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Derrota, no futuro y cambio [de nada]. 1982-1992 / Fernando illana
Texto publicado en Conparada 01
Isbn 978-84-89144-77-4
“Hay dos mundos muy distintos. Uno es el mundo de la realidad, y de ese no
hace falta hablar, porque es evidente. Todos lo tiene ante sus ojos y jamás
dejan de verlo aunque nosotros nos callemos. Pero hay otro mundo que nadie
percibe si el artista guarda silencio. De ese es del que debemos hablarle a la
gente”.(Oscar Wilde)
“Los hombre hablan como la vida, la práctica, les sugiere que hablen”. Schaff (1967)
“A causa de esto, el campo de la economía política, articulado sobre los dos únicos
valores de cambio económicoy valor de uso, se fragmenta y debe ser reanalizado por
completo bajo la forma de una economía política generalizada, lo cual implicará la
producción de valor de cambio simbólico (valeur de change/signe) como producción
de la misma cosa y en el mismo movimiento que la producción de bienes materiales y
de valor de cambio económico. El análisis de la producción de símbolos y de cultura no
se plantea así como externo, ulterior o “supraestructural” en relación con la producción
material; se impone como una revolución de la propia economía política, generalizada
por la irrupción teórica y práctica de la economía del signo.” Jean Baudrillard, Crítica de
la economía política del signo. (1974)
Todos los tiempos, los de antes y los de ahora, nos acogen haciéndonos herederos de
aquello que los envuelve. No existe tiempo alguno limpios de herencias y quizá por ello
somos herederos sin que hagamos nada por ello, también por eso mismo siempre se
reclama que nos hagamos merecedores de ella. Sin excluir otras, hemos heredado las
herramientas conceptuales alumbradas por el desencantamiento del mundo, el dominio
de la naturaleza a través de su naturalización1, la secularización de la política, y en
general, todos aquellos procesos que han puesto al hombre bajo el objetivo del hombre
en un largo proceso de liberalización, lo cual ha permitido que pudiéramos administrar
una idea lineal de los valores formales del habitar en un mundo hasta entonces ajeno
al latido de una existencia que hoy se ejecuta en un presente deslindado de un antes
y un después. Desde esta herencia se han “patronizado” y “confeccionado” los modos
legitimados2 del habitar de más de las tres cuartas partes de la humanidad. Ella ha
1 Sahlins Marshall. Cultura y razón práctica. Gedisa Editorial.2006 “
Shalins apunta (pág.204) que uno de los errores más dramáticos cuando hablamos de cultura es haber
aceptado que lo cultural es “la variable dependiente de la lógica práctica […] Se trata de que la naturaleza
de los efectos no puede ser leída en la naturaleza de las fuerzas, porque los efectos materiales dependen
de su encuadre cultural. La forma misma de la existencia social de la fuerza material es determinada por
su integración al sistema cultural. La fuerza puede entonces ser significativa, pero la significación, precisamente, es una cualidad simbólica
2 Shalins apunta (o. cit. pág.208) “otra manera de pensar acerca del esquema cultural, manera que se apar-
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facilitado el alimento de los deseos y aspiraciones recogidos y exhibidos en los
espacios simbólicos que la cultura urbana occidental ha tenido a bien promocionar, comercializar y consumir en un devenir urbano generalizado. Un contexto urbano dominado por leyes de inspiración pragmatista que, paradójicamente, han encontrado hueco amparadas en las inercias de los movimientos
antiesencialistas y antitotalitaristas como algunos han señalado, pero lo que realmente
resulta sorprendente es que esto haya ocurrido acríticamente.
¿Por qué ha ocurrido así, sin mediar crítica alguna?. Una de las razones fundamentales es que lo que ha venido a sustituir al pensamiento crítico es precisamente un pensamiento que no necesita de radicalidad alguna, pues es un pensamiento gerenciado
(gobernado) por las condiciones coyunturales, lo cual no tiene nada que ver con los
relativismos tan temidos ni con la carga violenta de la revolución, pues hoy lo radical
es un “efecto” del propio sistema. La toma de decisiones, incluso las radicales, son coyunturales lo cual implica que la reflexión y la responsablidad (y/o la irresponsabilidad)
no encuentran tiempo para operar. Estos términos se han convertido en datos estadísticos, en números. No es que todo valga o que se haya entrado en un proceso de (des)
responsabilización, no; lo que ocurre es que en las democracias de mercado la responsabilidad también es una decisión sin tiempo de sanción y por tanto sin marco de ley.
Sólo podemos acceder a ella a través de la estadística y las políticas de medidas que
inspiran, pero a pesar de todo no pueden ocultar con ello la paulatina desaparición de
la “política”. Podríamos decir que no hay política, solo medidas, o no hay políticos, solo
gestores, lo cual pone a los partidos y su lógica argumental sobre la representación en
una situación límite, crítica3.
El espacio simbólico que facilita esta herencia, el orden cultural al que obedece, a pesar de que puede presentarse como uno de los agentes de mayor potencia en los procesos de integración necesarios para una “globalización” económica normalizada –e
ineludible al parecer–, no puede ocultar, entre otras cosas, que para obtener grados de
eficacia en términos políticos y económicos a corto plazo, no puede sino hipostasiar lo
“cotidiano”, lo popular, reforzar lo local, con el fin último de hacer compatible, en la medida de lo posible, (que es siempre el grado máximo de desorden soportable), lo propio
con lo extraño, la seguridad de lo mismo con la violencia de lo foráneo, lo incluído con
ta de la tradicional división en sistemas componentes intencionales, economía, sociedad e ideología, o bien
infraestructura y superestructura, cada uno compuesto de distintas clases de relaciones y objetivos, y todo
organizado jerárquicamente de acuerdo con suposiciones analíticas de dominancia funcional y necesidad
funcional. En su lugar, deberíamos tener una perspectiva que reflejara la apreciación antropológica, [ ] de
la diversidad de énfasis culturales [ ] y la comprensión de que representan diferentes integraciones institucionales del esquema simbólico [ ] En otras palabras, el esquema cultural res diversamente modulado por
un ámbito dominante de la producción simbólica…[ ] se puede hablar entonces de un sitio institucional privilegiado del proceso simbólico, de donde emana una retícula clasificatoria impuesta al total de la cultura”.
3 Gramsci ya había interpretado la ideología a través de su actuación sobre la hegemonía,
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lo excluído, etc. Este temor que la modernidad consiguió poner estratégicamente en segundo plano con sus preferencias hacia lo nuevo, extremo que
garantizaba que los conflictos pudieran ser solucionados a lo largo del tiempo
dilatando las acciones sobre un futuro prometedor, se encuentra hoy mediado
por el surgimiento de un pensamiento pragmatista (estratégico) que encuentra
en la valoración de lo “local” y/o lo próximo, el modo idóneo de avanzar en el proceso
de globalización sin los costes que la resistencia al proceso pudiera ocasionar. En este
sentido vemos que la valoración de lo “nacional” corre paralela a la globalización de la
economía, lo cual explica el estupor que nos invade cuando al tiempo que el estado
ofrece su máxima delgadez, sea la nación quien se muestre más visible bajo las formas
más conservadoras que se puedan adoptar. Nunca hasta ahora se había dado en la vida
social o política una forma no excluyente de lo contrapuesto4.
Conviene aclarar de alguna manera, que se podría pensar que con esto se antepone la
nación al estado en un conflicto clásico entre las “metafísicas nacionales”, que incluyen
al prójimo, los afectos y las emociones, y la racionalidad del estado de derecho, pero
con ser grave, estaríamos equivocando el diagnóstico pues no sería sino lo que se sigue
de la crisis del estado-nación. Lo que se produce realmente es que es el estado el que
desaparece detrás del gobierno global, de la mano invisible a la que aluden los sociólogos, a lo que no está en parte alguna porque no existe objetivamente pero sin embargo
gobierna. Una configuración5 móvil, no ideológica, que justifica con creces que todo
este movimiento y su marquetización se le haya identificado como “revolución conservadora”, cuya característica principal estriba en que no observa la alternativa como una
opción sino solo el estudio, la evaluación y la mejora con arreglo a fines, en definitiva, la
estadística. Esta es la situación a la que alude el título Derrota, no futuro y cambio (de
nada), es la total desaparición de la herencia ilustrada que nos dejó empantanados en
medio de la modernidad, y que tantas energías empleadas a lo largo de estos doscien4 Herencia althusseriana quizá que ya permitiera abrir la brecha en el muro del marxismo tradicional y utópico, y que ha sido utilizada con profusión ahora con otros fines.
5 Configuración, para no utilizar “articulación” que sería más ajustado a la noción de estado como situación
articulada en funcionamiento de norma y dominación. Un concepto que a mi juicio se muestra muy útil para
la neutralizada situación política de Euskadi. Stuar Hall utiliza el término como “conexión o vínculo, que no
se da necesariamente en todos los casos, como una ley o un hecho de vida, pero que requiere condiciones concretas de existencia para aparecer de alguna manera. [ ] También es importante señalar que una
articulación existente entre diferentes costumbres no signifique que éstas se volverán idénticas o que una
se desvanecerá en la otra. Cada una de ellas conserva sus determinaciones distintivas y sus condiciones
de existencia. De todas formas, una vez se ha producido la articulación, las dos costumbres pueden actuar
conjuntamente, no como una “identidad principal” (según el lenguaje de Marx en 1857 Introducción), sino
como “distinciones dentro de una unidad”. “ En 2001, en Trayecto Galería hice una muestra titulada “unidad+1” que recogía de algún modo, en su presentación, esta noción de articulación intentando dar un paso
más al trabajo realizado en la década de los 90 sobre la identidad y la producción de subjetividad.
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tos años habían conseguido hacer si no habitable, sí había logrado ofrecerse
como un espacio de (in)cumplimiento cercado por la esperanza de premio y la
carga de la decepción.
Nos encontramos entonces en una situación que hay que calificar de ruptura y
discontinuidad en donde no cabe el término “cambio” pues como he señalado
anteriormente lo que abre esta “peculiar” revolución es la discontinuidad tanto con el
pasado como el futuro6. Pero si esto puede provocar cierta extrañeza, no lo será tanto
si tenemos en cuenta el proceso de monopolización de la información y la producción
de subjetividad, que desde los años cincuenta viene produciéndose por los medios de
comunicación de masas y que en la década que nos ocupa encuentra la estructura
política y social idónea para su asentamiento. La concentración de las corporaciones
mediáticas hace que se pueda hablar del oligopolio global de la cultura y el ocio. La homogenización de la información es un hecho y ello ha traído problemáticas nuevas que
afectan a lo más profundo de las convicciones y valores que sustentaban el orden social
y sus tendencias de progreso hasta ahora. Prensa , radio, televisión, cine, discos, editoriales de libros, videojuegos, portales de Internet, espectáculos deportivos y conciertos
musicales, telefonía, etc, ya no limitan su influencia hasta los bordes del estado-nación,
sino que con la creación de los consorcios transnacionales ejercen su poder a nivel planetario: Aol-Time Warner, Disney-Capital Citie, Viacom-Paramount, Vivendi-Universal,
Bertelsmann, etc, dibujan el mapa global del consumo de arte y cultura producido para
el hombre “medio”, con el cual hay que tener cuidado para no confundir con el hombre
“corriente” de la modernidad, aquél que podía protagonizar lo improbable como resultado de haber alcanzado el grado máximo en la identificación con la masa como forma
que engloba lo “corriente”.
La neutralización de este hombre corriente a manos del hombre medio se hace acreedora de su importancia a la hora de promover esa falta de crítica ante los acontecimientos
que sobrevinieron en esa época. Es la descomposición de lo que Canetti había identificado como masa y que a partir de estos años se presenta como número que se suma a
otro número, individuo que se suma a otro individuo, en marcos relacionados que permiten identificarlos por sus hábitos de consumo, u otros parámetros e indicadores que no
aspiran a dar cuenta de la realidad, sino a producirla. Individualismo de masas para una
democracia de mercado que se impone como el espacio/tiempo popular de las opciones
y las prácticas, todo ello, bajo la tutela de la objetividad socioeconómica.
Si hiciéramos caso a Althusser, nos preguntaríamos cuales han sido las contradiccio6 Foucault ya dejó anotado, dentro de su noción de episteme, que la transformación que se había producido
básicamente se podía entrever en las diferencias existentes entre las “distintas unidades de pensamiento
que habían conformado el pensamiento humanista clásico como tradición, influencia, desarrollo, evolución,
fuente, origen, etc, frente a otras como discontinuidad, ruptura, umbral, límite, transformación…”. (En Sobre
las ruinas del museo. Douglas Crimp (1980).
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nes, circunstancias y corrientes que han provocado lo que él llamó “unidad de
ruptura”, que en nuestro caso explicaría la implantación de este movimiento
conservador generalizado inaugurado por Thacher y Reagan. Es probable,
incluso, que pudiera existir acuerdo en un listado de diez componentes o fuerzas desencadenantes, pero sería improbable que nos pusiéramos de acuerdo
en la agenda de prioridades. Quizá por eso podríamos ver algo más claro si en vez
de intentar explicar el fenómeno en términos ideológicos, lo hiciéramos a partir de la
experiencia de los hechos mismos por sujetos sicoanalíticamente complejos (Lacan).7
Debemos a Lyotard haber entendido que a partir de lo sublime “todo el mundo está solo
cuando se trata de juzgar”8 y con ello dá por cancelado, en arte, el ideal de belleza de
Ilustración al tiempo que abre la puerta a esa idea tan abusada de que las naciones son
unidades totalmente homogéneas. Con esta decisión que rechaza o problematiza los
análisis centrados en los marcos colectivos e históricos, se abre el camino por donde
circulan lo popular, lo sicológico, el individuo entendido como agregado subjetivo que
abarca más que la experiencia, etc, y que dan pié a la multiplicidad de los discursos y
la revisión obligada entonces de la relación entre el sujeto, lo histórico y lo material. Un
camino que han seguido los estudios culturales y que han explotado en los análisis de
audiencias.
En definitiva, lo que es objeto de despedida, a lo que hemos dicho adiós, es al sujeto
producido por la ideología, y a cambio recibimos la oferta de identificarnos con un agregado de subjetividades que trágicamente proporciona a las democracias de mercado
el ecosistema ideal para su realización. Paisaje tan desolador no invita precisamente al
optimismo, que pasa obligadamente por fortalecer eso que tan arbitrariamente hemos
dejado de lado como es la conciencia individual. Para Said “la conciencia no es simple y
naturalmente una mera hija de la cultura, sino un factor histórico y social dentro de ella”,
esta conciencia es lo que llamamos espíritu crítico que es capaz de introducir “distancia
y distinción donde no hay sino conformidad y pertenencia”9, rechazando enérgicamente
la gimnasia identitaria del mercado
En el ensayo El objeto imposible: hacia una sociología de lo sublime, Dick Hebdige
apunta que “Al igual que la economía de producción de una época anterior, con su racionalidad tecnocrática o instrumental, sus estrategias intencionadas y su sexualidad regulada, se plegó a la economía del consumo de lo post, nosotros nos movemos hacia una
7 Hay quien ha planteado que la crisis de la izquierda viene avalada , entre otras cosas, “por su incapacidad
de disponer de una teoría sobre el sujeto” (James Donald 1991, citado en Sujeto a cambio sin previo aviso
de Valerie Walkerdine), lo cual al tiempo que dá cuenta de la derrota de mayo del 68 en su opinión, para
nosotros suscita una comprensión distinta del fracaso del socialismo real y el derrumbe del cuerpo obrero,
además de exhibir su interés en el conflicto nunca suturado entre individuo y sociedad.
8 En La condición postmoderna. Francois Lyotard
9 En El mundo, el texto y el crítico. Edward W. Said.
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espacio ilimitado de imaginarios libres, de promiscuidad permitida, de intención
y mundo de sueños, donde los sujetos y los objetos, las líneas centrales y los
márgenes se encuentran inextricablemente fundidos.” Esta es la imagen resultante de haber cedido la gestión de la herencia a los avatares del mercado, que
más que merecerla como aconsejaría Derrida, solo nos hemos preocupado de
buscar la manera de desembarazarnos de ella. Esta década de revolución conservadora ha aportado a la historia el pastiche, la parodia y las condiciones para el desarrollo
del capitalismo financiero.
Con Simmel hemos aprendido que “la vida genera incesantemente formas para sí misma” pero que una vez aparecidas “exigen una validez que trasciende el momento y se
emancipan del pulso de la vida” n
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