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El empresariado mexicano:
Dos siglos
de evolución
Por: Marcos Marín Amezcua
[email protected]
La empresa mexicana es parte fundamental de la construcción de la patria. En dos siglos ha enfrentado diversas realidades y ha estado allí, siendo parte de la historia nacional. Grandes o pequeñas, asisten a los retos
del nuevo siglo que la nación está iniciando.
Introito
C
uando estamos inmersos
en reflexiones diversas en
torno al bicentenario de la
independencia nacional
conmemorado en 2010,
el tema de los empresarios mexicanos y
su entrega es un aliciente que nos permite comprender mejor cómo ha evolucionado el país en su conjunto.
Al ir de la mano de sus gestiones
o, si se prefiere, repasando la historia
empresarial de México, se nos permite saber a través de las distintas etapas
de la economía nacional que es posible
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ponderar el significativo papel que ha
desempeñado la fuerza y el talento de
los mexicanos que han invertido en este
país, lo cual nos conduce a reflexionar
sobre cómo el empresario siempre ha
estado dispuesto a afrontar retos y ha
respondido favorablemente tratándose
de un país que ha luchado y continúa
haciéndolo por construirse.
¿Somos empresarios
natos?
Cuando uno transita por las calles
de México, puede observar de tanto en
tanto establecimientos mercantiles que
llevan en sus marquesinas y anuncios
al público determinadas leyendas tales
como “Fundado en…” o “que funciona
desde…”, antecediendo al año en que
se creó esa empresa.
Grandes o pequeñas, esas empresas
forman parte de la vida cotidiana de los
mexicanos. Las hay de todos los géneros, para todos los gustos y son expendedoras de mercancías que fluctúan en
todos los rangos de precios.
Hay datos que pueden parecer obvios o acaso pasan desapercibidos, pero nuestros lectores habrán reparado
en que no por ello dejan de ser espe-
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cialmente interesantes. Una marca de
tequila se ufana de contar con más de
120 años de existencia, una negociación del puerto de Veracruz luce orgullosa sus poco más de dos siglos y otra
reclama existir desde 1856; otras fueron
fundadas en 1875, 1884 o se crearon en
1903. Ya luego la lista de establecimientos originados en el siglo XX engrosa
aquella de manera significativa.
Esto nos demuestra tres cosas que
resultan muy evidentes, pero dignas de
mención:
1. El mexicano es emprendedor
y constante en sus afanes de
consolidar empresas.
2. Desde siempre la nación
ya independiente buscó
participación en la economía
del esfuerzo de los particulares,
quienes apostaron por la nueva
nación.
3. Las empresas mexicanas han
podido desarrollarse durante los
dos siglos de vida independiente
que cumplimos este año 2010, de
una manera tal que son ya una de
nuestras más caras tradiciones.
No es así.
Desde que México nació a la vida independiente, se entendió que las
ataduras del pasado, las prohibiciones
comerciales impuestas a lo largo del periodo colonial y las limitaciones legales
o físicas, serían el reto a vencer de la
nueva nación. En efecto, el empresariado mexicano, desde el más humilde
vinatero hasta quienes se aventuraron a
exportar, comprendió que era necesario
hacerse de bienes y de la infraestructura
necesaria para proveerse y proveer a la
industria de sus más caros objetivos.
La libertad de actuar –en el marco del
liberalismo económico que empujaba las
economías del siglo XIX– se fijó como
una constante a alcanzar y a mantener,
y se consideró que sería un detonante
significativo de la nueva nación independiente. Aquel anhelo no era nuevo.
Ya desde el siglo XVIII tanto novohispanos como peninsulares reclama-
ron la libertad de comercio. Esto implicaba la libertad de empresa. Fue un
principio ya planteado a los diputados
constituyentes de Cádiz como uno de
los ejes a seguir para que en la primera
constitución de la monarquía española
se consignara esa libertad tan necesaria en pro del comercio y el intercambio fecundo de bienes y mercancías
de muy diversa índole. Con esto ya se
reconocía que la libertad de comercio
generaría nuevas empresas que contribuirían a una economía cada vez más
en expansión.
México, ya independiente no tuvo
un fácil comienzo para generar su proita riqueza, casi arruinado por la guerra
librada contra España; no contó con
todos los recursos posibles para iniciar
avante su camino. Las guerras civiles y
las invasiones extranjeras retrasaron su
desempeño. Empero, se avocó a buscar
dentro de los márgenes estrechos que
su condición le otorgaba, el participar
dentro del comercio internacional de la
La capacidad empresarial, el ánimo
emprendedor e innovador de los mexicanos y la necesidad de contribuir de
manera decidida al engrandecimiento
de la patria y en concreto, de su gente, es un espíritu que ha estado siempre
presente y se ha manifestado a lo largo
de dos centurias. No podemos soslayar
la presencia de personas de origen extranjero que se afincaron en México y
aportaron también su esfuerzo y talento. Muchas de las grandes empresas de
hoy provienen también de su compromiso con la sociedad mexicana. Y hay
un aspecto que debemos recordar: muchas nacieron pequeñas y llegaron a ser
enormes.
Los mexicanos no debemos de olvidar que esa labor, ese deseo emprendedor de contribuir con la patria, es una
constante. Que desmiente así la idea vaga, infundada y acaso desinformada, de
pensar que México no es ni ha sido un
país laborioso.
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país y son parte de su proeza por alcanzar el progreso y el futuro.
Es pertinente decir que México ha
pasado al menos por seis etapas de industrialización, etapas que suponen
la consolidación de un empresariado
local, con nexos fuertes con el exterior, pero también con una capacidad
generadora de recursos propios. Flavia
Derossi nos enuncia las etapas de la industrialización en México que son, a su
juicio, las siguientes:
a) Protohistoria de la industrialización:
es decir desde el nacimiento a la
vida independiente hasta el inicio del
Porfiriato.
b) El Porfiriato: que atrajo la inversión y
la industria extranjeras, coadyuvando
al desarrollo nacional.
c) De la Revolución a la II Guerra
Mundial: en que el país tras la
convulsión de 1910 tardó 30 años
en salir adelante, impulsado por la
economía de guerra y el regreso de
los inversionistas extranjeros.
manera más ventajosa posible y de una
manera proactiva, aún en medio de infinitas adversidades, que de alguna forma reflejaran la industriosa labor de los
incipientes empresarios mexicanos, que
con el mismo ánimo y muchas veces de
la mano del Estado y otras tantas por su
cuenta y riesgo celebraron y apoyaron
la instalación de inventos y adelantos
tecnológicos como el telégrafo o el ferrocarril, que contribuyeran decididamente a la unificación y al desarrollo
del enorme país que nacía a la luz en el
concierto de las naciones.
civiles y las invasiones extranjeras fueron
condicionantes que limitaron el desarrollo
del comercio y la industria, siempre hubo empresarios grandes y pequeños que
mantuvieron vivo el comercio y el espíritu
de la empresa. De estos años provienen
muchos de los negocios más antiguos que
aún perduran en nuestro país.
Por supuesto que en casos así estamos hablando de verdaderos hitos, de
verdaderos símbolos del progreso con
el que se identifica al siglo XIX, que
tanto aportaron para que el empresario
mexicano tuviera herramientas eficaces
con las cuales ayudarse en su tarea cotidiana.
Las distintas etapas
del desarrollo
comercial e industrial
Así entonces, no podemos olvidarnos
de que si bien en las primeras décadas
de la nación independiente, las guerras
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Pero la inversión extranjera tardó en
aparecer. Antes se facilitaron las exportaciones de materias primas en un mercado
mundial dominado por la Gran Bretaña,
que era la primera potencia mundial.
Industria y empresa son dos conceptos muy ligados al desarrollo de la
economía mexicana a lo largo de los
dos últimos siglos. Son sin duda alguna,
dos columnas vertebrales del desarrollo
nacional y componen ineludiblemente
la manera en que se ha planeado este
d) La II Guerra Mundial hasta la de
Corea: años en que se cimentó
el desarrollo estabilizador y se
emprendieron nuevos proyectos de
desarrollo.
e) El crecimiento sostenido y la
regulación pública: efectuada en
pro de la industria y el comercio
nacionales, si bien orilló a cierto
proteccionismo.
Y podríamos anotar una más, la
sexta: la desregulación y la apertura comercial globalizadora, que es en la que
estamos inmersos, frente a la expansión
de los mercados, los tratados de libre
comercio y las nuevas tecnologías.
El empresariado ha ido cambiado
según cada etapa y es justamente en
esta última en donde las PYMES han
cobrado especial relevancia.
Estas etapas bien que han marcado
el desarrollo nacional, de su mano se
han establecido y afianzado las empresas mexicanas, que grandes o pequeñas, han contribuido de manera más
que significativa a crear no solo aquellos consabidos empleos, sino la riqueza
misma de la patria.
En este rubro cabe mencionar dos
aspectos torales que se han ido fraguando a lo largo de dos siglos:
a) El empresario mexicano ha enfrentado
distintas realidades económicas
para proveer a su empresa de
los mecanismos más óptimos de
operación.
b) El empresario ha buscado estar lo más
actualizado posible. No es indiferente
al tema.
En efecto, cuando hablamos de una
empresa mexicana no debemos perder
de vista que ni siempre han sido los
mismos métodos con los que se ha desempeñado ni tampoco el mercado nacional ha sido el mismo. Ya no digamos
el mercado mundial.
una gran distancia entre las inversiones
del siglo XIX, y la visión que podemos
tener de las mismas en el siglo XXI,
pero adelantan la posibilidad de atraer
capitales externos para fortalecer ciertos rubros de la economía nacional en
general.
En opinión de Jorge Basave es en este contexto en que las PYMES cobraron
gran auge a partir de los años noventa.
Un tanto por aparecer nuevas oportunidades, por conformarse nuevas características de los mercados y por el autoempleo que pudiera generar nuevas
posibilidades de desarrollo de ciertos
renglones de la economía.
Por último, si hiciéramos un análisis general podríamos observar que
una economía como la mexicana, que
se globalizó (fuera o no con medidas
acertadas en todos los casos), hoy no
puede quedarse afuera. Y es el gran reto
del empresario moderno, el atender esa
nueva realidad que no va a retroceder.
Nuestra industria
cerrada a la globalizada Conclusión final
Nuestra industria ha operado para
satisfacer las necesidades locales y acaso
no ha sido tan entusiasta para procurar
la expansión de México por el mundo,
de allí que son más escasos los ejemplos
de éxito hacia fuera que hacia adentro.
Dos siglos son apenas un suspiro
en el devenir de la Historia, pero para
México son de capital importancia. Podemos decir que no es la primera vez
que el país afronta grandes retos, pero
ciertamente que también cuenta con
activos que no podemos minimizar.
Son activos presentes que hacen sentir
la fuerza de una de las economías más
fuertes del mundo que, pese al día a
día que no siempre es claro para todos,
también avizora nuevas oportunidades,
posibilidades tangibles y ampliación de
expectativas. El empresario es una pieza clave en ese devenir. MeM
Fuentes:
BASAVE, Jorge; Empresas mexicanas ante la
globalización; Miguel Ángel Porrúa, México, 2000,
342 pp.
DEROSSI, Flavia; El empresario mexicano,
UNAM, México, 1977, 519 pp.
KUNTZ Ficker, Sandra; Las exportaciones
mexicanas durante la primera globalización 18701929, Colmex, México, 2010, 645 pp.
MARCOS MARÍN AMEZCUA, Licenciado en
Derecho por la Universidad Tecnológica de
México, Maestro en Estudios México-Estados
Unidos por la FES Acatlán, Diplomado en Estudios
México-Estados Unidos-Canadá por el CISANUNAM y en Análisis político por la Universidad
Iberoamericana, así como doctorando en
Historia por la Universidad de Huelva en España
y la Universidad Iberoamericana de México;
conferencista, profesor universitario en México, es
miembro de la Asociación Mexicana de Estudios
Histórico-Militares y de la Asociación Mexicana de
Estudios del Caribe.
Más ello no quita mérito alguno a
la tarea del empresariado, pues estaríamos dejando de lado que desde el más
humilde empresario hasta los más grandes, asumen compromisos con los que
enfrentan la realidad de su expansión
de su día a día.
En estos dos siglos transcurridos, no
puede dejarse de lado mencionar que la
empresa ha pasado de ser enteramente
familiar a una más diversificada en su
oferta y en su estructura, por muy básica que sea.
Aspectos como la inversión extranjera o las multinacionales son conceptos surgidos en estos últimos dos siglos,
delineados en sus significados y alcances y que han formado parte de nuestro
propio desarrollo. Sin lugar a dudas hay
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