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Transcript
E E E
E E
E E E
ACCESO ABIERTO
D. JOSÉ LUIS ROMERO BRAVO
Universidad de Granada
[email protected][email protected]
Fecha de finalización: Abril del 2016
Fecha de aceptación: Marzo del 2016
Resumen
En este trabajo se elabora una revisión bibliográfica en torno conceptos relacionados con la economía del conocimiento en el actual contexto post-fordista y dentro del cambiante y acelerado marco que encuadran la economía
digital, el impacto de las TIC y la trascendencia de la investigación, la innovación y el desarrollo. Asimismo se hace
un alegato por recuperar el espíritu de Robert K. Merton para contrarrestar el progresivo proceso de gubernamentalidad corporativa en que nos encontramos inmersos y se defiende la educación, el aprendizaje y la ciencia en
general como derechos irrenunciables que no deben permanecer convertidos en mercancía al arbitrio de intereses
particulares.
Palabras clave: Economía del conocimiento, propiedad intelectual, Ciencia Abierta, Acceso Abierto, informetría,
Cienciometría
KNOWLEDGE ECONOMY AND INFORMETRICS IN THE OPEN ACCESS ERA.
Abstract
In this bibliographic review several concepts related to the economy of knowledge are presented in relation to the
current post-fordist context. It takes into account the changeable and fastest-growing frame of digital economy,
ICTs’s impact and the relevance of investigation, research & development. Likewise, it aims at retrieving Robert K
Merton’s ideals against the logic of the developing process of corporate governmentality in which we are immersed. In short, it defends learning, education and science as indisputable rights which should not remain turned into
merchandise serving private interests.
Keywords: Knowledge Economy, intellectual property, Open Science, Open Acces, Informetrics, scientometrics.
2
Ioducción
A lo largo de la historia y más recientemente a raíz de la actual, las crisis económicas globales
han estado fundamentalmente sustentadas en modelos económicos y financieros basados en
burbujas, dinámicas de crecimiento de la riqueza cimentadas en actividades de ciclo caduco
que generaban altas expectativas de beneficios a corto plazo pero que no tenían en cuenta las
negativas consecuencias económicas y sociales de los correspondientes cracks o explosiones de
esas burbujas al exprimir o no hacer cuajar como se pensaba el negocio en cuestión de dichas
actividades.
El enfoque de este trabajo atañe a conceptos recurrentes en lo relativo al acceso abierto/ciencia abierta (Subirats, 2007; Stallman, 2001; Willinski, 2005; David, 2003; OECD, 2015; Price
& Chaytor, 2015), a métodos de cuantificación del capital intelectual y los bienes intangibles
en la gestión del conocimiento en las organizaciones (Petty, 2000; Liebowitz & Suen, 2000;
Ortiz, 2003; Bose, 2004; Chen, Zhu & Xiw, 2004), a economía del conocimiento/sociedad de la
información (Mokyr, 2003; Olssen & Peters, 2005), o a evaluación científica (Martín, Orduña,
Ayllón & Delgado, 2016; Delgado, 2012; Hicks, Wouters, Waltman, Rijcke & Rafols, 2015), con el
objetivo fundamental de tratar de vislumbrar caminos que traten de engranar todas estas piezas
para revertir esa cíclica y restrictiva dinámica sistémica y tender hacia un cambio sustancial del
modelo productivo global en el que se tienda a redirigir los excedentes del mundo financiero
a mantener actividades más sostenibles económica y medioambientalmente, eficientes y con
mayor potencial integrador y cuyo basamento termine de extender y ubicar en todo el mundo
los frutos de la educación, el aprendizaje, la investigación y, en definitiva, el conocimiento, en
el corazón del sistema, centrando su objetivo no tanto en un crecimiento económico ilimitado
como en tratar de emplear la difusión de las capacidades de filtración de los distintos conocimientos en erradicar la pobreza, las acusadas desigualdades existentes y permita poner los
avances científicos al servicio del progreso hacia una economía verde (Pearce, Markandya &
Barbier, 1989; Jacobs, 1991; Brand, 2012), de los cuidados 1 y del buen vivir (Cubillo e Hidalgo,
2015; Acosta, 2010).
Transformación de la economía
Aunque el conocimiento ha sido desde los orígenes de la humanidad el motor del progreso de
las distintas civilizaciones que han poblado el planeta, es de relativamente reciente acuñación
la conceptualización explícita de este hecho en la literatura a través del término “Economía del
Conocimiento” –Knowledge Based Economy. Ya en 1945 y sin mencionarlo expresamente, el
celebérrimo texto de Vannevar Bush ‘Science, the Endless Frontier’ plantó la semilla de la inversión estatal en ciencia y tecnología debido a la importancia que, le subrayaba al presidente
Roosevelt, habían tenido estas en la victoria de la segunda guerra mundial, pero cuyas impli1
http://mueveteporlaigualdad.org/quees/n_economia.asp
2
cc ya atisbaba entonces serían fundamentales e irían mucho más allá del ámbito militar.
Una realidad plasmada en este concepto de Economía del Conocimiento que está incardinado
dentro de una arraigada tradición de teorías económicas y sociales que abarcan desde la teoría
de la información (Machlup, 1962), las teorías del post-industrialismo (Bell, 1973) así como las
ideas de Drucker, que acuñó el término “sociedad del conocimiento” (Drucker, 1959; 1969;
1994). Esta realidad se fue viendo progresivamente materializada por el crecimiento del capital
intangible (constituido por inversiones en capacitación, instrucción, actividades de investigación, información… es decir, las inversiones dedicadas a la producción y a la transmisión y uso
de conocimientos, expresado en diseños, marcas, patentes, know how…) respecto al tangible
(infraestructuras y equipos físicos, recursos naturales…) a nivel contable tal y como se plasma
en la evolución de la distribución de valores de mercado del índice S&P 500 de la ilustración 1
2
referente al estudio anual de activos intangibles de Ocean Tomo.
Ilustración 1. Distribución tangibles/intangibles del S&P 500.
Fuente: Ocean Tomo
A este respecto, un estudio más detallado (Pérez y Benages, 2012) analizando veintiocho sectores de dieciocho economías a lo largo del período 1980-2007 concluye desde una perspectiva
agregada que la mayoría de países han aumentado significativamente la importancia relativa
de los activos basados en el conocimiento en el período estudiado. En el mismo, Corea del Sur
lidera la intensidad en conocimiento el último de los años estudiados por delante de Reino
Unido, Países Bajos, Estados Unidos, Japón y Suecia, todos con porcentajes del PIB superiores
2
3
tp://www.oceantomo.com/2015/03/04/2015-intangible-asset-market-value-study/
a 75%. Manifestaciones de que, en la actualidad, las disparidades en la productividad y el cre-
cimiento de los diferentes países están más relacionados con la capacidad de mejorar la calidad
del capital humano y los factores de producción que con la tradicional abundancia o carencia
de recursos naturales a explotar. Esto ha hecho que, desde los años 70, muchos investigadores
hayan señalado dicho cambio de tendencia como el reflejo de una transición de modelo desde
una economía basada en la manufactura a otra orientada a servicios, la inauguración de la también conocida como era post-Fordista (Bell, 1973; Hirschorn 1984; Block 1990), muy favorecida
por el progresivo desarrollo de la informática y las comunicaciones y la mejora y especialización
del capital humano, que han ido permitiendo cada vez más la paulatina mecanización y eficiencia de procesos y la generación de nuevos servicios y tareas cada vez más específicas. Esto,
que a priori debería suponer una esperanzadora noticia para el mantenimiento y progreso de
los países ricos y el progresivo acercamiento a estos de los países en vías de desarrollo, se ve
frenado por las consecuencias que posibilita la dinámica económica sistémica tendente a la
gubernamentalidad corporativa (Rivera, Chabán y Romero, 2015) cuyas consecuencias a estos
efectos es, si no catastrófica, determinantemente lesiva. Parafraseando doblemente a Churchill,
“the empires of the future are the empires of the mind” pero a la vez “never before have so few
3
had the power to cause so much damage to so many”.
Amenazas y retos en la sociedad del conocimiento
La nueva realidad que enfrentamos en los últimos años y que pone en peligro las potencialidades de esta sociedad del conocimiento orbita fundamentalmente en torno a dos ejes, la
“economía ingrávida” (Rifkin, 2000) y la “sociedad del riesgo” (Beck, 1992; 2000). El primero
de ellos se fundamenta y desglosa analíticamente en: la reducción de los bienes inmobiliarios,
la desmaterialización del dinero, el fin de los ahorros, “vivir de prestado”, la externalización de
la propiedad y, en definitiva, esa “nueva” (por apabullante) preponderancia de los intangibles
sobre los tangibles y la problemática que se deriva a la hora de redefinir métodos y flujos contables con los que aprehender cuantitativamente y gestionar eficaz, eficiente y democráticamente
las peculiaridades esta nueva realidad que se escapa del modelo de equilibrio Arrow-Debrew
(Quah, 2003). Así, el segundo eje, el concepto de “sociedad del riesgo”, acuñado una década antes por el sociólogo alemán Ulrich Bech, ya presagiaba las consecuencias de esta nueva realidad
a la que definía como una fase de desarrollo de la sociedad moderna donde los riesgos sociales,
políticos, económicos e industriales tienden cada vez más a escapar a las instituciones de control
y protección de la sociedad industrial, realidad que, también en el ámbito científico, ha tendido
a materializar el conocido como “Efecto Mateo”, a través del cual los actores más grandes en una
red de relaciones tienen tendencia a hacerse progresivamente más grandes por su posición
ventajosa previa de partida respecto a los más pequeños. Este Efecto Mateo –al igual que la interpretación de Pareto que sustenta la teoría de las élites (Bolívar, 2002), interpretada como ley
3 https://books.google.es/books?id=ivmaEn7vTT0C&pg=PR11&dq=%22Never+before,+
to+paraphrase+Churchill%27s%22&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiD0eyEteLMAhUHbBoK
Hb5ECs8Q6AEIHTAA#v=onepage&q=%22Never%20before%2C%20to%20paraphrase%20
Churchill%27s%22&f=false
3
determinados círculos, como una suerte de fenómeno atmosférico provocado por la destreza
en el entorno de esos actores nucleares y no como una realidad numéricamente manipulable
por la capacidad de influencia de los mismos- puede observarse perfectamente en dos célebres
papers publicados en Plos One. En el primero de ellos, The Network of Global Corporate Control
(Vitali, Glattfelder & Battinson, 2011), se hace un estudio de la estructura de la red de control
de propiedad de las grandes corporaciones internacionales, y se acaba concluyendo, a la vista
de los resultados, esa realidad, una “sutil” suerte de oligopolización cuyos efectos afecta la estabilidad financiera y la competitividad del mercado global. Este mismo fenómeno también se
comprueba en el segundo paper de una manera más evidente en el mercado de las editoriales
académicas de literatura científica especializada (Larivière, 2015).
A este respecto, la historia de los derechos de propiedad intelectual en occidente se ha circunscrito a la protección de lo que ha sido considerado derecho natural de los creadores cuyas invenciones pudieran acarrear una explotación que se tradujera en beneficios económicos que
pudiesen ser apropiados por otra persona u organización que no fuese el que los concibió y
quien no debiera ser usurpado del ejercicio de tal derecho tal y como se proclama en el artículo
27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lo que no está tan claro y ha suscitado
controversia entre la línea defensora de tales derechos y los defensores del conocimiento como
un bien público global (Stiglitz, 1999) es que se justifique ‘per se’ la monopolización, pues
debe ser tenido en cuenta que, en la gran mayoría de los casos, para la generación de esas
ideas, el creador ha hecho uso de conocimientos previos que habían desarrollado otros antes
valiéndose de herramientas y técnicas de aprendizaje/investigación y/o recursos financiados
por administraciones públicas, con lo que se deslegitima esa monopolización o al menos se
obliga a establecer ciertos límites para no producir obstrucciones ni desequilibrios en los flujos
e inversiones comerciales.
En este sentido es determinante la aportación de Pagano (2009; 2014) y Rossi (2009), que
señalan que este factor se encuentra en el origen de la actual crisis a pesar de no ser tenido en
cuenta por los dos pilares conceptuales sobre los que orbitan los distintos análisis económicos
más extendidos al respecto. Estas ideas centrales entienden que las causas de la situación de
crisis global se encuentran arraigadas o bien en una inyección excesiva de crédito por parte de
unos bancos centrales que, en connivencia con las maquinarias burocráticas de los Estados,
favoreció la creación masiva de burbujas en los mercados (visiones monetaristas-neoclásicas) o
bien en unos desequilibrios provocados por un exceso de ahorro y falta de inversión por parte
del mundo financiero –también en los países emergentes- y de ciertos actores, que recibieron
en primer término la mayor parte de ese “exceso” de crédito, provocando, también por la opacidad bancaria de ciertos estados, el aumento de una riqueza oculta de las naciones que supone
una detracción fiscal (Zucman, 2014) que, junto con la titulación de deudas privadas a deudas
32
pac contribuye a la progresiva transferencia de rentas del trabajo a las del capital (Garzón,
2012) (visiones keynesianas). Pero ambos análisis desestiman el actual desempeño que las
grandes instituciones públicas y sobre todo privadas hacen de los frutos de la sociedad del conocimiento y las condiciones de la elaboración de legislación y uso de esa propiedad industrial
que determina los costes más altos en inversión en tecnología que tienen que soportar países
poco intensivos en capital intelectual, lo que agudiza su dependencia de los que parten de una
posición ventajosa y que afecta a su vez fuertemente en la división global del trabajo además
de en la capacidad y oportunidades de inversión de todos los países. Este hecho, lejos de disminuirse, se ha ido agravando progresivamente, en particular desde la firma en abril de 1994 del
Tratado de creación de la Organización Mundial del Comercio, en el que se estableció a través
de los acuerdos de Marrakech un régimen protector de los detentores de derechos de propiedad
intelectual que ha ido recrudeciéndose progresivamente condenando a sanciones importantes
para quien los vulnerasen y llegando al punto de permitirse licencias exclusivas y permanentes
(OCDE, 2005), lo que supone una patada más a la ‘escalera del desarrollo’ (Chang, 2012). Estos
conflictos se han hecho patentes desde los primeros tratados que trataron la propiedad industrial, desde las Convención de París (1883) y los Convenios de París (1967) y Berna (1971), hasta
llegar a la actual legislación vigente. Esta, materializada en el conocido como TRIPS (en español
ADPIC, Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el
Comercio), se negoció entre septiembre de 1986 y diciembre de 1993 y entró en vigor el primer
día de 1995 como anexo 1c dentro del tratado general con el establecimiento oficial de la Organización Mundial del Comercio antes mencionado. Una de las características de este acuerdo es
que, a pesar de establecer unas líneas generales mínimas de aplicación global que, dentro del
contexto de la naturaleza de una organización como la OMC, ha de ser fomentar el comercio y
disminuir en lo posible sus cortapisas tal y como se también se propugna a través del acuerdo
GATT de 1947 (en español AGAAC, Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio),
la realidad es que el mismo ADPIC ya desde su artículo número 1 subordina esta filosofía de
liberalización a la voluntad nacional de cada uno de los países, que “podrán prever, aunque no
estarán obligados a ello, una protección más amplia que la exigida por el presente acuerdo a
condición de que tal protección no infrinja las disposiciones del mismo” 4. Aunque esta redacción pudiese interpretarse en defensa a la soberanía nacional de los distintos firmantes, para
entender los condicionantes que han posibilitado este y otros desequilibrios en la elaboración
del texto completo definitivo es muy interesante un artículo del representante de India en ese
proceso (Watal, 2011), en el que detalla la obvia condición de desigualdad de la que partían los
países en las negociaciones y, sobre todo, las diferencias entre las propuestas que llevaban unos
y otros a las mismas y el sentido de los documentos resultantes de los procesos negociadores, y
cómo la unión y el rigor en las demandas de los países en desarrollo desbloquearon tensiones y
consiguieron un texto que les permitió ciertos logros en las negociaciones que se manifestaron
con mayor claridad en la posterior Declaración de Doha de 2001 en la que se firmaba el TRIPS
4 https://www.wto.org/spanish/docs_s/legal_s/27-trips_01_s.htm
33
Public Health. Ya en un escrito anterior, el mismo autor respondió a la pregunta de por qué
los países en desarrollo aceptaron el Acuerdo TRIPS-ADPIC en la Ronda de Uruguay y el motivo
fundamental se encontraba en la obligación de aprobar en el mismo paquete acuerdos comerciales muy importantes pero que requerían de concesiones para conseguir logros necesarios
para sus pueblos en áreas como textil y agricultura (Watal, 2007). Asimismo, la filosofía de desigualdad subyacente en este acuerdo también se expresa en los términos bajo los que se define
el concepto de cooperación, expresados como ayuda en la formación de personal que promueva
la defensa ‘técnica’ de los principios establecidos dentro del acuerdo (Pandey & Saha, 2011).
En el artículo antes citado de Pagano y Rossi (2009) se expone un gráfico que plasma quizá el
motivo más influyente de este interés en la creación de tal sobreprotección legislativa, actualizado a datos del último informe sobre ciencia y tecnología del Banco Mundial:
Gráfico 1. Distribución cuotas por licencias y royalties por área geográfica.
Fuente: Indicadores de Ciencia y Tecnología del Informe Anual del Banco Mundial
Esta hegemonía se encuentra incardinada en el mismo proceso que comenzó durante los años
80 a consecuencia de las políticas económicas expandidas por el mundo tras el denominado
‘Consenso de Washington’ (Williamson, 1990; 2002; Chabán, 2014), a través del que se fomentó la liberalización de sectores estratégicos de las economías en la gran mayoría de países
independientemente de su grado de desarrollo en infraestructuras y tecnología, lo que se tradujo -partiendo de la situación de desigualdad en las condiciones previas- en la facilitación para
grandes empresas potenciadas por la progresiva expansión y mejora de las TIC en un escenario
perfecto para la concentración empresarial de estos sectores estratégicos, entre ellos el de la
investigación y la información científicas, que, a través de las cuotas y licencias sobre revistas
3
pcae bases de datos, patentes y diseños industriales, quedan legalmente atrapadas a
la voluntad de esos grandes conglomerados empresariales.
Los líderes y responsables políticos de los países tecnológica e infraestructuralmente desarrollados proclaman la democracia a la que representan y dicen contribuir a la progresiva erradicación
de la pobreza de los países llamados “en vías de desarrollo” mientras paralelamente permiten el
lento pero progresivo aumento de estas realidades y desarrollan legislación internacional como
la que ya se ha comentado o como los nuevos tratados comerciales que se están negociando,
que permiten un afianzamiento (tendente a una agudización) de las desigualdades que imposibilita la extensión de los mecanismos reales de cambio tendente a un trans-desarrollo glocal
sostenible, y lo obstaculizan legislando en la sombra (Navarro, 2016) en connivencia y al dictado
de los lobbies y grandes corporaciones de los distintos sectores que pretenden copar la influencia sobre los mercados independientemente de lo estratégico del sector, su impacto humano,
social o medioambiental, también en el transversal caso que atañe a este trabajo, es decir, proyectado sobre el del conjunto de bienes más genuinamente humano, el conocimiento.
Oportunidades y líneas de trabajo presentes y pendientes
Las pretensiones nacional/regional-oligopolísticas previamente comentadas se han desarrollado paralelamente al viraje en la estructura de producción científica que se lleva produciendo desde finales de los 90 y la primera década del 2000 y que se expone en el artículo “The
changing Architecture of Global Science” (Peters, 2009) del Centro para Estudios Globales de la
Universidad de Illinois, en el que se describe que, dentro de este contexto de “chovinismo occidental” y a pesar del mantenimiento de las desigualdades previas ya comentadas, se observa
un ligero decremento de la producción científica de EEUU respecto al total por el incremento de
la inversión en actividades relacionadas con la ciencia por parte de países previamente hegemónicamente laterales fundamentalmente asiáticos como China y Japón o también Corea del Sur,
Taiwán, Indonesia o América Latina –sobre todo Brasil- , suponiendo un importante aumento
de la competencia en el mercado global tanto de publicaciones como de patentes y diseños
industriales.
Este crecimiento se ha visto favorecido fundamentalmente por ese aumento de la inversión de
esos países en actividades relacionadas con la investigación pero también por el de la colaboración científica (Guerrero, Olmeda & Moya, 2012; Leydesdorff, Wagner y Park, 2013), que se ha
ido agudizando favorecidas por el nuevo contexto de progresiva mejora y difusión de las TIC por
todo el mundo. Colaboración que ha sido promovida por organismos como la European Science
Foundation que, aunque creada ya en 1974 centrándose en áreas como ciencias físicas, de la
3
v ingenierías y ciencias de la tierra y del medioambiente, fue a principios de los 90 cuando
forjó vínculos con la Asia-Pacific Economic Cooperation (APEC) para el establecimiento de protocolos de cooperación entre sus miembros para estos y otros campos.
Estos fenómenos han favorecido una explosión sin precedentes de información especializada
superando incluso las previsiones que señaló la conocida como ley del crecimiento exponencial
de la ciencia de Derek de Solla Price (1963), que mostró que cada 10-15 años la información
científica existente se incrementa exponencialmente debido en parte a que, ya en la década de
1990, el número total de científicos vivos publicando constituían casi el total de los que han
existido a lo largo de la Historia. En la actualidad, sólo en Web of Science se incrementa cada
año un millón y medio el número de publicaciones que contiene, un incremento que triplica al
de hace veinte años.
Un progresivo aumento que hizo necesario el desarrollo de métricas (Martín et al., 2016) a
través de las cuales evaluar cuestiones como el desempeño de la actividad de los científicos y
las instituciones investigadoras, analizar la evolución y las tendencias temáticas de las publicaciones, incrementar la transparencia y el enfoque tendente a la objetividad en los análisis o
reducir la complejidad a la que han de enfrentarse los gestores de las políticas científicas de las
distintas instituciones involucradas en los procesos investigadores. Pero estas métricas han ido
‘corriendo mientras se ataban los cordones’ en este acelerado y cambiante entorno informático/
documental y además de sus ventajas se han señalado sus limitaciones, bien de sus criterios
de construcción, bien en el proceso de diseño de ránkings de instituciones (Delgado, 2012) o
bien en el empleo de indicadores determinados (Geisler, 2005; Kostorff, 2001; Snizek, 1995),
una de sus últimas manifestaciones conocida como “Opening Up Science & Technology Policy”
(Rafols, Ciarli, Zwanenberg & Stirling, 2013), que pretende no ser tanto un toque de atención a
las prácticas informétricas, cienciométricas y bibliométricas tradicionales (Jiménez, 2000; Macías, 2001; Araujo y Arencibia, 2002; Arencibia y Moya, 2008) y asentadas en los procesos de
evaluación sino que, señalando que se trata de indicadores cuya orientación, tradición, peso e
interés están perfectamente justificados en determinadas áreas de investigación básica de las
ciencias naturales o las áreas más técnicas, tienen limitaciones enfocadas sobre otras materias
más relacionadas con estudios interdisciplinares cercanos a la transferencia tecnológica que resuelve problemas concretos, también en cuestiones sectoriales en lo referente a la distribución
y cuantificación del valor de servicios, estableciendo sesgos idiomáticos y con los tradicionales
interrogantes que plantean a este respecto las ciencias cognitivas, sociales y humanidades (Nederhoff, 2005).
Pero, incluso más allá de esta problemática informétrica tradicional, en definitiva, el estado de
la cuestión con la entrada del nuevo milenio y hasta nuestros días desde el punto de vista de los
3
p"cpa centros tradicionales de formación y creación de estos conocimientos se explica muy
sintética y claramente en el trabajo de Ignacio Ávalos Gutiérrez, “La investigación universitaria
en tiempos de la sociedad del conocimiento” (2005), donde muy lúcidamente expresa que:
“A veces pareciera que no sabemos qué hacer con lo que sabemos. Que es demasiado acelerado
el ritmo de producción de conocimientos, comparado con el tiempo que nos lleva la construcción de un consenso cultural sobre cómo utilizar esos conocimientos. Que nuestras convicciones
morales marchan más lentamente que la producción de nuevos conocimientos científicos. Que
estamos siempre en situación de ‘déficit ético’ y las normas y reglas siempre quedan por debajo
de las nuevas realidades que deben atender.”
Ese ‘déficit ético’, en este caso por parte de los que limitan las capacidades presupuestarias de
los gestores de la política científica, es el mismo que impulsó a la organización sin ánimo de
5
lucro Euroscience a promover una carta abierta llamado “Han elegido la ignorancia” en la que
denuncian “esta situación de drásticos recortes en inversión pública en I+D que pueda ayudar
a estos países a cambiar su modelo productivo hacia uno más robusto basado en la generación
de conocimiento” en la situación de tensión por la dependencia hacia la concentración del sector privado, y, por tanto, no hacen sino señalar su falta de responsabilidad social e inteligencia
estratégica frente a las implicaciones positivas de tener cuanta más -que nos llevará a tener,
con las adaptaciones y mejoras pendientes en evaluación, cuanta mejor- ciencia posible, y que
esta debe ser, por definición, fundamentalmente pública y no dejada sólo en manos de los
juegos de mercantilización del sector privado, lo que, además de tremendamente injusto por
las condiciones previas de aguda desigualdad existentes entre las regiones, resulta, a la larga,
terriblemente ineficiente y peligroso para nuestras sociedades (Stiglitz, 2014).
Conclusiones
Tal y como se desarrolla en el reciente informe de la UNESCO, “UNESCO Science Report. Towards
2030” 6, a ningún actor dentro del entorno global se le escapan ya la trascendencia del conocimiento y el papel central de la Universidad como canalizadora del equilibrio que debe existir
entre la formación, el seguimiento y la gestión de las corrientes de investigación globales y la
adaptación y el aprovechamiento de estas tanto para aportar en ellas como para promover el
desarrollo local de las regiones en las que están asentadas.
En este trabajo se han tratado algunas de las cuestiones centrales de este período de crisis y
transformación, pero, tal y como expresa la estética traducción de una célebre cita de Antonio
Gramsci, cuando “el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer, surgen los monstruos”.
Uno de ellos (al menos para el negocio de las editoriales académicas) ha resultado ser Sci-hub
7
(Bohannon, 2016), una plataforma online que contiene una base de datos de cincuenta millo-
3!
de artículos (y creciendo cada día) de todas las áreas científicas. Esta se nutre diariamente de
las nuevas publicaciones de las distintas editoriales a cuyos contenidos puede acceder gracias a
que investigadores anónimos de todo el mundo les han facilitado sus claves de acceso institucionales. En esta web, sólo con introducir el DOI, la URL o el nombre del artículo se puede acceder al mismo sin tener que abonar el precio que habría que pagar en caso de no estar suscrito.
Y, a pesar de que existen ciertos guiños de aperturismo desde grandes organismos internacionales como la Unión Europea, en la que desde hace un tiempo y aún en la actualidad en el
último Consejo de Competitividad los ministros de Economía y Competitividad han dado su
apoyo a que todos los artículos científicos europeos financiados con fondos públicos o públicoprivados sean accesibles gratuitamente para 2020, estas declaraciones no dejan de ser gestos
políticos no vinculantes y los sistemas nacionales de incentivos actuales a los investigadores
están ligados a la publicación en revistas de impacto que en la gran mayoría de los casos son
propiedad de esas grandes editoriales “oligopolizantes” mencionadas en un epígrafe anterior
(Larivière, 2015) y que en los últimos años están sufriendo el crecimiento de Sci-hub.
La realidad es que, tras una década caracterizada por la “guerra fría” entre la ciencia abierta y
las grandes corporaciones e instituciones propietarias de la información científica -que no deja
de ser sino la manifestación de esas mismas tensiones en las negociaciones de los tratados comerciales internacionales en materia de propiedad intelectual que se han comentado-, Sci-hub
ha roto completamente la baraja y ha acercado el contexto global a esa visión de Merton que ya
en 1942 plasmó una estructura normativa de la ciencia en que los patrones ideales deberían
caracterizarla como un bien público, como una institución común que debe ser vista como fruto
de la colaboración intergeneracional cuyo acceso no debe restringirse al común porque es la comunidad en sí a lo largo de los años la que ha ido desarrollando esos diversos descubrimientos
y conocimientos para la mejora de las condiciones de vida de nuestras sociedades. Este espíritu
colectivo de curiosidad, aprendizaje e intercambio que impulsa Sci-hub a diario debe integrarse
igualmente en nuestras comunidades persiguiendo una participación de los ciudadanos en los
ámbitos públicos, fomentando que participen de ellos y creando una serie de relaciones entre
ambos –ciudadanos y administración- para que exista ya no sólo una redistribución de los recursos sino también directamente del poder. Que los servicios públicos se construyan y desarrollen
con las iniciativas que emanen de la voluntad ciudadana directa, que se fomente un ánimo de
colaboración y, sobre todo, que se desarrolle en pro de un aprovechamiento común de los conocimientos de nuestras sociedades –desde los más cotidianos y/o lúdicos hasta los más técnicos y
especializados- canalizándolos a través de espacios de conocimiento, aprendizaje y convivencia
compartidos como las instituciones de enseñanza en todos sus ciclos y las bibliotecas públicas
como tercer espacio,8 - 9 conectadas ambas con las universidades en ese diálogo directo y cotidiano con la sociedad que puede ser, asimismo, el engranaje perfecto para esa creación de ‘indicadores científicos de infraestructura en contexto’ que ponderen tanto las necesidades reales
http://openletter.euroscience.org/open-letter/ 5
http://en.unesco.org/unesco_science_report 6
http://sci-hub.ac/ 6
https://www.openaire.eu/full-oa-by-2020-competetiveness-council-s-conclusions 7
3
de las distintas comunidades como los conocimientos, recursos o herramientas de los que se
disponen o los que se necesitan para cubrir dichas necesidades. Estos, enlazados constantemente con una cadena de aprendizaje permanente favorecido por programas de alfabetización
informacional y digital (Bawden, 2002; Area y Guarro, 2012; Kanjilal & Das, 2015; Smith, 2015;
Choudhury, 2015; Mukhopadhyay, 2015) que favorezcan, en este entorno colaborativo que potencian las TIC y que reclama la escasez de recursos en este entorno de crecimiento de países
menos desarrollados infraestructuralmente y de obligatorio decrecimiento de los más desarrollados, el avance de una sociedad más concienciada con su entorno e implicada en sus procesos
individuales y colectivos permaneciendo activos en la gestión y el control de los asuntos que le
atañen como sociedad. En definitiva, retomar la idea de Pagano y Rossi (2009) de pensar, como
un procomún, una “Organización Mundial de la Ciencia”, pero no exclusivamente desde los
púlpitos de los grandes laboratorios de investigación y los highly cited sino también desde las
entrañas mismas de nuestros pueblos. Con una voluntad política real tendente a la confluencia
entre Open Science y Open Government y apoyados sobre las herramientas y posibilidades de
esta economía digital contra la gubernamentalidad corporativa, sí se puede.
https://universoabierto.com/2015/12/15/las-bibliotecas-en-la-era-digital-el-tercer-lugar/ 8
https://prospectiva2020.wordpress.com/2014/03/13/5-las-bibliotecas-deben-reforzar-su-funcion-de-crear-comunidades- 9
dotarlas-de-cohesion-social-y-garantizar-la-igualdad-de-oportunidades-de-los-ciudadanos-en-el-acceso-a-la-informacion/
3
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