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CAPÍTULO 7
Marcelo Diamand y los debates de su época
Héctor Valle1
I.-
Hombre y circunstancia
L
a obra de Marcelo Diamand se integra no sólo con algunos de sus escritos
originales más la infinidad de conferencias y debates donde participó,
también deben incluirse a los éxitos y contratiempos que tuvo en la gestión
gremial empresaria. Tal entramado de propuestas teóricas y acciones concretas
permite iluminar el escenario en que se desenvolvían los grandes temas de la época,
espacio donde él jugó un papel central. Nos estamos refiriendo a un período no
demasiado extenso, comprendido por los años sesenta y que llega hasta mediados
de la década siguiente, no mucho más. Fue la “edad dorada “de su producción
intelectual, específicamente debido al papel que tuvo en la controversia acerca de
cual era el modelo de desarrollo económico más conveniente para la Argentina.
El análisis retrospectivo, un formidable instrumento historiográfico, nos sorprende al advertir cómo la actualidad sirve para explicar aquellos tiempos que,
luego lo supimos, eran una suerte de bisagra histórica. Por entonces una de las
disputas académicas más intensas giraba, específicamente, en torno a las estrategia que debía seguir la industrialización en un país donde ya había concluido
la primera etapa en la sustitución de importaciones y estaban en curso algunos
proyectos en los sectores básicos, identificables con la segunda. Las actuales
carencias de la burguesía nacional, mucho tienen que ver con la frustración de
aquel proceso.
Al revisar sus escritos de aquellos años advertimos que “ahí está todo” acerca
del pensamiento que elaboró Marcelo Diamand, en el plano de lo creativamente
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Presidente de FIDE.
PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
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muy rico como ciertas opiniones que pueden ser objetables. Sus muchos ingredientes positivos revelan los frutos de una inteligencia poco común, cultivada
con el perseverante ejercicio, tanto de la lectura como una cotidiana discusión
enriquecedora y la tenaz elaboración de propuestas que intentaban escaparle a las
matrices establecidas. Ese bagaje que Diamand construyó lo puso generosamente
al servicio de la corriente heterodoxa donde militaba.
Pero todo ello no nos libera de advertir las falencias en su modelo: cierta unilateralidad analítica al ignorar los aportes de otras voces críticas, el desdén por la
importancia que tenían fenómenos tales como las perturbaciones originadas en el
largo periodo que llevaba la maduración en las inversiones manufactureras y de
infraestructura, necesarias para evitar los cuellos de botella en los ciclos productivos, y ese permanente supuesto, que él cultivaba, acerca de de la infalibilidad
vigente en la gestión de las economías industrializadas. Estas eran tomadas como
prototipos a seguir.
Nuestra aseveración no supone ignorar los trabajos posteriores, ni desmerecer
la importancia del influyente desempeño que tiempo después ejercería –pese al
deterioro ya grave de su salud– presidiendo el Consejo Académico de la Unión
Industrial Argentina. A mediados de los ’90, semanalmente y convocados por
Marcelo un grupo de economistas nos reuníamos para cambiar idea y estudiar
alternativas que poco o nada eran consideradas por las autoridades de la Institución. Pese a todo, la discusión en ese ámbito se fue enriqueciendo a medida que
la Convertibilidad se acercaba al tiro de gracia.
Digámoslo de entrada, más allá de los numerosos acuerdos, siempre tuve una
opinión crítica en relación a ciertos aspectos del corpus ideológico construido
por Marcelo Diamand. Se trata de cuestiones todas que en el pasado, abusando
de su tolerancia, he tenido el privilegio de poder discutir con él. Me permitiré
opinar entonces “desangeladamente” tanto acerca de sus alcances como sobre
las limitaciones que yo creo tenía su modelo.
Centralmente, no comparto la apreciación que él tenía, primero, sobre el
funcionamiento del capitalismo en los países desarrollados; segundo, acerca de
los mecanismos –casi de relojería– que proponía para la política industrial con
el propósito de superar eventuales desequilibrios en las cuentas externas y eliminar factores perturbadores en la formación de capital; en tercer término, creo
exagerado su despiadado ataque a otras corrientes de pensamiento vigentes en
la Argentina. Y considero que la precariedad con que abordó ambas cuestiones,
quizá con el fin de resaltar la viabilidad sus propias hipótesis acerca del proyecto
industrial deseado, terminan opacándolo.
A los fines del análisis, es mi propósito, limitarme a los que considero fueron
los mejores años en el creativo aporte que hizo Marcelo Diamand con el diseño
de política industrial por él elaborado al cual –dado el grado en que sofistica el
uso de los instrumentos– podríamos definir como “de segunda generación”. Se
trataba de un esquema cambiario y arancelario muy novedoso y acorde con el
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ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
propósito de romper las asimetrías existentes en la productividad de los sectores
que integran nuestro aparato productivo. Pero quiero también ocuparme, tanto de
la visión que Marcelo tenía sobre el contexto internacional en que debía ponerse
en marcha esas iniciativas y, especialmente, acerca de aquellas corrientes de
pensamiento alternativas a la suya.
II.-
El personaje
Conocí al ingeniero Marcelo Diamand a mediados de 1967. Por entonces ya se
destacaba a partir de la tarea como dirigente empresario y por sus frecuentes notas
de prensa. En ambos espacios se identificaba como parte de los actores sociales
que se oponían a la visión conservadora que imperaba en la llamada “Revolución
argentina”. Ello no le impedía abrigar ciertas esperanzas respecto a la gestión de
Krieger Vasena, las que rápidamente se disiparían. También se diferenciaba del
estereotipo empresarial hiper reaccionario –caricaturizado por Landrú como el
“Sir Jonas” de Primera Plana– que integraban gustosamente las filas de ACIEL
y acompañaba con fe ciega a los discursos del ingeniero Alzogaray.
Estos no son datos menores. Necesitan ser valorados habida cuenta de los
tiempos en que ocurrían: una sociedad que convalidaba en silencio (y un conjunto de medios que no escatimaban elogios) el estado de sitio y la represión a
las huelgas de los trabajadores y donde ya había dejado su huella la noche de
los bastones largos ocurrido en la Universidad de Buenos Aires. Esto último era
todo un símbolo de los fuertes prejuicios ideológicos propios del oscurantismo
“cursillista “ convertido en el común denominador imperante en el partido militar
que gobernaba de facto.
Como parte de ese “modo de ser” típico del onganiato, a mediados de 1967,
un almirante produjo la segunda purga entre el personal del CONADE. Juzgados
expeditivamente como “subversivos sospechosos” caímos en la volteada varios
integrantes del departamento Industria. El ingeniero Roque Carranza, nuestro ex
Secretario, se preocupó por acercarnos algunas oportunidades de trabajo, aunque
fueran temporarias. Así me conectó con la Cámara de la Industria Electrónica
(CADIE). Por entonces Diamand era su líder natural y estaba discutiendo con la
Secretaría de Industria un proyecto de estructura arancelaria para las actividades
que abarcaba a ese sector manufacturero.
Decía que aceptado el crecimiento como meta, la misión del análisis económico pasa por determinar los instrumentos que conduzcan tanto a maximizar la
tasa a la cual puede crecer el PIB como el excedente de las cuentas externas, y
a partir de esas metas superiores de largo plazo, fijar los objetivos prioritarios o
estratégicos de la política económica y seleccionar los instrumentos para lograrlos. Dicho en otros términos: una vez producida la devaluación, en términos
reales, del peso era necesario aplicar de forma inmediata una adecuada estruc-
PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
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tura arancelaria acompañada de retenciones sobre el valor de las exportaciones
primarias ; y esta combinación instrumental se convertiría en la herramienta
esencial para que la industria tuviera un tipo de cambio que fuera competitivo y
garantizara el objetivo principal de promocionar un fuerte y continuo aumento
en las exportaciones de origen manufacturero.
Era en función de tal orden de prioridades que Diamand no veía con malos
ojos el ensayo de Krieger Vasena al intentar un mecanismo de devaluación compensada. Pero insistía en la urgencia por avanzar rápido, produciendo acciones
en otros aspectos. Tal el caso de abrir el mercado cambiario (en comercial y
financiero) para luego manejar la cotización vigente en el primero, por la vía
arancelaria y fiscal, moviéndolo a favor de la industria. A ello se le sumarían otras
acciones como el otorgamiento de subsidios para estimular la oferta primaria, la
ampliación de los montos del draw-back a los exportadores de bienes de origen
industrial y la provisión de crédito barato al empresariado argentino, así como
establecer estímulos fiscales dirigidos a la industria local. Todo esto debía imponerse, como un shock inmediato, antes que el tipo de cambio real fuera devorado
por la inflación y todo terminara en otra devaluación del peso, como así ocurrió
poco tiempo después.
A su juicio, cuando se cayó el esquema de Krieger:
“el inconveniente surgió debido a que la reforma coincidió con un reajuste
general de los salarios y la elevación consecuente de los costos internos.
Su utilización simultánea como un elemento de la política estabilizadora
obligó a mantener el tipo de cambio nominal fijo y compensar los crecientes
costos por vía de una paulatina reducción de los derechos a la exportación
que se habían fijado, De modo que con el correr del tiempo, el impacto
de la reforma se ha diluido en gran medida” (Diamand, 1979).
Para su propuesta de nueva estructura arancelaria del sector electrónico se
fundaba en un trabajo de CADIE que él había dirigido en 1966, titulado “Proyecto de modificación de la estructura arancelaria y cambiaria” y en la Cámara
me encargaron la tediosa tarea de confeccionar las planillas respectivas del proyectado nomenclador. Este era el instrumento, pensado como una norma “de
sintonía fina”, que permitiera consolidar el sesgo expansivo que mostraba la
pujante industria electrónica de aquellos años.
Tanto el explosivo crecimiento en la compra de televisores que siguió a la
aparición de nuevos canales como la urgente necesidad de modernizar la infraestructura de comunicaciones, particularmente las vinculadas con el servicio telefónico – cuyo principales proveedores eran empresas extranjeras, en un permanente
tironeo con las PyMEs que podían proveerlas de componentes–, implicaban una
atractiva demanda potencial, cuyo aprovechamiento debía ser maximizado por
la oferta interna. Además, en una segunda consecuencia, ello derivaba en una
mayor demanda de partes y componentes cuyo precio de importación era sensi-
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ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
blemente mas bajo que el nacional. No resultaba sencillo entonces compatibilizar
los intereses de los diversos actores participantes en la cadena de valor, donde
la mayoría de sus integrantes generalmente preferían importar los insumos que
utilizaban en su ciclo fabril en lugar de apelar a la oferta nacional. El panorama
era similar en las restantes ramas de la industria nacional.
Para que estas ecuaciones dieran el resultado esperado era necesario revisar
la estructura arancelaria a partir de una escala donde aquellos bienes sin producción interna tuvieran arancel cero y luego el coeficiente crecería a medida
que se trataba de artículos con mayor valor agregado. Ello implicaba considerar
producto por producto, bien final por bien final, componente por componente,
recorriendo todas las celdillas en la matriz sectorial de insumo producto. Luego
vendría la peliaguda tarea de alcanzar el consenso interno lo distintos empresarios e importadores de electrónica (generalmente con intereses encontrados), y
finalmente encarar la nada sencilla discusión con los funcionarios de la Secretaría
de Industria.
De tanto en tanto lo informaba acerca de los avances en el trámite. Para eso, en
algunas ocasiones, me corría hasta su fábrica de radios “TONOMAC” localizada
en el barrio de Chacarita. Típica mediana empresa en pleno ascenso, nacida en
1951, la planta fabril consistía en dos edificios vecinos, los cuales se comunicaban
por unos accesos abiertos en la pared medianera. No era sencillo llegar a la oficina
de Marcelo, superando pasadizos y eludiendo líneas de ensamblado y puestos de
control de calidad, lugar que, para los no habituados era difícil de identificar.
Por aquellos años Diamand era un tipo alto, saludable, que hablaba un español de dudoso origen, pero con fuerte influencia eslava. Se trataba de una persona extremadamente gentil y siempre dispuesta a emplear generosamente todo
el tiempo que fuera preciso para exponer sus ideas con quienes se acercaba a
conocerlas o cuestionarlas. Este último era mi caso –estábamos en vertientes
ideológicas diferentes–. Pero me sorprendía, tanto su espontánea simpatía como
la predisposición permanente que tenía a discutir ideas. Claro está, jamás modificaría en un ápice su visión de las cosas, materia en la cual no reconocía fisuras.
Generalmente, cuando no andaba de un lado al otro en el sector fabril,
supervisándolo todo, atendía en su “despacho”: una amplia oficina sin mayores
pretensiones que compartía con un par de secretarias y pilas de componentes
electrónicos. En mi caso, dialogábamos (en realidad predominaban sus largas
explicaciones, donde quedaba poco espacio para cualquier duda existencial) al
tiempo que firmaba, alternativamente, pilas de cheques, ordenes de compra y
pagarés. Tal escena siempre me pareció un divertido ejemplo práctico del proceso
que regula la transformación de la Mercancía en “Dinero prima” y el “Dinero
prima” en “Mercancía prima” de acuerdo al famoso esquema del Tomo II de “El
Capital”.
Empresario exitoso, pero además una persona interesada en todas las variadas
manifestaciones culturales de esos años, muy lector y bravo polemista, con nula
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preocupación por aparentar status y lejano a caer en los engolamientos típicos de
aquellos años. Destinaba todo el tiempo que fuera preciso a divulgar sus ideas.
Con sus mas y sus menos podríamos definirlo como el prototipo del “burgués
nacional”, una especie casi en extinción que la Argentina tanto necesita. Ya por
entonces manifestaba una vocación muy nítida por las cuestiones de la macro a
partir de su preocupación inicial el torno al tipo de cambio y una innata desconfianza respecto a la corriente principal de la teoría económica.
III.- Posicionamiento teórico y juicios categóricos
Diamand no sólo era un ingeniero que producía artículos electrónicos con
la mejor tecnología por entonces disponible, dirigente empresario en ascenso y
un activo propagador de sus propias ideas, abrumador del adversario cuando de
polemizar se trataba y si eso era preciso para derrotarlo (pero siempre dejando el
espacio para un acuerdo amistoso, como solía decir y parecía creerlo). Se trataba
de un autodidacta, ingeniero electrónico quizá algo desordenado en sus lecturas.
Pero en realidad todos los economistas heterodoxos somos en alguna medida
autodidactas y ello es, en gran parte, el resultado de la hegemonía neoclásica
predominante en nuestras facultades.
La unilateralidad en sus lecturas, quizá, le permitía sostener, sin asumir duda
alguna, que las corrientes nacional-populistas, tenían sus raíces intelectuales de
modo exclusivo en una versión simplificada de la teoría keynesiana. Y por eso las
cuestionaba. Se trataba de un supuesto demasiado fuerte, que además no se puede
ratificar en los escritos del variopinto universo de los supuestos “populistas “. Tal
los casos de Jauretche, Scalabrini Ortiz, Spilimbergo, Liceaga, Frigerio, Abelardo
Ramos, Silvio Frondizi o Hernandez Arregui, por citar sólo algunos.
Valga una anécdota: una de esas tardes en TONOMAC aproveché mi visita
para darle un vistazo a hojas sueltas del borrador –recién mecanografiado y que
gentilmente me alcanzó– de uno de sus artículos; el cual, mientras tanto él enmendaba una y otra vez con esa su caligrafía difícil de descifrar. Creo que eran los
originales de “Seis falsos dilemas en el debate económico nacional”. Me permití
señalarle la similitud entre muchas de sus ideas y las que había desarrollado
Kalecky años atrás; subrayé que ambos coincidían en juzgar negativamente a
la síntesis neoclásica keynesiana por considerarla una suerte de “keynesianismo
bastardo”, según Kalecky.
Es más, yo creía advertir que él, Marcelo, había desenvuelto teóricamente
sus ataques a los populistas (léase el peronismo) a quienes les adjudicaba un
keynesianismo trasnochado, trabajando a partir de las tesis de Kalecky. Pero, sin
que se le moviera un pelo me contestó que no conocía a Kalecky ni a sus ideas
y luego comprobé que no tenía un gran interés por averiguarlo. Tampoco había
frecuentado demasiando a Dobb ni a otros marxistas contemporáneos (recorde-
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ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
mos que el viejo Keynes –economista de cabecera de Diamand– siempre descalificaba al socialismo marxista como “una doctrina tan ilógica como obtusa” y
a “El Capital como un viejo manual plagado de errores” (Dillard, 1962). Esa
era una de las razones de su inocultable antipatía con Frigerio quien, sabido es,
había abrevado en el marxismo desde su juventud, cuando militaba en la FEDE
y en el grupo Insurrexit.
Por entonces se concentraba en el estudio de la obra de keinesianos al estilo
Joan Robinson y denotaba una lógica atracción por los escritos de Schumpeter,
principalmente. Más adelante, a medida que crecía el interés que tenía en perfeccionar detalles de sus propuestas frecuentó los trabajos de Chenery, Bela Balassa
y Daniel Schidlowski, particularmente, con el objeto de fundamentar su crítica
al proceso que había seguido la industrialización de post guerra en la Argentina
según criterios que a su parecer habían sido “autarquizantes”. Tales son los contendidos principales de su famoso artículo publicado en el n° 45 de Desarrollo
Económico, en junio 1972.
Pero, ya en 1973 cuando publica “Doctrinas económicas, desarrollo e independencia”, estamos frente a una obra, muy polémica, cuyos objetivos trascienden a la nueva realidad que enfrentaba el país con la vuelta a la democracia, para
avanzar en el plano teórico. Puede en ese texto advertirse que había ampliado
sustantivamente el arco de sus economistas de referencia. Pero también salen a la
superficie ciertas limitaciones y analíticas y prejuicios políticos. Es notable la osadía de sus juicios hacia algunas teorías económicas que no comparte. Veamos.
En esa obra, escrita con un estilo que no parece el de siempre, Diamand
califica al “frigerismo” y al ensayo 1958/61 de haber adoptado un esquema incoherente y reñido con los objetivos políticos postulados, propugnando innecesariamente recurrir al capital extranjero, bloqueando las propias fuentes generadoras
de capital y llevando a un tipo de desarrollo intrínsecamente inviable y “destinado a estrellarse contra el desequilibrio en el balance de pagos”. Le adjudica,
además tener hostilidad manifiesta hacia las exportaciones industriales, cuando
precisamente estas deberían ser el objetivo privilegiado en un eficiente modelo
de desarrollo. Como es sabido, las principales empresas que se instalaron durante
la presidencia del Dr. Frondizi, pocos años después lideraban las exportaciones
de origen industrial de la Argentina; es cierto, lamentablemente en muchos casos
ello se debió al desaliento del mercado interno provocado por las sucesivas políticas de ajuste.
Adicionalmente Diamand considera que:
“el desarrollo basado en los aportes extranjeros es posible únicamente si el
respiro que estos otorgan se aprovecha en para mejorar la situación de la
balanza de pagos, de modo que pueda compensar el endeudamiento que
se va produciendo. Pero dicho efecto se logra únicamente si durante el
período en cuestión existe una firme acción tendiente a la ampliación de
PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
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la capacidad exportadora y de la capacidad sustitutiva de importaciones…
Cuando el endeudamiento explotó en 1962, los frigeristas carecieron de
instrumentos conceptuales para entender qué les había pasado”.
Se trata de afirmaciones donde ignoraba que para Frigerio, primero, el tipo de
inversiones externas deseadas eran principalmente aquellas de riesgo, dirigidas a
la ampliación de la base material. Segundo, Frigerio descartaba la única vía que
por entonces existía para ampliar substancialmente el ahorro nacional, consistente
en forzar un recorte agudo de los salarios. Con la experiencia de 1959 ya tenía
bastante y ese tema constituyó el eje de su extensa polémica con Alsogaray. En
tercer termino, Diamand desdeñaba la importancia perturbadora del descalce
existente entre el largo periodo de maduración en las inversiones dirigidas a las
industrias básicas y las demanda anual de dólares necesarios para cumplir con
los pospagos externos.
Si se interrumpe la entrada de nuevas inversiones, como ocurrió debido a la
crisis desatada por el Dr. Pinedo en abril de 1962 (algo asombrosamente ignorado
por Diamand que adjudica esa turbulencia a la incapacidad de gobierno derrocado
en marzo/62 para resolver los problemas de su endeudamiento externo), estaremos en el peor de los mundos: dependemos de las divisas que pueda aportar la
vieja economía, basada en la exportación primaria, con todas sus limitaciones,
puesta a cubrir la brecha externa. Y esto último era difícil que ocurriera, dadas
las condiciones de los años sesenta.
Las únicas inversiones de rápida maduración fueron las vinculadas con los
denostados contratos petroleros, rescindidos por el Dr. Illia en 1963, con lo cual
no solo se volvió a importar petróleo sino que debió pagarse las indemnizaciones
a las compañías petroleras. Aquella decisión del gobierno radical, por otra parte
habría de convertirse en efectivo desestímulo al ingreso de inversiones de riesgo
en la Argentina. En su mayoría optaron por radicarse en el Brasil. Finalmente,
cabe recordar que, a partir de 1964, cuando las inversiones en acero, petroquímica, producción de tractores, etc finalmente maduraron, ello permitió el ingreso
en una fase expansiva de la industria que duro unos diez años.
IV.- ¿Todo es descartable en Marx?
No menos enojado estaba Diamand con el marxismo. En sus escritos juzga
que es erróneo estudiar la economía argentina tomando como dato lo que pasa con
la propiedad de los medios de producción ya que, como es sabido “ los graves
problemas por los que atraviesa el país no se deben a la naturaleza intrínseca
del sistema (¿el capitalismo de libre mercado?) sino a su manejo desastroso.” De
lo cual cabe deducir que las reglas cambiarias que propugnaba Diamand –apenas
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ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
con ello– garantizaban un manejo tan infalible como virtuoso del capitalismo en
este lejano rincón del mundo. Es más enfatizaba que:
“para actuar sobre el sistema hay que entender previamente cómo funciona.
La ideología marxista en cambio bloquea totalmente esta comprensión,
tanto en lo que se refiere a la naturaleza de los problemas económicos
como al tipo de estrategia política necesaria para llevar a su solución”
(Diamand, 1973).
La cuestión principal en ese ataque desdeñoso a cualquier forma del pensamiento crítico, creo, y más allá de la reciente reivindicación que viene ocurriendo
con el desarrollismo en nuestro país, pasa por preguntarse si efectivamente el
aporte del marxismo a la comprensión del funcionamiento de las sociedades es
absolutamente descartable como suponía Diamand. Sorprende que en su obra no
exista mención alguna a trabajos contemporáneos en temática similares, como
el estudio de las leyes que regulan en intercambio internacional (Amin, 1971;
Emmanuel, 1972) o tomar en cuenta los criterios prioritarios para la asignación
de inversiones en países subdesarrollados (Dobb, 1973); por citar sólo algunos
escritos contemporáneos a los trabajos de Diamand.
Diamand, por cierto, no se permitía sospechar, dada su ausencia de dudas
sobre la infalibilidad del capitalismo industrial como sistema –en todo caso ahí
estaban las ideas de Keynes para rescatarlo ante cualquier tropiezo– que este
en realidad fuera intrínsecamente inestable. También parecía ignorar las perturbaciones que ya sacudían al primer mundo y menos aún augurar que en un
futuro más lejano pudiera ocurrir una crisis sistémica, precisamente originada
en las economías desarrolladas, como la que estalló en 2008. No solo eso sino
además, sorprendentemente, que esta reciente crisis respondiera tan claramente a
las pautas del viejo Marx sobe sobre fenómenos tales como la tendencia natural a
la caída en la tasa de ganancia, los riesgos de la sobreproducción provocada por
la regresividad secular en la distribución del ingreso y la destrucción de capital
material y humano como el único remedio coherente que existe, según las pautas
del sistema, para salvarlo.
Es necesario advertir que Diamand exponía sus ideas a fines del largo ciclo
positivo que vivió la economía del hemisferio norte desde la postguerra. Pero,
a afines de 2010, nosotros no podemos darnos el lujo de ignorar que –como lo
prueba el reciente record en las ventas de “El Capital” en las librerías de los países
industrializados–, la concepción materialista de la historia y la teoría del valor
en Marx siguen teniendo inocultable vigencia a la hora de estudiar el origen y
recorrido de las crisis. Otro tanto ocurre con los distintos desarrollos posteriores,
desde Rosa de Luxemburgo hasta Gramsci y desde la escuela de Frankfurt hasta
Mandel o Jean Paul Sastre, por citar solo algunos de sus exponentes, que en un
marco no exento de duras polémicas, han venido a enriquecer esa ideología.
PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
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“Al mismo tiempo hay que reconocer que el modelo del propio Marx debe
hacerse más explícito de lo que es en sus escritos, que tal vez requiera que
se amplíe y perfeccione, y que ciertos vestigios del positivismo del siglo
XIX, más evidentes en las formulaciones de Engels que en el pensamiento
del propio Marx, deben quitarse del medio.
Nos quedan entonces los problemas históricos específicos acerca
de la naturaleza y la sucesión de las formaciones socioeconómicas y los
mecanismos de su evolución interna y su influencia recíproca. Son campos donde el debate ha sido intenso desde Marx y no en menor medida
durante los pasados decenios, y en algunos sentidos el el avance respecto a
Marx ha sido impresionante. Asimismo, análisis recientes han confirmado
la brillantez y la profundidad del planeamiento y la visión generales de
Marx, aunque también han llamado la atención sobre las omisiones de su
tratamiento, en particular de los períodos precapitalistas. Sin embargo,
estos temas no pueden analizarse, ni siquiera de la forma mas somera, excepto en términos de conocimiento histórico concreto, esto es, no pueden
analizarse en el contexto del presente coloquio. Al ser imposible analizarlos
como es debido, lo único que puedo hacer es refirmar mi convicción de
que el planteamiento de Marx todavía es el único que nos permite explicar
la historia de la humanidad en toda su extensión, y forma el punto de
partida más fructífero para el análisis moderno” (Hobsbawm, 1998).
V.-
El debate sesentista sobre el destino de la industria
La situación resulta paradojal, pero dista de ser novedosa. Es notable, como
este interesante intelectual, como la mayoría de sus contemporáneos “progresistas“ aplicaban y siguen aplicando un criterio de doble vara cuando se trataba
considerar a otros personajes que incidieron en la historia económica nacional.
También Diamand, el hiper crítico de Frigerio y Oscar Braun a quienes puso en
la picota en el último capítulo de “Doctrinas Económicas, desarrollo e independencia” adoptaba, en paralelo, una muy concesiva actitud, bordeando el acriticismo, por ejemplo, respecto a las idas y vueltas de Prebish en la Argentina. No
se encuentra en sus artículos y libros mención alguna tanto a los vínculos de
Prebisch con el viejo “modelo pacto Roca Runciman” del que había sido actor
de reparto y el cual remachaba la especialización agro exportadora de nuestro
país. Se trata del mismo personaje y las mismas propuestas que reiteró en su
regreso a la Argentina para asesorar a los cabecillas de la revolución libertadora
de 1955, insistiendo en recomendar el libre mercado de cambios y la apuesta
por la exportación primaria (“sembrado hasta debajo de los catres”). Pero ese
era precisamente, el mismo esquema , la misma idea de país, siempre objetado
120
ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
por Diamand y cuya aplicación inevitablemente tuvo en cada ocasión en que fue
impuesto, las consecuencias que él acertadamente subrayaba.
“cuando se habla del valor real de la divisa, se presupone siempre que ese
valor real se refiere a una cierta estructura productiva, existente en un momento dado. La supresión de la protección llevaría la demanda de divisas
en un primer instante a valores varias veces superiores a los actuales. La
necesidad de reducir esta nueva demanda al nivel de la oferta forzaría a
una devaluación muy intensa , la que provocaría un traslado masivo de
ingresos hacia el agro, una caída brusca del salario real , una reducción de
la demanda efectiva y una consecuente recesión”.
Lo cierto es que, desde principios de los ’60 (cuando escribe “El FMI y los
países subdesarrollados”) y a través de sus permanentes colaboraciones con el
Centro de Estudios Industriales y el Centro de Estudios de la realidad económica,
Diamand fue construyendo una interpretación y proponiendo soluciones para las
crisis recurrentes en la economía argentina que alcanza su versión mas afinada
en el ya famoso artículo “La estructura económica desequilibrada y el tipo de
cambio” publicado allá por junio de 1972 en Desarrollo económico.
Ahora bien, por entonces ya abundaban las señales inquietantes en el contexto
internacional. La economía del planeta venía de sacudones como el originado
en el “mayo francés” y donde la derrota de los Estados Unidos en Vietnam se
percibía como inevitable y convirtiéndose en una fuente potencial de incertidumbre adicional. Se trata de cuestiones que ya habían sido auguradas por analistas
como Sweezy y Baran en los Estados Unidos asi como el propio Mandel en
Francia, entre otros. Paralelamente, la economía de la URSS también emitía
señales sombrías. Nunca habían cicatrizado las heridas de la invasión a Hungría
en 1956 y, en 1968 los tanques soviéticos aplastaron la “primavera de Praga”,
junto a otras no menos violentas intervenciones en varios países satélites. Era
evidente la incapacidad de su burocracia para satisfacer las demandas largamente
insatisfechas de la población soviética.
Todas esas evidencias de las convulsiones que sacudían al planeta y el el grado
en que ellas podían rebotar sobre la Argentina no son tomadas en cuenta en los
trabajos de Diamand. Pero tampoco contempló en sus escritos y conferencias el
grado en que sus buenos propósitos se podrían ver afectados por otros fenómenos
tales como la estrategia de las firmas multinacionales; qué era esa cosa llamada
imperialismo, las reivindicaciones de los pueblos que salían del colonialismo ni
nada vinculado con el origen y la acumulación del excedente o la existencia de
la lucha de clases. Si sus trabajos se hubieran meramente limitado a la cuestión
cambiaria, tal actitud podía aceptarse, pero toda vez que se metió a discutir
cuestiones ideológicas, que requerían fundamentos mas sólidos, sus aportes propositivos empezaron a evidenciar ciertas falencias llamativas.
PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
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Otro tanto le ocurría en sus relaciones con el mundo del trabajo. En los tiempos en que lo frecuenté jamás permitió la existencia de una comisión gremial
interna en TONOMAC; su gestión de las cuestiones con el personal tenían un
fuerte carácter paternalista. Sin embargo conoció su época más brillante como
dirigente empresario, con el resurgimiento de la CGI durante la primera mitad
de los años 70, bajo la conducción indirecta de Gelbard, titular de la CGE. Probablemente por entonces, ciertos proyectos como el “Pacto Social” de 1973
hayan determinado un cambio en sus ideas acerca de la relación entre patrones
y trabajadores, quizá compensando la influencia sobre las actitudes originales
de Diamand que puede haber ejercido las conocidas posiciones de Lord Keynes
en esta materia que, en sus buenos tiempos como abanderado de los industriales
británicos, permanentemente batalló contra las Trade Unions de esa nación.
VI.- Teoría y práctica
“Las doctrinas económicas del Fondo Monetario son el reflejo de las posiciones del sector más tradicional de la ciencia económica mundial. Mientras
la tendencia a los desequilibrios externos constituye el principal hecho
económico en los países subdesarrollados y en los que atraviesan la etapa
de transición, estos sectores tradicionales, a través de las revistas, tratados
y libros de texto universitarios, explican las ventajas del libre comercio
internacional y enseñan sobre lo pernicioso que es el proteccionismo o
cualquier otra acción directa sobre la balanza de pagos.
La posibilidad de desequilibrios externos autónomos no se admite y los problemas de balance de pagos se atribuyen a los factores de
desorden interno. La inflación, que en gran medida se origina a raíz de
los desequilibrios externos, se confunde siempre con una inflación de
demanda, que sería causante de estos desequilibrios.
Debido a este diagnóstico, el equilibrio del presupuesto, la contracción crediticia, junto a la liberación de importaciones y de regímenes
de cambio, se convierten en objetivos prioritarios de los planes económicos
impuestos. Estas restricciones al manejo de la política económica terminan de imposibilitar toda acción específica sobre la balanza de pagos, sea
restrictiva o promocional.
De este modo, lo que antes era una influencia ideológica, a partir
de ese momento se transforma en una imposición. Países con riqueza
interna, con amplia posibilidades de subsanar su cuello de botella externo
que traba su crecimiento económico, se ven impedidos de hacerlo por
aquello que constituye el verdadero cuello de botella de su desarrollo: los
esquemas doctrinarios, propios y ajenos, que paralizan los esfuerzos de la
sociedad, desviándolos hacia políticas suicidas” (Diamand, 1968).
122
ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
La elección de esta cita lejos está de ser inocente. Se trataba de un diagnóstico
que pudo haberse repetido en las tantas ocasiones en que, durante las décadas
posteriores, la Argentina se vio sometida a los ajustes impuestos por el FMI. En
1968 –mientras el Plan Krieger, convalidado por el FMI, ya daba señales de su
agotamiento– Marcelo Diamand, no solo acertaba en su critica al pensamiento
de la ortodoxia sino que lo hacia a partir de haber elaborado el cuerpo central de
su aporte instrumental. Explicitaba, así, una cierta ruptura con el pensamiento
convencional, pero hasta ciertos límites.
Diamand enfatizaba que:
“ el hecho que el tipo de cambio está fijado en base al sector mas productivo se convierte en el determinante central de la falta de exportaciones
industriales e inicia la cadena de acontecimientos que culmina con las
crisis y con el estancamiento argentino” (Diamand, 1972).
Si ese fuera únicamente el problema del subdesarrollo, la solución sería relativamente sencilla: debe encontrarse un gobernante dispuesto a seleccionar un
conjunto de medidas, cambiarias, arancelarias y fiscales que garanticen un tipo
de cambio competitivo a la actividad manufacturera y estimulen también las
exportaciones primarias. Tal es el núcleo duro de su tesis ¿quién puede estar en
desacuerdo?
Claro está, el autor no tenía porque saber que escribía en la vísperas del primer shock petrolero mundial, desatado por la OPEP a causa de la depreciación
del dólar, y este último era un hecho previo que fue consecuencia a su vez, de la
perdida de credibilidad en la paridad entre el dólar y el oro. Y ambos fenómenos
ponían en duda la continuidad del ciclo largo de crecimiento en las economías
avanzadas, con las cuales comparaba Diamand nuestra paupérrima realidad, así
como los males que nos habíamos auto impuesto con “ los intentos autarquizantes del pasado”. Aquella era de expansión mundial iniciada a fines de los años
cuarenta mucho había tenido que ver con la disponibilidad de petróleo barato y
la fe internacional en el “patrón dólar” junto al impacto positivo ejercido por el
Plan Marshall tanto sobre las economías europeas como en la demanda dirigida
a los fabricantes yankees de bienes de capital e instalaciones industriales.
Luego de una fase corta de recuperación en 1973 –derivada esencialmente de
movimientos especulativos en los mercados inmobiliarios y del dinero–, durante
1974/75 las economías capitalistas del atlántico norte conocieron su primera
recesión generalizada desde la segunda post guerra, golpeando a todas las grandes
potencias y en particular a los Estados Unidos. A partir de entonces nada volvió
a ser como en los “viejos buenos tiempos”.
Insisto con estas cuestiones porque se trataba del tipo de fenómenos que
habitualmente no merecían consideración alguna en los trabajos de Diamand. Y
ello es una coincidencia notable –más allá de las ya referidas diferencias– con
la conducta de los economistas formados en la escuela neoclásica por nuestras
PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
123
beneméritas facultades de Ciencias Económicas. Es duro decirlo, al abordar sus
estilizados modelos siempre se tiene la sensación de que los rige una lógica de
pensamiento donde se parte del supuesto que las condiciones internacionales prevalecientes en las economías maduras son de equilibrio o tendiendo al equilibrio;
supuesto que Diamand hace suyo.
Otro tanto ocurre en sus abordajes al interior de nuestras actividades primarias donde no se distinguen matices según región, tamaño de las explotaciones
o tipo de producto; como tampoco se consideran las diversidades existentes en
las cadenas de valor industrial, en el comportamiento de las cuales se ignora, por
ejemplo, el largo tiempo que implicó la maduración, superior a lo esperado, de
las inversiones iniciadas en 1958/61.
Hoy generalizadamente se reconoce que aquel “envión desarrollista “terminó siendo decisivo en el ciclo positivo verificado durante la segunda mitad de
los sesenta. Curiosamente ello se registro paralelamente a una cerrada ofensiva
–tanto en los medios académicos locales y del exterior como en las instituciones
multilaterales de crédito y, obviamente, entre los sectores conservadores argentinos que históricamente han estado vinculados al comercio de importación– contra
la estrategia sustitutiva de importaciones. Eran temas que se debatían acaloradamente en Buenos Aires mientras que en Sao Paulo, con el sentido práctico que
siempre caracteriza a su empresariado, la industrialización dirigida al mercado
interno sostenía su fuerte curso expansivo.
En nuestro país, por el contrario, ese frente crítico ya había conocido una
primera manifestación en los trabajos de un profesor de Harvard que nos visitó
en tiempos del Dr. Illia, para opinar sobre el Plan de Desarrollo: David Felix,
cuyo artículo mas conocido fue “Más allá de la sustitución de importaciones, un
dilema latinoamericano” Algunas de sus ideas también se podían encontrar en
las recomendaciones del Dr. Diaz Alejandro contenidas en sus libros y artículos
sobre la economía argentina.
Todos aquellos interesados en el tema pasaban por Buenos Aires para estudiar,
como en un laboratorio universitario, esta extraña malformación, ese hecho maldito, conocida como Industria Nacional, sector donde la inversión se encontraba
stand by desde la caída de Frondizi. Tantas dubitaciones y tantas intervenciones
de teóricos de paso, terminarían abonando el terreno para el violento sesgo desindustrializador que, sin tanto debate, se impuso en 1976. Entre los nuevos funcionarios, casualmente, figuraban varios de los que participaron de aquel debate.
Pero la historia siguió su curso. A principios del nuevo siglo, contrariando
a los que auguraban el fin de las ideologías dado el carácter hegemónico que
había adquirido el liberalismo de libre mercado, que supuestamente había llegado para terminar con las leyes de la historia, hemos asistido a la eclosión
del último ensayo neoliberal en nuestra país. Internacionalmente, la crisis de
2008 a probado (con el paradigmático ejemplo de Irlanda y las nuevas naciones, ex componentes de la Unión Soviética, que se abrazaron entusiastamente
124
ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
al neoliberalismo), las debilidades de un crecimiento fundando esencialmente
en industrias de exportación, contar con el financiamiento internacional y, principalmente, disponer de una gran cantera de mano de obra con bajos salarios,
Estos eran, en última instancia, modelos a “la Harvard” similar al que años atrás
proponían el entonces profesor Guido Di Tella y otros. Casi inercialmente se han
recuperado los paradigmas del desarrollo económico, asumido que el espacio
del mercado interno es el MERCOSUR, reconocido los efectos dinámicos de la
recomposición en la condición laboral. Y, entre otras consecuencias, se asiste a
una reivindicación de la sustitución de importaciones.
Cabe reconocer, en efecto, que algunas de las recomendaciones de política
económica, coherentes con ese diagnostico que por entonces proponía Diamand
para escaparle no solo a la trampa de la ortodoxia sino también a la receta convencional keynesiana, recién probaron su validez con la estrategia alternativa que
adoptó el gobierno argentino a partir de 2003. Hay sin embargo una diferencia
importante; Diamand, a la hora de establecer las prioridades en la estrategia de
desarrollo, ponía particular énfasis en el crecimiento de las exportaciones manufactureras, desdeñaba la prioridad a las industrias básicas y manifestaba ciertos
temores respecto al impacto inflacionario de un eventual auge en el consumo
–sea privado o público– estimulados por las mejoras salariales. Esa dista de ser
la situación actual donde la política económica otorga prioridad a la dinámica del
mercado interno y nadie cuestiona que es necesaria más inversión en los sectores
básicos de la economía que están operando al límite de su
Cuarenta años después de los largos debates sobre estrategia industrial para
la argentina (una muestra de los mismos puede encontrase en “Estrategias de
industrialización para la Argentina” dirigida por el Dr. Mario Brodersohn, 1970),
contrariando las opiniones mayoritarias en ese texto, en la actualidad nadie pone
en duda la importancia, por ejemplo, de expandir el complejo metalmecánica,
recuperar el terreno perdido en el desarrollo los polos petroquímicos, planificar
nuevas usinas atómicas y advertir el aporte del aluminio a las exportaciones de
origen manufacturero. En todos los casos, ahora la participación estatal juega
un papel decisivo, especialmente luego de haberse nacionalizado los recursos
previsionales. Convengamos que, por lo menos en eso hemos progresado.
Claro está, las actuales condiciones objetivas son diferentes, toda vez que
no existe la restricción externa que soportaba nuestro país hace más de cuatro
décadas; explotaron nuevos mercados para las materias primas agropecuarias y
los términos del intercambio mutaron su signo a favor de la Argentina. Seguramente, Diamand, hombre práctico al fin, al ver realizada alguna de sus ideas
contemplaría esta situación con aquella sonrisa suya, tan característica.
PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
125
VII.- La conjetura y su destino
Como se advierte al principio de esta nota, he adoptado ciertos límites temporales específicos –la década de los ’60 y los principios de los ’70– por tratarse de
una etapa en la cual la Argentina se debatía si continuaba, o no, aquel proceso de
industrialización y modernización en su aparato productivo que había recibido un
fuerte impulso durante 1958/61. Cabe consignar que este dato era habitualmente
minusvalorado por quienes participaban del debate acerca de alternativas para el
desarrollo manufacturero.
Luego supimos que durante los sesenta transcurría una de las mejores fases de
la historia industrial argentina, fruto principalmente de la cadena de desequilibrios
provocados por la estrategia desarrollista. Sin embargo, al repasar los debates de
aquellos años, la idea instalada era que vivíamos en el peor de los mundos y el
patrón de industrialización sustitutiva se juzgaba terminado. En tal sentido los
esfuerzos de Di Tella y David Felix puede decirse que fracasaron; tuvo que llegar
Martinez de Hoz para efectivizarlos
Una idea del punto en que se encontraba la discusión académica cuando era
más agudo el cuestionamiento al viejo formato de industrialización la da este
párrafo tomado de un artículo escrito por el ing. Di Tella:
“He estado escuchando que parecería que la industrial del aluminio esta
por convertirse en ¡LA INDUSTRIA! No tengo nada en contra del aluminio. A lo mejor es realmente una industria extraordinaria y talvez en estos
momentos tengamos los recursos y haya una combinación de precios, de
costos, de dificultades en el mundo, que haga que esa industria sea muy
deseable. Pero, me temo que mucha gente este apoyando el proyecto por
razones emocionales, dificultando la decisión de los técnicos. No vaya a
ser esta otra fantasía sin razón económica sólida detrás, y estemos entonces 20 años realizando grandes esfuerzos por el aluminio, sin producirlo
eficazmente, añadiendo otra frustración a las muchas que tenemos” (Di
Tella, 1968).
No puede ignorarse los puntos de coincidencia que, por entonces, tenía Diamand con el profesor –heredero el mismo de un imperio industrial ya por entonces en franca decadencia– que años después se haría famoso como el creador de
las ingeniosas “relaciones carnales” para definir el vínculo de la administración
Menem con los Estados Unidos. Sostenía Diamand:
“La política industrial del frigerismo más que insistir en la sustitución
de importaciones para ahorrar divisas, insistió y siguió insistiendo en la
creación de industrias básicas tales como la soda solvay, acero, petróleo,
petroquímica; identificándolas mediante un vínculo místico con la grandeza del país y convirtiéndolas en fines en si mismos… Pareciera que el
126
ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
frigerismo tomara como modelo países de economía cerrada –tales como
fue la Unión Soviética antes de la segunda guerra mundial– que se desarrollan en condiciones de aislamiento casi total el resto del mundo”
(Diamand, 1973).
Por la fuerza de las armas este debate fue barrido de la superficie. En 1976,
con la dictadura, se impuso el modelo neoliberal basado en el estímulo a la
especulación financiera y a la importación competitiva con la industria nacional.
Nada más lejano a las tesis de Diamand. Estas, al verse imposibilitadas de ser
aplicadas se convirtieron en conjeturas. Y así continuaron las cosas con el retorno
a la democracia, pese a que en su folleto “El péndulo argentino” (editado por el
CERES, Buenos Aires, 1984) el autor alertará nuevamente sobre la vigencia de
una estructura económica fuertemente desequilibrada y la perniciosa influencia
de la receta fondomonetarista. No fue escuchado.
Lo cierto es que, como vimos, solamente en la actualidad –habida cuenta de
circunstancias internas y mundiales muy diferentes a las de hace cuatro décadas–
la gestión económica practica políticas cambiarias, monetarias y fiscales que en
algunos aspectos se puede considerar emparentadas con las tesis de Diamand. La
intervención del Banco Central evita la apreciación del peso, paralelamente, la
vigencia de las retenciones sobre el valor de las exportaciones primarias permite
que rijan tipos de cambio diferenciales que alientan tanto a las exportaciones
manufactureras como la sustitución de importaciones sin afectar la expansión de
las colocaciones de materias primas y manufacturas de origen primario.
Pero no puede exigirse que, tanto los posteriores avances tecnológicos en
la producción agrícola como el ingreso de nuestro país en una fase larga con
términos de intercambio favorables fueran sucesos previstos en los trabajos de
Diamand. Tales datos novedosos tornan a las actuales condiciones del sector
externo en estructuralmente diferentes a las que prevalecieron hasta mediados
de los años noventa.
Antes de concluir, volvamos sobre el tema de las omisiones y sus peligros
cuando de construir política económica se trata. Era imponente el listado de las
cosas que pasaban en el capitalismo por aquellas épocas y que no eran tomadas
en cuenta cuando Diamand elaboraba sus propuestas “infalibles” para superar
los problemas de las economía subdesarrolladas. Y ello se debía, esencialmente,
a que su lógica de pensamiento nunca cuestionó al capitalismo en su versión
anglo sajona, tornado en paradigma hegemónico, ni tomaba en cuenta las severas
distorsiones reinantes en los mercados mundiales.
Tampoco consideró la anormal expansión que ya ocurría en la esfera financiera, una de cuyas primeras manifestaciones fue la plétora de los eurodólares
que se volcó a los mercados y la apuesta internacional contra esa moneda. De
hecho la persistente caída en los precios de las materias primas no nacía de la
nada. Era una condición de funcionamiento del modelo global que surge en la
PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
127
post guerra y se vino al suelo con las crisis del petróleo de 1973 y 1979. A partir
de entonces el mundo de Diamand ya no volvió a ser lo que era.
No fue la única perturbación. A principios de los años setenta veníamos de
largos años de expansión en las industrias transnacionales, Tenerlo en cuenta
merecía abordar factor tales como el grado en que esa circunstancia es la que
finalmente determina donde se localizan las filiales y qué bien deben producir
en cada sede y con cual tecnología; el creciente auge del negocio financiero
aún dentro de empresas productivas; el activismo de los gobiernos de los países sede de las casas matrices a favor de las mismas en los países donde están
radicadas las filiales; el impacto del desarrollo tecnológico adaptativo generado
en la firma, muchas veces motorizado por la inversiones básica (siempre más
riesgosa) originada en el complejo militar americano; las derivaciones de la perdida de confianza en la paridad fija –35 dólares la onza– entre el dólar y el oro;
la difundida utilización de “precios de cuenta” en las transacciones intra firma;
entre otros muchos detalles de un mundo cambiante pero cuyo rumbo inevitable
era en dirección a la crisis.
Como aquel que cree haber encontrado el Santo Grial, parecía estar convencido que, gracias a invocar una formula ingeniosa –que supone una combinar política cambiaria más sofisticada con mejorías notables en la estructura
arancelaria que vayan más allá del afán recaudatorio, y la aplicación de otros
mecanismos de promoción indirecta–, ello le permitía a la economía argentina
superar la restricción externa de modo definitivo y general un sector industrial de
exportación cada vez más importante. Al no llegar a su experimentación práctica,
las ideas económicas de Diamad, no pasaron de ser una conjetura que recién
encuentra aplicación parcial en el presente, cuando ejercita el poder un gobierno
que subordinó la estrategia económica a los objetivos superiores de la política.
Convengamos que este es un orden de los factores inverso al objetivado por
Marcelo Diamand.
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PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand...
129
Gráfico 4:
Volatilidad cíclica y la estabilidad macroeconómica con tipo de
cambio fijo y libre movilidad de capitales, bajo supuestos alternativos respecto de la importancia relativa de los distintos canales de
impacto de la EPD sobre el ciclo del empleo.
Ciclo con EPD
Ciclo sin EPD
Ciclo con EPD
N[t]
N[t]-N[t-1]
Ciclo sin EPD
N[t]
tiempo
(a) Preponderancia del efecto precio de la EPD
Ciclo con EPD
Ciclo sin EPD
Ciclo con EPD
N[t]
N[t]-N[t-1]
Ciclo sin EPD
N[t]
tiempo
(b) Preponderancia del efecto ingreso de la EPD
Por otra parte, bajo este esquema cambiario y monetario, el régimen de
demanda subyacente no define los signos de:
∂r TCfijo
∂Z (impacto de la EPD sobre la volatilidad cíclica).
Pero si tiene efectos sobre su valor absoluto. En este sentido, cuando el efecto
directo y positivo del producto sobre los salarios reales (h2) es mayor que su
efecto indirecto y negativo (a través del tipo de cambio real - h3.g2), entonces,
una economía profit led incrementa el denominador de la ecuación 35, reduciendo
el impacto de la EPD (ya sea éste negativo o positivo, según j2 sea menor o mayor
342
ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
que g2.jl, respectivamente). Por el contrario, si los efectos indirectos son mayores que los directos, en ese caso el régimen de demanda wage-led disminuye la
magnitud de los efectos de la EPD sobre la volatilidad (nuevamente, sean éstos
positivos o negativos).
IV.- Reflexiones finales
El presente artículo es fruto del esfuerzo por incorporar el concepto de
Marcelo Diamand sobre la “Estructura Productiva Desequilibrada Argentina”
en modelos de ciclo económico provenientes del pensamiento heterodoxo (según
la definición de Foley y Taylor, 2004). Más específicamente, las formalizaciones
realizadas dieron cuenta de los efectos, sobre la volatilidad macroeconómica, que
surgen de combinar la estructura productiva desequilibrada, el acelerador de la
inversión, el multiplicador keynesiano, las pujas distributivas, y los canales de
ajuste de economía abierta (comercial y financiero) en diferentes escenarios de
política cambiaria y monetaria. En este contexto se destaca que:
•
•
La mayor elasticidad ingreso de las exportaciones netas que genera la EPD
puede amortiguar o amplificar del ciclo económico, dependiendo del régimen
de demanda y del esquema cambiario subyacente. Con tipo de cambio fijo
disminuye la volatilidad, en tanto que con tipo de cambio flexible tendrá este
mismo efecto sólo si se combina con un régimen de demanda de tipo wageled (e inversamente, la volatilidad se incrementa en economías tiradas por
los beneficios).
La menor sensibilidad de las exportaciones netas a las variaciones en el tipo
de cambio real (producto de la EPD) incrementa la volatilidad en economías
con tipo de cambio fijo, mientras que con tipo de cambio flexible la aumenta
sólo si el régimen de demanda subyacente es de tipo profit-led.
En resumen, bajo un esquema de tipo de cambio flexible, los canales comercial y financero operan de la misma manera: a mayor desequilibrio de la estructura productiva, mayor volatilidad macroeconómica si el régimen de demanda
es wage-led y menor magnitud de las oscilaciones cíclicas en el otro caso. Por
el contrario, con tipo de cambio fijo estos canales tienen efectos contrapuestos
entre sí e independientes del régimen de demanda, generando un resultado final
de carácter indeterminado (ver Tabla 4).
TERCERA PARTE / Nuevos desarrollos teóricos basados en los aportes de M. Diamand
343
Tabla 4:
Efectos de la EPD sobre la volatilidad y estabilidad macroeconómica
bajo esquemas cambiarios y regímenes de demanda alternativos.
Régimen de
demanda
Esquema cambiario
Tipo de cambio
flexible
Tipo de cambio fijo
Volatilidad
WAGE-LED
PROFIT-LED
Disminuye
Si j2 < g2.jl y h2 > h3.g2 aumenta mucho.
Si j2 < g2.jl y h2 < h3.g2 aumenta poco.
Si j2 < g2.jl y h2 > h3.g2 cae mucho.
Si j2 < g2.jl y h2 > h3.g2 cae poco.
Aumenta
Si j2 < g2.jl y h2 > h3.g2 aumenta poco.
Si j2 < g2.jl y h2 > h3.g2 aumenta mucho.
Si j2 < g2.jl y h2 > h3.g2 cae poco.
Si j2 < g2.jl y h2 > h3.g2 cae mucho.
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SKOTT, P. (1989b) “Effective Demand Class Struggle and Cyclical Growth”, International
Economic Review 30(1), pp. 231-47.
SZYDLOWSKI, M. (2002) “Time-to-Build in Dynamics of Economic Models I: Kalecki’s
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VILLANUEVA, J. (1964) “Problemas de Industrialización con Restricciones en el Sector
Externo”, Desarrollo Económico 4(14-15), pp. 171-182.
TERCERA PARTE / Nuevos desarrollos teóricos basados en los aportes de M. Diamand
347
Anexo al capítulo 17
La solución general una ecuación en diferencia de segundo orden se expresa
como:
Nt = SH + SP (36)
En donde la solución homogénea (SH) se define como:
SH = Alxtt + A2x2t (37)
Y la solución particular viene dada por:
SP =
CED
(38)
1 + a1 + a 2
A1 y A2 son constantes arbitrarias que dependen de las condiciones iniciales y
x1, 2 =
a1
± a12 − 4.a 2
, son las raíces de la ecuación característica repre2
sentada por x2 + a1.x + a2 , cuyo discriminante es:
Δ = (a12 – 4.a2) = (a22 – 4.a2) (39)
Ya que en los modelos desarrollados, a1=a2 por construcción.
Si el discriminante es negativo (0<a2<4, caso general para obtener oscilaciones cíclicas), las raíces de la ecuación característica son números complejos. Para
evitar el análisis combinado de dimensiones polares y cartesianas, la solución
homogénea de la ecuación 1 + a1 + a2 > 0 puede re-expresarse como:
SH = Art(cos(ϕt – ε)) (40)
Donde:
r = a2
⎛A
H = arctan⎜⎜ 2
⎝ A1
(41)
⎞
⎟⎟ (42)
⎠
A1 = N t =0 − S p (43)
A2 =
348
(N
t =0
− S p − A1 . cos I )
senI
(44)
ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND
⎛ a1 ⎞
I = arccos⎜ − ⎟ (45)
⎝ 2r ⎠
A=
A1 2 + A2 2
(46)
Finalmente, para obtener una descripción completa de la dinámica del empleo
en el corto plazo (la solución general), al movimiento que describe la solución
homogénea de cada caso, debe adicionársele el nivel de empleo específico que
determina solución particular de la ecuación 38.
TERCERA PARTE / Nuevos desarrollos teóricos basados en los aportes de M. Diamand
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Esta edición se terminó de imprimir en abril de 2011 en los talleres de
Gráfica LAF s.r.l., ubicados en Monteagudo 741,
San Martín, Provincia de Buenos Aires, Argentina.