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Adorno entiende la música como el producto de una “organización y combinación de sonidos en el tiempo”,
y la distingue de las “obras musicales”, ya que a estas últimas las comprende como elaboraciones históricoculturales. Gracias a esta definición, Adorno no sólo amplía la idea misma de música al separarla de los
cánones armónicos y melódicos, sino que además la vincula con los distintos sonidos que se originan en las
cosas del mundo, la conecta con cualquier cadencia, transitar, y acontecer discontinuo de ondas vibratorias.
El mundo, todo elemento, resuena, tiene su música, en la medida en que su movimiento -temblores,
oscilaciones- se expresa en ondas que se transmiten por el ambiente.
En este sentido, propondrá que lo esencial de la música no está en su elaboración sino en el hecho de
que se da siempre de modo “absolutamente enigmático”, es un lenguaje cifrado. Las combinaciones de
sonidos son un modo del decir del mundo que, simultáneamente, muestra y oculta, expone y esconde, y
por ello se resisten a ser entendidos y traducidos. En efecto, la música es un tipo de lenguaje que, por estar
sustancialmente separado de lo visual y conceptual, tiende al “nombre puro”, es decir, hacia una expresión
que se da como una unidad perfecta, que no se articula en signos sino en ritmos, compases, cadencias. Para
Adorno en la música existe, entonces, una fusión entre expresión y expresado que provoca que “cuanto más
se asemeja la música a la estructura del lenguaje, tanto más cesa al mismo tiempo de ser lenguaje”, ya que si la
inmediatez la aleja de los espacios de la re-presentación y la acerca a los ámbitos de la voz -de la facultad del
habla-. Ese enigma esencial, aunque parezca paradójico, tiene que ver más con el silencio que con los sonidos,
ya que es el silencio -la pausa, el intervalo, la detención- la que construye las secuencias, la que ordena las
combinaciones, la que permite el hacerse presente del sonido y, con ello, de la audición. Justamente es gracias
a ese papel preponderante del silencio que la música -entendida ampliamente como la entiende Adorno- es
un “lenguaje del nombre puro”, ya que es únicamente potencia de decir, fuerza de significación, es siempre
facultad poética (creadora).
La música, este lenguaje de la expresión perfecta, también se escribe (se transcribe). Las partituras son esa
escritura, esa transcripción, en la que debemos destacar dos aspectos, por una parte, son el modo en que lo
efímero -lo inatrapable- de la presentación discontinua del sonido -pura vibración- se incorpora como marca
e incisión entre las cosas y, por la otra, son una espacialización -un modo exceptuado- de lo temporal, en el
que el devenir se hace diseño y figura, grafía y señal. Gracias a ello, las partituras operan como una suerte de
instancias mediales -intermedias-: entre el tiempo y el espacio, entre el acontecer y el lugar, entre lo dinámico
y la estancia. Poseen un carácter intersticial que les permite describir, articular y enunciar el enigma esencial
de la música -del transitar de los sonidos- cifrándolo.
Las obras de Chiara Banfi que se presentan en la Galería Carmen Araujo Arte reflexionan acerca del universo
de esa música propia del mundo que es encadenamiento de vibraciones y pausas, de ruidos y silencios;
indagan acerca de las resonancias de las cosas, de ese perpetuo movimiento que las convierte en emisores,
en productores de alteraciones sonoras. A partir de la intervención de partituras de “obras musicales”,
dispositivos de emisión de sonido y pequeños objetos de naturaleza (piedras o cristales, por ejemplo),
Chiara se adentra en el universo de lo sonoro, fundamentalmente en los silencios -pausas, detenciones,
intervalos- que lo hacen posible y lo articulan, constituyendo una piezas que transcriben la arquitectura o el
paisaje mismo de esa música particular que es la dimensión sonora del mundo. Así describe Chiara su trabajo:
“Desde hace tiempo pienso e investigo acerca del silencio. Para mí el silencio es más un concepto que una
verdad. No creo que exista un silencio absoluto. Siempre habrá una frecuencia, algún tipo de vibración que
emita sonido. Estas piezas exploran diferentes aspectos de silencio.”
Las partituras son el soporte de dos de las obras presentadas por Chiara Banfi en esta ocasión: Cuarteto de
Debussy y Pausas de Bach. En Cuarteto de Debussy Chiara Banfi calla -anula, oblitera, tacha- las notas de cuatro
cuadernos de partituras para distintos instrumentos de una obra de Debussy, dejando al descubierto los
signos que corresponden a indicaciones de interpretación, a los cambios de timbre, a los silencios y las pausas.
Convierte de esta manera la partitura original en una suerte de texto rítmico que atiende más al devenir
del acontecimiento que es la pieza, que a su fórmula melódica, a su canto. La obra de Debussy se hace,
entonces, la concreción de un paisaje elaborado de pausas y suspensiones, de silencios y ausencias, como si
las inusuales escalas, los matices expresivos y las relaciones acórdicas usadas por Debussy se espacializaran,
se transfiguraran en lugar.
palpitaciones: chiara banfi | exposición 47. 1 de mayo al 5 de junio de 2016
En Pausas de Bach la anulación de la partitura es más radical, Banfi pinta todas las hojas dejando -salvandoúnicamente los momentos de pausa y silencio que aparecen, entonces, como puntos de luz sobre planos
negros. Chiara nos dice: “No hay música sin esos restos, que no son un silencio real sino la pausa de un
determinado instrumento, pero que llevan el ritmo y el tempo, haciendo posible la música. Me parece
hermoso que al componer, los silencios y las pausas sean tan valiosos como las notas.” Desaparece la obra
musical y queda una composición de silencios, un ordenamiento de pausas, la partituras parecen códices o
estelas, esas rudas superficies donde el lenguaje cifrado del mundo se hace presente. La rigurosa arquitectura
racional de medidas y secuencias propia de las composiciones de Bach cede lugar a una enigmática
composición de glifos, de signos gráficos, de unidades textuales.
En Pausas-mínimas y Semi-breve, ambas obras pertenecientes a la serie Desenho Sonoro, la reflexión acerca de la
música se transcribe directamente en el espacio, en las paredes, usando cristales y piedras. Unas instalaciones
que operan como un juego de vibraciones y detenciones que se articulan entre los elementos sólidos
-cristales y piedras- y las cuerdas que tienden a agitarse, moverse, oscilaren, y que transforman las paredes
en las que se apoyan el cuerpo provisional de un instrumento. La tensión y la conexión entre los elementos
sólidos y las cuerdas sugieren combinaciones y ordenamientos de distintos tipos de sonidos, de esos sonidos
inaudibles con los que canta las cosas. Una visualización de los sonidos del mundo, de ese palpitar de las cosas
que se niega a nuestra audición pero que, sin embargo, plena de música la naturaleza.
Las obras de Chiara Banfi exploran la dimensión poética del silencio -de la pausa o la detención- para
mostrarnos -exhibir visualmente- los paisajes enigmáticos de las vibraciones, de las oscilaciones y frecuencias,
que arropan el mundo y que lo mantienen en constante palpitación.
Sandra Pinardi
Chiara Banfi (São Paulo, Brasil) vive y trabaja en Río de Janeiro, Brasil. Entre sus exposiciones individuales
destacan: Notações, Galería Vermelho (São Paulo, 2016); Fiume Achates, Galería Silvia Cintra+Box4 (Río de Janeiro,
2015); LUGAR, Camara de Comercio de Bogotá (Bogotá, 2009); Cruzamentos. Caminhos, DRCLAS (Cambridge,
2006); Cruzamentos. Encontros, Boston Arts Academy (Boston, 2006); Sweet Melody, LABF15 (Lyon, Francia, 2006) y
Firehouse, De Vleeshal (Holanda, 2005).
Desde el 2002 ha participado en numerosas muestras colectivas realizadas en Latinoamérica, Estados Unidos,
Japón y Europa. En el 2013 recibió el Premio Aquisición EFG Bank y ArtNexus, en 2004 obtuvo el primer lugar
en el Art in Residency Programme at Gasworks Gallery (Londres) y en 2003, recibe el premio Bolsa-Prêmio en la
35° Anual de Arte (São Paulo). Su trabajo se encuentra en colecciones públicas y privadas, como la colección de la
Pinacoteca do Estado de São Paulo (São Paulo), Harvard University (Cambridge, Estados Unidos), Museo de Arte
Contemporáneo de San Diego (Estados Unidos) y Sayago & Pardon Collection (California, Estados Unidos).