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Autoridades.
Comunidad Universitaria
Señoras y señores
Éste es un acto muy especial para Oviedo
porque concedemos una de las distinciones más
importantes de la ciudad: reconocemos a un hijo de
Oviedo que por su trayectoria, que por su vida y su
muerte, merece estar en la distinguida nómina de
ovetenses predilectos.
No voy a ahondar en la biografía y en los
méritos personales, intelectuales, políticos y
universitarios de Leopoldo García- Alas GarcíaArgüelles para ser nombrado hijo predilecto a título
póstumo, porque creo que Ramón Punset ha realizado
con brillantez esa necesaria referencia en este acto
institucional.
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Voy a centrarme en otros rasgos que tienen
mucho que ver con reconciliar los espíritus del
pasado para dar paso a un reconocimiento sin
banderas ni bandos, sino, simplemente, a un
reconocimiento por méritos personales, intelectuales
o sociales de aquellos ovetenses, de aquellos
asturianos, que jugaron un papel importante en
nuestra historia.
La historia de los pueblos la hacen las personas.
Y a mí me gusta hablar de personas, no de las
ideologías, los bandos o las corrientes que las
envuelven, direccionan o sumergen.
Y es que cuando se habla de personas no caben
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muchas diferencias, muchas discrepancias. Los
méritos suelen ser evidentes y, por lo tanto,
reconocidos unánimemente. Y creo que hoy estamos
reconociendo a una gran persona y a un gran
intelectual. A un gran ovetense al que las
circunstancias históricas que le tocó vivir lo
condenaron a una muerte prematura y a un silencio en
el reconocimiento público que hoy tratamos de
romper definitivamente con este acto que me gustaría
que todos consideráramos como un acto de
conciliación, de reconciliación, y de convivencia.
Carlos Marx y Federico Engels escribieron en
el Manifiesto Comunista de 1848 que quienes
“pretenden volver atrás la rueda de la historia no son
revolucionarios, sino conservadores; más todavía,
reaccionarios”.
Y creo que hoy todos tenemos la plena
convicción de que no es tiempo de volver atrás la
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rueda de la historia. Debemos mirar hacia adelante,
pero sabiendo los errores del pasado. Es el tiempo de
pensar en el futuro en el que todos podamos convivir
con respeto, con libertad y con pluralidad, pensando
distinto pero viviendo juntos.
Porque las diferencias, las ideas distintas, no son una
razón para el enfrentamiento, sino un cauce para que
todos podamos descubrir nuevas perspectivas para
nuestros destinos. Y así lo demostramos en la
Transición, uno de los mayores éxitos de los
españoles.
El futuro se construye mirando hacia atrás sin
ira, que es como hay que mirar hacia el pasado. Nos
damos cuenta de que 75 años son un abismo que ni el
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rencor, ni la intolerancia, ni el dolor, pueden superar.
En este país, en esta región, en esta ciudad, en ese
trozo de historia se vivieron situaciones que hoy
resultan difíciles de entender; situaciones que se
saldaron con muchas vidas, con muchas muertes y
con deudas fratricidas que afortunadamente, entre
todos, hemos dado por saldadas para poder mirar
hacia el futuro sin lastre alguno.
Hoy no es tiempo de reescribir la historia; es
tiempo de restituir la memoria de aquellos que
tuvieron el mal destino de vivir y morir en una época
muy trágica para este país.
El mismo día 20 de febrero de 1937, en que fue
fusilado el rector Alas en Oviedo, fueron ejecutados
junto a él un peón de 23 años, Francisco Vázquez
Fernández; un barrendero de 33 años, Braulio
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Álvarez Tiñana; un jornalero de 37 años, Manuel
Martínez Fernández; y un marmolista de 51 años,
Alfredo Villeta Rey. Y antes y después, en un bando
y otro, miles de ovetenses, asturianos y españoles
perdieron su destino en el odio fratricida que sumió a
este país en uno de los momentos más trágicos de su
historia.
Hoy creo que todos estamos aquí para honrar la
memoria del rector Leopoldo García-Alas y, al
tiempo, para honrar la memoria y restituir la memoria
de Francisco, de Braulio, de Manuel, de Alfredo y de
todas y cada una de las víctimas de esa contienda, sin
distinción de banderas, bandos o trincheras.
Porque todas son víctimas de la misma mala historia
y todas forman parte del mismo argumento que nos
debe llevar a evitar para siempre que la violencia
fratricida sustituya a la convivencia, a la tolerancia, a
la democracia y al respeto obligado a las ideas ajenas.
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La inteligencia, la humanidad y la bondad no tienen
banderas, son una bandera en sí mismas. Y deberían
ser la bandera que todos asumiéramos como propias
para honrar a quienes murieron, precisamente, porque
en su tiempo eligieron otras banderas distintas y
contrarias a ellas.
Decía Manuel Azaña que “cuando los españoles
puedan emplear en cosa mejor este extraordinario
caudal de energías (…) sustituirán la gloria siniestra y
dolorosa de la guerra. Y entonces se comprobará, una
vez más, lo que nunca debió ser desconocido por los
que lo desconocieron: que todos somos hijos del
mismo sol y tributarios del mismo río”
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Sin duda hoy estamos en situación de emplear
en cosa mejor el extraordinario caudal de nuestras
energías; y qué mejor cosa que dirigirlas a mirar al
futuro, a superar heridas que ya han perdido su
tiempo y a recuperar para la memoria común a todas
y cada una de las víctimas de la intolerancia a las que
tan bien representa el rector Leopoldo García-Alas.
Manuel Azaña decía también que: “Os permito,
tolero, admito, que no os importe la República, pero
no que no os importe España. El sentido de la Patria
no es un mito”. Y hoy el sentido de la patria es que
todos juntemos nuestras fuerzas para reescribir el
presente y el futuro. El pasado es el que es. Nada
podemos hacer para cambiarlo. Tenemos que
aprender de él para no cometer los mismos errores y
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para conseguir que los españoles sigamos haciendo
cosas juntos, entre todos, que es cuando llegamos al
éxito, y nos olvidemos de división, crispación, y de
convertir en ofensas personales lo que son simples
discrepancias. Así podremos construir un futuro
mejor, entre todos.
Estamos en una difícil encrucijada. La crisis
nos atenaza y empobrece, nos enfrenta a nuevos retos,
a muchas renuncias y tensiones. Y en estas
circunstancias es cuando debemos recordar al rector
Leopoldo García-Alas y a todos cuantos han
defendido siempre que las ideas, la inteligencia y la
unidad son el mejor cauce para conseguir abrir
nuevos horizontes a nuestro futuro.
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Como muy bien señaló John Fitzgerald
Kennedy, “si no podemos poner fin a nuestras
diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un
lugar apto para ellas”.
Estoy seguro de que la mejor forma de honrar la
memoria del rector Leopoldo García-Alas es
contribuyendo entre todos a que este país, esta región
y esta ciudad sean un lugar apto para que seamos
diferentes pero, todos, trabajemos en la misma
dirección: la del diálogo, la convivencia y el
progreso. 10