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La presencia de la historia en el pensamiento económico de Adam Smith
Por: Lic. Román Moreno Soto
Escocés, como Hume y como muchos de los principales economistas de lengua inglesa, nació Adam
Smith el 5 de junio de 1723, en Kirkaldy. Alumno de la Universidad de Glasgow en la cual fue el
maestro suyo Hutcheson, y luego de la Oxford, que por entonces había decaído mucho, volvió en
seguida a Escocia, entabló amistad con Hume, que, como era mayor, se convirtió en mentor suyo, le
hizo trabajar e inculcó sus ideas respecto a la libertad comercial. Profesor de la Universidad de
Glasgow en 1751, reemplazó al año siguiente a Hutcheson en la cátedra de Filosofía moral, y allí
actuó hasta 1794, siguiendo el extenso programa de aquella clase (teología natural, ética,
jurisprudencia, economía política y política). Al principio, se consagró especialmente a la ética, y
publicó en 1759 su famosa Teoría de los sentimientos morales, en la cual desarrolla el sistema de la
moral de la simpatía, que compitió con la utilitaria de J. Bentham y le dio reputación europea. “Desde
entonces parece ser que se propuso un trabajo enciclopédico, que comportarse a la vez la historia y
la teoría de la civilización, abrazando, en una vasta síntesis, todos los aspectos de esta última 1”. No
debía colocar nada más que dos piedras, cierto es que fundamentales, del edificio: La teoría de los
sentimientos morales fue la primera; la segunda, La riqueza de las naciones.
De esta forma, el presente ensayo tiene por objeto precisar la concepción de la historia de Adam
Smith y ver cómo está se expresó en su principal aporte al pensamiento económico: la teoría del
valor-trabajo. El ensayo se divide en tres partes: en la primera se desarrolla la concepción de la
historia en Smith, en el segundo se expone su teoría del valor-trabajo y en la tercera se presentan
algunas consideraciones finales.
La concepción de la historia en Smith
Los principios filosóficos de Adam Smith llevan el sello inconfundible del deísmo de la época de la
Ilustración. Dios es el Supremo Hacedor del universo y, en su absoluta sabiduría, ha ordenado el
mundo como si fuera un mecanismo 2, que marcha con la regularidad perfecta. La divinidad no sólo es
la expresión de la sabiduría absoluta, sino también de la bondad suma, y se propuso como fin
1
Rene Gonnard, Historia de las doctrinas económicas, 8ª ed. Traducción de J. Campo Moreno, Madrid, Aguilar, 1967, p.
271.
2
Según la concepción materialista-mecánica que sostenían Galileo, Hobbes y Descartes, la propia realidad tiene una
estructura cuantitativa, que funciona como una máquina. Esta innovación metodológica reflejaba lo que estaba sucediendo
en las ciencias naturales de la época. El siglo XVII presenció el nuevo enfoque cuantitativo de la física, que se imponía a la
vieja visión de la física como una descripción de las cualidades perceptibles de los objetos físicos; en todos los campos de la
investigación científica, la medición de cantidades junto con el descubrimiento de leyes se convirtió en el objeto central de
investigación.
supremo de la creación la felicidad del hombre. “La razón puede desentrañar la economía de este
mecanismo y comenzar por él análisis del alma, que constituye una de las partes componentes del
mundo, tan vasto en sus dimensiones, como bien ordenado en sus finalidades 3”. De modo que, Adam
Smith usa la historia para desvelar el plan de Dios que, sin las intervenciones de los seres humanos,
conducirá al hombre a la riqueza y a la libertad.
Tales ideas entrarían dentro de una concepción de la historia como progreso de la humanidad que se
desenvolvería a partir de etapas o estadios, de modo que se impone una concepción providencialista
de la historia que, bajo la influencia de la física, buscaría como un objetivo central conocer los
designios divinos plasmados en las leyes naturales. Adaptarse al plan de Dios es situarse en el
camino del progreso, esta filosofía social es extraordinariamente importante, puesto que habrá de ser
la de los grandes economistas de la época clásica: -fundamentalmente- Malthus, J.B. Say y Ricardo;
que en los siglos XVIII y XIX pusieron los fundamentos de la economía política y es implícitamente
admitida aun por los economistas liberales.
La Teoría de los sentimientos morales (1759) pretende analizar las regiones recónditas del alma, para
descubrir las reglas naturales que norma la conducta del hombre. Precisa conocer aquélla, saber
cuáles son sus instintos y sus pasiones para descubrir las leyes que gobiernan el comportamiento
humano. Pero será en La riqueza de las naciones (1776) la culminación de su filosofía. En lugar de la
ley de gravitación de Newton 4, Smith puso el “interés propio”. Una sociedad que operase de acuerdo
con la ley natural, -que valía por doquier en todos los tiempos- sería un sistema de propiedad privada,
capitalista, de mercado, donde cada individuo atomístico ejercitase su “derecho natural” a buscar su
propio interés. Cada individuo egoísta, adquisitivo, promovería simultáneamente el bien social al
buscar sólo su propio bienestar, se forjan homo económicus.
Entonces, ¿Qué es, en esencia, lo que busca su conocimiento de lo histórico? Su idea básica trata de
demostrar que el capitalismo es el sistema de la libertad natural. Esta lapidaría fórmula contiene ya la
idea de que el régimen capitalista es natural y eterno, idea que Smith, por otra parte, no desarrolla, en
ningún sitio explícitamente y ex profeso, pero que está subyacente en todas partes, en su exposición,
y a veces llega a aflorar en breves y sorprendentes observaciones, con sus dos aspectos, naturalista
3
Gabriel Franco, “Estudio Preliminar”, en Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
naciones, 12ª reimpresión. Edición de Edwin Cannan, con una introducción de Max Lerner, nueva traducción y estudio
preliminar de Gabriel Franco, México, Fondo de Cultura Económica, p. XVIII
4
Para muchos filósofos y aun para algunos de los pensadores económicos más importantes del siglo XIX, la física se
convirtió en el modelo de toda teoría intelectualmente respetada. Es probable que esto fuera de lamentar, porque la
mecánica de Newton en muchos aspectos no tenía igual. Nunca hubo otra teoría como ella en física ni en nada. Robert H.
March, Física para poetas. 13ª ed. en español, México, Siglo XXI, 2004, p. 14.
y optimista. Para Smith, el orden se manifiesta en todos los sitios en que la Naturaleza está entregada
a sí misma, y tal orden es el mejor.
Así, la preocupación de Smith por nuestra manera de comportarnos no es un fenómeno capaz de
manifestarse lejos del comercio de los hombres. La persona aislada, sin comunicación con otros
seres, no se detiene a pensar en el mérito o demérito de sus acciones. Necesita incorporarse a la
sociedad para ver proyectada su conducta en el proceder de las demás gentes. Nuestros primeros
juicios morales –como dice Adam Smith- se refieren a la índole y conducta de los otros, y con
desenvoltura observamos como la una y la otra nos afectan y pronto vemos cómo las demás gentes
se toman iguales libertades respecto de nosotros. “Fingimos ser espectadores de nuestro propio
comportamiento y procuramos imaginar el efecto que, bajo esta luz, produciría en nosotros” 5.
La economía se regula por su propia virtud y es una parte de ese orden, denominado por Smith el
sistema sencillo de la libertad natural. Existe, sin embargo, alguna diferencia ente la noción smithiana
y la noción fisiocrática del orden. “Smith, y esto es lo importante, suaviza el rigor del sistema
fisiocrático, introduciendo en él un elemento de psicología, que es un elemento de plasticidad” 6. Por
eso casi no habla Smith de leyendas naturales, aunque la idea de estas leyes se cierne sobre toda su
exposición. Es, más que nada, analizador de un caso psicológico: el de la tendencia de todos los
hombres a mejorar sin descanso su situación.
Ahora bien, como cualquier individuo pone todo su empeño en emplear su capital en sostener la industria
doméstica, y dirigirla a la consecución del producto que rinde más valor, resulta que cada uno de ellos
colabora de una manera necesaria en la obtención del ingreso anual máximo para la sociedad. Ninguno
se propone, por lo general, promover el interés público, ni sabe hasta qué punto lo promueve […]
únicamente considera su seguridad […] pero en éste como en otros muchos casos, es conducido por una
7
mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones .
Este párrafo, es una manifestación elocuente del deísmo de Smith y de su concepción
providencialista. La interpretación de los fenómenos económicos no se puede considerar, en
consecuencia mecánica y casual. El interés privado es el motor fundamental de la vida económica;
pero se halla domesticado en sus extralimitaciones por consideraciones de justicia, así, la afirmación
de Smith de que la “mano invisible” del sistema capitalista, de mercado, armonizaría todas las
acciones individuales egoístas y conduciría a una asignación “óptima” de los recursos productivos,
5
Franco, “Estudio”, en Smith, op. cit., p. XXIII.
6 Gonnard, op. cit., p. 274.
7
Smith, op. cit., p. 402.
ha seguido constituyendo la base más consistente de una defensa ideológica del capitalismo hasta
nuestros días 8. Por otra parte, no es un factor exclusivo. Existen otras motivaciones en los afanes
económicos; pero las dejamos aún lado, para perseguir los efectos de aquel a través de los negocios
y el comercio. De este modo, tenemos que para Smith, el modelo competidor de la economía natural
se adaptaba perfectamente a la imagen de un Dios bueno y perfecto, cualidades ambas que debían
reflejarse en su obra, como expresión de su poder. Sin embargo, la concepción del orden natural iba
más allá de la teología y era compatible con el más férreo de los mecanicismos, pues la capacidad
reproductora de la naturaleza se adecuaba bien a la concepción del trabajo como el medio adecuado
de transformación de la naturaleza para que ésta diese sus frutos.
Smith creía que la mente humana constantemente intenta producir representaciones simples,
unificadas y coherentes de la naturaleza. Lo que provoca este ejercicio es la percepción de
observaciones inusuales y anómalas que se ajustan a las expectativas convencionales del
comportamiento de la naturaleza. Al enfrentarse con esas observaciones, la mente genera un nuevo
conjunto de ideas, una teoría científica, que explica satisfactoriamente las observaciones
perturbadoras. De modo que en Adam Smith, “encontramos un entretejimiento bastante complejo de
la historia de la ciencia con las preocupaciones filosóficas, en el cual se expresa una visión de la
naturaleza de la ciencia que es progresista o desarrollista” 9. En The History of Astronomy (1795) 10,
escribió lo siguiente:
En muchos aspectos los sistemas se asemejan a las máquinas. Una máquina es un pequeño sistema,
diseñado para realizar, así como para conectar, de manera efectiva, esos diferentes movimientos y efectos
11
que el artesano considera necesario unir .
Aquí se plantean dos ideas. Hay un sistema, el cual es un conjunto de elementos funcionalmente
conectados, y hay una máquina que es un sistema que se manifiesta por un diseño. Juntos
8 E.K. Hunt, “Escolasticismo económico e ideología capitalista”, en: E. K. Hunt (compilador). Crítica de la teoría económica.
Selección de E. K. Hunt y J. G. Schwartz, México, Fondo de Cultura Económica, México 1977, p. 180, (El Trimestre
Económico. Lecturas 21).
9
John R.R. Christie, “El desarrollo de la historiografía de la ciencia”, en Sergio F. Martínez y Godfrey Guillaumin (comps.),
Historia, filosofía y enseñanza de la ciencia, México, UNAM – Instituto de Investigaciones Filosóficas, 2005, p. 48, (Filosofía
de la ciencia).
10
Adam Smith escribió su History of Astronomy más o menos al mismo tiempo que d´Alambert el Discurso Preliminar, esa
obra muestra una tendencia fundacional bastante diferente en la historiografía de la ciencia occidental. Se observa una
referencia a esta tendencia en el título completo del libro de Smith: The Principles which Lead and Direct Philosophical
Enquiries; Ilustrated by History of Astronomy (Los principios que llevan y dirigen las investigaciones filosóficas; ilustrados por
la historia de la astronomía). La obra de Smith no era de ningún modo una sencilla historia de la astronomía como disciplina.
Aunque trataba la evolución del pensamiento astronómico desde la Antigüedad hasta Issac Newton, este desarrollo
resultaba secundario en relación con su interés principal, que se centraba en los principios universales por los que la mente
humana comprende y explica el mundo natural. Ibíd, p. 47
11
Ídem
conforman la idea de mecanismo como un sistema-máquina. Por ejemplo, si la economía es un
sistema y los sistemas son máquinas, entonces podría inferirse que existen mecanismos económicos.
El silogismo era palpable en el ambiente del siglo XVIII empapado de la metáfora maquinista.
Pero no bastaba con darse cuenta que un sistema extraordinariamente complejo era una máquina
extraordinariamente compleja. Era necesario entonces identificar los mecanismos esenciales. En los
capítulos 1-3 del libro 1 de La riqueza de las naciones, Adam Smith identifica dos de estos
mecanismos. En el capítulo 1, la división del trabajo define el estado del conocimiento en una
sociedad. En el capítulo 2, el intercambio es la coordinación social, y de esta manera la precondición
del conocimiento. En el capítulo 3, la amplitud del mercado determina la división del trabajo y también
el alcance del crecimiento del conocimiento. Existen por lo tanto dos mecanismos primarios en la
descripción de Smith de un sistema económico: 1) el uso de conocimiento especializado; y 2) los
mercados como mecanismos para guiar el crecimiento del conocimiento, reestructurando el sistema
de conocimiento.
Vemos, pues, como Adam Smith emplea el método abstracto, el procedimiento deductivo. Separa
todas las motivaciones y deja que actué sólo el interés personal. No desconoce la importancia de los
otros factores coadyuvantes de las acciones humanas en el mundo de la riqueza. Los inmoviliza,
empero, mentalmente, para ver hasta dónde llegan los hombres impulsados por aquel acicate. La
fuerza de esos otros elementos se manifiesta de una manera esporádica. Unas veces vigorosamente;
otras, de un modo apenas perceptible, el interés personal, por el contrario, es un factor constante en
el mundo de los negocios.
La teoría del valor-trabajo
Nos encontramos claramente orientados hacia una explicación del precio normal según el tiempo
necesario para la producción de un objeto. Smith utiliza ya esta explicación en su análisis de la
producción de alfileres 12. A partir de esto, hará de la idea del valor-trabajo el fundamento de toda la
ciencia económica.
El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y
sensatez con que éste se aplica o dirige, por doquier, parecen ser consecuencia de la división del trabajo […]
12
Petty con su acostumbrada maestría –afirma Marx- define mejor que A. Smith el carácter capitalista de la división
manufacturera del trabajo, y lo hace en su ejemplo poco conocido del “Reloj”. Cfr. Karl Marx, El Capital. Crítica de la
economía política, Traducción de Wenceslao Roces. 14ª reimpresión, México, Fondo de Cultura Económica., 1979, pp.
277-278.
tomemos como ejemplo una manufactura de poca importancia, pero a cuya división del trabajo se ha hecho
muchas veces referencia: la de fabricar alfileres. 13
El trabajo crea, pues, el valor de la riqueza. Smith, sin embargo, debe observar que la fortuna y la
renta no son en absoluto proporcionales al trabajo de cada uno. Partiendo todavía del principio de
que la división del trabajo es la fuente del enriquecimiento de las naciones, desarrolla de nuevo esta
idea intentando explicar la división del trabajo por la propensión de los individuos al intercambio. Esto
le conduce a plantearse el problema del valor intercambiable o del valor de cambio de los bienes.
Hay que observar [dice] que la palabra "valor" tiene dos significados diferentes: a veces significa la utilidad de
un objeto particular y, otras, la facultad que da la posesión de este objeto para poder comprar otras
mercancías. Se puede llamar al primero, valor en uso y al segundo valor en cambio. Hay cosas que tienen un
gran valor en uso y tienen, sin embargo, poco o ningún valor en cambio; y al contrario, las que tienen un gran
valor en cambio no tienen a menudo casi ningún valor en uso. No hay nada más útil que el agua, pero con ella
apenas se puede comprar nada. Por el contrario, un diamante, que apenas tiene valor en cuanto al uso, podrá
14
ser fácilmente cambiado por muchas otras mercancías .
Es importante señalar que el autor considera aquí los dos tipos de valor como hechos sociales. El
valor de uso es, a sus ojos, la utilidad social de la mercancía. Es por lo que puede decirse que el
diamante tiene poca utilidad. El valor de uso, en sí mismo, tal como él lo considera, es un hecho
objetivo y no subjetivo. Smith considera aquí que las relaciones sociales constituyen, en sí mismas,
un objeto de estudio sui generis 15. Para probar que el trabajo es la única medida definitiva y real por
la que puede apreciarse y compararse en todos los tiempos y en todos los lugares el valor de todas
las mercancías, dice Adam Smith:
Cantidades iguales de trabajo poseen siempre el mismo valor para el obrero, en todos los tiempos y en todos
los lugares. En su estado normal de salud, fuerza y diligencia y supuesto en él el grado medio de destreza, el
16
obrero tiene que sacrificar siempre la misma cantidad de descanso, libertad y dicha .
De una parte, Smith confunde aquí (aunque no siempre) la determinación del valor por la cantidad de
trabajo invertida en la producción de la mercancía con la determinación de los valores de las
mercancías por el valor del trabajo, pretendiendo por tanto demostrar que a cantidades iguales de
trabajo corresponde siempre un valor igual. De otra parte, presiente que el trabajo, en cuanto
13
Smith, op. cit., pp. 7-8.
Smith, op. cit., p. 30
15
Henri Denis, Historia del pensamiento económico, traducción de Nuria Bozzo Durán y Antonio Aponte, Barcelona, Ariel,
1970, p. 162
16
Smith, op. cit., p. 33
14
materializado en el valor de las mercancías, sólo interesa como gasto de fuerza de trabajo, pero
vuelve a concebir este acto simplemente como un sacrificio del descanso, la libertad y la dicha del
obrero, y no como una función normal de vida. Claro está que, al decir esto, se refiere al obrero
asalariado moderno.
Lo que hay que explicar ahora es el valor de cambio. Para llegar a ello Smith utiliza una concepción
de una importancia fundamental: considera que el intercambio de las mercancías es, en realidad, el
intercambio del trabajo necesario para la producción de estas mercancías:
El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirla, son las penas y
fatigas que su adquisición supone. Lo que realmente vale para el que ya ha adquirido y desea disponer de
ella, o cambiarla por otros bienes, son las penas y fatigas de que lo librarán, y que podrá imponer a otros
individuos. Lo que se compra con dinero o con otros bienes, se adquiere con el trabajo, lo mismo que lo que
adquirimos con el esfuerzo de nuestro cuerpo. El dinero o sea otra clase de bienes nos dispensan de esta
fatiga. Contiene el valor de una cierta cantidad de trabajo, que nosotros cambiamos por las cosas que
suponemos encierran, en un momentos determinado, la misma cantidad de trabajo. El trabajo fue, pues, el
17
precio primitivo, la moneda originaria que sirvió para pagar y comprar todas las cosas .
Smith considera que si el precio natural de una mercancía fuera igual a la suma de los salarios
pagados para obtenerla, todo sería muy simple. Un objeto pagado dos veces más caro sería
necesariamente un producto que habría costado dos veces más de trabajo. Pero, en el precio está
también comprendido el beneficio del capital y la renta de la tierra. ¿Se puede decir que el beneficio
del capital es la remuneración de un tipo de trabajo, como puede ser el trabajo de dirección de la
empresa? No, puesto que los beneficios "se rigen por principios totalmente diferentes [de los que
regulan los salarios] se regulan enteramente en función del valor del capital empleado y son más o
menos elevados según la importancia de este capital" 18. El beneficio no es, pues, según Smith, la
remuneración de un trabajo. Y lo mismo se puede decir de la renta del suelo, ya que los propietarios
no trabajan, aunque "les gusta recoger allí donde no han sembrado" 19.
La conclusión de Smith es que no hay, hoy en día, relaciones exactas entre los precios naturales de
las mercancías y sus costos en trabajo. Estas relaciones existían "en el primer estado informe de la
sociedad, que precedió a la acumulación de capitales y a la apropiación del suelo, [y cuando] el
17
Ibíd., p. 31
Ibíd., p. 48
19
Ibíd., p. 49
18
producto del trabajo pertenecía por entero al trabajador" 20. Pero esta situación ha desaparecido
desde hace mucho tiempo, por esta razón, no le parece posible afirmar que, en la economía que tiene
ante sí, los valores de cambio de los productos están determinados por sus costos en trabajo.
Los progresos ulteriores del pensamiento económico mostraron la raíz del error de Smith. Éste no
comprendía que los fenómenos sociales concretos no reflejan de manera simple y directa las leyes
esenciales que los rigen. Hubiera querido que cada precio de un producto particular correspondiera al
costo en trabajo del producto. Más tarde, Carlos Marx demostrará, de manera perfectamente clara,
que en la economía capitalista la correspondencia entre el precio y el costo en trabajo se verifica
solamente "como media" y que hay siempre mercancías cuyos precios son algo superiores a los
verdaderos valores de los productos mientras que los precios de otras son algo inferiores a sus
valores. 21
Consideraciones finales
Podemos afirmar que la concepción histórica de Smith se fundamenta esencialmente en el principio
moral de las relaciones entre los hombres y la naturaleza, así como en su expresión en los actos
buenos y eficaces, no sólo individual sino universalmente, y precisamente, la forma económica de su
manifestación real es el trabajo, elemento que es siempre para él la sustancia y medida de todo valor
económico.
El que es considerado por muchos como el patriarca de la economía hizo uso del método deductivo
en sus investigaciones indiscutiblemente, aún cuando no lo aplicó de un modo exclusivo. Las
conclusiones no se deducen de unas cuantas premisas con la pretensión de darlas por sentadas de
un modo inmediato. Tan pronto como se llega a ellas, sigue la labor de contraste, se confronta con la
realidad, se compaginan con la historia, se compulsan con los hechos, y sólo después de realizada
esta verificación se incorporan a la encuesta. Así, el elemento histórico se enlaza con el dogmático,
en la parte metodológica.
20
21
Ibíd., p. 47
Denis, op. cit., p. 164.