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LA PERCEPCIÓN DEL GOBIERNO NORTEAMERICANO DE LA POLÍTICA
ECONÓMICA DEL PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL EN
VÍSPERAS DE SU TRIUNFO ELECTORAL EN 1982
Misael Arturo López Zapico
Julio Tascón Fernández
Universidad de Oviedo
Área de Historia e Instituciones Económicas
Preámbulo
La presente comunicación se enmarca dentro de un proyecto mucho más amplio
que pretende analizar el papel del gobierno norteamericano como facilitador de las
relaciones comerciales –incluyendo también las inversiones directas– entre Estados
Unidos y España durante los años inmediatamente posteriores a la muerte del general
Franco1. Dado que nuestro estudio se haya todavía en una fase embrionaria, a lo largo
del texto deslizaremos algunas hipótesis de trabajo que a día de hoy no están totalmente
contrastadas, pero nos servirán para aproximarnos a este tema relativamente poco
explorado. En este sentido, merece la pena destacar que los mejores estudios sobre las
relaciones hispano-norteamericanas tanto durante el franquismo como a lo largo del
proceso de transición se han centrado preferentemente en los términos políticos y
geoestratégicos de la vinculación entre ambas naciones2. A pesar de este enfoque, no se
1
En este sentido ya se han presentado los siguientes trabajos: Julio TASCÓN FERNÁNDEZ y Misael
Arturo LÓPEZ ZAPICO, “U.S. Administration Support to American Business Abroad: Seeking the right
Atmosphere in Spain During the Oil Crisis, 1976-1982”, Conference Proceedings. Building and
Sustaining High Performance Organizations in a Challenging Enviroment. British Academy of
Management 25th Annual Conference, BAM & Aston Business School, Birmingham, UK, 2011; “U.S.
Investment in Spain During the Transition to Democracy (1976-1982): A Propitious Scenario for
American Business During the Oil Crisis?”, X Congreso Internacional de la Asociación Española de
Historia Económica, 2011; y “US Political and Economic Influence over the Late-Francoist Spain: Doing
Business abroad during the Oil Crisis”, The Sixth Trasatlantic Studies Conference. North and South: The
United States, European Union and the Developing World, 2011.
2
Sin animo de ser exhaustivos resulta obligado mencionar las obras de: Antonio MARQUINA, España
en la política de seguridad occidental. 1939-1986, Madrid, Ejército, 1986; Arturo JARQUE, Queremos
esas bases. El acercamiento de Estados unidos a la España de Franco, Madrid, Centro de Estudios
norteamericanos, Universidad de Alcalá, 1998; Ángel VIÑAS, En las garras del águila. Los pactos con
EE.UU. De Francisco Franco a Felipe González, Barcelona, Critica, 2003; Rosa PARDO, “La política
norteamericana”, Ayer, nº 49, 2003, págs. 13-53; Fernando TERMIS SOTO, Renunciando a todo. El
régimen franquista y los Estados Unidos desde 1945 hasta 1963, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005;
Charles POWELL, El amigo americano, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2011; o Encarnación LEMUS,
Estados Unidos y la transición española, Madrid, Sílex, 2011. Así como las tesis inéditas hasta la fecha
de Ana del Hoyo Barbolla y de Haruko Hosoda Kawase.
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ha descuidado el estudio del factor económico si bien el mismo queda, en la mayoría de
los casos en un segundo plano. Es igualmente cierto que para la época de la dictadura
disponemos de algunos análisis sobre el papel que el capital norteamericano jugó en el
desarrollo de la moderna economía española3. Sin embargo, no sucede lo mismo para los
años de la transición a la democracia, posiblemente porque la faceta política y social de
este intrincado proceso es tan potente que acaba fagocitando al resto de elementos. Todo
ello a pesar de que la transición se produjo en una coyuntura económica denodadamente
dificultosa sufriendo tanto los efectos de la crisis energética de los años setenta como el
agotamiento de un modelo de crecimiento “insostenible”, que además necesitaba una
reforma de carácter estructural4.
A todos estos condicionantes que han motivado el escaso interés despertado por la
dimensión económica en las relaciones de nuestro país con la superpotencia
norteamericana, se suma, para el caso concreto del Partido Socialista Obrero Español, la
postura de esta organización con respecto al encaje de España en la política de seguridad
occidental5. La postura abiertamente contraria a la integración española en la OTAN
sostenida por el partido socialista durante los años que nos ocupan supuso un claro
componente disruptor en las relaciones entre los representantes del gobierno
estadounidense y los líderes de la formación. Teniendo en cuenta el posterior desarrollo
de los hechos, se mantiene abierto el debate sobre si la postura antiatlantista mantenida
por los socialistas era realmente genuina o, al menos en lo que respecta a las altas esferas
del partido, bajo ella subyacían ciertas dosis de oportunismo sustentadas en un
interesado cálculo electoral en su obsesión por alcanzar el gobierno de la nación.
Estamos, en definitiva, ante un tema que puede, a la luz de la documentación
recientemente desclasificada en los archivos norteamericanos, arrojar nuevos elementos
a la discusión y permitirnos obtener una visión más global de las relaciones hispanonorteamericanas.
3
Entre otros Julio TASCON, “International capital before ‘capital internationalization’ in Spain, 19361959”, Center for European Studies Working Paper, nº 79, Harvard University, 2001; y “La red yanqui
desde los años treinta hasta los años del milagro”, Julio TASCÓN (dir.), Redes de empresas en España.
Una perspectiva teórica, histórica y global, Madrid, Lid, 2005, págs. 137-154; Nuria PUIG, “La ayuda
económica de EEUU y la americanización de los empresarios españoles”, Lorenzo DELGADO y Mª
Dolores ELIZADE (eds.): España y Estados Unidos en el siglo XX, Madrid: CSIC, 2005, págs. 181-205;
y Adoración ÁLVARO, Inversión directa extranjera y formación de capacidades organizativas locales.
Un análisis del impacto de Estados Unidos en la empresa española (1918-1975), Tesis doctoral accesible
en: http://eprints.ucm.es/12327/
4
Juan HERNÁNDEZ, Economía política de la transición en España 1973-1980, Madrid, Editorial
Complutense, 2004.
5
Véase a este respecto a Ángel Luis LINARES, La política de seguridad de la transición española,
1976-1982, Madrid, Ministerio de Defensa, 2008.
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Caracterización de las fuentes
La proximidad temporal del periodo contemplado en esta comunicación conlleva
la imposibilidad de poder acceder a buena parte del acervo documental que sobre la
materia custodian diversos archivos tanto en España como en Estados Unidos. Dado que
nuestro enfoque se basa fundamentalmente en el análisis de la posición norteamericana
ante los probables cambios que en materia económica introduciría un virtual gobierno
del PSOE en 1982, hemos optado por centrar nuestra atención en el potencial de las
fuentes archivísticas norteamericanas, dejando para posteriores trabajos el contraste de
las hipótesis aquí reveladas con la documentación de origen español.
Nuestra fuente principal serán los fondos del Departamento del Tesoro en los
cuales se encuentran depositados buena parte de los informes de carácter económico
expedidos regularmente por la embajada norteamericana en Madrid con objeto de
facilitar a los analistas de Washington su labor a la hora de evaluar el riesgo país de
España en el periodo inmediatamente anterior a la llegada de Felipe González a la
presidencia del gobierno. Estos mismos informes servían también a la contraparte
estadounidense del Comité Conjunto Económico Hispano-Norteamericano establecido
en virtud del Tratado de Amistad y Cooperación entre ambas naciones que entró en
vigor en 1976.6
Junto a estos documentos recurriremos a otras fuentes de carácter secundario para
complementar nuestro estudio. De este modo, resultarán de gran utilidad tanto algunas
referencias aparecidas por aquel entonces en los principales medios de comunicación
como diversas memorias y testimonios de los protagonistas más destacados.
Todos estos ingredientes nos servirán para confeccionar un patrón bastante
ajustado acerca del rumbo que, en opinión de la Administración Reagan, podría adoptar
en materia económica el gobierno de González. Como veremos, muchas de sus
conjeturas se harán realidad lo que demuestra la calidad de los informes y, sobre todo, la
capacidad de la diplomacia norteamericana para obtener datos fidedignos acerca de la
realidad política del país. Asimismo, también observaremos como en esta
documentación se incluirán apreciaciones que dejan traslucir ciertas ideas preconcebidas
6
“Acuerdo complementario sobre cooperación económica” contenido en el “Instrumento de Ratificación
de España del Tratado de Amistad y Cooperación entre España y los Estados Unidos de América, los
siete Acuerdos Complementarios al mismo y ocho Canjes de Notas de 24 de enero de 1976 y del Acuerdo
de Desarrollo del Tratado de Amistad y Cooperación, los Anexos de Procedimiento I, II, III, IV, V, VI,
VII, VIII, IX-A, IX-B, X, XIII, XIV, XV, XVI y dos Canjes de Notas de 31 de enero de 1976”, Boletín
Oficial del Estado, nº 267, 6-11-1976, pág. 21913.
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y juicios de valor que únicamente pueden entenderse si las contemplamos dentro del
ámbito de las percepciones.
La importancia de las percepciones en las relaciones internacionales
No es este el lugar para teorizar in extenso sobre un tema tan complejo y con
tantas ramificaciones como es la manera en la que los estereotipos y las imágenes
preconcebidas afectan al diseño de la política exterior de las naciones. Los clásicos
trabajos de Robert Jervis han servido para ilustrar el notable peso del factor ideológico
en los procesos de toma de decisión y cómo las percepciones han condicionado el
comportamiento de los gobiernos occidentales hasta el momento presente7.
El ámbito de la economía política tampoco ha sido ajeno a estas prácticas por más
que los actores hayan intentado justificar sus acciones basándose únicamente en datos y
magnitudes contrastadas. Por ejemplo, para el tema que nos ocupa, la actitud
abiertamente antinorteamericana de importantes sectores afines al Partido Socialista
Obrero Español contribuyó a generar cierta sensación de pesimismo dentro de la
Administración Reagan sobre el posible entendimiento en materia económica con el
gobierno resultante de los comicios de 1982. Los intentos de los analistas de la Legación
estadounidense en Madrid por abstraerse de estas impresiones no siempre fueron
fructíferas, originando previsiones en algunos casos más negativas de lo que la propia
situación del país parecía indicar. Se trata del tradicional mecanismo de la percepción en
el que las imágenes o representaciones mentales de un hecho condicionan la manera en
que se percibe la realidad y viceversa8.
Con todo, a la luz del posterior desarrollo de los hechos parece adecuado sostener
que los ejercicios de prospección realizados desde la embajada mantuvieron siempre una
línea mucho menos mediatizada por el recurso a los comportamientos estereotipados que
los informes redactados directamente en Washington. Aunque sus consejos y análisis no
siempre fueron escuchados o respetados plenamente ni por los altos cargos del
Departamento de Estado ni por los del Tesoro, si que sirvieron para disipar ciertas
incertidumbres y equilibrar un pensamiento moderadamente pesimista respecto a la
7
Robert JERVIS, The Logic of Images in International Relations, Princeton, Princeton University Press,
1971 y, también del propio Jervis, Perception and Misperception in International Politics, Princeton,
Princeton University Press, 1976.
8
A este respecto véase Glicerio SÁNCHEZ RECIO, “La percepción de los cambios como factor de la
transformación cultural y social”, Glicerio SÁNCHEZ RECIO (coord.), Eppure si muove. La percepción
de los cambios en España (1959-1976), Madrid, Biblioteca Nueva, 2008, págs. 15-29.
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posibilidad de que un gobierno socialista se atuviese a las reglas del juego en la parcela
comercial y financiera.
Sería interesante poder disponer de un material similar al norteamericano para
estudiar los informes análogos emitidos desde las instancias españolas. De este modo,
podríamos verificar hasta que punto el antinorteamericanismo estaba realmente
implantado en los resortes de poder o bien se trataba de un fenómeno que emanaba
principalmente de las bases de los partidos de izquierda9. Aun a riesgo de equivocarnos
parece plausible que estuvieran operando las, denominadas por Carlos Alonso Zaldivar,
“miradas torcidas” basadas en el desconocimiento por parte norteamericana y en la
antipatía por la española10. Sentimientos, en todo caso, que pueden explicarse si tenemos
en cuenta el contexto reciente en el que se enmarcaban las relaciones hispanonorteamericanas durante el tránsito a la democracia en España.
Contextualización: relaciones hispano-norteamericanas desde la muerte de Franco
Desde la firma de los pactos bilaterales de 1953 entre España y Estados Unidos el
franquismo había depositado en esta conexión sus esperanzas de echar al olvido su
vinculación con las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial, así como sus
pretensiones de reincorporarse al sistema internacional poniendo en valor su geografía y
su abierto anticomunismo. Franco no dudó en sacrificar importantes cotas de soberanía –
incluyendo la presencia de diferentes instalaciones militares norteamericanas que
disfrutaban de una autonomía casi total– en aras de garantizar su propia supervivencia.
Cabe recordar que este acuerdo no incorporaba una cláusula de mutua defensa y sus
contrapartidas fueron siempre consideradas como insuficientes. Las sucesivas
renovaciones de estos pactos en 1963, 1968-1970 y 1975-1976 estuvieron marcadas por
la necesidad de equilibrar la relación consiguiendo de una u otra manera cierto
compromiso de defensa mutua así como mayores contrapartidas, especialmente en el
capítulo militar.
Toda vez que el régimen franquista comenzó a mostrar signos evidentes de
agotamiento, el gobierno norteamericano se esforzó por encontrar en la mejor manera de
9
Manuel AZCÁRATE, “La percepción española de Estados Unidos”, Leviatán, revista de hechos e ideas,
nº 33, 1988, págs. 5-18; y Alessandro SEREGNI, “Antiamericanismo y democracia”, Óscar J. MARTÍN
GARCÍA y Manuel ORTIZ HERAS (coords.), Claves internacionales en la transición española, Madrid,
Los Libros de la Catarata, 2010, págs. 128-147.
10
Carlos ALONSO ZALDIVAR, “Miradas torcidas. Percepciones mutuas entre España y Estados
Unidos”, Documento de Trabajo, Real Instituto Elcano, 2003, accesible en:
www.realinstitutoelcano.org/documentos/60.asp
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asegurar sus intereses en España toda vez que el dictador hubiera abandonado la escena.
Sus gestos no siempre fueron acertados y, en cierta medida, la timidez de los mismos
impidieron que en el imaginario colectivo, los Estados Unidos aparecieran como un país
favorable hacia el proceso democratizador. Sin embargo, gracias al buen trabajo de sus
informadores sobre el terreno, los norteamericanos fueron capaces de pronosticar un
cambio relativamente tranquilo. Tal vez en ello pueda detectarse ciertas dosis de
“wishful thinking” lo que no desmerece el trabajo de una diplomacia preparada para
adaptarse a casi cualquier contingencia pero que había identificado a Juan Carlos I como
el elemento vertebrador de la nueva relación entre ambos países. Aunque se tratara más
de un gesto de cara a la galería que de un acto con profundas consecuencias, la
conversión en 1976 de los acuerdos ejecutivos en un tratado bilateral –junto con el
importante crédito de más de 1.000 millones de dólares concedido ese mismo año por
parte de un consorcio de bancos norteamericanos– parecen indicadores suficientes de la
confianza depositada en el proceso democratizador.
Curiosamente dicha confianza no emanó tanto de la postura adoptada por el
Secretario de Estado Henry A. Kissinger, sino que el mérito más bien deberíamos
adjudicárselo al equipo que componía la legación estadounidense en Madrid encabezado
desde 1975 por el habilísimo Wells Stabler. Kissinger hizo gala de cierta miopía política
hacia España demostrando poco interés por la situación y limitándose a aplicar fórmulas
muy y laxas y muy poco concretas basadas en la imposición de un ritmo lento en los
cambios y en la negativa a tender puentes hacia la oposición democrática, dejando este
papel a los mandatarios europeos11. Por fortuna para los intereses norteamericanos el
embajador Stabler, respaldado por su subalterno Samuel D. Eaton, era de la opinión que
para allanar el camino a una relación bilateral de larga duración sería conveniente
conocer a las principales figuras de la oposición –marcando la frontera el Partido
Comunista– pues en algún momento estas podrían llegar a desempeñar cargos políticos
de responsabilidad12. Estos encuentros comenzaron incluso antes de que falleciera el
general Franco y, aunque nunca fueron una prioridad, se mantendrán a lo largo de los
años.
11
Véase Charles T. POWELL, “Estados Unidos y España, de la dictadura a la democracia: el papel de
Henry A. Kissinger (1969-1977)”, Charles T. POWELL y Juan Carlos JIMÉNEZ (eds.), Del
autoritarismo a la democracia. Estudios de política exterior española, Madrid, Sílex, 2007, págs. 19-71;
y Pilar ORTUÑO, Los socialistas europeos y la transición española, Madrid, Marcial Pons, 2005.
12
Samuel EATON, The forces of Freedom in Spain 1974-1979. Stanford, Hoover Institution Press, 1981,
pág. 116; Wells STABLER, “The View from the US Embassy”, Hans BINNENDIJK (ed.), Authoritarian
Regimes in Transition, Washington D.C., Foreign Service Institute, US Department of State, 1987, págs.
192-197.
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Para evaluar su valor nos puede servir como ejemplo la entrevista que mantiene
Stabler con Felipe González a finales de octubre de 1975 en la que el secretario
socialista confirma a su interlocutor que el PSOE estaba dispuesto a ofrecer a Juan
Carlos cierto margen de maniobra siempre que el monarca demostrara con sus acciones
un compromiso cierto con la democracia13. La información obtenida en estas rondas de
contactos, primero de carácter informal y ya más tarde abiertamente reconocidos –tras la
legalización de los partidos políticos y la celebración de las elecciones de 1977–,
sirvieron para que los analistas de la Embajada fueran capaces de remitir a sus
superiores informes tranquilizadores sobre el proceso de transición a la democracia,
anticipando por ejemplo el verdadero peso electoral que iba a tener el PCE en las
primeras elecciones pese haber sido el grupo opositor mejor organizado durante el
franquismo14.
La llegada de un nuevo inquilino a la Casa Blanca, tras la victoria del demócrata
Jimmy Carter en los comicios de 1976, no varió sustancialmente los términos de la
relación hispano-norteamericana, situándose la posible integración de España en la
OTAN como el tema más destacado y debatido15. Dado que la posición de los diferentes
gobiernos presididos por Adolfo Suárez resultó equivoca a este respecto y mostró la
existencia de divisiones internas, el partido socialista intentó sacar ventaja de esta
situación haciendo de su negativa a la adhesión a la OTAN una de sus banderas. Ya
hemos comentado que en la postura antiatlantista del PSOE existió un importante
componente de oportunismo político que llevo a algunos de sus miembros a cometer
excesos verbales de los que más tarde habrán de arrepentirse. En realidad, analizado en
profundidad su discurso se pueden encontrar ciertas ambigüedades –el fuerte
sentimiento europeísta propugnado por los expertos socialistas en materia exterior no era
incompatible con la OTAN– que serán posteriormente puestas en valor en la agria
polémica que antecedió al referéndum de 1986. Los miembros del Comité Federal del
13
Nacional Archives and Records Administration (NARA) RG 59, Records of Henry A. Kissinger 19731977, box 24, telegrama de la embajada de Madrid al Departamento de Estado (7481), 26/10/1975. Luis
Yáñez, quien ocupó la Secretaría de relaciones internacionales del PSOE entre 1975 y 1979, comenta que
en aquel periodo “tuve varias entrevistas, algunas solo y otras junto a Felipe González, con el embajador
de los Estados Unidos en España y con algunos de sus consejeros” en Antonio PAPELL, Conversaciones
con Luis Yáñez, Barcelona, Plaza & Janes, 1991, pág. 113.
14
Esta suerte de ejercicios prospectivos ya habían sido anticipados por el periódico The New York Times
que, por momentos demostró tener una mayor clarividencia sobre las necesidades españolas que el propio
Departamento de Estado. Misael Arturo LÓPEZ ZAPICO, El tardofranquismo contemplado a través del
periódico The New York Times 1973-1975, Gijón, CICEES, 2010.
15
Véase, por ejemplo, Javier RUPÉREZ, España en la OTAN. Relato parcial, Barcelona, Plaza & Janes,
1986.
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partido eran plenamente conscientes de la imposibilidad de presentarse fuera de nuestras
fronteras como una alternativa de poder a la UCD sin mostrar una postura menos
dogmática, por lo que tanto Felipe González como Luis Solana, a la sazón secretario de
defensa del partido, viajaron a Estados Unidos entre 1977 y 1978 con la intención de
transmitir un mensaje más moderado16. Estos guiños no siempre fueron comprendidos
por los mandatarios estadounidenses pero sirvieron para mantener abierta la puerta a un
futuro entendimiento17.
Con todo, la situación parece complicarse con la victoria del republicano Ronald
Reagan quien apresuradamente introdujo cambios en la política exterior norteamericana
apostando por demostrar la fortaleza de la superpotencia en el escenario internacional18.
Esta actitud no tardaría en dejar su impronta, si bien para el caso de España el episodio
más recordado será la torpe actuación del secretario de estado Alexander Haig durante el
golpe de estado del 23-F que abrió la veda a todo tipo de hipótesis sensacionalistas en su
mayor parte carentes de todo fundamento19.
En este complicado ambiente la decisión de Calvo Sotelo de quemar fases en lo
que respectaba el ingreso de España en la OTAN proporcionó a los socialistas nueva
munición con la que hostigar al gobierno centrista. De hecho, algunos miembros del
PSOE se valieron de la tormenta política desatada para retomar ciertos dejes
antinorteamericanos llegando incluso el propio Felipe González a reprochar en público
la inexplicable inhibición estadounidense durante las horas en las que los diputados
permanecieron secuestrados en el Congreso20. Tales declaraciones se produjeron en el
marco de una visita de González al Reino Unido y la embajada estadounidense en
16
“Felipe González, a Estados Unidos”, El País, 15-11-1977; y Carta de Luis Solana al congresista
Clairborne Pell fechada el 17 de abril de 1978 donde le agradece su cordial recepción durante su visita a
Estados Unidos junto a Enrique Múgica. Special Collections University of Rhode Island, Clairborne Pell
Papers, box 37.
17
Quizás el guiño más recordado por su expresividad sea la afirmación realizada por Felipe González en
el marco de una reunión de la Internacional Socialista celebrada en Venezuela en 1978: “prefiero morir de
una puñalada en el metro de Nueva York que vivir ‘tranquilo’ treinta años en Moscú”. ABC, 12-11-1978,
pág. 77. Por su espectacularidad esta frase ha sido reinventada hasta la saciedad incluyendo todo tipo de
variantes.
18
A este respecto véase: Richard A. MELANSON, American Foreign Policy since the Vietnam War,
New York, M.E. Sharpe, 2005, págs. 128-190.
19
Misael Arturo LÓPEZ ZAPICO, “Anatomía de ‘un asunto interno’. La actitud del gobierno
estadounidense ante el 23-F”, Ayer, aprobado por el consejo editorial, pendiente de publicación.
20
“Comment by Haig Draws Fire in Spain”, New York Times, 11-3-1981.
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Londres dejó constancia de su preocupación ya que tales críticas fueron mantenidas
durante sus encuentros privados con Lord Carrington y David Owen21.
La cuestión de la entrada de España en la OTAN se solapó con la negociación de
la renovación del tratado bilateral, instrumento que desde Washington consideraban ya
agotado22. Por tanto, cuando todos los pronósticos hacían prever una más que probable
victoria socialista en las futuras elecciones, parece lógico entender la desazón que
generaba entre los miembros del Departamento de Estado ciertos comportamientos por
parte de un PSOE que sería el encargado de gestionar los acuerdos alcanzados con el
gabinete Ucedista. La mayor preocupación se concitaba evidentemente en torno al
diseño de la política de seguridad planteada por los socialistas. No obstante, los analistas
de la embajada van a conceder al programa económico socialista un papel igualmente
importante conscientes de que un cambio de rumbo radical en esta materia afectaría
inevitablemente a los múltiples intereses norteamericanos en España23. Es por ello que
merece la pena analizar la documentación generada al respecto durante el año 1982 de
cara a conocer cuáles eran sus percepciones.
La política económica del PSOE contemplada desde la embajada norteamericana
en Madrid
La década de los ochenta prácticamente se había inaugurado con el golpe que para
la ya de por sí debilitada economía española supuso el segundo shock del petróleo. El
brusco encarecimiento del precio internacional del crudo no solo enturbió las
perspectivas de una pronta recuperación de la economía mundial sino que, para el caso
concreto de España, supuso el desvanecimiento de parte de los efectos positivos que
habían tenido las medidas promovidas por los Pactos de la Moncloa.24 La crisis
industrial, el creciente desempleo, las altas tasas de inflación y el preocupante déficit
público aparecían como los principales retos a los que el gabinete de Calvo Sotelo debía
21
Telegrama de Streator al Departamento de Estado, 18/03/1981, London 05162. Estas aseveraciones
fueron posteriormente matizadas por el político sevillano. Telegrama de Barbour al Departamento de
Estado, 18/03/1981, Madrid 03508 [accesible en http://foia.state.gov/documents/foiadocs/6231.PDF]
22
Florentino PORTERO, “Las relaciones con Estados Unidos y la política de Seguridad”, José María
JOVER ZAMORA (dir.), Historia de España Menéndez Pidal, T. XLII La transición a la democracia y el
reinado de Juan Carlos I, Madrid, Espasa Calpe, 2003, págs. 785-794.
23
Para el caso de las inversiones directas norteamericanas en España pueden resultar útiles los cuadros
contenidos en Julio TASCÓN FERNÁNDEZ y Misael Arturo LÓPEZ ZAPICO, “US Economic
Influence during the Spanish Transition to Democracy”, Economic Discussion Papers, 2011 [en
maquetación].
24
José Luis GARCÍA DELGADO y Juan Carlos JIMÉNEZ, “La economía”, José María JOVER
ZAMORA (dir.), Historia de España Menéndez Pidal, op. cit., págs. 377-429; y Joaquín ESTEFANÍA,
La larga marcha, Barcelona, Península, 2007, págs. 239-256.
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enfrentarse. La inestabilidad política de este periodo sumada a la descomposición interna
que estaba sufriendo el partido en el gobierno no parecía el mejor escenario para
implementar las medidas necesarias para enderezar el rumbo de la economía española.
Sin embargo, Existen luces y sombras acerca de los objetivos conseguidos con las
políticas económicas emprendidas. Suele darse una valoración positiva de la política
económica de la UCD, al menos amparada en que la herencia recibida era cuando menos
muy compleja25. Este nuevo shock energético se afrontaría recurriendo a las
herramientas político-económicas disponibles por aquel entonces: Pactos de la Moncloa,
reforma fiscal y medidas de ajuste y estructurales. Se lograría atajar el shock de oferta de
los costes de trabajo, creándose la cultura de la “inflación esperada”. Se desvió la
presión igualitaria del instrumento salarial al fiscal, al tiempo que se introducía un
sistema impositivo y de gasto público en línea con Europa. Se redujo la inflación a la
mitad y cuando la UCD dejaba el gobierno se había contenido hasta el 13,2%26. El
debate sobre la empresa pública que se había originado en los años sesenta presagiaba y
hacía preveer la era de las privatizaciones que acaecería durante el siguiente ciclo
político económico27. No en vano el propio Miguel Boyer sostenía en 1992 que:
[la política por él conducida al frente del Ministerio de Economía] fue una continuidad de
la de Leopoldo Calvo Sotelo; lo que pasa es que a él le pilló lo peor del ciclo y muy
debilitado políticamente. Nosotros también teníamos el ciclo bajo, pero disponíamos de
una gran fuerza política, y un líder indiscutible capaz de aunar sectores muy diversos y
con un excelente instinto para los problemas económicos28.
Los analistas económicos de la embajada norteamericana en Madrid monitorizaron
con extremado cuidado todas y cada una de las medidas adoptadas por el gobierno de
Calvo Sotelo con el fin de trasladar a sus superiores en Washington un panorama de la
realidad española lo más ajustado posible. Llama por ello la atención que las
25
La inflación galopante rozaba el 30% y su tendencia era creciente; el paro avanzaba de forma diferente
al resto de Europa y la democracia recién establecida estaba por consolidar.
26
Haciendo una enumeración sumaria de las principales intenciones así como de ciertos logros se puede
afirmar que: Se profundizó en la liberalización del sistema financiero; se reguló el mercado de trabajo
dentro del contexto político de la época; se fortaleció la política monetaria y se evitó una potencial crisis
financiera; se creó un contexto de “consenso” en amplias partes de la política económica que facilitó una
“Constitución por consenso”, etc. Luis GÁMIR (dir.), Política económica de España, Madrid, Alianza,
2008, págs. 36-37.
27
Julio SEGURA, “Intervención pública y política de bienestar: el papel del estado”, José Luis GARCÍA
DELGADO (dir.), España, economía, Madrid, Alianza, 1998, págs. 831-857.
28
Recogido en Jordi MALUQUER DE MOTES, El largo camino a Europa. Cincuenta años del Círculo
de Economía, Barcelona, Círculo de Economía y Centro editor PDA, 2008, pág. 256.
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conclusiones recogidas en uno de estos informes remitido en junio de 1982 parezcan
corroborar las opiniones vertidas por Boyer justo una década más tarde:
En resumen la economía española está en transición, se está llevando a cabo un proceso de
ajuste estructural, el cual a medio plazo debería fortalecer su capacidad para producir y
competir en los mercados mundiales. Desafortunadamente este proceso acarrea unos
considerables costes sociales expresados primordialmente en el desempleo. No es fácil el
ajuste estructural a las nuevas condiciones. Especialmente para los líderes políticos que
deben tomar decisiones las cuales pueden afectar negativamente a uno u otro sector de la
sociedad. Tiene a su favor que España ya ha comenzado a tomar estas decisiones. Sin
embargo, todavía quedan por adoptar más decisiones dificultosas. La decisión de España
de hacer frente a sus problemas pasados indican que los recursos materiales e intelectuales
del país están listos para las pruebas que han de encarar en el futuro29.
Esta confianza en la capacidad española para hacer frente a la difícil coyuntura
económica puede indicarnos que tanto el polémico embajador Todman como su equipo
miraban con optimismo hacia el futuro. Tal percepción venía acompañada de matices si
de lo que se trataba era de analizar el programa económico que sería adoptado por el
PSOE en el caso de resultar vencedor en los comicios de 1982.
Una de las circunstancias que más inquietaba a los norteamericanos era la
posibilidad de que una vez en el poder los socialistas pusieran en marcha una política
nacionalizadora. En realidad esta incógnita flotaba en el ambiente de una manera
interesada pues algunos altos cargos socialistas gustaban de mantener al respecto cierta
ambigüedad que sirviera para dar falsas expectativas a diversos sectores de la sociedad.
Resulta aparentemente contradictorio que el grupo socialista propugnase la necesidad de
nacionalizaciones por el año 1976 y que sin embargo fuese el partido que iniciaría la era
de las privatizaciones en España30. De hecho, cuando el equipo económico del PSOE
comenzó a elaborar el nuevo programa de gobierno de cara a las elecciones que les
alzaría al poder el controvertido tema de las nacionalizaciones aparecía todavía como
pendiente de perfilar:
Carlos Solchaga, en unas recientes declaraciones a La Gaceta del Norte, puntualizó que
«si alguien piensa que nosotros vamos a nacionalizar para mantener puestos de trabajo, o
29
NARA, RG 56, General Records of the Department of the Treasury, Office of the Assistant Secretary
for International Affairs, Records Relating to Portugal, Italy and Spain 1976-1981, box 2: Economic
Portion of Spain’s Economic Trends Reports, 24/06/1982. Todas las traducciones son de los autores.
30
Durante el XXVII congreso del PSOE se aprobó un programa “radical” cuyo ideario ahora parece algo
extraño, puesto que suponía el mantenimiento de la propiedad privada solo para las pequeñas empresas en
las que se entremezclaba o confundía la propiedad con la gestión de su actividad. Se apostaba desde
postulados marxistas, dentro de una economía planificada, por un programa de nacionalizaciones que
afectaría a las grandes empresas industriales y de servicios (banca, eléctricas…), así como a las agrarias.
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para crear otros nuevos, esto constituye una deformación de la realidad». Para añadir, a
renglón seguido, que si se produce una situación de abandono empresarial como respuesta
la constitución de un gobierno socialista, «no nos habrá de temblar el pulso en el momento
de utilizar cualquier procedimiento, incluidas las nacionalizaciones»31.
La inteligencia estadounidense llegó incluso a detectar la existencia de un
contencioso interno sobre esta materia protagonizado por Alfonso Guerra y Felipe
González. Resulta sintomático que el futuro presidente del gobierno comienza a aparecer
retratado como un representante moderado mientras que Guerra es perfilado como más
proclive a las tendencias izquierdistas:
Alfonso Guerra, el segundo de a bordo de los socialistas, está desafiando las garantías
dadas por el secretario general Felipe González de que su partido no llevará a cabo
nacionalizaciones si se alza con la victoria en las próximas elecciones […] González cree
que necesitará la aquiescencia de los líderes empresariales para gobernar y ha estado
esforzándose por ganar su confianza […] el desafío de Guerra, sin embargo, es
probablemente menos una demostración de fuerza que un intento de detener el declive de
la izquierda. Guerra teme que si sigue continuando la fortaleza en las encuestas de
opinión, esto todavía reforzará el moderado círculo íntimo de González el cual podría ser
el eje del nuevo gabinete. Esta convencido de que los socialistas no pueden permitirse
desanimar a los izquierdistas de la organización del partido para trabajar por la victoria en
las urnas. El subsecretario general parece estar intentado influir en la definitiva campaña
socialista y en el posible gobierno, empujando a González de vuelta a la izquierda. Por el
momento, sin embargo, probablemente le haya costado al partido votos en el crucial
electorado de centro, particularmente en la comunidad financiera y puede haber
incrementado los recelos de los militares y los civiles derechistas sobre la capacidad del
partido para gobernar32.
En el verano de 1982 la victoria socialista parecía inminente por lo que en la
embajada norteamericana redoblaron sus esfuerzos por conocer al detalle los planes
económicos de los que según todas los indicios iban a ser los futuros gobernantes. Fruto
de este esfuerzo se generará un completo informe que será remitido tanto a los
Departamentos del Tesoro como al del Estado, así como las principales legaciones
norteamericanas en Europa. Por su interés, extractaremos a continuación algunos de sus
párrafos más significativos:
Las conversaciones con diversos economistas dentro del Partido Socialista Obrero
Español indican que si ellos pudieran diseñar el programa económico de un gobierno
dirigido por socialistas sería pragmático, realista y diseñado para sacar a la economía
española del estancamiento que la ha caracterizado durante los pasados años. Para lograr
esta reactivación económica los economistas del PSOE quieren pedir más sacrificios a los
31
32
“El PSOE prepara un programa económico de gobierno”, El País, 6-1-1982.
Nacional Intelligence Daily (Cable), 3-3-1982.
786
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trabajadores que los que les han solicitado el actual gobierno de la UCD, pero algunos
políticos del PSOE y la UGT podrían frustrar estos planes. Los economistas socialistas
también quieren más incentivos para los empresarios que los otorgados por la UCD en un
esfuerzo por estimular la inversión que cree empleo. A pesar de que ellos hablan de forma
melancólica sobre liberar a la sociedad española de los vestigios del régimen de Franco,
planean usar las herramientas económicas franquistas al máximo para llevar a cabo sus
políticas. Los economistas del PSOE no esperan, de una manera realista, una mejoría
notable en la economía española en un corto plazo, lo que es una causa de preocupación.
Temen que la falta de resultados instantáneos puedan decepcionar a la sociedad sobre las
soluciones de la izquierda y provocar un giro a la derecha en un intento por volver a la
“vida mejor con Franco” que aún continua en la memoria colectiva. Los teóricos
económicos del partido podrían encontrarse con que los imperativos políticos del día a día
del gobierno, o los ideólogos del partido, modifiquen su bosquejo económico de tal
manera que el programa podría convertirse en más político y menos pragmático33.
Como puede apreciarse la receta económica propugnada por los expertos
socialistas en materia económica poco o nada tenía que ver con lo que muchos de sus
millones de votantes esperaban. Los informantes norteamericanos tras esta introducción
descendían al detalle para analizar todas las claves del proyecto económico socialista:
Las típicas políticas económicas del PSOE se basarían en una incremento del control
gubernamental del sistema crediticio, en una expansión de la política fiscal, en un
incremento de los impuestos para moderar el inevitable déficit fiscal, en la continuación
de la reducción de los salarios reales, la restauración de los beneficios empresariales y la
inversión, una mayor inversión extranjera y una rápida depreciación del tipo de cambio. El
objetivo de estas políticas sería estimular el crecimiento económico y detener tanto al
perdida de empleos como el aumento del paro34.
Otras medidas diseccionadas son la política monetaria cuyo objetivo era reducir
las tasas de interés a los pequeños y medianos empresarios para favorecer la creación de
empleo, lo que según sostenía el informe “no requería la nacionalización del sistema
bancario, ni la reducción del gasto del sector público”35. Precisamente sobre el gasto
público comentaban que éste no podría superar al efectuado por la UCD y, de hecho, se
proponían fórmulas impositivas para afrontar el déficit a corto plazo. Esta política fiscal
tenía todos los visos de recaer sobre los consumidores pues los analistas dudaban de la
capacidad para reducir el fraude y la evasión de impuestos. Por otro lado, consideraban
la política salarial como el aspecto más dificultoso para un gobierno socialista pues “los
economistas del partido creen que es necesario alcanzar una reducción salarial entre el 2
33
NARA, RG 56, General Records of the Department of the Treasury, Office of the Assistant Secretary
for International Affairs, Records Relating to Portugal, Italy and Spain 1976-1981, box 2: The Outlines of
a Socialist Economic Policy in Spain, 14-7-1982.
34
Íbid.
35
Íbid.
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y el 3% de cara a reducir los costes laborales, moderar la presión inflacionista y
controlar los costes de personal en los presupuestos estatales”36. Los estadounidenses
detectaron acertadamente que este iba a ser un claro punto de fricción con las
pretensiones de los sindicatos, especialmente con una UGT que iba a competir en las
elecciones sindicales casi al mismo tiempo que los comicios generales.
El informe también refleja otros aspectos de interés como son el de la importancia
de los factores económicos externos o los intentos socialistas por atraer a las inversiones
externas dado que España “ha de depender de tecnología importada así como del knowhow de dirección para mejorar la eficiencia y competitividad de la industria española”37.
Igualmente tras mencionar que los socialistas españoles habían desechado el
modelo económico francés por su falta de operatividad –en esta decisión jugó un papel
muy destacado la opinión al respecto de Miguel Boyer–, los diplomáticos
norteamericanos sostienen que “si el PSOE puede superar las dificultades a corto plazo,
tiene planes grandiosos para reestructurar el sistema de administración pública,
haciéndolo más sensible a las necesidades de los gobiernos locales; reformar el sistema
educativo para que pueda cubrir las necesidades de una sociedad moderna y crear las
condiciones para mejorar la justicia social y reducir los roces entre las clases”38.
Conclusiones
Pese a las reticencias que ciertas partes del discurso político socialista –en especial
lo relativo a la política de seguridad y defensa– podían generar en el seno de la
Administración Reagan, sobre el papel no parece que el diseño económico anteriormente
esbozado pudiera suponer un inconveniente para el entendimiento entre los gobiernos.
Bien es cierto que el informe que hemos extractado se cierra advirtiendo que esas líneas
“representan nuestras impresiones sobre los consejos económicos que los líderes
socialistas estaban recibiendo. El programa económico definitivo del partido está en
preparación y será pronto hecho público. Aunque el programa, obviamente, no será
presentado de una forma tan descarnada como lo ha sido aquí, esperamos que las
políticas básicas evolucionen tal y como las hemos descrito”39.
36
Íbid.
Íbid.
38
Íbid. Sobre la referencia a Miguel Boyer ver su “programa económico a medio plazo 1983-1986”
recogido en Joaquín ESTEFANÍA, op. cit., págs. 451-575.
39
Íbid.
37
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Desde luego los millones de votantes que votaron “por el cambio” estaban peor
informados en esta materia que lo que podían estar los mandatarios del otro lado del
océano. Este tipo de revelaciones han de servirnos, por tanto, para derribar ciertos mitos
que todavía hoy siguen acompañando a las relaciones entre el partido socialista y los
gobiernos norteamericanos. Existían y existen entre ellos muchas más bases en común
de las que un análisis meramente superficial podría hacernos creer. Tal vez por ello
habría que replantearse el éxito que tuvo la diplomacia pública estadounidense en la
preparación del posfranquismo así como la importancia de iniciativas educativas, como
el programa Fulbright, en la captación de los futuros líderes de la España reciente40.
40
Lorenzo DELGADO, Viento de poniente. EL programa Fulbright en España, Madrid, LID, 2009 y
“After Franco, What? La diplomacia pública de Estados Unidos y la preparación del posfranquismo”,
Óscar J. MARTÍN GARCÍA y Manuel ORTIZ HERAS (coords.), Claves internacionales en la transición
española, op. cit., págs. 99-127.
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