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Continuidad y Cambios en la Antropología Actual
Dr. Larissa Adler Lomnitz
[email protected]
Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas
UNAM
Resumen
Desde sus inicios la antropología ha sido una fuente de importantes recursos para el
conjunto de las ciencias sociales. Actualmente, frente al reto que representa la comprensión
de los fenómenos sociales en un mundo cada vez más complejo, la antropología tiene la
oportunidad de presentarse como una postura capaz de trabajar en forma conjunta con otras
disciplinas para mejorar sus formas de producción de conocimiento. Por ello, a partir de mi
propia experiencia como antropóloga, presento una serie de ejemplos para esbozar una
propuesta que mejore e incremente los canales de comunicación con el resto de las
disciplinas de las ciencias sociales y estimule el crecimiento de la antropología
contemporánea.
Introducción
La dirección que ha tomado el mundo desde finales del siglo XX cuando el sistema de
mercado se convirtió en la característica unificadora del globo (globalización) produciendo
enormes cambios no solamente en la economía de los países, sino también en las relaciones
entre naciones y entre éstas y las cada vez más poderosas organizaciones Inter y supra
nacionales que han tomado un papel directivo y regulador en la globalización. Al mismo
tiempo, aunque debilitado, el estado-nación sigue siendo la forma de organización social la
que incluso depende el funcionamiento de la sociedad global. Como lo afirman Portes y
Roberts (2004: 76-95) el resultado de la aplicación de las políticas neoliberales
características de la globalización han creado mayor verticalidad e incremento de la
pobreza, la exclusión y el surgimiento de una clase marginal trabajadora exenta de
seguridad social que busca sobrevivir vía migraciones temporales o a través de mecanismos
tales como la utilización de las redes sociales de intercambio recíproco al interior de su
grupo. Este mecanismo central de la supervivencia de los pobres depende en gran medida
de instituciones socio-culturales tradicionales. Es decir, no basta con la planeación que
surge de los niveles más altos de la sociedad global con comprender las reglas del mercado
o del estado, sino que aparece la necesidad cada vez mayor de comprender el sistema
cultural que mueve el comportamiento de los miembros de una sociedad o de un estrato
social dado.
La única disciplina cuyo objetivo central es el de estudiar la cultura, es la
antropología. Sin embargo, por su tradición histórica, su metodología holística y sistémica,
esta ciencia se concentró en el estudio de sociedades así llamadas primitivas (bandas,
tribus, aldeas) y posteriormente en sociedades campesinas donde el trabajo de campo
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individual del antropólogo era factible de ser realizado. Posteriormente surge la
antropología urbana en la que el antropólogo debe sostenerse y apoyarse en información
que producen otras disciplinas, pero en lo que concierne al conocimiento de sociedades
complejas (naciones) y del mundo actual, la antropología como ciencia social se está
rezagando. En parte, ello se debe a ciertas limitaciones metodológicas que si bien son su
fuerte también la limitan en su participación más activa en la discusión contemporánea de
la formación de conocimiento del mundo actual y sus problemas.
Actualmente, las instituciones que intentan introducir políticas de desarrollo toman
en cuenta estudios económicos, políticos y sociales para poder entender la problemática
social que intentan resolver. Sin embargo, esto resulta insuficiente puesto que una parte
importante de la problemática actual sólo puede terminar de comprenderse a través de las
diferentes características culturales que se dan en y entre las naciones. A pesar de ello, rara
vez vemos la participación de la antropología en el estudio de la cultura nacional. La
antropología debería utilizarse como un cuarto lente para mejorar la aproximación hacia los
problemas sociales. Como ejemplo tenemos países que a pesar de compartir el mismo
“modo de producción” o sistema político manifestaban resultados y sociedades totalmente
diferentes entre sí (Rusia y China comunistas). Algo similar ocurre con los análisis
desarrollados por la ciencia política gracias al auge de las reflexiones sobre las virtudes y
los límites de la democracia procedimental, donde el interés se encuentra en encontrar,
desarrollar o crear las condiciones institucionales y procesales indispensables para alcanzar
un techo mínimo de democracia. Sin embargo, como veremos en el caso de México
existiendo un sistema formal que cumple con los requisitos de una democracia formal, su
profunda cultura política la va transformando a través de prácticas informales en un sistema
político sui generis.
La importancia de mantener la identidad antropológica
La antropología a niveles macro-sociales debe mantener las bases metodológicas de la
antropología tradicional tales como: el trabajo de campo basado en la observación
participante, los estudios de caso, la etnografía, el método comparativo, un enfoque
holístico, las entrevistas en profundidad, así como la recopilación de la información
relevante existente. Esta metodología es la herramienta que el antropólogo tiene para ir
develando lo que es la cultura, si pensamos en la cultura como la gramática profunda del
comportamiento social. Un problema importante es cómo pasar de una observación y
descripción directa de la realidad, como la etnografía, hacia niveles de análisis inductivo y
teórico. En la tradición antropológica el investigador hacía trabajo de campo en solitario en
alguna pequeña comunidad, para observar y registrar instituciones sociales, usos y
costumbres, comportamientos de la población y describir las interrelaciones que se daban al
interior del sistema y con su medio ambiente (holistic approach).
Sin embargo, en mi propuesta de definir una unidad de estudio mayor es imposible
que un antropólogo pueda por sí mismo manejar la cultura de una sociedad más compleja,
haciéndose necesario recurrir a los conocimientos que ofrecen otras disciplinas para
obtener una visión más integral del sistema. Si queremos que la antropología sea partícipe
de una nueva y más actual macro-ciencia social, como la que se requiere para estudiar un
mundo globalizado o el estado nacional, forzosamente ha de ser interdisciplinaria y hacerse
en equipo. Esto tiene sus dificultades ya que los antropólogos y demás especialistas
estamos acostumbrados a trabajar solos o con ayudantes de la misma disciplina. El trabajo
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interdisciplinario requiere de la adquisición de nuevos lenguajes y de una tolerancia frente a
las demás disciplinas y viceversa.
Este reto resulta primordial para la manera de hacer antropología en una nación
dada, como por ejemplo en México. La antropología mexicana tradicional, se ha
caracterizado por concentrarse en el estudio de comunidades indígenas, campesinas y sólo
recientemente en estudios urbanos. Sin embargo, la profundización del estudio de la cultura
a nivel nacional e incluso regional es un tema pendiente, sobre todo en esta etapa de la
globalización donde aparecen nuevos problemas tales como: la migración internacional
resultante del aumento de la pobreza en los países subdesarrollados y los estrechos
contactos y posibilidades de adaptación entre distintos marcos culturales dentro de los
países receptores.
Experiencias propias
En lo que sigue presentaré mi propia experiencia profesional para mostrar como he llegado
a realizar una antropología a nivel nacional: a partir del estudio de una barriada y sus redes
sociales de intercambio como estrategia de supervivencia, hasta mi último libro
“Simbolísmo y Ritual en la Política Mexicana”.
Redes sociales
En 1970 comencé a realizar un estudio en una barriada de la ciudad de México en el que me
encontré “serendípidamente”” con la pregunta de “¿Cómo Sobreviven los Marginados?”.
De ahí y en base a información de campo, aparecen las “redes” sociales que requirieron y
produjeron ciertas innovaciones conceptuales y metodológicas. Si bien comencé a estudiar
el proceso de migración campo-ciudad utilizando tanto la observación como el
levantamiento de una pequeña encuesta, ésta me permitió tener largas conversaciones con
las personas a las que estaba entrevistando. En esa década, sociólogos y economistas
latinoamericanos estaban ya discutiendo el fenómeno de la marginalidad fuera como superpoblación sobrante (Nun, 1969) o como ejercito de reserva, pero como antropóloga
inexperta en aquellas macro-teorías hice lo que como antropóloga sabía hacer: entrevistar y
observar la realidad. En el proceso me di cuenta que los migrantes siempre tuvieron que
recurrir a los contactos sociales que tenían en la ciudad o en el campo, fueran parientes o
“patrones” que los llevaran a la ciudad a trabajar, como en el caso de las empleadas
domésticas, o que una vez en ella, los llevaran a trabajar con ellos. De allí surgió la idea de
utilizar el concepto de “red social” que Clyde Mitchell había propuesto una década antes
para estudiar la nuevas ciudades del Copper Belt en África, mismo que después de haber
sido utilizado en varios estudios realizados por el laboratorio que la Universidad de
Manchester estableció en África, fue finalmente abandonado sin haber sido retomado ni por
la antropología norteamericana ni por la mexicana.
Bajo esta perspectiva, pensar en contactos sociales o “redes” que facilitaran la
migración de los campesinos a la ciudad podría ayudar a comprender no solamente el
proceso de migración de gente sin recursos a un ambiente complejo y duro como la ciudad,
sino también sus estrategias de supervivencia. Más adelante descubrí que no todos los
habitantes de la barriada eran migrantes sino que también una fracción importante de la
población eran nativos de la ciudad de México y que sociológicamente podrían estar
incluidos en lo que en la época se llamó “la población marginal”. Según mis observaciones,
esta marginalidad de pobreza se diferenciaba del estrato formal de los trabajadores (el
proletariado) por su inseguridad crónica de empleo e ingreso. Así surgió la pregunta central
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del proyecto: ¿cómo sobreviven los marginados? El estudio de caso sirvió para entender un
fenómeno mucho más amplio que el de la barriada. Al mismo tiempo, elementos culturales
tales como la familia mexicana, el “cuatismo” y sobre todo el papel de la confianza fueron
los que finalmente me permitieron comprender las estrategias de supervivencia de esta
nueva clase social.
Actualmente el tema de la pobreza urbana ha sido ampliamente estudiado. Mediante
el análisis formal de redes sociales en diferentes disciplinas, se ha descubierto que las
instituciones sociales y redes informales que conforman la estructura social, son elementos
indispensables para comprender aspectos importantes de las sociedades contemporáneas. A
mi parecer, la inclusión de las redes sociales es una aportación importante de la
antropología a las ciencias sociales.
Reciprocidad y redistribución
La inspiración teórica para emprender el trabajo de la Cerrada del Cóndor la encontré en un
corto capítulo de la obra de Karl Polanyi. Ahí se distinguía entre la economía formal y la
sustantiva definida como los tipos de intercambio típicos de las sociedades humanas: la
reciprocidad, la redistribución y el intercambio de mercado. Para Polanyi, estos
intercambios fueron evolucionando a partir de las sociedades más primitivas donde la
reciprocidad entre iguales era la base de la economía. La igualdad de recursos es uno de los
requisitos para que la reciprocidad exista cuando las carencias aparecen. Es un intercambio
que se va manteniendo en el tiempo entre personas con gran cercanía social, lo que hoy
llamamos confianza.
A medida que la sociedad evolucionaba en sus diversas formas (sociedades tribales,
señoríos y reinos) la reciprocidad entre iguales iba dando pié a un sistema de redistribución
donde el centro (patrón) recibía y repartía bienes y servicios entre sus clientes creando un
diferencial de poder que rompió la igualdad de recursos. A pesar de que los individuos
podían y seguían teniendo relaciones recíprocas entre los más cercanos, este sistema
redistributivo fue en aumento hasta llegar a situaciones tales como los estados nacionales
que reciben impuestos para después redistribuirlos bajo la forma de bienes públicos,
creando una estratificación social cada vez mayor. Eventualmente aparece el mercado bajo
la forma primitiva del trueque, llegando a su desarrollo final en las sociedades de mercado
actuales.
En general, la teoría de Polanyi sobre las formas de intercambio ha sido usada por la
antropología gracias a que George Dalton la introdujo en la disciplina. A pesar de que para
Polanyi la reciprocidad como forma de intercambio había dejado de existir en las
sociedades contemporáneas, excepto en algunas formas arcaicas como el intercambio de
regalos de navidad, pero sin llegar a tener una influencia relevante en las economías
nacionales.
En cierta forma, mi trabajo sobre las redes de intercambio recíproco entre los pobres
urbanos contradecía las ideas de Polanyi sobre la inexistencia de la reciprocidad en
sociedades contemporáneas. Empero, considero que dicho trabajo también revivió la
importancia de la reciprocidad para la supervivencia de crecientes grupos del tercer mundo.
Al presentar mi trabajo se me hizo una observación que consideré importante. La
barriada tal y como yo la describía parecía ser un mundo cerrado en que reinaba la
solidaridad y la reciprocidad y que no había nada que mostrara cómo este grupo se
articulaba a la sociedad formal. Esta observación me hizo revisar algunos casos en que
“maestros” organizando equipos de trabajo de sus propias redes se convertían en
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intermediarios (brokers) entre el sector formal y el informal. Así apareció el fenómeno del
clientelismo redistributivo. Los intermediarios debían poseer tres características: 1. tener
acceso a recursos del sector formal (contratos, dinero o protección estatal); 2. conocer el
trabajo que debían dirigir (know how); 3. y tener acceso o capacidad de convocatoria con
los trabajadores. Estos intermediarios generalmente mantenían su lugar de residencia al
interior de las barriadas, ya que la capacidad de reclutamiento de los trabajadores dependía
en gran mediada del conocimiento de la gente y de la generación de confianza mutua entre
el líder y su equipo.
A continuación narraré el caso de “El Diablo” un conocido maestro herrero que trabajaba
para uno de los ingenieros de obra de una gran firma de construcción de la ciudad de
México. Toda construcción requiere de varios capataces o destajistas, y “El Diablo”
trabajaba para una de las firmas más grandes de México y su contingente llegaba a 300 a
400 obreros durante los periodos de mayor activad (construcción de los estadios olímpicos
o la construcción del metro). En esas épocas “El Diablo” ganaba el equivalente de 2,400 a
3,000 dólares semanales, su organización se componía de 4 o 5 “segundos” o
“sobrestantes” algunos parientes y todos ellos compadres. Cada “segundo” mandaba a tres
cabos y cada cabo disponía de un grupo de 10 a 15 trabajadores. “El Diablo” hacia sus
tratos directamente con el ingeniero de obras de quien recibía el dinero y las instrucciones
técnicas. “El Diablo” no manejaba herramientas sino que controlaba el trabajo y cuidaba
del manejo de las cuentas con los ingenieros. De aquí se desprende la importancia del
compadrazgo entre el jefe y su estado mayor situación que se repetía a su vez en todos los
niveles de la organización. Cualquier día venía un maestro de obras y decía “vamos hacer
una loza por aquí y la vamos hacer de tales o cuales dimensiones” una vez que el maestro
comprendía todos los detalles decide la cantidad de personal que va a necesitar y cómo la
va a distribuir de acuerdo a sus grupos y tareas. También decide cual de sus “sobrestantes”
se encargará de qué parte del trabajo. Los “sobrestantes” juntan a sus cabos y el trabajo se
realiza. Cuando la firma requería un número mayor de trabajadores “El Diablo” mandaba
avisar a su pueblo natal y en un plazo breve juntaba a la gente requerida. En las obras de
construcción en México es frecuente encontrar a grupos de obreros procedentes del mismo
pueblo. Si bien estas observaciones se hicieron en los años sesentas este mismo mecanismo
se sigue utilizando para las migraciones internacionales.
¿Cómo se las arreglaba “El Diablo” para recibir tales cantidades de dinero? Por una
parte negociaba sus tratos con el contratista pagando a su vez salarios que correspondían al
mínimo legal y no al salario de obreros especializados que el estaba cobrando a la firma, a
demás no pagaba seguro social ni impuestos. Toda la operación se efectúa en el marco de
un sistema de lealtades personales donde cada individuo debe lealtad algún personaje del
nivel inmediatamente superior. La cohesión en la organización se basa en el parentesco el
compadrazgo, la reciprocidad entre vecinos y el origen geográfico común. El “maestro”
debe ser generoso y ocasionalmente espléndido para recompensar algún cabo o trabajador
por su buen desempeño, por otra parte es posible que los trabajadores se den cuenta a que el
trabajo que reciben no equivale al que legalmente les corresponde, pero su red de
obligaciones personales es tal que su dependencia del patrón dentro de un sistema informal
de relaciones laborales predomina sobre cualquier consideración de sus derechos formales.
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Un buen patrón debe ser generoso, por ejemplo “El Diablo” alquilaba por su cuenta
un cabaret en las afueras de la ciudad para el uso exclusivo de su gente durante una semana.
Todo el gasto en trago comida y mujeres corría por su cuenta y lo hacía regularmente cada
vez que le parecía que sus hombres necesitaban una buena borrachera. Por otra parte si bien
engañaba a sus trabajadores en lo tocante al salario nunca dejaba de responderles en caso de
emergencias familiares o personales.
Por otra parte el intermediario necesita apoyo tanto de arriba como desde abajo. El
apoyo desde arriba es inestable puesto que la función misma de un intermediario consiste
en movilizar una fuerza laboral que puede ser despedida con la misma rapidez con que es
reclutada. Los contratos van y vienen y la industria de la construcción es notoria por sus
ciclos de auge y de depresión. Durante los periodos de receso económico, las compañías
constructoras se deshacen de todo su personal temporal y los intermediarios se quedan sin
trabajo. Por tal motivo, la articulación entre las compañías y los trabajadores del sector
informal son de naturaleza informa, ya que se reducen a un contacto personal entre el
contratista o ingeniero y el maestro o “destajista”.
“El Diablo” no era empleado formal de la firma constructora sino que era un cliente
de un patrón que ocupaba el cargo de ingeniero de obras. Cada uno de estos ingenieros es el
patrón de un cierto grupo de maestros a quienes llevan consigo de obra en obra ya que estos
representan un recurso esencial para los primero, y así de estos maestros depende en cierto
modo la base de su rendimiento para la compañía.
Este caso ejemplifica la importancia de la redistribución en un sistema jerárquico y
complejo.
Familia y sociedad
Al terminar el trabajo de la barriada y comenzar a ser invitada a reuniones internacionales
para hablar de la pobreza, me sentí una explotadora de la pobreza y me propuse trabajar los
sectores altos y medios de la sociedad. Con mi colabora Marisol Pérez Lizaur decidimos
estudiar el proceso de industrialización de México desde sus inicios hasta 1980, a través del
estudio diacrónico de una familia perteneciente al grupo de los primeros industriales de la
época del Porfiriato.
En el caso de la Cerrada del Cóndor las redes de intercambio recíproco estaban
esencialmente compuestas por familias, donde estas eran más durables y solidarias que las
relaciones entre vecinos no emparentados. Siguiendo esta premisa, se nos ocurrió que el
estudio longitudinal de una familia podría aportar evidencia relevante para entender las
bases de la solidaridad social en México. Marisol y yo investigamos y describimos durante
más de ocho años a tres generaciones con sus diferentes ramas pertenecientes a distintos
estratos sociales: “los ricos empresarios”, “ramas de profesionales de clase media alta” y
“los familiares pobres”.
A lo largo del estudio descubrimos que las diferentes ramas tenían una fuerte
identificación con la familia participando, de una forma u otra, en centenares de rituales
típicos de la vida social mexicana (bautizos, funerales, bodas, etcétera). En el aspecto
económico, las empresas eran básicamente empresas familiares donde empresa y familia
eran sinónimos, donde cada empresario terminaba siendo un “patrón” para sus hijos,
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sobrinos y demás miembros de las ramas de la familia. Así mismo identificamos dos
mecanismos que favorecían la comunicación entre toda la familia: 1. la existencia de una
red de mujeres “centralizadoras” encargadas de recoger y transmitir información sobre
todos los eventos que sucedían en su entorno familiar inmediato, y que a su vez lo
transmitían a las otras ramas de la familia manteniendo así una comunicación permanente
entre todos los parientes; 2. los rituales como segunda forma de comunicación.
Nuestras conclusiones teóricas de esta investigación se centraron en la estructura del
parentesco especialmente en la definición de la familia “tri-generacional” como la unidad
básica de solidaridad. Esto significa que el tejido social mexicano, reforzado por la
estructura de la familia mediterránea, más la azteca, es totalmente diferente de los países
anglosajones individualistas (Mcfarlane), es decir, volvemos al tema de la cultura a nivel
nacional basado en un estudio de caso etnográfico.
Relaciones verticales
Si bien en el libro de los marginados la idea de las relaciones verticales redistributivas
quedó esbozada, posteriormente fue el tema central de mi trabajo sobre México y su cultura
política. Primero escribí un corto trabajo etnográfico de casos de intermediación para luego
aplicar estas ideas de horizontalidad y verticalidad a un estudio que se me solicitó sobre
problemas de convivencia en un instituto de investigación de la UNAM. En este estudio,
puramente etnográfico a partir de las herramientas del estudio de caso, inferí como estaba
configurada la estructura vertical de poder en México, esencialmente compuesta por
pequeñas pirámides en la que cada patrón era a su vez cliente de otro hasta llegar a la
cúspide del poder presidencial.
Al final del estudio de la Universidad y de las diferentes carreras de vida que
producía (académicos, profesionales, políticos y porros), me encontré inmersa ya en la
estructura del estado y su relación con la sociedad. Este esfuerzo culminó con la
publicación de una serie de artículos donde el más importante fue “Relaciones verticales y
horizontales y la estructura urbana de México”, y eventualmente dos libros, uno sobre la
carrera de investigador en México y otro sobre la facultad de veterinaria. La tercera carrera,
la política, finalmente culminó en el nuevo libro sobre la cultura política mexicana
“Simbolismo y Ritual en la Política Mexicana”, escrito por tres científicos sociales de
distintas disciplinas.
Este libro se basa en material etnográfico recogido en diversos estados del país durante la
campaña presidencial de Carlos Salinas de Gortari en 1988. Los hallazgos más importantes
fueron publicados una serie de artículos, destacando “El fondo de la forma: Actos públicos
de la campaña presidencial del Partido Revolucionario Institucional, México 1988”. En
ellos se destacaba la dimensión simbólico-expresiva del nacionalismo mexicanismo y la
forma en que las relaciones patrón-cliente operaban en la práctica política del PRI.
Quince años después, los cambios ocurridos en el nivel del régimen político me hicieron
pensar que mis conclusiones sobre la política mexicana podrían ser extendidas a un nivel de
generalización más amplio, siempre que se tuviesen en cuenta otros aspectos del sistema
político mexicano. Para ello, volví sobre el mismo material con la colaboración de un
politólogo y un comunicólogo, interpretándolo desde una verdadera perspectiva
interdisciplinaria. Considero que el intento dio resultados fructíferos, pues fue posible
destacar cómo la cultura nacional combinada con una estructura formalmente republicana y
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democrática, dio lugar a un híbrido en el que las elecciones servían, más que para elegir a
un gobernante, para reconstruir la unidad interna del partido hegemónico alrededor de la
figura del próximo presidente, mediante complicados mecanismos rituales en los que la
ambigüedad juega un papel central. Es decir que la antropología, sin perder identidad
metodológica, es capaz de explicar fenómenos macrosociales valiéndose de la colaboración
con otras disciplinas".
Conclusiones
1. Urge reforzar los estudios de la cultura, sus definiciones y métodos para estudiarla. Cada
vez aparecen más definiciones de lo que se entiende por cultura, y por lo tanto es cada vez
más claro saber de lo que se trata.
2. La antropología debe agregar a su repertorio unidades de análisis además de las ciudades
y regiones, a la nación o a situaciones globales, como por ejemplo la migración
internacional. (ej. El trabajo sobre los Csango de Rumanía). También debe estudiar otras
culturas no solo para comprender mejor la propia, sino por que el resultado de estas
comparaciones redunda en nuevas explicaciones y conceptos teóricos.
3. Ampliar el espectro de las unidades de estudio y mantener a la vez la identidad
antropológica, obviamente crea una tensión entre metodologías y la relación entre niveles
de análisis. Dicho de otra forma, cómo relacionar la descripción de la realidad micro-social
con grandes preguntas macro-sociales.
4. Hay dos soluciones posibles: primero, que el antropólogo reciba una formación
interdisciplinaria que le permita relacionar los distintos aspectos de la sociedad; y dos, que
se aprenda a trabajar en equipos multidisciplinarios.
Finalmente, es necesario que se reconozca a la antropología como una ciencia dedicada a
comprender la evolución de la cultura y por ende, las contradicciones y problemas que los
cambios actuales producen en nuestras propias sociedades
Bibliografía
Adler Lomnitz, L (1975) Cómo sobreviven los marginados, (14a. Edición), Siglo XXI,
México, 230 pp.
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Adler Lomnitz, L (1994) “Redes informales de intercambio en sistemas formales: un
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América Latina”, CEPAL.
9