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Reseñas
de lecturas sobre
geopolítica y
economía global
ESADEgeo, bajo supervisión del Profesor Javier Solana
y del Profesor Javier Santiso.
The End of Power: From Boardrooms
to Battlefields and Churches to
States, Why Being in Charge Isn’t
What It Used to Be
Naím, Moisés, (2013), Basic Books, New York.
“El poder es más accesible pero sus horizontes se han reducido y
hoy, una vez que se obtiene, es más difícil de utilizar.”
“Cuando el número, la identidad, la motivación, las habilidades y los
atributos de los jugadores cambian, la distribución del poder
también cambiará.”
“Necesitamos restaurar la confianza en el gobierno y en nuestros
líderes políticos. Para que esto suceda se requieren profundos
cambios en la manera en la que se organizan y operan los partidos
políticos.”
Sinopsis
¿El poder tal y como lo entendemos está en peligro? ¿Qué características presenta
este declive? ¿Qué futuro nos espera ante una realidad donde el poder ha perdido sus
rasgos definitorios? Moíses Naím responde a estas preguntas en The End of Power,
pero va más allá del conocido análisis sobre la diversificación del poder en manos de
grupos no gubernamentales o del peso de las nuevas tecnologías. El autor afirma el fin
del poder no porque desaparezcan las élites que lo poseen, que de hecho se han
multiplicado, sino por la dificultad para utilizarlo y conservarlo.
En este sentido, tres son las revoluciones que el autor identifica para explicar el
cambio de perspectiva: la revolución del “Más”, de “Movilidad” y la “Mentalidad”. Hoy
el mundo tiene más personas, más longevas, más sanas, con un mayor nivel de
educación, lo que las hace menos controlables por aquellos que ostentan el poder.
Además, actualmente se experimenta una movilidad física sin precedentes, y las
nuevas tecnologías, con Internet y las redes sociales a la cabeza, han dibujado un
intercambio global de comunicación único. Todo esto ha confluido en la revolución de
mentalidad, que ha generado un rediseño de las expectativas y una visión crítica mejor
formada del status quo.
Ante este nuevo paisaje, lleno de oportunidades pero también de graves riesgos, es
necesario comenzar a pensar de otra forma el concepto de poder. De otro modo sus
consecuencias para el destino de la humanidad serán desastrosas y la prosperidad un
objetivo inalcanzable.
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El autor
Moisés Naím, doctorado en la MIT, es un escritor y columnista venezolano que desde
2010 trabaja como Senior Associate en el departamento de Economía Internacional del
Carnegie Endowment for International Peace en Washington D.C. Actualmente
también dirige y presenta Efecto Naím, un programa de televisión semanal sobre
temas internacionales transmitido en Estados Unidos y Latinoamérica. Sus columnas
sobre la realidad mundial se publican en diversos medios internacionales como El País
en España, La Repubblica en Italia, y otros en EEUU y Europa. Antes de su actual
actividad en Washington, Naím trabajó durante catorce años como director de la
revista Foreign Policy, después de ejercer como Ministro de Industria y Comercio en
Venezuela a principios de los años 90, Director del Banco Central de Venezuela y
Director Ejecutivo del Banco Mundial. Es autor de numerosos artículos económicos y
más de diez libros de economía y política internacionales traducidos en 18 idiomas. En
2011 recibió el Premio Ortega y Gasset de periodismo y en 2013 fue seleccionado por
la revista británica Prospect como uno como uno de los pensadores más importantes
del mundo.
Idea básica y opinión
Moíses Naím vuelve a demostrar en su libro The End of Power su capacidad para
comunicar, de forma didáctica, directa y perfectamente estructurada, un problema
que, tal y como admite en el prólogo, lleva percibiendo desde que con 36 años, en
1989, fuese nombrado Ministro de Desarrollo en Venezuela. En aquel entonces, las
revueltas contrarias al Gobierno le descubrieron la diferencia entre la percepción del
poder y el poder real con el que cuenta un gobernante. La fragilidad de ese concepto y
sus constantes transmutaciones hasta el declive actual conforman el tema central de
este libro.
El poder como capacidad para influir en otros sufre hoy una transformación absoluta
en todos los sectores, desde la política, a la economía, el ejército, la religión, la
educación o los medios de comunicación. Bajo esta premisa, Naím demuestra que el
poder en su versión moderna, la que dominó el siglo XX, corre peligro de extinción, y
advierte que esto cambiará por completo el mundo en el que vivimos. Por esta razón,
el autor alerta sobre la necesidad de comenzar cuanto antes a analizar esta nueva idea
del poder y así evitar que los riesgos que implica se conviertan en peligros verdaderos.
Naím utiliza como base de su argumentación las tres revoluciones (del Más, de la
Movilidad y de la Mentalidad) que han llevado al mencionado declive del poder e
hilvana con una escritura ágil y amena cómo su efecto ha desequilibrado todos los
frentes de la realidad mundial. Pero no se trata sólo de apuntar al problema, sino que
el autor realiza también importantes advertencias sobre consecuencias negativas que
ya estamos percibiendo, como el vacío de poder o la parálisis política, y formula útiles
recomendaciones para las élites, a las que se les pide recuperar el respeto y confianza
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perdidos para obtener el poder suficiente con el que pilotar la humanidad de manera
óptima y eficaz.
El poder: concepto y herramientas
El poder es “la habilidad de dirigir o prevenir las acciones presentes o futuras de
otros grupos e individuos”. A partir de esta definición el autor explica cómo esa
habilidad, aunque se mantiene en su mayor parte en manos de una élite, es hoy más
difícil que nunca de obtener y más aún de preservar. Los peligros a los que se enfrenta
son, ciertamente, las tan comentadas redes sociales e Internet y los nuevos países
emergentes, que están oscilando la balanza de poder hacía el este y el sur del planeta.
Sin embargo, y como apunta Naím, no son estas la únicas razones. Los llamados
micropoderes han surgido en todos los ámbitos y su influencia ha desbaratado las
barreras de acceso al poder que antes salvaguardaban a las élites en su zona de
confort.
En este sentido, resulta interesante recordar los canales de poder: El Músculo (The
Muscle) o la fuerza materializada en la coerción; El Código (The Code) o la obligación
moral; El Discurso (The Pitch) o capacidad de persuadir a otros; y La Recompensa (The
Reward) a cambio de hacer algo. En cuanto a las barreras de acceso al poder, entre las
que distingue estructurales y estratégicas, su erosión es indiscutible y deja en
evidencia la idea de superpoder que protagonizó el siglo XX.
¿Qué ha cambiado?
Para responder a esta pregunta el autor toma como puntos de partida la caída del
Muro de Berlín y el nacimiento de Internet. Ambos acontecimientos cimentaron las
tres revoluciones que detonaron este declive del poder:
La Revolución del Más: Hoy hay más de todo: personas, países, partidos políticos
y además la gente está más sana, más educada, viven más, y también menos
pobres. Todo esto no significa que el poder se disperse en muchas más manos,
pero sí supone una mejora en la vida de las personas. “Cuando las personas son
más numerosas y viven vidas más plenas resultan más difíciles de controlar”,
recuerda. Esta primera revolución presiona las barreras hacia el poder.
La Revolución de la Movilidad: Actualmente hay 204 millones de emigrantes por
el mundo y cada año 65 millones de personas se trasladan del campo a las
ciudades. Esta tendencia cambia por completo el mapa de poder al
experimentarse un constante intercambio de bienes, servicios, y también ideas e
información a costes, además, mucho más bajos. Las nuevas tecnologías juegan
aquí un papel muy importante ayudando a que esta revolución ponga más difícil
la salvaguarda del poder. Lo que esta revolución provoca es que se sorteen las
barreras de poder.
La Revolución de la Mentalidad: Las dos revoluciones anteriores crean una nueva
clase media más consciente de su situación y de términos como libertad y
prosperidad. Se trata de una revolución de las expectativas en las que se exige
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más al poder para que esté a su servicio, y no viceversa. En este caso, esta
revolución es la que erosiona y mina las barreras.
Una vez las barreras caen, es cuando surgen las oportunidades para los
“micropoderes”. Esto no significa que los superpoderes mueran, pero su libertad de
acción se ve muy limitada y mantener su posición resulta mucho más inseguro que
antes.
La decadencia del poder político
En la esfera política es donde este cambio de coordenadas está siendo más evidente.
Obtener una mayoría de votos en las urnas ya no garantiza la libertad para tomar
decisiones sino que la existencia de muchos micropoderes con cierta influencia
bloquea a menudo la actividad de los gobiernos mediante vetos o forzando retrasos en
la toma de decisiones. Esto conduce inevitablemente a una nueva ruta política
marcada por la descentralización, donde la actividad política y la capacidad para
gobernar se ralentiza. El autor pone como productos extremos de esta tendencia
personajes independientes como Beppe Grillo en Italia, el alcalde de Toronto Rob Ford,
el Tea Party en EEUU o el Partido Pirata en Europa.
El escenario hoy se compone de una amalgama de actores cada uno con poder para
influir en algún ámbito pero ninguno con el suficiente como para determinar
unilateralmente la política. Otras tendencias en la arena política a tener en cuenta son
el dinero como sustituto de la ideología, una mayor influencia y presencia del sistema
judicial y el ascenso de los nuevos “héroes” desde las plataformas digitales que
transforman el poder de los gobiernos (el Nobel Liu Xiaobo, Julian Assange o los
hacktivistas). El efecto de todo esto es lo que Naím llama el “centrifugador político”, y
que tiene como efectos, entre otros, el declive de los partidos políticos, la contención
de los gobiernos, la hipercompetividad o el poder de individuos aislados.
La decadencia del poder militar
En este campo el declive se ilustra con la proliferación de pequeños grupos de
combatientes que, con un coste económico mucho menor que los estratosféricos
presupuestos de las grandes potencias, son capaces de hacer un daño extraordinario a
su víctima. El ejemplo claro sería Al Quaeda y los ataques del 11-S en Nueva York. Estos
grupos se ven ayudados por las revoluciones del “Más” y de la Movilidad en cuanto a
su operatividad, y de la Mentalidad a la hora de reclutar nuevos miembros.
El terrorismo ha pasado a ser una preocupación militar global y demuestra que el
monopolio del uso de la violencia por parte del ejército –uno de los fundamentos del
estado moderno– está obsoleto. Estamos, como apunta el autor, ante la cuarta
generación de guerra, caracterizada por el éxito de pequeños grupos mucho peor
equipados que los ejércitos nacionales, la proliferación y desarrollo de armamento más
sofisticado y el nacimiento de la “ciberguerra”.
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Efectos para la geopolítica
El término hegemonía, inseparable del poder, también se ha visto despojado de su
significado tradicional por este tsunami revolucionario. EEUU, la hegemonía por
excelencia tras la Guerra Fría, ve hoy cómo su capacidad de influencia se debilita y le
resulta mucho más difícil imponer sus reglas. La ascensión de los BRICs como nuevos
protagonistas de la arena económica mundial ha virado las fuerzas hacia otros puntos
del planeta, con mercados emergentes dispuestos a competir en igualdad de
condiciones. A esta competencia económica se une la militar y política, que alteran la
manera en la que se gestionan los conflictos globales y la forma de practicar la
diplomacia.
Sin embargo, también es cierto que no ha surgido aún un rival claro que sustituya la
Pax Americana, aunque ésta se ha visto mermado, por ejemplo, por el veto político
que otras naciones más pequeñas imponen para paralizar sus decisiones políticas o
económicas a nivel internacional. Estos países, por su parte, han aprendido que la
unión en muchos casos hace la fuerza y han proliferado las organizaciones regionales.
Asimismo está en auge lo que Naím llama “minilateralismo”, es decir, aunar el mínimo
número de países necesario para conseguir un cambio relevante en la manera en el
que el mundo afronta un asunto.
El problema en esta nueva realidad surge al intentar distinguir quién está al mando.
Un poder hegemónico ya no sustituye a otro y la tendencia de los pequeños a obstruir
o ignorar al grande seguirá creciendo. La solución, según Naím, no radica en buscar
otro superpoder si no en ser conscientes de los nuevos retos en la cooperación
internacional.
Decadencia del poder económico
Hasta hace muy poco los mercados eran dominados por unas pocas compañías que
reinaban casi en solitario sobre su sector. Sin embargo, la globalización y las nuevas
tecnologías han redibujado también este sector y la competencia por los primeros
puestos resulta sanguinaria. Sucede en el campo energético, el bancario, el mediático
y, aunque la riqueza siga en las manos de unos pocos, incluso al 1% de billonarios les
es hoy más complicado mantener su poder.
La crisis económica obviamente ha influido en el desarrollo de los acontecimientos
pero la circunstancia clave del declive del poder en el sector económico ha sido la
erosión y posterior caída de las barreras que, en el siglo XX, impedían la entrada de
nuevos jugadores. Fue gracias a estas barreras que se lograron construir los grandes
emporios empresariales. Hoy en día, estas barreras, basadas en el tamaño, el capital, la
tecnología o el prestigio de la marca, se han difuminado con la multiplicación de
nuevos actores que, con la tecnología y la innovación como bandera, han cambiado
las reglas del juego. También aquí se perciben los efectos concluyentes de las tres
revoluciones mencionadas por el autor. En este caso el aumento de la competitividad y
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de los micropoderes reducen las posibilidades tradicionales de los macropoderes. Las
grandes compañías están hoy más expuestas a riesgos y, aunque sigan dominando el
mercado, sus líderes ven hoy más limitada su libertad de acción.
La religión, la filantropía y los medios de comunicación son otros de los sectores
analizados por Moíses Naím en este libro. También aquí el poder se está diluyendo: la
iglesia Católica ve cómo sus fieles se refugian en otras religiones, sobre todo en
Latinoamérica y África, donde las ramas evangélicas tienen ya una gran influencia
incluso a nivel político. El caso de los medios resulta aún más alarmante, con las
grandes corporativas en decadencia ante la avalancha de nuevos medios digitales y
líderes de opinión surgidos en las redes sociales.
Oportunidades y riesgos
Para concluir, el autor quiere destacar que este declive del poder tiene una cara y una
cruz. La parte positiva la forman, por ejemplo, unas sociedades más libres, la
existencia de mayores opciones para los votantes y los consumidores o el surgimiento
de nuevas ideas. En el campo político, el hecho de que los autoritarismos estén de
retirada en la mayor parte del mundo es una consecuencia de la libertad política
generada por las tres revoluciones analizadas por Naím. Así mismo, la incursión de
nuevas compañías y el fin de los monopolios es un síntoma de buena salud de los
mercados, en los que se abren nuevos horizontes y posibilidades.
Sin embargo, los riesgos que este declive implica no son menos importantes.
Gobiernos incapaces de tomar decisiones rápidas están agravando problemas
internacionales, como el cambio climático o la guerra en Siria, necesitados de una
solución efectiva. La llamada “vetocracia” obstaculiza en muchas ocasiones el trabajo
de los gobiernos, y esta parálisis lleva inevitablemente a que sufran la seguridad y
estabilidad. La proliferación de actores no estatales con objetivos perniciosos, como en
el caso de los terroristas, o de movimientos que exaltan la ira social, son otros de los
peligros a vigilar.
El futuro
Después de su extenso análisis sobre el golpe mortal que parece estar sufriendo el
poder como tradicionalmente lo habíamos conocido, Moisés Naím expone una serie de
recomendaciones para el futuro. Primero, advierte, es urgente un cambio en la
manera de pensar sobre el poder. Se debe analizar por qué se ha perdido, hacia dónde
ha virado y aceptar que esta pérdida de poder no es algo exclusivo de la política o la
economía sino que se extiende a todos los sectores. Como apunta el autor, “hay que
bajarse del ascensor”, de la obsesión sobre quién está subiendo y quién está bajando
(entre países, empresas, religiones…) y centrarse en cómo el declive del poder está
afectando a cada uno de esos competidores.
Es necesario otorgar mayor poder a aquellos que nos gobiernan pero la paradoja
radica en que esto resulta imposible si no confiamos en ellos. La recuperación de la
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confianza de los ciudadanos es un punto clave para el autor, pero no se podrá llevar a
cabo sin cambios profundos en la organización de los partidos políticos. Adaptar sus
estructuras a un mundo más interconectado, aceptar sangre nueva y ser más ágiles
son algunas de las tareas pendientes de los partidos para recuperar el poder perdido
en manos de otros actores como activistas y ONGs. El aumento de la participación
política, otra de las necesidades que apunta el autor para el futuro, está muy
relacionado con lo anterior. Se debe involucrar más a la sociedad civil en la política con
una mayor transparencia y acuñar nuevos y efectivos mecanismos de gobernanza.
Resulta inevitable que la humanidad, con esta transformación en la obtención, uso y
retención del poder, encuentre al final nuevas vías para gobernarse. Sin ellas la
prosperidad resultará imposible.
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