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PRIMERAS JORNADAS NACIONALES DE HISTORIA SOCIAL
30, 31 de mayo y 1 de junio de 2007
La Falda - Córdoba
Mesa 12: Grupos sociales, identidades y espacios de sociabilidad.
Autora: Beatriz Bixio
Título:
Procesos de configuración identitaria: la mirada de la elite encomendera sobre los
indígenas del Chaco asentados en estancias cordobesas a fines del siglo XVII
El problema que nos proponemos analizar en este trabajo está vinculado al
conocimiento, al menos en sus anclajes más visibles, de la identidad de los aborígenes
del Chaco asentados en estancias cordobesas a fines del siglo XVII mediante el
estudio de la visita del oidor de la Audiencia de Charcas, Antonio Martínez Luxan de
Vargas a la gobernación del Tucumán en el año 1692, fuente oficial, verdadero
"monumento" (Le Goff: 1991) o palabra "autorizada" (Bourdieu: 1985, 1990). En
particular, atenderemos a los expedientes correspondientes a la jurisdicción de
Córdoba 1 .
Los autos de la visita de desagravio de Luxan de Vargas a Córdoba conforman
un voluminoso documento en el que el Oidor interroga a los nativos de las 34
encomiendas sobre diferentes aspectos, tales como la organización en pueblos, el pago
del tributo, los castigos físicos, la enseñanza de la doctrina cristiana y la asistencia a
los oficios religiosos. La jurisdicción de Córdoba fue la primera visitada y en ella el
Oidor permaneció por casi 6 meses (frente a una media de dos meses en las otras
jurisdicciones) por lo que sus autos son los más completos y cuidados, con asistencia
directa a la mayoría de los pueblos y entrevistas individuales a un número muy
representativo de indígenas. En esta oportunidad nos centraremos en los autos
1
Se trata de un manuscrito de más de 600 fojas, recto y versus, escritas con apretada caligrafía del siglo
XVII, cuyos originales se asientan en el Archivo de Indias (Escribanía de Cámara 864 A y B).Su estado
de conservación es regular, destacándose numerosos folios en blanco. Una copia de este manuscrito,
realizado poco tiempo después de la vuelta del Oidor a Charcas, se encuentra en el Archivo Nacional de
Bolivia. Para la realización de este artículo hemos consultado el original del Archivo de Indias de Sevilla,
al que hemos completado con la copia asentada en Sucre. Omitimos los autos correspondientes a otras
ciudades (La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y Jujuy).
Sobre los aspectos generales de esta visita véase Doucet, 1980, 1986, 1990; González Rodríguez 1984;
Boixados y Zanolli, 2003.
1
correspondientes a las tres encomiendas con población mocoví o toba y haremos
referencia a las otras sólo en tanto nos permitan esclarecer, por comparación, las
asignaciones étnicas en las que estamos focalizando la atención.
El objeto de reflexión de este trabajo es la identidad contrastante, la visión desde
el afuera del grupo étnico, la mirada del "otro", esto es,
nuestro interés se
circunscribe a una de las dimensiones de la identidad étnica: la identidad asignada,
contrastante o exogrupal. Por ello, a pesar de que acordamos con la necesidad de
reubicar a la población indígena como un actor social activo, participante responsable en
la dinámica de los hechos, el objeto que hemos privilegiado exige focalizar la atención
en la interpretación española de los procesos y de los agentes.
La etnohistoria se ha preocupado constantemente por el aspecto evaluativo del
contacto interétnico, al que ha analizado y explicado con innovadores modelos que
permitieron conocer las construcciones que los españoles hacen de los aborígenes y el
estereotipo con el que se ha construido al grupo: son bárbaros, rebeldes, paganos,
feroces, infieles, idólatras, crueles, peligrosos, belicosos, valientes, astutos, etc. Estas
adjetivaciones surgen de una lectura de las crónicas y documentos de la época
considerados como enunciados y todas ellas están explicitadas en los textos. Sin
embargo, el análisis que proponemos intenta revelar otros sentidos de los discursos que
complementan el nivel de la evaluación explícita, destacando las relaciones de estos
contenidos con las condiciones en que han sido producidos.
Como en todo estudio histórico, las preguntas que le hacemos al pasado se
involucran con nuestras preocupaciones sobre un presente 2 , signado por las
reivindicaciones de las minorías étnicas, en todos los continentes, por parte de grupos
que se encuentran en situaciones poscoloniales. Las luchas por los recursos (tenencia de
la tierra, acceso al agua, vivienda, etc.) y por el poder (político, social, económico) se
encadenan en estas reivindicaciones con las de respeto a las identidades, autodeterminación de las etnias, valoración de sus saberes, sus genealogías, su propia construcción
del pasado y planificación del futuro. De esta manera, aplicamos al pasado una temática
que ha preocupado a la ciencia social especialmente en las últimas décadas, en la que los
estudios sobre identidad (cultural, étnica, social, local, etc.) se han multiplicado, al
2
De Certeau (1993) ha destacado especialmente el hecho de que la historia es una operación sobre el
pasado desde el presente, es un trabajo sobre el límite, una frontera, que nunca puede asentarse sólo en el
pasado. En este sentido, reivindica positivamente la ambigüedad de la palabra "historia", que es a la vez
Historie y Geschichte.
2
reconocerse que la autoconciencia local o étnica no es un factor de segundo orden sino
que, en ocasiones, es el principio explicativo de acciones y reacciones de los grupos 3 .
La identidad, en cuanto categoría teórica 4 , ha sido conceptualizada diferentemente
en la bibliografía específica: se la considera de manera dinámica o estática; una categoría
conservadora o progresista; se la analiza desde una óptica objetivista o subjetivista.
Incluso, la identidad ha sido asimilada a la falsa conciencia y, por lo tanto, considerada
un obstáculo para la adquisición por parte de los indígenas de la conciencia de clase que
se requiere para su liberación 5 . De igual manera, se reconocen también distintos niveles
de manifestación de la identidad: individual, colectiva, cultural, social, continental,
nacional, étnica, comunitaria, urbana, regional, de clase, de género, barrial, villera, etc.
(Catullo, 1987; Aguessy et al.,1983; Díaz y Guber, 1986; Del Val, 1987; Portal,1993;
Asher, 1996). Sin negar la relevancia de estas distinciones -que manifiestan el reconocimiento de que todo ser social participa simultáneamente de diversas identidadessostenemos, con Cardoso de Oliveira (1971), que la noción de identidad contiene
básicamente dos dimensiones: la individual o personal y la social o colectiva, aun cuando
ambas están íntimamente relacionadas, hasta el punto que se deben considerar dos
dimensiones de un mismo fenómeno. En relación a esta identidad social, tomamos
distancia de algunas investigaciones provenientes de la sociología fenomenológica y del
interaccionismo simbólico que conciben a la identidad social como categorías que, si
bien emanan de "lo social", sólo son pasibles de ser analizadas desde sus portadores, los
individuos. Estas identidades, entonces, se asientan en la interacción de subjetividades,
se forjan en un proceso intersubjetivo. Decimos que tomamos distancia de estos planteos
pues "esta vertiente individualista metodológica da primacía al estudio del individuo,
cuya realidad se circunscribe, frecuentemente, a la inmediata realidad de la situación de
interacción. Esta situación queda descontextualiza del marco social" (Díaz y Guber,
1986). Por ello, aceptamos, que la identidad social es aquella dimensión significante de
3
Desde su fundación la UNESCO ha propugnado el respeto de las identidades culturales de los grupos
minoritarios que habitan en el interior de los estados, destacando el derecho que éstos tienen a la
conservación de su identidad, y por ello, a la educación en la lengua y en los modelos culturales en que
ésta se asienta (Ver, por ejemplo, la Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales de 1967). Sin
embargo, será recién cuando el problema de las identidades étnicas se agudice en el propio terreno
europeo y norteamericano, y se visualice en relación a sus profundas implicancias políticas, que la
temática de la identidad encontrará en las oficinas académicas - universidades y centros de investigaciónun lugar de reflexión y de estudio privilegiado. En este marco es que ha de entenderse la proliferación de
investigaciones sobre el tema, especialmente en el curso de las dos últimas décadas.
4
Sin embargo, desde el momento en que los grupos étnicos asientan en la identidad su derecho a la
autodeterminación, ésta se transforma en una categoría nativa, con una fuerte base empírica.
5
Interesantes estudios críticos a ésta y otras hipótesis en las que se funda el indigenismo se encuentran en
Bonfil (1970) y Slavsky (1993).
3
la práctica social que expresa la autoadscripción o la exoadscripción a una categoría
social diferencial.
Tobas y mocovies en las encomiendas de Córdoba:
Al momento de la visita del Oidor, tres de las treinta y cuatro encomiendas
visitadas estaban conformadas por indígenas de nación mocoví, pertenecientes al grupo
de los guaycurúes6 , sumando 51 sujetos en total, si atendemos a los inciertos números
que se presentan y sin contar los huidos –que en algunos casos se incluyen en el padrón y
en otros casos no. De este total, 17 son de tasa, 2 reservados, 16 mujeres, 8 niños y 11
niñas, más un cacique. Como puede observarse, se trata de repartimientos cortos pues el
de mayor número de sujetos cuenta con 9 indios de tasa presentes7 .
Hasta donde hemos podido observar, se trata de encomiendas homogéneas desde el
punto de vista étnico pues en el total de 51 individuos consta sólo un indígena quilmes,
agregado, una india de La Rioja, casada con un mocoví y tres indias de las que no se
indica adscripción, por lo que posiblemente se trate de nativos autóctonos de Córdoba.
En la encomienda de Enrique de Cevallos dos mujeres mocovíes se declaran casadas con
esclavos.
Estos indígenas fueron tomados en guerra, transmigrados y dados en encomiendas
a los vecinos como recompensa por los servicios prestados a la Corona con sus personas,
bastimentos, armas y soldados en las expediciones punitivas del gobernador Angelo de
Peredo al Chaco en los años de 1670, que fueron un capítulo más en la conflictiva
historia de las relaciones interétnicas entre españoles y tobas o mocovíes a lo largo de
todo el siglo XVII y que se continuaron durante el XVIII y XIX. Sólo queremos en este
lugar destacar la fricción permanente que provocó, desde mediados del siglo XVII, el
avance pastoril y la progresiva instalación de haciendas en la frontera chaqueña,
establecimientos agrícolo-ganaderos de gran importancia para la economía del Tucumán,
por lo que su defensa incluyó tanto la guerra defensiva como la ofensiva. Los indígenas
de la región, en particular los belicosos mocovies, resistieron este avance sobre sus
territorios de caza y recolección a la vez que encontraron en dichos establecimientos
6
Los guaycurúes (tobas, abipones y mocovíes), pertenecientes a la familia lingüística Macro-pano eran
pueblos de cazadores ecuestres que, para algunos investigadores, constituyen el modelo de las sociedades sin
estado (Clastres, 1981: 111 y ss). Los mocovíes, entre el conjunto de los guaycurúes destacaron en el siglo
XVII por su carácter bélico.
7
Se trata de las encomiendas de Pedro Díez Gómez (folios 62-91), Enrique de Seballos (folios 92-134) y
Gerónimo de Luxan (folios 437-463).
4
interesantes espacios de los que proveerse de carnes, cueros y caballos para la guerra, así
como de mujeres “para recompensar las pérdidas habituales de guerreros” (Santamaría,
1994: 276).
En general, las condiciones de vida de los nativos de todas las encomiendas
visitadas en la jurisdicción son semejantes: no tienen pueblos sino que viven en la
estancia de su encomendero, la mayoría sabe español y conoce los fundamentos de la
religión cristiana, todos tributan en servicio personal de todo el año, las mujeres solteras
sirven en la casa de la ciudad o de la estancia del encomendero y las casadas por lo
general no sirven, y todos reciben como paga paños para vestirse. Esta situación, general
a todas las encomiendas de la jurisdicción, encuentra pequeñas diferenciaciones de
grado: así, algunos siembran y otros no lo hacen, algunos reciben buenos tratamientos
con casos particulares de azotes y otros reciben brutales castigos físicos continuamente,
algunos asisten a misa todos los días de fiesta y otros lo hacen sólo una vez al año.
Sin embargo, más allá de estas condiciones de vida compartidas, la visita presenta
a los grupos chaqueños asentados en las estancias de encomenderos de la jurisdicción de
Córdoba como una sociedad reconocible y distinguible de otros grupos ubicados en
espacios adyacentes, como calchaquíes, quilmes, pampas y aborígenes autóctonos, lo
cual da cuenta de que, aparentemente, tobas y mocovíes compartían determinadas
características. Por un lado, esta diferenciación radica en el nombre propio –tobas o
mocovíes- por otro, en ciertos atributos de modo que aparecen como más belicosos,
asociales y enemigos de los españoles. En la visita, entonces, se observa un cierto
ordenamiento de los grupos indígenas de la jurisdicción de modo que se pueden
reconocer clases de sujetos diferenciables sea por sus etnónimos, sea por algún atributo
descriptivo-interpretativo o por ciertas acciones que se presentan como propias de unos y
no de otros.
Las identidades: entre las estrategias y las representaciones
Las identificaciones son procesos ideológicos que pertenecen al orden de lo
simbólico, y éstas, en su vertiente tanto positiva como contrastante, confieren sentido a
las prácticas de los actores sociales, orientando su conducta. En esta interpretación, las
identidades asignadas constituyen una suerte de modelo de evaluación e interpretación
de los actores sociales, que estructura las acciones que se llevan a cabo en la interacción.
Sin embargo, estas mismas identidades -positivas o asignadas- pueden ser manipuladas
5
por los grupos a fin de obtener determinados beneficios. Se ha denunciado también de
qué manera las naciones modernas han "inventado" identidades y grupos étnicos a partir
de programas y planes nacionalistas, creando homogeneidades étnicas donde no hay sino
identidades locales (Vgr. Asher, 1996). En relación a estos planteos, las construcciones y
asignaciones de identidades se generan como pivote de una estrategia orientada a ciertos
efectos. Se trata de la noción de la identidad como estrategia. En el cruce de estas dos
conceptualizaciones intentamos entender el problema que hemos delimitado.
Tal como ha sido reconocido para otras regiones del Tucumán, las identidades
étnicas asignadas tienen un fuerte valor instrumental, de modo que se construyen en
conexión a acciones hasta el punto que en algunos casos estas construcciones étnicas
resultantes son tan heterogéneas como las acciones que acompañan, de modo que
resulta sumamente difícil, sino imposible, determinar quiénes son y cómo son los
indígenas más allá de sus presentaciones discursivas. El caso que estudiamos no
representa una excepción, de modo que las construcciones étnicas que realizan los
encomenderos tienen la fuerza operativa de la justificación de la propia acción en el
contexto de las denuncias que los indígenas presentan ante el visitador. Así en los 34
pueblos visitados se observa el mismo principio general: hay una relación
directamente proporcional entre denuncias realizadas y negativización étnica. En otras
palabras, a mayores denuncias, mayor insistencia del feudatario en los aspectos
negativos de los indígenas, en que estos están inclinados al error y que, por lo tanto, la
acción española que se denuncia como contraria a la legislación de indias (malos
tratamientos, alquiler de indios, servicio personal, trabajo femenino) no es sino una
corrección.
Sin embargo, este principio general tiene límites para el caso exclusivo de tobas
y mocovíes pues en uno de los pueblos visitados las denuncias no son graves pero,
sin embargo, las negativizaciones étnicas son enfatizadas. Así, los indígenas de la
encomienda del Caballero de la Orden de Santiago, Don Enrique de Seballos,
presentan denuncias que, en el contexto de lo que sucede en otros pueblos visitados,
pueden calificarse como débiles, atenuadas, e incluso, mitigadas. No hay cargos por
malos tratamientos (sólo azotes a una india), algunos indios siembran aunque sólo una
pequeña sementerilla, las mujeres no trabajan (aunque un año antes se les repartía
algodón), no tienen capilla pero asisten regularmente a la de Saldán, distante una
legua y no se les enseña la doctrina pero rezan el rosario todas las noches.
6
Considerada en perspectiva, y en relación a otras encomiendas visitadas, en las
que los indígenas acusan a sus encomenderos enfáticamente, puede decirse que en este
caso no se realizan acusaciones de peso. No obstante, el descargo del feudatario
destaca por sus categorías descriptivo- interpretativas y por la asignación de acciones
altamente decalificadoras, según veremos más adelante.
Con esto queremos decir que las identidades construidas por los encomenderos
son instrumentales y responden a un claro interés argumentativo en un juicio en el que
se busca negar valor de verdad a la palabra inculpatoria indígena a partir de la
desestimación de sus personas. Se busca deslegimar al otro como testificante al
imbuirlo de atributos negativos y a la vez justificar conductas de agresión
interpersonal y de falta de cumplimiento de la normativa indiana. Sin embargo, más
allá de ello, éstas se asientan también en una experiencia interétnica vivida
cotidianamente y que da cuenta del extrañamiento del otro culturalmente diferente.
En consecuencia, en estos casos, el discurso sobre el indígena no es sólo una
acción estratégica con grandes potencialidades operativas (alcanzar la exculpación)
sino también una representación de las ideas que circulaban sobre estos grupos en la
sociorregión que estudiamos. Este principio general, entonces, de que las identidades
étnicas se instrumentalizan deja, sin embargo, finas hendijas a partir de las cuales se
filtra la diferencia étnica de manera que no todos los grupos que interactúan en
Córdoba reciben los mismos atributos negativos. A partir de este reconocimiento,
entonces, parece que puede llegar a inferirse la mirada diferenciadora sobre distintos
grupos.
Esta observación implica, a su vez, que es imposible conocer estas asignaciones
identitarias sólo a partir de la palabra de los miembros de la elite considerada de
manera descontextualizada. El análisis requiere metodológicamente, atender a lo que
se hace con estas asignaciones al nivel de prácticas y ponerlas en diálogo con las
denuncias de los indígenas y con los cargos del protector de naturales. Pero la
operación relacional no puede aislarse tampoco de las construcciones de la identidad
relativas a otros grupos étnicos, pues buscamos la especificidad de los indígenas del
Chaco.
Nominaciones étnica:
7
Un problema especial para la etnohistoria, la historia y la antropología colonial de
la región lo constituyen las nominaciones étnicas pues ellas, se supone, remiten a
unidades étnicas. Sin embargo, ya se ha demostrado acabadamente que los etnónimos
pueden pertenecer a diferentes sistemas de denominaciones, nativos o exógenos,
llegando a participar de distintas lógicas clasificatorias. De modo que un problema
reiterado en la historia de estas sociedades es desentrañar porqué se usaron determinados
gentilicios (Nacuzzi, Lidia: 1998:111).
En el caso que nos ocupa, sea tobas o mocovíes, no queda claro en la Visita si se
trata de etnónimos que corresponden a autoadscripciones o no. Lo común es que en el
interrogatorio, cuando el Visitador presenta a los testigos indígenas y en los discursos de
descargo de los encomenderos se los llame mocovíes, mientras que en el padrón que se
incluye al cierre de cada pueblo visitado se los defina como tobas. Este hecho llevó,
como primera hipótesis explicativa, a interpretar el uso de uno u otro etnónimo como una
estrategia discursiva del propio encomendero que al ubicar a sus indígenas en el grupo de
los mocovíes lograba transferir a los declarantes la negatividad extrema de este grupo,
que en menor medida afectaba a los tobas. Esta hipótesis, no obstante, es confirmada
solo en el caso de la encomienda de Pedro Díez Gómez 8 . En el caso de los autos
correspondientes a la encomienda de Enrique de Seballos la situación es la diferente pues
el visitador y el protector de naturales los incluyen continuamente entre los mocovíes,
mientras que el encomendero los llama tobas y los propios indígenas en el padrón se
laman a sí mismos, tobas. Esto implica, entonces, que la nominación no puede
interpretarse como una estrategia en el marco de un discurso inculpatorio. En la tercera
encomienda la situación es diferente, así, el visitador, el protector de naturales, el
encomendero y los indígenas en el padrón usan el término mocoví, mientras que el
visitador, en el fallo, abandona la inscripción en ese grupo y los llama tobas.
Esta confusión parece alcanzar a los ordenamientos internos propios de los nativos
pues se supone que son los propios indígenas los que se presentan ante la justicia en
testificaciones y ratificaciones y que también son ellos los que dictan sus nombres y
filiación en los padrones, sin embargo lo cual, las inclusiones pueden no coincidir.
Parece posible interpretar este hecho, en filiación con las observaciones de Santamaría
(1994) sobre el tema, aceptando que en los documentos coloniales el término “toba” no
8
Véase fojas 62r, 63v, 64v, 65v, 66v, 68r, 69v correspondientes a las declaraciones de los indígenas y 75r
correspondiente a la autodefinición del encomendero en que se usa el término “mocoví”. En fojas 90 r y
v, correspondientes al padrón, estos mismos indígenas se reconocen como “tobas”.
8
es una categoría étnica sino social y en este sentido se aplica en general a guerreros
ecuestres que depredan las haciendas. Sólo la percepción de las diferencias lingüísticas
les permitió a los españoles intentar algunas diferenciaciones en el conjunto como tobas,
mocovíes en el que se puede incluir, según el autor citado, matacos o chiriguanos.
Es dable pensar, entonces, que esta diferenciación se debe a que dichas identidades
son ambiguas, confusas y que tobas y mocovíes no acusan diferencias suficientes como
para establecer identidades tajantes. En este punto de la argumentación debemos también
atender al hecho de que “la preocupación de conquistadores y colonizadores ha sido
siempre la de determinar la existencia de ‘naciones’ (período colonial) o de ‘etnias”
(período republicano) indígenas. Preocupación que encuentra su origen en la explícita
voluntad de las autoridades de circunscribir en un marco espacio-temporal específico, y
a partir de categorías socio políticas bien especiales, entidades concebidas a priori
como culturalmente homogéneas” (Boccara, 2001). Así, es posible interpretar que la
distinción tobas/mocovíes que intentamos dilucidar responda a este sistema de
pensamiento colonial que busca entidades culturales y políticas discretas, rígidamente
diferenciables, fijando en categorías étnicas realidades móviles 9 . En consecuencia,
puede plantearse que la diferenciación toba/ mocoví es el resultado de determinadas
condiciones históricas generadas por el espacio colonial 10 .
Evaluaciones étnicas:
La construcción de la identidad de tobas y mocovíes, parcialmente diferenciados y
parcialmente confundidos, destaca, principalmente, por el uso de un conjunto restrictivo
e iterativo de categorías descriptivo-interpretativas explícitas, por lo general de alto
grado de negatividad, evaluaciones que son también clasificaciones y categorizaciones
pues mediante ellas la población indígena, y por su intermedio el mundo social en
9
A una conclusión de la misma naturaleza llegamos con nuestro estudio sobre las construcciones
identitarias de comechingones y sanabirones en la jurisdicción de Cordoba. (Bixio, 1998, 2005)
10
En esta denominación étnica destaca también la ausencia de un procedimiento iterativo en el Perú, en el
Tucumán y demostrado también para otras áreas americanas: la homologación entre el nombre étnico y el
nombre geográfico de modo que los sujetos se significan por el espacio que ocupan, situación que
posiblemente tenga su origen en la episteme europea (Martínez, 1995: 42) y que será común en el siglo
siguiente que denominar al conjunto como chaqueños o indios del chaco. Ello posiblemente se deba a que
resultaba sumamente complejo asignarles a estos sujetos una territorialidad dado que el espacio todavía
era desconocido y de él participaban grupos disímiles y enemigos entre sí.
9
general, se ordena en una estructura que responde a una lógica cultural impuesta por la
dominación.
Lo primero que destaca en los descargos de los encomenderos ante las acusaciones
de los indígenas es la insistencia en ubicar un conjunto heterogéneo de acciones y
calificaciones de tobas y mocobíes en lo que podría definirse una “naturaleza” de la
etnia, llamada también “natural”, “inclinación” o “animo”; de modo que los sujetos
hacen lo que hacen y son como son “llevados”, “llamados” o “tirados” por esta
naturaleza de la que no pueden escapar por que pertenece al ser de cada uno, es una
esencia.
Los diccionarios de la época, como el de Covarrubias (1610) y el primero de la
Real Academia Española (1726), definen natural, entre otras acepciones como la índole,
ó inclinación propia de cada uno; el instinto e inclinación de los animales irracionales
(RAE: 650), todo aquello que es conforme a la naturaleza de cada uno (Covarrubias:
773). Naturaleza, por su parte se define, entre otras, como la esencia y propio ser de
cada cosa; el
instinto, propensión o inclinación de las cosas (RAE: 651), como
condición y ser (Covarrubias, 773). Inclinación, finalmente es la propensión a alguna
cosa (RAE: 240; Covarrubias: 665).
Si tenemos en cuenta los contextos en los que estos términos (naturaleza, natural,
inclinación, ánimo) aparecen, y su asociación con la idea de que los indígenas son
“llamados”, “llevados” o “tirados” por esta naturaleza, podemos interpretar que estas
diferentes expresiones actúan a nivel discursivo como sinónimas y que remiten todas al
mismo campo de significación. Con ellas se está haciendo referencia a una esencia casi
instintiva que lleva a los sujetos a tener tales o cuales rasgos y a actuar en consonancia.
En síntesis, estos sujetos son actuados por su naturaleza, de modo que más que sujetos
racionales o volitivos son objeto dominados por una cierta propensión.
Cabe aclarar que este natural no tiene asiento biológico y por lo tanto no puede ser
interpretado como una versión local del racismo que posteriormente, en el siglo XVIII y
más específicamente en el siglo XIX, jugará un rol central en las identificaciones
construidas por los europeos. En este punto nos diferenciamos de las interpretaciones
que sobre el particular presenta Quijano (2005) atendiendo al hecho de que no se
establecen relaciones directas o indirectas con lo biológico y, básicamente, debido a que
10
esta inclinación natural puede corregirse o sujetarse y puede también modificarse
aunque ello exija un largo contacto con el español:
“... siendo estos indios barbaros y fieros rusticos en su natural por no aber beinte
años que salieron del barbarismo y gentilidad de sus tierras reducidos con las armas”
(f. 109r)
Parece, por la cita, que veinte años es poco tiempo para producir verdaderas
transformaciones en esta esencia o condición pero que ello es virtualmente posible.
Esta natural inclinación se relaciona con acciones y pasiones. Esto es, tobas y
mocovíes están naturalmente inclinados a ser agentes de ciertos procesos altamente
transtivivos y valorados negativamente (como huir, guerrear, matar, hurtar, incendiar,
obstaculizar el comercio, bagabundear, embriagarse, comer animales inmundos, etc.) y
pasientes de ciertas pasiones también altamente negativas (ocio, araganería, odio al
español, maldad, fiereza, crueldad, etc.). Consecuencia de esta naturaleza negativa es la
carencia de ciertos atributos valorados positivamente y que son los que definen la
diferencia en la relación con los españoles (agricultura, vida social, vestido y residencia
fija). Desarrollemos estas ideas fundamentales y la conexión que los propios textos
establecen entre estos conceptos.
En cuanto a las primeras, o sea, las acciones o procesos de los que son agentes
activos los indígenas, en una escala cuantitava, predomina la inclinación a la fuga, a
volver a sus tierras pero no debido a una romántica o bucólica atracción del terruño sino
que, por el contrario, la vuelta a las tierras se asocia con la guerra, la muerte, el robo, de
modo que esta la inclinación es a hacer la guerra al español. No hay objetivos
reconocidos a estos sujetos, que no tienen planes ni intereses políticos o económicos en
su resistencia armada: ésta se explica sólo por esta inclinación o condición natural:
“... con el animo de yrse donde se allan los demaz con las armas en las manos
matando y rrobando en todos los tiempos del año y en todas las ciudades desta proua a
que se allan inclynados” (f. 75r)
“... se hubieran retirado a sus tierras donde les llama su fuerte natural con la
notiçia que tienen de allarse guerreando al español...” (f. 75v)
“... y tirarles su naturaleza a sus tierras uyendo de la vida politica y soçiable que
estan y an estado despues de la conquista haciendo ... por los montes a fin de conseguir el
11
yrse ... muchos de ellos dexando a sus mu ijos y mujeres como es notorio en esta prov y
estos con el conocimiento que adquirieron de los vezinos de ella y caminos dan guerra al
español e ejecutando en las çiudades estançias y caminos reales aun las remotas de sus
fronteras crueles baruaridades muertes inçendios y robos hallandose totalmente
ynposibilitado el comercio de poder traficar a los reynos del Peru ...” (f. 110r y v).
“... de donde volvieron segunda ves a hacer fuga tirando de quajo a su natural
barbarismo con toda su chusma ... habiéndolos hallado en lo mas espeso y oculto de los
montes de Pichana con prevención de flechas dardos y macanas todas armas de su uso...
(f. 459v)
Esta naturaleza o condición que los lleva a huir nunca aparece aislada de la guerra
al español, por lo que pueden homologarse en un mismo acto y, por ello afirmamos que,
según la palabra de los encomenderos, lo que mueve a estos sujetos a la guerra no es algo
racional y su resistencia armada aparece simplemente como el producto de una
“inclinación” o “naturaleza” a ser actores de acciones negativas, pero actores a su vez
actuados:
natural inclinacion
⇒ huir =
guerrear = crueles barbaridades (muertes,
incendios, robos, obstáculos para el comercio, abandono de las familias) = abandono de la
vida política y social.
Estas interpretaciones de los encomenderos, que implican categorías descriptivas e
interpretativas organizadas en un esquema relacional, aparecen en discursos tendientes a
justificar algunos cargos que les hace el protector de naturales, tales como que los
indígenas no viven en pueblos sino en la estancia del amo o que participan de viajes sin
paga alguna. La argumentación, iterativamente alega que no puede dejárselos fuera de la
vista del español porque huirían –con su seguidilla de consecuencias- y que, por lo tanto,
viven con el encomedero y lo acompañan en sus viajes (f. 75V). Posiblemente de aquí
provenga la focalización de la temática en el problema de la huída: ya que no puede
alegarse de los encomendados que han participado en guerras con el español, se los
presenta como virtualmente peligrosos, inclinados a huir, lo cual implica, hacer la guerra.
Pero la negatividad de esta naturaleza no se agota aquí. Se hace extensiva a ciertas
pasiones entre las que destaca el ocio por que, al igual que la huída, es estructurante de
todo un sistema de relaciones. Así, estos indígenas son naturalmente reacios al trabajo,
están inclinados al ocio y por ello, no labran las tierras, comen inmundicias, andan
desnudos, no tienen residencias fijas sino que bagabundean., hurtan, se embriagan, etc.
12
“... los dhos yndios tobas son mas ynclinados al oçio que al trabajo por ser jente
hecha a no tener ranchos ni labranças contentandose solo para el moderado sustento de
rayzes terrestres aniales ponçoñosos y pescado de los rios andando bagando de una parte
a otra hechos a urtar y a la embriaguez sin que quieran entrar al trabajo ni otra
aplicazion ynsistiendo solo en haçer fuga para boluerse a sus tierras aun los que salieron
en tierna hedad” (f. 122v).
“... por ser nazion que ellos ni sus antepasados se aplicaron a ellas [labranzas] por
natural floxo hechos a buscar el sustento de animales ynmundos rayzes y pescados andar
bagabundos de unas partes a otras ynclinados a los viçios de embriaguez ladrones sin
tener ranchos ni sitio fixo” (f. 110r)
“... es su natural tan opuesto al trauajo que las dejan perder [a las sementeras]...
meten los cauallos ... hechandose ellos y sus mujeres a dormir y estar tendidos como lo
acostumbran en sus tierras contentandose con los animales que cazan y raizes para
moderado sustento y aun los granos que se les reparten para las labranzas le convierten
en açer chicha para sus embriagueçes” (f. 110v y 111r)
[si no siembran] es por ser ellos de tan barbara nacion que jamas por araganes an
sabido ni saben en sus tierras de sementeras ... y que se crian y sustentan con raices
pescado y con lo demas porque hurtan y roban en todas las estancias” (f. 459v)
Los rasgos se conectan en una relación no azarosa sino lógica en la que: no trabajo
u ocio implica la caza, la recolección y el robo para sobrevivir, lo que implica bagabundeo,
lo que implica falta de ciudades o residencia fija y vicios:
Inclinación al ocio⇒ caza, recolección y robo ⇒ bagabundeo ⇒ no residencia fija
⇒ vicios.
Con este sistema de atributos étnicos los encomenderos justifican la acusación de
los indígenas y el cargo que el protector de naturales les hace de que no tributan sino en
servicio personal de todo el año (no se puede fiar en ellos ni aplicarlos con paga regular a
su trabajo. f. 123v), el hecho de que no tengan sementeras ni chacras de comunidad, e
incluso de que no haya capilla en la estancia:
“... dichos yndios reusan el trauajo y que no quedaran maderas ni ornamentos que
urtaran por su natural ynclinazion pues me he visto obligado casi a despoblar mi estançia
porque todos los ganados bacunos y menores urtan y benden para sus embriaguezes”
(Seballos, después de 112v).
Pero el ocio permite establecer otra relación, no explicitada en los textos: el no
trabajo implica no someter la naturaleza a transformaciones por obra de la fuerza humana y
en este sentido, siguiendo las interpretaciones de Martínez (1995: 42 y ss) para el caso de
los grupos de la Puna, la desnudez es una consecuencia de ello:
“... llamarles el natural a andar a su husso en cueros bibos” (f. 75v)
13
Enunciado que, en el discurso de los encomenderos justifica el pago a los
aborígenes con paños y no con dinero, e incluso, que no tengan prendas para vestirse pues,
debidos a este llamado de su natural a andar desnudos, los venden.
Todos estos enunciados descriptivos, narrativos e interpretativos pueden incluirse
en una categoría mayor: natural barbarismo que implica: no trabajar, no habitar en
pueblos, no tener organización social, no cultivar (sustentarse de animales inmundos,
raíces y pescados). La embriaguez y el robo son la consecuencia esperable de este
barbarismo.
Llama la atención que en pocas oportunidades el barbarismo aparezca en relación a
la ausencia de religión cristiana (salieron del barbarismo y gentilidad de sus tierras f.
109r) , a pesar de que ésta era una tópica común en el discurso del siglo XVI y XVII para
definir los límites de la humanidad (Bernard, C. 2005). Esto se explica porque en el
discurso exculpatorio de los encomenderos no puede admitirse que son idólatras o que no
conocen la religión católica, pues el responsable sería el feudatario por no enseñarla. En
todo caso, se alega que no la aprenden o que la saben pero se lo ocultan al visitador para
inculpar al encomendero al que odian por sujetarlos.
Es más, este barbarismo puede llegar a ocurrir conlocativamente con la calificación
de “caribe”, extremo de la negatividad, que se relaciona con la idea de antropofagia y
crueldad extrema:
“... jente barbara y de nacion caribe” (f. 75v)
Sin embargo, esta idea de los indígenas tobas o mocovíes como bárbaros no
aparece todavía muy focalizada ni extendida, tal como ocurrirá más adelante, en el siglo
XVIII para confundirse con el apelativo de indios.
Pero el natural negativo puede tambien extenderse a otras calificaciones que
también implican acciones: el natural deshonesto hace que no reconozcan que se les
enseña la religión cristiana (f. 114v), el natural inquieto hace que las indias anden mal
amistadas y que por lo tanto el encomendero las lleve a su casa (f. 114v), el mal natural o
el natural aborrecimiento u odio que tienen al español porque los sujeta (f. 75v) hace que
testifiquen en contra del encomendero,.
En síntesis, esta naturaleza excesiva (f. 75v) y pasional sólo puede ser sujetada
(461r) vencida mediante la mirada vigilante (lo que justifica que vivan en la estancia del
14
encomendero: f. 76v) o mediante los castigos físicos que, en este contexto, se entienden
como correcciones:
“... llamando castigo a las correpçionez que an tenido para benser el fuerte natural
con que se allan” (f. 75v)
“... guerreando al español como lo estan aciendo y aran a dejarlos fuera del
abrigo y vista del español” (f. 77v)
Algunas caracterizaciones destacan como redundantes, así por ejemplo, indicar el
hecho de que son enemigos del español (f. 62r, 86r, 461r). Otras, aparecen menos
desarrolladas y menos focalizadas como que es gente vil (f. 86r) , gente rustica (f. 86v,
109r) e indomita (f. 86v), de animo depravado (f. 86r), rebeldes y de mala conciencia (f.
76v, 461r), gente rebelde, traidora y carnicera (f. 461r).
Identidades y diferencias
Los rasgos que habían sido destacados como identificatorios del grupo reaparecen
toda vez que se intenta establecer la diferencia con los otros indígenas:
“... tengo dos esclauos y yndios calchaquíes domesticos ... para que lo cultiuen y
guarden y no poderse fiar de mocobies por sus floxedades y poca ynclinazzion” (f. 111r)
“... lo contrario en las otras naçiones que siempre aun antes de la conquista fueron
labradores y criadores de ganados” (f. 111v)
llevados de su natural yndixesto 11 y de mala voluntad pues no se hallara resarse
con los demas yndios que no sean de su naçion como se conoce no tener quartel en las
repetidas muertes que an hecho a dhos yndios domesticos (f. 77v)
“... se deberia usar con los q ay por aca de algun apremio de mas aprieto que con
los ladinos christianos que desde el tiempo de la conquista an conocido a Dios
perseverando en ello hasta hoy atendiendo siempre leales al español, sin las alteraciones
variaciones fugas tan repetidas y notorias como las que tienen cada dia los de la nacion
mocovi” (f. 461v).
En la dos últimas citas aparece un rasgo que habíamos avisorado implícito en el
análisis anterior: el caos y la confusión, la variación, las alteraciones, caracterizan a este
grupo: dispersión geográfica, social, política, tendencia al cambio.
Otra categoría descriptiva, que no aparece directamente relacionada con las
anteriores en los textos es la falta de capacidad. Muy poco desarrollada a nivel discursivo,
se relaciona con la justificación del servicio personal, de modo que si no se les ha cobrado
11
Confuso, falto de método, distinción u orden (RAE: 252)
15
tributo es porque no los e hallado capasses para que le busquen con su trabajo (f. 70r,
113v), o con vagas justificaciones sobre las relaciones interétnicas represivas (f. 76v), o
para justificar el hecho de que no sepan la religión cristiana (f. 460r). Sin embargo,
considerados en comparaciones con otras naciones, la falta de capacidad define la
diferencia:
“pues no militan estos con los yndios domesticos por no ser tan abilez y si lo son
no lo an querido mostrar” (f. 76r)
La oposición se daría, entonces, entre:
Indios tobas y mocovíes ↔ indios domésticos
Indios tobas y mocovíes ↔ indios hábiles
Indios tobas y mocovíes ↔ Indios labradores y criadores de ganados
Indios tobas y mocovíes ↔ indios perseverantes en la religión católica
Indios tobas y mocovíes ↔ indios leales al español
Indios tobas y mocovíes ↔
indios que no varían, no cambian, no se fugan, no
bagabundean (tienen método y orden)
Estos rasgos, en particular el último, vuelven a insistir en la dificultad de sujeción o
domino, de domesticación, de lograr de ellos la perseverancia –no cambio-, la lealtad.
Frente a ello, nuevamente, la acción correcta por parte de los miembros de la sociedad
hispánica es apremio, sujeción, aprieto: “se deberia usar con los q ay por aca de algun
apremio de mas aprieto” (f. 461v).
De este modo, se construye un orden social en el que los indígenas pertenecientes a
diferentes grupos ocupan distintos lugares, más alejados o cercanos de este ideal
civilizatorio y en esta escala tobas y mocovíes se encuentran en el punto de mayor
extrañamiento, mientras que los europeos coinciden con dicho ideal. Son fronterizos, no a
nivel geográfico sino que lo son porque están en el límite, en la frontera de la escala
social.
Criterios civilizatorios: Reflexividad de la identidad
Las identidades socioculturales son básicamente de carácter contrastante, ya que
siempre se constituyen como la afirmación de un nosotros frente a otros: se requiere un
16
otro diferente para instaurar los límites, para que la identidad pueda emerger 12 . Esto
implica que las conformaciones culturales no actúan autonómicamente sino que
dependen del vínculo con procesos de orden social, económico y político, todo lo cual
conforma una determinada identidad étnica como un resultado, y no como un punto de
partida (Díaz Polanco, 1984). La identidad positiva o intragrupal es un producto, en
parte, de la refracción que genera la identidad que el otro asigna. Pero también la
identidad, en tanto límite, se construye a partir de la frontera que separa el sí mismo del
otro. En otras palabras, el otro interviene doblemente en la identidad positiva. Por un
lado, por contraste, en tanto los sentidos con los que significo a los otros especifican el
límite y la diferencia de mi propia identidad. En segundo término, por refracción, en
tanto las identidades que otros me asignan inciden de diferente manera en mi propia
identidad.
Así, los procesos identificatorios implican el juego de las autoimágenes, las
imágenes del otro y las imágenes sobre el otro. Se trata de una relación triple. Ahora
bien, en el marco de este trabajo solo hemos atendido al parámetro extragrupal y, en
tanto estudiamos identidades asignadas, a la vez que reconocemos los significados con
los que la población hispánica construye la identidad de los indígenas, reconocemos
algunos anclajes en los que se funda, por oposición, la autoidentificación hispánica, pues,
según el planteo que estamos realizando, la construcción del otro es también una
construcción del sí mismo.
En el caso que nos ocupa, se ubica a tobas y mocovies en una escala formada por
criterios civilizatorios occidentales, de modo que la totalidad de la población indígena
puede incluirse en algún punto de este sistema.
El trabajo, la modificación de la naturaleza (agricultura y tejidos para vestirse), la
residencia fija (ciudades), el cristianismo y la continuidad o no-cambio son los valores
que tienen reconocimiento positivo. Los otros valores, sus opuestos, se presentan como
negativos y por lo tanto, merecen ser corregidos. El locutor, el encomendero, entonces,
se ubica en el extremo del valor positivo, encarnando una ley y una moral cristiana, una
civilidad de la que carecen los otros, de modo que mediante la construcción de los otros
como representantes del nivel inferior de la escala, el locutor instaura su propia ubicación
de superioridad. Se observa, entonces, que los discursos exculpatorios de los
12
Algunos autores destacan otros mecanismos de construcción de la identidad. Así, por ejemplo, Portal
(1993) cree que la identidad urbana se construye a partir de la cosmovisión, la memoria colectiva y la
religiosidad. Sobre los procesos de formación de identidades véase Asher (1996) quien reconoce dos
puntos de vista al respecto: instrumentalistas y primordialistas.
17
encomenderos se construyen sobre los cimientos de tales valores occidentales, actitud
que da cuenta de que los españoles estuvieron totalmente imposibilitados de
comprender el sistema político de las jefaturas sin poder (Saygnes, 1987: 37).
Estas cualidades aparecen como claves (residencia estable, trabajo, agricultura,
vida política y organizada) de la comprensión del otro y actuaron como el término de
comparación positivo, frente al cual los otros se definen a partir de la carencia de estas
claves. Es en este contexto en el que aparecen los términos despectivos y las
descalificaciones culturales.
En este punto, se observa con claridad la reflexividad en la construcción del otro
hasta el punto que la visión del otro no es sino un reflejo y una búsqueda de la visión
del sí mismo. Ya Saignes, en su estudio sobre los chiriguanos (1990) había advertido
que las descripciones coloniales son “espejos” que a los conquistadores les devuelven
la imagen invertida de ellos mismos. En este sentido, puede interpretarse a estos
discursos como construcciones simbólicas mediante las cuales una comunidad se
define a sí misma y por ello, pueden concebírselos como verdaderos “imaginarios”
(Mignolo, 2005: 55), entendiendo este término en su sentido geopolítico.
Así, la construcción del sí mismo ha operado mediante la selección de rasgos de
la alteridad, estableciendo sólo diferenciaciones y distanciamientos, ocultando los
lugares de confluencia, como la guerra y otras pasiones compartidas.
Este grado máximo de distancia obstaculiza la posibilidad de integración, con lo
que indirectamente se propugna una solución extrema, al margen de la normativa
indiana.
Dinámicas identitarias
El concepto de identidad, en cuanto remite a lo "único", lo "siempre igual a sí
mismo" puede dar la idea de cierta cristalización que niega la mutación, tal como fue
sostenido -de manera implícita o explícita- por las teorías primordialistas (o
esencialistas) de la identidad 13 . No obstante, cuando nos referimos a la identidad étnica,
13
Estas teorías consideran la identidad étnica como una realidad innata, congénita, sustancial, que forma
parte de la definición del grupo étnico en cuanto unidad cultural caracterizada por un cierto número de
datos objetivos de orden biológico, territorial, lingüístico, económico, cultural. Se llegó, incluso a
concebir el grupo étnico en términos raciales, identificable somáticamente. A pesar de que esta teoría
científica se encuentra ya superada, se conserva aún viva en el sentido común (Oro; 1995).
18
ésta debe ser reconocida como un proceso dinámico y cambiante. Se trata de una forma
provisoria, "dentro de un campo de interacción étnica relativamente acotado en el seno
de una determinada formación histórico social, y durante un momento dado de las
relaciones interétnicas" (Vázquez; 1988:11) 14 . Esto es, el proceso de identificación
intragrupal y de diferenciación extragrupal obedece a una historia común, un idioma, un
conjunto de pautas, pero especialmente, a circunstancias históricas y sociales que
favorecen u obstaculizan la reproducción y la reconstrucción de estas pautas heredadas.
Y justamente, como los límites en las interacciones sociales son móviles, la identificación grupal sufre transformaciones, recreaciones, resignificaciones. Es más, al cambiar el
nivel de las relaciones interétnicas o intersociales, la identidad se reubica.
Estas observaciones, válidas para consideraciones a nivel de identidad positiva y
contrastante, explica porqué las identidades presentes en esta visita difieren, en particular
en el nivel relacional, de otras reconocidas por otros investigadores, las que a su vez
tampoco pueden considerarse homogéneas. Vitar (1995, 1997), por ejemplo, para el siglo
XVIII reconoce dos discursos sobre los chaqueños, el de la guerra y el de las misiones,
esto es, discurso militar y de las misiones que son el producto de diferentes vivencias y
contactos. Para dicha investigadora de la región chaqueña el caballo fue un elemento
clave, el baremo utilizado por los colonizadores para establecer distinciones entre los
indios amigos y los enemigos hasta el punto que indios de a pie = indios amigos =
dóciles = labradores; indios a caballo = bárbaros = cazadores, nada de lo cual aparece
como destacado en nuestro corpus. Tampoco encontramos la benebolencia del discurso
de las misiones jesuíticas, producto de un contacto más estrecho y prologado con los
indígenas, o incluso la ambivalencia evaluativa, entre rechazo y admiración a los
chaqueños (Cavalcanti, 1995). Sáinz Olero, incluso, (1995) reconoce heterogeneidad al
interior de los textos jesuitas del siglo XVIII.
Esta concepción esencialista de la cultura en general y de los grupos étnicos en particular fue el
núcleo teórico del proyecto dominante de la antropología argentina durante décadas, que entendió a los
grupos étnicos como entidades cerradas, impermeables a los procesos sociales que los producen y los
reproducen y que buscó rescatar esencias puras de un pasado aborigen. Sobre la incidencia de esta línea
de investigaciones, los principios de este paradigma y sus representantes en nuestro país, véase Herran, C.
1990.
También en este sentido nos apartamos de las posiciones etnopopulistas (Vgr. M.Gamio, S.
Varesse, etc.) que postulan la permanencia de la identidad étnica específica de cada grupo a través del
tiempo y de las diversas formas productivas y societarias. Frente a estas posiciones, adoptamos el punto
de vista situacionista y transaccional introducido primeramente por F. Barth (1976).
14
Un buen ejemplo de ello se encuentra en Durán Pérez, 1986 o Giudicelli et Boullosa (2005). El primer
trabajo para el caso de los mapuches chilenos, el segundo para el de los diaguitas, ambos destacan de qué
modo de una identidad peyorativa y negativizada se ha pasado a otra, altamente valorada y liberadora.
19
Estas observaciones son prueba de que las operaciones de significación,
categorización y adscripción étnica forman parte de sistemas y de órdenes discursivos
heterogéneos que deben ser historizados y contextuados pues varían conforman
cambian los niveles de la relación interétnica pues son estas relaciones las que
delinean los procesos de conformación de identidades positivas y asignadas.
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23
Los procesos de identificaciones étnicas, de asignación de identidades, de resignificaciones, así
como las nociones que atañen a los grupos étnicos y límites étnicos fueron trabajados
principalmente a partir de la clásica obra de Barth, Los grupos étnicos y sus fronteras,
que de alguna manera abre este tipo de indagaciones al dominio del saber antropológico.
Tomando como base esta obra señera, encontramos en los antropólogos de América
Latina las propuestas más interesantes y apropiadas a este estudio. Entre ellos, los
artículos de Cardoso de Oliveira (1971), Díaz Polanco (1984, 1989), Bartolomé (1979), y
en Argentina, Tamagno (1988), Vazquez (1988), Ringuelet (1987), Briones de Lanata
(1988, 1990, 1992)15 .
Apoyados en una teoría de la sociedad que advierte sobre la fragmentación de
los significados sociales, que entiende el campo social como una arena de "luchas"
por imponer una visión legítima del mundo (Bourdieu; 1988), y que reconoce que la
sociedad no tiene ningún tipo de unidad significante (Verón, 1987a), no hemos
buscado uniformidad ni homogeneidad en los significados más importantes puestos en
juego en las interacciones interétnicas, aquellos que afectan al "otro" social y que
permiten la identificación en el nivel intragrupal. En este sentido, hemos buscado
delinear tendencias discursivas, no oposiciones excluyentes. Ni el grupo de los
indígenas ni el de los españoles constituyeron unidades homogéneas, ni el uno se
enfrentó, en bloque, al otro. El nuevo escenario creado por la conquista fue guiando
los comportamientos de las partes, determinando estrategias para acomodarse a la
nueva situación y redefiniendo, de manera permanente, la percepción que cada grupo
tenía del otro.
En esta conceptualización, los discursos, en cuanto acontecimientos, son también
estrategias: tienen su eficacia, sus resultados, están destinados a producir un efecto
(Foucault; 1992a: 154 y sig.).
Nuestro análisis tendió también a reconocer cómo
funcionan en el interior de las luchas -económicas, sociales, etc. En este lugar el discurso
ya no es sólo una construcción de sentidos, es una práctica que se inscribe en un conjunto
de relaciones entre instituciones, procesos económicos y sociales.
15
Queremos expresar que de ninguna manera la bibliografía citada fue aplicada de manera acrítica. Las
ampliaciones o modificaciones que proponemos se incluyen a lo largo del trabajo.
24
25