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Prólogo Nací en un hogar cristiano, donde sólo conocíamos de la iglesia, la Escuela Dominical, servicios cada domingo y de uno que otro Congreso o Convención Anual a los que asistía regularmente. No teníamos recursos pero no carecíamos de lo más esencial para vivir, aunque como todo niño, siempre anhelé tener aquello que no tenía en todas las áreas del que hacer humano. Toda mi familia, desde mis abuelos, mis padres, mis suegros, al creer en el Señor, se convirtieron en pioneros del evangelio en el pueblo donde vivían, y por convicción unos, y por tradición otros, la mayor parte de toda nuestra familia, escuchó y aceptó el evangelio. De ellos podemos decir, heredamos principios de integridad, de humildad, de responsabilidad, de verdad y fueron ejemplo de unidad familiar en todo. Así se desarrolló toda mi vida y aquí nacimos y aquí permanecemos aún. Con esto quiero decir, que a pesar de las carencias en muchos aspectos, creo lo que dice Eclesiastés: tiempo y oportunidades acontecen a todos (9: 11), y porque a pesar de no haber vivido en otro lugar, Dios sí puede levantarnos y hacer de nosotros lo que dice en Su Palabra en 3ª. Juan 2, no importa cuál sea la condición económica, social, familiar o geográfica donde nos encontremos, sólo que decidamos dejarnos quebrantar por el Señor, rindiendo nuestra voluntad a El y renovemos el espíritu de nuestra mente, hasta alcanzar madurez en los principios de la palabra y sea ella la que gobierne nuestras vidas en todo. Capítulo I NUNCA ERA SUFICIENTE No conocí otro ambiente, que no fuese el de una iglesia, y en el seno de una familia con principios y valores cristianos, y aunque la idea no es denigrar de nada ni de nadie, siempre fui una persona inconforme, insatisfecha de todo lo que tenía y de todos los que me rodeaban, desde todo punto de vista; me rebelé siempre contra todo lo que representara rutina, mediocridad, aún cuando yo la vivía en mi mente sin saberlo. Unido esto a mi mal carácter, llegué a enfrentar las autoridades, rebelándome, cuando, desde mi punto de vista, creía que no debía ser. En el fondo de mi ser y sin entender, nunca estuve de acuerdo con lo que a mi modo de ver no era justo. Todo lo que yo quería tener o recibir lo supeditaba a lo que otros hacían, sin entender que sin la verdad y la justicia de Dios, revelada a través del Espíritu Santo, nada iba a cambiar dentro de mí. Por eso, con lo que no estaba de acuerdo, lo enfrentaba con mi carácter, con mis fuerzas y fijando mis posiciones al respecto, pero sin la autoridad del testimonio de Cristo en lo que hacía o decía; todo lo cual reflejó siempre mi hambre por tener y saber lo que no conocía; como dijera Job: “Hablaba lo que no entendía…” Desde niña crecí con la idea de llegar a ser diferente, era un torbellino de ideas y deseos; inquietudes e inconformidades, que ahora entiendo, los canalicé u orienté mal, por muchos sentimientos y actitudes, que me llevaron a buscar salidas en situaciones y personas que marcaron mi vida en ciclos, hábitos y conductas que en nada cambiaron mi corazón, ni saciaron mi alma. Por ello el carácter que yo reflejaba era lo más distante del de Cristo, y mis actitudes, la insatisfacción que sentía por todo y todos. Siempre estuvimos en iglesias afiliadas a la organización de las Asambleas de Dios en mi país, de la cual siempre estuve orgullosa a pesar de toda mi ignorancia y de todo lo que implicaba el apego a las normas y reglamentos de la misma. Participé, junto a mi familia de todo lo habido y por haber, Conocí a todo tipo de predicador que ministraba, tanto local como nacionalmente y ejercí todo tipo de cargos en la iglesia. Como “buena cristiana” trataba de mantenerme en esa línea de servicio: oraba, leía la Biblia, asistía a todas las reuniones, diezmaba y ofrendaba fielmente y hospedábamos a todo el llegaba a la ciudad. En otras palabras, puedo resumirlo así: mantenía una imagen de “buena evangélica” y a toda costa quería y debía mantener ese status como líder en todo lo que se hacía y promovía. Debo referir que este sistema o estilo de vida cristiano se convirtió en una “ley” para todos los que por años ejercimos cargos en la iglesia: controlar grupos, ejercer dominio, tener acceso a información, pero sobretodo creernos con derecho a saberlo todo y a participar de todo; es decir, una especie de “caciquismo” cristiano. En esta línea de pensamiento y sistema eclesiástico fui formada y creía que allí estaba todo, que no había más nada ni mejor que esto. Era mi círculo, mi estilo de vida…Pero en el fondo de mi corazón se mantenía la expectativa por “algo más” y eso creó en mí muchos conflictos, inseguridades, insatisfacciones, rebelión y una frustración que me llevaba a querer controlar todo de manera egoísta, a criticar y a querer hacer siempre planteamientos y propuestas, producto de esa hambre por algo diferente, pero que sin saberlo, sólo exaltaban el ego de mi intelecto, dones, capacidades y ciertas habilidades naturales, que aunque eran dadas por Dios, eran virtudes no santificadas; no reflejaban el carácter de Cristo; elementos éstos que manejaba muy bien con mi elocuencia y poder de convencimiento, pero que aún así no llenaban mi corazón, ni produjeron cambios en mi ser interior, sino que más bien, alimentaban más mi naturaleza carnal y pecaminosa, y mucho menos en mi carácter. Al contrario; busqué satisfacer todas mis expectativas entre gente, actividades y ministerio, dejándoles dicho a mis lectores, que en todo yo quería servir al Señor siempre, y de verdad, ésa fue una motivación que me acompañó y prevaleció en mi en todo momento, porque creo que sin hacerlo de la manera correcta, lo amaba y sabía que EL era el camino, la verdad y la vida, sólo que no conocía ninguno de ellos, por tanto, le servía, lo seguía, pero por mi camino, no por el que El marcó en la cruz del Calvario. Más adelante compartiré lo que es esto. Carnal e inmadura Todo esto me lleva a pensar en un Pedro: sanguíneo, controlador, impulsivo, servicial, dispuesto, consecuente, pero maquinador y un seguidor de Jesús, profundamente insatisfecho, que hizo y dijo todo lo que en su mente y corazón había, dejando una clara evidencia de que en su interior deseaba hacer muchas cosas y provocar otras, pero en sus fuerzas, sin entender, ni conocer que era un individuo almático, que con sus hechos y actitudes respondía como todo un carnal, de acuerdo a sus estados anímicos y a sus intereses y conveniencia; lo cual revelaba y reflejaba cuándo y cómo se mueve una persona controlada por sus sentimientos y emociones, e incluso, por sus buenas intenciones, pero con un corazón con deseos engañosos y un carácter inmaduro e inconstante, llevado por el viento de las circunstancias. Lamentablemente así camina un porcentaje bien elevado de creyentes en la iglesia del Señor, donde incluso ministros y líderes se mueven de esta manera porque desconocen lo que hay detrás del corazón y de la naturaleza humana, la cual hemos tapado con el sistema religioso de las hojas de higuera de lo que hemos considerado que es lo bueno y lo malo en nuestros estilos de vida, dentro y fuera de la iglesia. “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”. Gén: 3: 7. Cuando nuestro sistema humano, religioso, mental, carnal…es el que nos gobierna con nuestras debilidades e iniquidades, entonces nos fabricamos uno personal, pero que cubre la desnudez de nuestra alma a medias, porque de una u otra forma vamos a reflejar o a querer aparentar en nuestra vida lo que de verdad no somos ni vivimos, aunque anhelemos en lo profundo de nuestro corazón, ser diferentes. Esto sólo puede ser renovado en nosotros, sanado y liberado, cuando reconocemos que nuestro carácter y naturaleza deben ser procesados y restaurados en su totalidad y nos sometamos a recibir este trato, lo cual debe convertirse en la “escuela obligada” de todo aquél que recibe a Jesucristo como Su Señor y Salvador, esté recién convertido o tenga tiempo de haber creído, no importando su posición dentro del cuerpo. Es por eso que hoy la iglesia ha permanecido estancada, débil y sin fuerza, sin testimonio ante el mundo, sin renovación, ni cambios internos en los corazones, porque aunque se conocen hoy muchos conceptos nuevos de “revelación”, aún se manejan sólo de manera teórica y usando métodos ajenos, que no son otra cosa que delantales de hojas de higuera, sin frutos ni resultados que reflejen un arrepentimiento y santificación del alma. Es esto lo que traerá el testimonio de Cristo y Su Reino ante un mundo que reclama y espera de nosotros un verdadero cambio y soluciones ante la problemática existente en todos los órdenes del quehacer humano. La iglesia aún se mantiene y sobrevive en un círculo de entretenimiento donde todo sigue haciéndose de manera mecánica, rutinaria, y aún se quiere hablar y aparentar un supuesto avivamiento, cansada por el exceso de movimiento, actividad, imitaciones de dones, ministerios, y un sin fin de programas que han sustituido la genuina y verdadera motivación de todo creyente en Cristo Jesús, como es la permanente comunión con el Espíritu Santo; la búsqueda de Su Presencia; la meditación de la Palabra, y sobretodo, una actitud de humillación y quebrantamiento y de ser un verdadero adorador, de modo que produzca en nosotros cada día un arrepentimiento que nos cambie, renueve, transforme y haga actuar de manera diferente. Hoy el mover de lo apostólico y profético está llevándonos a este reconocimiento y a un nuevo nivel en cuanto a lo que debe ser el mover cristiano antes de que Cristo venga por una iglesia gloriosa, sin mancha, sin arruga y sin contaminación. Creo que así fluirá la revelación de la Palabra de Cristo directo a nuestro espíritu para que nuestra mente no sólo entienda o acepte una verdad, sino que ella nos transforme desde la raíz en todo lo que había en nosotros que no entendíamos ni conocíamos y nuestro corazón la reciba por el Espíritu de Dios y nos dé convicción de pecado y de todo lo que hacíamos que eran peso e impedían Su fluir. En consecuencia, nuestras actitudes empiezan a ser diferentes, nuestros pensamientos comienzan a ser transformados, nuestro corazón se va ensanchando, el sentir de Cristo se establece y el testimonio de Jesús empieza a verse y sentirse en todo lo que pensamos, hacemos, sentimos y creemos. Entiendo y sé que es necesario, imprescindible, que todo hijo de Dios que ha confesado a Jesucristo como Su Rey y Señor, sepa cuáles son las implicaciones de esta verdad, y empiece a vivir como tal, y entienda y viva este proceso como parte de su crecimiento y madurez en el Señor, porque de nada vale haber nacido en el evangelio, tener muchos años en la iglesia, ejercer cargos, o lo que es mas serio aún, ostentar un ministerio o alardear de poseer una basta preparación teológica, si no se tiene una revelación de la Redención y del Cristo Resucitado. Todo lo que se edifique sin el fundamento de una verdadera liberación de nuestro hombre interior y una transformación de nuestra mente, hasta ser uno con Cristo y Su Espíritu, tendrá poca consistencia, credibilidad y poca o ninguna trascendencia. Mucho se ha hablado en nuestros medios eclesiásticos y organizacionales, pero sin mucha vida que realmente convenza, atraiga, afirme y establezca. Por ello, es tiempo de que la iglesia hoy, se pare sobre la roca y empiece a vivir lo que predica y a testificar de un evangelio de poder, con evidencias, testimonio y estilo de vida acorde con el de Jesús, que predique el arrepentimiento como una constante que lleve al creyente a cambiar su manera de pensar, de creer, de hacer, de confesar, no de labios solamente, sino a reflejar con sus hechos lo que dice, y deje de aparentar lo que no ha podido alcanzar por las barreras mentales que ha levantado; por las iniquidades y pecados que aún manifiesta; por las corrientes filosóficas y de pensamiento humanista que se han infiltrado sutilmente y un conocimiento teórico que para nada ha contribuido con el fortalecimiento de bases y principios que hagan del Cuerpo de Cristo un verdadero Reino que merezca ser imitado y seguido por el mundo. Capítulo II TOCANDO FONDO No puedo hablar ni testificar de lo que desconozco o no he vivido. Como dije al comienzo, desde mi niñez no conocí otro mundo que no fuera el de la iglesia, y a pesar de que debo siempre agradecer a mis padres, abuelos, suegros, el haber aprendido de ellos la verdad –digo aprendido, no conocido-, de las que eché mano en todo tiempo para no hundirme en el “día malo”, no puedo dejar de reconocer que no pasaron de ser un aliciente, más no cambiaron mi estilo de vida ni mis circunstancias. Seguía sin propósitos, sin entender, sin estar completa ni satisfecha. La escuela del proceso Me dí cuenta que a pesar de haber vivido tantos años en un ambiente cristiano y haber participado de todo, no conocía a Dios, mucho menos tener una revelación de Cristo y Su Palabra. Su verdad para mí sólo fue una vana repetición sin resultados y no tenía profundidad ni raíces en mi corazón; pero eso no lo entendí hasta que “toqué fondo”. Las normas, reglamentos, estatutos y leyes bajo los cuales me formé sólo me convirtieron en una persona legalista, fanática, religiosa y defensora de una organización, más que de los principios que debían regir mi vida; y esto, sin responsabilizar a nadie de mi estado; y nunca supe, mucho menos entender, lo enmascarada que estuve y me mantuve, hasta el día cuando Dios dejó que, como a un Pedro, fuese zarandeada para poder meterme en la “Escuela del Quebrantamiento”, y hoy, de vuelta, confirmar a mis hermanos cristianos y no convertidos… para no sólo testificarles, sino también, indicarles el camino de la conquista, de la victoria, de la restauración, de la excelencia y de una vida realmente libre por lo que es la gracia y el amor de Jesucristo y Su verdad. Siempre tuve sueños, deseos, ambiciones; pero también frustraciones, insatisfacciones; sólo que nunca supe cómo canalizarlas, por eso pensaba que para alcanzarlas debía hacer cosas para Dios, agradar a la gente, lo cual me llevaba a servir y participar en todo, y como “buena sanguínea” apelaba a todo lo que atraía, tenía y podía: mi ego. Pero dentro de mí todo se complicaba cada vez más con mis sentimientos, emociones, decepciones…era una mezcla de conflictos que trataba de satisfacer por la vía del activismo, la complacencia a los demás, la participación en todo lo que hubiera que hacer. Tapaba esto con más afán, lo cual hizo que cada día mi alma se ligara a personas, actividades, deseos de poder, y esta atmósfera de emociones encontradas buscaba llenar mi vacío interior con una excesiva actividad que me llevó un día a vivir una “crisis depresiva” por lo que tuve que utilizar somníferos que para nada resolvieron mis conflictos internos. De verdad que no me conocí nunca. Jamás supe lo que eran los estados del alma; lo que había dentro de mí. No pensé que era capaz de sentir tantas cosas en la carne; mucho menos imaginar qué había en mi corazón…Con el tiempo y los procesos de Dios en mi vida y la transformación de mi hombre interior, supe que era necesario que todo cristiano conozca a Dios, conozca su verdadero yo y conozca también lo que procede de Satanás. Así, no vivirá más engañado por su carne ni por el enemigo de su alma; tampoco engañará al Señor, ni a los demás; sino que será guiado por el Espíritu Santo a toda verdad, para ser redargüido, convencido y enseñado por el poder de Cristo. En el cap. 7 del libro de Romanos, vers. 15 al 22, el apóstol Pablo lo explica de esta manera: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mi”. “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley; que el mal está en mí”. Cuando descubrimos que bregamos con el pecado, tenemos que entender que no es el hecho de actuar de manera incorrecta solamente; sino también con la raíz del pecado, que ha tomado cuerpo en nosotros, por lo que debemos comenzar una nueva condición de renovación del entendimiento; una determinación por querer abandonar y renunciar; así como un cambio en los hábitos que vayan formando un carácter, para no ser ya más esclavos de lo que antes nos dominaba. Es entonces, cuando el Espíritu Santo dejará de estar apagado y comenzamos a estar conscientes de su presencia, y viviremos así a causa de su justicia. “Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros…Pero si Cristo está en vosotros, e cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia”. No puedo culpar a nadie de mis conflictos internos, ni de mis debilidades, ni de las iniquidades, ni de las maldiciones que por generaciones pude haber heredado; pero hoy me doy cuenta más que nunca, la necesidad que hay de que en nuestras iglesias haya pastores, ministros, líderes que entiendan que el hecho de haber creído en Jesucristo y haberle aceptado y enseguida recibir un adoctrinamiento, no nos capacita para ser cristianos libres de todo lo que nos ataba, sin llegar a entender que sólo cuando nuestra alma es confrontada, no por un mensaje bonito o de prosperidad, éxito o de movimiento -no de avivamiento- ya nos libera de los vicios que traemos de nuestro sistema y formación, el cual arrastramos desde que nacemos y alimentamos en todo lo que es nuestro ambiente, con el entorno familiar, educativo, profesional, eclesiástico, etc. Qué triste es que la iglesia, que es la que debe dar respuesta a todas las interrogantes y solución a los conflictos del alma, no tenga el trato, el conocimiento espiritual y la experiencia de una verdadera renovación y un quebrantamiento entre los que nos llamamos líderes, para llevar a la gente a una confrontación con sus razones, sentimientos, formas de pensar, hasta que sea restaurada en todas las áreas de su vida. Esto es “arrepentimiento”, es el Reino de los cielos vivo en nosotros. “Amado, Yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. 3ª. Juan: 2. Creo que la mayoría de creyentes que repiten una y otra vez este versículo, se fijan sólo en la palabra prosperidad, pero les recomiendo más bien que lo lean empezando por el final del mismo, es decir, comenzando por la sanidad del alma. “En la medida que ésta sea libre, tendremos salud en todo, y disfrutaremos de prosperidad en todas las áreas de nuestra vida de manera integral, tendremos salud espiritual, mental, emocional, física… sin que nos falte cosa alguna. Estaremos completos y seguros; en consecuencia habrá prosperidad en todo. Es que para dar soluciones con gracia, unción, autoridad y poder de Dios, los que ministran en el altar deben conocer de qué cosas han sido liberados, porque una cosa es saber que somos libres en Cristo y otra muy diferente haber experimentado esa liberación por el poder de la Palabra, y la llenura del Espíritu Santo al ser expuestos por ella. Siempre será una decisión de cada día el querer exponernos a la luz de la palabra y reconocer qué hay en nosotros que necesita ser cambiado. Por eso, podemos repetir mensajes que apunten a cambios, pero sólo cuando la raíz de pecado ha sido desarraigada empezaremos a dar frutos de arrepentimiento y ya no podremos ser los mismos, ni predicar de la misma forma, ni podremos conformarnos más a lo que éramos, hacíamos y pensábamos. Empieza una verdadera revolución dentro de nosotros. Creo que en ese “espíritu religioso” que nos hemos movido y disfrazado con buenas obras, actividades y métodos nuevos, queremos seguir gobernando y manipulando al pueblo de Dios, donde se cumple lo que dijo Jesús en Mateo: 23: 13 “…Cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues, ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando”. Con este espíritu se ha estado gobernando al pueblo de Dios, en las iglesias y fuera de ellas, y a las organizaciones por años; y ésto ha impedido que haya una verdadera libertad en la Palabra que los sane, restaure y lleve a tener el testimonio de Cristo en sus vidas, recurriendo a artificios y programas de hombres que para nada han contribuido a levantar una iglesia saludable, con principios que realmente la establezcan como baluarte y columnas para traer el Reino de Dios con el verdadero espíritu de Jesús, con la palabra de verdad, para que ésta se vaya cumpliendo con propósito en cada uno y traiga la unidad en el cuerpo, además de la visión, y se haga Su voluntad aquí en la tierra como ya se ha establecido en los cielos. Es lamentable que por tantos años iglesias y ministros hayan estado divididos, monopolizando y controlando con el espíritu de Jezabel a las ovejas, e intimidándolas y trayendo sobre ellas más condenación y muerte espiritual, sólo por complacerse sus caprichos e ideas sobre lo que llamaríamos “Su Ministerio”, pero donde no hay palabra ni mucho menos visión de Dios. Debo aclarar que este espíritu no se mueve sólo en mujeres, sino también de manera fuerte en muchos ministros. “…Y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia”. 1ª. Samuel: 3: 1. Muchos púlpitos son utilizados hoy para ministrar según las emociones o estado de ánimo del predicador, manipulando con los sentimientos, tratando de captar una audiencia ávida de escuchar una palabra que los levante, restaure, confronte, enseñe y establezca sobre un fundamento sólido y que lo lleve a alcanzar madurez. Sin embargo, no ha sido así. Esto sólo se logra cuando el hombre de Dios tiene la visión de Dios y sabe guiara al pueblo hacia los propósitos divinos y que cada uno ocupe el lugar que tiene en el cuerpo de Cristo. Esto fomenta la verdadera unidad espiritual del mismo. Llegó el tiempo del Señor Pero creo que el mismo Dios está tomando el control de todo en este último tiempo y ya no seguiremos complaciendo nuestros deseos carnales, ni “caprichitos” ministeriales, y por eso, como lo tuvo que hacer conmigo para llevarme a su terreno, lo hará también con todo aquél que crea que haciendo cosas para Dios a costa de sus deseos, aprovechándose de la buena intención de los que asisten a las reuniones semanales, de los sueños que vienen de ambiciones personales y egoístas, o adelantándose a los planes y propósitos de Dios para figurar y/o mantener un status dentro del cuerpo, sin haber sido procesados y moldeados en el horno de la aflicción; sin pasar por las manos del Alfarero; me temo, que tocarán fondo y tendrán que escoger entre seguir haciendo igual fuera de la voluntad de Dios o ser usados con la unción del Espíritu Santo para impactar vidas, ciudades y naciones con la revelación de Jesucristo y el testimonio que da el haber sido transformados y cambiados por Su gracia. “Jehová de los Ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinado… ¿Y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder? Isaías 14: 24-27. Dios desea que despertemos y que abramos los ojos a lo que desea cambiar primero en nosotros, que salgamos del letargo y avivemos el fuego del don que nos ha dado, venzamos sobre nuestra carne, nuestro ego, nos liberemos del espíritu de competencia, de conformismo, de mediocridad, dejemos de buscar soluciones a nuestros problemas inmediatos cada día y aprendamos a vivir vidas victoriosas todo el tiempo; que seamos guiados por el Espíritu de Dios y nos arriesguemos a confiar en lo que día a día está produciendo en nosotros para cambiar nuestro sistema y estilo de vida, y vivamos seguros en el día a día, sabiendo que EL tiene control del barco que nos llevará a puerto seguro en todo. No debemos ser unos más del montón. Somos llamados a ser diferentes, a ser personas de influencia y a marcar la diferencia en todo para impactar el territorio que Dios nos ha entregado por heredad, seguidos de Su visión, Su revelación y Su unción. Hoy es el día agradable del Señor, El se está moviendo en corazones y mentes que lo amen, lo honren y decidan vivir vidas de santidad y de búsqueda de Su Presencia. Capítulo III CLAMA A MÍ De un día para otro pasó un ventarrón por mi vida, donde me quedé sin piso, donde todo se me vino abajo, ya la fuerza que había demostrado tener no la tenía, la gracia y simpatías naturales de las que ostentaba ya no me servían, los hermanos que antes habían sido mi apoyo ya no estaban, el liderazgo que me mantenía activa ya no existía había renunciado a mi trabajo, ya no estaba en la iglesia, producto de todas mis carnalidades, las heridas que en ese momento causaron un daño profundo a mi corazón, me desmoralizaron de tal modo, que unido todo ésto al desconocimiento de lo que era mi verdadera naturaleza, conflictos existenciales, que no son otra cosa que los estados del alma, me llevaron a preguntarme, y ahora qué? Me lo repetía una y otra vez…Yo misma no entendía, ni estaba en capacidad de reconocerme a mí misma, mucho menos de saber qué hacer, dónde ir, por dónde empezar…de un momento a otro me vi en un desierto, en un foso, donde sólo me quedaba ver para arriba. Dios nos deja caer muchas veces, de las posiciones que nos hemos fabricado para llevarnos al lugar correcto. Muchos al comienzo no entendemos que es para llevarnos a su lugar, a su mente, a su propósito; pero sobretodo a ordenarnos, a limpiarnos, a renovarnos y a sacar de nosotros el espíritu egocéntrico, el orgullo que proviene de ser y hacer como creemos o entendemos, lo cual le es tropiezo para manifestar su poder, su gloria a través de nuestras vidas. Retroceder o seguir…??? En esta disyuntiva, me planteé muchas veces no insistir con el Señor, ni perseverar en el Evangelio, es decir, que todo en mi vida se fuese dando en el día a día, y no insistir más. Se apoderó de mi una especie de frustración, de decepción por todo; que pensé que no valía la pena alcanzar o luchar por lo que yo, creyendo que conocía, de verdad me daba cuenta que ignoraba por completo. Pero al mismo tiempo me decía que de verdad necesitaba conocer a Dios y deseaba que su palabra fuese una realidad en mi vida. Ahora puedo decirlo de esa manera, pero mientras lo estaba pasando no lo entendía, por eso no podía ni orar…y cómo? si no conocía al Consolador que sabía pedir como conviene. Aunque no puedo negar que después supe que siempre había estado allí, redarguyéndome, convenciéndome, guiándome y enseñándome, así como revelándome a Cristo, aunque yo no lo tomara en cuenta, lo entendiera o supiera. Sólo El pudo llevarme con tanta dirección y pericia, a tener un encuentro con Cristo. En nosotros pueden moverse dos voluntades: -La voluntad permisiva Se va a manifestar en todo lo que cada uno decida hacer y creer, independientemente de Dios; donde la responsabilidad es personal, al actuar con el libre albedrío que tiene para moverse en la dirección que más le convenga. Siempre queremos justificarnos ante los demás alegando “Dios lo permitió”, pero sin aclarar que El permite lo que nosotros permitimos en nuestras vidas. El interviene en todo aquello donde le permitamos tomar el control y gobernar; así como Satanás toma lugar donde sabe que tiene el control y el derecho legal. Es nuestra decisión seguir en lo mismo o cerrarle todas las puertas. -La voluntad Directiva de Dios En ella va implícito el sentir de Dios, Su palabra, sus mandatos, sus pensamientos y su dirección en lo que El ha establecido para nosotros. Si no los buscamos, los conocemos, obedecemos y caminamos en ellos, entonces tendremos tropiezos y muchos desaciertos que harán más difícil el camino y demoraremos en cumplir y entender el plan de Dios para nuestras vidas. Por mucho que nos esforcemos, no saldremos de lo mismo, ya que con El todo prospera; pero el vivir de espaldas a su perfecta voluntad, nos trae conflictos y dificultades en todo y con todos. Dios tiene una sola voluntad. Su Palabra. Dios nos dejó todo para que vivamos una vida victoriosa y aunque no escapamos de circunstancias difíciles y batallas en lo humano, vayamos escalando y superando todo creyendo en sus promesas, sin refutar, sólo obedeciendo día a día. El no quiere, ni es su voluntad, mantenernos en un desierto todo el tiempo. Desea que lo saquemos de allí y conquistemos la “tierra de promisión” sabiendo que ya es nuestra la victoria. Por qué no siento nada? Empecé a reflexionar y a hacer un análisis de mi vida, la cual había sido común, como la de cualquier otro creyente, y hacía comparaciones y me decía, por qué veo a hermanos con un fuego y un ardor y pasión por el Señor que yo no tengo? Y fíjense que no digo emoción por la iglesia o que extraño un servicio, o a los hermanos o por programas y actividades. No… Me decía a mí misma, yo no quiero seguir siendo igual, ni ver lo mismo, ni hacer lo mismo. Pero lo que no sabía era que el Señor quería enseñarme y llevarme a verlo a EL, quería hacerme libre del sistema que siempre conocí sin conocerlo como El es. Esto produjo una sensación de vacío aún mayor, lo cual traía desesperación dentro de mí, y tuve que tomar una determinación y le dije al Señor en súplicas, en clamor, en llanto: _¡O te revelas a mí como tú realmente eres, o me muero! Porque no quiero vivir un evangelio igual al que he vivido, tampoco quiero una vida sin ti, porque sé por lo menos, que tú eres la verdad, pero tampoco la conozco! Quiero conocerte, te quiero a ti! Producto de esa ansiedad, me aferré de la palabra escrita en Jeremías 33: 3… “Clama a mi, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. ORAR Y CLAMAR Hay una diferencia abismal entre orar y clamar. La oración puede convertirse para nosotros en un diálogo o también en un monólogo, que puede llegar a ser algo rutinario, religioso y costumbrista. Pero cuando hay un clamor, es porque hay un desespero tan grande dentro de nosotros, que es imposible calmarlo o acallarlo con una común oración. Clamar implica pedir con desesperación y angustia, es un gemido que sale de lo más profundo de nuestras entrañas, que busca ser satisfecho sólo con una intervención divina, sobrenatural…Es una asunto de vida o muerte! Es ya y ahora! No es posible clamar si no hay una profunda necesidad, pesar o carga dentro de nosotros, producto de una circunstancia adversa que nos aceche, y que no puede ser resuelta, aclarada o satisfecha a menos que Dios intervenga de manera poderosa y milagrosa; o puede ser una petición con gemidos indecibles del espíritu, que salen resonando como un eco para pedir como conviene, según sea la urgencia y deseo de recibir algo de parte del Señor o de establecer y traer lo invisible al mundo físico lo que nace de su corazón y de su voluntad buena, agradable y perfecta ( Romanos: 8: 26 y 12:2). Creo que si clamáramos y dejáramos de hacer vanas repeticiones en nuestras oraciones diarias, Dios enviaría inmediatas respuestas desde el cielo, Su ayuda desde el Santuario, y experimentaríamos además, la verdadera libertad que sólo El puede, quiere y vino a darnos. Cuando clamamos, no venimos con ínfulas, con arrogancia; sino con una verdadera actitud de humillación, de sinceridad, de arrepentimiento, de quebranto y angustia. Entonces empezamos a recibir, no sólo la respuesta a nuestras peticiones, sino también, entendimiento y conocimiento de los caminos del Señor en medio de la tormenta que nos rodeaba y con ello, vienen cambios en nuestras actitudes, en el carácter y todo empieza a ser ordenado, sanado y restaurado. Este versículo del clamor de Jeremías se convirtió en mi pan de día y de noche, además le pedía al Señor como lo hacía Salomón…”yo no quiero que me des bienes ni riquezas; sólo dame sabiduría y ciencia de tu palabra…” y que pueda entender el por qué de todas las cosas; conocer tus caminos, vivir como tú lo dices y estableces en tu Palabra. Hoy encuentro que hay mucha palabra, mucha profecía dicha ligeramente, pero poca sabiduría para entender lo que Dios hace y cómo se mueve. El cap. 4 del libro de Prov. dice: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría…” Porque sólo ella nos da la habilidad para aplicar la palabra en medio de las circunstancias que vivimos, de modo que entendamos las razones de Dios en medio de ellas; y sobretodo, que aprendamos y alcancemos madurez en el proceso. Existen tres palabras que describen el concepto de lo que significa “sabiduría”…sophia, phonesis y sinesis. 1.-Sophia: Es la sabiduría teórica que nos lleva a conocer el porqué de las cosas en medio de las pruebas que atravesamos. Santiago 1: 2-5 nos habla de la sabiduría que debemos buscar para que sepamos pedir, no sólo por la solución del problema, sino también, conocer la raíz del mismo, averiguar de dónde proviene, de modo que no repitamos los mismos errores cuando de crisis se trate. Es lógico que toda prueba proviene de algo o de alguien, pero debemos aprender de ella y adquirir el conocimiento de Dios para salir airoso. 2.-Phonesis: Cuando sabemos o conocemos el por qué de lo que nos ocurre, entonces usamos esta segunda fase o nivel de sabiduría, que consiste en la habilidad para aplicar el conocimiento recibido, la revelación de la palabra a la situación que estamos viviendo. Muchos hemos estado discutiendo y culpándonos entre sí, pero no es esto lo que resuelve el problema, sino el usar sabiamente el consejo y la verdad de Dios para que sean sus razones y no las nuestras las que prevalezcan. Esto nos libra de muchos conflictos internos, acorta el tiempo de la prueba, y sobretodo, trae paz, confianza y sanidad al corazón. 3.-Sinesis: Es el sentido común que Dios nos ha dado para que lo usemos de manera lógica, coherente y con principios divinos. Es el sentido del tacto, que nos hace actuar inmediatamente con sabiduría y apuntando a lo racional, pero sin caer en caprichos necios, sino con cordura. Ante cualquiera adversidad o accidente, debemos estar prestos a usar el buen sentido común y la razón de Dios, sabiendo que es el mismo Espíritu Santo guiándonos a toda verdad. Esto aplica a lo cotidiano, donde no requieres una revelación profunda de cómo proceder. Por ejemplo, se te venció la licencia de conducir o llegó el recibo de la luz, no tienes que buscar revelación, porque el sentido común, te guiará a renovar y cancelar lo que está pendiente, porque de antemano, sabrás cuál será el resultado, de no hacerlo. El actuar bajo esta premisa, es vivir en los mandamientos del Señor y en obediencia. El salmo 119: 66, nos lo declara: “Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído”. Mi mejor escuela… Para la época, debo decir, mi esposo tenía su negocio, cuidaba de mí y de mis tres hijos varones, teníamos lo suficiente para vivir. Hacía poco había renunciado a mi trabajo como docente, el cual ejercí por dieciocho años y con muy buen récord. Amaba la enseñanza; pero en mi deseo de servir al Señor, había decidido dejarlo para estar disponible para la obra, sin saber que allí empezaba mi verdadero desierto y prueba con Dios. Sería el tiempo de mi verdadera enseñanza con el mejor “Maestro” y en la mejor escuela de la vida!. Las acusaciones y acoso permanentes en mi iglesia y organización debido al carácter carnal con el que acostumbraba proceder, así como la presión contínua, me hicieron salir a “vox pópuli” del lugar al que por tantos años pertenecí. Todo aquello para mí fue un golpe y una muerte violenta, Todo se vino abajo: liderazgo, nombre, reputación, amistades…todo! De pronto me quedé sin nada y sólo con la compañía de mi esposo e hijos…lo demás fue difícil enfrentarlo; es decir un proceso del que no conocía absolutamente nada. Fue de pronto, sentirme perdida, sin rumbo, sin razones valederas para defenderme, sin futuro. Mi vida de la noche a la mañana se vio derrumbada, sin defensa, sin piso. Literalmente perdí todo el mundo que, por la religión me había fabricado, en el cual se vio expuesta toda mi humanidad egocéntrica, almática; todas mis motivaciones e intenciones de servir a Dios así como yo era, quedaron descubiertas y sin efectos que me pudieran levantar. Cuando Dios se propone hacer algo con nuestras vidas, nos va a llevar a donde nosotros ni siquiera imaginamos. La tendencia nuestra es la de buscar “atajos o veredas” que resuelvan la situación; así que lo mejor es, quedarnos quietos ante su disciplina, como dice Hebreos 12: 7 y 8; porque sólo cuando la aceptamos y nos humillamos bajo su poderosa mano, saldremos como el oro refinado del horno de la aflicción. Esto sólo es muestra de su infinito amor y gracia hacia nosotros, entonces seremos tratados como hijos y no como bastardos. Joel: 2: 13 dice, “Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo”. Ante esto tenemos varias alternativas: -Evitar la circunstancia -Seguir en la misma situación o -Enfrentarla con determinación. Pero mientras yo maquinaba y vislumbraba lo que sería mi próximo paso, Dios tenía otros planes; y sin saberlo, creía que estaba preparada para dedicarme a lo que yo pensaba que iba a hacer en la iglesia. Mucho tiempo después entendí que muchos queremos seguir haciendo “de las nuestras” y servir al Señor a nuestra manera y con las habilidades que en lo natural hemos desarrollado y no conocemos en espíritu y en verdad al Amo y Señor de la obra. Qué irónico esto, pero así hemos sido y así hemos hecho la mayoría, producto del sistema en el que nos hemos ido formando y el medio en el que hemos estado envueltos también…y que conste, con muy buenas intenciones y sinceridad en lo que queremos y decidimos! ¡Cuán engañoso es nuestro corazón y cuán equivocados nuestros caminos! Cuánto tiempo creemos que Dios va a dejarnos la cuerda floja para que sigamos en lo mismo? Sólo cuando Dios hace notorios nuestros pecados; cuando quedan expuestas nuestras iniquidades y envía su fuego, podemos entender la manera como El actúa ante la carnalidad y ante nuestras actitudes cuando persistimos en seguir iguales. Hoy día mucho del arrepentimiento que decimos tener es emocional, no del corazón. Le damos la espalda a los tratos y a la disciplina del Señor, cuando deberíamos darle todo nuestro ser, sabiendo que El nos busca como morada para habitar. El quiere vivir cada día gobernando y siendo el Rey, y nosotros, sus hijos. “Dice pues el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”. Isaías 29: 13. Cuándo se pierde el amor por el Señor y por Su presencia? Cuando nuestro corazón está lejos del Señor, se pierde el hambre y empezamos a sentirnos satisfechos por lo que recibimos; con lo que hacemos; por la posición que tenemos y sobretodo, porque creemos que andamos y que agradamos el corazón de Dios, cuando seguimos actuando según lo que nos dicta el alma. Muchos queremos la gloria de Dios y sus manifestaciones, y de hecho, El es el primero en querer hacerla notoria, pero esto sólo es posible cuando pueda morir al mismo grado de Pablo y crucifiquemos nuestra carne, nuestro ego, de manera voluntaria, por Aquél que todo lo pagó por darnos redención. El exige esto de nosotros porque no es barata su obra, su sacrificio. Debemos valorarla al máximo, y hay que aprovecharla porque cuando El manifiesta su gloria, también vienen sus juicios. Los hijos de Dios salieron de Israel, fueron testigos oculares de Su poder y de Su gloria: -Lo vieron en la nube de día y en la columna de fuego -Lo oyeron hablar -Lo vieron proveer maná del cielo -Lo vieron dividir el mar rojo para que pasaran. Pero por un solo acto de desobediencia no entraron a la tierra prometida. Sólo dos sobrevivieron en el desierto (Josué y Caleb), a pesar de haber visto todas sus maravillas. Hay que pagar un precio muy alto, para ver la gloria de Dios. Esto no ocurrió sólo en el Antiguo Testamento; es también para hoy. Muchos ministros, líderes, creyentes, están abusando de la gracia para seguir pecando y andando en la vanidad de su mente. Creemos que la justicia de Dios no va a prevalecer y que nos va a seguir tolerando el estado liviano en el que hemos querido vivir? Qué pasó en medio de esta gloria? Ciertamente, Dios va a hacer notorio Su poder en medio de su pueblo hoy día también; pero con éste, va a juzgar también el pecado. Hechos 3 refiere la manifestación de grandes milagros; prodigios y maravillas; pueblos salvados; la iglesia con muchos nuevos convertidos; compartiendo todo lo que tenían entre ellos. Era una iglesia con un mismo corazón y alma. Había poder y gracia, en medio de ella; el pecado estaba siendo juzgado. Se desató el juicio, y vemos cómo sucedió el primer caso en el cap. 5, con Ananías y Safira. Tal como lo hicieron los hijos de Aarón en el tabernáculo de reunión, Nadab y Abiú, cuando, actuando en desobediencia, ofrecieron fuego extraño que Dios no había ordenado. Asimismo, por el mismo hecho, le ocurrió a Herodes, cuando tomó la gloria que no le pertenecía (cap. 12). Y es que cuando somos creyentes, pero andamos dándole rienda suelta a lo que hay en nuestra carne, sin reparar en sus consecuencias, olvidándonos de la palabra y abusando de la gracia de Dios, entonces seremos juzgados por ese pecado, porque la Gloria y el Honor le pertenecen sólo a El. A pesar de esto, queremos su gloria? El fuego desciende, para Gloria y para Juicio. Las personas nos van a juzgar a nosotros por lo que ven de Jesús en nuestras vidas, en nuestro andar diario, en nuestras actitudes, decisiones, intenciones; por lo que predicamos desde los púlpitos. Somos la representación de Dios aquí en la tierra: -Somos santos? -Somos justos? -Somos compasivos? -Somos radicales en lo que vivimos? -Somos inmaduros y/o carnales? Entonces, traeremos reproche y vergüenza al nombre del Señor y ese pecado será juzgado por El. Cuando Dios juzga el pecado, lo hará también en público, para tratarnos cuando nuestra necedad es persistente, para que en todos El sea visto como SANTO y sea respetado Su Nombre y Su Palabra, y luego, todos teman y sepan que la Santidad es su mayor atributo. Dios va a lavar toda la suciedad de Sión en juicio y fuego (Isaías 4: 4 al 6). Así que no nos asombremos de que seamos juzgados en este último tiempo, cuando El ha prometido manifestar su mayor nivel de gloria, porque todo aquél que tenga intimidad con El o algún tipo de relación, sabrá que es una responsabilidad llevar su nombre en el corazón. El no es un Dios liviano, ligero. Es un Dios Santo y en los que se acerquen a El, se santificará y glorificará. Prepárate para ver cómo el juicio primero va a comenzar por la casa de Dios, no para destrucción, sino para edificación de todo aquél que se humille y reconozca su pecado y decida limpiarse y ser un vaso limpio donde derramará su “vino nuevo” y lleven la gloria de Dios como testimonio. Hoy puedo dar Gracias al Señor por esos hombres y mujeres dentro y fuera de la iglesia y organización, que sin saberlo siquiera, creyendo que hacían lo correcto, despertaron en mí, dolor, ansiedad, ensañamiento, reproches, y aunque no fueron mis consejeros, ni apoyo para ayudarme a levantarme, provocaron en mí una frustración y decepción tal; que hoy entiendo que sus actitudes contribuyeron a hacer de mí lo que soy ahora…Dios todo lo encaminó a bien. Hoy siento un profundo amor y respeto por todos ellos, porque no estuviera sana ni fuera una mujer libre, transformada; capaz de hablar de todo lo que rodea la vida de un ser humano, con el propósito de llevarlo a su verdadera libertad e identidad en Cristo Jesús. Sin las adversidades, es imposible conocer otras facetas del carácter de Dios y lo que nos tiene reservado en el futuro. Pero hay que sanarse y levantarse en el poder del Espíritu Santo para no retroceder y edificar en el futuro, no sobre lo mismo, sino sobre la base de la verdad revelada de Dios. “Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” Nunca me imaginé que todas esas pruebas, bien merecidas por cierto, fuesen las bendiciones “disfrazadas” que el Señor tenía para mí, pero lo entendí mucho tiempo después y a punta de duros procesos. Debo agradecer profundamente a Dios, por haber provisto la familia con el sentir correcto para poder ser sometida al trato difícil que recibí en mi desierto con EL. Debo resaltar el valor del esposo e hijos que Dios me regaló y a los cuales les había dado de antemano un corazón perdonador, paciente, tolerante, prudente y lleno de amor, para esperar por mi, mientras duraba este arduo y difícil proceso de liberación y restauración, del cual disfruto junto a ellos ahora, y del que soy testigo y puedo compartir ahora con absoluta libertad, espontaneidad y entrega. A Dios sea toda la Gloria y mi gratitud eterna por ellos!! Los cielos abiertos Durante todo ese tiempo, veía todo tan pequeño e insignificante, sin propósito y sin vislumbrar nada nuevo, pero después todo cambió ante mis ojos. Y es que nuestro mundo se torna tan pequeño y cerrado cuando todo gira alrededor de la iglesia, de un líder o de un ministerio…pero cuando la revelación de Cristo se te muestra e ilumina tu mente y corazón, ves los “cielos abiertos”, el panorama se te abre y ves todo el mundo desde arriba, y quieres abarcar más y más, y miras cada vez más alto, mientras te vas remontando y alcanzando nuevas alturas en la medida que vas conociendo y viendo al Señor, lo cual te lleva a conquistar y a tomar lugares y personas que no habías pensado ni imaginado. Te conviertes en un creyente agresivo, valiente, donde no hay barreras. Es otro mundo, es otra dimensión, es otro sentir, definitivamente, son cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido a corazón de hombre las que te son reveladas por el espíritu, las que te llevan a ser cambiados interiormente, como dice 1ª. Corintios: 2: 9. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios”. Últimamente he estado meditando y analizando con el corazón, y buscando en la mente y en el Espíritu de Dios lo que este versículo encierra. Encuentro ambigüedad y falta de coherencia entre lo que vivimos, pedimos y declaramos. Si hemos estado esperando por cosas nuevas en nuestra vida; si estamos buscamos la sabiduría del Señor y creyendo por una gloria mayor, entonces recibiremos en el espíritu, mayor revelación de la que hasta ahora teníamos; se van aclarando y profundizando más las verdades de Dios de lo que hasta ahora habíamos comprendido y practicado; y si fuésemos más valientes y obedientes para poner por obra lo que el Espíritu Santo nos revela, todo en nosotros sería nuevo y caminaríamos en mayores dimensiones de la palabra y en el espíritu. La palabra “nuevo” significa, que no existía o no se conocía antes; entonces, es de suponer que si estamos recibiendo cosas nuevas cada día en el espíritu, todo en nosotros debería también estar sujeto a cambios, a transformaciones y renovaciones que nos llevarían a vivir y actuar de manera diferente, según todo lo recibido. Hoy día, la iglesia está experimentando esa necesidad de cambios, e incluso muchas lo están viviendo, pero no se refiere esto a la forma en la manera de vestir; de realizar los servicios con estilos nuevos o imitaciones o de introducir cambios externos Se refiere a lo que Dios está colocando en el corazón y la mente de aquéllos que tienen hambre y sed de lo verdadero, de lo justo, de lo santo; para que se haga así, su perfecta voluntad y se lleven a cabo sus deseos, y su diseño se establezca en todas sus formas de servicio, obediencia, búsqueda y adoración, hasta llegar a la unidad de la fe y sintamos todos una misma cosa; fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu, a fin de que echando raíces en esas verdades reveladas, estemos cimentados en el amor que ellas manifiestan, y de verdad vivamos en la plenitud de Aquél que todo lo llena en todo. (Ef. 3: 16-18). Este es el tiempo en que el mismo Espíritu Santo de Dios se está revelando y manifestando a todos aquéllos que hemos reconocido que necesitamos más de Su Presencia, más de Su revelación; que anhelamos que nuestro corazón y mentes sean renovados y que nuestras actitudes, pensamientos y sentimientos ya no nos controlen, sino las que vengan dadas por el mismo Señor, de su Espíritu al nuestro. Dice 1ª. Crón. 16: 9: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”. Para derribar estructuras humanas y religiosas debemos arriesgarnos a hacer lo que recibimos en el espíritu, porque si de veras tenemos la mente de Cristo, las verdades que están en la teoría, te llevarían a nuevos niveles de revelación en gloria, “nuevas son cada mañana”. Esto significa que no existía o no se conocía antes. Esto implica riesgos en tu vida espiritual, física, familiar, eclesiástica incluso…pero el obedecer trae su recompensa cuando decidimos creerle a Dios y ver que la manera como El te conduce, te llevará a experimentar lo que nunca antes habías vivido y conocer lo que nunca antes habías conocido. Esta es una realidad que no cambio por nada de este mundo y que me ha llevado a vivir lo que jamás pensé y de la manera que dice el apóstol Pablo, mucho más abundantemente de lo que había deseado o imaginado. Abraham salió sin saber a dónde iba, sólo con una orden de Dios, y su fe le fue contada por justicia. Sólo cuando nos decidamos a salir de lo común, de lo ordinario y rutinario, conoceremos las nuevas directrices en las que Dios se mueve y por donde nos quiere llevar, para que tengamos el testimonio vivo de lo que significa ser guiados por el Espíritu de Dios y ser transformados en mente y corazón, y conformados para llevar a cabo su plan y su propósito. Solos Dios y yo Pasé unos cuantos meses repitiendo esa misma oración de Jeremías 33: 3 con angustia en mi alma; siempre Dios me hablaba por su palabra, pero era insuficiente para mi, el hambre crecía y crecía dentro de mi, y yo decía siempre, “si tu palabra lo dice, entonces tú lo harás una realidad para mí, sólo que ahora no la veo, no siento que obra en mi”…y me mantenía pegada del Señor día y noche. Estábamos sólos, El y yo. Nada ni nadie podían satisfacer mi necesidad de ser llenada interiormente, porque en esta situación me di cuenta de que yo me había acostumbrado a un sistema, donde lo que tenía era religión pura y un lugar donde yo podía funcionar con ella, con personas iguales a mi alrededor; pero ahora sin tenerlos, me di cuenta que esto no era un fundamento firme donde ahora mis pies tuvieran seguridad. Por mucho tiempo me acostumbré a todo esto y ahora que no los tenía, tuve que empezar a buscar el camino verdadero y a la persona correcta. Increíble pero cierto! “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo: 5: 6. “Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová”. Prov. 8: 35. Empecé a escribir a todos los ministerios radiales que ofrecían cursos y material por correspondencia, porque mis ansias por entender y conocer la palabra me ahogaba; mi cabeza y mi corazón sólo giraban en torno a mi necesidad de Dios, no había nada de más valor para mí que ubicar una emisora y oír un mensaje de la palabra; los buscaba con ganas, los copiaba, los repetía en mi mente…y seguía orando por lo mismo, conocer a Dios y buscar su espíritu de sabiduría y conocimiento de El. No quería tener un conocimiento más… quería conocerlo a El. ¡Nada más! Todo lo que antes me llenaba y a lo que estaba acostumbrada, dejó de tener interés y sentido para mí. Allí me dí cuenta que lo que tenía dentro y alrededor de mi eran tradición y costumbres; por eso me sentía tan vacía, porque toda mi vida traté de llenarla con esto, sin entender que Cristo no vino a traer ni a formar religiones, sino a darnos Vida y Vida en abundancia (Juan: 10. 10). Una revelación para mí…La Redención Un día vino a visitarme un hermano de Maracaibo y al despedirse me entregó un mensaje titulado “Redimidos de la maldición”, basado en Gálatas: 3: 13, predicado por el Evang. Jorge Porras Benedetti. Enseguida me dispuse a escucharlo, tenía tanta hambre de la verdad dentro de mí, que literalmente sentí que me lo comí; y al instante fueron abiertos mis ojos y me fue revelado el sacrificio de Cristo en el Calvario. Fue algo inexplicable que sólo podía venir del Espíritu de Dios directo al mío. Entendí el plan de Redención desde el comienzo de la creación hasta la salvación de la humanidad y lo que rescató para nosotros traducido en una victoria, poder reino y autoridad, y la derrota que significó para el enemigo. Todo esto quedó claro para mi en un segundo, y el velo de la ignorancia, de la religiosidad, de la tradición fue rasgado de mi corazón y de mi mente! Mi vida dio un vuelco total y de allí en adelante el mismo Señor me llevó a lo que tanto yo había pedido: a comer buena palabra, y debo dar gracias a Dios por la vida de este hombre usado en ese tiempo por el Señor y de otros grandes ministerios en la vida de siervos que han tenido que dedicar tiempo, recursos y su corazón para enseñar a otros y prepararlos para la obra del ministerio. A todos ellos y muchos otros que no menciono, los bendigo hasta el día de hoy, cada vez que los recuerdo, dando gracias a Dios por sus vidas y ministerios.”Doy siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria en mis oraciones..” Todo esto ocurrió en la década del 90, cuando se empezaba a hablar y conocer de los términos revelación, cántico nuevo, profecía, unción, danza…de todo quise aprender, pero ya directamente de la fuente. Le dije al Señor, todo es nuevo para mí, pero en mi comunión contigo, en el lugar secreto, y con el Espíritu Santo, quiero que me enseñes y me reveles y le des testimonio a mi espíritu, de todo lo que percibo, recibo y siento; porque no quiero ser confundida jamás, pues, creo tu palabra y tengo tu verdad; y tú mismo me guiarás y me darás discernimiento para no dejarme llevar por emociones ni por moveres repentinos que traigan confusión a mi mente y corazón. Creo que hasta el día de hoy lo ha hecho y me ha guardado de no desviarme y guardarme de gente y de ministerios que no guardan la pureza de la verdad y que tienen motivaciones incorrectas. Usados para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio Seguí aprendiendo y escuchando buena palabra, mientras mi hambre por ella, crecía y crecía…y es eso lo que el Señor busca, hijos que amen Su verdad, que anhelen conocerle mas y más; hijos que seamos hacedores y no tan sólo oidores; que seamos renovados en nuestro hombre interior por esa palabra que nos santifica y hace verdaderamente libres. A esto le siguieron otras tantas enseñanzas junto a otros grandes hombres de Dios, los cuales quiero honrar por haber sido instrumentos en las manos del Señor para bendecir mi vida y llevarme a ser lo que ahora soy por Su gracia y su infinito amor y fidelidad. Viajaba regularmente a la ciudad de Maracaibo, donde estaba el Ministerio de ayuda “Id y predicad el Evangelio”, dirigido por el Lic. Alejandro Fuenmayor, quien trajo grandes ministerios de enseñanza de la palabra. Estuve aprendiendo al lado de Apóstoles, Evangelistas y Maestros, tales como: Ronald Short, Jesús del Cristo, Satírido Dos Santos, David Greco y Guillermo Maldonado, quien de manera especial ha sido desde sus comienzos como evangelista hasta el día de hoy como Pastor, junto a su esposa Ana, un ejemplo a seguir por su pasión por Jesús, por su fe a la palabra y quien es ahora como Apóstol, mi padre, consejero y cobertura; lo mismo que ella, inspiradora como una Débora. Ellos, además de confirmarme con una palabra de ciencia, me han impulsado a escribir lo que están leyendo, con título y todo. Todos ellos marcaron mi vida con sus enseñanzas, y de allí, muchos otros fueron usados por el Señor para hacer en mí un depósito de tantas verdades que trajeron luz y revelación a mi entendimiento, renovaron y transformaron el espíritu de mi mente, llevándome a una sanidad interior y restauración total en todas las áreas de mi vida, mientras iba experimentando también, la prosperidad de mi alma. Todo lo demás que ha sido restaurado y dado, es consecuencia de todo este proceso. Todo en mi vida fue cambiado y renovado y mi entorno también. Hasta el día de hoy, el hambre por Dios, por su palabra y por su presencia, no han menguado en mi vida, y sigo creciendo en esa gracia y conocimiento del que todo lo llena en todo. EL ha santificado y llenado todo mi ser y ha prosperado en todo mi vida espiritual, personal, física, familiar, financiera, social y ministerialmente. Lo que ahora conozco y vivo en El no lo cambio por nada, ni por nadie en este mundo. Secularmente ejercí la docencia, hoy me dedico a enseñar la Palabra de Dios después de haber pasado por su “taller” y ser quebrantada en mi alma para ser liberada y testificar que con El se puede cambiar y prosperar en todo. Hoy por hoy, Dios está levantando y usando hombres y mujeres en los cinco ministerios para edificar el cuerpo de Cristo y llevarlo a niveles de su revelación, con la unción apostólica y profética, para que se cumpla el plan original de Dios, de llevar a su pueblo a vivir en la verdad, la unidad y la justicia de EL. Sólo así se verá el cumplimiento de la palabra profética en el tiempo de Dios y el mundo conocerá al Rey de Reyes y se convencerá por la ley y el testimonio que mostrarán aquéllos dispuestos a vivir en la santidad de la verdad y se dejen quebrantar por EL. Si caminamos así con Dios, disfrutaremos de las más ricas y mayores experiencias en el mover de Su gloria y Su presencia en nuestras vidas en todo lo que hagamos y determinemos para El. Capítulo IV LA REVELACION Proviene de la palabra griega “Apokalupsis”, lo cual quiere decir develar, revelar, quitar el velo, manifestarse, y esta revelación está vinculada estrechamente con la obra del Espíritu Santo, pués, es quien toma de lo de Cristo y lo da a conocer al espíritu del hombre, mostrando una verdad que antes estaba solamente escrita, pero que no tenía vida ni daba fruto en la vida del creyente. Cuando es revelada, provoca automáticamente un avance en su vida espiritual, ahora todo queda descubierto ante sus ojos y empieza un verdadero crecimiento y edificación; una renovación y transformación del entendimiento, lo cual trae la revelación de Dios mismo y de Su Voluntad buena, agradable y perfecta. Qué nos garantiza la Revelación? Nos garantiza una seguridad tal en la verdad de Dios, en Su perfecta voluntad; llevándonos a tener un crecimiento y desarrollo como cristianos; además de fundamentarnos en la revelación divina, de modo que, llenos del poder del Espíritu Santo, podamos estar firmes y resistir todo ataque del maligno que trate de golpear nuestras vidas y hacernos caer, experimentando la victoria en todo. Cuando recibimos la revelación de lo que enseñan las Sagradas Escrituras, no hay confusión ni división en la interpretación y sentir de las mismas, ya que vienen sólo cuando el mismo Espíritu Santo las revela y todo el que la recibe, también tiene el testimonio que atestigua que viene y es comprobada por la palabra escrita de Dios, sin mezcla, ni confusión; al contrario, afirma, establece y trae renovación y crecimiento en todas las áreas del cristiano que la recibe. Repetición vs Revelación A lo largo de toda mi vida escuché mensajes de todas las categorías, bajo distintos enfoques y unciones ministeriales; creo que suficientes para producir una conversión genuina en mi vida y un cambio en mi manera de pensar, de ser y de vivir. Si desde niña eso fue lo que escuché, entonces era de esperarse que todo en mi fuese renovado. Era capaz de predicar, de repetir la escritura de manera mecánica y también exhortaba a la búsqueda de Dios y la necesidad de escudriñar la Biblia, teniendo como fundamento los conocimientos adquiridos, la memorización de unos cuantos versículos y la experiencia religiosa que por años había acumulado en la iglesia y los cargos que desempeñé. Puedo agregar a esto, mi deseo de servir al Señor movida por un alma, más ansiosa y deseosa de ser satisfecha en lo que creía era el “deber ser y hacer”, pero bien lejos de conocerlo e ignorando los principios de la palabra para vivir en completa libertad. Tal como lo referí antes, cuando oraba al Señor en mi angustia, no tenía ni la más remota idea de lo que le pedía acerca de tener sabiduría y ciencia de El. Sin embargo, cuando mis ojos fueron abiertos a la luz de la palabra, entendí lo que era tener REVELACION… y en esa comunión íntima y continua en la presencia del Espíritu Santo, en adoración y en gratitud a Dios, el velo de la ignorancia fue quitado de mí; empecé a entender lo que EL quería revelarnos a través del Verbo, Jesucristo y cada día nacía en mí un deseo mayor de obedecer, de cambiar, de poner en práctica cada verdad en mi diario vivir; no quería leer ni escuchar mensajes para saber o adquirir un conocimiento mental y sumarlos a los anteriores. No…Al experimentar el poder de la revelación para darme a conocer la verdad, quería absorber al máximo cada palabra que leía y oía, y sé que sin la ayuda del Espíritu Santo esto no hubiese sido posible…pero Dios honró el anhelo de mi corazón, pués, “si pedimos una cosa conforme a Su voluntad El nos oye” (1ª. Juan 5: 14). Ahora todo quedaba claro y descubierto ante mis ojos. El Espíritu Santo iluminaba mi alma y alumbraba en mí todas mis tinieblas, como dijera David en el Salmo 18: “Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas”. No sólo leía o escuchaba, sino que entendía y se producía en mí un cambio inmediato en mi manera de ser, creer, adorar y testificar, lo cual me iba llevando de una revelación a otra. Dice el Salmo 42: 7, “Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas”. Una revelación me iba llevando a otra, iluminaba mi alma y me renovaba cada día más. Era algo nuevo cada día, y hasta el día de hoy, me sorprende con grandes cosas de su conocimiento y sabiduría. Y conoceréis la verdad… Quiero aclarar que no estoy en contra del estudio sistemático de la Biblia, de sus reglas de interpretación, ni de lo que tenga que ver con educación cristiana; sólo que esto no nos lleva a tener conocimiento espiritual de Dios, ni a ser libres de las cosas que nos atan en nuestra naturaleza, ni nos hacen vencedores frente a las crisis, ni las tentaciones, mucho menos al disfrute de las promesas y bendiciones que tenemos en Cristo. Sobrevivimos en el día a día, pero no disfrutamos de la plenitud de vida en El, con la verdadera libertad con la que nos hizo libres. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8: 32. Conocer una verdad es entenderla, experimentarla, vivirla, ser uno con ella para poder ser cambiados y es gracia sobre gracia que te lleva a cambiar tu mente, es la dinamita y la fuerza de Dios para transformarte de tal manera y exponerte, que es imposible estar frente a ella y no ser confrontado y retado a renunciar a tu vieja naturaleza. No se trata sólo de recibir una revelación que nos pareció novedosa y se queda en nuestra mente y a la que le vamos añadiendo más y más, sino que ella nos lleva a un reconocimiento de nuestra vieja condición y a un arrepentimiento para cambiar y provocar que nuestro estilo de vida se acomode a la verdad y ya no seamos más los mismos. Cuando llega una verdad tras otra no tenemos mucho tiempo de andar ociosos, sino que la fuerza del Espíritu Santo te redarguye, corrige, enseña, cambia, te da poder para vencer sobre todo aquello que dominaba tu vida y va retratando como una cámara todo lo que había dentro de uno, además de quebrantarlo de tal manera que aborrezcas ser y hacer lo que antes eras y hacías. El temor a Dios Es una de mis peticiones cada día al Señor: “Enséñame a amar lo que tú amas y a odiar lo que tú odias”. No sabía que esto era el verdadero “temor a Dios”, lo que nos lleva a tener Su sabiduría y a no caer…a agradar y a establecer la Santidad del Señor en nuestras vidas y en todo lo que hagamos o dejemos de hacer. Creo que me responde cada vez que me hace ver lo desagradable que es ante sus ojos, lo que hacía y lo que aún hago en determinados momentos y situaciones, en los cuales llego a sentir vergüenza y un sincero arrepentimiento para no volver a hacerlo y ser conformada a su imagen y semejanza, e ir de una gloria a otra gloria; de una victoria a otra y de una bendición a otra bendición. Esto debe ser una constante en la vida de un cristiano que dice haber recibido revelación de la Palabra. Es esto lo que trae a nuestra vida el testimonio de haber alcanzado madurez y haber encontrado propósitos que nos lleven a disfrutar de sus bendiciones. Hoy mucho se habla de revelación, muchos han cambiado la manera de hablar o de confesar, pero cuando vemos sus vidas, siguen siendo los mismos; no hay frutos que atestigüen cambios, ni arrepentimiento; siguen en sus mismas prácticas de obras muertas y al hablar lo hacen en la mente, porque la espada no ha penetrado sus almas de modo que tengan un testimonio en el espíritu que les haga ver, hablar, actuar y vivir de manera diferente. Mientras más profundo la palabra haya cortado nuestra alma, más fuertes y grandes serán nuestros frutos, así como la manera de ministrar. La unción y la gracia serán también mayores, así como el testimonio del espíritu que lo reafirme. Cuando llega la palabra con revelación es como espada de doble filo, dice Hebreos 4: 12 y corta y divide lo que está en tu alma y en tu espíritu, y con ella tu decisión de renunciar a lo que antes era de tu carne, y es lo que la Biblia enseña acerca de la lucha entre ambas, para que se establezca lo verdadero, lo santo, lo que viene de Dios. “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiéreis”. Gálatas: 5: 17. La revelación de la palabra trae una convicción de pecado en nuestras vidas, nos confronta, nos establece, nos cambia, y esto es sólo producto de la gracia redentora de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Ella viene a santificarnos, nos aleja de todo lo que eran costumbres religiosas, nos saca de este engaño en el que nosotros mismos estábamos encerrados y acostumbrados, se produce un cambio en todo lo que éramos, nuestros pensamientos se elevan y se alinean con los del Señor y entonces salimos de la rutina en la casa, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, en nuestro sistema financiero, en la iglesia, con el ministerio, en la manera de resolver y enfocar todo…en fin, todo el panorama lo cambia la luz de esa verdad que ahora es “lumbrera a nuestro camino”..Salmo 119: 105. La verdad nos da poder para vencer sobre nuestra carne, debilidades, pecados, iniquidades, rebeliones, ataduras, conceptos e ideas religiosas, en fin, sobre todo aquello que formaba parte natural de nuestro carácter y naturaleza, llevándonos a otro nivel y a alcanzar la estatura de un varón perfecto a la imagen del que nos creó. La Verdad y la Santidad en Dios Otros han usado la revelación de verdades, para obtener beneficios materiales solamente, pero sus corazones siguen alejados del Señor. Por eso en medio de cada movimiento que El provoca va a haber una mezcla de lo verdadero y lo falso; de lo puro y lo impuro, de lo real con lo imaginario. Sólo los que han tenido un encuentro con la verdad y han reconocido en sus vidas lo que era de la carne y han renunciado a sus deseos y han escogido amar la verdad, pueden discernir lo que viene del Espíritu de Dios y vivir una vida apegada a Su verdad y a Su santidad. La revelación provoca en nosotros un continuo apego a la obediencia a Dios, a una búsqueda permanente de Su Presencia, a una total dependencia del Espíritu Santo y crea un profundo temor ante El para agradarle y hacer sólo Su voluntad y ver el cumplimiento de sus propósitos a través de nosotros y no en lo que nos gustaría hacer. Es imposible mirar a Jesucristo, revelado, manifestado como es El, y seguir siendo los mismos. Es que su verdad lo primero que te señala es tu condición carnal. Isaías dijo en el cap.6: 5 “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los Ejércitos”. Entonces, por qué a muchos se les hace tan difícil cambiar y se conforman con lo que Cristo hizo una vez que le aceptaron, otros con algo que vencieron, muchos con que ya son líderes o tienen un ministerio ya definido? Lo mismo le ocurrió a Isaías. Antes de que viera la visión, sus labios eran inmundos y ya había estado habitando en medio de un pueblo también de labios inmundos, sin embargo parecía no estar consciente de eso. Lo más seguro es que se considerara muy apto y suficiente para ser un “buen profeta”. Pero, tan pronto como la luz de Dios brilló sobre él, empezó a ver su verdadera condición, así como la del pueblo que tenía alrededor. Entonces, si era de labios inmundos, cómo sería él un portavoz del mensaje de Dios y ser usado por El? Es luego cuando viene nuestro Ay!, nuestro pesar y nuestro lamento por la oscuridad reinante en el corazón; luego, todo es iluminado por la lámpara de la palabra y la persona del Espíritu Santo. Veo con mucha preocupación la posición de muchos ministros que se escudan en expresiones que yo defino como “cómodas” y “baratas”, sólo excusas, para no reconocer la naturaleza y pecados que les gobiernan, tales como: “Dios conoce mi corazón”, “Sé que soy pecador”… Pero cuando uno entra en la Presencia de Dios no puede conformarse con tales confesiones, sino que Su Santo Espíritu, que revela lo santo de Dios, apuntará hacia alguna cosa definida y específica, centrando en ella su atención. Esta experiencia tiene lugar en la vida de todos nosotros, desde el mayor de los santos, hasta el peor de los pecadores. Si nos rendimos, y nos sometemos a su escrutinio y convicción, tratará con nosotros si tan sólo estamos conscientes de Su Presencia y El aplicará Su fuego purificador, así como lo hizo con Isaías, en el lugar donde el pecado se había concentrado, al punto de no acostumbrarse a ser ni a hacer lo mismo en su oficio, y en consecuencia, no tendrá ya la debilidad que antes lo dominaba. Reconocer no significa arrepentirse. Es cambiar de dirección, de actitud, es renunciar y apartarse, aborreciendo lo que hacíamos, y no querer volver a repetir lo mismo. Por eso David era un hombre conforme al corazón de Dios. Lo revela el salmo 51. “Porque yo reconozco mis rebeliones,…Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame y seré más blanco que la nieve”…Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Un conocimiento y exposición personal de nosotros Es necesario que exista un reconocimiento de nosotros mismos, para que Serafines, de los que habitan en el trono de la Santidad de Dios, purifiquen nuestros labios, con un carbón encendido, llegando a decir luego, “Heme aquí”, y poder ser enviados a ejercer un liderazgo o ministerio con una verdadera visión, unción, autoridad y el testimonio de Cristo en nosotros. Por eso fue necesario el proceso de quebrantamiento y confrontación en el alma de Isaías, de lo contrario, no se convierte en el profeta que fue. Así que, el que no se conoce a sí mismo se cree santo, superior y libre, le parece que en su vida todo está resuelto sólo porque hizo una confesión de fe, ingresó a un discipulado o un instituto como requisito para formar parte de las filas del campo activo ministerial y hasta allí llegó su vida, se puso un tope e hizo su círculo rutinario de vida, sin ver más allá de lo común. Dios no nos quiere envejecidos por el sistema, ni tampoco estancados, rejuvenecidos y saciados de su bien y su gracia sin límites. Dios nos quiere renovados, visionarios, esforzados, valientes, capaces de remontarnos y corriendo la milla extra. Podemos rebasar los límites del conformismo, de la comodidad, de la esterilidad e improductividad, de las doctrinas eclesiásticas. Por eso dinamitará primero ese arsenal de conceptos y prejuicios hasta que lleguemos a alcanzar la consagración total a Jesucristo y luego veremos y viviremos con todo nuestro ser encendido, con una pasión ardiente, con sus principios de vida y yendo siempre a otro nivel en nuestra vida de comunión con EL. Pablo dice en 1ª. Cor. 6: 17: “El que se une a Señor, un espíritu es con El”. Esto implica no andar por los sentidos; el que nuestras vidas ahora no anden bajo nuestro dominio; es tener hambre y sed de El; de su presencia, de su justicia. Es buscar siempre dentro de nosotros lo que hay de El; el sentir de Cristo Jesús. Esto nos dará el tener de El: -Sus pensamientos -Sus reacciones y acciones -Sus soluciones -Su guianza y su dirección -Su paz, su poder y su sabiduría… Cuando empezamos a darnos cuenta de lo que hay en nosotros contrario a la verdad; cuando reconocemos el engaño en el que la tradición, el espíritu religioso en nosotros nos ha mantenido, y cómo hemos sido esclavos de nuestra naturaleza carnal y pecaminosa, entonces, quedamos sin palabras ante Su Santa Presencia, y se produce en nosotros un verdadero arrepentimiento. Es imposible que sigamos siendo los mismos después de tener un encuentro con Su Santidad. El orgullo Lo primero que nos damos cuenta era que todo esto iba acompañado de orgullo, el cual confundimos a veces con altivez o arrogancia solamente. El orgullo se opone a todo lo que implique arrepentimiento –cambio de actitudes, pensamientos, renovación, reacciones, ideas, palabras- un volver al principio, que no es otra cosa que una relación con el Cristo resucitado a causa de morir cada día a lo que hemos sido, sentido, creído, etc y permitirle vivir a El en nosotros. Y si reconocemos que necesitamos cambiar, derribar paradigmas, debemos entonces hacer morir todo lo que sea necesario cada día para que la vida resucitada de Cristo se forme en nosotros. El Apóstol Pablo decía: “Cada día muero...Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí”… Sólo así seremos transformados y conformados a Su imagen y su carácter será formado en nosotros, y su naturaleza será una con la nuestra; crucificando cada día lo que le impide a El vivir y ser visto en cada redimido por su sangre. Debemos vivir vidas rendidas, humilladas, arrepentidas cada día, que anhelen el conocimiento espiritual, no intelectual, de la palabra de Dios. Esto se logra pasando tiempo en su presencia y siendo sensibles a la voz de Su Espíritu. Entonces tu espíritu empieza a recibir la verdad, luego el alma empieza a ser tratada y gobernada, a ser renovada en la mente, el intelecto, las emociones, la voluntad, y el cuerpo empieza a manifestar lo que hay del Espíritu de Dios en nosotros. “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejantes a El en su muerte”. Filip. 3: 10. Lo que el Señor empezó a hacer en mi ser interior, empezó a revolucionarme de tal manera que trajo un deseo de ser cada día más como El, tener sus razones, sus pensamientos, sus actitudes, su carácter, su naturaleza, y no tener sabiduría para saber de El, sino para ser cambiada por El. Luego, todo lo demás fue afectado. Mi vida personal, mis relaciones, mi manera de ser, en fin, todo en mí cada día empezó a ser diferente, y hasta el día de hoy eso permanece, mi hambre y necesidad de Su Presencia no han menguado. Un corazón sanado, es ahora el mejor instrumento del Señor para mostrar Su gloria y es como un río arrollador, nada ni nadie lo detiene para cumplir el propósito de Dios. Capítulo V EL QUEBRANTAMIENTO Desde el mismo momento que recibí una revelación de la verdad de la cruz, empezó en mi el verdadero proceso de santificación de mi alma. No bastó saber esta verdad, sino que ella empezó a cobrar vida en mi vida y descubrí que el obstáculo que Dios tiene para hacer un trabajo de tratos y formación de nuestro carácter, es nuestro propio “yo”. El desea moldearnos para darnos la forma que perdimos a causa en el primer Adán y llevarnos a tener Su imagen, Su naturaleza, Su carácter…De esto, pocos cristianos se dan cuenta y así, como tales, hemos ido viviendo un evangelio dirigido por nuestra voluntad, autosuficiencia y de espaldas a Dios. Me di cuenta que todos los tropiezos, conflictos y fracasos se debían a la manera cómo yo conducía mi vida, sin permitirle al Señor vivir Su vida a través de la mía. Su naturaleza y su carácter Al tener conocimiento de esta verdad, determiné en mi corazón someterme al escrutinio del Espíritu Santo y a lo que quisiera hacer conmigo. Entendí que todas mis razones, hábitos, actitudes, pensamientos, sentimientos, estaban viciados por tantos años que permanecí haciendo mi voluntad y en una total ignorancia de sus razones. Me había vuelto autosuficiente y me apoyaba en las habilidades, dones y talentos, pero sin tener la madurez del carácter, que es la que garantiza el respaldo del Señor y su dirección para que podamos ser usados como vasos de honra y llevemos frutos dignos de arrepentimiento y vivir una vida libre y plena en Su perfecta Voluntad. Por eso, Dios tuvo que valerse de sus procesos y empezó a presionar mi vida, después de hablarme una y otra vez a través de su palabra, de mensajes, de personas y de sueños, pero donde yo no dejaba todo lo que había en mí que le impedía a El manifestar Su poder y Su gloria. De allí, que, como El es Dios, no nos va a dejar hasta ver cumplido su deseo en nosotros, por las buenas o por las malas lo va a hacer, ya que le pertenecemos, y si queremos servirle, nos va a pedir “todo o nada”. Yo vivía un cristianismo “a medias”, más de demandas de hombres que de Dios: “No vayas, no vengas, quítate, no te pongas, haz esto, no hagas…”, pero esto para nada cambió mi forma de ser, de sentir, de pensar, ni de actuar..” “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Gál: 4: 19. El propósito de Dios es formar el carácter y la naturaleza de Su Hijo en nosotros, “hasta” que todo en nuestra vida lo refleje a El. Dios empezó a trabajar en mí, haciéndome ver que tenía mucha información bíblica, pero nada de formación. En todo esto me enseñó y me demostró que nada de lo que yo hacía o demostraba ser era lo que El deseaba o esperaba que yo fuera o hiciera, porque a pesar de tener un espíritu renacido, había una voluntad independiente, un alma no santificada, había en mí la práctica de obras en la carne, además de pesos y pecados que no había rendido a Dios. Era algo que no entendía, porque hasta que la luz de la palabra no llega, estamos muy conformes y contentos haciendo y sirviendo en la obra del Señor en la misma condición, que se nos olvida quién es el que hace la obra a través de nosotros. Por qué Dios tiene que pasarnos por esos tiempos de pruebas y desiertos, si la palabra de Dios es clara, es santa y es luz a nuestro camino? ¿Por qué nuestras vidas no experimentan cambios y nuestro entorno sigue igual? ¿Por qué continuamos cometiendo los mismos errores y no reflejamos un verdadero arrepentimiento en nuestras actitudes y conducta; mente y voluntad? Si el cambio se opera internamente, debe reflejarse externamente. Los desiertos de Dios He entendido que los desiertos existen, no porque son el método perfecto de Dios; sino para que sepamos, veamos y entendamos qué es lo que se oculta en lo profundo de nuestro corazón, lo cual es expuesto en el tiempo de las pruebas y dificultades. No es la voluntad de Dios que vayamos de problemas en problemas, no es su deseo que salgamos de una y nos metamos en otra, sino que vayamos de una victoria a otra, de una gloria a otra gloria. Esto ocurre a causa de nuestra continua terquedad y desobediencia. Nos mantenemos llevando a cabo nuestra voluntad, dándole gusto a nuestra alma para seguir engordando nuestro “ego”, dejando que nuestra carne continúe haciendo sus obras. Después notamos que seguimos siendo los mismos, con los mismos conflictos y problemas, sin que haya avance alguno en nosotros, pero no nos damos cuenta dónde está el error. Es allí donde empezamos a cuestionar a otros, a exponer nuestros argumentos y razones, donde buscamos resolver las cosas a nuestra manera, como si nada, y así nunca llegaremos a tener conciencia de lo que pasa realmente dentro de nosotros. Dios quiere que seamos maduros, entendidos y decididos con El para que podamos llegar a conocer sus pensamientos y sus caminos, y dejemos de andar y vivir de acuerdo a los nuestros. No podemos cumplir los propósitos de Dios con esfuerzo propio. De su trato no nos vamos a escapar. Una voluntad rendida El quebrantamiento comienza cuando, a pesar de que hemos agotado nuestras fuerzas y recursos, persistimos en lo mismo. Dios entonces, aplica su método y nos deja caer hasta debilitarnos; nos humilla, nos coloca “entre la espada y la pared”, de modo que, todo aquello en lo cual confiábamos o de lo cual dependíamos para lograr nuestros propios planes, se venga abajo y todas nuestras motivaciones y actitudes queden expuestas. En esta situación se encontró Jacob, quien, sin saberlo, se vio luchando con Dios, lo cual no era una señal de sensibilidad espiritual, ni de búsqueda de su presencia. Es más bien, una demostración de rebelión, obstinación y de un tremendo ego. Muchos somos como Jacob. Su autosuficiencia era ilimitada, creía que con su elocuencia, simpatía y su habilidad podía conseguir cualquier cosa., y esto lo enceguecía, y sin darse cuenta, seguía moviéndose en lo que le interesaba de Dios. ¿Creemos que por ser los “hijos amados” por Dios podemos seguir practicando el pecado, cayendo en los mismos errores, engaños, manipulando a la gente, dándole rienda suelta a nuestras razones y creer que todo va a seguir igual? Todo está bien, nada ha pasado, sigues recibiendo bendiciones… Las consecuencias a veces tardan, pero llegan. Dios es un Dios de amor, pero también de juicios. Si en algún área de tu vida te encuentras jugando con Dios y crees que vas a salirte con la tuya, como si El no se inmutara, estás muy equivocado. Vamos a ser quebrantados y disciplinados por dos razones importantes: -Porque El mantiene la dignidad y la santidad de Su nombre, y -Porque nos ama y va a trabajar con nosotros hasta ver cumplido su propósito en nosotros. “No os engañéis: Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Gál: 6: 7 y 8. Para que seamos discípulos de Cristo, debemos entender que si el reino de los cielos ya se acercó a nosotros, entonces debemos ser transformados porque: - Si nuestra naturaleza es diferente a la de El, entonces tenemos que cambiarla “hasta” alcanzar su estatura y madurez. - Decidir aborrecer nuestro antiguo estilo de vida y conformarnos al del Reino, lo cual implica aprender todo lo que tiene que ver con sus principios y verdades. Esto no es otra cosa que negarnos a nosotros mismos a ser como antes, a vivir, sentir, pensar, decidir, tener, saber hablar y creer igual que antes. Cuando Cristo viene a ser el Señor de nuestras vidas, es Señor de todo; El viene a gobernar todo lo que rodea nuestra vida en todas las áreas y por supuesto, en la medida que valoremos la semilla de Su verdad, en nuestros corazones y le demos lugar, daremos mucho fruto. Si nuestra voluntad no determina seguirla, los afanes y las riquezas de este siglo, la ahogarán, y la semilla que contenía la vida de renovación y bendición, termina perdiéndose. Por eso hay cristianos que son bendecidos y renovados en todo; algunos en pocos aspectos y situaciones, mientras que otros viven vidas realmente pobres en todo. Entonces, al conformarnos a todo lo que vivimos, somos gobernados por una mente, que al no ser renovada, se mantiene en ignorancia y es capaz de seguir operando lejos de la verdad que Jesucristo ha establecido para nosotros en la Palabra y es la que nos lleva a cambiar nuestra manera de vivir. Debemos desear ser cambiados y que el “disco duro” que antes programaba nuestro comportamiento, ahora sea reprogramado de acuerdo a la verdad según Dios, en todo aquello que es justo para El y que esté alineado a sus principios, trayendo cambios y ordenando todo lo que éramos para ser ahora, hallados en El, no teniendo nuestra propia justicia en nuestros procederes, sino en la de EL. Sólo así cambiaremos el sistema carnal y humano en este mundo, porque estaremos trayendo el gobierno de Cristo a la tierra e implantando sus leyes y principios. Dios no desea que estemos, permanente o constantemente, en los desiertos de la prueba. Entiéndase por desierto, toda aquella circunstancia o actitud que nos gobierna y no nos permite disfrutar de la verdadera libertad que nos lleva a la bendición de vivir en la Canaán Celestial, la tierra de promisión, las promesas del Señor hechas realidad en nuestras vidas, en un reposo y una seguridad absolutas, al saber que estamos en Su perfecta voluntad, orden y propósito. “Desierto” es también todo aquél estado del alma que no ha sido cedido al Señor para ser cambiado y donde el enemigo aún mantiene su derecho legal para dominarlo y gobernarlo; donde la palabra no ha producido frutos. Es el estado almático gobernado por la naturaleza carnal y humana, donde aún no se ha logrado vencer el pecado ni la iniquidad. De nosotros dependerá el tiempo que decidamos mantener al Señor esperando por nuestra determinación de rendirnos y entregarle todo aquello que nos impide ver la manifestación de Su persona a través de nuestras vidas. EL ya dijo “Consumado es”. ¿QUE HAY EN UN DESIERTO? - En el desierto no vamos a guerrear, porque no tenemos enemigos; allí somos enfrentados y confrontados con nuestros enemigos personales, los internos…los de nuestra alma. No peleamos con nadie más, allí quedan expuestas nuestras intenciones, motivaciones, capacidades naturales, habilidades personales, imaginaciones, sentimientos, actitudes…Por eso, allí no somos víctimas de nadie, sino de nuestra propia naturaleza de pecado e iniquidades. - No hay víctimas porque al estar allí no podemos echarle la culpa a nadie. A los desiertos sólo entran aquellos que necesitan recibir tratos de Dios, a través de un proceso que va a destruir la autosuficiencia y la dependencia de sí mismos y de las razones personales; que tienen cosas en el corazón de las cuales dependen (sentimientos, afectos, pensamientos, razones…) que necesitan ser cambiadas, santificadas, para que sean transformadas hasta reflejar el verdadero carácter de Cristo. - No hay santos, porque si fuesen santos, no estarían en ese lugar, donde no hay nada, ni existe nadie. Solos con Dios. Es el lugar del proceso; seco y árido, que refleja la condición de vida del creyente en medio de la crisis o de la prueba, siente la sequedad en la búsqueda de Dios, no entiende los por qué de lo que vive, su vida de comunión se hace difícil porque las voces de su alma se levantan tan fuerte que le impiden oír la voz de Dios confrontándolo con su verdadero “yo”. Pero allí tampoco hay amigos que tengan la capacidad y la sabiduría para aconsejarte, porque es lo que menos deseas escuchar, consejos; y éstos sólo pueden darlos los que han pasado por este lugar, y la verdad es que lo que menos hace quien ha sido procesado es darlos, porque las palabras sobran y aunque uno no quiere estar allí, debe permanecer…porque, o determina salir o se muere sin remedio. Es un asunto de entender que es necesario el proceso donde sólo Dios y la persona pueden estar. Los creyentes maduros entienden que en la mayoría de los casos, le somos estorbos a Dios en su deseo de transformar el carácter de sus hijos, de ministros y líderes, de hermanos, cuando los trata en medio de una prueba, porque es eso…una prueba, donde incluso, queremos ocupar su lugar impidiéndole actuar y completar la obra que hace como alfarero hasta obtener una pieza bien acabada y tallada en sus manos. Esto sólo puede hacerlo y lograrlo El; por eso, los demás están de más, y para nada le sirven a Dios en el desierto. Así que, aquí sólo nos queda decir como David en el salmo 121: 1 y 73: 25. “Alzaré mis ojos a los montes, de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra”… ¡A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. Conocemos de Job, el hombre del que Dios decía que era justo, íntegro…sin embargo, cuando atravesaba su desierto, aparte de las expresiones provocadas por sus estados de ánimo, también escuchaba las explicaciones teológicas de “sus amigos”, venidos de muchas denominaciones, los cuales eran expertos en aplicar ciertos aspectos doctrinales con respecto a las pruebas y al pecado, pero ninguno demostró conocer a Dios, su palabra y mucho menos sus propósitos. Estoy segura que Job, al no entender lo que Dios estaba haciendo con él, quiso que le respondiera y justificara sus actitudes y le consintiera sus estados de ánimo, y así como él, muchos de nosotros, en medio de la prueba, queremos que nuestras acciones y reacciones sean aceptadas y aún más, deseamos que las palabras del Señor sean suaves y acaricien nuestros sentimientos y razonamientos. Muchos manipulamos con eso. Job: 7: 11 y 21, dice: “…Hablaré en la angustia de mi espíritu y me quejaré con la amargura de mi alma”… “Te parece bien que oprimas, Que deseches la obra de tus manos, ¡ Y luego te vuelves y me deshaces?. Lo que nosotros debemos saber y entender es que nuestro Señor no tiene consideración alguna con aquello que interrumpe o arruina el verdadero servicio a Dios, y que sus respuestas no se basan nunca en un capricho o en un pensamiento impulsivo que nos levante; sino que apuntan siempre al conocimiento de lo que hay en nosotros, para que nos duela hasta la muerte de cruz. Sólo allí entendemos el compromiso de seguirle y de llegar a ser uno con EL en Su muerte y crucifixión. Entonces se producirá en nosotros la clase de pan partido y vino derramado que bendecirá y llevará vida en el verdadero llamamiento y servicio a Dios. En un deseo de enfrentarse a Dios y a la verdad de una vez por todas, Job decide dejar de argumentar y es cuando entra en escena para revelarse tal como El es, el Todopoderoso, el Sabio y le dice en el cap 38: 2-3… ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; YO te preguntaré y tú me contestarás”. Cuando pasamos por pruebas no aceptamos, mucho menos entendemos que Dios desea llevarnos a su terreno, a sus razones, a su mente; pero no dejamos que su voz sea oída, hasta que en nuestras fuerzas no podemos seguir luchando y le permitimos a El exponer su naturaleza y pensamientos sobre los nuestros. Antes, no podemos decir que conocemos al Señor, ni que andamos gobernados por su Espíritu. El Señor apela a los razonamientos de Job y lo enfrenta, llevándolo al más alto grado de humillación, comparando las dos sabidurías, la que viene de EL, la celestial, pura, santa, la benigna, llena de frutos y de misericordia, y la que proviene del hombre, terrenal, animal y diabólica (Stgo: 3: 13-17). Aquí caben todas las preguntas y razones de Dios, cuando enfrentamos crisis producto de nuestras actitudes por nuestros pecados e iniquidades; porque aunque lo hagamos en ignorancia o desobediencia, no vamos a escapar de sus tratos, hasta que entendamos y es allí donde entendemos que estamos luchando con el Omnipotente. “¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto. ¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú? Job: 40: 2,8. Por eso la mayoría de creyentes no quebrantados en el fuego de la prueba, de la índole que sea, entramos en conflictos con Dios, sin conocer su verdadera naturaleza, propósito y verdad. Siempre justificamos con la excusa, nuestras fallas, atribuyéndoselas a Dios. Aquí lo vemos enfrentando a este hombre justo, temeroso de El, pero que quería quedar bien ante los demás a expensas de dejar mal parado al Creador, al Justo, al Santo. Estas razones sólo las tiene EL, y mientras no busquemos su rostro y reconozcamos que no es con nuestras armas carnales como lo vamos a conocer, no vamos a dejar de usar como Adán (“la mujer que me diste”), las justificaciones que nos lleven a nosotros a quedar bien, y a mostrar a Dios como el culpable de lo que nos acontece. Ninguno de sus amigos pudo hablarle a Job de los procesos del quebrantamiento, porque no habían recibido tratos, ni habían sido enseñados para poder darle palabras de ánimo, de esperanza, ni mucho menos, dibujarle el final de aquél desierto. Pero al escuchar atentamente y sin interrumpir a Dios, pudo descubrir claramente lo equivocado y lejos que estaba de caminar en sus caminos y su palabra, al punto de llegar a decir que “hablaba lo que no entendía, y ahora sus ojos estaban abiertos para verlo en toda su dimensión”. Porque sólo el que ha sido sometido al trato de Dios y ha salido purificado en el horno de la aflicción, está calificado por la palabra y el testimonio para mostrarle el camino a otros en situaciones similares, en el área que sea y hablarles la verdad de Dios como es, tal como le adelantó Jesús a Pedro lo que haría después del zarandeo: “…Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.” 22: 31. Lucas: Si de verdad queremos ser usados, vamos a ser triturados para ministrar la Redención. Las uvas no pueden ser tomadas en forma de vino, hasta no ser prensadas. Nuestras vidas no podrán servir de testimonio a otros, si no pasan por las manos del Aventador, del Espíritu Santo; por el taller del Alfarero, hasta ser convertidas en vasos de honra que contengan la vida crucificada y resucitada de Jesucristo. Por eso, hasta que Job no determinó entender su situación con sólo escuchar la voz de Dios dándole sus razones, no fueron abiertos sus ojos espirituales, al punto de reconocer que no conocía sus caminos, a pesar de haber estado toda su vida en ellos, y llama la atención que, siendo un líder religioso, no conociera al Dios a quien servía. Si tan sólo fuésemos capaces de rendir nuestras fuerzas y habilidades naturales para dejar al Señor trabajar en nuestra naturaleza y carácter, disfrutaríamos de la verdad de Dios aún en medio de las pruebas más difíciles! Job al hacer esto, creo que llegó a decir, “¡Verdaderamente, cómo he gastado tiempo, esfuerzo y en vano me amargué y dí rienda suelta a mis emociones y pensamientos, sin saber ni entender lo que era este camino de gloria y libertad en Cristo Jesús!”. Dijo: “Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía…” Job: 42: 3. Su vida no volvió a ser la misma y empezó su verdadero camino hacia la libertad y la restauración de todas las cosas; su bendición y la revelación y conocimiento espiritual de Dios, además de todo lo que rodea el alma del ser humano, para no ser dominado por nada que no fuera Su Señor y Dios de toda la tierra. Otro que tuvo que ver la gloria de Dios en un desierto fue el apóstol Juan, quien cayó como muerto a los pies del Cristo glorificado cuando le conoció en toda su manifestación de gloria y majestad. Vio su pequeñez frente a la grandeza de Dios, y experimentó el inmenso poder de Su mano para sacarlo de su anterior condición de vida y llevarlo a otro nivel de conocimiento y revelación de Su Persona y su Presencia. “Y puso su diestra sobre mi, y cuando le ví, caí como muerto”… Apoc: 1: 17. Y es que siempre que experimentemos el toque de su mano sobre nosotros, seremos invadidos por una sensación de paz, de guianza, de consolación y de arrepentimiento, que nos quedamos como sin ganas de seguir siendo los mismos, siendo atraídos hacia su misma gloria, donde ya no existimos nosotros, sino sólo EL, y entonces reconocemos que en nuestra carne no mora el bien, y que a menos que tengamos un encuentro con su santidad, no caeremos postrados ante Su Presencia, siendo levantados sólo por su misericordia, gracia y amor. ¿De verdad lo conocemos y queremos así? Una manera fácil de explicar y entender en medio de las crisis y procesos, es que son semejantes al estudiante que en el día del examen, tiene la oportunidad de demostrar cuánto domina y aplica de todo lo aprendido anteriormente. En este tiempo el maestro se calla y no acepta a nadie cerca para ayudar a su alumno. Muchos interferimos en los procesos de Dios para sus discípulos y lo hacemos a causa de la ignorancia, del sentimentalismo y por no entender que ése es el tiempo cuando el zarandeo es necesario para que todo lo que no le sirve a EL para cumplir su propósito sea quitado y se establezca la disciplina y el orden divino que nos volverá verdaderos hijos, sabios y entendidos, para servirle a su manera y como nos lo indique, e ir donde quiera que nos envíe y hacer lo que nos pide. El Salmista reconoció esto, por eso pudo escribir en el Salmo 119: 71 de esta manera: “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos”. Por ello es necesario entender que cuando alguien está atravesando su desierto, sólo la presencia del Señor es imprescindible y que no debemos interferir en el trato que Dios está dando, mucho menos impedirlo, si es que queremos recibir la naturaleza de su carácter y alcanzar madurez. Ni aún a nuestros hijos debemos impedirles que lo reciban; siempre será una bendición que se traducirá en crecimiento y dará frutos a todo aquél que se somete y acepta con mansedumbre este proceso. Una de las cosas que más me ha costado hacer cuando sé que alguien está pasando por alguna prueba, es obedecer la guianza del Espíritu impidiéndome intervenir, en mi deseo de llevar a esa persona al conocimiento del propósito en medio de ella. Se interponen los sentimientos y razones personales; pero no el sentir del Señor. Muchas veces queriendo ocupar e interrumpir el plan de Dios, me he querido volver imprescindible en su vida, estorbando Su Voluntad; cuando en realidad uno se convierte en el “ladrón” de bendiciones que le impide a esa persona seguir a Jesús y verlo y conocerlo tal como EL es. “Es necesario que EL crezca, y que yo mengüe”… Juan: 3: 29-30. “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. Hebreos: 12: 11. Jesús le dio el nombre de “zarandeo” a este proceso de quebrantamiento y santificación del alma, cuando le dijo a Pedro: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte…” Creo que todo creyente que sea capaz de doblegarse en medio de los desiertos de la prueba y aprenda la lección, difícilmente será el mismo al salir del proceso. El sólo hecho de ver la poderosa mano de Dios dándole forma, no le permitirá ser ni hacer lo que antes era, si experimenta los cambios, que sólo El es capaz de producir mientras pasamos por ese valle que nos llevará a entrar en el reposo que dan sus delicados pastos. El apóstol Pedro nunca fue usado con poder y gloria, sino hasta que fue quebrantado, reconoció y lloró amargamente su proceso. Pero el que vemos en el libro de los Hechos predicando y exhortando, así como el que leemos en sus epístolas, en nada se parecen al que caminó con Jesús en sus años de ministerio terrenal. El “zarandeo” lo transformó y salió de allí siendo un participante de la naturaleza divina de Cristo. Capítulo VI UNA CASA RESTAURADA No encuentro mejor manera de explicar los cambios de Dios en mi vida, sino a través de lo que hizo con nuestra casa. Nos habíamos mudado a una que estaba construida hacía ya mucho tiempo; aunque tenía buenas bases, necesitaba ser remozada. Fue difícil decidir remodelarla, pero un día determinamos que ya era tiempo de hacerlo. Siempre que íbamos a empezar, no lográbamos ponernos de acuerdo mi esposo y yo. Quería hacer muchos cambios a la vez, a mi manera, y que éstos se dieran de un día para otro. En mi afán e impaciencia no podía ver ni reflexionar acerca de los costos, por lo que me molestaba cada vez que pensábamos en cómo hacerlo. Creo que las mujeres, debido a nuestra naturaleza, poco nos gusta entrar en razón y somos determinadas e impulsivas cuando queremos algo. Nos cerramos y volvemos incomprensibles, peor aún, nos ponemos como niñas malcriadas y nuestros sentimientos confundidos empiezan a hacer toda clase de conjeturas que buscan inspirar lástima o llamar la atención y manipular, para lograr lo que queremos. Lo que yo no entendía es que Dios está en todo y se iba a valer de lo que fuese necesario para hacerme ver la posición errónea y llevarme por el camino correcto. Cuando discutía con mi esposo, acerca de las cosas que quería cambiar, él me hacía ver que no se podía, que no era el tiempo, que las condiciones no estaban dadas, que era poco a poco. Creo que esto me impacientaba y enfurecía más por dentro. Pero gracias a Dios por Su Santo Espíritu, y porque mi proceso, aunque había comenzado, no se había completado. Así que EL me llevó a reflexionar en la Palabra, la cual es lumbrera a nuestro camino; y como de verdad había un deseo, una determinación y un compromiso con el Señor de obedecerle en todo y honrarle, vinieron a mi corazón estos versículos: “Andarán dos juntos, si no anduviesen de acuerdo? Amós 3: 3. “Deléitate asimismo en Jehová y El te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en El, y El hará. Salmo: 37: 4 y 5. Al no ver las cosas dadas y hechas a nuestra manera y en el tiempo que quisiéramos, nos hace querer pasar por encima de la autoridad y revelarnos sin entender los caminos de Dios. No tenemos la más remota idea ni conocimiento de las grandes cosas que nos perdemos y con las que desea sorprendernos; ya que el más interesado en bendecirnos y darnos todas las cosas para que disfrutemos de ellas, es El mismo. Cuando no hay acuerdos le dejamos al enemigo una puerta abierta y eso es lo que él quiere para que el propósito de Dios no se cumpla. Yo sé que es difícil esperar, pero cuando nos abandonamos totalmente a El, “nos dará todo mucho más abundantemente de lo que hemos pedido, creído o imaginado”. Efesios: 3: 20. Estas son áreas de nuestro carácter con las que Dios quiere bregar en nosotros para poder bendecirnos, y nos gusta sólo limitarnos en tener a Dios como nuestro Salvador o Sanador, pero sin querer darle todo lo que somos, para que tome el Señorío de nuestra vida hasta que muramos totalmente y Su vida resucitada sea el todo a través de la nuestra. Fue cuando en el lugar secreto, en mi intimidad con el Señor, le pedí perdón por mi afán, desespero y terquedad, y volví a renovar mi pacto de obediencia. Le dije con mi corazón que no me importaba si me daba o no una casa, si la arreglaba o no, que sólo lo quería a El, aunque me llevara a vivir debajo de un cují (árbol seco, que sólo se da donde vivo, un lugar seco y del trópico). Que sin Su Presencia y Su aprobación en lo que hacía, no valía la pena forzar las cosas. Creo firmemente que el propósito de Dios es bendecirnos sin límites. Así que en esta condición y determinación, decidí continuar con mi búsqueda de Dios, dedicándole tiempo a la renovación de mi entendimiento, lo cual sólo se alcanza con oir y meditar la Palabra día y noche, como dice el Salmo 1. Pasaba horas enteras escuchando mensajes, una y otra vez; y le oraba al Señor al respecto, que limpiara mi corazón y desintoxicara mi mente de tanta información religiosa y dogmática, así como de tanta iniquidad que marcó mi vida y que había gobernado mi mente y corazón por tantos años, y que, al entender el origen o la raíz de los problemas, estaba dispuesta a ser tratada por Dios. Las grietas de mi casa y la gloria de Dios El Señor fue llevando mi vida paso a paso en todo aquello que necesitaba, haciendo al mismo tiempo una restauración en mi casa de habitación. Sin proponérnoslo, un día mi esposo me propuso empezar a hacer algunos cambios. Ya había pasado más de un año desde la última vez que habíamos planificado hacerlo. Y empezó aquella otra etapa en mí, que me permitía entrar a otro nivel práctico de vida, en donde podía palpar y comparar claramente lo que dice el apóstol Pedro: “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. 1ª.Pedro: 2: 5 Creo firmemente que para que seamos portadores de la gloria de Dios, debemos ser edificados en todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo. El Señor habla del peso de gloria que en nosotros ha de manifestarse toda vez que nuestro hombre interior viva en una renovación constante. Todo esto implica una determinación de nuestra parte de permitirle al Espíritu Santo sellar las grietas de nuestro corazón; limpiar, abonar, regar y podar cada día el terreno de nuestro corazón para que la semilla que se va implantando germine en el proceso y vaya penetrando hasta echar raíces que aseguren que el tronco de nuestra vida salga de un momento a otro y pueda cargar con el peso de las ramas y del fruto del Espíritu y bendiciones que salen de él. Por mucho tiempo estuve sin entender lo que Dios estaba haciendo conmigo, pero a medida que éste pasaba e íbamos reconstruyendo la casa, me daba cuenta, que lo que en un principio me empeñaba en remodelar, y por lo que tanto discutía y me desesperaba, no era posible llevarlo a cabo, si antes el Espíritu Santo no hubiese trabajado antes en mi vida, en mi carácter, en mis actitudes. Por estas grietas se fugaba el agua de la palabra y no retenía la bendición. El profeta Jeremías hacía referencia al pueblo de Israel cuando los veía ser presa de sus propias maldades. “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas que no retienen agua”. Jer: 2: 13. “Por esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia tardía; y has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza”. Jer: 3: 3. Israel había escogido ir en pos de sus deseos, buscando satisfacción en otros dioses que no podían hacerle ningún bien. Prefirieron dejar de lado al Único Dios que les había hecho gloriosos, haciéndoles ver su doble mal. Prefirieron hacer esfuerzos humanos por lograr sus deseos en su tiempo y a su manera, dejándolo a EL, sin considerarlo como la fuente de la vida, todo suficiencia de la gracia y de la fuerza., de la cual saltan todas las bendiciones que nos hacen estar completos en Jesús. Cada grieta de nuestro corazón que no le permitimos sellar a El, provoca en nosotros, primero, que toda palabra que recibimos, se fuga a través de cada una de estos orificios. Esto no nos permite conservar las bendiciones. Por otro lado, como dice el profeta, cada mensaje de Dios, se convierte para nosotros en un depósito de agua estancada, corrompiéndose y evaporándose, impregnando a los que están alrededor nuestro. Esto tiene que ver con la palabra que oímos una y otra vez, y no la atesoramos en el corazón, ni la vivimos, mucho menos compartirla, y cuando lo hacemos, viene adulterada, con la raíz de pecado y carnalidad, lo cual no da testimonio de lo que somos. Por eso vidas no son cambiadas, ni somos personas de influencia para otros. Esto nos hace vivir fuera de foco, pendientes de otras cosas que de la verdad de Cristo en nosotros. Resolvemos y decidimos carnalmente. Hacemos de nuestros anhelos, del dinero, el ministerio, el trabajo, la iglesia, la familia, un ídolo. Por eso nos vemos agotados, desesperados, molestos, afanados, cuando queremos conseguirlo todo con esfuerzos humanos y con salidas propias de quien quiere alcanzar las cosas separados del Señor. Esto nos pasará siempre, hasta que reconozcamos nuestra autosuficiencia y nuestra culpa delante de Dios, contra quien hemos prevaricado una y otra vez. Muchas veces queremos alcanzar cosas, sueños, metas, sin que en nosotros haya unas buenas bases y principios que sustenten y sostengan lo que queremos lograr y lo que Dios ha prometido darnos. Nuestra vida ha venido tan viciada, tan llena de situaciones por tanto tiempo, que si no nos despojamos de todo ese peso y del pecado, de rebeliones e iniquidades, El no puede poner su peso de gloria sobre nosotros; no puede darnos lo verdadero y llevarnos a otro nivel de responsabilidades, de unción, de poder y de autoridad. Veo y me pregunto por qué muchos ministerios empiezan y no avanzan, no prosperan, ni trascienden. Creo que en el afán desmedido de servir, de apresurar una palabra profética dada o en el buen deseo del corazón de llevar a cabo el trabajo en la obra del Señor, se lanzan y a veces son ministerios que lo que provocan es “pena ajena”, con grietas tan visibles, que no han sido selladas por la revelación de la palabra. No reflejan la gracia ni la gloria del Señor, el respaldo del Espíritu Santo, ni su bendición en lo que hacen…Son unos más del montón. David decía en el Salmo 31: 15 “En tu mano están mis tiempos”. La manera como el salmista se expresa, revela la condición de impotencia en medio de su desierto, en el cual pone de manifiesto lo que pasaba dentro de su alma, y reconoce que no se puede adelantar a nada, a menos que Dios mismo le responda, le prepare, le sane y lo envíe…por eso él nos invita a esperar en Jehová (vers. 24) y conoce el fin de los que lo hacen antes del tiempo. Es necesario que en este tiempo de espera, sepamos, vivamos, aprendamos y caminemos, entendiendo que es el Señor quien tiene en sus manos todo lo concerniente a nuestras vidas y nos prestemos a hacer sólo lo que EL quiere, sellando y puliendo nuestras actitudes y carácter, porque dependiendo de las bases y principios de ese edificio, así será la dimensión y crecimiento del mismo. Esto aplica para el ministerio, la familia, la empresa, la iglesia. Se dice de un padre que fue a inscribir su hijo en la universidad y le pasaron el pensum de estudios y al ver todos los cursos que le ofrecían, preguntó si no podían reducirlos para que éste terminara rápido su carrera. A lo que le respondieron: -“¡Claro que se puede!!! Sólo depende de lo que su hijo desee llegar a ser!”. Todo en nuestra vida tiene un precio, traducido en decisiones y esfuerzo; alto o bajo que debamos asumir. Todo dependerá de lo que queramos lograr. Si valoramos lo que tenemos y nos esforzamos por alcanzar más, debemos cavar más hondo y con más persistencia, si lo que deseamos edificar es grande, o si nos conformamos con cualquier cosa. Esto tiene que ver con todo lo que respecta a nuestra vida espiritual y de comunión con Dios, con la familia que queremos formar; con la administración de nuestras finanzas y recursos; con las relaciones que debemos mantener y los límites que debamos poner en ellas; con nuestra salud…etc Es que Cristo hizo provisión para nosotros en todo y nos dejó herencia para que de ninguna tengamos necesidad y no nos falte cosa alguna en la edificación de nuestras vidas en El. “Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla…? Lucas: 14: 28 No podemos pensar que por el sólo hecho de tener a Cristo como Salvador, es ya tener un fundamento para empezar a edificar. Si tomamos en cuenta la manera cómo Dios edificó el templo de Jerusalem, los ladrillos que utilizó no tenían la forma que tienen los de ahora. Eran piedras deformes, que al ser puestas, una al lado o encima de las otras, se iban frotando y soltando limaduras, hasta ir amoldándose por el peso y la fricción. Eso garantizaba que la edificación se mantuviera y levantara a mayores dimensiones. El resultado eran murallas bien sostenidas, bien unidas y compactadas, de modo que demostraba claramente lo que allí se había hecho de una manera perfecta, pero donde sólo la intervención de la mano invisible del Perito Arquitecto la pudo haber hecho. Hijos o discípulos? Las condiciones que el Señor nos impone en su discipulado personal, están determinadas por lo que nos dicen los vers, 26, 27 y 33 de ese mismo capítulo, lo cual significa que va a usar en sus grandes negocios, empresas y labores de construcción, sólo a aquéllos en quienes EL lo ha hecho todo y que le aman personal y apasionadamente, con devoción y entrega absolutas; que son capaces de renunciar aún a los amores y relaciones más preciados en la tierra, pués, El cela nuestros afectos más cercanos y nos vigila, para que nada ni nadie lleguen a ser más importantes que Su vida en nuestras vidas. Son requisitos o condiciones que parecen difíciles y estrictos, pero manifiestan la gloria de su poder y presencia cada día de manera poderosa en todo lo que somos y hacemos ahora. Su Gloria tiene un alto precio y un alto valor, que no puede ser depositada a menos que nosotros edifiquemos sobre sus verdades y principios; y en obediencia a Su Palabra y con la guianza de Su Santo Espíritu, seamos dignos portadores de Su Gracia y Favor inefables. Esto no es de gratis, ni es del que quiere ni del que corre, sino del que El tenga misericordia. El no tiene hijos preferidos, sólo que hay hijos que lo prefieren a EL. Yo he querido ser una de ellas. Hoy creo tener, vivir y tocar en todo “el Amor del Padre”, vivo para honrarlo y agradarlo más allá de mis fuerzas y circunstancias. Las bases de un buen edificio Todo lo que edificamos en lo natural es producto y consecuencia de lo que le permitimos a EL levantar en lo espiritual. Cuando El empieza a supervisar e inspeccionar con Su fuego purificador, nos llevará al punto tal, de reconocer nuestra condición y donde todos intentamos llevar a cabo grandes proyectos para Dios. Pero es Jesús quien como perito arquitecto, nos toma para dirigirnos y controlarnos en Sus empresas y Sus planes de edificación, y donde ni siquiera podemos escoger dónde y cómo hacerlo, porque sólo El tiene la potestad de hacerlo a través de nosotros si nos dejamos gobernar por su verdad y su justicia. Permitámosle al Señor dirigir nuestra vida sin reservas, sin miedo a lo que hará, para que sea edificada sobre el fundamento real y con los materiales correctos, para que puesta a prueba nuestra fe, mas pura que el oro y la plata, redunde en bendición para todos los que habiten en ella y los que sean edificados también por ese mismo modelo de construcción. Así mismo son nuestras vidas en todo. Llegamos al Señor con muchas deformidades y errores de edificación en el carácter, que necesitan ser expuestas, y cuando comienza el roce, la exposición al fuego, todo defecto aparece en nuestras relaciones interpersonales; puede ser con un hermano, el pastor, el esposo, un hijo, la iglesia; una circunstancia cualquiera en el aspecto físico, financiero, ministerial, etc, lo cual quisiéramos evadir o no estar pasando; pero sin darnos cuenta que todo eso lo está utilizando EL para doblegarnos y enseñarnos a esperar, a desarrollar el dominio propio, a probar nuestro corazón, a conocer sus propósitos; para que después de sanados y levantados, restaurados y liberados, sirvamos a Dios con un ministerio que refleje el fruto del Espíritu, la revelación de la Palabra, la visión y el propósito de Dios, y que sea testigo y agente motivador e inspirador a otros que anhelan también servirle y seamos grandemente usados para Su Gloria. Cuando empezamos a restaurar y remozar nuestra casa, creíamos que íbamos a hacer algunos cambios pequeños, ya que eran los que de momento lo requerían, además de que no teníamos los recursos. No me gustó de entrada todo ese proceso de tener que aguantar todo lo que la remodelación de una construcción implica: Martillazos en las paredes, ruidos, polvo, cosas regadas, gente extraña cerca de uno. En fin, una serie de situaciones que implicaban no sólo revisar, dar instrucciones, tomar decisiones, soportar a otros, esperar por la disposición y el tiempo de terceros para ver terminados muchos detalles que deseábamos ver ya hechos una realidad. Por otra parte, no tener los recursos a la mano al momento de culminar algunos aspectos de la obra. Aquí empecé a darme cuenta que grandes cosas requieren grandes sacrificios y que el tamaño de tu entrega en la inversión, determinará lo grande de tu casa. Todo esto fue una escuela para mí. Le daba gracias a Dios que no nos hubiese permitido comenzar año y medio antes cuando yo no hubiese tenido la palabra, la fe, el conocimiento y la paciencia para soportar, esperar y confiar en lo que El había empezado a hacer mientras restauraba todo. Entendí que así como en la casa física y en mi casa espiritual, El estaba trabajando a la par, para enseñarme sus leyes y principios en lo que El estaba edificando. Era una guerra espiritual para todo, pero un entendimiento revelado de lo que dentro y alrededor de mí estaba sucediendo. Mientras yo oraba y buscaba del Señor su sabiduría, su guianza en todo lo que nos rodeaba, EL se encargaba de mi esposo, de darle también más sabiduría, de ordenarlo todo en el trabajo que se estaba levantando, e iba viendo cómo a medida que avanzaba la reconstrucción, Dios iba proveyendo los recursos, pero también ocurría que era necesario reparar y cambiar más la casa. Una cosa nos iba llevando a la otra, descubríamos que había que ir remodelando algo que no era armonioso con lo otro, e íbamos observando que el tiempo pasaba y no veíamos terminado lo que nosotros habíamos planificado hacer, en un tiempo y a un costo también determinados. Pero nos deleitábamos en todo este proceso, al punto que decidimos no ponerle fecha de terminación, sino esperar a ver a dónde íbamos a llegar con tanto. Sólo teníamos la certeza de que Dios tenía todo bajo su control y que El se había hecho cargo de cada cosa y detalle, a su manera y tiempo. Siempre el Señor me decía: “Los estoy llevando en esto, como Abraham, que salió a iniciar algo, sin saber a dónde iba”… Pero con la certeza de que Dios estaba en todo y que andábamos en total obediencia. Es ésta la que nos hacía caminar y vivir seguros en todo lo que faltaba; que es la que toca y mueve el corazón de Dios y te hace confiar en Sus promesas, además de darte autoridad en todo y sobre todo. Aprendí que a diferencia de lo impulsiva que había sido, la ligera en el hablar y actuar, dejé de pedirle a Dios las cosas que yo quería, dejé al Señor el control de todo; mientras yo me disponía sólo a buscarlo, conocerlo, amarlo y entenderlo…Abraham tuvo que aprender el dominio propio, no se volvió un “bocón” prometiéndole cosas a Dios para impresionarlo, sino que de manera sencilla en el proceso, se mantuvo fiel a Dios y su fe fue probada y contada por justicia. Los resultados de sus bendiciones y las consecuencias de su fe y obediencia ya son de todos conocidos. La importancia de un pacto Del mismo modo estaba pasando dentro de mí. Dios empezó una restauración en mi “casa espiritual”, de modo que yo creía que el proceso y la inversión eran cortas y pocas. Cuán equivocada había estado, porque hasta el día de hoy las cosas que ha ido formando en mi carácter implicaron un duro proceso de cambios, esperas, sujeciones, hacer morir lo que yo amaba de mi “vieja edificación” y de mí estructura mental. Cambiar formas, pensamientos, estilos de vida, hábitos y costumbres, maneras de ver la vida cristiana y resolverlo todo del mismo modo, se convirtieron para mí, en una prueba de “resistencia”. Sólo me sostenía el saber que mantenía mi compromiso de “obedecer” al Señor a pesar de y en medio de…Creo que yo no sabía lo que estaba diciendo, porque si no, me hubiese retractado de mi pacto con el Señor y EL no se lo hubiese creído ni insistido conmigo como lo hizo. Es que EL sabe lo que dice y hace…yo no. Lo entendí después. El es Dios de pactos!. Me enseñó y ayudó a cumplir mi parte con determinación, y demás está decir que El cumplía paso a paso la suya. En esto aprendí una idea del corazón de Dios. “Nosotros podemos confiar en Dios; pero Dios necesita confiar en nosotros”. Le decía cada día con lágrimas, Señor, sé que puedo confiar a ciegas en ti, pero quiero que confíes también en mi!”. Esta era la parte de mi pacto más difícil de llevar, pero sentía la fuerza de Su Espíritu llevándome y ayudándome cada día. Hasta cuándo Señor? Cuando no entendía lo que estaba haciendo, ni vislumbraba nada, me daban ganas de “colgar la toalla” y decirle ¡Hasta cuándo! ¿Por qué te tardas tanto en arreglarme en esto? ¿Qué es lo que estás haciendo que te cuesta tanto terminar?..¿De qué he estado hecha que te cuesta tanto darme forma?...Qué atrevida fui con Dios!...De hecho, lo hacía, pero su Santo Espíritu siempre estaba allí recordándome todas las cosas que el Señor Jesús haría o diría, además del pacto que había hecho con EL de obedecerle en todo. De verdad, pensar en todo esto siempre, conmueve mi corazón y es lo que me ha hecho una apasionada por El y por Su presencia; por Su Palabra y por Su voluntad para mi vida, en todas las áreas donde ha ido desarrollando Su carácter y naturaleza. Sé que EL sabe que no ha habido nada que me haya pedido en cualquier área o condición de mi vida que le haya negado. El es mi vida… Mi vida estaba centrada y enfocada totalmente en lo que Dios estaba haciendo y observaba la manera cómo El iba trabajando en los detalles de la casa. Debo referirme al hecho de que nunca separo lo natural de lo espiritual, lo cual me ha hecho más y más acuciosa en el proceso. Para mí todo tiene que ver, o es consecuencia de lo espiritual. Así que había momentos en que aparentaba estar o ser muy paciente…pero veía que no avanzábamos en nada, en ninguna de las dos casas (la espiritual y la física) y como si estábamos en el mismo punto de partida. Pero igual, tenía que reconocer que el propósito de Dios era obtener de nosotros un producto acabado y perfecto. Nuestros impulsos siguen sometidos a su control, así como los pequeños detalles, “pequeñas zorras,” que son los que afean nuestra viña o casa espiritual. Son los que por lo general no consideramos como importantes, pero son también los que llevan más tiempo corregir o edificar. Sea lo que sea que haya que cambiar, Dios estará allí, señalándolos con persistencia hasta que lleguemos a la perfección en El. “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud, a la virtud, conocimiento, al conocimiento dominio propio; al dominio propio paciencia; a la paciencia, piedad…porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos y sin fruto…” 2ª. Pedro: 1: 5-8. Permitámosle al Espíritu Santo la continuidad de un trabajo de corrección en nuestra vida y no creamos que “ya llegamos”, que ya lo aprendimos todo o que ya estamos listos…esta es la “ley del tope”; cuando más bien deberíamos estar conscientes de, que las pequeñas cosas en las que nos hemos viciado, son las que están impidiendo que seamos cristianos más maduros, prósperos y más bendecidos en todas las áreas de nuestra vida. “Más tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Stgo: 1: 4. Debo hacer referencia a que yo no estaba congregándome en una iglesia local; situación a la que el Señor me sometió, debido a que yo le pedía tantas cosas que si hubiese tenido conciencia en ese momento de mis peticiones, me habría retractado luego…Le pedí que me desprogramara el “disco duro” de mi computadora religiosa, y me sacara todo lo que yo era, sabía y tenía, que le impidiera a El hacer y cumplir Su perfecta voluntad en mi vida. Me mantuvo por espacio de unos seis años sin ir a ninguna iglesia. Sólo cuando la palabra vino a mí con revelación y abrió mis ojos, me permitió ir a los seminarios de grandes maestros de las escrituras y a oir lo que El quería enseñarme, como lo mencioné anteriormente. El se tomó en serio mis deseos en oración (El sí es Fiel y cree en lo que pedimos) y se hizo cargo de mí en todo; que fue guiando mi vida cuidando de suplir paso a paso lo que yo necesitaba en todas las áreas de mi vida y alimentándome con el mejor pan. Pude ver cumplida la palabra del Salmo 23: “En lugares de delicados pastos me hizo descansar” y “Aderezó mesa delante de mí, en presencia de mis angustiadores”. Hoy digo que amo a Dios, amo Su Palabra y amo obedecerla. Todo lo demás que me ha perseguido y vivido, es producto de esa verdad que con revelación ha abierto los cielos para mí en todas las áreas y en todos los aspectos de mi vida. Todo esto sacó de mí y me liberó del espíritu religioso en el que viví por tantos años. Hoy mi perspectiva de Cristo, de la iglesia, del servicio a Dios y del ministerio, cambió totalmente. Vivo libre en Cristo pero más esclava de EL. Nada ni nadie como El para mí, lo llena todo en todo y mi único deseo es ser como es El y que mi vida sea llenada de El mismo! El dueño de la casa Aclaro que no puedo hacer de muchas de estas experiencias paraeclesiásticas una doctrina, pero creo que Dios creó todas las circunstancias para que yo aprendiera a verlo sólo a EL, a entenderlo, conocerlo, pero sobre todo, a desearlo, a amarlo, a obedecerlo…y como El es el Maestro, el Perito Arquitecto, tomó el martillo en su mano, la vasija de barro y empezó a romperla para hacerla de nuevo, y en el proceso de fundición, hacer lo que ahora soy, sabiendo que nunca estaré ya hecha y satisfecha, pero sí iniciada para edificar la visión que nace sólo en el corazón de Dios y que sólo se puede llevar adelante con EL. Nunca jamás he sido ni seré la misma, toda vez que le permito que cada día me forme, como El es en todo. El tiene las llaves de mi corazón y entra como quiere, las veces que quiere y como quiere, para ser el dueño y cambiar lo que quiere. Vino para quedarse y vivir en mi corazón, en mi mente; en todo mi ser El lo llena todo!. El es mi Señor, mi Amado, mi Rey…mi todo!!! El y yo somos uno! Si en mi casa física iban apareciendo fallas, grietas, detalles, formas, materiales viejos, los cuales fueron cambiados ya que afeaban toda la estructura y no lucían; asimismo ocurría conmigo. Dios iba escrutando mi vida, alumbraba mis tinieblas (salmo 18), me hacía ver lo que había que hacer: morir día a día; en otras ocasiones, me enseñaba cómo hacer con ciertas actitudes, me mostraba el camino por donde debía andar; me llevaba a renunciar a cosas materiales, a sentimentalismos, a llevar cautivos pensamientos y sentimientos que en otro tiempo amé y conservé dentro de mi; me quitó costumbres, compromisos y usos que yo mantenía por tradición, aún por pena con los demás; hasta que entendí que mientras más el Espíritu Santo penetraba y ahondaba dentro de mí, más situaciones y gente, situaciones y recuerdos se borraban de mí, y yo me sentía cada día más libre. En esto se cumple lo que dijo Jesús: “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Lucas: 14: 26. Muchos hemos tomado muy livianamente este versículo y creemos que con sólo dejar de mentir, fumar o beber; adulterar o robar; o simplemente cambiar de religión, ya somos verdaderos discípulos o cristianos que agradamos a Dios. Esto va más allá de una simple confesión o decisión. Notemos cómo a Jesús lo seguían multitudes y sin embargo dice: “Si alguno”…como dando a entender que era difícil encontrar a alguien que fuese capaz de entregarse a EL y dejarlo empezar una etapa de restauración de su vieja naturaleza a través de permitirle quebrantarnos de tal modo, que lleguemos a aborrecer tanto lo que éramos, lo que hacíamos y la forma cómo vivíamos, HASTA ser conformados a su misma imagen y llegar a ser participantes de su naturaleza divina. ( 2ª. Pedro: 1: 4 ). “Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán.” Lucas: 5: 37. Algo que el Señor nos pidió, fue regalar todo lo que teníamos en nuestra casa, vaciar las habitaciones, closets, muebles, adornos. No nos fue difícil hacerlo porque hemos aprendido a dar y disfrutamos con ello. Pero no sabía la gran enseñanza que paralelamente nos daba con este hecho. Era sacar todo lo que por años había estado allí, pero que impedía traer lo nuevo. En todas las cosas estaban mis sentimientos, recuerdos, objetos,…pero a medida que iba renovando todo, conocía lo conforme que había estaba con todo; tan viciada y acostumbrada con lo que era y tenía, que me impedía ver lo nuevo que Dios tenía preparado para nuestra casa. “Despojaos de todo peso y del pecado que nos asedia”. Heb: 12:1b. Muchas cosas en nuestra vida son peso aunque no sean pecados necesariamente. Nos cargamos de cosas, afanes, formas, gente, compromisos, costumbres, tradiciones y objetos incluso, que representan luego una atadura. Vi, literalmente, cómo Dios iba haciendo una limpieza en todos los aspectos de la casa, para luego ordenarla con lo que sólo quería colocar tanto en mi corazón, como en los espacios de la casa. Esto me enseñó a ver de cuántas cosas nos cargamos y afanamos que no son necesarias y las que luego se convierten en peso para nuestra vida. Como mujeres somos muy alarmistas en cuanto a la manera de gastar y hacer compras nerviosas. Esto nos lleva a adquirir incluso ornamentos que no son de Dios por nuestra misma naturaleza detallista. Pero cuando le entregamos el control de todo a El, nos va indicando qué hacer, qué comprar…sin caer en el legalismo o exageración, previniéndonos incluso de adquirir las cosas que pueden afectar el orden en el hogar, en lo mental y espiritual, así como el financiero. Por otro lado los sentimientos que se mezclan en el corazón, los cuales junto al sistema viciado en nuestro estilo de vida, nos esclaviza y mantiene con el corazón lleno de grietas, que no dejan que el agua fresca de la Palabra sea retenida. Pero cuando soltamos todo esto, entonces todos los espacios de nuestro corazón quedan libres y sanos para recibir y atesorar todas las bendiciones que nos pertenecen como herederos en Cristo y vivir la vida abundante, con el vino nuevo. Llegaron las verdades para quedarse y también todas las cosas nuevas y multiplicadas. Cada día, y hasta hoy nos alcanzan más las bendiciones. Todo es hecho nuevo A medida que se iban reformando y cambiando todas las cosas en nuestra casa, todo Dios lo iba proveyendo nuevo, le pedíamos dirección en todo, hacíamos todo de acuerdo a sus instrucciones y diseño; lo cual se fue transformando, hasta darle forma, color a todo, y luego disfrutar de lo que El había hecho con excelencia, paciencia, amor y solicitud. Del mismo modo, Dios venía trabajando en mi carácter, redarguyéndome, guiándome, enseñándome y cambiando todo aquello que no lo reflejaba a El en Su Justicia y orden; en Su carácter y naturaleza. Por eso me mantenía pegada a EL, sacando todo lo que me pedía que quitara, y es esto lo que nos explica el apóstol Pedro, cuando dice que debemos poner diligencia y prestarnos a lo que Dios desea hacer, para que podamos dar frutos buenos, estar activos en lo que ha planeado que hagamos, y tengamos seguridad y claridad en lo que será de nuestras vidas de aquí en adelante, en el plan que tiene en lo personal, familiar, ministerial, material….porque haciendo así, no caeremos jamás; no seremos personas de doble ánimo, y que ya que no dependeremos de lo que percibimos por los sentidos, ni seremos movidos por las circunstancias, sino que tendremos perfecta paz en El y seguridad en la presencia de Su Espíritu, guiándonos a toda verdad. “No vivo yo, más vive Cristo en mí”. El resultado de todo este proceso donde Dios nos mandó a sacar lo viejo de nuestra casa y de mi vida, fue lo que trajo las cosas nuevas, unido al crecimiento y provisión sobrenatural en las finanzas, además de cambios en nuestras mentes y corazones y vimos cómo una bendición traía la otra, más revelación, más búsqueda, más entrega, más adoración, más determinación en la obediencia, lo cual se ha traducido hasta el día de hoy en una renovación, una transformación en todas las áreas de mi vida. Hoy puedo testificar y enseñarles a otros el camino hacia una bendición permanente, como consecuencia del proceso de restauración y cambios en mi vida. Han sido etapas y procesos en todo lo que hoy me permiten hablar y testificar de cómo ser reedificados en El, con El y para El. Mis dos casas nuevas Hoy mis casas, la física y la espiritual andan en armonía, y soy testigo de cada cosa que Dios derribó y de cómo colocó cada piedra en su lugar y cómo la proveyó… ha sido una espera constante, una limpieza permanente, un someterse diariamente a lo que El ha establecido, sin quejas ni ansiedades; sólo creyendo y confiando en lo que iba indicando, hasta ver un producto terminado, como El lo sabe hacer. Conocí al verdadero Maestro, ya que sabía guiarme, enseñarme, corregirme. En todo este proceso, estaba consciente del camino por donde me llevaba. Muchas veces, cuando no entendía algo, le preguntaba, por dónde vamos, a dónde me quieres llevar, cuál es la lección que me toca ahora…y qué lindo! Todo me lo decía…era como una niña a la que su maestra la lleva de un lado a otro pasando las lecciones. Por eso hoy me es fácil guiar a otros, porque de la misma manera como EL me enseñó, puedo también hacerlo igual. Conocí al verdadero Padre, su manera amorosa, pero firme también de disciplinarme, así como otras veces fuerte; su paciencia, y en otras su reprensión o exhortación, recordándome la parte de mi pacto. Siempre experimenté su Fidelidad en todo, Su gozo en lo que me enseñaba, así como la tristeza de su corazón cuando lo ignoraba o desobedecía. Experimenté el dolor de Su Espíritu Santo cuando deliberadamente decidía hacer mi voluntad, es decir, actuar en mi carne. Pasé por cientos de experiencias que me hicieron conocer al Padre, al Amigo, al Sanador, al Maestro, al Proveedor…, porque le dije, y no por orgullo, “no quiero que nadie me dé nada”… Quiero recibir todo de tu mano solamente!. Llegué al punto de decirle, “quiero que sólo tú me pastorees”…creí que esto era fácil y cómodo por el hecho de no haberme permitido ir a ninguna iglesia todo ese tiempo. No, sus exigencias eran fuertes y me parecía que no iba a aguantar tenerlo como mi Pastor…pero así lo conocí, y hoy, sus enseñanzas, sus manifestaciones en mi vida, me hicieron conocerlo más, amarlo más y obedecerlo más también. Y puedo decir, qué fácil es obedecer a un pastor en una iglesia cuando solamente te da órdenes o te dicta normas y te invita a participar de las programaciones y formar parte del equipo personal o ministerial…Pero cuando EL mismo te pastorea, sus exigencias son de negación, de muerte, de entrega, de obediencia, de cambios…Luego que lo aprendes, y entiendes que seguir al hombre, al líder, es fácil; pero ser un verdadero discípulo de Jesús, tiene sus fuertes demandas. Pero qué privilegio seguirle y servirle en esa condición! CAPITULO VII UN NUEVO CORAZON Cuando Dios empezó a tratar con mi vida, lo primero que sentí o entendí fue la necesidad que tenía de un nuevo corazón. Tenía uno con apariencia de piedad, pero que negaba la existencia de ella, con verdades, pero de ninguna tenía raíces profundas. Tenía la idea de que Dios se agradaba de mis buenas obras e intenciones, pero nunca había sido confrontada con las iniquidades y rebeliones de mi corazón. Jeremías 17: 9 dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; quién lo conocerá?”. “He aquí en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. Salmo: 51:5 Era una constante en mí buscar excusas, cuando no entendía la raíz de mis faltas y pecados, siempre terminaba culpando a otros de lo que a mí me ocurría. La idea era siempre quedar bien, sin siquiera buscar dentro de mí, la falla. Prov. 26: 2 dice que no hay maldición sin causa. Nunca estuve conforme conmigo ni con los demás. Era muy frecuente ver cómo todos señalaban mis errores, sin que yo misma me percatara de ellos. Y es que cuando nuestra mente está empañada y el corazón se cierra a la verdad, estamos lejos de exponernos ante el escrutinio del único que puede examinarnos y revelarnos la actitud que nos ha gobernado por tantos años, y que consideramos hasta “normal”, la cual que rige todos nuestros actos. Por eso seguimos iguales, sin que sintamos necesidad de cambios. Esto es lo que ha hecho que nos engañemos y digamos: “Bueno, yo tengo años de haberle entregado el corazón al Señor”; “esto forma parte de mi personalidad”; “soy líder en mi iglesia y tengo ministerio”. Así que todo está bien! Estoy bien con Dios!. La Palabra de Dios nos enseña acerca de grandes hombres que mantenían posiciones dentro del pueblo, pero que descuidaron su corazón y sufrieron pérdidas. Salomón oró pidiendo sabiduría y ciencia de Dios, pero olvidó lo más importante: mantener vigilado su corazón ante Su Presencia y no pasó de ser un religioso más que luego se lamentó por lo que hizo, con todas las consecuencias que todos conocemos. Son éstas cosas que no consideramos, las que desatan la ira de Dios, y así como le pasó al hombre más sabio y rico sobre la tierra, Salomón, el cual, a pesar de haber construido un templo grandioso, no atesoró las verdades y principios que conocía y se dejó seducir por lo que sentía y lo que le rodeaba. Se dejó engañar por su corazón. Muchos hoy, como Salomón, se han ido conformando con su pequeño “reinito” sin frutos, sin riquezas espirituales, ni prosperidad de ningún tipo; sin victorias sobre el pecado, y poca trascendencia en sus vidas, porque lo peor que puede pasar es creer que estamos listos, sólo por el liderazgo que nos ha otorgado el concilio, el curso o el conocimiento que manejamos en la mente con unos cuantos versículos, pero sin conocer el engaño de nuestro corazón, ni los pensamientos revelados de Dios. Esto no depende de aprender el lenguaje de la Palabra, sino aprender de Cristo (Ef. 5: 20). Sólo déjame decir que si no conocemos lo que tenemos dentro y experimentamos la libertad en EL cada día, así como la victoria sobre lo común y cotidiano y una renovación y cambios constantes, el estancamiento se verá, no por lo que hagamos o dejemos de hacer para la obra, sino por el engaño de nuestro corazón que se mueve en la dirección a la que siempre ha estado acostumbrado y en la vanidad de su mente. Así no podremos guiar a nadie a un verdadero arrepentimiento. Por eso no hay testimonios, no hay conversiones reales, no hay búsqueda del corazón de Dios…muchos andamos tras sus bendiciones, sin conocer lo que nos mueve. Tampoco habrá sanidad del alma, ni la Gloria de Dios se manifestará. Por eso nos hemos mantenido tan embelesados y encantados por la emoción que provocan unos minutos de adoración en un servicio semanal, pero de allí, a que tengamos en lo personal, una vida de comunión y renovación; de relación y confrontación, conversión y un nuevo corazón, hay un trecho muy largo. Hoy, Dios no va a seguir viendo cómo nos volvemos complacientes con la gente, con el pecado, con la rutina en nuestros cultos, marcándole nuestros propios parámetros acerca de lo que piensa cada uno, perteneciendo a la religión organizada. El Señor mismo se está revelando a la gente que a pesar de no ser consecuente en una iglesia y estar en diferentes medios mundanos y ambientes depravados, están teniendo verdaderos encuentros con El. Por qué? Porque no vienen con ínfulas ni ideas preconcebida, sino con el deseo de que sus corazones sean limpios y transformados. Esos sí van a dar testimonios y Cristo será visto en ellos en todo su ser. Isaías 65: 1: “Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí”. El pueblo de Dios en un porcentaje muy elevado, ha hecho de sus creencias, conveniencias y viejas experiencias una doctrina y una teología que ha sabido llevar con muy buena intención al medio cristiano. En consecuencia, cada quien hizo de lo que vive día a día su “código de ética” y lo que para unos es “bueno”, para otros es “malo” y viceversa, dejando a un lado los pensamientos y el sentir del corazón de Dios en nuestras acciones, actitudes, pensamientos y confesiones. Muchos entonces queriendo dar una “buena imagen”, vivimos un cristianismo de apariencia.” Engañoso es el corazón, quién lo conocerá”? Por eso hoy estamos divididos y sin una verdadera experiencia con Dios. Nos hemos engañado con el hecho de que oramos mucho, ayunamos y ofrendamos y ocupamos posiciones de liderazgo…No me malentienda, todo esto tiene su lugar, pero jamás puede esto llenar y ocupar el lugar que día a día El quiere llenar con la Santidad de Su Nombre, Su Presencia y Su Palabra. La raíz del problema El origen de este problema en el ser humano, lo encontramos en el Edén, el día que Adán y Eva comieron del fruto prohibido y el sistema satánico dañó el concepto de la obediencia y la santidad en el hombre. “Sino que sabe Dios que el día que comas de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Gén: 3: 5 Dios hizo al hombre con una vida plena, total y absoluta, con dominio en: _Lo espiritual: para tener comunión con El; para que caminara en su sabiduría, sólo con el conocimiento de Su persona; tuviera dominio y señorío sobre todo y viviera en un descanso permanente. _Lo familiar: con total relación y comunicación, con una plena interrelación; ejerciendo su sacerdocio como cabeza, siendo el protector, el señor y ejerciendo con un solo sentir, lo relativo al gobierno de Dios. _Lo material: para que gobernara sobre todo lo creado, produjera; se multiplicara y se proyectara con todo lo que Dios le había dado, viviendo en la sobreabundancia. _Lo físico: viviendo siempre en salud, con una vida eterna para vivirla en todo lo que reflejara el aliento del Padre; con fuerza y vigor para procrear y fructificar. _Lo social: Mantuviera buenas relaciones, estabilidad, seguridad en todos los órdenes de la vida, además de tener el favor y la gracia de Dios para que todo caminara en perfecto orden y armonía. Es una conceptualización de lo que pensamos o creemos que está bien o mal lo que nos hace actuar y hablar. Adán y Eva siguieron las direcciones que les dictó la lógica del conocimiento que habían tenido hasta ese momento y no siguieron el corazón de Dios, alterando así sus conciencias y sus acciones. A partir de este momento el hombre empezó a decidir según su sabiduría y conveniencia y se volvió sabio en su propia opinión. Tenemos que lo que es bueno para unos es malo para otros, con lo cual nunca damos “al blanco” y por eso estamos dispersos en opiniones, doctrinas, formas y métodos de hacer las cosas. Esto ha generado caos en una nación, en familias, en iglesias y ministerios completos. Pero si tan sólo buscáramos conocer a Dios, su mente, su sentir, su corazón, entendiéramos y camináramos en Su verdad, no tendríamos conflictos o los resolveríamos por una sola vía. Dice Prov. 8: 35: “Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová”. Nuestros servicios hoy, queremos que estén marcados por las emociones alimentadas de, si lloramos, caemos o sentimos que se nos pone la piel de gallina o si alguien ora por nosotros y nos toca, o nos da una palabra; siendo éste nuestro llamado “culto racional”, y personalmente creo en todas estas manifestaciones cuando vienen por el “peso” de la gloria de Dios en quien ministra y la forma como el Espíritu Santo se mueve. Pero muchos hoy no están experimentando esto, sino el toque de sus emociones buscando impresionar no sé a quién. Y me pregunto dónde vamos dejando el testimonio, los cambios, los frutos, el conocimiento revelado de Dios, la influencia y la manifestación de la obra de Dios en la mente y el corazón? El culto al Señor del que habla el cap. 12 de Romanos va mucho más allá de un servicio, tiene que ver con un corazón que se derrama, se vacía, que se desprende de lo que ha amado de sí mismo y entonces empieza a sentir lo que Jesús sintió, a hacer lo que El hizo, sin permitirle a la mente y al cuerpo hacer lo que ellos dicten. Cuando Jeremías hace alusión al corazón, dice que es engañoso porque se desvía para demostrar una percepción o declaración falsa de sí mismo. Por otra parte, si sabemos que el corazón es engañoso, también será infiel. Cualquier idea o sentimiento interno o externo le hará caer en una trampa, que lo desviará siempre de llegar a ser fiel a las verdades de Dios; se empeñará en obedecer sus impulsos antes que a El. Esta es una acción tan sutil y a la vez tan natural que tristemente, nos engaña a nosotros mismos, no a los demás, mucho menos a Dios. El entender ésto me llevó a tomar decisiones respecto de mí misma, y saber que mi corazón no podía seguir siendo llenado sólo de palabra que se me iba por las grietas que tenía, pidiéndole al Señor que anhelaba más que nada, su mente y su corazón. He visto y experimentado cómo, con esa combinación de ambos, todo lo hago y siempre anhelo caminar y moverme bajo la esfera del espíritu, siendo guiada y no engañada; lo cual me ha permitido caminar una vida de victoria en todo y ubicada por encima de Satanás y sus maquinaciones. Es sujeción total a Dios y a Su Voluntad, es un morir constante y cuidar el nuevo corazón. Ciertamente la palabra de Dios dice que fuimos formados en pecado y en maldad (salmo 51: 5). Caminamos con la naturaleza proveniente de un viejo corazón, con el potencial suficiente de hacer cualquier clase de maldad, que nosotros mismos no imaginaríamos, ni pensaríamos; sólo hasta que llega el momento de ejecutarlo. Esta es la iniquidad de la que habla el salmista, todo aquello que hacemos donde la vida y la verdad de Dios no existen para nada, ya que con ello atentamos contra su carácter santo. Por eso somos lo que somos y hacemos lo que hacemos; porque como existe un acuerdo entre el corazón y la mente, nuestro espíritu ahora tiene actitudes carnales, engañosas y pecaminosas. Si hay algo que me mueve a decir estas cosas, es porque estoy cansada de ver lo mismo en la gente, parece que no se quieren dar cuenta de lo que le ocurre dentro o ignora estas verdades, porque si no, no serían las mismas e irían de una gloria a otra gloria; sus hábitos cambiarían y querrían llevar a otros a donde deben estar, no predicarles lo que quieren saber. Creo que la iglesia ha ido perdiendo o no camina en ese poder, porque no declara las verdades que salen del corazón de Dios, sino que dice lo que le conviene, o le complace. En ese círculo falto de conocimiento espiritual de Dios, sin unción y sin la autoridad y el testimonio de Cristo, no los liberamos de los yugos del diablo para que sus terrenos queden limpios y la palabra encuentre dónde penetrar y lleve mucho fruto. Es impresionante ver en el espíritu como la iglesia hoy canta con júbilo, danza, salta, pero en los corazones existe de manera latente la iniquidad, y lo más inconcebible de todo, es que no caigamos en la cuenta de cómo estamos delante del Señor, y nos estamos engañando al creer que como muchos estamos siendo prosperados; otros levantando ministerios; se aprecia la multiplicación financiera, así como el número de creyentes ha aumentado en la congregación y los métodos han funcionado, nos hemos olvidado del que dio su vida para darnos vida y transformarnos el corazón, que es a fin de cuentas lo más importante. Hoy más que nunca veo que la iglesia del Señor, vive de espaldas a Dios porque los corazones se han envanecido por lo que tienen y lo que ven, que por lo que el Señor nos manda a vivir en el orden de su palabra. Deut: 10: 12, dice: “Ahora, pués, Israel, ¿Qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas con todotu corazón y con toda tu alma?”. Creo que cada una de las experiencias que hemos vivido en la vida, sobretodo con el Señor tienen la intención de probar lo que existe en nuestro corazón y qué bueno fuese que tuviésemos tanto deseo de conocer a Dios fuera de una iglesia o sólo porque ejercemos un cargo o hemos mantenido el status dentro de un ministerio. Oro que cada creyente llegue a desear más que todas las atracciones que ofrece una congregación, tener una relación íntima y de conocimiento de Dios, sin más adornos que no sea EL. Cada día me fue llevando a un entendimiento de lo falso que había en mi corazón con respecto a la verdad, hasta llegar a la raíz de todo el asunto: necesitaba conocer a Dios, sus caminos de muerte de mi ego, de mi carne, crucificar lo que no proviene de su naturaleza, para poder experimentar el poder de su resurrección. Dios me ha ido llevando cada día a un camino de muerte, de cruz, de entrega, donde ha internalizado verdades que antes mi corazón no consideraba, para llevarme a ser un árbol con raíces profundas y poder ser testigo de cada palabra que digo, porque en el fondo de mi corazón he gritado ¡basta de tanta superficialidad en la palabra que se predica! Si en el jardín sólo se cultivan plantitas pequeñas, endebles; eso es lo que se va a ofrecer a los demás, porque sólo podremos predicar desde el nivel en el que nos encontremos. No podremos llevar a otros a ser y llegar a ser lo que nosotros no somos ni hemos alcanzado. No daremos sombra, ni frutos a nadie, si no echamos raíces en nuestro corazón al recibir la palabra. ¿Qué hacer? ¿Cómo caminar con una nueva naturaleza? “Si el grano de trigo no cae a tierra y muere, no puede dar mucho fruto”. Juan: 12: 34. “Poned la mira en las cosas de arriba, y no en las de la tierra, porque habéis muerto y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Col: 3: 2.3 “Despojaos del viejo hombre que está viciado de los deseos engañosos y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad”. Ef: 4: 22-24. Cuando la palabra llega, es como un embudo, filtra y un espejo que retrata lo que hay de nuestra carne y nos alumbra, trae revelación y entendimiento y sabiduría, a los que quieren rendir su corazón a la verdad. El hombre interior es renovado y transformado; limpiando las conciencias de obras muertas que no glorifican a Dios. Dios tuvo que cambiar mi corazón mundano, carnal, que andaba en la vanidad de su mente, incapaz de tocar el corazón de nadie; inútil e insatisfecho y sin éxito en nada. Hoy entiendo que toqué sólo las emociones de los demás, pero sin producir nada de valor eterno; porque eso hacemos cuando no tenemos raíces y no somos árboles frondosos. Si predicamos en el conocimiento, y apuntamos sólo a las emociones, llegaremos a la mente del oyente y recibiremos esta respuesta: ¡Qué lindo! ¡Buena palabra! ¡Lindo el mensaje!...Pero cuando ministramos con un corazón libre, limpio y nuevo, entonces la Palabra llegará, cortará y confrontará al oyente con la realidad de su pecado y su condición será otra, cuando es llevado al verdadero arrepentimiento por el Espíritu de la verdad. Hoy provocamos muchas “decisiones de salvación” y muchos métodos de crecimiento y conocimiento, pero no los estamos llevando a una convicción de su pecado. Por esto, la idea no es consentir en el pecado o equivocaciones del pueblo, sino mostrarles dónde está su pecado. Pablo aconseja a Timoteo a “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina, porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” 2ª. Tim: 4. 2-3. Caso contrario, cuando hablo la verdad a la iglesia con la palabra que Dios me da, los comentarios son contrarios a los que espero o quisiera escuchar: ¡Qué palabra tan dura! ¡Deberías tener misericordia! ¡Eres muy severa y eso es muy profundo!...Pero Dios mismo está quitando las “vendas mágicas” y expondrá lo que no venga de El y a los que le estorben en llevar a un pueblo a la santidad y sacarlo del conformismo espiritual y religioso. En esta condición viví por años y me justificaba creyendo que porque era salva, podía seguir dándole rienda suelta a las obras de la carne en mí, abusando de la Obra Redentora de Cristo; con ceguera espiritual y sin revelación de Su Palabra, hasta que un día por Su Gracia, mis ojos fueron abiertos a su verdad y hoy aborrezco lo que era y había en mí corazón, sin repetir “Dios me conoce y sabe que lo amo”. Cuando escucho expresiones como éstas, le digo al Señor, no permitas que mi corazón me engañe, revélame lo que está oculto en él, que pueda desviarme de tu mente y propósito. Le pido que me ayude y enseñe siempre a ser íntegra, genuina, sincera, humilde, para reflejar y revelar a otros Su Reino y Su Justicia. Sé que aunque a veces, por las razones que sean, me provoque ir tras mis propios deseos y pensamientos, digo “Señor, mi vida por la tuya”. No quiero fama, nombre o reconocimiento, te quiero a ti; porque un día decidí y determiné aceptar sólo lo que viniera del corazón de Dios, y hablar la verdad de Su Palabra. Esto me ha costado ser criticada, rechazada, pero saben algo? Prefiero a Cristo, prefiero renunciar a todo lo que soy y tengo, antes que comprometer lo más valioso que Dios depositó en mí: Su corazón. A El le costó la vida, su gloria, su reputación…Todo! No quiero ser vista ni conocida por otra cosa que no sea lo verdadero de El, Su Presencia, Su Gloria y Su testimonio sean lo que sea visto a través de mí. Por otra parte, lo más importante, no es lo que predico desde el púlpito, tampoco hablarle al pueblo el mensaje que quiero, ni lo que deseo que me digan luego; sino lo que Dios quiere comunicar bajo la dirección y unción del Espíritu Santo, para que sea Su obrar y Su resultado el que se obtenga. Esto sólo podemos hacerlo cuando tenemos un corazón nuevo, que no busca lo suyo, sino lo que el amor de la verdad de Dios anhela: vidas rendidas, humilladas y arrepentidas ante Su Presencia. Cada verdad que iba recibiendo, iba llevándome a otra dimensión, porque me arrepentía cada día de todo lo que el Espíritu Santo iba revelando de mi engañoso corazón y yo misma me sorprendía de lo que había en él, y que yo podía juzgar como natural o algo simplemente pasajero de mi naturaleza, porque sólo El escudriña la mente y prueba nuestro corazón, si se lo permitimos y de veras queremos tener vidas que le agraden en todo. De David Dios dijo que tenía un corazón conforme al Suyo, no porque no fallara, sino porque tenía una actitud continua de reconocimiento ante la Majestad y Santidad de Dios y no vivía arrepintiéndose en vano, abusando de la gracia; sino que, se humillaba y determinaba en Su Presencia, abandonar y aborrecer el pecado. Aquí radica la clave. El decía en sus momentos de intimidad lo que leemos en los Salmos: “Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas”. (18: 28). “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos…” (139: 24). Al leer esto me daba más cuenta de la relación que existe entre la mente y el corazón. Cuando el entendimiento fluye de éste a la mente, se fusionan y hace que el cuerpo reciba las bendiciones. Por eso el enemigo quiere controlar nuestros pensamientos, para que desde el corazón de Dios en nosotros, no fluya la verdad que ha depositado; pero si obedecemos antes su mensaje, entonces caminamos en autoridad divina y el diablo tiene que huir cuando le resistimos. Sujetemos entonces el corazón y la mente a Dios en las cosas que diariamente nos ocurren y a Su voluntad; en consecuencia, la carne será dominada e influenciará todo lo que le rodea. De verdad, hoy siento más que nunca la necesidad que tiene el pueblo del Señor, de tener un “corazón nuevo”, “un corazón sanado” y que deje de caminar en su propia justicia, en lugar de considerar si son justas sus acciones y planes que se hacen y si llevan el sentir de Cristo. Su corazón y su mente, nos capacitan para la guerra, nos dan fuerza y coraje para conquistar territorios y limpiarlos de iniquidades; de declarar, avanzar, en pos de nuestra herencia; nos hace libres y con autoridad, para servir al Señor activa y efectivamente. Todo entonces es gobernado desde la óptica del espíritu y es entonces cuando tendremos victoria en todo, porque mientras el corazón de Dios esté enviándole el sentir correcto a la mente, y ésta tenga la verdad, ambos caminarán en la atmósfera del Espíritu y andarán juntos, en armonía, sujetos a la perfecta voluntad de Dios y andando en sus caminos. Por eso: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida”. Prov.4: 23. CAPITULO VIII PROSPERIDAD EN TODO Cuando he contado aspectos de mi infancia, de mi adolescencia, a los jóvenes, hermanos, gente que no me conoció, se asombran o se ríen y su expresión más común es “¡No puede ser!” “¡No parece!” Como cualquier niña de mi edad anhelaba cosas materiales, juguetes, ropa, una casa bonita, grande y una familia unida y feliz. No poseíamos bienes ni riquezas. Mi padre tenía una “bodega” y trabajaba en ella junto a su mamá, mi abuela. Con lo que se hacía de allí, vivíamos y éramos pobres, más no pasamos nunca hambre ni carecimos de lo más elemental. Mi padre siempre quiso para nosotros una vida mejor y se esforzó por superarse aún en medio de sus limitaciones. Mi madre, una mujer trabajadora, fuerte, luchadora, contribuyó con la manutención de la familia. De niña aprendió a coser y ganaba algo con ello, además se ahorraba la ropa de nosotros, mis cinco hermanos y yo, ya que nos hacía la ropa y nos vestía. Recuerdo que estrenábamos una vez al año y los zapatos y mejor vestido de diciembre lo guardábamos y usábamos sólo para salir a la Escuela Dominical. Imagínense si el pié nos crecía. Nuestra casita tan pequeña, que podíamos vivir y dormir amontonados pero todos juntos. Siempre me gustó el orden, la limpieza y observaba cómo hacía la gente que vivía con comodidades para yo hacer igual: cómo mantenían, acomodaban…en fin, lo que haría cualquier adolescente soñadora. Siempre decía: “cuando yo sea grande”, “cuando yo tenga”. Al llegar de la escuela junto a mis hermanos, soy la segunda de seis, ayudábamos a mi mamá a moler el maíz de las arepas con las que íbamos a almorzar, y teníamos que esperar a que mi mamá las preparara, junto a lo que hubiera de comida para acompañar y ayudábamos en los quehaceres cotidianos. Sé que de haber tenido las maneras de cómo hacerlo mis padres nos hubiesen dado todo tipo de comodidades, pero algo que admiré de ellos, fue el sentido de la administración para “estirar” lo poco que tenían y mantener sus manos extendidas para dar y servir con generosidad aún en medio de la pobreza, y algo que ha marcado y se volvió en mi un estilo de vida fue: “Dar”. Nunca los ví pidiendo dinero prestado, sino que resolvían, sabiendo por supuesto, que era gracias Dios quien proveía. “Más bienaventurado es dar que recibir”. Hechos: 20: 35 Algo que ha tocado siempre mi corazón ha sido ver gente de todas las edades y tipos pasando necesidad y cuando le decía al Señor, dame para dar…he mantenido hasta hoy lo que nos dice ese versículo bíblico. Cuando veía algún vecino, algún pordiosero o niño en necesidad, iba a la bodega de mi papá y le sacaba a escondidas algo para dar… Creo que es ahora que él se enterará de esto. Por eso creo que en medio de todo, Dios a él lo ha bendecido también y sin temor a equivocarme he visto cómo se ha cumplido la palabra de prosperidad en la vida de mi familia. Ecles. 11: 1 dice: “Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás”. “Joven fui y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”. Salmo. 37: 25. En medio de mi ignorancia de lo que era la verdad revelada para mí, como antes lo he explicado, crecí con la idea de tener, de dar, de bendecir a otros, sin pensar en mis carencias del momento. En esto influyó el hecho de ver el corazón generoso de mis abuelos, de mis suegros y de mis padres, unido a esto, lo más importante eran los principios y valores bíblicos que siempre sustentaron sus vidas: la integridad, la honestidad, la humildad, la generosidad, la justicia y la verdad y transparencia en todos los negocios y tratos que hacían, sin aprovecharse de nadie y con un corazón libre de avaricia, de envidia, de codicia. Este ha sido mi mayor legado hasta hoy, el de mi esposo y el de mis generaciones y por eso quiero compartirlo con ustedes ahora. He visto el cumplimiento de cada promesa de Dios y la fidelidad de Su Pacto para con toda esta descendencia que levantaron y a la cual le dieron ejemplo de la bendición que hay en el dar y ser fieles y agradecidos a El. Como lo dice el Salmo 112: 2… ”Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita”. Tuve la bendición de casarme con un hombre que desde niño dijo lo que quería ser, hacer y llegar a tener. Siempre correcto, de corazón y espíritu fiel, con deseos de honrar a Dios en todo lo que hacía, lo cual ha provocado en mí un deseo de caminar igual y mantener en ejercicio todo ese raudal de conocimientos y principios aprendidos de él, que dieron su fruto en su tiempo, pues en el principio no entendía cómo practicarlos y vivirlos. El Señor me enseñó a honrarlo y valorarlo. He admirado siempre su manera de administrar y hacer rendir y multiplicar el dinero, siendo íntegro, generoso, justo, leal, correcto. Pero como en todo comienzo, no todo ha sido fácil, ni mágico, ni de la noche a la mañana. Hay principios y leyes en la Palabra de Dios que ha habido que conocer, aplicar, mantener y honrar para que se cumplan las promesas del Señor y las bendiciones nos alcancen (Deut. 28: 1 y 2). “Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios” Muchos cristianos hoy, han ido caminando en el concepto que se maneja muy común y liviano sobre la “prosperidad”, quieren hacerse de riquezas y bienes, sin entender que Dios edifica sobre bases sólidas a aquéllos que usan los materiales correctos. El desconocimiento de esto ha hecho que cristianos hoy estén tan interesados en hacer y obtener dinero al precio que sea, lo cual ha venido a revelar lo que ha habido en el corazón de la mayoría. Esto no es lo que el Señor nos enseña. Nunca he creído que el dinero es malo o dañino, al contrario, es necesario y bueno; pero al ver las actitudes de quienes lo tienen y las de aquéllos que lo buscan afanosamente sin importarles el medio que utilicen para tal fin, me doy cuenta que de algún lado demuestran la infidelidad de su corazón a Dios, por el espíritu incorrecto en el que se mueven. “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. 1ª. Tim: 6: 9-10. Antes de que Dios empezara sus tratos conmigo, ya había renunciado a mi trabajo. Siempre fui fiel en mis diezmos y ofrendas y fui feliz dando. No he sido apegada a lo material. El dinero que ganaba, aunque lo daba con buena intención, siempre lo malgastaba, y también lo regalaba a quien lo necesitara. Era algo “bueno”, pero “malo” también, ya que no era lo “correcto”. Porque lo que hacemos en la dirección que nos dictan nuestros sentimientos y buenas intenciones, no es lo que nos va a traer prosperidad ni la bendición de Dios que es la que enriquece. Por eso me doy cuenta, que cristianos alcanzan bendiciones por un lado, pero se les van por otro, y se mantienen en un continuo afán y caen en el sistema mundano, descuidando su relación con Dios, sacrificando su familia y llegan a ser infieles dejando de sembrar correctamente. Otros creen que hacen cosas que agradan a Dios en lo financiero, siendo engañados en su corazón por la manera como llevan sus vidas, con corazones avaros, con acciones injustas y con resultados que añaden más tribulación y temores a sus vidas, con una apariencia que revela lo que se mueve en sus corazones (ambición, orgullo, egoísmo, mezquindad…). Si Dios no está en el asunto lo demás es producto de nuestra carne y trae muerte espiritual. Prov.: 10: 22 nos dice lo siguiente: “La bendición de Jehová es la que enriquece y no añade tristeza con ella”. Cuando empezó Dios a pasarme por el proceso del quebrantamiento, también me proveyó de enseñanzas que para los inicios del año noventa, vinieron a ser como un “boom”, porque aprendí de todo y recibí en mi espíritu cada verdad con la disposición de que cada una me formara de manera integral, e hice compromisos serios con Dios de hacer todo cuanto me pidiera, de darle todo de mi corazón y mi vida y de obedecerle también. No sabía yo la magnitud de mis palabras y el compromiso que asumía, mucho menos conocía la persona con quien lo hacía. DIOS…El Gran YO SOY!...Hasta el día de hoy digo, “Señor, sólo tu amor e infinita paciencia y fidelidad han podido ayudarme y sostenerme para vivir y hacer; mantener y guardar cada palabra tuya!”. Cuando mi espíritu empezó a recibir tanta revelación de todo, mi vida también comenzó a girar ciento ochenta grados, en todo iba siendo confrontada, renovada; mi entendimiento se abría e iluminaba más y más, y esto me hacía querer darme más al Señor y sin reservas; darle todo lo que tenía; no sólo en mi corazón, mi carácter, mis iniquidades, mis pecados, mi rebelión, mis finanzas, mi familia, mi tiempo, mis pertenencias…en fin…Todo!, y cuando digo Todo es que fue Todo!!. Tuvo el Espíritu Santo que guiarme entonces en TODO! Porque nada de lo que hacía ahora era igual ni parecido a lo que antes hacía en mis propias razones y sistema. Todo en mí empezó Dios a voltearlo, a ordenarlo y a hacerlo a Su Manera!. Era tanto el amor que el Espíritu Santo empezó a despertar en mí por el Señor, que no me importaba nada con tal de asirme de cada enseñanza, de cada palabra que escuchaba y aprendía. Quería absorberlo todo, así que con tal de obtener un cassette, un libro o un video, no me importaba quedarme sin dinero, sin comida, sin nada. Le dije al Señor, “quiero que todo lo que llegue a mí sea invertido para tu Reino, para tu Gloria”…antes quería comprar de todo, como si quisiera llenar el vacío de lo que antes no tuve, en adquirir cosas que ni necesitaba. Este es el sistema humano, gentil y mundano, hasta que no recibimos la verdad que nos enseña y hace libres. Renuncié a dormir, a salir a cualquier lado, a compromisos de todo tipo, sociales, familiares…con tal de pasar horas enteras escuchando la palabra, con tal hambre, que me parecía que no la absorbía, o que se acababa, y una y otra vez le pedía al Señor poder llegar a ser hacedora de ella, mas no solamente oidora. El Señor empezó a saciar mi boca, mis oídos, mi mente y mi corazón de una manera impresionante. Mateo: 5: 6: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. ”También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró”. Mateo: 13: 45-46. Para ese entonces, yo esperaba por la liquidación de las prestaciones y ahorros que me correspondían por mis dieciocho años de servicio como docente del Ministerio de Educación. Le pregunté al Señor, qué quería El hacer con ese dinero, dónde quería que lo sembrara. Demás está decirles que lo necesitaba. Me guió a sembrarlo todo, y como no me lo habían cancelado para la fecha cuando me tocaba entregarlo donde el Señor me había indicado, sólo me quedó orar de rodillas, llorándole para que obrara el milagro, porque era su palabra la que yo había empeñado, no la mía. Saben? Si hay algo que necesitamos hoy, es mantener es la palabra que damos cuando adquirimos compromisos. Si entendiéramos el poder de la palabra y en Nombre de quien hablamos, seríamos más honrados al comprometernos, porque quien es testigo de tu “si” y de tu “no”; el representante de esa firma o de ese tiempo que le damos a ese negocio, es el mismo Dios, así veríamos Su poderosa mano obrar a nuestro favor cuando le quedamos bien. A veces somos tan ligeros en prometer o comprometernos con cosas, que luego no vamos a cumplir. Esta es una de las razones por las cuales Dios no puede confiarnos más. Yo decía en esa situación: “¡Señor, siento vergüenza, no es mi palabra, es la tuya. Yo dí una fecha y no tengo el dinero. No quiero que tú quedes mal, porque mi SI y mi NO, no vinieron de mi, sino de ti!”...Al terminar de orar, recibí de mi hermana una llamada de Barquisimeto, ciudad donde vivía, diciéndome que su suegra había retirado mi cheque desde hacía dos meses y que lo tenía para depositármelo. Con gozo en mi corazón, entregué lo que habían sido todos esos años de trabajo. Qué alegría sentí cuando sembré lo que Dios me había pedido y doy siempre gracias a Dios porque en ese mismo sentir hemos podido honrar a Dios con nuestros bienes y con un corazón desprendido, pero temeroso para administrar con sabiduría y sentido de justicia lo que nos ha sido dado. Es cierto que siempre deseé alcanzar cosas y tenerlas, pero examinando mi corazón y manteniendo firmes mis convicciones en el por qué y para qué las quería. He sido probada en todo junto a mi familia, y sé que por esto nos ha sido añadido más. “Porque a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado”. Mateo: 13: 12 Conozco ahora mucho más las características de los espíritus que dominan a la gente en torno a las finanzas y sé cómo se mueven en el corazón, pero ignoraba cómo ser una “administradora” al estilo de Dios, pero al aprender sobre el otro señor, “el espíritu de mamón”, renuncié a todo lo que tuviera que ver con él. Uno de mis peores pecados con las finanzas, era el “malgastar”; es decir; no saber en qué gastar correctamente, sembrar o invertir; cuándo hacerlo, cómo y con quién hacerlo. En esa guianza del espíritu, fui siguiendo cada instrucción y orden del Señor y fui confrontada entre gente y situaciones en las que tuve que determinar obedecer a Dios o a mis sentimientos y costumbres. Esto lo fue corrigiendo el Señor en mi vida, y ahora administramos a la manera de Dios, El es el dueño. Esto le trae conflictos a uno con los demás cuando no entienden que si Dios no nos mueve, no tocamos ni disponemos de lo que el Espíritu de Dios no nos guía a hacer. Jesús dijo… “Ninguno puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” Así como en todo el proceso que me tocó vivir y del que tuve que aprender, no fue nada fácil, en especial la parte de las finanzas, pues, la mayor parte de problemas que llegamos a tener es por este lado. Aprendí que era otro sistema, el del Reino. Una de las cosas que me gobernaba era el sentimentalismo a la hora de dar o sembrar. Primero le daba a cuanta gente necesitaba, no discernía. De mi esposo tengo que decir, ha sido también un maestro y ejemplo de orden, de sabiduría y de disciplina para mí. Tiene una gracia de Dios para administrar que me asombra. Su mente y corazón caminan en línea con Dios y Su palabra. Es prudente, tiene temor de Dios y sabe que esta es la clave de la multiplicación, aparte de tener un corazón noble y libre de malicia. Nunca aprovecharnos de los demás. Por otra parte hemos aprendido a obedecer el Si y el No de Dios. Esto evita la culpa, el malestar por no haber dado o sembrado como antes lo hacíamos. Pero cuando estamos haciendo las cosas dirigidos por el Espíritu de Dios, no hay condenación para ello. “Que vuestro SI sea SI y vuestro NO sea NO, porque lo que no proviene de allí, del maligno procede”… En el área de las finanzas hay tanto que aportar por la cantidad de iniquidades que rodean el amor al dinero. Ha sido necesario el discernimiento para salir airosos de tanta gente y situaciones que lo ponen a uno “entre la espada y la pared”, sobretodo cuando uno sabe la decisión que debe tomar. Siempre creímos que todo lo que se daba para la “obra” y a ministerios era cosa de Dios. Fue duro y difícil para mí entenderlo y obedecerlo. Aprendí del mismo Señor, que no es que esté mal, sino que EL es el dueño y uno da a quien El indique porque el dinero es suyo, no nuestro. Siempre el Señor me recordaba esto: “Yo voy a juzgar, no tu generosidad y buenas intenciones, sino tu obediencia, fidelidad y administración de lo que te he entregado”. Muchas veces nos echamos de “enemigos gratuitos” a los hermanos que dependen más de lo que otros tienen, olvidando quién es el dueño del oro y de la plata, y de lo que el Señor dice en Su palabra, sólo por obediencia al Dueño y Señor de todo cuanto tenemos. Administradores del Reino A pesar de sentir pena a veces, lástima en otras, decidí seguir la guianza del Espíritu Santo de Dios, porque debemos saber que si nuestras vidas son de EL y lo que somos es administradores de Su Reino, no podemos seguir haciendo las cosas según los vicios que traemos, los estándares de vida y presupuestos que manejábamos, según nuestros cálculos, tampoco según la vanidad de nuestra mente. Eso me llevó a entender por qué muchas familias no prosperan; es por eso que muchos pastores y líderes no tienen ni pueden enseñar a sus ovejas y muchos otros han llegado a peores; se han empobrecido y hoy andan “mendigando” una ofrenda y dejando en vergüenza el evangelio glorioso de Jesucristo, viviendo como pobres y en escasez, porque no dan y se roban los diezmos y las ofrendas; además de otros malos testimonios. No es esto lo que Cristo nos legó como herencia, sólo que hay que vivir en obediencia, poniendo en práctica los sencillos principios de la palabra y ser fieles en lo poco, para que Dios nos dé lo mucho. Si ha sido usted uno de ellos, ¡Rompa con esa atadura de la miseria y pobreza; deje de depender de otros y empiece a vivir creyendo y haciendo lo que dice la Palabra de Dios en cuanto al dinero! Dios tiene cómo prosperarnos y desea hacerlo, pero no como el mundo y el sistema nos ha mantenido. Es viviendo sus principios y dejándolo ser el que ordene y dirija todo. Una de las cosas que me ha dicho el Señor en relación a la ciudad donde vivimos, un pueblo pequeño pero bendecido y prosperado por Dios, es que nos ha dejado aquí como testimonio para enseñar y ser ejemplo de cómo vivir en la sobreabundancia, porque si lo hizo con nosotros, que tuvimos las mismas oportunidades que el resto, tenemos las mismas raíces, y todo lo hemos obtenido aquí, sin ser gravosos, ni abusar de la bondad de nadie, es porque también lo puede hacer con todos los demás. Sólo que hay que vivir apegados a principios de integridad, justicia, honestidad, sinceridad, humildad, fe, obediencia… Agradezco al Señor que aún viviendo en ignorancia nos preservó en medio de todas las adversidades, para cambiar nuestro estilo de vida y darnos una “mente de reino”, donde hemos sido cada día enseñados para ser testigos de cada palabra que aquí escribo; de que la vida en Cristo no es el fin, sino el comienzo de grandes cosas que podemos alcanzar si seguimos sus consejos y su dirección en todo. Es aprender a señorear, a gobernar, a cambiar las circunstancias; es fe, es obediencia, es paciencia, es caminar y considerar al Señor en todo lo que somos y tenemos. Si así lo hacemos, resplandecerá para nosotros el Sol de Justicia e iremos cada día de una gloria a otra, de una bendición a otra y será nuestra justicia como el mediodía, para que seamos luz a los que aún viven presa de la miseria y la pobreza mental, material y espiritual. “Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio, para hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros”. Prov. 8: 20-21. A veces hemos sido duramente criticados a pesar de ser hoy usados para ser de bendición al pueblo del Señor; pero esto ha sido a base de obediencia en cada paso que hemos ido dando, en fidelidad, caminando en el temor de Dios, no comprometiendo sus principios; no afanándonos tampoco; no teniendo miedo a perder cuando nos ha ocurrido; la fe no ha dejado de estar ni la paz tampoco; pero sobretodo, creo que lo más importante, es que no hemos dejado que las finanzas tomen el lugar que sólo le pertenece a nuestro Rey Jesús. Todo lo que tenemos decidimos que iba a ser usado para lo que El nos guiara e instruyera, ni siquiera para darnos sólo gustos o disfrutar de ello, aunque es bíblico también. Lo hacemos pero con el corazón y la mente correctas. No le hemos permitido al diablo engañar nuestro corazón con las obras de la carne, ni con sus maquinaciones tampoco. Hemos determinado y aprendido a amar a Dios por encima de todo, y entregarle todo a EL y a administrarlo para darle Gloria a Su Nombre, no a nosotros; ni permitir que corazones engañosos se aprovechen de lo que es de EL. Si convertimos nuestro dinero en honra con un corazón sintonizado con la dirección del Espíritu Santo, experimentaremos cambios y veremos las bendiciones alcanzándonos en todo lo que hagamos, como dice Deut: 28: 1 Los creyentes y aún ministerios que se han hecho prósperos sin estos principios, se han vuelto altivos, mezquinos, prepotentes; y lo que es peor, se han olvidado del pobre, de la viuda, del huérfano, del menesteroso; y el enemigo los ha engañado, haciéndolos caer en las garras de otros ministerios que sólo han venido a trasquilar las ovejas y no han dado testimonio de lo que dicen. A otros las ventanas de los cielos se les han cerrado y tienen que vivir con lo poco, porque si recibieran riquezas, los demás se aprovecharían y se volverían a los afanes y a la vanidad, lo cual les haría caer aún más. Es que en su corazón no están cambiando, no están renunciando, no le están creyendo ni obedeciendo a Dios. Por eso Jesús dice: ¿No hacen así los otros gentiles? Creo que es tan sencillo entender que el deseo de Dios es prosperarnos en todas las cosas, pero si no examinamos nuestro corazón a la luz del Espíritu Santo, no vamos a conocer lo que hay en él, ni las intenciones con las que se mueve. “Mirad y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Lucas 12: 15. “Así que teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto…Ni pongamos la confianza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”. 1ª. Tim: 6: 8 y 17b. Pudiera escribir un solo libro de testimonios y enseñanzas sobre este tema, pero quiero dejarles claro con respecto a la prosperidad, que ésta es como el éxito; no se puede medir en base a lo obtenido materialmente hablando, es consecuencia de una vida entregada al Señor, agradándolo en todo, cumpliendo con su perfecta voluntad, caminando en su temor y permitiéndole a El tomar el gobierno de todo. Después de conocer la verdad, de ser probada en la obediencia, en la sanidad de mi alma, en la renovación de mi entendimiento, de establecer la palabra en medio de cada circunstancia; he ido viendo y viviendo cada día en la gloria de Dios, en todas las cosas. Sus misericordias nos sorprenden con nuevas y grandes cosas cada mañana, como dice el salmo 65: 5 “Con tremendas cosas nos responderás en tu justicia”. CAPITULO IX COMO LAS AGUILAS Un día del mes de marzo, unos diez años atrás, venía de Miami hacia Venezuela y el vuelo traía pocos pasajeros. Le pedí a mi esposo que se pasara a otro asiento para estar más cómoda. Sentí unos deseos profundos de adorar, y al mirar por la ventana, me extasiaba con las coposas nubes que estaban debajo de mí, mientras derramaba mi corazón en adoración al Señor. Estaba literalmente remontada en las alturas, flotando entre las nubes. De pronto el Espíritu Santo empieza a ministrarme y me dice, “eres un águila”… y mi corazón recibía con fuerza esa verdad, que no había procesado tanto como en ese momento. Recordé cómo en ese viaje se me dio por ver águilas y cuando no las buscaba, se presentaban solas en todo lugar que visitaba. Siempre se las mostraba a mi esposo y él sólo me respondía afirmativamente que se veían bien. Pero más nada. Era como si no entendiera que yo quería comprarlas, sin pensar siquiera que esa ave, me sellaría de allí en adelante. En ese instante comencé a recordar todo lo que había sido para mí el proceso de quebrantamiento al que el Señor me sometió y en el que de verdad, sólo El estuvo conmigo formándome y enseñándome todo lo que necesitaba cambiar y dándome el “vino nuevo” de su revelación para que mi vida toda fuese transformada y mi corazón recibiera y retuviera cada verdad que hasta ahora el Espíritu Santo depositaba en mí. Ahora que no había nada de lo que fue mi vida antes de verlo como El era, sé que mi nuevo corazón retenía cada enseñanza y cada palabra que salía del corazón de Dios directo al mío. “Le halló en tierra de desierto, y en yermo de terrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el Águila que excita su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas”. Deut: 32: 10-11. Dios mira y compara a través de esta ave especial, el grande y esmerado cuidado que tiene sobre nosotros, a los cuales llama, sus polluelos; y así nos trata. Muchos científicos, biólogos e investigadores, han descubierto la similitud que tienen las águilas en sus características, con la de la vida cristiana. Entre ellas podemos mencionar algunas, para que calibremos nuestro caminar con el Señor y comparemos estos dos estilos de vida. -SUS NIDOS LOS PONEN SOLAMENTE SOBRE “LA ROCA”… JOB: 39: 27-28 “Se remonta el águila por su mandamiento y pone en alto su nido? Ella habita y mora en la peña, en la cumbre del peñasco y de la roca”. Job: 39: 27-28. Este es un lugar seguro, inconmovible, en lo más alto de las montañas, alejadas de depredadores, lugares solitarios, como los lugares que todo cristiano que quiera renovarse, busca para la oración, es decir, su lugar secreto. Allí recibe todo fresco y por eso se mantienen rejuvenecidas, y así se mantienen, mental, física, emocional y espiritualmente frescas. Todo creyente que sienta que lo que come no le hace bien, o lo que come no le alimenta, debe seguir el ejemplo de las águilas. Levantar sus alas; ir a lo más alto de la roca y exponerse al sol, y allí saca todo lo que le ha dañado su corazón y relación con Dios, hasta que sale como nueva y con el aceite fresco de la unción, aclarada su visión y con nueva revelación para seguir remontando las alturas e ir a nuevos niveles de fe, poder y autoridad. Allí en el lugar secreto Dios trata con nosotros todo aquello que ha estado impidiéndole mostrar su gloria, su poder y su santidad: -Nos confronta con la realidad de nuestra carne, con nuestra debilidad, y nos hace ver nuestra responsabilidad en el conflicto interior que atravesamos, a fin de que determinemos renunciar al pecado y a todo peso que nos asedia. -Nos recuerda que nuestra autosuficiencia y orgullo, nos impiden alcanzar grandes cosas en Dios; y que no es con nuestras fuerzas y habilidades que lograremos la madurez y el carácter de Cristo en lo que hagamos. Todo se centra ahora en El, en Su persona, no en una causa, ni en nuestras buenas intenciones. -Aprendemos a conocer los caminos de Dios; la manera como actúa sobre nosotros; los métodos que usa para disciplinarnos y llevarnos a una muerte del “yo”, de modo que le sirvamos a su propósito y andemos en su voluntad directiva y no permisiva. -Nos corrige y muestra la magnitud de su amor y misericordia, cada vez que nos exhorta, enseña y procesa, para que seamos conformados a su misma imagen y naturaleza. “Más a vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”. Malaquías: 4: 2 -SE REMONTA HASTA LAS ALTURAS… HABACUB: 3: 19 “Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”. Las aves que por sí solas se remontan hasta las alturas, logran su verdadera libertad; saben realmente dónde están, y encuentran su propósito. Logran con éxito liberarse de todos sus perseguidores. ¿De qué o quiénes necesitamos liberarnos? -Del legalismo y toda forma de manipulación de hombre, quien con su sistema de creencias humanas, rígidas y ritualistas, busca alejarnos de la complacencia que debemos mostrar hacia Dios. Gálatas 1: 10, dice, “No para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones”. -De la gente. Muchos en los que invertimos tiempo con sus problemas y conflictos no terminan de seguir el consejo de la palabra y sólo quieren que se les oiga, pero no determinan cambiar. Debemos entonces discernir todo lo que se mueve dentro de la gente que sólo quiere ser contemplada, pero no ser ministrada para que determine tomar la dirección correcta. Por eso las águilas no andan en bandadas como el resto de las aves, sino que andan “volando solas”…saben dónde acudir en tiempo de debilidad o cuando se sienten envejecidas. -Del conformismo y del cautiverio: El andar siempre en lo mismo, nos hace co-dependientes y no nos permite ver el propósito. Nos volvemos perezosos, rutinarios, pasivos, hasta tener actitudes depresivas e impredecibles. Cualquier comida parece buena y nos vamos debilitando, perdemos el gusto por lo “bueno” y lo “nuevo”. Por eso las águilas tienen que ser libres. Vuelan, exploran, conocen, determinan, crecen y se fortalecen. Las gallinas siempre andan contentas con lo que “pican”, están satisfechas de vivir dentro de los límites que otros les marcan, sin saber decidir, ni emprender nada fuera de lo común; pero las águilas viven libres del temor, de ansiedad, del dolor, de las fobias, de la opinión ajena, del diablo!” -ES EL ANIMAL MÁS FUERTE SOBRE LA TIERRA. Isaías: 40: 31. “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”. Cuando pienso en las situaciones que viví, me doy cuenta de lo fuerte que Dios nos hace en medio de las circunstancias, y cómo nos ayuda a pasarlas y a soportar, mientras las heridas sanan y las cosas El las va acomodando a su manera. Esta ave puede soportar hasta 70 veces su propio peso. El Señor vigoriza nuestras fuerzas y nos alienta para sobrellevar situaciones que sin su ayuda no podríamos superar; pero no para seguir iguales, sino para conquistar. En la vida pasamos por dos tipos de sufrimientos: -El que es provocado por nuestra desobediencia y rebelión: Cuando esto nos está ocurriendo, no hay sino que humillarse bajo la poderosa mano de Dios y entender, que ni aún en esta condición, nos escapamos de percibir y recibir su infinita gracia, invitándonos a reconocer y arrepentirnos de lo que hasta ahora nos estaba dominando y fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza. Sin esto, fracasaremos en nuestro intento de hacer frente a los ataques del reino de las tinieblas. Si es ésta su condición presente, Dios va a despertar ahora en su vida, el deseo de cambiar; de vivir en la plenitud de su gloria, con un sentido de libertad, de seguridad y de identidad, para no ser ya esclavos de la carne, sino llegar a ser uno con el Señor y también participantes de su naturaleza divina. (2ª. Pedro 1: 4). Así que no acepte más vivir en condenación, y tome su posición en Cristo y levántese con la actitud de vencedor, echando al diablo de su vida y empiece a disfrutar de la victoria que ganó para que viva en Su victoria, y sepa que en cada prueba, El va a elevarlo a un nivel mayor de autoridad y de fe; de poder y de gracia; de sabiduría y unción, para enfrentarlo todo en el día malo y mantenerse firme en medio de esa guerra espiritual. -El que vivimos por causa de la verdad del evangelio de Jesucristo: Todas las adversidades y tormentas, el águila las abraza y disfruta, porque sabe que son un requisito para alcanzar nuevas alturas. Y es que sólo alcanzamos nuestro máximo potencial de acuerdo a la manera como hacemos frente a ellas. No hay que darse por vencido, ni huir; es vivir la experiencia de lucha y conquista para prepararnos en la vida y llegar a confrontar y enfrentar al enemigo. Sólo así podemos llegar a servir efectivamente a otros con la ley y el testimonio de Cristo obrando efectiva y poderosamente en nuestras vidas. Cuando hemos pasado por los procesos de Dios; hemos recibido sus tratos y hemos entendido que eran necesarios para nuestro desarrollo y crecimiento espiritual; entonces viene sobre nosotros el investimiento del poder del Espíritu Santo, el cual crea sobre nosotros una osadía para ser radicales y testificar sin reservas acerca de Su palabra, de Su voluntad y de Su propósito. Nos volvemos radicales en nuestras convicciones, al punto de que seremos capaces de renunciar a todo aquello que comprometa los principios de la verdad de Cristo. Esto provoca críticas, rechazo, soledad, por causa de su cruz. En este tipo de sufrimientos nos gozamos, porque es producto de la disciplina, de la negación a seguir siendo los mismos, de la obediencia y determinación en seguir al Señor y ser fieles a sus preceptos, y luchar hasta alcanzar la plenitud en El. “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. 1ª. Pedro 1: 6-7. -CADA AÑO RENUEVA SUS PLUMAS. Salmo 103: 5 “El es el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila”. Una cualidad de las águilas, es que ellas se ven siempre jóvenes. Cuando se sienten inconformes, envejecidas, tienen dos alternativas: o dejarse morir, o buscar el lugar más alto en las montañas para hacer un nido y empezar su proceso de rejuvenecimiento para renovarse completamente. No salen de allí hasta que lo logran. Se cuentan 150 días cuando completan su objetivo. Ellas azotan su cuerpo sobre las rocas hasta que sus plumas caen poco a poco. Golpean su pico hasta sangrarlo y arrancarlo de su piel, y también sus desgarran sus uñas en la roca, hasta perderlas. Todo este proceso es muy doloroso y requiere de esfuerzo y valentía. Durante este tiempo, las águilas no pueden probar alimento alguno, pues, sin pico, ni garras afiladas no pueden cazar; y por ser un período de mucha fragilidad, escogen permanecer en las alturas de la roca, durante todo ese tiempo. Esto fue lo que experimenté y aprendí en mi vida en este período de situaciones contradictorias y difíciles, donde sentía que me quedaba sin fuerzas para luchar, tiempo en el cual me sentía envejecida; pero sabía que mi único refugio era el Señor, mi roca fuerte y mi alto refugio. Le decía al Señor,” no me saques de aquí hasta no haber vencido, entendido y sanado tal o cual área de mi vida”. Es en esta comunión íntima con el Señor, en ese lugar secreto, donde uno siente lo que pasa o lo que viene, y sabe que sólo en El son satisfechas todas nuestras necesidades. No tenía opciones. O pasaba el dolor de lo que sentía, o me quedaba con la opción del sufrimiento eterno y seguir igual. Este es un período en el cual nos sentimos secos, vacíos, atravesando desiertos, débiles, rechazados, e incluso desalentados; como si nuestros sueños se hubiesen muerto o desvanecido dentro de nosotros mismos. Por eso, al permanecer en esa comunión íntima, el Señor nos quita el plumaje viejo y nos reviste del nuevo, con el cual podemos remontarnos a las alturas más hermosas de la humildad y la sujeción a Su Palabra; nos volvemos aguerridos, seguros, valientes y dispuestos para la guerra, ya que podemos agarrar fácilmente la “presa” debido al nacimiento de nuevas garras. Nuestro lenguaje es cambiado, nuestras confesiones y manera de hablar se alinean a las de Cristo; aprendemos a hablar como El, a pensar, sentir y actuar de acuerdo a lo que ha puesto en nuestra mente y corazón en este tiempo, porque todo es transformado como lo dice ese salmo: -El perdonó nuestros pecados. -El sanó todas nuestras dolencias. -El nos rescató de una condenación eterna. -El nos corona de su gracia, favor y misericordia. -El nos rejuvenece y hermosea. -El juzga y venga nuestra causa y da paz. Ciertamente, como aguiluchos, al principio nos cuesta salir del nido de las pruebas, pero es en el entrenamiento, entre el ensayo-error, además de la persistencia en el proceso, que adquirimos la destreza para obtener nuestra propia comida. Por supuesto que no es nada fácil buscarla, verla, prepararla, cazarla, porque la oposición de los vientos de la tempestad que nos acecha con las circunstancias, le hacen creer a uno que es imposible. Por eso el águila se prepara una y otra vez, insiste, no se rinde, practica una y otra vez el subir y lanzarse, hasta convertirse en un ave de gran majestuosidad y excelencia. Esto es interesante vivirlo y conocerlo; aunque debo confesar que mientras lo experimentaba en mi vida, me provocó abandonar una y otra vez; pero gracias a la presencia y el poder del Espíritu Santo, volvía a insistir en persistir, hasta que aprendí a volar en las alturas de la fe, de la determinación, de la revelación y de la libertad y herencia en Cristo Jesús. No sólo fui liberada, sino que, del Santo Espíritu de Dios he recibido una nueva frescura en la unción que ha renovado mi vida en todas las áreas, y hoy puedo testificar de esa intimidad con Dios, que me ha llevado de una vida de victoria a otra, de una gloria a otra mayor y donde he visto las bendiciones de Dios sobre mí en todo lo que hago y vivo. El vivir todo este proceso, me llevó a determinar por una vida diferente, con nuevos ánimos para continuar, y a visualizar un futuro glorioso con mi Rey Jesús. En este nuevo caminar con el Señor, notaba que ahora todo era distinto a lo que había vivido y sentido y aunque había hábitos nuevos en mi vida, no los entendía, me dejaba llevar por el espíritu, y decía, ¡Dios mío, la manera como me estás llevando y guiando es totalmente nueva para mí, pero me la disfruto!! Era especial como me estaba cambiando este nuevo estilo de vida tan diferente al que yo llevaba en todo sentido…y yo sólo miraba y me extasiaba cada día en lo nuevo que estaba experimentando. Mis hábitos cambiaron, mis esquemas de pensamiento, mis acciones, actitudes, mi manera de hacer las cosas, antes en activismo y afán; pero ahora vivía otra cosa en el espíritu. Era una guianza tan especial, que no cambiaría ese tiempo con Dios y Su presencia, por lo mejor de este mundo. Por eso cuando empecé a ver la vida, lo verdadero en Dios, con los ojos espirituales, sentí que mi óptica de las cosas que antes hacía y vivía, eran totalmente distintas ahora. Entonces me parecía que ahora era “anormal” cuando me comparaba con la vida de los demás, cuando no hacía lo que normalmente hacía y cuando me movía de manera diferente. Pero, qué maravillosas experiencias en lo secreto con Dios, que cambiaron en todo mi rutina, mi manera de pensar, de hacer y de ver las cosas! Me sentía de verdad como un “águila” y al comparar y estudiar las características de ella, me dije, ciertamente soy como una de ellas. Muchas enseñanzas he escuchado acerca de las águilas, pero pocas condiciones en los cristianos me hacen creer que han alcanzado esos niveles, porque la comparación es grande en términos del estilo de vida que llevan y las hace diferentes a las demás aves. Cuando veo el conformismo y la comodidad que la iglesia ha provisto para los creyentes, me digo que siendo águilas, muchos viven como las gallinas presas en un corral y no se han atrevido a levantar el vuelo para desarrollarse y cumplir el sueño y propósito para el cual fueron creadas. -¿En qué áreas de nuestra vida tenemos que renovarnos? -¿Qué cosas se han envejecido en nuestra relación con Dios y necesitan cambios? -¿Está el Espíritu Santo dirigiendo nuestra vida en todo lo que pensamos y hacemos? -¿Está Dios agradado con la vida que llevamos y la manera como le servimos? -¿Son correctas las motivaciones que nos mueven a hacer las cosas para Dios? Cuando me quedé sola en el nido, corta de vista, por no decir ciega, me dí cuenta la clase de oveja que había sido, torpe, escasa de pensamiento, miedosa en lo íntimo, porque aparenté ser muy fuerte siempre, sólo mientras pisaba el único terreno que conocía. Ahora cuando me veía sin piso, no sabía adónde ir, ni cómo hacerlo. Pero doy gracias al Santo Espíritu de Dios, que me hizo mirar fijamente al Señor, su luz, para que me decidiera a levantar vuelo y aprendiera a mirar todo desde sus alturas. Creo que así como yo, que viví mucho tiempo en el “corral” de mis actitudes y con una mente de gallina, haciendo y viendo lo mismo; escasa, conformista y religiosa, está la mayoría de los cristianos hoy. Muchas veces estuve a punto de quedarme en el “nido” de los problemas, de las circunstancias, pero allí estaba EL, impulsándome y guiándome para que cada día, con el consejo de su palabra y mi voluntad de perseverar hasta lograrlo, me llevaba a otros niveles de su conocimiento y revelación. Hoy vivo cada nuevo día diferente en Dios, nuevas expectativas, más revelación y conocimiento de Su Palabra, más decisiones que engrandezcan y traigan gloria al Reino de los Cielos; más compromiso con Dios de seguirle, obedecerle, servirle con integridad de corazón y con una firme determinación de ser guiada por Su Espíritu Santo y alcanzar lugares más altos tomada de su poderosa mano. Esto me ha costado tener que separarme de quienes no caminan con esta perspectiva y visión, cuando no aceptan lo que soy y tengo en Cristo o contribuyen a elevarme a otro nivel, y me ha conectado con gente, ministerios, lugares, que tienen la naturaleza de esta ave, aunque por lo general se encuentre volando sola en las alturas. Pidámosle al Espíritu Santo el discernimiento que necesitamos para asociarnos con todo aquéllos que quieran cumplir con el llamado santo y el propósito divino para sus vidas. Es necesario que en nuestras congregaciones se formen las águilas y empiecen a revolucionar las mentes; donde se dé un alimento fresco del Espíritu Santo, que impida que nos debilitemos y comamos cualquier “relleno” que nos haga olvidar lo que somos en Cristo. Sólo aquéllos que se decidan y aprendan su lección, saldrán cada día más sanos, fuertes y levantando las alas como las de las águilas, viviendo nuevas experiencias, donde el gozo, la paz y la bendición de Dios nos eleven, hasta alcanzar Su visión y cumplir con su propósito para cada uno de nosotros. Cuando vemos un águila surcando los cielos y remontándose por encima de las tormentas, sabemos que la gloria, la majestad y la excelencia del Poder de Dios están en acción. Esto es avivamiento, así que, a ¡Levantar alas como las águilas! Capítulo X ADORACION Y GUERRA “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las acechanzas del diablo”. La ignorancia en cuanto a la guerra me hizo ser una creyente que practicaba la oración, pero sin verdaderos resultados; era como dar vueltas alrededor de lo mismo y todo se me hacía “cuesta arriba”. En este sentido, sentía que era un sacrificio sin recompensas y como cualquiera otra, hacía la “guerra espiritual”, “la intercesión”, pero sin idea de lo que esto en realidad estaba llamado a ser: un estilo de vida para alcanzar victorias sobre las mentiras y ataques de Satanás, el pecado, la carne y las circunstancias. Entendí que no hay tal cosa como ir a la guerra sin estar debidamente equipados, ni entrenados para el uso de las “armas” en el campo de batalla. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Entrando ya en el conocimiento de lo que era la verdad, reconocía que en esta vida todo es una “guerra espiritual” y que la armadura del cristiano va mucho más allá de decir “me voy a vestir hoy con la armadura de Dios” a manera de repetición, o hacer la obra del Señor de manera liviana o deportiva. Cada una de estas partes tiene un significado y una razón de ser como “estilo de vida”, que va desde los pensamientos que tenemos en nuestra mente, hasta la actitud en cómo enfrentamos las circunstancias en ese diario caminar. Tampoco se trata de recibir seminarios o pertenecer al grupo de intercesión o de guerreros de la iglesia o de un ministerio. Esto es mucho más serio y comprometedor, lo cual involucra todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Por tanto, todo tiene que estar sujeto y alineado a Cristo para que el enemigo no se burle ni gane ventaja en ningún área o terreno de nuestra vida mientras vivamos y seamos usados para arrancar, destruir; edificar y conquistar, y avanzar en el reino de los cielos, sabiendo que hay oposición y que sólo los violentos lo arrebatan. “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas”… 2ª. Cor. 10: 4. Lo primero que Dios empezó a trabajar en mí fueron los pensamientos, ya que es una de las partes más importantes de la armadura que debe ser entrenada, porque de aquí parte todo lo que hacemos, pensamos y actuamos. Es algo que no me sucedió de la noche a la mañana, pero cuando iba siendo entendida en esto, y en medio de cada prueba, la verdad de Dios iba encontrando lugar en mi mente y corazón, y sentía que cada pieza de la armadura se acomodaba y ordenaba en mí. El “yelmo” se afirmaba más cada día dándome seguridad; la “coraza de justicia” se iba ajustando más en mi caminar con Dios y “el cinto de su verdad” abría más y más mis ojos trayendo a mi corazón sabiduría y revelación. Ya no era como yo pensaba, sino como El lo haría y decía. Y así, cada cosa la iba asimilando y usando, a la vez que el Espíritu Santo me hacía ver y entender que cada una de estas figuras, tenían una connotación espiritual de fuerza para vivirlas. Efesios 6 no es un cap. para hablar de él; sus versículos no son de fácil repetición. No se refieren a algo teórico, ni son para referirse a ellos solamente como un mensaje más. Esto nos habla de una cima que debemos escalar diariamente en medio de cada acechanza y de cada conquista también. Nos enseña el caminar cristiano día a día; cómo debemos estar vestidos, sentados, creyendo, actuando, operando, viviendo, de modo que podamos estar firmes y bien armados en el momento de la prueba, y estemos seguros de lo que Dios dice en su palabra, haciendo uso de ella de la manera correcta, apuntando al “blanco”; accionando y arrebatando todo lo que el enemigo nos ha robado y quiera robar. Esto es un “arte”; es una práctica “esgrimista”, es un accionar la palabra, cada arma, de la manera correcta, con la sabiduría y el sentir de Dios, para no golpear a la ventura, y dirigirla hacia todo lo que nos lleve a obtener los resultados que le den la gloria al Señor y establezcan su reino y su propósito aquí en la tierra. Mi mayor y peor enemigo: “yo” Cada palabra acerca de este tema me abría más y más los ojos y me volvía más agresiva en el mundo espiritual; y me hizo estar alerta, primero acerca de mí misma; de las tentaciones de la carne; de mis sentimientos hacia los demás; me fortalecía más y más las manos para la batalla y me propuse pelear y arrebatarle al diablo todo lo que por años de ignorancia y de debilidad me había quitado. Aún cuando aprendí sobre esta larga lista de armas, lo más importante para mí fue conocer que en la Palabra, el Verbo, estaba la revelación de lo que era ella en sí misma, como arma espiritual y la verdad que revelaba y reflejaba el poder de Cristo, de Su Nombre, de Su Sangre; de la Fe, de La Oración, de La Adoración, La Alabanza, y la conjugación de todas, al usarlas en la guerra y su forma de operar frente al enemigo y las adversidades, trajeron la victoria sobre todo, y cada día es un reto que me enfrenta e impulsa; pero me permite saborear las “mieles” de la conquista en Cristo Jesús, en todas las áreas de mi vida, y en lo que emprendo, también. LAS ARMAS DEL CRISTIANO A medida que me fortalecía en el Señor y en el poder de Su fuerza, descubría que el mayor enemigo que tenía para ir a la guerra no era Satanás, sino mi propio “yo”. Así que tuve que pararme firme en la verdad que haría huir de mi todo lo que impedía el entrar a hacerla de manera efectiva. Había estado presa del egoísmo, conflictos, miedos, ignorancia, inseguridades, celos, deseos engañosos, amargura, falta de perdón, ansiedad, manipulación, ira, lascivia, control… todo lo cual, al no vencerlos, me controlaban aún sin saberlo, y eran las puertas abiertas en las que el enemigo tenía todo el derecho legal de atacar y gobernar mi vida. Además de esto, el hacer la guerra sin apuntar a lo correcto, sino a lo que me convenía, me hacía perder terreno. Cuando oramos debemos dirigirnos en el propósito de Dios, para que sea Su voluntad y no la nuestra. Por eso creo firmemente, que no podemos ir a la guerra sin antes habernos puesto a cuentas con el Señor; haber vencido sobre la carne y el pecado; permitirle al Espíritu Santo examinar nuestras motivaciones y ayudarnos a pedir como le conviene al Señor; renunciando a las obras de la carne; además recibir por la revelación, el poder que hay en las armas con las que contamos para que podamos pelear “una buena batalla de fe”. De lo contrario, es permitirle al enemigo, permanecer en nuestros territorios, sabiendo que no podemos enfrentarlo, mucho menos echarlo fuera de esos espacios y sobre aquello que aún nos gobierna, lo cual no hemos vencido. Es un testimonio de batalla-victoria que todo cristiano debe experimentar en su proceso de sanidad y santificación. Cuántos creen que son salvos? No pretendo dar una clase de lo que es la guerra; sólo quiero compartirles lo que por mucho tiempo Dios trató conmigo y me enseñó, para llevarme a otro nivel de vida en El, para ponerme en la brecha y hacer de mí lo que soy ahora en El. Por supuesto que lo primero que se activó en mí fue la “fe” que viene por el oír la Palabra. Me dediqué a escucharla una y otra vez, día a día. Esta se convirtió en mi pan de día y de noche. Me daba cuenta cómo ella iba transformándome y haciéndome más y más fuerte, y me daba la osadía de enfrentar no sólo mi carne, sino cualquier ataque que viniera en contra de mi vida, de mi familia, de los negocios, de la iglesia. Pero sobretodo, no puedo dejar pasar por alto, el descubrirle al enemigo sus maquinaciones en medio de la ignorancia que rodea hoy al medio cristiano y mundano, y hablar siempre la verdad que liberta y bendice. Dice 2ª. Cor. 2: 11 “no ignoremos sus maquinaciones, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros”. Esto es lo que detiene los dardos de fuego del maligno. Es una protección en la mente y en el corazón las 24 horas al día. Cuando oímos, meditamos, nos ejercitamos en cada verdad y echamos raíces en ella, tenemos la seguridad de la salvación del alma sobre todo lo que antes la gobernaba; podremos poner al enemigo lejos de nuestro territorio; y con fuerza y determinación, arrebatarle lo que nos pertenece. Recuerdo desde niña, cómo en las iglesias preguntaban: ¿Quiénes son salvos? ¡Levanten sus manos! Y yo me mantenía dudando de mi salvación; mis pensamientos no eran los de Cristo, la falta de revelación y poca fe en la palabra, me ponían a pensar. Hoy existe el otro extremo, de jugar a la salvación sin ocuparnos de vivir en lo que ello vale para nuestras vidas. Pero luego de ser liberada y renovada, jamás volví a ser la misma, ni mucho menos dudar de mi posición en Cristo; y no le he vuelto a permitir a Satanás poner ningún pensamiento contrario a la verdad, lo cual no quiere decir que no lo intenta a cada paso de mi vida, pero conozco el poder de la Palabra, de la Sangre y el de Su Nombre, lo cual me ha posicionado y me ha llevado a tomar mi herencia en Cristo, y sé quién soy, lo que tengo y lo que puedo en EL. Hoy soy una amante de la Palabra. Puedo pasar horas de lectura, de meditación, oración y pasar tiempo compartiendo y predicando la verdad con el fin de que otros sean libres también. Me deleito en ella, su sabiduría es infinita; la amo, la valoro. Es esto lo que nos “adiestra” para la batalla del tipo que sea. Nos hace sabios y entendidos para discernir el origen de todo lo que nos ocurre y vivimos, en todo sentido; y nos da la habilidad para usarla en el espíritu, sin que falle lo que dice, cuando nos hacemos diestros al declararla, usarla y enviarla. LA ESPADA DEL ESPÍRITU Todo lo que la palabra de Dios nos enseña acerca de lo que Jesucristo ganó en la cruz del calvario, apunta también a conocer por otro lado, al “acusador” de nuestras vidas. Cuando él quería venir a recordarme el pasado, yo con la espada del espíritu, le recordaba quién lo había derrotado y le hablaba de su futuro en el lago de fuego del infierno. El poder de la gracia redentora, me llevó a ver con facilidad que éste es uno de los recursos que usa Satanás para debilitar nuestra fe y poner en nosotros un “sentido de culpa” permanentes. Cuando esto ocurre, es el momento de recordar la obra redentora de Cristo y declarar que, no importa cuánto hayamos pecado, si de veras honramos Su Sacrificio y lo que esto significó para la humanidad caída, entonces se cumple lo que dice Romanos 8: 1,2 y 35 al 39, que ya nada nos condenará si andamos conforme al espíritu y nada nos separará del amor de esa verdad que vive en nosotros, por medio de Aquél que nos amó. Por otro lado, su gracia nos hace aborrecer el pecado y apartarnos de todo lo que tenga que ver con todo lo que desagrada a Dios. Apoc. 12: 11 nos dice: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos…” Una de las razones que encuentro en la ausencia de victorias en el pueblo de Dios, es que usan la palabra del “conocimiento”; no la “espada del Espíritu”, lo cual es muy diferente. Esta es la que penetra primero dentro de uno, lo corta, lo transforma y le revela la condición presente, llevándolo a determinar por vivir de acuerdo a lo establecido por Dios, sin permitirse más ser blanco de la debilidad y del pecado. Por esta razón cristianos van y vienen de una guerra con los mismos problemas y hasta más heridos incluso. No se trata de saber, sino de conocer con revelación y la experiencia, lo que significa y representa esa verdad dentro de nosotros; sólo así podremos ir donde sea, contra quien sea y sacar esa espada y quitarle la cabeza a los “Goliat” que se levanten en contra del conocimiento y voluntad de Dios en nuestras vidas. Cuando la verdad llega, se produce nuestra libertad; se establece la autoridad y la fuerza de Dios; Su poder y su gracia para vencer; Su unción para romper toda atadura e iniquidad, y ella trae además, la sabiduría que imparte el conocimiento de todo lo que nos ocurre y que pondrá temor en nuestras vidas, para hacer siempre lo que es correcto, y además, ser parte del pacto que nos hace estar seguros de quiénes somos en Cristo y la herencia que nos pertenece como herederos y coherederos en EL. Es glorioso! LA FE PROBADA Hay algo que debemos saber si queremos experimentar una vida de victorias. Cada palabra que hemos decidido creer y aceptar en el espíritu, va a ser “probada”. Mientras más cosas intentemos conquistar en nuestra vida de libertad interior, en la familia, negocios, ministerio, etc., es saber que vamos a penetrar más y más el reino de las tinieblas para saquear y tomar por la fuerza lo que el enemigo ha querido arrebatar, lo cual implicará una oposición del enemigo para que no persistamos en ello. Tengo en mi haber tantos testimonios de batallas precedidas de victorias, pero puedo testificarles que una vez, estando ya enfilada en estas prácticas de guerra, me sobrevino de repente un virus que afectó varios de mis órganos internos. Lo que empezó con una simple gripe, de pronto paralizó mis riñones; luego mis pulmones se llenaron de líquido, provocando un edema agudo de pulmón; mi corazón también fue afectado, así como mi aparato digestivo y el hígado. Era algo fuera de serie…inusual. Los médicos no le encontraban a ésto explicación posible en las tres Unidades de Cuidados Intensivos de las clínicas donde estuve recluida por tres semanas seguidas, incluyendo una en la capital, Caracas. Lo lindo de todo esto, era que yo me gozaba en medio de lo que pasaba, ya que en el fondo de mi corazón, sentía tanta paz y seguridad. Le pregunté al Señor, desde mi primer ingreso, por qué me había sobrevenido eso; que si había algo en mí que no le hubiese rendido, me lo revelara. Pero enseguida vino la respuesta a mi espíritu; la voz del Señor diciéndome: “Es un privilegio que tienes de ser probada, y sé que no me vas a avergonzar…y YO a ti tampoco”. Wao! dije yo… Esa primera noche allí en la clínica, tuve visiones con demonios de todo tipo que se agrupaban en filas a la izquierda, al centro y a la derecha, pude ver que tenían las caras horribles, como la de todos esos muñequitos que aparecen en las tiras cómicas de la televisión, y de los muñecos que fabrican para niños. De allí, parte su inspiración. Todos querían acercarse a mí y tocarme, pero a menos de medio metro, retrocedían cuando yo mencionaba con tanta seguridad y mirándoles a la cara, el Nombre de Jesús, y uno a uno, de las tres filas, se daban la vuelta y desvanecían. Disfruté ese momento, porque no estaba dormida, sólo mis ojos cerrados, y cuando los abría, era consciente de que estaba hospitalizada. Esto duró como tres horas. Fue grandiosa la experiencia. El Señor me decía, te fijas el poder que hay cuando mencionas mi Nombre? Aclaro que nunca he sido dada a tener sueños y visiones con frecuencia. Lo que sé y percibo o entiendo, lo recibo del Espíritu de Dios al mío.” “Para que en el Nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Filip. 2: 10-11. ¿Qué hay en una prueba? Me repetía la palabra en medio de mis crisis de asfixia, le hablaba a mi cuerpo y sabía que el soplo del Omnipotente estaba sobre mi; le decía a mis pulmones que ellos respiraban por el aliento de Dios dentro de mí, asimismo a mis riñones, les ordenaba que se activaran, y experimenté cosas sobrenaturales en el tiempo; ya que lo más angustioso en estos trances, serían las horas que pasaban, pero yo no lo notaba; para mí eran como segundos, era como si el tiempo se paralizara. Nunca pasó por mi mente un pensamiento de pesar, de miedo, de muerte. Todo el tiempo la palabra que tenía como depósito, fluía y venía a mi mente y corazón, gobernándome siempre, aunque los pronósticos no fueran buenos al momento. Decía como el salmista en el salmo 112 y 118: “El justo no tiene temor de malas noticias, porque su corazón está confiado en Jehová y asegurado como un león”…”No moriré, sino que viviré para contar las obras de Jehová”. Las pruebas tienen dos propósitos: _Debilitarte en la fe de la verdad de Dios, o _Fortalecerte aún más y llevarte a otro nivel de fe. Es una determinación de cada creyente, permanecer todo el tiempo en pruebas o crecer y crecer hasta hacerse fuerte en medio de ellas y llegar a ser un vencedor, derribando todo argumento que se levanta para hacerle creer lo contrario y castigar toda desobediencia en contra de la palabra de verdad. En todo esto encuentro dos diferencias de actitudes para cuando atravesamos circunstancias difíciles y que nos revelan dónde estamos parados. Ellas revelan, _Si estamos firmes sobre la roca, nos sentimos seguros, con gozo y paz interior, o _Si estamos débiles y temerosos, entonces, somos llevados por los sentidos y dependemos de nuestras fuerzas. Esto trae angustia y afán, y revela la falta de confianza en el Señor. Hay muchos creyentes hoy que no salen de una para meterse en otra; nunca experimentan el sabor de una victoria definitiva en ningún área; viven en el “día a día”. Hacen infructuosa la palabra porque sus mentes y corazones se han conformado y son “presa” del enemigo todo el tiempo. Por ello es necesario que cada uno levante los muros caídos de su mente con la Palabra, para que sean renovados y afirmados sus pensamientos; creciendo cada día en la revelación y sabiduría del conocimiento de Dios; parados y cimentados sobre la “Roca”, para que cuando venga el “día malo” de las tormentas, los vientos, no sean conmovidos; sino que usen la espada y paralicen toda obra de las tinieblas y traigan honra y gloria a nuestro Dios y Salvador. La palabra en nuestro interior es el escudo de la fe, que nos defenderá y mantendrá a salvo de sus flechas y dardos. Lo que hace la diferencia, es el que estemos honrando a Dios en todo; cuando nuestros caminos son agradables al Señor; cuando nuestros pensamientos están alineados a los de la palabra; entonces, a pesar de lo que pasemos, nada nos quita el gozo y la seguridad que sólo proviene del corazón de Dios y siempre en nosotros habrá un grito de guerra, un cántico de victoria, y estaremos seguros que todo nos será restituido siete veces más. Por eso, examinemos nuestras vidas, parémonos en los caminos y revisemos nuestras sendas, confesiones y motivaciones, para que en medio de lo que el enemigo atente o levante en contra de nosotros, podamos tener la certeza de que “mayor es el que está con nosotros que el que está en el mundo”, y digamos con seguridad, “aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”. Cada día he aprendido a vivirlo en la verdad de Dios y a fortalecerme en el poder de su fuerza, sin perder de vista que existen dos reinos espirituales: el de la luz y el de las tinieblas. Cuando salí de la clínica con un fuerte tratamiento, que abandoné rápido y en un acto de fe, por cierto; uno de los médicos especialistas me dijo: -No pudimos saber qué virus fue ese que te atacó; lo que sí creo es que vino del mismo infierno para sacarte del medio”. ¡Aleluya! dije, yo lo sabía antes que usted; pero mayor es el que está en mí!. Me mantuve diciéndole todo el tiempo a la enfermedad: “Escrito está”. Esta es nuestra arma ofensiva contra el enemigo. Debemos usarla y apuntarla al “blanco” contra él, hasta sacarlo del medio. Nuestro trabajo es mantenernos firmes en nuestra confesión y no consentirlo ni compadecernos de nuestra condición de enfermedad, miseria, angustia, pecado o debilidad; sino, actuar sin misericordia contra cada ataque suyo. Tenemos la orden, el respaldo y la autoridad en el NOMBRE DE JESUS para apedrearlo con la palabra hasta que desaparezca y muera todo intento de mentira en nuestras vidas, que sólo busca apartarnos de nuestro Dios, como dice Deut. 13: 8 y 9. Por eso la palabra de Dios es nuestra más poderosa arma, si le permitimos hacer en nosotros su más grande obra, cual es la de penetrar hasta lo más profundo de nuestro corazón y transformarlo de tal manera, que seamos luego, esos poderosos generales del ejército de Dios, que descubramos las mentiras del enemigo y desbaratemos sus obras en todo tiempo y lugar donde ha querido traer destrucción, miseria y muerte. He vivido un sinfín de situaciones que van desde enfermedades de muerte, atracos e intentos de homicidio, amenazas de secuestros, violaciones, ofensas, he experimentado el miedo también, la ansiedad en medio de diversas pruebas, pero en todo he visto y experimentado el poder de Dios a favor mío y de mi familia, y sé que su palabra no avergüenza a los que de ella echan mano, y nos ha mantenido firmes y confiados en el día malo. “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Hebreos: 4: 12. LA SANGRE DE CRISTO Hace unos meses me fui con mi esposo a los páramos andinos, un lugar muy bello y frío además. Desde que llegamos a la cabaña donde nos íbamos a hospedar, el Señor tenía un lugar reservado donde nos encontraríamos “en privado”. Allí coloqué mis libros, notas, grabador y la palabra por supuesto. Estos son mis compañeros inseparables dondequiera que voy. Me llamaba la atención, que cada vez que pasaba por allí, el Señor me atraía de una manera tan especial, que Su presencia era tan perceptible y sutil además, que me quedaba allí por largo rato amándole y adorándole; pero además El me ministraba de una manera tremenda. La canción que siempre estaba de fondo era “Yo sé que estás aquí”. Una noche, en plena comunión y bajo la unción del Espíritu Santo, me dice que haga del servicio regular del miércoles donde ministraba a las mujeres, “una noche especial”, y que predique del poder de la Sangre de Jesús. Vino sobre mí una unción de guerra tan tremenda esa noche mientras me hablaba, que me revelaba nuevas verdades acerca de esta poderosa arma, de la cual compartiré algo ahora. Me recordó en esos momentos de adoración y guerra, a mi sobrinito Abnel José, quien había tenido en esos días una recaída, después de haber hecho el Señor un milagro con la leucemia que le sobrevino hacía unos cuatro años. Yo sabía que era sólo un dardo del enemigo sobre la familia para debilitarlos; pero donde también el Señor quería llevarlos a que supieran cómo estaban en la fe para ese momento, y equiparlos más en la palabra. La sangre, la palabra y los tuétanos Aparte de todo lo que se ha dicho por revelación acerca del poder que tiene la Sangre de Jesús para sanar, liberar, perdonar, cubrir, limpiar, debemos saber que es porque en la sangre está la vida. Debemos aprender a aplicar la sangre en nuestras vidas, en medio de las enfermedades, bienes, propiedades, familia, lugares o territorios, naciones, situaciones…El enemigo tiene que respetar y no puede penetrar todo lo que esté cubierto por esa preciosa sangre, ¡Aleluya! Notemos esto…cada vez que alguien se enferma, lo primero que manda a hacer el médico es un examen de sangre; ya que ésta es la que primero se infecta en el organismo cuando algo no anda bien. Aquí están las proteínas, el hierro, las vitaminas, las sales minerales. Por ella es transportado el oxígeno; contiene los glóbulos rojos. De allí que una persona fallece al desangrarse, ya que no lleva en sí, la vida de la sangre. Dios mismo lo dijo desde el principio, la vida está en la sangre. La sangre del Pacto Ahora, quiero que conozcan lo que significó cada laceración en el cuerpo de Jesús; su sangre limpia, pura; que venía del mismo Espíritu del Padre, la cual clama y gime aún desde los cielos, que fue derramada para hacernos libres de toda maldición. Cuando su sangre era salpicada en cada pedazo de carne desgarrada, le gritaba al diablo, a los demonios y al mismo infierno, que ese sacrificio en la cruz del calvario, no era en vano, y que cada partícula de ese cuerpo partido, que es su palabra, va impregnada de esa sangre, como sus poderosas armas, para demostrarle y gritarle al mundo que hay poder para liberar y sanar cada vez que las usamos y les damos cabida en nuestro espíritu, alma y cuerpo. Por eso dice Hebreos, que la palabra, que va impregnada con esta sangre, penetra hasta nuestros tuétanos por la revelación del espíritu y la fe en ella, entonces opera sobre la médula; ésta recibe la sangre de Cristo, y toda infección, toda enfermedad en nuestros cuerpos, tiene que huir: tumores desaparecen, infecciones se van, todos los órganos afectados reciben la vida de la sangre de Jesús; porque hay poder en esa sangre para deshacer las obras del diablo. Lo que Cristo hizo en nosotros fue un “Pacto en Su Sangre”; un intercambio de vidas, de sangre. Es por eso que nosotros la tenemos en nuestro ADN, y podemos echar de nuestros cuerpos y vidas, todo lo que no provenga de El. Es así como la vida de Cristo se manifiesta en nuestros cuerpos mortales; y que no sólo reciben, sino que se mantienen sanos y liberados de toda malicia del diablo. Todo se desvanece cuando clamamos y aplicamos la sangre de Jesús! De la misma manera opera cuando la aplicamos sobre nuestras familias y hogares; propiedades y negocios; sobre la gente, dondequiera que vayamos; esa sangre limpia y hace huir al enemigo, a los demonios y somos librados de cualquier acechanza. Es un velo, una cortina, una protección a la que el enemigo le teme. Si hacemos uso de las armas espirituales en nuestro diario vivir y las usamos y aplicamos sobre nuestros cuerpos, las familias, los enfermos, los delincuentes, la rociaríamos en las calles, las ciudades y naciones, proclamaríamos su poder y creeríamos en que serían libres y no nos conformaríamos con lo que leemos en los periódicos, ni tendríamos temor de lo que acontece a nuestro alrededor, porque viviríamos seguros y confiados en el poder de la Sangre de Jesús! Recordemos cuando Moisés mandó de parte de Jehová sacrificar los corderos por familias para untar los dinteles de las puertas con la sangre para que no fuesen tocados por el “heridor” que pasaría hiriendo a los egipcios. Sólo los que tuvieran la señal de la sangre en sus puertas, serían librados de tal cosa. Lev. 12: 22. Debemos saber que el enemigo sigue destruyendo vidas con actos sangrientos; con las prácticas de brujería, satanismo, homicidios, porque sabe que fue con un “sacrificio en sangre” como Jesús le quitó todo dominio y poder sobre las vidas. Incluso, la virginidad, hoy se ha perdido como “valor moral y espiritual” y ha incitado a la fornicación a tantas jóvenes, porque en la primera relación hay pérdida de sangre y es lo que atestigua si ha tenido relaciones sexuales o no. Esto es una señal de “pacto” y es más importante de lo que habíamos imaginado. Deut: 22: 1319. El enemigo ha torcido este símbolo de santidad y pureza entre nuestras jóvenes especialmente, para provocar en ellas, la práctica de la inmoralidad sexual en sus cuerpos, llegando a atarlas luego con traumas, violaciones, fornicación, orgías, culpa, un libertinaje total, dañando sus conciencias. Pero quiero decirles ahora, que hay sangre suficiente en los depósitos del cielo, para que la usemos para liberar, sanar, perdonar y cubrir a un mundo que necesita vivir bajo el poder de la Sangre de Jesús! Consumado es! Hay algo que quiero dejar claro. Satanás no está interesado en lo que nos roba, ya que él tiene todos los reinos de este mundo, para quienes le han cedido ese derecho y rechazan la obra de Jesús en la cruz. De hecho, lo tentó en el desierto y se los ofreció. Pero sí persevera en robar, para quitar de nosotros la semilla de fe en la palabra de Dios, poniendo miedo, dudas, angustia, afán, en las mentes y corazones; ya que si logra esto, habrá ganado el territorio y la batalla sobre nosotros también. Por lo que la palabra se hará infructuosa y dejaremos de dar fruto y testimonio de reino en nuestras vidas. Por eso cada vez que el enemigo ha venido como ladrón a quitarnos algo, del orden que sea, levanto un altar de adoración al Señor, y le descubro sus artimañas; adoro y levanto el Nombre de Jesús, declaro Su palabra y le declaro la guerra, “hasta” que suelte lo que tiene retenido y he visto la gloria de Dios; me he vuelto más agresiva y aguerrida; y en todo esto, no me dejo intimidar por las mentiras del diablo, porque es padre de mentiras y conozco su “modus operandi”; pero mucho menos el Señor me ha dejado avergonzada o sin respuesta. He visto cada día Su Gloria y Su Poder, y Su honra en todo. Cuando Jesús exclamó: “Consumado es”, dijo, todo lo recuperé para ustedes, mis herederos. Así que cuando entendí esto, dejé de orar preguntándole a Dios los acostumbrados “por qué”, y dejé de pedir cosas. Ahora le digo al ladrón… ¡quítate, suelta, apártate, devuelve todo lo robado, lo que está ganado en los cielos para mí y para los míos; para mi pueblo y mi nación!...porque al saber que lo tiene retenido en su casa (Prov.: 6: 31), y que se ha enriquecido con lo que nos pertenece, debemos ordenarle en el Nombre de Jesús, lo devuelva, porque después de estar sentada con Cristo en lugares celestiales, y de haber penetrado los aires, lo tenemos debajo de nuestros pies. ¡Gloria a Jesús! Nosotros, sus hijos, tenemos la preeminencia y preferencia sobre todo lo que hay debajo del cielo, y Dios nos lo entregó y nos dio dominio, poniéndonos por cabeza sobre todas las cosas (Efesios: 1: 18-22). Sólo los que entienden y creen esta verdad, y la ponen por obra en todo tiempo y en medio de las pruebas y ataques, reciben los beneficios de la redención obrando a su favor. Jesucristo venció para darnos la victoria en todo! LAS HERIDAS DE LA CRUZ Cuando prediqué aquélla noche en el servicio del miércoles sobre esto, lo hice con la convicción en mi espíritu que mi sobrinito, de nueve años ahora, estaba sano por la Sangre del Cordero; y en este momento lo está; sabía que cuerpos y mentes estaban siendo sanados en ese instante. Todas las partes del cuerpo de Cristo que fueron tocadas y derramaron sangre, nos libran de ser penetrados por el enemigo: -Su cabeza: Sobre ella se clavó una corona de espinas, tipo de la maldición. Por eso Jesús la llevó para que nuestros pensamientos, carácter, actitudes, sentimientos, fuesen limpios, liberados, guardados y pudieran revelar la verdad de Dios, en nuestra mente y corazón. Su rostro y sus mejillas: A EL le fue arrancada su barba, haciéndole sangrar su rostro. Fue humillado, para que cualquier ofensa, o palabra que venga contra nosotros, sepamos que fue primero recibida y también crucificada por Jesús en la cruz, y su sangre limpia toda mancha y arruga de nuestro rostro. Su costado: Fue traspasado. Es lo que representa la parte de nuestro corazón transplantado para que no lo dejemos dañar con actitudes y sentimientos contrarios a los que Jesús ganó para cambiarnos, y para que reflejara y viviera siempre en su verdad. Nuestro nuevo corazón le costó el suyo y debemos cuidarlo de las influencias del mundo y su maldad y vivamos en su justicia y la declaremos aquí en la tierra. Sus manos: Fueron clavadas, desangradas, para darnos autoridad. Nuestras manos llevan su unción y su poder para transformar todo aquello que toquemos, para declarar la verdad, la prosperidad, la sanidad y la libertad en Su Nombre. Asimismo, podamos levantar manos santas en alabanza y adoración al Único digno y con ellas, servirle con entrega y dedicación. Sus lomos: Tiene que ver con la justicia de Cristo, para que en medio de las injusticias de la vida, establezcamos la suya en todo. También es tipo de la circuncisión que produce dolor, humillación y sufrimiento, la cual deja marcas que en nuestras acciones y protege nuestros vientres para que den sólo vida y se multipliquen para la extensión de Su Reino. Sus pies: De igual manera, fueron sacrificados y clavados para que hoy dondequiera que pisemos con el calzado del apresto del evangelio de la paz, tomemos dominio sobre territorios que el ladrón nos arrebató, para que, con un pie crucificado como el de nuestro Salvador, “hollemos serpientes y escorpiones” al colocar la planta de nuestros pies, trayendo la restauración como hijos y herederos de Dios que somos en Cristo Jesús. Su espalda: Lacerada, para que fuésemos libres de los yugos de iniquidad, de maldición y de toda carga de opresión que quisiera atentar y atar nuestras vidas. El nos hizo libres de toda maldición y nos redimió de ella para que hoy disfrutemos de plena libertad, perdón, salud, física, mental y espiritual, y tengamos prosperidad en todo. “Por su llaga fuimos sanados”. Isaías: 53: 5. Por tanto, la obra de Cristo no fue un acto o espectáculo más para ser sólo predicado o televisado. Es la representación más grande y poderosa del amor de Dios a través de Su Hijo Jesucristo, que puso al descubierto en la cruz, toda la obra satánica y demoníaca, y la tengamos como nuestra más grande “armadura” y “cobertura” para ser verdaderamente libres y vivamos vidas bendecidas día a día, arrebatando, conquistando, declarando y decretando nuestra victoria y conquista en todo lo que hagamos y donde vayamos. “Y a vosotros, estando muertos en pecados, os dio vida juntamente con El, perdonándoos todos vuestros pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros…clavándola en la cruz, y despojando a los principados y potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. Col: 3: 13-15. La verdad es que el recibir en mi espíritu cada verdad de la palabra de Dios, el conocer Su poder transformador y el ver mi vida liberada, sanada y prosperada en todo, no me hace sino estar rendida a sus pies todo el tiempo. Su inmenso amor es para mí aún mayor que lo que la redención significa. Va mucho más allá que la revelación y sabiduría de una verdad dicha para renovarme. Por eso cada día, en adoración, en humillación, en el deleite que implica pasar tiempo en Su presencia, buscando agradarle en todo, he encontrado la “mesa espiritual” de la que desea que coma cada día, y no sólo esto, sino también su corazón, su amor, su gracia, su poder y su unción. Mis mejores momentos, no son los que paso solamente en un servicio, ni en una predicación; sino cuando estoy en Su Presencia, adorándole, en medio del llanto, en risa, en silencio, en entrega; y cada una de sus verdades con sus olores fragantes, son recibidas en el corazón; que sólo podrán ser olidos y percibidos, por aquéllos que han sido preparados por su preciosa palabra, lo cual no puede ser nunca sustituido por ningún trabajo para el Señor.”Mejores son tus amores que el vino”. Cant: 1: 2. Cuando llegamos al punto de de vivir con nuestra voluntad rendida ante el Señor, aprenderemos más a amarlo a El, que los beneficios que podemos obtener de su misma obra redentora. Porque todo pasa, pero su amor permanece para siempre. Por eso quiero concluir este capítulo haciendo referencia al hecho de que todo guerrero es un adorador en potencia, y viceversa. Es como la cara del “águila”. Un lado de ella representa la “guerra” y el otro lado la “adoración”. Es imposible que uno, después de haber experimentado la revelación de la palabra, la redención, el poder liberador de Cristo en el proceso de transformación y renovación, no llegue a ser un verdadero guerrero, deshaciendo las obras de las tinieblas y siendo un arrebatador de bendiciones. Por otro lado, creo menos posible, que conociendo el amor de esa verdad, sanando, renovando, restaurando su mente y corazón, no viva rendido(a) a los pies de Jesús, amándolo, buscando su rostro, entregándose, obedeciendo y conociendo su perfecta voluntad, para ser testigo en el propósito y visión que traerá Gloria y Honor al Rey Jesús! Es por eso que debemos vivir en el balance de una y otra. Hay quienes se dedican tanto a guerrear solamente, que andan en una actitud rugidora todo el tiempo, y esto revela sólo una cara del águila, asociando todo con el diablo y con la guerra solamente. Pero la otra cara, revela también la actitud de amor y rendición al Señor, de modo, que en una y otra forma de oración, sea guerra o adoración, fluyamos en el espíritu correcto, para amar y honrar siempre la palabra y el Nombre del Señor por amor a El. Es dejar de escucharnos a nosotros, para entrar a oír su dulce voz, revelándonos sus verdades y secretos; allí en el lugar de la humillación, donde vemos con ojos de paloma, ese “lugar secreto”, “esa habitación” en la que nos espera el Señor y Amo de nuestras vidas…”tus ojos como de paloma”, para ver todo como El lo ve y recibir su visión; y no como nuestros sentidos naturales perciben las cosas. Mis mejores momentos los disfruto en adoración a Dios; exaltando su poder, su amor, su palabra, amándolo… y su Santo Espíritu me mueve siempre en la dirección que desea, oro, clamo, gimo, guerreo, declaro, establezco, profetizo; o simplemente, me doblo, o levanto mis manos, mi rostro, mi corazón, en la actitud que honre y traiga siempre la Gloria al que ama mi alma. Es un estilo de vida combinado: adoración y guerra. Por eso, al adorar, veo la manifestación de la justicia de Dios en mi vida y en lo que hago. Anhelo que se manifieste su Gloria y su poder en su pueblo; he sentido cada vez más su respaldo para establecer su palabra, su gobierno; para decretar y ordenar, además de sanar y liberar y bendecir vidas. Este es el resultado de una vida de entrega y que conoce y traza bien la palabra de verdad. Cuando entramos al Lugar Santísimo, cubiertos con la “columna de humo” que despide la fragancia de Su humildad, entonces el Espíritu Santo construye alrededor de nuestro corazón, una pared, una coraza, que nos protegerá de los dardos encendidos del enemigo; y en ese momento, éste sólo vive para amarlo y adorarlo sólo a El. Allí encontramos las fuerzas para avanzar de su mano, y también el descanso físico y espiritual, además de poder ministrarle como Reyes y Sacerdotes. “…Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, a El sea la gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”. Apoc. 1: 5-6. CAPITULO XI LA VIDA EN EL PALACIO Hay un libro en la biblia que me seduce cuando de hablar de cambios, victorias e intimidad con el Señor se trata. Me refiero al de Cantares; y lo relaciono con los dos personajes femeninos sobre los cuales más he predicado y con los que más me identifico: Débora y Esther. En el capítulo anterior mencioné las dos caras que nos hacen ser, por un lado guerreras, y por el otro, adoradoras. La experiencia restauradora de vida que en este tiempo disfruto, no es producto de años vividos cronológicamente hablando, sino de la madurez alcanzada en el Señor y que me hace entender el por qué de las cosas y dar testimonio de todo, con la sabiduría del Señor. Hoy mi vida es otra cosa, es otro mundo, y puedo decir que la palabra que habla del “traslado al reino de su amado Hijo”, en Colosenses 1: 13, se ha cumplido en mí literal y espiritualmente. La he experimentado en todo mi ser: espíritu, alma y cuerpo y por eso mi vida es hoy totalmente diferente a la que antes viví y conocí. Lo más importante para mí ha sido el tener una revelación del Cristo resucitado, de Su amor, Su verdad y la comunión con el Espíritu Santo de Dios. Todo lo demás se recibe y vive como resultado de la gloria que está detrás de la cruz. Señor, Por dónde voy? En mi vida tengo el testimonio de los pasos y niveles por donde Dios me iba llevando. Una vez, en esos momentos de intimidad con el Señor, le pregunté, más por sentirme mimada que por otra cosa: ¿Por dónde voy contigo? En qué nivel o estado estoy? ¿Qué soy para ti?...Porque tratas y cambias tantas cosas en mí mente, carácter y naturaleza, que no sé…Y me dijo, eres “mi esposa”. Sabía cómo me llevaba de una lección de vida a otra; de un conocimiento a otro; de una experiencia a otra, de un aprendizaje a otro, según el testimonio de la palabra operando en mí. Así como un niño que aprueba un grado y es promovido; así mismo, me llevaba, enseñaba y guiaba el Espíritu Santo. “Huerto cerrado eres, mi hermana, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada”. Cantares: 4: 12. Cuando me habló de que era esposa, les confieso que teológica o doctrinalmente no entendía, en el concepto que antes tenía acerca de esto. Pero cuando comparaba lo que yo antes era como cristiana y como esposa en lo natural, podía ver lo difícil que me había resultado el proceso de quebrantamiento y sujeción al que Dios me sometió, hasta llegar a caminar de manera espontánea en obediencia, sin que después me resultara un sacrificio. Al principio para mí no fue nada grato, pero en ese caminar diario con el Señor; con la ayuda del Espíritu Santo, se me hacía menos duro el obedecer lo que El quería cambiar de mí. Ciertamente somos su hermana, por el parentesco que existe a través del don de la salvación por la sangre de Jesucristo; pero a la vez nos llama su esposa, por el crecimiento obtenido, por haber alcanzado la estatura espiritual requerida para serlo y logrado la madurez espiritual bajo el cuidado y demandas del Rey, el Esposo, y el corazón de ella es ahora virgen, reservado solamente para El…”huerto cerrado, fuente sellada y cerrada”. Antes había muchas zorras pequeñas que se mostraban a través de mi naturaleza y robaban las vides y las tiernas uvas de su gozo en El, levantando una pared que dividía esa relación de intimidad con el Amado. Ahora mi vida era diferente, porque el mismo Espíritu Santo levantó una protección con la palabra de Dios como escudo, mientras pasábamos tiempo solos, El y yo, sobre los montes de Bether. Es por eso que el corazón de un creyente entregado a complacer sólo a su Amo y Señor, le impide tener otros amantes que le roben a El su lugar. Esto es lo que lo mantiene guardado del orgullo, manteniendo la pureza y la santidad, donde el Señor gobierna y controla todo para que le sirva y ame sólo a El. “Y Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y engordará tus huesos; y serás huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. Isaías: 58: 11. “La verdad brotará de la tierra; y la justicia mirará desde los cielos”. Salmo 85: 11. De verdad que vivir estas verdades de la mano del Esposo, viendo cómo me iba llevando con tanto cuidado, cambiando cosas en mí; la manera tan cuidadosa como protege cada semilla de verdad que ha ido sembrando en el jardín de mi corazón, en el que no hay nada ni nadie que pueda penetrarlo, a menos que El mismo, se lo permita. De este huerto es que puede salir el fruto del Espíritu, que no sólo embellece y da vida y riqueza a la tierra, sino que también se producen las especies, cuya fragancia para el Señor, el Amado de mi alma, resulta agradable al ser transformada en alabanza y adoración para El. De esta misma manera nos lo muestra el libro de Apoc. 21: 11-12, cuando habla de la Nueva Ciudad, la Esposa de Dios y del Cordero, está la muralla construida sobre doce fundamentos, teniendo doce puertas de perla. Este número representa el gobierno sobre el cual la Esposa ha estado sujeta al Esposo Celestial. Allí están el árbol de la vida, Cristo, y el río cristalino de las aguas de la palabra viva y revelada. Es hermoso saber, conocer, entender y vivir en esta esfera, donde debemos elegir la verdad en todas las situaciones que nos encontremos, para no permitirle al enemigo que nos haga caer ni creer en sus mentiras, ganando territorios y queriendo mantenernos en su miseria y fracaso; el dolor y la tristeza. Unámonos al esposo, a su voluntad, a su verdad y veremos cómo éstas protegerán los tesoros que El ha depositado en nuestro corazón, y El mismo se encargará de darnos la victoria por encima de lo que el enemigo quiera venir a robar de nosotros, a través del sello de Su Sangre, de Su Nombre y de Su Palabra. Esto se conoce y se vive en la intimidad con el Amado de nuestra alma. Por eso el Esposo, nuestro Dios nos cela y anhela celosamente, porque lo que El ha tomado y edificado alrededor nuestro, le pertenece y no quiere que sea contaminado ni mezclado con nada que tenga que ver con la carne y con el mundo. La continua presencia de Dios me llevaba a una intimidad mayor que traía más compromiso y preparación. Toda novia que se atavía en el espíritu, es apta para ser la esposa de su amado y su entrega sale de una determinación en su corazón de agradarlo, amarlo, obedecerlo y nunca se cansará de buscarlo, servirle, sujetarse y seguirlo; no por las bendiciones que le da, sino porque por encima de todo anhela vivir sólo para El. Cuando esto es una realidad en nuestra vida, debe ocurrir del mismo modo en nuestra relación de pareja. Veía el paralelismo entre mi relación con Dios y lo que El deseaba y esperaba, así como con mi esposo. El que tengan complacencia en lo que les gusta, es lo que atrae sus corazones hacia el nuestro y que Su favor esté en nuestra vida. En mis fuerzas nada hubiese logrado; pero su ayuda me hacía ver que lo difícil que era para mí ceder ante sus demandas, se debía también a lo fuerte que era mi naturaleza carnal, con relación a la que el Señor quería cambiar en mí. Pero he vivido experimentando el poder sobrenatural de Su Gracia atrayéndome más a El y alejándome de todo lo que antes era y hacía. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, la gracia”. Rom. 6: 14. El apóstol Pablo dice en 1ª. Cor. 9: 27, “Antes hiero mi cuerpo y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser eliminado”. El no se refiere aquí a la salvación; ésta es un acto de la gracia de Dios. Se está refiriendo, a la posibilidad de formar parte de la esposa de Cristo, de ser diferentes, de cambios en la mentalidad y manera de vivir; no ser cristianos del montón. Temor a Jehová He entendido y conocido por la vida de relación con el Señor, que la mayoría de cristianos viven el evangelio de la complacencia y el costumbrismo; así mismo funcionan con sus parejas. Tan rutinario todo, que no viven, sólo sobreviven. Esto ocurre por vivir descuidadamente, sin rendirse y seguir haciendo su voluntad dentro del ministerio, del hogar, la iglesia, el trabajo, las relaciones, han perdido el privilegio o puesto, que Dios ha reservado para llevarnos a ser su “esposa”, y llegar a vivir con esta condición de “reyes” del Palacio del Reino, aquí en la tierra, como ya El lo prefijó en todos los tiempos y estableció en los cielos. Así debemos vernos y así estamos destinados a vivir. Esto es algo real; no imaginario, ni de cuentos de enamorados. Es triste, pero hoy la mayoría de cristianos viven sin temer a Dios; no les importa cómo actúan, piensan, deciden, para luego responsabilizar al Señor de los nefastos resultados. Por eso, el conocer la manera cómo nos conducimos con el Señor, es lo que no nos permite estar en todo lugar, con aires de exhibicionismo, ni de querer figurar, porque el mismo Esposo se encarga de lucir su esposa, no la comparte con todos, ni la deja estar en todo lugar. La oculta a la vista de todos, porque esa muralla de protección que El ha colocado alrededor de ella es precisamente para protegerla de todos aquéllos que quieren curiosear sus verdades y tesoros, pero no porque anhelan la verdad, sino por darse el gusto de escucharla, pero sin la disposición de vivirla. Por eso las verdades reveladas, los perfumes aromáticos y el protocolo en el Palacio, sólo están reservados para los que manifiesten con el corazón, el deseo de ser transformados por el poder de Su Espíritu, en dispuesta obediencia y mantenerse el tiempo necesario para ser perfumados con los aromas de Su Presencia. Sólo que, los que no desean caminar en el temor del Señor, no podrán ver las riquezas de Su Gloria, ni entenderán la razón de este andar cuidadoso de no desagradar al Señor, porque esto sólo se logra cuando El mismo los coloca en el corazón de la esposa. Sólo verán un aspecto externo, sin belleza, porque no les será descubierto el huerto sellado y cerrado, de donde salen las fuentes de agua, los hermosos y frutales árboles, ni oler las fragantes especias con las que El mismo perfumó a su amada. Por esto muchos se inquietan e incluso molestan cuando no alcanzan esta estatura con el Amado; porque sólo la viven los que anhelen los tesoros escondidos que El tiene reservados para los que le aman de veras, pero no quieren la vida de entrega y rendición, para que les sea construida la muralla de la Verdad y del Temor al Señor, y retener así, los tesoros de la sabiduría y las bendiciones que le siguen a los que le aman y siguen su justicia. Todo lo que el Señor iba cambiando de mi relación con El, se daba paralelamente en mis relaciones con mi esposo. La total dependencia que yo tenía de El, igualmente me la demandaba en mi hogar. Así me fue llevando, a la vez que sentía que un “temor santo y reverente” se apoderaba de mí en todo lo que tenía que hacer tanto en lo espiritual, como en lo familiar o financiero; en lo físico y social también. Hasta hoy, no soy capaz de decidir solamente por usar mis sentidos naturales o la lógica simplemente. Me aseguro en Dios, en el consejo y la sabiduría que me ha dado; con mi esposo, mi familia; que lo que haga esté alineado y en el orden de Su perfecta voluntad. Esto honra al Señor y desata su favor sobre nosotros y trae su recompensa. Es mi deseo agradarle y complacerlo siempre, y que sea quien se lleve toda la gloria. Todo deseo que no nazca de El, no me lo permito, por eso, la muerte del “yo” día a día, me da absoluta seguridad de lo que decido y hago en El y para El. El Protocolo del Palacio Toda mi vida ha sido reorientada por el Señor; ha cambiado mis hábitos, costumbres, principios, sentimientos, actitudes, estilos de vida. Esto incluye todo lo que me rodeó siempre, tanto en lo espiritual; así como en lo que respecta a mi hogar; la manera de administrar; los principios para la familia y las relaciones interpersonales; el orden y la disciplina, los límites que me ha fijado el conocer las verdades que la sabiduría de Dios me ha establecido; las cosas a las que me ha pedido renunciar. En fin, ha sido una entrega total, que puedo decir con propiedad, que en todo y por todo dependo de Su voluntad. He aprendido a hacer las cosas a la manera de Dios, en su sentir, en su sabiduría; sabiendo que cuando obedezco, todo lo que hago prospera y que el favor y la gracia de Dios están sobre mi vida respaldando y supliendo lo que hace falta. Todo esto lo he aprendido del Mardoqueo que todos tenemos desde que recibimos al Señor y somos candidatos a ser elegidos para vivir con una mente de reino; el cual nos enseña y guía a toda verdad, revelándonos a Cristo. Este es el Espíritu Santo de Dios. Ha sido un perfumar nuevo en el “protocolo” del Palacio, para llegar a cambiar todo de mí, en intimidad con el Amado: -Mi manera de pensar. Es tener sus pensamientos. -El lenguaje. Declarando su palabra con fe y hablando con sabiduría. -La manera de caminar. No haciendo mi voluntad sino la de El, para no caer, dejándome llevar por EL en todo lo que hago. -Mis actitudes. Haciendo las cosas a su manera y en su tiempo. -Mi egoísmo. Para esperar en EL y dejarlo decidir sin exhibirme. -Mi rebelión. Aprendiendo a sujetarme y dejándome guiar en todo. Esto requiere una disciplina y aprendizaje continuos, que va desde los pequeños hasta los grandes detalles. Sobretodo, un sometimiento al gobierno del Señor, bajo su mente, su palabra y su cruz. Este trato solo es posible si El lo provoca; no depende de fuerzas humanas, ni de imitaciones; no se trata de decir “hasta aquí”, “ya renuncié a esto” y creer que ya terminamos de aprender las leyes del reino y del protocolo. Es una determinación, donde el hambre y sed por su palabra, y su sabiduría para aplicar el conocimiento revelado en todas las áreas, son las que hacen que el amor de Dios permanezca y crezca más y más en nuestra vida. “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado”, dice Rom. 5: 5. En este tiempo de preparación con el Señor, Esther tuvo que perfumarse diariamente por espacio de un año para quitarse los “malos olores” que traía de la religión, del sistema humano en el que hacía las cosas; de las tradiciones y métodos naturales con los que acostumbraba resolverlo todo; tuvo que renunciar a viejos sentimientos y cosas en las que se deleitaba, porque ahora no tenía que depender de eso, ya que venía determinada a aprender y a cambiar para ser usada con un propósito y en el tiempo correcto, con la persona correcta. Yo tampoco podía escapar a este proceso, si de veras quería que mis condiciones cambiaran. Así como ella, que debió estar en otro ambiente, con gente nueva y con mentalidades diferentes; su conducta no podía ser la misma, ni su lenguaje tampoco, además de alguien especial que la instruyera y guiara hacia lo que el Amado exigía y gustaba, desea el Señor llevarnos a su palacio para formar en nosotros un nuevo carácter para que plasmemos Su imagen y naturaleza en todo. Las ideas con las que Esther creció y vivió eran contrarias a las del palacio. También su cotidianidad debía desaparecer, así como su ciudadanía. Debía servir de otra manera y arreglarse distinto. Fue un sometimiento que la comprometía a cumplir un elevado propósito de vida y eso marcó la diferencia. Pasó “de lo ordinario a lo extraordinario”. Creo que entendió no sólo la necesidad, sino también los tiempos en los que le tocó vivir, para prestarse a provocar reformas. Es lo que el Señor requiere hoy de los que deseemos ser, no solamente cambiados, sino también usados por El en la extensión de Su Reino. Los perfumes del palacio Creo que en este tiempo tan especial de parte de Dios, necesitamos vivir una vida sometida al Espíritu de Dios, para que los perfumes del “nardo” de la paz; el “azafrán” de la tolerancia; la “caña aromática” de la benignidad; la “canela” de la bondad; el “incienso” de la fe; la “mirra” de la mansedumbre y la humildad; los “áloes” de la templanza; las “corrientes” de la justicia; los “pozos” de agua de la vida y el “agua de la fuente” del temor de Jehová; den testimonio de la madurez alcanzada por quien esté dispuesta(o) a ser la elegida como la esposa del Rey. Esto no tiene que ver con sexo, es para todo creyente en Jesús, que forma parte de la esposa de Cristo. Es una preparación en el espíritu, que te da seguridad de que no eres del grupo de las doncellas, sino que vives como una esposa, preparándose en las cámaras secretas del Señor. Si queremos que su gloria sea vista en nosotros, vamos a tener que salir de lo común y carnal, para vivir en lo sobrenatural, lo perfecto y lo santo de Dios. Cuando pasé por este tiempo de humillación, quebrantamiento y obediencia, empezó en mi vida a formarse el “árbol de la vida”, con un fruto sólido en todo sentido, la palabra creciendo y multiplicándose; producto de estar pegada constantemente a la fuente de vida, mirando la cruz y en actitud de adoración; y lo que deseo cada día que pasa, es no ser sólo un recurso que viva alimentándose; sino poder regar otros huertos que lo necesiten. Del reino nace la necesidad de prepararse y darse continuamente para compartir verdades que liberen y sanen a un pueblo y lo lleven a su destino. Cuando la reina Esther se preparó, para aprender a darle al Rey sólo lo que a El le gustaba, lo hizo con un propósito: el de liberar a su familia y nación de una destrucción segura. Por haberse sometido a las reglas del protocolo y haberse dejado preparar por el siervo asignado, tipo del Espíritu Santo, fue que alcanzó gracia delante de los ojos del Rey, quien complació su petición e hizo justicia, porque ella logró cautivarlo con los “olores del incienso” de pureza, sometimiento, rendición, santidad…resultó ser la elegida, la novia del Cordero, para ser desposada por El y pasar a ocupar un lugar de prominencia e influencia dentro y fuera del Palacio. Rey de Reyes y Señor de Señores Amados lectores, mi vida ha estado rodeada no sólo de acontecimientos, de gente, de situaciones, pero también de grandes testimonios, que han hecho posible que hoy pueda disfrutar de todo lo bueno que viene sólo del corazón de Dios y que me han levantado como una mujer de propósito en la visión que El tiene y que ha de cumplirse en todos aquéllos que deseen como yo, enfilarse en el grupo de los valientes que aceptan ser tratados por Dios para dejar de ser los mismos y ser llevados a ser y hacer “algo diferente”. Es querer convertirse, no de palabra, sino en la realidad, con vestiduras de reyes y sacerdotes, con mentes de hijos del rey y lo reflejen; viviendo con la cultura de la excelencia, rompiendo con estereotipos de lo común y ordinario; con conductas que manifiesten la verdad de Cristo, así como su naturaleza y carácter; que busquen primero conocer las leyes del reino de los cielos y puedan llegar a ser personas de influencia, de testimonio; que vivan con seguridad y salgan del conformismo y de la mediocridad en la que la ignorancia los ha mantenido cautivos. Se puede lograr! Con Cristo todo lo podemos! El es nuestro ejemplo de realeza, de linaje y de humildad también. El es el Rey y nosotros también debemos aspirar ser representantes dignos de su reino cada día en nuestra vida! Hoy puedo testificar que si lo hizo conmigo, también lo puede hacer con cada uno que quiera ser candidato a someterse y dejarse moldear por Jesucristo, el Alfarero Divino, de donde saldrá transformado como un “Vaso de Honra”, no por ser visible en un ministerio, ni por hacer un seminario o por alcanzar un título teológico. No, sino para estar en posiciones de honra, de gobierno, de autoridad y de influencia, en el mundo espiritual, dándole honra al Rey; no de palabra, sino en vida, en testimonio y en verdad. No para seguir en la posición de mendigo, sino trabajando y sembrando, para prosperar y llegar a dar y a servir a otros la palabra que los lleve a otro nivel en el Reino de Cristo. No para vivir como vivía antes, sino para demostrarle al cielo, al infierno y a la gente, que con el Señor del cielo y de la tierra, podemos llegar y atrevernos a hacer grandes cosas y alcanzar metas; conquistar territorios, y vivir con mentes que traigan gloria y honor al Rey de Reyes y Señor de Señores! En el diseño de Dios, debemos vernos como El nos ve, y asumir el rol que nos toca como hijos en su perfecta voluntad y propósito. No sigamos los dictámenes de nuestra mente, del hombre, aún de lo que se plantea en el ámbito eclesiástico. Pongámonos a la orden del Supremo Rey y sigamos las instrucciones del Espíritu Santo para que sepamos y entendamos qué fue lo que quiso formar en nosotros desde el principio: Su carácter y su verdad, para que le sirviéramos a su propósito. Lo descubrimos si tan sólo dejamos a un lado nuestros intereses para servir a los suyos. El nos viste entonces de sus vestidos de lino fino y resplandeciente, para que le representemos con dignidad, como herederos del Rey, en los lugares donde nos ha colocado: el hogar, la familia, el trabajo, la empresa, la iglesia, el ministerio, la ciudad y todo lugar donde vayamos. Todo esto me ha cambiado; me ha mudado la mente y el corazón, respecto a la verdad, a la vida, las circunstancias, la familia, las relaciones, el concepto tradicional de iglesia, los hábitos y mi estilo de vida. He dejado atrás el conformismo, la rutina, lo normal…busco unirme y acercarme a otros que hayan alcanzado más que yo, para aprender y crecer más cada día de sus consejos, vivencias y revelación. Hoy lo miro todo y lo vivo conforme al sentir y al mover de Dios; en su visión, con una actitud de vencedora, una posición de reina, con la seguridad que tengo en la palabra de autoridad. Todo mi ser, espíritu, alma y cuerpo, le pertenecen a mi Rey, a quien amo por encima de todo y todos. Sólo vivo para El, para agradarlo y obedecerlo. Lo demás es añadidura. El ha mudado todo de mí, y mi deleite es y será siempre el hacer sólo Su Voluntad, aún a pesar de mí misma y de los demás. A mi REY JESÚS le debo todo lo que soy, tengo y puedo. EL ha trasladado mi vida en todas las áreas, DEL DESIERTO AL PALACIO!