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DEL CRECIMIENTO AL DESARROLLO ECONÓMICO RESUMEN En el siguiente texto indagaremos sobre la necesidad que poseen los países periféricos o semi periféricos, como es el caso de Argentina, de transitar del crecimiento al desarrollo económico. Nuestro país ha pasado por muchas etapas de crecimiento económico pero nunca lo ha podido transformar en desarrollo. Durante los gobiernos de orientación liberal, en los siglos XIX y XX, Argentina solía lograr un crecimiento económico coyuntural, vinculado a los altos precios de las materias primas, al endeudamiento externo, a las altas tasas de interés, a los capitales externos golondrinas y a las privatizaciones, que no se transformaba en el bienestar de la mayoría de la población. El modelo liberal enfocado en la exportación de materias primas, nunca llegó a consolidar la producción industrial, el empleo, el consumo, tan relevantes para el fortalecimiento del mercado interno y el bienestar social general. Igualmente, los gobiernos populares del siglo XX y XXI han transitado por períodos de crecimiento económico pero, a diferencia de los gobiernos liberales, con valores aceptables de inclusión social. Empero, como también le ha sucedido a los gobiernos de índole liberal siempre se han topado con el freno impuesto por la restricción externa. En el caso de los gobiernos populares, no han podido completar el desarrollo industrial que hubiera posibilitado diversificar la matriz productiva para lograr un crecimiento sostenido y así sortear la escasez de divisas. El presente trabajo tiene por objetivo insistir en el principal problema de la historia economía argentina: el subdesarrollo. Pues, es imposible logar un crecimiento económico con inclusión social sin una base de desarrollo económico que lo pueda sustentar en el tiempo. Palabras claves: Crecimiento/Desarrollo/Subdesarrollo/Geopolítica/globalización/Estado. El subdesarrollo Nuestro principal objetivo es resaltar que el principal problema del subdesarrollo económico argentino (al igual que el de la mayoría de los países de la región) es de carácter estructural. La historia demuestra que los incipientes Estados-nación, nacidos a mediados del siglo XIX, surgieron al calor de un modelo económico liberal de índole agroexportador (valga la redundancia). Aquí tenemos la mancha de origen, que promovió la dependencia económica en el contexto de la división internacional del trabajo. La relación comercial con el mundo se basó en la exportación de materias primas agropecuarias y la importación de productos industriales que no producía el país. La fragilidad del modelo, que no estaba enfocado hacia el desarrollo del mercado interno, tuvo su punto culminante con el lamentable Pacto Roca-Runciman firmado en 1933 entre representantes de Argentina y Gran Bretaña. Aquí Argentina demuestra la crónica dependencia política-económica que implicaba el sistema liberal agroexportador. Si Gran Bretaña, principal comprador de carne de Argentina, decidía por algún motivo (Pacto de Otawa de 1932) no hacerlo más, la economía de nuestro país se derrumbaba por completo. Como esto sucedió, tuvo lugar la desesperada firma del Pacto, que pone en 1 cuestión las diferencias que existen entre el crecimiento y el desarrollo. Si la economía está basaba en la exportación de materias primas es imposible pasar del crecimiento al desarrollo económico. Pues, más temprano que tarde, el crecimiento se detiene por causas exógenas (baja de precios internacionales de las materias primas y excesivo endeudamiento externo para poder pagar importaciones) y endógenas (debilidad del mercado interno para sostener el nivel de producción, empleo y consumo). Demostraremos con un ejemplo histórico (principios del siglo XX) la fragilidad económica y social del modelo agroexportador. Panettieri (1983) saca a la luz las críticas de los principales diarios de la época, La Nación y La Prensa, sobre el exagerado optimismo de la bonanza coyuntural del modelo: en 1906 la Caja de Conversión (predecesora del Banco Central) había acumulado 100 millones de pesos oro. Según el diario La Nación (1906): [La acumulación de divisas] no la debemos a la sabiduría de nuestros hombres de Estado, sino, pura y exclusivamente a la divina providencia, que nos ha prodigado sus favores dándonos abundantísimas cosechas y precios remunerativos para todos nuestros productos, a pesar de todos los despilfarros y desórdenes económicos y financieros que han caracterizado a nuestros gobiernos (La Nación, 1906:88). Y el diario La Prensa (1906) expresaba: La agricultura y la ganadería, en franco progreso, han disfrutado de los beneficios de una serie de años excepcionales favorables de los mercados de consumo, en cuyo fenómeno influyeron las guerras de Sudáfrica y la ruso-japonesa […] Si la situación del país fuese sana y sólida, el pueblo argentino en este período su mayor producción lucrativa debiera ser una jauja y gozar de un bienestar amplio sin sombras. La fortuna distribuida en relación al capital y al esfuerzo personal del obrero, debiera causar satisfacción y la dicha de todos. No pasan las cosas así desgraciadamente. Jamás nos perturbaron más que hoy los problemas sociales, cuyo origen radica en los conflictos económicos. Si la tierra produce maravillosamente y si el trabajo de los campos trae del extranjero ingentes suma de oro amonedado, lógico es atribuir el malestar a los errores de los muchos que manejan la nación […] (La Prensa, 1906:89-90). De los relatos críticos de los diarios La Nación y La Prensa podemos deducir algunas cosas. El aumento de las reservas (oro) estaba vinculado a factores externos de la política gubernamental. Los podríamos relacionar como los denomina el diario La Nación al milagro de la divina providencia: condiciones climáticas favorables que posibilitaron buenas cosechas, conflictos bélicos en otros continentes que disminuyeron la producción de alimentos y un aumento de los precios internacionales de los productos agropecuarios ocasionados por la disminución de la oferta mundial. La crítica periodística va dirigida al derroche gubernamental de las divisas acumuladas en períodos de abundancia. Para que un país agroexportador genere divisas depende de una serie de circunstancias externas (clima, oferta y demanda internacional, precios de las materias primas) que fluctúan con el correr de los años. Por lo tanto, si el oro generado vía el comercio exterior no es invertido para diversificar la matriz productiva, la bonaza financiera será pasajera. Es decir, hasta que las condiciones externas sean desfavorables. Resaltamos el término de 2 bonanza financiera, que no necesariamente se traduce en bienestar económico duradero. Pues, en el modelo económico agroexportador los que no participan de los principales usufructos del sistema (terratenientes, comerciantes, importadores y exportadores) sufren el desempleo y la pobreza. No resulta paradójico, entonces, que durante el superávit financiero exista un gran malestar en la mayor parte de la población. Resulta interesante la exposición de Diamand (1992) acerca de la validez de la teoría de la división internacional del trabajo: La argumentación que identifica la eficiencia con el principio de ventajas comparativas, o, lo que es lo mismo, con la óptima división internacional del trabajo está en el corazón de la economía neoclásica. Esta argumentación podría tener validez, pero únicamente si se cumplieran varias condiciones simultáneas: a) que la capacidad exportadora de los rubros de mayores ventajas comparativas fuera suficiente para proveer todas las divisas necesarias para el desarrollo del país, teniendo además en cuenta que todo lo que se dejaría de producir por no cumplir con los promedios de productividad exigidos tendría que pasar a importarse, y por este solo hecho el país requeriría muchas más divisas que antes; b) que las actividades con mayores ventajas comparativas pudieses asegurar por sí solas la ocupación para toda la fuerza laboral del país; c) que al decidirse la desaparición de una actividad con desventaja comparativa exista la posibilidad real de reasignar los recursos productivos a otras actividades con mayores ventajas comparativas, y d) que las actividades que hoy tienen desventajas comparativas estén condenadas a tenerlas también en el futuro (Diamand, 1992:204). Ninguna de las condiciones enumeradas por Diamand (1992) fueron aceptables para el caso de Argentina donde la ventaja comparativa residía en la producción y exportación de materias primas. Pensamos, en oposición, que el desarrollo económico consiste en lograr una matriz productiva diversificada que pueda sostener a largo plazo el bienestar general de la población. En este sentido, es fundamental el rol activo del Estado para sostener programas productivos y financieros que permitan obtener amplios márgenes de soberanía política y económica con respecto a los intereses sectoriales del mercado. El Estado debe promover las actividades industriales estratégicas, ya sea, para sustituir importaciones o para ganar nuevos mercados con productos de vanguardia. En cuanto al desarrollo industrial Diamand (1992:206) apunta: Lo importante es que se trata de un proceso de acumulación de capital, de organización y de tecnología que empieza siempre con desventajas comparativas frente a los sectores primarios, a los que solo supera a través de la industrialización misma. Exigir como una precondición que cuente con ventajas comparativas significa de hecho impedir que este proceso se opere (Diamand, 1992:206). Las desventajas comparativas del sector industrial solo se sortea con más y mejores industrias. Es decir, con inversión y reinversión en actividades manufactureras, con financiamiento estatal al desarrollo de ciencia y tecnología, con créditos subsidiados para el sector, con políticas de compre nacional, con la creación de empresas estatales de envergadura que guíen el proceso de sustitución de importaciones y generen nuevos mercados para la exportación de productos de vanguardia internacional. 3 Hacia mediados del siglo XX surge, desde una visión periférica (América Latina), una nueva corriente académica de pensamiento económico que considera los problemas del subdesarrollo a partir de los intereses de los pueblos que lo padecen. Estamos hablando del estructuralismo. De Santis (2014) comenta: El estructuralismo modificó el modelo ortodoxo de crecimiento en diversos aspectos. En el plano macroeconómico fue el de prestar especial atención a la limitación impuesta por la disponibilidad de divisas de los países subdesarrollados. El acceso a las divisas más que el ahorro interno es el factor determinante del crecimiento económico en los países de la periferia. En estos países, las exportaciones son poco diversificadas y predominantemente de origen primario y, por ende, los ingresos derivados de éstas, insuficientes para comprar las importaciones necesarias para el crecimiento. Seguir los lineamientos clásicos del comercio libre con especialización en los productos primarios sería menos eficiente que desarrollar un sector manufacturero interno. La estrategia de industrialización traería consigo la incorporación de tecnología nativa y capacitación de la fuerza laboral, además de conseguir un desarrollo independiente y evitar el deterioro en los términos de intercambio…El Estado debe planificar, gobernar la acumulación de capital y dirigir la inversión productiva tanto en infraestructura como en grandes proyectos industriales. El estructuralismo es una teoría latinoamericana de desarrollo a largo plazo, pero que también dio respuesta a problemas de corto plazo, como la inflación, enfoque en el cual se distanció de la doctrina neoliberalmonetarista que propugna la disminución de la emisión monetaria. Para los estructuralistas, la reducción de la demanda inducirá reducciones primordialmente en el producto y no en los precios (De Santis, 2014:35-36). Antes de continuar con el debate por el desarrollo entre las doctrinas económicas estructuralista y neoliberal, deberíamos realizar una breve aclaración de índole semántica que será de gran utilidad para verificar la preferencia del Poder: grandes corporaciones económicas, financieras y mediáticas. El estructuralismo posee un pensamiento económico “heterodoxo”, término de origen griego que significada “otro”, (opinión) “diferente”. En cambio, al pensamiento económico neoliberal se lo define como “ortodoxo”, cuya etimología significa “correcto”, (opinión) “recta”. Entonces, el neoliberalismo sería la opinión o creencia tenida por correcta y verdadera; en oposición a la heterodoxia, tenida por falsa, en ambos casos desde la perspectiva de la autoridad del Poder, que define qué ideas o prácticas son admitidas por el establishment. La doctrina económica estructuralista focaliza el problema del subdesarrollo en la cuestión deficitaria de la balanza de pagos (déficit externo), mucho más que en el problema del déficit fiscal (gasto público), la estabilidad de precios (inflación) y el tipo de cambio (devaluación). Pues, el ajuste fiscal y una brusca devaluación ocasionan una disminución de la demanda, que achica el sistema productivo y puede producir un estancamiento de la economía con inflación. Lo cual, causaría un aumento del desempleo y un empeoramiento de las condiciones de vida de los sectores trabajadores. 4 Restricción externa La restricción externa (escasez de divisas) es un problema estructural de la economía nacional. Siempre estuvo presente, salvo cortos períodos de abundancia de reservas. El fenómeno es recurrente, retorna una y otra vez, lo cual impide transformar el crecimiento económico en verdadero desarrollo. En este sentido, es muy interesante la narración de Scaletta (2014a): […] En “El péndulo argentino ¿hasta cuándo?”, un texto de absoluta actualidad a pesar de que fue escrito hace casi tres décadas, dato que lo ratifica como clásico, Diamand explicó las razones que conducen a este agotamiento, tanto bajo lo que denominaba la “corriente popular”, la que el kirchnerismo representa en esencia, como bajo la ortodoxia neoliberal […] El punto central es que en ambos extremos del movimiento pendular, aunque con distinto costo para los trabajadores en el trayecto, se encuentra el agotamiento de las reservas. Ambas corrientes, por distintas razones, encuentran un problema en el sostenimiento de largo plazo. El desafío para cualquier hacedor de política, entonces, es cómo evitar la redundancia de estos ciclos. Siguiendo la perspectiva de Diamand, entonces, el estadio actual del péndulo se ubicaría sobre el fin del ciclo de la “corriente popular”. Los objetivos principales de esta corriente, el crecimiento, conducido por la demanda, y el aumento del empleo y el nivel de salarios, se cumplieron durante la última década. Ya son un haber de la actual administración. Si bien en toda América latina el proceso puede relacionarse con la mejora en los términos del intercambio, en el país existió también una voluntad de ir más allá en políticas activas, lo que se manifestó en tasas de crecimiento más altas que en el resto de la región y, también en salarios en dólares más elevados. La puja distributiva generada motorizó lo que Diamand, empresario al fin, llamaba “excesos sindicales” y la consiguiente inflación. El problema de largo plazo no reside, sin embargo, en esta puja distributiva, sino en la ampliamente citada Estructura Productiva Desequilibrada, con diferentes productividades entre agro e industria, que tras períodos de crecimiento sostenido conducen al estrangulamiento de divisas. La sustentabilidad de largo plazo de la corriente popular demandaba combatir este problema desde el minuto uno del modelo, estructuralmente con la sustitución de importaciones vía la integración de cadenas industriales y aumento de las exportaciones y coyunturalmente con ingresos de capitales en todas sus formas. No fue así como sucedieron las cosas. El crecimiento industrial de la post convertibilidad fue, en una primera etapa, esencialmente cuantitativo sobre la base del uso de factores productivos ociosos. Aunque luego de esta recuperación se registró un aumento de la inversión, faltó integración de las cadenas de valor. Además, tras la cesación de pagos del fin de la convertibilidad y la reestructuración de la deuda, el flujo de capitales fue negativo. A ello se sumaron las remesas de utilidades consecuencia de la extranjerización de los ’90 y, ya sobre el fin de la década, el déficit, energético […] Regresando a los escenarios pendulares descriptos por Diamand, el ajuste parece inevitable. Las alternativas inmediatas podrían ser dos. Un reacomodamiento moderado realizado por la actual administración, que quizá ya comenzó, con búsqueda del financiamiento externo que permita impulsar la demanda, por ejemplo, no restringiendo importaciones, o llevar el modelo al límite, dejando que el freno de la economía agote las reservas y dejando el terreno libre para que la administración post 2015 pueda legitimar un ajuste ortodoxo clásico, con culpas “al 5 populismo y la heterodoxia”, acuerdo con organismos internacionales, deuda al viejo estilo, fuerte devaluación y baja de salarios (Scaletta, 2014a). En primer lugar, tendríamos que reafirmar que durante los gobiernos populares los trabajadores la han pasado mucho mejor que durante los gobiernos neoliberales. Esto no es algo menor. Si ambas administraciones han desembocado en la clásica restricción externa habría que buscar una solución sustentable al problema sin descuidar el bienestar de la clase trabajadora. Aunque Diamand no culpa a la puja distributiva entre trabajadores y empresarios como el primordial problema a largo plazo, muestra su faceta de empresario al relacionar directamente a las conquistas sindicales (“excesos”) con la inflación, sin mencionar el traslado del aumento salarial a los precios por parte de los empresarios. Diamand sostiene acertadamente que la Estructura Productiva Desequilibrada es la base del subdesarrollo argentino. Por lo tanto, la principal solución al desequilibrio productivo consiste en incrementar la productividad industrial. La actividad agropecuaria ya cuenta con ventajas comparativas con respecto a otras regiones del mundo. Entonces, necesitamos fomentar el desarrollo industrial y tecnológico para fortalecer el mercado interno (demanda), sustituir importaciones y exportar manufacturas con la mayor cantidad posible de valor agregado. Solo deberíamos recurrir al crédito externo para importar los bienes que necesitamos para sostener y hacer crecer a la actividad industrial (especialmente los sectores de mano de obra intensiva) y realizar las obras de infraestructuras que nos permitan generar una balanza comercial altamente positiva, y así poder solucionar el inconveniente estructural del agotamiento de divisas. Si no apostamos al desarrollo volvemos a la “solución” mágica de siempre: el ajuste vía una significativa devaluación. Por un período corto de tiempo despejamos el “cuello de botella externo” (por la fuerte caída de las importaciones) aunque a un costo social altísimo (caía de la demanda, desempleo, aumento de la pobreza, conflictos sindicales). Cuando los trabajadores con el tiempo logran recomponer sus salarios a través de conquistas políticas y sindicales, sin que el gobierno haya equilibrado la estructura productiva, volvemos al mismo problema de siempre. No obstante, la solución imaginaria a la escasez de divisas a través del endeudamiento externo siempre vuelve a resurgir ante el recurrente problema de la restricción externa. Sería muy bueno recordar la opinión que se le atribuye al patriota Mariano Moreno frente al proyecto de creación del Banco Nacional en reemplazo del Banco de Descuentos en el año 1825: Los autores del proyecto del banco no podían ignorar que no había en el país ni la mitad de metálico necesario para cubrir las acciones […] Introducirlo del exterior no era un arbitrio suficiente para conservarlo dentro pues nada puede contener la corriente irresistible que lleva el dinero de un país sin industria al que la tiene; y tan quimera idea está ya desterrada de la imaginación de todos los economistas (Moreno?, 1825). Pareciera ser que la idea de pedir préstamos al exterior para cubrir la falta de divisas no es una idea desterrada por todos los economistas. Sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la teoría económica ortodoxa de los países periféricos. Ya en 6 1825 los economistas realistas y conscientes de la condición de subdesarrollo del Estado nacional preveían que la solución no era el endeudamiento. Un país sin industria, es decir, agroexportador nunca podrá responder estructuralmente al inconveniente de la restricción externa si en primer término no cambia la matriz productiva. Empero, estamos en el siglo XXI y todavía insistimos con las recetas quiméricas. Camino al desarrollo El camino hacia un desarrollo económico que sea capaz de proporcionar impulso y fortaleza a la estructura productiva del mercado interno y generar exportaciones con mayor valor agregado, depende de una serie de factores fundamentales. Por ejemplo, del financiamiento. Sacaletta (2015a) expone: La pregunta fundamental es si el actual sistema financiero puede ser quien financie el desarrollo […] En las últimas tres décadas […] se produjo una transición desde los préstamos a las empresas para la producción a los préstamos a las personas para el consumo. En términos generales, el camino seguido por el sistema financiero local no fue distinto del transitado por el resto del mundo. Librados al mercado y sin ninguna otra regulación, los bancos en tanto empresas buscaron los nichos de mayores ganancias y menor riesgo. Todos los países de industrialización tardía siguieron recetas heterodoxas. Corea del Sur nacionalizó su banca. India no lo hizo al principio, pero debió hacerlo ante el fracaso del sistema de mercado. En China el Estado controla prácticamente la totalidad del crédito. En el mercado local, la nacionalización de la banca no está en la agenda [política]. No forma parte del debate político. Sin embargo, el mercado demostró con hechos que si no son obligados por el Estado, como comenzó a ocurrir tras la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, los bancos prefieren no prestarle a la producción. No lo hacen por razones estrictamente económicas; es más riesgoso y menos rentable. La conclusión preliminar es que, si se quiere financiar un proceso de desarrollo, será necesaria una intervención más activa del Estado. También que la orientación de recursos crediticios debería contar previamente con un plan de desarrollo, algo inexistente hasta el presente. Si tal plan existiese, no es necesario recurrir indefectiblemente a una nacionalización completa de la banca, pero sí debería profundizarse el rol de la banca pública. Un paso posible sería la creación de un Banco de Desarrollo siguiendo las mejores experiencias regionales, como el caso del Bndes brasileño, y descartando las malas experiencias locales, como fue el caso del Banade (Scaletta, 2015a). Por lo tanto, el gobierno debería orientar el crédito hacia los sectores productivos estratégicos, que generan mayor valor agregado y/o de mano de obra intensiva, al mismo tiempo que financiar vía el tesoro nacional las obras de infraestructura necesarias para que la economía argentina sea más competitiva y emancipada. En este sentido, sería conveniente lograr el autoabastecimiento energético y aumentar el transporte de cargas por vía ferroviaria. No hablamos de devaluación, la mágica receta para generar competitividad y “desarrollo”. Ningún país en la historia de la humanidad ha pasado a pertenecer al club privilegiado de las naciones desarrolladas a través de un plan 7 económico basado en el ajuste y la devaluación monetaria. Entonces, ¿por qué el Fondo Monetario Internacional y las usinas de pensamiento económico ortodoxo insisten con la misma fórmula? Por lo pronto, resulta bastante sospechoso. Sería bueno analizar el discurso realizado por el Presidente Juan Domingo Perón ante la Cámara de Senadores de la República Argentina el 1 de mayo de 1954, en referencia a la necesidad de lograr la soberanía energética: […] El déficit de petróleo argentino ha sido un permanente factor negativo en la negociación de nuestras carnes, ya que Gran Bretaña, con todo derecho, solo nos vendía petróleo según su propia necesidad de carne. ¡Los negociadores británicos siempre han sabido que el pueblo inglés, como cualquier otro pueblo puede vivir sin carne! ¡Pero que ningún país puede desarrollarse sin petróleo! […] Cada cuatro dólares que gastamos en importaciones, uno debemos dedicarlo a la adquisición de combustibles. Preferiríamos gastarlo en la creación de nuestra industria pesada, centro de gravedad de nuestros planes industriales […] El gobierno ha llegado a la conclusión de que es necesario extraer rápidamente todo el petróleo de nuestro subsuelo, por cualquier medio que pueda ser conciliado con la Constitución que nosotros mismo propusimos a la aprobación del pueblo, y que nos asegura la propiedad del petróleo y su comercialización en el mercado interno o en el internacional […] La Nación Argentina emplea la mitad del valor de sus exportaciones para adquirir hierro y sus derivados, inclusive maquinarias, y para comprar los combustibles que tiene reservados en razón de un falso nacionalismo que no termino de entender […] ¡como no he comprendido jamás a los que se mueren de hambre con la caja fuerte llena de dinero! (Malgesini y Álvarez, 1983:7475). Los conceptos del General Perón hacen referencia al problema estructural de nuestro país: pasar del crecimiento al desarrollo económico. El déficit petrolero de principios de la década de 1950 atentaba contra el progreso industrial. Las naciones industrializadas pueden subsistir con escasez de carne vacuna pero no con falta de petróleo. Perón propone lograr el autoabastecimiento energético a través de un contrato de explotación con una empresa norteamericana. De esta forma, una vez alcanzado el objetico se liberarían los dólares utilizados para la importación de petróleo, y se emplearían para importar equipamiento y tecnología para la creación de la industria pesada. Aquí advertimos la clave del modelo económico peronista que pretende utilizar las divisas del Banco Central (el ahorro de la nación) para completar el desarrollo industrial. El propósito no era utilizar las reservas para pagar las importaciones de la mayoría de los productos industriales que no se fabricaban en el país, como lo hicieron todos los gobiernos liberales que le precedieron y le sucedieron. Muy por el contrario, el proyecto era crear la industria pesada para conseguir sustituir la mayor cantidad de manufacturas importadas. Los gobiernos liberales no pretenden terminar con la dependencia económica y financiera que tenemos con los países centrales. La ideología liberal agroexportadora siempre estará subordinada al neocolonialismo económico. Este modelo productivo para un país como Argentina, con más de 40 millones de habitantes y con una posición geopolítica periférica (analizaremos en el próximo apartado la importancia del status geopolítico en la economía), lo condena a constantes crisis económicas, financieras y sociales. 8 Encontramos un paralelismo entre la escasez de combustible que frena el desarrollo económico en la década de 1950 y la crisis del sector energético que ha sufrido Argentina en los últimos años. La reestatización de YPF en el año 2012 y la puesta en marcha de la explotación del yacimiento de combustible no convencional de Vaca Muerta en asociación con la empresa estadounidense Chevron, están en la misma senda desarrollista de la segunda presidencia del general Perón. En la actualidad, la economía mundial está sufriendo una crisis originada, principalmente, por problemas de demanda. Esto se ve reflejado en el escaso crecimiento del comercio mundial. Reparemos en el informe de la Unctad (Organización para el Comercio y el Desarrollo de las Naciones Unidas) transcripto por Zait (2015): […] El comercio internacional no se ha desacelerado o casi estancado a causa de mayores barreras al comercio o de problemas de la oferta, sino que su lento crecimiento es el resultado de la débil demanda mundial. No ha sido necesario establecer barreras de proteccionismo para blindar a las economías de la inundación de productos importados. El derrumbe del modelo financiero basado en las exportaciones lo hizo en la práctica. Esto demuestra que ya no se trata solo de una crisis financiera, sino que es una crisis estructural que involucra a toda la economía mundial. En ese contexto, señala que estimular las exportaciones mediante reducciones salariales y/o una “devaluación interna” sería inútil o incluso contraproducente, en especial si son varios socios comerciales los que persiguen esa estrategia al mismo tiempo. “La mejor manera de expandir el comercio mundial es mediante una sólida recuperación de la producción a nivel nacional impulsada por la demanda interna. El cambio estructural debe apelar a una nueva estrategia de crecimiento que favorezca el desarrollo interno y apele al factor más clave y central (y que es el más olvidado en las cumbres, debates y análisis de la situación actual), que es la creación de empleo”. El documento destaca que a diferencia del crecimiento impulsado por las exportaciones, las estrategias de demanda dirigidas pueden ser realizadas por todos los países al mismo tiempo y sin efectos de empobrecer al vecino. Si muchos países en desarrollo logran coordinadamente ampliar su demanda interna, sus economías podrían convertirse en los mercados de la otra y estimular el comercio regional. Por lo tanto, cambiar el enfoque de las estrategias de desarrollo de los mercados internos no significa minimizar la importancia del papel de las exportaciones. Indica que el fomento de la capacidad adquisitiva de la población es un elemento clave (Zait, 2015). En resumidas cuantas, la economía mundial necesita cambiar hacia un paradigma heterodoxo que fomente un aumento general de la demanda. No hay demanda si hay un fortalecimiento del mercado doméstico. Para que haya un mercado interno consolidado se necesita impulsar el pleno empleo y que los salarios no pierdan la capacidad de compra. Asimismo, el crédito y las inversiones deben estar direccionados hacia emprendimientos productivos. Si los Estados nacionales no coordinan con el sector privado políticas de crecimiento con inclusión social será muy difícil incrementar la demanda global y así aumentar sustancialmente el comercio mundial. El fortalecimiento del crecimiento endógeno de los países no solo beneficiará a sus residentes sino también a los socios comerciales. Pues, el apalancamiento del mercado interno beneficia tanto a las exportaciones como a las importaciones. Una vez logrado el incremento de los intercambios comerciales sería conveniente que los Estados nacionales y las 9 organizaciones supranacionales coordinen políticas para desarrollar un comercio que beneficie a todos los Estados intervinientes, evitando los desequilibrios de las balanzas comerciales. La geopolítica cuenta El crecimiento de la economía argentina a través de una matriz productiva poco diversificada desemboca siempre en el problema de la restricción externa. A ello hay que agregarle la dificultad para financiar el déficit de cuenta corriente, que impide seguir por la senda del crecimiento económico y transformarlo con inclusión social en desarrollo. La explicación de este inconveniente habría que orientarla, también, en la cuestión geopolítica. Ya que, Argentina no posee una posición de privilegio en la constelación del Poder internacional, como así sucede, por ejemplo, con otros países: Australia, Corea del Sur, Canadá. Scaletta (2014b) comenta: Un trabajo presentado recientemente en la Universidad Nacional de Moreno por los economistas Eduardo Crespo y Nicolás Bertholet, “El desarrollo económico de Argentina, Australia y Canadá a la luz del contexto internacional”, destaca que los últimos dos países pertenecen a la órbita anglosajona en general y al Commonwealth en particular. Hasta la Segunda Guerra fueron socios privilegiados del imperio británico y en el presente, un dato significativo más, son parte del sistema de seguridad planetaria liderado por Estados Unidos. “Este rol dentro del sistema interestatal, señalan los autores, les garantiza condiciones financieras y militares muy distintas a las que debe afrontar un país en la posición geopolítica de Argentina. Pertenecer tiene sus privilegios también en materia de desarrollo económico.” Las consecuencias económicas de esta pertenencia son especialmente comprensibles desde la perspectiva local: se trata de países que no tienen problemas de balanza de pagos. Australia, por ejemplo, tiene déficit de cuenta corriente desde la década del ’60. Solo tuvo un breve superávit de un trienio durante los ’70 y jamás tuvo problema para financiarlo. El caso de Canadá no es tan marcado, pero también tuvo largos períodos de déficit durante la etapa. Se trata de situaciones similares a las de Estados Unidos, con déficit externo permanente desde los ’80 o del Reino Unido también en déficit crónico desde entonces. Estos países pueden darse este lujo porque, en distinta medida, son emisores de moneda internacional y sus títulos de deuda se colocan fácilmente en los mercados, no precisamente por el estado de sus [variables económicas] “fundamentales” o sus instituciones, sino por su posición relativa en el escenario global. En concreto, en el ranking de monedas utilizadas como reservas internacionales por los bancos centrales de todo el mundo, el dólar canadiense ocupa el quinto lugar y el australiano el sexto. En cuanto a su uso en el comercio mundial, la moneda australiana ocupa el quinto lugar y la canadiense, el séptimo (Scaletta, 2014b). El cambio de la política económica de Corea del Sur que permitió el tránsito de una estructura productiva y exportadora de materias primas, a otra basada en la elaboración y exportación de bienes industriales, estuvo también acompañada por el contexto geopolítico de la Guerra Fría. Estados Unidos, luego de la Segunda Guerra Mundial consideró a Corea del Sur un importante aliado en contra de la expansión asiática del 10 comunismo. Por lo tanto, la nación coreana gracias a la ayuda de los estadounidenses pudo sortera la restricción externa y así lograr el desarrollo de la incipiente industria. Toussaint (2014) expresa: Entre 1945 y 1961, Corea no se endeudó ni recibió inversiones extranjeras […] En cambio, durante el mismo período, recibió en forma de donaciones de los Estados Unidos más de 3.100 millones de dólares […] El monto es considerable: es más del doble de lo que el trío Bélgica-Luxemburgo-Países Bajos recibió durante el Plan Marshall, un tercio más de lo que recibió Francia, un 10 % más que el Reino Unido. Las donaciones recibidas por Corea entre 1945 y 1961 son superiores al total de los préstamos otorgados por el Banco Mundial al conjunto de los países en desarrollo que han logrado su independencia (excluidas las colonias). A partir de 1962, Corea se endeudó, pero modestamente. Entre 1962 y 1966, las donaciones de los Estados Unidos constituían aún el 70 % del total de capitales ingresados al país, representando los préstamos el 28 % y las inversiones extranjeras el 2 %. Fue a partir de 1967 que los ingresos de capitales tomaron principalmente la forma de préstamos de bancos extranjeros, en su mayoría japoneses. Y las inversiones extranjeras no fueron importantes hasta finales de los años ochenta, cuando Corea ya había logrado su industrialización. No hay manera, entonces, de asociar a la reciente industrialización de Corea del Sur con un milagro. Las suculentas donaciones estadounidenses permitieron al país asiático disipar el inconveniente del déficit de cuenta corriente e iniciar un proceso de industrialización sin interrupciones. Posteriormente, los préstamos bancarios, las inversiones extranjeras directas, la apertura de los mercados a sus productos industrialestecnológicos y la “vista gorda” de las potencias occidentales a sus políticas comerciales restrictivas, posibilitaron continuar el círculo virtuoso del crecimiento industrial planificado estratégicamente por el Estado. Seguimos analizando la situación geopolítica y el nivel de desarrollo en el siguiente estudio: […] Siguiendo una reciente investigación de Daniel Schteingart y Diego Coatz publicada en el Boletín Informativo Techint N349: “¿Qué modelo de desarrollo para la Argentina?”. La pregunta supone indagar si efectivamente existe tal modelo cuando en realidad se trata de procesos fuertemente idiosincráticos signados por contextos geopolíticos […] El trabajo agrupa en un cuadro a 61 países que representan el 95 por ciento del PIB mundial en base a la combinación de dos factores principales: el contenido tecnológico de las exportaciones, en el eje vertical, y las capacidades de innovación tecnológica, en el eje horizontal. De la combinación surgen cuatro cuadrantes: al suroeste (SO) se encuentran los países no innovadores primarizados, entre los que se ubican los petroleros y, cerca de uno de los bordes, Argentina. Al noroeste (NO) los ensambladores, como Filipinas y México. Al sureste (SE) los innovadores en base a recursos naturales, como Australia, Noruega y Nueva Zelanda, y el noreste (NE) los innovadores industriales, como Alemania, Japón, Finlandia, Suecia y Estados Unidos. Luego, cuando estos mismos países se ordenan en función del Índice de Desarrollo Humano se encuentra que el paraíso debe buscarse en el este (E) […] [Un caso paradigmático fue] Corea del Sur, que partiendo del SO llegaron en pocas décadas bien al NE con una decidida planificación estatal y 11 una fuerte promoción industrial exportadora, que primero los llevó rápidamente al cuadrante NO, pero que sobre esta base adquirieron rápidamente capacidades de innovación tecnológica propia. Pero con un dato normalmente omitido; durante las dos largas décadas de su expansión industrialista más fuerte Corea del Sur registró déficit de cuenta corriente, un déficit que su situación geopolítica evitó se transforme en restricción externa. Aquí fue clave el rol asignado a la nación asiática en el contexto de la Guerra Fría. El caso australiano es similar. Si bien Australia se mantuvo siempre en el cuadrante SE, logró desplazarse significativamente hacia el E sobre la base del desarrollo de la complementariedad y el eslabonamiento con su sector primario y, en particular, a pesar de su constante déficit de cuenta corriente, situación que primero su pertenencia al Commonwealth y después al contexto geopolítico de la Guerra Fría le permitieron superar. China, en tanto, siguió una trayectoria similar a la de Corea del Sur, pero con un delay de 15 años y sumando la potencia negociadora con la inversión extranjera directa en su gigantesco mercado interno […] (Scaletta, 2015b). La ayuda financiera de los Estados Unidos no solo fue dirigida hacia Corea del Sur, sino también hacia Hong Kong, Taiwán y Singapur. Los cuatro países conforman el colectivo denominado “tigres asiáticos”. Todos comparten el eje geopolítico estadounidense: la lucha contra el comunismo. Tanto los Estados Unidos como Europa occidental y Japón han estimulado, en aquellas naciones, el desarrollo de un capitalismo industrial con fuerte participación del Estado. Los “tigres asiáticos” han regulado el tipo de cambio, han promovido el desarrollo de nuevas actividades industriales, han formado grandes empresa estatales, han restringido la fuga de capitales y han favorecido el compre nacional (De Santis, 2014). Las medidas económicas implementadas estaban en contra de las recetas globales impartidas por el FMI. Empero, en estos casos había algo más importante que el cambio de rumbo económico de algunos países periféricos, estaba en juego la supervivencia de la hegemonía capitalista ante la insistente amenaza del socialismo. La geopolítica es, entonces, un factor a tener en cuanta cuando estudiamos los procesos económicos. Si observamos como votaron algunos países en la Asamblea General de la ONU, ante el proyecto impulsado por el gobierno argentino que recomendaba una serie de principios básicos sobre los procesos de reestructuración de la deuda soberana, es posible comprobar la coherencia histórica y geopolítica de estos Estados. Estados Unidos, Inglaterra y Canadá votaron en contra. Mientras que Australia y Corea del Sur se abstuvieron. Recordamos que la propuesta nacional, aprobada por amplia mayoría, empodera a los Estados nacionales frente al asedio de los grandes fondos (buitres) de inversión que especulan sobre la deuda soberana de los países. El imperio del siglo XIX en manos de Inglaterra y el actual encabezado por los Estados Unidos, siguen marcando la agenda geopolítica y económica de sus países aliados. Gracias al status de imperio, los Estados Unidos pueden obtener grandes beneficios económicos y financieros. Por ejemplo, el dólar es la moneda más importante del mundo. Es utilizada como medio de pago, de ahorro, de reserva y de inversión a nivel planetario. Lo cual implica que los norteamericanos pueden financiar sus déficits fiscales y de balanza de pagos con gran facilidad: ya sea emitiendo deuda soberana a baja tasa de interés o expandiendo la base monetaria sin mayores peligros inflacionarios. Por lo tanto, 12 al no tener problemas de financiamiento, el gobierno puede orientar el crédito hacia las inversiones que puedan derivar en bienes y servicios innovadores y permanecer a la vanguardia de la industria y la tecnología a nivel mundial. Los desarrollos científicos y tecnológicos poseen así una gran cantidad de recursos financieros para fortalecer la primacía de los Estado Unidos en cuanto a las innovaciones y patentes que permiten ser exportadas hacia todo el mundo. Cuando la gente se pregunta ¿por qué Estados Unidos trata de inmiscuirse en los temas estratégicos de las naciones a lo largo y a lo ancho del planeta?, debiéramos responder por necesidad imperial. Si Estados Unidos dejaría de ejercer su poder imperial, a través de las armas, los medios masivos de comunicación, las embajadas, las corporaciones industriales y financieras, los organismos internacionales de crédito, perdería su posición hegemónica y disminuirían los privilegios económicos y financieros que le permiten vivir con bienestar. Por lo tanto, la única razón de seguir siendo imperio está relacionada con la supervivencia como potencia global. O sigue avanzando en todos los frentes u otro imperio lo reemplazará. Es una cuestión de vida o muerte en términos imperiales. Y si perece el imperio, con él mueren todos los privilegios y monopolios. Para decirlo de una forma coloquial: mientras sea un imperio, por ejemplo, puede vivir de prestado sin que la deuda sea un problema. Ya que tiene la máquina de hacer dinero y el dólar posee una aceptación planetaria. Es decir, tiene el monopolio de la fabricación del dinero de uso global. Aunque nuestro país no tenga una situación geopolítica de privilegio puede hacerla valer con los aliados comerciales estratégicos. Es más, ya lo está haciendo con la República Popular China a través de convenios bilaterales, de los cuales se destaca el intercambio de divisas (swaps de monedas) entre los dos bancos centrales. Como la argentina posee un intercambio deficitario de bienes y servicios con la República Popular China, el swaps de monedas le permitirá ahorrar reservas del Banco Central (dólares) en el comercio con dicho país. Por otra parte, es posible que una vez recibidos los yuanes del swap, sean cambiados por alguna moneda de reserva en los mercados donde ya cotizan. Por ejemplo, por yenes en el mercado de Tokio. Y así lograr engrosar con yenes (moneda convertible) las reservas del Banco Central. El mismo sistema de intercambio de divisas lo podría implementar Argentina con Brasil, su principal socio comercial, que también en este caso es deficitario. Es más, sería importante que los países miembros del UNASUR utilicen este instrumento financiero para el comercio intrarregional y así reforzar la soberanía nacional y regional frente a la dependencia y hegemonía del dólar estadounidense. La unión de América Latina debe utilizar el poder geopolítico para avanzar hacia políticas económicas y financieras concretas (swaps de divisas, Banco del Sur) que permitan desarrollar solidariamente a los países miembros. El subdesarrollo, entonces, no tiene nada que ver con asuntos culturales, ni está determinado por cuestiones geográficas (tamaño de la nación, cantidad de recursos naturales, número de habitantes), sino que está estrechamente vinculado a las políticas económicas implementadas y a la situación geopolítica en el contexto del mundo globalizado. Este factor está, en general, deliberadamente invisibilizado. Las ventajas y desventajas que derivan de la posición estratégica en la constelación de las naciones pueden ser clave para poder explicar el desarrollo de Unos y el subdesarrollo de Otros. 13 CONCLUSIONES Finalmente, debemos estudiar los problemas del subdesarrollo a partir de dos grandes modelos económicos. El neoliberal que promueve la inserción al mundo como un apéndice del mercado internacional, aprovechando las ventajas comparativas: utilización intensiva de la mano de obra barata manufacturara y/o la producción agro minera. En cambio, el modelo desarrollista propone la viabilidad de un proyecto nacional y soberano, basado en el fortalecimiento del mercado interno a través de la expansión industrial y el pleno empleo. Lo cual no significa estar aislado del mundo. Empero, la integración debe implementarse no solo por medio de las ventajas naturales competitivas sino también a través de productos industriales y tecnológicos. En concordancia con el modelo desarrollista Ferrer (2007) resalta la importancia del despliegue de los recursos naturales y financieros propios. Todas las fuerzas productivas y financieras de la nación (ya sean estatales, privadas o de composición mixta) deben estar subordinadas al proceso de desarrollo endógeno. “En definitiva, los países se construyen desde adentro hacia afuera, no a la inversa. Cada cual, tiene la globalización que se merece en virtud de la calidad de sus respuestas a los desafíos y oportunidades de la globalización. Argentina no es una excepción” (Ferrer, 2009:37). Aunque, coincidimos con Ferrer (2009) que los países se construyen desde adentro hacia afuera, nosotros remarcamos en este trabajo la importancia de la geopolítica imperial en el desarrollo de algunas naciones. Proporcionamos como ejemplo destacado el papel que desempeñó la Guerra Fría en la expansión industrial de los países del sudeste asiático. Por último, si el principal problema de la economía mundial actual está por el lado de la débil demanda, es imperioso que todas las naciones fortalezcan sus mercados internos. Es necesario avanzar, desde los Estados nacionales y las organizaciones supranacionales, hacia un nuevo paradigma económico. Pasar de una globalización de carácter imperial, dominante, hegemónica, a otra de talante solidaria que fortalezca a través de políticas económicas heterodoxas (expansión de la demanda) el desarrollo endógeno de los países. 14 BIBLIOGRAFÍA De Santis, G. 2014. Introducción a la economía Argentina. Universidad nacional Arturo Jauretche. Florencio Varela. págs. 35-36. Diamand, M. 1992. Productividad, competitividad y crecimiento industrial. En: CICLOS. Año II. Vol. II. N°3. 2° semestre de 1992. págs. 204 y 206. Ferrer, A. 2007. Globalización, desarrollo y densidad nacional. En: Vidal, G. y Guillén, A. (comp.). 2007. Repensar la teoría del desarrollo en un contexto de globalización. Homenaje a Celso Furtado. CLACSO. Buenos Aires. Ferrer, A. 2009. La densidad nacional en la historia. mimeo. pág. 37. La Nación. 4/5/1906. En: Panettieri, J. 1983. Devaluaciones de la moneda (1822-1935). Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. pág. 88. La Prensa. 30/3/1906. En: Panettieri, J. 1983. Devaluaciones de la moneda (1822-1935). Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. págs. 89-90. Malgesini, G. y Álvarez, N. 1983. El Estado y la economía, 1930-1955. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. págs. 74-75. Moreno, M.? 1825. (Citado por Prebish, R. Historia monetaria argentina. Anotaciones sobre nuestro circulante 1776-1885. En: Rapoport, M. (Comp.). 1990. Economía e Historia. Contribuciones a la historia de la economía argentina. Editorial Tesis. Buenos Aires). Panettieri, J. 1983. Devaluaciones de la moneda (1822-1935). Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. Scaletta, C. 2014a. “Fin de ciclo”. www.pagina12.com.ar. Scaletta, C. 2014b. “Geopolítica y desarrollo”. www.pagina12.com.ar. Scaletta, C. 2015a. “Parásitos del desarrollo”. www.pagina12.com.ar. Scaletta, C. 2015b. “El factor común”. www.pagina12.com.ar. Toussaint, E. 2014. Corea del Sur: el milagro desenmascarado. www.cadtm.otg. Zait, A 2015. “Si o hay empleo no hay demanda”. www.pagina12.com.ar. 15