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También en 1843 Paul Émile Daurant-Forgues y Jean Jacques Grandville, en Las
pequeñas miserias de la vida humana nos presentan el drama del obeso, víctima de bromas y
desaires y con un sentimiento constante de desgracia.
A partir de la última parte del siglo XIX se popularizan los trajes de baño y los cuerpos
gordos se convierten en objetivo de chanzas. También la moda femenina varía y desaparecen
las formas acampanadas que ocultaban la figura.
Para estigmatizar, aún más si cabe, la gordura, Cesare Lombroso, médico y
criminólogo italiano, iniciador de la frenología y del establecimiento de una supuesta
antropología del criminal nato, señaló entre los signos degenerativos de criminales y
prostitutas que el peso medio era superior al de quienes no lo eran y las prostitutas adquirían
con los años una corpulencia enorme, hasta convertirse en monstruos obesos.
De ahí que a finales del siglo XIX comiencen las dietas de reducción calórica y otras
más peligrosas. En 1880 se aconseja la ingesta de segregaciones de tiroides de cordero
debidamente procesadas por el farmacéutico y el ejercicio físico continuado, así como la
asistencia a termas específicas para adelgazar.
3.8 El siglo XX y XXI. Al tiempo que una epidemia de obesidad se extiende por el mundo occidental y buena
parte de los países en vías de desarrollo, el hambre sigue siendo un problema en el mundo.
Desde principios del siglo XX se vuelve a planteamientos estéticos de los griegos según los
cuales sólo el músculo sería bello, así como lo dinámico, lo esbelto, lo flexible y lo joven. La
gordura, además de su aspecto estético se convierte –con realismo- en anuncio de
enfermedades cardiacas o metabólicas muy graves y también en un estigma social, no sólo por
las bromas y caricaturas que hacen de su vida un martirio, sino por la exclusión social,
denunciada por Heri Béraud desde 1922 en El martirio del obeso, en donde se explica la
ausencia de posibilidades de trabajo e incluso la consideración de causa posible de despido
laboral.
La obesidad, incluso la mediana, resulta proscrita en el panorama masculino, pero en el
femenino aparece la extrema delgadez que obliga a tremendos y continuados sacrificios en la
nutrición y el ejercicio físico.
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