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LO FEMENINO Y LO MASCULINO EN LAS SOCIEDADES DE CONTEMPORÁNEAS1 (Versión preliminar) Según Baudrillard, una mutación del valor permea a las sociedades contemporáneas. En ellas se instaura la economía política del signo 2 donde se pasa del orden de la producción al orden del consumo: “ese estadio en el que la mercancía es inmediatamente producida como signo, como valor/signo, y los signos (cultura) como mercancía.” (2005: 172). Tercer orden económico en el que se produce una indiscernibilidad entre el signo y la mercancía o mejor aún, una indiscernibilidad entre el signo y el objeto. (Baudrillard, 2005, 172). Lo que las sociedades de consumo vienen a conocer ya no es el objeto propiamente, sino los signos que revisten a los objetos, una reducción de lo simbólico a lo semiológico, dado que en su reproducción indefinida, los signos son vaciados de todo significado. En este orden, ya no se habla de una infraestructura (mercancía) que se subordina a la superestructura (ideología) como señalaba Marx, sino de signos que conforman una totalización abstracta fundando y perpetuando las discriminaciones reales y el orden del poder (Baudrillard, 2005: 106-107) En las sociedades de consumo lo que persiste es un sistema apoyado en una ideología democrática que aparenta dar acceso a todo el mundo a los objetos-modelos como signo de distinción y progreso social, cuando en realidad todo se mantiene igual. “Todo se mueve, todo cambia a ojos vistas, todo se transforma y, sin embargo, nada cambia. Tal sociedad, lanzada al progreso tecnológico, lleva a cabo todas las revoluciones posibles, pero son revoluciones sobre sí misma. Su productividad acrecentada no desemboca en ningún cambio estructural” (Baudrillard, 2007: 176). Todos tienen derecho a elegir y adquirir los objetos, incluso antes de haberlos pagado3, sin que esto modifique la estructura de la 1 Documento de trabajo elaborado por Johanna Andrea Bernal Mancilla. Estudiante de la Maestría en filosofía de la Universidad del Rosario. Investigadora en el Grupo: Estudios en Educación, Pedagogía y Nuevas Tecnologías. Febrero de 2014. 2 Para Baudrillard ya no estamos en una economía clásica de las máquinas, las fábricas, el horario de trabajo, el producto, el salario, el dinero, la plus−valía, el mercado, el capital, ni en su revolución. Habitamos una economía donde los signos se apoderan de la fuerza del trabajo, también del sexo, para vaciarlos de toda significación y absorberlos en el proceso de su reproducción indefinida arrastrando consigo todas las demás categorías de la economía política a la esfera aleatoria del código. “Porque el trabajo no es ya una fuerza, se ha convertido en signo entre los signos. Se produce y se consume como el resto. Se intercambia con el no trabajo, el descanso, de acuerdo a una equivalencia total, es conmutable con todos los demás sectores de la vida cotidiana. Ni más ni menos <<enajenado>>, ya no es el lugar de una <<praxis>> histórica singular que engendra relaciones sociales singulares” (Baudrillard, 1992: 16). En este tercer simulacro la economía ahora actúa bajo el código, es decir, bajo un gigantesco ritual de los signos del trabajo que se extiende sobre toda la sociedad donde lo importante no es producir sino reproducir, donde el trabajo no es lo que crea las relaciones sociales, apenas es un modelo de simulación social (Baudrillard, 1992: 17). 3 Dice Baudrillard que en las sociedades de consumo aparece la táctica de la compra a crédito. El crédito, más que ser una institución económica crea una nueva ética en la sociedad, la de vivir en una deuda activa con la sociedad global, colocando la compra de contado como una de las virtudes burguesas. Antes los objetos adquiridos eran una propiedad plena, materializaban el trabajo consumado, representaban un capital. Con la compra a crédito los objetos se adquieren antes de haberse ganado, son el anticipo de la suma de esfuerzos y de trabajo, donde su consumo precede a su organización social. El objeto no representa la recompensa frente al esfuerzo de un trabajo o el legado de alguien como en épocas anteriores, sino que simplemente se encuentran suspendido para ser apropiado y/o consumido. Ya no remite a ningún valor, a ninguna funcionalidad, a ninguna carga simbólica, los sujetos lo manipulan, lo detentan como signo autónomo e intransitivo encargado de señalar el status social del poseedor (Baudrillard, 2005: 55). En las sociedades de consumo el “objeto/signo es un objeto de consumo y sigue siendo relación social, abolida, reificada, “significada” en un código” (Baudrillard, 2005: 55). Mediante el dominio de la “personalización”4, el objeto/signo cambia su color, su forma, su tamaño, etc, adquiriendo modificaciones inesenciales que lo muestran como “único e irrepetible” ante el consumidor, <simulacro del objeto-símbolo>. La paradoja que guarda este objeto es que aunque pretende mostrarse en su singularidad, nunca abandona el modo de producción: modelo-serie del objeto/mercancía (Baudrillard, 2007: 161-163). La tienda virtual de Apple nos dice que el diseño de cada objeto se hace pensando solo en “usted”5 Lo que se invierte en las sociedades de consumo es esa relación entre sujeto y objeto. Los objetos ya no se producen con fines racionales sino que se consumen como signos que usted “necesita” para vivir bien. Al mostrarse bellos, dóciles, disponibles, elegantes, rasgos que antes se le atribuía específicamente a las mujeres, el objeto ya no es aquello que está dominado por el sujeto, ahora el objeto es el que seduce al sujeto: “¡El iPhone, solo para usted! Pide a Siri, el ayudante inteligente que hace llamadas, envía mensajes, crea recordatorios y mucho más. Habla en el tono que sueles usar y Siri entenderá lo que quieres decir”6 producción (Baudrillard, 2007, 179-‐180) Si antes los objetos estaban sometidos al ritmo de producción del hombre, ahora, el hombre queda subsumido al consumo de los objetos. En la compra a crédito hay una apropiación total de un objeto pagando apenas una fracción de su valor real y su duración equivale al número de plazos en que es saldado (Baudrillard, 2007, 185). Lo que se evidencia la comprar a crédito es que “(...) los objetos no tienen como destino, de ninguna manera, el ser poseídos y usados, sino solamente el ser producidos y comprados” (Baudrillard, 2007, 185). 4 Baudrillard señala que la personalización de los objetos solo se puede realizar sobre aspectos inesenciales: “(...) el productor no puede sino tomar un chasís de serie, un motor de serie y modificar algunos caracteres exteriores o añadir algunos accesorios. El automóvil en calidad de objeto técnico esencial, no puede ser personalizado, sólo puede personalizarse en sus aspectos inesenciales”(Baudrillard, 2007, 161). 5 5“Con solo 5,4 mm de grosor y el tamaño de una tarjeta de crédito, el iPod nano es el iPod más fino que hemos fabricado jamás. La pantalla Multi-‐Touch de 2,5 pulgadas mide casi el doble que en la generación anterior, así que podrás ver mejor tus carátulas, fotos y vídeos favoritos. Dale al play, al pause, cambia de canción o ajusta el volumen con los botones: su diseño de aluminio anodizado no solo es un gusto para el oído, también para el tacto. El iPod nano no sería el mismo sin esos colores tan alucinantes, y ahora te lo pone aún más difícil para escoger”. Tomado de la página Web de Apple. http://www.apple.com/es/ipod-‐ nano/ Visitada 26 de septiembre de 2013. Enunciado que maneja el mercado, revistiendo al objeto de características singulares que lo muestran como un atributo que solo puede ser llevado por usted, aunque ese <usted> seamos todos. 6 Página de la tienda de Apple. http://store.apple.com/es/buy-‐iphone/iphone4s. Visitada el 26 de septiembre de 2013 Para Baudrillard, si los bienes, los objetos, los servicios, las relaciones se feminizan en este tercer orden, esto se debe a dos razones. La primera es que al objeto se le confiere de la cualidad imaginaria de lo femenino: disponibilidad. Afirma, el pensador francés, que en una sociedad donde la sexualidad está conminada a demostrarse y manifestarse sin interrupción, la posición masculina es frágil dado que la erección nunca es segura, en cambio lo femenino asegura una superioridad definitiva en esa dimensión fantasmática de la representación orgánica del goce, en lo infinito del sexo (Baudrillard, 2008: 31). La segunda razón es que las sociedades de consumo devuelven el juego de los signos, un juego que bajo el discurso de la publicidad y el ciclo de la moda7 resulta ser lúdico, ya no agonístico. La fuerza de la seducción ahora se presenta en todas partes, en todo discurso, como oferta y demanda del deseo hasta adoptar la forma de una obscenidad ligera e indiferenciada, psicológica y operacional. En este nuevo juego de la seducción se conjura la fuerza que tiene que ver con el ritual y la estética para dar paso a una seducción política: fría y blanda (Baudrillard, 2008: 167). Si Baudrillard califica a las sociedades de consumo como sociedades simulacro del intercambio simbólico se debe a que en ese juego de signos, la regla del dar, recibir y devolver se modifica. Al anticiparse al deseo, al anular la carencia, la prohibición, los límites, el sujeto queda expuesto a recibir sin la posibilidad de devolver lo recibido, aboliendo cualquier intercambio simbólico. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el cine y la televisión donde hay tanto color, tanto relieve, una alta fidelidad de la imagen, que termina reconstruyendo, ya no una realidad, sino una hiperrealidad en la que el espectador no tiene nada que imaginar, nada que añadir, nada que suponer. La fuerza de visibilidad de la imagen acaba con las apariencias, con el juego de los signos y sus secretos, al mostrarlo todo (Baudrillard, 2008: 34). O lo que ocurre con los procesos de la liberación de la mujer y la liberación del sexo donde se acaba con cualquier represión, con cualquier secreto del sexo para dejarlos libres frente al frenesí del deseo. En ese juego indefinido de signos, en esta liberación de las fuerzas, el principio de la incertidumbre y la indeterminación, señala Baudrillard, no solo termina rigiendo a la razón económica sino que también permea a la razón moral, sexual, política, estética. Así se confunde el trabajo con el no trabajo, el bien con el mal, la derecha con la izquierda (trans-política), lo masculino con lo femenino (transsexualidad), lo bello con lo feo (trans-estética), la represión con la emancipación, etc. Baudrillard va a señalar que en ese proceso de liberación de las diferentes fuerzas productivas, la mujer se emancipa, paradójicamente, bajo las mismas leyes del principio de producción. Y, es en este nuevo orden social donde la teoría feminista replantea su objeto de trabajo, como lo muestra Judith Butler con su teoría queer1, al afirmar que la tarea del feminismo ya no tiene que ver con reconstruir esa historia de la cultura patriarcal y reivindicar a ese sujeto-mujer de la que poco se puede decir, sino con reconocer la discriminación que sufren otras prácticas sexuales no normativizadas que desestabilizan la categoría de género. Trabajo del cual se hablará más adelante. 1. Liberación de la mujer y liberación del sexo Lo que experimentan las sociedades de consumo, dice Baudrillard, es una “liberación”, ya no represión, de las fuerzas productivas, liberación que permiten disolver la oposición entre los términos duales y redescubrir el cuerpo, incluyendo el cuerpo de la mujer, y el sexo bajo el valor de una belleza y de un erotismo funcional. Al cuerpo se le redescubre como objeto de salvación y se le rodea de un culto terapéutico, higiénico, dietético donde surge como el objeto más bello, preciado y brillante, el objeto/signo de la juventud eterna (Baudrillard, 2009: 155). “[...] las estructuras actuales de la producción/consumo inducen al sujeto a realizar una práctica doble, vinculada con una representación desunida (pero profundamente solidaria) de su propio cuerpo: la del cuerpo como CAPITAL y la del cuerpo como FETICHE (u objeto de consumo). En ambos casos, lo importante es que, lejos de negar u omitir el cuerpo, el sujeto, deliberadamente, lo invista psicológicamente e invierta económicamente en él” (Baudrillard, 2009: 156) El cuerpo gestual, energético y sexual queda absorbido por ese cuerpo glorioso, perfecto, disponible para ser intercambiado como un signo con otros signos. Ya no es carne, ya no es fuerza de trabajo, se le sustrae de su función reproductiva. Ahora se le entrega al valor exponencial de un erotismo funcional8 que construye el material erótico con la misma panoplia de los esclavos, los negros y los salvajes. Es decir, usa los mismos signos y marcas que distinguen a las clases y razas dominadas: cadenas, collares, látigos, bronceado, desnudez, tatuajes (Baudrillard, 1992, 121). Intercambiado en términos de rentabilidad, el cuerpo se administra como un capital y se le vincula a finalidades de producción y consumo. De ahí, los distintos productos en el mercado que permiten cuidar la figura, mantener las salud, conservar la juventud: la crema que atrasa el proceso de envejecimiento, el brasier que realza el busto, el body que oculta los kilos de más, el pantalón que ciñe y bordea el derrier y las piernas para lucir sensual. Si bien, las prácticas de embellecimiento, cuidado, erotización del cuerpo incluyen tanto a mujeres como a hombres. “Pues la belleza no es otra cosa que una materia de signos que se intercambian. Funciona como valor/signo. Por ello, podemos decir que el imperativo de belleza es una de las modalidades del imperativo funcional− y esto vale tanto para los objetos como para las mujeres (y los hombres) (...)” (Baudrillard, 2009: 161). Las sociedades reconocen en el cuerpo de la mujer un rendimiento erótico especial, pues ella es quien puede jugar con ese llamado fascinante de la castración y permitir el espectáculo de su superación continúa. La mujer-signo de una belleza y erotismo funcional, al encontrarse privada de un pene, es quien mejor logra disponer de su cuerpo para ese largo trabajo de transustantación fálica (Baudrillard, 1992: 120-121). En estas sociedades, dice Baudrillard, el cuerpo, el sexo y la mujer ya no solo comparten la historia de su servidumbre sino que ahora también comparten la historia de su liberación, proceso que busca hacerlos fructificar en su valor gestual y erótico, neutralizando cualquier interrogación crucial al orden del poder (Baudrillard, 2009: 169). Y, es justamente en ese proceso de liberación donde, según Baudrillard, la mujer corre el riesgo de quedar desposeída de su fuerza de la seducción, al abandonar el secreto de su cuerpo, al abandonar el secreto de su sexo, al indicar que la mujer goza y como goza (Baudrillard, 2000: 137). *** Continuará Este documento de trabajo esta próximo a publicarse. Bibliografía Baudrillard, Jean. (2005) Crítica de la economía política del signo. México: Siglo XXI editores. Decimocuarta edición en español. Baudrillard, Jean (2008) De la seducción. Madrid: Ediciones Cátedra. Baudrillard, Jean. (1983) El espejo de la producción. México: Editorial Gedisa. Baudrillard,Jean(1992). Elintercambiosimbólicoylamuerte.Venezuela:MonteÁvilaeditores Baudrillard, Jean (2009) El objeto de consumo más bello: el cuerpo. En La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras. Madrid: Editorial Siglo XXI. Baudrillard, Jean (1998). El paroxista indiferente. Conversaciones con Philippe Petit. Barcelona: Editorial Anagrama. Baudrillard, Jean (2007). El sistema de los objetos. México: Siglo XXI editores. Decimonovena edición en español. Baudrillard, Jean (2000). Estrategias fatales. Barcelona: Editorial Anagrama. Sexta edición. Baudrillard, Jean. (2002) La ilusión vital. España: Editores Siglo XXI.2a Edición. Baudrillard, Jean (1991). Transexual. En La transparencia del mal. Barcelona: Editorial Anagrama. Butler, Judith. (2007). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós. Traducción María Antonia Muñoz. Butler, Judith (2002). Cuerpos que importan. Buenos Aires: Editorial Paidós. 2a reimpresión. Chaparro, Adolfo. Conversación personal. 20 de julio de 2013. Bogotá Deleuze Gilles; Guattari Félix (1993) ¿Qué es la filosofía? Barcelona: Editorial Anagrama 11Kristeva, Julia (1999). Nuevamente el Edipo, o el monismo fálico. Sentido y sin sentido de la rebeldía. Literatura y psicoanálisis. Traducción Guadalupe Santa Cruz. Chile: Editorial cuarto propio. 12