Download Aproximación a la Antropología Urbana Chilena - cultura
Document related concepts
Transcript
www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf EL CAMPO DE LO URBANO EN LA ANTROPOLOGÍA CHILENA: LO URBANO COMO REFLEXIÓN ANTROPOLÓGICA modernidad, un contemporaneidad. interés centrado en la comprensión de la La obra de Munizaga puede resultar un polémico punto de partida para la antropología nacional. Una disciplina que iniciaría su andar universitario a partir del trabajo de campo en la ciudad y que se centra en las complejas relaciones culturales de una modernidad contemporánea. Una observación de este tipo resultaría algo paradójica ya que si bien existen estos primeros antecedentes aún se cierne sobre la antropología urbana chilena una suerte de sospecha, aprensión de terreno de trabajo sustituto, de un campo que es producto de un oportunista desplazamiento desde una reflexión primigenia que se habría encontrado en la aldea y la comunidad. Dicha sospecha, entonces, podría ser consecuencia de una trayectoria irregular, de un campo de trabajo que no ha logrado consolidar decisivamente problemas y reflexiones propios. Walter Alejandro Imilan Carlos Lange1 Resulta curioso que pese a las tempranas investigaciones antropológicas que se desarrollan en el terreno de la ciudad, a la antropología urbana se le suela asignar una condición advenediza dentro de lo que correspondería la “tradición” de la antropología chilena. En efecto, nos referimos a parte de las primeras publicaciones de antropología universitaria en Chile, correspondientes a un conjunto de trabajos realizado por Carlos Munizaga - protagonista en la fundación de la Escuela de Antropología de la Universidad de Chile -, quien entre los años 1958 y 1961 realizó una serie de investigaciones en la ciudad de Santiago en torno a la migración mapuche. En efecto, el presente texto surge a partir de esta obs ervación paradójica. No hemos propuesto ensayar un diagrama de la trayectoria de este campo de estudios en el contexto chileno, de forma de señalar cuales son los problemas y procedimientos que le han dado forma desde los primeros trabajos realizados en la década de lo sesenta. Estos trabajos resultan de gran interés tanto por sus apuestas teóricas como metodológicas. Entre estos se cuentan Vida de un araucano: El estudiante mapuche Lorenzo Aillapán en Santiago de Chile, de 1960, y Estructuras transicionales en la migración de los araucanos de hoy a la ciudad de Santiago de Chile, de 1961. El primer trabajo trata de una historia de vida realizada a un joven estudiante, activo participante en organizaciones mapuches y representante de una elite política e intelectual indígena asentada en la ciudad. En la segunda publicación, Munizaga despliega un trabajo de campo basado en entrevistas y observación tendientes a indagar, lo que denomina teóricamente como las estructuras transicionales; formas sociales que construyen los grupos migrantes en su 2 proceso de integración a la vida urbana . En estos trabajos se advierte un interés por el fenómeno de la integración, de lo que se podría denominar, de sociedades tradicionales a la vida moderna. Lo que hay en ellos es un interés por desentrañar fenómenos vinculados al desarrollo y la Sin duda que determinar los contenidos de un campo subdisciplinario es complejo: ¿Qué es lo que se puede llamar antropología urbana, más aún en un contexto en que las propias fronteras disciplinarias tienden a ser permeables? El asunto lo podemos definir como la capacidad de una determinada línea de investigación que, más allá de la realización de trabajos en el espacio físico de la ciudad, logra construir objetos de estudio que dan cuenta de las complejidades de las relaciones sociales que se desarrollan en el espacio urbano. Augé (1995), que ha planteado estos asuntos con relación a la construcción de una antropología de la contemporaneidad, se pregunta: “¿Son los terrenos de una disciplina los que permiten su especificidad o, a la inversa, son los procedimientos disciplinarios los que construyen los terrenos a los cuales ellos son aplicados?”. En efecto, nuestro recorrido por la antropología urbana nacional se plantea indagar en la relación entre terreno y procedimientos y, a partir de ésta, en la capacidad específica para construir lo urbano como campo de reflexión antropológico. 1 Los autores son antropólogos de la Universidad de Chile. Más precisamente, Munizaga nos plantea que las estructuras transicionales son: “puentes o mecanismos intermediarios, a través de los cuales los indígenas rurales pasan a la vida urbana. Si hemos hablado de una vasija rural y otra urbana, los mecanismos que aquí señalamos constituirían vasijas transicionales. En el seno de estas últimas se produciría parte de alguna fermentación sociológica, cultural y sicológica de los migrantes rurales que se incorporan a la urbe” (1961:10). 2 Compartimos una advertencia preliminar respecto a nuestro objetivo. El presente proyecto de sistematizar la antropología urbana nacional depara de por sí un ejercicio arbitrario que nos obliga a hacer notar que toda 1 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf reflexión sobre la construcción de un campo se hace sobre la base de una colección particular de trabajos, discusiones e investigaciones y que como toda colección, goza de una innegable parcialidad. La “ciudad moderna” europea del siglo XIX se caracterizó no sólo por sus grandes avenidas, adelantos tecnológicos y gestos arquitectónicos, sino fundamentalmente por la formación de una nueva experiencia para sus habitantes - distintiva y propia, irreducible en sus significaciones – que se ha señalado como un modo de vida urbano (Wirth: 1987). Lo urbano es una forma particular de experimentar el espacio, comprendido como un modo de vida específico que se puede desarrollar o no en las ciudades, ya que hace referencia más bien, a una forma particular de construir relaciones sociales entre grupos heterogéneos, relaciones caracterizadas por vínculos de tipo superficial, anónimos y de carácter transitorio (op. cit.: 1987). Esta definición clásica ha sido complementada más recientemente con el aporte de Delgado (1999) al plantear que el estudio de lo urbano requiere fijar la mirada sobre un espacio cuya característica principal es su permanente estructuración; un espacio de relaciones sociales que no termina por fijarse ya que se mantiene en construcción. Hemos definido una bibliografía para la elaboración de nuestro texto orientada por dos principios de carácter formal. En primer término, nos plegamos a una complicidad gremial. En consideración que la antropología en Chile tiene un desarrollo académico y profesional hegemónico al alero de la institucionalidad universitaria, hemos considerado exclusivamente trabajos realizados por antropólogos de formación universitaria. El segundo principio para la construcción de la colección es la atención a trabajos publicados en instancias de comunicación antropológicas, tales como son los congresos nacionales de la disciplina y revistas especializadas. Una colección guiada por estos dos principios, que por cierto no son suficientes, al menos nos permite trazar un itinerario inicial compuesto por un conjunto de trabajos que construyen un campo de comunicaciones disciplinarias. El principal nexo entre los trabajos seleccionados se sostiene en la aplicación de hipótesis y objetos de estudio que se despliegan en el espacio de la ciudad. Sin bien esto goza de una cierta vaguedad en cuanto la disyuntiva inicial propuesta por R. Durhan (en G. Canclini; 1989, 230) sobre estudios en y de la ciudad ha dado paso a un estudio de lo urbano como punto de inflexión para el despliegue antropológico. Por ello, los trabajos que podemos identificar como de antropología urbana se sitúan en el amplio espacio que ocuparían estas tres nociones. La idea de que las ciudades chilenas se constituyen como un agregado y no como un artefacto deviene en una invisibilización sobre las fuerzas propias de la urbe para el desarrollo de elementos culturales. J. Bengoa (1996) ha planteado que en Chile no se ha constituido una sociedad con carácter urbano debido a que sus ciudades operan y se reproducen bajo el influjo de las fuerzas culturales de la ruralidad, realidad social y cultural arrancada de los cuerpos pero omnipresente en el imaginario. La vida social en la ciudad tiene - a decir de Bengoa- en “la comunidad perdida” su referente. En este sentido, cada grupo social sigue pensándose a sí mismo como un colectivo con fronteras culturales distinguibles y a veces inexpugnables. La búsqueda de las especificidades distintivas del pequeño grupo, el reencuentro con la comunidad, ha marcado fuertemente el desarrollo de la antropología urbana en Chile, impidiendo el estudio de los cruces e intersecciones culturales que constituyen la condición propia de lo urbano. En efecto, existe una suerte de negación por salir a buscar y comprender toda su complejidad; ante ello seguimos examinando aquellas delimitaciones que nos permiten entender los distintos agregados 3 culturales que cohabitan en la ciudad . 1. LA PERSISTENCIA DE LA COMUNIDAD O LA FUERZA DE LO RURAL Una observación general sobre la ciudad chilena nos plantea la importancia definitiva de su relación con lo rural - a través de las migraciones permanentes - para su configuración. Desde esta perspectiva, son las fuentes de la ruralidad las que moldean y dinamizan la ciudad. La ciudad chilena, entonces, se comprende como un agregado de formas, funciones y personas que adquieren paulatina presencia sobre un territorio. Este carácter de agregado se opondría a la ciudad comprendida como un artefacto, que a nuestro juicio responde al de una configuración formal, funcional y cultural con una realidad propia, con una lógica interna claramente identificable y con una dinámica de reproducción particular que dispone sus elementos a partir de una pulsación forjada en su interioridad. 3 En un notable trabajo del escritor C. Franz titulado “La muralla enterrada” (2000, Planeta: Santiago) la geografía cultural de la ciudad de Santiago es reconstruida a partir de las imágenes literarias de la novela nacional. Como consecuencia, el Santiago imaginario está constituido de “territorios morales” como sí de regiones inexpugnables se tratase. El trabajo de Franz refuerza la idea de que el imaginario sobre nuestras ciudades se encuentra influenciado por esta noción de comunidades cerradas, la mayor de las veces incomunicadas entre sí. 2 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf heterogeneidad cultural se ven enriquecidos y mucho más delimitados con la progresiva incorporación de investigaciones alusivas a los fenómenos subculturales en el espacio urbano. En efecto, esta línea de investigación permite desarrollar un mayor énfasis en el hecho de que la diversidad sociocultural no es sólo producto de la diferenciación de clases y la estratificación social, sino más bien trasladan estas características hacia el ámbito de relaciones entre cultura y subjetividad. Justamente la definición de subcultura propuesto por Recasens constituye una muestra en este sentido: “(…) se entiende a la subcultura como un segmento de la cultura global, que posee algunas características culturales que le son propias y que la hacen distinguible y particularizable del resto de la cultura. Esta segmentación de la cultura global está referida principalmente a factores de carácter étnico, laboral, geográfico, religioso, económico, etc.” (1980: 5). Trabajaremos esta hipótesis a partir de la revisión de dos terrenos específicos, dos ámbitos de trabajo que agrupan investigaciones que dialogan entre sí y que han logrado una cierta visibilidad como campos de reflexión para la construcción de una antropología urbana chilena. El primer ámbito de trabajo agrupa una serie de estudios sobre fenómenos subculturales que se desarrollan al interior de la ciudad, mientras que el segundo indaga fenómenos referidos a la etnicidad urbana. 2. SUBCULTURAS URBANAS COMO LAS FUENTES DEL TRABAJO DE CAMPO URBANO No cabe duda que una de las principales entradas desde la antropología al tema de la alteridad en el espacio urbano ha sido desarrollado a partir del análisis de los fenómenos subculturales, cuyo estudio se inicia en la segunda mitad de los años ‘70 en el seno de la Universidad de Chile. Por una parte, este tipo de formulaciones permite una apertura desde variables sociológicas como es la estratificación social, hacia variables de análisis cultural como son las representaciones de tipo étnico, religioso, político, etc. Por otra, permiten sustentar la noción de que las unidades o grupos subculturales trascienden las delimitaciones físico-territoriales utilizadas comúnmente en los estudios urbanísticos o de planificación urbana – como la Escuela de Chicago, por ejemplo – y, por tanto, que la heterogeneidad cultural traspasa con mucho cualquier intento de identificación y delimitación territorial. Uno de sus primeros antecedentes en este sentido lo constituye el documento presentado en 1977 por C. Munizaga, Romieux, Recasens y S. Martinic, denominado Heterogeneidad Urbana. Como su nombre lo indica, éste contiene una primera aproximación al estudio de los centros urbanos como una realidad eminentemente compleja, estableciéndose “(…) la constatación de formas sociales heterogéneas que configuran como un mosaico las formas físicas y sus contenidos humanos en el contexto del Gran Santiago”. Dichas formas sociales constituyen núcleos, módulos y comunidades, las cuales poseen una estructura propia que las condiciona como micro-sistemas culturales. La heterogeneidad de estas formaciones se expresa en indicadores sociales como las pirámides de edad - que indican formas de vida y relaciones sociales diferenciadas, actividades, necesidades y expectativas particulares -, índices de población activa - que nos indican principalmente aspectos relacionados con los rubros de actividad y los contextos cotidianos en que se desenvuelve la población, tanto a nivel formal, funcional y simbólico -, entre otros. Las distintas formas de apropiación del espacio derivadas de este tipo de factores se expresarán en el uso diferenciado de la infraestructura, equipamiento y servicios urbanos por parte de los habitantes de la ciudad. Una breve revisión de los simposios y ponencias presentadas en el transcurso de los cuatro congresos chilenos de antropología desarrollados desde 1985 hasta la fecha nos permiten observar parte de lo que acabamos de expresar. El Primer Congreso Chileno de Antropología, celebrado en la ciudad de Santiago en noviembre de 1985, tuvo un Simposio de Antropología Urbana compuesto por la presentación de tres ponencias: "Lo Popular: Notas sobre la Identidad Cultural de las Clases Subalternas" de C. Piña; "La inhalación de Neoprén en la Juventud Pobladora", de M. Segall y P. Díaz; y "El Comercio Sexual en Chile: Nuevas Dimensiones de la Crisis y Descomposición Social" de J. C. Skewes. Si bien cada una de estas presentaciones cumple con el paso lógico de establecer que sus respectivos problemas de investigación se constituyen a partir de su vinculación con la sociedad mayor, en ningún momento abordan un análisis sobre las condiciones estructurales de la vida urbana que propician su desencadenamiento y reproducción. En este sentido, sólo se limitan a dar cuenta y describir la existencia de un determinado problema. Si bien las distinciones conceptuales que se desarrollan en este documento pueden ser consideradas un tanto gruesas y de un carácter más cercano a la sociología cuantitativa, el desarrollo de los estudios sobre 3 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf una referencia a la tendencia ya identificada por autores clásicos de la sociología urbana - Tönnies, por ejemplo- a analogar los fenómenos urbanos con los procesos de modernización característicos de las sociedades complejas, así como la ruralidad aún aparece asociada a las formas sociales comunitarias. Desde esta perspectiva, los fenómenos subculturales aparecen sólo como una expresión de determinados estados de modernización social y cultural, más no como un problema en sí mismo. Incluso si atendemos simplemente a los tipos de problemas identificados: clases subalternas, inhalación de neoprén y comercio sexual, nos preguntamos si constituyen estas realidades un fenómeno estrictamente urbano. En general, lo urbano refiere al contexto en el cual estos distintos fenómenos aparecen y se desarrollan, pero no se tematiza la existencia de una problemática común a todas ellas. Quizás sólo la referencia a una situación de complejidad cultural que nos sorprende, fenómenos sociales que impactan por la experiencia de marginalidad social en que se desarrollan, frente a los cuales sólo es posible dar cuenta de ellos a partir de experiencias muy particulares. No obstante lo anterior, creemos identificar la existencia de condiciones propicias para la formulación de un segundo momento en el desarrollo y evolución de la antropología urbana chilena, como es pasar desde la constatación y descripción de realidades desconocidas o negadas por la cultura oficial, a identificar y analizar los mecanismos o dispositivos a partir de los cuales dichos fenómenos se producen, se cruzan y coexisten de manera permanente. Es sólo en este sentido que lo urbano deja de ser un mosaico de realidades diferenciadas y delimitadas culturalmente para constituirse en el mecanismo político, económico y cultural que posibilita los cruces y yuxtaposiciones entre realidades y sentidos culturales diferentes. La ausencia de una especificidad en los problemas de investigación y en los objetos de estudio definidos como urbanos se muestra con toda claridad en los dos siguientes congresos de antropología. En efecto, de los veintiséis simposios realizados en el marco del Segundo Congreso Chileno de Antropología realizado en la ciudad de Valdivia en 1995, ninguno de ellos se aboca específicamente a la antropología urbana. En contraste, la concentración de ponencias en determinados simposios muestra la 4 consolidación de nuevas áreas de interés en la antropología chilena . Sin embargo, quizás el rasgo más importante es la presencia de simposios construidos no ya a partir de nuevas especializaciones sino más bien configurados desde áreas temáticas transversales. Uno de ellos, que llama especialmente la atención, es aquél referido a "La cuestión indígena urbana en Chile", con 3 ponencias, ámbito de trabajo que precisaremos más adelante. En la actualidad, los estudios alusivos a los fenómenos subculturales y más aún, a la cultura urbana en general, se han visto fortalecidos gracias a la masiva difusión de la antropología interpretativa y, principalmente, al impulso que han significado las investigaciones sobre los imaginarios urbanos latinoamericanos desarrollados por autores como Néstor García Canclini, Armando Silva y Jesús Martín Barbero, entre otros. Sin duda que el gran aporte de estos últimos al desarrollo de una antropología urbana latinoamericana consiste en haber tematizado las diversas formas de incorporación de aquellos bienes y productos culturales latinoamericanos a los circuitos de producción, distribución y consumo cultural que operan a nivel transnacional. El hecho de que la antropología urbana haya sido capaz de identificar estos mecanismos y sus formas de funcionamiento constituye un claro ejemplo de cómo podemos acercarnos a explicar aquellos factores estructurales de la cultura urbana y su importancia en la generación de nuevas formas de identidad, pertenencia e interacción social, para así trascender por fin los meros ejercicios descriptivos y denotativos antes descritos. Por su parte, el Tercer Congreso Chileno de Antropología, realizado el año 1998 en la ciudad de Temuco, tampoco nos presenta ponencias en el campo específico de la antropología urbana. En este caso, y siguiendo la tendencia observada en el congreso anterior, podemos establecer que el desarrollo de problemáticas asociadas a contextos urbanos aparecen generalmente vinculadas a otros ámbitos de especialización, como es el caso, por ejemplo, de aquellas ponencias que hacen referencia a las relaciones entre lo local y lo global en la cultura, las cuales se inscriben en simposios de Medioambiente, Cultura Organizacional y Modernización del Estado, entre otros. A nuestro juicio, ello no sólo se explica por asumir lo urbano como un ámbito meramente contextual, sino además constituye Una de las temáticas más abordadas en este sentido es precisamente aquélla que hace referencia a la construcción de las identidades y pertenencias en tribus urbanas y las formas de consumo cultural entre los 4 Los simposios más destacados por su convocatoria fueron: "Antropología y Género" con 12 ponencias, "Antropología Médica" con 8 ponencias, "Uso del espacio en las sociedades andinas en el pasado y el presente" con 7 ponencias, "Antropología Poética" con 7 ponencias, y "Comunicaciones" también con 7 ponencias. 4 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf jóvenes que resaltan la importancia de los cruces culturales por sobre la búsqueda de sus especificidades. rígidas y delimitadas que hemos reconocido en el período anterior, definiendo de esta forma no sólo nuevos y más precisos objetos de estudio para la antropología, sino que además exigiendo el desarrollo de nuevas estrategias metodológicas que permitan dar cuenta de identidades que se configuran en permanente movimiento. Andrés Recasens nos entrega una visión de este fenómeno a partir de su investigación denominada Las Barras Bravas (1999), en la cual explora la formación de identidades y pertenencias de jóvenes santiaguinos en torno a su participación, marginal por cierto, en las hinchadas de los equipos de fútbol de mayor convocatoria en el país. Resulta interesante observar cómo identidad y pertenencias quedan refrendadas a partir de una "historia fundante" que incorpora mitos de legitimación, formas de lenguaje y estrategias particulares de dramatización, las cuales expresan sus sentimientos, lealtades y pasiones. El carácter urbano de este tipo de fenómenos se expresa justamente en la capacidad que tienen estos grupos de hacer circular esas formas de identidad por sobre las distinciones sociales y culturales que se construyen en la sociedad mayor, haciéndose visibles y reconocibles para una gran mayoría de la población. Es justamente la circulación de este tipo de mensajes identitarios por medio de distintas formas de consumo cultural, de difusión en los medios de comunicación (principalmente hechos de violencia retratados en noticiarios televisivos y periódicos) y su manifestación "ceremonial" en una cancha de fútbol, que les permite entablar relaciones de alteridad y extrañamiento con una sociedad que los integra en sus representaciones culturales por medio de un estereotipo construido en base a la criminalización. De esta forma, los barristas no sólo se apropian de un espacio físico – como resulta el estadio -, sino que además logran ganarse un protagonismo y una posición particular dentro de ese relato plagado de exitismo, chauvinismo y admiración -como es el fenómeno del fútbol en Chile - lo que les permite también la apropiación de un espacio simbólico dentro de la sociedad mayor. La definición de identidades culturales no ya desde la permanencia y la adscripción territorial sino más bien a partir del desplazamiento y la circulación realizado por Matus está en consonancia con un conjunto de trabajos presentados en el marco del Cuarto Congreso Chileno de Antropología, realizado en Santiago en noviembre del año 2001. En ellos se asume que la influencia de nuevos circuitos de centralidad y movilidad espacial al interior de los grandes centros urbanos constituye otro factor de carácter estructural que es necesario analizar para comprender la 5 configuración de la cultura urbana contemporánea . El trayecto que exhibe esta reseña de las ponencias presentadas en el Cuarto Congreso Chileno de Antropología no es menor, por cuanto ellas dan cuenta de una actitud de reencantamiento hacia la antropología urbana y una renovación de sus ámbitos de interés, los cuales han permitido incluso la presentación de ponencias de profesionales provenientes de disciplinas como la arquitectura, la sociología, etc. En síntesis, consideramos que es desde el análisis de los nuevos dispositivos de reproducción cultural que la antropología puede hacer su aporte al estudio de lo urbano, presentando a su habitante en toda su complejidad. La construcción de diversos modelos de identidad y el establecimiento de nuevas formas de vínculo social - nuevas formas de apropiación y construcción del espacio habitado, entre otros -, que se configuran a partir de la movilidad y el desplazamiento propio de los centros urbanos, constituyen antecedentes importantes para comprender la conformación de un nuevo objeto y nuevos problemas para el desarrollo de la especialidad en nuestro país. Otro caso a resaltar son las investigaciones realizadas en torno al carrete juvenil por C. Matus. Sobre la base que el consumo cultural constituye un "espacio móvil, de intersección y tránsito habitado por distintos grupos de consumidores", el autor nos da cuenta de la forma como este dispositivo de la cultura contemporánea se convierte en un proveedor de imágenes y estereotipos asociados a las distintas corrientes de tribus urbanas existentes en Santiago. En ese sentido, el consumo cultural puede ser entendido como un ejercicio de construcción permanente de formas de identidad y establecimiento de relaciones de pertenencia a grupos sociales cuya constitución misma deviene flexible y fragmentaria. Este carácter de poca estabilidad y permanencia, que tiene en la producción de imágenes su principal referente, actúa en abierta oposición a las formas tradicionales, 5 5 Ver especialmente las ponencias de Leiro (2001) y de Cerda (2001). www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf 3. INDÍGENAS EN LA CIUDAD, LO ÉTNICO DISLOCADO África Central de mediados del siglo XX. Dichos estudios planteaban indagar la redefinición de identidades étnicas en las ciudades de administración colonial británica; intentaban dilucidar la persistencia o no de rasgos étnicos de identidad por parte de los migrantes al interior de la ciudad como consecuencia de la adopción de nuevos roles y de nuevas condiciones de habitabilidad, la subordinación a nuevas estructuras políticas y la adopción de una serie de elementos societales de orden general a los que se enfrenta todo inmigrante. El estudio de sociedades étnicas en Chile goza de una producción y de una vitalidad que permite la convi vencia de diversos programas de investigación y reflexión, sin duda que este campo disciplinario es el de mayor desarrollo en la antropología nacional. Los grupos indígenas más visitados corresponden a mapuches, en sus diversas configuraciones regionales, y grupos de tradición andina: aymaras, atacameños (Lican Antay) y recientemente quechuas. En este contexto, la mirada sobre las relaciones entre lo étnico y lo urbano no han resultado inesperadas. Tal como planteamos en el inicio de esta presentación los tempranos trabajos de C. Munizaga son el primer referente en este ámbito de trabajo. No obstante, y pese a esta prematura aproximación, será a partir de la década del ‘90 cuando lo étnico urbano se consolide como un ámbito de reflexión, en cierto sentido urgente para comprender las sociedades indígenas contemporáneas. Según Ancán (1994), este impulso tuvo su catalizador en el impacto que generaron los datos censales del año 1992 que dieron cuenta de una importante cantidad y porcentaje de población de origen 6 indígena residiendo en ciudades . Para el desarrollo de sus investigaciones utilizaron objetos teóricos de la antropología clásica, tales como las relaciones de parentesco, estructuras políticas y de intercambio, entre las más relevantes. Es decir, se apoyaron en el desarrollo conceptual de la antropología que contemporáneamente estudiaba a las sociedades tradicionales en sus “aldeas” bajo los regímenes coloniales. Sin embargo, pese a no renovar objetos teóricos, sí aplicaron innovadoras técnicas metodológicas para desplegar estos 7 conceptos en el espacio urbano . Ahora bien, no es nuestro objetivo ahondar sobre el desarrollo de esta Escuela, sino compartir lo que podría ser una hipótesis general que cruza su trabajo, la cual se puede señalar como la progresiva pérdida de elementos identitarios de tradición étnica al interior de las ciudades. Dichos antropólogos se centraron en dar cuenta de la descomposición social y cultural de los migrantes indígenas como resultado de su adecuación a un espacio urbano que implicaba el ingreso a una sociedad moderna basada en un modelo de desarrollo industrial. En efecto, los estudios señalarán por ejemplo, que las decisiones de los migrantes, tales como la formación de relaciones de alianza, ya no se encontrarían supeditadas a estructuras de parentesco de origen tribal, sino a estructuras resultantes de la división social del trabajo industrial. En este sentido, M. Gluckmann, el principal referente de esta escuela afirmará que “un urbícola africano es siempre un urbícola”, de la cual se desprende que es una suerte de conclusión del conjunto de investigaciones de la Escuela de Manchester - que un inmigrante indígena debe ser comprendido con relación a la sociedad industrial de la que forma parte una vez asentado en la ciudad; La “etnicidad africana” en este caso, es irrelevante. En consecuencia, lo urbano prevalece, anula e invalida la reproducción de las tradiciones particulares a través de la imposición de sus dispositivos de orden social y cultural. Actualmente la investigación en este ámbito tiene dos características; por una parte, no forman un cuerpo ni abundante ni diverso de estudios – hay una mayoría que se centra en mapuches residentes en Santiago por ejemplo -, y por otro, según nuestro parecer, aún se encuentra en un momento de exploración de fenómenos, de asentar ciertos sentidos y orientaciones que podrían permitir desarrollar estudios en profundidad de esta nueva dimensión cultural de las sociedades indígenas. En efecto, ambas características se manifiestan en una elección de objetos de estudios similares y de un carácter exploratorio en los objetivos e hipótesis de las investigaciones. Según nos ilustra Hannerz (1996), los primeros estudios sistemáticos de antropólogos con relación a fenómenos de etnicidad urbana fueron desarrollados por los miembros del Rodhes-Livingstone Institute, posteriormente conocido como Escuela de Manchester, en ciudades de 6 El Censo Nacional del año 1992 fue el primero que intentó registrar la cantidad de personas que se identificaban con alguna de las etnias mapuche, aymara y rapa nui. La población identificada con algunas de estas etnias se contabilizó en 998.385 personas. En dicha medición los mapuches se contabilizaron en 928.060 personas, cercano al 10% de la población total del país (se registraron solo los mayores de 14 años), el 80% de ellos residían en zonas urbanas y, particularmente, 409.079 mapuches habitaban en la ciudad de Santiago. 7 La aplicación de métodos etnográficos al contexto urbano resulta ser una de las grandes innovaciones de lo miembros de esta Escuela, tal como lo hace J.C. Mitchell en el clásico “Social Networks in Urban Situations: Analyses of Personal Relationships in Central African Towns” (1969, Manchester University Press: Manchester) 6 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf Esta breve digresión sobre los primeros trabajos de etnicidad urbana nos permite situar y poner en relación un cierto sentido de unidad que se identifica en los trabajos desarrollados en Chile. Estos se pueden agrupar en torno a la misma pregunta que plantea la Escuela de Manchester, pero su hipótesis es el inverso lógico, es decir: Los migrantes indígenas asentados en la ciudad logran reactualizar su cultura de origen y desarrollar un proceso de reetnificación pese a la represión a lo étnico que ejerce la vida urbana. Señalar esta hipótesis, no supone explicitar la evidente negligencia que significaría no reconocer los procesos de chilenización o aculturación al interior de la ciudad, sino más bien, dar cuenta del interés más o menos general que guía las investigaciones y de los resultados que exponen. translocales y recientemente de migraciones transnacionales, indígenas o no indígenas, que han decidido arriesgar un futuro en la ciudad no accediendo más que a poblaciones periféricas de construcción progresiva, sin planificación, suburbanizadas y donde campean la economía informal, el sub- y desempleo. En este caso, la morfología y funcionalidad de la ciudad de los migrantes es la de una ciudad genérica. El autor confirma esta apreciación de una ciudad definida en sus caracteres generales y no distintivos al plantear que: “(…) en muchos aspectos las distintas ciudades latinoamericanas y del mundo son la misma ciudad, se percibe que las pautas de comportamiento, la ordenación de los usos y los flujos internos de mercancías y personas, obedecen al mismo patrón de funcionamiento” (Gissi, 2001: 63). Nos ocuparemos en presentar dos elementos que componen esta hipótesis general. Primero, sobre la noción e imagen de la ciudad o de lo urbano que se construye a partir de ella, y posteriormente, revisar cuál es el objeto de estudio con el que se trabaja, el cual debiera dar cuenta de un proceso de reetnificación urbana. Para nuestra revisión hemos seleccionado un par de investigaciones que son parte de un trabajo sistemático sobre migraciones mapuches y aymaras, y que nos parecen, si es justo plantearlo así, representativos en las formas de construir el terreno de la etnicidad urbana. Si los aspectos formales de la ciudad se expresan en forma clara, la dimensión cultural de la urbe se despliega de forma implícita a lo largo del texto, accediéndose a ella a partir de la sistematización de enunciados, juicios y afirmaciones que surgen como datos de contexto. De ellos podemos consolidar las siguientes ideas: la cultura dominante de la ciudad reprime la expresión étnica; la ciudad discrimina a la diferencia, a su vez que la hostilidad resultante obliga a la adaptación. En efecto, estos enunciados construyen en término negativos la ciudad; La vida urbana atenta la reproducción cultural de los migrantes en cuanto indígenas, descomponiendo sus subjetividades basadas en una memoria ancestral. El primer trabajo al que nos referiremos, y que servirá de conductor, es una investigación realizada por N. Gissi (2001) en que nos presenta una revisión respecto al proceso actual de reetnificación de la sociedad mapuche y, particularmente, de la experiencia de este proceso por parte de migrantes mapuches asentados en la Comuna de Cerro Navia de la ciudad de Santiago. Nuestro interés específico refiere sólo a los elementos que mencionamos anteriormente, pues los alcances de este trabajo, como los otros a los que aludiremos, exceden nuestro propósito particular ya que ellos contienen una gama de intereses específicos. Esta falta de prolijidad para definir la ciudad y el espacio urbano que se desarrolla en ella, y una respectiva sensibilidad negativa no es exclusividad del estudio al que aludimos, más bien es una aproximación que se comparte en diversos trabajos y pasa a formar parte de un sentido común de las investigaciones en este terreno (Aravena, 1998 y 2003; Tabilo et.al, 8 1995 ). En suma, la ciudad es una realidad opaca tanto por sus precarias condiciones de habitabilidad como por su afán de dominio homogeneizante. La primera observación surge respecto a la construcción del espacio donde residen los migrantes mapuches. La ciudad es definida a partir de elementos urbanísticos y sociales de sectores pobres y marginales. La ciudad se caracteriza como una estructura física deficientemente equipada para acoger a sus residentes; carencia de servicios básicos, limitado acceso a servicios educacionales y de salud, insuficientes y precarias viviendas, problemas de transporte, etc. Esta imagen explícita del espacio urbano, evidentemente, no es parte de una experiencia particular de los migrantes mapuches, más bien es una compartida por miles de migrantes En este contexto, el proceso de adaptación sociocultural del migrante se caracteriza como traumático: “En la metrópoli, las categorías de conocimiento mapuche se ven marcadas por la duda, por la incertidumbre, verdaderamente existencial, de escindir el terreno de las convicciones íntimas y las configuraciones del nuevo mundo social” (op. cit., 2001: 102). En este escenario, el migrante se encuentra sometido a dos posibilidades: 8 Este trabajo corresponde a una publicación en el marco de la Investigación “Indígenas en la ciudad: Los migrantes aymará en las áreas urbanas de la Región de Tarapacá” Proyecto Fondecyt 194109 dirigido por Héctor González. 7 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf o enmascara su identidad intentando incorporarse rápidamente a la cultura dominante, borrando las huellas de su origen y diferencia, o reconstruye su identidad étnica a partir de la participación de colectivos desarrollados en la urbe que reproducen elementos identitarios. Si el migrante se encuentra en una situación de agresión en la ciudad, entonces buscará agruparse con los suyos como una forma natural de protección. Las organizaciones de aymaras en las ciudades de Arica e Iquique permitirían cumplir con este objetivo tal como lo expresa Tabilo: Frente a esta disyuntiva surge la segunda observación sobre los trabajos en este terreno. Como planteábamos, la hipótesis general que guía los estudios nos plantea la reetnificación en el medio urbano de los migrantes, que en estos términos equivale a indagar en cómo se desarrollan estrategias que permiten hacer frente a la hostilidad de la ciudad para la permanencia y reproducción de las identidades indígenas. Ahora bien, el objeto de estudio que se construye en cuanto generador de estas estrategias son las organizaciones de indígenas urbanos, con especial énfasis en las de carácter formal. En efecto, se centra la mirada en formaciones asociativas para desentrañar los procesos de reetnificación en este nuevo medio, un medio que no sólo los reprime en su diferencia, sino que también establece un nuevo campo de comunicaciones sociales y culturales que predisponen la disolución de “lo indígena”. Las actividades que realizan las organizaciones estudiadas son variadas, aunque en el caso de las mapuches están casi exclusivamente vinculadas a una dimensión ritual; a su vez, en el caso aymara se incorporan objetivos de tipo económico y de recreación. “Se construye un espacio de ‘refugio cultural’, de resguardo psicológico contra la discriminación, quizás el único ámbito de la ciudad donde el migrante deja de ser ‘otro’ que ocupa un espacio que siente que no le pertenece (…) al constituirse como un espacio donde se relaciona con los suyos evitando la mirada del otro, el resto no aymara de la sociedad urbana (…). El migrante aymara ha elegido constituir un espacio aparte, donde no lo hagan sentirse como un ‘otro’ extraño y rechazado.” (Tabilo, 1995: 29) La construcción de este espacio de ‘refugio cultural’ tendrá por objeto recomponer una identidad que se ha ido desgajando desde el momento en que se dejaron las comunidades originarias. Para los mapuches en Santiago, Gissi ex pone el valor de esta función; “(...) el sentimiento de soledad del migrante, alude a la nostalgia de un cuerpo del que fueron arrancados, es nostalgia de lugar, es el recuerdo del espacio de origen del grupo como pueblo, la comunidad reduccional. Sin embargo, la etnicidad se encuentra parcialmente recompuesta en estas neocomunidades urbanas.” (2001: 120). La importancia de fijar la atención en estas formaciones asociativas la expresa Aravena (2003) de la siguiente forma: “Así como en la sociedad mapuche de las comunidades rurales el espacio social se construyó en torno al sistema reduccional, en la sociedad mapuche post-reduccional urbana, es en la organización donde se reproduce el espacio social de la comunidad.”9. Se desprende, entonces, que el es tudio de las organizaciones no es sólo un medio metodológico funcional, sino que remite a una unidad básica para comprender el fenómeno indígena urbano, es decir, se constituye efectivamente en un objeto de estudio. Sin embargo, al igualarla como unidad conceptual con la comunidad (originaria y rural), administra de antemano la hipótesis de reetnificación urbana a la que aludíamos inicialmente, lo cual le resta capacidad analítica. Revisemos brevemente algunos elementos con los que se construye este objeto. Ahora bien, hay una lectura sensible y algo afectada sobre esta relación; surge con fuerza la ‘comunidad pérdida’ en el mismo sentido que planteamos anteriormente la nostalgia por lo rural, una sensibilidad que habla de un espacio que se extraña por su densidad cultural, ritual y religiosa, por sus relaciones sociales ricas del cara a cara y por la voluptuosidad con la que se expresan las subjetividades en ese espacio extraviado. Esta noción conlleva a que la mirada de estas neocomunidades sea con relación a las comunidades de origen, que se intentan recuperar, estableciendo un circuito cerrado entre dos territorios; “se recrea la cultura en tierras urbanas”, concluirá Gissi (2001: 189). 9 A grandes rasgos, el régimen reduccional se identifica como el proceso que experimenta la sociedad mapuche, desde finales del siglo XIX, cuando es circunscrita a territorios comunitarios por el Estado chileno como consecuencia del ingreso del ejército chileno a los territorios al sur del río Bío-Bío. Este régimen perdurará hasta la década de 1980, cuando los territorios pierden su condición de comunitarios acelerando el proceso de migración como producto de un empeoramiento relativo de las condiciones materiales de reproducción. 8 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf En efecto, en la ciudad estas neocomunidades anulan las condiciones de complejidad que conlleva el espacio urbano. En gran medida en ellas se 10 expresa una construcción de tipo monológica de la identidad , es decir como un proceso en que sólo se consideran relevantes los elementos internos del grupo social para la definición de su identidad. En este contexto lo étnico, como una identidad particular construida en el devenir de una tradición, se actualizaría a partir de un monólogo desarrollado en el seno de este “refugio cultural”. Lo contrario, una actualización a partir del diálogo cultural con su entorno heterogéneo es evitado mediante la “invisibilidad” o el “enmascaramiento” de su identidad como estrategia para 11 hacer frente a la discriminación . estudio de lo étnico. Y esto corresponde, dicho de una manera más directa, a que en el terreno de lo urbano se ha encontrado un substituto de la comunidad como una realidad territorial para el estudio de las culturas indígenas. Ahora bien, esta es una forma de aproximarnos a las limitaciones presentes en la construcción de un objeto urbano de estudio en las investigaciones referidas. Sin embargo, la limitación tiene un alcance mayor, en efecto, llama la atención la aplicabilidad de la crítica de Signorelli formulada para la Escuela de Manchester a los trabajos chilenos, aún considerando que ambos conjuntos de trabajos se sitúan en puntos opuestos del debate, lo cual nos conduce a concluir que la observación de las variables externas - “la interdependencia de los grupos sociales y la interrelación de las culturas” - sería la gran ausente como objeto de estudio de la antropología aplicada a fenómenos urbanos. Junto a este carácter monológico con el que se observa la identidad étnica urbana podemos participar de la crítica principal que desarrolla Signorelli (1999) para la Escuela de Manchester. Observación que goza de una interesante pertinencia al plantear para dichos trabajos que: No obstante lo anterior, de los trabajos referidos se desprende una sugerente perspectiva, la cual es comprender el fenómeno de etnicidad urbana - mas allá de la búsqueda de equivalentes entre el campo y la 12 ciudad - en la formación de un nuevo espacio que excede esta dualidad integrando ambos territorios. Aquí nos enfrentaríamos a la emergencia de una nueva lectura respecto a este fenómeno, una que da cuenta de una experiencia espacial que vincula territorios donde prevalecen prácticas de múltiples residencias y que darían pie para la construcción de identidades 13 en diáspora o en movimiento . Para el caso mapuche, por ejemplo, se concluye que “dicho término [el de mapuche urbano] cristaliza al individuo como ‘urbano’ o ‘campesino’, no dando cuenta del fenómeno aquí visto del ‘ida y vuelta’, esto es, del doble proceso de la migración mapuche: campociudad y, viceversa, ciudad-campo” (Gissi, 2001: 193). Esta idea se comparte para el caso aymara, aunque probablemente con otros alcances debido a la dinámica de movilidad histórica de las sociedades andinas, al plantear que “las organizaciones económicas (…) responden más bien al fenómeno de articulación rural-urbana que parece sustentar la sociedad aymara actual para su reproducción” (Tabilo et.al, 1995: 32) “Las fuerzas externas son asumidas como una constante y, por ello, igualadas a cero; y las únicas variables tomadas como independientes son las internas. La interdependencia de los grupos sociales y la interrelación de las culturas, productos evidentes del urbanismo y de las migraciones en la ciudad, una vez más no se vuelven objetos de investigación” (op. cit.: p.75) Efectivamente, el objeto de estudio que se construye, la Organización, se desentiende del resto de la urbe en vez de integrarse en el complejo entramado que ofrece la ciudad para la redefinición de identidades en un contexto del ‘otro generalizado’. De esta forma, se opta por el diálogo interno de la sociedad indígena, una especie de condición autista, de un trayecto identitario que va de la comunidad a la organización (neocomunidad) para luego volver al origen, cerrando exitosamente su círculo hermenéutico. En la construcción de este objeto de estudio, se desprende la aplicación o adecuación de los mismos procedimientos teóricos y metodológicos que se despliegan en el terreno de lo rural para el 10 Este concepto ha sido trabajado por Taylor (1993) para dar cuenta de las identidades que se conciben construidas por un grupo cultural a partir de elementos exclusivamente internos de dicho grupo. Particularmente Taylor aplica este concepto para dar cuenta del desarrollo de los identidades nacionales y de las características que adoptan los discursos que las construyen. 11 Esta noción de “enmascaramiento” ha sido trabajada por varios autores: Ancán, J. (1995), Gissi B, Montecinos, S. (1990), entre otros. 12 La distinción entre campo y ciudad, tal como se sospechará, remite a una diferencia tanto de espacio como de tiempo, el de la comunidad (Gemeinschaft) y el de la sociedad (Gesellschaft ) en su distinción más clásica. 13 Estos conceptos han sido desarrollados por antropólogos como U. Hannerz y A. Appadurai en relación a procesos de formación de identidad y sentidos de pertenencia en el contexto de las migraciones transnacionales contemporáneas. 9 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf Lo interesante de estas conclusiones es que surge un fenómeno que excede la experiencia espacial de territorios discretos y particulares. A partir de la experiencia en la ciudad se construye un espacio cultural que articula quiebres y continuidades de la memoria étnica. Este espacio de carácter urbano permite vincular la ciudad y el campo y dar cuenta de una sociedad que se despliega en estos dos terrenos. Si bien aún no se identifican objetos de estudio que permitan trabajar la relación entre migrantes y el resto de la ciudad, el hecho que las conclusiones de los trabajos aludidos planteen la formación de este nuevo espacio de comunicación, de tráfico de ideas, símbolos y objetos, empieza a fijar un nuevo escenario donde no será posible comprender las sociedades indígenas contemporáneas sin repensar la construcción de este espacio y todas y cada una de las relaciones que se establecen en su seno. estos tienen un carácter transitorio y un alcance parcial. Segundo, porque la noción de territorio no es la más adecuada para plantear la experiencia espacial que se despliega en las ciudades contemporáneas (o más bien en el mundo contemporáneo), pues refiere a un vínculo fundante de identidad, que opera como el mandato externo de un lugar para significar, obviando la potencia de la vivencia cotidiana presente en los itinerarios reales e imaginarios que los habitantes desarrollan en la ciudad y que tiene un rol fundamental en la construcción de la experiencia con ese espacio. Estas ideas nos señalan la necesidad de trabajar sobre fenómenos culturales de la contemporaneidad que se despliegan sobre un espacio de tipo antropológico, en palabras de Merleua-Ponty; un espacio que se construye a partir de experiencias de tipo pre o extra reflexiva, un espacio inminentemente vivencial. La reconstitución de nuestras “comunidades pérdidas” en la ciudad nos ha impedido observar otros conjuntos de relaciones que se encuentran “trabajando” sobre las identidades discretas que cohabitan en el espacio urbano. Planteamos, por ejemplo, procesos de des o re etnificación sin aún identificar cómo dar cuenta de ellos en redes de relaciones más amplias que la pura organización formal o a partir de eventos adjetivados – de conmemoración ritual - para cumplir funciones específicas, u observamos tribus urbanas como si fuera de ellas sus miembros no tuvieran existencia y no reportaran elementos para su propia redefinición. 4. Epílogo Desde los primeros estudios de la Escuela de Chicago hasta no hace poco tiempo se establecía una identidad entre lo que significaba habitar una ciudad y desarrollar una cultura de tipo moderna, incorporando una serie de distinciones relacionadas: campo / ciudad, comunidad / sociedad y, por supuesto, tradición / modernidad. Sin duda que en el actual desarrollo de la reflexión estas distinciones han perdido capacidad discriminatoria, y por tanto, explicativa. A la vez que las tradiciones se funden, reactualizan y superponen, los límites entre el campo y la ciudad se hacen más difusos, nuestros pueblos cada vez tienen más rasgos de urbe al tiempo que en nuestras ciudades perviven rasgos de nuestros pueblos. Son estos procesos de hibridación cultural - la ecúmene global o como guste llamársele según el alcance al que aluda - lo que ha confundido las fronteras entre territorios locales. Por ello, la cuestión no es la ciudad como un lugar con características formales, sino lo urbano como un espacio social que precipita una dinámica de relaciones. A pesar de los tempranos trabajos en el campo de la ciudad, la antropología urbana aún no logra construir un campo distintivo, en parte – probablemente - por el trayecto zigzagueante que ha tenido la producción en este terreno, tal como se expresa en la revisión de los Congresos de la disciplina. A su vez, su mirada centrada más en los agregados que cohabitan en la urbe, por sobre comprender a ésta como un artefacto, nos ha dejado sumidos en la nostalgia de la comunidad perdida; ya sea la organización indígena, la tribu urbana o el barrio. Sin embargo, los trabajos más recientes auguran la formación de programas de investigación orientados al desarrollo de una reflexión sobre los significados y prácticas que se llevan a cabo en el espacio urbano que emerge en las ciudades. Ahora bien, para nuestra antropología en que aún preva lece la mirada sobre grupos considerados como unidades sociales (colectivos con una cierta homogeneidad interna vinculados a un territorio), el ingreso al terreno de lo urbano se torna problemático al menos por dos asuntos. Primero, porque lo urbano refiere a una vida social cimentada a partir del individuo, en que cada uno establecerá una serie de relaciones (sociales, simbólicas, etc.), diferenciadas y particulares, lo cual por cierto no significa la imposibilidad de trabajar sobre agregados sociales, pero asumiendo que Aún la antropología nacional ha tenido una relación de poca gratitud con sus ciudades. Si bien estas han servido desde su propio nacimiento como campo de trabajo, su aporte a la comprensión de sus complejidades ha sido escaso. No obstante, podríamos decir que esta es una deuda general que mantienen las ciencias sociales y humanidades con las ciudades chilenas, y es precisamente ahí donde la antropología puede realizar un 10 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf interesante aporte en la medida que logre construir objetos de estudios y sus correspondientes procedimientos disciplinarios, que le permitan reflexionar sobre los fenómenos culturales que se han desarrollado en el pasado y los que mantienen en construcción el espacio urbano. (1998): “La recomposición de las identidades sociales indígenas en los medios urbanos: Una reflexión teórica”, En Tercer Congreso Chileno de Antropología. Desafíos para el tercer milenio, Temuco. Advertíamos al inicio de este texto el carácter arbitrario de una presentación de este tipo, por cierto han sido más trabajos los que hemos excluido de los que hemos considerado para nuestra revisión. Sin embargo, nuestro propósito último ha sido ensayar un orden de las disímiles investigaciones que pueden ser llamadas como de antropología urbana. Avistamos en un futuro próximo revisitar el presente texto, suponemos que para dicha visita futura el campo de lo urbano habrá crecido en complejidad hasta conformarse en una verdadera comunidad académica, como reflejo de trayectorias investigativas definidas, una circulación amplia de bibliografía clásica y contemporánea y, por supuesto, marcada por el interés de la discusión científica. Augé, M. (1995): Hacia una antropología contemporáneos , Barcelona: Gedisa. de los mundos Bengoa, J. (1996): La comunidad perdida, Santiago: Ediciones Sur. Cerda, C. (2001): "Imágenes de la Ciudad." Cuarto Congreso Chileno de Antropología, Santiago, 2001. Delgado, M. (1999): El Animal Público. Anagrama: Barcelona. García Canclini, N (1989): Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Grijaldo: México. Gisssi, N. (2001): Asentamiento e Identidad Mapuche en Santiago: Entre la asimilación (enmascaramiento) y la autosegregación (ciudadanía cultural), Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, Pontificia Universidad Católica de Chile: Santiago. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Ancán, José. (1994): "Los urbanos: un nuevo sector dentro de la sociedad mapuche contemporánea," in Pentukun,Instituto Estudios Indígenas - Universidad de la Frontera, Temuco, pp. 5-15. Hannerz, U. (1996): Exploración de la ciudad, Fondo de Cultura Económico: México. Leiro, C. (2001): "Imágenes de la Ciudad." Cuarto Congreso Chileno de Antropología, Santiago, 2001. (1995): "Rostros y voces tras las mascaras y los enmascaramientos: Los mapuches urbanos." Segundo Congreso Chileno de Antropología, 1995, Valdivia, 1995, pp. 307-314 Tomo I. Matus, C. (2003): "Del Bar a la Disco: Estereotipos, Discriminaciones, Identidades y Representaciones en el Consumo Cultural de Jóvenes de Sectores Medios". En http://rehue.csociales.uchile.cl/antropologia/congreso/s1015.ht ml. Appadurai, A. (2001): La Modernidad Desbordada: Dimensiones culturales de la Globalización, Fondo de Cultura Económica: México. Montecinos, S. 1990. Invisibilidad de la mapuche urbana. Cuaderno Mujer y Límites - Cuarto Propio 1:23-34. Aravena, A. (2003): “Los Mapuche - Warriache: Procesos migratorios contemporáneos e identidad mapuche urbana en el siglo XX”. Actas del IV Congreso Chileno de Antropología: http://rehue.csociales.uchile.cl/antropologia/congreso/s1020.ht ml. Munizaga, C. (1960): Vida de un araucano. El estudiante mapuche L.A. en Santiago de Chile. Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad de Chile: Santiago de Chile. 11 www.cultura-urbana.cl Nº1 Agosto 2004 http://www.cultura-urbana.cl/archivo/el-campo-de-lo-urbano-en-la-antropologia-chilena-lange-imilan.pdf (1961): Estructuras transicionales en la migración de lo araucanos de hoy a la ciudad de Santiago de Chile. Notas del Centro de Estudios Antropológicos n°6: Santiago de Chile. Munizaga, C; Rom ieux, M; Recasens, A; Martinic, S. (1977): Heterogeneidad Urbana. Santiago, Universidad de Chile. Piña, C. (1987): "Lo Popular: Notas sobre la identidad cultural de las clases subalternas." Primer Congreso Chileno de Antropología, Santiago, 1987, pp. 18-47. Recasens, A. (1980): El Fenómeno Subcultural. Alcances y Efectos. Universidad de Chile: Osorno. (1999): Las Barras Bravas. En: http://rehue.csociales.uchile.cl/. Segall, M. y. D. P. (1987): "La inhalación de neoprén en la juventud pobladora." Primer Congreso Chileno de Antropología, Santiago, 1987, pp. 48-58. Signorelli, A. (1999): Antropología Urbana. Ed. Antrophos: México. Skewes, J. C. 1987. "El comercio sexual en Chile: Nuevas dimensiones de la crisis y descomposición social." Primer Congres o Chileno de Antropología, Santiago, 1987, pp. 59-85. Tabilo, K.; Venegas, F. y González, H. (1995): Las agrupaciones de residentes Aymaras urbanos en el norte de Chile: Adaptación a la ciudad y vínculos con las comunidades de origen. Corporación Norte Grande: Arica, Chile. Taylor, C. 1993. El multiculturalismo y la política del reconocimiento. México: Fondo de cultura económica. Wirth, L. (1987): “El Modo de Vida Urbano”. en Qué es la ciudad; Teorías sociales. Verbo Divino: España. 12