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SIGO A UN HOMBRE
QUE ME COGIÓ
POR EL CENTRO DE LA VIDA...
13
INVISIBLE, INCOMPRENSIBLE, INEFABLE, INESPERADO9
Escojo lo invisible; pero después de tener los ojos
bien abiertos a lo visible. Aquí me esperas Tú.
Acepto lo incomprensible, pero sólo después
de escucharte seriamente en el límite de mi libertad.
Quiero dejar que lo inefable se enseñoree de mi lengua
y de mi canto,
después de saborear hasta la última sílaba de tu Palabra,
en la Biblia, en tu Iglesia y en el más débil balbuceo de
mis hermanos.
Deseo estarme a la puerta de mi corazón,
esperando al Inesperado, pues Tú vienes ciertamente
como el ladrón nocturno.
Anhelo de corazón amarte a Ti, Dios, cuyo rostro
nunca he visto.
Quiero servirte así escondido, sin pedirte otra cosa,
sino que Tú seas hoy verdaderamente Dios para mí:
que te deje ser Dios invisible, incomprensible, inefable
e inesperado,
Padre de misericordia.
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Publicado en Escritos p. 19.
14
YO PONGO MI FE EN TI10
Escandaloso es escuchar los labios
de los que se ciegan en la lucha por pequeños poderes,
trepadores incansables, fieras sedientas del mangoneo,
pirañas en busca de carne sana.
Líbrame Señor de los mentirosos
de los que conspiran contra mí.
Líbrame de sus palmoteos en la espalda,
líbrame de sus sonrisas forzadas.
Yo pongo mi fe en Ti, Señor.
Te ofrezco mi pena y mi celo por hacer tu Reino,
y por sobre todo te ofrezco mi falta de valentía,
mi desazón y alegría agotada.
Yo pongo mi fe en Ti, Señor,
a pesar de las oscuras noches,
porque de Ti me acuerdo en el transcurso de las horas,
día y noche me acuerdo de Ti
porque Tú me miras con amor,
a pesar de mí,
y te regalas todos los días de mis días.
10
Publicado en Escritos p. 31.
15
AÚN NO ME LLAMES DIOS11
Aún no me llames Dios, espera.
Resiste un poco de tiempo contigo.
Tal vez un cuarto silencioso,
un sendero, un rincón tranquilo,
y calla, amigo,
aún no me llames Dios.
Escucha, observa, aguarda y entraré,
oscuramente, acaso,
tan leve como el aire
en silencioso paso.
Aún no me llames Dios, espera.
Déjame vestirte vacíos
de hábitos sin nombres,
de sólo comienzos y rocíos,
de alturas y distancias,
de aguas infinitas, puras.
Aún no me llames Dios.
Acerca tu oído a mi palabra
y oirás de oídas
en la humana voz del Hijo,
mis campanas, mis campanas.
11
Publicado en Escritos p. 134.
16
SIGO A UN HOMBRE LLAMADO JESÚS12
Mirando el pesebre me gustaría poder gritar:
«¡Miren, nosotros los cristianos seguimos a un hombre
que no tiene cuna de reyes, sino brazos de carpintero!»
Sigo a un hombre que no es de mi raza,
ni es de mi siglo siquiera.
Sigo a un tal Jesús de Nazaret que no ha escrito libros
ni mandado ejércitos.
Todo lo que Él ha dicho es mi palabra y mi alimento.
Todo lo que Él ha hecho es lo que más quiero.
Y su camino es mi camino
y su Padre es mi Padre;
y su causa es la mía.
Mi Madre, por Él, se llama también María.
De Él voy aprendiendo, paso a paso,
la lección «Mansedumbre»,
la tarea «Libertad».
Su ejemplo es la «Justicia»
transida de Humildad.
Sigo a un hombre que me cogió por el centro de la vida,
por mi profunda interior raíz,
por lo mejor de mí mismo.
Sigo a un hombre que me quiere libre, sin cadenas.
Sigo a un hombre que, siendo mi Señor, es mi mejor
amigo.
A Él le reconozco por el calor de la verdad,
por su pecho herido, entregado, abierto,
que me hace vivir hermano de todos.
Sigo a un hombre por este pequeño sendero estrecho y
frágil.
Sus huellas son tan únicas
que caben los pasos de los grandes santos
y los pies de un niño.
Si ustedes han escuchado su voz o su murmullo,
su canto, su dura y suave verdad...
Si ustedes han divisado su gesto o han percibido su
estilo
de hacer grandes cosas al tamaño de los pequeños...
Si ustedes han pedido perdón y han recibido a
la paz de un abrazo invisible...
Si ustedes han sentido un cierto perfume sobrio de
12
Publicado en Canto desde el centro pp. 13-14.
torrentes
17
esperanza,
y han gustado un pan con sabor a trabajo
y a cansancio de pobres...
Si ustedes lo han divisado en la larga fila de los que
lloran...
Si lo han encontrado entre los perseguidos,
los postergados, los desaparecidos, los exiliados,
los marginados...
Si ustedes han tocado unas manos heridas,
traspasadas de clavos,
pero llenas de la fuerza del Espíritu...
Déjenme que les diga:
Ése es Jesús, el Maestro, que nos llama.
Y ahora, a ponerlo todo arriesgadamente patas arriba,
lo grande a servir a lo pequeño,
el rico hecho pobre para vestir al desnudo,
el pan, para compartirlo,
y dejar de ser cada cual instalado en lo que era,
para ser cada cual mucho mejor que lo que era
y mi barco y el tuyo, quilla al cielo, mástil al agua
y el mundo transformado en casa para todos
y hermanos tú y yo y ustedes todos.
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QUIERO SER TU AMIGO JESUCRISTO13
Eres mi futuro y mi presente, Jesucristo;
mi horizonte sobre llanuras anheladas.
Desde ayer eres mi amigo:
desde siempre.
En la noche extiendo mi mano adolescente,
toco tus ojos, adivino tu mirada.
Eres canto, rocío, llamada
que despierta lo mejor de mi secreto.
Eres la fuerza de ser libre;
contigo voy clavando pasos monte arriba,
y cuando todo mi contorno se estremece
eres Tú el amigo, y permaneces.
Una música humana, cuajada de esperanza, Jesucristo.
Un fuego encendido y lumbre nueva, Jesucristo.
Eres pan de mis mañanas,
eres pórtico y camino,
eres sol de mediodía y descanso que renueva.
Contigo es bueno sentir la juventud,
cantar el mismo canto,
correr a los picachos, bajar a las audacias.
Quiero oír tu voz de siempre,
Amigo, Señor y compañero,
y encontrarme, tal vez, sin bolsa ni bastón,
durmiendo por Ti al frescor de las estrellas.
Contigo quiero descubrir las cosas bellas:
vivir la transparencia, la verdad.
Quedarme a tus pies para guardar tu sueño
o salir a tus urgencias, al menor signo de tu mano.
Dame ser un corazón inquieto
al atisbo de pájaros y brisas y ventanas recién abiertas.
Quiero ser ojos que lo miren todo desde adentro,
desde tu presencia;
y quiero ser mano de niño afirmada en Ti,
sin dolor, sencilla, sin mentira;
y que me queden cortas las palabras
cuando hable de Ti;
que me quede chico el corazón,
incapaz de mis anhelos;
que me quede estrecho el mismo cielo,
cuando te busque a Ti.
13
Publicado en Canto desde el centro pp. 33-35.
19
Yo quiero ser tu amigo, Jesucristo,
yo quiero ser tu amigo:
que nunca jamás me doblegue la bajeza;
que no me venza la mentira y la tristeza.
Quiero ser chispa de tu fuego
y gota de tu fuente
y sal, y levadura, y simiente
sembrada por tu mano:
pensando poco en mí, mucho en mi hermano.
Que sea contigo justicia de pobres, respeto de débiles,
y vaya contigo, sin doblar la cabeza
a los amos del dinero y de la fuerza.
Yo quiero ser tu amigo, Jesucristo,
yo quiero ser tu amigo.
Encontrar tu yugo suave y tu carga ligera
y llevar por todas partes, en mi cuerpo y en mi alma,
tu vida en primavera.
20
Y NO TENDRÉ MI LUGAR14
Y no tendré mi lugar
donde agazaparme:
Nido, calor que alienta
y seno materno;
sentirme a gusto y protegido
y ser mimado,
estar al abrigo.
El Reino, nacimiento,
Belén de los violentos.
Como un esposo que sale de su alcoba,
como un campeón recorre su carrera
saliendo a campo abierto;
opción definitiva,
ir más allá...
la confianza sólo en Dios.
Trabajo largo, perseverante,
nunca acabado;
salir a la intemperie,
armarse de paciencia,
dejar su guarida.
Señor, déjame ir antes
a enterrar a mi padre,
a mi amigo.
No has comprendido la primaria.
Dejar atrás todos los lastres.
Es un nuevo nacimiento
renunciar a la herencia.
Uno cualquiera,
tal vez yo mismo,
le digo al Señor:
Te seguiré, Señor,
mirando lo que he dejado,
calculando lo que queda,
añorando mi historia,
madriguera, nido, padre,
como el pájaro, como el zorro.
Tú solo, Padre, Tú solo.
Y el Hijo del Hombre
14
El texto hace eco de Lucas 9,57-62
21
no tiene dónde acostar su cabeza.
22
NO SÉ CÓMO ORAR
No sé cómo orar,
pero el Espíritu que Dios ha derramado en mi corazón
clama dentro de mí: «Abbá, Padre»15.
Es un clamor que no tendrá audiencia,
si Tú mismo no vienes en mi auxilio,
si Tú no te apresuras a tomarme entre tus brazos de
Padre-Madre
y me socorres.
¡Si Tú no vienes me ahogo en la nada!
«No me escondas tu rostro»16...
O mejor: no permitas que yo me esconda de tu rostro.
No permitas que te oculte bajo la máscara de otros
dioses.
«Inclina tu oído hacia mí»17,
mi voz es tan leve como la de un niño que comienza a
balbucear...
Tú te inclinas,
te abajas hasta el nivel de mi boca casi muda...
Me escuchas enseguida, cuando te invoco18.
¡Te basta un susurro y ya estás aquí!
Te digo: «mis días se desvanecen como humo»19,
pero estando Tú inclinado sobre mí, cercano a mí,
te digo esas palabras sin nostalgia,
con cierto humor alegre.
No, no soy como «lechuza en la estepa,
ni como búho entre ruinas»20.
Estoy, más bien, como un niño que despierta de una
pesadilla
y se encuentra con el rostro del padre y de la madre.
En el centro de mi ser oigo la voz:
«Tú eres mi hijo amado en quien me complazco»21.
Es la misma voz que dio vida al primer Adán;
la misma voz que habló a Jesús, segundo Adán.
Es la voz que habla a todos los hijos en el Hijo.
La voz que hace brillar la luz en las tinieblas.
Yo conozco esa voz: me habló en el pasado,
desde niño pequeño, la voz que hablaba a mis padres,
15
Romanos 8,15
Salmo 27,9
17 Salmo 31,3
18 Cf. Salmo 86,6-7
19 Salmo 102,4
20 Salmo 102,7
21 Marcos 1,9-11
16
23
la voz del amor de Dios, que no deja de llamar.
Desde toda la eternidad su voz me llama y me da vida.
Él está en mí, en el centro de mi ser,
en los profundos cimientos de mi Espíritu.
No tengo que temer: «aunque pase por un valle
tenebroso, ningún mal temeré»22.
Mi mano, en tu mano, Padre,
escuchando a Jesús en mi auténtica morada,
en la casa de Dios, en mi corazón de bautizado.
«Señor, escucha mi oración.
Que mi grito llegue hasta Ti»23
¿Qué pasa?... ¡Parece que no brota ningún grito
desde mi alma seca y sedienta!
¡No parece ser oración lo que mis labios dicen!
¿Será un rezo más?
¿Una palabra rutinaria?
Tú me invitas a descubrir el grito del alma.
Es casi un murmullo callado que se filtra.
Me dices en lo secreto: Yo sé que me llamas,
aunque tu corazón parece estar dormido,
escucho la oración que no dices.
Tu Espíritu, Señor, la inspira en el recinto del silencio,
con gemidos inenarrables.
Tú me dices: Recuerda, eres mi hijo. Te conozco.
También cuando estás dormido, te amo.
«Que mi grito llegue hasta Ti, Señor...
No me escondas tu rostro»24.
Me invitas a reconocer la voz que viene desde las
entrañas.
Tú lo escuchas, Padre: es el clamor de Jesucristo, el
Hijo.
Sólo el Espíritu me lo hace manifiesto,
cuando logra silenciar mi corazón.
Lo que hago, lo que pienso, lo que pasa... me aturden;
son unos parlantes indiscretos, a todo volumen,
que no dejan escuchar al amigo vecino.
Ahora, «ven en mi auxilio;
apresúrate, Señor, a socorrerme»25.
22
Salmo 23,4
Salmo 102,2
24 Salmo 102,2-3
25 Salmo 70,1, con el cual se inicia la oración de las diversas horas del Oficio Divino (Breviario).
23
24
GOTA A GOTA26
Dame, Señor, un corazón cotidiano,
simple corazón amante y creyente,
y que gota a gota, como la llave descompuesta,
rebalse imperceptible y creciente
tu palabra secreta.
Llena, Dios, mis abismos
con la voz de tu Espíritu incesante.
Sólo puedo escucharlo en lo de siempre...
Dame su tímida palabra susurrante,
gota a gota, como la llave descompuesta.
La escucho cantando, gota a gota,
confundida en el murmullo del viento.
Dame, Señor, un corazón cotidiano
que ore la plegaria gris de la monotonía
y crea en la presencia largamente escondida.
Que vuelva yo a comenzar el Padre Nuestro
y a esperarte vigilante
al paso de los días, los meses y los años,
gota a gota, mi Dios, como esta llave descompuesta.
26
Publicado en Canto desde el centro p. 30