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Pensar la industria para pensar la Nación. Nacionalismo económico en
Argentina, 1870-1900.
Dra. Jimena Caravaca
Centro de Investigaciones Sociales (CIS)- IDES/CONICET
[email protected]
Artículo aceptado por la Revista de Historia Industrial (Barcelona), para ser
publicado en el año 2016.
Resumen
El trabajo analiza debates y posicionamientos académicos, políticos y
corporativos alrededor de la industria como pieza clave del desarrollo y la
independencia nacional en la Argentina en las últimas tres décadas del siglo
XIX. Se postula que el liberalismo económico de entonces puede ser definido
como un liberalismo nacionalista. Eso lleva a incorporar en el análisis los
caminos de la recepción local del pensamiento económico nacionalista, y
dentro del mismo especialmente lo que denominamos “escuela alemana”, entre la que se destaca la obra del alemán Friedrich List.
Palabras clave: circulación de conocimientos, pensamiento económico,
historicismo, nacionalismo económico, industrialización
Abstract
The work analyses academic, political and corporate positions and debates
around the industry as a key piece of development and national independence
in Argentina over the last three decades of the 19th century. It’s postulated that
the economic liberalism of that period can be defined as a nationalist liberalism
one. That leads to incorporate into the analysis the local reception of nationalist
economic thought, especially the work of German economist Friedrich List.
Keywords: knowledge circulation, economic thought, historicism, economic
nationalism, industrialization.
JLE Codes: B15, B19, B31, N46
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Pensar la industria para pensar la Nación. Nacionalismo económico en
Argentina, 1870-1900.
Hacia el último cuarto del siglo XIX en la Argentina se ponía en escena un
debate que si bien no era enteramente novedoso, cambiaba entonces parte de
sus argumentos. La importancia de la industria nacional y la protección oficial
de la producción local se debatía en espacios políticos, académicos y
corporativos. Los aranceles aduaneros no eran, entonces, una novedad.
Durante los años bajo estudio de este trabajo, un altísimo porcentaje de las
rentas ordinarias nacionales se abastecía de los ingresos provenientes de los
derechos de Aduana1 . La justificación para la aplicación de esos derechos, sin
embargo, se fundaba más en una necesidad de renta que en la apuesta a un
modelo económico diferente2. Con la crisis de 1873-1875, y la siguiente en
1890, el debate adquirió nuevos argumentos. Lo que sí comenzó a
condensarse entonces fue una posición de defensa de la industria nacional no
sólo como medio para obtener renta, sino como el camino para lograr
independencia económica.
Las particularidades del liberalismo argentino han sido ya estudiadas. Se lo ha
caracterizado de liberalismo “pragmático”3 y “reformista”4. El progresivo paso a
un modelo de protección de la industria nacional (frente a un modelo de tarifas
aduaneras fundamentadas en la necesidad de renta) guió una serie de debates
que aquí analizamos. De allí que, siguiendo a Chiaramonte, se pueda definir a
este momento como el origen de un liberalismo “nacionalista”. No es que antes no hubiera existido proteccionismo, sólo que en este contexto además de cubrir
1
Por ejemplo, en 1863 más del 65%, y en 1873 el 81% de los ingresos nacionales, provenían
del cobro de derechos a la importación, mientras que los derechos de exportación se
mantuvieron siempre por debajo del 30% de las rentas ordinarias, para ser directamente
suprimidos entre 1888 y 1890. Construcción propia en base a Oszlak (1997), pp. 220- 221.
2
Ver, por ejemplo, el debate parlamentario del día 21 de septiembre de 1874, donde el ministro
de Hacienda sostuvo: “Se dice que conviene mucho el liberalismo! ¿Pero qué liberalismo? Para
muchos estos es crear trabas al comercio y yo digo que el comercio puede sufrir trabas, desde
que hay diligencias que practicar tendentes a garantir la renta” DSCD (21 de septiembre de 1874), p. 1057.
3
Rocchi (1998)
4
Zimmermann (1995)
2
3
por intermedio de las tarifas de Aduana las necesidades de renta comenzó a
discutirse la importancia económica, pero también política y simbólica de
desarrollar y sostener una industria nacional5.
Esas posiciones, sostenemos aquí, se apoyaron explícita o implícitamente en
las nociones de economía nacional y de nacionalismo económico presentadas
por el pensador, industrial (y representante corporativo de ese sector) y político
alemán Friedrich List (1789-1846), y en general en lo que aquí denominamos
“escuela alemana”. Al hacer referencia a nociones implícitas, queremos
destacar el hecho de que existieron argumentos y herramientas teóricas no
necesariamente explicitados, pero evidentemente puestos en juego al momento
del debate. Aquí analizaremos los mecanismos de ingreso de esos
posicionamientos al debate nacional.
La hipótesis que guía este artículo sostiene que a la par de una serie de
referencias explícitas a economistas internacionales reconocidos como los
portavoces de las teorías universales, existieron “polizones” teóricos que
gradual pero sostenidamente fueron perdiendo esa condición para pasar a ser
visibilizados y legitimados. Junto a los referentes del liberalismo inglés y
francés llegaron a la Argentina conceptos y posicionamientos del nacionalismo
y, en general, de “la escuela alemana”, que tuvieron un uso frecuente aunque poco explícito, y cuya ruta de acceso ha sido aún poco estudiada. Al referirnos
a la “escuela alemana” concentramos allí una serie de pensadores, corrientes y teorías que surgieron o tuvieron gran transcendencia en países de habla
alemana durante el siglo XIX. Comienza con el romanticismo, continua con el
historicismo alemán en sus dos etapas (vieja y nueva escuela histórica), y,
fundamental para este trabajo, incluye el nacionalismo económico, analizado
aquí especialmente a partir de la obra List. La incorporación del nacionalismo al
debate argentino parece haber tenido una base doblemente herética y
marginal, tanto por el lugar de la Argentina en el concierto de naciones como
por el lugar social que ocupaba el grupo de industriales quienes, sostenemos,
cumplió un rol fundamental en la incorporación de esos contenidos en el
espacio local.
5
Chiaramonte (1971), p. 15.
3
4
El nacionalismo económico y la influencia de List han tenido importantes pero
aún pocos aportes, y fundamentalmente centrados en el siglo XX y la figura de
Alejandro Bunge como introductor de esos contenidos6.Se ha trabajado más la
influencia del historicismo, aunque entre los últimos años del siglo XIX y las
primeras décadas del siglo XX. Para ese caso, la historiografía abordó las
trayectorias de Juan Agustín García y Ernesto Quesada7. Lo que proponemos
aquí busca indagar en la “prehistoria” del nacionalismo económico y en general
de la “escuela alemana”, mirando específicamente la forma en que esos
contenidos teóricos fueron utilizados en los debates políticos, académicos y
corporativos en el último cuarto del siglo XIX. En este sentido han avanzado
tanto Chiaramonte como Panettieri8, aunque la perspectiva de este trabajo,
más ligada a la historia de la idea de industria que a la historia industrial, ha
sido menos abordada.
Toda recepción de conocimientos se basa en interacciones entre diferentes
ámbitos que apropian y difunden una versión de aquellos contenidos. No existe
tal cosa como un mercado de ideas disponibles, es decir, no son las ideas por
sí mismas las que cuentan, sino la forma en que un debate local las hizo
propias9. Retomamos entonces a Bourdieu, para rastrear la reinterpretación
que hacen los receptores de toda teoría de origen internacional. En tal
recepción opera un proceso de lectura que aplica a los contenidos teóricos
“percepciones y problemáticas que son el producto de un campo de producción diferente”10. Esas percepciones que actúan como filtro al momento de la lectura
son producto de posicionamientos políticos, ideológicos y sectoriales. De allí
que el análisis propuesto transite entre la academia, el Estado y el mundo
corporativo.
Asimismo, sostenemos, que la inclusión de las teorías económicas que guiaron
los posicionamientos políticos y corporativos puede dar mayor contenido a la
noción de pragmatismo que Rocchi ha utilizado para definir la política industrial
6
Lucchini, Blanco y Cerra (200-2001), Núñez (2010), Solberg (1979), Piqué (1982), González
Bollo (2012).
7
Duve (2002), Altamirano (2004), Pereyra (2011), Buchbinder (2012), Terán (2008), Levene
(1945),
8
Chiaramonte (1971), Panettieri (1983).
9
Jacobsen (2005), p. 136.
10
Bourdieu (2005), p. 162.
4
5
de los años del último cuarto del siglo XIX. Al incluir debates académicos y el
uso de conceptos teóricos, el pragmatismo gana contenido político y teórico y
se aleja de la improvisación y de ser considerado resultado casi exclusivo del
lobby de los industriales, el que claramente también existió. De esta manera,
ahondamos en la línea sugerida por Chiaramonte, que consideró que el
proteccionismo puede darse como reacción de un grupo productivo en pos de
su interés sectorial ante la amenaza de la producción externa. Pero también
puede ser entendido como el producto de un clima de ideas intelectual de
postura nacionalista en lo económico, que define a la industria como el
instrumento para el engrandecimiento del país 11. Más aun, entendemos que el
aporte de este trabajo radica especialmente en el estudio combinado de esas
fuentes de sustento del proteccionismo nacionalista.
Los debates políticos y los políticos académicos
La crisis de 1873 tuvo, además del económico, un efecto político y social
inmediato, promoviendo la discusión sobre las ventajas implícitas de la
industrialización, la participación pública para lograrla y en general sobre el
lugar del Estado en el proceso de crecimiento económico. En ese debate hubo
figuras centrales. Una de ellas fue sin dudas Vicente Fidel López (1815-1903),
quien tuvo múltiples desempeños como historiador, ministro de Hacienda,
legislador y docente de Economía Política en la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires a partir de 187412.
Resulta interesante contrastar la visión que López manifestaba en tanto
representante legislativo con lo que expresaba en su cátedra universitaria
sobre la mejor forma de organizar la vida económica nacional. En su papel de
representante parlamentario sostuvo que “yo no conozco una doctrina más
odiosa ni más impía que la del librecambio, aplicada en países nuevos, en
países pastoriles y de un trabajo rudimentario como el nuestro”13, pero sostuvo
una posición contraria en su cátedra.
11
Chiaramonte (1971), p. 15.
Antes había ejercido ese mismo cargo en Montevideo.
13
Diario de Sesiones Cámara de Diputados (en adelante DSCD), (21 de agosto de 1876).
12
5
6
En su obra Prontuario del curso de Economía Política o explicación sucinta del
programa, material bibliográfico que había preparado como insumo para su
materia, López sostiene en la primera línea que “La Economía Política es un estudio de los hechos comerciales hecho con el objeto de analizar las leyes
naturales que rigen el progreso o la decadencia de la riqueza de las naciones.
Como ciencia social tiene principios universales y filosóficos que fluyen de la
naturaleza social y progresiva del hombre civilizado”14.
En ese momento observamos una postura divergente entre el López “profesor”
y el López “diputado”, que permite analizar los supuestos teóricos de cada
situación. Por un lado, el profesor adhería a una serie de contenidos teóricos
provenientes del liberalismo clásico, que académicamente se traducía en la
adhesión a la producción teórica de los liberales de mediados del siglo XIX 15.
Según esta corriente de pensamiento la economía se concebía como un saber
universal, capaz de generar leyes aplicables a todos los países participantes de
aquella economía mundo de la que todos los participantes obtenían beneficios.
Sin embargo, esta economía científica encontraba los límites de su
aplicabilidad en la práctica política. Fue en el escenario político, justamente,
donde López, en tanto legislador nacional, parece nutrirse de otros contenidos
teóricos. Si bien no los explicita, algunas de las definiciones usadas en su
alocución parlamentaria, como el epíteto de país nuevo o país pastoril para
definir a la Argentina, tienen origen en la “escuela alemana” de pensamiento histórico y social.
La condición de “polizón” del nacionalismo económico no debería hacernos
perder de vista la presencia previa del historicismo y el romanticismo en la
Argentina. De hecho, López había formado (junto a Miguel Cané –padre-,
Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Carlos Tejedor y Domingo F.
Sarmiento, entre otros) parte de aquella famosa “Generación del 37” que se
congregó en el salón literario que organizó Marcos Sastre en su librería
porteña. En esas tertulias, las discusiones literarias, políticas y sociales
14
López (1875), p. 1.
Especialmente del inglés Henry MacLeod, trabajo al que había accedido a través de la
traducción al francés realizada por H. Richelot. Plotkin y Caravaca (2009), Chiaramonte (1971).
15
6
7
estaban imbuidas del espíritu romántico sustentado en una serie ubicua de
obras provenientes de Francia, Alemania e Inglaterra.
El romanticismo “rompe radicalmente con la idea del progreso iluminista, con la idea de desarrollo en el tiempo a través del cual las sociedades van
evolucionando hacia la realización de ciertos valores como el saber, la virtud, la
felicidad”16. El recorrido transitado por las naciones avanzadas dejó de ser visto
como el sendero inevitable e infalible que conducía al progreso, para presentar
la idea de que cada nación podía gestionar autónomamente el propio destino.
La recepción del romanticismo en el Río de la Plata tiene lugar en el momento
posindependencia.
En relación con el romanticismo, el historicismo, surgió como reacción ante al
iusnaturalismo de fin de siglo XVIII y principios del XIX que inculcaba la fe en la
inmutabilidad de la naturaleza humana. Frente a esta postura, el historicismo
reacciona afirmando el carácter históricamente relativo de las formas de
organización políticas y sociales, y “por lo tanto la especificidad de las diversas formas históricas de organización político- social respecto de las pretensiones
de absolutez y de universalidad propias del iusnaturalismo moderno”17. De este
pensamiento general deriva una primera sistematización hecha en Alemania
que introduce la noción de “espíritu del pueblo” (Volkgeist en su expresión
original), concebido como “el principio creativo de las múltiples manifestaciones de la existencia de cada pueblo y, por lo mismo, también de sus instituciones
políticas y sociales, de sus valores políticos, que por lo tanto sólo tienen validez
normativa en relación con el espíritu del pueblo individual e irreductible que los
ha producido”18.
Sobre esa base, el historicismo alemán debe ser entendido en relación con una
serie de teorías y ensayos prácticos que venían teniendo lugar en Francia y en
los Estados Unidos en los albores del siglo XIX. Se expresó en diversas ramas
académicas y científicas, la económica sobre la que aquí indagamos, pero
también las ciencias jurídicas, la teoría general del Estado, la historiografía y la
16
Terán (2008), p. 64.
Bobbio, Mateucci y Pasquino (2000), p. 749.
18
Bobbio, Mateucci y Pasquino (2000), pp. 749 y 750.
17
7
8
ciencia política19. Para el campo de la Nationaökonomie la figura de Friedrich
List (1789-1846) resulta central.
Si bien List no fue un miembro de la escuela histórica -donde sí se identificaron
entre otros Wilhelm Roscher (1817-1894) y Gustav Schmoller (1838-1917),
como representantes de la vieja y la nueva escuela histórica- respectivamente-,
su obra puede incluirse fácilmente en el marco de algunos de los preceptos
centrales de esa corriente de pensamiento20. Los siete años de residencia de
List en Estados Unidos (1825 a 1832) sentaron las bases para proclamar luego
la necesidad de un sistema nacional de economía política, tal es el nombre de
su obra más reconocida publicada en 1841, basado en la protección
arancelaria de las infant industries como forma de lograr el desarrollo de las
potencialidades de cada economía21.
Esa obra fue resultado de una serie de experiencias y contactos establecidos
por List en los Estados Unidos y Francia. La idea de industria incipiente remite
directamente a la noción según la cual los países atraviesan por cuatro etapas
19
Duve (2002), p. 178.
Roll indica que la obra de List es superadora en varios sentidos del romanticismo,
especialmente en la presentación ordenada de sus ideas lo que convierte a su trabajo en una
propuesta política. De la misma manera, no lo incluye entre los miembros de la escuela
histórica, y la condición de político y representante corporativo de List puede explicar ese
alejamiento. Si bien compartía muchos de los preceptos del historicismo, su trayectoria fue
orientada más hacia la política que a lo académico. Roll se inclina a incluir a List en la nómina
de los autores clásicos. Roll (1984), pp. 224-229 y 299-306. Otro trabajo sobre historia del
pensamiento económico, el de Roncaglia, lo ubica a List entre los historicistas. Roncaglia
(2006), p. 403. Gide y Rist, por su parte, también inscriben la obra de List en los preceptos del
historicismo, aun cuando al momento de sus escritos la escuela histórica como tal no estaba
conformada. Lo ubican entre los escritores que había señalado los peligros de caer en
abstracciones extremas: “Utilizando la historia como herramienta de demostración y tomando la “nacionalidad” como base de su sistema, había subsumido toda la política comercial al principio del “relativismo”. Gide y Rist (1922), p. 452. 21
En este punto List continúa la línea de trabajo de Alexander Hamilton (1757-1804),
fundamentalmente las nociones presentadas en Report of Manufactures (1791). Cabe
destacarse que Mathew Carey (1760-1839), padre de Henry, fue otro continuador de las ideas
de Hamilton. Más detalles sobre Carey padre e hijo en las próximas páginas. Otro vínculo en la
obra de List, quizás menos evidente que el norteamericano pero igualmente importante, fue el
establecido con una serie de economistas proteccionistas franceses de principios del siglo XIX.
List entró en contacto con las obras de Jean Antoine Chaptal (1756-1832) y Charles Dupin
(1784–1873), quienes sostenían que el Estado debía promover el crecimiento económico
alentando la producción agrícola e industrial, y el comercio. Consideraban que tarifas altas a la
importación podían y debían ser utilizadas como salvaguarda de las industrias nativas, que las
exportaciones debían ser estimuladas como forma de acceder a las divisas internacionales y
que el envío de las mercancías debía ser protegido por leyes de navegación. Creían que el
Estado era el agente que debía promover el crecimiento económico en varios sentidos:
organizando exhibiciones industriales, alentando a inventores y fundando escuelas técnicas y
academias científicas. Henderson (1982), p. 262.
20
8
9
productivas de creciente desarrollo (vida pastoril; agricultura; agricultura y
manufactura; y la conjunción de la agricultura, la manufactura y el comercio
como etapa superior) y es misión del Estado guiar el camino hacia la
consecución de esa especialización productiva que ubica a la manufactura en
el máximo escalafón en el camino hacia la independencia económica.
Es esa noción de etapas productivas la que recupera López desde el
parlamento cuando sostiene que un país nuevo y pastoril, como la Argentina de
entonces, no podía adherir al librecambio, ya que de hacerlo sólo podía
garantizarse la ruina nacional. El análisis del comercio entre Estados Unidos y
Gran Bretaña le permitió a List construir una teoría de importancia fundamental
en el pensamiento económico durante décadas22. A contramano de las teorías
de Smith y Ricardo sobre las ventajas del comercio internacional, el alemán
sostuvo que este tipo de intercambio no generaba ganancias equitativas para
los dos países participantes. Sobre la base de su concepción de los poderes
productivos List desarrolló un argumento que desde entonces estaría vigente
de una u otra manera en los debates sobre el desarrollo, el comercio y la
independencia económica, y que atacaba directamente las bases del sistema
económico pregonado por los economistas del Reino Unido y por el liberalismo
librecambista en general. El intercambio entre los dos países, sostenía,
involucraba dos formas diferenciadas de capital: el material y el mental. Aquí el
alemán incorpora un tipo de capital que no estaba presente en las
producciones de los teóricos del librecambio, quienes sólo atendían al
intercambio medido por bienes materiales. Aunque la división del trabajo entre
Estados Unidos e Inglaterra parecía ser igualitaria en la distribución de
ganancias, permitía al segundo maximizar su capacidad productiva nacional a
la vez que, como contrapartida, imponía restricciones al desarrollo de los
poderes productivos de los Estados Unidos. El resultado era el confinamiento
de los Estados Unidos a la producción agrícola, lo que impedía el aumento de
su capital mental. Esto, a su vez, reforzaba su inferioridad económica y militar
22
Los vínculos teóricos entre el desarrollo de la economía nacional hecho por List y la
producción de la CEPAL (especialmente la de Prebisch y Furtado en los años de 150 y 1960),
por ejemplo, han sido identificados. Ver Boianovsky (2013).
9
10
respecto de Inglaterra23. Una de las ideas diferenciadoras de List radica
justamente en dotar a la política comercial de un objetivo que excede el
enriquecimiento que medía Smith. Debe servir, sostenía List, a un ideal más
complejo, a la vez histórico y político. De allí que la política económica se
subordine a la política en general. Es decir, List concibe y presenta un modelo
político al que la política económica le es funcional24.
Esa propuesta política se basaba en la protección arancelaria como el camino
que permitiría la nivelación de los poderes productivos entre las dos naciones.
El supuesto tras este enunciado, que también permanecerá vigente por
décadas, es que la producción de manufacturas requiere- y a la vez generamás conocimiento, ciencia, experiencia, habilidades y práctica que la
agricultura. El capital intelectual en los pueblos agrícolas es apenas reclamado,
lo que no da lugar a la inventiva, el talento y el desarrollo. “Una nación no debería contemplar el desarrollo industrial como una cuestión puramente
económica. La manufactura se convierte en una parte muy importante de la
herencia política y cultural de una nación”25. La idea de industria como proyecto
político de List puede ser entendida tanto como causa o como consecuencia de
su participación orgánica en la organización del movimiento corporativo
23
Dice List: “La nación debe sacrificar y abandonar parte de su propiedad material para ganar
cultura, habilidades y capacidad productiva unificada; debe sacrificar algunas ventajas del
presente para asegurarse otras a futuro. Si, por lo tanto, el desarrollo de un poder
manufacturero en todas sus ramas da forma a todos los altos avances en civilización,
prosperidad material y poder político en cada nación (un hecho que, creemos, hemos probado
desde la historia); si es verdad (y creemos que podemos probarlo) que en las condiciones
actuales del mundo un nuevo poder manufacturero sin protección no puede ser sostenido bajo
la libre competencia con un poder que ha tenido un crecimiento duradero y protegido dentro de
su territorio, como puede alguien estar de acuerdo, basado solamente en la teoría del valor,
con que una nación debe comprar sus bienes como comerciantes individuales, en los lugares
donde se consiga el precio más económico? […] Es cierto que los derechos protectores al principio incrementan el precio de los bienes producidos, pero eso es tan cierto como conocido
por la escuela económica prevaleciente, que a través del tiempo, cuando la nación es capaz de
construir un sistema productivo de manufacturas propio, esos bienes se producen más baratos
internamente de lo que pueden conseguirse en el mercado exterior a través de la importación.
Entonces, la pérdida de valor que se produce por la aplicación de derechos protectores, genera
a favor el aumento de la capacidad productiva, que no sólo asegura a la nación una mayor
cantidad de bienes materiales, sino también independencia industrial en caso de guerra. A
través de la independencia industrial, y de la prosperidad interna derivada de ella, la nación
obtiene los medios para llevar adelante exitosamente el comercio exterior y extender su marina
mercante; esto aumenta su civilización, perfecciona sus instituciones internamente y fortalece
su poder exterior. Una nación capaz de desarrollar poder manufacturero, si hace uso del
sistema de protección, actúa del mismo modo que el propietario de tierras que, a través del
sacrificio de parte de su riqueza material, permite que alguno de sus hijos aprenda una
actividad productiva. List (2002), pp. 2436 y 2451.
24
Gide y Rist (1922), 319 y 337.
25
List, citado en Levi-Faur (1997), p. 169.
10
11
industrial del territorio germano en la primera mitad del siglo XX. En esta misma
línea, más adelante analizaremos los vínculos de los industriales argentinos
con el nacionalismo económico.
Volviendo a López, si bien los materiales bibliográficos que preparó como
elemento para el ejercicio docente mostraban una clara tendencia liberal
clásica, su prédica proteccionista no formalizada en los textos parece haber
tenido eco en un grupo de alumnos que produjo sus trabajos finales sobre el
tema del proteccionismo. Entre ellos el más reconocido fue Miguel Cané (18511905)26. Apadrinado por López, Cané dedicó su trabajo de tesis “Protección a
la industria”, presentado en el año 1878, al Club Industrial de Buenos Aires,
institución sobre la que nos detendremos más adelante. La postura de Cané
seguía claramente la línea que López había manifestado en tanto político, no
así lo que enseñaba en sus clases:
El libre cambio ha venido naturalmente después que los pueblos que le han
consignado en su legislación económica han conquistado por algún sistema,
que no es otro que la protección a la industria del país, los medios de
establecerlo con ventaja. ¿Cuándo ha sido librecambista la Inglaterra, la
Francia? Cuando el desarrollo de su industria propia ha llegado a un punto tal
que ha hecho ilusoria toda competencia exterior27.
El proteccionismo estatal necesario para lograr el desarrollo industrial, admitía
Cané, podía tener desventajas iniciales asociadas a una producción local más
cara y de menor calidad respecto de la importada. El consumo de esos bienes
era considerado por Cané como una cuota de patriotismo exigida para
atravesar esa situación, y la consideraba menor si se tomaba en consideración
lo que podría suceder si la Argentina seguía adherida al patrón de
especialización agrícola: “preguntaríamos a los adversarios de la protección
sobre la industria nacional qué provenir reservan a nuestro país si quieren que
permanezca eternamente en vasallaje, sin desenvolver su fuerza eterna, sin
cuidar por sí mismo de sus necesidades”28. El librecambio era el norte; la
26
Miguel Cané, abogado, político y escritor. Autor de Juvenilia y de En viaje, ambos aparecidos
en 1884. Fue Intendente de Buenos Aires (1892-1893), diputado (1876-1881) y senador
nacional. Fue también Ministro de Relaciones Exteriores y del Interior en la presidencia de Luis
Sáenz Peña. Impulsó desde el Senado la Ley de Residencia que se sancionó en 1902 y que
defendió en el marco de un proyecto industrializador que requería personal obrero pero lo
necesitaba poco contestatario.
27
Cané (1878), pp. 17-18.
28
Cané (1878), p. 22.
11
12
protección, el camino necesario. Lo que resulta al menos paradójico es que
mientras las referencias e identificación al liberalismo eran directas y explícitas,
la “escuela alemana” parece haber mantenido su condición de polizón teórico
por algunos años.
En la misma línea se expresaron varios alumnos que egresaron como
abogados en la misma época. En 1876, Aditardo Heredia presentó su trabajo
final “El sistema proteccionista en economía política”. Allí discurrió sobre las
bondades del proteccionismo:
prudentemente aplicado, es el que más conviene a la República Argentina,
dado el estado de su desarrollo económico. La argentina es uno país nuevo,
como lo son todos los americanos. [...] Nuestra producción se reduce a
materias primas, las que provienen de la industria ganadera, que es la más
desarrollada entre nosotros. [...] Los pueblos europeos nos venden a su turno
productos manufacturados, preparados muchos de ellos con las materias
primas que poco antes les vendiéramos29.
Resulta interesante destacar que en ese trabajo, Heredia no cita a List más que
indirectamente, ya que parece haber accedido a su obra a través del trabajo del
economista
norteamericano
Henry Charles
Carey (1793-1879)30.
Para
entonces, la biblioteca de la Facultad de Derecho de la que Heredia egresaba
no tenía disponible ninguna obra del alemán. Las mismas llegaron bien entrado
el siglo XX, a partir de la traducción al español que el Fondo de Cultura
Económica editó en 1941, al celebrarse el centenario de la aparición del
original. En 1938 ingresó el texto de Maurice Bouvier sobre la vida, obra e
influencia de List, y esa es la primera mención al alemán que figura en el
catálogo. Para la época en que Heredia presentaba su trabajo, sin embargo,
además de la edición original en alemán, la obra de List había sido traducida al
francés (en 1851 y 1857). La repercusión en países angloparlantes fue aún
más rápida. La primera de ellas fue editada en 1846 en Filadelfia, en los
Estados Unidos, una ciudad muy cercana a la obra de List ya que sus años en
Estados Unidos transcurrieron en Pensilvania. Luego, en 1860, apareció una
29
Heredia (1876), p. 11.
Carey era hijo de un economista e industrial irlandés, Mathew Carey, quien fuera fundador de
la Philadelphia Society for the Promotion of National Industry, creada en 1819, y miembro activo
de la Pennsylvania Society for the promotion of Useful Manufactures. Fue bajo el patrocinio de
esta última asociación que Friedrich List publicó su obra « Outlines of American political
economy » en 1825. Carey padre fue un propagandista de la industria nacional, trabajó en la
línea de las ideas de Hamilton (cuyos tres reportes la Society publicó) mientras que su hijo
logró traducir las mismas inquietudes en textos académicos. Kaplan (1931), p. 12.
30
12
13
versión en Australia y finalmente en 1865 en Londres31. Su repercusión, por
otro lado, no puede medirse solamente por la circulación material de sus textos.
La influencia del nacionalismo y de la obra de List en particular tanto en España
como en Italia ha sido bien documentada32; y eso nos abre una puerta para
pensar la recepción del nacionalismo sobre la que indagaremos más adelante.
La ausencia de las obras de List en la biblioteca de la Facultad contrasta con la
presencia de sus argumentos tanto en el espacio académico como en el
político y corporativo. Mientras evaluamos caminos alternativos de llegada de
sus contenidos, podemos detenernos frente a la pregunta que este hecho abre.
¿Podemos sostener que el nacionalismo económico se convirtió en una suerte
de “sentido común” al que podía apelarse sin mayor detalle ni referencia? Esto, si bien no resuelve el interrogante sobre la vía de acceso de ese pensamiento,
permite que podamos definir con mayor precisión el liberalismo económico, y
sus contenidos políticos, de las últimas décadas del siglo XIX. Nos
preguntamos en este punto si las referencias a un autor o teoría sólo pueden
ser textuales, o si merece la pena, por el contrario, indagar también en los
caminos menos explícitos del conocimiento, para descubrir su presencia aún
cuando la misma no haya sido explicitada. De esta manera, creemos, podemos
31
Popescu, citado el Pique (1982), p. 7 y 8.
Schwartz Girón da cuenta de la impronta nacionalista en España en la segunda mitad del
siglo XIX a partir de la figura mediadora de Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), que le
llevó a proclamar en 1891 su abandono de la doctrina librecambista. “La tesis de este ensayo
es que Cánovas era fundamentalmente un nacionalista, con todas las contradicciones
filosóficas y económicas que comporta ese tipo de ideario; que Cánovas promovió un
proteccionismo que quería moderado, en busca de la armonía social, la regeneración nacional,
y el bien común”. Schwartz Girón sostiene que Cánovas, antes que basarse en las enseñanzas
prácticas de la vida económica de la España de fin de siglo, tenía fundamentos teóricos para la
adopción del proteccionismo. “El ideario cosmopolita de un mundo en progreso gracias a la
extensión del comercio fue desplazado por el de la lucha para crear naciones sólidamente
integradas, según el modelo del admirado Imperio alemán. La confianza en que el libre
comercio internacional beneficiaba sobre todo a las sociedades débiles y atrasadas se esfumó
ante las afirmaciones de que el comercio entre desiguales conducía a la explotación de los
débiles por los poderosos. … List y Cánovas dicen que serán librecambistas cuando sus naciones hayan adelantado lo suficiente como para tener la misma variedad y calidad de
producciones que Inglaterra”. La “cuestión social” y la crisis obrera actuaron como resorte de una reforma aduanera liderada por Cánovas, reforma que tendió a la protección industrial
moderada y que no alteraba la estructura de producción cerealerera que caracterizaba a la
España de entonces. Schwartz Girón (2005), p. 336 y ss. Spalletti analiza también la influencia
de la escuela alemana en España e Italia. Sostiene como conclusión que la obra de List se
convirtió en una bandera simbólica en la toma de posiciones en el debate entre librecambista y
proteccionistas, pero que careció de una lectura minuciosa y el acceso a la misma fue más bien
tardío. Spalletti (2002), p. 100.
32
13
14
analizar las estrategias tanto de la apelación como del “olvido” de ciertas referencias, aun cuando los contenidos teóricos estaban presentes.
A pesar de no haber sido incorporadas a la biblioteca de la Facultad, podemos
identificar un circuito por el que transitó el pensamiento nacionalista del
alemán. Carey, continuador de aquella tradición, parece un eslabón central
como mediador entre el público local y las ideas de List. Recordemos que la
estadía de List en los Estados Unidos tuvo lugar en el estado de Pensilvania,
donde Filadelfia, la ciudad natal de Carey, era ya la ciudad más poblada.
Algunos trabajos ubican a Carey no como continuador de la obra de List, sino
como un co-worker33. La obra de Carey sí estaba presente en la Facultad; su
texto “The Past, the Present and the Future” formaba parte del catálogo a partir
de su edición en inglés de 1848. Poco tiempo después, se sumó la edición
italiana de “Principii di economia política” que había publicado la muy activa y
presente Biblioteca dell’economista en el año 1855. De allí en adelante, las
obras de Carey se sumaron tanto en su idioma original como en francés. La
obra “Principes de la Science Sociale”, editada en París en 1861, es retomada y resumida en la tesis de Heredia (quien definió a Carey como “quien ha estudiado mejor que nadie los efectos de la protección en los países europeos
y en los Estados Unidos”34) y la referencia al economista estadounidense
aparece tempranamente en varias tesis más35. Eso permite sostener que la
obra de Carey, aún en su edición inglés -un idioma no tan presente en la
academia de aquel momento-, parece haber actuado como facilitadora de los
contenidos del nacionalismo económico. La obra de List, por su parte, no
parece haber ingresado por la “vía académica”, aunque más adelante presentamos algunas hipótesis sobre los mediadores culturales de esa
producción.
Otros trabajos doctorales de la época no hacían referencia directa a alguna
obra de List, pero sí al autor en general. En su estudio “Liga internacional
33
“The general agreement of these three eminent co-workers shows how original thinkers,
starting from different points, meet in corroborative results, and so confirm each other better
than the mere acceptance of followers can do”. El tercer economista mencionado en el texto es
el también norteamericano Stephen Colwell (1800-1871). Elder (1880), p. 18.
34
Heredia (1876), p. 37.
35
Ver, por ejemplo, Castellanos (1865), Ruiz de los Llanos (1868), Cané (1878), y García
(1875).
14
15
americana” presentado en 1877, Luis Telmo Pintos se refirió a “Federico List,
uno de los más celebres economistas prácticos que haya tenido la Alemania”36,
para recuperar su idea de Zollverein y llamar a la unidad americana. Sin
embargo, en las páginas de esa tesis, no hubo referencia directa a alguna obra
de List. Estos y otros ejemplos del estilo nos permiten reconstruir el lugar del
nacionalismo económico en el pensamiento argentino del último cuarto del siglo
XIX. Entonces, sin aparente lectura directa de la obra de List, el nacionalismo y
en general los contenidos de la “escuela alemana”, se habían instalado
implícitamente en medio del reinado teórico del librecambismo liberal y
mantenía, en buena medida esa posición; presente, pero no tan visibilizado.
Si bien en 1874 pocos de los reclamos protectores enunciados por López en el
Congreso se transformaron en legislación, el debate permanecería vigente
desde entonces. Un año más tarde, la reacción -no sólo parlamentaria- sería
otra y recuperaría en buena medida los temas y tensiones centrales
manifestados originalmente por López. El diputado Carlos Pellegrini37, fue un
activo participante en el debate por la modificación de la Ley de Aduana que
tuvo lugar en 187538 y una voz firme en la defensa de la protección industrial,
no sólo como medio para obtener renta, sino como camino hacia un desarrollo
industrial que posicionara al país de otra manera en el concierto de naciones.
Al respecto sostuvo:
No admito como argumento ni como autoridad los hechos producidos en otras
partes, ni la opinión de aquellos que estudiaban elementos y situaciones
distintas a la nuestra. Creo que la resolución de estos problemas económicos
depende de las condiciones especiales de cada localidad y que la aplicación
ciega de las teorías de un país a otro puede producir resultados
diametralmente opuestos. […] es un hecho que nuestra situación económica,
36
Pintos (1877), p. 13
Carlos Pellegrini (1846-1906), fue diputado (1873-1877), Ministro de Guerra del presidente
Avellaneda y luego de Julio A. Roca (1879-1880 y 1885-1886), vicepresidente de la Nación y
luego presidente a partir de la renuncia de su compañero de fórmula, Miguel Ángel Juárez
Celman, a partir de la revolución de la Unión Cívica en 1890.
38
Para el año 1876 los aranceles abonados por los calzados y ropa pasaron del 20 al 40% de
su valor. La industria textil se asociaba con el desarrollo y crecimiento económico, en tanto esa
rama productiva había impulsado el proceso industrializador en Inglaterra y se apostaba a que
su implementación en la Argentina podía llevar al mismo resultado. Los tabacos, aguardientes y
cervezas pasaron de abonar el 25% de su valor en impuestos, a pagar el 40%. La medida fue
tildada de tibia por el Club Industrial, que reclamaban imponer entre el 50 y el 60% sobre todos
los artículos que pudieran fabricarse en el país, y reducirla al 10% para las materias primas que
abastecían la industria nacional. De allí que la protección al sector azucarero no contara con
apoyo de la asociación, ya que el aumento del costo del producto importado no haría más que
perjudicar a los fabricantes locales de dulces. El Industrial (octubre 1875), p. 2
37
15
16
nuestro país, como industria, como población, se halla en condiciones
completamente distintas, diametralmente opuestas a las que se encuentran
otras naciones que han hallado en el librecambio el secreto de su prosperidad,
y es evidente que en condiciones tan opuestas, la resolución del problema no
puede ser exactamente igual39.
Por otro lado, a través de sus intervenciones Pellegrini ponía en evidencia un
hecho fundamental: los países centrales mantenían públicamente el discurso
del librecambio, pero en la práctica implementaban – o lo habían hechomedidas proteccionistas para defender sus industrias a través de limitar la
competencia con productos importados40. La Argentina, sostenía, debía seguir
esa idea. Esto no significaba abandonar completamente la adhesión al
librecambio, sino asumir que su aplicación no siempre era posible o deseable,
dadas las condiciones diferenciales de los países.
La intervención de Pellegrini indicaba que la Argentina debía contemplar cuáles
eran sus pérdidas y sus ganancias dentro de ese sistema económico
internacional. Aun manteniendo el librecambio como ordenamiento económico
que mejor resultados generales consigue, el camino hacia el desarrollo incluía
necesariamente al Estado interviniendo en el mundo económico nacional para
proteger y desarrollar una industria que sería muy difícil de alcanzar sin esa
participación estatal. De todos modos, en el marco de un liberalismoteóricamente- librecambista aún vigente, quienes como Pellegrini pero no
únicamente se llamaban a sí mismos proteccionistas debían explicar el por qué
39
DSCD (14 de septiembre de1875), p. 1123.
“Incluso en el período más alto de la oleada de la influencia pensadores librecambistas entre 1850 y 1860, el Estado británico tenía en sus manos una extensa selección de asuntos, no sólo
militares o imperiales, sino también sociales y económicos. Las limitaciones legales del trabajo
de las mujeres y los niños, sus inspectores de minas y de fábricas, sus regulaciones sanitarias,
y su provisión de asistencia a los pobres fue las más desarrolladas a mediados del siglo XIX de
toda la economía atlántica del norte. La máxima central del liberalismo económico clásico- que
la esfera de la libertad individual llega tan lejos como sea posible sin colisionar con la libertad
de otros- era, en la práctica, capaz de sostener un Estado vigilante de considerable vigor”, Rodgers (1998), pp. 77-78. En una línea similar, Katznelson sostiene que “En términos empíricos, el laissez- faire en realidad nunca existió, fundamentalmente por su inherente
incapacidad de sostener un sistema de mercado enteramente bajo sus propios términos en la
era de la ciudadanía. Incluso cuando es correcto ver en los inicios del silgo XIX en el caso
arquetípico de Inglaterra a la consagración del libre mercado de trabajo y a la erosión de las
prácticas mercantiles con la baja de tarifas y la liberación de los intercambios de alimentos,
incluso en ese momento de apogeo cuando el Estado desreguló el comercio, el laissez- faire
estaba comprometido con los estatutos remanentes de la era mercantil y por el comienzo de las
regulaciones industriales, iniciadas por el Factory Act de 1833 y extendida a través de
iniciativas legislativas”, Katznelson (1996), p.24.
40
16
17
de su “desvío” protector. Así lo hacía el diputado por Buenos Aires Santiago Alcorta en el mismo debate sobre el presupuesto para 1876:
Yo soy libre cambista, como son todos los Sres. diputados que han hablado. Yo
he hecho mis estudios de Economía Política con [el profesor francés] Garnier,
que es el más furioso librecambista que pueda encontrarse entre los
economistas del día. Formado en esta escuela vine a mi país profesando en
absoluto el librecambio. Sin embargo, observando aquí los fenómenos
económicos, he llegado a pensar como pienso hoy, que íbamos en mal camino
practicando ese sistema41.
Además de los límites de la aplicación de la teoría extranjera, los diputados
ponían en evidencia las motivaciones de las potencias industriales para
sostener el librecambio como doctrina económica internacional:
La Inglaterra necesita materias primas para dar trabajo a sus obreros y
proclama a grandes voces el librecambio. A ella le conviene que éste, como
otros países, se conserven únicamente productores de esa materia
consumiéndole a cambio sus productos. Otros países de Europa tienen iguales
necesidades, y quizás la conveniencia de ellos es lo que induce a muchos
economistas para exponer con la energía que lo hacen las doctrinas del
librecambio42
La protección aduanera de algunos sectores industriales comenzaba a ser
pensada y justificada como mecanismo para contribuir a la independencia
económica, comprendiendo que el librecambio era la mejor forma de
organización económica internacional siempre y cuando todos los participantes
en ese sistema estuvieran en las mismas condiciones de desarrollo industrial.
De esto dan cuenta una serie de intervenciones hechas en 1874, en ocasión de
discutir la Ley de Aduanas para el año siguiente:
Diputado Achaval: Se ha reconocido que la independencia política no puede
existir sin la industrial y mercantil, y esa protección tiende a establecer la
independencia industrial de cada país.
Diputado Soria: en el librecambio tendríamos la peor parte. 43
Los posicionamientos a favor del proteccionismo y de la economía nacional se
irían visibilizando con el correr del tiempo, y, fundamentalmente, al calor de las
crisis. Con cada episodio crítico parecían ponerse en evidencia las limitaciones
41
DSCD (24 de agosto de 1876). Alcorta fue diputado nacional entre 1873 y 1878. Joseph
Garnier (1813-1881) fue un reconocido economista, autor de manuales de economía política
usados asiduamente en la enseñanza de la economía en Argentina y colaborador en
publicaciones periódicas como el Journal des economistes y la Revue de Deux Mondes.
42
Palabras del diputado Santiago Alcorta, en Diario de Sesiones Cámara de Diputados, sesión
del 21 de agosto de 1876.
43
DSCD (25 de septiembre de 1874), pp. 1112 y 1113.
17
18
teóricas y prácticas del librecambio para una economía como la Argentina.
Ejemplo de ello son una serie de manifestaciones emitidas alrededor de la
crisis de 1890. En ese contexto, el diputado por la provincia de Tucumán Eliseo
Cantón
sostuvo
“todos los abogados cuando dejan las aulas son librecambistas, cuando llegan al gobierno, cuando llegan a la edad madura, se
hacen proteccionistas”44. El gobierno, la práctica política, marcaban los límites
de las teorías pretendidamente universales. En la misma línea, el ministro de
Hacienda José Terry, que había asumido ese cargo en agosto de 1893 y de
quien luego presentaremos más detalles, sostuvo en una interpelación
parlamentaria en el año 1894:
La República Argentina se encuentra en estos momentos en condiciones de
proteccionismo: es el síntoma prominente de su situación. ¿Por qué? Porque el
país ha pasado de la situación de la materia prima a las condiciones
industriales. Y si la República no protege por medio de las leyes aduaneras
ciertas y determinadas industrias que contribuyen a la riqueza general del país,
es posible, casi seguro, que la competencia extranjera vendría a hacer
retrogradar al país diez o veinte años45
El clima de debate de estos años no se limitó al espacio parlamentario y
político46. Los representantes de un mundo corporativo en formación se
confundían con analistas que, con cierta formación académica o interés
particular por la materia, vertían sus opiniones y análisis en un mundo editorial
en creciente desarrollo.
Los industriales y su representación sectorial
El Club Industrial de Buenos Aires se formó en agosto de 1875, al calor de un
debate sobre la protección que trascendía las fronteras legislativas y
académicas. Desde su creación el Club editó una publicación quincenal, El
Industrial, que continuó la línea de justificaciones liberales presentada tanto en
la cátedra como en el Parlamento. “Librecambistas en principio, llegamos a ser imperiosamente proteccionistas”47. El librecambio, de hecho, pasó a ser
44
DSCD (22 de noviembre de 1894), p. 673.
DSCD (24 de noviembre de 1894), p. 730.
46
Sobre las revistas dedicadas al análisis de la economía en el período ver Plotkin y Caravaca
(2013), Panettieri (1983) analiza la repercusión de este debate en la prensa periódica.
47
Citado en Schvarzer (1991), p. 22.
45
18
19
concebido como un “pecado de juventud”, una teoría abstracta que conquistaba los corazones jóvenes que no sabían lo suficiente sobre la vida práctica48.
Con el correr de los años el Club acentuará su postura proteccionista, con el
abandono consecuente del apoyo teórico a los enunciados librecambistas. En
junio de 1880, por ejemplo, denunciaba desde las páginas de El Industrial el
“contrabando intelectual” que se emprendía desde Inglaterra: La Escuela de Manchester ha creado un poderoso núcleo de Doctores, cuyo
único programa es la fabricación de teorías con destino al estrangero; y estos
Doctores trabajan sin descanso la mercancía de contrabando intelectual, así
como sus comitentes tegidos de algodón con que abarrotar los mercados del
universo, y muerta la India seguir su competencia con sus homónimos norteamericanos, que empiezan a llevar la delantera según el mismo Mr. Glasdtone.
De invención de esos Doctores de Manchester es la estupenda teoría de la
baratura de los productos, con la cual suponen haber hallado el milagroso
especifico contra todos los males económicos, venga de donde vinieren, y sea
por lo que fueren. El resultado interno de la teoría funesta con destino al
estrangero, fue para Inglaterra la entrada libre de alimentos. […] Detrás del enigma del consumidor se esconde seguramente el productor estrangero, el
mercader que no quiere ni oír hablar de fábricas nacionales para que no llegue
a probarse el verdadero costo del producto al pie de fábrica, para esplotar así
al parroquiano que el intermediario atrapa y para que este a su vez cante al
oído del pobre consumidor la supuesta baratura SIN LA COMPETENCIA QUE
ENTRE SI PUEDAN HACERSE LOS PRODUCTORES NACIONALES. […]. Es un hecho comprobado por la sociología contemporánea que los pueblos
adquieren su desarrollo y poderío económico paulatinamente. […] Es otro hecho ya probado que las naciones que no preparan sus muchedumbres en la
vida económica, serán siempre un pueblo inferior, un pueblo subsidiario y
dependiente de otro pueblo industrial, pues la ciencia moderna ya nos ha dado
la pauta para conocer el progreso económico, según el trabajo acumulado por
las industrias49
48
En un enfrentamiento con el periódico El Nacional, El Industrial sostuvo, “Se comprendería esa pasión por una teoría [el librecambio], que en verdad es seductora porque viene envuelta
en la irresistible bandera de la libertad, en un joven que recién abandonara los claustros
universitarios llena la cabeza de ideas y sistema. Pero en un hombre que conoce la vida algo
más que al través de las ficciones del espíritu, un hombre que por estado e inclinación ha
estudiado la situación económica del país, es realmente asombrosa esa pasión tenaz por un
sistema que requiere indispensablemente, para dar buenos resultados, largos y serios trabajos
preparatorios. Queremos repetirlo una vez más al colega: somos tan partidarios como él en el
terreno puramente abstracto de la teoría, del sistema del libre cambio, y uno los días más
gratos de nuestra vida sería aquel en que viéramos ese sistema implantado con éxito en
nuestro país. Los buenos resultados que entonces se obtuvieran, serían una prueba de que
estábamos ya fuera de esa peligrosa infancia de las naciones, por la que han pasado todos los
pueblos que hoy deben su grandeza a su inmenso desarrollo industrial”, El Industrial (marzo 1 de 1876), p. 86.
49
El Industrial, (30 de octubre de 1880), p. 1.
19
20
Junto a esta “denuncia”, la publicación reclamaba la inclusión de materiales teóricos de otro origen para la enseñanza de la economía: “¡No se estudian los
libros de List, Carey, Blunschli y otros independizadores económicos de sus
respectivas naciones, pero se aceptan las esclavizadoras teorías de Adam
Smith, Herbert- Spencer y otros semejantes acólitos del Secret Service
Money”50.
Este reclamo y el posicionamiento del Club Industrial abren algunos
interrogantes que permiten plantear algunas hipótesis. Podemos sostener, por
un lado, que el sector industrial en formación encontró en la obra de List y el
nacionalismo económico la legitimación teórica para reclamar beneficios para el
sector que representaban, presentándolos como beneficios generales antes
que sectoriales. Sin embargo, aun aceptando este uso utilitario de la teoría, hay
un evidente conocimiento de la obra de List y Carey, que deja abiertos nuevos
interrogantes. ¿El altísimo porcentaje de migrantes entre los miembros
fundadores de las asociaciones de industriales puede darnos algún indicio?,
¿qué lugar tuvo la comunidad alemana en Argentina en el proceso de
recepción de la obra de List?51, ¿el manejo del idioma permitió que fuera esa
una de las vías de acceso a su obra?, ¿podemos ubicar a los industriales de
origen alemán como mediadores que acercaron nociones del nacionalismo,
sistematizadas o no, al debate en la Argentina del último cuarto del siglo XIX?
En tanto a través de las publicaciones de los industriales las referencias se
hacen explícitas, su lugar como conocedores-importadores de la teoría no
debería ser desconocido. Esto amplía el espectro de análisis de la circulación
de conocimiento por fuera de los ámbitos estrictamente académicos. De este
modo, se abre el juego a un actor que aun por fuera de los espacios de
formación teórica puede intervenir activamente en el proceso de incorporación
de contenidos. Con esta apuesta se rompe la idea que parece unir de forma
automática el saber con el poder. Al desnaturalizar el vínculo saber-poder, nos
disponemos más abiertamente a encontrar vías de circulación de conocimiento
50
El Industrial, (4 de junio de 1881), pp. 1 y 2. Boianovsky (2013) repasa en una línea similar el
lugar de los industriales brasileros en la recepción de la obra de List a partir de 1880. Ver p.
666 y ss.
51
Newton (1977) analiza la presencia e influencia de la pequeña (en relación con la española e
italiana) pero activa comunidad alemana en la Argentina.
20
21
por fuera de los espacios tradicionales donde ese proceso ocurriría de guiarnos
por una mirada tradicional que atiende a los lugares consagrados del saber (la
universidad) en relación con el poder político y económico. De la misma
manera que páginas más arriba indagamos en el mundo de las referencias más
allá de lo explícito, incorporar a los industriales, sus lecturas y conocimientos
previos, ofrece, creemos, una mirada más completa y compleja del proceso de
recepción de conocimientos.
Frente al paquete de medidas aduaneras discutidas en 1875, el Club sostuvo
una posición cautelosa. El aumento de los precios internos de algunos
productos por la suba de los impuestos de Aduana a la vez que protegía ese
sector, afectaba negativamente a otras aéreas industriales que se abastecían
de esa materia prima. El proteccionismo, sostenía la asociación, debía ser
guiado por el análisis y la estimación de las consecuencias internas, positivas y
negativas, de cada medida adoptada52. Sin embargo, sobre los rubros que
fueron finalmente sancionados para la protección, el Club reclamó una postura
aún más firme. La propuesta era aplicar impuestos del 50 y 60 % sobre todos
los artículos que se pudieran manufacturar en el país y reducirlos al 10% para
las materias primas53.
En 1878 el Club Industrial editó un pequeño folleto llamado “La Aduana Nacional. Reformas solicitadas al Honorable Congreso de la Nación por el Club
Industrial para el año 1879. Precedidas por un estudio teórico- práctico sobre la
aplicación de un sistema proteccionista con relación a la producción de la
República, escrito por Santiago Guzmán, Secretario de la Asociación”. El panfleto comienza asegurando que tenía lugar entonces una lucha encarnizada
entre el comercio y la industria, lo que se traduce en un conflicto entre el
librecambio que beneficiaba al comercio y la protección que reclamaba la
industria.
52
En su periódico El Industrial, el Club manifestó su oposición a la protección a la industria
azucarera. La misma no tenía el desarrollo suficiente para abastecer al mercado interno, por lo
que el aumento del costo del producto importado no haría más que perjudicar a los fabricantes
de dulces. La lucha del Club se daba contra la protección de los grandes intereses industriales,
la que afectaba a intereses menores, por lo visto sin la misma voz parlamentaria como para
hacer llegar su postura allí. Ver, entre otros, El Industrial (1 de octubre 1 de 1875).
53
El caso de azúcar, como se mencionó, generó tensiones que dan cuenta de las fortalezas y
debilidades de los diferentes sectores productivos a nivel regional.
21
22
De parte del primero están los utopistas, los adeptos de las teorías liberales, el
monopolio y el numerario. De parte del segundo el proletariado, los hombres
aleccionados por la esperiencia, las fuentes naturales de producción y la
riqueza futura del país en expectativa. Este grandioso debate no es pues, más
que la lucha del capital con el trabajo54.
La contienda se resolvería, según la publicación, a través de la Ley de Aduana
sobre la que proponían cambios a través del mismo documento. Esa era la
manera de poner fin a la dependencia que generaba el librecambio. “Vivimos en plena libertad, y sin embargo, bajo el dominio del estrangero como en los
días de la colonia”55. El librecambio, tal como había sido sostenido por los
representantes parlamentarios años antes, era un sistema de comercio que,
presentaba ahora el Club, beneficiaba a algunos de los participantes a
expensas de los otros:
Conocido es el tratado que la Inglaterra estipuló con Portugal, tratado librecambista que ha dado el resultado que aquella esperaba: la colonización del
país por el comercio inglés. Aquella nación, cuyos días de esplendor fueron
disipados por los errores económicos de sus estadistas, tomando de Inglaterra
los objetos necesarios al vestido e indispensables a su subsistencia, ha visto
agotar su oro y ha acabado por enajenar hasta su suelo para pagar las
importaciones estrageras. En nombre de la libertad del comercio háse
decapitado, encubiertamente, su libertad civil y política.56
Junto a la industria, el Club decía defender los intereses del trabajo. Con eso,
se ubicaba discursivamente cercana al pueblo y menos identificado, como
contrapartida, con el reclamo meramente sectorial. El vínculo entre producción
industrial y crecimiento del trabajo era una de las banderas de los defensores
de la industria. El Industrial dio cuenta desde su primer número de la relación
existente entre industria y ampliación de las fuentes de trabajo, por un lado, y
entre industria e independencia económica, por el otro, como los dos máximos
beneficios sociales derivados del desarrollo industrial.
La propuesta del organismo remarcaba la inestabilidad de la economía
argentina derivada de la producción y exportación de materias primas. Saber
54
Club Industrial (1878), p. 5. En la petición presentada al Congreso de la Nación, el Club
sostenía “El brazo comercial, que vive del cambio, base oscilatoria, caprichosa, variable, puesto
que vive de las contingencias del consumo, sujeto a todas las convulsiones políticas, a todas
las veleidades del tiempo, el brazo comercial, apoderose fatal y necesariamente de nuestra
debilidad y pobreza fabril para imponer los productos estrangeros, amparado por franquicias y
leyes pródigas, hijas de una exagerada exaltación, y del fanatismo hacia una mal entendida
libertad”, Club Industrial (1878), p. 26. 55
Club Industrial (1878), p. 7.
56
Club Industrial (1878), pp. 11 y 12.
22
23
usar las fuentes de producción era, tal como habían demostrado los Estados
Unidos, comenzar a procesar los bienes naturales, para dejar, por ejemplo, de
vender lana a Inglaterra y comprar luego de ella los hilados que producía con la
materia prima argentina. De todos modos, la posición de la asociación,
abiertamente proteccionista, no se reconocía por fuera de los cánones
liberales.
No pretendo preconizar el sistema protector como el único medio de
desenvolver la riqueza pública y de garantir la autonomía individual. Las
ciencias sociales excluyen los términos absolutos. Las cuestiones económicas
cambian según los países, los tiempos y el estado de la cultura de cada pueblo.
Algo más, soy partidario de la libertad de comercio, pero de la libertad bien
entendida, basada en la más estricta igualdad de derechos. Dadas las
condiciones de nuestro país, pregunto ¿es posible sancionar esa libertad sin
contrapeso?57
Tal como había sido manifestado en el ámbito legislativo, la relación
circunstancial entre liberalismo y nacionalismo era perfectamente posible.
Parte de los miembros del Club Industrial se desprendería para formar el
Centro Industrial en diciembre de 1878. Esos socios se alejaban por, lo que
consideraban, era una prédica exagerada del Club a favor de la protección. De
hecho, el Centro Industrial será nombrado por el Club como el Centro
Comercial. Un somero análisis de las publicidades que se incluían en la
publicación del nuevo Centro La Industria pone en evidencia las diferencias. Allí
ocupaba la página final un anuncio de Tienda ciudad de Londres “que recibe artículos de moda importados”. Junto a ese aparecía una publicidad de una
compañía que permitía contratar una casilla de correo en la ciudad de Nueva
York, “desde donde se pueden comprar mercaderías de los Estados Unidos,
Canadá, Méjico y Cuba”58. Las dos asociaciones volverán a reunirse en 188759,
cuando se creó la Unión Industrial Argentina, institución vigente desde
entonces. La posición de la nueva institución mantenía buena parte de los
principios esbozados por el Club, pero también en los espacios académicos y
57
Club Industrial (1878), p. 12.
Ambos anuncios corresponden a La Industria (1 enero 1879), p. 7 y 8. Con el correr del
tiempo la posición del Centro abierta al comercio internacional atemperará. En julio de 1881 la
publicación no sólo saldrá mas asiduamente, sino que cambiará su nombre a La Industria
Argentina. El anuncio de la Tienda ciudad de Londres será pronto reemplazado por uno de
quesos argentinos « mejores que los importados ». La Industria Argentina (4 agosto 1881), p.
7.
59
Las gestiones de acercamiento entre ambas instituciones tenían para entonces varios años.
Habían comenzado en 1880 a expensas del ex presidente Avellaneda.
58
23
24
políticos. La protección industrial llevada a cabo por Estados Unidos era
presentada, nuevamente, como ejemplo a seguir, no solo por los resultados
económicos de esa política:
Pero aunque el pueblo acabara de emanciparse para siempre, por el poder de
las armas, de la presión avasalladora de la metrópoli, no por ese primer acto de
soberanía creyeron sus sabios legisladores haber asegurado la completa
independencia de la gran República. Ellos comprendían que no es posible
sacudir el yugo al liberto que no se basta a sí mismo, y que la verdadera
emancipación de los individuos o de los pueblos, no consiste en tener las
manos desatadas sino en saber servirse de ellas […] Consagrando el libre
cambio, se completaba ciertamente el conjunto armónico de todas las
libertadas proclamadas, pero se daba un golpe mortal a la existencia del nuevo
Estado. Los próceres norteamericanos, descendiendo de los seductores
espacios de lo idea, al humilde terreno de la vida práctica y apoyándose en el
axioma de que la salvación del Estado es la suprema Ley, se decidieron por
defender la suya propia, contra la invasión de las industrias estrangeras60.
En el mismo artículo la UIA reclamaba a Estados Unidos el hecho de que,
habiéndose abierto camino a través de la protección, ahora exigiera a la
Argentina establecer relaciones comerciales abiertas entre los dos países:
¿por qué venís a ofrecernos el presente griego del intercambio libre y sin
restricciones, cuando sabéis que somos todavía un bisoño en las batallas de la
industria, pues que apenas hemos salido de nuestra adolescencia, es decir: del
período pecuario, y empezamos a cultivar una ínfima parte de nuestro extenso
territorio?61
Ante la crisis desatada en 1890 la asociación de industriales reclamó una
protección no solo legislativa sobre la ley de Aduana, sino también a través del
auspicio que los bancos públicos podían hacer de la actividad industrial que
había sido atravesada por la coyuntura:
El capital es cobarde y en ese defecto estriba toda su inteligencia. […] Cuando
el capital ve que hay ya establecida una industria provechosa, pero no es
capaz de crearla si alguien no le da, bajo cualquier forma, una garantía que le
asegure el interés que se propone. […] Eso lo han comprendido los sabios
legisladores Norte-Americanos, y es por eso porque, los que se rigen por las
leyes más liberales de la tierra, han aceptado el proteccionismo para su casa
pasando por alto la vocinglería de los imprevisores, y es por eso por lo que, en
tan pocos años de existencia, se han puesto, en industria, a la cabeza de las
naciones62.
La legislación interna norteamericana, junto con sus teóricos, comienza a
aparecer como la referencia por la que la Argentina debe guiarse. El proceso
60
Boletín UIA (11 abril 1888), p. 1.
Boletín UIA (11 abril 1888), p. 1.
62
Boletín UIA (11 abril 1888), p. 3.
61
24
25
de “americanización”63 que toma fuerza en el siglo XX tiene su impulso inicial
en estos años.
Los estudios económicos
Unos años después de la crisis de 1873, una nueva crisis económica vendrá a
reavivar el debate. Tras la revuelta política que terminó con la presidencia de
Miguel Ángel Juárez Celman, asumirá Carlos Pellegrini, su vicepresidente, para
terminar el mandato. El convocó a Vicente Fidel López como ministro de
Hacienda. La crítica situación económica se reflejaba en los debates
parlamentarios, en el mundo corporativo y en el espacio académico. Es en este
contexto que se crea, por ejemplo, la cátedra de Finanzas Públicas en el marco
de la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, de la que José A.
Terry (1846-1910) será su profesor más saliente64. Terry alternaría la cátedra
universitaria con una vasta trayectoria como funcionario público. Fue ministro
de Hacienda en tres oportunidades65, y dirigió el Banco Hipotecario Nacional, la
Caja de Conversión y la Dirección Nacional de Ferrocarriles, entre otros cargos
públicos. El programa de la cátedra de Finanzas incorporaba nociones
provenientes de List y de otros alemanes; el socialista de cátedra Adolph
Wagner (1835-1917) y Wilhelm Roscher (1817-1894), un representante de la
vieja escuela histórica. El método histórico se refleja en su consideración de “la 63
Regalsky y Barbero (2003). Regalsky (1986) da cuenta de la incorporación de los Estados
Unidos a la cartera de inversores en la Argentina a partir del siglo XX. En las últimas décadas
del siglo anterior, las inversiones correspondían mayoritariamente (y en algún período
exclusivamente) a las provenientes del Reino Unido. Luego se agregaron las francesas y
alemanas. El período 1903-1913 marca el inicio de las inversiones norteamericanas en la
Argentina, aunque para entonces sólo un 1.2% del total de inversiones extranjeras provenía de
los Estados Unidos. Los años de 1920 marcarán el despegue de las inversiones
norteamericanas, a la vez que el nuevo lugar de Estados Unidos como potencia internacional.
Regalsky (1986), p. 16 y 50. Villanueva, por su parte, sostiene que en los años de 1920 tuvo
lugar un salto en la inversión que permitió multiplicar la cantidad de industrias con sede en
Argentina. El capital norteamericano, y en menor medida alemán, fue el responsable de aquella
transformación que permitió luego el crecimiento productivo de la década siguiente. Villanueva
(1972), p. 464 y ss.
64
Mientras que el titular de cátedra era Luis Lagos García, y luego sería Juan Carballido, Terry
fue su suplente de ambos hasta 1897.
65
Fue diputado de la Legislatura Bonaerense (1871), diputado nacional (1878), senador
bonaerense (1880), delegado al Congreso Pedagógico (1882). Ministro de Hacienda en las
presidencias de Luis Sáenz Peña (1883-1885), Julio A. Roca (1894) y Manuel Quintana (19041906).Fue director del Banco Hipotecario Nacional, de la Caja de Conversión y ministro de
Relaciones Exteriores en la presidencia de Roca. Datos extraídos de Fernández López (2000),
pp. 47-48.
25
26
historia del país a fin de identificar cada etapa de su desarrollo”66. Esta opción
metodológica queda en evidencia al momento de incorporar el presupuesto
nacional argentino como material obligatorio al programa de la cátedra. En la
presentación de su materia sostuvo: “Al lado de la partida de presupuesto, la
teoría, y enseguida les presentaré el antecedente y el ejemplo histórico, no de
Francia o de Inglaterra (a no ser en casos muy justificados), sino de la
República Argentina. En una palabra. Quiero enseñarles las finanzas
argentinas, con presupuesto argentino y con historia argentina”67. La propia
definición de las finanzas hizo que Terry sentará posición. Frente a la definición
de lo que él llamo escuela francesa, que entiende a las finanzas como “la ciencia que estudia las rentas del Estado y la mejor forma de obtenerlas”, Terry prefirió abiertamente la “escuela alemana”, por interesarse en el Estado y en sus gastos como objeto mismo de las finanzas. Conocer los gastos, en montos
y en tipos, permite al financista prestar “útiles servicios”68 a su país, en lugar de
ser un mero registrador de ingresos. La incorporación del Estado y de sus
gastos a la noción de ciencia financiera da cuenta de la cercanía de Terry con
la escuela alemana, de la que sostiene que “ninguno de ustedes dejará de dar la preferencia”69. Esto, por otro lado, permite ver la adhesión de Terry a la
teoría de Wagner sobre el crecimiento del Estado. Sin dejar de criticar la
empleomanía y el uso político del gasto público, Terry reconoce la presencia de
una tendencia internacional hacia el crecimiento del presupuesto de gastos, tal
como había sostenido el teórico alemán70. Y no solamente reconoce esa
tendencia, sino que se presentaba a su auditorio como adherente al socialismo
de Estado: “nos declaramos socialistas de Estado en todo aquello que ni el particular, ni la sociedad comercial o civil, sean capaces de efectuar” 71. Wagner
aparece citado por Terry tanto en sus clases como en su texto La crisis,
publicado en 1893. Como no aparece allí referencia explícita a las obras de
Wagner sobre las que se apoya, no podemos saber si accedió a los textos
originales o conoció la obra de Wagner a través de traducciones. Fernández
López sostiene que la aproximación ha sido – y no sólo para esta obra- a
66
Fernández López (2008), 151.
Terry (1927), p. 2.
68
Terry (1927), p. 12.
69
Terry (1927) p. 13.
70
Terry (1927). P. 42.
71
Terry (1927), p. 18.
67
26
27
través de traducciones italianas72. De hecho, Terry cita a Gerolamo Boccardo,
quien había traducido e introducido a Roscher en Italia73. Al momento del
dictado de las clases de Terry, la Facultad de Derecho contaba en su biblioteca
con textos tanto de Roscher como de Wagner. En ambos casos, predominaban
las traducciones al italiano, como parte de la Biblioteca dell’economista que
Boccardo dirigía, seguida en cantidad por textos de los mismos autores
traducidos al francés.
Ese acceso a la “escuela alemana” se percibe claramente en la producción de tesis de aquellos años, aunque las referencias siguen siendo tácitas. En el año
1900, Rodolfo Moreno (h) sostuvo en su disertación:
Nuestra emancipación industrial tiene que ser el resultado del mal del
proteccionismo, así como nuestra emancipación política fue consecuencia del
mal de la guerra. Nos hemos pronunciado, pues, en favor del proteccionismo,
pero esto no quiere decir que lo consideremos de aplicación permanente y
universal. Desde el momento de su implantación no responde sino a los
intereses variables de los estados, su necesidad no será la misma en todos los
pueblos, ni será igual tampoco en todas las distintas épocas porque pasa un
mismo Estado74.
Como en el caso de las tesis producidas en el periodo 1875-1878, las
referencias bibliográficas seguían siendo las ortodoxas del período. En el
trabajo de Moreno, por ejemplo, se menciona solamente la obra del economista
francés Joseph Garnier.
La progresiva visibilidad académica de las teorías alemanas no cerraba el
debate sobre el tipo de conocimiento que debía guiar la política económica
nacional. Esto queda en evidencia, por ejemplo, en los debates parlamentarios.
En 1889, el por entonces ministro de Hacienda de la Nación, Rufino Varela,
presentaba el proyecto de presupuesto para el año siguiente en el Congreso
Nacional. Fue entonces cuando tuvo lugar una acalorada discusión con el
diputado por la provincia de Santa Fe, Wenceslao Escalante, quien criticaba al
ministro por no seguir los parámetros de la ciencia económica a la que
Escalante consideraba universal. Ante el intento del Varela de explicar cuáles
eran las particularidades del momento económico argentino, el diputado retrucó
“la ciencia económica es universal, como las matemáticas. La ciencia 72
Fernández López (2008), p. 152.
Plotkin y Caravaca (2009), p. 99.
74
Moreno (1900), p. 37.
73
27
28
económica no es pampa, guaraní o tehuelche. Y si ella tiene aplicación en
Europa también la tiene en América”75. En un debate que se prolongó en varias
sesiones, el ministro criticaba a su adversario el hecho de apoyar su postura en
teóricos extranjeros, que poco sabían sobre el problema local. “No pueden aplicarse en nuestro suelo las ideas de esos libros que corren en volúmenes
extensos, en manuales, y que enseñan principios aplicables a otros países” 76,
sostenía Varela. El diputado Escalante le retrucaba estar en buena compañía,
la de todos los economistas;; a lo que el ministro reaccionó: “Si, los de allá, los de aquel lado”.77
Reflexiones finales
En estas páginas recorrimos debates políticos, académicos y corporativos en
busca de recuperar las ideas sobre la industria nacional en la Argentina en las
últimas décadas del siglo XIX. Fue entonces cuando la industria comenzó a ser
presentada como el camino hacia la independencia económica. Esta idea, junto
a la noción de que el desarrollo industrial no podrá lograrse sino a través de la
protección estatal de las industrias nacientes, es tributaria del nacionalismo
económico.
Sin embargo, esa escuela de pensamiento, que aquí hemos unido al
historicismo y al romanticismo en lo que denominamos “escuela alemana”, no ha sido directamente citada sino hacia el final del período aquí analizado. En
este liberalismo al que podemos denominar nacionalista, las referencias
explícitas corresponden casi exclusivamente a los autores canónicos del
modelo librecambista, del que en buena medida se alejan. El nacionalismo
inspirado en la escuela alemana, transita durante el último cuarto del siglo XIX
un proceso de explicitación. Si a partir de la crisis de 1873 aparece en el
espacio universitario como una teoría polizona en medio del reinado del
liberalismo librecambista, hacia el final del siglo XIX los autores alemanes
ganarán espacio en la “primera clase” de las bibliotecas locales. En ese proceso la figura de José A. Terry, ministro de Hacienda, entre otros muchos
75
DSCD (31 de julio de 1889), p. 328.
DSCD (29 de julio de 1889), p. 297.
77
DSCD (29 de julio de 1889), p. 304.
76
28
29
cargos públicos, y docente de la cátedra de Finanzas de la Universidad de
Buenos Aires, parece central. Por supuesto, Alejandro Bunge hará lo propio en
las primeras décadas del siglo XX.
Junto a esa incorporación académica, vale la pena mencionar el rol de los
industriales migrantes de origen europeo como un eslabón fundamental en el
proceso de circulación de los conocimientos que aquí llamamos “escuela alemana”. No sólo la pequeña pero activa comunidad alemana, sino también
los mayoritarios españoles e italianos, quienes podían haber tenido contacto
con las teorías nacionalistas en sus países de origen, donde las mismas se
encontraban bien difundidas. Ese contacto no se basa necesariamente en una
lectura “correcta” o “completa” de la obra de List, si es que tal cosa existe, sino
más bien en la apropiación -siempre parcial-, traducción y aplicación local de
las teorías. En el caso que aquí analizamos nos interesa recuperar la forma en
la que los contenidos elaborados por el nacionalismo económico fueron
apropiados localmente para sostener posicionamientos políticos, académicos y
sectoriales.
De hecho, si analizamos la pertinencia de adoptar los enunciados de List para
un contexto como el argentino, o el latinoamericano en general, en la segunda
mitad del siglo XIX, notamos rápidamente la tensión. List diferenció al mundo
productivo entre países tropicales y países templados. Para estos últimos, la
protección aduanera era fundamental, mientras que los tropicales (entre los
que se encuentran los países de América Latina) debían afianzar primero los
atributos de civilidad que le permitieran disfrutar de la vida moderna. “México y las repúblicas del sur actuarían imprudentemente si no importaran mercadería
extranjera a cambio de sus metales preciosos y productos rurales; sus pueblos,
siendo aun analfabetos, perezosos, deben primero ser guiados por el goce de
los hábitos laboriosos, y por el mejoramiento de sus condiciones intelectuales y
sociales”78.
78
List (1996), p. 77. Traducción personal.
29
30
La presencia de los contenidos de la escuela alemana en los debates políticos,
intelectuales y sectoriales en la Argentina del último cuarto del siglo XIX es
leída aquí sin detenernos en la pertinencia de su uso, o, en todo caso,
sosteniendo que toda apelación teórica responde a un proceso de selección
creativa y estratégica. El uso que los industriales afincados en la Argentina
hacia fin de siglo XIX hicieron del nacionalismo económico y de las referencias
a List y Carey, puede ser leído como una herramienta estratégica fundamental
para fortalecer su posición relativa a nivel económico, tanto como un
antecedente hasta ahora poco analizado del pensamiento económico
nacionalista que se explicita en las primeras décadas del siglo XX. Esta
segunda línea de trabajo ha sido el objeto central de este artículo.
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