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El papel de la ética empresarial en el mundo
contemporáneo
por Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998
Extractos de la Conferencia Especial que dictó el Premio Nobel de
Economía, Amartya Sen, desde la Universidad de Harvard el pasado
24 de agosto de 2009, en la inauguración del II Programa
Iberoamericano de Formación de Formadores en Responsabilidad
Social Empresarial organizado por el Fondo España-PNUD, creado por
la Dirección Regional para América Latina del PNUD y la Agencia
Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
No hace tanto tiempo --durante los años ochenta-- el capitalismo orientado
hacia el lucro lucía triunfante. Los negocios florecían tanto en el marco de las
antiguas economías capitalistas de Occidente como en los nuevos centros del
Japón y del Sudeste Asiático.
Al “Estado de bienestar” se le describía con frecuencia como un eufemismo de
derroche desmedido. La efectividad de la economía de mercado --a la cual se
le había hecho caso omiso en el pasado-- se había convertido en el mensaje
central.
LA NATURALEZA DEL CAPITALISMO
Pero esto ya no es cierto, por lo menos en el momento actual. El año 2008
fue un año de numerosas crisis. Primero tuvimos una crisis de alimentos, con
efectos particularmente amenazantes para los consumidores pobres,
especialmente en países de África. Además, también sobrevino una crisis
petrolera, que constituye una amenaza para los países importadores de
petróleo. Por último, el deterioro de la economía global ocurrió de manera
bastante brusca, y está acelerándose a un ritmo atemorizante.
El interrogante que surge con mayor intensidad en este momento no se
refiere tanto a la supervivencia del capitalismo, sino a su naturaleza, al igual
que a la necesidad de un cambio. El tema de la ética empresarial se ubica
claramente dentro de este contexto. Sin duda, existe una resistencia a
cualquier cambio por parte de algunos defensores de un capitalismo sin
restricciones, quienes están convencidos de que al mismo se le está
responsabilizando excesivamente por problemas económicos puntuales de
corto plazo, que atribuyen ya sea al ejercicio deficiente de los gobiernos
(como por ejemplo al de la última Administración estadounidense) así como
fracasos específicos del comportamiento económico de algunas personas en
particular (o lo que John McCain describió durante su campaña para la
presidencia como “la codicia de Wall Street”). Hay, sin embargo, también
quienes ven la presencia real de serios problemas en los actuales sistemas
económicos, y desean reformar el capitalismo en busca de algo que, con
intensidad creciente, está siendo llamado “nuevo capitalismo”.
EL BIEN, LO CORRECTO Y LO OBLIGATORIO
Hay numerosos factores que determinan el éxito de una economía. El grado
de evolución en el desempeño de una economía para lograr eficiencia,
equidad y rápido progreso depende de elementos tales como tecnología,
espíritu emprendedor, destrezas, liderazgo, así como buenas prácticas
comerciales, sistemas fiscales eficientes, una justa oferta de seguridad social
y otras políticas públicas.
Resulta que, además de estos factores determinantes, también una buena
ética empresarial tiene un papel fundamental para el logro del éxito
económico. El hecho de que con frecuencia se pase por alto esta relación
hace que resulte tanto más crucial el investigar y desmenuzar exactamente
cómo la ética empresarial puede ejercer una influencia en el desempeño y
logro económicos.
¿Cómo se lanzó esta idea del impacto de la ética en la economía? Los
primeros autores que se expresaron sobre asuntos económicos, desde
Aristóteles en la Antigua Grecia y Kautilya (en la antigua India,
respectivamente) pasando por sus practicantes medioevales (entre ellos
Aquinos, Ockham, Maimónides) hasta los economistas de los inicios de la
edad moderna (William Petty, Gregory King, Francois Quesnay, entre otros)
se interesaban todos, en diversos grados, por el análisis de la ética. De una y
otra manera, vieron en la economía una rama de “raciocinio práctico” en la
que figuraban en lugar central los conceptos del bien, lo correcto y lo
obligatorio.
UNA LECTURA EQUIVOCADA DE ADAM SMITH
¿Qué ocurrió luego? Según cuenta la historia “oficial”, todo esto cambió con
Adam Smith, quien sin duda puede ser descrito como el padre de la economía
moderna. Él creó, así se afirma, una economía científica y rigurosa, y la
nueva economía que surgió en los siglos XIX y XX tenía una disposición total
para realizar negocios, sin ningún criterio ético que la vinculase a “lo moral y
moralizante”.
Me parece importante entender cómo surgió esta visión desprovista de ética
en materia de economía y de negocios, para poder comprender cuál es la
carencia. Resulta que ese fragmento de historia condensada de “quién mató
la ética empresarial” está mal enfocado, y resulta especialmente esclarecedor
para comprender cómo se ha formado esa identificación errónea.
Adam Smith trató de convertir a la economía en algo científico, y en gran
parte logró ese cometido, dentro de los límites de las posibilidades de aquel
entonces. Si bien ese aspecto de la presunta historia es correcto, lo que está
completamente equivocado es la idea de que Smith demostró, o creía haber
demostrado, lo redundante de la ética en asuntos económicos y
empresariales. De hecho, todo lo contrario. Resulta interesante ver cómo
surgió esa extraña lectura de Smith como escéptico de la ética económica y
empresarial.
EL CARNICERO, EL CERVECERO Y EL PANADERO
Posiblemente el comentario más frecuentemente citado de Adam Smith es el
referido al carnicero, al cervecero y al panadero, en “La Riqueza de las
Naciones”; cito a Smith: “No es de la benevolencia del carnicero, del
cervecero o del panadero que esperamos nuestra cena, sino de su deseo por
preservar sus propios intereses. Nosotros apelamos no a su sentido
humanitario, sino a su amor por sí mismos…” (Adam Smith, An Inquiry into
the Nature and Causes of the Wealth of Nations, 1776; republished, London:
Dent, 191O), vol. I, p. 13.)
El carnicero, el cervecero y el panadero quieren nuestro dinero, nosotros
queremos sus productos, y el intercambio nos beneficia a todos. Parecería
que no se necesita ningún tipo de ética --empresarial o de otra naturaleza-para conseguir este mejoramiento de todas las partes involucradas. Todo lo
que se necesita es el querer preservar nuestros propios y respectivos
intereses, y se supone que el mercado debe hacer el resto para lograr estos
intercambios de mutuo beneficio.
En la economía moderna se cita una y otra vez, y de manera tan exclusiva,
este privilegiar el interés personal por parte de Smith, que cabe preguntarse
si es este el único pasaje de lo escrito por Smith que leen algunos de los
economistas más destacados en la actualidad.
Pero, ¿qué es lo que Smith sugirió realmente? En este pasaje, Smith afirmó
que la intención de satisfacer el propio interés sería la motivación del
intercambio de productos. El énfasis en “motivación” es mío. Pero esta
afirmación es muy limitada, aunque brinda excelentes motivos intuitivos para
explicar la razón por la cual buscamos el intercambio, y cómo el mismo puede
resultar de tanto beneficio para todos los que participan en él. Sin embargo,
para comprender los límites de lo que se está afirmando aquí, debemos
preguntar primero: ¿Pensaba Smith que las operaciones económicas y las
actividades empresariales consisten únicamente en este tipo de intercambio?
Segundo, aún dentro del contexto de intercambio, debemos indagar.
¿Pensaba Smith que el resultado sería igualmente bueno en el caso de que
las empresas involucradas, motivadas por el propio interés, tratasen de timar
a los consumidores, o que dichos consumidores intentasen engañar a los
vendedores?
PAGANDO UN ALTO COSTE
Las respuestas a estos dos interrogantes son claramente negativas. La
simplicidad de la imagen del carnicero-cervecero-panadero no se traslada a
problemas de producción y distribución (y de hecho Smith nunca dijo que
fuese así) ni tampoco al problema de cómo puede florecer institucionalmente
un sistema de intercambio. Es exactamente aquí que empezamos a ver la
razón por la cual Smith podría haber estado en lo cierto con su afirmación
relativa a la motivación por el intercambio, sin por ello establecer --o afirmar
estar estableciendo-- lo redundante de la ética empresarial en general (o
incluso en el marco del intercambio).
Concluyo con el señalamiento de que el papel de la ética en la economía
puede ser realmente muy amplio, así como el de la ética empresarial en el
éxito de las empresas y del comercio. Esto era ya cierto en la era de Adam
Smith, en el siglo XVIII, y tiene aún mayor vigencia y significado en la
actualidad. La idea de actuar sin apego a lo ético en las operaciones
económicas y comerciales resulta en realidad bastante extraña. La ética tiene
su lugar en la economía exactamente igual como lo tiene en todas las ciencias
del comportamiento. No existe la opción de verse libre de actuar con ética ya
sea en los negocios o en la economía. Si no se comprende algo tan
importante como esto, la lección tendrá que ser aprendida pagando un coste
muy alto (como está ocurriendo ahora mismo).