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TEMAS SOCIALES 5, MAYO 1995
Boletín del Programa de Pobreza y Políticas Sociales de SUR
MICROEMPRESA Y COMERCIO INTERNACIONAL
Desafíos e implicancias de la integración Mercosur
Francisca Márquez B.
Libero van Hemelryck
Programa de Investigación de la Microempresa de SUR
Presentación
Este documento tiene como objetivo mostrar los desafíos e implicancias que se plantean a la
microempresa urbana en su incorporación a los mercados internacionales. Más específicamente, hacer
una pregunta acerca de las consecuencias que la integración a acuerdos regionales tales como el
Mercado Común del Cono Sur (Mercosur) puede tener para la microempresa urbana; e invitar a
discutir en torno a las potencialidades de desarrollo que se abren a partir de estas nuevas formas de
integración regional.
Alternativas como la de Mercosur, aún cuando se sustentan en el intercambio comercial, debieran poder
constituirse, también, desde una perspectiva de cooperación internacional entre países vecinos, en un
nuevo y efectivo espacio para el mejor aprovechamiento de los pequeños productores en tanto recursos
para la consolidación del desarrollo de los países del Sur.
La importancia que adquiere hoy en día el tema de las relaciones comerciales internacionales debe
entenderse en un contexto de globalización de la economía mundial, y la preocupación de los países por
regular las consecuencias que para sus propias economías puede traer este proceso.
Es en éste ámbito de preocupaciones que un nuevo tipo de regionalismo, sustentado en principios
neoliberales, ha adquirido forma. Estas nuevas modalidades regionales de integración económica se
ofrecen no sólo como mecanismos de regulación a las consecuencias más adversas de la globalización,
en especial para los más débiles (a través por ejemplo, de medidas proteccionistas), sino también como
modalidades que aseguran simultáneamente eficiencia y mayor seguridad en los esfuerzos de
integración a la economía mundial.
Experiencias como la de Mercosur requieren, por tanto, ser entendidas no sólo como mecanismos de
integración regional construidos en función de intercambios económicos al interior de la región, sino
también, y fundamentalmente, como medio para aunar fuerzas en la presencia de sus economías en el
mundo.
Estrechamente vinculado al punto anterior, está el tema del impacto que podría tener sobre la pobreza, la
integración de las economías de los países en desarrollo al comercio internacional. El tema de la
promoción de las exportaciones en relación con el alivio de la pobreza fue planteado en los acuerdos de
la Ronda Uruguay y su aplicación a partir de 1995. Dependiendo de los modelos utilizados, se estima
que las reformas parciales al comercio internacional incluidos en los acuerdos de la ronda de Uruguay,
podrían aumentar el ingreso mundial entre US$213 y US$510 millones por año, la mayor parte de este
siendo para los países desarrollados. Asimismo, se estima que en Ameriza Latina podría tener una
ganancia neta de 0,6% de su ingreso real, pudiéndose reducir la pobreza en un 0,3%.
La postura de la Unctad (1995) al respecto, es especialmente optimista. En efecto, se afirma que los
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acuerdos de la Ronda de Uruguay en cuanto promueven reformas microeconómicas tales como
liberalizar el comercio, adecuar las tasas de intercambio y promover el rol del sector privado en la
economía, podrían a largo plazo traer beneficios desde el punto de vista de alivio de la pobreza. Sin
embargo, se advierte que aún cuando las reformas microeconómicas pueden ayudar a crear una
necesaria estructura de incentivos, se requiere de medidas gubernamentales y de apoyo internacional
para el apoyo de la integración de estas economías a los mercados internacionales.
En forma complementaria y desde ópticas diversas, se afirma que la consolidación de los niveles de
productividad de la microempresa y su incorporación al proceso de desarrollo nacional, supondrían la
solución de los problemas de subempleo y bajos ingresos de amplios sectores sociales que viven en
situación de pobreza. En este sentido, la ampliación de los mercados externos podría constituir una
oportunidad de desarrollo para el sector y, por tanto, de generación de nuevos empleos —intensivos en
mano de obra— e ingresos para los más pobres.
Una primera precisión, dice relación con la dificultad de asimilar la categoría social de los pobres a la
microempresa (ME). En efecto, en el caso de Chile ambas categorías no necesariamente son
equivalentes. Esta dificultad dice relación con que no todos los que allí trabajan pertenecen a la
categoría pobres.
En efecto, de acuerdo a la Encuesta de Caracterización Socioeconómica (Casen) 1990 se descubre que
entre los trabajadores más pobres (I y II Quintil) si bien el 60% trabaja en microempresas, el 40%
restante lo hace en empresas mayor.
Datos más recientes (Casen 92), señalan que en Chile existirían 137.413 microempresarios (patrones de
empresas de 2 a 9 trabajadores, se excluyen profesionales y técnicos), de los cuales un 76,8% se
ubicarían entre los más altos ingresos (IV y V Quintil) y sólo un 12,7% entre los más pobres (I y II Quintil).
En cambio, de un total de 307.804 trabajadores (obreros y empleados) de este mismo universo de
microempresas, sólo un 36,4% se ubicaría en los quintiles mas altos de ingresos (IV y V Quintil),
mientras que un 40,9% se ubicaría entre los más pobres (I y II Quintil).
Estas cifras nos muestran evidentes diferencias de términos de ingresos entre microempresarios y
trabajadores de microempresas (ME). La heterogeneidad al interior del sector y la importante presencia
de los trabajadores indigentes en la ME, hacen que la formula "superación de la pobreza =
fortalecimiento de la ME + inserción en los mercados externos no sea necesariamente cierta.
Concluir que la pobreza no es igual a microempresa, puede tener serias implicancias desde el punto de
vista de las políticas y los programas de apoyo, en tanto se vuelve imprescindible diferenciar entre lo que
sería un Programa de Fomento a la ME y un Programa para la Superación de la Pobreza por medio del
fortalecimiento de la ME. Concretamente, si lo que se quiere es la superación de la pobreza a través de
la incorporación de la ME al comercio internacional, se debe explicar de quién sé esta hablando: resulta
evidente que no es de la pobreza de los microempresarios, sino de la pobreza que afecta a los
trabajadores de la ME.
Desde el punto de vista de políticas, supondría asumir que la implementación de acciones que
favorezcan el microempresario en si inserción de los mercados de exportación si bien permitiría generar
nuevos empleos, y por cierto hacia los más pobres, no es necesariamente suficiente para asegurar la
superación de la pobreza de estos trabajadores. Asumir la problemática de pobreza que los afecta,
requiere necesariamente asumir el tema de las condiciones laborales que al interior de la ME se
establecen. Asimismo, si se asume —tal como lo indica un reciente estudio de Mideplan (1995)— que los
bajos ingresos de los trabajadores de la ME se asocian no solo a los niveles de rentabilidad de los
sectores, sino también a los bajos niveles de educación de estos trabajadores y probablemente al bajo
número de integrantes por hogar que trabajan, correspondería pensar que no son sólo los programas
de desarrollo empresarial los que permitirán solucionar los problemas que afectan a los trabajadores más
pobres y sus familias.
Por último, la consideración de las implicancias del comercio internacional para la microempresa urbana
nos parece relevante no solo por la escasez de estudios al respecto, sino también por la necesidad de
propuestas de políticas que contribuyan a un efectivo desarrollo e integración del sector, contrarrestando
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las barreras que esta apertura a los mercados externos sin duda creará.
Sabemos que el proceso de globalización económica con sus exigencias de competitividad creciente,
puede dejar obsoletas o hacer no rentables con extrema rapidez muchas de las actividades vinculadas a
la pequeña producción urbana. El ritmo de la absolencia les impide a menudo llevar a cabo los
necesarios proceso de reconversión productiva y readapatación laboral.
1. Mercosur Y MICROEMPRESA: ALGUNAS PRECISIONES CONCEPTUALES
Actualmente en Chile, en un contexto de integración creciente al comercio mundial, existen dos
instancias de comercio regional a las cuales se busca acceder. Una de estas posibilidades de acuerdo
comercial es con Estados Unidos a través de una suscripción al acuerdo de libre comercio de América
del Norte (ALCAN o NAFTA) firmado entre Estados Unidos, Canadá y México, que entró a operar en
enero de 1994. En este acuerdo de Libre Comercio, los países signatarios reducen o eliminan las
barreras al comercio entre ellos, manteniendo autonomía para las barreras que impone cada uno de los
países no integrantes del acuerdo. La segunda posibilidad de acuerdo comercial se refiere a la
participación de Chile en el Mercosur, a través de un acuerdo de Complememtación Económica, pero no
de integración. Este tratado lo conforman Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay; Chile entraría a
integrarlo parcialmente en 1995. El objetivo de Mercosur es eliminar gradualmente las barreras
arancelarias y no arancelarias entre los países signatarios, la fijación de un arancel externo común, la
coordinación de políticas macrosectoriales y la armonización de legislaciones y normas en las áreas
relevantes.
En este documento nos referimos al segundo de estos acuerdos, al Mercosur, aún cuando es justamente
la incorporación simultanea al Nafta lo que ha determinado la modalidad de incorporación a este acuerdo
con los países del Cono Sur.
El objetivo de Chile respecto al Mercosur, consiste en reconocer las preferencias arancelarias ya
acordadas con los miembros de la Asociación Latinoamericana de Desarrollo de Integración (ALADI),
pero sin tener que fijar un arancel externo común. De este modo, Chile podría gozar de los beneficios del
acuerdo, manteniendo y extendiendo el comercio entre los países del Mercosur y Chile. El comercio con
esta región se caracteriza, a diferencia de lo que podría ser el acuerdo con NAFTA, por la gran cantidad
de productos manufacturados que se exportan.
En este contexto, nuestra preocupación central se abocará en delimitar las implicancias que un posible
Acuerdo de Complementación Económica al Mercosur supondría con relación al acceso al mercado para
la microempresa urbana.
Por microempresa urbana entenderemos aquellas unidades productivas de servicios o manufacturas en
las que laboran de 1 a 9 trabajadores, cuyas ventas anuales no superan los 2.400 UF (US$60.000), y
que se ubican en sectores urbanos del país.
Sabemos que en Chile, así como en otros países del Cono Sur, la microempresa constituye un amplio y
heterogéneo sector1 que concentraría alrededor de un 50% de la población ocupada del país. Sin
embargo, no significa que la microempresa se encuentre integrada a los sectores más dinámicos de la
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De acuerdo a Van Hemelryck (1991) al interior del universo de las ME, debemos diferenciar al menos tres
tipos: Uno, ME con capacidad de reproducción ampliada, esto es, productores que demuestran una cierta
capacidad de acumulación y ahorro (mas de tres sueldos mínimos). Dos, ME con capacidad de reproducción
simple, es decir que obtiene entre uno y tres sueldos mínimos, pero no tienen mucha capacidad de ahorro. Y
tres, ME de subsistencia, aquellas que obtienen menos de un ingreso mínimo por persona ocupada y tienden
a una descapitalización continua. Aplicando este criterio a la ME manufacturera, podemos afirmar que en
Chile el 24% se desenvuelve en la categoría de subsistencia, el 55% en la categoría de reproducción simple y
el 21% en la categoría de reproducción ampliada.
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economía. Por el contrario, la participación de la microempresa en la generación del producto y su
inserción en los mercados es fundamentalmente limitada. Sabemos que en Chile, en términos generales,
no más del 5% de las ME exportarían, de modo que sus mercados serían fundamentalmente locales.
En este sentido, considerando la actual estrategia de desarrollo que tiende a una progresiva
internacionalización de nuestra economía, se vuelve relevante preguntarse por las consecuencias que
esta estrategia podrá tener para un sector que se caracteriza por presentar serias dificultades en lograr
niveles de productividad y competitividad, como los alcanzados por los sectores más modernos de la
economía.
2. La modernización productiva de la microempresa como requisito de integración a los mercados
internacionales
La década de los noventa plantea a Chile, así como al resto del continente, el desafío de compatibilizar
el desarrollo económico y social con la globalización creciente de las economías mundiales. Asimismo,
hoy se afirma que el logro de niveles adecuados de competitividad en los mercados internacionales debe
ir de la mano de una modernización de las estructuras productivas del país.
Desde la perspectiva de un concepto amplio de modernización productiva debe considerar al menos
cuatro dimensiones fundamentales:
•
Incremento de la eficiencia productiva que asegure un crecimiento económico sostenido.
•
Modalidades de acceso a los mercados externos que aseguren la transferencia de los beneficios
de la integración a todos sus actores, incluyendo a los productores más pequeños.
•
Grados crecientes de justicia y de equilibrio en las relaciones sociales y laborales, para asegurar
que los frutos del crecimiento vayan en beneficio de todos.
•
Preservación del medio ambiente, para asegurar la calidad de vida de las personas y la
sustentabilidad material del proceso en el tiempo.
La interrogante se refiere a las posibilidades concretas de la ME de hacer suyos estos cuatro principios
de la modernización productiva, como condicionantes a una adecuada integración a los mercados
internacionales. Específicamente, ello supondría para la ME no solo generar una estrategia productiva
basada en innovaciones tecnológicas, sino también la posibilidad de acceder a los mercados externos
bajo modalidades que garanticen su desarrollo y autonomía; asimismo supondría un efectivo
mejoramiento de las condiciones laborales en su interior y asumir el cuidado por la preservación del
medio ambiente.
En lo que sigue de este documento, buscaremos identificar algunos elementos que nos permitan dar
respuesta a las posibilidades de la ME de cumplir con estos desafíos.
2.1 Microempresas, mercado externos y eficiencia productiva
La hipótesis más optimista respecto a la apertura comercial y financiera de nuestra economía al
Mercosur, señala que a mediano plazo, este comercio podría traer beneficios a nuestra economía
—incluida la ME—, como resultado de una mayor competencia y una mayor transferencia internacional
de tecnologías y practicas de gestión productiva. Sin embargo, sabemos que para que ello así ocurra
respecto a las ME, estás deberán realizar un serio esfuerzo por redefinir y modificar su estrategia de
acceso a los mercados. Las nuevas reglas impuestas por la competencia en mercados externos,
obligaran no solo a pensar en mayores volúmenes y menores precios, sino también en incorporar el
concepto de calidad y variedad del producto.
Considerando la gran heterogeneidad al interior del universo de la ME, podemos pensar que los desafíos
son muchos, y no fáciles de superar. Aún si pensamos en aquellas ME que, por imposibilidad o simple
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opción, deseen continuar compitiendo solo en el ámbito de mercados locales, estas se verán
probablemente obligadas a incorporar en distintos grados las exigencias, en tanto los mercados locales
se verán afectados por la recepción de nuevos y más variados productos del exterior.
En la vinculación de la ME con los mercados de exportación, encontramos una simultaneidad de factores
que tienden a limitar la inserción eficiente por parte de las ME:
•
El desconocimiento del mercado internacional, sus agentes y sus lógicas de operación; vinculado
al escaso o nulo acceso a información que las ME en general poseen.
•
Los elevados costos de producción de la ME, que la vuelven poco competitiva en los mercados
internacionales. Estos costos se vinculan a menudo con los reducidos volúmenes de producción, la
falta de especialización y las pocas posibilidades de incorporar tecnologías apropiadas a las nuevas
exigencias de los mercados externos e internos.
•
La baja calidad de la producción, por lo general orientada a mercados locales, no permiten
cumplir con las exigencias de calidad total que se imponen en la normativa internacional y que
comienzan a hacerse sentir en los mercados locales.
•
Asimismo los bajos niveles de calificación de la mano de obra que se desempeña en la ME y la
excesiva centralidad del microempresario en la gestión de su ME, vuelven aún más difícil el
cumplimiento de estas nuevas exigencias de calidad.
•
Finalmente, las limitaciones de la ME para acceder al financiamiento de las operaciones
necesarias para competir en los mercados internacionales, hacen aún más evidente que en este
contexto, para la ME no es posible asumir situaciones nuevas desde el punto de vista de acceso al
mercado sin introducir modificaciones no solo en su estructura productiva sino también en los
condicionamientos institucionales para que ello sea posible.
2.2 ¿Acceso directo o indirecto al mercado internacional? La limitada cantidad de ME capases de
satisfacer los estándares internacionales para los productos, de modo de competir efectivamente en los
mercados externos, se revela como una de las principales condicionantes en la modalidad que adquiriría
su participación en acuerdos comerciales como Mercosur.
Para la gran empresa así como para los grandes conglomerados, la innovación en la gestión de la
producción en función de lograr mejores niveles de competitividad, ha significado iniciar procesos de
externalización de segmentos del proceso productivo o de servicios. En este paulatino proceso de
externalización de las etapas del proceso productivo, la gran empresa ha incorporado a la pequeña y
mediana empresa (PYME), la que a su vez, mediante la subcontratación ha ido integrando a la ME.
La forma en que estas grandes empresas tienden a competir hoy en Latinoamérica, reside en su
capacidad de liderar largas cadenas productivas que las articulan directamente con PYME o
indirectamente con ME.
a) El acceso indirecto a los mercados internacionales
Para muchas ME la alternativa de acceso a los mercados internacionales, así lo revela la tendencia
mostrada en Chile por subsectores como el calzado y confecciones, será su incorporación a cadenas
productivas por medio de la subcontratación o prestación de servicios a través de la PYME. Esto supone,
por tanto, que desde esta modalidad, los interlocutores más directos de la ME, mas que las grandes
empresas nacionales o las empresas transnacionales, serían las pequeñas y medianas empresas.
Esta modalidad, presenta la ventaja de no poner a la ME en situación de competencia con la PYME, sino
que de complementariedad frente a los mercados externos; aún cuando también la somete a desafíos
tales como exigencias de calidad del producto y cumplimiento con volúmenes y plazos de entrega. Sin
embargo, la perdida de la autonomía, la creciente dependencia de la ME respecto a la PYME, los bajos
precios a la mano de obra y la falta de condiciones mínimas de seguridad laboral, se revelan hoy en día
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como uno de los principales riegos que la ME debe enfrentar en este proceso de incorporación indirectas
a los mercados externos.
Si bien es cierto que las cadenas o eslabonamientos productivos han elevado fuertemente la flexibilidad
y competitividad de segmentos del sistema productivos, estas contienen importantes grados de asimetría
entre empresas contratistas y subcontratistas. Ello a limitado el acceso por parte de los trabajadores
periféricos a los beneficios derivados de esta mayor competitividad, caracterizándose por mantener un
empleo precario y de relaciones autoritarias. Asimismo, ha colocado a las ME y sus trabajadores,
eslabones finales de esta larga cadena, en una situación de extrema fragilidad, dificultando seriamente
un real acceso a los requisitos de la modernización productiva.
Significativos cambios en la institucionalidad y el despliegue de nuevos actores sociales, especialmente
microempresarios y trabajadores son requisitos indispensable si se quiere hacer de las cadenas
productivas una alternativa real de desarrollo y modernización productiva. En esta perspectiva, ellas
debieran poder no solo hacerse más densas, agregar mas valor, diversificarse y construir relaciones
menos asimétricas, sino también generar empleos estables, un colectivo de trabajo mas digno y con
derecho en el reparto de los incrementos de la productividad. (Díaz, 1994).
b) El acceso directo a los mercados internacionales
Desde la perspectiva del acceso directo a los mercados externos, la ME debe enfrentarse también a un
gran desafío puesto que la obliga a buscar articulaciones con agentes intermediarios tales como firmas
comerciales, pequeños comerciantes e instituciones estatales entre otras, con el fin de acceder al
comprador final. Ello evidentemente tiene la desventaja de aumentar los costos de transaccionales. Sin
embargo, hipotéticamente abriría posibilidades a la asociatividad entre ME ala generación de lazos
horizontales entre ellas —de modo de sustituir sus débiles lazos verticales con la PYME— favoreciendo
así el desarrollo en un plano de mayor autonomía. En términos generales, las redes o asociaciones de
ME posibilitarían una cierta economía de escala en el abastecimiento y la comercialización; asimismo
abriría la posibilidad de una especialización flexible entendida como el compartir recursos, información y
actividades productivas.
La experiencia, sin embargo, muestra las serias de dificultades que enfrenta la ME por la concreción de
esta alternativa. Entre las experiencias más exitosas de inserción directa en los mercados de
exportación, tanto en Chile como el resto de Latinoamérica se encuentran las exportaciones de
pequeños productores artesanales. En efecto, de acuerdo a ProChile, entidad responsable de las
exportaciones en Chile, Latinoamérica presenta un gran potencial en la captación del mercado mundial
de las artesanías, estimado en mil millones de dólares anuales en los años 80. Sin embargo, las serias
dificultades enfrentadas por la mayoría de las ME en el acceso directo a los mercados internacionales,
obligan a pensar en la necesidad de crear mecanismos que favorezcan no sólo la articulación y la
asociatividad entre ellos, sino también con entidades gubernamentales adecuadas para la promoción y
creación de condiciones necesarias a su integración directa al comercio internacional.
Experiencias tales como la creación de esquemas asociativos (Proyectos de Fomento) entre pequeños
productores por parte del Servicio de Cooperación Técnico (Sercotec) en Chile, entre pequeños
productores afines, abren a través de una mejor y más eficiente inserción en los mercados, nuevas
posibilidades al fortalecimiento del sector.
2.3 Microemepresa, mercados externos y condiciones laborales: ¿Generación o superación de la
pobreza?
La modernización productiva —requisito para el logro de una mayor competitividad en los mercados
externos requiere, en una perspectiva de desarrollo sustentable, asegurar el acceso a la justicia y a la
equidad en las relaciones laborales. Nos parece que el cumplimiento de este principio de la
modernización productiva, constituye uno de las condicionantes básicas si se piensa en la ME como un
instrumento de superación de la pobreza de quienes en ella trabajan.
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La flexibilización del mercado de trabajo y la externalización de etapas del proceso productivo por parte
de la gran empresa, se señalan a menudo como rasgos característicos de una economía que quiere
enfrentar con agorada los vaivenes propios de los mercados mundiales.
Si bien es cierto que para la mayor parte de la PYME, la integración a estas cadenas productivas supone
la solución a muchos de los problemas de comercialización, acceso al crédito y a las nuevas tecnologías,
no sucede lo mismo respecto a los trabajadores y las menor unidades productivas, tales como la ME que
trabaja en la periferia de estas cadenas.
En el caso de los trabajadores, estos suelen recibir bajos salarios, tienen empleos precarios, realizan
jornadas extensas e intensas de trabajo, con escasas posibilidades de asociación colectiva o protección
estatal (Díaz, 1994). Asimismo, y como señaláramos anteriormente, la incorporación indirecta de la ME a
los mercados externos por medio de la prestación de servicios en largas cadenas productivas, no solo no
asegura una mejoría en los ingresos de sus trabajadores, sino que tampoco una transferencia
tecnológica (transferencias técnicas y de capacidades de gestión productiva). Esto es especialmente
cierto en el caso de los packing vinculados a las grandes empresas exportadoras frutícolas, donde las
deficientes condiciones laborales, tanto en términos de cumplimiento de contratos y previsión así como
condiciones higiénicas, han sido en Chile vastamente denunciadas. Algo similar, aunque menos
conocido, ocurre en el sector de la empresa de la confección, donde miles de mujeres trabajan sin
ninguna protección laboral prestando servicios desde sus viviendas a grandes empresas.
A largo plazo, más que el incentivo a la modernización, a la ME prestadora de servicios solo le cabe
operar con mano de obra mal pagada, operar con equipos obsoletos y usando métodos de gestión que
nada tiene que ver con los de una empresa que aspira a la modernidad. Con horizontes de corto plazo y
sin regulación estatal, las ME integradas a estas largas cadenas productivas difícilmente podrán aspirar
alcanzar una de las metas que más comúnmente se les atribuye: la superación de la pobreza de quienes
allí trabajan.
La experiencia da cuenta más bien de las dificultades por incorporar una de las condiciones básicas de la
modernidad: la justa remuneración al trabajo, la creación de condiciones laborales mínimas como el
acceso a salud y previsión, en especial entre los trabajadores de la ME.
2.4 Microempresa y el desafío de asumir el cuidado del medio ambiente
La relación entre comercio exterior y medio ambiente si bien no constituye hoy día una preocupación
central en el marco del Mercosur, si lo es en el marco de la inserción de los países latinoamericanos al
Nafta y la UE.
El debate se ha orientado hacia dos puntos de vistas no siempre coincidentes entre sí:
•
La mirada ecologista o medioambientalista, que advierte respecto a los peligros de la liberación
del comercio en tanto predominio de la lógica del mercado para la explotación de los recursos
naturales.
•
La mirada desde los partidarios del libre comercio como promoción del desarrollo económico, y,
por tanto, de la necesidad de considerar las reglamentaciones ambientales en tanto ellas afectan el
comercio internacional.
Desde ambos puntos de vista, existe, sin embargo, un tácito acuerdo respecto a la necesidad de
reglamentar la relación entre comercio y medio ambiente.
•
Desde la mirada medioambientalista, la tendencia a la liberalización del comercio en América
Latina puede sin duda reforzar y agravar los problemas ambientales de la región. Ello puede suponer
—en un esfuerzo por contrarrestar los bajos precios de los productos básicos o la necesidad de
amortizar la deuda—, la sobreexplotación de aquellos recursos con respecto a los cuales los países
tienen ventajas comparativas. Asimismo, podría suponer la transferencia, desde los países
desarrollados hacía los países en desarrollo, de industrias obsoletas y contaminantes.
Desde el punto de vista de la ME urbana, el tema de la adopción de las tecnologías —a menudo de bajo
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costo, pero contaminantes—, en función de poder cumplir con algunos de los requisitos de los mercados
externos (por ejemplo, volúmenes de producción) puede sin duda abrirse como una serie dificultad al
logro de un desarrollo sustentable.
Estrechamente vinculado al tema de las tecnologías, está el problema del proceso productivo. Proceso
que a menudo se revela como importante operador de contaminación medio ambiental. En el caso de la
ME, esta contaminación tiende a tener implicaciones de tipo local y rara vez internacional (por ejemplo,
ruidos y emanaciones tóxicas hacia el entorno mediato a la ME). Sin embargo, desde el punto de vista de
implicancias para el comercio internacional, no sucede lo mismo con respecto a los bienes finales de la
ME. En efecto, el carácter no contaminante de los componentes del producto se revela como requisito
esencial a la posibilidad de ser comercializado en los mercados internacionales. Asimismo. En la medida
que la conciencia medio—ambientalista en el ámbito de los consumidores nacionales aumente, las
exigencias por la calidad del producto indudablemente también aumentarán.
Desde una lógica estrictamente ecologista, lo importante residiría no tanto en lograr la competitividad de
la ME respecto a los mercados locales e internacionales, sino en asegurar que la ME, y la pequeña
producción en general, se constituya en agente promotor para un desarrollo en general, se constituyan
en agentes promotores para un desarrollo sustentable. Ello significa más concretamente, que la ME
debiera asumir el desafío del cuidado medio ambiental, no sólo en lo que respecta al producto final, sino
también en las tecnologías utilizadas y el proceso productivo mismo. Sólo así se estaría en condiciones
de asegurar que la ME habría cumplido con uno de los requisitos esenciales de la modernización
productiva, esto es, el cuidado y preservación del medio ambiente.
•
Desde la mirada del libre comercio, la preocupación por el medio ambiente se constituye en
objeto de discusión en tanto dificulta o facilita la inserción de las empresas en los mercados
internacionales. En este sentido, el tema de la imagen pública de las empresas ha comenzado
también a constituirse en uno de los factores para las preocupaciones medioambientales. El cuidado
y preservación del medio ambiente en tanto estrategia de comercialización, constituye hoy en día, un
elemento recurrente. A diferente de la mirada ecologista, más que el tema del desarrollo sustentable,
lo que interesa desde esta óptica es la conquista del consumidor y la no violación de las normativas
reglamentarias de los diferentes países.
En esta misma línea de pensamiento, la fuerza con que se levantan grupos ecologistas en defensa de la
preservación de los recursos naturales, o bien la creciente práctica del etiquetado ecológico (punto
verde), a menudo es percibido como un tipo de proteccionismo disfrazado, donde lo que se busca es
imponer sanciones y barreras al comercio sobre la base de criterios ambientales.
Para evitar restricciones discrecionales al comercio, se propone en cambio la adopción de normas
ambientales internacionalmente aceptadas en relación con el comercio. La restricción ambiental al
comercio, sin embargo, se propone fundamentalmente para el producto final que se comercializa y no
para el proceso de fabricación. Por tanto, si el producto es ecológicamente perjudicial, un país podría
aplicar medidas comerciales contra ese producto. En términos estrictamente del comercio internacional,
los países estarían imposibilitados de escudriñar detrás de un producto para determinar si el proceso de
producción o de fabricación fue no favorable al medio ambiente.
•
En síntesis, desde la perspectiva ecologista o del libre mercado, la necesidad de incorporar la
preocupación por la preservación del medio ambiente con relación a la inserción en los mercados
internacionales, es una realidad que también compete a la microempresa. Sea por un objetivo de
simple competitividad o de constituirse en partícipe de un desarrollo sustentable, las ME deberán
enfrentar este desafío, en tanto lo que está en juego es la posibilidad de hacer realidad las
exigencias de modernización productiva.
En este sentido, podemos afirmar que las exigencias de calidad total también se vuelven válidas para la
ME. Este concepto supone entender la calidad no sólo cómo una condicionante o exigencia relativa al
producto, sino también a las condiciones de producción interna (infraestructura, gestión laboral,
condiciones de salud) y externa (medio ambientales: de preservación y no contaminación de los recursos
naturales), a la empresa.
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Más concretamente, la ME deberá preguntarse cómo adoptar tecnologías menos contaminantes, así
como procesos productivos y productos finales respetuosos del medio ambiente sin, necesariamente,
tener que aumentar sus costos de producción.
En Chile, el desarrollo de una oferta nacional es aceptable y una oferta competitiva de exportación, que
responda a los estándares internacionales, ha tenido por parte de la ME una expresión
fundamentalmente marginal. Este es el caso por ejemplo, de las hierbas medicinales, dónde la
importante presencia de bacterias patógenas detectadas por un estudio del Sernac en Chile (1994),
reveló los deficientes niveles de calidad haciendo peligrar su comercialización tanto en el ámbito nacional
como internacional. Casos como éste encontramos, no sólo en el ámbito de la agroindustria, sino
también en el ámbito de la manufactura artesanal, tal como la cerámica esmaltada, donde se detectan
importantes niveles de plomo.
Sin embargo, no todas las deficiencias son directamente atribuibles a la ME. La legislación y normativa
chilena es precaría y presenta importantes vacíos desde el punto de vista del control de la calidad de los
productos. Poder dar cumplimiento a estas normativas internacionales, exigiría previamente la existencia
de una reglamentación y normativa de los mercados internos, así como la creación de un sistema de
certificación unificado y reglamentado por el Estado. En la práctica, la inexistencia de normativas
reguladoras de la calidad en los mercados internos, impide verificar en el país productor la calidad de la
oferta, dificultando la inserción en los mercados internacionales.
En términos generales, las normas de calidad por las cuales se rige la ME que desea exportar en Chile,
quedan definidas por los estándares de calidad impuestos en los países importadores. Sin embargo,
existen en la actualidad, serias dificultades en el acceso a esta información. Ello determina que el
conocimiento de las normativas externas y sus implicancias para la producción nacional sean
especialmente deficientes; siendo esto primordialmente cierto para los pequeños productores, estén
ligados a la agroindustria, artesanado, o simplemente a la producción manufacturera urbana.
Si a la falta de regulación estatal, en función de resguardar la calidad de la producción en el ámbito
nacional, se suman las múltiples dificultades propias de la pequeña producción para resolver los desafíos
desde el punto de vista de innovación y reconversión productiva, podemos fácilmente comprender las
serias trabas que enfrentan los pequeños productores en su inserción a los mercados internacionales.
3. Conclusión: internacionalización e integración
Cómo señaláramos en los inicios de este documento, la globalización y tendencia a la regionalización de
la economía mundial, ha obligado a los países de América Latina a fortalecer su inserción internacional
para no quedar marginados. En este contexto, el Mercosur adquiere vital importancia para Brasil,
Argentina, Paraguay, Uruguay y últimamente Chile. Sin embargo, es esta misma tendencia la que obliga
a repensar estrategias conducentes a mejorar la productividad y eficiencia de las estructuras productivas,
y en especial de las pequeñas unidades, tal como la microempresa urbana.
Este objetivo supone, por tanto, hacer realidad el requisito de modernización productiva, mejorando la
productividad, los modos de inserción y articulación con los mercados, las condiciones laborales y la
relación con el medio ambiente.
En este complejo proceso de modernización, queda claro que el rol que adquiere el aprendizaje y
difusión de los progresos técnicos hacia la ME es central. Sin embargo, es aquí justamente dónde la
integración regional debiera cobrar un sentido y dinámica que trascienda las acciones orientadas
meramente al intercambio comercial. Es aquí justamente dónde debiera adquirir relevancia el carácter de
la integración económica, de modo que se potencien no sólo las interdependencias para el mejor
aprovechamiento de las ventajas comparativas y reducir los costos de producción, sino también para
abrir espacios a amplios procesos de transferencia tecnológica.
El comercio entre grandes, pequeñas, medianas y microempresas de la región, debiera abrir nuevas
posibilidades desde el punto de vista de estimulación a la especialización dentro del mercado regional.
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Ello posibilitaría indudablemente un efecto sinérgico entre empresas, tornándolas eficientes y
competitivas en los mercados internacionales. Ello implica asimismo, buscar la reactivación y creación de
nuevos y originales modos de asociatividad entre distintos niveles de empresas, de modo de potenciar
este nuevo esquema de integración regional.
El aumento del comercio al interior de la región, así como la especialización intrasectorial, aprovechando
economías de escala y de especialización, debieran abrir nuevas oportunidades al fortalecimiento de las
ME urbanas. Sin embargo, las fuerzas libres del mercado no necesariamente asegurarán una
distribución equitativa de los costos y beneficios de la integración económica. Más bien lo que se tiende a
observar, es la gran dificultad de la ME para el logro de uno de los requisitos básicos de la inserción en
los mercados internacionales, este es: la modernización productiva. Sin este requisito básico, es poco
probable que las ME logren una inserción eficiente y equitativa desde el punto de vista de beneficios
económicos en los mercados internacionales.
Si el Mercosur refuerza la opción por un Estado mínimo y los países miembros renuncian a regular este
proceso de integración, permitiendo que la reestructuración productiva sea conducida por la lógica de los
mercados, el sector de la microempresa poco o nada podrá hacer en este proceso. Existen, cómo ya
señaláramos, competencias mínimas que deben ser adquiridas por la ME si ésta quiere acceder en
condiciones de igualdad a los mercados internacionales. Todo indica que por si sola la ME difícilmente
logrará alcanzar este objetivo.
Creemos, por el contrario, que la opción por un desarrollo integrado, dónde las ME puedan tener también
un espacio, requiere de políticas públicas que trasciendan los límites nacionales de modo de activar
acuerdos regionales en aras a lograr la modernización productiva de toda la región, incluso de los menor
agentes económicos.
El compromiso estatal y privado de todos los países del Mercosur, debiera vincularse no sólo al apoyo
crediticio, sino también al mejoramiento de las condiciones de empleo, difusión de tecnologías
adecuadas, fomento a la formación de asociaciones de microempresarios para la comercialización y a la
creación de normativas que contribuyan a la preservación del medio ambiente.
La mera integración comercial no puede tornarse en el eje de la inserción internacional; para el caso de
la microempresa y en especial de sus trabajadores, esto puede significar más que la creación de
condiciones para la superación de la pobreza, simplemente la generación de nuevas formas y más
complejas formas de pobreza. Sin una política que establezca directrices y objetivos en torno a la
creación de una estrategia para conservar y desarrollar ventajas comparativas en el sector de la ME, la
mayor apertura puede sencillamente significar el sacrificio del sector.
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