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01/04/01 ECONOLANDIA ANTONIO PULIDO No llores por ti, Argentina No hay cosa más demoledora para la autoestima de economistas y políticos que escarbar en la memoria escrita. Repasando mi carpeta sobre Argentina leo una estimulante noticia de la prensa económica del 7 de enero de 2000. “El Ministro de Economía José Luis Machinea, dio ayer por terminado el proceso de recesión que ha padecido el país por la devaluación del real brasileño y anunció que la economía crecerá al menos un 4% en el año 2000”. La verdad es que crecer un 4% en Argentina no es ningún milagro; de hecho la media 1991-2000 de variación del PIB a precios constantes es del 4,2% en promedio anual. Incluso en 1991 se llegó a alcanzar el 10% y hasta 1998 se superó habitualmente el 6-7%, con la excepción de 1995 en que el PIB cayó bruscamente casi un 3%. ¿Qué pasó entonces?. En mi carpeta encuentro la respuesta más extendida en un artículo de The Economist de finales de 1999 (Argentina’s Economy. Keeping the reform alive): “ como consecuencia de la devaluación de Méjico, la economía argentina perdió el 18% de sus depósitos bancarios, al retirar su dinero los ahorradores temerosos de un colapso repentino de su moneda. La pérdida de confianza precipitó una dramática recesión”. Es decir, la paridad fija peso-dólar iniciada en 1991, combinada con una reducción de barreras arancelarias, privatización y desregulación, había funcionado hasta que una perturbación externa (en este caso Méjico) rompe la confianza en el sistema. ¿Y la caída de 1999, con una nueva reducción del PIB de más del 3%?. Nuevamente si hurgamos en nuestra hemeroteca particular encontramos la explicación dada por los técnicos. Ahora el detonante externo es triple: primero, la decisión de Rusia de mediados de 1998 de suspender el pago de su deuda exterior, que conduce a una crisis de liquidez en Argentina, ante el pánico de los inversores internacionales y el alza de los tipos de interés que termina paralizando la inversión productiva. Segundo, el deterioro de la relación de intercambio al caer comparativamente los precios de los productos de comercio más habitual (p. ej. alimenticios). Tercero, Brasil entra en recesión y supone más de un tercio de su mercado de exportación. Bueno, pues en el pasado año 2000 Rusia se estima que puede haber crecido cerca del 7%, Méjico otro tanto y Brasil el 4%. ¿Qué ha pasado ahora con Argentina, que ha repetido ritmos negativos de crecimiento el pasado año (-0,5 según los últimos datos)?, ¿Cómo es que hace un año las autoridades argentinas, los organismos oficiales e incluso los analistas internacionales apuntaban hacia ritmos del 3,5-4%?. Ya sabemos que en economía no hay verdades absolutas ni causas únicas. Pero parece que en la Argentina de estos últimos meses se han unido y realimentado entre sí tres grandes condicionantes. Uno es la otra cara de la estabilidad que proporciona una paridad fija respecto al dólar, con un dólar además fuerte: la pérdida relativa de competitividad respecto a los países de su entorno. Un segundo referente es el fuerte endeudamiento internacional que, a los primeros síntomas de alarma, ha encarecido los tipos de interés por el riesgo no ya de la moneda si no del impago de la deuda. La tercera cuestión, es una fuerte deuda pública y un déficit público, actual y previsible a corto plazo, bastante elevado que exige una política de contención del gasto público, tanto mayor cuanto menores sean los ingresos, que sufren, a su vez, los efectos de la crisis. Y detrás de todo ello, está la mayor o menor confianza depositada en la gestión de las autoridades económicas. Si Domingo Cavallo convence, y genera apoyos renace la confianza, se mejora la gestión de los recursos públicos y el dólar ayuda un poco, Argentina podría salir en pocos trimestres del bache. Si no, ya buscaremos economistas y políticos alguna nueva justificación.