Download El rol del Estado en los procesos de
Document related concepts
Transcript
Maestría en Economía Política con mención en Economía Argentina Tesis de Maestría “El rol del Estado en los procesos de concentración y centralización en la siderurgia argentina: El caso Siderar, 1993-2001” Alumno: Martín Astarita Director de tesis: Dr. Andrés Wainer Buenos Aires, julio de 2013 Agradecimientos Quisiera agradecer a una serie de personas que de distintas formas han contribuido a que esta investigación logre finalmente concretarse. Por supuesto, las menciones que siguen a continuación no implican compromiso alguno por los errores u omisiones, que son de entera responsabilidad del autor. A Andrés Wainer, mi director, quien supo en todo momento oficiar de guía, sabiendo trasmitir acertadamente sus consejos y sugerencias, sin que en ello se manifieste jamás el mínimo interés por imponer sus puntos de vista. Así, su acompañamiento permanente fue en paralelo a la más absoluta libertad para que en este trabajo queden reflejadas mis propias ideas. No menos importante ha sido su predisposición para leer los borradores tantas veces como fuera necesario. A Daniel Azpiazu, un agradecimiento especial y un sentido homenaje. Fue él quien en los inicios de esta empresa me dio una gran ayuda en la tarea de definir certeramente los objetivos y alcances de la investigación. Invalorables también han sido sus enseñanzas como docente. En mi condición de alumno, hago extensivo este agradecimiento a Eduardo Basualdo, y a todos los profesores de la maestría de FLACSO. A Victoria Basualdo, quien fue mi profesora durante el taller de tesis, y que con sus valiosos y numerosos aportes, permitió que esta investigación tome forma definitiva. Conversar con ella en distintos momentos de este trabajo, además, representó en mi un poderoso estímulo. A Martín Scalabrini Ortiz, por haberme asesorado en cuestiones técnicas propias del mundo siderúrgico. A Mariano Barrera, a Facundo Picabea, y a Juan Manuel Padín, que en distintas ocasiones, con charlas más o menos informales y discusiones más o menos acaloradas, me aportaron su conocimiento, su experiencia, sus ideas. A Francisco Márquez, Federico Arenoso, y Rodolfo Arbe, amigos que desde sus respectivas disciplinas contribuyeron a concretar este proyecto. A mis viejos y mis hermanos. Índice Introducción....................................................................................................................................1 Presentación de Siderar ..................................................................................................................7 Estructura de la investigación.........................................................................................................9 Capítulo 1. ¿Cómo estudiar una empresa?.......................................................................................11 1.1. El enfoque neoclásico .......................................................................................................12 1.2. El enfoque neoinstitucionalista..............................................................................................16 1.3. El enfoque heterodoxo ..........................................................................................................23 Capítulo 2. Dos visiones contrapuestas sobre el régimen de convertibilidad..................................29 2.1. La fórmula de la ortodoxia neoliberal: menos Estado y más mercado..................................29 2.2. Una interpretación heterodoxa .............................................................................................32 Capítulo 3. Notas sobre el desarrollo de la industria siderúrgica.....................................................42 3.1. La revolución industrial y la hegemonía británica decimonónica..........................................42 3.2. La era del acero y del gran capital .........................................................................................44 3.3. La crisis de los años setenta...................................................................................................47 3.4. La siderurgia en los años noventa..........................................................................................49 Capítulo 4. Las reformas estructurales en el mercado siderúrgico argentino..................................55 4.1. El proceso de desestatización y el nacimiento de Siderar .....................................................56 4.1.1. El momento pre-privatización.............................................................................................56 4.1.2. La privatización de SOMISA ................................................................................................59 4.2. El marco institucional y regulatorio del mercado siderúrgico ...............................................66 4.2.1. El Estado como eje ordenador de la actividad....................................................................66 4.2.2. La apertura y la desregulación del sector en los años noventa..........................................67 4.3. El desempeño del sector siderúrgico argentino en los años noventa ...................................73 4.3.1. Los ochenta, ¿La década perdida? .....................................................................................73 4.3.2. La etapa 1993-2001 ............................................................................................................75 Capítulo 5. Las estrategias de Siderar...............................................................................................79 II 5.1. Hacia la especialización..........................................................................................................79 5.2. El mercado interno como preludio hacia el mercado mundial..............................................86 5.3. La absorción de empresas en el mercado local .....................................................................91 5.4. La internacionalización productiva ........................................................................................99 Síntesis y reflexiones finales ...........................................................................................................106 Anexo. Las características del proceso productivo de la siderurgia ...............................................115 Bibliografía ......................................................................................................................................120 Libros y revistas...........................................................................................................................120 Documentos consultados............................................................................................................125 Artículos en diarios .....................................................................................................................125 III Índice de cuadros y gráficos Cuadro 1 - Utilización de convertidor a oxígeno, horno eléctrico y otros, por región, 1991 y 2000 (en porcentajes) ..........................................................................................................................................52 Cuadro 2- Composición empresaria de la oferta siderúrgica, 1990 .....................................................57 Cuadro 3 - Composición empresaria de la oferta siderúrgica, 1994 ....................................................65 Cuadro 4 - Niveles de protección nominal y efectiva, en Hierro y Acero, y promedio general de la economía argentina, en 1990 y 1995 (en porcentajes) ........................................................................68 Cuadro 5 - Denuncias por competencia desleal: Dumping y subvenciones, 1992-1994 (en valores absolutos y en porcentajes)..................................................................................................................69 Cuadro 6 - Importaciones investigadas por Dumping y por subvenciones, según sector industrial, 1992 y 1993 (en dólares estadounidenses y en porcentajes). .............................................................70 Cuadro 7 - Medidas antidumping, impulsadas por denuncias de Siderar, 1998-2001.........................71 Cuadro 8 - Tasa de crecimiento anual de la producción siderúrgica, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes) ..................................................................................................................................76 Cuadro 9 - Consumo Aparente de producto terminado, 1992-2001 (en miles de toneladas).............76 Cuadro 10 - Producción de Aceros Paraná, según tipo de productos, diciembre de 1991-junio de 1992 (en valores absolutos y porcentajes) ...........................................................................................80 Cuadro 11 - Producción de Siderar, según tipo de producto, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes). Ejercicios cerrados al 30/06 de cada año .......................................................................80 Cuadro 12 - Producción siderúrgica, según tipo de producto, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes) ..........................................................................................................................................82 Cuadro 13 - Inversiones de Siderar, 1993-2001 (en millones de dólares y en porcentajes) ................84 Cuadro 14 - Producción siderúrgica, consumo aparente, nivel de actividad económica, y despachos de Siderar, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes) ........................................................87 Cuadro 15 - Rentabilidad de Siderar. Utilidad neta/ventas y posición de Siderar dentro de las 200 empresas de mayor facturación, 1993-2001 (en millones de dólares y en porcentajes).....................89 Cuadro 16– Rentabilidad (utilidades/ventas) de empresas siderúrgicas y del promedio de la cúpula industrial y empresarial, 1994-1997 y 1998-2001 ................................................................................90 Cuadro 17 - Evolución del nivel de precios de la chapa laminada en Frío Full Hard, vendida por Siderar a COMESI y a OSTRILLON, 1994-1998 (base 100=diciembre de 1994) ....................................94 Cuadro 18 - Evolución del nivel de precios de la venta del producto final galvanizado por parte de Siderar, 1994-1998 (Base 100=diciembre 1994)...................................................................................95 IV Cuadro 19 -Diferencia entre el precio de venta del producto final por parte de Siderar a diversos clientes y el insumo a COMESI y a OSTRILION ......................................................................................96 Cuadro 20 - Compras de laminados en frío Full-Hard por parte de COMESI, 1995-1997 (por cuatrimestre, en toneladas y en porcentajes) ......................................................................................96 Cuadro 21 - Incidencia de las importaciones en la oferta siderúrgica local de laminados en caliente, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes)...........................................................................98 Cuadro 22 - Incidencia de las importaciones en la oferta siderúrgica local de laminados en frío, 19932001 (en miles de toneladas y en porcentajes) ....................................................................................98 Gráfico 1 - Inversiones por empresa, 1993-2001 (en millones de dólares)..........................................83 Gráfico 2 - Destino de la producción de Siderar: mercado interno y exportaciones, 1993-2001 (en porcentajes). .........................................................................................................................................88 V Introducción “Contar la historia de la gran empresa sin aludir al Estado es como contar la historia de Hamlet sin el príncipe, o al menos sin la reina” (McCraw, 1997: 67). El presente trabajo se propone investigar la trayectoria de la empresa siderúrgica Siderar S.A. (en adelante Siderar), perteneciente al Grupo Techint y que se especializa en la producción de aceros planos, en el período 1993-2001. La etapa a considerar se inicia con el nacimiento mismo de la firma, tras la privatización de la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (en adelante SOMISA), y llega hasta el fin del régimen de convertibilidad, en enero de 2002. Aún con posturas ideológicas diametralmente opuestas, existe un extendido consenso en torno a que la década de 1990 en la Argentina constituye un período de importantes transformaciones estructurales, tanto en el plano económico, como político y social1. De conjunto, dichas transformaciones, inspiradas en el paradigma neoliberal condensado en el Consenso de Washington, tuvieron como sello distintivo la redefinición de las fronteras entre el Estado y el mercado (Oszlak, 1994), con un manifiesto predominio a favor de este último como procurador de las necesidades sociales. Si bien la última dictadura militar (1976-1983) había llevado adelante de manera incipiente reformas de esta naturaleza (apertura económica, privatización periférica de activos públicos, liberalización financiera, entre otras), fue recién durante el gobierno de Carlos Menem (1989-1999), en base al triunfo electoral y al consenso social obtenido luego de las traumáticas experiencias hiperinflacionarias de fines de los ochenta y principios de los noventa, en el que estas tendencias cobran un impulso decisivo.En un plazo relativamente breve, la administración menemista llevó adelante un ambicioso programa de reformas cuyos componentes centrales fueron las privatizaciones de empresas públicas, la apertura económica y la desregulación de diversos mercados. Entre quienes defendieron estas transformaciones, el por entonces ministro de economía, Domingo Cavallo, señalaba: “Quiero explicar qué es la convertibilidad. Porque lo que inició en 1991 no fue un cambio más de política económica. Se trató de un cambio de organización económica, de reglas de juego, casi un cambio de sistema” (citado en Bonnet, 2008). En forma similiar, Gerchunoff y Llach sostienen: “Los cambios operados en el Estado y la apertura comercial y de capitales fueron los pilares de lo que resultó ser una de las mayores mutaciones del capitalismo argentino en todo el siglo” (1998:446). Desde una visión crítica, por su parte, Azpiazu y Schorr (2010:140) sostienen que con “(…) Menem se puso en marcha un vasto y acelerado programa de reformas estructurales, sin dudas uno de los más intensos y drásticos de los aplicados en la región”. 1 1 El proceso privatizador, plasmado en sus lineamientos generales en la ley de Reforma del Estado de 1989 (Nº 23.696), ha sido destacado tanto por su alcance como por el ritmo con el que fue implementado (Banco Mundial, 1996). En efecto, en los primeros años de la década de 1990 fueron vendidos al capital privado una gran cantidad de activos públicos ubicados en distintas áreas estratégicas de la economía: compañías petroleras, siderúrgicas y petroquímicas; generación, transmisión y distribución de energía eléctrica; transporte y distribución de gas natural; infraestructura vial (rutas nacionales y redes de acceso a las grandes ciudades); el servicio postal; el sistema nacional de aeropuertos; los ferrocarriles de pasajeros y de carga; el servicio de telefonía; las terminales portuarias; el sistema de agua y saneamiento, entre otras (Azpiazu y Shorr, 2004). La desregulación fue otro de los componentes centrales de las reformas en este período. La sanción en 1989 de la ley de Emergencia Económica (Nº 23.697) significó la suspensión de la mayor parte de los regímenes de promoción industrial, regional y de exportaciones, y de los beneficios a la producción local derivados del “compre nacional” por parte del Estado. Esta orientación fue profundizada con la sanción, dos años más tarde, del decreto de desregulación (Nº 2.284/91), por medio del cual se derogaron regímenes de promoción industrial, regulaciones al comercio interior y exterior, intervenciones y controles de precios, entre otros aspectos importantes (Azpiazu, 1999). El tercer componente de estas modificaciones estructurales se vincula con la apertura económica, política que había sido iniciada por la dictadura militar, pero que bajo el gobierno menemista alcanzó una mayor intensidad y profundidad y, al igual que en el caso del proceso privatizador, se caracterizó por su celeridad. Al respecto, entre 1989 y 1991 el arancel promedio de la economía argentina descendió de 26,5% a 11,7% (Azpiazu, 1995). Esta tríada de reformas estructurales fue complementada en 1991 con la sanción de la ley de Convertibilidad (Nº 23.928), mediante la cual se estableció la paridad de la moneda local con el dólar. Aunque su objetivo inmediato fue la estabilización de precios y la lucha antiinflacionaria, su aplicación tuvo una lógica similar a la subyacente en las reformas estructurales antes mencionadas, en el sentido de haber redefinido el rol del Estado. En efecto, al anclar por ley el valor del peso argentino, quedó vedado todo tipo de intervención estatal en el mercado cambiario, o lo que es lo mismo, fue anulada en la práctica la política cambiaria y también la monetaria, ya que la emisión estaba atada a la variación de las reservas. 2 En resumidas cuentas, el período durante el cual rigió la convertibilidad estuvo signado por la modificación o supresión de diversas modalidades de intervención estatal en la economía, que habían sido características centrales del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI). Así, pues, el paquete de medidas de reestructuración llevado adelante por la administración Menem significó un cambio trascendental en el contexto operativo en el que se habían desempeñado históricamente las empresas en la Argentina. El tradicional esquema de economía cerrada, con profusas regulaciones y una activa participación de las empresas públicas, dejó paso, en muy poco tiempo, a una economía mayormente desregulada, abierta e integrada a los flujos del comercio mundial, y con una ínfima tenencia de activos en manos del Estado. En términos agregados, el nuevo contexto macroeconómico trajo aparejadas consecuencias sumamente negativas para el grueso de las firmas industriales, profundizándose de tal forma la tendencia que se había iniciado a mediados de los años setenta hacia la desindustrialización del país. Al respecto, tanto en los tiempos de bonanza de la economía argentina (en los primeros años de la década), como a partir de la crisis iniciada en 1998, el desempeño del sector industrial fue inferior al registrado para el conjunto de las actividades económicas. Así, entre 1989 y 2001, el coeficiente de industrialización del país, que mide la participación de la industria en el PBI global, descendió del 18,8% al 15,3% (Azpiazu y Shorr, 2010). En estrecha asociación con el punto anterior, se verifica en el transcurso de los años noventa la consolidación de un tejido industrial cuyo núcleo más dinámico aparece ligado con la explotación de los recursos naturales y, en general, con bienes de escaso valor agregado. Ello redundó en una tendencia hacia la reprimarización de la economía argentina (Basualdo, 2006a). Otro aspecto a tener en cuenta respecto del sector industrial se vincula con el proceso de extranjerización que se registra durante la etapa en cuestión. Mientras que en 1991 los distintos tipos de empresas extranjeras que actuaban en el sector explicaban en forma conjunta el 44% de la facturación agregada de la elite manufacturera (conformada por un total de 100 empresas), en 2001 dicho porcentaje había ascendido a casi el 80%. Como contracara de este proceso, se observa una pérdida significativa de la gravitación ejercida por las empresas de origen nacional, que pasaron del 32,1% al 20,8% (Azpiazu y Schorr, 2010). 3 Un último aspecto a destacar de la evolución del sector industrial reside en la profundización de los fenómenos de la concentración y centralización del capital. Ambas tendencias, manifiestas en la economía e industria argentinas en forma creciente desde mediados de los años setenta, se ven acentuadas durante los noventa y generan como resultado una gran heterogeneidad en el mundo fabril, pues un extendido universo de empresas industriales perdedoras (con cierres de establecimientos como modalidad principal de expresión) convivirá con un reducido grupo de empresas ganadoras (Basualdo, 2000). A pesar de este contexto desfavorable, tanto para la industria en términos agregados como en particular para los capitales de origen nacional, Siderar ha ostentado un desempeño sumamente positivo durante este período, expresado no sólo en la adquisición de una posición dominante en el mercado siderúrgico argentino, sino también en su creciente inserción en el mercado internacional. Tal desempeño llama la atención, además, en virtud de que fue alcanzado en un sector, el siderúrgico, en el que la Argentina, al no poseer recursos naturales relevantes como el hierro o el carbón, no cuenta con “ventajas estáticas”. Esta investigación tiene como objetivo indagar en las causas que operaron para que Siderar alcance este desempeño positivo y diferencial. Una primera explicación podría obedecer, en principio, a cuestiones de eficiencia microeconómica de la empresa. Investigaciones de esta naturaleza, ya no referidas exclusivamente a Siderar, han proliferado en el último tiempo en la Argentina2. El presupuesto subyacente en muchos de estos estudios reside en la admisión -explícita o no- de que las reformas “pro-mercado” de los años noventa han instaurado un marco operativo homogéneo para el conjunto de las empresas. Por fuerza, entonces, deben ser factores individuales (capacidad de innovación, eficiente organización administrativa, facilidad de adaptación ante el nuevo contexto) los determinantes de trayectorias diferenciales. Una explicación alternativa sobre la buena performance de Siderar, que será la adoptada en esta investigación, consiste en tomar como punto de partida a la empresa en su carácter capitalista, sujeta, por tanto, a las tendencias propias de acumulación que emanan de dicho sistema. Dichas tendencias son justamente las que en su desenvolvimiento fijan las condiciones Véase al respecto, los estudios de Omar Toulan (1997), Bernardo Kosacoff et al (2007), Claudio Castro (2007) y Alejandro Artopoulos (2006). Otros dos trabajos en los que las cuestiones micro adquieren vital importancia son los de Jorge Katz (2008) y Andrés López (2006), si bien en estos casos dichas cuestiones aparecen interrelacionadas con los factores macro. 2 4 de diferenciación entre las firmas. En concreto, la dinámica propia de la competencia entre capitales genera los procesos de concentración y centralización, y con ello, la heterogeneidad en el mundo empresarial. Ahora bien, estas tendencias, aunque inherentes a la acumulación capitalista, no operan en forma mecánica. Los modos en que se expresan, la intensidad y los ritmos que adquieren, varían de acuerdo con cada contexto histórico, y con la orientación general de las políticas públicas adoptadas. En tal sentido, la hipótesis central que guiará este trabajo es que el Estado argentino, mediante políticas públicas específicas y, más en general, con la adopción del modelo económico implementado en los años noventa, ha cumplido un rol fundamental en la aceleración de los procesos de concentración y centralización del capital que están en la base de la posición de privilegio obtenida por Siderar dentro del mercado siderúrgico. Este planteo supone, en consecuencia, desestimar la supuesta homogeneidad en el entorno macroeconómico en el que compitieron las empresas una vez implementadas las reformas “promercado”. A su vez, el desentrañamiento de las formas concretas asumidas por la dinámica de acumulación capitalista durante el período en cuestión implica también estudiar las características propias de la rama siderúrgica en la que se desenvuelve Siderar. En tal sentido, se podrá observar que, por sus configuraciones técnicas y productivas, la siderurgia posee una tendencia intrínseca hacia la concentración y centralización, y por tanto, a la emergencia de grandes firmas. Finalmente, la asunción de esta perspectiva metodológica no significa desconocer la influencia que pueden haber tenido factores “micro” en la buena performance de Siderar, sino más bien en integrarlos en una visión analítica más amplia, en la que quede establecido un determinado orden de prioridad en la pluralidad de aspectos que caracteriza a una realidad siempre compleja. En definitiva, de lo que se trata en toda investigación, siguiendo a E.h. Carr, es de “establecer cierta jerarquía causal capaz de fijar las relaciones entre unas y otras” (2010: 155). Como ejemplo de lo dicho hasta aquí respecto de la estrategia metodológica que se adotará en esta investigación, interesa hacer referencia a algunos trabajos sobre Siderar o sobre 5 el Grupo Techint en los que se privilegia una visión “micro”. Al respecto, Omar Toulan (1997) enfatiza en las capacidades de gestión (management) de Siderar para explicar la internacionalización creciente de la empresa durante la década de 1990. Claudio Castro (2007), por su parte, atribuye la performance positiva de Techint durante la ISI a cuestiones de eficiencia y a la capacidad de adaptación del Grupo ante determinados cambios en el contexto marcoeconómico. Alejandro Artopoulos (2006), asimismo, al analizar la evolución de Tenaris (perteneciente al Grupo Techint) en el período 1976-1993, destaca que el éxito de esta empresa se debe al desarrollo de capacidades distintivas propias de la sociedad del conocimiento, como por ejemplo, la adopción de estructuras corporativas flexibles. Como fuera mencionado, desde la perspectiva analítica adoptada en esta investigación el desempeño empresarial no puede ser comprendido meramente desde un enfoque microeconómico. El contexto sectorial y macroeconómico, y la relación con el Estado, entre otras, resultan variables que necesariamente deben considerarse para comprender la trayectoria económica de una determinada empresa. En función de esta línea interpretativa, y aunque no constituyan estudios de empresa en sentido estricto, en esta investigación se tomarán en cuenta, entre otras, las importantes contribuciones que significaron los estudios sobre el sector siderúrgico argentino realizados por Bisang y Chidiak (1995), y por Azpiazu, Basualdo y Kulfas (2007). Asimismo, en el aspecto metodológico referido estrictamente al modo en que se debe estudiar la trayectoria de una empresa en particular, se ha tomado como referencia el estudio de Schorr y Wainer (2006). Esta investigación pretende constituirse en un aporte para la reflexión acerca de las potencialidades y las limitaciones del desarrollo capitalista en nuestro país. La adopción del enfoque teórico-metodológico explicitado líneas arriba permitirá abordar dicha temática desde tres ejes distintos aunque vinculados entre sí. El primero de ellos, ya mencionado, se vincula con la indagación de la naturaleza de la competitividad de una empresa, Siderar, que ha logrado constituirse en una de las firmas más grandes del país, ejerciendo un nítido liderazgo dentro del sector siderúrgico nacional y con inserción a escala internacional. Estudiar las razones de su éxito, entonces, puede ofrecer valiosas conclusiones sobre la factibilidad de que otros capitales de origen local logren replicar una trayectoria semejante. El segundo eje pondrá luz sobre la naturaleza y las implicancias de las políticas públicas implementadas durante la década de 1990. El análisis concreto del programa privatizador, de la desregulación económica y de la apertura comercial servirá como evidencia para precisar la lógica de actuación de un Estado que, según el 6 paradigma neoliberal reinante en aquella época, debía restringir al mínimo sus funciones, al menos en el plano económico. El tercer eje, finalmente, invita a reflexionar explícitamente sobre la naturaleza de las relaciones entre Estado y empresas, cuestión central para un país en desarrollo como el nuestro en el que los capitales de origen local suelen precisar del empuje estatal para poder despegar o sobrevivir. Presentación de Siderar Siderar, hoy en día Ternium3, es una empresa siderúrgica perteneciente al Grupo Techint, fundada en 1993 y que se especializa en la producción de aceros planos. En su breve existencia, la firma se ha expandido hasta convertirse en la principal empresa siderúrgica del país, ostentando una posición dominante en el mercado local e incursionando también, con una presencia cada vez más importante, en mercados externos, sea a través de sus exportaciones o con la internacionalización de sus procesos productivos. Desde su nacimiento, la historia de Siderar ha estado vinculada estrechamente con el accionar estatal. Su origen mismo es el resultado de la privatización de SOMISA, en septiembre de 1992. Cabe recordar que para aquél entonces, el gobierno menemista había decidido crear Aceros Paraná con el objetivo de sanear las cuentas de la ex SOMISA y tornar su venta más atractiva para el capital privado. Un consorcio encabezado por Propulsora Siderúrgica (del Grupo Techint) ganó la licitación y se hizo adjudicatario de la compañía estatal. Un año más tarde, en 1993, se produjo una fusión entre Aceros Paraná, Propulsora Siderúrgica y otras empresas menores del Grupo Techint, que dio como resultado el nacimiento de Siderar. La privatización de SOMISA, junto a la de Altos Hornos Zapla, concretada también en 1992, determinará importantes cambios en la configuración del mercado siderúrgico argentino, entre los cuales se destacan los elevados niveles de concentración y centralización del capital. En efecto, a partir de ese momento el mercado siderúrgico argentino quedará segmentado en tres sectores, con una clara hegemonía por parte de una sola empresa en cada uno de ellos: Siderar en los productos planos, Siderca (también del Grupo Techint) en los tubos sin costura, y Acindar en los no planos. 3En octubre de 2005 Siderar se fusionó con otras dos empresas siderúrgicas, Hylsa de México y Sidor de Venezuela, dando origen a Ternium (también perteneciente al Grupo Techint). En la actualidad, la casa matriz se ubica en Luxemburgo. 7 En el transcurso de los años noventa, los procesos de concentración y centralización del capital se intensificarán, en buena medida motorizados por las políticas públicas adoptadas (Basualdo, 2000). Siderar será no solo un activo protagonista de dichos procesos sino también uno de sus principales beneficiarios. Al respecto, en 1997, absorbió a uno de sus competidores en el mercado local, COMESI, una empresa productora de metales comunes. Ese mismo año, además, logró internacionalizar sus procesos productivos a partir de la compra de una empresa estatal venezolana, Sidor. Por último, hacia finales de la década, en un contexto recesivo de la economía argentina, Siderar encontró en sus exportaciones una salida contracíclica a su producción, morigerando los efectos negativos de la depresión del mercado interno. Además de las características salientes del modelo de acumulación y las políticas públicas adoptadas, otra dimensión a tener en cuenta en nuestro estudio será la pertenencia de Siderar al Grupo Techint. Escapa a los límites de esta investigación indagar en detalle en la evolución del Grupo desde sus inicios (a fines de los años cuarenta) hasta el presente. Aquí interesa fundamentalmente destacar, por un lado, que a lo largo de su historia ha sido beneficiado sistemáticamente por el Estado para lograr constituirse en la actualidad en uno de los mayores grupos empresarios del país, y por otro, que la performance de Siderar se encuentra íntimamente condicionada por la estrategia de crecimiento adoptada por el Grupo. Al respecto, durante los años noventa, Techint tuvo como uno de sus lineamientos centrales para expandirse la participación en el proceso de privatizaciones. Así, la incursión en el mercado siderúrgico con la compra de SOMISA no resultó una excepción en el ámbito doméstico. El Grupo se involucró en telefonía básica, en transporte de cargas ferroviario, en las concesiones de rutas por peaje, y en el sector energético (petróleo, gas y energía eléctrica) (Basualdo, 2000; Manzetti, 1999). Cabe destacar que estas adquisiciones significaron para Techint una expansión y consolidación de sus posiciones en la economía real argentina, y la obtención de una fenomenal masa de recursos, ante todo, pues, porque durante los años ’90 las empresas privatizadas estuvieron mayoritariamente entre las de más alto nivel de rentabilidad de toda la economía (Basualdo, 2006b). En el caso específico de Siderar, deben considerarse las ventajas obtenidas por la integración vertical alcanzada por el Grupo en un rubro tan sensible para la siderurgia como es el de la provisión de energía eléctrica y de gas. Del mismo modo, la internacionalización de Siderar hacia finales de los años noventa, peculiar en el mercado de su especialización (productos planos), también puede ser 8 comprendida teniendo en cuenta la estrategia de crecimiento adoptada por Techint, pues la expansión en el exterior constituye uno de los rasgos distintivos del Grupo. En efecto, tras adquitir experiencia en el proceso de privatizaciones acaecido en la Argentina en los inicios de la década de 1990, Techint decidió incursionar en la compra de activos estatales en otros países latinoamericanos, que no se circunscribieron exclusivamente al mercado siderúrgico. Estructura de la investigación Además de esta introducción, la presente investigación se compone de cinco capítulos, y una última sección con síntesis y reflexiones finales. El primer capítulo está dedicado a indagar en detalle las cuestiones teórico-metodológicas más importantes para el estudio de una empresa. Para ello, se discutirán críticamente tres enfoques: el neoclásico, el neoinstitucionalista, y el heterodoxo. El segundo capítulo estudia el marco operativo y el contexto macroeconómico en el cual se da el desarrollo de Siderar. Básicamente, se trata de indagar en las causas, la naturaleza y las implicancias de las reformas estructurales “pro-mercado” que caracterizaron a la década de 1990 en la Argentina. Para ello, se realizará una contraposición entre las visiones ortodoxa y heterodoxa. El tercer capítulo se encarga de analizar las implicancias de ciertas características de la producción del acero en la dinámica asumida por el sector a nivel mundial, especialmente, en lo referente a las innovaciones tecnológicas, al tipo y naturaleza de empresas predominantes, y a los niveles de competencia vigentes en el mercado siderúrgico. El objetivo es poner de relieve la incidencia de los factores “técnicos” en la emergencia de los fenómenos de la concentración y centralización del capital. Los dos últimos capítulos están dedicados a estudiar en concreto la trayectoria de Siderar en la década de 1990. En el capítulo 4, se pone especial énfasis en vincular su evolución con las principales políticas públicas implementadas en el sector siderúrgico durante este período. Se analiza, por un lado, la privatización de SOMISA, que dio origen a Siderar, y por otro, las principales regulaciones estatales sobre la actividad sectorial, incluidas las que pesan sobre el comercio exterior, pues serán fundamentales para determinar el entorno macroeconómico en el que se insertará la empresa. A lo largo de este capítulo, la indagación sobre la performance de la empresa se hace en forma integrada junto con la marcha del sector siderúrgico argentino. 9 En el capítulo 5, asimismo, se estudian las estrategias implementadas por Siderar durante los años noventa, que le permitieron, expandirse no solo a nivel local sino también a nivel internacional. En base al enfoque teórico adoptado en esta investigación, se evidenciará la estrecha vinculación entre las políticas públicas adoptadas, la evolución del sector siderúrgico, y las estrategias adoptadas por Siderar. En la última sección se ofrece una síntesis y unas reflexiones finales que surgen de la investigación efectuada y se delinean nuevos interrogantes que surgen a partir de ella. Además de los mencionados capítulos, se adjunta un anexo con consideraciones técnicas del proceso siderúrgico. 10 Capítulo 1. ¿Cómo estudiar una empresa? En este capítulo se analizarán críticamente tres enfoques teóricos: el neoclásico, el neoinstitucionalista, y el heterodoxo, con el objetivo de responder un interrogante surgido en los inicios de esta investigación: ¿Cómo estudiar una empresa? Una posible respuesta, acaso la más inmediata, se desprende luego de una somera revisión bibliográfica de la literatura especializada actual, en la que se constata que existe una disciplina científica, la historia de empresa, que toma precisamente a la empresa como unidad de análisis, y que se inscribe en forma predominante dentro de la corriente teórica conocida como neoinstitucionalismo. Unas pocas referencias históricas permiten, sin embargo, demostrar que la hegemonía neoinstitucionalista en este campo de estudio es un producto relativamente reciente. En efecto, los orígenes de la historia de empresa como disciplina científica se remontan a la década de 19204, y hasta los años setenta estuvo centrada en estudios de casos meramente descriptivos, sin teoría económica que la sustente5. Su desarrollo exigía la incorporación de un armazón teórico que le permitiera superar las insuficiencias de una visión en exceso empirista. Ese armazón teórico es el que proveerá en los años setenta el neoinstitucionalismo, enfoque que en aquel momento estaba en su apogeo. Esto prueba que no existe un vínculo natural ni necesario de esta corriente con la historia de empresa; en todo caso, el neoinstitucionalismo ha vigorizado y consolidado a esta disciplina. Conviene entonces indagar en las razones epistemológicas para que así haya ocurrido. Previo a ello, en la próxima sección se analizarán las causas por las cuales el paradigma neoclásico no podía servir de guía teórica a la historia de empresa. Luego, se estudiarán los aportes del neoinstitucionalismo al desarrollo de esta disciplina, así como sus insuficiencias. 4 Fraile (1993) sostiene que en esa fecha puede ubicarse el nacimiento de la disciplina en el plano académico, aunque sus raíces se remontan al siglo XIX. El autor identifica dos escuelas de pensamiento como antecedentes de la disciplina: una, la tradición “anti-empresa” de los historiadores económicos de Inglaterra y Estados Unidos (como John Hobson y Thorstein Veblen); y la otra, la escuela histórica alemana. 5 Donald Coleman mencionaba en tono crítico por aquél entonces: “Las historias individuales de empresas son a la Historia Económica de la empresa lo que las biografías son a la Historia Económica” (Coleman, 1987; citado en Fraile, 1993). 11 Finalmente, se expondrán los lineamientos centrales del enfoque heterodoxo, que será el adoptado para el estudio de Siderar. 1.1. El enfoque neoclásico Ante la diversidad de posturas que conviven dentro del enfoque neoclásico, aquí se tomará como referencia de esta corriente algunos textos básicos de microeconomía, tales como “Análisis micro-económico”, y “Microeconomía Intermedia”, ambos de Hal Varian (1992 y 1999, respectivamente); y “Microeconomics”, de Robert Pindyck y Daniel L. Rubinfeld (2000). El punto de partida para comprender la naturaleza analítica del enfoque neoclásico sobre las firmas es la noción de competencia perfecta. Con ella se hace referencia a un escenario caracterizado por la presencia de un conjunto de empresas que compiten entre sí asumiendo los precios y el estado de la técnica como dados (no pueden modificarse), por lo que cada una de ellas tiene como tarea, meramente, decidir aquél volumen de producción que maximice sus ganancias, aplicando con tal fin los factores de producción disponibles. Para que el comportamiento de las empresas sea “precio aceptante”, se requieren tres condiciones que -según los neoclásicos- se satisfacen en condiciones de competencia perfecta. La primera de ellas se relaciona con el tamaño de cada firma, que se supone infinitesimal en relación con el mercado total en el cual se inserta. En otros términos, la contribución de cada firma en la oferta global debe ser insuficiente como para influir en la determinación de los precios. La segunda condición es que las numerosas empresas que coexisten en dicho mercado fabriquen un producto idéntico. La tercera condición es que las firmas cuenten con información completa y veraz. Cumplidas estas tres condiciones, la conducta de las firmas será precio aceptante: “(…) el precio ya viene dado, y lo único que hay que decidir es la cantidad a producir” (Varian, 1999: 386). Cada empresa tiene que decidir el volumen de producción y la forma de alcanzarlo, esto es, cómo combinar los factores de producción: trabajo y capital. Aún antes de conocer estas decisiones, se puede adelantar que el resultado de las mismas será satisfactorio, pues en la visión neoclásica los mercados se encuentran en equilibrio, es decir, toda oferta es absorbida por su correspondiente demanda. 12 El mecanismo para que así ocurra consiste en que la curva de demanda presenta una pendiente negativa (el concepto de utilidad marginal asocia mayores cantidades consumidas con una disminución en los precios), mientras que la curva de oferta tiene una pendiente positiva (la productividad marginal vincula mayores cantidades ofrecidas con suba de precios). Se entiende, entonces, que el nivel de equilibrio será aquél en el que la productividad marginal se iguale a la utilidad marginal. En este esquema, el concepto de utilidad marginal es clave, no sólo porque explica los determinantes de la demanda, sino también porque sobre él se asienta una teoría subjetiva del valor (y de determinación del precio) con implicancias en la esfera de la oferta. En principio, el concepto de utilidad marginal significa que a medida que aumenta la cantidad consumida de un bien, disminuye el nivel de utilidad que proporciona. Para que el concepto sea operativo, empero, deben realizarse una serie de operaciones consecutivas. En primer lugar, suponer que cada bien puede ser divisible en ínfimas porciones, a las que se les atribuye grados decrecientes de utilidad a medida que la cantidad consumida aumenta. En segundo lugar, para que lo anterior sea posible, considerar la oferta como dada, es decir, suponer que cada bien es escaso. De lo contrario, es decir, aceptar que la cantidad puede variar, modificaría completamente la explicación. En ese caso, la cantidad producida de un bien se podría ajustar a la demanda de los consumidores6. Finalmente, el supuesto de recursos escasos (oferta dada) implica una nueva operación abstractiva, consistente en limitar el análisis al momento del intercambio. Esto es, omitir la esfera de la producción de bienes. Así, queda delineada una teoría de precios centrada en el intercambio puro. El precio de un bien, en definitiva, se fija en el mercado y no en el proceso de producción. El equilibrio neoclásico se asienta también en la denominada ley de rendimientos decrecientes, que se deriva a su vez de la noción de productividad marginal. Se supone que a medida que una empresa aumenta la escala de producción el costo unitario aumenta, o de otra manera, que hay costos marginales crecientes (el costo de producir una unidad adicional tiende a aumentar). La ley de rendimientos decrecientes es vital en el esquema neoclásico. En primer lugar, porque asegura que los mercados se encuentren en equilibrio. En efecto, aceptar su contrario, la existencia de rendimientos crecientes, significa “que a medida que crece la escala, 6 “Para realizar esta división en porciones que luego serán valoradas según su utilidad, es necesario suponer que la cantidad del bien en cuestión está fija. Caso contrario, la pregunta sería otra: ¿cuánto se desea de cada bien a la hora de producirlo? Así, la cantidad sería variable” (Kicillof, 2010). 13 los costos unitarios se reducen y puede que no se encuentre ningún nuevo equilibrio entre la oferta y la demanda” (Kicillof, 2010:224). En términos gráficos, la oferta en ese caso tendría igual pendiente que la demanda, es decir, sería negativa. En segundo lugar, la ley de rendimientos decrecientes salvaguarda la noción de competencia perfecta, ya que subyace en ella la idea de que no hay diferencias en el tamaño de las empresas. Así, la teoría de los rendimientos decrecientes aparece no como el resultado de evidencias empíricas, sino como un postulado, una necesidad del modelo, que contribuye decisivamente a su sostenimiento. El enfoque neoclásico supone además que las empresas, al ser meras tomadoras de precios, compiten entre ellas en forma pacífica. Se excluye de raíz, por ejemplo, la posibilidad de que una empresa busque bajar sus precios en forma transitoria a fin de conquistar posiciones de mercado: “Para el profano, el término ‘competencia’ tiene una connotación de intensa rivalidad. Ésa es la razón por la que los estudiantes suelen sorprenderse de que la definición del economista parezca tan pasiva: decimos que un mercado es puramente competitivo si cada una de las empresas supone que el precio de mercado es independiente de su propio nivel de producción” (Varian, 1999: 386). Por ende, la consecución del objetivo de maximizar ganancias no genera una rivalidad dañina entre las empresas. En resumen, en un mercado competitivo, la empresa se encuentra con los precios y el estado de técnica dados. Su tamaño también se encuentra definido (infinitesimal). Tiene que tomar una decisión (el volumen y forma de producción), pero su resultado se encuentra previamente estipulado: con un comportamiento dado (racional), con un escenario definido (información perfecta, es decir, nula incertidumbre), la decisión resultará indefectiblemente acertada. Con estos supuestos, el enfoque neoclásico queda imposibilitado para realizar un análisis centrado en características y capacidades propias de las firmas que expliquen diferencias entre ellas. En definitiva, una firma es como cualquier otra; estudiar el comportamiento de una es equivalente a estudiar las firmas en general. Esto explica que en los manuales de texto de microeconomía se haga uso del concepto de “firma representativa”. En suma, con este marco analítico no es posible elaborar una teoría sobre las empresas. Esta breve y tal vez esquemática exposición se abstrae explícitamente de mencionar las sucesivas reformulaciones que ha sufrido el andamiaje teórico neoclásico, ante las críticas a las que ha sido sometido a lo largo del tiempo. Tal decisión se funda en que así como la noción de 14 competencia perfecta constituye la génesis de gran parte de las inconsistencias y problemas que enfrentan los neoclásicos, prescindir de ella parecería una salida poco viable. Como afirma John Hicks, uno de los padres fundadores de la microeconomía: "...habremos de reconocer que el abandono general del supuesto de competencia perfecta (…) ha de tener consecuencias muy destructoras para la teoría económica.(…) A mi modo de ver sólo puede salvar algo del naufragio -y recuérdese que el desastre que amenaza abarca la mayor parte de la teoría de equilibrio general- si podemos suponer que los mercados que se ofrecen a la mayor parte de las empresas no se apartan mucho de aquellos en que rige la competencia perfecta" (Hicks, 1968). Esta dependencia de la noción de competencia perfecta explica el lugar marginal que ocupan dentro del enfoque neoclásico las distintas reformulaciones que se han hecho como intento de superar sus evidentes falencias. Así, por ejemplo, Alfred Marshall, uno de los máximos exponentes de la microeconomía actual, ha teorizado sobre la ley de rendimientos crecientes, pero dicho concepto no ha sido incorporado al cuerpo principal de la teoría económica, y nunca podrá hacerlo, pues su aceptación pondría en peligro el resto de las categorías económicas que en última instancia dependen del presupuesto de una competencia perfecta. En suma, el enfoque neoclásico no puede asignarle ningún rol relevante a las firmas, ni tampoco puede advertir -o aceptar- la existencia de empresas de diferente tamaño. Su idealización de la competencia como una lucha pacífica entre empresas atomísticas le impide aprehender además los efectos más visibles de la guerra competitiva, como son los procesos de concentración y centralización. Cabe agregar, por último, que en la concepción neoclásica subyace también una particular mirada sobre las relaciones entre el mercado y el Estado. En efecto, la noción de competencia perfecta implica que el libre juego de las fuerzas del mercado, sin ningún tipo de intervención estatal, garantiza una eficiente asignación de los recursos. En una de las versiones más sofisticadas de esta visión, la teoría de la elección pública (o neoutilitarista), se considera que para su correcto funcionamiento, el Estado debe ser mínimo, esto es, abocarse exclusivamente a la protección de los derechos individuales civiles y de propiedad, y a hacer cumplir voluntariamente los contratos negociados privadamente (Buchanan et al., 1980). El individualismo metodológico distingue a la teoría de la elección pública. El Estado es entendido como un conjunto de funcionarios dotados de una racionalidad en nada distinta a la 15 del resto de los actores sociales, y regidos, por ende, por la maximización de beneficios. Desde esta óptica, Anne Krueger (1974) ha introducido el término “rent-seeking society” para analizar cómo la intervención del gobierno en países en desarrollo genera incentivos para que los agentes privados inviertan en actividades improductivas (lobby y corrupción) para obtener las rentas derivadas de la intervención. El proceso de creación de rentas a partir de la intervención estatal es auto-reforzante, ya que los beneficiados se hacen dependientes de su existencia y desvían recursos para mantener o expandir los rental havens. A su vez, dado que los retornos del rent–seeking se distribuyen básicamente entre quienes realizan la actividad de búsqueda, el poder político relativo de esos grupos se incrementa. Con este diagnóstico, resulta evidente que la recomendación es la de restringir al mínimo la esfera de actuación estatal. Aunque en los siguientes capítulos esta visión será revisada críticamente a la luz de la experiencia argentina en los años noventa, resulta interesante destacar aquí que, desde un punto de vista estrictamente teórico, un Estado no interventor resulta una mera abstracción, imposible de ser concretada cabalmente. El Estado siempre interviene, y ello por su carácer esencialmente capitalista (ver más adelante). Asimismo, como sostiene Evans (2007) en clave crítica, es posible utilizar los propios fundamentos teóricos de los neoutilitaristas para cuestionar la idea misma del Estado mínimo. En definitiva, ¿qué es lo que impide que ese Estado, aunque reducido a su mínima expresión, se dedique al rent seeking? Finalmente, el individualismo metodológico no parece adecuado para comprender el funcionamiento y la lógica de acción del Estado, pues incluso sus objetivos más básicos, para ser cumplidos, precisan de un mínimo de coherencia y organización colectiva que no pueden reducirse a -ni derivarse de- las motivaciones particulares de sus funcionarios. 1.2. El enfoque neoinstitucionalista El neoinstitucionalismo tiene como rasgos salientes la diversidad, el pluralismo y el eclecticismo científico (Guerrero, 2008). Tales características se manifiestan, en lo que respecta a la teoría sobre las firmas, en la apropiación de distintos enfoques, que incluyen, entre otros, la teoría de los costos de transacción expuesta por Ronald Coase (1937) y continuada por Oliver Williamson (1985), la noción de la mano visible de Alfred Chandler (1977), y la teoría evolucionista de Richard Nelson y Sydney Winter (1982). El neoinstitucionalismo es, además, 16 multidisciplinario: dentro de la ciencia política y la sociología se destacan los trabajos de Douglas North (1993) y de Peter Evans (2007). Las obras de Coase y Williamson contribuyeron decisivamente en la elaboración de una teoría de la firma que, como se vio, estaba ausente en el paradigma neoclásico. De acuerdo con la metáfora usada por Coase, en medio del océano de cooperación inconsciente que se deriva del mecanismo de precios, existen islas de poder consciente organizados por las empresas. Esto significa, en otros términos, que la coordinación ejercida por las empresas constituye una alternativa a la regulación que supone el mercado. Coase sostiene que estas“islas de poder consciente” surgen por la existencia de lo que él denominó costos de transacción por operar en el mercado. Así, la organización de una empresa responde a la necesidad de operar a más bajo costo que si se lo hiciera mediante mecanismos mercantiles. Williamson, por su parte, explica que los costos de transacción surgen por fallas de mercado: los precios, en efecto, no siempre cumplen exitosamente su papel de transmisores de información para que ocurra un eficiente intercambio de bienes y servicios. Hay fallas de distinto tipo y naturaleza, como por ejemplo, la racionalidad limitada, el oportunismo de los agentes, la incertidumbre e inestabilidad de los mercados, y la especificidad de los activos. Así, pues, ante la existencia de estas fallas, la empresa puede decidir evitar el mercado y recurrir a mecanismos alternativos. Alfred Chandler, considerado “el patriarca de la historia de la empresa” (Carmona, 1992), ha establecido también, a su modo, una ruptura con el concepto neoclásico de “firma representativa”, al poner énfasis en las diferencias que existen entre las empresas debido a las estrategias y estructuras organizativas particulares que poseen. La tesis básica de Chandler consiste en que el éxito o fracaso de una estrategia empresarial depende en gran medida del tipo de estructura organizativa que adopte. Al analizar el surgimiento de la gran empresa moderna en Estados Unidos hacia fines del siglo XIX, Chandler señala que el cambio decisivo consistió en el pasaje de empresas dirigidas directamente por sus dueños a una progresiva separación entre gestión y propiedad, por medio de la cual los propietarios comenzaron a contratar especialistas para que gestionen los destinos de la empresa. El evolucionismo (Nelson y Winter) fue otro de los enfoques de los que se nutrió el neoinstitucionalismo. Frente a la idea neoclásica según la cual las firmas reaccionan de manera homogénea ante cambios en el entorno, la teoría evolucionista sostiene que tales respuestas 17 serán diferenciales en cada empresa, debido a que ellas se encuentran en gran medida condicionadas por sus capacidades y experiencias previas (path–dependence). El enfoque evolucionista hace hincapié, además, en que el carácter heterogéneo de las firmas resulta positivo en términos macroeconómicos, porque acrecienta el número de fuentes de conocimiento y las oportunidades para innovar. El neoinstitucionalismo, decididamente ecléctico, retoma y combina muchas de las ideas pertenecientes a los enfoques antes expuestos que, pese a sus diferencias, tienen como denominador en común el cuestionamiento al concepto neoclásico de firma representativa7. Al apartarse de la noción de competencia perfecta y asumir la existencia de costos de transacción, el neoinstitucionalismo se encuentra en condiciones de reconocer que las empresas poseen capacidades, estrategias y desempeños heterogéneos8. En tal sentido, en esta perspectiva se han revalorizado los grupos económicos y, más en general, las grandes empresas, como eficaces respuestas para morigerar las imperfecciones de mercado, especialmente en los países en desarrollo donde los costos de transacción de intensifican (López, 2006). Como se observa, el neoinstitucionalismo plantea la necesidad de analizar el comportamiento de las firmas, no sólo por su heterogeneidad, sino también porque en base a él se puede explicar el desarrollo económico de una nación. En tal sentido, no será neutro el tipo de estrategias que adopten las empresas, por ejemplo, si se insertan en actividades productivas, innovadoras o de carácter especulativo. Ahora bien, las relaciones entre lo micro -el comportamiento de las firmas- y la dinámica macroeconómica no son unidireccionales. En efecto, en la visión neoinstitucionalista la tesis básica es que la adopción de un determinado comportamiento -y estrategia- por parte de las firmas dependerá en gran medida del marco institucional y macroeconómico en el cual operen. Las instituciones9 funcionan como un mecanismo selectivo, a través del cual premian y castigan las conductas micro. Por ende, el tipo de marco institucional será el que determine si las 7 Para un análisis sobre las diferencias entre la teoría de los costos de transacción y la teoría evolutiva ver Hodgson (2007). 8 Al respecto, Katz (2008) afirma que la metáfora de firma representativa debe abandonarse por su poca utilidad: “Es sólo un “robot”, “no tiene vida propia", “es sólo una instrumentalidad”. 9 Las instituciones se refieren a las “reglas de juego” vigentes en una sociedad en un momento dado. Comprende instituciones formales (sistemas políticos y legales, derechos de propiedad, estructura de contratos,) e informales (rutinas, costumbres, tradiciones culturales) (North, 1993). 18 estrategias de las firmas serán socialmente “productivas” (esto es, aquellas en las que las empresas buscan ganar dinero vía innovación, productividad, etc.) o “improductivas” (i.e., “rent–seeking”, corrupción, etc.) (López, 2006). Asimismo, las firmas no son sujetos pasivos, sino que apuntan a modificar o influir en el modo en que se estructuran los mecanismos de selección. Por su carácter ecléctico el neoinstitucionalismo posee un poderoso atractivo. Su intención de abordar la teoría de la empresa desde una perspectiva analítica plural, en la cual se integran diferentes enfoques y se exponen relaciones de influencia bi-direccionales y multicausales, resulta atrayente debido a que genera la apariencia de lograr captar el fenómeno bajo estudio en toda su complejidad. Debe tenerse en cuenta, no obstante, que aquí se han expuesto los lineamientos centrales del enfoque neoinstitucionalista en lo que respecta principalmente a la teoría de la firma. Aunque en esta temática en particular resulta claro el distanciamiento con los neoclásicos, una evaluación global permite vislumbrar una serie de elementos de continuidad entre ambos enfoques. De hecho, Douglas North reconoce explícitamente que el objetivo de esta corriente no es constituir un cuerpo teórico alternativo al neoclásico10: “Definir las instituciones como las limitaciones que los humanos se imponen a sí mismos convierte esta definición en complementaria a la elección del enfoque teórico de la teoría económica neoclásica” (North, 1993, 16). Al respecto, el punto de partida en el neoinstitucionalismo, al igual que en la teoría neoclásica, sigue siendo el mercado y no la producción. Es en las relaciones de intercambio, de hecho, donde se generan los costos de transacción. Así, las diferencias en el tamaño de las firmas, la existencia de mercados altamente concentrados, la centralización de capitales, son en esta perspectiva respuestas a fallas de mercado, y no consecuencia de las condiciones mismas que rigen en el ámbito de la producción. Nótese, en línea con lo anterior, que en la visión neoinstitucionalista subyace una concepción de la competencia idéntica a la neoclásica, según la cual la lucha entre los capitales es pacífica, y ninguna empresa ostenta suficiente poder de mercado como para dañar al resto. Sea explicitada o no, los neoinstitucionalistas hacen suya esta concepción, pues todo fenómeno 10 Debe advertirse, de todas maneras, que esta posición no es compartida por otros autores que se reivindican neoinstitucionalistas. Al respecto, López (2006) sostiene que el neoinstitucionalismo sí posee la pretensión de constituirse en una alternativa al paradigma neoclásico. En nuestra opinión, estas diferencias no son más que el reflejo de las consecuencias adversas que conlleva adoptar un enfoque decididamente ecléctico. 19 que se escapa a esta ajustada idealización es calificado como competencia imperfecta. Como se verá más adelante, el enfoque heterodoxo cuestiona esta versión idílica de la competencia. En tal sentido, la lucha violenta entre capitales y los procesos de concentración y centralización que de ella se derivan no constituyen meras imperfecciones o fallas de mercado, sino que responden al curso normal que asume la competencia capitalista misma. Una última cuestión relevante dentro del neoinstititucionalismo consiste en la relación que se establece entre las empresas y el Estado. También en este punto existe un apartamiento de la concepción neoclásica según la cual el Estado es lisa y llanamente un obstáculo para la iniciativa privada. Aunque el carácter ecléctico del neoinstitucionalismo dificulte delimitar con exactitud el conjunto de visiones sobre el Estado que corresponden a esta corriente11, aquí se privilegiará el análisis realizado por Peter Evans, por ser quien ha logrado concitar un amplio respaldo académico en el último tiempo. No sin admitir la existencia de Estados predatorios -e incluso las causas de su emergencia invocadas por los neoclásicos-, Evans (2007) enfatiza en la necesidad de incorporar al análisis otro tipo de experiencias en las que los Estados han cumplido un rol propulsor del éxito económico12. Según Evans, que un Estado sea predatorio o desarrollista depende del tipo de organización y configuración institucional que adquiere, y de los vínculos externos que establece. La teoría de Evans se inscribe en la tradición weberiana según la cual el Estado, a diferencia de los neoclásicos, es el complemento ideal de la empresa capitalista13. En efecto, los rasgos que identifican a la burocracia moderna según Weber (el saber técnico, el profesionalismo, el reclutamiento en base al mérito, la estabilidad y la promoción de carreras a largo plazo) garantizan las condiciones de acumulación capitalista. En clara contraposición con lo planteado posteriormente por el enfoque neoutilitarista, Weber señala que la captación de rentas por parte de los funcionarios públicos era justamente un atributo de formas preburocráticas (el Estado patrimonialista); el Estado burocrático moderno, por el contrario, 11 Por ejemplo, en este aparatado se ha mencionado a Douglas North como un representante del neoinstitucionalismo. Este autor, sin embargo, es calificado por el propio Peter Evans (2007) como un economista neoclásico partidario de un Estado mínimo. 12 Evans toma, entre otros, a Japón, Corea del Sur y Tailandia como ejemplos de Estados desarrollistas exitosos. 13 “El capitalismo y la burocracia se encontraron uno al otro y son íntimamente el uno para el otro” (Weber, citado en Evans, 2008). 20 tiene como una de sus características salientes el aislamiento de sus funcionarios con respecto a las presiones y demandas sociales. Dicho aislamiento es que lo que permite al Estado funcionar con coherencia. Evans considera de todas formas que estos atributos de la burocracia weberiana son una condición necesaria, aunque no suficiente, para un Estado desarrollista. En su visión, debe reformularse el concepto de “autonomía” o aislamiento tal como se entiende en la visión weberiana. Aunque un cierto aislamiento de las presiones y demandas sociales es importante para que la burocracia pueda tomar decisiones y sea coherente, Evans señala que igual de importante para una intervención estatal exitosa es la existencia de vínculos estables y fluidos con los diversos sectores sociales involucrados. En definitiva, Evans (2007) sostiene que la capacidad de los Estados de acelerar el crecimiento económico depende de lo que él denomina “autonomía enraizada”. Ana Castellani (2009), quien ha estudiado la relación entre empresas y Estado en nuestro país mediante la incorporación de distintas tradicciones teóricas14, considera que la noción de autonomía enraizada no se aplica al caso argentino, al menos en el período 1966198915. Para explicar la falta de desarrollo, en su lugar, introduce una nueva categoría analítica, los ámbitos privilegiados de acumulación (APA), definidos como espacios en los que las empresas obtienen ganancias extraordinarias derivadas de privilegios establecidos por el Estado. Según Castellani, dos factores son centrales en la formación de los APA. El primero refiere a la pérdida de autonomía relativa del Estado argentino y ligado a ello, la falta de coherencia y cohesión en su estructura burocrática. En estas condiciones, la elite económica 14 Castellani recupera la propuesta analítica de Hugo Notcheff, en la que sobresalen categorías del marco teórico shumpeteriano y del economista Michael Kalecki. Asimismo, incorpora conceptos relacionados con el Estado y las políticas públicas, especialmente los provenientes de Guillermo O’Donnell, Alfredo Pucciarelli y Ricardo Sidicaro, y ciertos elementos provenientes del neoinstitucionalismo. Debido a su concepción teórica plural y en cierta forma ecléctica, su mención en este apartado no obedece tanto a su pertenencia al campo neoinstitucional, sino más bien a la relevancia que su obra tiene respecto de la relación entre Estado y empresas, y su tratamiento en particular del concepto de autonomía enraizada. 15 “(…) lejos de construirse una autonomía enraizada en diversos vínculos sociales, existe un proceso de difusión de anillos burocráticos sostenidos por lazos clientelares. Es más, en algunos períodos históricos ciertos reductos del aparato estatal fuern colonizados por empresarios o personas estrechamente comprometidas en la defensa de sus intereses (Castellani; 2009: 43). 21 pudo colonizar ciertos reductos del aparato estatal en provecho propio. El segundo factor se vincula con dos rasgos que han distinguido históricamente al empresariado argentino: la sistemática búsqueda de cuasi-rentas de privilegio y la adaptación a las ventajas generadas en el contexto externo. Este tipo de comportamiento no puede atribuirse, según Castellani, a una conducta irracional ni a factores culturales, sino que “(…) es el resutado de un proceso histórico de articulación muy particular entre el Estado y los capitalistas, que se dio en el marco de un deterioro progresivo de los niveles de autonomía relativa del Estado y que permitió mantener el perfil adaptativo del patrón de acumulación” (Castellani, 2009:44). Uno de los méritos de Castellani consiste en analizar la naturaleza de la intervención estatal ya no meramente por el contenido de las políticas públicas, sino a partir de la interaccion compleja que se establece entre los actores públicos y privados. En tal sentido, en su estudio sobre el modo en que se conforman los APA, se integran tres dimensiones que serán tenidas en cuenta en nuestra investigación, a saber: la intervención económica estatal, la acción empresaria y el desempeño empresarial. De todas formas, cabe aclarar que la performance de Siderar será evaluada en función no solamente de sus niveles de rentabilidad16, sino que se incorporarán otros elementos, tales como las cuotas de mercado que ostenta en la producción de aceros planos, la absorción de otras empresas a nivel local e internacional, y la expansión del Grupo Techint en aquellas actividades económicas vinculadas con la siderurgia y que beneficiaron a Siderar. Aunque luego se tratará en detalle esta cuestión, interesa finalmente adelantar aquí un aspecto esencial de la crítica hacia las visiones neoinstitucionalistas del Estado. Al tomar al mercado y no a la producción como punto de partida, los factores institucionales aparecen desligados del marco en el cual operan, es decir, se encuentran en desconexión con el régimen de producción capitalista17. En definitiva, un aspecto central de la crítica hacia los neoinstitucionalistas reside en la equívoca relación de jerarquía que establecen entre las distintas dimensiones analíticas. En tal sentido, el marco institucional no constituye una variable independiente capaz de explicar por sí misma la trayectoria económica de una empresa. En 16 En el estudio de Castellani el desempeño de las empresas es valorado esencialmente por los niveles de rentabilidad. Ello se vincula con la propia definición de los APA, entendidos como espacios en los cuales las empresas obtienen ganancias extraordinarias. 17 Como resaltara Palloix (1975), todo concepto, para adquirir sentido, debe estar ligado al marco dentro del cual opera, y en economía, dicho marco fundamental es el de modo de producción. 22 última instancia, (…) “tanto las condiciones jurídicas como las formas de Estado no [pueden] comprenderse por sí mismas (…) sino que radican, por el contrario (…) en las condiciones materiales de vida (…) El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general” (Marx, 1985: 214, 215). 1.3. El enfoque heterodoxo El estudio de la empresa desde un enfoque heterodoxo resulta distinto e incluso opuesto a los mencionados hasta el momento. Como se ha visto, en el esquema neoclásico, a pesar de su pretendido individualismo metodológico, no se concede ningún rol relevante a las firmas, que son meras tomadoras de precios. Asimismo, en estrecha vinculación con el punto anterior, la noción de competencia perfecta imposibilita visualizar a) la dinámica de acumulación capitalista, caracterizada por la competencia entre capitales; b) los efectos de esta competencia, que no son otros que la concentración y centralización; y por ende, c) la evolución desigual y heterogénea entre las firmas. Es decir, al pretender homogeneizar el comportamiento, estrategia y desempeño de las firmas -todo por la hierática noción de competencia perfecta- el marco analítico neoclásico no ofrece explicación alguna acerca de las diferencias entre empresas (en tamaño, en cuotas de mercado, en capacidad de acumulación, en métodos de producción): “Un equilibrio perfectamente competitivo deja por fuera todas las contradicciones inherentes a la mercancía, así como todas las inherentes al capital. Anula (…) el capital fijo, la concentración y centralización, la ganancia de empresa, así como la rivalidad y colusión entre firmas” (Shaikh, 2006:110). El neoinstitucionalismo, por su parte, se propone -y en parte lo logra- superar las debilidades del paradigma neoclásico. Para ello, deja de lado el supuesto de competencia perfecta y la noción de firma representativa que de él se deriva, resaltando el desempeño heterogéneo de las firmas producto de las imperfecciones del mercado y de las propias capacidades diferenciales que desarrolla cada empresa. A ello le agrega una visión dinámica de los procesos económicos, según la cual los factores institucionales constituyen el motor del cambio histórico, e impactan decisivamente en el desempeño empresarial. Como fuera dicho anteriormente, así como los méritos del neoinstitucionalismo, en lo que hace a la historia de empresa, se encuentran asociados con un distanciamiento del enfoque neoclásico, las líneas de continuidad entre ambos enfoques muestran al mismo tiempo sus 23 limitaciones. En efecto, el punto de partida en el neoinstitucionalismo, al igual que en la teoría neoclásica, sigue siendo el mercado y no la producción. Ello implica, en consecuencia, que los procesos de concentración y centralización del capital, y la heterogeneidad reinante en el mundo empresarial, sean visualizados como el resultado de fallas de mercado, y no producto de las condiciones mismas que rigen en el ámbito de producción capitalista. En función de las insuficiencias que presentan los dos enfoques hasta aquí analizados, en este trabajo adoptamos una perspectiva heterodoxa, en la que se estudia a la empresa en tanto capitalista, sujeta por ende, a las tendencias propias de acumulación que emanan de dicho sistema. Lo contrario, esto es, situar a la empresa al margen de tales tendencias, significaría una operación de abstracción no sólo arbitraria sino inconducente. Así, pues, se pondrá de relieve en primera instancia el carácter homogéneo de las empresas. Sin embargo, como se verá, son estas mismas tendencias las que generan capacidades, desempeños y estrategias heterogéneas entre las firmas: “En cualquier industria dada, diferentes métodos de producción de distintas edades coexisten y tanto las diferencias en edad como en método producen variaciones en las tasas de ganancias anuales. (…) [E]n el interior de una industria la dinámica de la competencia tiende constantemente a reproducir las diferencias entre las tasas de ganancia de capitales individuales” (Shaikh, 2006 -resaltado nuestro-). En definitiva, estudiar la evolución de una empresa -por ejemplo Siderar- desde un enfoque heterodoxo supone una doble tarea, que consiste en: a) situar a la firma como parte de una totalidad más amplia, que es el sistema capitalista en su desarrollo concreto en un determinado país, lo cual implica que el modo en que se desenvuelve la firma se encuentra condicionado en gran medida por la dinámica del régimen de acumulación; b) reconocer que las firmas son heterogéneas (no responden todas por igual a la dinámica del régimen de acumulación), y que ello pone de manifiesto la necesidad y relevancia de estudiar la evolución de una firma en particular. La adopción de una postura heterodoxa revela el carácter unilateral de los neoclásicos y de los neoinstitucionalistas en lo que respecta a sus teorías de las firmas. Frente al énfasis que ponen los primeros en el carácter homogéneo de las firmas, los segundos, como respuesta, resaltan solamente sus diferencias: “Las empresas son, en una economía de mercado real, un conjunto heterogéneo que exhibe conductas, estrategias y desempeños altamente diversos. 24 Cualquier generalización y/u homogeneización de su tratamiento -sea bajo la noción de ‘clase capitalista’ o de ‘firma representativa’- implica desconocer esta diversidad” (López, 2006: 35). En suma, vincular la dinámica empresarial con el régimen de acumulación capitalista implica poner de manifiesto el doble carácter de las firmas: entre sí resultan homogéneas y al mismo tiempo heterogéneas. Ahora bien, al considerar de esta manera a la empresa cobran vital importancia los fenómenos de la concentración y la centralización del capital. Basualdo, tomando como referencia el análisis de Marx, resume las características de cada uno de ellos: “(la centralización) alude a los procesos en los cuales unos pocos capitalistas acrecientan el control sobre la propiedad de los medios de producción con que cuenta una sociedad, mediante la expansión de su presencia en una o múltiples actividades económicas basándose en una reasignación del capital existente (compras de empresas, fusiones, asociaciones, etc.). [Según Marx] No se trata ya de una simple concentración, idéntica a la acumulación, de los medios de producción y del poder de mando sobre el trabajo. Se trata de la concentración de los capitales ya existentes, de la acumulación de su autonomía individual, de la expropiación de unos capitalistas por otros, de la aglutinación de muchos capitales pequeños para formar unos cuantos capitales grandes. Este proceso se distingue del primero en que sólo presupone una distinta distribución de los capitales ya existentes y en funciones, en que, por tanto, su radio de acción no está limitado por el incremento absoluto de la riqueza social o por las fronteras absolutas de la acumulación. El capital adquiere, aquí, en una mano, grandes proporciones porque allí se desperdiga en muchas manos. Se trata de una verdadera centralización, que no debe confundirse con la acumulación y la concentración” (Basualdo, 2006a:141). Asimismo, Shaikh, también apoyándose en Marx, enfatiza que la propia dinámica de acumulación capitalista conlleva un aumento de la tasa de capital invertido por trabajador; por ende, origina una creciente concentración del capital con respecto al proceso de trabajo (concentración). También aumenta la porción de la riqueza social en manos del capitalista individual (centralización). Sin embargo, señala el autor, existen otros factores que contrarrestan esta última tendencia: la división de la propiedad entre los miembros de una familia, la separación de los capitales nuevos de los viejos y el nacimiento de nuevos capitales. El resultado, según Shaikh, es que a medida que el capital se concentra respecto del proceso de trabajo, se desconcentra en relación con la porción de riqueza social en manos del capitalista individual. Ahora bien, la 25 competencia y el crédito producen un incremento de la concentración del capital en sus dos aspectos: sobre el proceso de trabajo y sobre la propiedad. La competencia (por favorecer inversiones en gran escala) y el sistema crediticio (que permite realizar tales inversiones) dinamizan la acumulación del capital y generan una mayor concentración del capital respecto del proceso de trabajo. Asimismo, los capitalistas más débiles son eliminados producto de la competencia y el sistema crediticio. Por ende, se produce una concentración de la propiedad del capital (centralización) que, según Shaikh, compensa con creces las tendencias descentralizadoras propias de la simple acumulación. Como se observa, en la visión heterodoxa los procesos de concentración y centralización del capital surgen en el seno de la producción, como consecuencia de la propia lógica de acumulación del capital y, por tanto, de la lucha competitiva entre los capitales. Lejos de la panacea que suponen neoclásicos y neoinstitucionalistas, la competencia no es pacífica sino violenta, no es entre empresas atomizadas sino entre grandes capitales (Shaikh, 2006). Más allá de este enfoque común, de todas formas, subsisten diferencias no despreciables en el campo heterodoxo. Aquí interesa rescatar dos de ellas. La primera tiene que ver con las implicancias de los procesos de concentración y centralización. En el análisis de Basualdo, aunque dichos fenómenos aparecen ligados en su surgimiento con la competencia entre capitales, una vez manifestados parecieran anular la competencia. Es decir, en la interpretación de este autor se plantea una asociación (no siempre explícita) entre concentración y centralización, y el surgimiento de monopolios u oligopolios. Por el contrario, Shaikh sostiene que la concentración y la centralización no sólo emanan de la competencia, sino que la intensifican en una lucha entre capitales cada vez más grandes. La segunda diferencia importante, que también se puede plantear entre los dos autores recién mencionados, tiene que ver con la forma en que cada uno de ellos considera la influencia que tienen las contra-tendencias hacia la concentración y centralización del capital. Mientras que en Shaikh, como fuera planteado líneas arriba, el resultado neto de la dinámica de acumulación es, a la larga, la concentración y centralización, en Basualdo pareciera haber un efecto indeterminado -al menos a priori-. Ambas posturas tienen implicancias en la forma en que se visualiza el rol del Estado. Si las tendencias antedichas resultan inevitables, como pareciera entreverse del análisis de Shaikh, pocas esperanzas abriga cualquier tipo de intervención estatal (a lo sumo el Estado podrá retardar su emergencia o morigerar su 26 intensidad). En el planteo de Basualdo, por el contrario, pareciera resultar decisiva la intervención del Estado, ya no meramente para atenuar sino para revertir los procesos de concentración y centralización del capital. Al margen de estas diferencias, ambos autores coinciden en que los fenómenos de concentración y centralización del capital, si bien son inherentes a la acumulación capitalista, no operan en forma mecánica. Los modos en que se expresan, la intensidad y los ritmos que adquieren, varían de acuerdo con cada contexto histórico. Por lo expuesto, y teniendo en cuenta que uno de los propósitos centrales de este trabajo consiste en desentrañar las formas concretas que asumió la dinámica de acumulación capitalista en los años noventa en la Argentina y en particular en su industria siderúrgica, se recurrirá a lo largo de esta investigación al concepto de régimen de acumulación, entendido como una determinada configuración de las variables económicas, vinculada con una estructura económica definida, una peculiar forma de Estado y, las luchas entre clases y fracciones de clase (Basualdo, 2006b). Antes de indagar en las características salientes del régimen de acumulación imperante en la Argentina durante los años noventa, tarea que será abordada en el siguiente capítulo, interesa especificar la concepción del Estado que subyace en la perspectiva heteorodoxa aquí adoptada, y en qué aspectos sustantivos se diferencia de las visiones neoutilitaristas y neoinstitucionalistas. Tal como sugiere la propia definición del régimen de acumulación, el Estado debe ser concebido, ante todo, en su carácter capitalista, y por ello, analizado en su conexión con el modo de producción. Ello no implica negarle especificidad ni determinaciones propias; por el contrario, contribuye a develar sus posibilidades objetivas de acción. Este tipo de abordaje sobre la naturaleza estatal se aparta considerablemente de la visión pregonada por el neoinstitucionalismo, cuya noción de “marco institucional” es concebida como una “exteriorioridad” respecto del modo de producción. Desde una perspectiva heterodoxa, en cambio, el Estado constituye una forma política diferenciada de las relaciones sociales capitalistas. Específicamente, es la instancia política que articula la dominación en la sociedad, y dicha instancia se materializa en un conjunto interdependiente de instituciones que permiten su ejercicio. En definitiva, el Estado es al mismo tiempo relación social y aparato institucional (Oszlak, 1997). Así, Estado y capital no guardan entre sí una relación de exterioridad sino más 27 bien de “unidad-en-la-separación, como formas analítica e históricamente diferenciadas de unas mismas relaciones sociales capitalistas y atravesadas por el mismo antagonismo entre capital y trabajo inherente a esas relaciones sociales” (Bonnet, 2008:308). Ahora bien, la identificación del Estado como forma diferenciada de las relaciones sociales capitalistas, conlleva implícita la separación entre lo político y lo económico, o si se quiere, entre el Estado y el mercado (la sociedad). Dicha separación, constitutiva del Estado capitalista, adquiere diversas modalidades históricas, que son a su vez las que determinan las diversas mutaciones que asumen las formas estatales. De lo anterior se desprende que la separación entre Estado y mercado no constituye por sí misma una forma de Estado particular como por ejemplo, la forma de Estado liberal o neoliberal-, sino que es constitutiva del Estado como forma de las relaciones sociales capitalistas en general, mientras que las distintas modalidades históricas que adopta esa separación sí son características de las distintas formas de Estado particulares (Bonnet, 2008). Así, al asumir esta persectiva teórica se pone en cuestión también la idea neoutilitarista del Estado mínimo, pues ella se sirve de un rasgo característico de todo Estado capitalista -la separación entre lo político y lo económico- para definir una forma particular e histórica del Estado.Pero además, dicha separación, en la visión neoutilitarista, contiene el mismo problema evidenciado en el enfoque neoninstitucional, pues es concebida, erróneamente, a partir del supuesto según el cual el Estado constituye una entidad externa al modo de producción. En el siguiente capítulo, la crítica hacia la perspectiva neoutilitarista se completará al poner en evidencia la falacia que representa definir como Estado mínimo al que rigió en la Argentina en los años noventa, si por ello se entiende una reducida -por no decir nulacapacidad de intervención en los “asuntos económicos”. 28 Capítulo 2. Dos visiones contrapuestas sobre el régimen de convertibilidad La hipótesis central que guía este trabajo es que el Estado, mediante políticas públicas específicas y, más en general, con la adopción del modelo económico implementado en los años noventa, ha cumplido un rol fundamental en la aceleración de los procesos de concentración y centralización del capital que están en la base de la posición de privilegio obtenida por Siderar dentro del mercado siderúrgico. Este planteo supone rechazar la idea según la cual las reformas pro-mercado de los años noventa instauraron un marco operativo homogéneo para el conjunto de las empresas. De tal forma, la hipótesis esbozada se enmarca en un enfoque teórico determinado, referido a la naturaleza de los procesos políticos, económicos, y sociales acaecidos en el período bajo análisis. En esa dirección, las causas, el carácter y las implicancias de las reformas estructurales implementadas serán abordadas mediante la adopción de un enfoque “heterodoxo”, haciendo referencia con ello a una visión distinta y opuesta a la sustentada por la ortodoxia neoclásica (neoliberal) de quienes las impulsaron y defendieron. 2.1. La fórmula de la ortodoxia neoliberal: menos Estado y más mercado El punto de partida para analizar las reformas desde una visión ortodoxa se vincula con la crisis económica de 1989, interpretada como la manifestación inequívoca del colapso de un modelo centrado en un Estado distribucionista e ineficiente, que había distorsionado el normal funcionamiento económico con sus nocivas y profusas intervenciones: “(…) el modelo de economía cerrada y con fuerte presencia de un Estado multifacético había entrado en una fase crítica en el primer lustro de los años setenta. Los síntomas de agotamiento fueron haciéndose visibles, uno a uno, durante los quince años que siguieron a 1975” (Gerchunoff y Llach; 1998: 434). Este diagnóstico, común a la ortodoxia neoliberal, motivó la elaboración de un conjunto de propuestas para escapar de la situación de “atraso económico”, “inestabilidad política”, y “persistente inflación” que el Estado “ampliado” había generado. Básicamente, el plan de reformas, que incluyó entre sus componentes centrales la privatización de activos públicos, la desregulación y la apertura económica, se orientó a consagrar un mayor protagonismo del mercado, en desmedro del Estado, como procurador de las necesidades sociales. 29 El fundamento teórico neoliberal básico en el que se fundamentó este programa consiste en suponer que el Estado es el principal responsable de las fallas de mercado, cuando con sus acciones va más allá de garantizar la propiedad y las condiciones de libre movimiento entre la oferta y la demanda. Sin la “opresiva” intervención estatal, las fuerzas del mercado son capaces, por sí mismas, de generar un sistema de competencia perfecta que conduce a maximizar la eficiencia productiva y el bienestar social. Es posible comprender entonces por qué resultaba prioritario, en el programa neoliberal, desmontar el profuso marco regulatorio que pesaba sobre la economía argentina hacia fines de los años ochenta. Sguiglia y Delgado lo formulaban en estos términos: “La relación entre desregulación económica y competitividad está dada por la productividad de los factores productivos. El argumento es directo: las medidas de desregulación tienden a mejorar la eficiencia en la asignación de los recursos y esto a su vez induce un aumento en la productividad del trabajo y/o del capital y, por extensión, de la competitividad global” (Sguiglia y Delgado, 1993: 12). Además de promover la eficiencia y la competitividad, la desregulación tenía una importancia vital en este enfoque pues implicaba neutralidad y transparencia en el funcionamiento de los mercados, es decir, no confería privilegios ni beneficios particulares a ningún sector o actor determinado. Por ello, Sguiglia y Delgado (1993) afirman que una de las características básicas del proceso desregulatorio es su uniformidad, en el sentido de no elegir ganadores y perdedores ex ante como en los escenarios regulados. En la misma línea, Domeniconi señala que el objetivo de la desregulación tuvo como finalidad estructural “(…) la eliminación de distorsiones y sobrecostos en la economía global (…) e introducir transparencia y flexibilidad en los mercados” (Domeniconi, 1992:49). La política privatizadora fue otro de los componentes centrales en el programa de reformas neoliberales. Su instrumentación, desde esta perspectiva, permitiría poner fin a los monopolios estatales y recrear con ello condiciones competitivas en los distintos mercados, logrando mejoras de eficiencia en la provisión de los bienes y servicios, con el consecuente beneficio para los consumidores. Así, Gerchunoff y Llach, enfatizan que con el programa privatizador “empezó a cerrarse la brecha tecnológica y organizativa abierta durante años de desinversión y desfinanciamiento en las ex empresas públicas, lo que a su vez impactó favorablemente sobre la productividad general de la economía” (Gerchunoff y Llach, 1998:447). 30 En la misma línea fue interpretada la necesidad de implementar una política de apertura económica. En la óptica neoliberal, uno de los grandes problemas que ostentaba la economía argentina era el excesivo proteccionismo que distorsionaba los precios relativos y generaba ineficiencias por la falta de competencia. Al eliminar las diversas restricciones que pesaban sobre el comercio exterior, la economía argentina se abriría al mundo permitiendo e incentivando la oferta de productos importados y, con ello, se gestarían óptimas condiciones para que las empresas compitan entre sí vía mejoras en la productividad y en la eficiencia, todo lo cual redundaría en beneficios concretos para los consumidores. Al mismo tiempo, la apertura traía beneficios para la política de estabilización y lucha antiinflacionaria, pues se entendía que la competencia de productos extranjeros funcionaría como limitación a los precios nacionales. Por último, las mejoras en la competitividad logradas en la economía doméstica, vía aumentos en la productividad, funcionarían como acicate para una expansión de las exportaciones argentinas. Finalmente, el programa de reformas se completaría con la instauración, a partir de abril de 1991, del régimen de convertibilidad, que estableció por ley (Nº 23.928) un tipo de cambio fijo en el que la moneda local quedó atada a partir de ese momento a la divisa norteamericana, en una relación de un peso por dólar. Asimismo, en la misma ley quedó estipulado que la base monetaria debía subordinarse al movimiento de reservas internacionales, y se prohibió la indexación automática de los contratos, incluidos los laborales. El objetivo inmediato y formalmente declarado del nuevo régimen fue la estabilización de precios a fin de conjurar el peligro inflacionario18. Pero además, el nuevo sistema cambiario se acopló al objetivo principal subyacente en las reformas estructurales, que apuntaba a reducir la incidencia del Estado en la economía. La convertibilidad, en efecto, significó ante todo suprimir de raíz la posibilidad de aplicar todo tipo de política monetaria y cambiaria, y en buena medida fiscal. También fue en línea con otras metas perseguidas por la ortodoxia neoliberal, como la mejora en la eficiencia y en la competitividad de la economía argentina. En palabras del padre de la criatura, el por entonces ministro de Economía Domingo Cavallo: “La convertibilidad tiene la virtud de llevar a los agentes económicos a ocuparse de los verdaderos determinantes de la productividad en toda la economía. Al calcularse los costos, y al preocuparse todos por bajar los costos de producción, de inversión, de mano de obra, estamos llevando a que aumente 18 Cabe recordar que en 1989 la inflación había alcanzado la cifra de 5.000% anual. 31 la productividad de la economía. Y al aumentar la productividad aumenta de manera sostenible la competitividad externa” (Cavallo, citado en Bonnet, 2008:330). En síntesis, el programa de reformas neoliberales fue sustentado en una mirada que responsabilizaba al Estado de la crisis económica, y consagraba al mercado como protagonista exclusivo para su superación. A través de la instauración del libre juego de la oferta y la demanda, los actores económicos podrían entablar una lucha competitiva vía aumentos de productividad y eficiencia, lo cual redundaría en una mejora de la competitividad de la economía en su conjunto. En esta lógica maniquea, las intervenciones estatales eran visualizadas como selectivas y arbitrarias (por ende, nocivas) mientras que, por el contrario, el mercado aseguraba neutralidad y objetividad, en el sentido de no determinar resultados (ganadores o perdedores) a priori. En este entorno macroeconómico, supuestamente homogéneo, las impersonales señales del mercado determinarían la eficiencia relativa de los distintos capitales, y su capacidad de supervivencia ante las nuevas reglas de juego. 2.2. Una interpretación heterodoxa En contraposición con esta lectura apologética del neoliberalismo, en la presente investigación se adoptará un enfoque heterodoxo en la indagación de las causas, la naturaleza y las implicancias del programa de reformas estructurales de los años noventa. Una de las mayores objeciones que puede formularse en contra de la postura neoliberal reside en la interpretación pretendidamente “economicista” y técnica que hace sobre las transformaciones salientes del período en cuestión, vacías de todo contenido social y político. Ello se pone de manifiesto, ante todo, en el modo de abordaje de la crisis de 1989, interpretada por la ortodoxia neoclásica como la inevitable consecuencia de una lógica de acción estatal inherentemente ineficiente, que habría conducido al deterioro de las cuentas fiscales y al desborde inflacionario. Esta sesgada lectura omite considerar los determinantes sociales y políticos que condujeron a la crisis económica y al quebranto fiscal19. 19 Levit y Ortiz (1999: 65) señalan: “La lectura que se impuso sobre lo sucedido en el proceso hiperinflacionario, tanto al nivel político y social, cuanto al discurso académico, legitimó la existencia de un Estado ineficiente, yuxtaponiéndose con las características propias del Estado que predominó en la Argentina entre la década del cuarenta y mediados de la del setenta. Esta mirada evitó contextualizar históricamente las razones estructurales de la ineficiencia estatal o las atribuyó a la existencia de un gasto público elevado cuyos beneficiarios sociales quedaban ocultos tras el mismo discurso”. 32 En tal sentido, el déficit y la ineficiencia estatal no fueron más que la expresión de procesos sociales y políticos en los que determinadas clases y fracciones de clase tuvieron un rol trascendental. Como sostiene Basualdo, en la génesis de los sucesos hiperinflacionarios se encuentra la puja dentro de los sectores dominantes (acreedores externos versus grupos económicos locales) por adueñarse del excedente generado por los sectores asalariados: “(…) el colapso estatal se generó por la imposibilidad de mantener las crecientes transferencias hacia los sectores dominantes (…) no se podía seguir pagando los intereses y subsidiando los programas de capitalización de la deuda externa, y al mismo tiempo, continuar con los subsidios implícitos en los regímenes de promoción industrial, mantener los sobreprecios a los proveedores estatales y enfrentar los intereses de la deuda interna” (Basualdo, 2006b: 309). En definitiva, detrás del discurso fuertemente crítico hacia un Estado ineficiente e improductivo, que sirvió para legitimar de cara a la sociedad el proceso de reformas subsiguientes, quedó eclipsado un intenso proceso de puja distributiva entre clases y fracciones de clases. Como se verá, el desenlace de esta puja, vinculado centralmente con la reforma del Estado, tendrá importantes repercusiones, pues significará una profunda reestructuración de las condiciones de producción capitalista, tanto en lo que se refiere a una regresiva distribución de ingresos en contra de los trabajadores y a favor de la clase capitalista en su conjunto, como a una igualmente importante redistribución de ingresos operada en el interior de la clase capitalista misma, acentuándose así los fenómenos de la concentración y la centralización del capital. La naturaleza del programa de reformas estructurales, así como sus implicancias, adquieren entonces un nuevo significado cuando se realiza un análisis integrador de los fenómenos económicos, sociales y políticos acaecidos, alejado de las interesadas abstracciones como el “Estado” y el “mercado” a secas que se desprenden del enfoque neoliberal. Esta falencia interpretativa de los neoclásicos se encuentra vinculada con su concepción neoutilitarista del Estado -ya analizada en el capítulo anterior-, sustentada en el individualismo metodológico y en la que brilla por su ausencia cualquier tipo de consideración clasista. Un problema adicional de esta concepción reside, se ha dicho, en que al identificar como rasgo peculiar del Estado neoliberal (mínimo) la separación entre lo político y lo económico (entre el Estado y el mercado) presupone al mismo tiempo que ambos polos, Estado y mercado, se encuentran en una relación de mutua exclusión, donde la expansión de uno supone un 33 retraimiento en igual magnitud del otro. De tal forma, el avance del mercado en la subsunción de distintos aspectos de las relaciones sociales durante los años ’90 en la Argentina fue correspondido, según esta lectura neoutilitarista, con la conformación de un Estado mínimo que cedió gran parte de sus funciones y atribuciones. Sin embargo, como se verá a continuación, la efectiva mercantilización acaecida en aquél entonces no se produjo en paralelo con el tan mentado “retiro” del Estado de la economía (al menos no en la forma anunciada por el discurso neoliberal). Aunque más no sea por omisión, el Estado siempre interviene y genera efectos que no son neutros en términos de clases y fracciones de clase. Por ello, el reclamo por un Estado no interventor, tomando como fundamento la existencia de funcionarios maximizadores que buscan rentas propias, constituyó una simple abstracción que no se concretó y que sirvió meramente para legitimar y encubrir un intenso proceso de redistribución de ingresos entre las clases sociales. El programa de reformas estructurales, es cierto, importó una drástica reforma del Estado y al mismo tiempo, un crecimiento de las actividades regidas por el mercado. Sobre esta base se asienta la fórmula abstracta de menos Estado y más mercado, detrás de la cual queda eclipsada la profunda redefinición en la relación entre capital y trabajo operada por aquél entonces. Veamos entonces cómo los tres componentes centrales de las reformas estructurales (las privatizaciones, la desregulación y la apertura económica) sirvieron como vehículo para llevar adelante dicha redefinición, en la que fue expropiada parte sustancial de los ingresos de los trabajadores, y en la que el Estado cumplió un rol fundamental y activo, especialmente al acentuar los procesos de concentración y centralización del capital. Bonnet (2008) sostiene que la política de privatizaciones significó una transferencia de ingresos en contra de la clase trabajadora a través de tres mecanismos fundamentales: la racionalización del empleo público, el nuevo esquema de precios y tarifas, y topes salariales para los trabajadores del Estado. En cuanto al primer mecanismo, la racionalización del empleo público fue profunda: en el transcurso de una década el Estado nacional pasó de 900.000 a 260.000 empleados (Abal Medina, 2006)20. En otro orden, pero en igual sentido, las privatizaciones generaron un nuevo esquema de precios y tarifas con incidencias negativas 20 Cabe señalar, de todas formas, que una parte importante del personal pasó a formar parte de las administraciones públicas provinciales (como efecto de la descentralización), y a las propias empresas privatizadas (Oszlak, 2003). 34 sobre los ingresos de los trabajadores. El ingreso destinado por los hogares a pagar servicios públicos como porcentaje del total de sus gastos aumentó significativamente (en teléfonos, gas). En tercer lugar, durante el período inicial de racionalización y privatización del sector público se establecieron topes para los salarios de los trabajadores del Estado. Asimismo, los aumentos de salarios del sector privado quedaron atados a aumentos de la productividad (cláusulas de productividad del decreto 1.334/91). La contracara de este proceso son las elevadas ganancias de las empresas que participaron en el proceso privatizador. De hecho, se ubican muy por encima del resto de las empresas (Azpiazu, Forcinito y Schorr, 2001). Y, como sostiene Bonnet (2008), la clase capitalista en su conjunto recompuso la tasa de ganancia. En definitiva, por medio de los mecanismos antedichos, las privatizaciones actuaron como un masivo proceso de redistribución de ingresos que arrojó como saldo una expropiación de ingresos de la clase trabajadora. El “retiro del Estado” tampoco fue neutro, en términos sociales, en lo que hace al proceso de desregulación de la actividad económica. Ello cobra especial relevancia en el mercado del trabajo, pues es en este campo donde la “destrucción de las funciones básicas y estratégicas del Estado (…) alcanzó su mayor profundidad, por la organicidad que detentó para la consolidación del proyecto dominante (Basualdo, 2006b: 320). En tal sentido, durante la vigencia del régimen de convertibilidad se desplegó una política sistémica orientada a modificar estructuralmente el mercado laboral argentino y desregular la relación capital-trabajo (Beccaria y Galin, 2002). En procura de ese objetivo, se instrumentaron nuevas regulaciones normativas tendientes a precarizar las condiciones de empleo y abaratar el costo salarial21. Asimismo, y en paralelo a dichos cambios normativos, durante el período en el que rigió la convertibilidad se registró un aumento del desempleo y subempleo, factores que en conjunto facilitaron la precarización laboral y las políticas de desregulación en dicho mercado. Cabe decir que en este contexto de disciplinamiento de la fuerza laboral, y como expresión de la desregulación del mercado laboral, proliferaron además los acuerdos suscritos 21 Pueden citarse la ley de Empleo (Nº 24.013/1991), la ley de la Pequeña y Mediana Empresa (Nº 24.467/94), y la ley de Reforma Laboral (Nº 25.250/2000). 35 en forma directa y sin intermediación entre patronales y sindicatos, que incluyeron medidas de precarización de las condiciones de trabajo e incluso recortes salariales. Al respecto, en los últimos años del régimen de convertibilidad, más del 80% de los convenios colectivos de trabajo tuvieron como ámbito de aplicación a la empresa y no a la actividad (Ministerio de Trabajo, 2002). Finalmente, la apertura económica también fue uno de los mecanismos por medio de los cuales fue viabilizada la ofensiva del capital sobre el trabajo. En efecto, como ya fuera señalado, la apertura significó afectar sustancialmente a los sectores transables de la economía, entre ellos, principalmente, la industria. La crisis y reestructuración que atravesó el sector no solo trajo como resultado una gran heterogeneidad en el mundo fabril, sino también, y en lo esencial, importó una creciente expulsión de mano de obra. Es decir, la crisis del sector industrial fue absorbida en gran medida por los trabajadores: en el período 1991-2001, la ocupación disminuyó un 3,9%, el salario involucionó un -0,3%, mientras que la productividad se incrementó un 4,9% (Basualdo, 2006b). Ahora bien, esta ofensiva del capital sobre el trabajo no agota las transformaciones y procesos puestos en marcha durante la convertibilidad. En efecto, en paralelo a la redistribución de ingresos entre clases, ocurrió un intenso proceso de transferencia de ingresos en el seno mismo de la clase capitalista, a través del cual se profundizaron las tendencias hacia la concentración y centralización del capital. Nuevamente, las reformas estructurales tuvieron un papel clave en este proceso. Se han visto en el Capítulo 1 las razones teóricas por las cuales el paradigma neoliberal resulta incapaz de abordar los fenómenos de concentración y centralización del capital, que están en la base de la expansión de Siderar. Su pobreza analítica apenas le permite sostener que la libre competencia garantiza la eficiencia de los capitales, aunque no puede advertir ninguna diferencia entre ellos, ni en tamaño, ni en cuotas de mercado, ni en capacidad de acumulación. La adopción de un enfoque heterodoxo permite comprender que las diferencias entre los capitales, incluso de una misma rama, son esenciales a la dinámica misma de acumulación del capital. En tal sentido, la concentración y centralización son tendencias inherentes a la acumulación capitalista. Ahora bien, dichas tendencias no operan mecánicamente. Sus modos de manifestación, sus intensidades, los capitales específicos que logran imponerse por sobre 36 otros, dependen de una serie de condiciones concretas que deben ser estudiadas en cada etapa histórica. En tal sentido, resulta necesario indagar en las especificidades del régimen de acumulación que imperó en los años noventa en la Argentina, y especialmente, el rol desempeñado por el Estado. Las privatizaciones significaron, paradójicamente, una profundización de los procesos de concentración y centralización del capital, pues en conjunto fueron relativamente pocas empresas las que adquirieron los activos públicos. En ello influyó decisivamente la estipulación legal según la cual los consorcios debían estar integrados por tres fracciones empresarias, todas pertenecientes al capital más concentrado: empresas y grupos económicos locales, que aportaron su capacidad de lobby; los bancos extranjeros, como proveedores financieros; y las empresas extranjeras, con experiencia y “know how” en el manejo de los servicios técnicos. Asimismo, el marco normativo también facilitó el proceso de concentración pues impuso condiciones patrimoniales que difícilmente podían contribuir a cumplir el objetivo formalmente declamado de descentralizar la propiedad (Basualdo, 2006b). A ello se le sumaron una serie de arbitrariedades en la adjudicación de las licitaciones que operaron en el mismo sentido concentrador. Al servir en la comunión de intereses entre estas distintas fracciones del capital, la política privatizadora fue una efectiva manera de dar un cierre a la crisis de fines de la década de 1980 producto de la puja desatada en el interior de los sectores dominantes. La venta de activos públicos permitió ante todo recobrar la capacidad de pago del Estado argentino, que era la demanda principal de los acreedores externos. Al mismo tiempo, la inclusión en el negocio de los grupos económicos locales fue un mecanismo destinado en lo fundamental a asegurar su anuencia al proceso privatizador, y sirvió además como una compensación por las pérdidas ocasionadas tras la quita de subsidios, incentivos fiscales, etc., que habían sido eliminados con la política de desregulación. Esta peculiar conformación de los consorcios, estipulada por ley y que obligaba la inclusión de los grupos locales, pone de manifiesto una vez más las motivaciones políticas del proceso de reformas estructurales, pues desde el punto de vista de la capacidad económica resultaba por demás evidente la inferioridad del capital nacional respecto del extranjero. De esta manera, queda claro que no fue el “mercado” quien rigió el mecanismo de selección y adjudicación de las empresas públicas. 37 Finalmente, un aspecto no menor que hace a los resultados del proceso privatizador se vincula con que en su gran mayoría, los activos públicos vendidos estaban ubicados en mercados monopólicos y oligopólicos. Ello, en conjunción con marcos regulatorios muy favorables para los oferentes, explica ante todo los elevados márgenes de rentabilidad que tuvieron las empresas privatizadas a lo largo de los años noventa, y constituye otro elemento que incidió en la profundización de los niveles de concentración y centralización del capital. En el mismo sentido, el proceso de desregulación ha conducido por distintas vías a la intensificación de la concentración y centralización del capital. Ya se ha visto cómo operó este proceso en el mercado del trabajo. La descentralización de la relación capital-trabajo sirvió para intensificar el nivel de explotación de la clase obrera en su conjunto. En un contexto con altos niveles de desocupación y subocupación, era difícil imaginar otro resultado en negociaciones donde el Estado dejaba librado a la fuerza relativa de cada parte para imponer condiciones. Cabe agregar que en este proceso, las grandes firmas fueron las que mayores ventajas obtuvieron, potenciando los niveles de explotación y así obteniendo mejores condiciones con respecto al resto. La desregulación aplicada en la Argentina, por otra parte, no cumplió con los propósitos declarados inicialmente por los reformadores, que no eran otros que la instauración de mecanismos objetivos y transparentes de mercado, en reemplazo de la discrecionalidad estatal característica de los escenarios regulados. El ejemplo más significativo al respecto, aunque no el único, es el de las privatizadas, que gozaron de un marco regulatorio muy favorable, que aseguraba la obtención de altos niveles de rentabilidad, superiores al resto de los sectores económicos. Azpiazu (1999) señala otros casos, como la sanción del régimen especial que beneficia a la industria automotriz y la no remoción de espurios regímenes de promoción regional, entre otros. En definitiva, como señala el autor, este escenario no se condice con la uniformidad y la inexistencia de ganadores ex ante, sino más bien con una reconfiguración del marco regulatorio. Estas asimetrías, huelga decirlo, incidieron una vez más en acentuar la concentración y centralización del capital. Finalmente, la apertura económica también aparece como un elemento fundamental en las diferentes trayectorias que ostentan los diversos capitales en la Argentina durante los años noventa. Ante todo, marcó un sesgo claramente a favor de los “servicios”, en desmedro de los sectores transables de la economía, entre los cuales, naturalmente, se encontraba la industria. 38 Asimismo, aún dentro del mundo fabril, la apertura económica generó una profunda crisis y reestructuración, en la que se delinearon claramente un amplio grupo de “perdedores”, que convivió con un selecto grupo de “ganadores”. Este resultado se vio motivado en primera instancia por las asimetrías en el nivel de apertura que sufrieron los distintos sectores y actividades económicas. Al respecto, el sector automotriz, la siderurgia, la industria del papel para diario, el calzado deportivo, entre otros, contaron a lo largo de los años noventa con protecciones especiales frente a la competencia externa (Azpiazu, 1999). Este tratamiento diferencial, en muchos casos, respondió a la capacidad de lobby de las empresas líderes en cada uno de los sectores beneficiados. Otra fuente de heterogeneidad se vincula con la celeridad y el escaso gradualismo que caracterizó al proceso de apertura económica. En este caso, se observa claramente un efecto perjudicial para las empresas de menor tamaño, con baja capacidad de respuesta frente al nuevo entorno económico. En tal sentido, las grandes firmas disponían de una variedad de recursos para enfrentar en mejores condiciones la competencia externa, como por ejemplo, la posibilidad de financiarse a menores tasas en el mercado local e incluso internacional, estar insertas en actividades de por sí más competitivas (vinculadas con los recursos naturales), o controlar los canales de importación y comercialización. En definitiva, se ha puesto de manifiesto a lo largo de esta sección que las consecuencias de las reformas estructurales sobre la economía argentina resultan de una naturaleza muy diferente a lo pregonado por la concepción neoclásica. Lejos de estimular la competencia, garantizar condiciones uniformes para que los actores compitan vía aumentos de productividad y eficiencia y, en general, instaurar al mercado como mecanismo objetivo de asignación de recursos, se verifican, por el contrario, profundas asimetrías y políticas estatales guiadas por una misma lógica: la intensificación de los procesos de concentración y centralización del capital. De esta forma, durante los años noventa, las grandes firmas aumentaron su incidencia económica en prácticamente todos los sectores productivos y se registró al mismo tiempo un aumento significativo de las fusiones, adquisiciones y absorciones entre empresas, que redundaron en una intensificación sin precedentes de la centralización del capital en nuestro país. Este proceder estatal dio sustento a la visión neoutilitarista del rentseeking. En efecto, este modo interpretativo, en un principio aplicado para elaborar el programa de reformas estructurales, fue utilizado posteriormente para justificar los magros resultados de dichas 39 reformas en términos de competencia, eficiencia y desconcentración de la economía argentina. Así, la corrupción gubernamental y no la naturaleza misma de las reformas estructurales fue percibida como la problemática central de la Argentina en los años noventa. Esta lectura resulta coherente con el individualismo metodológico que pregona, y en tal sentido, muestra todas sus insuficiencias al no poder percibir el profundo proceso de reestructuración del orden capitalista acaecido en nuestro país durante este período, y que implicó una modificación estructural de las relaciones no solo capital-trabajo, sino también dentro del mismo capital. También resultan cuestionables aquellas visiones neoinstitucionalistas que suponen que los fenómenos de concentración y centralización del capital son el resultado de la insuficiencia de determinadas capacidades estatales22. Más bien, como se ha podido constatar a lo largo de este capítulo, el Estado parece haber buscado con sus intervenciones dicho resultado, y en tal sentido, ha sido realmente eficaz y coherente en su accionar. Esta lógica de actuación estatal se pondrá claramente de manifiesto al analizar el proceso de privatización de SOMISA, en el que el Estado se encargó de realizar el “trabajo sucio” que posibilitó mejorar las condiciones para la naciente Siderar y junto con ello incrementar los niveles de concentración y centralización del mercado siderúrgico (Capítulo 4). La exposición sobre la naturaleza de estos procesos contribuye, asimismo, a rechazar las concepciones mecanicistas en torno a los procesos de concentración y centralización del capital. Desde la perspectiva que aquí se defiende, dichas tendencias no operan en forma mecánica, sin intervención de lo que podríamos denominar “la esfera política”. Aunque son tendencias manifiestas en la propia acumulación del capital, sus modos de manifestarse varían en cada etapa histórica, entre otros factores, por el modo en que el Estado interviene en el proceso de acumulación. Es en función de esta concepción, en la que los fenómenos económicos, políticos y sociales están mutuamente imbricados, que se ha decidido estudiar la trayectoria de Siderar, poniendo especial énfasis en el modo en que las políticas públicas impactaron en su evolución. 22 Esta interpretación es adoptada por Castellani (2009). La autora asocia los fenómenos de concentración y centralización del capital que afloran en la economía argentina especialmente a partir de 1976 con la pérdida de autonomía y coherencia por parte del Estado (y con ello, las manifiestas incapacidades en su accionar). Aunque su estudio no comprende específicamente el período de la convertibilidad (culmina en 1989), los atributos estatales mencionados son distintivos, según la propia Castellani, del modelo de valorización financiera, categoría analítica utilizada por Basualdo (2006b) para analizar el régimen de acumulación en la Argentina entre 1976 y 2001. 40 Como fuera señalado anteriormente, además del rol del Estado y de las políticas públicas, la dinámica concreta que asume la acumulación del capital en un período determinado se ve influenciada por factores ténicos propios de cada rama o actividad productiva. En función de ello, el próximo capítulo está centrado en indagar en las características de la producción del acero. 41 Capítulo 3. Notas sobre el desarrollo de la industria siderúrgica No es el objetivo aquí esbozar una historia de la siderurgia, pues ello excedería los límites de este trabajo. Interesa por el contrario establecer ciertos puntos de inflexión en la evolución de esta industria, que contribuyan a una mejor comprensión sobre el período en el cual se estudiará la trayectoria de Siderar, los años noventa. Asimismo, se buscará poner en evidencia las implicancias de ciertas características técnicas de la producción del acero en la dinámica asumida por el sector, especialmente, en lo referente a las innovaciones tecnológicas, al tipo y naturaleza de las empresas predominantes, y a los niveles de competencia. En tal sentido, asume vital importancia para nuestro estudio poner de manifiesto la vinculación que existe entre los altos costos fijos que demanda la producción siderúrgica, las economías de escala que ello genera y, finalmente, la constitución de grandes firmas sectoriales como forma empresarial predominante. 3.1. La revolución industrial y la hegemonía británica decimonónica Los prolegómenos de la industria siderúrgica deben ubicarse en Europa, al calor de la revolución industrial, especialmentedurante la segunda fase, entre los años 1850-1870, es decir, en el período “(…) en el que el mundo se hizo capitalista y una significativa minoría de países desarrollados se convirtieron en economías industriales” (Hobsbawm, 1998: 16). En el momento pre-industrial, en tiempos de los Tudor, Inglaterra ya poseía algunos grandes hornos en la industria del hierro (Dobb, 1999). Asimismo, hacia fines del siglo XVIII, durante la primera fase de la revolución industrial, se realizaron importantes innovaciones. El carbón vegetal fue reemplazado por el carbón de piedra, cambio clave para superar la escasez de combustible que había hasta ese momento para la fundición de hierro, y que significaba un serio obstáculo para ampliar la capacidad productiva de los hornos. Además, fueron patentados nuevos procedimientos para refinar el hierro, como el pudelaje y el laminado, ambos a cargo del inglés Henry Cort en 1784; la máquina de vapor fue utilizada en los altos hornos; y en 1829, nace el horno con inyección de aire caliente. Estas innovaciones redundaron en un aumento de la capacidad productiva, que sirvió para atender no solo la demanda en el mercado local sino también la de otras economías con incipientes industrias: se calcula que hacia 1810/1820, entre el 15 y 20% de la producción británica de hierro se exportaba. 42 Sin embargo, el principal limitante para el crecimiento de esta industria era la ausencia de un mercado lo suficientemente amplio capaz de absorber los incrementos productivos. Este exceso de oferta imprimirá una característica a los productores que, advertida por Hobsbawm en esta temprana época, se repetirá como una constante en el mundo siderúrgico, y consiste en la tendencia hacia la búsqueda incesante de nuevos usos para el metal producido, y la formación de cárteles para mantener precios y/o reducciones en la producción. En función de lo dicho, se comprende el consenso extendido que existe entre los historiadores en señalar que el verdadero despegue para el hierro, y que significa al mismo tiempo el nacimiento de la industrial del acero, se da con el inicio de la era del ferrocarril hacia mediados de siglo XIX. En efecto, la difusión de este medio de transporte por el mundo significó un aumento exponencial en la demanda de hierro. Según Hobsbawm (1998), la era del ferrocarril fue la que triplicó la producción de carbón y hierro en veinte años. Sin menospreciar su importancia, Dobb (1999) señala que la expansión del ferrocarril no fue la fuente exclusiva de demanda de hierro por esta época. Agrega, en tal sentido, importantes proyectos de construcción realizados en dicho período. En conjunto, entonces, el mercado del hierro se vio ampliamente potenciado y ello sirvió como poderoso estímulo para las mejoras técnicas y productivas que se desarrollaron de allí en adelante. No casualmente es en esta época en la que el hierro tendrá su propia revolución industrial, con dos innovaciones tecnológicas de importancia. En 1855, primeramente, en la ciudad de Sheffield (Inglaterra), Henry Bessemer patentó con su nombre el primer procedimiento que sirvió para la fabricación de acero barato y masivo. A partir de arrabio, el convertidor de Bessemer tenía la capacidad de producir en serie acero fundido en lingotes de buena calidad y a bajo costo. El otro gran descubrimiento de la época tiene que ver con el horno Siemens Martin (1864), que será incorporado en forma progresiva al mundo siderúrgico hasta alcanzar una posición dominante durante gran parte del siglo XX. El procedimiento básico de este horno se divide en dos etapas: primero, se obtiene arrabio extraído del mineral de hierro. En segundo término, el arrabio es mezclado con caliza, y se funde hasta convertirse en acero mediante el calor del horno Siemens. Con estos avances tecnológicos, y una demanda en franca expansión, la producción mundial de carbón y hierro entre 1850 y 1870 creció significativamente: la de carbón se multiplicó dos veces y media, y la de hierro unas cuatro veces. 43 De todas formas, cabe señalar que este período aún no puede considerarse como de apogeo para la industria del acero. Como sostiene Hobsbwam, esta es más bien la época del hierro, dominada por Gran Bretaña, el “taller del mundo”, que ostentó un nítido liderazgo a nivel mundial en la producción industrial, y especialmente en la elaboración de hierro y de acero. Al respecto, Hobsbwam calcula que en el período bajo análisis (1850-1870) la mitad de la producción en el mundo, tanto de carbón como de hierro, procedía de este país. Sin embargo, conforme avance el siglo XIX, la supremacía industrial inglesa comenzará a declinar en forma progresiva y ello se tornará elocuente en la industria del hierro. Francia, Alemania, y especialmente Estados Unidos acortarán distancias, y en las postrimerías del siglo, el liderazgo británico se verá seriamente cuestionado. Muchas teorías distintas e incluso opuestas han intentado explicar este declive de la industria británica del acero. Burn (1940) puso especial énfasis en el retraso tecnológico ingles que supuso conservar las plantas Bessemer, frente al dinamismo experimentado por el acero Siemens, dominante en otros países como Estados Unidos. Asimismo, McCloskey (1973) señaló que la pérdida de competitividad inglesa radicó en la excesiva fragmentación de su industria, que impidió la necesaria integración vertical y la creación de economías de escala. Más allá de las causas del declive británico, lo cierto es que en el siglo XX la realidad de la industria del acero cambiará notablemente. 3.2. La era del acero y del gran capital Durante el siglo XX, el acero se convirtió en un insumo decisivo para lograr el desarrollo económico y militar. Su disponibilidad permitía acceder a los modelos fordistas de producción, originados en la industria automotriz estadounidense pero que, con el tiempo, fueron expandiéndose por el mundo y se aplicaron en una amplia gama de sectores productivos. En tiempos de la producción en serie, con bienes de consumo masivo, la estructura industrial tuvo como núcleo dinámico a la actividad metalmecánica, sobresaliendo el complejo automotriz y los bienes de consumo durables electromecánicos. Es por ello la era del acero, en la que el consumo por habitante servirá como indicador de la situación económica de un país. 44 Un factor fundamental para la instauración y consolidación de este modelo fordista, y que contribuyó decisivamente a la gran expansión de la industria del acero, fue la disponibilidad de petróleo barato, especialmente en el período 1950-1973. Otra característica saliente de la siderurgia en este período se vincula con el reemplazo del liderazgo decimonónico inglés por el estadounidense. De todas formas, cabe destacar que, en líneas generales, todos los países avanzados (Alemania, Japón, Francia, entre otros) alcanzaron un alto nivel de desarrollo siderúrgico. En el mismo sentido, el liderazgo norteamericano se verá crecientemente amenazado por el surgimiento de un rival de peso, la Unión Soviética, que tras la revolución y en base a una estricta planificación estatal, tendrá un salto cualitativo en la producción siderúrgica. Otro de los rasgos sobresalientes durante este período se vincula con la estandarización de los procesos productivos siderúrgicos, a partir de la difusión a nivel mundial de los Hornos Siemens-Martin hasta los años cincuenta, y a partir de allí, los hornos BOF (ver Anexo). Con esta disposición tecnológica, el esquema productivo quedó estructurado en tres etapas: altos hornos, convertidores, y laminación. Sobre dicho esquema se asentó el desarrollo siderúrgico de las potencias industriales, y dada la imposibilidad de desarrollar tecnologías alternativas, también el de los países menos desarrollados. Estas características productivas condicionarán notablemente el tipo y naturaleza de empresas siderúrgicas predominantes. Al respecto, los grandes capitales, con capacidad de integrar en un mismo establecimiento industrial las tres fases productivas (reducción, aceración y laminación), lograrán en base a economías de escala obtener grandes ventajas respecto de las firmas no integradas, dedicadas exclusivamente a algunas de las fases en particular (laminación generalmente). Dichas ventajas no solo están asociadas a la disminución de los tiempos entre las distintas fases productivas. Un aspecto esencial del proceso siderúrgico integrado es que permite la producción continua, necesaria para evitar el enfriamiento de los hornos y lograr un significativo ahorro de energía. En tal sentido, “la existencia de restricciones físicas en la fase de la reducción (temperatura mínima, tipo de revestimiento de los hornos, etc.) implica grandes volúmenes físicos por “lotes” y un sistema continuo de producción, dado los elevados costos de stop and go de la planta” (Gutman y Bisang, 1989:111). A la vez, las consecuencias derivadas de los rasgos básicos de la etapa de reducción (grandes cantidades de arrabio) se trasladan a la fase 45 siguiente (la acería), en la que se requieren capacidades similares de producción para no discontinuar el proceso. Finalmente, otras dos características del proceso siderúrgico, y que se replican en otros sectores basados en el modelo fordista, son el uso intensivo de combustibles (petróleo y carbón), y un bajo nivel de diversificación en la obtención de productos finales (al ser una producción en serie, los aceros conseguidos son básicos). Los rasgos técnicos señalados tendrán importantes repercusiones en el modo en que se desarrolle la siderurgia en los países menos avanzados, entre ellos los latinoamericanos. La incapacidad de la iniciativa privada local para reunir los enormes volúmenes de capital que la producción siderúrgica demandaba, tendrá como consecuencia una activa y decisiva participación estatal en el mercado. Ya se ha dicho en líneas anteriores la importancia de la metalmecánica en los modelos fordistas de producción. En los países latinoamericanos, el acero era un insumo escaso y clave para lograr integrar el incipiente tejido de una débil industria que había surgido en lo fundamental por las nuevas condiciones internacionales tras la crisis de los años treinta. De hecho, el grueso de los desequilibrios del balance de pagos durante los procesos de industrialización sustitutiva de importaciones estaba relacionado, entre otros temas, con la casi nula producción de insumos industriales básicos, entre los cuales el acero era el de mayor importancia (Azpiazu, Basualdo y Kulfas, 2007). En función de ello, desde mediados de los años cincuenta, en el ámbito latinoamericano fueron adoptadas políticas económicas encaminadas a desarrollar la industria siderúrgica sobre la base de una activa participación estatal. El propósito central era establecer grandes plantas siderúrgicas, muchas de ellas estatales, que aseguraran la obtención de economías de escala. Además de lograr la autosuficiencia económica y consolidar los procesos de industrialización, se perseguía el objetivo de satisfacer necesidades estratégicas desde el punto de vista militar, centralmente la defensa nacional. Como se verá más adelante, muchos de los proyectos siderúrgicos más importantes en el ámbito latinoamericano maduraron recién en los años setenta, cuando las condiciones del mercado habían cambiado radicalmente respecto del momento en el que habían sido elaborados. Cabe decir, de todas formas, que por la magnitud de las inversiones requeridas, no todos los países de la región pudieron transformarse en productores de acero. En efecto, el grueso de la producción siderúrgica latinoamericana provino históricamente de Brasil, México, y en menor 46 medida la Argentina23. El liderazgo regional ejercido por Brasil se debe, entre otras razones, a que es un productor directo (y uno de los grandes exportadores del mundo) de hierro, insumo decisivo para la industria del acero. 3.3. La crisis de los años setenta Las características que adquirió el mercado siderúrgico en los años noventa comienzan a delinearse a mediados de la década de 1970, momento que marca un verdadero punto de inflexión en el devenir de esta industria. En tal sentido, la crisis del petróleo que se inicia en 1973 determinará una serie de transformaciones estructurales en el sistema capitalista mundial, con fuertes repercusiones en el plano siderúrgico. Como efecto inmediato, la suba en el precio del petróleo afectará directamente a las empresas siderúrgicas, que utilizaban en forma intensiva dicho insumo, y a las que les resultaba sumamente costoso readecuar la producción ante cambios en la demanda, por las cuantiosas inversiones en activos fijos y la rigidez en su oferta. Las resonancias negativas se amplificarán en los países centrales, pues la merma en la demanda de acero será una tendencia duradera y estructural, reflejo de un profundo proceso de reconversión industrial por el que atravesarán a partir de la crisis. Un elemento adicional que afectará la demanda siderúrgica será la consolidación de bienes sustitutivos al acero, como el plástico y el aluminio, utilizados en la elaboración de productos finales como la industria automotriz, la aeronavegación y la metalmecánica en general. Ante este cuadro de situación, las empresas siderúrgicas líderes, ubicadas especialmente en los países centrales, buscarán reordenar su oferta productiva. Al respecto, tanto Estados Unidos como los países de la Comunidad Económica Europea recortan su capacidad instalada y modernizan su industria a fin de obtener flexibilidad en la oferta y no sobredimensionar el mercado. De allí en más se abrirá una etapa caracterizada por el estancamiento en los niveles totales de producción, que recién culminará en el nuevo siglo. De hecho, la producción mundial, 23 Para el año 2009, Brasil y México concentraban tres cuartos de la producción latinoamericana (CEPAL, 2009). 47 entre 1970 y 1999, creció a razón de un 0,1% anual acumulativo (Azpiazu, Basualdo y Kulfas, 2007). La reestructuración del mercado siderúrgico se da en el marco de un cambio de paradigma desde el punto de vista tecnológico a nivel mundial (la revolución japonesa del chip) con la aparición de la electrónica aplicada a los métodos productivos y que permitió tener stocks menores, producir lo suficiente para atender en el momento a los compradores (“just in time”), y tener una capacidad mucho mayor de adaptarse a corto plazo a los cambios en la demanda (Hobsbawm, 1999:404). En ese marco, la siderurgia atravesará un acelerado cambio tecnológico, con la introducción de sistemas computarizados en los procesos de convertidor, laminadores y altos hornos, y la implantación de mini-plantas, de menor tamaño que las anteriores y con mayor flexibilidad para enfrentar modificaciones de la demanda. No menos importantes fueron los impactos positivos que generan los nuevos métodos productivos en el cuidado del medio ambiente. El creciente predominio de hornos eléctricos, y el uso cada vez más frecuente de colada continua, permitió en conjunto incrementar significativamente la eficiencia energética24. A ello se agrega una serie de transformaciones significativas en la organización industrial, en los procesos de comercialización, y mejoras en la calidad y en la estandarización de los productos. Finalmente, y ante la consolidación de bienes competitivos, los cambios tecnológicos permiten diversificar la producción mediante el desarrollo de nuevos productos, de mayor valor agregado25. Cabe agregar, además, que estos cambios tecnológicos se verán diseminados a escala mundial por el surgimiento de empresas dedicadas a vender las nuevas tecnologías, generando así un aumento significativo en los niveles de productividad y una mayor competencia en el mercado internacional (Azpiazu, Basualdo y Kulfas, 2007). Ahora bien, el estancamiento productivo que caracteriza a la siderurgia a partir de los años setenta esconde en verdad situaciones diferentes en función de los países que se considere. En efecto, mientras que en las economías centrales se producía una reducción en la El uso intensivo en energía y materias primas para la fabricación del acero resultan dañinos para el medio ambiente, principalmente por las emisiones de dióxido de carbono. 24 La tendencia en los últimos años fue la de una constante innovación y creación de nuevos tipos de acero, que apuntan a satisfacer demandas y usos cada vez más específicos. Un informe de la World Steel Association de 2008 señala que el 75% de los aceros usados en aquél momento no existía 20 años antes (World Steel Association, 2008). 25 48 capacidad instalada ante la brusca contracción en la demanda, la situación en los países subdesarrollados resultaba la opuesta. A partir de los años setenta, en muchos de los países latinoamericanos, entre ellos la Argentina, comenzaron a madurar grandes proyectos de inversión que tenían por objetivo ampliar sustancialmente la capacidad productiva de las firmas siderúrgicas, y que habían sido elaborados en un contexto muy diferente al escenario planteado a partir de la crisis internacional. Así, estas tendencias contrapuestas, iniciadas en los setenta pero que se consolidan en las dos décadas siguientes, marcarán un cambio significativo en la división internacional del trabajo del mercado siderúrgico, con el incremento en la participación de los países dependientes en la producción mundial y, como contracara, una merma en el aporte de las economías centrales. Cabe decir que en la consolidación de esta tendencia influirá decisivamente la incorporación al comercio mundial, a partir de los años noventa, de los países pertenecientes al ex bloque socialista. El incremento de la oferta siderúrgica por parte de los países periféricos, en un contexto general de retracción de la demanda, determinará un incremento significativo en los flujos del comercio mundial del acero. Al no poder ubicar los productos en sus respectivos mercados internos, estos países intentarán colocar sus excedentes en el mercado mundial, por lo que desde fines de los años setenta y principios de los ochenta se registra una sostenida expansión de la exportación de acero que supera la evolución de la producción. América Latina en particular, por la conjunción de estas dos tendencias contrapuestas (la caída en el consumo regional y la entrada en operación de proyectos de ampliación y construcción de nuevas plantas), pasó a ser un exportador neto de productos siderúrgicos (De Paula, 2009). 3.4. La siderurgia en los años noventa En este marco, es posible plantear las características y tendencias salientes del mercado siderúrgico mundial en los años noventa. • Estancamiento productivo Se ha visto que el estancamiento productivo se inicia en los años setenta, y recién comenzará a revertirse en el nuevo siglo. Entre 1970 y 1999, cabe recordar, la producción mundial creció a razón de un 0,1% anual acumulativo. Al observar lo ocurrido en cada una de estas tres décadas, se registra una tendencia declinante de la tasa de crecimiento anual 49 acumulativa: en los años setenta fue de 1,9%; en los años ochenta de 0,7%; y en los años noventa de apenas un 0,3%. • Cambios en la división internacional del trabajo Durante los años noventa se consolida la tendencia hacia un incremento en la participación en la producción mundial del acero de los países periféricos, y como contracara, una merma en la de los países centrales. Como fuera dicho, en ello contribuyó la irrupción de los países del ex bloque socialista, que transformó abruptamente el esquema de producción y comercio de acero. De todas formas, más allá de los grandes avances en materia tecnológica y el nuevo rol de las empresas productoras en los mercados periféricos, la industria siderúrgica de los países desarrollados mantiene reservada para sí la fabricación de los productos de más alto valor agregado (Campos, 1999). • Incremento del comercio mundial En un contexto de crisis y contracción de la demanda, los países productores de acero, especialmente los subdesarrollados, buscaron el mercado externo a fin de volcar sus excedentes, con frecuencia a precios de dumping. Así, en este período, la tasa de crecimiento de las exportaciones de acero fue muy superior a la registrada por la producción (Otero, 2002). Esta dinámica estuvo motivada principalmente por el estancamiento de la economía japonesa y por la crisis del sudeste asiático y de Rusia. Justamente estos países fueron los que, al volcar grandes volúmenes de productos siderúrgicos en el mercado mundial, produjeron un efecto depresivo en los precios. Para el año 2000, las exportaciones en su conjunto representaron cerca del 30% de la producción agregada a escala mundial (Otero, 2002). • Comercio desleal Frente al aumento de los saldos exportables, durante este período se registró un notable incremento de las prácticas desleales en materia de comercio exterior. En especial, los países del ex bloque soviético operaron con precios de dumping o subvencionados. Según las estadísticas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), entre 1998 y 2001 las investigaciones antidumping originadas en la siderurgia representaron entre el 38% y el 41% del total, destacándose como el sector líder en esta materia (Cruz Soto, 2003). Cabe agregar, además, respecto de estas investigaciones, que en su gran mayoría se pudo comprobar la existencia de prácticas comerciales desleales, dando lugar a la adopción de medidas antidumping. 50 • Disminución del precio del acero En todo el período considerado, el precio del acero, tomando como referencia el mercado norteamericano, ha sufrido una sensible baja. De un valor de 720 dólares la tonelada, pasó a ubicarse en torno a 569 dólares en 1999, es decir, una merma del 20% (Azpiazu, Basualdo y Kulfas, 2007). • Privatización de empresas siderúrgicas Durante los años ochenta y noventa se registra a nivel mundial un proceso de reestructuración siderúrgica mediante la privatización de las empresas estatales del sector. El neoliberalismo, hegemónico durante esos años como discurso político-económico, instauró la idea de que la presencia del Estado como productor industrial impedía que las empresas dieran respuestas a las nuevas demandas que imponía el mercado globalizado. Este fenómeno incluyó tanto a las economías centrales como a los países en vía de desarrollo, incluidos los pertenecientes al ex bloque soviétivo. La importante cantidad de privatizaciones que tuvieron origen en algunos países centrales como Alemania, Francia, Italia y Suecia, luego se extendieron a otras regiones, entre ellas, Latinoamérica: en la Argentina, SOMISA y Aceros Zapla; en Chile, la Compañía del Acero del Pacífico (CAP); en Brasil, Usinas Siderúrgicas de Minas Gerais; en México, Sicartsa y AHMSA; en Perú, Sider Perú; y en Venezuela, Sidor. La intensidad de este proceso puede calibrarse con el siguiente dato: para 1996, se estimaba que en Europa tan solo el 14% de la capacidad de producción continuaba en manos estatales, y en América latina, para esa misma fecha, no llegaba al 7% (Bermúdez, Clarín, 31/10/1996). • Difusión y uniformidad en los procesos productivos Durante los años noventa se produce una notable uniformidad en términos de los procesos utilizados para la fabricación de acero. La utilización de la tecnología más moderna (convertidor a oxígeno y horno eléctrico) es absolutamente predominante sobre los otros procesos que son tecnológicamente obsoletos (especialmente el horno abierto). 51 Cuadro 1 - Utilización de convertidor a oxígeno, horno eléctrico y otros, por región, 1991 y 2000 (en porcentajes) 1991 2000 Regiones CO HE Otros CO HE Otros 69 30,5 0,5 60,3 39,7 0 Otros países europeos 56,6 28,8 14,6 56,6 41,6 1,7 Ex URSS 35,3 13,8 50,8 54,6 12,5 32,9 Norteamérica 58,8 39,4 1,7 51,0 49,0 0,0 Sudamérica 66,8 31,9 1,3 65,6 33,2 1,1 África 57,3 40,8 1,1 50,4 49 0,6 Medio Oriente 34,6 65,4 0,0 20,4 79,6 0 Asia 58,2 29,5 7,3 62,1 28,6 9,3 Oceanía 90,4 9,6 0,0 83,3 16,7 0 Total Mundial 56,7 28,6 13,0 58,4 33,9 7,7 Unión Europea Fuente: Elaboración propia en base a IISI, informe anual, año 2000. En el mismo sentido, durante los años noventa se difunde la utilización del proceso de colada continua, el cual permite pasar directamente del acero líquido a la elaboración de productos semi-terminados, disminuyendo el uso de energía, minimizando desperdicios, y aumentando la velocidad de fusión (ver Anexo). • Aumento de la productividad El proceso de cambio tecnológico, sumado a la reestructuración que atraviesan muchas de las empresas estatales al ser privatizadas, produjo una acentuada y generalizada expulsión de la mano de obra sectorial, y con ello un aumento notable en la productividad física a nivel mundial. Cabe enfatizar que durante este período, que es de estancamiento productivo, el aumento de la productividad sectorial estuvo motivado en lo esencial por la expulsión de mano de obra (Azpiazu, Basualdo y Kulfas, 2007; y Otero, 2002). • Internacionalización de los procesos productivos Durante los años noventa, se acentúa la internacionalización de las industrias siderúrgicas. En el caso de Latinoamérica en particular, las empresas adoptan en muchos casos estrategias de 52 internacionalización orientadas al mercado regional del que forman parte. Dichas estrategias se ven consolidadas, pues muchas empresas consumidoras de acero (especialmente la automotriz), se instalan en los países de menor desarrollo económico aprovechando las ventajas ofrecidas por la conformación de mercados regionales. Esta tendencia asume importancia en el ámbito del MERCOSUR, y lleva a que las empresas siderúrgicas se especialicen en productos específicos a fin de atender la demanda de las empresas internacionalizadas. Campos (1999) señala que a partir de estas reestructuraciones se produce un notable incremento del comercio internacional del acero y un nuevo posicionamiento de la industria en el mercado regional del MERCOSUR. • El nivel de competencia Otro aspecto a considerar respecto de la evolución de la industria siderúrgica a nivel mundial se refiere al tipo de competencia que caracteriza al sector durante el período que comprende esta investigación. Azpiazu, Basualdo y Kulfas (2007) estudian en forma concreta las tendencias y contratendencias evidenciadas en la dinámica de acumulación del capital en esta industria. Al respecto, los autores señalan que la política privatizadora a nivel mundial, la incorporación de los países que integraban el bloque socialista a las economías de mercado, así como las innovaciones tecnológicas y con ellas, la difusión de pequeñas plantas, han generado efectos de desconcentración sobre la acumulación del capital. En sentido contrario, por su parte, han operado las numerosas fusiones y adquisiciones de firmas siderúrgicas. Según estos autores, el resultado neto de este choque de tendencias hacia finales de los años noventa ha sido la desconcentración de la producción. Ello queda evidenciado al comparar el estado de situación de la siderurgia con respecto a lo acontedido en otros sectores. Al respecto, para el año 1998 los autores indican que una de las actividades donde las cinco mayores empresas de mayor facturación tienen la incidencia más reducida es la elaboración de acero (15%), mientras que la misma cantidad de firmas en algunas de sus principales actividades demandantes (como es el caso de la fabricación de automóviles), que elaboran productos competitivos (elaboración de aluminio) o materias primas demandadas para su fabricación (mineral de hierro) exhiben una importancia relativa significativamente más elevada. Asimismo, para el año 2000, se estima que la oferta mundial de productos siderúrgicos (básicamente finales) ha quedado atomizada en un gran número de empresas con escaso poder de mercado que opera a escala internacional (Otero, 2002). La producción mundial de acero se realiza con una cantidad importante de empresas que, individualmente, ostentan una pequeña porción de la oferta global (en ningún caso poseen una participación superior al 4%). 53 Consecuentemente, ven limitada la posibilidad de afectar los precios internacionales a través de sus políticas comerciales, aun cuando desarrollan estrategias de exportación muy agresivas tendientes a evitar los costos asociados a la existencia de capacidad ociosa y parada de plantas. Consumada la tarea de caracterizar los aspectos salientes de la evolución siderúrgica a lo largo del tiempo, y en especial, los rasgos que adquiere en los años noventa, los próximos dos capítulos están dedicados a estudiar en detalle la trayectoria de Siderar. 54 Capítulo 4. Las reformas estructurales en el mercado siderúrgico argentino El estudio en concreto sobre la trayectoria de Siderar en la década de 1990 consta de dos partes. En la primera, plasmada en este capítulo, se pondrá especial énfasis en vincular su evolución con las principales políticas públicas implementadas en el sector siderúrgico durante este período. Se analiza, por un lado, la privatización de SOMISA, que en última instancia dio origen a Siderar y por otro, las principales regulaciones (y desregulaciones) estatales sobre la actividad sectorial, incluidas las que pesan sobre el comercio exterior, pues serán fundamentales para determinar el entorno macroeconómico en el que se insertará la empresa. Por lo dicho, estas cuestiones resultan imposibles de analizar sin tener en cuenta su impacto sobre el sector siderúrgico en general, ya no solo sobre Siderar. De tal forma, a lo largo de este capítulo, la indagación sobre la performance de la empresa se hará en forma integrada junto con la marcha del sector siderúrgico argentino. En la segunda parte, contenida en el Capítulo 5, se estudiarán las estrategias implementadas por Siderar durante los años noventa, que le permitieron expandirse no solo a nivel local sino también a nivel internacional. Como se explicará luego, en base al enfoque teórico adoptado en esta investigación, existe una estrecha vinculación entre las políticas públicas adoptadas, la evolución del sector siderúrgico y las estrategias adoptadas por Siderar. De igual modo, no es posible comprender cabalmente el comportamiento de Siderar sin considerar su pertenencia al Grupo Techint. Antes de emprender el estudio, cabe efectuar una aclaración introductoria. La participación estatal en el mercado siderúrgico argentino, por sí misma, no puede considerarse una novedad. Aunque la actividad siderúrgica tiene sus inicios en nuestro país a fines del siglo XIX26, hasta los años cuarenta los avances, exclusivamente por iniciativa privada, se reducían a las etapas finales de laminación o fundición (Bisang y Chidiak, 1995). A partir de ese momento, y al igual que lo acaecido en otros países latinoamericanos, el Estado argentino desplegará una activa presencia en el sector, motorizando diversas iniciativas, entre ellas, la creación de 26 Un estudio sobre la historia de la siderurgia en la Argentina se encuentra en Villanueva (2008). 55 empresas a su cargo, como Altos Hornos Zapla en 1943 y SOMISA en 194727, con el objetivo de promover la producción siderúrgica en el país y así consolidar y profundizar el modelo ISI. Aunque de larga data, la actuación del Estado argentino en la industria siderúrgica revistió cambiantes modalidades, vinculadas estrechamente con el modelo de acumulación vigente en cada etapa histórica. Así, pues, hacia mediados de los años setenta, el tránsito del modelo ISI al neoliberalismo se corresponde, en el sector siderúrgico, con una modificación en la lógica de intervención estatal. Si hasta ese momento, el Estado había establecido un vínculo de complementación con el sector privado, progresivamente, en el transcurso de las décadas de 1970 y de 1980, se forjará una relación de tipo competitiva, que culminará, a principios de los noventa, con la privatización de Altos Hornos Zapla y de SOMISA. En la década de 1990, en un contexto signado por la profundización del modelo neoliberal, Siderar fue uno de los grandes ganadores de la etapa, y en la consecución de este resultado el Estado ha sido un actor decisivo. Mediante un variado conjunto de instrumentos y de políticas públicas, como el impulso a la privatización de SOMISA, la modalidad en que se concreta la venta del complejo estatal siderúrgico, y las regulaciones específicas que rigieron la actividad sectorial a lo largo de toda la década, la intervención del Estado ha generado condiciones sumamente propicias para el crecimiento y expansión de la empresa. 4.1. El proceso de desestatización y el nacimiento de Siderar 4.1.1. El momento pre-privatización El nacimiento de Siderar es el resultado de la venta de la empresa siderúrgica SOMISA en 1992. En los inicios de esa década, antes de la privatización, el mapa de la oferta siderúrgica argentina estaba estructurado de la siguiente manera. Las empresas estatales, SOMISA y Altos Hornos Zapla, ostentaban líneas de producción integradas: a partir del arrabio, producían semielaborados, y productos planos, y tenían una presencia significativa en los no planos. Dentro del sector privado, a su vez, existían otras dos empresas integradas, que se especializaban en productos no planos: Acindar, en hierro redondo, alambres y derivados, y Siderca (del Grupo Techint) en tubos de acero sin costura. El mapa siderúrgico se completaba con Aceros Bragado, empresa semi-integrada; Propulsora Siderúrgica (también del grupo Techint), que producía 27 Por distintos problemas y dilaciones, SOMISA entró en funcionamiento recién en la década de 1960. 56 chapa laminada en frío28; y finalmente un heterogéneo grupo de laminadores independientes (Azpiazu, Basuado y Kulfas, 2007). A continuación, se describe la estructura de la oferta siderúrgica argentina hacia 1990, es decir, en el momento previo a la privatización. Cuadro 2- Composición empresaria de la oferta siderúrgica, 1990 Empresas Tipo de proceso Empresas Integradas Total de Empresas Estatales Privadas Altos Hornos Zapla; Siderca (Techint); SOMISA Acindar 4 Semiintegradas Aceros Bragado 1 Laminadores, chapa Propulsora Siderúrgica (Techint) 1 Laminadores, flejes en frío Cañar; Fortuny; Hermac; ILFA; Lamina Basconia; Satz y Álvarez; Trafilam; Laminfer. 8 S/D 22 Laminadores, productos no planos en caliente S/D Total 2 35 37 Fuente: Elaboración propia en base a Bisang y Chidiak (1995). En sus rasgos generales, esta estructura de la oferta productiva, caracterizada por un mix de empresas estatales y privadas, se había ido delineando desde mediados del siglo pasado, cuando desde el Estado se impulsó la creación de Altos Hornos Zapla y SOMISA, a los efectos de 28 Por iniciativa de Agostino Rocca, por aquél entonces presidente del Grupo Techint, se creó en 1961 Propulsora Siderúrgica. El objetivo inicial del Grupo era conformar una empresa totalmente integrada, y para ello se solicitó ayuda estatal para financiar la inversión. Sin embargo, además de retrasos y dilaciones, las autoridades gubernamentales decidieron comprometer su ayuda a un proyecto similar liderado por Acindar. De tal forma, Propulsora decidió suspender sus planes de integrarse, y se dedicó a la producción de laminados en frío. Cabe decir, de todas formas, que a partir de 1967, el Grupo Techint logró establecer un acuerdo con el gobierno por medio del cual el mercado de laminados en frio quedó distribuido entre SOMISA y Propulsora (Rougier, 2004). 57 lograr economías de escala en insumos siderúrgicos básicos, debido a que esta fase productiva demandaba niveles de capital y de tecnología que en aquél momento no eran cubiertos por la iniciativa privada local, y se debía recurrir a la importación. Así, al menos hasta mediados de los años setenta, se forjó un vínculo entre las empresas estatales y las privadas que era en lo fundamental de complementación. Al respecto, SOMISA, y en menor medida Altos Hornos Zapla, funcionaban como proveedores de insumos siderúrgicos básicos para un variopinto conjunto de laminadores independientes y para empresas privadas dedicadas a los bienes finales, en los que se requerían menores cantidades de capital en comparación con los productos básicos. En resumen, la lógica subyacente de la actuación estatal en el mercado siderúrgico residía en la obtención de economías de escala en las fases iniciales de la producción, generando externalidades positivas e incentivando la inversión privada en el resto del sector. El objetivo mayor era superar las insuficiencias de la oferta siderúrgica que actuaban como un poderoso limitante para la profundización dela ISI, al ser uno de los principales factores causales de los recurrentes estrangulamientos externos de la economía argentina por aquél entonces. En forma progresiva, desde mediados de los años setenta, este vínculo de complementación fue abandonado y, en su lugar, se estableció una relación competitiva entre el sector siderúrgico público y el privado, que terminará finalmente con la privatización del complejo estatal en 1992. Amparadas en las generosas condiciones derivadas de los regímenes de promoción industrial, tanto Acindar en 1976, como Siderca en 1978, lograron adquirir una estructura productiva totalmente integrada, con la instalación de hornos de reducción directa, efectivizando de tal forma la posibilidad de independizarse de los insumos provistos por las empresas estatales. Estos cambios implicaron a su vez una modificación en la manera en que a partir de ese momento se concretó la transferencia de recursos públicos al sector privado siderúrgico: “(…) Los subsidios (explícitos o implícitos) que las empresas buscaron no fueron ya los provenientes de la expansión de la siderurgia estatal, canalizados a través de la oferta y los precios de los insumos básicos sino por el contrario la preponderancia decisiva de los subsidios a sus inversiones competitivas antes que complementarias de la expansión de la siderurgia estatal” (Azpiazu, Basualdo y Kulfas, 2007). En definitiva, se revela que en el tránsito de un modelo de acumulación a otro (de la ISI al neoliberalismo) el Estado modifica su proceder en lo que hace al 58 mercado siderúrgico. Pasa de ser productor directo y generador de externalidades para el resto del sector, a subsidiar la inversión privada incluso en aquellas actividades que -paradójicamenteeran competencia de la siderurgia estatal. Con la integración productiva de Acindar y Siderca, SOMISA perdió a dos de sus principales clientes, justo en el momento posterior a haber ampliado su capacidad productiva (en 1974 había inaugurado su segundo alto horno) y en un contexto general en el que la instauración del nuevo modelo neoliberal tiene como uno de sus rasgos salientes la caída de la demanda interna de los principales productos siderúrgicos. Así, junto con el creciente protagonismo que adquiere el sector privado, a lo largo de la década del ochenta se verifica otro cambio significativo en el sector siderúrgico: las empresas (tanto públicas como privadas), ante la depresión del mercado local, comenzarán a reorientar su actividad al mercado de exportación. De tal forma, el nuevo vínculo de tipo competitivo entre firmas estatales y privadas operará tanto a nivel interno como externo. En resumen, desde finales de los años setenta y a lo largo de la década de 1980, SOMISA evidenciará un rumbo declinante debido, principalmente, a la pérdida de sus dos principales clientes, Acindar y Siderca. El deterioro de la empresa se manifestará, con el paso del tiempo, en la caída en sus niveles de producción y en el rezago tecnológico (por falta de inversiones), situación que contrastará con el palpable dinamismo tanto de Siderca como de Acindar, que logran en el mismo período aumentos significativos de productividad (Bisang y Chidiak, 1995), alcanzando estándares tecnológicos internacionales (Azpiazu, Basuado y Kulfas, 2007). 4.1.2. La privatización de SOMISA Pese a su marcha declinante, hacia finales de la década de 1980 SOMISA operaba casi a pleno de su capacidad instalada, tenía en funcionamiento sus dos Altos Hornos, y destinaba aproximadamente el 50% de su producción al mercado externo. En los inicios de la década de 1990, sin embargo, la situación de la firma empeora. A la falta de inversión estatal sufrida en los últimos años, se agrega el ya mencionado cambio en las condiciones internacionales del mercado siderúrgico, caracterizado por la caída en los precios y la contracción de la demanda externa. En virtud de estas razones, el camino exportador, que había fungido como solución en los años ochenta ante el deprimido mercado interno, queda seriamente comprometido y la situación económica-financiera de la empresa se torna crítica: a 59 pesar de que históricamente había sido rentable, los balances económicos financieros de 1990 y 1991 fueron negativos; y se estima que en sus peores momentos, llegó a perder un millón de dólares diarios (Bisang y Chidiak, 1995). Por lo expuesto, la performance negativa de SOMISA en términos microeconómicos en el período inmediatamente anterior a su privatización se encuentra estrechamente vinculada con el curso que tomó el modelo económico en nuestro país a partir de mediados de los años setenta, y con el deterioro de las condiciones internacionales del mercado siderúrgico que se registra en la última etapa. Aunque baste dicha explicación para rechazar la idea -ampliamente difundida por aquél entonces- sobre una supuesta ineficiencia congénita del Estado en el manejo de los recursos públicos, resulta indispensable agregar un tercer factor que incidió en forma decisiva en la crisis de SOMISA, y fue la política gubernamental que se aplicó en el manejo de la empresa desde que fue intervenida, en 1989. En efecto, como se verá en detalle más adelante, SOMISA comenzó a dar pérdidas en sus balances justamente en el período en el que rigió la intervención en la empresa, y su precaria situación sirvió como argumento para justificar y generar consenso en torno a la necesidad de su privatización. Por ello, la transferencia de SOMISA al capital privado no debe ser entendida como la inevitable consecuencia de su ineficiencia microeconómica. Más bien fue parte de la ambiciosa política menemista de privatizaciones, cuyo objetivo inmediato era paliar el grave déficit fiscal imperante, pero que, en rigor, desde una perspectiva de más vasto alcance, contribuyó -junto con otros instrumentos y medidas, como la apertura y la desregulación económica y la fijación del tipo de cambio- a profundizar el modelo económico neoliberal que se había iniciado con la última dictadura militar, en 1976. Así, la privatización de SOMISA, al igual que la de Altos Hornos Zapla, se inscribe en el programa general de reformas estructurales de la economía argentina, cuyas características y naturaleza fueron estudiadas en el Capítulo 2. Es en este marco neoliberal, sumado al deterioro en las cuentas públicas del Estado argentino, que el gobierno menemista impulsa la privatización de SOMISA, proceso que consta de distintas etapas signadas, sin embargo, por una misma lógica, verificada también en otras privatizaciones: la asunción por parte del Estado del “trabajo sucio”, que consistía en sanear la empresa y mejorar sus condiciones de venta, a fin de tornarla más atractiva para el capital privado. Desde este punto de vista, la actuación del Estado ha sido eficaz. En tal sentido, las condiciones de privilegio que obtiene Siderar al comprar SOMISA y la aceleración en los 60 procesos de concentración y centralización en el mercado siderúrgico que resultan de ello, lejos de responder a insuficiencias y debilidades en sus capacidades, han sido objetivos deliberadamente buscados por la burocracia estatal. El primer paso para sanear la empresa fue la sanción de la Ley de Reforma del Estado (Nº 23.696), en agosto de 1989, mediante la cual quedaron establecidas las condiciones y modalidades generales a aplicar en la privatización de los activos públicos. Este marco jurídico general declaró en estado de emergencia la situación económico-financiera de las empresas del Estado, y autorizó al Poder Ejecutivo Nacional a disponer su intervención por un plazo de 180 días (prorrogable por una sola vez y por igual término); a asumir el pasivo total o parcial de la empresa a privatizar “a efectos de facilitar o mejorar las condiciones de contratación”; y a constituir sociedades a las cuales poder afectar el patrimonio a ser transferido al sector privado. Además, estableció el programa de propiedad participada, por medio del cual se habilitaba a los empleados de la empresa a adquirir un porcentaje del capital accionario. El segundo paso consistió en el proceso de racionalización de SOMISA, que se inicia con la asunción de Juan Carlos Cattáneo como interventor de la empresa (ocupará su cargo desde el 23 de abril de 1990 hasta el 21 de mayo de 1991), y es continuado por su sucesor, el sindicalista y en ese momento ministro de Trabajo, Jorge Triaca (desde mayo a diciembre de 1991). En sendas intervenciones, el Estado se encargó de “sanear” la empresa: ajustó los niveles de producción (cierre de un Alto Horno incluido), y a través de programas de “retiros voluntarios”, redujo a la mitad el plantel de trabajadores (pasó de 12.700 a 5.900 personas). Cabe agregar que, por su gestión en SOMISA, Cattáneo fue denunciado por defraudación al Estado, acusado de provocar una crisis económica financiera que involucró supuestas irregularidades en la concesión de los fletes que SOMISA pagó a la empresa Astramar, ventas de productos al exterior por debajo de los precios de los mercados internacionales, y compras de carbón y de chatarra a valores muy superiores a los registrados en ese momento en el mercado. Según un peritaje judicial, en el transcurso del año en el que estuvo al frente de SOMISA, la empresa pasó de una ganancia del 5% a un déficit del 7,2%29. Una suerte parecida corrió Triaca, quien fue removido de su cargo de Interventor por un escándalo de corrupción 29 Años más tarde, Cattáneo también sería procesado por administración fraudulenta en el escándalo de corrupción vinculado con el contrato firmado entre IBM-Banco Nación. 61 ligado a una compra-venta de inmuebles de SOMISA, y por ventas de productos a precios inferiores de los valores vigentes en el mercado. Más allá del proceso judicial contra ambos funcionarios, los déficits de SOMISA contribuyeron a generar consenso para impulsar y justificar su transferencia al capital privado y, además, para subvaluar a la compañía y tornar más atractiva su venta (Azpiazu y Schorr, 2001). Hacia fines de 1991, el Poder Ejecutivo declaró a SOMISA, junto a una larga lista de empresas estatales que se encontraban también dentro de la órbita del Ministerio de Defensa, como sujeta a privatización (decreto 1.398/90, refrendado luego por el Parlamento con la sanción de la ley 24.045); y nombró como interventora, en diciembre de ese mismo año, a María Julia Alsogaray, quien tiempo después también será procesada por su actuación al frente de la compañía. A continuación, en julio de 1992, y amparado por la ley 23.696, el Estado dispuso la creación de una nueva empresa, Aceros Paraná, a la que le fueron transferidos equipos e instalaciones de SOMISA, un reducido pasivo (del orden de los 110 millones de dólares) y un equipo de trabajo integrado por aproximadamente 5.900 personas. Mientras que la nueva firma era saneada para hacer más atractiva su venta, el Estado se hizo cargo de la denominada "SOMISA residual", lo que en la práctica implicó, entre otras obligaciones, hacer frente al grueso del pasivo (estimado, para el año 1995, en alrededor de 1.800 millones de dólares) y a los “retiros voluntarios” (Bisang y Chidiak, 1995). En septiembre de 1992 salieron a la venta los pliegos de la licitación, en los que se estipuló un sistema de venta en bloque, con compromisos de inversiones por parte de los adquirentes de alrededor de 100 millones de dólares, y la prohibición de que participaran en forma asociada productores locales. Esta última cláusula tenía por objeto evitar que los dos grandes productores del mercado local, Acindar y Techint (Siderca y Propulsora), se asociacen en la compra de SOMISA y conformacen un duopolio. Finalmente, el 26 de noviembre de 1992 se concreta la privatización del 80% de Aceros Paraná, quedando el 20% restante en poder de empleados de la firma a través del programa de propiedad participada. El consorcio que resultó adjudicatario30 estaba integrado por Propulsora 30 El otro consorcio que se había presentado, conformado por capitales alemanes e italianos (Thyssen e Iritecnia, respectivamente) no fue aceptado. 62 Siderúrgica y Siderca (es decir Techint, con el 69% de la participación accionaria), Usiminas (empresa siderúrgica de Brasil), Compañía Vale do Río Doce (Brasil), Corporación de Aceros del Pacífico (Chile) y el Banco Chartered West LB Limited (Inglaterra). El precio total de la empresa fue de 202,8 millones de dólares; el consorcio encabezado por Techint adquirió el 80% (162 millones), de los cuales 140 fueron en efectivo, 12,1% en títulos de deuda pública, y el resto correspondiente a deudas salariales básicamente. Cabe señalar que el precio pagado fue sensiblemente inferior al que la propia intervención había señalado (alrededor de 450 millones de dólares)31. Asimismo, aunque en un principio fue cumplida la restricción del pliego de licitación, que prohibía la participación de dos empresas siderúrgicas locales (fundamentalmente Acindar y Techint) en un mismo consorcio, pocos meses después de efectuada la privatización, Acindar ingresó al adquirir las tenencias accionarias -minoritarias, del 6%- que se encontraban en poder del banco inglés (el Chartered West LB Limited), desvirtuando así las condiciones originales de la privatización, y con significativas implicancias en la reconfiguración productiva de la ex SOMISA (Azpiazu y Basualdo, 1993). En 1993, Techint decide la fusión entre Propulsora Siderúrgica, Aceros Paraná, y otras empresas recientemente adquiridas por el Grupo (Aceros Revestidos, Sidercolor y Sidercrom), que tiene como resultado el nacimiento de Siderar. Además de sus implicancias en los niveles de competencia, esta operación, signada por un aumento patrimonial significativo de la naciente firma, supuso la disminución hasta su insignificancia en el porcentaje de acciones que los trabajadores habían adquirido gracias al programa de propiedad participada. Cabe agregar que en 1992, el gobierno nacional también concreta la privatización de Altos Hornos Zapla. La empresa adjudicataria fue Aceros Zapla S.A. (un consorcio integrado por Citicorp, Equito Investment, Aubert, Duval, y PENSA), única oferente en la licitación, por un valor de 33,2 millones de dólares, abonado en un 90% en títulos de deuda pública y sólo un 10% en efectivo. Al igual que en el caso de SOMISA, el Estado se encargó de realizar el “trabajo sucio” 31 Juan González analizó lo efectivamente pagado por Techint en la compra de SOMISA, pues al precio fijado de venta, ya de por sí bajo, hay que restarle el stock de producción acumulado: “Para el diputado José Novau y Eduardo Santin el stock se calculó en 270 millones de dólares, con este nuevo valor el precio real de venta fue de 144,6 millones de dólares. ¿Un regalo no?” (González, 1996:20). . 63 previo, con la racionalización de la empresa, mediante una reducción de casi la mitad de los empleados (1.500 personas). Estos cambios de titularidad en las firmas siderúrgicas, asociados con la transferencia de activos estatales al capital privado, fueron acompañados por transformaciones trascendentes desde el punto de vista productivo. Al respecto, Siderar decidió discontinuar la producción de productos no planos, que a partir de ese momento quedó bajo el dominio casi exclusivo de Acindar, y pasó a especializarse en productos planos. En forma progresiva, a su vez, una gran cantidad de laminadores independientes, clientes tradicionales de SOMISA, serán absorbidos por Acindar y por Siderar. La privatización del complejo estatal redundó en consecuencia en un mercado altamente concentrado: mientras que en 1990 existían 37 empresas (Cuadro 2), en 1994 pasan a ser 19 (Cuadro 3). El índice de Herfindahl-Hirschman (IHH)32, en el período 1990-1995, pasó de 2.785 a 6.640 en el caso de los laminados no planos (el máximo de concentración es 10.000) y de 5.003 a 10.000 en los laminados planos, mientras que se mantuvo en 10.000 en el caso de los tubos sin costura (Azpiazu, Basualdo, Kulfas, 2007). 32 El índice Herfindahl-Hirschman se calcula sumando la participación porcentual al cuadrado de cada una de las 50 empresas más grandes que operan en un mercado, o de todas si son menos de 50. Si el IHH es inferior a 1.000 el mercado es competitivo, si se encuentra entre 1.000 y 1.800 es moderadamente competitivo; y por encima de 1.800 está concentrado. El máximo de concentración es 10.000. 64 Cuadro 3 - Composición empresaria de la oferta siderúrgica, 1994 Tipo de proceso Empresas Integradas Semi-integradas Empresas Aceros Zapla; Siderar (Techint); Siderca (Techint); Acindar Aceros Bragado Total de Empresas 4 1 Laminadores, chapa Laminadores, flejes en Cañar; Fortuny; Hermac; ILFA; Laminfer*; Lamina frío Basconia 6 Laminadores, productos no planos en S/D 8 caliente Total 19 * Adquirida en 1992 por Acindar. Fuente: Elaboración propia en base a Bisang y Chidiak (1995). Aunque estos indicadores cuantitativos resultan de por sí elocuentes, un análisis cualitativo permite vislumbrar que el mercado siderúrgico post-privatización queda bajo el dominio de un reducido grupo de actores (dos en términos estrictos, considerando los titulares de cada una de las empresas), todos ellos de capital privado, y con una clara hegemonía en cada uno de los productos en los que se especializan: Siderca (Techint) en la producción de tubos sin costura; Acindar, en el mercado de los productos no planos; y Siderar (también Techint), en el mercado de los productos planos (Bisang y Chidiak, 1995). Resulta interesante destacar, además, que el predominio que pasa a ejercer Techint en el mercado siderúrgico con la compra de SOMISA se vincula con una estrategia más amplia que despliega el Grupo en otros procesos de privatización en la Argentina, y que consiste en la adquisición de empresas estatales que operan en el mismo sector de actividad en el que está inserta alguna de sus firmas vinculadas o controladas. Siguiendo dicha estrategia, denominada por Basualdo como de concentración (2006b), Techint participó por ejemplo de la privatización de áreas de explotación petrolífera siendo propietario de una empresa en dicho sector (Tecpetrol). Cabe agregar, además, que en el proceso de privatizaciones Techint recurrió a otras 65 dos estrategias. Una de ellas, denominada como de “integración”, consiste en ingresar en mercados proveedores de un insumo clave para la producción de una de las empresas del Grupo. Al respecto, las empresas siderúrgicas de Techint pudieron integrar la producción y distribución de energía eléctrica y gas, insumos clave en sus procesos productivos. La otra estrategia es la de de la conglomeración, esto es, la diversificación de las actividades del Grupo hacia diferentes servicios privatizados con escasa relación entre sí. En tal sentido, resulta amplio y diverso el espectro de actividades y sectores en los que adquirió presencia Techint tras su participación en el proceso de privatizaciones: generación y distribución de energía eléctrica, exploración petrolífera, transporte de gas, telecomunicaciones, ferrocarriles, rutas nacionales y siderurgia. 4.2. El marco institucional y regulatorio del mercado siderúrgico 4.2.1. El Estado como eje ordenador de la actividad La participación del Estado en el mercado siderúrgico argentino desde mediados del siglo pasado no se redujo a su rol de productor. En efecto, desde la sanción del Plan Siderúrgico Nacional (Ley Savio) en 1947, y a lo largo del período en el que rigió la ISI, el Estado se convirtió en un actor determinante al instaurar una vasta estructura regulatoria sobre diversos aspectos de la actividad siderúrgica. Así, la citada ley Savio, además de disponer la creación de SOMISA, confirió grandes atribuciones a la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM), que incluían por ejemplo, la autorización para exportar productos siderúrgicos, la administración del Registro Especial de Entidades Industriales del Plan Siderúrgico Argentino, (que en la práctica funcionaba como una barrera a la entrada de nuevos capitales), y la concesión de distintos beneficios a la producción del sector privado (principalmente a las grandes empresas), tales como, eximiciones de gravámenes y de derechos de importación, facilidades crediticias, e incentivos fiscales (Azpiazu, Basualdo y Kulfas, 2007). La intervención estatal abarcaba también diversas leyes en materia arancelaria: la producción siderúrgica nacional gozaba de altos niveles de protección frente a la competencia externa, y al mismo tiempo se veía beneficiada por las facilidades -mediante desregulaciones y bajos aranceles- que se le otorgaba para la importación de insumos y bienes de capital. 66 Este marco institucional, aunque en un principio asociado con el modo de funcionamiento dela ISI, se va a mantener incluso más allá de ella. En efecto, durante el período en el que la última dictadura militar inició una gradual política de apertura y desregulación de la economía, el sector siderúrgico mantuvo prácticamente invariante su estructura proteccionista. Los principales cambios de este esquema regulatorio se producen recién a partir de los años noventa, en coincidencia con la profundización del modelo neoliberal que se registra en la economía argentina. De todas formas, el proceso de apertura y de desregulación de la actividad siderúrgica presentará algunas especificidades que conviene analizar en detalle, pues tendrán importantes consecuencias para el desempeño de Siderar durante esta etapa. 4.2.2. La apertura y la desregulación del sector en los años noventa A finales de los años ochenta y principios de los noventa se inicia el proceso tendiente a desregular la actividad del sector siderúrgico y a habilitar la entrada de productos del exterior. El primer paso se dio con la sanción del decreto Nº 345/88, orientado a eliminar restricciones a la importación de bienes competitivos de la producción nacional33. Tiempo después, ya durante el gobierno menemista, se dictó el decreto de desregulación económica (Nº 2.284/91), que tuvo como objetivo general la eliminación de las regulaciones que pesaban en los distintos mercados de la economía argentina, entre los cuales figuraba el siderúrgico. Para este sector en específico, el decreto en cuestión suprimió exenciones y franquicias especiales a la importación de insumos y bienes de capital por parte de las empresas siderúrgicas; y estableció la derogación de los principales regímenes promocionales que viabilizaron tales franquicias así como la remoción del requerimiento de inscripción en el Registro de Industrias Siderúrgicas. Al mismo tiempo, las desregulaciones generales que se produjeron en la economía argentina por aquélla época también implicaron cambios significativos para el sector siderúrgico. Ello se vio reflejado especialmente en el rubro exportaciones, ya que con la eliminación de toda una serie de requisitos y trámites (la Tasa de Estadística, el gravamen destinado al Fondo Nacional 33 El artículo 4 del citado decreto dice: “Exímese del pago de los derechos de importación a las maquinarias, sus repuestos y accesorios, materiales, y productos, no producidos localmente que se importen con destino a plantas siderúrgicas”. 67 de Marina Mercante, entre otros), hubo una mejora sensible en el tipo de cambio real de exportación34. A pesar de estos cambios institucionales, que indican que en conjunto el mercado siderúrgico perdió los antiguos niveles de protección en los que operaba, los resultados resultan más ambiguos si se incluyen en el análisis otras variables. En primer lugar, interesa comparar el nivel de apertura del mercado siderúrgico con lo ocurrido en el resto de la economía argentina. Al respecto, Leiras y Soltz (2006) muestran que la tasa de protección nominal y efectiva de la industria siderúrgica, en los primeros años de la convertibilidad, fue superior a la media registrada en los otros sectores35 (ver Cuadro 4). Ello siginifica que las empresas vinculadas con la producción de hierro y acero tuvieron el peculiar privilegio de no haber sufrido la falta de gradualismo en la apertura importadora. Cuadro 4 - Niveles de protección nominal y efectiva, en Hierro y Acero, y promedio general de la economía argentina, en 1990 y 1995 (en porcentajes) TPN TPE 1990 1995 1990 1995 Hierro y Acero 22,2 19,6 28,3 25,0 Promedio General 18,4 12,9 20,3 13,9 Fuente: Elaboración propia en base a Leiras y Soltz (2006). En segundo lugar, el sector siderúrgico mantendrá una posición diferencial en lo que respecta a las importaciones provenientes de los países del MERCOSUR, fundamentalmente de Brasil. Cabe recordar que a partir de marzo de 1991, con la firma del Tratado de Asunción, se inicia un proceso de liberación comercial con desgravaciones progresivas, lineales y automáticas, que debía finalizar en 1994, con la creación de una zona de libre comercio entre los países miembro. Sin embargo, en diciembre de ese año, en la cumbre de Ouro Preto, Brasil, se decidió la adopción de un régimen especial para productos considerados sensibles, a los que se les aseguró el 34 En su estudio, Azpiazu, Basualdo y Kulfas (2007) calculan que la mejora fue de alrededor del 5%. 35 La protección nominal indica la relación entre el precio de un bien en el mercado internacional y el precio de un bien similar en el mercado local. Por su parte, la tasa de protección efectiva mide la relación entre el valor agregado de un bien en el mercado internacional y en el local. 68 mantenimiento de niveles de protección hasta finales de siglo. La Argentina incluyó a los bienes siderúrgicos en una lista de 200 productos que gozaron de este régimen especial. Así, los aranceles para los productos siderúrgicos dentro del MERCOSUR fueron bajando gradualmente a lo largo de esos años, hasta llegar a 0% recién en 1999. Cabe decir que dentro de ese régimen también fue incluido el sector automotriz, uno de los principales mercados abastecidos por la siderurgia y particularmente por Siderar. En tercer lugar, el sector siderúrgico mantuvo una posición diferencial en lo que respecta al nivel de protección externa, en virtud de la interposición de medidas antidumping36. Aunque la recurrencia a este tipo de instrumento fue un denominador común de diversos sectores industriales a lo largo de los años noventa (aquejados por la apertura económica y la apreciación cambiaria), la siderurgia argentina se destacará del resto no solo por la cantidad de solicitudes por dumping realizadas (que ya de por sí desalientan las importaciones), sino también por la resolución favorable que tomaron muchas de ellas. Cuadro 5 - Denuncias por competencia desleal: Dumping y subvenciones, 1992-1994 (en valores absolutos y en porcentajes) En Nº En % Denuncias presentadas 116 100 Denuncias con aplicación de medidas 16 13 Denuncias presentadas por el sector siderúrgico 16 13 Denuncias con aplicación de medidas, en el sector siderúrgico 10 62,5 Fuente: Elaboración propia en base a la Comisión Nacional de Comercio Exterior (1994), y Azpiazu, Basualdo y Kulfas (2007). Como se observa en el cuadro anterior, en el período 1992-1994 resulta bajo el porcentaje de denuncias que tuvieron resolución favorable: de un total de 116 denuncias, tan solo en 16 de ellas, esto es un 13%, la autoridad de aplicación aplicó medidas. La situación resulta diametralmente opuesta en el caso del sector siderúrgico: sobre un total de 16 denuncias, en 10 de ellas (más del 60%) hubo resolución a favor del denunciante. 36 De acuerdo con las normas de la OMC, el dumping es considerado una práctica comercial desleal, consistente en la exportación por parte de una empresa de un producto a un precio inferior al de venta en su mercado interno. 69 Otra forma de evaluar el tratamiento especial que tuvo la industria siderúrgica en lo que se refiere a medidas antidumping tiene que ver con los valores de las importaciones involucradas en las investigaciones, cuyos montos, tanto en 1992 como en 1993 (en 1994, en rigor, no hubo ninguna presentación ni investigación) resultan significativamente altos en comparación con el resto de los otros sectores. Cuadro 6 - Importaciones investigadas por Dumping y por subvenciones, según sector industrial, 1992 y 1993 (en dólares estadounidenses y en porcentajes). 1992 1993 Sector US$ % US$ % Productos industria siderúrgica 58.103.893 64,1 37.686.472 30,6 Total de los sectores 90.644.522 100 123.701.680 100 Fuente: Elaboración propia en base al Informe anual 1994 de la Comisión Nacional de Comercio Exterior. La aplicación de medidas antidumping para el sector siderúrgico es una característica que se mantendrá, con ciertas fluctuaciones, a lo largo de todo el período en el que rigió el régimen de convertibilidad. Así, por ejemplo, en el período 1997-2001, la proporción de importaciones siderúrgicas beneficiadas con medidas de la Comisión Nacional de Comercio Exterior (en adelante, CNCE) promedió el 13,1% del total (CNCE, 2002). En tanto, según un informe elaborado por la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), las medidas antidumping constituyeron el principal factor por el cual el sector externo no actuó durante los años noventa como regulador de precios en el mercado siderúrgico argentino (CNDC, 2003). Se ha hecho referencia en el capítulo anterior que el dumping es una práctica habitual en la actividad siderúrgica, por ser una industria que opera con economías de escala, y en función de ello, requiere mantener operables ciertos niveles mínimos de producción. Así, ante una caída en la demanda interna, es frecuente que las empresas busquen ubicar sus productos en el exterior, aún a precios por debajo de los costos medios totales. Estas características del proceso siderúrgico, aunque podrían explicar el tratamiento diferencial recibido con respecto a otros sectores, no agotan sin embargo la cuestión. Un elemento adicional sobre las tendencias imperantes en la aplicación de medidas antidumping surge cuando se analiza lo ocurrido con cada una de las firmas del sector, pues se comprueba la existencia de 70 diferencias significativas en el tratamiento recibido por cada una de ellas. Al respecto, en el período 1992-1994, las solicitudes que tuvieron curso favorable (10) corresponden en su totalidad a las grandes empresas del sector (Acindar y las pertenecientes al Grupo Techint, entre ellas Siderar), mientras que las únicas dos denuncias desestimadas corresponden a dos laminadores independientes. De manera similar, hacia el fin de la convertibilidad, todas las solicitudes de investigación realizadas por Siderar tuvieron un curso favorable. Cuadro 7 - Medidas antidumping, impulsadas por denuncias de Siderar, 1998-2001 Año 1998 Tipo de producto Aceros laminados planos en caliente Origen Rusia, Ucrania, y Brasil Resolución Determinación positiva de daño 1999 Aceros laminados planos en frío Brasil, Rusia Determinación positiva de daño 2000 Aceros laminados planos en caliente Sudáfrica, Kajajstan, Rumania, Eslovaquia Determinación positiva de daño 2001 Aceros laminados planos en frío Sudáfrica, Corea Republicana, Kajajstan, Ucrania Determinación positiva de daño 2001 Aceros laminados planos galvanizados Sudáfrica, Corea Republicana, Taiwán, India, Rusia, Australia Determinación positiva de daño Fuente: Elaboración propia en base a información proporcionada por la CNCE. El tratamiento diferencial, entonces, ocurre no solo entre los distintos sectores de la economía argentina, sino también dentro de la rama siderúrgica, y este último fenómeno se vincula con el modo en que se encuentra regulada la práctica del dumping. La tarea de sanción recae en el país importador, quien debe probar no solamente el dumping, sino también que éste cause daño -o amenace con hacerlo- a una rama de producción nacional de un producto similar al que importa. Hay coincidencia entre los especialistas en que el punto crítico de “las investigaciones antidumping es comprender el nexo causal entre las importaciones con dumping y el daño a la industria nacional (…) pues no existe en la legislación nacional e internacional una regla uniforme para determinar el daño (…) tampoco hay precisión acerca de los efectos que se quieren medir en la relación causal (Delgado, 1998:8). Así, pues, el marco institucional referido habilita un margen de discrecionalidad significativo a la autoridad que debe aplicar derechos de dumping. 71 Con esta estructura regulatoria, es dable suponer que aquellas firmas con mayor poder de lobby se encuentran en mejores condiciones para incidir en la determinación que tomará la autoridad de aplicación. En el caso concreto de Siderar, resulta difícil no atribuir a su capacidad de lobby e influencia el haber resultado beneficiada sistemáticamente en el tratamiento de sus denuncias. En síntesis, el sector siderúrgico, y en particular Siderar, se han desenvuelto durante los años noventa en un mercado semiprotegido, o semiabierto según Bisang (1995), distinguiéndose de las condiciones -generalmente desfavorables- en las que operó la mayoría de los sectores productivos del país. Las firmas siderúrgicas locales no solo gozaron de barreras arancelarias superiores al promedio; también tuvieron un tratamiento diferencial en lo que respecta al comercio dentro del MERCOSUR. Asimismo, en 1999, cuando finalmente los aranceles intra-zona se redujeron al 0%, y era de prever un aumento de las importaciones provenientes de Brasil -pues los términos de intercambio favorecían a este país por la devaluación del real-, las medidas antidumping presentadas, con Siderar como protagonista, sirvieron como una efectiva barrera de protección. Cabe agregar, finalmente, que las medidas antidumping presentadas por Siderar sirvieron también para forzar a las firmas siderúrgicas brasileñas a suscribir acuerdos en los que se comprometían a cumplir con ciertas restricciones comerciales, como por ejemplo, precios mínimos y cupos a las importaciones (Nudler, Página 12:02/09/2000). Estos acuerdos en algunos casos contaron con la homologación por parte de las autoridades argentinas y brasileñas, y en otros, simplemente, fueron suscritos entre las firmas privadas37, pero sus efectos, de todas formas, tuvieron el mismo sentido restrictivo sobre las importaciones del país vecino, y contribuyeron en la conformación de un mercado siderúrgico argentino semi-protegido. 37 En diciembre de 1999, el gobierno argentino suspendió la aplicación de derechos antidumping a empresas brasileñas, con el compromiso de éstas de limitar sus exportaciones de laminados en caliente a la Argentina, por un plazo de 5 años, y con precios mínimos. A principios de junio de 2000, un acuerdo similar se dio para los laminados en frío. 72 Por último, aunque no menos importante, la siderurgia argentina en general, y Siderar en particular, también se vieron beneficiadas por la protección especial de la que gozó la industria automotriz, uno de los principales sectores a los que destinan sus productos38. 4.3. El desempeño del sector siderúrgico argentino en los años noventa En esta sección se analizarán la dinámica y la performance del sector siderúrgico entre 1993 y 2001. Se trata, en concreto, de evaluar su desempeño una vez consumada la reestructuración sectorial efectuada en los inicios del gobierno menemista, que incluyó, como se ha visto anteriormente, la privatización del complejo siderúrgico estatal, la desregulación y un contradictorio proceso de apertura económica. Dado que estas reformas estructurales generaron un elevado grado de concentración y centralización dentro de la industria siderúrgica, el estudio de las tendencias del sector constituye una forma aproximada de comprender la evolución de Siderar en el período considerado. 4.3.1. Los ochenta, ¿La década perdida? En primera instancia, conviene precisar cuál era la situación de la industria siderúrgica hasta antes del proceso de reestructuración. Como tendencias generales, cabe decir que durante los años ochenta, y en particular entre 1984 y 1989, se registra una expansión del sector. En efecto, la producción siderúrgica creció en el quinquenio referido más del 45% (en 1984 se produjeron 2.677 toneladas, y en 1989, 3.908). Este crecimiento no resulta nada despreciable, máxime si se considera que se da en el marco de lo dio en llamarse la década perdida, con un magro desempeño de la economía argentina en general, y en especial del sector industrial. Ya se ha indicado en esta investigación que la expansión de la producción siderúrgica en este período se debe, en lo fundamental, a la maduración de ciertas inversiones realizadas en años anteriores: principalmente, la integración productiva de Acindar y Siderca hacia fines de los años setenta, y la puesta en funcionamiento en 1984 de los dos altos hornos de SOMISA en 38 A diferencia de la casi totalidad de los restantes sectores de la industria, la producción automotriz gozó de un régimen especial de promoción y protección durante toda la década de 1990. No obstante, cabe señalar que las actividades de dicho complejo productivo fueron circunscribiéndose crecientemente a tareas de armaduría y/o ensamblado de partes con escasa producción propia. Para un análisis de las características centrales de dicho régimen consultar Kosacoff (1999) y Vispo (1999). 73 simultáneo39. Este aumento de la capacidad productiva se da justo en un momento de contracción de la demanda interna de los productos siderúrgicos (fruto de la recesión económica local), por lo que se acentuará a partir de entonces el perfil exportador del sector. Con la crisis económica y el estallido hiperinflacionario, en 1989, se evidencia una profundización del desfase entre la producción (en expansión) y el consumo aparente40 (en caída), por lo que el nivel de autoabastecimiento supera el 200%, y los saldos exportables alcanzan el punto máximo de toda la década: mientras que en 1980 las exportaciones de acero fueron de 157 millones de dólares, en 1989 habían ascendido a 970 millones de dólares (Azpiazu, Basualdo y Kulfas, 2007; y CIS). Este positivo ciclo expansivo de la siderurgia se agotará hacia fines de la década, en conjunción con la aguda crisis económica argentina y el estallido hiperinflacionario, y el deterioro de las condiciones en el mercado siderúrgico mundial. Hacia 1989, en efecto, la producción comenzará a registrar una tendencia declinante, que recién culminará en 1992. La producción siderúrgica pasará de 3.908 toneladas en 1989 a 2.700 en 1992 (una reducción de 1.208 toneladas, es decir, un 30% menos). A nivel de productos, el estancamiento productivo afectó principalmente a los aceros no planos, y en menor medida, a los planos, mientras que los tubos sin costura tendrán un desempeño positivo. Asimismo, durante este trienio también se modificarán los flujos del comercio exterior: las exportaciones de acero en 1992 decrecerán a la mitad respecto de 1989 (pasan del pico de 970 millones a 455 millones de dólares). Las importaciones, por el contrario, ostentan la tendencia inversa: en 1989 totalizaron 484 millones de dólares, mientras que en 1992 ascendieron a 949 millones. Estas variables, analizadas en conjunto, ilustran que durante esta etapa el sector siderúrgico atraviesa una crisis que está ligada, indudablemente, con la marcha declinante de la economía argentina y, más en general, con la crisis del mercado siderúrgico internacional. En paralelo a ello, como se señala en el estudio de Azpiazu, Basualdo, y Kulfas (2007), este período es de reestructuración del sector siderúrgico argentino, en virtud que es durante estos años que se aplican las medidas estructurales más importantes. 39 Si bien en 1974 SOMISA puso en funcionamiento el segundo alto horno, ese mismo año paralizó el primer horno para su reacondicionamiento. Será recién entonces en 1984 cuando la empresa decida poner en funcionamiento los dos altos hornos a la vez. 40 El consumo aparente se obtienemediante el siguientecálculo: producción bruta más importaciones, menos exportaciones. 74 Hacia 1993, que es el año en el que se inicia el período de investigación sobre Siderar, se completó el programa de reestructuración sobre el sector. Interesa entonces poner de relieve las tendencias de la industria siderúrgica local que predominarán a partir de ese momento y hasta el fin de la convertibilidad. 4.3.2. La etapa 1993-2001 Tras el proceso de reestructuración por el que atravesó en los inicios del gobierno menemista, el sector siderúrgico argentino aparecerá como uno de los “ganadores” del período en el que rigió la convertibilidad. Este desempeño positivo resulta una de las grandes excepciones dentro de la industria local, pues diversas condiciones macroeconómicas, como el tipo de cambio apreciado y la avalancha importadora, entre otras, significaron adversidades y obstáculos difíciles de sobrellevar para el empresariado industrial argentino. Por el contrario, tal como se vio anteriormente, el sector siderúrgico en general, y Siderar en particular, fueron beneficiados de manera especial por el modo en que se aplicaron las políticas macroeconómicas centrales en esta etapa. Es por ello que el sector presenta una dinámica expansiva, y la mayoría de los indicadores evidencian una positiva performance. Crecimiento de la producción. Entre 1993 y 2001, la producción siderúrgica creció 1.222 mil toneladas, esto es, un 42%. Aunque en forma desigual, todos los principales productos siderúrgicos -laminados planos (en caliente y en frío) y no planos, y tubos sin costura- crecieron en esta etapa. Estos indicadores positivos cobran significación cuando se los compara con la etapa de reestructuración, que fue de crisis y estancamiento. Ahora bien, cuando se los coteja con la situación de la década de 1980, los resultados no parecen tan contundentes. Al respecto, en el año 2001, la producción total de acero crudo (4.108 miles de toneladas) fue apenas superior a la registrada 12 años antes, en 1989, cuando se produjeron 3.908 miles de toneladas. Asimismo, entre 1993 y 2001 pueden distinguirse dos etapas diferentes, que en cierta manera se corresponden con la evolución global de la economía argentina. En efecto, en el quinquenio 93-98, la producción siderúrgica crece a un buen ritmo, en un contexto general de crecimiento y reactivación económica. Por el contrario, en los últimos años (1999-2001), la siderurgia tendrá una marcha declinante, acompañando así la crisis del régimen de convertibilidad: en 1999 la producción cae significativamente respecto de los niveles del año anterior, y aunque en 2000 se evidencia un repunte importante, el crecimiento neto en este trienio es nulo. 75 Cuadro 8 - Tasa de crecimiento anual de la producción siderúrgica, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes) Año Producción siderúrgica Tasa de crecimiento Anual 1993 2886 1994 3289 14,0 1995 3580 8,8 1996 4076 13,9 1997 4170 2,3 1998 4215 1,1 1999 3805 -9,7 2000 4479 17,7 2001 4108 -8,2 Fuente: Elaboración propia en base a CIS. Consumo aparente. Si se toman los años entre puntas del período se podría concluir que el nivel de consumo aparente apenas se modificó, e incluso, muestra una tendencia a la baja, pues en 1993 era de 2.945 miles de toneladas, mientras que en 2001 fue de 2.693 (Cuadro 9). Sin embargo, esta leve merma no refleja la tendencia predominante en el período considerado, que fue de crecimiento y de expansión. En efecto, previo a la crisis del régimen de convertibilidad a finales de los años noventa, el consumo aparente tuvo un impulso ascendente, con picos en los años 1997 y 1998 de 4.553 y 4.711 miles de toneladas respectivamente. Cuadro 9 - Consumo Aparente de producto terminado, 1992-2001 (en miles de toneladas) Año Consumo Aparente Directo Consumo Aparente Indirecto Consumo Consumo Aparente Total per Aparente Total cápita (Kg/hab.) 1992 2.562,6 383,2 2.945,8 88,0 1993 2.457,0 481,1 2.938,1 86,0 1994 2.998,4 609,5 3.607,9 105,0 1995 2.737,3 299,3 3.036,6 87,3 1996 3.166,4 550,0 3.716,4 105,6 1997 3.784,9 768,6 4.553,5 127,9 1998 3.837,2 873,9 4.711,1 130,8 1999 2.999,3 588,2 3.587,6 98,6 2000 2.845,8 531,3 3.377,1 91,8 2001 2.428,5 264,4 2.693,0 72,5 Fuente: Elaboración propia en base a CIS. 76 Exportaciones: Entre 1993 y 2001 el sector siderúrgico acentuó el perfil exportador que había comenzado a desarrollar en forma incipiente durante los años ochenta y que había mermado en el período de crisis y reestructuración. Al respecto, mientras que en 1993 las exportaciones totalizaron 503 millones de dólares, en 2001 dicha cifra ascendió a 1.120 millones de dólares, lo que representa un salto del orden del 122%. Importaciones: Al tomar como referencia para la comparación los años en los extremos del período analizado, se observa que las importaciones tuvieron una tendencia declinante: pasaron de los 543 millones de dólares en 1993 a los 341 millones en 2001. Sin embargo, la consideración entre puntas omite reflejar que ha habido un comportamiento disímil en estos años. En efecto, hasta 1998 el valor de las importaciones creció sostenidamente (ese año ascendieron a 1.144 millones de dólares, un crecimiento del 110% respecto de 1993). Así, la tendencia a la baja en el valor de las importaciones se produce recién con la crisis del régimen de convertibilidad y la caída en el nivel de actividad, a partir de 1999. Aumento de la productividad: Entre 1993 y 2001 otra tendencia relevante es el aumento pronunciado de la productividad del sector siderúrgico, fundamentalmente por la caída en el número de puestos de trabajo. Ya se ha indicado en esta investigación que durante la fase de reestructuración a principios de los años noventa, concretamente durante el proceso privatizador de SOMISA, el mercado laboral siderúrgico sufre un profundo ajuste: mientras que en 1990 se empleaban en toda la industria 30.730 trabajadores, tras el proceso de reestructuración esa cifra se redujo a alrededor de 17.000 (solo en SOMISA el ajuste fue de 6.000 trabajadores). Entre 1993 y 2001, el ajuste sobre empleo continuó, a pesar del aumento en los niveles de producción: hacia el año 2000, el total de trabajadores era la mitad que en el año 1990: 15.148 trabajadores. Así, el aumento de la productividad fue notable en todo el período analizado: mientras que en 1993, se producían 335 toneladas por ocupado, en 2001 alcanzaba las 603 toneladas por ocupado, es decir, un incremento del 80%. Cabe decir que en los ochenta la tasa media anual acumulativa del aumento de la productividad fue del 4,8%, mientras que, según señala el estudio de Azpiazu, Basualdo y Kulfas (2007), en la fase de reestructuración fue del 16,5%, en la fase de oro de la convertibilidad fue del 10%, y en la crisis del 2,2%. Una vez completado el análisis sobre las principales políticas públicas implementadas en el sector siderúrgico que han ejercido influencia decisiva en la evolución de Siderar, es posible pasar a 77 considerar las estrategias adoptadas por la empresa en la década de 1990 que le han permitido expandirse no solo a nivel local sino también a nivel internacional. 78 Capítulo 5. Las estrategias de Siderar Se han identificado cuatro estrategias que ha adoptado Siderar en el período bajo estudio, que le permitieron obtener una positiva performance, no solo para crecer en forma sostenida prácticamente durante toda la etapa sino también para expandirse a nivel local e internacional. Dichas estrategias son: la especialización productiva; el aprovechamiento del mercado interno como preludio hacia su orientación externa; la adquisición de empresas locales competidoras; y la internacionalización productiva. 5.1. Hacia la especialización Como fuera dicho, la privatización de SOMISA trajo aparejados importantes cambios en la configuración productiva del mercado siderúrgico argentino. En efecto, desde que Propulsora Siderúrgica (Techint) compra Aceros Paraná, en noviembre de 1992 (es decir, antes incluso del nacimiento de Siderar), se decidió discontinuar la producción de aceros no planos (se desactivó el alto horno Nº 1 de la planta General Savio) y especializarse en los productos planos. A partir de ese momento, entonces, el mercado siderúrgico argentino quedará, progresivamente, conformado por tres actores principales con una clara hegemonía por parte de ellos en cada uno de los productos en los que se especializan: Aceros Paraná (luego Siderar) en el rubro de laminados planos; Acindar en productos no planos; y Siderca en los tubos sin costura. Desde el punto de vista de la propiedad, el mercado quedó aún más concentrado, pues dos de las tres empresas son del Grupo Techint. La decisión de discontinuar la producción de productos no planos fue tomada, cabe enfatizar, en forma previa al nacimiento de Siderar. De hecho, Aceros Paraná llevó adelante el proceso de reestructuración productiva, entre otras razones, en base a la recomendación surgida de un informe técnico de la Consultora Braxton Associates, que había asesorado al Estado nacional con vistas a reacondicionar SOMISA y mejorar las condiciones de venta en el proceso de privatización. Así, en el breve período de su existencia bajo el control de Propulsora Siderúrgica, Aceros Paraná redujo su producción en el rubro de los no planos y concentró los esfuerzos en aumentar la producción de productos planos. Según los datos que surgen del balance de la propia firma, estos objetivos fueron cumplidos con creces en un corto plazo: Aceros Paraná alcanzó los 719.538 millones de toneladas en el período diciembre de 1992-junio de 1993, incrementando la producción un 93% respecto del mismo período del año anterior (diciembre de 1991-junio de 1992). Como se observa en el siguiente cuadro, además, los aceros no planos representaron tan 79 solo el 7% de la producción total de la empresa, manifestándose una clara voluntad por especializarse en la producción de planos, tanto en caliente como en frío. Cuadro 10 - Producción de Aceros Paraná, según tipo de productos, diciembre de 1991-junio de 1992 (en valores absolutos y porcentajes) Cantidad Porcentaje Laminados en caliente 452.918 62,9 Laminados en frío 182.839 25,4 41 Hojalata 29.217 4,1 No planos 54.566 7,6 Total 719.539 100 Fuente: Elaboración propia en base a Balances de la empresa. A partir de este momento, la decisión de abandonar la producción de aceros no planos será irreversible. Al nacer, Siderar liquidará las últimas existencias de este rubro, y no reiniciará su producción, centrándose en los productos planos con el objetivo de mejorar su eficiencia y aumentar su participación en este mercado. Cuadro 11 - Producción de Siderar, según tipo de producto, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes). Ejercicios cerrados al 30/06 de cada año 93/94 1.000 1.085 94/95 1.513 1.461 95/96 1.693 1.706 96/97 1.897 1.858 97/98 2.057 1.922 98/99 1.987 2.070 99/00 2.107 2.156 00/01 2.171 2.223 Tasa de crecimiento (En %) 93-01 117,1 104.9 1.254 1.562 1.718 1.909 2.083 1.920 2.120 2.134 70,2 Nivel de producción Período Altos Hornos Colada Continua Laminación en Caliente Laminación en Frío 921 1.092 1.209 1.213 1.306 1.380 1.374 1.384 50,3 Estañado electrolítico 42 Galvanizado 91 103 94 100 109 125 109 179 117 351 124 351 108 435 132 421 45,1 309,0 Electrogalvanizado 20 28 50 54 53 76 87 93 Fuente: Elaboración propia en base a Balances de Siderar. 365,0 41 La producción de hojalata no es representativa en este período, pues su ínfima participación no se debe a una estrategia de Aceros Paraná sino a un problema estacional: al comenzar las operaciones a fines de noviembre de 1992, la mayoría de los fabricantes de envases ya habían realizado sus compras. 42 Incluye a partir de 1997-98 la producción de COMESI, absorbida por Siderar. 80 Como evidencia el cuadro anterior, en el transcurso de los años noventa Siderar logrará aumentar notablemente su producción, tanto la de acero crudo como la de aquellos productos planos elaborados y, por tanto, de mayor valor agregado. De tal forma, en poco tiempo, incrementará su dominio en el rubro de aceros planos: según lo informado por la propia compañía, en el período 1995-1996 su participación en este mercado llegará al 82%, mientras que en el ejercicio 1993-1994 era del 75%. En el mercado de laminados en caliente en particular, la firma ostentará a partir de ese momento un nítido liderazgo; con excepción de un 10% correspondiente a la producción de flejes por parte de Acindar, el resto será controlado por Siderar (Schvarzer y Papa, 2005). También resulta interesante destacar que los laminados planos, en el período 1993-2001, fue el rubro más dinámico de los tres principales productos siderúrgicos elaborados. Tal como se observa en el Cuadro 12, en 2001 la producción de productos planos creció casi un 60% en comparación con 1993, mientras que la de tubos sin costura lo hizo en un 29%, y los no planos apenas un 2,7%. Estas cifras, de todas formas, podrían resultar sesgadas teniendo en cuenta la crisis por la que atraviesa el mercado siderúrgico a partir de 1999. A fin de evitar posibles distorsiones, se ha calculado también la tasa anual acumulativa (TAA) de crecimiento de cada uno de los segmentos productivos para el período 1993-1998, confirmando las tendencias mencionadas: los productos planos presentan una TAA del 6% entre 1993 y 2001, muy superior a la de los no planos (0,3%), y el doble de la de tubos sin costura (3,3%). 81 Cuadro 12 - Producción siderúrgica, según tipo de producto, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes) Período 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 Crecimiento 1993-2001 (En %) Planos 1.280 1.633 1.791 2.002 2.144 2.152 2.201 2.273 2.046 No planos 1.008 1.148 1.051 1.223 1.304 1.337 1.095 1.142 1.035 Tubos sin costura 586 638 736 793 803 634 486 756 759 59,9% 2,7% 29,5% TAA 93-01 6,0% 0,3% 3,3% TAA 93-98 10,9% 5,8% 1,6% Fuente: Elaboración propia en base a CIS. Por el predominio que ejerce cada una de las tres firmas líderes (Siderar, Siderca y Acindar) en sus respectivos rubros, es posible inferir, con los datos que surgen del cuadro anterior, que Siderar ha sido la empresa más dinámica en el período analizado. Este desigual dinamismo productivo se encuentra en cierta forma vinculado con la política inversora que cada una de estas empresas adoptó en el período analizado. En efecto, entre 1993 y 2001, las inversiones en conjunto de Siderar, Siderca y Acindar ascendieron a 1.532 millones de dólares, aunque tal como puede observarse en el Gráfico 1, existe una gran diferencia en el esfuerzo inversor de cada una de ellas. El capital desembolsado por Siderar (839 millones) representa más de la mitad del total invertido (54,7%); seguido por Siderca (27,5%), y muy por debajo figura el capital invertido por Acindar (tan solo el 17,7%). Estas diferencias se magnifican al analizarlas desde el punto de vista de la propiedad. En tal sentido, se constata que el Grupo Techint ha efectuado más del 80% de las inversiones. 82 Gráfico 1 - Inversiones por empresa, 1993-2001 (en millones de dólares) Fuente: Elaboración propia en base a CIS y Balances de las empresas. En principio, los datos sobre inversiones que refleja el Gráfico 1 indicarían que, a pesar de contar con una posición hegemónica en un mercado cautivo (al ser el principal productor local de laminados planos, con fuertes restricciones a las importaciones de dichos productos), Siderar ha realizado importantes esfuerzos para modernizar y lograr mayor eficiencia en los procesos productivos. Así, pues, la imagen de una empresa “parasitaria” que meramente aprovecha las prebendas estatales debería desecharse; en su lugar, se erige una empresa dinámica que apuesta y arriesga capital para mejorar su performance y tornarse más competitiva. Esta es la visión que la propia empresa ha construido de sí misma, y que muchos analistas e investigadores han adoptado43. Sin embargo, una serie de consideraciones adicionales sobre las inversiones realizadas en este período permiten poner en cuestión esta visión apologética. Al respecto, la mayoría del capital invertido por las tres principales firmas siderúrgicas -entre ellas Siderar- en la etapa bajo análisis ha sido destinado a lograr mejoras de eficiencia en los equipos y maquinarias previamente instalados, y no, en rigor, a nuevas instalaciones. Es decir, fueron inversiones que en lo sustancial estuvieron dirigidas a aumentar la capacidad productiva operable. Al respecto, en 1992, último año del período de reestructuración del sector siderúrgico, el nivel utilizado de capacidad instalada 43 Al respecto, Leal Perales sostiene que “tras la licitación exitosa por adquirir SOMISA, (…) a través de grandes inversiones en recursos tecnológicos, humanos y físicos, la nueva empresa pudo mejorar significativamente su eficiencia operativa, hasta posicionarse en el cuadro superior de los productores del mundo en tan sólo dos años” (Leal Perales, 2007:12). 83 ascendía a 53,5%; mientras que hacia 2001 se había elevado a 84,3%, mostrando además picos superiores al 90% en varios años (en 1996, 1997, 1998, y 2000). Esta orientación general que sigue el capital en la industria siderúrgica asume vital importancia para calibrar la magnitud del esfuerzo inversor realizado por Siderar, pues en su caso, gran parte del capital desembolsado estuvo dirigido a modernizar las antiguas plantas de la ex SOMISA, que no está de más recordar, había adquirido a precio vil en el proceso de privatización. Por otra parte, el análisis de las inversiones realizadas por Siderar desde su nacimiento en 1993 hasta 2001 permite reconocer dos etapas claramente diferentes. En la primera de ellas, que abarca desde 1993 hasta 1998, la empresa desarrolla el grueso de las inversiones. En efecto, en dicho quinquenio, Siderar desembolsa casi el 80% del capital total invertido en el período; mientras que en el trienio subsiguiente (1999-2001), el monto de las inversiones decrecerá significativamente. Estas tendencias se encuentran estrechamente relacionadas con la evolución de la economía argentina en general y en particular con la del sector siderúrgico. Así, pues, el dinamismo inversor de la primera etapa se condice con el crecimiento económico y siderúrgico que se evidenció en los primeros años del régimen de convertibilidad; mientras que el pronunciado descenso en el monto invertido que se registra en la segunda etapa parece acompañar la crisis y recesión económica de fines de siglo. Cuadro 13 - Inversiones de Siderar, 1993-2001 (en millones de dólares y en porcentajes) Monto de las Inversiones En Nº En % 1993 44 5,1 1994 78 9,1 1995 232 27,0 1996 103 12,0 1997 85 9,9 1998 120 14,0 1999 66 7,7 2000 66 7,7 2001 65,1 7,6 Total 859,1 100 Fuente: Elaboración propia en base a CIS. Período Como fuera dicho, parte fundamental del esfuerzo inversor de Siderar se destinó, durante el primer quinquenio, a reacondicionar y modernizar la antigua planta de SOMISA, el Centro 84 Siderúrgico General Savio, ubicado en San Nicolás, provincia de Santa Fe. Así, en su nacimiento, Siderar lanzó el “Plan Maestro 1993/1998”, que insumió aproximadamente un total de 400 millones de dólares, y sirvió para reformar integralmente el Alto Horno Nº 244. Cabe mencionar que este proceso de modernización fue parte esencial de la especialización a la que apuntó Siderar para lograr un dominio completo del mercado de productos planos. La empresa, siempre en este primer quinquenio, produjo además importantes mejoras en los trenes de laminación y coquería, y aunque en menor medida que en San Nicolás, invirtió también en la modernización de otras plantas. Por ejemplo, en Florencio Varela, se inauguró una nueva línea de electrozincado de Sidercolor en 1994-95, que permitió duplicar la producción de revestidos. A fin de lograr la especialización, además, Siderar tercerizó varias actividades que conformaban parte de las operaciones de la empresa (Bisang y Chidiak, 1995)45. El capital desembolsado por Siderar en estos primeros años, es decir, en la fase más dinámica, se destinó también a absorber otras empresas competidoras en el mercado local, como el caso de COMESI en 1997 (adquirida en 65 millones de dólares); y a la internacionalización del proceso productivo, por ejemplo, en Venezuela, cuando Siderar, como parte integrante del Consorcio Siderurgia Amazonia LTD (Amazonia), participó del proceso de adjudicación de la empresa venezolana Sidor. En la segunda etapa del ciclo inversor, ya en tiempos de crisis del modelo de convertibilidad, Siderar redujo significativamente el capital invertido. Los pequeños montos ejecutados, en comparación con la etapa anterior, se destinaron en lo fundamental a mantener las condiciones productivas, mejorar la performance de algunas instalaciones, y desarrollar nuevos productos con el objetivo de conseguir nuevos mercados. Así, por ejemplo, con la reestructuración de las líneas de producción de hojalata en la planta Sidercrom, en Ramallo, provincia de Santa Fe, con una inversión de 45 millones de dólares, amplió la capacidad de la línea de estañado electrolítico a 135 mil toneladas al año, y también comenzó a realizar cortes especiales. A su vez, se invirtió en una nueva línea de aplanado en la planta General Savio, donde se procesa todo el 44 Una de las cláusulas en el contrato de privatización de SOMISA obligaba al adjudicatario a realizar inversiones no inferiores a los 100 millones de dólares durante los primeros dos años. 45 Por ejemplo, la Central Termoeléctrica del Centro Siderúrgico General Savio fue adjudicada a la firma Houston Industries Energy por un período de 20 años. 85 material laminado en frío, buscando mejorar la calidad. Por último, fueron ampliadas las plantas de galvanizado de Canning, en Ezeiza, y de la ex COMESI, en San Luis. Este análisis en detalle de las inversiones realizadas por Siderar matiza un poco la imagen de una empresa dinámica que asume riesgos adoptando una conducta típicamente “schumpeteriana”. Las inversiones, en su gran mayoría, se dieron en un contexto de reactivación y de crecimiento económico, apuntaron a un mercado (el de aceros planos) cautivo y hegemonizado por la firma, y estuvieron destinadas a aprovechar el gran “empuje” estatal que significó la adquisición de los activos de SOMISA a un precio irrisorio. Lo dicho sobre Siderar puede hacerse extensivo al sector siderúrgico en su conjunto. Al respecto, Schwarzer y Papa (2005) comparan las inversiones efectuadas en los años noventa y en la década anterior (la década perdida), y constatan que entre ambos períodos no se observa un cambio de magnitud relevante, pese al entorno favorable del que gozó el capital privado durante el régimen de convertibilidad. 5.2. El mercado interno como preludio hacia el mercado mundial Como fuera dicho anteriormente, la evolución del sector siderúrgico durante los años noventa reconoce dos etapas distintas, que en cierta forma expresan y se corresponden con el ciclo general de la economía argentina. Así, durante el quinquenio 1993-1998, la producción siderúrgica se expandirá en un contexto general de reactivación económica; mientras que en los últimos años del siglo la siderurgia entrará en una fase descendente, en correspondencia con la crisis del régimen de convertibilidad. En este marco, la evolución de Siderar resultará peculiar, pues su expansión y trayectoria positiva se dará no solo durante el primer quinquenio, sino también posteriormente, en el período de crisis. Así, es posible afirmar que el ciclo de crecimiento de Siderar hacia fines de los años noventa adquirió cierta independencia del ciclo económico local. Ello, como se verá a continuación, lo logrará aprovechando su condición hegemónica en el mercado local, que potenciará su acumulación y le permitirá acentuar hacia fines de siglo su perfil exportador, vital para amortiguar el efecto de la crisis del mercado interno. No puede soslayarse, además, las ventajas que obtuvo Siderar por su pertenencia al Grupo Techint. En efecto, como se ha dicho anteriormente, durante los años noventa el Grupo participó activamente del proceso de privatizaciones acaecido en la 86 Argentina. Ello se manifestó no solo en la compra de empresas públicas dedicadas a actividades en las que ya estaba inserto (lo que se denomina estrategia de concentración), sino también en la adquisición de activos públicos en actividades relacionadas verticalmente con Siderar (como la producción y transporte de gas y en energía eléctrica). En definitiva, el desembarco de Techint en empresas estatales proveedoras de insumos básicos de la actividad siderúrgica reforzó la posición de Siderar. La marcha de Siderar durante los años noventa puede dividirse entonces en dos etapas diferentes. En la primera, desde su nacimiento en 1993 hasta 1998, dirigirá sus esfuerzos a incrementar la producción de aceros planos para abastecer en lo fundamental al mercado interno, aprovechando así las condiciones favorables producto de la reactivación económica argentina. En la segunda etapa, iniciada en 1999, es decir, cuando la crisis económica comenzó a golpear con más fuerza, Siderar orientará en forma progresiva su producción al mercado externo. Cuadro 14 - Producción siderúrgica, consumo aparente, nivel de actividad económica, y despachos de Siderar, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes) 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 Producción Siderúrgica 2.886 3.289 3.580 4.076 4.170 4.215 3.805 4.479 Consumo Aparente 3.326 4.102 3.463 4.237 5.204 5.407 4.155 3.899 PBI (Base 100=1993) 236,5 250,3 243,2 256,6 277,4 288,1 278,4 276,2 Variación PBI 100 5,8% -2,8% 5,5% 8,1% 3,9% -3,4% -0,8% Despachos de Siderar: Mercado 70,8% 76,8% 61,5% 71,0% 76,8% 69,8% 51,6% 49,6% Interno Despacho de Siderar: Mercado 29,2% 23,1% 38,4% 28,9% 23,2% 30,2% 48,4% 50,4% Externo Fuente: Elaboración propia en base a CIS y a balances de la empresa. 2001 4.108 3.103 264,0 -4,4% 47,5% 52,5% En el cuadro anterior se observa el dinamismo de la siderurgia en los primeros años de la convertibilidad: entre 1993 y 1998, con una economía en franco crecimiento, la producción siderúrgica crece a una tasa promedio del 8%, alcanzando incluso el último año (1998) el pico de producción de toda la década (4.215 toneladas). Asimismo, con la crisis del tequila de 1995 y la caída del producto ese año, cercana al 3%, de todas maneras el sector siderúrgico logró expandirse. En esta etapa Siderar apuntará sus mayores esfuerzos a abastecer el mercado interno. Entre 1993 y 1998, en promedio, la compañía dirigió más del 70% de su producción al mercado local, y el 30% restante al mercado externo. La excepción a esa tendencia ocurre en 1995, con la 87 crisis del tequila, cuando Siderar aumenta su saldo exportable para compensar la caída en la demanda interna. El predominio de los despachos hacia el mercado interno por parte de Siderar se vincula con el dinamismo que evidencia la economía argentina en dicho período, y especialmente los principales sectores demandantes de acero, como la industria automotriz y la construcción. Como se vio en el capítulo anterior, el trienio 1999-2001 forma parte de la segunda etapa para el sector siderúrgico, que inicia su fase descendente en clara correspondencia con la crisis económica del régimen de convertibilidad. Cabe observar que en el año 2000 la producción siderúrgica logra un repunte importante, pero de todas formas, considerado en su totalidad, el trienio es de crisis y estancamiento para el sector: la tasa de crecimiento promedio para esos tres años es nula. En ese marco, Siderar logrará amortiguar el impacto de la crisis a partir del incremento de sus saldos exportables. En efecto, los despachos al mercado internacional en esta etapa alcanzan en promedio el 50% de la producción total de Siderar. Gráfico 2 - Destino de la producción de Siderar: mercado interno y exportaciones, 1993-2001 (en porcentajes). Fuente: Elaboración propia en base a Balances de Siderar Cabe decir que aunque el mercado externo representó para Siderar un paliativo importante ante el deprimido mercado interno, ello no significa que sus niveles de rentabilidad no se hayan visto afectados, especialmente si se los compara con los registrados en el primer quinquenio. Tal como se observa en el Cuadro 15, al calcular la rentabilidad de la empresa (en base a las utilidades sobre ventas) se distinguen dos etapas distintas: la primera, entre 1993 y 1998, donde el margen de rentabilidad es claramente positivo: tras un magro inicio en 1993 (Siderar nace en septiembre de 88 aquél año), la empresa logra una muy buena performance, mejorando año a año su rentabilidad. Cabe destacar que en este quinquenio Siderar logra escalar posiciones dentro de la cúpula empresaria (las 200 empresas de mayor facturación del sector no financiero): pasa del puesto 48 en 1993, al 18 en 1998. En la segunda etapa (1999-2001), la empresa siente el cimbronazo de la crisis económica, signada, entre otros factores, por una pérdida de dinamismo de los principales sectores demandantes de acero, como la industria automotriz y la construcción. Es por ello que en los primeros dos años los márgenes de rentabilidad de Siderar son apenas positivos, y en 2001, pasan a ser negativos (Cuadro 15). Cuadro 15 - Rentabilidad de Siderar. Utilidad neta/ventas y posición de Siderar dentro de las 200 empresas de mayor facturación, 1993-2001 (en millones de dólares y en porcentajes) Año Ventas Utilidad Utilidades / Ventas Posición 1993 328,4 -9,7 -3,0 48 1994 698,8 31,6 4,5 24 1995 870,4 60,3 6,9 18 1996 938,71 61,0 6,5 19 1997 1034,9 90,9 8,8 19 1998 1230,5 109,6 8,9 18 1999 1015,4 0,6 0,1 21 2000 960,2 3,2 0,3 21 2001 923,4 -32,3 -3,5 25 Fuente: Elaboración propia en base aÁrea de Economía y Tecnología de la Flacso La evolución de los niveles de rentabilidad de Siderar se encuentra en estrecha vinculación con las modificaciones en las condiciones de venta de productos en las que la firma opera en una y otra etapa. En efecto, entre 1993 y 1998, Siderar destinó el grueso de su producción a un mercado cautivo, en donde ejercía plena hegemonía y podía mantener un nivel de precios de venta que le reportaran altos márgenes de ganancia. Por el contrario, en el trienio 1999-2001, ante la caída en la demanda interna por la crisis económica, Siderar orienta parte de su producción hacia el exterior, pero justo en aquél momento, dicha orientación tiene lugar en conjunción con una crisis de sobreproducción siderúrgica mundial, que se manifestó en una caída en los precios del acero y en una intensificación de la competencia (ver Capítulo 3). Así reflejaba la situación la propia compañía en su balance en 2001 (junio): “La Sociedad redobló sus esfuerzos y logró mantener un buen volumen de exportaciones en un mercado alterado por una crisis de sobreoferta (…). El mercado internacional no presentó las mejores condiciones para realizar operaciones ya que los precios internacionales evolucionaron en baja como consecuencia de la sobreoferta de acero existente”. 89 Otro problema adicional con la inserción internacional de Siderar tiene que ver con que los productos que logra exportar son de menor valor agregado. La propia compañía así lo reconoce: “En el plano interno la crisis financiera afectó el nivel de despachos desde el inicio del último trimestre y si bien rápidamente se incrementaron las operaciones con destino al mercado externo, el menor valor agregado característico de los productos comercializados en este mercado no permitió compensar en forma total la situación” (Balance Siderar 1998). Para apreciar en su justa medida la performance de Siderar a lo largo del período bajo estudio, interesa comparar también los niveles de rentabilidad de la empresa con los alcanzados por otras firmas del sector siderúrgico, y con los de la cúpula industrial y empresaria. En el Cuadro 16, dicho análisis se realiza distinguiendo dos sub-períodos, vinculados con la evolución del sector siderúrgico argentino46. En la fase expansiva (1994-1997) sindicada por Azpiazu, Basualdo y Kulfas (2007), Siderar ostentará, en promedio, los mayores niveles de rentabilidad, no sólo en comparación con los que evidencian otras firmas siderúrgicas sino también respecto de los que presentan la cúpula industrial y la empresaria. Por su parte, en la fase crítica (1998-2001), los márgenes de rentabilidad de Siderar, como ya se ha hecho mención, se reducen pero siguen siendo positivos (en este caso se considera como parte de la fase crítica el año 1998). Cabe destacar que la firma siderúrgica que presenta mejor rendimiento en esta etapa es Siderca, cuyo principal mercado era hace tiempo el de exportación. Cuadro 16– Rentabilidad (utilidades/ventas) de empresas siderúrgicas y del promedio de la cúpula industrial y empresarial, 1994-1997 y 1998-2001 Período 1994-1997 Siderar Acindar Siderca Promedio Empresas siderúrgicas Promedio cúpula industrial Promedio cúpula empresaria 6,9% -12,8% 5,8% 1,5% 1,8% 5,1% 1998-2001 2,0% -9,1% 11,7% 3,3% 0,5% 2,2% Fuente: Elaboración propia en base a Azpiazu, Basualdo y Kulfas (2007) 46 Azpiazu, Basualdo y Kulfas (2007) identifican el año 1998 como el del inicio de la crisis del sector siderúrgico. En nuestro estudio, tal como se ha podido observar líneas arriba, en verdad, el comienzo de la crisis es en 1999, año en el que se observa una caída en los niveles de producción siderúrgica y del consumo aparente, en consonancia, también, con una caída del PBI de la economía argentina. 90 5.3. La absorción de empresas en el mercado local “Estudia detenidamente los movimientos propios, se adelanta a los del adversario y fija el objetivo en comer piezas ajenas. Paolo Roccano es un ajedrecista, aunque su estrategia, como tomada de un tablero de ajedrez, es elsello que caracteriza su gestión (…)”. (Luis García, CNN Expansión.Com, en “Paolo Rocca, lcazador de empresas”. 10/08/2007). En el programa de desregulación y de apertura económica de los años noventa subyacía, al menos en el plano discursivo, una lógica idéntica a la que sustentaba la política privatizadora: conferir al mercado un papel creciente en la asignación de recursos, en desmedro del Estado. En el caso del mercado siderúrgico en particular, además, existía una visión integral sobre los tres componentes que fueron parte de las reformas estructurales implementadas en la Argentina en la década de 1990. En efecto, a partir de la desestatización del complejo siderúrgico en 1992, los reformadores -y sus ideólogos- aspiraban a que sea el sector externo -apertura y desregulación mediante- quien cumpla el crucial papel de regulador de precios, otrora ejercido por SOMISA. En un contexto favorecido por la apreciación cambiaria, la apuesta consistía en alentar las importaciones a fin de que las firmas siderúrgicas no integradas, dedicadas a la producción de bienes finales, contaran con la opción de abastecerse de los insumos siderúrgicos provenientes del exterior. Así, los objetivos -al menos formalmente declarados- cuando fue privatizada SOMISA, consistentes en promover la competencia y la eficiencia, solo podían ser cumplidos cabalmente con la implementación del programa de apertura y de desregulación económica. En este marco, no es difícil imaginar cuáles han sido las consecuencias que trajo aparejadas la apertura asimétrica y desigual acaecida en los años noventa en el funcionamiento del sector siderúrgico. En concreto, con un mercado semi-protegido, y con la desaparición de SOMISA como proveedor de insumos siderúrgicos básicos, las empresas no integradas del sector quedaron en inferioridad de condiciones para competir en el mercado de bienes finales con los productores integrados, y como consecuencia de ello, serán gradualmente absorbidas por éstos o directamente perecerán. Los resultados en este sentido indican que el sector siderúrgico registra un notable proceso de concentración y centralización del capital durante toda la etapa considerada. Siderar ha sido un actor protagónico en esta historia, ejerciendo su doble papel como empresa integrada, al desempeñarse como proveedor de insumos siderúrgicos básicos para el resto de la industria, y 91 compitiendo a su vez con muchos laminadores independientes a los que ella misma proveía. Esta favorable situación le permitió, a lo largo de la década de 1990, desplazar o absorber a muchas de las empresas que hasta ese momento competían con ella. Este es el caso de COMESI, adquirida en 1997 por Siderar, y que a continuación se analiza. 92 5.3.1. La absorción de COMESI por parte de Siderar COMESI era un productor independiente de chapa galvanizada de acero a partir de chapa laminada en frío del tipo full-hard. La mayoría del paquete accionario pertenecía a capitales nacionales (propiedad de las familias de Fernando Aranda y Joaquín Schembri), y una parte minoritaria a la firma mexicana Industria Monterrey S.A. (IMSA). Durante años, su desarrollo, al igual que el del resto de los laminadores no integrados, estuvo estrechamente asociado con SOMISA, que actuaba como paraguas protector con la provisión de insumos a precios subsidiados. Por ello, la situación para COMESI cambia radicalmente con la privatización de la siderúrgica estatal, pues a partir de ese momento, pasará a depender, para la adquisición del insumo fundamental en el que se basa su producción, la chapa full hard, de Siderar, único oferente a nivel local, y quien a su vez, era su competidor en el mercado de chapa galvanizada. En resumen, tras la privatización de SOMISA, COMESI pasará a desempeñarse en una actividad basada en dos mercados de productos vinculados verticalmente: el de chapa laminada en frío “full-hard”, que es el insumo básico para la elaboración de chapas revestidas y en el que Siderar es el único productor a nivel local; y el de chapas revestidas, en el que COMESI compite con Siderar. Asimismo, mientras que el de chapa galvanizada era un mercado concentrado pero con algún grado de competencia, en el que tres firmas se repartían el dominio (Siderar, 45%, COMESI, 45%, y Ostrillón, 10%), por el contrario, en el mercado del insumo Siderar monopolizaba la oferta, al menos en el plano local. En un período de aproximadamente cinco años, esto es, desde la privatización de SOMISA hasta la venta de COMESI en abril de 1997, la estructura y el modo de funcionamiento del mercado de chapa galvanizada cambiarán radicalmente, al quedar bajo el control prácticamente absoluto de Siderar, quien a su vez seguirá manteniendo el monopolio en la oferta de chapa full hard. De acuerdo con el modo en que estaban configurados cada uno de los dos mercados analizados, y conociendo el resultado final del proceso (la absorción de COMESI), la hipótesis que surge es que Siderar pudo haber utilizado su doble condición de proveedor y competidor para deteriorar la situación de COMESI y así generar las condiciones para su posterior compra. Concretamente, Siderar pudo haber implementado una política de estrangulamiento de precios (price squeeze), consistente en incrementar el precio del insumo vendido a COMESI (chapa laminada en frío full-hard) y simultáneamente reducir el precio del producto final (chapa 93 galvanizada). Cabría esperar, con dicha política, un estrechamiento en los márgenes de ganancia de COMESI. Esta hipótesis, planteada en una denuncia contra Siderar por parte de tres firmas siderúrgicas, mereció una investigación por parte de la CNDC, cuyo dictamen fue emitido en 2003. Aunque la conclusión de dicho dictamen fue exculpar a Siderar de toda responsabilidad por supuestas prácticas anticompetitivas (entre ellas, el estrangulamiento de precios), lo interesante aquí es reflejar una serie de datos surgidos de la auditoría de la CNDC. • Aumento en el precio del insumo pagado por COMESI Tomando como referencia los precios de chapa laminada en frío full hard vigentes en diciembre de 1994 (base 100) pagados por COMESI a Siderar, se observa un incremento de los mismos del orden de 13 puntos porcentuales en los 6 meses previos a la venta de COMESI. • Discriminación de precios contra COMESI Al considerar el mismo período (1994-1998), se observa que el precio del insumo pagado por OSTRILLION a Siderar también sube, pero en menor medida que en el caso de COMESI. Asimismo, tras la venta de COMESI, se invertirá la situación: bajará el precio pagado por COMESI, y subirá el de OSTRILLION. Cuadro 17 - Evolución del nivel de precios de la chapa laminada en Frío Full Hard, vendida por Siderar a COMESI y a OSTRILLON, 1994-1998 (base 100=diciembre de 1994) Período Previo a la venta de COMESI Posterior a la Venta de COMESI 1994 (Diciembre) 1995 (Marzo) 1996 (Octubre) 1997 (Febrero) 1998 (Octubre) COMESI OSTRILLON 100 100 106 106 113 107 113 107 104 112 Fuente: Elaboración propia en base al dictamen de la CNDC (2003) • Disminución del precio del producto final, por parte de Siderar 94 La auditoría de la CNDC también puso en evidencia una disminución, en el período analizado, en el precio de la chapa galvanizada comercializada por SIDERAR. Al tomar diciembre de 1994 como base 100, el precio registra una caída de 4 puntos porcentuales en febrero de 1997 (antes de la venta de COMESI). Por el contrario, en enero de 1998 (luego de la venta), el precio de la chapa galvanizada vuelve a subir dos puntos porcentuales (Cuadro 18). Cuadro 18 - Evolución del nivel de precios de la venta del producto final galvanizado por parte de Siderar, 1994-1998 (Base 100=diciembre 1994) Precio de Venta Producto Final Fecha 1994 100 (Diciembre) 1995 100 (Marzo) 1996 96 (Octubre) 1997 96 (Febrero) 1998 98 (Octubre) Fuente: Elaboración propia en base al dictamen de la CNDC (2003) Ante esta situación, los márgenes de COMESI se estrechan progresivamente. La auditoría de la CNDC revela esta cuestión, al calcular el diferencial entre el precio del insumo vendido por SIDERAR a COMESI (y a OSTRILLION) y el precio al que SIDERAR vendía el producto final (la chapa galvanizada). Tomando nuevamente a diciembre de 1994 como base 100, el diferencial ese año, tanto para COMESI como para OSTRILLION, era del 35% (es decir, el valor del insumo representaba el 65% del total); en febrero de 1997, en cambio, empeora la situación de COMESI, incluso más profundamente que la de OSTRILLION: el diferencial para la primera se reduce al 23%, y para la segunda, al 27%. Esta situación, además, se invertirá tras la venta de COMESI (Cuadro 19). 95 Cuadro 19 -Diferencia entre el precio de venta del producto final por parte de Siderar a diversos clientes y el insumo a COMESI y a OSTRILION Fecha COMESI OSTRILION 1994 35% 35% (Diciembre) 1995 31% 31% (Marzo) 1996 23% 27% (Octubre) 1997 23% 27% (Febrero) 1998 31% 26% (Octubre) Fuente: Elaboración propia en base al dictamen de la CNDC (2003) Frente al efecto negativo producido conjuntamente por el encarecimiento de los insumos y por la baja en el precio del producto final, COMESI recurrirá a dos estrategias que, aunque distintas entre sí, tendrán en miras el mismo objetivo: encontrar una fuente alternativa de insumos que reemplace a Siderar. Una de estas estrategias será el aprovisionamiento de chapa full hard vía importaciones. En efecto, como se observa a continuación, las compras de COMESI en el exterior de laminados en frío full-Hard aumentan significativamente a lo largo de todo el período considerado, llegando a alcanzar casi el 80% del total de sus compras en el primer cuatrimestre de 1997, es decir, en el momento inmediatamente anterior a su venta. Cuadro 20 - Compras de laminados en frío Full-Hard por parte de COMESI, 1995-1997 (por cuatrimestre, en toneladas y en porcentajes) Año/ cuatrimestre 1995 1996 1997 1 2 3 Total 1 2 3 Total 1 Total Compras a Importaciones Siderar Compras totales Participación de las Compras a Siderar 18.602 5.809,3 24.411,3 24.132 4.085,3 28.217,3 21.331 8.115,2 29.446,2 64.065 18.010 82.074,8 18.897 13.838,4 32.735,4 21.307 18.817,3 40.124,3 20.517 11.371,5 31.888,5 60.721 44.027 104.748,2 7.253 25.308,2 32.561,2 7.253 25.308,2 32.561,2 Fuente: Elaboración propia en base al dictamen 96 Participación de la Importación 76,2% 23,8% 85,5% 14,5% 72,4% 27,6% 78,1% 21,9% 57,7% 42,3% 53,1% 46,9% 64,3% 35,7% 58,0% 42,0% 22,3% 77,7% 22,3% 77,7% de la CNDC (2003) Con estas evidencias, podría inferirse que COMESI tuvo la capacidad de enfrentar de manera exitosa la política de “estrangulamiento” llevada adelante por Siderar, recurriendo al aprovisionamiento externo. De hecho, esta es la conclusión a la que arribó el dictamen de la CNDC. En sus fundamentos, el organismo sostiene que, si bien carece de datos concretos, todo hace suponer que la chapa full hard importada por COMESI resultó más barata que la ofrecida por Siderar; por ello, concluye la CNDC, “el posible estrangulamiento por parte de Siderar no tuvo como efecto el encarecimiento del insumo de COMESI (…) ya que la misma dirigió su aprovisionamiento al mercado externo por ser el producto importado más barato que el que le proveía Siderar” (Dictamen de la CNDC, 2003:46). Al margen de este argumento, atendible en principio, el punto nodal reside en que la vía importadora no significó para COMESI una reversión de su situación declinante. Prueba de ello son sus balances negativos: al momento de su venta, en el último balance como firma independiente, COMESI arrojó pérdidas por 29 millones de pesos. Como fuera dicho anteriormente, la siderurgia argentina durante los años noventa, a diferencia de lo acaecido en la mayoría de los otros sectores económicos, se desenvolvió en un mercado semiprotegido. Ello es particularmente notable en el caso de los laminados planos: las importaciones, sobre las que pesaban distintos obstáculos y limitaciones, difícilmente podían constituir una alternativa conveniente a la oferta de Siderar. A los obstáculos ya señalados, tales como la protección arancelaria especial del MERCOSUR, tanto dentro del mercado regional como extrazona; las denuncias antidumping iniciadas por Siderar; y los acuerdos con competidores brasileños, socios del Grupo Techint en la empresa; se agregan otros específicos, incluidos en el propio dictamen de la CNDC, como por ejemplo, el riesgo cambiario que implica el aprovisionamiento externo; el costo financiero en la necesidad de acumular stocks de producto importado para asegurarse disponibilidad permanente; y la situación de vulnerabilidad frente al proveedor local ante un eventual encarecimiento de la oferta externa por devaluación. Al considerar estos factores limitantes, reales y potenciales, se comprende la escasa incidencia que ostentan las importaciones de laminados planos (tanto en caliente como en frío) en la oferta local a lo largo de toda la década de 1990 (Cuadros 21 y 22). 97 Cuadro 21 - Incidencia de las importaciones en la oferta siderúrgica local de laminados en caliente, 19932001 (en miles de toneladas y en porcentajes) Consumo Consumo Abastecido con Año Producción Importaciones Exportaciones Aparente Producción local (En %) 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 1265 1627 1793 2004 2147 2151 2202 2271 2046 2100 Consumo Abastecido con Importación (En %) 185 97 1353 86 167 31 1763 91 79 43 1828 96 185 28 2160 91 227 14 2360 90 513 19 2645 81 286 199 2289 87 169 260 2180 92 227 289 1984 89 127 312 1915 93 Fuente: Elaboración propia en base al dictamen de la CNDC (2003) 14 9 4 9 10 19 13 8 11 7 Cuadro 22 - Incidencia de las importaciones en la oferta siderúrgica local de laminados en frío, 1993-2001 (en miles de toneladas y en porcentajes) Año Producción 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 780,2 1078,6 1168,6 1222 1303,2 1322,8 1408,3 S/D S/D Consumo Abastecido Consumo Consumo con Abastecido con Importaciones Exportaciones Aparente Producción Importación local (En %) (En %) 66,65 108,82 738,03 91,0 9,0 75,51 193,04 961,07 92,1 7,9 56,24 389,37 835,47 93,3 6,7 76,16 334,41 963,75 92,1 7,9 82,14 296,01 1089,33 92,5 7,5 58,8 303,64 1077,96 94,6 5,5 102,35 487,6 1023,05 90,0 10,0 S/D S/D S/D S/D S/D S/D S/D S/D S/D S/D Fuente: Elaboración propia en base al dictamen de la CNDC (2003) En definitiva, en los cuadros anteriores se evidencian las restricciones que pesan sobre las importaciones de laminados planos. Así, solamente en un momento crítico, producido por la suba de precios discriminatoria que hace Siderar, COMESI se verá obligada a aumentar su caudal importador. Al margen de haber podido conseguir la chapa full hard más barata que la ofrecida por Siderar, lo cierto es que ello no sirvió para detener su marcha declinante. 98 Un argumento adicional que refuerza esta interpretación reside en la segunda estrategia adoptada por COMESI para encontrar una alternativa al abastecimiento de Siderar, y que consistió en el intento por integrar su producción líneas atrás, mediante la elaboración propia de laminados. Para ello, recurrió en noviembre de 1996 a un acuerdo con la firma mexicana IMSA, mediante el cual esta última se comprometía a invertir casi 50 millones de dólares para instalar una planta de laminado en frío. Hasta antes del acuerdo, IMSA tenía el 15% de las acciones de COMESI, mientras que con la ejecución del plan de inversión previsto, pasaría a controlar el 51% del paquete accionario, lo que en la práctica equivalía a tomar las riendas de la compañía. Por sí misma, la apuesta de COMESI por lograr la integración vertical evidencia que la salida importadora no representaba una opción sustentable en el tiempo. Ante el anuncio del acuerdo, y con la posibilidad de perder el dominio monopólico en la eleaboración de laminados, Siderar iniciará las gestiones tendientes a adquirir COMESI. En abril de 1997, finalmente, se concretará la compra, que abarcó la totalidad del paquete accionario, e implicó el pago de casi 65 millones de dólares. 5.4. La internacionalización productiva La expansión de Siderar mediante fusiones y adquisiciones no solo ocurre en el plano local. El 13 de noviembre de 1997, es decir, algunos meses después de haber adquirido COMESI, Siderar pasará a formar parte del Consorcio Siderurgia Amazonia Ltd., creado con el objetivo de participar en el proceso de privatización de la empresa venezolana Siderurgia del Orinoco (Sidor)47. Integrarán dicho Consorcio, además de Siderar (con el 17,5% del paquete accionario48), Usiminas, de Brasil (10%), Sivensa, de Venezuela (20%), Tamsa, del Grupo Techint, e Hylsamex, ambas de México (con el 22,5% y el 30% respectivamente). El 18 de diciembre Amazonia resultó ganadora de la licitación, adquiriendo el 70% de las acciones de la empresa, mientras que el Estado venezolano mantuvo el 30% restante. La oferta por el 70% de las acciones de Sidor fue de 1.202.020.202 dólares, cuyo pago se efectuó el 27 de enero de 1998 mediante los fondos aportados por cada uno de los accionistas de Amazonia en proporción a sus participaciones (702.020.202 dólares) y financiación bancaria (500.000.000 dólares), 47 Cabe hacer notar que el Grupo Techint, propietario de Siderar y de Tamsa, poseía en total el 40% de las acciones del consorcio. 48 La participación de Siderar en el Consorcio Amazania se dio a través de Prosid Investments Inc. 99 garantizada con las acciones de Amazonia y las adquiridas de Sidor. Por lo mencionado anteriormente, Siderar realizó un aporte de 122.853.535 dólares. Tiempo después, Siderar incrementaría el control sobre Sidor hasta el 35%, al hacerse cargo de parte de los pasivos de la compañía venezolana. En el momento de su privatización, Sidor era una empresa dedicada a la elaboración de productos de acero planos y no planos; poseía una planta integrada de reducción directa (3,6 millones de toneladas de acero bruto); un laminador que producía laminados planos al carbono (2,4 millones de toneladas) y laminados largos al carbono (1,2 millones de toneladas). Se calcula que hacia fines de 1996, la empresa estatal tuvo pérdidas por alrededor de 70 millones de dólares (Giacalone, 2004). Es por ello que en el contrato de compraventa se estableció el compromiso no solo por los activos sino también por las deudas, cercanas en aquél momento a los 600 millones de dólares49. Asimismo, se fijó la obligación de los adquirientes de realizar inversiones para modernizar los procesos productivos y asegurar la provisión de acero en el mercado doméstico. En su estudio sobre el Consorcio Amazonia, Giacalone (2004) señala que la integración entre empresas de la Argentina, México, y Venezuela para la compra de Sidor puede considerarse ejemplo de un proceso liderado por el mercado antes que por los gobiernos. Efectivamente, el Consorcio Amazonia surgió sin haber mediado antes un acuerdo regional entre los tres países a los que pertenecen las empresas. Al respecto, Siderar había desarrollado con cada uno de los integrantes del Consorcio relaciones previas y “autónomas” de las voluntades estatales: con Usiminas, por ejemplo, ya había participado en forma asociada en el proceso de privatización de SOMISA; con TAMSA, la relación se basaba en la pertenencia al mismo grupo económico; con Sidor, incluso, Techint había trabajado anteriormente en la optimización de sus procesos productivos50. Esta perspectiva, según la cual el proceso de integración está motorizado por el sector empresarial y no por el Estado, conduce a investigar las razones por las cuales cada una de las empresas tomó la decisión de ser parte del Consorcio Amazonia. Cabe señalar, previo a ello, que la aceptación de una perspectiva de esta naturaleza, de todas formas, no debería soslayar la 49 Recién en 2003 concluyó el proceso de reestructuración financiera de Sidor. 50 Antes de la participación en la privatización de Sidor, Techint ya había constituido una empresa de ingeniería en Venezuela en 1978, la cual había llevado a cabo la construcción de una acería eléctrica de palanquillas y la ampliación de la planta de laminado en frío para la misma Sidor, de manera que conocía internamente las posibilidades y limitaciones de la empresa estatal venezolana. 100 influencia que ha tenido, al menos en el caso argentino, el Estado en el proceso de acumulación de Siderar, aspecto fundamental que en última instancia fue el que permitió que la empresa logre expandirse e internacionalizarse. En tal sentido, Peres (1998) sostiene que las empresas siderúrgicas argentinas pueden tipificarse como “oligopolios en camino a su internacionalización” que ejercen una influencia fuerte en la economía doméstica. Como se ha visto anteriormente, en efecto, para el momento de la compra de Sidor en 1997, Siderar había logrado plenamente la especialización en los productos planos y ejercía una clara hegemonía en el mercado local. La adquisición de Sidor resultaba atractiva para las firmas integrantes del Consorcio Amazonia pues aseguraba el control de materias primeras e insumos fundamentales a bajo costo, como el mineral de hierro (Venezuela era productor directo) y los combustibles (electricidad y gas). Además, poseía una ubicación estratégica para entrar a otros mercados de exportación de acero, fundamentalmente con el usufructo del Pacto Andino, que constituía un amplio mercado integrado por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, y Venezuela. Estas ventajas, de todas maneras, podían ser aprovechadas solo en un mediano plazo, pues Sidor se encontraba endeudada y requería además de una modernización de sus procesos productivos. Como afirma Giacalone (2004), todo parece indicar que el punto en común de los integrantes de Amazonia para decidirse a adquirir Sidor fue evitar la presencia de empresas extraregionales, también interesadas en la compañía estatal venezolana. Por fuera de este objetivo general, los objetivos y estrategias de cada una de las firmas eran diferentes. Así, las mexicanas buscaban satisfacer necesidades insatisfechas tanto en el mercado doméstico como en el exterior (Estados Unidos y en menor medida Canadá). Cabe destacar que hubo cuatro empresas de origen mexicano (Hilsa, IMSA, GAN, y AHMSA), en tres de los cinco consorcios que aspiraban a adquirir Sidor. Ello evidencia, según Giacalone, que para las empresas siderúrgicas de México era cuestión de vida o muerte hacerse de Sidor, pues ese país carecía de suficiente acero y de hierro para abastecer la demanda interna: “Si una empresa mexicana no se quedaba con Sidor, el sector siderúrgico de México debería hacer inversiones por el doble de lo que costaría esa compra para adecuar y ampliar sus plantas” (Giacalone, 2004: 166). Para Siderar, en cambio, la entrada al mercado venezolano constituía una forma de allanar el camino hacia un objetivo más amplio, consistente en adquirir una posición de dominio en el 101 mercado regional latinoamericano51. Esta estrategia ofensiva de internacionalización por parte de Siderar resulta peculiar y poco común dentro de la industria siderúrgica, y especialmente en el rubro de su especialidad, el de los aceros planos52. Ello queda de manifiesto al analizar los distintos determinantes que facilitan u obstaculizan la asunción empresaria de una estrategia hacia la internacionalización de sus procesos productivos. En tal sentido, los cambios registrados en los últimos años en la división del trabajo del mercado siderúrgico a nivel mundial parecen haber facilitado los procesos de internacionalización de las firmas oriundas de los países en vías de desarrollo, pues los países desarrollados han abandonado algunos segmentos de estos mercados. Sin embargo, dichos cambios entrañaron también que el tipo de industria siderúrgica predominante en los países en vías de desarrollo sea de un nivel tecnológico medio-bajo, en comparación con los altos niveles de desarrollo tecnológico que imperan en los países desarrollados, en los que en forma permanente se desarrollan nuevos tipos y calidades de acero (ver Capítulo 3). Así, pues, “(…) la capacidad tecnológica de las transnacionales rara vez ha sido un factor determinante en su expansión internacional, como tampoco ha habido fusiones ni adquisiciones motivadas por adquirir tecnología” (CEPAL, 2009:174). Además del nivel tecnológico, otra característica productiva decisiva que no facilita ni promueve la internacionalización de las firmas siderúrgicas, especialmente en Latinoamérica, tiene que ver con las economías de escala y los elevados niveles de inversión fija que se requieren. En efecto, los altos niveles de concentración de las plantas siderúrgicas han frenado la expansión internacional de muchas empresas que consideran excesivamente arriesgado hacer inversiones importantes en capital fijo en el extranjero. Estas han preferido limitar su expansión internacional a otras fases del proceso productivo siderúrgico menos intensivas en capital y, como resultado, han 51 La propia compañía así lo reconocía: “La actual tendencia mundial hacia la globalización exige a las empresas procesos de crecimiento, expansión y modernización constante. Siderar es consciente de esta transformación en las condiciones mundiales y con el objetivo de consolidar su posicionamiento estratégico en el mercado latinoamericano decidió participar en la licitación de la compañía SIDOR” (Balance de la empresa, 1998). 52 Cabe destacar que esta estrategia ofensiva de internacionalización por parte de Siderar se diferencia no solo del curso de acción que tomaron las empresas mexicanas, sino también del de las brasileñas. Todo parece indicar que el tamaño del mercado en Brasil ha sido un factor que morigeró, al menos durnate la década de 1990, el carácter expansivo de las compañías locales. Por ejemplo, Usiminas, si bien es cierto que participa de la compra de SOMISA en 1992, y de Sidor en 1997, en ambos casos sus participaciones son escasas y realizadas bajo el liderazgo del Grupo Techint. 102 mantenido la mayor parte de sus activos en el país de origen. Es por ello que en el mundo de la siderurgia, las empresas especializadas en los procesos menos intensivos en capital son las que más se han internacionalizado. Cabe destacar, en tal sentido, que las empresas que se especializan en laminados planos, como es el caso de Siderar, por las características mismas del proceso productivo, son las que requieren una mayor intensidad de capital. Como señala Kosacoff (1999), en general estas empresas tienen pocos activos fuera de sus países de origen, normalmente limitados a laminación o minería. En tal sentido, Siderar aparece como una excepción, pues ha apuntado a mantener una gran parte de sus activos en el extranjero, mediante una política agresiva de fusiones y adquisiciones. Es decir, no solo se expande a nivel internacional, sino quelo hace a través de la adquisición de empresas ya instaladas (y no mediante la instauración de plantas nuevas). Para ratificar que esta estrategia de Siderar resulta peculiar, cabe señalar que la internacionalización para muchas empresas y grupos económicos aparece como una necesidad incluso para su propia supervivencia y expansión, bajo el dilema comprar o ser compradas. Es decir, en general subyace una estrategia defensiva en las estrategias de internacionalización productiva (Chudnosky y López, 1998). Para comprender este modo peculiar de expansión por parte de Siderar es necesario considerarlo como parte de una estrategia general del grupo económico al que pertenece. Así, se constata que Techint tiene como una de sus características salientes, desde sus orígenes, la internacionalización de sus procesos productivos. Esta característica del grupo, asimismo, se ha profundizado en los años noventa: mientras que en los ochenta Techint tenía 14 subsidiarias en el exterior, se calcula que para 1997 ya tenía la mitad de sus activos fuera de la Argentina (Kosacoff, 1999). En el mercado siderúrgico en particular, de hecho, el Grupo Techint ha apostado a la internacionalización no solo con Siderar, sino también con su otra gran empresa siderúrgica, Siderca. Al respecto, en 1993, luego de aumentar el nivel de sus acciones en TAMSA (México) el grupo Techint asumió directamente el control de la compañía y, en 1996, de Dálmine, en Italia, conformando la empresa DST (Dálmine, Siderca, Tamsa), líder mundial en la fabricación de tubos sin costura. El objetivo, según representantes de la propia empresa, era desarrollar una red globalizada convirtiéndose en jugador internacional de primer nivel (Giacalone, 1994). La profundización de esta tendencia hacia la internacionalización por parte del Grupo Techint durante los años noventa se encuentra en estrecha relación con la oleada privatizadora que 103 se da no solo en nuestro país sino también en el ámbito latinoamericano. Ya se ha visto que, en el caso argentino, la privatización de SOMISA permitió a Siderar adquirir una posición dominante en el rubro de los productos planos y, a su vez, por el modo en que quedó configurado el mercado a partir de ese momento, contribuyó en forma decisiva a que el Grupo Techint adquiera un nítido liderazgo en el mercado siderúrgico argentino. Asimismo, la entrada de Siderar en Venezuela también se encuentra asociada con la privatización de una empresa estatal, en este caso Sidor. Por fuera del sector siderúrgico, el Grupo Techint ha apostado a internacionalizarse en otras áreas mediante la inversión extranjera directa a través de la compra de activos estatales en otros países. Kosacoff (1999) atribuye el hecho a que la experiencia de privatización en la Argentina comenzó anticipadamente con relación a las mismas tendencias que luego se iniciaron en otras economías latinoamericanas. Así, las empresas en sectores como petróleo, gas, siderurgia, correo, comunicaciones y transporte, adquirieron conocimientos que le permitieron intervenir con éxito en procesos de privatización de otras naciones de la región. Las cuatro estrategias empresariales identificadas, como fuera dicho anteriormente, se encuentran estrechamente asociadas con las políticas públicas adoptadas durante los años noventa, y con la evolución del sector siderúrgico local e internacional. De igual forma, deben ser analizadas en consideración de la pertenencia de Siderar al Grupo Techint. Así, por ejemplo, la especialización productiva de Siderar es parte esencial del proceso de racionalización y reestructuración a la que es sometida SOMISA previo a su privatización. Asimismo, la hegemonía que detentará a partir de ese momento en el rubro de los productos planos en el mercado local es, por un lado, la base sobre la cual la empresa podrá expandirse a nivel internacional (vía exportaciones e internacionalización productiva) y, por otro, no puede entenderse sin tener en cuenta las restricciones a las importaciones que pesan a lo largo de todo el período analizado. Más en general, no es posible analizar la absorción de otras empresas locales, como COMESI, y la incursión productiva en otros países latinoamericanos (SIDOR) sin tener en cuenta las condiciones de privilegio (en cierta forma monopólicas) de las que gozó Siderar en el mercado local, especialmente en los primeros años del régimen de convertibilidad. Finalmente, se ha podido observar que el nacimiento de Siderar tras la compra de SOMISA y su posterior internacionalización productiva forman parte de una política de más amplio alcance adoptada por el Grupo Techint en los años noventa, que tuvo como dos de sus ejes principales la participación en el proceso de privatizaciones -tanto en la Argentina como en otros países latinoamericanos-, y la 104 internacionalización de sus empresas siderúrgicas. De igual modo, la expansión que registra el Grupo durante este período en núcleos neurálgicos de la economía argentina, algunos de ellos vinculados verticalmente con el mercado siderúrgico, ha significado condiciones sumamente propicias para el crecimiento y expansión de Siderar. El análisis en conjunto de estas cuatro estrategias permite visualizar, finalmente, que la performance de Siderar ha resultado sumamente positiva no solo por la evolución en sus márgenes de rentabilidad, que le es favorable a lo largo de prácticamente todo el período considerado. El creciente predominio adquirido en el mercado de productos planos, la aborsión de empresas tanto a nivel local como internacional, y la expansión registrada por el Grupo Techint a lo largo de la década del noventa, constituyen indicadores de suma importancia para calibrar el derrotero de Siderar. 105 Síntesis y reflexiones finales En esta investigación se estudió la trayectoria de Siderar en el período 1993-2001, es decir, desde su nacimiento tras la privatización de SOMISA hasta el fin del régimen de convertibilidad. Se ha revelado una performance sumamente positiva: la empresa no solo ha logrado crecer en el mercado local, donde pasó a hegemonizar en poco tiempo el sector de aceros planos, sino que también pudo expandirse a nivel internacional, vía exportaciones y mediante la creciente internacionalización de sus procesos productivos. El éxito de Siderar quedó corroborado al analizar sus balances financieros: a lo largo de la etapa considerada, sus márgenes de rentabilidad evidenciaron una clara tendencia ascendente (exceptuando los últimos tres años, con la crisis y posteriormente el colapso del régimen de convertibilidad), y en promedio, llegaron a ser superiores no solo a los alcanzados por otras firmas siderúrgicas, sino también a los de la cúpula industrial y empresaria. Esta trayectoria exitosa resulta peculiar para la época, pues la mayoría de los sectores industriales se vieron perjudicados por las reformas estructurales implementadas en los inicios del gobierno menemista. En particular, la apertura y desregulación económica, sumado a la apreciación cambiaria tras la sanción en 1991 de la ley de convertibilidad, generaron una avalancha importadora frente a la cual sucumbió gran parte del empresariado industrial argentino. Las actividades fabriles exceptuadas de esta debacle fueron principalmente las vinculadas con los recursos naturales y las protegidas institucionalmente, como la armaduría automotriz. En ese contexto, resulta llamativa la prosperidad que alcanza Siderar, no solo por ser un capital de origen local e industrial, sino también porque se ha destacado en un sector, el siderúrgico, en el que la Argentina, al no poseer recursos naturales relevantes (como mineral de hierro y carbón), no cuenta con “ventajas estáticas”. En la indagación de los factores que contribuyeron a que Siderar alcance este desempeño positivo y diferencial se han priorizado en esta investigación aspectos “macro” y “meso” económicos, tales como el modelo económico en el cual se insertó la firma en el período bajo estudio, su relación con el Estado y la evolución sectorial, subordinando otro tipo de causas de carácter micro-económico, en las que por lo general se hace hincapié con el presupuesto de que las reformas pro mercado de los años noventa han instaurado un marco operativo homogéneo para el conjunto de las empresas. 106 El punto de partida en nuestro análisis fue considerar a Siderar como una empresa capitalista, sujeta por tanto, a las tendencias propias de acumulación que emanan de dicho sistema: la concentración y la centralización de capitales, y derivado de ellas, la heterogeneidad empresarial. Dichas tendencias, empero, no operan en forma mecánica. Los modos en que se expresan, la intensidad y los ritmos que adquieren, varían de acuerdo con cada contexto histórico, con la orientación general de las políticas públicas adoptadas, y con las características particulares de cada una de las ramas o actividades económicas. En tal sentido, la hipótesis central que guió este trabajo es que el Estado, mediante políticas públicas específicas, y más en general, con la adopción del modelo económico implementado en los años noventa, ha cumplido un rol fundamental en la aceleración de los procesos de concentración y centralización del capital que están en la base de la posición de privilegio obtenida por Siderar dentro del mercado siderúrgico. Esta hipótesis ha sido en gran medida corroborada. En su corta existencia, en efecto, el derrotero de Siderar aparece vinculado estrechamente con el accionar estatal. Ello se ha puesto de manifiesto, primeramente, al analizar la privatización de SOMISA. Al respecto, ya en las décadas previas a que se decidiera su venta, el Estado contribuyó, mediante generosos subsidios, a la expansión y consolidación de las principales firmas siderúrgicas de capital privado, Siderca (Techint) y Acindar, que hasta ese momento eran los grandes clientes de SOMISA y, aunque en menor medida, de Propulsora Siderúrgica (también de Techint). Al lograr la integración productiva, a mediados de los años setenta, Siderca y Acindar lograron independizarse de los insumos provistos por la compañía estatal, y pasaron a tener con ella un vínculo ya no de complementación sino de tipo competitivo. La contracara del fortalecimiento de las firmas privadas fue naturalmente el declive progresivo de la situación económicofinanciera y productiva de SOMISA. El gobierno menemista, por su parte, tuvo temprana conciencia de la doble funcionalidad que representaba para sus fines privatizadores una compañía estatal en crisis. Con ello, no solo lograba devaluar su precio de venta y atraer compradores, sino que también generaba legitimidad social en base a un discurso centrado en una supuesta ineficiencia congénita del proceder estatal. Esta estrategia fue visible en el modo en que se llevó adelante la intervención gubernamental en SOMISA. Aunque históricamente superavitaria, en dicho período la compañía pasó a ostentar elevados déficits, y no casualmente, sus tres interventores 107 fueron procesados por la justicia por su actuación al frente de la empresa. Posteriormente, el gobierno creó Aceros Paraná, haciéndose cargo de la SOMISA residual, es decir, asumiendo los costos de sanear y racionalizar la empresa. Ello implicó, entre otras cosas, reducir a la mitad el plantel de empleados de la nueva firma. Esta activa participación estatal en el momento pre-privatización, de la cual el Grupo Techint -a través de sus firmas siderúrgicas- se vio claramente beneficiado, se hizo extensiva al momento mismo en que se realizó la venta de la ex SOMISA. Por un lado, el precio que pagó el consorcio adjudicatario fue sustancialmente inferior en comparación con el que habían dictaminado las propias autoridades interventoras un tiempo antes. Por otro lado, el único requisito importante fijado en los pliegos licitatorios que podía contribuir a generar condiciones realmente competitivas en el mercado siderúrgico, esto es, la imposibilidad de que dos empresas argentinas formen parte del consorcio, se incumplió poco tiempo después de concretada la privatización, con la entrada de Acindar al grupo adjudicatario liderado por Propulsora Siderúrgica. Ello sentó las bases, asimismo, para que Siderar decidiera discontinuar la producción de productos no planos, y que el mercado siderúrgico argentino quedase dividido en tres subsectores, cada uno de ellos hegemonizado por una empresa líder: Siderar en aceros planos, Siderca en tubos sin costura, y Acindar en los no planos. De tal forma, el objetivo declarado formalmente de privatizar SOMISA para generar condiciones competitivas no se cumplió sino que agravó el problema. Otro aspecto importante de la actuación estatal tiene que ver con el marco regulatorio que imperó en los años noventa. Un primer acercamiento a esta cuestión invita a afirmar que, en líneas generales, el peso e influencia del Estado en el sector siderúrgico disminuyó sensiblemente a lo largo de este período. Con la privatización de SOMISA (y también de Altos Hornos Zapla), el Estado no solo dejó de ser productor directo de acero, sino que, con ello, también abandonó su tradicional papel de regulador de precios mediante el abastecimiento de insumos a otras firmas privadas del sector que no estaban integradas. Asimismo, por esta época, y en consonancia con las reformas estructurales implementadas en otros sectores de la economía, la siderurgia vio reducidos los antiguos niveles de protección frente a la competencia externa. Sin negar estas transformaciones, se ha constatado de todas formas que el Estado no ha sido neutro en el trascurrir de la siderurgia argentina en este período. Aunque de distinto modo 108 y con otros instrumentos y objetivos, y en aparente paradoja en función del contexto de hegemonía neoliberal reinante, el Estado ha dejado sentir los efectos de sus intervenciones. Al respecto, la siderurgia se desarrolló durante los años noventa en un mercado semiprotegido, a diferencia de lo acaecido en la gran mayoría de los sectores industriales. En ello influyó, en primer lugar, la existencia de aranceles para la actividad siderúrgica superiores al promedio de la economía, a pesar de haber bajado en comparación con los niveles de décadas pasadas. En segundo lugar, aunque vinculado con el punto anterior, el sector gozó de un programa especial de protección dentro del MERCOSUR, aspecto fundamental a considerar si se tiene en cuenta la mayor productividad y competitividad de las firmas siderúrgicas de origen brasileño. En tercer lugar, la siderurgia argentina se vio protegida de la competencia externa debido al curso favorable que tuvieron muchas de las solicitudes antidumping presentadas por compañías argentinas. En este caso, no solo se observa una diferencia con respecto a lo sucedido con otros sectores productivos, sino también entre los propios actores siderúrgicos: las grandes firmas, entre ellas Siderar, tuvieron mayor éxito en sus presentaciones que las de menor tamaño. Todos estos elementos, así reunidos, configuraron un marco institucional de “excepción” para el sector siderúrgico en general, pero en particular, para Siderar. Así, resulta difícil avalar empíricamente la tesis neoliberal del retiro del Estado de la economía, y su reemplazo por los impersonales mecanismos de mercado. No es posible minusvalorar las consecuencias de haber restringido las importaciones de productos siderúrgicos. En sus fundamentos, el programa de reformas estructurales esgrimía que tras la privatización del complejo siderúrgico estatal, los productos del exterior cumplirían el rol de reguladores de los precios domésticos, papel otrora desempeñado por SOMISA. De tal forma, el camino importador fungiría como herramienta capaz de generar condiciones competitivas en el mercado siderúrgico argentino, evitando que las firmas locales no integradas pasasen a depender exclusivamente de los insumos y productos de las firmas integradas. Con el caso de COMESI se pusieron de manifiesto las consecuencias nocivas que trajeron aparejadas las diversas restricciones a las importaciones, en términos de competencia para el mercado siderúrgico. En un ambiente semi-protegido, Siderar pudo valerse de su condición de único productor local de ciertos insumos vitales para la supervivencia de COMESI, a fin de “estrangularla”, debilitarla y finalmente absorberla. La desaparición de COMESI y de otros laminadores independientes (muchos absorbidos por Acindar) conllevaron una profundización de los fenómenos de concentración y 109 centralización del capital en el mercado siderúrgico argentino. Su abordaje en particular confiere sustento empírico al modo en que en esta investigación se ha enfocado teóricamente la cuestión de la dinámica de acumulación del capital. La necesidad de contextualizar adecuadamente la forma e intensidad que asumen las distintas tendencias del sistema capitalista queda justificada, pues al contrario de lo que sucedió en la mayoría de los sectores industriales en los que la vía importadora fue el vehículo de aceleración de los procesos de concentración y centralización del capital, en el caso siderúrgico, como se dijo, fueron justamente las restricciones a esa vía las que garantizaron similares resultados en términos de los niveles de competencia. Por lo mismo, ciertos condicionamientos técnicos y productivos, propios de la siderurgia, tales como la existencia de economías de escala y de empresas integradas y no integradas, se revelaron también como importantes factores que influyeron en el modo en que se concretaron los procesos de concentración y centralización en la industria siderúrgica argentina. Por otra parte, el enfoque teórico heterodoxo adoptado en esta investigación contribuyó a comprender la naturaleza de las intervenciones estatales a lo largo del período considerado. Ante la sucesoria de beneficios concretos que recibió Siderar a través de distintas políticas públicas no era difícil caer en la tentación de asumir una concepción neoutilitarista que haga hincapié en la existencia de un Estado prebendario. Una interpretación alternativa, que en principio también podría ajustarse a los fenómenos estudiados, consistiría en suponer, desde una visión neoinstitucionalista, que el trato diferencial recibido por Siderar se debió más bien a la falta de capacidades de un Estado que no supo intervenir adecuadamente. Desde una postura heterodoxa, en cambio, el rol que el Estado argentino asumió durante los años noventa fue asociado con la dinámica del proceso de acumulación capitalista. Ello no significa negar lo evidente, como por ejemplo, la corrupción generalizada que hubo durante el gobierno menemista, o bien, la incapacidad de una institución estatal que, producto de las privatizaciones, la desregulación, y la descentralización administrativa, entre otros factores, había sido diezmada de su personal más idóneo y preparado. Se trata, más bien, de percibir que en las políticas que beneficiaron a Siderar subyace una lógica de actuación estatal similar a la registrada en otros ámbitos de la economía argentina, que tiene que ver con la profundización de los procesos de concentración y centralización del capital. El estudio sobre los modos de intervención estatal que contribuyeron en el crecimiento y expansión de Siderar no implicó, de todas formas, desestimar las conductas individuales de la 110 firma que pudieron haber influido en la consecución de este resultado exitoso. Lejos de desecharlas, de lo que se trató fue de vincularlas con el régimen de acumulación y las políticas públicas adoptadas durante los años noventa, con la evolución del sector siderúrgico local e internacional, y con la estrategia asumida por el Grupo Techint. Así, por ejemplo, la especialización productiva de Siderar es parte esencial del proceso de racionalización y reestructuración a la que es sometida SOMISA antes de su privatización. A su vez, la hegemonía que detentará a partir de ese momento en el rubro de los productos planos en el mercado local es, por un lado, la base sobre la cual la empresa podrá expandirse a nivel internacional (vía exportaciones e internacionalización productiva), y por otro, no puede entenderse sin tener en cuenta las restricciones a las importaciones que pesan a lo largo de todo el período analizado. Más en general, no es posible analizar la absorción de otras empresas locales, como COMESI, y la incursión productiva en otros países latinoamericanos (SIDOR) sin tener en cuenta las condiciones de privilegio (en cierta forma monopólicas) de las que gozó Siderar en el mercado local, especialmente en los primeros años del régimen de convertibilidad. Finalmente, se ha podido observar que el nacimiento de Siderar tras la compra de SOMISA y su posterior internacionalización productiva forman parte de una política de más amplio alcance adoptada por el Grupo Techint en los años noventa, que tuvo como dos de sus ejes principales la participación en el proceso de privatizaciones -tanto en la Argentina como en otros países latinoamericanos-, y la internacionalización de sus empresas siderúrgicas. De igual modo, la expansión que registra el Grupo durante este período en núcleos neurálgicos de la economía argentina, algunos de ellos vinculados verticalmente con el mercado siderúrgico, ha significado condiciones sumamente propicias para el crecimiento y expansión de Siderar. En definitiva, se ha constatado que, aun tomando en cuenta aquellos factores estrictamente microeconómicos que han influido en la trayectoria de Siderar, éstos no pueden desligarse del contexto macroeconómico en el que tienen lugar. Otro punto importante que deja como saldo esta investigación tiene que ver con el debate, dentro del campo heterodoxo, sobre las implicancias de los fenómenos de la concentración y centralización del capital. Se ha visto que el punto de divergencia está centrado, principalmente, en si la emergencia de estos procesos genera conductas monopólicas (Basualdo) o, por el contrario, una agudización de la competencia (Shaikh). El estudio sobre Siderar pareciera dar cabida a ambas interpretaciones. En efecto, se ha podido constatar que tras la privatización de SOMISA, Siderar ha gozado de condiciones monopólicas para operar en 111 el mercado local de productos planos. No solamente se convirtió en el único oferente de ciertos productos siderúrgicos en nuestro país (ayudado, como ya se ha dicho, por las restricciones a las importaciones y otras acciones y omisiones estatales), sino que también, como lo prueba el caso COMESI, se valió de dicha condición para expandirse mediante la absorción de sus competidores. Podría argüirse, entonces, que ha tenido un comportamiento monopólico. Ahora bien, aun reconociendo este tipo de prácticas, ello no implica desconocer que el comportamiento de Siderar se encuentra regido en última instancia por los determinantes de un sistema capitalista internacionalizado en los que rige la competencia. En tal sentido, pese a las restricciones, las importaciones funcionan como una amenaza siempre latente que pone límites a los precios que puede fijar Siderar en el mercado local. Se vio, por ejemplo, con el caso de COMESI, que ante el aumento sostenido en el precio de insumos ofrecidos por Siderar, la empresa recurrió a la vía importadora, más allá de que ello no significó una reversión de su marcha declinante. Por otra parte, son justamente las condiciones de privilegio en las que operó Siderar durante los primeros años de la convertibilidad en el plano local, las que posibilitaron potenciar su acumulación y lograr, hacia fines del período, expandirse a nivel internacional. En plena crisis de la economía argentina, Siderar encontró en el mercado externo un aliciente para sobrellevar los efectos de una abrupta caída en la demanda interna. Ello no impidió, sin embargo, que la empresa viera afectados sus niveles de rentabilidad, pues como ha sido reconocido por la propia firma en sus balances financieros, en el plano internacional, en el que rige una feroz competencia entre grandes productores, no se replican las condiciones ventajosas derivadas de operar como único oferente en el mercado local. Se agrega a ello que los productos elaborados y exportados por Siderar no tienen un alto valor agregado, sino que más bien se tratan de commodities de bajo nivel de especialización. En síntesis, en la evolución de Siderar parecen concurrir ciertas condiciones monopólicas en el plano local, que son las que a su vez facilitan la expansión de la empresa para competir en un mercado internacional signado por altos niveles de concurrencia. Un último aspecto a considerar, finalmente, se vincula con el rol del Estado en los procesos de concentración y centralización del capital. También se distinguen en este caso dos visiones distintas dentro del propio campo heterodoxo, que en aras de la simplicidad, pueden ser representadas nuevamente por los mismos autores antedichos. Al respecto, tanto Basualdo como Shaikh argumentan, en base a Marx, que los procesos de concentración y centralización 112 del capital están sujetos a tendencias y contratendencias. La diferencia reside en que, según Shaikh, estos movimientos y contra-movimientos no operan en un pie de igualdad: el capital, a la larga, logra concentrarse y centralizarse. En el caso de Basualdo, por el contrario, pareciera que el resultado de la dinámica del capital no está determinado a priori; en última instancia, depende de factores políticos, es decir, del rol que pueda asumir el Estado en un período determinado. En nuestra investigación se ha descrito con cierto detalle la manera en que actuó el Estado durante los años noventa en el mercado siderúrgico. En tal sentido, se ha podido comprobar fehacientemente que con sus intervenciones ha logrado motorizar y acelerar la concentración y centralización del capital. Ello, sin embargo, no inclina la balanza para ningún lado en la discusión planteada anteriormente, pues lo que queda sin resolver es si el Estado, con su forma de actuar, ha contribuido a concretar tendencias que de todas formas se hubiesen manifestado, o por el contrario, con otro modo de intervención, hubiese podido revertir dichas tendencias. No es aconsejable entrar en un terreno especulativo o contrafáctico. El interrogante planteado y su abordaje ameritan que esta investigación se profundice y continúe. En este sentido, particular importancia reviste ampliar el horizonte temporal del estudio sobre la trayectoria de Siderar, abarcando el período de la post-convertibilidad. Ello posibilitaría visualizar, ante todo, el desempeño de la empresa en dos modelos económicos que en principio se suponen antagónicos. Su estudio, asimismo, implicaría estudiar en forma concreta el modo en que ha intervenido el Estado en el nuevo siglo dentro del mercado siderúrgico argentino. Podrá observarse, en consecuencia, de qué manera ha operado el Estado en la dinámica de acumulación del capital en el nuevo período, y fundamentalmente, compararlo con su actuación en la etapa precedente. Estas cuestiones cobran vital importancia en la post-convertibilidad, pues pareciera que existe una cierta reversión del espíritu privatista que predominó en los años noventa y, en consecuencia, una redefinición de la frontera entre Estado y mercado, donde el primero pudo asumir un mayor protagonismo. Ello es observable en el mercado siderúrgico argentino, en el que a partir de 2008 el Estado argentino se convirtió en accionista -minoritariode Siderar, y en el ámbito latinoamericano, donde ese mismo año el gobierno venezolano reestatizó Sidor. 113 La presente investigación y los desafíos que emanan de ella enfrentan, en nuestra opinión, una cuestión crucial para el funcionamiento de la economía argentina y las posibilidades de desarrollo en nuestro país, a saber: la relación del Estado con las empresas. En un país dependiente como el nuestro, insertado de manera subordinada en el sistema capitalista mundial, los bajos niveles de productividad de los capitales de origen local implican la necesidad de la intervención sistemática del Estado como propulsor de su despegue o supervivencia. No es a través de meros postulados teóricos sino mediante investigaciones de casos concretos con los cuales puede develarse, para cada etapa histórica en particular, las formas y la naturaleza de las intervenciones estatales y sus consecuencias para el desarrollo económico. 114 Anexo. Las características del proceso productivo de la siderurgia La siderurgia es un sector productivo estratégico en el desarrollo económico, debido a que los insumos que elabora se destinan a múltiples actividades productivas, entre otras, la industria automotriz, la construcción, electrodomésticos de línea blanca, obras de infraestructura, maquinaria agrícola y otros bienes de capital. Por los elevados costos fijos que conlleva, esta industria tiene una estructura con rendimientos crecientes a escala. En efecto, la puesta en funcionamiento de una empresa siderúrgica requiere de grandes inversiones en capital, tanto para la instalación de la planta misma como para la compra de equipo y maquinaria. El tamaño e importancia de esta industria imponen una constante investigación y optimización de sus procesos, y aunque subsisten diferencias y particularidades en cada país, en la actualidad existe un conocimiento común internacional de los procesos productivos para hacer el acero. La innovación tecnológica permanente plantea a su vez requerimientos de personal con alto nivel de calificación. La cadena completa de la producción siderúrgica abarca la fase inicial de la fundición, en la que se obtiene el acero; la fase de laminación, en la que se elaboran productos laminados en caliente (como planchones y palanquillas), y en frío (electrodomésticos, automóviles); y las fases finales, que pueden incluir revestimiento (envases de conserva por ejemplo), o galvanizado (construcción). Los insumos fundamentales en la producción de acero varían de acuerdo con las características de cada proceso productivo. Por ejemplo, el hierro puede ser utilizado como mineral o en forma de peletz. En tanto, el carbón y el coque son insumos clave para los Altos Hornos, mientras que los Hornos Eléctricos funcionan en base a gas y electricidad. Asimismo, los productos de la industria siderúrgica se suelen clasificar, en función de sus formas básicas, en productos planos y no planos. Las etapas básicas de la producción siderúrgica Acería: Es la etapa en la que se elabora el acero. Para ello pueden ser utilizadas distintas tecnologías y métodos productivos. Tradicionalmente, se utilizaba el Horno Siemens-Martin, hoy 115 prácticamente en desuso por sus altos costos e ineficiencia, en comparación con el Convertidor a oxígeno y el Horno Eléctrico. Convertidor a oxígeno (BOF, por sus siglas en inglés): Es un horno que refina y convierte el arrabio líquido53 y la chatarra en acero. Las proporciones en la utilización de estos insumos suelen ser un 70% de arrabio y un 30% de chatarra. Los hornos BOF funcionan en base a la inyección de oxígeno a alta presión con el objetivo de causar reacciones químicas que separen las impurezas como gases y escoria. Una vez refinado, se obtiene acero líquido (de calidad, sin impurezas) que es transportado por medio de una cuchara para ser sometido a otros procesos siderúrgicos (colada). Además del acero líquido, los BOF obtienen escoria, que se recicla, gases, y aceros aleados con otros metales. Horno Eléctrico Es un horno en el que el calor es suministrado por electricidad y permite fundir el material54. En general, el insumo con el que trabaja es la chatarra, aunque en algunos casos se utiliza el hierro esponja o peletz, obtenido por medio de lo que se conoce como reducción directa, en base a mineral de hierro y gas natural. El horno eléctrico permite controlar el porcentaje de carbono que se desea obtener. Una vez obtenido, el acero líquido es introducido en hornos cucharas para su posterior tratamiento. Además de los aspectos técnicos, el Alto Horno y Horno Eléctrico presentan diferencias desde el punto de vista económico. El Alto Horno requiere una gran inversión en capital y en maquinarias que insume una enorme inversión inicial, sustancialmente mayor a la tecnología de hornos eléctricos. Sin embargo, el menor costo variable y la mayor economía de escala mejoran la perspectiva del Alto Horno, tornando similares en términos de costos a ambas tecnologías. Las condiciones de costos en cada caso dependen de la disponibilidad de insumos para cada proceso productivo, como así también del uso de la capacidad de cada tecnología. Como fuera dicho, tanto los Hornos BOF como los Hornos Eléctricos utilizan el horno cuchara inmediatamente después de obtenido el acero líquido básico. Esta etapa es relevante 53 El arrabio líquido se obtiene por medio de lo que se conoce como reducción, en la cual el mineral de hierro se mezcla con coque a elevadas temperaturas en el Alto Horno, y de esta forma logra cambiar su estado. 54 Los hornos eléctricos pueden ser de corriente alterna o de corriente continua. Este último, si bien es más costoso, consume menos energía y electrodos. 116 porque aquí se define la composición final del acero, es decir, qué cantidad de cada calidad se va a producir. El horno cuchara es un proceso intermedio por medio del cual el acero se recalienta y revuelve, y ocurre en forma previa al vaciado, esto es, antes de que sea sometido al proceso de colada continua. Según la composición química del acero que se haya obtenido, es posible clasificarlo en dos grupos. Los aceros comunes al carbono y los aceros aleados. Los primeros son los que poseen carbono, silicio, y manganeso en bajos porcentajes. Estos materiales les otorgan propiedades necesarias para su posterior uso, como en el caso de hierro para hormigón armado. Los segundos son los que poseen, además del carbono, otros aleantes (cromo, níquel, molibdeno, etc.) que les confieren las propiedades particulares requeridas. Colada Continua El siguiente y último proceso de la acería es la colada continua, que tiene por objetivo solidificar el acero finalmente producido. Tras el proceso del Horno Cuchara, el acero es moldeado con cintas transportadoras hasta adquirir un determinado formato: palanquilla, planchón, tocho, llantón, etc. Este método de colada continua, al permitir el enfriamiento directo del acero desde su forma líquida, significó un aumento significativo de productividad y eficiencia en el mundo siderúrgico, pues eliminó un paso intermedio en el ciclo productivo de la colada clásica, (el de los grandes lingotes y trenes desbastadores) con la consecuencia ganancia en tiempo y costos. Los productos que se obtienen tras completar el proceso de acería, cabe destacar, no son productos finales, sino insumos que se utilizan en otras industrias (productos terminados), o dentro de la siderurgia misma (semi-terminados). Entre estos últimos, se encuentran las palanquillas (cuadradas), los planchones y los llantones. Entre sí, se diferencian en tamaño y calidad y, por ello, se les da un uso distinto55. Al respecto, los laminados no planos utilizan las palanquillas, que son lingotes de perfil cuadrado, mientras que en los planos hay slabs o planchones, según el derivado que se desea obtener. Para los tubos sin costura, finalmente, se utilizan los tochos. 55 Por ejemplo, para lograr un mejor rendimiento en la producción, en costo y tiempo, resulta óptimo hacer barras para hormigón con una palanquilla, ya que se debería incurrir en mayores costos para obtener el diámetro deseado partiendo, por ejemplo, de planchones, por ser estos de mayores dimensiones (CNDC, 2005). 117 Laminación Como primer aspecto de este proceso, cabe destacar que la laminación consiste en la deformación del acero a través de dos cilindros que giran en sentido inverso. Esta operación puede hacerse tanto en frío como en caliente. El laminado en caliente es un proceso termomecánico que implica la deformación del acero a altas temperaturas. Para la obtención de los distintos tipos de semi-elaborados, se requieren distintos tipos de tren de laminación. Así, mientras que los productos planos necesitan un tren de laminación acorde con el ancho de las chapas o productos finales, los productos no planos o largos tienen un tren bastante más angosto para que la palanquilla se traslade mientras se la deforma en busca del producto final. Algunos productos obtenidos en el proceso de laminación en caliente son productos terminados en cuanto a la industria siderúrgica. Otros en cambio son sometidos a un proceso adicional mediante la laminación en frío. La laminación en frío consiste en el proceso mediante el cual se someten las chapas laminadas en caliente a un proceso de deformación mecánica donde se logra reducir el espesor y mejorar la calidad y aspecto, logrando así su adaptabilidad para una amplia gama de aplicaciones. Cabe agregar que el acero laminado en frío es considerablemente más delgado y resistente que el laminado en caliente, de modo que su valor por tonelada tiende a ser superior. Finalmente, concluida la laminación, algunos productos pueden ser sometidos a una etapa productiva ulterior. Por ejemplo, en la construcción se utilizan chapas de acero galvanizadas (mediante baño en caliente o electrogalvanizado), que se obtiene al recubrir de zinc la chapa laminada en frío. La hojalata, en tanto, ampliamente utilizada en la industria alimenticia, es un acero, laminado en frío, recubierto por una capa de estaño. Otra variedad son los aceros pintados, esto es, chapas de acero a las que se les puede poner una capa de zinc y luego se las recubre de pintura. Modos de integración y tipo de empresas En el mundo siderúrgico, existen diversos grados de integración vertical y no todas las empresas actúan en todos los mercados y/o procesos productivos. En este sentido, se puede hacer una clasificación de las empresas según las etapas productivas que reúnan. 118 Empresas integradas: Se encargan de todas las etapas en la elaboración de productos terminados, desde que ingresa el mineral de hierro hasta la elaboración de los distintos tipos de tubos, perfiles, u otros productos finales, incluyendo también el proceso de laminación ya sea de productos planos o no planos. No necesariamente una empresa integrada fabrica todos los tipos de productos siderúrgicos; con frecuencia, por el contrario, se especializa en la elaboración de determinado tipo de productos, por ejemplo, los derivados de laminados planos (o no planos), o sólo algún subgrupo de estos. Empresas semi-integradas: Tienen una acería donde obtienen el acero crudo, el único insumo de hierro que utilizan para este producto proviene de la chatarra. A pesar de tener una acería no tienen capacidad para producir partiendo de mineral de hierro, ya que carecen del proceso de reducción o reducción directa. Empresas no integradas: Actúan en la última etapa de elaboración de tubos y perfiles cuyos principales procesos de fabricación consisten en el flejado, el soldado y el revestimiento de la chapa laminada que las empresas integradas les proveen. 119 Bibliografía Libros y revistas • Abal Medina, Juan Manuel (2006). “Iniciativas de fortalecimiento institucional en la Argentina: hacia una nueva concepción del Estado”. XI Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública. Ciudad de Guatemala. 7-10 de Noviembre. 13 p. • Artopoulos, Alejandro (2006). “Caso Tenaris: una corporación global desde el sur”, en www.udesa.edu.ar. 30 p. • Azpiazu, Daniel (1995). Las empresas transnacionales en una economía en transición. La experiencia argentina en los años ochenta. Serie Estudios e Informes, Nº 91. Santiago de Chile: CEPAL. • Azpiazu, Daniel (comp.) (1999). La desregulación de los mercados. Paradigmas e inequidades de las políticas del neoliberalismo. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma/FLACSO. • Azpiazu, Daniel y Basualdo, Eduardo (1993). La siderurgia argentina en el contexto del ajuste, las privatizaciones y el Mercosur. Buenos Aires: Asociación de Trabajadores del Estado- Instituto de Estudios sobre Estado y Participación. • Azpiazu, Daniel y Schorr, Martín (2001). Desempeño reciente y estructura del mercado gasífero argentino: asimetrías tarifarias, ganancias extraordinarias y concentración del capital. Buenos Aires: FLACSO. • Azpiazu, Daniel y Schorr, Martín (2004). Las traumáticas privatizaciones en la Argentina: rentas de privilegio en detrimento de la competitividad de la economía y la equidad distributiva. Buenos Aires: FLACSO. • Azpiazu, Daniel y Schorr, Martín (2010). Hecho en Argentina. Industria y Economía, 1976-2007. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. • Azpiazu, Daniel; Basualdo, Eduardo y Kulfas, Matías (2007). La industria siderúrgica en Argentina y Brasil durante las últimas décadas. Buenos Aires: Federación de trabajadores de la industria y afines (FETIA).CTA. • Azpiazu, Daniel; Forcinito, Karina; y Schorr, Martín (2001). Privatizaciones en la Argentina. Renegociación permanente, consolidaciónde privilegios, ganancias extraordinarias y captura institucional. Documento de Trabajo Nº 2. Buenos Aires: FLACSO. • Banco Mundial (1996). Argentina privatization program. Washington. 120 • Basualdo, Eduardo (2000). Concentración y centralización del capital en la Argentina durante la década del noventa. Una aproximación a través de la reestructuración económica y el comportamiento de los grupos económicos y los capitales extranjeros. Colección Economía Política Argentina.Buenos Aires: FLACSO/Editorial UNQUI/IDEP. • Basualdo, Eduardo (2006a). La reestructuración de la economía argentina durante las últimas décadas: de la sustitución de importaciones a la valorización financiera. En Basualdo, Eduardo y Arceo, Enrique. Neoliberalismo y sectores dominantes. Tendencias globales y experiencias nacionales. Buenos Aires: CLACSO. • Basualdo, Eduardo (2006b). Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad. Buenos Aires: Siglo XXI, FLACSO. • Beccaria, Luis y Galin, Pedro (2002). Regulaciones laborales en Argentina. Evaluación y propuestas. Buenos Aires: CIEP-OSDE. • Bisang, Roberto (1989). Factores de competitividad de la siderurgia argentina. Documento de trabajo N°32. Buenos Aires: CEPAL. • Bisang, Roberto y Chidiak, Martina (1995). Apertura económica, reestructuración productiva y medio ambiente. La siderurgia argentina en los ’90. Documento de trabajo N° 19. Buenos Aires: Centro de Investigaciones para la Transformación (CENIT). • Bonnet, Alberto (2008). La hegemonía menemista: el neoconservadurismo en Argentina, 1989-2001. Buenos Aires: Prometeo. • Burn, Duncan. (1940). Economic History of Steelmaking. Londres: CUP. • Buchanan, James; Tollison, Robert y Tullock, Gordon (eds.) (1980). Towards a Theory of the Rent-Seeking Society. College Station. TX: TexasA&MUniversity Press. • Campos, Daniel (1999). “Análisis de la situación de la industria siderúrgica y petroquímica en el Mercosur. Estudios sectoriales”. Edición CESINT, Noviembre, 43 p. • Carmona, Joam (1992). “Reseña de Scale and Scope”. En Revista de Historia Industrial, Nº 1, pp. 241-244. • Carr, Edward Hallet (2010). ¿Qué es la historia? España: Editorial Ariel. • Castellani, Ana (2009). Estado, empresas y empresarios. La construcción de ámbitos privilegiados de acumulación entre 1966 y 1989. Buenos Aires: Prometeo. • Castro, Claudio (2007). Un nuevo actor siderúrgico en la Argentina de posguerra: el Grupo Techint. En Rougier Marcelo (Director). Políticas de promoción y estrategias empresariales en la industria argentina, 1950-1980. Buenos Aires: Ediciones Cooperativas. • CEPAL (2009): La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe. • Coase, Ronald (1937). “The nature of the Firm”. Económica. New Series, Vol. 4, Nº 16. Noviembre, pp. 386-405. 121 • Chandler, Alfred (1977). The Visible Hand. The Managerial Revolution in American Business. Belknap Press. • Chudnovsky, Daniel y López, Andrés (1998). “Las empresas multinacionales de América Latina. Características, evolución y perspectives”. Síntesis, 29-30, enero-diciembre, pp. 175-207. • Cruz Soto, Luis Antonio (2003). “El cambio mundial de la siderurgia. Enfoques de comportamiento económico, tecnológico y comercial en las últimas décadas del siglo XX”.Revista Contaduría y Administración, Nº 209, abril junio, pp. 23-45. • Delgado, Ricardo (1998). “Regulación antidumping: un análisis del caso argentino en los años noventa”. Boletín Latinoamericano de competencia. N° 3. Marzo, pp. 3-19. • De Paula, Germano (2009). “La siderurgia latinoamericana: 50 años de transformaciones (Parte 1)”. Acero latinoamericano, Nº 515. Julio-Agosto, pp. 8-16. • Dobb, Maurice (1999). Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. México DF: Siglo XXI. • Domeniconi, Héctor (1992). La Reforma del Estado en Argentina. En La Reforma del Estado: actualidad y escenarios futuros. Caracas: CLAD. • Evans, Peter (2007). Instituciones y desarrollo en la era de la globalización neoliberal. Colección en Clave de Sur. Bogotá (Colombia): ILSA. • Evans, Peter (2008). El Estado como problema y como solución. En Acuña, Carlos, H. (comp.). Lecturas sobre el Estado y las políticas públicas: Retomando el debate de ayer para fortalecer el actual. Buenos Aires: Proyecto de Modernización del Estado, Jefatura de Gabinete de Ministros. • Fraile, Pedro (1993). “La historia económica de la empresa como disciplina independiente: una perspectiva histórica”. Madrid: En Revista de Historia económica, Año XI, pp. 181-193. • Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas (1998). El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas. Buenos Aires: Ariel. • Giacalone, Rita (2004): La regionalización del acero en América Latina: el caso del consorcio Amazonia. Buenos Aires: Biblos. • González, Juan (1996). “SOMISA. Una industria en reconversión”. Disponible en www.buscandohistoria.com.ar/Regional/somisafinal.doc., 25 p. • Guerrero, Diego (2008). Historia del pensamiento económico heterodoxo. Buenos Aires: Razón y Revolución. • Gutman, Graciela y Bisang, Roberto (1989). “El proceso de industrialización y dinámica exportadora. Las experiencias de las industrias aceitera y siderúrgica en la Argentina”. CEPAL, Documento de trabajo Nº 32. 193 p. • Hicks, John Richards (1968). Valor y Capital. México: Fondo de Cultura Económica. 122 • Hobsbawm, Eric (1998). La era del capital, 1848-1875. Barcelona: Editorial Crítica. • Hodgson, Geoffrey (2007). Economía institucional y evolutiva contemporánea. México DF: Universidad Autónoma Metropolitana. • Katz, Jorge (2008). Una nueva visita a la teoría del desarrollo económico. Santiago de Chile: CEPAL. • Kicillof, Axel (2010). De Smith a Keynes. Siete lecciones de Historia del Pensamiento Económico, un análisis de los textos originales. Buenos Aires: Eudeba. • Kosacoff, Bernardo; Corteza, Jorge; Barbero, María Inés y Stengel, Alejandro (2007). Globalizar desde Latinoamércia. El caso Arcor. Colombia: McGraw-Hill. • Kosacoff, Bernardo (coord.) (1999). Hacia un nuevo entorno competitivo de la producción automotriz en Argentina. Documento de Trabajo Nº 82, CEPAL, Buenos Aires. • Kosacoff, Bernardo (1999). El caso argentino. En Chudnovsky, Daniel, y López, Andrés. Las multinacionales argentinas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. • Krueger, Anne (1974). “The political economy of rent-seeking”. American Economic Review. 3: 291-303. • Leal Perales, Héctor (2007): “Ternium: De Productor Nacional a Líder Regional”.Octubre. Disponible en http://www.ur.mx/LinkClick.aspx?fileticket=2IhuZ1d9HC0%3D&tabid=2636&mid=4250, 31 p. • Leiras, Marcelo; Soltz, Hernán (2006). The political economy of international trade policy in Argentina. En Bouzas, Roberto, ed. Domestic determinants of national trade strategies: a comparative analysis of MERCOSUR Countries, Mexico and Chile. Paris: Chaire MERCOSUR de Sciences Po. • Levit, Cecilia, y Ortiz, Ricardo (1999). “La hiperinflación argentina: prehistoria de los años noventa”. Buenos Aires: Revista Época, Nº 1. • López, Andrés (2006). Empresarios, instituciones y desarrollo económico: el caso argentino. Buenos Aires: CEPAL. • Manzetti, Luigi (1999). Privatization South American Style. Oxford: OxfordUniversity Press. • Marx, Karl (1985). Contribución a la crítica de la economía política. España: Sarpe. • McCloskey, Donald (1973). Economic Maturity and Entrepreneurial Decline. British Iron and Steel, 1870-1913. Cambridge, MA: HarvardUniversity Press. • McCraw, Thomas (1997). Government, Big Business, and the Wealth of Nations". En Chandler, Alfred; Amatori, Franco; y Hikino, Takahashi (eds.). Big Business and the Wealth of Nations. New York: CambridgeUniversity Press. • Nelson, Richard y Winter, Sidney (1982). An evolutionary theory of economic change. Cambridge: HarvardUniversity Press. 123 • North, Douglas (1993). Instituciones, cambio institucional y desempeño económico. México: Fondo de Cultura Económica. • O’ Donnell, Guillermo (1977): Apuntes para una teoría del Estado. En O. Oszlak, Oscar (comp.) Teoría de la burocracia estatal. Buenos Aires: Paidos. • Oszlak, Oscar (1994). Estado y sociedad: las nuevas fronteras. En Klisberg, Bernardo (comp.). El rediseño del perfil del Estado. México: Fondo de Cultura Económica. • Oszlak, Oscar (1997). La formación del Estado argentino. Orden, progreso y organización nacional. Buenos Aires: Editorial Planeta. • Oszlak, Oscar (2003). “El mito del Estado mínimo: una década de reforma esttal en la Argentina”. Desarrollo Económico, Volumen 4 (168): 515-540. • Otero, Gerardo (2002). “Clusters productivos en la provincia de Buenos Aires. Segunda parte”. Cuadernos de Economía Nº 64. Buenos Aires: Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires. Junio, 92 p. • Palloix, Christian (1975). Las firmas multinacionales y el proceso de internacionalización. España: Siglo XXI. • Peres, Wilson (1998). Grandes empresas y grupos industriales latinoamericanos. México: Siglo XXI-CEPAL. • Pindyck, Robert y Rubinfeld, Daniel (2000). Microeconomics. New York: Prentice-Hall. • Poulantzas, N. (1977): Poder político y clases sociales en el estado capitalista. Buenos Aires: Siglo XXI editores. • Rougier, Marcelo (2004): Un Estado promotor que vacila: el caso de Propulsora Siderúrgica S.A. En Gutman, Verónica (Comp.). “IX Jornadas de epistemología de las ciencias económicas 2003CESPA. Universidad de Buenos Aires, agosto. • Schorr, Martín y Wainer, Andrés (2006). “Trayectorias empresariales diferenciales durante la desindustrialización en la Argentina: los casos de ARCOR y Servotron". En Realidad Económica. Número 223. pp. 116-141. • Schvarzer, Jorge y Papa, Javier (2005). “La producción y la capacidad instalada en la industria siderúrgica y del aluminio: Un balance de los cambios empresarios, tecnológicos y de mercado durante las últimas dos décadas”. Documento de Trabajo Nº 7. Buenos Aires: Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina, 32 p. • Sguiglia, Eduardo y Delgado, Ricardo (1993). “Desregulación y Competitividad. Evaluación de la Experiencia Argentina”. Buenos Aires: Boletín Techint. Octubrediciembre, N° 276, pp. 17-64. • Shaikh, Anwar (2006). Valor, acumulación y crisis. Buenos Aires: Ediciones Razón y revolución. 124 • Toulan, Omar (1997). Internationalization reconsidered: the case of Siderar. SloanSchool of Management, Massachusetts Institute of Technology. Working paper (Sloan School of Management); WP 3938-97. • Varian, Hal (1992). Análisis macroeconómico. Barcelona: Antoni Bosch Editor. • Varian, Hal (1999). Microeconomía intermedia. Un enfoque actual. Barcelona: Antoni Bosch Editor. • Villanueva, Rodolfo (2008). Historia de la siderurgia argentina. Buenos Aires: Eudeba. • Vispo, Adolfo. (1999). Reservas de mercado, cuasi rentas de privilegio y deficiencias regulatorias: el régimen automotriz argentino, en Azpiazu, D. (comp.): La desregulación de los mercados. Paradigmas e inequidades de las políticas del neoliberalismo. Buenos Aires: FLACSO/Grupo Editorial Norma. • Weber, Max (1992). Economía y Sociedad. México: Fondo de Cultura Económica. • Williamson, Oliver (1985). The Economic Institutions of Capitalism: Firms, Markets, Relational Contracting. London: Macmillan. Documentos consultados • Balances de Acero Paraná (1992-1993) • Balances de Siderar (1993-2002). • Centro de Industriales Siderúrgicos (2009); Boletines Estadísticos, Sitio Web: www.cisider.org.ar. • Comisión Nacional de Comercio Exterior. Informes Anuales (1994 y 2002). • Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (2003). Dictamen. • Comisión Nacional de Defensa de la Competencia. Informe Hierro Redondo (2005). • Ministerio de Trabajo (2002). Informe anual de Negociación Colectiva 2002. Disponible en http://www.trabajo.gob.ar/left/estadisticas/descargas/negColectiva/2002A_negociacio nColectiva.pdf. • World Steel Association (2008). Informe de sustentabilidad de la industria siderúrgica mundial 2008. Artículos en diarios • Espert, José Luis (2002). La Argentina patética. Diario Hoy. 10 de septiembre. 125 • García, Luis (2007). Paolo Rocca, el cazador de empresas. CNN Expansión.Com. 10 de agosto. • Bermúdez, Ismael (1996). Techint quiere comprar Sidor, de Venezuela. Clarín, 31 de octubre. • Nudler, Julio (2000). La industria del Tachín, Tachín. Página 12, 2 de septiembre. 126 1