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DERECHOS DEL CONSUMIDOR Y ALIMENTOS TRANSGÉNICOS
Ricardo Aguilar
Director de campanyes de Greenpeace Espanya
Considero fundamental que el derecho al medio ambiente se incluya y sea tenido
en cuenta en las jornadas, en los debates y en todos los actos públicos, ya que suele ser
uno de los derechos que se violan más asiduamente y con mayor impunidad. Sin embargo, estamos ante un derecho básico.
El derecho a un medio ambiente sano defiende todo aquello que consumimos, lo
que comemos, lo que bebemos, lo que respiramos y dónde vivimos, y, por tanto, es uno
de nuestros principales derechos que tenemos y debemos ejercerlo con firmeza.
En el caso que voy a exponer a continuación, sobre alimentos transgénicos,
vamos a abordar muchos de esos derechos, ya que con la introducción de estos organismos modificados genéticamente lo que se está poniendo en peligro son derechos tan
básicos como, por ejemplo, el derecho a la información.
En este momento, hay una gran confusión sobre lo que está pasando con los organismos modificados genéticamente. Los consumidores no saben muy bien dónde estan
estos organismos, debido al secreto comercial que los protege y a las patentes de muchos
de estos productos. Ni siquiera a nivel científico se puede tener acceso a los tipos de modificaciones que se han realizado, ni a los estudios que demuestran si son inocuos o no.
Estamos ante uno de los primeros problemas, el de la falta de acceso a una información que nos podría aportar mucho más juicio a la hora de hacer nuestra elección.
Otro problema es el del derecho a la elección, es decir, el derecho del consumidor
a elegir si quiere o no consumir un producto basándose en la información de la que dispone. Y el derecho de un consumidor a elegir no sólo se basa en si ese producto puede
ser bueno o malo para su salud, sino también en si puede ser bueno o malo para el medio
ambiente. O incluso, y es otra de las cosas que cada vez se está exigiendo más por parte
del consumidor, especialmente con la globalización que hay del mercado: si ese producto se ha obtenido respetando los derechos humanos, partiendo de que los trabajadores
que lo han producido hayan recibido por su trabajo un salario y un trato dignos; en definitiva, si ese producto se ha obtenido de manera solidaria con otros países pobres.
Por lo tanto, ahí entra en juego la importancia de esa información: el consumidor,
cuando hace una elección a la hora de consumir un determinado producto, ha de tener
información adecuada.
Otro derecho que se está vulnerando con este tipo de organismos modificados
genéticamente es el del patrimonio común que todos tenemos: la naturaleza. Hasta ahora
todos teníamos acceso libre a la misma, a los genes, a las células, a los animales, a las
plantas. Con las nuevas legislaciones que se están utilizando para defender los derechos
comerciales de las empresas que están introduciendo los organismos modificados genéticamente, ahora mismo se está privatizando gran parte de esa naturaleza. Es decir, se
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puede coartar la libertad de los científicos para hacer investigaciones en genes que están
patentados, en células que están patentadas, en ratones que están patentados, con lo cual
nos están robando lo que hasta ahora era un patrimonio común.
Desde luego, existe el derecho que antes explicaba acerca de si se quiere o no
apoyar una determinada tendencia que afecta a nuestro futuro, sobre todo la relación que
va a tener el ser humano con su medio ambiente. Y en esa forma de relación cada uno
tenemos derecho a elegir, a saber si realmente queremos que se extiendan, como se están
extendiendo, los organismos modificados genéticamente.
Por una parte, se da una privatización, pero por otra parte se modifica todo nuestro medio ambiente en beneficio de tan sólo unos pocos.
Hay otro derecho que a nosotros también nos importa, ya que como organización
internacional defendemos a gentes de muchísimas culturas, religiones y creencias, y es
el derecho a las creencias, y la vinculación al consumo de las mismas.
En Greenpeace tenemos católicos, pero también protestantes, hinduistas, budistas,
mahometanos, animistas... y, por lo tanto, no tenemos una ética común, una ética única.
Pero sí tenemos una ética general con respecto a la no privatización de la naturaleza y de
la vida, a la no explotación de los seres humanos, a no crear sufrimiento en los seres vivos.
Pero, además, hay una serie de problemáticas que se generan con la modificación
genética, ya que lo que se está haciendo es traspasar genes de unas especies a otras, y se
crean bastantes dudas y debates en diferentes países; por ejemplo, quien había tomado
una opción vegetariana ahora se encuentra con el hecho de que dentro de los vegetales
hay genes animales. Quien no come cerdo ahora se puede encontrar con genes de cerdo
en el arroz.
Este tipo de cuestiones nos parecen importantes: por lo menos que haya un respeto, algo que es fundamental es el debate científico que se está generando.
En parte, a nosotros nos ruborizan una serie de polémicas que se suscitan en torno
a la modificación genética de los organismos vivos, ya que muchos de estos debates estaban superados hace treinta años y, sin embargo, nos estamos encontrando ahora con una
especie de vuelta atrás, desde el punto de vista científico, al debatir si un gen es una cosa
aislada o si tiene interacción con el resto del genoma y con el resto del medio ambiente.
Como digo, esto ya estaba superado hace bastantes años y, sin embargo, ahora,
con la modificación genética, se nos quiere hacer ver que hay que volver otros treinta
años atrás y seguir creyendo cosas que en aquel tiempo ya se descartaron.
Pero ¿qué es la modificación genética y por qué nosotros adoptamos una posición
que es, fundamentalmente, de oposición a que se liberen al medio ambiente organismos
modificados genéticamente y, también, al consumo de alimentos transgénicos?
Citaré unas frases de dos personas muy reconocidas. Por una parte, el Dr. Joseph
Roblat, premio Nobel de Física en 1995: «Mi preocupación es que otros avances en
ciencia pueden resultar en otras formas de destrucción masiva quizás más fácilmente
disponibles que las armas nucleares. La ingeniería genética es una de las áreas más posibles, dado el espantoso desarrollo que está teniendo lugar en ella».
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Por otra, el Dr. Georges Wall, premio Nobel de Medicina en 1967: «Hasta ahora
los organismos vivos han evolucionado muy lentamente, y las nuevas formas han tenido
mucho tiempo para establecerse. Ahora, proteínas enteras serán transferidas a asociaciones completamente nuevas con consecuencias que nadie puede predecir, ni para el huésped ni para los organismos cercanos. Avanzar en esta dirección no sólo es imprudente
sino peligroso».
Potencialmente, se pueden producir nuevas enfermedades de animales y plantas,
nuevas fuentes de cáncer, nuevas epidemias. Este es el debate que ahora mismo existe, el
de la modificación genética, aunque nosotros trabajamos fundamentalmente en el tema
del impacto medioambiental y, desde luego, dentro del mismo se incluye el impacto
sobre la salud de los seres humanos y sobre otra serie de organismos.
Antes explicaba que hay una gran problemática de acceso a la información.
Actualmente, en EEUU, que es uno de los países en los que más se promociona y se
desarrolla la modificación genética de organismos vivos, hay tres grandes juicios en proceso. Uno de ellos es un juicio contra el monopolio de las grandes empresas dedicadas a
ingeniería genética por las patentes sobre la vida que están realizando.
Hay otro macrojuicio que ha sido fomentado por los agricultores de EEUU, sobre
todo por los pequeños agricultores, porque los cultivos transgénicos están contaminándoles las cosechas y les provocan pérdidas, especialmente a los que serían agricultores orgánicos, que aquí denominamos biológicos o ecológicos. Y también hay un tercer juicio
que ha sido planteado por científicos, por asociaciones de todo tipo y contra la propia
Administración USA, en concreto contra la FDA, que es la agencia que trata los asuntos
sobre drogas y alimentos. La denuncia se refiere a que este organismo ha ocultado 44.000
páginas de informes científicos en las que los propios científicos de esta agencia oficial
advertían sobre los riesgos potenciales de la manipulación genética de estos organismos.
Yo creo que esto es un ejemplo del tipo de reacciones que han suscitado los organismos modificados genéticamente en los pocos años que han estado en el medio
ambiente.
Las organizaciones no gubernamentales estamos trabajando aisladamente, y en
ocasiones coincidimos en temas concretos, pero en el caso de la modificación genética y
de la liberación de estos organismos al medio ambiente nos hemos llegado a unir a organizaciones de derechos humanos, de ayuda al desarrollo, de ecologistas, de consumidores, de científicos, de agricultores..., realmente, un abanico que abarca todos los aspectos
sociales.
Actualmente, se está trabajando desde las organizaciones no gubernamentales y
es llamativo que esto lo hayan conseguido las grandes empresas multinacionales por el
mero hecho de intentar introducir a la fuerza este tipo de productos en el mercado.
Hace unos días estuve con uno de los científicos que hace unos 25 años firmaron
un acuerdo en Monterrey, cerca de California, en EEUU, en el que pedían una moratoria
o un freno al desarrollo que se estaba dando en ingeniería genética. Dicho científico
explicaba que en aquel momento tal vez se equivocaron, porque con eso dejaron gran
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parte de la investigación en manos privadas. Y esto había supuesto que, desde entonces,
y sobre todo en los últimos quince años, que es cuando se ha producido el desarrollo de
la modificación genética y su introducción en el mercado en los últimos 4/5 años, la
investigación en este campo se había quedado prácticamente en manos privadas.
Decía que tal vez habían cometido un error en aquel momento, pero que ahora los
errores los estaban cometiendo, principalmente, estas grandes multinacionales. Las
grandes empresas que quieren vender un producto al consumidor saben que antes de
poder introducir un producto en el mercado han de hacer un estudio de mercado, sobre
las ventajas que tienen y las que van a ofrecer al consumidor y han de hacer una campaña que pueda ser aceptada por el consumidor.
Sin embargo, las que se han volcado en esta aventura eran grandes empresas que
no vendían directamente al consumidor y que, principalmente, se dedicaban a vender a
otras grandes empresas o vender directamente a agricultores, con lo cual no han realizado ningún tipo de estudio de mercado, no les ha importado que su producto no reportara
ningún beneficio para el consumidor. Y se han encontrado con la reacción de parte de los
consumidores cuando han intentado introducir este producto en el mercado. Nadie lo
quería. Todo el mundo, además, tenía bastantes dudas sobre las bondades del producto,
y cuando han preguntado qué beneficios tenía para ellos no les han podido mencionar
ninguno. Porque el producto no se diseña para ofrecer beneficios al consumidor, sino
que aporta beneficios, principalmente, empresariales.
Ha sido un gran error, por parte de estas empresas, no estimar ni tener en cuenta
la importancia de los consumidores. En EEUU les fue más fácil, ya que el consumidor ni
siquiera sabía que los productos transgénicos se estaban incorporando a su dieta, a su
mercado. Pero cuando intentaron introducir en Europa —después de escándalos como
los habidos con el caso de las vacas locas o los pollos con dioxinas— productos nuevos,
raros, que no se sabe muy bien qué tipo de efectos van a tener, se provocó una reacción
que ha sido muy importante.
Nosotros estamos trabajando principalmente en el impacto ambiental. Nos preocupa este tipo de agricultura que se está fomentando por medio de la ingeniería genética.
La modificación de este tipo de organismos es un tipo de agricultura que va en contra de
todos los acuerdos alcanzados en los últimos años y de los grandes avances sociales, del
desarrollo sostenible o del principio de precaución.
Estamos hablando de un tipo de agricultura que tiende al monocultivo, a la mecanización extrema, a la utilización masiva de plaguicidas, y solamente a unas pocas especies. Y esta es, justamente, la tendencia contraria al desarrollo sostenible y a la lejanía
de la propia naturaleza, que es la tendencia a la diversificación para poder tener salidas
en el futuro.
Un ejemplo llamativo: durante estos últimos años, con la anterior revolución
verde, se ha perdido gran parte de la diversidad genética que existía. Se considera que
ahora, en el año 2000, ya podemos haber perdido, en el siglo que vamos a dejar, entre el
90 y el 95% de las diversidades agroganaderas que existían y, sin embargo, se tiende a
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continuar con este tipo de desarrollo basado normalmente en muy pocas especies y
variedades y, además, ahora mismo, con un genoma bastante similar entre todas ellas.
Con lo cual estamos perdiendo también la diversidad genética.
Se sabe que la introducción de especies extrañas en los ecosistemas produce
impactos. Hay una estimación en torno a que de las mil especies que se intentan introducir en un ecosistema, 100 finalmente lo consiguen y tienen éxito a la hora de introducirse, pero tan sólo unas 10 terminan implantándose y desplazando de su nicho ecológico a otras especies. Y al menos una de ellas se convierte en plaga, pero no solamente
plaga para los ecosistemas agrícolas, sino también para los ecosistemas naturales.
Ahora mismo uno de los mayores problemas a escala internacional es el de intentar combatir las plagas que hay a nivel general y, en muchos casos, dentro de lo que serían parques nacionales, zonas de reservas naturales. De hecho, en EEUU actualmente
están gastando más de 120/130 millones de dólares al año en combatir las plagas de
especies exóticas, muchas de las cuales se han introducido a través de este tipo de evolución de la agricultura. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
considera la introducción de especies extrañas como una de las principales causas de
extinción que hay ahora mismo en el mundo.
Estamos hablando de la introducción en el medio ambiente de especies extrañas,
que no han existido hasta ahora, pero que además van a tener una serie de características
que a nosotros nos parecen especialmente peligrosas.
Ahora mismo, la inmensa mayoría de lo que hay en el mercado son cultivos que
producen una toxina, producen su propio veneno, o cultivos que son resistentes a plaguicidas. Es decir, que consiguen resistir a mayores dosis de venenos. Con lo cual estamos generando una serie de impactos potenciales tremendos, o ya no sólo son impactos
potenciales sino que muchos se están empezando a corroborar.
Es curioso que, por ejemplo, en los estudios que se han estado realizando para
aprobar este tipo de cultivos, de su liberación en el medio ambiente o incluso de su introducción dentro de lo que sería el consumo, apenas se hayan hecho trabajos que demuestren que estos alimentos o cultivos no van a producir un impacto.
Como decía, el principio de precaución fue algo por lo que durante muchos años
se ha estado luchando, para que los acuerdos internacionales lo tuvieran en cuenta.
Hasta ahora siempre se había partido de que la industria introducía un producto en el
mercado y eran los consumidores y el resto de personas quienes tenían que demostrar
que ese producto era dañino antes de prohibirlo. Y así nos ha pasado con muchos productos que han sido introducidos en el mercado. Hemos tenido que esperar 20, 30 y 40
años para conseguir prohibirlos, cuando ya las pruebas y las evidencias eran tremendamente claras.
Está el caso de los DDT, PCV, los CFC. Los CFC, cuando se introdujeron en el
mercado, fueron considerados los gases más inocuos que jamás habían existido y que
hubiera producido la industria, y, sin embargo, ahora también están prohibidos a partir
de los acuerdos internacionales.
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Con el principio de precaución, lo que se intenta es darle la vuelta a la carga de la
prueba y que sean las empresas o aquel que quiera introducir un nuevo producto en el
mercado quien tenga que demostrar que ese producto no va a producir ningún daño.
Esto es fundamental, porque de esta manera estaremos evitando, como hasta
ahora lo hemos hecho, el tener que correr detrás de cada uno de estos productos. Son una
cantidad enorme los que se van introduciendo en el mercado y se sabe que muchas veces
se van a necesitar 20 o 30 años para poderlos investigar a fondo y saber qué tipo de
impactos van a tener.
Sin embargo, la Unión de Científicos Preocupados (una traducción un poco rara
del nombre inglés), una asociación de varios miles de científicos, hizo un estudio sobre
las aprobaciones que se están dando en EEUU, partiendo, en el año 1994, de las 85 últimas aprobaciones que se habían dado para la liberación y la utilización de organismos
modificados genéticamente. Curiosamente, a pesar de que se sabe que este tipo de cultivos puede tener una serie de riesgos potenciales, en ninguno se estudiaba la creación de
superplagas que se pudieran generar al ser resistentes a diferentes tipos de cosas, como
pueden ser los herbicidas, que esta especie se convierta en una plaga y al ser resistente
no se pueda acabar con ella. Pues bien, ninguno de los estudios hacía ningún tipo de trabajo para valorar esta posibilidad.
Se sabe también que se va a producir otro impacto nuevo. Hasta ahora había sido
contaminación nuclear, química, pero ahora estamos entrando dentro de un nuevo modelo, el de la contaminación genética. Consiste en que esos genes extraños puedan pasar de
unos cultivos a otros, de unas especies a otras y de esta manera ir contaminando genéticamente el medio ambiente.
En este tipo de trabajos, tan sólo uno hacía una breve reseña a que esta posibilidad
existía. Luego, a pesar de que en muchos casos se están haciendo modificaciones para
hacer estas plantas resistentes a virus, en ninguno de los estudios se evaluaba la posibilidad de que estos virus se pudieran recombinar y pudieran generar nuevas cepas de patógenos, nuevos virus, que es otra de las grandes preocupaciones que hay.
Y a pesar de que muchos de ellos estaban realizados para producir un insecticida,
en ninguno de los casos se había estudiado el impacto que este insecticida podía tener
sobre otras especies que no fueran las plagas que se intentaban combatir.
Se sabe que, actualmente, no existe ni un solo estudio científico que demuestre la
inocuidad, ni que demuestre que estos productos son sanos y que van a suponer una
mejora a la hora de ser consumidos. Sin embargo, se están introduciendo en el mercado.
En EEUU, se redujeron las leyes que existían hasta los años setenta. En el año
1986, si no recuerdo mal, hubo una relajación de la legislación existente, porque si esta
legislación se hubiese llevado a cabo, ningún producto hubiera podido entrar en el mercado.
Y haciendo una valoración de lo que supone este tipo de investigaciones, tal vez
nos damos cuenta del porqué este tipo de estudios, por qué no se hace un estudio toxicológico o ecotoxicológico de este tipo de productos antes de introducirlos en el mercado
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y antes de arriesgarnos todos a tener que consumirlos o arriesgarnos a que afecten a
nuestro medio ambiente.
El estudio en sí para el desarrollo de muchas de estas semillas puede llevar diez o
quince años en muchos casos y puede tener un coste de unos mil millones. Hacer estudios ecotoxicológicos o toxicológicos, en general, podría incrementar el coste en unos
tres mil o cuatro mil millones más. Con lo cual, si se pueden ahorrar estos tres o cuatro
mil millones más en torno a los trabajos de impacto ambiental o los estudios toxicológicos, es mucho más fácil que finalmente se consiga introducir el producto y hacerlo con
un buen margen de beneficios. Y esto es, al fin y al cabo, lo que se está intentando.
Como decía antes, la mayoría de productos que ahora mismo están en el mercado
han sido modificados genéticamente para ser resistentes a un herbicida o para producir
un pesticida. Me gustaría explicar un poco los diferentes efectos que pueda tener esto
sobre la salud y el medio ambiente. Aunque la modificación genética tiene unas terminologías bastante complejas, intentaré hacer símiles para explicar el tema.
Cuando se hace una modificación genética, desde luego que se intenta decir que
es exactamente igual que lo que se ha estado haciendo durante muchos años en mejora
genética tradicional, pero no tiene, en absoluto, nada que ver. Sería como comparar el
tam-tam con el teléfono móvil. Aunque ambos sean medios de comunicación, la tecnología es totalmente distinta.
Para la modificación genética que se está haciendo se están utilizando vectores,
una serie de agentes infecciosos que consiguen romper las defensas de las células.
Cuando se están intentando introducir estos genes nuevos dentro de este nuevo organismo, éste reacciona de manera violenta, como si se tratara de un transplante, para intentar
destruir ese tipo de genes.
Por tanto, lo primero que hay que hacer es intentar combatir y romper las defensas que tiene el organismo para poderle introducir los nuevos genes.
Esto permite hacer cosas que hasta ahora no eran posibles, como introducir genes
animales en plantas, genes de bacterias en plantas, genes humanos en peces, genes de
peces en árboles.
Esto era totalmente imposible hasta ahora, pero con las nuevas técnicas se ha
abierto la nueva posibilidad de romper las barreras interespecíficas diferentes, barreras
que de manera natural han existido durante muchísimos años.
¿Cómo se rompen estas barreras? Para romperlas se necesitan estos agentes infecciosos. Dependiendo de si son plantas o animales, se hacen, por decirlo de alguna manera, unas mezclas de bacterias o de parásitos genéticos, de virus, y con éstos se intenta
que infecte la célula y romper la defensa que tiene el organismo. Y, de este modo, es
posible introducir dentro de lo que se llama este vector esos nuevos genes extraños.
Esto, de por sí, ya genera una serie de preguntas. ¿Qué va a pasar con este tipo de
vectores? Hay un gran debate, ahora mismo, sobre los vectores que se están utilizando
más, además de plantas que podrían hacer que se contaminaran otras muchas plantas a
través de estos vectores.
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También los que se están utilizando dentro de lo que sería el mundo animal, ya
que ahí se está trabajando con virus de sarcoma o leucemia, virus bastante agresivos y
con gran capacidad de infección, a los cuales se les quita o desarma esta parte patógena.
Lo que ocurre es que esto no nos asegura que dichos virus no puedan recombinarse
luego en el medio ambiente, como antes explicaba.
Existen, pues, posibilidades de que se creen nuevas cepas de patógenos, tanto los
productos que se están haciendo, los organismos resistentes a virus como las modificaciones genéticas con virus, están liberando material genético de este tipo de virus al
medio ambiente. En el medio ambiente pueden entrar en contacto con otros muchísimos
virus y generar nuevas enfermedades, con lo cual esto está creando un gran debate. Pero
hay otro sitio donde también se está utilizando material genético de virus, en lo que se
llaman promotores.
Cuando se introduce este gen, puede pasar como en otros muchos genes, que sean
silenciados. Nosotros tenemos muchos genes que no se están expresando en ningún
momento, que no se expresan nunca, pero que quizá lo hagan en un determinado
momento de nuestra vida.
Y entonces, para conseguir que estos genes no solamente se introduzcan sino que
además se expresen, se introducen los llamados promotores, que también se hacen con
material genético de virus.
En un reciente estudio hecho sobre el llamado «mosaico de coliflor», para los
vegetales, se ha comprobado que este virus, este material genético que se está introduciendo en los organismos modificados genéticamente, puede recombinarse y, de hecho,
en un trabajo efectuado con el arroz transgénico se ha comprobado que puede recombinarse con otros virus.
Ya se hizo otro trabajo con tabaco que tenía también un virus, al cual se había quitado una parte para hacer que no fuera patógeno y, sin embargo, al entrar en contacto en
el tabaco con otros virus similares se había recombinado, recompuesto y había conseguido hacerse el virus patógeno inicial.
Por lo tanto, ahí estamos entrando en un terreno tremendamente peligroso, y se
desconocen muchos de los efectos que se pueden producir con la liberación de todo este
material genético de virus.
Por otra parte, está la introducción en sí de estos genes extraños dentro de un
nuevo organismo. Como antes decía, nos resultaba curioso que en algunos debates se
hablara de los genes como si fueran piezas de una lavadora, extraer una pieza de aquí y
ponerla allí, y como si no pudiera pasar absolutamente nada.
Sabemos perfectamente desde hace bastantes años que los genes no actúan solos;
interaccionan con el resto de genes, con el medio ambiente. Esto es algo que se sabe
desde hace décadas. Al fin y al cabo, el genoma podría ser algo así como un ecosistema
particular.
Sería como pensar que en un ecosistema mediterráneo podemos sacar los conejos
y meter canguros y que el único cambio ocurrido fuera tener canguros en lugar de cone-
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jos. En el genoma ocurre exactamente igual. El impacto que se produce es a lo largo de
todo el ecosistema personal de cada uno de los organismos y, de hecho, se ha ido comprobando a lo largo del tiempo que estas manipulaciones genéticas tienen efectos en
todo el genoma y en todas las reacciones que puedan tener las plantas.
Ha habido plantas, como el caso del tabaco, que han sido modificadas con genes
para conseguir que produjeran un ácido graso y, al final, lo que se había conseguido era
que la planta, por las reacciones dentro del genoma, produjera una sustancia tóxica.
Se han manipulado levaduras o bacterias para conseguir determinados tipos de
productos. Ya hubo un escándalo grande en EEUU hace años cuando, mediante la modificación de unas bacterias, se intentó producir trictófano. El trictófano se utiliza como
condimento, como añadido alimenticio y nutritivo y, en aquel momento, se produjo una
epidemia con 35 muertos y 1.500 personas afectadas.
La empresa que introdujo este trictófano hecho con bacterias transgénicas destruyó todas las bacterias para que no se pudiera hacer una investigación y para que no se
supiera lo que realmente había pasado. Desde entonces ha habido un gran debate. Ellos
seguían produciendo trictófano con bacterias normales y bacterias transgénicas, y partiendo de que el único que produjo este tipo de impactos había sido el trictófano con bacterias transgénicas.
Curiosamente, además, encontraron una gran cantidad de residuos de sustancias
nocivas para la salud en el trictófano producido con bacterias transgénicas.
En este momento se debate sobre si había sido a causa de la purificación o la no purificación, de cosas ajenas a lo que había sido la modificación. Se vio que en las otras bacterias que no habían sido modificadas genéticamente no se produjo este tipo de impactos.
Las modificaciones genéticas pueden dar una serie de efectos colaterales totalmente desconocidos. Ya he puesto antes algunos ejemplos, pero hay otro que fue muy
llamativo: la modificación genética de cerdos en EEUU con genes humanos, para conseguir un mayor crecimiento. Y lo que finalmente se consiguió fue que los cerdos tuvieran
aletargamiento, impotencia, artritis, ceguera, etc. Pero no crecieron más.
Esto es para demostrar los efectos totalmente desconocidos que puede llevar consigo la modificación genética. En peces, han ocultado gran parte de las modificaciones
genéticas que se están haciendo. Se sabe algo a raíz de un estudio que salió a la luz
pública en Nueva Zelanda. En éste se decía de manera muy clara y se aconsejaba, por
parte de una empresa de publicidad a la empresa que hacía la modificación, que sobre
todo no dijera nada a la gente de las malformaciones o protuberancias en la cabeza ni
nada de lo que estaba pasando con los peces, puesto que podía ser utilizado por
Greenpeace para combatir este tipo de manipulaciones.
Con la modificación genética que se está haciendo en peces, se han producido una
serie de reacciones totalmente inesperadas y distintas. Ahora se está trabajando mucho
con el salmón. Se está intentando que tenga un crecimiento mucho más rápido (que crezca treinta veces más rápido), que sea más resistente al frío y conseguir que un salmón, en
un año, sea apto para la venta en el mercado.
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Hoy, por desgracia, se han ido ocurriendo una serie de efectos que han salido a la
opinión pública y nos han permitido conocer, a parte de otros estudios que se han ido
realizando, algunos de estos impactos, modificaciones de bacterias en las que se ha comprobado lo que se hizo para conseguir que los residuos agrícolas se convirtieran en etanol, y éste utilizarlo como alcohol de combustible. Con tanto «éxito», que contaminaron
todo el suelo y acabaron con todas las plantas e, incluso, afectaron a muchas de las especies fundamentales para mantener la riqueza del suelo.
Se han ido produciendo una serie de casos así, que han ido provocando situaciones
que, por desgracia, se sabía, además, que podían ocurrir. Luego, y dentro de lo que es la
modificación genética, otra de las cosas que ha generado bastante debate es lo que se llaman genes marcadores.
Para que se consiga el éxito en una manipulación genética con células y en laboratorio, se tienen que hacer miles. Y para saber cuántas de ellas realmente han conseguido esos genes extraños hay que tener en cuenta que, a pesar de estos vectores, de estos
agentes infecciosos fuertes, el organismo sigue reaccionando, y no consiguen, en
muchos casos, romper estas barreras. Entonces, para saber qué parte de estas células han
sido modificadas con éxito se utilizan lo que se llaman genes marcadores.
En alguna ocasión se han usado genes fosforescentes que hacen que la célula lo
sea, o resistentes a un herbicida. Pero los más habituales son los resistentes a un antibiótico. De esta manera, al usar dicho antibiótico, mueren todas las células que no tienen
integrado este gen. Y se sabe que las que han resistido son las que han conseguido el
éxito en la manipulación.
Esto ha creado un gran debate, ya que tiene utilidad en laboratorio pero no tiene
ninguna en el organismo que será liberado en el medio ambiente.
Ya se conoce el problema que hay a nivel internacional con los antibióticos y, sobre
todo, con la resistencia que se está generando entre la mayoría de los patógenos, de las bacterias y la dificultad que hay para conseguir nuevos antibióticos. Hay billones de genes de
resistencia a antibióticos, pues estos genes están en cada una de las células. Todo ello suponía incrementar estos riesgos al convertir en placebos muchos de los fármacos que hasta
ahora son de uso habitual.
En el maíz transgénico que se está plantando ya hay un gen resistente a la ampicilina, que es un antibiótico de la familia de los betalactámicos. Dentro de esta familia
están muchos de los antibióticos de más amplio uso a nivel internacional, las antiguas
penicilinas, la V, la G. Pero también están otra serie de antibióticos que ahora mismo tienen gran utilidad, como puede ser la amoxicilina. Creo que prácticamente todos los que
estamos aquí en algún momento hemos tomado amoxicilina para los catarros.
En otros productos se han utilizado otra serie de genes de resistencia a antibióticos, en algodón, en tomate. Se está usando la resistencia a la espectinomicina, a la
estreptomicina, a la neomicina, a la canamicina, que curiosamente en muchos sitios es
un antibiótico bastante tóxico y que se utiliza como recurso para combatir muchas de las
bacterias que se han hecho resistentes a todo.
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Incluso se atrevieron, en un caso, a introducir en una patata un gen de resistencia
a la micacina, que es de los antibióticos considerados de nueva generación, y que la
Organización Mundial de la Salud ha solicitado que se utilice lo menos posible para no
generar defensas en las bacterias. Por suerte, a raíz de las denuncias, se consiguió que
esta patata fuera retirada de las autorizaciones.
La introducción de este tipo de genes de resistencia a antibióticos tiene aún otra
serie de impactos, y no sólo sobre estos antibióticos concretos. De hecho, el Dr. Patrice
Turbalan del Instituto Pasteur de Francia, una de las personas que más ha trabajado con
agentes infecciosos (es el director de agentes infecciosos bacterianos del Instituto
Pasteur), hizo un estudio sobre la problemática de la resistencia a los antibióticos.
Turbalan hablaba de una manera muy crítica de los organismos modificados genéticamente, de las plantas modificadas, y daba una serie de ejemplos bastante preocupantes
sobre cómo las bacterias podían modificar parte de este gen para hacerse resistentes no
sólo a este antibiótico sino a una amplia gama de antibióticos de la misma familia. De
esta manera, consiguen no sólo ser resistentes a la amplicilina, sino serlo, al mismo
tiempo, a todas la distintas penicilinas que hay, amoxicilina, fenificilina y a una serie
muy amplia de antibióticos, los de mayor uso. Indicaba que, tanto a través del consumo
como de la estancia en el medio ambiente de este organismo, había la posibilidad de que
estos genes se liberaran de manera masiva dentro del medio ambiente.
En trabajos posteriores se ha comprobado que dentro del medio ambiente estos
genes se están liberando a las bacterias y a los organismos cercanos. De hecho, un trabajo comprobó cómo de plantas transgénicas estaban pasando los genes de resistencia a
antibióticos, o a los hongos del suelo, entre los que se encontraba el famoso «aspergilus
niger» que ha creado bastantes problemas sanitarios.
En el caso de patatas, se comprobó que estos genes también pasaban a bacterias
patógenas. En el medio ambiente hay una serie de bacterias que suelen estar implicadas
en muchas de las infecciones actuales y que son especialmente peligrosas para las personas con deficiencias, por diferentes enfermedades, ya sea por un trasplante, por algún
tipo de enfermedad o por el mismo hecho de ser de avanzada edad.
Dentro de lo que es la ingestión, actualmente dentro de nuestros intestinos, podemos tener cerca de cien billones de bacterias, y la inmensa mayoría o gran parte de
ellas están en un estado que hasta ahora no ha sido definido, todavía no se ha podido
explicar.
Muchas están en estado de competencia, esperando conseguir algún gen o algún
tipo de material genético que les haga tener una capacidad de resistir mucho más en el
medio ambiente y competir con éxito con las otras bacterias.
Por lo tanto, es totalmente desconocido, una vez que estos productos entran en
nuestro organismo, qué tipo de reacciones pueden producir, ya que todas estas bacterias
están muy juntas y se sabe perfectamente que entre ellas hay un intercambio de material
genético.
Esta ha sido otra de las cosas que ha generado más debate. Ha habido muchas
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recomendaciones por parte de científicos y de doctores a nivel internacional para que se
elimine la utilización de estos genes resistentes a antibióticos. Hubo un debate en el cual
se decía que las posibilidades eran muy bajas, que los efectos eran muy bajos, pero yo
creo que en el sentido común de todos estaba el que por muy bajo que fuera el impacto
y las posibilidades de que estos riesgos ocurrieran y se produjera esta expansión, son
totalmente inaceptables según está actualmente este tipo de problemáticas.
Desde el punto de vista de lo que serían impactos sobre la salud, ha creado últimamente una gran polémica el estudio que hizo un investigador del instituto Rowett de
Aberdeen, en Escocia, el Dr. Pustay, que estaba trabajando con ratas a las que alimentaba con patatas modificadas genéticamente.
Para hacer el estudio, usaban patatas en las que habían introducido lo que se llaman lectinas, unas sustancias tóxicas que se sabe que pueden tener ciertos efectos, que
sirven como insecticida.
Puesto que una de las bases fundamentales para la comprobación y la aprobación
es lo que se llama equivalencia sustancial (que ahora explicaré), se trataba de comprobar si eran equivalentes unas patatas con lectinas por fuera, por medio de la ingeniería
genética, y patatas sin ningún tipo de lectina
Entonces, se alimentó con este tipo de patatas a diferentes tipos de ratas. El
escándalo surgió cuando esta persona, que era bastante favorable a los organismos modificados genéticamente, hizo declaraciones a un medio de comunicación diciendo que
las ratas que habían sido alimentadas con patatas transgénicas estaban teniendo problemas con el sistema inmunitario, en los intestinos, incluso en la disminución de peso de
diferentes órganos.
Esto creó un gran debate en el Reino Unido y lo que provocó fue el despido fulminante de dicho investigador y la retirada de todos los fondos para que no continuara la
investigación. Es una cosa muy curiosa, porque por una vez que hay indicios lo lógico
sería continuar y demostrar si son reales este tipo de resultados.
Recientemente, se ha permitido que esta persona publique su estudio en la revista
científica The Lancet, y todavía ha generado un debate mayor. Hay una serie de discusiones sobre si el estudio estaba o no bien hecho, si las pruebas eran o no suficientes, si
eran muy pocas ratas para comprobar..., pero creo que lo importante en esto es ver el tipo
de reacciones que hay ante el hecho, mientras que para aprobarlos no se presenta ningún
estudio científico. Y parece ser que no se genera ningún debate, cuando hay cosas auténticamente escandalosas. En cuanto cualquier científico se atreve a levantar la voz, salen
doscientos mil de la industria para intentar acallarlo, y lo más llamativo es que si hay un
primer indicio, lo lógico sería intentar seguir investigando.
Él ni siquiera iba a buscar si estas patatas producían daños, sino sencillamente si
eran equivalentemente iguales, y se comprobó en las diferentes ratas que no había equivalencia sino que había reacciones diferentes, que luego se deberían comprobar con estudios más detallados y en los que se pudiera saber realmente qué había afectado a las ratas.
De hecho, una de las teorías —sólo es una teoría y no se puede comprobar—, era
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la posibilidad de utilizar este virus mosaico de coliflor como uno de los que pudo provocar los efectos que se comprobaron dentro de estas ratas.
Esto viene a demostrar la presión bajo la que están trabajando muchos científicos,
a los que, cuando se atreven a levantar la voz, enseguida se les retiran los fondos.
Otros científicos presentaron estudios que muchos conocen sobre el efecto del
polen de las plantas transgénicas en las mariposas. Se había comprobado que las plantas BT tienen una sustancia insecticida que impacta sobre las larvas de las mariposas
que se alimentan alrededor de estos cultivos y les provocaba la muerte, con lo cual se
estaba afectando también al medio ambiente; se estaba contaminando tóxicamente
dicho medio.
En este caso, el estudio se hacía con mariposas monarca, que es una especie bastante emblemática. También generó un gran debate y a estos científicos les han retirado
el dinero para seguir investigando al año siguiente en plantas transgénicas.
Ahora mismo se está proponiendo, incluso por parte de diferentes científicos y de
sociedades en EEUU, hacer una colecta para conseguir que puedan continuar la investigación. No les han dicho que lo han hecho mal, pero no les interesa que sigan por este
camino.
Aun así, otra científica ha cogido el testigo y ahora mismo está haciendo un segundo estudio. El primero se hizo en laboratorio para comprobar los defectos, y éste de ahora
lo hace directamente en el campo, alrededor de las zonas donde se está cultivando.
Los datos preliminares a la espera de que se produzcan son que se sigue verificando mortalidad entre las larvas de mariposa. Hasta un 20% de las larvas que viven
alrededor de los cultivos se muere por el consumo de las hojas en las que hay polen con
insecticida.
La verdad es que es tremendamente complejo ahora mismo conseguir datos e
investigación sobre este tipo de cosas, porque, por una parte, la inmensa mayoría está
bajo secreto comercial y no se puede tener acceso a este tipo de información y, por otra
parte, porque para conseguir hacer estudios que comprueben los impactos ambientales,
socioeconómicos, toxicológicos de este tipo de productos se necesitarían décadas y
miles de millones de pesetas.
Como decía, cuando una de estas empresas saca un producto al mercado, a lo mejor han habido 10 o 15 años de investigación, y ellos sí tienen datos, pero nunca los van
a aportar.
Un ejemplo ha sido el de la soja transgénica de la multinacional Monsanto. Los
datos que aportaron cuando esta soja fue autorizada en EEUU serían desde el punto de
vista científico mucho más escandalosos y mucho más dignos de crítica feroz por parte
de la comunidad científica que los de cualquier otro investigador. Habían hecho estudios
de alimentación con esta soja en vacas, en pollos y codornices, y creo que en ratones, en
cinco o seis animales, pero todos los estudios eran de un breve período de tiempo; por
ejemplo, de una semana en el caso de las codornices. Y todo el mundo sabe que en una
semana no puedes ver ningún tipo de efectos. El tiempo máximo era de cuatro semanas,
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período totalmente ridículo para comprobar el efecto de este tipo de soja. En esos estudios ya se comprobó una serie de diferencias. Las vacas alimentadas con soja transgénica producían mayor cantidad de grasa en la leche, y sin embargo el estudio no daba ningún tipo de respuesta, que es lo lógico; no decía el porqué se producía este efecto. Una de
las cosas curiosas es que esta soja era modificada para ser resistente a un herbicida.
Ninguno de estos estudios se hizo con soja tratada, todos eran con soja no tratada, por lo
que se desconoce el tipo de efectos. Aun así, sí se conoce que la utilización del herbicida
glisofato sobre las plantas altera la cantidad de estrógenos sobre ellas y puede provocar
una serie de reacciones hormonales.
Ahora mismo nos encontramos con que desconocemos por completo el tipo de
estudio. No hay ninguno ecotoxicológico, toxicológico sobre las plantas, sobre la soja
transgénica tal como se está comercializando. Incluso los que se presentaron para su
aprobación son totalmente ridículos y no tienen ningún tipo de respuesta que pueda ser
válida.
En el caso del maíz BT, que es el otro producto que se está elaborando, se le conoce por la sustancia que produce. Es un bacilo turigiencis conocido como BT. Un gen de
esta bacteria es introducido dentro del maíz para conseguir que produzca este tipo de
insecticida. Es el utilizado en el trabajo para mariposas, trabajos realizados en Europa
sobre otros lepidópteros, y se ha comprobado que hay efectos sobre otras especies totalmente distintas a las del taladro. Pero lo más llamativo es la forma en la que produce este
insecticida.
Era habitualmente usado por los agricultores orgánicos en todo el mundo, ya que
es un insecticida natural que producía una bacteria. Pero al introducirlo en la planta y de
la manera como se introduce, la forma en la que se produce dicho insecticida es totalmente distinta.
De hecho, el insecticida natural solamente se activa dentro del animal, de la
plaga, cuando lo está consumiendo. Por los procesos enzimáticos, se activa el insecticida y acaba con la plaga. Sin embargo, en las plantas el insecticida se produce de manera
constante, con lo cual, por una parte, se está generando una contaminación, una producción constante de veneno. Por la introducción de promotores mejoradores dentro de la
planta se produce con una capacidad 10 veces mayor de toxicidad que en el caso del
insecticida natural.
Y hay otra cosa que es especialmente problemática. Se sabe que cuando un veneno está de manera constante en el medio ambiente, las plagas terminan haciéndose resistentes. Esto se ha generado durante estos años con la utilización de plaguicidas de manera masiva y se está consiguiendo que muchas plagas se vayan haciendo resistentes a la
inmensa mayoría de los plaguicidas que se utilizan.
En el estudio que fue aprobado del maíz transgénico se decía que esto era prácticamente imposible porque, al ser tan potente el tóxico, sólo uno de cada millón de insectos que entraran en contacto con el maíz sobreviviría y que las posibilidades de que se
reprodujera eran bajísimas. Por lo tanto, no había posibilidad.
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Un estudio independiente que se hizo justamente dos años después comprobó que
era de 1,5 cada mil, es decir, una diferencia enorme, y se concluía que las plagas se harían
resistentes en sólo tres o cuatro años. Esto ha generado una gran polémica, porque si
vamos generando plagas cada vez más resistentes, necesitaremos cada vez insecticidas
más tóxicos, más fuertes y, al mismo tiempo, los efectos de estas plagas serán mucho
más destructivos dentro del medio ambiente y para los propios cultivos.
En ese momento se empezó a considerar lo que se llama la «generación de refugios», que parte de la cosecha no fuera transgénica, para que de esta manera no se acostumbrara a las plagas. En principio se habló de un 10 o 15% de la cosecha, pero no dio
ningún resultado y se habló de un 20%, luego de un 30%.
El año pasado, un 40%. Y ahora mismo se está hablando incluso de que un 50%
de la cosecha tiene que dejarse de plantar sin transgénicos. Pero no para evitar que se
produzcan las resistencias, sino para reducir el ritmo al que se están produciendo.
Es algo totalmente absurdo y ya entre los agricultores hay bastante debate, puesto que si tienen que plantar la mitad de la cosecha transgénica y la otra mitad no, realmente no entienden qué función tiene el cultivo de transgénicos.
Además, otro de los problemas que se ha generado es el de la contaminación
genética. Dentro de los cultivos se sabe que pueden contaminar genéticamente de dos
maneras. La más habitual es a través de la hibridación, lo que se llama la contaminación
vertical, de padres a hijos.
Y es la forma en que se produce esta contaminación, a través del polen, que puede
ser llevado a otros lugares y crear una serie de híbridos.
Estos estudios también eran curiosos porque los estudios oficiales con los que se
aprobaron decían que en el caso del polen del maíz, si se ponía una banda de protección
de seis metros alrededor de los cultivos transgénicos, se solucionaba prácticamente el
problema de contaminación genética.
Si se dejaban seis metros entre el cultivo de maíz y otros cultivos diferentes o el
de maíz no transgénico, sería esa zona la que quedaría contaminada por el vuelo del
polen. Decían que más allá no llegaba prácticamente nada.
Poco después se comprobó que esta barrera no era suficiente y en muchos sitios
se amplió de seis a doscientos metros. Ahora mismo, los estudios han demostrado que
incluso a kilómetros se está encontrando polen transgénico. Es una cosa lógica; mediante el viento, el polen puede ser llevado a kilómetros, y luego están los insectos polinizadores, que pueden transportarlo también a kilómetros. Las abejas pueden hacerlo a
cuatro o cinco kilómetros de donde lo han recolectado y de este modo ir contaminando
otras plantas. Esto es especialmente preocupante en los casos en que las plantas tengan
especies emparentadas a su alrededor.
El maíz no es autóctono de Europa y, por lo tanto, difícilmente se va a hibridar
con otras plantas, porque no tiene plantas con las que hacerlo de manera cercana. Se
puede hibridar con otros maíces, con otros cultivos, y sobre todo puede arruinar la cosecha a un agricultor orgánico.
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Pero, sin embargo, el maíz es un problema en Centroamérica, en el caso de
Méjico, que es donde ahora mismo se está introduciendo este maíz transgénico. Tienen
veinticuatro mil líneas diferentes de maíces y además tienen el ancestro común de todas
estas variedades, que es el tiosinte. Entonces estamos ante lo que llamamos centros de
diversidad genética o biológica y aquí sí que hay problema, pues si se contaminan el
resto de maíces acabaremos con gran parte de la diversidad que existe hasta ahora de
este tipo de cultivos.
La soja es problemática principalmente en Asia. Y aquí tenemos otro problema,
que es la colza. Ésta es autóctona de Europa. Se puede hibridar con cientos de especies
silvestres. De hecho se está comprobando contaminación genética de colza transgénica
con otras especies, con rábanos, diferentes tipos de mostaza, con otros cultivos de colza
habitual. Y aquí estamos hablando de unas posibilidades enormes.
Con esto se comprobó, además, que muchos productos transgénicos, como ahora
tienen nuevas características y producen sustancias nuevas, también están afectando al
comportamiento de los insectos polinizadores. Pueden incluso matar, reducir la longevidad o la puesta de huevos en especies como las mariposas o las abejas, porque muchos
de ellos están modificados para producir una sustancia tóxica.
Voy a resumir con un par de asuntos relativos a lo que eran las promesas que nos
habían hecho y lo que luego realmente ha resultado. Hasta ahora se han necesitado veinte o treinta años para muchos trabajos y para conocer el impacto.
En estos pocos años se ha ido comprobando uno tras otro todo lo que hablábamos
de riesgos potenciales y se han convertido en riesgos reales. Esto era sencillamente una
cuestión de lógica y de ciencia.
Con haber estudiado la ciencia de los últimos treinta o cuarenta años, se sabría
que todo esto podía ocurrir. Sin embargo, se ha permitido, por las presiones de estas
grandes empresas multinacionales, la introducción de este tipo de productos.
Las promesas que se nos hacían eran fundamentalmente dos. Una era que se
iban a incrementar las cosechas, con lo cual se iba a acabar con los problemas de hambre. Pero el hambre no es un problema tecnológico. Alimentos hay más que de sobra
para alimentar a doce o dieciséis millones de personas, en el planeta, actualmente.
Lo que ocurre es que los que tienen poder para tener estos alimentos son sólo unos
pocos.
Pero además de esto, según el estudio que se ha hecho en EEUU, por parte de un
científico de la universidad de Maine, y del propio departamento de agricultura de EEUU,
se ha demostrado que la soja transgénica produce, como media, un 4% menos y parece
que no está dando los resultados que se habían prometido.
También se nos había dicho que se iba a reducir el uso de plaguicidas para, de esta
manera, hacer cultivos totalmente ecológicos, porque se podrían cultivar sin la producción y, sobre todo, sin la utilización de gran parte de los plaguicidas.
Curiosamente, los primeros datos ya venían indicando que esto no podía ser cierto. Entre el año 1997 y 1998 en EEUU se incrementó un 145% el número de cultivos
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transgénicos, la inmensa mayoría resistentes a herbicidas, con lo cual era de esperar
que las ventas de herbicidas se redujeran. Sin embargo, no sólo no fue así, sino que se incrementaron.
La soja transgénica, teóricamente, iba a necesitar una sola aplicación del herbicida al que se había hecho resistente, que era el mismo de la empresa que había hecho la
modificación genética. Sólo se podía utilizar éste y, sin embargo, en los estudios se ha
visto que no ha reducido en absoluto el uso de plaguicidas, incluso en muchos de ellos lo
ha incrementado.
Se están haciendo hasta cinco o seis aplicaciones de herbicida en zonas con soja
transgénica y el ingrediente activo. El peso del herbicida en muchos sitios ha pasado de
0,5 a 1, es decir, la contaminación se ha duplicado.
Es curioso que, además, desde que entraron en venta estos cultivos resistentes al
glisofato, las ventas del mismo se han incrementado en un 72% en un año. Y en el tratamiento de soja y maíz, que es donde está ahora mismo la mayoría de productos transgénicos, es a donde ha ido el 53% de los plaguicidas de EEUU.
Esto nos viene a decir que nuevamente nos han vuelto a mentir. Están incrementando el uso de plaguicidas, están reduciendo las cosechas. Lo que ocurre es que,
con el monopolio conseguido con las patentes, cada vez son menos las empresas existentes, cada vez es menor el derecho que tiene el agricultor, porque además debe firmar
contratos leoninos, en los cuales sólo puede utilizar el herbicida que le dice la empresa,
no puede intercambiar semillas con otros agricultores, no puede quedarse con parte de
la semilla para el año próximo. Y se está creando una gran polémica en todo el sector
agrícola.
Por último, lo que esto supone es que los productos que nos llegan ahora mismo
al mercado vengan con una mayor cantidad de residuos de plaguicidas. De hecho,
EEUU, Australia, Nueva Zelanda y Europa han tenido que modificar las leyes de residuos de plaguicidas para el caso del glisofato, pasándolos de 1 a 200, porque si no estos
productos no podían entrar en el mercado.
Hasta ahora se decía que el glisofato era prácticamente inocuo, como se ha dicho
de tantas otras cosas. Y, sin embargo, hay estudios que están demostrando que el impacto del glisofato puede ser mucho mayor de lo que se creía. No sólo en el medio ambiente, pues se considera como un herbicida total que puede matar a todas las plantas, sino
también por las diferentes formulaciones que se están utilizando.
En cuanto a los efectos sobre el ADN en anfibios, se está trabajando con la posibilidad de que se relacione con distintos tipos de cáncer, algo que también ha generado
un debate tremendo, por ejemplo en la universidad de Lund, en Suecia. El estudio decía
que las personas que habían estado en contacto con el glisofato tenían 2 o 3 veces más
posibilidades de contraer un tipo de linfoma que la media general. Y este, ahora mismo,
es otro de los grandes debates existentes.
Por ello es fundamental, desde el punto de vista de los consumidores, que se siga la
información, que se reaccione, como pasa en otros países, en los que los consumidores se
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han negado de manera rotunda. Como en Alemania, donde el 87% de consumidores se ha
negado a consumir productos que no les aseguren que no han sido manipulados genéticamente.
Nos encontramos con que en los países del sur de Europa es donde se están introduciendo todos los productos rechazados por los países del norte, e incluso por los propios gobiernos. Concretamente, el maíz transgénico que se está plantando aquí y se está
comercializando ha sido prohibido en Austria, Luxemburgo, Dinamarca y Suiza, ha sido
retirado en Francia y no ha sido permitido en Italia. Sin embargo, nos encontramos con
la reserva de este tipo de productos, porque aquí la reacción por parte de la opinión
pública y del consumidor, donde el debate ha llegado más tarde, no es la misma.
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