Transicional (Ictj)
Carolina Olarte Olarte.- Investigadora Instituto Pensar. Universidad Javeriana
injusticia o maldad en el modo de actuar, y la segunda, como la diferencia entre los
grupos o clases que forman la sociedad) que ha imperado por años. En otras palabras,
es fundamental que realmente se respeten los derechos humanos, que haya salud y
educación pública gratuita para todos, trabajo en condiciones dignas, que nuestros
campesinos puedan volver a cultivar y garantizar al país la soberanía alimentaria; que
no mueran niños por desnutrición o falta de atención a las maternas; que los hospitales
sean públicos, que no haya más ecocidio (entendido como el daño masivo o
destrucción ambiental de un territorio determinado, de tal magnitud que ponga en peligro
la supervivencia de los habitantes de dicho territorio) y tengamos salarios justos; si esto
falta, seguiremos teniendo un país en impunidad, la misma impunidad que nos ha tenido
en éste largo conflicto.
.