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DOCUMENTOS DE TRABAJO
EVALUACION DE LOS FLUJOS DE MATERIALES
EN EL COMERCIO EXTERIOR ECUATORIANO,
COLOMBIANO Y PERUANO, A PROPOSITO DEL
TLC
Fander Falconí
María Cristina Vallejo
Rafael Burbano
Abril 2006
Documento de Trabajo 06/101
FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS
SOCIALES - SEDE ECUADOR
EVALUACION DE LOS FLUJOS DE MATERIALES
EN EL COMERCIO EXTERIOR ECUATORIANO,
COLOMBIANO Y PERUANO, A PROPOSITO DEL
TLC
Fander Falconí*
María Cristina Vallejo†
Rafael Burbano‡
Abril 2006
Documento de Trabajo 06/101
*
Profesor investigador del Programa de Economía de FLACSO – Sede Ecuador. E-mail:
[email protected].
†
Investigadora de FLACSO – Sede Ecuador.
‡
Profesor de la Escuela Politécnica Nacional.
Este documento es el Marco Teórico del proyecto de investigación con el mismo nombre.
La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) - Sede Ecuador tiene como uno de sus
objetivos el fortalecer, a través de la investigación, la construcción de una comunidad académica que se
fundamente en un espacio de debate y discusión; además de producir y difundir conocimiento en ciencias
sociales a través de investigación y docencia de calidad, regidos por criterios de pluralismo, libertad y
autonomía académica y destinados a contribuir al desarrollo del pensamiento latinoamericano y promover
la justicia social.
Más información disponible en:
FLACSO – Sede Ecuador
La Pradera E7-174 y Av. Diego de Almagro, Quito – Ecuador
Telf: (593)23238888
www.flacso.org.ec
Comentarios son bienvenidos y deben ser dirigidos al autor:
c/o Coordinación Programa de Economía - FLACSO Ecuador
La Pradera E7-174 y Av. Diego de Almagro, Quito - Ecuador
[email protected]
1
MARCO TEORICO
El objeto central de este estudio es la construcción de un sistema de evaluación
del comercio internacional, que además del habitual análisis de los flujos monetarios del
intercambio, confiera una base para identificar las implicaciones sociales y ambientales
que forman parte de la actividad económica vinculada al comercio internacional. Para
ello, se despliega una aplicación comparativa en el ámbito andino entre Ecuador,
Colombia y Perú, durante el período comprendido entre 1980 y 2004. Esto permitirá
examinar la composición y evolución del comercio exterior; así como orientar las
políticas públicas y la discusión en torno a las repercusiones del Tratado de Libre
Comercio (TLC), que estos países negocian con los Estados Unidos.
En este capítulo, se desarrollarán los aspectos teóricos de la investigación. Está
dividido en cuatro partes. En la primera sección, se plantea el debate teórico y las
diferentes posturas alrededor del comercio internacional. En la segunda sección, se
describe el aporte de los flujos de materiales al estudio del comercio exterior. Luego, se
hace una síntesis de los estudios más relevantes. En la cuarta sección, se introduce el
debate acerca del TLC y se hace una caracterización del comercio exterior ecuatoriano.
1.1
El debate teórico alrededor del comercio internacional
Existe un debate respecto a los fundamentos teóricos e impactos del comercio
internacional. La visión económica convencional sostiene que en el libre comercio, los
procesos de apertura, y los mayores flujos de inversión extranjera directa son
beneficiosos para el medio ambiente. Otros estudios alertan sobre los problemas
sociales y ambientales que ocasionan la apertura y liberalización.
Dentro de la corriente económica neoclásica, Frankel (2003) es uno de los
autores que defiende la liberalización comercial por los resultados favorables sobre la
calidad ambiental que se hallarían asociados. La apertura comercial permitiría
incrementar el ingreso en las economías, y dicho incremento propiciaría la demanda por
calidad ambiental al fortalecer el poder de compra del consumidor. Además, la
globalización contribuiría al establecimiento de reglas multilaterales, que también serían
un medio de protección ambiental1. En definitiva, aunque se incrementen las presiones
sobre el medio ambiente, como resultado de la expansión económica originada por el
1
En la práctica solamente se ha vinculado con una mejora ambiental a las concentraciones de SO2, las
mismas que tienden a disminuir a medida que se incrementa el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita,
pero únicamente hasta un nivel determinado.
1
dinamismo exportador, los efectos ambientales positivos asociados al libre comercio
compensarían holgadamente a sus alteraciones.
En años recientes se ha introducido una crítica a estos planteamientos desde la
Economía Ecológica. La Economía Ecológica es una disciplina que abarca a la
economía neoclásica ambiental y la trasciende, pues no recurre a un solo tipo de valor
expresado en un único numerario (el dinero), sino que también incluye la evaluación
social y física de los impactos ambientales de la actividad humana. En lo fundamental,
la crítica desde la Economía Ecológica se ha enfocado en dos aspectos: los vínculos
positivos entre el comercio internacional y el crecimiento económico; y, los vínculos
positivos entre el crecimiento económico y la protección ambiental.
En el primer caso, aunque es abundante la evidencia empírica que infiere una
conexión entre el dinamismo exportador y un mayor crecimiento económico, no se ha
llegado a demostrar fehacientemente la dirección de la relación causal entre estos
procesos. Además, la existencia de crecimiento económico no puede asimilarse como
bienestar social. Es controversial medir el bienestar social a través del producto interno
bruto (PIB), pues su contabilización omite una corriente importante de bienes y
servicios no remunerados, que generalmente no circulan por el mercado, por ejemplo las
labores domésticas, el trabajo familiar no remunerado, etc. Asimismo, el desgaste del
patrimonio natural (expansión de las exportaciones de bienes primarios) y el incremento
de los costos de protección asociados a las externalidades ambientales negativas, forman
parte del crecimiento económico, concebido a través del PIB.
En el segundo caso, la crítica de la economía ecológica se centra en la Curva
Ambiental de Kuznets, que ha permitido a la economía ambiental introducir la idea de
una articulación entre crecimiento económico y protección ambiental. La forma de la
curva de Kuznets se asocia con la noción de que el crecimiento económico - calculado
por uno de sus indicadores estándar, el producto interno bruto (PIB) por habitante,
provoca una menor presión ambiental o uso de los recursos naturales en el tiempo. El
índice de intensidad de uso se define como el total de materiales consumidos, medidos
en toneladas, dividido para el PIB; en 1977, Malenbaum introdujo la hipótesis de que el
ingreso es la principal razón que explica el consumo de materiales (Jackson, 1996;
Bunker, 1996). De acuerdo con esta hipótesis, durante el proceso de desarrollo
económico, los países incrementan su consumo de energía y de materiales siguiendo el
crecimiento en ingreso hasta que se alcance un nivel de ingreso definido. Después de
ese nivel, existe una relación inversa entre el crecimiento económico y el consumo de
2
energía y de materiales. La representación de esta relación es la denominada curva de la
U-invertida o la curva ambiental de Kuznets2.
Para simplificar esta relación, generalmente se utiliza el decrecimiento de la
relación Consumo de energía/PIB real o la intensidad energética3 como evidencia de
que los países ricos están en una etapa de desmaterialización de sus economías debido a
que estos países requieren menos cantidad de energía para obtener una unidad de valor
añadido en términos constantes.
Este acercamiento, relaciona los altos niveles de ingreso con la “des-polución”,
en otras palabras, las economías ricas no solo requieren de menos energía para obtener
la misma cantidad de energía y de materiales, sino que también producen menos
contaminación. Por ejemplo, a medida que aumenta el ingreso, en un momento del
tiempo supuestamente se emitiría una menor cantidad de dióxido de azufre (SO2),
dióxido de carbono (CO2), o se produciría una menor cantidad de basura por habitante
en las ciudades. Dicho de otro modo, los ricos son más ecológicos o los pobres son
“muy pobres para ser verdes”, tal como sostiene Martínez-Alier (1995).
De acuerdo a esta exposición teórica, durante las primeras etapas del crecimiento
las presiones sobre el medio ambiente son crecientes, hasta que en un momento
determinado, el incremento de los ingresos permite relajar dichas presiones, gracias a
una reestructuración de las preferencias en favor de la calidad ambiental: sea que se
reduzca el empleo de recursos naturales (desmaterialización), o que se reduzca la
generación de contaminantes. El principal problema que surge de esta concepción es
que se admitiría la degradación ambiental con el fin de expandir la economía, y se
repararían los daños ocasionados con los réditos obtenidos del crecimiento (Goodland y
Daly, 1993). No obstante, mientras transcurre la expansión de la actividad económica,
se podrían sobrepasar los umbrales ecológicos, que representan los niveles – aún
inciertos en muchos casos – después de los cuales, los ecosistemas pierden la capacidad
de auto-regular la provisión de bienes y servicios ecológicos (Perrings y Opschoor,
1994). Entonces, los costos de reposición de procesos irreversibles como la pérdida de
2
Estas curvas tienen su nombre en honor a Simón Kuznets, economista nacido en Ucrania y luego
nacionalizado estadounidense, que obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1971 por sus numerosos
trabajos empíricos que aportan a la comprensión de la teoría del crecimiento económico. Para una
discusión más detallada se puede consultar el artículo: (2002). “La desmaterialización de la economía”.
Ecuador Debate No. 55: 121-133. Centro Andino de Acción Popular (CAAP), Quito.
3
Este indicador representa la cantidad de energía consumida en la obtención de una unidad de PIB
expresado en valor constante (de ahora en adelante la simplificaremos como E/PIB).
3
biodiversidad, serían infinitos, y harían imposible seguir la senda sugerida a través de
esta curva.
La trayectoria de una economía en sus sendas de crecimiento y uso de recursos
naturales no puede ser explorada únicamente a través de los flujos monetarios. Es
necesario introducir una perspectiva que permita visualizar la dimensión biofísica de la
economía. Como anota Naredo (1998), la idea de integrar los flujos físicos con los
flujos económicos no es nueva; la discrepancia entre el crecimiento de las magnitudes
económicas “reales” y las magnitudes financieras, llevó a Frederick Soddy a
argumentar, a principios de siglo, que con ese razonamiento se confunde la vara de
medir la riqueza (el dinero como pasivo financiero) con la riqueza material.
Los efectos ambientales del comercio exterior se visualizan de mejor manera
cuando se integran los flujos físicos con los monetarios, para lo cual conviene revisar
textos como La economía en evolución de José Naredo publicado en 1987 y luego
reeditado en 1996. Un posterior trabajo de este autor (1998) destaca que la extracción de
rocas y minerales de la tierra alcanza un tonelaje que triplica la de los productos de la
fotosíntesis, lo cual caracteriza a la civilización actual de corte extractiva. Además hay
un agravante: “los materiales extraídos se utilizan primero y se suelen devolver al medio
como residuos, sin preocuparse de hacerlos retornar a su condición originaria de
recursos, con consecuencias negativas para la biósfera”.
Para explorar la dimensión biofísica de la economía es preciso reconocer que
ésta constituye un sub-sistema dependiente del medio ambiente. Es decir, concebir el
sistema económico como un sistema abierto a la entrada de materia y energía y a la
salida de residuos materiales y calor disipado. Esta estructura refleja una analogía entre
el funcionamiento de los sistemas orgánicos y los sistemas sociales, que ha sido
conceptuada desde la Economía Ecológica como “metabolismo social”. El metabolismo
social describe el intercambio continuo de materia y energía entre los sistemas sociales
y el medio ambiente, intercambio que tiene lugar a propósito de las actividades
económicas:
“la economía necesita entradas de energía y materiales, y produce dos tipos
de residuos: el calor disipado o energía degradada... y los residuos
materiales, que mediante el reciclaje pueden volver a ser parcialmente
utilizados” Martínez-Alier y Roca (2001: 13).
4
Una teoría que reconozca la dependencia de la economía respecto de la
naturaleza puede ayudar a comprender el grado de inequidad en el intercambio
internacional y las repercusiones de esta inequidad para países exportadores de recursos
naturales. Este es el punto de partida de un nuevo planteamiento del intercambio
desigual, que se extiende al intercambio ecológicamente desigual, el cual no se opone al
comercio, solo busca impulsar el respeto hacia el medio ambiente (Cabeza y MartínezAlier, 1997: 7-8).
El intercambio ecológicamente desigual amplía la concepción de que el
capitalismo en el Sur tenía una posición específica en el “sistema global”, en el que
predominaban términos de intercambio adversos para las materias primas, una
estructura social y distribución del ingreso características, lo que llevó a plantear la tesis
centro- periferia, a criticar las falencias de la teoría neoclásica, a proponer una
alternativa de transformación económica inscrita en su propuesta ética, tal como lo
explicitó Prebisch (1987).
El intercambio desigual fue construido conjugando aportes del pensamiento
estructuralista, dependentista y neo-marxista. Inicialmente, Prebisch (1949) buscó
explicar la transición de las economías subdesarrolladas de América Latina que
evolucionaban desde el modelo de crecimiento primario – exportador “hacia afuera”, al
modelo urbano – industrial “hacia adentro”. Este pensamiento tuvo enorme incidencia
en América Latina, en donde el paradigma económico predominante, es decir, la
ortodoxia económica neoclásica fue enérgicamente sacudida por una aproximación
teórica que parecía explicar mejor la posición desfavorable de América Latina en el
comercio internacional. Al contrario de la previsión neoclásica sobre la convergencia
hacia el desarrollo de todas las economías partícipes del comercio mundial; la brecha
entre el centro y la periferia se ampliaba inexorablemente.
Raúl Prebisch examinó la estructura del intercambio comercial y argumentó un
deterioro de los términos de intercambio para las economías de la periferia: estas
naciones exportaban al centro su producción de bienes primarios (esencialmente
materias primas y productos agrícolas) a precios decrecientes, en relación a los precios
de las mercancías manufacturadas que importaban desde el centro. De esta forma, se
constituía un proceso que reproducía en forma continua el subdesarrollo de la periferia4.
4
Hasta nuestros días, el desempeño adverso de los términos de intercambio no constituye un problema
que haya sido superado. Hay evidencia de que los términos de intercambio mundiales han mejorado desde
1980 para el caso de los bienes procesados, pero han empeorado para las materias primas, con la
excepción del petróleo, y bienes semi-manufacturados, por ejemplo hierro y acero (Schütz et al., 2004).
5
El deterioro de los términos de intercambio se explicaba porque las mejoras de la
productividad en las economías desarrolladas, es decir, los incrementos de la
producción generada por cada trabajador debido al avance técnico, se traducían en
mayores precios de sus exportaciones de productos industriales y mejores salarios para
sus trabajadores, con amplia capacidad de negociación, pues siendo el factor productivo
escaso lograban formar organizaciones sindicales poderosas. Contrariamente, en las
economías periféricas, el creciente excedente de trabajadores desempleados dificultaba
la organización sindical, y los aumentos de productividad se lograban a través de
reducciones de los costos de producción, sacrificando los salarios de los trabajadores y
los precios de sus exportaciones de productos primarios.
Los países en desarrollo al abrir sus economías al intercambio global eran
forzados a especializarse en la producción y exportación de mercancías primarias,
conforme sugería el principio de la ventaja comparativa de David Ricardo.
Considerando que el progreso técnico se hallaba concentrado en la industria, estos
países fueron excluidos de sus beneficios, es decir, mejores precios y salarios, los cuales
habían apuntalado el enriquecimiento de las economías industriales (Prebisch, 1949;
Singer, 1950). Era necesario crear el ambiente productivo y las instituciones,
característicos del capitalismo desarrollado, a fin de captar los frutos del progreso
técnico y elevar progresivamente el nivel de vida de la población (Prebisch, 1996). Para
ello se fomentó la intervención estatal a través de políticas de industrialización,
reformas agrarias, estrategias de modernización y la dotación de infraestructura.
La estrategia de sustitución de importaciones confirió soporte teórico a las
políticas de industrialización que se aplicaron en varios países en vías de desarrollo.
Esta estrategia buscaba aliviar el estrangulamiento estructural de la balanza de pagos en
estas economías, y superar su insuficiencia dinámica, es decir, el conjunto de factores
internos que obstaculizaban sus posibilidades de desarrollo: insuficiencias inherentes a
sus factores productivos y a su estructura social.
Estas y otras contribuciones del estructuralismo permitieron el desarrollo de “la
teoría de la dependencia”, que incorporó la idea del deterioro en los términos de
intercambio, pero también confirió relevancia a los factores sociales, políticos y
culturales para explicar las asimetrías en el comercio mundial.
Cardoso y Faletto (1969), a través de su obra: “Dependencia y desarrollo en
América Latina. Ensayo de interpretación sociológica” contribuyeron a la teoría de la
dependencia desde una vertiente fundada en el análisis sociológico y político. Aunque
6
fue un intento importante en la construcción de un modelo explicativo de los
determinantes fundamentales de la dependencia de América Latina, se inclinó por una
explicación predominantemente sociológica, y pudo ser un retroceso respecto de las
tendencias críticas que para la época mostraban las ciencias sociales en América Latina,
tales como los aportes de Frank (1967) y Marini (1967).
Entre los autores neo-marxistas, Emmanuel y Bettelheim (1972) concibieron una
nueva forma de intercambio desigual que tenía lugar a través de la mano de obra, pues
los salarios de los trabajadores diferían dependiendo del lugar en que desarrollaban sus
actividades, es decir, diferían entre el centro y la periferia; o también como
consecuencia del intercambio desigual de mercancías exportadas desde la periferia que
incorporaban muchas horas de trabajo, en relación a las que incorporaban las
mercancías importadas desde el centro. Era una forma de transferencia del excedente
hacia los países ricos, explotando y privando a la periferia de los medios de
acumulación y crecimiento. Asimismo, Braun (1973) argumentó que el origen de la
desigualdad de los salarios entre países se hallaba en el proteccionismo ejercido por los
países desarrollados frente a los subdesarrollados, el cual presiona a la baja los precios
de exportación de los países dependientes y por ende sus salarios. Braun sostenía que
este esquema era la causa del deterioro de los términos de intercambio de las economías
dependientes, que afrontaban un intercambio desigual porque los precios de su
producción eran inferiores a los de los países avanzados.
Aunque este conjunto de planteamientos no compusieron un cuerpo teórico
homogéneo, se les atribuye el mérito de cuestionar a la ortodoxia económica y proponer
una visión propia de la periferia para explicar su realidad en las relaciones comerciales,
reconociendo que el comercio internacional no necesariamente converge en ganancias
para todos, las cuales además no suelen ser distribuidas de manera uniforme. Sin
embargo, son teorías que prescindieron de los aspectos ecológicos, fundamentales para
economías cuyo intercambio comercial se basa en la exportación de bienes primarios.
En efecto, no se tomaron en cuenta las formas en las cuales la extracción y la
exportación de recursos naturales afectan el medio ambiente y su potencial para el
desarrollo futuro de las economías. Solo autores como Sunkel y Gligo (1980), trataron
infructuosamente de incorporar algunas cuestiones ecológicas al contexto cepalino. En
años recientes, la economía ecológica ha retomado parte de estas ideas para argumentar
sobre “el intercambio ecológicamente desigual”, (Martínez-Alier y Roca, 2001: 423).
7
El intercambio ecológicamente desigual muestra que los países pobres exportan
sus recursos naturales a precios que no toman en cuenta las externalidades originadas
por las exportaciones o el agotamiento de sus recursos naturales, los cuales son
intercambiados por bienes y servicios provenientes de las economías ricas. Es una
forma de “dumping ecológico”, pues las economías más extractivas son generalmente
pobres e incapaces de reducir la tasa de explotación de sus recursos, tienen pocas
opciones para diversificar sus exportaciones con bienes que generen menor impacto
doméstico, y son incapaces de internalizar las externalidades en los precios, lo que se
explica por la falta de poder político y económico de las regiones que sufren este tipo de
externalidades. Se trata de un problema que va más allá de las fallas de mercado, las
externalidades mas bien son formas exitosas de transferencia de costos a terceros
(Cabeza y Martínez-Alier, 1997), pues la apropiación de exportaciones extractivas del
Sur empobrece el medio ambiente del cual depende la población local para su propia
reproducción y para la extracción futura de mercancías primarias de exportación
(Bunker, 1985).
8
2
LA CONTABILIDAD DE LOS FLUJOS MATERIALES Y SU APORTE
TEORICO AL COMERCIO EXTERIOR
Al combinar el análisis monetario con el estudio de la estructura biofísica de las
relaciones comerciales es posible identificar las consecuencias ambientales de las
actividades económicas. En efecto, los procesos de producción, consumo e intercambio
se sostienen a través de un flujo de energía, materiales y servicios ecológicos, que son
provistos por el medio ambiente. La perspectiva biofísica se incorpora al análisis
económico, con el objeto de evidenciar que la economía depende de esta realidad
biológica y física.
Los procesos productivos ligados a la exportación experimentan una mochila
ecológica elevada, como la movilización de tierras y de materia vegetal (Naredo, 1998).
Estos comportamientos se suman a otros que plantean un intercambio desigual en las
cantidades de energía incorporada (embodied energy, en inglés) en los bienes y
servicios, pues los productos no energéticos que se exportan desde el Sur – Machado (et
al. 2001) estudiaron el caso de Brasil – son más intensivos en energía y carbón que las
importaciones.
La contabilidad de los flujos de materiales es una propuesta metodológica que
forma parte de los sistemas de cuentas de recursos naturales. Esta metodología permite
cuantificar el intercambio físico de materiales de las economías nacionales con el medio
ambiente y su fundamento teórico constituye la concepción del metabolismo social. Se
trata de una visión agregada del ingreso y salida anual de materiales de una economía,
que incluye insumos materiales provenientes del medio ambiente doméstico,
importaciones, salidas de materiales hacia el medio ambiente y exportaciones.
El análisis de los flujos de materiales, permite esquematizar las interacciones
descritas entre la economía y el ambiente, a través de la construcción de un balance de
materiales que refleja la primera ley de la termodinámica, según la cual, la materia y la
energía no se crean ni se destruyen, sino que se transforman (ver gráfico 1). Entonces,
las entradas totales coinciden con la suma de las salidas totales y la acumulación neta de
materiales en el sistema (Giljum, 2003).
Este constituye un esquema útil para el diseño de políticas más integrales, pues
da cuenta de la base material que se moviliza por efecto directo de la actividad
económica (como los recursos naturales que sirven de insumos para el sistema
productivo), y los materiales que fluyen en forma oculta. Los flujos ocultos o mochila
9
ecológica constituyen una proporción considerable de materiales que no participan
directamente en los procesos de producción, consumo e intercambio pero que se
movilizan como consecuencia de estas actividades (por ejemplo, la erosión del suelo
ocasionada durante la extracción de productos maderables o en actividades agrícolas).
El planteamiento del intercambio ecológicamente desigual puede ser abordado a
partir de la exploración de los flujos de materiales. La construcción de un Balance
Comercial Físico (BCF) permite identificar a las economías del Sur con un saldo
negativo dentro del comercio mundial, exportando productos en cuyos precios no se
incluyen los daños ambientales o sociales suscitados local o globalmente (MartínezAlier y Roca, 2001); o se entregan en forma gratuita las funciones y servicios
ambientales que proveen los ecosistemas (Falconí, 2005). El BCF se mide por la
diferencia entre el flujo físico de importaciones (M) y el flujo físico de exportaciones
(X). Cuando el BCF incluye la mochila ecológica, se dice que un balance negativo
significa que la presión interna sobre los recursos, asociada a las exportaciones, es
mayor a la presión total. Es decir, la mayor presión sobre el ambiente se produce
internamente, como resultado de las actividades domésticas, que por un lado socavan la
base de recursos naturales, y por otro, generan desperdicios y contaminan. En tal
sentido, aunque los saldos comerciales físicos directos se hallen equilibrados, los flujos
indirectos pueden determinar una distribución desigual entre regiones.
10
3
UNA SINTESIS DE LOS ESTUDIOS EXISTENTES
El despliegue de estos trabajos ha permitido desarrollar una importante base de
análisis para las economías desarrolladas, a través de la cual, ha sido posible sustentar
planteamientos como el intercambio ecológicamente desigual entre el Norte y el Sur,
esenciales para la discusión en el ámbito de la economía ecológica, pero también
importantes como fundamento para propuestas de política. No obstante, la contraparte
de esta base de análisis tiene un nivel muy incipiente. Es relevante abrir una línea de
investigación de esta índole para economías en desarrollo, que permita disponer de una
base globalmente comparativa del comercio exterior. Las dimensiones biofísicas de la
actividad económica han sido escasamente exploradas en el ámbito de América Latina,
se pueden mencionar pocos estudios, se trata de aplicaciones para los casos de Brasil
(Machado, et al., 2001), Venezuela (Castellano, 2001), Chile (Giljum, 2003) y
Colombia (Pérez, 2003).
En estos estudios se busca destacar la concepción del sistema económico como
un subsistema del ambiente, que depende de un flujo constante de materia y energía,
puesto que los recursos naturales son extraídos del medio natural para emplearse como
materias primas en la actividad productiva (entradas – inputs), luego son transformados
en productos y retransferidos al sistema natural en la forma de desperdicios o emisiones
(salidas – outputs).
En estos trabajos, se ha construido un Balance Comercial Físico (BCF), que
revela la distribución global de recursos naturales como insumos físicos de los sistemas
socioeconómicos de los países y de las regiones del mundo. El saldo se obtiene
deduciendo de las importaciones (M), las exportaciones (X), es decir, BCF = M – X. En
este contexto, el saldo negativo se refiere a la salida neta de recursos biofísicos de una
economía. Por lo tanto, una distribución global desigual de los flujos ocurre cuando
algunas regiones se caracterizan por un saldo positivo de importaciones físicas mientras
otras enfrentan un saldo negativo en términos físicos (Andersson y Lindroth, 2001).
El saldo negativo de las economías latinoamericanas evoca la presión interna
sobre los recursos asociada a las exportaciones. Es decir, la mayor carga ambiental se
produce internamente: el menoscabo de los recursos naturales domésticos tiene dos
formas: la extracción de recursos5 y la generación de desperdicios y contaminantes,
5
En el caso ecuatoriano, se pueden mencionar varios ejemplos: las exportaciones de camarón, que han
provocado la destrucción de un ecosistema único: el manglar; las ventas externas de maderas tropicales,
una de las principales causas de deforestación en los noventa; las exportaciones de banano y flores que
11
pues una vez que se utilizan los materiales extraídos se suelen devolver al medio como
residuos, sin preocuparse de hacerlos retornar a su condición originaria de recursos,
proceso que conlleva consecuencias negativas para la biosfera (Naredo, 1998).
Comparando estas aplicaciones con los resultados obtenidos para las economías del
Norte, se conoce que éstas últimas registran un saldo positivo de importaciones en
términos físicos, en contraposición a las economías del Sur, cuyo saldo del BCF sería
negativo. En el caso de América Latina, por cada tonelada importada se llegan a
exportar hasta seis toneladas, mientras que en la Unión Europea el volumen de
exportaciones es cuatro veces inferior al volumen de importaciones. Esta estructura
apoyaría la idea de un intercambio ecológicamente desigual, pues las economías del Sur
estarían exportando productos sin incluir en su precio los daños ambientales o sociales
causados local o globalmente (Martínez-Alier y Roca, 2001).
En el caso de América Latina, es factible pensar en los flujos internacionales de
productos ‘ambientalmente intensivos’ (producción primaria) como flujos ecológicos;
de manera que el comercio exterior desplazaría una creciente carga ambiental desde el
país importador hacia el exportador. Significa que como resultado de la especialización
internacional, en los países pobres se localizan industrias contaminantes e intensivas en
materiales, y en las economías ricas la producción ‘limpia’ y extensiva en materiales,
sin que se altere el patrón de consumo (Stern et al., 1994; Suri y Chapman, 1998).
Esta estructura polarizada a escala global da origen a la “trampa de la
especialización”, lo que significa que cuando la actividad económica se fundamenta en
productos primarios (especialmente aquellos con una baja elasticidad ingreso, es decir,
cuya demanda sea poco sensible a variaciones del ingreso), una mejora en las ganancias
por exportaciones únicamente se consigue a través del incremento en el volumen
exportado, acción que deriva en una creciente explotación de recursos naturales e incide
negativamente sobre los precios y sobre los términos de intercambio. Una vez que este
patrón se reproduce continuamente, el ‘libre comercio’ se convierte en ‘comercio
forzado’ (Muradian y Martínez-Alier, 2001).
por el uso de agroquímicos causan problemas ambientales y de salud en los trabajadores vinculados a su
producción; y en general, la expansión del área agrícola, que se realiza progresivamente hacia zonas
frágiles como los páramos y los bosques tropicales de la Amazonía y de Esmeraldas).
12
4
LA REFLEXION SOBRE EL TLC Y LA CARACTERIZACION DEL
COMERCIO EXTERIOR ECUATORIANO
La expansión de los mercados para sus bienes, servicios e inversiones es una de
las prioridades, pero no la única para los Estados Unidos. Con la propuesta del TLC
luego del eventual fracaso del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), este
país norteño pretende asegurar su posición en el hemisferio en vista del fortalecimiento
y expansión de la Unión Europea (UE). Igualmente, no están ausentes las razones
geopolíticas y militares, sobre todo desde el 11 de septiembre de 2001.
En el ámbito internacional, hay un marco de regulaciones y prácticas que
norman el comercio mundial. Más allá del discurso de la libertad de los mercados, el
mercado mundial se caracteriza por ser un espacio administrado. Las declaraciones de
los gobiernos del Norte, supuestamente dirigidas a beneficiar a los países empobrecidos
del Sur, se contradicen con la realidad, en la medida en que con sus políticas
comerciales marginan las exportaciones de los países pobres. No es casual que entre los
objetivos de desarrollo de las Naciones Unidas para el milenio se otorgue una
importancia a promover una asociación mundial para el desarrollo.
Los países latinoamericanos, tal como sucede en el resto del mundo
empobrecido, han liberalizado más rápido sus mercados que los países industrializados.
Como resultado de esta realidad, en un ambiente propicio para las economías más
desarrolladas, las importaciones provenientes de los países de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en especial de Estados Unidos, han
crecido mucho más rápido que las ventas externas de la región (Acosta y Falconí, 2005).
Es cierto que desde las negociaciones comerciales de la Ronda Uruguay del
GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), los países
industrializados han reducido gradualmente sus barreras comerciales. Sin embargo,
todavía existe una gran gama de mecanismos que frena el flujo comercial: aranceles,
aranceles escalonados, barreras no arancelarias, medidas anti-dumping, entre otras
herramientas destinadas a cerrar abierta o veladamente los mercados (ibid). Los Estados
Unidos protegen sus empresas con subvenciones y medidas proteccionistas, como por
ejemplo en el 2002 cuando se decidió proteger la industria siderúrgica gravando los
aceros importados de Europa y Asia (Millet y Toussaint, 2005).
De acuerdo a un aporte de OXFAM (2002, citado profusamente en Acosta y
Falconí, 2005), y a partir de la información ponderada del Índice en mención, las cuatro
13
economías mayores -Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y Japón- recuperan a
través de estos mecanismos proteccionistas, al menos uno de cuatro dólares de la
llamada ayuda al desarrollo a los cuarenta y nueve países más pobres. La mayor
incoherencia se alcanza en el caso de Canadá: las restricciones comerciales canadienses
a los productos de los países más pobres significan unos US$ 1.600 millones, o sea,
cinco veces el monto de la llamada ayuda al desarrollo.
OXFAM (2002) estima que una liberalización total de las importaciones por
parte de los países industrializados entre los años 2000 y 2005 representaría un valor de
14 mil millones de dólares para América Latina; 3 mil millones para India, China y
Brasil respectivamente; 2 mil millones para el África subsahariana y 600 millones para
Indonesia. El libre acceso a los mercados para los productos provenientes de los 49
países más pobres del mundo les representaría un aumento del 11% de la totalidad de
sus exportaciones. Por cierto, este valor, como afirma OXFAM, no recoge ni de cerca
todos los beneficios que esta decisión podría acarrear, pues los efectos dinámicos que
esta opción podría generar son incalculables.
Sin embargo, sería un error creer que el problema se resuelve sólo por el lado del
acceso a los mercados y/o con el ingreso de inversiones extranjeras; aunque debe quedar
claro que, si existiera la voluntad política del mundo, una total liberalización para los
productos del mundo pobre no pondría en riesgo la economía mundial. De todas
maneras, es innegable que la apertura comercial y la adopción de una nueva modalidad
de acumulación, basada mayormente en las exportaciones y en la creciente dependencia
de capitales extranjeros, han provocado un incremento acelerado de los vínculos
económicos de América Latina y el Caribe con el mundo. Esta relación, por otro lado,
ha aumentado la exposición de las economías latinoamericanas y caribeñas a los
vaivenes del mercado mundial, sea a través de los precios y de la demanda, o a través de
las variaciones en las tasas de interés y en los flujos financieros internacionales.
Después del mercado financiero, el comercio exterior ha sido el campo donde más
velozmente se han procesado estas transformaciones económicas, a través de las cuales,
de una forma hasta idealizada, se ha pretendido acelerar la inserción de los países
latinoamericanos en la globalización (Acosta y Falconí, 2005).
Sin desconocer el dinamismo experimentado en el sector exportador de América
Latina y su importancia para atraer inversiones, los cambios registrados han sido
insuficientes para producir transformaciones capaces de inducir un proceso de
desarrollo sostenible. Un reciente informe de la CEPAL (2004) sostiene que los flujos
14
de inversión extranjera directa en los países del Norte y en América Latina y el Caribe
han experimentado una caída en los últimos 4 años, mientras que crecieron de manera
sostenida en China, a pesar de la crisis mundial.
Si en algún momento las remesas de la IED (inversión extranjera directa)
sobrepasan a la entrada de capital sería un desastre para la Región porque, además de su
tradicional inserción en el comercio internacional mediante la exportación de productos
primarios, se convertiría en proveedora de capital al Norte. Esto no es improbable si
América Latina no es exitosa en competir por capital con Asia durante los próximos
años. Si esta situación descrita, se añaden las preocupaciones y repercusiones de los
impactos ambientales del comercio exterior, se llega a la conclusión de reflexionar más
detenidamente sobre un eventual TLC.
El TLC es un “acuerdo mediante el cual dos o más países establecen reglas y
normas para el libre intercambio de productos, servicios e inversiones”. Sin embargo, es
un acuerdo cuyas implicaciones sociales, económicas, jurídicas y geopolíticas van
mucho más allá de la óptica oficial presentada a la sociedad ecuatoriana. Sólo así se
podría entender cómo en países como México y Chile, el proceso de acercamiento a sus
respectivos TLC les llevó más de cinco años.
Es necesario considerar otros aspectos que no por intangibles son menos
substanciales y que se encuentran inmerso en las distintas mesas de negociación6: flujos
de capital, derechos de propiedad intelectual, tratamiento de la tecnología de punta, el
impacto ambiental de la apertura comercial, los aspectos geopolíticos, competitividad,
superposición con otros acuerdos internacionales, entre otros más.
En noviembre de 2003, con la propuesta oficial del gobierno norteamericano de
iniciar las negociaciones para la firma de TLCs con los países andinos, se rompió el
status quo de las relaciones comerciales entre estos países y se dio un giro a la política
exterior norteamericana en la Región Andina. Los acuerdos del tipo ATPA (Andean
Trade Preference Act) o ATPDEA (Andean Trade Promotion and Drug Eradication
Act) más que ser acuerdos de comercio propiamente dichos, contienen intereses
específicos que giran alrededor de aspectos geopolíticos y de lucha contra el
6
Las mesas de negociación están organizadas en los siguientes temas: Agricultura, Industrial, Textiles,
Defensa Comercial (Salvaguardias), Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (MSF), Origen, Aduanas,
Normas Técnicas (Obstáculos Técnicos al Comercio), Servicios Transfronterizos, Telecomunicaciones,
Comercio Electrónico, Servicios Financieros, Inversiones, Propiedad Intelectual, Laboral, Ambiental,
Solución de Controversias y Asuntos Institucionales, Compras Públicas. Además, se incorporaron dos
temas adicionales: Políticas de Competencia y Cooperación.
15
narcotráfico. Este tipo de acuerdos comerciales son de una sola vía7, es decir, sólo de
acceso al mercado norteamericano y no al de las contrapartes. No son parte de la actual
política de comercio exterior de los Estados Unidos con los países andinos, sino la firma
de TLC como estrategia para lograr el libre acceso a economías pequeñas con bajos
niveles de competitividad, que van sumando al desarrollo y expansión de las
transnacionales estadounidenses, frente al capital europeo y asiático (Petras, 2002);
además de mantener el interés geopolítico de los Estados Unidos en la región.
Pero no sólo es un problema de dependencia respecto al destino de los
productos, sino que, además, Ecuador ha estado durante más de una década bajo la Ley
de Preferencias Arancelarias Andinas (ATPA y ATPDEA) y no ha logrado diversificar
su oferta exportable a los Estados Unidos ni ha incrementado los niveles de penetración
a este mercado. Se evidencia que, pese a que el país ha tenido la opción de exportar a
los Estados Unidos alrededor de 6.000 partidas arancelarias o productos libre de
aranceles bajo estos acuerdos, no ha cubierto ni el 20% de las mismas (Jácome, 2005).
Las exportaciones se han caracterizado por estar concentradas en bienes primarios que
no incorporan valor agregado e innovación, constatándose los bajos niveles de
competitividad que tiene el país (Jácome 2004, Jácome y Falconí 2002).
Los desniveles de competitividad entre los dos países auguran un cambio de
tendencia en la balanza comercial Ecuador–Estados Unidos. Las empresas
norteamericanas, a partir de la firma del TLC, lanzarán todo su potencial de oferta de
bienes y servicios con libre acceso al mercado ecuatoriano.
Un estudio preparado por la CEPAL (2005) alerta sobre los impactos del TLC
con Estados Unidos en la agricultura ecuatoriana. Se aplica un análisis de
competitividad ex-ante y ex-post a través del cual se identifica un conjunto de productos
que estarían amenazados: maíz, arroz, fréjol, papa, soya, carne vacuna, quesos y
cítricos. El problema con la producción agrícola amenazada es que gran parte se
desarrolla en unidades productivas campesinas cuyo único objeto es la subsistencia.
Si el Ecuador no continúa con el TLC, podría (hasta fines de este año, cuando se
termina el ATPDEA) planificar una estrategia de comercio exterior que le permita
alcanzar mercados diferentes al norteamericano (por ejemplo, el europeo, que debido a
la depreciación del dólar frente al euro incentiva a las exportaciones ecuatorianas) y
7
Este tipo de acuerdos nacieron por iniciativa de los Estados Unidos, de forma unilateral, cuyo objetivo
era obtener como contraparte de los países firmantes su apoyo para la lucha contra la producción drogas y
el narcotráfico.
16
promover la competitividad basada en un análisis de las estructuras y conformación de
clusters. Si en dos años el país logra neutralizar la dependencia de sus exportaciones en
el mercado estadounidense, tendría un mayor poder de negociación a finales del 2006,
mayor tiempo de análisis para buscar estrategias no improvisadas de acceso de
productos ecuatorianos a los Estados Unidos y permitiría el ingreso al país de productos
y servicios que no pongan en riesgo a los clusters competitivos que generan valor
agregado, al empleo y a la seguridad alimentaria.
En el caso de la biodiversidad agrícola, si la ganancia en el mercado aumenta al
introducir las técnicas de la agricultura moderna y las variedades de alto rendimiento,
entonces cabe preguntarse si el destino de las variedades tradicionalmente mejoradas
será la inexorable desaparición. Es posible pensar en los riesgos que involucra un
esquema globalizante para la riqueza de la agro-biodiversidad andina, cuya lógica ha
rebasado a la del mercado desde tiempos ancestrales. El manejo de la biodiversidad
agrícola debe entenderse desde el complejo ecológico humano de las sociedades, que a
través de la mejora tradicional de las plantas y la recolección en los campos, ha
conseguido criar y conservar, una vasta riqueza de recursos genéticos, no fáciles de
valorar en dinero (Martínez Alier, 1994).
Por ejemplo, el maíz constituye un producto agrícola cuyo origen y evolución
genética son en esencia mexicanos: se han mejorado su rendimiento, su resistencia a
plagas y sequías, se ha incrementado el contenido proteico del grano. Además, las
variedades mexicanas y sus derivados han sido empleados para mejorar las poblaciones
existentes en 43 países de América Latina, África y Asia (Nadal 2000). Ahora bien,
desde 1992, cuando empezaron las negociaciones entre México, Estados Unidos y
Canadá para consolidar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, los
esfuerzos de política se orientaron a la liberalización del comercio del maíz puesto que
al comparar la productividad promedio del cultivo en México y Estados Unidos, la
producción mexicana resultaba ineficiente. De acuerdo a la FAO (2006), en el año 2005,
la productividad8 promedio del maíz mexicano fue de 2,6 TM/ha (toneladas por
hectárea), en contraste con la productividad estadounidense, que alcanzó 9,3 TM/ha.
Como resultado, Estados Unidos se ha consolidado como uno de los principales
8
La forma de medir la productividad agrícola no está exenta de controversia. En forma convencional, la
productividad agrícola se mide como la producción por hectárea, aunque también se podría calcular por
otros indicadores físicos como los requerimientos de energía fósil por superficie. Estos otros indicadores
arrojarían resultados diferentes, pues muchos países tienen un alto rendimiento (TM/ha), pero requieren
mucha energía fósil por superficie (generalmente los países del Norte).
17
oferentes mundiales de maíz –en el 2005, la producción llegó a 280,2 millones de TM,
según FAO (2006)– lo que le ha permitido desempeñar un rol importante en la fijación
del precio internacional. No obstante, esta política ha minado la capacidad de los
agricultores mexicanos para conservar y desarrollar recursos genéticos a partir de este
producto, pues el maíz de Estados Unidos, de escaso interés genético y derrochador de
energía fósil, se expande en el mercado mundial.
Al examinar el caso mexicano, cabría preguntarse si las negociaciones del
Ecuador, Perú y Colombia, tendientes a la firma del TLC con Estados Unidos,
consideran los riesgos de la liberalización comercial para la agro-biodiversidad andina.
Aunque en las negociaciones se ha planteado sostener algunas medidas de protección
para la producción andina (franjas de precios y salvaguardias), que no han sido acogidas
por completo por los Estados Unidos, existen muchas dudas al respecto. ¿Es posible que
en Ecuador acontezca algo similar al caso mexicano? Conviene ilustrar el caso de la
papa. Estos tubérculos fueron domesticados por las culturas prehispánicas en los Andes
–véase el impresionante banco genético que tiene el Centro Internacional de la Papa en
Perú– y sus cultivos fueron fundamentales para la expansión militar inca (por ejemplo, a
través del aprovechamiento de la papa deshidratada). No solo se trata de una cuestión
gastronómica, sino que tiene connotaciones sociales. Las diferencias de productividad
agrícola entre los dos países son claras, y favorecen a los Estados Unidos (ver tabla 1).
Se observa, asimismo, que la productividad agrícola es mayor en los países andinos
vecinos, Colombia y Perú.
Estas tendencias se corroboran en el estudio de la CEPAL ya mencionado.
Por estos motivos, la posición del Ecuador en la división internacional del
trabajo no puede ser asumida sin reflexión (como ya sucedió con la dolarización). La
globalización no es un proceso inevitable del que no es posible escapar o al que no se
pueda llegar sin ningún tipo de resguardo. La premura con la que se trata de “negociar”
un tratado de libre comercio (TLC), luego de que falló el intento multilateral del ALCA
es un asunto a reflexionar. De hecho, aceptarlo sin más consideración que las
declaraciones retóricas de los gobiernos involucrados producirá modificaciones
impensadas en la estructura productiva y en las relaciones sociales del país. La
constatación simplista de una balanza comercial positiva no es suficiente; es necesario
considerar otros aspectos que no por intangibles son menos substanciales: flujos de
capital, derechos de propiedad intelectual, tratamiento de la tecnología de punta, el
impacto ambiental de la apertura comercial, entre muchos otros (Falconí y Oleas, 2004).
18
Los desniveles de competitividad de las empresas y sectores del Ecuador frente a
los norteamericanos, sumados a un proceso de apertura comercial que se lo quiere
concretar en un tiempo récord sin un análisis profundo de las estructuras del comercio
exterior, no es buena señal para suponer que la negociación del TLC, al menos en estas
condiciones, produzcan mayores beneficios que los riesgos a los que se expone a la
sociedad ecuatoriana y a su estructura productiva.
19
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22
Gráfico 1
Bosquejo del Sistema de Contabilización de los Flujos de Materiales
MEDIO AMBIENTE
ENTRADAS
Materiales
domésticos
extraídos
ECONOMÍA
SALIDAS
Acumulación
de Materiales
Emisiones,
desperdicios
Importaciones
Exportaciones
Fuente: EUROSTAT (2001: 9): Figura No.1
Elaboración propia
Tabla 1
Productividad agrícola en el año 2005
En Hg por hectárea(*)
Producto
Estados
Unidos
Ecuador
Ajo
185,270
16,613
Maíz
93,155
17,815
Trigo
28,233
6,298
Bananos
188,889
281,200
Coles
249,182
68,274
Zanahorias
397,171
65,020
Cereales total
64,538
26,240
Papa
435,520
105,600
Arroz en cáscara
74,006
41,262
Tomates
738,730
126,232
Lechugas
379,104
78,895
* Hg equivale a hectogramos (100 gramos).
Fuente: FAOSTAT (2006).
Colombia
ND
23,787
22,262
258,065
105,000
295,369
36,138
171,522
52,645
257,834
167,061
Perú
78,788
27,917
13,534
ND
132,000
193,333
35,402
120,755
67,143
250,000
129,032
Relación
Estados
Unidos/
Ecuador
11,2
5,2
4,5
0,7
3,6
6,1
2,5
4,1
1,8
5,9
4,8
23