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3 LA FE DE ABRAHÁN
PADRE DE TODOS LOS CREYENTES
Oración
¡Cuán fácil me resulta vivir CONTIGO, Señor,
cuán fácil me es creer en Ti!
Cuando, en la perplejidad, mi espíritu se encoja o flaquee,
cuando los más inteligentes no ven más allá de esta tarde
y no saben qué deberá hacerse mañana,
Tú, tú me infundes la serena certeza que Tú existes
y que Tú velas para que todos los caminos del bien no sean cerrados.
Sobre la cresta de la gloria terrestre,
considero con asombro ese camino a través la desesperanza,
ese camino en el que he podido, yo mismo, enviar
a la humanidad un reflejo de tus rayos.
Todo lo que hará falta que yo refleje todavía,
Tú me lo concederás.
Y todo lo que yo no logre reflejar,
eso querrá decir que Tú lo has asignado a otros.
( 0ración de SOLJENITSYNE compuesta el
día de la entrega del premio Nobel)
Reflexión
Para la Biblia, la fe es la fuente de una auténtica vida religiosa. Es la respuesta del pueblo y de cada persona al designio
de salvación que Dios realiza en la historia. Los servidores de Dios caminaron y murieron en la fe. Abrahán es el padre
de los creyentes (cf. Rom 4, 11). Jesús el que inicia y consuma la fe (cf. Heb 12, 1-4). Los discípulos de Jesús se caracterizan
por la fe (cf. Hch 2, 44; 1Tes 1, 7). Antes de entrar en el tema, he aquí una observación sobre el vocabulario de la fe.
La variedad del vocabulario hebreo de la fe refleja la complejidad de la actitud personal del creyente. Dos raíces dominan sin
embargo: aman (amén) evoca la solidez y la seguridad; batah, la seguridad y la confianza. El vocabulario griego es todavía
más diverso. La religión griega, en efecto, no dejaba prácticamente lugar para la fe; los LXX, que no disponían por tanto de
palabras apropiadas para reproducir el hebreo, procedieron a tientas. A la raíz hatah corresponden sobre todo: elpis, elpizo,
pepoitha (Vulg.: spes, sperare, confido); a la raíz aman: pistis, pisteuo, aletheia (Vulg.: fides, credere, veritas). En el NT las
últimas palabras griegas, relativas a la esfera del conocimiento, resultan netamente predominantes. El estudio del vocabulario
revela ya que la fe según la Biblia tiene dos polos: la confianza que se dirige a una persona «fiel» y compromete al hombre
entero; y por otra parte un proceso de la inteligencia, a la que una palabra o signos sirven para acercarse a realidades que no
se ven Heb 11,1 (Vocabulario de teología bíblica)
El «pueblo de la alianza» no cesó de releer «la historia» de Abrahán. En esta reflexión nos ceñimos al relato del Génesis,
sin ignorar las relecturas posteriores del relato. La razón de esta opción es sencilla: queremos descubrir de forma progresiva
el sentido, origen y dinamismo de la fe. Nuestro itinerario busca comprender y vivir mejor las riquezas del don de la fe,
en la actual situación. La fe es una, pero se vive de forma muy diferente según los temperamentos, edades y culturas.
Antes de adentrarnos en el dinamismo de la fe del padre de los creyentes, dos observaciones. Los relatos del Génesis
no pretenden narrar una historia según los criterios de la actual historiografía. Comunican diversas tradiciones de los
antepasados y la significación para su fe. En segundo lugar, los relatos son sobrios y no ofrecen una sicología religiosa.
Su finalidad es dar a conocer cómo Dios «crea» o «engendra» el pueblo de su elección, cómo lo guía y lleva a su
plenitud en la historia. Los escritos bíblicos son ante todo el testimonio de la fe de un pueblo peregrino en el tiempo. La
fe de Israel, a diferencia de los mitos religiosos de los pueblos circundantes, ve en la palabra, que Dios le dirigió en un
momento determinado, su origen, identidad, vocación y misión en medio de las naciones. Los imperios pasan, Israel
permanece, pues está fundado en la Palabra (cf. Is 40, 6-8; Sal 119, 89; 1P 1, 25).
1 LOS ORÍGENES DE ABRAHÁN.
Hijo de Terah, procedente de Ur de los caldeos (Gen 11, 26-32), Abrahán era un hombre religioso. Como el resto de su
familia servía a otros dioses, pues la humanidad de «Babel» se había fabricado sus propios dioses familiares (cf. Jos 24,
2s; en Jdt 5, 7-8 encontramos el mismo dato, pero con una interpretación un poco diferente). En aquel tiempo no se
había promulgado la Ley, la conciencia, formada en la cultura seminómada, guiaba al Patriarca. Su moral choca a los
que no tienen una perspectiva histórica y leen la Escritura con una mentalidad fundamentalista.
1
Cuando se puso en camino siguiendo la palabra del Señor, tenía 75 años (Gen 12, 4). ¿Qué sucedió para que iniciase el
camino con Sara, su mujer estéril, Lot y sus criados? El libro de Josué lo expresa en estos términos: «Yo tomé a vuestro
padre Abrahán del otro lado del Río y le hice recorrer toda la tierra de Canaán, multipliqué su descendencia y le di por
hijo a Isaac» (24, 3). El Génesis se limita a introducir la aventura arriesgada del «nómada» con unas sencillas palabras:
«Yahvé dijo a Abram: « Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré» (12, 1).
La carta a los Hebreos expresa el acontecimiento en términos de llamada (11, 8). Poco importa el cómo. Los autores
sagrados ponen de relieve esto: La nueva existencia del anciano arranca de la palabra sorprendente e imperiosa que
irrumpe de repente, sin preparaciones previas, en el centro vital del elegido. La iniciativa es de Dios.
2 DIOS HABLA Y ABRAHÁN SE PONE EN CAMINO
Al autor sagrado no le parece importante relatar qué sintió o dijo el patriarca ante la irrupción de Dios en su vida. Se
limita a subrayar: la respuesta de Abrahán es pronta, sin reservas, sin condiciones. El relato del Génesis nos dice con
toda sencillez (sin que mediase palabra alguna de parte de Abrahán), éste se puso en camino siguiendo la palabra
«autoritaria» del Dios desconocido para él, pero que se hizo presente en lo más íntimo de su ser. Más, el patriarca
ignora la meta a la que se dirige y el camino que le conducirá a ella.
Ante la presencia y palabra «del Dios desconocido», el patriarca no dudó en arriesgar su vida y la vida de los que
amaba, en particular de su mujer Sara. Carecía de evidencias y seguridades, pero escuchó en su corazón la palabra
imperiosa del desconocido y supo arriesgar. Esta obediencia ante la palabra que le salió a su encuentro, sin que se
pueda explicar, es el núcleo mismo de la fe. La fe es aventura, riesgo y disponibilidad incondicional. Deja todo cuanto
hacía su existencia e identidad, para adentrarse en una nueva existencia e identidad, que brota en su interior, pero que
viene de fuera, pues no proviene de su cultura, religiosidad y familia. Marcha en la oscuridad, pero confía en la palabra
de aquel que le alcanzó en su centro vital. Dios es desde ahora su tierra y camino. La fe es la respuesta obediente a una
palabra, a un Tú que ha irrumpido de improviso en el centro vital del seminómada, que se convierte el «nómada de la
fe» en el Absoluto. Es preciso ahondar en esta obediencia de la fe.
3 LA PALABRA IMPERIOSA DE DIOS SE HACE PROMESA.
El Dios desconocido sigue hablando y promete al viejo patriarca cosas increíbles para la razón y el sentido común: «De ti
haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición. Bendeciré a quienes te bendigan
y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra» (Gen 12, 2-3). Importa mucho
notarlo: Antes que Abrahán se ponga en camino y arriesgue su existencia, Dios se compromete a engrandecerlo a
través de su bendición. El término «bendición» es decisivo, pero está muy devaluado entre nosotros. El Dios que se
dirige al seminómada no es todavía conocido como el Dios de la liberación y salvación. Promete acompañar a Abrahán
con su bendición, esto es, con su poder y fecundidad. En la Biblia la primera página de los orígenes del hombre sobre la
tierra recuerda que todo viene de la palabra creadora y de la bendición. Dios bendijo al hombre para que fuera fecundo
y dominase lo creado (cf. Gen 1, 28). Después del fracaso y dispersión de los hombres de la Torre de Babel, la palabra
dirigida a Abrahán supone un nuevo comienzo de la historia. Dios mediante su bendición hará de Abrahán una nación
grande, para que sea «bendición» para todas las familias de la tierra. El hombre, una vez más, es asociado a la obra
misma del Creador; pero ahora el proyecto es diferente: alumbrar un pueblo en medio de las naciones para darse a
conocer a ellas como el verdadero Dios, como el único Señor. De esta forma se precisa el camino para el padre de los
creyentes: avanzar hacia el cumplimiento de una promesa sorprendente.
Dios cumple su palabra y le hace ver la tierra que dará a su descendencia (Gen 12, 5b-9), pero en ella Abrahán no cesará
de ser un peregrino y extranjero. En efecto, a la hora de su muerte no poseerá en la tierra prometida más que la tumba,
que compró a los habitantes del país para enterrar a su esposa Sara, signo y presagio del futuro prometido por Dios (cf.
Gen 23, 1-20). El autor sagrado presenta la muerte del patriarca con estas significativas palabras: «Estos fueron los días
de vida de Abraham: 175 años. Expiró, pues, Abraham y murió en buena ancianidad, viejo y lleno de días, y fue a
juntarse con su pueblo» (Gen 25, 7-8). Cien años duró el recorrido de Abrahán bajo la palabra imperiosa de la promesa.
Luego Dios bendijo a su hijo Isaac, el hijo de la promesa y de la bendición.
2
El patriarca recibió la palabra de Dios y confió en ella. La fe es confiar en un Dios personal que habla, escuchar su
llamada, someterse a su voluntad, apegarse a él en la fidelidad. El patriarca avanzará de la simple obediencia de la fe al
conocimiento y diálogo con Dios, que se comprometió con él. Hasta tal punto se comprometió Dios con Abrahán que ya
no llevará a cabo sus planes sin dárselos a conocer antes a su elegido. Hablará con él como un amigo habla con un
amigo. Dios no es una idea para Abrahán, sino «la realidad», la verdadera fuente de vida y la meta de su peregrinar.
Creer es estar religado a la realidad que no pasa, esto es, a Dios. Y la bendición de Dios hará que el patriarca alcance la
posesión gozosa de la promesa. Pero el camino de la obediencia es largo y empinado.
4 EL ITINERARIO Y EL PROGRESO DE LA FE
He aquí de forma sucinta el itinerario de la fe de Abrahán, con su grandeza y sus limitaciones. El patriarca, como ya
indiqué, vivió la fe en el marco de una cultura seminómada, cuya moral era muy diferente a la nuestra. Lo importante
para nosotros es contemplar cómo Abrahán se sitúa ante Dios, como un «Tú real» y capaz de realizar lo que anuncia y
promete. Esto es importante para descubrir el sentido de la fe y el camino de la evangelización en la nueva cultura (o
culturas) que se está gestando. Digámoslo de pasada: la preocupación de la inmensa mayoría de los cristianos se centra
más en la moral que en la fe y en la evangelización, esto es, en la comunicación de la fe. La inmensa mayoría de los
padres tratan de comunicar a sus hijos buenas costumbres y los valores propios de la familia; pero raros son los hogares
cristianos que introducen a sus hijos en la fe en Jesucristo muerto y resucitado.
La promesa y los medios humanos
Dios prometió a Abrahán una gran posteridad, pero la promesa no terminaba de cumplirse. Entonces el matrimonio
ante la imposibilidad de tener hijos busca una solución de acuerdo con «el derecho» de su tiempo y cultura. Se barajan
varias hipótesis, pero todas de acuerdo con la racionalidad jurídica del aquel tiempo. La perspectiva que sea el criado
Eliezer quien vaya a heredar suscita el conflicto entre fe y realidad: la fe le ofrecía un futuro, la realidad se lo negaba.
Dios interviene y le renueva la promesa. Eliezer no es el hombre de la promesa (cf. Gen 15, 1ss).
Luego siguiendo las indicaciones de su mujer Sara, imposibilitada para tener hijos, Abrahán conoce a la esclava Agar
que engendra a Ismael (cf. Gen 16, 1-17, 27). El hijo le pertenecía a Sara según el derecho consuetudinario de la época.
El conflicto estalla entre las mujeres y Abrahán, para que haya paz, se ve obligado a despedir la esclava con su hijo. La
solución de la esclava tampoco se corresponde con el proyecto divino que sigue en pie a pesar de todo. Dios bendice
también a Ismael, que llegará a ser un gran pueblo. El hijo de la promesa nacerá de Sara, aunque los viejos se rían (cf.
Gen 17, 17; 18, 12-15). Y aquí nos encontramos con la palabra clave de la fe: «¿Acaso hay algo tan prodigioso que Dios
no pueda realizarlo?» (Gen 18, 14; cf. Jer 32, 17.27; Job 42, 2; Mt 19, 26; Lc 1, 36-37; Heb 11, 11-12). Nada hay
imposible para Aquel que creó y sostiene el cielo y la tierra con su palabra. La fe implica, por tanto, caminar apoyado no
en los medios humanos, sino en la Palabra creadora de Dios, en su bendición. Esperar contra toda esperanza es propio
de la fe (cf. Rom 4, 18). La risa escéptica es propia de quien prefiere atenerse a la realidad fenomenológica, en lugar de
entregarse a la palabra creadora, la que tiene poder de realizar lo que anuncia previamente. La fe, en esta perspectiva,
es alteridad y reciprocidad. Dios se compromete en favor del hombre y éste debe darle toda su confianza a la palabra
que le alcanza en el centro vital de su existencia. Para Abrahán la cuestión no está en creer en unas verdades, sino en
dejarse conducir por la palabra de la promesa en la que Dios compromete su fidelidad y poder. La fe se presenta así
como una toma de postura libre y responsable ante la palabra de Dios. La fe se apoya en la fidelidad de Dios.
La prueba definitiva
Dios reclama a Abrahán el hijo de la promesa (cf. Gen 22). El sacrificio de Isaac es la expresión de la «noche de la fe». El
drama se instaura en el corazón del viejo patriarca; pero curtido en la fe y la esperanza. Ahora cree y sabe que nada hay
imposible para Dios. Y, una vez más se confía a la palabra del que viene a su encuentro. De sus labios brota la palabra
decisiva de la fe: «Heme aquí». La misma palabra que a la llamada de Isaac, el «hijo de la promesa»: «Heme aquí».
Abrahán aparece así totalmente disponible a Dios y a su hijo amado. Su hijo es don de Dios y éste le pide que se lo
entregue. Es «la obediencia de la fe» hasta el final. Pero Dios no quiere sacrificios humanos. Le devuelve al hijo y se
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compromete con «juramento» a cumplir sus promesas. Y Abrahán, por su fe, se convierte en bendición para todos los
pueblos. El Dios que le hizo salir de la casa y tierra paterna, es el Dios de la vida, el Dios fiel que empeña su palabra con
los que le obedecen en la fe. Es el comienzo del paso del pueblo de Adán al pueblo de Abrahán.
La historia de Abrahán ofrece una imagen de Dios muy diferente a la imagen que el hombre se ha forjado de Dios a lo
largo de la historia. Los falos dioses reclaman víctimas, son caprichosos. El Dios de cielo y tierra no cesa de
comprometerse en favor de los que se entregan a él con fe. El Dios de Abrahán, frente a los dioses que los hombres se
han creado en su indigencia y deseo de poder, puede responder al deseo hondo que Dios ha depositado en el corazón
del hombre, esto es, al corazón inquieto de que habla san Agustín. Dios nos creó para la alianza con él, para
transcendernos en él. Por ello el hombre sólo descansa en la medida que se encuentra con el Dios añorado en lo
hondura de su corazón.
CONCLUSIÓN
La relación de fe entre Abrahán y Dios se caracteriza por una verdadera amistad, por una confianza y osadía grandes,
como se puede comprobar en la intercesión o el regateo que el Patriarca mantuvo con Dios. Éste había decidido la
destrucción de Sodoma y Gomorra, pero no puede ocultarle esta decisión a su amigo: «Dijo entonces Yahvé: « ¿Por
ventura voy a ocultarle a Abraham lo que hago, siendo así que Abraham ha de ser un pueblo grande y poderoso, y se
bendecirán por él los pueblos todos de la tierra? Porque yo le conozco y sé que mandará a sus hijos y a su descendencia
que guarden el camino de Yahvé, practicando la justicia y el derecho, de modo que pueda concederle Yahvé a Abraham
lo que le tiene prometido.» (Gen 18, 17-19) La fe osada de Abrahán tiene su apoyo en la elección divina, en la
delicadeza de un Dios que no hace nada sin comunicarlo antes a su amigo y confidente. La experiencia de sentirse
asociado al proyecto de Dios, funda la fe inquebrantable de Abrahán: su fe brota de saberse elegido. Y porque Yahvé le
comunica su plan puede él argumentar su intercesión e interpelar a Dios sobre su justicia. El Patriarca no entiende que
el justo y el malvado perezcan de forma indiscriminada. Y Dios responde: Por los justos podrían salvarse los impíos,
pero no encuentra esos justos. En la oración se muestra la calidad de la relación del creyente con el Dios de la historia,
que comunica de antemano a sus amigos sus proyectos.
Para la reflexión, oración y trabajo personal
LA FE DE MOISÉS. «COMO SI VIERA AL INVISIBLE»
Dios llama a un fugitivo para llevar a cabo su obra de liberación, para sellar la alianza con el pueblo
liberado de la esclavitud de Egipto. La fe introduce a Moisés en un rudo combate, a fin de colaborar en la
obra de Dios. Combate con los opresores del pueblo escogido y combate con el mismo pueblo, proclive
siempre a la infidelidad, pues prefiere las pequeñas seguridades al camino arriesgado de la fe.
Textos
Ex 2, 23 – 3, 15; 19, 1-24; 32, 1-35; Dt 32, 48-52; Heb 11, 23-29
Cuestiones
•
¿Qué rasgos de la fe de Moisés, llamado a colaborar con Dios en la liberación de su pueblo,
destacarías a partir de los textos del Antiguo Testamento?
•
¿Cómo conjuga Moisés la fe en Dios y la confianza y solidaridad con su pueblo?
•
¿Qué te llama la atención de la relectura hecha por la carta a los Hebreos?
•
¿Qué consecuencias sacar para tu vida en medio de los hombres de nuestro tiempo?
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