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CENTRO DE NOVICIADO Y HUMANIDADES, SALAMANCA
LAS TRAGEDIAS GRIEGAS
UN LEGADO A LA HUMANIDAD
Sector de interés
H. Ferney Cartagena Aguirre LC
Salamanca
1 ÍNDICE
I.
II.
INTRODUCCIÓN.
LAS TRAGEDIAS GRIEGAS
a. Origen de la tragedia.
b. La representación de las tragedias.
c. Estructura de una tragedia griega.
III.
AUTORES.
IV.
LEGADO DE LAS TRAGEDIAS EN EL MUNDO ACTUAL.
V.
CONCLUSION.
VI.
BIBLIOGRAFIA.
2 INTRODUCCIÓN
Las tragedia en sí, son una serie de circunstancias y sucesos que afectan al hombre en
su ser mas intimo, la mayoría de ellas están sujetas a la muerte, a la perdida de los bienes
materiales, en fin, personas, elementos y circunstancias de las que el hombre se sentía
seguro de ellas y de las cuales nunca se había planteado una separación radical y definitiva.
Sería irresponsable dejar una definición tan superficial de una experiencia vivida por un ser
tan complejo como el hombre, lo cual, la hace a su vez compleja y aunque la finalidad de
este trabajo no es hacer todo un tratado de psicología, si deseo hacer dos pequeñas
divisiones de las tragedias para entender mejor las causas y las consecuencias de estos
hechos funestos.
Se podría decir que la tragedia se divide en muchas clases pero con las dos divisiones
que hago a continuación, creo que las abarcamos en su conjunto, inicialmente podemos
llamar a este primer grupo de tragedias: Tragedias humanas, en el sentido material de la
palabra, ya que abarca la perdida de los bienes materiales y aunque suene redundante,
también bienes temporales, hago esta distinción ya que los material solo abarca lo tangible
como una casa, un carro, etc., pero lo temporal abarca el poder, el estatus, el empleo, y todo
reconocimiento que se le pueda otorgar a una perdona.
La segunda división, la he denominado Tragedia moral, ya que es el desenlace
funesto de toda obra que va en contra de los valores y la ley natural que atañen al hombre,
así pues, la tragedia moral la podemos dividir a su vez en dos aspectos, interna y externa; la
externa como su nombre lo dice, se desarrollada en un contexto externo, en el cual, la
persona se ve afectada o conmocionada por una realidad cruel de la que no es agente activo,
pero que la proyecta en su vida como una realidad posible. Por el contrario, la tragedia
interna, es experimentada en primera persona, llevándola a los limites más peligrosos del
sentimiento humano donde puede entrar la clave de superación, pero de la cual, también
puede ser un factor que desencadene una nueva tragedia.
Para entender mejor la tragedia moral y sus divisiones, lo ilustrare en dos ejemplos
concretos, como primer factor que puede implicar una tragedia moral, colocare la muerte de
seres humanos, ya que es contraria a la primerísima ley natural que es el derecho a la vida,
ahora bien, cuando hago referencia a una denominación externa, me refiero cuando por
3 ejemplo un país que pierde 40 soldados en guerra, como compatriotas algo nos toca ese
hecho concreto y más cuando como personas vemos que se está violando el derecho a la
vida, mas cuando nos referimos a las tragedias morales internas, abarcamos la tragedia de
esa madre que llora por que su hijo está muerto, ahí ya entendemos un poco las causas, y las
consecuencias las podemos deducir de las reacciones que casi siempre serán diferentes, de
los implicados en una tragedia. Más quiero aclarar que las divisiones que he hecho, no son
elementos aislados en sí, ya que encuentran unidad en el único lugar donde se viven, en el
corazón del ser humano.
Ahora quiero pasar de lo humanístico, por llamarlo así, a lo histórico, remontándome a
la antigüedad para destacar la base que la cultura griega nos da sobre el tema en cuestión.
Seguramente, al inicio de esta introducción al evocar la palabra tragedia muchos pensaron
en las famosas tragedias griegas, símbolo universal de este movimiento literario. Como bien
sabemos, este movimiento literario se fue dando en pro del teatro y claro está, constituye el
resultado de una parte del crecimiento y maduración del pensamiento y la cultura griega.
Algunos se ha atrevido a decir que la tragedia es donde el griego ha plasmado la visión
fatalista del destino, una visión que se irgue implacable sobre estos jóvenes pueblos ya que
siempre fueron amenazados en su libertad y en su soberanía, era fecunda en desastres y
desventuras, aunque rica en heroicidad. Las murallas ciclópeas no les ponían siempre abrigo
de las insensatas invasiones. Y la tierra no era todo lo fértil que sus pobladores podían
apetecer. Y cuando los volcanes de Tesalia se ponían en erupción, las catástrofes eran
espantosas. Por otro lado aunque en la misma línea, los tratistas no han titubeado en decir
que, la tragedia es depurar las pasiones inspirando el terror y la compunción.
Más como bien ha observado Schlegel: los griegos, colocaron la estatua del hombre
sobre el zócalo eterno e inconmovible de la libertad moral. Y, en realidad, la libertad moral
y la fatalidad, son ideas dominantes en la tragedia antigua, lo que hace una obra llena de
idealidad, no de idealismo. Por ello, afirmar las dos apreciaciones anteriores como
definición absoluta de la tragedia griega sería un gran error, además será pasar por alto el
coro que personifica los pensamientos morales que inspiran la acción como órgano de los
sentimientos del poeta, quien habla en nombre de la humanidad.
El mencionado Schlegel, también nos dice que: el coro era el espectador ideal ya que
representa el espíritu nacional y aun los derechos y sentimientos de la humanidad. Además,
Horacio también afirma en su momento: el coro es la ley universal que proclama las santas
4 leyes de la moralidad, que expresa simpatía a los hombres cuerdos y buenos aconsejándoles
e instruyéndoles, hacia la justicia y la moderación y llevándole a la práctica de las más
nobles virtudes.
Como podemos apreciar, los griegos no representan en ningún modo una cultura
masoquista como nos puede hacer pensar el hecho de que representan una y otra vez
dolorosas tragedias, al contrario, son uno de los máximos exponentes del humanismo,
porque rescatan de las historias adversas, la virtud que conduce a la libertad moral, además
con sus obras dieron inicio a la búsqueda incesante de la realidad interior de cada ser
humano, lo que llamaríamos hoy psicología, además si analizamos en profundidad, son las
bases de muchos de los pensamientos del siglo XXI, como lo son el racionalismo y el
relativismo. Por eso serán los griegos con sus tragedias los que iluminaran el camino a
desarrollar en las siguientes páginas, deteniéndonos a analizar el aporte que los autores más
destacados hicieron a las tragedias como composición literaria y a la humanidad como
incentivo de la razón.
5 LAS TRAGEDIAS GRIEGAS.
1. Origen de la tragedia.
Para los antiguos griegos, Dionisio era la divinidad protectora de la vida y
símbolo del placer, el dolor y la resurrección. Durante la época de la vendimia en su
honor se cantaban a coro distintos himnos llamados ditirambos (canto coral de
argumento mítico cantado por un coro que baila al mismo tiempo
en honor de
Dioniso). En los poblados y en las plazas, donde el público danzaba, 50 coreutas
hacían una ronda alrededor del altar, representaban a los "hombres cabrones" o
"sátiros" (seres mitológicos que tenían cuerpo de hombre y piernas de cabra) que
lamentaban el sepelio del dios.
Primitivamente, sólo se trataba de una ceremonia mimética, pero con el correr
de los años, las técnicas fueron evolucionando y la magia del disfraz enriqueció la
puesta en escena. Cuando los actores interrumpían sus lamentos para tomar aliento,
se introducía entre las estrofas el "solo" de un recitante.
A partir de esta primera innovación, ya no sólo se conmemoraba la pasión de
un dios sino también, todos los rasgos de la leyenda, que eran interpretados por
gemidos que emitía la concurrencia a modo de acompañamiento. Esta ceremonia
recibía el nombre de "coro cíclico". Las ofrendas del público consistían generalmente
en un macho cabrío, que era consagrado a Dionisio. Etimológicamente, la palabra
"tragedia" tiene mucho que ver con este ritual. El nombre deriva de "trago día" (del
griego "tragos", que significa macho cabrío y de "oda", que significa canto). No hay
una explicación plausible sobre esta palabra.
Las representaciones de tragedia Áticas, llamadas así ya que solo se han conservado
tragedias griegas de autores atenienses, como ya hemos dicho, formaban parte de ciertas
celebraciones religiosas, y parece que estuvieron circunscritas a los festivales en honor de
Dionisio, al menos hasta Época Helenística. Por la estrecha vinculación entre el dios y la
representación del drama, las obras se representaban sólo durante contadas fechas del año, y
sólo había una representación en cada ocasión. El estreno más importante de tragedias tenía
6 lugar durante las Grandes Dionisias, en el mes de marzo, aunque también se presentaban
tragedias durante las Leneas, en enero, y los reestrenos se producían en las Dionisias
Rurales. Las representaciones de tragedias estaban auspiciadas por la ciudad.
Aristóteles también testimonia que según otros autores la tragedia era una forma
evolucionada de ciertas representaciones corales del Peloponeso (dorias). La tradición que
logra para la tragedia un origen peloponesio supone que fue Arión (posiblemente del siglo
VII a.C., y responsable además de la formalización literaria del ditirambo) quien dio los
pasos decisivos para llegar al drama, al hacer que subieran al escenario «sátiros recitando
versos». También afirma Aristóteles que la tragedia adquirió solemnidad a partir de ciertas
formas evolucionadas de piezas satíricas. La palabra griega para designar al actor,
hypokrites, significa presumiblemente «el que contesta» (y no ese otro posible significado
de «intérprete»); las respuestas del actor a las preguntas del coro le ofrecían una
oportunidad para su canto, y este juego de réplicas (más o menos de este modo) dio origen a
la existencia del drama.
Un drama, empero, exige actores. De acuerdo con cierta tradición transmitida por
Horacio en su Arte poética, la invención del primer actor en el concurso trágico instituido
por Pisístrato que triunfo en el 535 se debió a Tespis, que llegó a Atenas procedente de la
ática Icaria y obtuvo el premio en los festivales dramáticos de aquella época, por lo cual, se
puede pensarse que la tragedia ática se remonta no mucho más allá de mediados del siglo
VI a.C.
2. La representación de las tragedias.
Tespis reemplazó el pintarrajeo grosero de los coreutas por una máscara de género
estucado. Las máscaras representaban las facciones de los distintos personajes. Las más
primitivas estaban hechas de corteza de árbol luego de cuero forrado con tela y finalmente,
de madera. Los creadores eran verdaderos artesanos, la abertura de la boca era grande y
prolongada como un embudo hecho de cobre. Este formato contribuía a aumentar el
volumen de la voz en escena. Hubo varias clases de máscaras: cómicas, trágicas y satíricas.
Las primeras eran ridículamente toscas, con los ojos bizcos, la boca torcida y las mejillas
desencajadas. Las trágicas eran notablemente grandes, tenían la mirada furiosa, los cabellos
7 erizados y las sienes o la frente deformes. Las satíricas eran las más repugnantes y
representaban solamente figuras extravagantes y fantásticas, tales como cíclopes, centauros,
faunos y sátiros.
Con las innovaciones que introdujo Tespis, la máscara griega dejó de lado el
bestiario fabuloso y la tragedia adquirió un tenor más humano. A comienzos del siglo V a.c,
la tragedia ya se había instalado como género dentro de la literatura.
Hacia el 472 (es la fecha de la tragedia más antigua que conservamos de Esquilo, los
Persas) la tragedia ya había adquirido la dignidad y nobleza de que nos habla Aristóteles,
derivadas de su relación con la condición humana y la dependencia de éstos respecto a las
órdenes divinas. El argumento de una tragedia griega se basa casi siempre en un episodio de
un mito, además de la permanente influencia de Homero.
Las representaciones de tragedias estaban auspiciadas por la ciudad. En las Dionisias,
el encargado de los es espectáculos dramáticos era el arconte epónimo; durante las Leneas
lo era el archon basileus. Los festivales eran un certamen de competición. Se seleccionaban
tres poetas trágicos de entre todos los concursantes, y el arconte «sufragaba un coro»,
abriéndose la competición por el premio al mejor autor trágico. Mediante sorteo se asignaba
a cada autor un actor principal («protagonista»), de entre tres elegidos y sufragados por la
ciudad. Los demás gastos de producción corrían a cargo de los coregos. Cada autor
presentaba tres tragedias (una trilogía), seguidas de un drama satírico, conjunto que recibía
el nombre de tetralogía. (El término es acuñación de la filología alejandrina.) El premio lo
decidía un jurado de cinco miembros, elegidos también por sorteo de entre una lista
presentada por cada tribu; sin lugar a dudas, en ocasiones el jurado se veía presionado por
las manifestaciones en uno u otro sentido de los espectadores. El poeta premiado recibía
una corona de yedra o placas recordatorias llamadas ex-voto; a partir de la segunda mitad
del siglo y el mejor protagonista también recibía un premio. Los actores y el coro lo
formaban siempre varones, que debían ser además ciudadanos de Atenas, aunque en fecha
posterior se admitieron metecos en las representaciones de las Leneas.
Una tragedia griega se componía de dos elementos, cantos corales polimétricos, con
acompañamiento musical, y diálogos recitados a cargo de los actores, en los que se
empleaba mayoritariamente el trímetro yámbico. La importancia del coro variaba de una
obra a otra (por ejemplo, en las Euménides de Esquilo tiene el carácter propio de uno de
los principales personajes del drama); en conjunto su papel fue disminuyendo en
8 importancia hacia el final del siglo V. El coro está integrado por doce individuos en las
obras de Esquilo, incrementados por Sófocles a quince. Se distribuían en un espacio
rectangular (a diferencia del coro circular de los ditirambos), y sus movimientos se
ajustaban a dicho espacio. Se acompañaban de música de flauta. Es poco lo que sabemos del
tipo de danzas que interpretaban a partir del principios del siglo V, cuando, según es
tradición, Frínico y Esquilo inventaron diversas modalidades de danzas. El término
emmeleia («gracia») se empleaba para calificar el grave y solemne baile de la tragedia.
Al primer actor que inventó Tespis, Esquilo añadió un segundo y Sófocles un tercero,
número que quedó establecido como norma. En una primera época el propio autor
participaba como actor de sus obras; así fue el caso de Tespis y Esquilo, y del Sófocles de
sus primeras piezas (no conservadas). Todos los actores y el coro llevaban máscaras
(siguiendo la tradición introducida por Tespis) adecuadas a su papel; tal vez se trate de una
reliquia del culto a Dioniso, ya que algunos de sus adoradores solían llevarlas. Tan sólo el
flautista carecía de máscara. No se nos ha conservado ninguna máscara del siglo V, pero a
partir de las representaciones de la cerámica sabemos que ocultaban toda la mitad del frente
de la cabeza, incluso las orejas, y que iban provistas de pelucas. El llevar máscara facilitaba
que un mismo actor pudiera representar partes diversas, e incluso que dos actores tuvieran a
su cargo una sola parte.
Se dice que Esquilo dotó a los actores de una vestimenta más solemne; a finales del
siglo v llevaban pesadas, solemnes, largas túnicas que caían hasta el suelo; Eurípides fue
célebre por vestir a sus héroes con harapos cuando el guión lo exigía. En época clásica los
actores iban descalzos o llevaban altos zapatos de cordones (coturnos). Los personajes
femeninos también eran representados por varones.
En los anfiteatros se utilizaron distintos mecanismos. Al principio fueron pocos y rústicos;
luego se fueron perfeccionando e incluyeron plataformas móviles y todo tipo de
parafernalias, gracias a las cuales los personajes adquirían mayor movilidad y
desplazamiento sobre el escenario.
Desde luego que tampoco faltaron los "intereses creados". En los teatros, en primera
fila y en los palcos de honor, había un gran sitial destinado al sacerdote del dios. El coro
(coreutas) estaba a cargo de los ciudadanos ricos y hacendados, quienes corrían con todos
los gastos del espectáculo, creyendo que cumplían así un deber de piedad patriótica" (piedad
que, por cierto, contribuía también a la conquista de los sufragios populares). Los asistentes
9 eran clasificados por categorías: los sacerdotes, magistrados y generales; luego los
ciudadanos y por último el pueblo. Al entrar al teatro los espectadores entregaban a los
revisores una ficha de hueso o de marfil, que con anterioridad habían comprado en la
taquilla a un empresario, y que indicaba el sitio que debían ocupar. El público podía, si
quería, aplaudir la obra o silbar en señal de desagrado. El precio de los asientos, que median
unas 13 pulgadas de largo, era de dos óvolos para los de preferencia; todas las demás
localidades eran gratuitas, y los indigentes recibían fondos del "Theoricon".
Sin duda, tres de los trágicos más grandes de la historia de la literatura son Esquilo,
Sófocles y Eurípides. Cada uno, imbuido por los sucesos de su tiempo supo plasmar en sus
obras las emociones, las angustias, las dudas y las pasiones de los hombres de su época, con
exquisito talento.
3. Estructura de una tragedia griega.
Normalmente una tragedia griega consta de las siguientes partes:
(1)
El prólogo (prólogos), parte que precedía al ingreso o entrada del coro, un monólogo
o diálogo que explicaba el argumento del drama y la situación inicial.
(2)
La parodos, canto del coro mientras entra. Una vez en el escenario, el coro no sale
normalmente hasta que ha concluido la obra.
(3)
Los episodios (epeisodia), escenas a cargo de uno o más actores junto al coro. La
palabra epeisodion probablemente significó en sus orígenes la entrada de un actor para
anunciar algo al coro.
(4)
Stasima, cantos del coro «a pie quieto», en oposición a la parodos que se cantaba
mientras entraba. En las primeras tragedias conservadas los stasima están asociados, aunque
sólo sea de paso, con los sucesos o emociones vividos en el episodio precedente.
(5)
El éxodo o escena final, tras el último stasimon.
10 AUTORES
a) Esquilo (525-456 a.C.),
El más antiguo poeta trágico cuya obra se conserva. Natural de Eleusis, en las
proximidades de Atenas, de familia noble, fue testigo en su juventud del fin de la tiranía en
Atenas y, en su madurez, del desarrollo de la democracia. Durante las Guerras Médicas
tomó parte en la batalla de Maratón en el 490 (en la cual murió su hermano) y
probablemente en la de Salamina en el 480 (descrita en sus Persas). En algún momento de
su vida fue procesado, según se dice, acusado de divulgar los misterios eleusinos, pero fue
absuelto. Visitó Siracusa en más de una ocasión invitado por el tirano Hierón I y murió en
Gela, de Sicilia. Según una leyenda un águila soltó una tortuga sobre su calva cabeza y lo
mató. Tuvo un hijo, Euforión, que fue también poeta trágico. Esquilo compuso unas 80 o 90
obras (incluidos los dramas satíricos) y obtuvo su primera victoria en los agones dramáticos
en el 484. Consiguió al menos trece victorias a lo largo de su vida. Sólo nos han llegado
siete piezas, seis de las cuales sabemos que proceden de las tetralogías que alcanzaron el
premio: Persas, compuesta en el 472, *Siete contra Tebas, en el 467, la *Orestia, trilogía
compuesta en el 458, que comprende Agamenón, Coéforos y Euménides, y Suplicantes.
Generalmente se considera a Esquilo el auténtico fundador de la tragedia griega: al
aumentar el número de actores y disminuir la importancia del coro hizo posible un
verdadero diálogo y el desarrollo de la acción dramática. El mismo, o Sófocles, añadió un
tercer actor, y de hecho en sus últimas creaciones aparecen tres. Su lenguaje presenta una
grandeza tal que a las generaciones posteriores les pareció que bordeaba lo patético, a
juzgar por la crítica de Aristófanes en su comedia Ranas. Inventa largos compuestos y
emplea con profusión epítetos y metáforas atrevidas, creando imágenes impresionantes y
memorables, que suelen cargarse de significado al repetirse a lo largo de una obra o trilogía.
Para muchos han sido siempre las ideas morales y religiosas de Esquilo las que han dotado
a su obra dramática de un significado perdurable. La acción de una tragedia esquilea, que es
del tipo que Aristóteles denomina en su Poética “sencilla”, fluye inexorablemente hacia el
desenlace sin intervención del elemento sorpresa, o de una complicación, porque los
acontecimientos que la provocaron ocurrieron mucho antes. Una consecuencia de este tipo
de trama es que sugiere el funcionamiento lento pero inevitable de la justicia divina. Al
término de todo, los hombres aprenden a través del dolor que cualquier circunstancia es la
11 voluntad de un Zeus justo, cuyos designios hacen que las rivalidades de hombres y
divinidades se reconcilien finalmente y colaboren para producir el orden universal. Esquilo
acepta los presupuestos morales de su época: la culpa es hereditaria; el culpable, «el que
comete la falta», debe sufrir, pero esto puede ocurrir en la persona de su hijo. La culpa
puede incluso generar una nueva culpa, como en el caso de Orestes. Otro pre supuesto es
que una gran prosperidad engaña a los hombres, que cometen de este modo actos de
soberbia que conducen a su destrucción.
b) Eurípides (c. 485-406 a.C.).
El más joven de los tres grandes trágicos griegos. Tenemos poca información
segura acerca de su vida; la mayoría son anécdotas que se derivan en último término de las
bromas hostiles de los poetas cómicos, como las referencias a que su madre vendía
verduras en el mercado. Fue asociado por la opinión popular con los sofistas, cuya
influencia se puede discernir en sus obras, y se dijo que conoció a Anaxágoras, Sócrates y
Protágoras; se supone que fue en su casa donde Protágoras hizo la primera lectura pública
de su obra escéptica Sobre los dioses. Eurípides ganó las competiciones dramáticas con la
trilogía que contenía el Hipólito en el 428 y, finalmente, con la trilogía que contenía
Bacantes, representada probablemente en el 405, y en dos ocasiones más. Alrededor del 408,
se cuenta que, amargado por su impopularidad, se retiró de Atenas a la corte de Arquelao,
rey de Macedonia. Allí murió, según la leyenda, despedazado por los perros de Arquelao,
no mucho antes de las Dionisias del 406, en cuyo proagon Sófocles conmemoró su muerte
presentando sin corona su propio coro trágico.
Poseemos diecinueve obras de un total de noventa y dos que se le atribuyen, y conocemos
los títulos de unas ochenta. Las obras que conservamos proceden de dos fuentes:
(a)
selección de diez obras quizá realizada c. 200 d.C. y transmitidas con escolios, que
comprende Alcestis (438, segundo premio), Medea (431, tercer premio), Hipólito (428,
primer premio), Andrómaca (fecha desconocida; c. 426), Hécuba (fecha desconocida; c.
424), Troyanas (415, segundo premio), Fenicias (entre el 412 y 408), Orestes (408),
Bacantes (405; se han perdido los escolios) y Reso (quizá no auténtica).
(b)
parte de una clasificación alfabética de sus obras que contiene aquellas cuyos títulos en
griego comienzan por las letras que van de la E ala K, es decir, Helena (412), Electra (fecha
desconocida; c. 417), Hijos de Hera (Heracleidae) (fecha desconocida; c. 430), Heracles
12 (fecha desconocida; c. 417), Suplicantes (fecha desconocida; c. 422), Ifigenia en Aulide
(405, representada con Bacantes), Ifigenia entre los tauros (fecha desconocida; c. 414), Ión
(fecha desconocida; c. 410) y Cíclope (drama satírico, probablemente tardío). En el siglo xx
se han encontrado en papiro algunas muestras muy fragmentarias de algunas obras
perdidas.
Sus héroes y heroínas míticos, vestidos con prendas apropiadas a su sufrimiento, los
atenienses nunca olvidaron que en Télefo presentó al héroe vestido con harapos, describen
sus desgracias en un lenguaje contemporáneo y en términos humanos, sin importarle que un
esclavo pueda revelar una inherente nobleza de espíritu reñida con su estatus. A este respecto, Aristóteles cita a Sófocles en la Poética diciendo que representaba a las personas
como debían ser, mientras que Eurípides lo hacía tal como son. Sentía clara atracción por
historias de violentas y extrañas pasiones (Fedra enamorándose incestuosamente de su
hijastro Hipólito, Medea vengándose de su marido con el asesinato de sus hijos, la locura de
Hera), pero lo que le interesa sobre todo es el conflicto que se crea en la mente de tales
personajes. A la crítica del siglo XIX le gustaba llamarlo racionalista por su actitud
escéptica ante la religión y la moral tradicional, pero en tiempos más recientes se le ha
considerado, no muy afortunadamente, un irracionalista, porque presenta a las personas
luchando con poderosas fuerzas irracionales que surgen en su propio interior. En cuanto
a la construcción, sus obras parecen a veces desmañadas. La solución de once obras se
alcanza mediante el «dios que sale de una máquina» (deus ex machina). Aristófanes parodió
a Eurípides brillantemente en Ranas, y en menor medida en Acarnienses y Tesmoforiantes.
Aristóteles lo llamó «el más trágico de los poetas» (es decir, el mejor para provocar pena y
miedo), descripción particularmente apta para su representación de los horrores de la
guerra. Se cuenta que algunos prisioneros atenienses, después de la expedición de Sicilia,
ganaron su libertad recitando pasajes de sus obras.
c) Sófocles (496-406/5 a.C.).
Uno de los grandes trágicos atenienses, nacido en Colono, cerca de Atenas, hijo de
Sófilo, un próspero fabricante de armaduras. Destacó pronto por su belleza y su destreza en
la música y la danza; de niño fue quien dirigió el coro que entonó el peán en honor de la
victoria griega sobre los invasores persas en Salamina en el 480 a.C. Su maestro de música
13 fue Lampro. Su primera victoria en las competiciones trágicas tuvo lugar en las Grandes
Dionisias en el 468 a.C., se dice que al primer intento, en que derrotó a Esquilo. Sus
primeros años coincidieron con la expansión del imperio ateniense y, aunque no tomó parte
activa en la política, al menos que se sepa, fue elegido dos veces estrategos (general),
primero como compañero de Pericles en el 440, cuando ayudó a reprimir la revuelta samia, y
más tarde con Nicias. Se contaba que obtuvo su nombramiento en el 440 por el éxito de
Antígona. Además de escribir tragedias fue autor de un tratado en prosa, «Sobre el coro».
Aristófanes, en las Ranas, que escribió un año después de la muerte de Sófocles, resumió su
carácter en el verso (82), «contento entre los vivos, contento entre los muertos»; muy pocos
meses antes de su muerte, Sófocles presentó a su coro y actores en el proagon con atuendo
de luto por la muerte de Eurípides.
Se dice que compuso ciento treinta obras de teatro, de las cuales siete se consideraron
posteriormente ilegítimas, y que ganó veinticuatro competiciones dramáticas con sus
tetralogías (es decir, tuvieron éxito noventa y seis obras); con las restantes quedó el segundo,
nunca el tercero. Se conservan siete tragedias; las fechas que se indican parecen probables,
pero (excepto para Philoctetes y Oedipus Coloneus) de ningún modo seguras: Antígona;
Trachiniae y Ajax probablemente anteriores; Oedipus Tyrannus poco después del 430;
Electra entre el 418 y el 410; Philoctetes, 409; Oedipus Coloneus, probablemente escrita en
406-405, representada finalmente en el 401 por Sófocles el Joven. En época moderna se ha
recuperado a partir de un papiro un vasto fragmento de su drama satírico Ichneutae
(sabuesos). SU argumento trataba del robo del ganado de Apolo por parte de Hermes, poco
después de su nacimiento.
Según afirma Aristóteles en la Poética, Sófocles fue un innovador en la tragedia: añadió un
tercer actor a los dos previamente aceptados, introdujo el «decorado» e incrementó el coro
de doce a quince; también abandonó la costumbre de Esquilo de escribir trilogías sobre
acontecimientos relacionados, dando en su lugar un argumento independiente a cada drama.
Puesto que los actores de la tragedia griega podían hacer más de un papel, la introducción
del tercer actor permitió a Sófocles hacer mucho más complejo el argumento, el diálogo y la
relación de los personajes. Aristóteles elogió a sus personajes por ser «como nosotros,
aunque más nobles»; se cuenta que Sófocles comentó que él retrataba a las personas como
deberían ser, Eurípides como son; no obstante sus personajes no resultan completamente
idealizados sino que permanecen visiblemente humanos. Cuando, como en Ajax, Antigone y
Trachiniae, el personaje principal muere bastante antes del final de la obra y el argumento
toma un nuevo rumbo, se nota inevitablemente una reducción de la tensión; pero aun así, la
14 parte final parece ser todavía la conclusión necesaria de lo precedente. En las demás obras
hay una unidad completa; en particular, el argumento muy entrelazado del Oedipus
Tyrannus (para Aristóteles representaba la cumbre de la tragedia griega) se manipula con
destreza asombrosa y a un ritmo veloz.
Era un maestro del diálogo, tanto en los discursos como en la esticomitía. Un rasgo que le
dio mucha fama es la ironía dramática, del tipo en que las palabras del hablante tienen un
significado especial para el público, ya familiarizado con la idea general de un relato tomado
de un muy conocido repertorio mitológico. El lenguaje de Sófocles es decoroso, evitando lo
grandioso y lo excesivamente naturalista, y es a menudo denso, más bien en aras de la
economía que a costas de la claridad.
Los dramas muestran una piedad convencional pero profunda: que los dioses aplican su
justicia a la vida humana y que los sabios actúan lo mejor que pueden de acuerdo con la
voluntad divina.
15 LEGADO DE LAS TRAGEDIAS EN EL MUNDO ACTUAL.
A lo largo de la historia, el hombre ha dirigido su atención hacia su propio mundo
interior. Gracias a esta búsqueda de lo intrínsecamente humano hemos podido disfrutar de
grandes producciones artísticas, como las tragedias griegas. Pues en ellas, se narran las
aventuras del hombre, que explora los abismos y vericuetos del alma.
En el año 334 a.C. Aristóteles postuló que la tragedia (mediante una serie de
circunstancias que suscitan piedad o terror) es capaz de lograr que el alma se eleve y se
purifique de sus pasiones. Este proceso, que se denomina "catarsis", es la purificación
interior que logra el espectador a la vista de las miserias humanas. El fondo común de lo
trágico será la lucha contra un destino inexorable, que determina la vida de los mortales; y el
conflicto que se abre entre el hombre, el poder, las pasiones y los dioses.
Sus temas, sin duda grandilocuentes, no solo no han perdido vigencia, sino que además
adoptan otro significado y se materializan continuamente, en los distintos sucesos que
padece la humanidad.
Podría decirse que el eje central de toda obra trágica es el restablecimiento doloroso
del orden, y el alumbramiento traumático del deber en su doble aspecto. Desde el plano
religioso, desarrolla el antagonismo que existe entre el hombre y el cosmos. Y en el plano
político explica la conflagración subyacente entre el hombre y el poder.
Tanto en un aspecto como en otro, la representación será el vértice del debate. No es casual,
por ejemplo, que la figura más relevante de las obras clásicas sea la de los reyes. Esto se
debe a que ellos representaban los blancos más visibles de la sociedad, y en consecuencia,
eran los más susceptibles, ya que la vida privada de los monarcas, en un espectáculo público
pertenecía a todo el mundo. Este aspecto formaba parte de la mentalidad de los griegos. De
hecho, la Polis era considerada como un todo, y la justicia, para este pueblo era un valor
excelentísimo. Si no había justicia en sus gobernantes la Polis tampoco podía ser justa. Por
eso, para los griegos, la política y los políticos eran los encargados de ejecutar justicia, pero
en una dimensión propiamente humana. No había posibilidades de realización individual
dentro de un régimen injusto. La justicia era para ellos una perfección valiosa; algo que no
se buscaba por sus ventajas, y cuyos designios, sin embargo eran implacables.
16 Las tragedias de Eurípides reflejan, no sólo los cambios coyunturales de la nación,
sino también el terrible cambio espiritual que se estaba gestando en Atenas, durante la
segunda mitad del siglo V a.C.
Así como Ibsen, Nietzsche o Bertolt Brecht supieron retratar la profunda crisis del mundo
contemporáneo, Eurípides fue el espíritu de su época, llamado a expresar en su obra la
situación del hombre griego y la decadencia de un imperio. Hasta bien entrado el siglo V
a.C., la ideología dominante en toda Grecia era la concepción aristotélica de la vida, el
"Ideal Dórico-délfico", encarnado principalmente en Esparta, en lo que se refiere a la
política; y en Delfos, en lo que respecta a la religión (de hecho, la forma más antigua de
tragedia fue la prolongación de la lírica coral doria).
Dos rasgos caracterizaron esa mentalidad: la sumisión del individuo a la colectividad
y la limitación humana frente a Dios. Sin embargo, poco a poco, al lado de esta concepción
un tanto arcaica si se quiere, comienza a desarrollarse una doctrina existencial mucho más
libre y optimista. Será el legado del "espíritu jónico", que permitirá la elaboración de
atrevidas síntesis, con un alto grado de valoración individual. El ideal jónico se ocupó
también de estudiar las costumbres de otros pueblos, llegando en algunos casos, a
conclusiones relativistas sobre el valor de lo bueno y lo malo, lo decente y lo indecente, lo
justo y lo injusto.
Otra característica propia de este espíritu fue el inicio de la reflexión sobre el hombre
como tal, el investigarse a sí mismo. Sin duda fue un movimiento revolucionario para la
época, con el que Eurípides logró identificarse y mediante el cual pudo ir tejiendo la trama
de sus obras. Podría decirse que la generación a la cual perteneció este gran dramaturgo fue
una generación "quemada", llena de desengaños. Esto se traduce en las tragedias de
Eurípides. Sus personajes no creen ya en la grandeza humana. Se han acostumbrado a
penetrar en el corazón humano, y no han sabido encontrar allí más que pasiones desbocadas,
crueldad, ambición, etc. Y esa desconfianza en el hombre actual, no sólo se materializaba en
tiempo presente, sino que también se retrotraía al pasado y se proyectaba hacia el futuro.
Podemos observar en las obras de Eurípides, un marcado racionalismo. La tragedia
eurípidea deja traslucir cierto perfil del autor como magnífico psicólogo de su época. Pues
supo penetrar en lo más recóndito del corazón humano, hurgando en sus miserias y sus
pasiones. Pareciera que sus héroes han perdido por completo la confianza en sí mismos; dan
un paso adelante, para retroceder luego dos pasos atrás.
17 El pesimismo es otro rasgo característico de nuestro poeta. Fue precisamente esto lo
que lo condujo a realizar un análisis tan hondo y exhaustivo de la naturaleza humana. Y lo
que vio de los hombres fue el reflejo de seres atormentados por la pasión; seres embarcados
en la búsqueda acuciante y sin tregua de paz consigo mismos (...o de la paz interior). Hay en
sus obras un alto grado de realismo psicológico; los grandes héroes de la mitología se
convierten en las tragedias de Eurípides en hombres tal cual son, con virtudes y falencias.
La crisis de las ideologías, la falta de fe, la muerte de las utopías y la desconfianza
son factores que siempre han rodeado la vida del ser humano, y que adquieren mayor o
menor intensidad bajo nuevas formas y en distintas circunstancias.
Cabe destacar que el teatro de Sófocles siempre fue fiel a una determinada
concepción del mundo, según la cual éste se halla regido por leyes eternas, encarnadas en
sus obras por los dioses, a las que los hombres se encuentran sujetos. A diferencia de
Esquilo, no centró su teatro en la inexorabilidad del destino, sino que destacó la capacidad
humana para asumirlo y llevar una vida ligada a principios éticos. Para él no existía
conflicto entre la necesidad cósmica y la libertad individual. La mayoría de sus personajes
(Electra, Antígona, etc) ilustran la tesis de que es preciso soportar con nobleza las
adversidades y los sufrimientos; y realzan la grandeza de la voluntad que se enfrenta a las
consecuencias, por ello, los protagonistas son de carne y hueso. No luchan contra los
obstáculos exteriores o la fatalidad, sino contra las debilidades del corazón. Sin embargo,
pese a todo, el idealismo de Sófocles, muchas veces influenciado por los héroes homéricos,
fue capaz de crear guías más que convincentes.
18 CONCLUSIÓN
Nuestros celebres trágicos griegos, no solo aprovecharon su arte para escribir estas
magnificas obras, sino que se apropiaron de la situación de la época que les toco vivir, de los
hombres cansados por la sumisión que les profería el destino y de la impotencia frente a los
dioses, para interiorizar en el conocimiento del hombre, con sus virtudes y defectos, para
demostrar de una u otra forma que la realidad de cada hombre se viven en el ser mismo, en
el corazón, aclarando que no había que bajar allí con una visión fatalista, ya que solo nos
encontraríamos con la miseria humana conduciéndonos a la desilusión.
Con la literatura trágica, se logra materializar los problemas que atañen al hombre, creando
conciencia en el colectivo de que los problemas son algo propio y común de la humanidad,
pero no son un fin; bien no lo interpreta el coro, demostrándonos que siempre hay valores
mas elevados. Seguramente los autores pretendían con sus obras hacer en sus espectadores
un efecto involuntario de “catarsis” que es la purificación interior, que a su vez suscita el
terror que lleva a alejarnos de conductas inadecuadas, y la piedad que mueve el corazón a
abrirse a los demás y así sin notarlo se crea la esperanza, virtud indispensable para la
sobrevivencia humana.
El hombre de ayer, de hoy y de mañana, tiene los mismos problemas. En nuestra era lo
experimentamos claramente en la tendencia precipitada al relativismo y al racionalismo que
como en tiempos de la antigua gracia, quiere sobreponer el valor individual del hombre
prescindiendo de un único Dios, creador de la existencia, de la vida, borrando de forma
paulatina el sentido de ella. Seguramente necesitamos con urgencia llevar al hombre a una
nueva “catarsis”, que lo saque del costumbrismo de ver una sociedad en decadencia. Las
tragedias hacen parte del día a día del hombre, pero del hombre hace parte la solución, el
vencimiento personal de si mismo, de la codicia, de la soberbia; un camino dirigido a la
humildad base primordial de la fe y el humanismo.
Debemos tener en cuenta que nuestras cargas son mas livianas cuando conocemos la de los
demás y movemos nuestro corazón a salir al encuentro de los otros, donde recuperamos el
valor objetivo de si mismos llamado dignidad, y el valor de los demás como factor
indispensable de mi condición humana que esta llamada a vivir en sociedad. Podemos
simplificar esto con valores concretos como la fe, el amor, la amistad, la familia y tantos
otros que devuelven al alma un sentido positivo de la existencia.
19 BIBLIOGRAFÍA
Humanismo y santidad. / Moeller, Charles
Las tragedias de Esquilo.
Espasa carpe, / tragedias.
Wikipedia. / Autores trágicos.
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EL TEATRO GRIEGO
Atenas, la ciudad-estado democrática por excelencia, produjo y patrocinó el teatro. Consecuencia de esa protección que el Estado dispensó al nuevo arte es la aparición de
grandes dramaturgos, como Sófocles, Ésquilo, Eurípides o Aristófanes, así como el
paulatino enriquecimiento de los temas dramáticos.
El teatro griego, se presenta como una fusión de elementos: poesía lírica popular, leyenda heroica y rituales miméticos, particularmente dionisíacos. Los temas representados,
relacionados con los grandes problemas del hombre, hacen también del teatro una prolongación de la Filosofía.
Y en cuanto a la comedia, aunque en sentido amplio pudiese conocerse en todo el mundo griego, fue también en Atenas donde terminó por constituirse en una modalidad especial del drama.
Características religiosas
En las fiestas que cada año se celebraban en Atenas en honor de Dionisos, las Leneas en
enero y las Grandes Dionisíacas en marzo, había representaciones de tragedia y de drama satírico a partir del año 535 a.C., y de comedia a partir del 485.
Las representaciones, organizadas por el Estado en forma de concurso eran parte de la
fiesta religiosa, del culto. Sufragaban los gastos, ciudadanos ricos, uno por poeta, llamados coregos. El estado pagaba la entrada a los ciudadanos pobres.
Temas de la tragedia griega
Bajo la forma del mito tradicional, los poetas podían expresar ante su público los grandes temas de la vida humana, desde una perspectiva atemporal. Todo en la tragedia es
majestuoso y solemne. Representados a través de los héroes míticos, aparecen el problema de la inocencia o culpabilidad humana, la desmesura (u(/brij), la sabiduría divina
y humana, la malicia o la justicia divina y el destino humano, sometido al poder de los
dioses.
La tragedia, se centra en un momento grave, decisivo, de la vida humana o de una comunidad, que sufre por angustia. En el Edipo Rey de Sófocles, Tebas es víctima de la
peste y la ciudad pide a Edipo que la salve. Tebas es liberada de la epidemia, pero a
costa del horror, la desgracia y la muerte. Edipo descubre que él es el causante involuntario. Se ciega, y marcha al exilio.
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En Los siete contra Tebas de Esquilo, Tebas es liberada de su asedio al precio de la
muerte de los dos hermanos, Etéocles y Polinices.
El héroe de la tragedia es excesivo y soberbio. Su arrogancia le atrae la ira divina.
La tragedia, pues, es una lección de moderación e invita a la purificación (ka/qarsij) a
un pueblo temerario como era el ateniense.
Temas de la comedia griega
La comedia, aunque tiene muchos puntos en común con la tragedia, presenta muchas
diferencias. La acción suele ser inventada, pero no inspirada en hechos pasados, sino en
temas de actualidad. También la comedia escenifica la salvación de una situación de
opresión, pero siempre ocurre por medios fantásticos. El héroe cómico logra con sus
astucias sacar adelante sus planes y la acción concluye felizmente.
Los comediógrafos, hacen uso de una libertad mayor, temática o estilística. Con tal de
mover a la risa, no se salvan ni los propios dioses. Incluso se podían permitir sus chanzas contra personajes reales.
Elementos formales del teatro griego
El teatro griego es una especie de ballet con coro y con actores, que representan personajes independientes con uso de máscaras. Todos ellos cantan, si bien los actores comúnmente recitan, también en verso, y no danzan.
En el teatro más antiguo, como se observa en las obras de Ésquilo, los actores individuales eran sólo dos, que alternaban los personajes con el uso de máscaras. La máscara,
además de servir para caracterizar personajes, amplificaba la voz de los actores, como
una bocina.
El coro tenía un corifeo, que dirigía sus movimientos de danza e iniciaba su canto. Recitaba antes y después del coro y dialogaba en nombre del coro con el actor que llegaba.
También podía cantar el actor y recitar el corifeo. En cualquier caso, en estas posibilidades dialógicas se basaba el agón (a)gw/n).
El agón, es un enfrentamiento dialéctico en el que cada uno de los que intervienen defiende su punto de vista. Puede darse entre el coro y el actor, entre dos actores o entre
dos semicoros acompañados de sendos actores.
La lírica coral, podía expresar desde la alegría más desenfrenada hasta las más amargas
lamentaciones. Todo ello, dentro de un lenguaje influido por los himnos y plegarias del
culto a los dioses.
En Ésquilo, el coro está íntimamente ligado a la acción. Pero, en general, su función
consiste en hacer una especie de comentario a los hechos representados en un tono más
exaltado que el de los actores.
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El papel del coro fue disminuyendo gradualmente con el tiempo, hasta que Eurípides lo
redujo en muchas de sus obras a poco más que un interludio musical.
La representación teatral
Las principales partes de una representación son las siguientes. En primer lugar, el prólogo (pro/logoj); sigue, el párodo (pa/rodoj), con la entrada del coro; a continuación
se suceden varios episodios (e)peiso/dioj), en forma de actos o escenas, que se cierran
con cantos corales, estásimos (sta/simon) o comos (kw=moj); finalmente, en el éxodo
(e)/codoj), o acto final, el coro efectúa su salida.
Actores y coreutas eran siempre varones. En la tragedia, llevaban máscara (pro/swpon)
y disfraz. Sus ropajes eran ricos y suntuosos (pe/ploj). Y calzaban coturnos (ko/qornoi).
En la comedia, los actores vestían atuendos grotescamente llamativos, se daban a la
bulla y a la broma, eran exuberantes en sus gesticulaciones, vociferaban y hacían gestos
obscenos. Y de vez en cuando, como contraste, se volvían serios y adoptaban un tono
lírico.
El lugar de las representaciones
Las obras se representaban al aire libre. El diseño del teatro solía aprovechar un declive
del terreno, donde se colocaban los espectadores; de modo que la representación tenía
lugar a los pies. Las gradas de piedra de los teatros conservados, como el de Atenas o el
de Epidauro, son del siglo IV a.C.
La orquestra era un espacio circular situado delante de las primeras gradas; allí se colocaba el coro. La orquestra incluía un altar de Dioniso, donde se situaba el jefe del coro.
El proscenio, era el espacio situado detrás de la orquestra en el que los actores dialogaban con el coro. El proscenio se cerraba con una especie de tienda de campaña, llamada
en griego skhnh/, de donde viene la forma latina scaena y la española “escena”.
La escena incluía un fondo decorado que figuraba la fachada de una mansión. En su
interior, los actores se cambiaban de ropa o de máscara para representar más de un personaje.
A ambos lados de la orquestra había dos pasillos para entrar y salir, llamados párodos
(pa/rodoi).
La tragedia. Ésquilo
Vivió entre el 525 y el 456 a.C.
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Ésquilo, sobre unos esquemas de religiosidad y política tradicionales, presenta a Zeus
como ideal de justicia. Se preocupa, además, por problemas generales, como la legitimidad del poder o el enfrentamiento entre sexos.
En el teatro de Ésquilo predomina el diálogo lírico sobre la acción. Pone en escena dos
actores junto al coro. Y como elemento formal introduce la intervención de un mensajero.
Los títulos de sus tragedias son: Suplicantes, Persas, Siete contra Tebas, Prometeo y la
trilogía de La Orestíada (Agamenón, Coéforos y Euménides).
Sófocles
De la generación siguiente a la de Ésquilo, fue Sófocles, que vivió entre el 496 y el 406
a.C.
Lo mismo que Ésquilo, se atiene a la religiosidad tradicional. Le preocupan los problemas individuales, en cuyo tratamiento muestra admiración por el héroe protagonista que
se resiste a su destino. Pero también trata problemas colectivos, porque su pensamiento
se basa en ideas moralizadoras. La desmesura, política o religiosa, debe ser castigada.
A diferencia de las obras de Ésquilo, en las de Sófocles aparece un tercer actor. Los
caracteres de sus personajes están más matizados.
Sófocles busca la verosimilitud dramática, y por ese motivo disminuye las partes líricas.
De sus tragedias conservadas, están las relacionadas con el mito de Edipo, Edipo Rey,
Edipo en Colono, y Antígona; y además, Áyax, Las Traquinias, Electra y Filoctetes.
Eurípides
Eurípides, que vivió entre el 485 y el 406 a.C., fue contemporáneo de Sófocles, pero,
ideológicamente, están muy alejados. El pensamiento de Eurípides se basa en ideales
igualitarios. Frente a Ésquilo y Sófocles, no se atiene a la religiosidad tradicional, sino
que es mucho más racional. A Eurípides le interesan sobre todo los problemas individuales.
En cuanto a la técnica teatral, Eurípides se diferencia de sus predecesores en que introduce un prólogo expositivo, en el que se explican los antecedentes de la acción. Hace un
análisis profundo de sus personajes, factor que aporta un gran realismo a sus obras.
Emplea los temas tradicionales, pero con una visión crítica de los mitos. También se
ocupa de temas de su tiempo: la igualdad, la mujer, los esclavos, o los bastardos; y
siempre lo hace desde un punto de vista humanizado.
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En el teatro de Eurípides, el coro está alejado de la acción, no dialoga con el actor. Otra
característica formal es la intervención de una divinidad (deus ex machina), que al final
de la obra resuelve el desenlace.
Es el autor del que se ha conservado mayor número de tragedias. Sus títulos son: Alcestis, Medea, Los Heraclidas, Hipólito, Andrómaca, Hécuba, Suplicantes, Electra, Heracles, Troyanas, Ifigenia en Táuride, Ion, Helena, Fenicias, Orestes, Bacantes, Ifigenia en
Áulide.
La Comedia. Aristófanes
Aristófanes, ateniense como los anteriores, vivió entre el 444 y el 385 a.C.
Parte de unos ideales conservadores y sobre ellos trata sus temas preferidos, el amor a la
ciudad de Atenas y la burla mordaz de las costumbres y de los personajes contemporáneos.
Otros temas, más concretos, presentes en las comedias de Aristófanes son: la guerra, el
enfrentamiento de sexo, la crítica de los políticos demagogos; e incluso se ocupa de la
crítica literaria de autores contemporáneos suyos, entre los cuales se contaba el mismo
Eurípides.
En la comedia de Aristófanes, el papel de los coros ha sido eliminado. Ahora es el propio comediógrafo quien hace una exposición de sus ideas políticas insertándolas en la
obra, fuera de la trama principal.
Aristófanes introduce elementos obscenos y alusiones a noticias de actualidad, y se vale
de elementos burlescos que culminan en el ataque personal. Todo ello era muy del gusto
de los espectadores.
En las obras importa más el diálogo jocoso que la caracterización de los personajes. El
final siempre es feliz. El protagonista, formula un proyecto para la salvación de la ciudad.
Los títulos de sus obras conservadas son: Los Acarnienses, Los Caballeros, Las Nubes,
Las Avispas, La Paz, Las Aves, Lisístrata., Las Tesmoforiazusas, Las Ranas, Las Mujeres Asambleístas y Pluto.
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