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Título: Globalización, marginalidad, y exclusión
por
concepto de género: violación
del marco legislativo internacional.1
María de los A. Arias Guevara
[email protected]
[email protected]
Universidad de Holguín, “Oscar Lucero Moya”. Cuba
1
Ponencia presentada en congreso Internacional sobre Mujer Género y Derecho. La habana, mayo 2006.
“Doctrina Jurídica”, Revista del Foro Salteño.Año XX, Quinta Entrega, Octubre 2006, Ediciones Noroeste
Argentino (EDI. NOA), ISSN 56.692, editada en Salta, República Argentina. pág. 170 a pág. 180
Resumen
El trabajo parte del interés por develar las consecuencias de la globalización tal como cursa en
la actualidad, y en especial en el contexto latinoamericano para los grupos sociales
tradicionalmente marginados y excluidos. Proceso que está dando lugar a nuevas formas de
estratificación social y a una polarización de las experiencias y perspectivas de vida entre
aquellos actores que acceden a los beneficios de la globalización y aquellos que son excluidos.
La perspectiva elegida busca enfatizar los riesgos y limitaciones que encierra la globalización
al profundizar las desigualdades hoy existentes. De modo,
que nos proponemos como
objetivo analizar los impactos del reajuste estructural en las relaciones de género en el
contexto latinoamericano, para demostrar la tesis que el costo del reajuste ha sido transferido
a las mujeres y es violatorio del marco legislativo internacional sobre los derechos sociales,
económicos y culturales de la mujer.
Introducción.
La globalización como proceso se extiende más allá de fenómenos meramente económicos
para incorporar todas las dimensiones de la vida, abarca la producción material y espiritual.
Por su carácter rediseña el escenario mundial de final e inicio de milenio, condicionado por
los avances tecnológicos, por las relaciones de producción en que estas tienen lugar y por un
contexto político delineado por la desaparición del socialismo. La globalización, siguiendo a
López Segrera (1999), coincide en tiempo con tres procesos interdependientes en su propia
lógica interna: crisis y derrumbe del socialismo real, desarrollo vertiginoso de las nuevas
tecnologías de la comunicación y la información y el neoliberalismo.2
Cualquier acercamiento a este fenómeno tendrá que reconocer que es resultado del proceso
histórico, que
es complejo,
profundamente contradictorio y paradójico, de múltiples
consecuencias y rupturas epistemológicas con el pasado, cuyo impacto negativo profundiza
las desigualdades existentes, en especial aquellas que tienen que ver con los grupos excluidos
2
El inicio de la globalización es señalado en diversos tiempos, unos hablan de globalización desde la existencia
del mundo helénico, la expansión del imperio romano, otros como fenómeno histórico ligado al desarrollo del
capitalismo desde la época de los descubrimientos geográficos y las más recientes afirmaciones colocan el inicio
de la globalización en las últimas décadas del siglo XX ligada a grandes acontecimientos mundiales como: la
crisis mundial capitalista de mediados de los años 70, el derrumbe del socialismo, el fin de la bipolaridad mundial
y la crisis ecológica global.. Algunos estudiosos llegan a relacionar el nacimiento de la globalización con las
decisiones políticas tomadas en 1975 en Rambouillet, cerca de París durante la primera cumbre de los seis países
más desarrollados (G6). En esa ocasión, en efecto, los mismos decidieron, tanto dar vía libre a las privatizaciones
(permitir la cesión a los privados de empresas, bienes y actividades de propiedad del Estado, o administradas por
entes estatales), como romper los vínculos entre economía y política que hasta entonces mantenía a las empresas
ligadas al propio territorio y a la propia nación. De manera que cualquier empresario hoy puede exportar capitales
y empresas fuera de las fronteras nacionales, rindiendo cuenta de su decisión sólo ante los accionistas, los cuales
pueden residir en cualquier parte del mundo. De aquí nace la necesidad de rever incluso los instrumentos clásicos
sobre los cuales se fundaba la política económica tradicional y que ya no bastan, como las maniobras fiscales y
la variación de las tasas de descuento y de intercambio (cfr. S. Zamagni, Globalizzare l’economia, Firenze 1995,
19 ss). Discurso en la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, 27 de abril de 2001.Dabat (2001) señala que
el término globalización será un fenómeno propio de la segunda mitad de los 80s para hacer referencia a un
conjunto muy amplio de fenómenos nuevos tales como: la informatización de las operaciones cambiarias,
financieras y bursátiles; la titularización y burzatilización del crédito; los nuevos intermediarios financieros y la
llamada” desintermediación bancaria”; ascenso de la inversión de portafolio; la tendencia al a unificación de
los mercados financieros nacionales, o a la especulación desconocida del intercambio y la especulación
cambiaria, o sus efectos disolventes sobre las políticas financieras y cambiarias nacionales. Aunque considera que
la percepción generalización del nuevo fenómeno, comenzará a darse pasados los primeros años de los 90s,
siguiendo muy de cerca los grandes cambios tecnológicos, económicos, socio-culturales y geopolíticos del
espacio económico y político mundial.
y marginados, sea por posición de clase, raza, etnia o por género 3. Desigualdades que son
violatorias del marco legislativo internacional y que la mayoría de los estados se han
comprometido en promover.
El trabajo parte del interés que hoy tenemos los y las intelectuales comprometidos con la
justicia en el mundo en develar las consecuencias y riesgos de la globalización tal como
cursa en la actualidad, y en especial en la periferia del capitalismo para los grupos sociales
tradicionalmente marginados y excluidos.
Si bien, se reconocen las oportunidades que pudiera
ofrecer
la globalización para la
construcción de nuevas relaciones de género, se enfatiza en los riesgos y limitaciones que
éste proceso encierra. De modo, que nos proponemos como objetivo analizar los impactos
del reajuste estructural en las relaciones de género
en el contexto latinoamericano
demostrando a su vez que las inequidades existentes son violatorias de la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, CEDAW3 (ONU, 1979)
y de la normativa internacional de los derechos sociales, económicos y culturales de la mujer.
Dividiremos el trabajo en dos apartados: uno referido a la globalización y otro a sus impactos
en las relaciones de género y la violación del marco legislativo internacional.
3
Cuando hablamos de género, nos estamos refiriendo a los atributos que la cultura, la historia, las normas y
valores, las maneras de entender que desde lo cotidiano cada sociedad ha atribuido a las diferencias biológicas
existentes entre los sexos y que determinan lo que es femenino y masculino. Se trata ante todo de una
construcción social, presentes en los procesos de socialización y que como sistema funcionan a nivel de las
instituciones y de los individuos. El género condiciona la valoración social asimétrica entre hombres y mujeres y
las relaciones de poder que entre ellos se establece. El estudio de las relaciones de género como construcción
social sobre cuerpos sexuados, tiene que ser un estudio de las relaciones sociales en cuerpos sexuados, es decir
relaciones varón/mujer, varón/varón/, mujer/mujer (Barbieri, 1997). Las diferencias de género se articulan con
las diferencias de clases, étnicas y raciales.
Al mismo tiempo el concepto de género se refiere a las formas en que las relaciones entre hombres y mujeres
son estructuradas socialmente, reestructuradas y transformadas en ese proceso (Young, 1991). La utilización del
concepto género como categoría analítica abrió una perspectiva importante para el análisis social, en particular
para la exclusión y marginación social existentes en nuestros contextos. Su aparición fue hacia mediados de los
años setenta dentro del movimiento feminista.
Desarrollo.
La mayoría de los autores convergen en que la globalización significa un nivel superior de
internacionalización, mundialización y de trasnacionalización de la economía y la sociedad,
así como es, de hecho, una realidad cualitativamente nueva a las anteriormente conocidas.
Es un proceso histórico inseparable al despliegue de
Contemporánea y de los
la Revolución Científico Técnica
soportes materiales de su despliegue: los satélites, la
microelectrónica, las nuevas tecnologías
de las comunicaciones y los transportes, la
implantación de las redes de telecomunicaciones, entre otros, soportes que han permitido
alterar el tiempo y la distancia que hasta el momento separaba a personas y países, y han
convertido al mundo en un mundo sin fronteras.
Como fenómeno socio-político está ligado a la reestructuración postfordista/postkeynesiana
del capitalismo y a la redefinición de las funciones del Estado y de sus relaciones con la
economía y la sociedad.
Desde el punto de vista económico, se pueden agregar: la organización de un sistema
financiero internacional acorde a las nuevas exigencias del capitalismo mundial, relaciones
económicas influenciadas por las exigencias de los grandes conglomerados internacionales y
la reproducción ampliada del capital que comprende la centralización y concentración del
mismo a una nueva escala.
En la globalización han prevalecido los intereses, los esquemas comerciales y financieros de
las organizaciones que pilotean las finanzas a nivel internacional. Por tanto tal y como se ha
venido desenvolviendo la globalización ha sido un proceso inequitativo que aumentó la
desigualdad tecnológica, social, y económica, limitó la autonomía de los estados más pobres e
incrementó la inseguridad humana en todos los países.
Partimos del criterio de que reconocer la globalización encierra la responsabilidad de la
denuncia y estudio de sus aspectos negativos-destructivos como el desmantelamiento del
Estado, la precarización del trabajo, el incremento de las desigualdades o marginación de
países regiones y sectores sociales. La extremada acentuación de la incertidumbre y riesgo en
la vida económica y social, la feminización de la pobreza, etc. Este ha sido el marco de
análisis de autores/as como (Sassen, 1996; Todaro, 2000, Yáñez, 1997) quienes han permitido
el esclarecimiento de las dinámicas menos visibles de la globalización.
Ellas intentan
mostrar las formas en que las relaciones de género sustentan la economía actual, al mismo
tiempo que se modifican con las transformaciones económicas constitutivas de los procesos de
globalización.
Si tenemos en cuenta los soportes materiales de la globalización, esta crearía enormes
potencialidades para el acercamiento de los niveles de desarrollo y el logro de la equidad
social, sin embargo, tal y como tiene lugar en la contemporaneidad fundamentada en la
ideología neoliberal,
polariza y margina cada vez más a los pueblos periféricos. Procesos
que se manifiestan tanto en el centro como en la periferia, pues incluso allí, en el mismo
corazón de occidente, en las naciones más ricas y civilizadas convive el primero con lo que se
ha dado en llamar cuarto mundo.
El ideal neoliberal como apunta Octavio Ianni (1996) adquiere predominio mundial, como
ideología y práctica, modo de comprender y hacer, forma de gestión del mercado y del poder
político, concepción de lo público y de lo privado, orden de la sociedad y visión del mundo.
La absolutización del mercado como alternativa histórica y solución única para la ineficiencia
económica conduce a que todas las relaciones y nexos en la sociedad queden regulados por
las relaciones de mercado. El tributo que se brinda en nombre de estas relaciones, se paga con
sacrificios humanos en su modalidad de precariedad del trabajo, desempleo, feminización de
la pobreza, inseguridad económica y social, retroceso de conquistas sociales, entre otras.
Desde inicios de la década de 1980 el capitalismo central trata de imponer a nivel
internacional un proyecto de sociedad siguiendo el modelo neoliberal. Los efectos de tal
programa son socialmente devastadores, ellos expresan su carácter complejo y contradictorio;
muchos de sus impactos han sido reiteradamente señalados en los últimos años.
Los principios del llamado Consenso de Washington, que constituyen las bases del reajuste
estructural, fueron considerados fines en sí mismos y aplicados como dogma. Partían del
supuesto de que si se lograban los objetivos macroeconómicos, el resto funcionaría
automáticamente. Se suponía la existencia de políticas cuyo resultado era que todos ganaban
en el proceso; que estas aseguraban el crecimiento y que el crecimiento por sí solo llevaba a la
disminución de la pobreza.
Reestructuración neoliberal, relaciones género y marco legislativo internacional.
Tal vez sería mejor para este acápite tomar cómo punto de partida algunas preguntas: ¿Son
iguales los efectos de la reestructuración para hombres que para mujeres? ¿Cómo y en
qué condiciones se insertan las mujeres las mujeres al mercado laboral? ¿Afecta la
pobreza de manera distinta a hombres y a mujeres?
Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), todos los documentos
internacionales articulados para la defensa
de los derechos y libertades fundamentales
recogen como premisa el principio de la igualdad y la prohibición de la discriminación por
razón de sexo. A pesar de la ampliación del marco jurídico internacional4 en defensa del
derecho de las mujeres se constatan en la práctica de múltiples violaciones, agudizadas aún
más como consecuencia del reajuste neoliberal.
Estadísticas globales referenciadas
por el PNUD a mediados de la pasada década daban
cuenta de la profundidad de la brecha que separa la vida de las mujeres de la de los hombres
en el mundo.
Las mujeres representan la mitad de la población del mundo, pero poseen la
décima parte de todo el dinero que circula y una centésima parte de las
propiedades,
Las mujeres realizan el 52 % del trabajo mundial, pero solo la tercera parte del
mismo es pagado,
Los hombres realizan el 48 % pero ¾ partes es remunerado
Dos terceras partes de los 1300 millones de personas pobres en el mundo son
mujeres,
Más de 2/3 de los 960 millones de analfabetos, son mujeres, 2/3 de los 130 millones
de infantes que no van a la escuela o desertan, son niñas,
Cerca del 40 millones de mujeres en A. Latina son declaradas en las estadísticas
actuales como improductivas, (amas de casa) aunque aportan de 5 a 6 horas
diarias a la producción de alimentos,
4
Entre 1945 y 1975 en el orden jurídico internacional los esfuerzos están centrados en apoyar la condición
jurídica y social de las mujeres en el mundo. Entre ellos teniendo en cuenta los objetivos de este trabajo se
pueden destacar: el Convenio sobre igualdad de remuneración (1951) , el convenio sobre los derechos políticos
de la mujer (1952), la Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza
(1960), la Declaración sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer (1967). A partir de 1975 los
esfuerzos de naciones Unidas se centran en la realización de , Convenciones y en la organización de
Conferencias Mundiales que permitieran avanzar en la elaboración de estrategias y planes de acción en defensa
de los derechos de la mujer.
Las mujeres trabajan más horas que los hombres, hay un aporte de unos 11
millones de dólares a la economía mundial que no conocido y no visibilizado.
Aportan las dos terceras partes de las horas de trabajo, pero solo reciben un
tercio de los ingresos y el 70% de ellas viven en condiciones de pobreza.
¿Cuáles son las especificidades en el modelo de desarrollo actual5?
Los estudios realizados en el contexto latinoamericano
sostenido de la participación de las mujeres en el
han reconocido el crecimiento
mercado del trabajo, producido en las
últimas tres décadas, e incluso a un ritmo superior que los hombres, (OIT, 2003) pero lo
hicieron en condiciones de desigualdad. Si bien se produjo una feminización del mercado de
trabajo agrícola, el 45% de las que se incorporaron como asalariadas, fue en calidad de
empleadas temporales y sobre todo ello ocurre en la agricultura de exportación (sea en el
algodón, café, hortaliza, fruticultura, etc.) Su desempeño ha sido menos valorado que el
trabajo masculino agrícola en términos de status y de ingresos.
El panorama social latinoamericano muestra que mucha de las mujeres que participan en
labores estratégicas de la producción de alimentos6 lo hacen como ayudantes familiares no
remunerados, por tanto su aporte a la economía nacional no es reconocido. Considerando
que las mujeres aportan de cinco a seis horas diarias a las labores agrícolas se ha estimado que
su aporte al PIB
agropecuario oscilaría entre un 27 y un 33%, más de seis millones de
mujeres con alta participación en la agricultura no son reconocidas por las estadísticas.
(Fauné, 1997). Lo anterior tiene un impacto negativo en la situación de las mujeres. Si
socialmente no se reconoce a la mujer campesina como fuerza productiva del sector agrícola,
no será beneficiada en la distribución de los recursos, como no lo fue por las reformas
5
Es necesario reconocer que el modelo dominante responde a los enfoques teóricos del modelo neoliberal y para
este, el mercado, la competitividad, la acumulación basada en las exportaciones, la eficiencia, los equilibrios
macroeconómicos, son las únicas preocupaciones. El desarrollo queda reducido exclusivamente al crecimiento
del producto interno bruto. Esta visión viene siendo cuestionada desde diferentes posturas epistémicas, y se le
están oponiendo otras visiones que centran su atención en el desarrollo humano, el desarrollo sostenible, el
desarrollo endógeno, o la concepción de Desarrollo Local. Si bien todos comprenden que el crecimiento de la
economía es un factor importante, no es el único, es necesario agregarle otros que tienen que ver con la calidad de
la vida, la sustentabilidad, las relaciones de género, la equidad, etc.
6
Las mujeres campesinas en América Latina participan en la preparación de la tierra, en los trabajos de cosecha
y pos-cosecha, en la huerta, en la cría de animales domésticos o en la producción artesanal, pero su trabajo no es
reconocido socialmente por no ser un trabajo remunerado.
agrarias, como no lo es en las políticas de desarrollo y simplemente hoy como ayer la mujer
rural queda invisibilizada por las estadísticas o simplemente colocadas como ayudantes
familiares no remuneradas y trabajo que no se remunera no se reconoce como productivo y
sino está reconocida como fuerza productiva no necesita tierras.
No hacer visible el papel de la mujer en la economía, así como no desplegar políticas de
acción positiva que la reconozcan como sujeto del desarrollo, no sólo discrimina sino que es
violatorio de lo aprobado por la Convención para la eliminación de Todas las formas de
Discriminación contra la mujer de 1979 (CEDAW) en cuyo marco la “discriminación” se
extiende a “toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo, que tenga por objeto o
por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por las mujeres…. de
sus derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social,
cultural y civil o en cualquier esfera”7
Una situación similar ocurre con la participación de las mujeres en la economía informal en
los medios urbanos, debido que es en el hogar donde se preparan los alimentos y todos los
productos que posteriormente serán vendidos en la calle, muchas de ellas sin remuneración
alguna.
El panorama social de América Latina 2002-2003 realizado por la CEPAL mostró que
alrededor del 50% de las mujeres mayores de 15 años no tienen ingresos propios, mientras
que un 20% de los hombres se encuentran en esa situación, siendo para las zonas urbanas de
un 43% respecto a un 22% en los hombres (CEPAL, 2003)
La manera en que se insertan los países latinoamericanos como raseros de la globalización
internacional, de la división internacional del trabajo, viola todos los códigos laborales y
medioambientales posibles, lo que tiene su impacto negativo en las relaciones de género.
Tomemos el ejemplo de las maquilas. Sobre quién recae la superexplotación, la
discapacitación y desvaloración como ser humano. La única respuesta posible: sobre las
mujeres. Las mujeres son la mano de obra barata para el funcionamiento de la economía
global.
7
Ver http://www.asnur.org/biblioteca/pdf/0031.pdf
Las maquilas, presentadas como el eje de la reconversión industrial, significan en muchas
áreas la única fuente de empleo para las mujeres. Ellas están aprovechando el capital cultural
de las mujeres indígenas, la costura es un conocimiento que tradicionalmente ellas poseen, por
tanto no hay que invertir en la calificación de la fuerza laboral. Se ha reconocido que la vida
útil de la mujer en las maquilas no supera los once meses, donde incluso para ser aceptadas
deben certificar que no están embarazadas. En algunas zonas (como en áreas rurales de
Guatemala después de los ochenta) se está pasando al trabajo a domicilio lo que significa una
jornada de trabajo más intensiva, pues cuenta con menos posibilidades dada la carga
doméstica tradicional.
Las condiciones de trabajo en las Maquilas son violatorias del Pacto internacional de derechos
Económicos, Sociales y culturales (1966) que insta a los Estados a garantizar el disfrute de
todos los derechos económicos sociales y culturales enunciados en el pacto: a ganarse la vida
mediante un trabajo libremente escogido, en condiciones equitativas y satisfactorias,
incidiendo en que las mujeres obtengan las mismas posibilidades laborales que los hombres,
así como la misma retribución económica, acceso a la educación y a la salud.
El reajuste contrajo el empleo público y en toda América Latina se produjo una explosión de
lo que se ha denominado sector informal de la economía, la participación de las mujeres en él
se ha calculado que supera el 50%,8 incluso se está hablando de feminización del sector
informal” las mujeres han respondido a la crisis bestial de los ochenta, creando un mercado
de trabajo, han inventado nuevos lugares de producción que no caben en lo formal. El hogar
ha pasado a ser un lugar, además de vivienda, de producción de comidas y de la diversidad de
cosas que se venden en la calle. Las mujeres tienen que pelear nuevos lugares de producción,
para generar ingresos,
se toman la calle como lugar de producción. Este es un sector
prácticamente creado por las mujeres. (Fauné, 1997). Muchas mujeres complementan los
ingresos familiares haciendo trabajos en el sector informal, como empleadas domésticas,
haciendo planchados, cosiendo o en cualquier otra cosa, no registrada en los códigos laborales
8
La incidencia del empleo femenino en el sector informal es de un 52% mucho mayor que en el caso de los
hombres (45%) Esto indica que hay una brecha de informalidad de un 12% que demuestra la mayor precariedad
del empleo femenino, ( OIT, 2003) aunque esta brecha tendió a disminuir en los noventa. El trabajo por cuenta
propia es la principal forma en que se insertan las mujeres en el sector informal, le sigue en importancia el
empleo en servicios domésticos. Las microempresas siguen siendo una forma de empleo más relevantes para los
hombres (20%) y para las mujeres un ( 12%).
de la mayoría de los países, pero ha significado una “estrategia de sobrevivencia” de las
mujeres pobres para enfrentar la crisis.
De modo, que la reestructuración no sólo afecta a las mujeres como miembro de los grupos
más desfavorecidos, aún en estos, los efectos de la reestructuración no son iguales para
hombres que para mujeres, dado su posición en la división sexual del trabajo.
La crisis y el ajuste hacen que las jornadas de trabajo doméstico aumenten ya que muchos
servicios que asumía el Estado son recortados y pasan a ser asumidos fundamentalmente por
las mujeres quienes aportan una mayor cantidad de trabajo. La sobrecarga del trabajo
doméstico y de cuidado, responsabilidad tradicional de las mujeres, hace a las
mismas más
vulnerables a la precarización del empleo y a la desregulación del mercadeo de trabajo,
limitan su acceso a la capacitación y a la información necesarias para una mejor inserción
laboral, así como a su participación en la vida pública.
La falta de valoración del trabajo doméstico y su no imputación como ingreso, sigue
dificultando la medición de las desigualdades de género.
Los estudios realizados por
especialistas de la CEPAL indican como relevante para analizar la pobreza y las distintas
formas en que las personas la experimentan el identificar las diferencias específicas en el uso
del tiempo y los patrones de gasto.
El informe de la CEPAL (2003) acota que la incorporación acelerada de las mujeres al
mercado del trabajo no ha tenido contrapartida en la participación masculina en las
actividades domésticas no remuneradas. La representación masculina en la atención a
responsabilidades familiares continúa siendo la misma. El trabajo doméstico sigue como
responsabilidad casi exclusiva de las mujeres tanto en áreas urbanas como en las rurales. La
ausencia de una remuneración como trabajo productivo ha determinado su invisibilidad como
aporte a la riqueza social.
Diferentes metodologías aplicadas en los estudios del tiempo en los hogares han mostrado que
las mujeres invierten más tiempo en las actividades no remuneradas que los hombres,
sus jornadas laborales son más largas, lo que deprime su calidad de vida. En hogares pobres
las mujeres invierten unas 5,4 horas contra 1,3 de los hombres en ese mismo tipo de hogares.
La correspondencia en los no pobres es de 4,4 respecto 1,6. Las jefas del hogar asumen los
costos del trabajo doméstico no remunerado, por lo cual incrementan el tiempo de trabajo que
no le es remunerado. Tomar en cuenta la interrelación existente entre el trabajo doméstico y el
empleo permitiría visualizar la desigualdad de condiciones con que mujeres y hombres
participan en la producción y reproducción de la vida social.
El género también sustenta la división dentro del trabajo remunerado entre ocupaciones
masculinas y femeninas a las que se les atribuye distinta valoración. Si bien se ha reconocido
que la participación laboral de las mujeres creció a un ritmo más acelerado que la de los
hombres. Ello no ha tenido igual correspondencia en los ingresos. En 2002 los ingresos
que percibían las mujeres eran equivalentes al 68% de los ingresos masculinos (CEPAL,
2003).
Lo que también no está en correspondencia con los años promedios de estudio
superiores en las mujeres, dado que estos no se han traducido en igualdad de ingresos para los
mismos años invertidos en la educación. Se ha calculado que la mujer necesita como
promedio cuatro años de educación por encima de un hombre para obtener una retribución
equivalente.
Una caracterización de la fuerza laboral latinoamericana permitiría asegurar que las mujeres
están colocadas en los empleos más precarios y peor remunerados, así como en aquellos
que perpetúan los estereotipos de género. En la mayoría de los países de la región para los
primeros años de este siglo las mujeres superaban el 90 % de los trabajadores domésticos y no
llegaban al 50% de los asalariados. (CEPAL, 2003)
La mayoría de los autores coinciden que las mujeres hoy trabajan más que antes en empleos
que le son remunerados, pero sufren tasas de desempleo superiores a la de los hombres,
sus ingresos inferiores independientemente de su nivel educativo. Si bien desde los años
noventa la tendencia del desempleo es creciente para ambos sexos el incremento para los
hombres entre 1990 y 200 fue de un 3,4% y para las mujeres en igual período de un 6,0%(
CEPAL, 2003)
Aunque hay diferentes clasificaciones de la pobreza, el análisis de la pobreza por razones de
género alude
a niveles explicativos y a indicadores que puedan permitir una mejor
comprensión, como lo es la división sexual del trabajo por estar en la base de la desigualdad
de oportunidades para acceder a la propiedad, al trabajo remunerado, a la educación, a la
toma de decisiones políticas9 etc. Ello sin embargo, no puede descuidar que la variable
género está simultáneamente cruzada a otras como la clases social a la que pertenezcan
hombres y mujeres, la etnia, la raza, y otras no menos importantes como los espacios rurales y
urbanos. Pero cuando adoptamos la perspectiva de género para analizar la pobreza, estamos
ante un nivel estructural en la división sexual del trabajo existente en la sociedad hace que
hombres y mujeres experimenten de manera diferente, y que sea experimentada de manera
particular por las mujeres pertenecientes a diferentes grupos sociales, étnicos, raciales, ect.
Si se considera a la educación como un factor de movilidad social, qué factores se combinan
en América latina para producir más mujeres que varones sin escolaridad, aún cuando se
reconoce de los progresos que este indicador ha tenido en las últimas décadas en tasas de
matrícula y rendimientos educativos. Cuando se realizan análisis que toman en cuenta otras
variables que incorporen consideraciones étnicas, clasistas, espacios rural/urbano nos damos
cuenta que las mujeres en América Latina se encuentran en desventaja si se les compara en
términos de acceso y culminación de estudios. Tomando solo como ejemplo a Perú en el año
1997 había un 28% de campesinos varones entre 15 y 24 años que no habían asistido a la
escuela o no habían completado la enseñanza primaria, en el caso de las mujeres campesinas
alcanzaba un 39% (Stromguist, 2002). La pobreza no solo impide que niños y niñas pobres
accedan a la escuela, sino que impone un límite al número de años de rendimiento escolar.
Según la CEPAL se precisan tener diez años de escolaridad como mínimo para tener ingresos
superiores a los umbrales de la pobreza. Ello lo será cada vez más en una era dominada por
las altas tecnologías. En América Latina hay más mujeres que acceden a puestos de
trabajo de baja tecnología que hombres. A las brechas ya existentes en las relaciones de
género se le añade la “brecha digital”.
9
Potenciar la participación de las mujeres en la vida pública sería coincidente con el Convenio
sobre Derechos políticos de la Mujer (1952) que reafirma la igualdad de hombres y mujeres en su
participación en la vida pública y reconoce que “toda persona tiene derecho a participar en el gobierno
de su país directamente o por conducto de sus representantes libremente escogidos y a iguales
oportunidades de ingresos en el servicio público de su país”
La desigualdad de las tasas de participación en las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación y de utilización de Internet puede relacionarse directamente con el nivel de
educación y de alfabetización. Las nuevas tecnologías como campo de actividad prevalecen
los varones relativamente jóvenes (OIT, 2002), cuestión que le añade una amenaza más a las
inequidades existentes.
Es preciso agregar un aspecto no menos significativo y es el hecho de que las mujeres están
menos protegidas en materia de seguridad social que los hombres. El porcentaje de mujeres
que no cuenta con ningún tipo de protección social es superior al porcentaje de hombres en esa
situación y ha aumentado en los últimos años. Ellas sufren el problema en mayor proporción
que los hombres, debido a patrones de empleo más inestables. Se trata de un problema
sumamente sensible debido a la necesidad de tiempo para la maternidad.
Conclusiones.
La literatura consultada, las escalofriantes estadísticas analizadas y el contacto directo que
como profesional he tenido con la realidad de América Latina me permiten coincidir con
María Angélica Fauné que el costo del reajuste ha sido transferido a las mujeres. El
impacto de la globalización tal y como se ha venido configurando en la región ha
profundizado las inequidades
de género existentes. Las mujeres fueron más excluidas,
marginadas que los hombres, si tenemos en cuenta que no se trata de insertarse en el mercado
laboral sino de las condiciones en que se insertan las mujeres y las políticas de ajuste fueron
ciegas respecto a la perspectiva de género.
Las conferencias internacionales realizadas a partir de 1975 permitieron conocer aún más la
situación de las mujeres en el tercer mundo, el reconocimiento de sus derechos y sentaron
pautas para la articulación
de medidas concretas
en la lucha contra todo tipo de
discriminación a través de estrategias y planes de acción, sin embargo, las oportunidades que
han tenido las
mujeres en este contexto han estado marcadas por el
sesgo de las
representaciones de lo femenino y lo masculino que el paradigma dominante ha impuesto. Por
ello se requieren políticas compensatorias
que incluyan la perspectiva de género, que
promuevan una cultura de igualdad, que establezca en el sentido común la necesidad de
otorgar oportunidades todas las personas, de cualquier sexo, sin omitir su pertenencia étnica.
La Plataforma de Acción apostada a partir Beijing 1995 muestra la toma de conciencia sobre
la necesidad de incorporar el enfoque de género en todas las políticas, programas y proyectos.
La Conferencia deja claro que el objetivo de la igualdad entre mujeres y hombres es una
cuestión fundamental para el desarrollo.
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Ponencia presentada en el Congreso Internacional “Mujer, Género y Derecho”, la Habana, mayo 2006