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Eduardo Kac: «Crear nuevas especies equilibra la pérdida de biodiversidad» El artista Eduardo Kac (Río de Janeiro, 1962) comenzó su incursión en el mundo artístico en la década de los ochenta, utilizando el ordenador como medio para su creación. Partiendo de aquellos primeros pasos en el arte digital, sus investigaciones se orientaron poco después hacia la biotecnología; desde hace unos años la estética de su obra depende de la ingeniería genética. En su propuesta ha mantenido siempre una clara intención: borrar todo tipo de fronteras entre arte y tecnología. Cuando en una performance televisada introdujo un microchip con información en su pierna, Kac anotó por primera vez el término bioart y cuando manipuló un conejo blanco convirtiéndolo en verde fluorescente acuñó el concepto arte transgénico. El martes día 8 mostrará en el CGAC los vídeos de sus intervenciones y a finales de julio expondrá sus series más conocidas en Factoría Compostela. Eduardo Kac no cree que el arte del siglo XXI pase por una simbiosis entre arte y tecnología: «No creo que se pueda decir que yo haga arte y tecnología. Hago simplemente arte, considerando que llamamos tecnología a los medios de producción que nos parecen aún lejanos. Con el paso del tiempo, los medios de investigación que percibimos hoy incomunes pasan a ser tradicionales, como es el case de la videoarte. Ahora el lápiz o la tinta ya no son tecnología. Ocurre lo mismo con mi trabajo; dentro de unos años mis obras se transformarán en algo común, y entonces ya no se pensará que yo hago arte y tecnología, porque esta última acabará por desaparecer, y será entonces cuando se verá con claridad la poética de mi obra». Su colaboración con institutos científicos no modifica, según explica el artista, el papel de su trabajo o el rol del arte, señalando que entre arte y ciencia «tampoco hay relación. Los científicos utilizan muchos elementos del arte, por ejemplo la fotografía. Los colores falsos que fueron inventados por impresionistas o fauvistas fueron utilizados por la ciencia como esquemas de ideas. Los medios de creación que yo empleo simplemente no son accesibles en el terreno privado, por eso tengo que recurrir a otros ámbitos en los que trabajan científicos. Pero esto no es tan diferente a lo que le pasó a Nam June Paik, el creador del videoart en los años cincuenta o a los artistas del arte cinético que querían crear con motores, luces, o a los primeros artistas en utilizar el ordenador?». Que en su día Eduardo Kac consiguiese un conejo transgénico no supone un límite de ningún tipo. Explica el bioartista que «el arte por definición no tiene límites, nadie puede en principio establecer para el artista sus propios límites. Exclusivamente él puede ponerlos, a partir del momento en que solo él está comprometido con un proceso de creación de una nueva cultura». Ese conejo fluorescente fue conseguido, como más tarde ratones y peces, mediante la manipulación genética y la utilización del gen de la medusa. Le han achacado a este trabajo que los animales utilizados no han pedido ser transgénicos, pero Kac asegura que «los humanos, al nacer, tampoco tenemos posibilidad de elección». El artista asegura que no «es determinista», pero considera necesario «reconocer procesos fundamentales de la vida en la Tierra, porque la vida que no existe no puede decidir que va a existir; nosotros no escogemos venir al mundo. La vida es siempre el resultado de una acción de otros, intencionado o no, y mis criaturas no escapan a esta lógica. Sería falso decir que los humanos no tienen nada que ver en la evolución. Estamos muy involucrados. Eso no significa que tengamos el derecho de hacer lo que queramos, por ejemplo de destruir las especies como se hace hoy. Es importante tener artistas que creen nuevas especies, sirve para equilibrar la desaparición de la biodiversidad que está sufriendo el planeta». El conejo y su color no fue la primera intervención de Eduardo Kac. En los años novienta el artista acuñó el término bioart colocándose un chip en un tobillo: «Hice este implante en directo en la televisión, con unas fotografías de color sepia de mi familia en los años treinta en Polonia, consiguiendo así dos planos de memoria. El chip tiene memoria digital y detrás de mí las fotografías conservan la memoria analógica». «La cultura que está en el microchip se internaliza integrándose en mi cuerpo -explica-, pero al mismo tiempo a través de Internet las personas pueden extraer información de esta memoria digitalizada (es decir, la memoria se externaliza). La piel deja de ser una membrana rígida, produciéndose una relación particular porque el cuerpo humano se hace permeable a la Red, sin contacto físico. Es un proceso cultural que dentro de treinta años, creo, será habitual en nuestro día a día». La intervención de Kac en el CGAC este martes responderá a un recorrido de su trayectoria a través de vídeos de las obras «más emblemáticas». Para el mes de julio, el artista tendrá exposición en Factoría Compostela con una obra que, según el artista, procederá de dos series, «la de la coneja verde, los Lagoglyphos, y creaciones sobre la obra de la flor que llamo Historia natural del enigma. Mercedes Rozas La Voz de Galicia 6 de junio de 2010