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Prólogo
Nací en un hogar cristiano, donde sólo conocíamos de la iglesia, la Escuela
Dominical, servicios cada domingo y de uno que otro Congreso o
Convención Anual a los que asistía regularmente. No teníamos recursos
pero no carecíamos de lo más esencial para vivir, aunque como todo niño,
siempre anhelé tener aquello que no tenía en todas las áreas del que
hacer humano. Toda mi familia, desde mis abuelos, mis padres, mis
suegros, al creer en el Señor, se convirtieron en pioneros del evangelio en
el pueblo donde vivían, y por convicción unos, y por tradición otros, la
mayor parte de toda nuestra familia, escuchó y aceptó el evangelio. De
ellos podemos decir, heredamos principios de integridad, de humildad, de
responsabilidad, de verdad y fueron ejemplo de unidad familiar en todo.
Así se desarrolló toda mi vida y aquí nacimos y aquí permanecemos aún.
Con esto quiero decir, que a pesar de las carencias en muchos aspectos,
creo lo que dice Eclesiastés: tiempo y oportunidades acontecen a todos (9:
11), y porque a pesar de no haber vivido en otro lugar, Dios sí puede
levantarnos y hacer de nosotros lo que dice en Su Palabra en 3ª. Juan 2,
no importa cuál sea la condición económica, social, familiar o geográfica
donde nos encontremos, sólo que decidamos dejarnos quebrantar por el
Señor, rindiendo nuestra voluntad a El y renovemos el espíritu de nuestra
mente, hasta alcanzar madurez en los principios de la palabra y sea ella la
que gobierne nuestras vidas en todo.
Capítulo I
NUNCA ERA SUFICIENTE
No conocí otro ambiente, que no fuese el de una iglesia, y en el seno de
una familia con principios y valores cristianos, y aunque la idea no es
denigrar de nada ni de nadie, siempre fui una persona inconforme,
insatisfecha de todo lo que tenía y de todos los que me rodeaban, desde
todo punto de vista; me rebelé siempre contra todo lo que representara
rutina, mediocridad, aún cuando yo la vivía en mi mente sin saberlo.
Unido esto a mi mal carácter, llegué a enfrentar las autoridades,
rebelándome, cuando, desde mi punto de vista, creía que no debía ser. En
el fondo de mi ser y sin entender, nunca estuve de acuerdo con lo que a
mi modo de ver no era justo. Todo lo que yo quería tener o recibir lo
supeditaba a lo que otros hacían, sin entender que sin la verdad y la
justicia de Dios, revelada a través del Espíritu Santo, nada iba a cambiar
dentro de mí. Por eso, con lo que no estaba de acuerdo, lo enfrentaba con
mi carácter, con mis fuerzas y fijando mis posiciones al respecto, pero sin
la autoridad del testimonio de Cristo en lo que hacía o decía; todo lo cual
reflejó siempre mi hambre por tener y saber lo que no conocía; como
dijera Job: “Hablaba lo que no entendía…”
Desde niña crecí con la idea de llegar a ser diferente, era un torbellino de
ideas y deseos; inquietudes e inconformidades, que ahora entiendo, los
canalicé u orienté mal, por muchos sentimientos y actitudes, que me
llevaron a buscar salidas en situaciones y personas que marcaron mi vida
en ciclos, hábitos y conductas que en nada cambiaron mi corazón, ni
saciaron mi alma. Por ello el carácter que yo reflejaba era lo más distante
del de Cristo, y mis actitudes, la insatisfacción que sentía por todo y todos.
Siempre estuvimos en iglesias afiliadas a la organización de las Asambleas
de Dios en mi país, de la cual siempre estuve orgullosa a pesar de toda mi
ignorancia y de todo lo que implicaba el
apego a las normas y
reglamentos de la misma. Participé, junto a mi familia de todo lo habido y
por haber, Conocí a todo tipo de predicador que ministraba, tanto local
como nacionalmente y ejercí todo tipo de cargos en la iglesia. Como
“buena cristiana” trataba de mantenerme en esa línea de servicio: oraba,
leía la Biblia, asistía a todas las reuniones, diezmaba y ofrendaba fielmente
y hospedábamos a todo el llegaba a la ciudad. En otras palabras, puedo
resumirlo así: mantenía una imagen de “buena evangélica” y a toda costa
quería y debía mantener ese status como líder en todo lo que se hacía y
promovía. Debo referir que este sistema o estilo de vida cristiano se
convirtió en una “ley” para todos los que por años ejercimos cargos en la
iglesia: controlar grupos, ejercer dominio, tener acceso a información,
pero sobretodo creernos con derecho a saberlo todo y a participar de
todo; es decir, una especie de “caciquismo” cristiano.
En esta línea de pensamiento y sistema eclesiástico fui formada y creía
que allí estaba todo, que no había más nada ni mejor que esto. Era mi
círculo, mi estilo de vida…Pero en el fondo de mi corazón se mantenía la
expectativa por “algo más” y eso creó en mí muchos conflictos,
inseguridades, insatisfacciones, rebelión y una frustración que me llevaba
a querer controlar todo de manera egoísta, a criticar y a querer hacer
siempre planteamientos y propuestas, producto de esa hambre por algo
diferente, pero que sin saberlo, sólo exaltaban el ego de mi intelecto,
dones, capacidades y ciertas habilidades naturales, que aunque eran
dadas por Dios, eran virtudes no santificadas; no reflejaban el carácter de
Cristo; elementos éstos que manejaba muy bien con mi elocuencia y
poder de convencimiento, pero que aún así no llenaban mi corazón, ni
produjeron cambios en mi ser interior, sino que más bien, alimentaban
más mi naturaleza carnal y pecaminosa, y mucho menos en mi carácter. Al
contrario; busqué satisfacer todas mis expectativas entre gente,
actividades y ministerio, dejándoles dicho a mis lectores, que en todo yo
quería servir al Señor siempre, y de verdad, ésa fue una motivación que
me acompañó y prevaleció en mi en todo momento, porque creo que sin
hacerlo de la manera correcta, lo amaba y sabía que EL era el camino, la
verdad y la vida, sólo que no conocía ninguno de ellos, por tanto, le servía,
lo seguía, pero por mi camino, no por el que El marcó en la cruz del
Calvario. Más adelante compartiré lo que es esto.
Carnal e inmadura
Todo esto me lleva a pensar en un Pedro: sanguíneo, controlador,
impulsivo, servicial, dispuesto, consecuente, pero maquinador y un
seguidor de Jesús, profundamente insatisfecho, que hizo y dijo todo lo que
en su mente y corazón había, dejando una clara evidencia de que en su
interior deseaba hacer muchas cosas y provocar otras, pero en sus
fuerzas, sin entender, ni conocer que era un individuo almático, que con
sus hechos y actitudes respondía como todo un carnal, de acuerdo a sus
estados anímicos y a sus intereses y conveniencia; lo cual revelaba y
reflejaba cuándo y cómo se mueve una persona controlada por sus
sentimientos y emociones, e incluso, por sus buenas intenciones, pero con
un corazón con deseos engañosos y un carácter inmaduro e inconstante,
llevado por el viento de las circunstancias.
Lamentablemente así camina un porcentaje bien elevado de creyentes en
la iglesia del Señor, donde incluso ministros y líderes se mueven de esta
manera porque desconocen lo que hay detrás del corazón y de la
naturaleza humana, la cual hemos tapado con el sistema religioso de las
hojas de higuera de lo que hemos considerado que es lo bueno y lo malo
en nuestros estilos de vida, dentro y fuera de la iglesia.
“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban
desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”.
Gén: 3: 7.
Cuando nuestro sistema humano, religioso, mental, carnal…es el que nos
gobierna con nuestras debilidades e iniquidades, entonces nos fabricamos
uno personal, pero que cubre la desnudez de nuestra alma a medias,
porque de una u otra forma vamos a reflejar o a querer aparentar en
nuestra vida lo que de verdad no somos ni vivimos, aunque anhelemos en
lo profundo de nuestro corazón, ser diferentes. Esto sólo puede ser
renovado en nosotros, sanado y liberado, cuando reconocemos que
nuestro carácter y naturaleza deben ser procesados y restaurados en su
totalidad y nos sometamos a recibir este trato, lo cual debe convertirse en
la “escuela obligada” de todo aquél que recibe a Jesucristo como Su Señor
y Salvador, esté recién convertido o tenga tiempo de haber creído, no
importando su posición dentro del cuerpo.
Es por eso que hoy la iglesia ha permanecido estancada, débil y sin fuerza,
sin testimonio ante el mundo, sin renovación, ni cambios internos en los
corazones, porque aunque se conocen hoy muchos conceptos nuevos de
“revelación”, aún se manejan sólo de manera teórica y usando métodos
ajenos, que no son otra cosa que delantales de hojas de higuera, sin frutos
ni resultados que reflejen un arrepentimiento y santificación del alma. Es
esto lo que traerá el testimonio de Cristo y Su Reino ante un mundo que
reclama y espera de nosotros un verdadero cambio y soluciones ante la
problemática existente en todos los órdenes del quehacer humano.
La iglesia aún se mantiene y sobrevive en un círculo de entretenimiento
donde todo sigue haciéndose de manera mecánica, rutinaria, y aún se
quiere hablar y aparentar un supuesto avivamiento, cansada por el exceso
de movimiento, actividad, imitaciones de dones, ministerios, y un sin fin
de programas que han sustituido la genuina y verdadera motivación de
todo creyente en Cristo Jesús, como es la permanente comunión con el
Espíritu Santo; la búsqueda de Su Presencia; la meditación de la Palabra, y
sobretodo, una actitud de humillación y quebrantamiento y de ser un
verdadero adorador, de modo que produzca en nosotros cada día un
arrepentimiento que nos cambie, renueve, transforme y haga actuar de
manera diferente. Hoy el mover de lo apostólico y profético está
llevándonos a este reconocimiento y a un nuevo nivel en cuanto a lo que
debe ser el mover cristiano antes de que Cristo venga por una iglesia
gloriosa, sin mancha, sin arruga y sin contaminación.
Creo que así fluirá la revelación de la Palabra de Cristo directo a nuestro
espíritu para que nuestra mente no sólo entienda o acepte una verdad,
sino que ella nos transforme desde la raíz en todo lo que había en
nosotros que no entendíamos ni conocíamos y nuestro corazón la reciba
por el Espíritu de Dios y nos dé convicción de pecado y de todo lo que
hacíamos que eran peso e impedían Su fluir. En consecuencia, nuestras
actitudes empiezan a ser diferentes, nuestros pensamientos comienzan a
ser transformados, nuestro corazón se va ensanchando, el sentir de Cristo
se establece y el testimonio de Jesús empieza a verse y sentirse en todo lo
que pensamos, hacemos, sentimos y creemos.
Entiendo y sé que es necesario, imprescindible, que todo hijo de Dios que
ha confesado a Jesucristo como Su Rey y Señor, sepa cuáles son las
implicaciones de esta verdad, y empiece a vivir como tal, y entienda y viva
este proceso como parte de su crecimiento y madurez en el Señor, porque
de nada vale haber nacido en el evangelio, tener muchos años en la
iglesia, ejercer cargos, o lo que es mas serio aún, ostentar un ministerio o
alardear de poseer una basta preparación teológica, si no se tiene una
revelación de la Redención y del Cristo Resucitado. Todo lo que se edifique
sin el fundamento de una verdadera liberación de nuestro hombre interior
y una transformación de nuestra mente, hasta ser uno con Cristo y Su
Espíritu, tendrá poca consistencia, credibilidad y poca o ninguna
trascendencia. Mucho se ha hablado en nuestros medios eclesiásticos y
organizacionales, pero sin mucha vida que realmente convenza, atraiga,
afirme y establezca. Por ello, es tiempo de que la iglesia hoy, se pare
sobre la roca y empiece a vivir lo que predica y a testificar de un evangelio
de poder, con evidencias, testimonio y estilo de vida acorde con el de
Jesús, que predique el arrepentimiento como una constante que lleve al
creyente a cambiar su manera de pensar, de creer, de hacer, de confesar,
no de labios solamente, sino a reflejar con sus hechos lo que dice, y deje
de aparentar lo que no ha podido alcanzar por las barreras mentales que
ha levantado; por las iniquidades y pecados que aún manifiesta; por las
corrientes filosóficas y de pensamiento humanista que se han infiltrado
sutilmente y un conocimiento teórico que para nada ha contribuido con el
fortalecimiento de bases y principios que hagan del Cuerpo de Cristo un
verdadero Reino que merezca ser imitado y seguido por el mundo.
Capítulo II
TOCANDO FONDO
No puedo hablar ni testificar de lo que desconozco o no he vivido. Como
dije al comienzo, desde mi niñez no conocí otro mundo que no fuera el de
la iglesia, y a pesar de que debo siempre agradecer a mis padres, abuelos,
suegros, el haber aprendido de ellos la verdad –digo aprendido, no
conocido-, de las que eché mano en todo tiempo para no hundirme en el
“día malo”, no puedo dejar de reconocer que no pasaron de ser un
aliciente, más no cambiaron mi estilo de vida ni mis circunstancias. Seguía
sin propósitos, sin entender, sin estar completa ni satisfecha.
La escuela del proceso
Me dí cuenta que a pesar de haber vivido tantos años en un ambiente
cristiano y haber participado de todo, no conocía a Dios, mucho menos
tener una revelación de Cristo y Su Palabra. Su verdad para mí sólo fue
una vana repetición sin resultados y no tenía profundidad ni raíces en mi
corazón; pero eso no lo entendí hasta que “toqué fondo”. Las normas,
reglamentos, estatutos y leyes bajo los cuales me formé sólo me
convirtieron en una persona legalista, fanática, religiosa y defensora de
una organización, más que de los principios que debían regir mi vida; y
esto, sin responsabilizar a nadie de mi estado; y nunca supe, mucho
menos entender, lo enmascarada que estuve y me mantuve, hasta el día
cuando Dios dejó que, como a un Pedro, fuese zarandeada para poder
meterme en la “Escuela del Quebrantamiento”, y hoy, de vuelta,
confirmar a mis hermanos cristianos y no convertidos… para no sólo
testificarles, sino también, indicarles el camino de la conquista, de la
victoria, de la restauración, de la excelencia y de una vida realmente libre
por lo que es la gracia y el amor de Jesucristo y Su verdad.
Siempre tuve sueños, deseos, ambiciones; pero también frustraciones,
insatisfacciones; sólo que nunca supe cómo canalizarlas, por eso pensaba
que para alcanzarlas debía hacer cosas para Dios, agradar a la gente, lo
cual me llevaba a servir y participar en todo, y como “buena sanguínea”
apelaba a todo lo que atraía, tenía y podía: mi ego.
Pero dentro de mí todo se complicaba cada vez más con mis sentimientos,
emociones, decepciones…era una mezcla de conflictos que trataba de
satisfacer por la vía del activismo, la complacencia a los demás, la
participación en todo lo que hubiera que hacer. Tapaba esto con más afán,
lo cual hizo que cada día mi alma se ligara a personas, actividades, deseos
de poder, y esta atmósfera de emociones encontradas buscaba llenar mi
vacío interior con una excesiva actividad que me llevó un día a vivir una
“crisis depresiva” por lo que tuve que utilizar somníferos que para nada
resolvieron mis conflictos internos.
De verdad que no me conocí nunca. Jamás supe lo que eran los estados
del alma; lo que había dentro de mí. No pensé que era capaz de sentir
tantas cosas en la carne; mucho menos imaginar qué había en mi
corazón…Con el tiempo y los procesos de Dios en mi vida y la
transformación de mi hombre interior, supe que era necesario que todo
cristiano conozca a Dios, conozca su verdadero yo y conozca también lo
que procede de Satanás. Así, no vivirá más engañado por su carne ni por el
enemigo de su alma; tampoco engañará al Señor, ni a los demás; sino que
será guiado por el Espíritu Santo a toda verdad, para ser redargüido,
convencido y enseñado por el poder de Cristo. En el cap. 7 del libro de
Romanos, vers. 15 al 22, el apóstol Pablo lo explica de esta manera:
“De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que
mora en mi”.
“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley; que el mal está en
mí”.
Cuando descubrimos que bregamos con el pecado, tenemos que entender
que no es el hecho de actuar de manera incorrecta solamente; sino
también con la raíz del pecado, que ha tomado cuerpo en nosotros, por lo
que debemos comenzar una nueva condición de renovación del
entendimiento; una determinación por querer abandonar y renunciar; así
como un cambio en los hábitos que vayan formando un carácter, para no
ser ya más esclavos de lo que antes nos dominaba. Es entonces, cuando el
Espíritu Santo dejará de estar apagado y comenzamos a estar conscientes
de su presencia, y viviremos así a causa de su justicia.
“Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el
Espíritu de Dios mora en vosotros…Pero si Cristo está en vosotros, e
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a
causa de la justicia”.
No puedo culpar a nadie de mis conflictos internos, ni de mis debilidades,
ni de las iniquidades, ni de las maldiciones que por generaciones pude
haber heredado; pero hoy me doy cuenta más que nunca, la necesidad
que hay de que en nuestras iglesias haya pastores, ministros, líderes que
entiendan que el hecho de haber creído en Jesucristo y haberle aceptado
y enseguida recibir un adoctrinamiento, no nos capacita para ser cristianos
libres de todo lo que nos ataba, sin llegar a entender que sólo cuando
nuestra alma es confrontada, no por un mensaje bonito o de prosperidad,
éxito o de movimiento -no de avivamiento- ya nos libera de los vicios que
traemos de nuestro sistema y formación, el cual arrastramos desde que
nacemos y alimentamos en todo lo que es nuestro ambiente, con el
entorno familiar, educativo, profesional, eclesiástico, etc. Qué triste es
que la iglesia, que es la que debe dar respuesta a todas las interrogantes y
solución a los conflictos del alma, no tenga el trato, el conocimiento
espiritual y la experiencia de una verdadera renovación y un
quebrantamiento entre los que nos llamamos líderes, para llevar a la
gente a una confrontación con sus razones, sentimientos, formas de
pensar, hasta que sea restaurada en todas las áreas de su vida. Esto es
“arrepentimiento”, es el Reino de los cielos vivo en nosotros.
“Amado, Yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que
tengas salud, así como prospera tu alma”. 3ª. Juan: 2.
Creo que la mayoría de creyentes que repiten una y otra vez este
versículo, se fijan sólo en la palabra prosperidad, pero les recomiendo más
bien que lo lean empezando por el final del mismo, es decir, comenzando
por la sanidad del alma. “En la medida que ésta sea libre, tendremos
salud en todo, y disfrutaremos de prosperidad en todas las áreas de
nuestra vida de manera integral, tendremos salud espiritual, mental,
emocional, física… sin que nos falte cosa alguna. Estaremos completos y
seguros; en consecuencia habrá prosperidad en todo.
Es que para dar soluciones con gracia, unción, autoridad y poder de Dios,
los que ministran en el altar deben conocer de qué cosas han sido
liberados, porque una cosa es saber que somos libres en Cristo y otra muy
diferente haber experimentado esa liberación por el poder de la Palabra, y
la llenura del Espíritu Santo al ser expuestos por ella. Siempre será una
decisión de cada día el querer exponernos a la luz de la palabra y
reconocer qué hay en nosotros que necesita ser cambiado. Por eso,
podemos repetir mensajes que apunten a cambios, pero sólo cuando la
raíz de pecado ha sido desarraigada empezaremos a dar frutos de
arrepentimiento y ya no podremos ser los mismos, ni predicar de la misma
forma, ni podremos conformarnos más a lo que éramos, hacíamos y
pensábamos. Empieza una verdadera revolución dentro de nosotros.
Creo que en ese “espíritu religioso” que nos hemos movido y disfrazado
con buenas obras, actividades y métodos nuevos, queremos seguir
gobernando y manipulando al pueblo de Dios, donde se cumple lo que
dijo Jesús en Mateo: 23: 13
“…Cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues, ni entráis
vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando”.
Con este espíritu se ha estado gobernando al pueblo de Dios, en las
iglesias y fuera de ellas, y a las organizaciones por años; y ésto ha
impedido que haya una verdadera libertad en la Palabra que los sane,
restaure y lleve a tener el testimonio de Cristo en sus vidas, recurriendo a
artificios y programas de hombres que para nada han contribuido a
levantar una iglesia saludable, con principios que realmente la establezcan
como baluarte y columnas para traer el Reino de Dios con el verdadero
espíritu de Jesús, con la palabra de verdad, para que ésta se vaya
cumpliendo con propósito en cada uno y traiga la unidad en el cuerpo,
además de la visión, y se haga Su voluntad aquí en la tierra como ya se ha
establecido en los cielos.
Es lamentable que por tantos años iglesias y ministros hayan estado
divididos, monopolizando y controlando con el espíritu de Jezabel a las
ovejas, e intimidándolas y trayendo sobre ellas más condenación y muerte
espiritual, sólo por complacerse sus caprichos e ideas sobre lo que
llamaríamos “Su Ministerio”, pero donde no hay palabra ni mucho menos
visión de Dios. Debo aclarar que este espíritu no se mueve sólo en
mujeres, sino también de manera fuerte en muchos ministros.
“…Y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión
con frecuencia”. 1ª. Samuel: 3: 1.
Muchos púlpitos son utilizados hoy para ministrar según las emociones o
estado de ánimo del predicador, manipulando con los sentimientos,
tratando de captar una audiencia ávida de escuchar una palabra que los
levante, restaure, confronte, enseñe y establezca sobre un fundamento
sólido y que lo lleve a alcanzar madurez. Sin embargo, no ha sido así. Esto
sólo se logra cuando el hombre de Dios tiene la visión de Dios y sabe
guiara al pueblo hacia los propósitos divinos y que cada uno ocupe el lugar
que tiene en el cuerpo de Cristo. Esto fomenta la verdadera unidad
espiritual del mismo.
Llegó el tiempo del Señor
Pero creo que el mismo Dios está tomando el control de todo en este
último tiempo y ya no seguiremos complaciendo nuestros deseos
carnales, ni “caprichitos” ministeriales, y por eso, como lo tuvo que hacer
conmigo para llevarme a su terreno, lo hará también con todo aquél que
crea que haciendo cosas para Dios a costa de sus deseos, aprovechándose
de la buena intención de los que asisten a las reuniones semanales, de los
sueños que vienen de ambiciones personales y egoístas, o adelantándose
a los planes y propósitos de Dios para figurar y/o mantener un status
dentro del cuerpo, sin haber sido procesados y moldeados en el horno de
la aflicción; sin pasar por las manos del Alfarero; me temo, que tocarán
fondo y tendrán que escoger entre seguir haciendo igual fuera de la
voluntad de Dios o ser usados con la unción del Espíritu Santo para
impactar vidas, ciudades y naciones con la revelación de Jesucristo y el
testimonio que da el haber sido transformados y cambiados por Su gracia.
“Jehová de los Ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera
que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinado… ¿Y
quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder?
Isaías 14: 24-27.
Dios desea que despertemos y que abramos los ojos a lo que desea
cambiar primero en nosotros, que salgamos del letargo y avivemos el
fuego del don que nos ha dado, venzamos sobre nuestra carne, nuestro
ego, nos liberemos del espíritu de competencia, de conformismo, de
mediocridad, dejemos de buscar soluciones a nuestros problemas
inmediatos cada día y aprendamos a vivir vidas victoriosas todo el tiempo;
que seamos guiados por el Espíritu de Dios y nos arriesguemos a confiar
en lo que día a día está produciendo en nosotros para cambiar nuestro
sistema y estilo de vida, y vivamos seguros en el día a día, sabiendo que EL
tiene control del barco que nos llevará a puerto seguro en todo. No
debemos ser unos más del montón. Somos llamados a ser diferentes, a
ser personas de influencia y a marcar la diferencia en todo para impactar
el territorio que Dios nos ha entregado por heredad, seguidos de Su visión,
Su revelación y Su unción. Hoy es el día agradable del Señor, El se está
moviendo en corazones y mentes que lo amen, lo honren y decidan vivir
vidas de santidad y de búsqueda de Su Presencia.
Capítulo III
CLAMA A MÍ
De un día para otro pasó un ventarrón por mi vida, donde me quedé sin
piso, donde todo se me vino abajo, ya la fuerza que había demostrado
tener no la tenía, la gracia y simpatías naturales de las que ostentaba ya
no me servían, los hermanos que antes habían sido mi apoyo ya no
estaban, el liderazgo que me mantenía activa ya no existía había
renunciado a mi trabajo, ya no estaba en la iglesia, producto de todas mis
carnalidades, las heridas que en ese momento causaron un daño profundo
a mi corazón, me desmoralizaron de tal modo, que unido todo ésto al
desconocimiento de lo que era mi verdadera naturaleza, conflictos
existenciales, que no son otra cosa que los estados del alma, me llevaron a
preguntarme, y ahora qué? Me lo repetía una y otra vez…Yo misma no
entendía, ni estaba en capacidad de reconocerme a mí misma, mucho
menos de saber qué hacer, dónde ir, por dónde empezar…de un momento
a otro me vi en un desierto, en un foso, donde sólo me quedaba ver para
arriba.
Dios nos deja caer muchas veces, de las posiciones que nos hemos
fabricado para llevarnos al lugar correcto. Muchos al comienzo no
entendemos que es para llevarnos a su lugar, a su mente, a su propósito;
pero sobretodo a ordenarnos, a limpiarnos, a renovarnos y a sacar de
nosotros el espíritu egocéntrico, el orgullo que proviene de ser y hacer
como creemos o entendemos, lo cual le es tropiezo para manifestar su
poder, su gloria a través de nuestras vidas.
Retroceder o seguir…???
En esta disyuntiva, me planteé muchas veces no insistir con el Señor, ni
perseverar en el Evangelio, es decir, que todo en mi vida se fuese dando
en el día a día, y no insistir más. Se apoderó de mi una especie de
frustración, de decepción por todo; que pensé que no valía la pena
alcanzar o luchar por lo que yo, creyendo que conocía, de verdad me daba
cuenta que ignoraba por completo. Pero al mismo tiempo me decía que
de verdad necesitaba conocer a Dios y deseaba que su palabra fuese una
realidad en mi vida. Ahora puedo decirlo de esa manera, pero mientras lo
estaba pasando no lo entendía, por eso no podía ni orar…y cómo? si no
conocía al Consolador que sabía pedir como conviene. Aunque no puedo
negar que después supe que siempre había estado allí, redarguyéndome,
convenciéndome, guiándome y enseñándome, así como revelándome a
Cristo, aunque yo no lo tomara en cuenta, lo entendiera o supiera. Sólo El
pudo llevarme con tanta dirección y pericia, a tener un encuentro con
Cristo.
En nosotros pueden moverse dos voluntades:
-La voluntad permisiva
Se va a manifestar en todo lo que cada uno decida hacer y creer,
independientemente de Dios; donde la responsabilidad es personal, al
actuar con el libre albedrío que tiene para moverse en la dirección que
más le convenga. Siempre queremos justificarnos ante los demás
alegando “Dios lo permitió”, pero sin aclarar que El permite lo que
nosotros permitimos en nuestras vidas. El interviene en todo aquello
donde le permitamos tomar el control y gobernar; así como Satanás toma
lugar donde sabe que tiene el control y el derecho legal. Es nuestra
decisión seguir en lo mismo o cerrarle todas las puertas.
-La voluntad Directiva de Dios
En ella va implícito el sentir de Dios, Su palabra, sus mandatos, sus
pensamientos y su dirección en lo que El ha establecido para nosotros. Si
no los buscamos, los conocemos, obedecemos y caminamos en ellos,
entonces tendremos tropiezos y muchos desaciertos que harán más difícil
el camino y demoraremos en cumplir y entender el plan de Dios para
nuestras vidas. Por mucho que nos esforcemos, no saldremos de lo
mismo, ya que con El todo prospera; pero el vivir de espaldas a su
perfecta voluntad, nos trae conflictos y dificultades en todo y con todos.
Dios tiene una sola voluntad. Su Palabra. Dios nos dejó todo para que
vivamos una vida victoriosa y aunque no escapamos de circunstancias
difíciles y batallas en lo humano, vayamos escalando y superando todo
creyendo en sus promesas, sin refutar, sólo obedeciendo día a día. El no
quiere, ni es su voluntad, mantenernos en un desierto todo el tiempo.
Desea que lo saquemos de allí y conquistemos la “tierra de promisión”
sabiendo que ya es nuestra la victoria.
Por qué no siento nada?
Empecé a reflexionar y a hacer un análisis de mi vida, la cual había sido
común, como la de cualquier otro creyente, y hacía comparaciones y me
decía, por qué veo a hermanos con un fuego y un ardor y pasión por el
Señor que yo no tengo? Y fíjense que no digo emoción por la iglesia o que
extraño un servicio, o a los hermanos o por programas y actividades. No…
Me decía a mí misma, yo no quiero seguir siendo igual, ni ver lo mismo, ni
hacer lo mismo. Pero lo que no sabía era que el Señor quería enseñarme y
llevarme a verlo a EL, quería hacerme libre del sistema que siempre conocí
sin conocerlo como El es. Esto produjo una sensación de vacío aún mayor,
lo cual traía desesperación dentro de mí, y tuve que tomar una
determinación y le dije al Señor en súplicas, en clamor, en llanto:
_¡O te revelas a mí como tú realmente eres, o me muero! Porque no
quiero vivir un evangelio igual al que he vivido, tampoco quiero una vida
sin ti, porque sé por lo menos, que tú eres la verdad, pero tampoco la
conozco! Quiero conocerte, te quiero a ti!
Producto de esa ansiedad, me aferré de la palabra escrita en Jeremías 33:
3…
“Clama a mi, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas
que tú no conoces”.
ORAR Y CLAMAR
Hay una diferencia abismal entre orar y clamar. La oración puede
convertirse para nosotros en un diálogo o también en un monólogo, que
puede llegar a ser algo rutinario, religioso y costumbrista. Pero cuando hay
un clamor, es porque hay un desespero tan grande dentro de nosotros,
que es imposible calmarlo o acallarlo con una común oración.
Clamar implica pedir con desesperación y angustia, es un gemido que sale
de lo más profundo de nuestras entrañas, que busca ser satisfecho sólo
con una intervención divina, sobrenatural…Es una asunto de vida o
muerte! Es ya y ahora!
No es posible clamar si no hay una profunda necesidad, pesar o carga
dentro de nosotros, producto de una circunstancia adversa que nos
aceche, y que no puede ser resuelta, aclarada o satisfecha a menos que
Dios intervenga de manera poderosa y milagrosa; o puede ser una
petición con gemidos indecibles del espíritu, que salen resonando como
un eco para pedir como conviene, según sea la urgencia y deseo de recibir
algo de parte del Señor o de establecer y traer lo invisible al mundo físico
lo que nace de su corazón y de su voluntad buena, agradable y perfecta (
Romanos: 8: 26 y 12:2).
Creo que si clamáramos y dejáramos de hacer vanas repeticiones en
nuestras oraciones diarias, Dios enviaría inmediatas respuestas desde el
cielo, Su ayuda desde el Santuario, y experimentaríamos además, la
verdadera libertad que sólo El puede, quiere y vino a darnos.
Cuando clamamos, no venimos con ínfulas, con arrogancia; sino con una
verdadera actitud de humillación, de sinceridad, de arrepentimiento, de
quebranto y angustia. Entonces empezamos a recibir, no sólo la respuesta
a nuestras peticiones, sino también, entendimiento y conocimiento de los
caminos del Señor en medio de la tormenta que nos rodeaba y con ello,
vienen cambios en nuestras actitudes, en el carácter y todo empieza a ser
ordenado, sanado y restaurado.
Este versículo del clamor de Jeremías se convirtió en mi pan de día y de
noche, además le pedía al Señor como lo hacía Salomón…”yo no quiero
que me des bienes ni riquezas; sólo dame sabiduría y ciencia de tu
palabra…” y que pueda entender el por qué de todas las cosas; conocer
tus caminos, vivir como tú lo dices y estableces en tu Palabra. Hoy
encuentro que hay mucha palabra, mucha profecía dicha ligeramente,
pero poca sabiduría para entender lo que Dios hace y cómo se mueve. El
cap. 4 del libro de Prov. dice: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría…”
Porque sólo ella nos da la habilidad para aplicar la palabra en medio de las
circunstancias que vivimos, de modo que entendamos las razones de Dios
en medio de ellas; y sobretodo, que aprendamos y alcancemos madurez
en el proceso.
Existen tres palabras que describen el concepto de lo que significa
“sabiduría”…sophia, phonesis y sinesis.
1.-Sophia: Es la sabiduría teórica que nos lleva a conocer el porqué de las
cosas en medio de las pruebas que atravesamos. Santiago 1: 2-5 nos habla
de la sabiduría que debemos buscar para que sepamos pedir, no sólo por
la solución del problema, sino también, conocer la raíz del mismo,
averiguar de dónde proviene, de modo que no repitamos los mismos
errores cuando de crisis se trate.
Es lógico que toda prueba proviene de algo o de alguien, pero debemos
aprender de ella y adquirir el conocimiento de Dios para salir airoso.
2.-Phonesis: Cuando sabemos o conocemos el por qué de lo que nos
ocurre, entonces usamos esta segunda fase o nivel de sabiduría, que
consiste en la habilidad para aplicar el conocimiento recibido, la
revelación de la palabra a la situación que estamos viviendo. Muchos
hemos estado discutiendo y culpándonos entre sí, pero no es esto lo que
resuelve el problema, sino el usar sabiamente el consejo y la verdad de
Dios para que sean sus razones y no las nuestras las que prevalezcan. Esto
nos libra de muchos conflictos internos, acorta el tiempo de la prueba, y
sobretodo, trae paz, confianza y sanidad al corazón.
3.-Sinesis: Es el sentido común que Dios nos ha dado para que lo usemos
de manera lógica, coherente y con principios divinos. Es el sentido del
tacto, que nos hace actuar inmediatamente con sabiduría y apuntando a
lo racional, pero sin caer en caprichos necios, sino con cordura. Ante
cualquiera adversidad o accidente, debemos estar prestos a usar el buen
sentido común y la razón de Dios, sabiendo que es el mismo Espíritu Santo
guiándonos a toda verdad. Esto aplica a lo cotidiano, donde no requieres
una revelación profunda de cómo proceder. Por ejemplo, se te venció la
licencia de conducir o llegó el recibo de la luz, no tienes que buscar
revelación, porque el sentido común, te guiará a renovar y cancelar lo que
está pendiente, porque de antemano, sabrás cuál será el resultado, de no
hacerlo. El actuar bajo esta premisa, es vivir en los mandamientos del
Señor y en obediencia. El salmo 119: 66, nos lo declara:
“Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he
creído”.
Mi mejor escuela…
Para la época, debo decir, mi esposo tenía su negocio, cuidaba de mí y de
mis tres hijos varones, teníamos lo suficiente para vivir. Hacía poco había
renunciado a mi trabajo como docente, el cual ejercí por dieciocho años y
con muy buen récord. Amaba la enseñanza; pero en mi deseo de servir al
Señor, había decidido dejarlo para estar disponible para la obra, sin saber
que allí empezaba mi verdadero desierto y prueba con Dios. Sería el
tiempo de mi verdadera enseñanza con el mejor “Maestro” y en la mejor
escuela de la vida!. Las acusaciones y acoso permanentes en mi iglesia y
organización debido al carácter carnal con el que acostumbraba proceder,
así como la presión contínua, me hicieron salir a “vox pópuli” del lugar al
que por tantos años pertenecí. Todo aquello para mí fue un golpe y una
muerte violenta, Todo se vino abajo: liderazgo, nombre, reputación,
amistades…todo! De pronto me quedé sin nada y sólo con la compañía de
mi esposo e hijos…lo demás fue difícil enfrentarlo; es decir un proceso del
que no conocía absolutamente nada. Fue de pronto, sentirme perdida, sin
rumbo, sin razones valederas para defenderme, sin futuro. Mi vida de la
noche a la mañana se vio derrumbada, sin defensa, sin piso. Literalmente
perdí todo el mundo que, por la religión me había fabricado, en el cual se
vio expuesta toda mi humanidad egocéntrica, almática; todas mis
motivaciones e intenciones de servir a Dios así como yo era, quedaron
descubiertas y sin efectos que me pudieran levantar.
Cuando Dios se propone hacer algo con nuestras vidas, nos va a llevar a
donde nosotros ni siquiera imaginamos. La tendencia nuestra es la de
buscar “atajos o veredas” que resuelvan la situación; así que lo mejor es,
quedarnos quietos ante su disciplina, como dice Hebreos 12: 7 y 8; porque
sólo cuando la aceptamos y nos humillamos bajo su poderosa mano,
saldremos como el oro refinado del horno de la aflicción. Esto sólo es
muestra de su infinito amor y gracia hacia nosotros, entonces seremos
tratados como hijos y no como bastardos. Joel: 2: 13 dice,
“Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová
vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y
grande en misericordia, y que se duele del castigo”.
Ante esto tenemos varias alternativas:
-Evitar la circunstancia
-Seguir en la misma situación o
-Enfrentarla con determinación.
Pero mientras yo maquinaba y vislumbraba lo que sería mi próximo paso,
Dios tenía otros planes; y sin saberlo, creía que estaba preparada para
dedicarme a lo que yo pensaba que iba a hacer en la iglesia. Mucho
tiempo después entendí que muchos queremos seguir haciendo “de las
nuestras” y servir al Señor a nuestra manera y con las habilidades que en
lo natural hemos desarrollado y no conocemos en espíritu y en verdad al
Amo y Señor de la obra. Qué irónico esto, pero así hemos sido y así hemos
hecho la mayoría, producto del sistema en el que nos hemos ido
formando y el medio en el que hemos estado envueltos también…y que
conste, con muy buenas intenciones y sinceridad en lo que queremos y
decidimos! ¡Cuán engañoso es nuestro corazón y cuán equivocados
nuestros caminos! Cuánto tiempo creemos que Dios va a dejarnos la
cuerda floja para que sigamos en lo mismo?
Sólo cuando Dios hace notorios nuestros pecados; cuando quedan
expuestas nuestras iniquidades y envía su fuego, podemos entender la
manera como El actúa ante la carnalidad y ante nuestras actitudes cuando
persistimos en seguir iguales. Hoy día mucho del arrepentimiento que
decimos tener es emocional, no del corazón. Le damos la espalda a los
tratos y a la disciplina del Señor, cuando deberíamos darle todo nuestro
ser, sabiendo que El nos busca como morada para habitar. El quiere vivir
cada día gobernando y siendo el Rey, y nosotros, sus hijos.
“Dice pues el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y
con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de
mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido
enseñado”.
Isaías 29: 13.
Cuándo se pierde el amor por el Señor y por Su presencia?
Cuando nuestro corazón está lejos del Señor, se pierde el hambre y
empezamos a sentirnos satisfechos por lo que recibimos; con lo que
hacemos; por la posición que tenemos y sobretodo, porque creemos que
andamos y que agradamos el corazón de Dios, cuando seguimos actuando
según lo que nos dicta el alma.
Muchos queremos la gloria de Dios y sus manifestaciones, y de hecho, El
es el primero en querer hacerla notoria, pero esto sólo es posible cuando
pueda morir al mismo grado de Pablo y crucifiquemos nuestra carne,
nuestro ego, de manera voluntaria, por Aquél que todo lo pagó por darnos
redención. El exige esto de nosotros porque no es barata su obra, su
sacrificio. Debemos valorarla al máximo, y hay que aprovecharla porque
cuando El manifiesta su gloria, también vienen sus juicios.
Los hijos de Dios salieron de Israel, fueron testigos oculares de Su poder y
de Su gloria:
-Lo vieron en la nube de día y en la columna de fuego
-Lo oyeron hablar
-Lo vieron proveer maná del cielo
-Lo vieron dividir el mar rojo para que pasaran.
Pero por un solo acto de desobediencia no entraron a la tierra prometida.
Sólo dos sobrevivieron en el desierto (Josué y Caleb), a pesar de haber
visto todas sus maravillas. Hay que pagar un precio muy alto, para ver la
gloria de Dios. Esto no ocurrió sólo en el Antiguo Testamento; es también
para hoy. Muchos ministros, líderes, creyentes, están abusando de la
gracia para seguir pecando y andando en la vanidad de su mente. Creemos
que la justicia de Dios no va a prevalecer y que nos va a seguir tolerando el
estado liviano en el que hemos querido vivir?
Qué pasó en medio de esta gloria?
Ciertamente, Dios va a hacer notorio Su poder en medio de su pueblo hoy
día también; pero con éste, va a juzgar también el pecado. Hechos 3
refiere la manifestación de grandes milagros; prodigios y maravillas;
pueblos salvados; la iglesia con muchos nuevos convertidos;
compartiendo todo lo que tenían entre ellos. Era una iglesia con un mismo
corazón y alma. Había poder y gracia, en medio de ella; el pecado estaba
siendo juzgado. Se desató el juicio, y vemos cómo sucedió el primer caso
en el cap. 5, con Ananías y Safira. Tal como lo hicieron los hijos de Aarón
en el tabernáculo de reunión, Nadab y Abiú, cuando, actuando en
desobediencia, ofrecieron fuego extraño que Dios no había ordenado.
Asimismo, por el mismo hecho, le ocurrió a Herodes, cuando tomó la
gloria que no le pertenecía (cap. 12).
Y es que cuando somos creyentes, pero andamos dándole rienda suelta a
lo que hay en nuestra carne, sin reparar en sus consecuencias,
olvidándonos de la palabra y abusando de la gracia de Dios, entonces
seremos juzgados por ese pecado, porque la Gloria y el Honor le
pertenecen sólo a El. A pesar de esto, queremos su gloria? El fuego
desciende, para Gloria y para Juicio.
Las personas nos van a juzgar a nosotros por lo que ven de Jesús en
nuestras vidas, en nuestro andar diario, en nuestras actitudes, decisiones,
intenciones; por lo que predicamos desde los púlpitos. Somos la
representación de Dios aquí en la tierra:
-Somos santos?
-Somos justos?
-Somos compasivos?
-Somos radicales en lo que vivimos?
-Somos inmaduros y/o carnales?
Entonces, traeremos reproche y vergüenza al nombre del Señor y ese
pecado será juzgado por El. Cuando Dios juzga el pecado, lo hará también
en público, para tratarnos cuando nuestra necedad es persistente, para
que en todos El sea visto como SANTO y sea respetado Su Nombre y Su
Palabra, y luego, todos teman y sepan que la Santidad es su mayor
atributo. Dios va a lavar toda la suciedad de Sión en juicio y fuego (Isaías 4:
4 al 6).
Así que no nos asombremos de que seamos juzgados en este último
tiempo, cuando El ha prometido manifestar su mayor nivel de gloria,
porque todo aquél que tenga intimidad con El o algún tipo de relación,
sabrá que es una responsabilidad llevar su nombre en el corazón. El no es
un Dios liviano, ligero. Es un Dios Santo y en los que se acerquen a El, se
santificará y glorificará. Prepárate para ver cómo el juicio primero va a
comenzar por la casa de Dios, no para destrucción, sino para edificación
de todo aquél que se humille y reconozca su pecado y decida limpiarse y
ser un vaso limpio donde derramará su “vino nuevo” y lleven la gloria de
Dios como testimonio.
Hoy puedo dar Gracias al Señor por esos hombres y mujeres dentro y
fuera de la iglesia y organización, que sin saberlo siquiera, creyendo que
hacían lo correcto, despertaron en mí, dolor, ansiedad, ensañamiento,
reproches, y aunque no fueron mis consejeros, ni apoyo para ayudarme a
levantarme, provocaron en mí una frustración y decepción tal; que hoy
entiendo que sus actitudes contribuyeron a hacer de mí lo que soy
ahora…Dios todo lo encaminó a bien. Hoy siento un profundo amor y
respeto por todos ellos, porque no estuviera sana ni fuera una mujer libre,
transformada; capaz de hablar de todo lo que rodea la vida de un ser
humano, con el propósito de llevarlo a su verdadera libertad e identidad
en Cristo Jesús. Sin las adversidades, es imposible conocer otras facetas
del carácter de Dios y lo que nos tiene reservado en el futuro. Pero hay
que sanarse y levantarse en el poder del Espíritu Santo para no retroceder
y edificar en el futuro, no sobre lo mismo, sino sobre la base de la verdad
revelada de Dios.
“Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como
instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios
como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia”
Nunca me imaginé que todas esas pruebas, bien merecidas por cierto,
fuesen las bendiciones “disfrazadas” que el Señor tenía para mí, pero lo
entendí mucho tiempo después y a punta de duros procesos. Debo
agradecer profundamente a Dios, por haber provisto la familia con el
sentir correcto para poder ser sometida al trato difícil que recibí en mi
desierto con EL. Debo resaltar el valor del esposo e hijos que Dios me
regaló y a los cuales les había dado de antemano un corazón perdonador,
paciente, tolerante, prudente y lleno de amor, para esperar por mi,
mientras duraba este arduo y difícil proceso de liberación y restauración,
del cual disfruto junto a ellos ahora, y del que soy testigo y puedo
compartir ahora con absoluta libertad, espontaneidad y entrega. A Dios
sea toda la Gloria y mi gratitud eterna por ellos!!
Los cielos abiertos
Durante todo ese tiempo, veía todo tan pequeño e insignificante, sin
propósito y sin vislumbrar nada nuevo, pero después todo cambió ante
mis ojos. Y es que nuestro mundo se torna tan pequeño y cerrado cuando
todo gira alrededor de la iglesia, de un líder o de un ministerio…pero
cuando la revelación de Cristo se te muestra e ilumina tu mente y corazón,
ves los “cielos abiertos”, el panorama se te abre y ves todo el mundo
desde arriba, y quieres abarcar más y más, y miras cada vez más alto,
mientras te vas remontando y alcanzando nuevas alturas en la medida que
vas conociendo y viendo al Señor, lo cual te lleva a conquistar y a tomar
lugares y personas que no habías pensado ni imaginado. Te conviertes en
un creyente agresivo, valiente, donde no hay barreras. Es otro mundo, es
otra dimensión, es otro sentir, definitivamente, son cosas que ojo no vio,
ni oído oyó, ni han subido a corazón de hombre las que te son reveladas
por el espíritu, las que te llevan a ser cambiados interiormente, como dice
1ª. Corintios: 2: 9.
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre,
son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las
reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña,
aún lo profundo de Dios”.
Últimamente he estado meditando y analizando con el corazón, y
buscando en la mente y en el Espíritu de Dios lo que este versículo
encierra. Encuentro ambigüedad y falta de coherencia entre lo que
vivimos, pedimos y declaramos. Si hemos estado esperando por cosas
nuevas en nuestra vida; si estamos buscamos la sabiduría del Señor y
creyendo por una gloria mayor, entonces recibiremos en el espíritu, mayor
revelación de la que hasta ahora teníamos; se van aclarando y
profundizando más las verdades de Dios de lo que hasta ahora habíamos
comprendido y practicado; y si fuésemos más valientes y obedientes para
poner por obra lo que el Espíritu Santo nos revela, todo en nosotros sería
nuevo y caminaríamos en mayores dimensiones de la palabra y en el
espíritu. La palabra “nuevo” significa, que no existía o no se conocía
antes; entonces, es de suponer que si estamos recibiendo cosas nuevas
cada día en el espíritu, todo en nosotros debería también estar sujeto a
cambios, a transformaciones y renovaciones que nos llevarían a vivir y
actuar de manera diferente, según todo lo recibido.
Hoy día, la iglesia está experimentando esa necesidad de cambios, e
incluso muchas lo están viviendo, pero no se refiere esto a la forma en la
manera de vestir; de realizar los servicios con estilos nuevos o imitaciones
o de introducir cambios externos Se refiere a lo que Dios está colocando
en el corazón y la mente de aquéllos que tienen hambre y sed de lo
verdadero, de lo justo, de lo santo; para que se haga así, su perfecta
voluntad y se lleven a cabo sus deseos, y su diseño se establezca en todas
sus formas de servicio, obediencia, búsqueda y adoración, hasta llegar a la
unidad de la fe y sintamos todos una misma cosa; fortalecidos con poder
en el hombre interior por su Espíritu, a fin de que echando raíces en esas
verdades reveladas, estemos cimentados en el amor que ellas
manifiestan, y de verdad vivamos en la plenitud de Aquél que todo lo llena
en todo. (Ef. 3: 16-18).
Este es el tiempo en que el mismo Espíritu Santo de Dios se está revelando
y manifestando a todos aquéllos que hemos reconocido que necesitamos
más de Su Presencia, más de Su revelación; que anhelamos que nuestro
corazón y mentes sean renovados y que nuestras actitudes, pensamientos
y sentimientos ya no nos controlen, sino las que vengan dadas por el
mismo Señor, de su Espíritu al nuestro. Dice 1ª. Crón. 16: 9:
“Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su
poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”.
Para derribar estructuras humanas y religiosas debemos arriesgarnos a
hacer lo que recibimos en el espíritu, porque si de veras tenemos la mente
de Cristo, las verdades que están en la teoría, te llevarían a nuevos niveles
de revelación en gloria, “nuevas son cada mañana”. Esto significa que no
existía o no se conocía antes. Esto implica riesgos en tu vida espiritual,
física, familiar, eclesiástica incluso…pero el obedecer trae su recompensa
cuando decidimos creerle a Dios y ver que la manera como El te conduce,
te llevará a experimentar lo que nunca antes habías vivido y conocer lo
que nunca antes habías conocido. Esta es una realidad que no cambio por
nada de este mundo y que me ha llevado a vivir lo que jamás pensé y de la
manera que dice el apóstol Pablo, mucho más abundantemente de lo que
había deseado o imaginado. Abraham salió sin saber a dónde iba, sólo con
una orden de Dios, y su fe le fue contada por justicia. Sólo cuando nos
decidamos a salir de lo común, de lo ordinario y rutinario, conoceremos
las nuevas directrices en las que Dios se mueve y por donde nos quiere
llevar, para que tengamos el testimonio vivo de lo que significa ser
guiados por el Espíritu de Dios y ser transformados en mente y corazón, y
conformados para llevar a cabo su plan y su propósito.
Solos Dios y yo
Pasé unos cuantos meses repitiendo esa misma oración de Jeremías 33: 3
con angustia en mi alma; siempre Dios me hablaba por su palabra, pero
era insuficiente para mi, el hambre crecía y crecía dentro de mi, y yo decía
siempre, “si tu palabra lo dice, entonces tú lo harás una realidad para mí,
sólo que ahora no la veo, no siento que obra en mi”…y me mantenía
pegada del Señor día y noche. Estábamos sólos, El y yo. Nada ni nadie
podían satisfacer mi necesidad de ser llenada interiormente, porque en
esta situación me di cuenta de que yo me había acostumbrado a un
sistema, donde lo que tenía era religión pura y un lugar donde yo podía
funcionar con ella, con personas iguales a mi alrededor; pero ahora sin
tenerlos, me di cuenta que esto no era un fundamento firme donde ahora
mis pies tuvieran seguridad. Por mucho tiempo me acostumbré a todo
esto y ahora que no los tenía, tuve que empezar a buscar el camino
verdadero y a la persona correcta. Increíble pero cierto!
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos
serán saciados”.
Mateo: 5: 6.
“Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová”.
Prov. 8: 35.
Empecé a escribir a todos los ministerios radiales que ofrecían cursos y
material por correspondencia, porque mis ansias por entender y conocer
la palabra me ahogaba; mi cabeza y mi corazón sólo giraban en torno a mi
necesidad de Dios, no había nada de más valor para mí que ubicar una
emisora y oír un mensaje de la palabra; los buscaba con ganas, los
copiaba, los repetía en mi mente…y seguía orando por lo mismo, conocer
a Dios y buscar su espíritu de sabiduría y conocimiento de El.
No quería tener un conocimiento más… quería conocerlo a El. ¡Nada más!
Todo lo que antes me llenaba y a lo que estaba acostumbrada, dejó de
tener interés y sentido para mí. Allí me dí cuenta que lo que tenía dentro y
alrededor de mi eran tradición y costumbres; por eso me sentía tan vacía,
porque toda mi vida traté de llenarla con esto, sin entender que Cristo no
vino a traer ni a formar religiones, sino a darnos Vida y Vida en abundancia
(Juan: 10. 10).
Una revelación para mí…La Redención
Un día vino a visitarme un hermano de Maracaibo y al despedirse me
entregó un mensaje titulado “Redimidos de la maldición”, basado en
Gálatas: 3: 13, predicado por el Evang. Jorge Porras Benedetti. Enseguida
me dispuse a escucharlo, tenía tanta hambre de la verdad dentro de mí,
que literalmente sentí que me lo comí; y al instante fueron abiertos mis
ojos y me fue revelado el sacrificio de Cristo en el Calvario. Fue algo
inexplicable que sólo podía venir del Espíritu de Dios directo al mío.
Entendí el plan de Redención desde el comienzo de la creación hasta la
salvación de la humanidad y lo que rescató para nosotros traducido en
una victoria, poder reino y autoridad, y la derrota que significó para el
enemigo. Todo esto quedó claro para mi en un segundo, y el velo de la
ignorancia, de la religiosidad, de la tradición fue rasgado de mi corazón y
de mi mente! Mi vida dio un vuelco total y de allí en adelante el mismo
Señor me llevó a lo que tanto yo había pedido: a comer buena palabra, y
debo dar gracias a Dios por la vida de este hombre usado en ese tiempo
por el Señor y de otros grandes ministerios en la vida de siervos que han
tenido que dedicar tiempo, recursos y su corazón para enseñar a otros y
prepararlos para la obra del ministerio. A todos ellos y muchos otros que
no menciono, los bendigo hasta el día de hoy, cada vez que los recuerdo,
dando gracias a Dios por sus vidas y ministerios.”Doy siempre gracias a
Dios por todos vosotros, haciendo memoria en mis oraciones..”
Todo esto ocurrió en la década del 90, cuando se empezaba a hablar y
conocer de los términos revelación, cántico nuevo, profecía, unción,
danza…de todo quise aprender, pero ya directamente de la fuente. Le dije
al Señor, todo es nuevo para mí, pero en mi comunión contigo, en el lugar
secreto, y con el Espíritu Santo, quiero que me enseñes y me reveles y le
des testimonio a mi espíritu, de todo lo que percibo, recibo y siento;
porque no quiero ser confundida jamás, pues, creo tu palabra y tengo tu
verdad; y tú mismo me guiarás y me darás discernimiento para no dejarme
llevar por emociones ni por moveres repentinos que traigan confusión a
mi mente y corazón. Creo que hasta el día de hoy lo ha hecho y me ha
guardado de no desviarme y guardarme de gente y de ministerios que no
guardan la pureza de la verdad y que tienen motivaciones incorrectas.
Usados para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio
Seguí aprendiendo y escuchando buena palabra, mientras mi hambre por
ella, crecía y crecía…y es eso lo que el Señor busca, hijos que amen Su
verdad, que anhelen conocerle mas y más; hijos que seamos hacedores y
no tan sólo oidores; que seamos renovados en nuestro hombre interior
por esa palabra que nos santifica y hace verdaderamente libres. A esto le
siguieron otras tantas enseñanzas junto a otros grandes hombres de Dios,
los cuales quiero honrar por haber sido instrumentos en las manos del
Señor para bendecir mi vida y llevarme a ser lo que ahora soy por Su
gracia y su infinito amor y fidelidad. Viajaba regularmente a la ciudad de
Maracaibo, donde estaba el Ministerio de ayuda “Id y predicad el
Evangelio”, dirigido por el Lic. Alejandro Fuenmayor, quien trajo grandes
ministerios de enseñanza de la palabra. Estuve aprendiendo al lado de
Apóstoles, Evangelistas y Maestros, tales como: Ronald Short, Jesús del
Cristo, Satírido Dos Santos, David Greco y Guillermo Maldonado, quien de
manera especial ha sido desde sus comienzos como evangelista hasta el
día de hoy como Pastor, junto a su esposa Ana, un ejemplo a seguir por su
pasión por Jesús, por su fe a la palabra y quien es ahora como Apóstol, mi
padre, consejero y cobertura; lo mismo que ella, inspiradora como una
Débora. Ellos, además de confirmarme con una palabra de ciencia, me han
impulsado a escribir lo que están leyendo, con título y todo.
Todos ellos marcaron mi vida con sus enseñanzas, y de allí, muchos otros
fueron usados por el Señor para hacer en mí un depósito de tantas
verdades que trajeron luz y revelación a mi entendimiento, renovaron y
transformaron el espíritu de mi mente, llevándome a una sanidad interior
y restauración total en todas las áreas de mi vida, mientras iba
experimentando también, la prosperidad de mi alma. Todo lo demás que
ha sido restaurado y dado, es consecuencia de todo este proceso.
Todo en mi vida fue cambiado y renovado y mi entorno también. Hasta el
día de hoy, el hambre por Dios, por su palabra y por su presencia, no han
menguado en mi vida, y sigo creciendo en esa gracia y conocimiento del
que todo lo llena en todo. EL ha santificado y llenado todo mi ser y ha
prosperado en todo mi vida espiritual, personal, física, familiar, financiera,
social y ministerialmente. Lo que ahora conozco y vivo en El no lo cambio
por nada, ni por nadie en este mundo. Secularmente ejercí la docencia,
hoy me dedico a enseñar la Palabra de Dios después de haber pasado por
su “taller” y ser quebrantada en mi alma para ser liberada y testificar que
con El se puede cambiar y prosperar en todo.
Hoy por hoy, Dios está levantando y usando hombres y mujeres en los
cinco ministerios para edificar el cuerpo de Cristo y llevarlo a niveles de su
revelación, con la unción apostólica y profética, para que se cumpla el plan
original de Dios, de llevar a su pueblo a vivir en la verdad, la unidad y la
justicia de EL. Sólo así se verá el cumplimiento de la palabra profética en el
tiempo de Dios y el mundo conocerá al Rey de Reyes y se convencerá por
la ley y el testimonio que mostrarán aquéllos dispuestos a vivir en la
santidad de la verdad y se dejen quebrantar por EL. Si caminamos así con
Dios, disfrutaremos de las más ricas y mayores experiencias en el mover
de Su gloria y Su presencia en nuestras vidas en todo lo que hagamos y
determinemos para El.
Capítulo IV
LA REVELACION
Proviene de la palabra griega “Apokalupsis”, lo cual quiere decir develar,
revelar, quitar el velo, manifestarse, y esta revelación está vinculada
estrechamente con la obra del Espíritu Santo, pués, es quien toma de lo
de Cristo y lo da a conocer al espíritu del hombre, mostrando una verdad
que antes estaba solamente escrita, pero que no tenía vida ni daba fruto
en la vida del creyente. Cuando es revelada, provoca automáticamente un
avance en su vida espiritual, ahora todo queda descubierto ante sus ojos y
empieza un verdadero crecimiento y edificación; una renovación y
transformación del entendimiento, lo cual trae la revelación de Dios
mismo y de Su Voluntad buena, agradable y perfecta.
Qué nos garantiza la Revelación?
Nos garantiza una seguridad tal en la verdad de Dios, en Su perfecta
voluntad; llevándonos a tener un crecimiento y desarrollo como cristianos;
además de fundamentarnos en la revelación divina, de modo que, llenos
del poder del Espíritu Santo, podamos estar firmes y resistir todo ataque
del maligno que trate de golpear nuestras vidas y hacernos caer,
experimentando la victoria en todo.
Cuando recibimos la revelación de lo que enseñan las Sagradas Escrituras,
no hay confusión ni división en la interpretación y sentir de las mismas, ya
que vienen sólo cuando el mismo Espíritu Santo las revela y todo el que la
recibe, también tiene el testimonio que atestigua que viene y es
comprobada por la palabra escrita de Dios, sin mezcla, ni confusión; al
contrario, afirma, establece y trae renovación y crecimiento en todas las
áreas del cristiano que la recibe.
Repetición vs Revelación
A lo largo de toda mi vida escuché mensajes de todas las categorías, bajo
distintos enfoques y unciones ministeriales; creo que suficientes para
producir una conversión genuina en mi vida y un cambio en mi manera de
pensar, de ser y de vivir. Si desde niña eso fue lo que escuché, entonces
era de esperarse que todo en mi fuese renovado. Era capaz de predicar,
de repetir la escritura de manera mecánica y también exhortaba a la
búsqueda de Dios y la necesidad de escudriñar la Biblia, teniendo como
fundamento los conocimientos adquiridos, la memorización de unos
cuantos versículos y la experiencia religiosa que por años había acumulado
en la iglesia y los cargos que desempeñé. Puedo agregar a esto, mi deseo
de servir al Señor movida por un alma, más ansiosa y deseosa de ser
satisfecha en lo que creía era el “deber ser y hacer”, pero bien lejos de
conocerlo e ignorando los principios de la palabra para vivir en completa
libertad.
Tal como lo referí antes, cuando oraba al Señor en mi angustia, no tenía ni
la más remota idea de lo que le pedía acerca de tener sabiduría y ciencia
de El. Sin embargo, cuando mis ojos fueron abiertos a la luz de la palabra,
entendí lo que era tener REVELACION… y en esa comunión íntima y
continua en la presencia del Espíritu Santo, en adoración y en gratitud a
Dios, el velo de la ignorancia fue quitado de mí; empecé a entender lo que
EL quería revelarnos a través del Verbo, Jesucristo y cada día nacía en mí
un deseo mayor de obedecer, de cambiar, de poner en práctica cada
verdad en mi diario vivir; no quería leer ni escuchar mensajes para saber o
adquirir un conocimiento mental y sumarlos a los anteriores. No…Al
experimentar el poder de la revelación para darme a conocer la verdad,
quería absorber al máximo cada palabra que leía y oía, y sé que sin la
ayuda del Espíritu Santo esto no hubiese sido posible…pero Dios honró el
anhelo de mi corazón, pués, “si pedimos una cosa conforme a Su voluntad
El nos oye” (1ª. Juan 5: 14). Ahora todo quedaba claro y descubierto ante
mis ojos. El Espíritu Santo iluminaba mi alma y alumbraba en mí todas mis
tinieblas, como dijera David en el Salmo 18: “Tú encenderás mi lámpara;
Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas”. No sólo leía o escuchaba, sino
que entendía y se producía en mí un cambio inmediato en mi manera de
ser, creer, adorar y testificar, lo cual me iba llevando de una revelación a
otra. Dice el Salmo 42: 7, “Un abismo llama a otro a la voz de tus
cascadas”. Una revelación me iba llevando a otra, iluminaba mi alma y me
renovaba cada día más. Era algo nuevo cada día, y hasta el día de hoy, me
sorprende con grandes cosas de su conocimiento y sabiduría.
Y conoceréis la verdad…
Quiero aclarar que no estoy en contra del estudio sistemático de la Biblia,
de sus reglas de interpretación, ni de lo que tenga que ver con educación
cristiana; sólo que esto no nos lleva a tener conocimiento espiritual de
Dios, ni a ser libres de las cosas que nos atan en nuestra naturaleza, ni nos
hacen vencedores frente a las crisis, ni las tentaciones, mucho menos al
disfrute de las promesas y bendiciones que tenemos en Cristo.
Sobrevivimos en el día a día, pero no disfrutamos de la plenitud de vida en
El, con la verdadera libertad con la que nos hizo libres.
“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8: 32.
Conocer una verdad es entenderla, experimentarla, vivirla, ser uno con
ella para poder ser cambiados y es gracia sobre gracia que te lleva a
cambiar tu mente, es la dinamita y la fuerza de Dios para transformarte de
tal manera y exponerte, que es imposible estar frente a ella y no ser
confrontado y retado a renunciar a tu vieja naturaleza. No se trata sólo de
recibir una revelación que nos pareció novedosa y se queda en nuestra
mente y a la que le vamos añadiendo más y más, sino que ella nos lleva a
un reconocimiento de nuestra vieja condición y a un arrepentimiento
para cambiar y provocar que nuestro estilo de vida se acomode a la
verdad y ya no seamos más los mismos. Cuando llega una verdad tras otra
no tenemos mucho tiempo de andar ociosos, sino que la fuerza del
Espíritu Santo te redarguye, corrige, enseña, cambia, te da poder para
vencer sobre todo aquello que dominaba tu vida y va retratando como
una cámara todo lo que había dentro de uno, además de quebrantarlo de
tal manera que aborrezcas ser y hacer lo que antes eras y hacías.
El temor a Dios
Es una de mis peticiones cada día al Señor: “Enséñame a amar lo que tú
amas y a odiar lo que tú odias”. No sabía que esto era el verdadero
“temor a Dios”, lo que nos lleva a tener Su sabiduría y a no caer…a
agradar y a establecer la Santidad del Señor en nuestras vidas y en todo lo
que hagamos o dejemos de hacer. Creo que me responde cada vez que
me hace ver lo desagradable que es ante sus ojos, lo que hacía y lo que
aún hago en determinados momentos y situaciones, en los cuales llego a
sentir vergüenza y un sincero arrepentimiento para no volver a hacerlo y
ser conformada a su imagen y semejanza, e ir de una gloria a otra gloria;
de una victoria a otra y de una bendición a otra bendición. Esto debe ser
una constante en la vida de un cristiano que dice haber recibido
revelación de la Palabra. Es esto lo que trae a nuestra vida el testimonio
de haber alcanzado madurez y haber encontrado propósitos que nos
lleven a disfrutar de sus bendiciones.
Hoy mucho se habla de revelación, muchos han cambiado la manera de
hablar o de confesar, pero cuando vemos sus vidas, siguen siendo los
mismos; no hay frutos que atestigüen cambios, ni arrepentimiento; siguen
en sus mismas prácticas de obras muertas y al hablar lo hacen en la
mente, porque la espada no ha penetrado sus almas de modo que tengan
un testimonio en el espíritu que les haga ver, hablar, actuar y vivir de
manera diferente. Mientras más profundo la palabra haya cortado nuestra
alma, más fuertes y grandes serán nuestros frutos, así como la manera de
ministrar. La unción y la gracia serán también mayores, así como el
testimonio del espíritu que lo reafirme.
Cuando llega la palabra con revelación es como espada de doble filo, dice
Hebreos 4: 12 y corta y divide lo que está en tu alma y en tu espíritu, y con
ella tu decisión de renunciar a lo que antes era de tu carne, y es lo que la
Biblia enseña acerca de la lucha entre ambas, para que se establezca lo
verdadero, lo santo, lo que viene de Dios.
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es
contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que
quisiéreis”.
Gálatas: 5: 17.
La revelación de la palabra trae una convicción de pecado en nuestras
vidas, nos confronta, nos establece, nos cambia, y esto es sólo producto
de la gracia redentora de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Ella viene a
santificarnos, nos aleja de todo lo que eran costumbres religiosas, nos
saca de este engaño en el que nosotros mismos estábamos encerrados y
acostumbrados, se produce un cambio en todo lo que éramos, nuestros
pensamientos se elevan y se alinean con los del Señor y entonces salimos
de la rutina en la casa, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, en
nuestro sistema financiero, en la iglesia, con el ministerio, en la manera de
resolver y enfocar todo…en fin, todo el panorama lo cambia la luz de esa
verdad que ahora es “lumbrera a nuestro camino”..Salmo 119: 105. La
verdad nos da poder para vencer sobre nuestra carne, debilidades,
pecados, iniquidades, rebeliones, ataduras, conceptos e ideas religiosas,
en fin, sobre todo aquello que formaba parte natural de nuestro carácter y
naturaleza, llevándonos a otro nivel y a alcanzar la estatura de un varón
perfecto a la imagen del que nos creó.
La Verdad y la Santidad en Dios
Otros han usado la revelación de verdades, para obtener beneficios
materiales solamente, pero sus corazones siguen alejados del Señor. Por
eso en medio de cada movimiento que El provoca va a haber una mezcla
de lo verdadero y lo falso; de lo puro y lo impuro, de lo real con lo
imaginario. Sólo los que han tenido un encuentro con la verdad y han
reconocido en sus vidas lo que era de la carne y han renunciado a sus
deseos y han escogido amar la verdad, pueden discernir lo que viene del
Espíritu de Dios y vivir una vida apegada a Su verdad y a Su santidad. La
revelación provoca en nosotros un continuo apego a la obediencia a Dios,
a una búsqueda permanente de Su Presencia, a una total dependencia del
Espíritu Santo y crea un profundo temor ante El para agradarle y hacer
sólo Su voluntad y ver el cumplimiento de sus propósitos a través de
nosotros y no en lo que nos gustaría hacer.
Es imposible mirar a Jesucristo, revelado, manifestado como es El, y seguir
siendo los mismos. Es que su verdad lo primero que te señala es tu
condición carnal. Isaías dijo en el cap.6: 5
“¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y
habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis
ojos al Rey, Jehová de los Ejércitos”.
Entonces, por qué a muchos se les hace tan difícil cambiar y se conforman
con lo que Cristo hizo una vez que le aceptaron, otros con algo que
vencieron, muchos con que ya son líderes o tienen un ministerio ya
definido? Lo mismo le ocurrió a Isaías. Antes de que viera la visión, sus
labios eran inmundos y ya había estado habitando en medio de un pueblo
también de labios inmundos, sin embargo parecía no estar consciente de
eso. Lo más seguro es que se considerara muy apto y suficiente para ser
un “buen profeta”. Pero, tan pronto como la luz de Dios brilló sobre él,
empezó a ver su verdadera condición, así como la del pueblo que tenía
alrededor. Entonces, si era de labios inmundos, cómo sería él un portavoz
del mensaje de Dios y ser usado por El? Es luego cuando viene nuestro
Ay!, nuestro pesar y nuestro lamento por la oscuridad reinante en el
corazón; luego, todo es iluminado por la lámpara de la palabra y la
persona del Espíritu Santo.
Veo con mucha preocupación la posición de muchos ministros que se
escudan en expresiones que yo defino como “cómodas” y “baratas”, sólo
excusas, para no reconocer la naturaleza y pecados que les gobiernan,
tales como: “Dios conoce mi corazón”, “Sé que soy pecador”… Pero
cuando uno entra en la Presencia de Dios no puede conformarse con tales
confesiones, sino que Su Santo Espíritu, que revela lo santo de Dios,
apuntará hacia alguna cosa definida y específica, centrando en ella su
atención.
Esta experiencia tiene lugar en la vida de todos nosotros, desde el mayor
de los santos, hasta el peor de los pecadores. Si nos rendimos, y nos
sometemos a su escrutinio y convicción, tratará con nosotros si tan sólo
estamos conscientes de Su Presencia y El aplicará Su fuego purificador, así
como lo hizo con Isaías, en el lugar donde el pecado se había concentrado,
al punto de no acostumbrarse a ser ni a hacer lo mismo en su oficio, y en
consecuencia, no tendrá ya la debilidad que antes lo dominaba.
Reconocer no significa arrepentirse. Es cambiar de dirección, de actitud, es
renunciar y apartarse, aborreciendo lo que hacíamos, y no querer volver a
repetir lo mismo. Por eso David era un hombre conforme al corazón de
Dios. Lo revela el salmo 51.
“Porque yo reconozco mis rebeliones,…Purifícame con hisopo, y seré
limpio; Lávame y seré más blanco que la nieve”…Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”.
Un conocimiento y exposición personal de nosotros
Es necesario que exista un reconocimiento de nosotros mismos, para que
Serafines, de los que habitan en el trono de la Santidad de Dios,
purifiquen nuestros labios, con un carbón encendido, llegando a decir
luego, “Heme aquí”, y poder ser enviados a ejercer un liderazgo o
ministerio con una verdadera visión, unción, autoridad y el testimonio de
Cristo en nosotros.
Por eso fue necesario el proceso de quebrantamiento y confrontación en
el alma de Isaías, de lo contrario, no se convierte en el profeta que fue.
Así que, el que no se conoce a sí mismo se cree santo, superior y libre, le
parece que en su vida todo está resuelto sólo porque hizo una confesión
de fe, ingresó a un discipulado o un instituto como requisito para formar
parte de las filas del campo activo ministerial y hasta allí llegó su vida, se
puso un tope e hizo su círculo rutinario de vida, sin ver más allá de lo
común. Dios no nos quiere envejecidos por el sistema, ni tampoco
estancados, rejuvenecidos y saciados de su bien y su gracia sin límites.
Dios nos quiere renovados, visionarios, esforzados, valientes, capaces de
remontarnos y corriendo la milla extra. Podemos rebasar los límites del
conformismo, de la comodidad, de la esterilidad e improductividad, de las
doctrinas eclesiásticas. Por eso dinamitará primero ese arsenal de
conceptos y prejuicios hasta que lleguemos a alcanzar la consagración
total a Jesucristo y luego veremos y viviremos con todo nuestro ser
encendido, con una pasión ardiente, con sus principios de vida y yendo
siempre a otro nivel en nuestra vida de comunión con EL. Pablo dice en 1ª.
Cor. 6: 17:
“El que se une a Señor, un espíritu es con El”.
Esto implica no andar por los sentidos; el que nuestras vidas ahora no
anden bajo nuestro dominio; es tener hambre y sed de El; de su presencia,
de su justicia. Es buscar siempre dentro de nosotros lo que hay de El; el
sentir de Cristo Jesús. Esto nos dará el tener de El:
-Sus pensamientos
-Sus reacciones y acciones
-Sus soluciones
-Su guianza y su dirección
-Su paz, su poder y su sabiduría…
Cuando empezamos a darnos cuenta de lo que hay en nosotros contrario
a la verdad; cuando reconocemos el engaño en el que la tradición, el
espíritu religioso en nosotros nos ha mantenido, y cómo hemos sido
esclavos de nuestra naturaleza carnal y pecaminosa, entonces, quedamos
sin palabras ante Su Santa Presencia, y se produce en nosotros un
verdadero arrepentimiento. Es imposible que sigamos siendo los mismos
después de tener un encuentro con Su Santidad.
El orgullo
Lo primero que nos damos cuenta era que todo esto iba acompañado de
orgullo, el cual confundimos a veces con altivez o arrogancia solamente. El
orgullo se opone a todo lo que implique arrepentimiento –cambio de
actitudes, pensamientos, renovación, reacciones, ideas, palabras- un
volver al principio, que no es otra cosa que una relación con el Cristo
resucitado a causa de morir cada día a lo que hemos sido, sentido, creído,
etc y permitirle vivir a El en nosotros. Y si reconocemos que necesitamos
cambiar, derribar paradigmas, debemos entonces hacer morir todo lo que
sea necesario cada día para que la vida resucitada de Cristo se forme en
nosotros. El Apóstol Pablo decía: “Cada día muero...Ya no vivo yo, más
vive Cristo en mí”…
Sólo así seremos transformados y conformados a Su imagen y su carácter
será formado en nosotros, y su naturaleza será una con la nuestra;
crucificando cada día lo que le impide a El vivir y ser visto en cada
redimido por su sangre. Debemos vivir vidas rendidas, humilladas,
arrepentidas cada día, que anhelen el conocimiento espiritual, no
intelectual, de la palabra de Dios. Esto se logra pasando tiempo en su
presencia y siendo sensibles a la voz de Su Espíritu. Entonces tu espíritu
empieza a recibir la verdad, luego el alma empieza a ser tratada y
gobernada, a ser renovada en la mente, el intelecto, las emociones, la
voluntad, y el cuerpo empieza a manifestar lo que hay del Espíritu de Dios
en nosotros.
“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de
sus padecimientos, llegando a ser semejantes a El en su muerte”.
Filip. 3: 10.
Lo que el Señor empezó a hacer en mi ser interior, empezó a
revolucionarme de tal manera que trajo un deseo de ser cada día más
como El, tener sus razones, sus pensamientos, sus actitudes, su carácter,
su naturaleza, y no tener sabiduría para saber de El, sino para ser
cambiada por El. Luego, todo lo demás fue afectado. Mi vida personal, mis
relaciones, mi manera de ser, en fin, todo en mí cada día empezó a ser
diferente, y hasta el día de hoy eso permanece, mi hambre y necesidad de
Su Presencia no han menguado. Un corazón sanado, es ahora el mejor
instrumento del Señor para mostrar Su gloria y es como un río arrollador,
nada ni nadie lo detiene para cumplir el propósito de Dios.
Capítulo V
EL QUEBRANTAMIENTO
Desde el mismo momento que recibí una revelación de la verdad de la
cruz, empezó en mi el verdadero proceso de santificación de mi alma. No
bastó saber esta verdad, sino que ella empezó a cobrar vida en mi vida y
descubrí que el obstáculo que Dios tiene para hacer un trabajo de tratos y
formación de nuestro carácter, es nuestro propio “yo”. El desea
moldearnos para darnos la forma que perdimos a causa en el primer Adán
y llevarnos a tener Su imagen, Su naturaleza, Su carácter…De esto, pocos
cristianos se dan cuenta y así, como tales, hemos ido viviendo un
evangelio dirigido por nuestra voluntad, autosuficiencia y de espaldas a
Dios. Me di cuenta que todos los tropiezos, conflictos y fracasos se debían
a la manera cómo yo conducía mi vida, sin permitirle al Señor vivir Su vida
a través de la mía.
Su naturaleza y su carácter
Al tener conocimiento de esta verdad, determiné en mi corazón
someterme al escrutinio del Espíritu Santo y a lo que quisiera hacer
conmigo. Entendí que todas mis razones, hábitos, actitudes,
pensamientos, sentimientos, estaban viciados por tantos años que
permanecí haciendo mi voluntad y en una total ignorancia de sus razones.
Me había vuelto autosuficiente y me apoyaba en las habilidades, dones y
talentos, pero sin tener la madurez del carácter, que es la que garantiza el
respaldo del Señor y su dirección para que podamos ser usados como
vasos de honra y llevemos frutos dignos de arrepentimiento y vivir una
vida libre y plena en Su perfecta Voluntad. Por eso, Dios tuvo que valerse
de sus procesos y empezó a presionar mi vida, después de hablarme una y
otra vez a través de su palabra, de mensajes, de personas y de sueños,
pero donde yo no dejaba todo lo que había en mí que le impedía a El
manifestar Su poder y Su gloria.
De allí, que, como El es Dios, no nos va a dejar hasta ver cumplido su
deseo en nosotros, por las buenas o por las malas lo va a hacer, ya que le
pertenecemos, y si queremos servirle, nos va a pedir “todo o nada”. Yo
vivía un cristianismo “a medias”, más de demandas de hombres que de
Dios: “No vayas, no vengas, quítate, no te pongas, haz esto, no hagas…”,
pero esto para nada cambió mi forma de ser, de sentir, de pensar, ni de
actuar..”
“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que
Cristo sea formado en vosotros”.
Gál: 4: 19.
El propósito de Dios es formar el carácter y la naturaleza de Su Hijo en
nosotros, “hasta” que todo en nuestra vida lo refleje a El. Dios empezó a
trabajar en mí, haciéndome ver que tenía mucha información bíblica, pero
nada de formación. En todo esto me enseñó y me demostró que nada de
lo que yo hacía o demostraba ser era lo que El deseaba o esperaba que yo
fuera o hiciera, porque a pesar de tener un espíritu renacido, había una
voluntad independiente, un alma no santificada, había en mí la práctica de
obras en la carne, además de pesos y pecados que no había rendido a
Dios. Era algo que no entendía, porque hasta que la luz de la palabra no
llega, estamos muy conformes y contentos haciendo y sirviendo en la obra
del Señor en la misma condición, que se nos olvida quién es el que hace la
obra a través de nosotros.
Por qué Dios tiene que pasarnos por esos tiempos de pruebas y desiertos,
si la palabra de Dios es clara, es santa y es luz a nuestro camino? ¿Por qué
nuestras vidas no experimentan cambios y nuestro entorno sigue igual?
¿Por qué continuamos cometiendo los mismos errores y no reflejamos un
verdadero arrepentimiento en nuestras actitudes y conducta; mente y
voluntad? Si el cambio se opera internamente, debe reflejarse
externamente.
Los desiertos de Dios
He entendido que los desiertos existen, no porque son el método perfecto
de Dios; sino para que sepamos, veamos y entendamos qué es lo que se
oculta en lo profundo de nuestro corazón, lo cual es expuesto en el
tiempo de las pruebas y dificultades. No es la voluntad de Dios que
vayamos de problemas en problemas, no es su deseo que salgamos de
una y nos metamos en otra, sino que vayamos de una victoria a otra, de
una gloria a otra gloria. Esto ocurre a causa de nuestra continua
terquedad y desobediencia. Nos mantenemos llevando a cabo nuestra
voluntad, dándole gusto a nuestra alma para seguir engordando nuestro
“ego”, dejando que nuestra carne continúe haciendo sus obras. Después
notamos que seguimos siendo los mismos, con los mismos conflictos y
problemas, sin que haya avance alguno en nosotros, pero no nos damos
cuenta dónde está el error. Es allí donde empezamos a cuestionar a otros,
a exponer nuestros argumentos y razones, donde buscamos resolver las
cosas a nuestra manera, como si nada, y así nunca llegaremos a tener
conciencia de lo que pasa realmente dentro de nosotros. Dios quiere que
seamos maduros, entendidos y decididos con El para que podamos llegar
a conocer sus pensamientos y sus caminos, y dejemos de andar y vivir de
acuerdo a los nuestros. No podemos cumplir los propósitos de Dios con
esfuerzo propio. De su trato no nos vamos a escapar.
Una voluntad rendida
El quebrantamiento comienza cuando, a pesar de que hemos agotado
nuestras fuerzas y recursos, persistimos en lo mismo. Dios entonces,
aplica su método y nos deja caer hasta debilitarnos; nos humilla, nos
coloca “entre la espada y la pared”, de modo que, todo aquello en lo cual
confiábamos o de lo cual dependíamos para lograr nuestros propios
planes, se venga abajo y todas nuestras motivaciones y actitudes queden
expuestas.
En esta situación se encontró Jacob, quien, sin saberlo, se vio luchando
con Dios, lo cual no era una señal de sensibilidad espiritual, ni de
búsqueda de su presencia. Es más bien, una demostración de rebelión,
obstinación y de un tremendo ego. Muchos somos como Jacob. Su
autosuficiencia era ilimitada, creía que con su elocuencia, simpatía y su
habilidad podía conseguir cualquier cosa., y esto lo enceguecía, y sin darse
cuenta, seguía moviéndose en lo que le interesaba de Dios. ¿Creemos que
por ser los “hijos amados” por Dios podemos seguir practicando el
pecado, cayendo en los mismos errores, engaños, manipulando a la gente,
dándole rienda suelta a nuestras razones y creer que todo va a seguir
igual? Todo está bien, nada ha pasado, sigues recibiendo bendiciones…
Las consecuencias a veces tardan, pero llegan. Dios es un Dios de amor,
pero también de juicios. Si en algún área de tu vida te encuentras jugando
con Dios y crees que vas a salirte con la tuya, como si El no se inmutara,
estás muy equivocado. Vamos a ser quebrantados y disciplinados por dos
razones importantes:
-Porque El mantiene la dignidad y la santidad de Su nombre, y
-Porque nos ama y va a trabajar con nosotros hasta ver cumplido su
propósito en nosotros.
“No os engañéis: Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de
la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del
Espíritu segará vida eterna”.
Gál: 6: 7 y 8.
Para que seamos discípulos de Cristo, debemos entender que si el reino de
los cielos ya se acercó a nosotros, entonces debemos ser transformados
porque:
- Si nuestra naturaleza es diferente a la de El, entonces tenemos que
cambiarla “hasta” alcanzar su estatura y madurez.
- Decidir aborrecer nuestro antiguo estilo de vida y conformarnos al del
Reino, lo cual implica aprender todo lo que tiene que ver con sus
principios y verdades.
Esto no es otra cosa que negarnos a nosotros mismos a ser como antes, a
vivir, sentir, pensar, decidir, tener, saber hablar y creer igual que antes.
Cuando Cristo viene a ser el Señor de nuestras vidas, es Señor de todo; El
viene a gobernar todo lo que rodea nuestra vida en todas las áreas y por
supuesto, en la medida que valoremos la semilla de Su verdad, en
nuestros corazones y le demos lugar, daremos mucho fruto. Si nuestra
voluntad no determina seguirla, los afanes y las riquezas de este siglo, la
ahogarán, y la semilla que contenía la vida de renovación y bendición,
termina perdiéndose. Por eso hay cristianos que son bendecidos y
renovados en todo; algunos en pocos aspectos y situaciones, mientras que
otros viven vidas realmente pobres en todo.
Entonces, al conformarnos a todo lo que vivimos, somos gobernados por
una mente, que al no ser renovada, se mantiene en ignorancia y es capaz
de seguir operando lejos de la verdad que Jesucristo ha establecido para
nosotros en la Palabra y es la que nos lleva a cambiar nuestra manera de
vivir. Debemos desear ser cambiados y que el “disco duro” que antes
programaba nuestro comportamiento, ahora sea reprogramado de
acuerdo a la verdad según Dios, en todo aquello que es justo para El y que
esté alineado a sus principios, trayendo cambios y ordenando todo lo que
éramos para ser ahora, hallados en El, no teniendo nuestra propia justicia
en nuestros procederes, sino en la de EL. Sólo así cambiaremos el sistema
carnal y humano en este mundo, porque estaremos trayendo el gobierno
de Cristo a la tierra e implantando sus leyes y principios.
Dios no desea que estemos, permanente o constantemente, en los
desiertos de la prueba. Entiéndase por desierto, toda aquella
circunstancia o actitud que nos gobierna y no nos permite disfrutar de la
verdadera libertad que nos lleva a la bendición de vivir en la Canaán
Celestial, la tierra de promisión, las promesas del Señor hechas realidad en
nuestras vidas, en un reposo y una seguridad absolutas, al saber que
estamos en Su perfecta voluntad, orden y propósito. “Desierto” es
también todo aquél estado del alma que no ha sido cedido al Señor para
ser cambiado y donde el enemigo aún mantiene su derecho legal para
dominarlo y gobernarlo; donde la palabra no ha producido frutos. Es el
estado almático gobernado por la naturaleza carnal y humana, donde aún
no se ha logrado vencer el pecado ni la iniquidad. De nosotros dependerá
el tiempo que decidamos mantener al Señor esperando por nuestra
determinación de rendirnos y entregarle todo aquello que nos impide ver
la manifestación de Su persona a través de nuestras vidas. EL ya dijo
“Consumado es”.
¿QUE HAY EN UN DESIERTO?
- En el desierto no vamos a guerrear, porque no tenemos enemigos; allí
somos enfrentados y confrontados con nuestros enemigos personales, los
internos…los de nuestra alma. No peleamos con nadie más, allí quedan
expuestas nuestras intenciones, motivaciones, capacidades naturales,
habilidades personales, imaginaciones, sentimientos, actitudes…Por eso,
allí no somos víctimas de nadie, sino de nuestra propia naturaleza de
pecado e iniquidades.
- No hay víctimas porque al estar allí no podemos echarle la culpa a nadie.
A los desiertos sólo entran aquellos que necesitan recibir tratos de Dios, a
través de un proceso que va a destruir la autosuficiencia y la dependencia
de sí mismos y de las razones personales; que tienen cosas en el corazón
de las cuales dependen (sentimientos, afectos, pensamientos, razones…)
que necesitan ser cambiadas, santificadas, para que sean transformadas
hasta reflejar el verdadero carácter de Cristo.
- No hay santos, porque si fuesen santos, no estarían en ese lugar, donde
no hay nada, ni existe nadie. Solos con Dios. Es el lugar del proceso; seco y
árido, que refleja la condición de vida del creyente en medio de la crisis o
de la prueba, siente la sequedad en la búsqueda de Dios, no entiende los
por qué de lo que vive, su vida de comunión se hace difícil porque las
voces de su alma se levantan tan fuerte que le impiden oír la voz de Dios
confrontándolo con su verdadero “yo”. Pero allí tampoco hay amigos que
tengan la capacidad y la sabiduría para aconsejarte, porque es lo que
menos deseas escuchar, consejos; y éstos sólo pueden darlos los que han
pasado por este lugar, y la verdad es que lo que menos hace quien ha sido
procesado es darlos, porque las palabras sobran y aunque uno no quiere
estar allí, debe permanecer…porque, o determina salir o se muere sin
remedio. Es un asunto de entender que es necesario el proceso donde
sólo Dios y la persona pueden estar. Los creyentes maduros entienden
que en la mayoría de los casos, le somos estorbos a Dios en su deseo de
transformar el carácter de sus hijos, de ministros y líderes, de hermanos,
cuando los trata en medio de una prueba, porque es eso…una prueba,
donde incluso, queremos ocupar su lugar impidiéndole actuar y completar
la obra que hace como alfarero hasta obtener una pieza bien acabada y
tallada en sus manos. Esto sólo puede hacerlo y lograrlo El; por eso, los
demás están de más, y para nada le sirven a Dios en el desierto. Así que,
aquí sólo nos queda decir como David en el salmo 121: 1 y 73: 25.
“Alzaré mis ojos a los montes, de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro
viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra”…
¡A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la
tierra”.
Conocemos de Job, el hombre del que Dios decía que era justo,
íntegro…sin embargo, cuando atravesaba su desierto, aparte de las
expresiones provocadas por sus estados de ánimo, también escuchaba las
explicaciones teológicas de “sus amigos”, venidos de muchas
denominaciones, los cuales eran expertos en aplicar ciertos aspectos
doctrinales con respecto a las pruebas y al pecado, pero ninguno
demostró conocer a Dios, su palabra y mucho menos sus propósitos.
Estoy segura que Job, al no entender lo que Dios estaba haciendo con él,
quiso que le respondiera y justificara sus actitudes y le consintiera sus
estados de ánimo, y así como él, muchos de nosotros, en medio de la
prueba, queremos que nuestras acciones y reacciones sean aceptadas y
aún más, deseamos que las palabras del Señor sean suaves y acaricien
nuestros sentimientos y razonamientos. Muchos manipulamos con eso.
Job: 7: 11 y 21, dice:
“…Hablaré en la angustia de mi espíritu y me quejaré con la amargura de
mi alma”…
“Te parece bien que oprimas, Que deseches la obra de tus manos, ¡ Y
luego te vuelves y me deshaces?.
Lo que nosotros debemos saber y entender es que nuestro Señor no tiene
consideración alguna con aquello que interrumpe o arruina el verdadero
servicio a Dios, y que sus respuestas no se basan nunca en un capricho o
en un pensamiento impulsivo que nos levante; sino que apuntan siempre
al conocimiento de lo que hay en nosotros, para que nos duela hasta la
muerte de cruz. Sólo allí entendemos el compromiso de seguirle y de
llegar a ser uno con EL en Su muerte y crucifixión. Entonces se producirá
en nosotros la clase de pan partido y vino derramado que bendecirá y
llevará vida en el verdadero llamamiento y servicio a Dios.
En un deseo de enfrentarse a Dios y a la verdad de una vez por todas, Job
decide dejar de argumentar y es cuando entra en escena para revelarse tal
como El es, el Todopoderoso, el Sabio y le dice en el cap 38: 2-3…
¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora
ciñe como varón tus lomos; YO te preguntaré y tú me contestarás”.
Cuando pasamos por pruebas no aceptamos, mucho menos entendemos
que Dios desea llevarnos a su terreno, a sus razones, a su mente; pero no
dejamos que su voz sea oída, hasta que en nuestras fuerzas no podemos
seguir luchando y le permitimos a El exponer su naturaleza y
pensamientos sobre los nuestros. Antes, no podemos decir que
conocemos al Señor, ni que andamos gobernados por su Espíritu. El Señor
apela a los razonamientos de Job y lo enfrenta, llevándolo al más alto
grado de humillación, comparando las dos sabidurías, la que viene de EL,
la celestial, pura, santa, la benigna, llena de frutos y de misericordia, y la
que proviene del hombre, terrenal, animal y diabólica (Stgo: 3: 13-17).
Aquí caben todas las preguntas y razones de Dios, cuando enfrentamos
crisis producto de nuestras actitudes por nuestros pecados e iniquidades;
porque aunque lo hagamos en ignorancia o desobediencia, no vamos a
escapar de sus tratos, hasta que entendamos y es allí donde entendemos
que estamos luchando con el Omnipotente.
“¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios,
responda a esto. ¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a
mí, para justificarte tú?
Job: 40: 2,8.
Por eso la mayoría de creyentes no quebrantados en el fuego de la
prueba, de la índole que sea, entramos en conflictos con Dios, sin conocer
su verdadera naturaleza, propósito y verdad. Siempre justificamos con la
excusa, nuestras fallas, atribuyéndoselas a Dios. Aquí lo vemos
enfrentando a este hombre justo, temeroso de El, pero que quería quedar
bien ante los demás a expensas de dejar mal parado al Creador, al Justo, al
Santo. Estas razones sólo las tiene EL, y mientras no busquemos su rostro
y reconozcamos que no es con nuestras armas carnales como lo vamos a
conocer, no vamos a dejar de usar como Adán (“la mujer que me diste”),
las justificaciones que nos lleven a nosotros a quedar bien, y a mostrar a
Dios como el culpable de lo que nos acontece.
Ninguno de sus amigos pudo hablarle a Job de los procesos del
quebrantamiento, porque no habían recibido tratos, ni habían sido
enseñados para poder darle palabras de ánimo, de esperanza, ni mucho
menos, dibujarle el final de aquél desierto. Pero al escuchar atentamente
y sin interrumpir a Dios, pudo descubrir claramente lo equivocado y lejos
que estaba de caminar en sus caminos y su palabra, al punto de llegar a
decir que “hablaba lo que no entendía, y ahora sus ojos estaban abiertos
para verlo en toda su dimensión”. Porque sólo el que ha sido sometido al
trato de Dios y ha salido purificado en el horno de la aflicción, está
calificado por la palabra y el testimonio para mostrarle el camino a otros
en situaciones similares, en el área que sea y hablarles la verdad de Dios
como es, tal como le adelantó Jesús a Pedro lo que haría después del
zarandeo:
“…Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.”
22: 31.
Lucas:
Si de verdad queremos ser usados, vamos a ser triturados para ministrar
la Redención. Las uvas no pueden ser tomadas en forma de vino, hasta no
ser prensadas. Nuestras vidas no podrán servir de testimonio a otros, si no
pasan por las manos del Aventador, del Espíritu Santo; por el taller del
Alfarero, hasta ser convertidas en vasos de honra que contengan la vida
crucificada y resucitada de Jesucristo.
Por eso, hasta que Job no determinó entender su situación con sólo
escuchar la voz de Dios dándole sus razones, no fueron abiertos sus ojos
espirituales, al punto de reconocer que no conocía sus caminos, a pesar de
haber estado toda su vida en ellos, y llama la atención que, siendo un
líder religioso, no conociera al Dios a quien servía. Si tan sólo fuésemos
capaces de rendir nuestras fuerzas y habilidades naturales para dejar al
Señor trabajar en nuestra naturaleza y carácter, disfrutaríamos de la
verdad de Dios aún en medio de las pruebas más difíciles! Job al hacer
esto, creo que llegó a decir, “¡Verdaderamente, cómo he gastado tiempo,
esfuerzo y en vano me amargué y dí rienda suelta a mis emociones y
pensamientos, sin saber ni entender lo que era este camino de gloria y
libertad en Cristo Jesús!”. Dijo:
“Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado
maravillosas
para
mí,
que
yo
no
comprendía…”
Job: 42: 3.
Su vida no volvió a ser la misma y empezó su verdadero camino hacia la
libertad y la restauración de todas las cosas; su bendición y la revelación y
conocimiento espiritual de Dios, además de todo lo que rodea el alma del
ser humano, para no ser dominado por nada que no fuera Su Señor y Dios
de toda la tierra.
Otro que tuvo que ver la gloria de Dios en un desierto fue el apóstol Juan,
quien cayó como muerto a los pies del Cristo glorificado cuando le conoció
en toda su manifestación de gloria y majestad. Vio su pequeñez frente a la
grandeza de Dios, y experimentó el inmenso poder de Su mano para
sacarlo de su anterior condición de vida y llevarlo a otro nivel de
conocimiento y revelación de Su Persona y su Presencia.
“Y puso su diestra sobre mi, y cuando le ví, caí como muerto”…
Apoc: 1: 17.
Y es que siempre que experimentemos el toque de su mano sobre
nosotros, seremos invadidos por una sensación de paz, de guianza, de
consolación y de arrepentimiento, que nos quedamos como sin ganas de
seguir siendo los mismos, siendo atraídos hacia su misma gloria, donde ya
no existimos nosotros, sino sólo EL, y entonces reconocemos que en
nuestra carne no mora el bien, y que a menos que tengamos un
encuentro con su santidad, no caeremos postrados ante Su Presencia,
siendo levantados sólo por su misericordia, gracia y amor. ¿De verdad lo
conocemos y queremos así?
Una manera fácil de explicar y entender en medio de las crisis y procesos,
es que son semejantes al estudiante que en el día del examen, tiene la
oportunidad de demostrar cuánto domina y aplica de todo lo aprendido
anteriormente. En este tiempo el maestro se calla y no acepta a nadie
cerca para ayudar a su alumno. Muchos interferimos en los procesos de
Dios para sus discípulos y lo hacemos a causa de la ignorancia, del
sentimentalismo y por no entender que ése es el tiempo cuando el
zarandeo es necesario para que todo lo que no le sirve a EL para cumplir
su propósito sea quitado y se establezca la disciplina y el orden divino que
nos volverá verdaderos hijos, sabios y entendidos, para servirle a su
manera y como nos lo indique, e ir donde quiera que nos envíe y hacer lo
que nos pide. El Salmista reconoció esto, por eso pudo escribir en el Salmo
119: 71 de esta manera:
“Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos”.
Por ello es necesario entender que cuando alguien está atravesando su
desierto, sólo la presencia del Señor es imprescindible y que no debemos
interferir en el trato que Dios está dando, mucho menos impedirlo, si es
que queremos recibir la naturaleza de su carácter y alcanzar madurez. Ni
aún a nuestros hijos debemos impedirles que lo reciban; siempre será una
bendición que se traducirá en crecimiento y dará frutos a todo aquél que
se somete y acepta con mansedumbre este proceso.
Una de las cosas que más me ha costado hacer cuando sé que alguien
está pasando por alguna prueba, es obedecer la guianza del Espíritu
impidiéndome intervenir, en mi deseo de llevar a esa persona al
conocimiento del propósito en medio de ella. Se interponen los
sentimientos y razones personales; pero no el sentir del Señor. Muchas
veces queriendo ocupar e interrumpir el plan de Dios, me he querido
volver imprescindible en su vida, estorbando Su Voluntad; cuando en
realidad uno se convierte en el “ladrón” de bendiciones que le impide a
esa persona seguir a Jesús y verlo y conocerlo tal como EL es.
“Es necesario que EL crezca, y que yo mengüe”… Juan: 3: 29-30.
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo,
sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en
ella han sido ejercitados”.
Hebreos: 12: 11.
Jesús le dio el nombre de “zarandeo” a este proceso de quebrantamiento
y santificación del alma, cuando le dijo a Pedro: “Simón, Simón, he aquí
Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado
por ti, que tu fe no falte…”
Creo que todo creyente que sea capaz de doblegarse en medio de los
desiertos de la prueba y aprenda la lección, difícilmente será el mismo al
salir del proceso. El sólo hecho de ver la poderosa mano de Dios dándole
forma, no le permitirá ser ni hacer lo que antes era, si experimenta los
cambios, que sólo El es capaz de producir mientras pasamos por ese valle
que nos llevará a entrar en el reposo que dan sus delicados pastos. El
apóstol Pedro nunca fue usado con poder y gloria, sino hasta que fue
quebrantado, reconoció y lloró amargamente su proceso. Pero el que
vemos en el libro de los Hechos predicando y exhortando, así como el que
leemos en sus epístolas, en nada se parecen al que caminó con Jesús en
sus años de ministerio terrenal. El “zarandeo” lo transformó y salió de allí
siendo un participante de la naturaleza divina de Cristo.
Capítulo VI
UNA CASA RESTAURADA
No encuentro mejor manera de explicar los cambios de Dios en mi vida,
sino a través de lo que hizo con nuestra casa. Nos habíamos mudado a una
que estaba construida hacía ya mucho tiempo; aunque tenía buenas
bases, necesitaba ser remozada. Fue difícil decidir remodelarla, pero un
día determinamos que ya era tiempo de hacerlo. Siempre que íbamos a
empezar, no lográbamos ponernos de acuerdo mi esposo y yo. Quería
hacer muchos cambios a la vez, a mi manera, y que éstos se dieran de un
día para otro. En mi afán e impaciencia no podía ver ni reflexionar acerca
de los costos, por lo que me molestaba cada vez que pensábamos en
cómo hacerlo. Creo que las mujeres, debido a nuestra naturaleza, poco
nos gusta entrar en razón y somos determinadas e impulsivas cuando
queremos algo. Nos cerramos y volvemos incomprensibles, peor aún, nos
ponemos como niñas malcriadas y nuestros sentimientos confundidos
empiezan a hacer toda clase de conjeturas que buscan inspirar lástima o
llamar la atención y manipular, para lograr lo que queremos.
Lo que yo no entendía es que Dios está en todo y se iba a valer de lo que
fuese necesario para hacerme ver la posición errónea y llevarme por el
camino correcto. Cuando discutía con mi esposo, acerca de las cosas que
quería cambiar, él me hacía ver que no se podía, que no era el tiempo,
que las condiciones no estaban dadas, que era poco a poco. Creo que esto
me impacientaba y enfurecía más por dentro. Pero gracias a Dios por Su
Santo Espíritu, y porque mi proceso, aunque había comenzado, no se
había completado. Así que EL me llevó a reflexionar en la Palabra, la cual
es lumbrera a nuestro camino; y como de verdad había un deseo, una
determinación y un compromiso con el Señor de obedecerle en todo y
honrarle, vinieron a mi corazón estos versículos:
“Andarán dos juntos, si no anduviesen de acuerdo? Amós 3: 3.
“Deléitate asimismo en Jehová y El te concederá las peticiones de tu
corazón. Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en El, y El hará.
Salmo: 37: 4 y 5.
Al no ver las cosas dadas y hechas a nuestra manera y en el tiempo que
quisiéramos,
nos hace querer pasar por encima de la autoridad y
revelarnos sin entender los caminos de Dios. No tenemos la más remota
idea ni conocimiento de las grandes cosas que nos perdemos y con las que
desea sorprendernos; ya que el más interesado en bendecirnos y darnos
todas las cosas para que disfrutemos de ellas, es El mismo. Cuando no hay
acuerdos le dejamos al enemigo una puerta abierta y eso es lo que él
quiere para que el propósito de Dios no se cumpla. Yo sé que es difícil
esperar, pero cuando nos abandonamos totalmente a El, “nos dará todo
mucho más abundantemente de lo que hemos pedido, creído o
imaginado”. Efesios: 3: 20.
Estas son áreas de nuestro carácter con las que Dios quiere bregar en
nosotros para poder bendecirnos, y nos gusta sólo limitarnos en tener a
Dios como nuestro Salvador o Sanador, pero sin querer darle todo lo que
somos, para que tome el Señorío de nuestra vida hasta que muramos
totalmente y Su vida resucitada sea el todo a través de la nuestra.
Fue cuando en el lugar secreto, en mi intimidad con el Señor, le pedí
perdón por mi afán, desespero y terquedad, y volví a renovar mi pacto de
obediencia. Le dije con mi corazón que no me importaba si me daba o no
una casa, si la arreglaba o no, que sólo lo quería a El, aunque me llevara a
vivir debajo de un cují (árbol seco, que sólo se da donde vivo, un lugar
seco y del trópico). Que sin Su Presencia y Su aprobación en lo que hacía,
no valía la pena forzar las cosas.
Creo firmemente que el propósito de Dios es bendecirnos sin límites. Así
que en esta condición y determinación, decidí continuar con mi búsqueda
de Dios, dedicándole tiempo a la renovación de mi entendimiento, lo cual
sólo se alcanza con oir y meditar la Palabra día y noche, como dice el
Salmo 1. Pasaba horas enteras escuchando mensajes, una y otra vez; y le
oraba al Señor al respecto, que limpiara mi corazón y desintoxicara mi
mente de tanta información religiosa y dogmática, así como de tanta
iniquidad que marcó mi vida y que había gobernado mi mente y corazón
por tantos años, y que, al entender el origen o la raíz de los problemas,
estaba dispuesta a ser tratada por Dios.
Las grietas de mi casa y la gloria de Dios
El Señor fue llevando mi vida paso a paso en todo aquello que necesitaba,
haciendo al mismo tiempo una restauración en mi casa de habitación. Sin
proponérnoslo, un día mi esposo me propuso empezar a hacer algunos
cambios. Ya había pasado más de un año desde la última vez que
habíamos planificado hacerlo. Y empezó aquella otra etapa en mí, que me
permitía entrar a otro nivel práctico de vida, en donde podía palpar y
comparar claramente lo que dice el apóstol Pedro:
“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa
espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales
aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.
1ª.Pedro: 2: 5
Creo firmemente que para que seamos portadores de la gloria de Dios,
debemos ser edificados en todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo. El
Señor habla del peso de gloria que en nosotros ha de manifestarse toda
vez que nuestro hombre interior viva en una renovación constante. Todo
esto implica una determinación de nuestra parte de permitirle al Espíritu
Santo sellar las grietas de nuestro corazón; limpiar, abonar, regar y podar
cada día el terreno de nuestro corazón para que la semilla que se va
implantando germine en el proceso y vaya penetrando hasta echar raíces
que aseguren que el tronco de nuestra vida salga de un momento a otro y
pueda cargar con el peso de las ramas y del fruto del Espíritu y
bendiciones que salen de él.
Por mucho tiempo estuve sin entender lo que Dios estaba haciendo
conmigo, pero a medida que éste pasaba e íbamos reconstruyendo la
casa, me daba cuenta, que lo que en un principio me empeñaba en
remodelar, y por lo que tanto discutía y me desesperaba, no era posible
llevarlo a cabo, si antes el Espíritu Santo no hubiese trabajado antes en mi
vida, en mi carácter, en mis actitudes. Por estas grietas se fugaba el agua
de la palabra y no retenía la bendición. El profeta Jeremías hacía
referencia al pueblo de Israel cuando los veía ser presa de sus propias
maldades.
“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua
viva, y cavaron para sí cisternas rotas que no retienen agua”.
Jer: 2: 13.
“Por esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia tardía; y has
tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza”.
Jer: 3: 3.
Israel había escogido ir en pos de sus deseos, buscando satisfacción en
otros dioses que no podían hacerle ningún bien. Prefirieron dejar de lado
al Único Dios que les había hecho gloriosos, haciéndoles ver su doble mal.
Prefirieron hacer esfuerzos humanos por lograr sus deseos en su tiempo y
a su manera, dejándolo a EL, sin considerarlo como la fuente de la vida,
todo suficiencia de la gracia y de la fuerza., de la cual saltan todas las
bendiciones que nos hacen estar completos en Jesús.
Cada grieta de nuestro corazón que no le permitimos sellar a El, provoca
en nosotros, primero, que toda palabra que recibimos, se fuga a través de
cada una de estos orificios. Esto no nos permite conservar las bendiciones.
Por otro lado, como dice el profeta, cada mensaje de Dios, se convierte
para nosotros en un depósito de agua estancada, corrompiéndose y
evaporándose, impregnando a los que están alrededor nuestro. Esto tiene
que ver con la palabra que oímos una y otra vez, y no la atesoramos en el
corazón, ni la vivimos, mucho menos compartirla, y cuando lo hacemos,
viene adulterada, con la raíz de pecado y carnalidad, lo cual no da
testimonio de lo que somos. Por eso vidas no son cambiadas, ni somos
personas de influencia para otros.
Esto nos hace vivir fuera de foco, pendientes de otras cosas que de la
verdad de Cristo en nosotros. Resolvemos y decidimos carnalmente.
Hacemos de nuestros anhelos, del dinero, el ministerio, el trabajo, la
iglesia, la familia, un ídolo. Por eso nos vemos agotados, desesperados,
molestos, afanados, cuando queremos conseguirlo todo con esfuerzos
humanos y con salidas propias de quien quiere alcanzar las cosas
separados del Señor. Esto nos pasará siempre, hasta que reconozcamos
nuestra autosuficiencia y nuestra culpa delante de Dios, contra quien
hemos prevaricado una y otra vez.
Muchas veces queremos alcanzar cosas, sueños, metas, sin que en
nosotros haya unas buenas bases y principios que sustenten y sostengan
lo que queremos lograr y lo que Dios ha prometido darnos. Nuestra vida
ha venido tan viciada, tan llena de situaciones por tanto tiempo, que si no
nos despojamos de todo ese peso y del pecado, de rebeliones e
iniquidades, El no puede poner su peso de gloria sobre nosotros; no
puede darnos lo verdadero y llevarnos a otro nivel de responsabilidades,
de unción, de poder y de autoridad.
Veo y me pregunto por qué muchos ministerios empiezan y no avanzan,
no prosperan, ni trascienden. Creo que en el afán desmedido de servir, de
apresurar una palabra profética dada o en el buen deseo del corazón de
llevar a cabo el trabajo en la obra del Señor, se lanzan y a veces son
ministerios que lo que provocan es “pena ajena”, con grietas tan visibles,
que no han sido selladas por la revelación de la palabra. No reflejan la
gracia ni la gloria del Señor, el respaldo del Espíritu Santo, ni su bendición
en lo que hacen…Son unos más del montón. David decía en el Salmo 31:
15 “En tu mano están mis tiempos”.
La manera como el salmista se expresa, revela la condición de impotencia
en medio de su desierto, en el cual pone de manifiesto lo que pasaba
dentro de su alma, y reconoce que no se puede adelantar a nada, a menos
que Dios mismo le responda, le prepare, le sane y lo envíe…por eso él nos
invita a esperar en Jehová (vers. 24) y conoce el fin de los que lo hacen
antes del tiempo.
Es necesario que en este tiempo de espera, sepamos, vivamos,
aprendamos y caminemos, entendiendo que es el Señor quien tiene en
sus manos todo lo concerniente a nuestras vidas y nos prestemos a hacer
sólo lo que EL quiere, sellando y puliendo nuestras actitudes y carácter,
porque dependiendo de las bases y principios de ese edificio, así será la
dimensión y crecimiento del mismo. Esto aplica para el ministerio, la
familia, la empresa, la iglesia. Se dice de un padre que fue a inscribir su
hijo en la universidad y le pasaron el pensum de estudios y al ver todos los
cursos que le ofrecían, preguntó si no podían reducirlos para que éste
terminara rápido su carrera. A lo que le respondieron:
-“¡Claro que se puede!!! Sólo depende de lo que su hijo desee llegar a
ser!”.
Todo en nuestra vida tiene un precio, traducido en decisiones y esfuerzo;
alto o bajo que debamos asumir. Todo dependerá de lo que queramos
lograr. Si valoramos lo que tenemos y nos esforzamos por alcanzar más,
debemos cavar más hondo y con más persistencia, si lo que deseamos
edificar es grande, o si nos conformamos con cualquier cosa. Esto tiene
que ver con todo lo que respecta a nuestra vida espiritual y de comunión
con Dios, con la familia que queremos formar; con la administración de
nuestras finanzas y recursos; con las relaciones que debemos mantener y
los límites que debamos poner en ellas; con nuestra salud…etc Es que
Cristo hizo provisión para nosotros en todo y nos dejó herencia para que
de ninguna tengamos necesidad y no nos falte cosa alguna en la
edificación de nuestras vidas en El.
“Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y
calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla…?
Lucas: 14: 28
No podemos pensar que por el sólo hecho de tener a Cristo como
Salvador, es ya tener un fundamento para empezar a edificar. Si tomamos
en cuenta la manera cómo Dios edificó el templo de Jerusalem, los
ladrillos que utilizó no tenían la forma que tienen los de ahora. Eran
piedras deformes, que al ser puestas, una al lado o encima de las otras, se
iban frotando y soltando limaduras, hasta ir amoldándose por el peso y la
fricción. Eso garantizaba que la edificación se mantuviera y levantara a
mayores dimensiones. El resultado eran murallas bien sostenidas, bien
unidas y compactadas, de modo que demostraba claramente lo que allí se
había hecho de una manera perfecta, pero donde sólo la intervención de
la mano invisible del Perito Arquitecto la pudo haber hecho.
Hijos o discípulos?
Las condiciones que el Señor nos impone en su discipulado personal, están
determinadas por lo que nos dicen los vers, 26, 27 y 33 de ese mismo
capítulo, lo cual significa que va a usar en sus grandes negocios, empresas
y labores de construcción, sólo a aquéllos en quienes EL lo ha hecho todo
y que le aman personal y apasionadamente, con devoción y entrega
absolutas; que son capaces de renunciar aún a los amores y relaciones
más preciados en la tierra, pués, El cela nuestros afectos más cercanos y
nos vigila, para que nada ni nadie lleguen a ser más importantes que Su
vida en nuestras vidas. Son requisitos o condiciones que parecen difíciles y
estrictos, pero manifiestan la gloria de su poder y presencia cada día de
manera poderosa en todo lo que somos y hacemos ahora. Su Gloria tiene
un alto precio y un alto valor, que no puede ser depositada a menos que
nosotros edifiquemos sobre sus verdades y principios; y en obediencia a
Su Palabra y con la guianza de Su Santo Espíritu, seamos dignos
portadores de Su Gracia y Favor inefables. Esto no es de gratis, ni es del
que quiere ni del que corre, sino del que El tenga misericordia. El no tiene
hijos preferidos, sólo que hay hijos que lo prefieren a EL. Yo he querido
ser una de ellas. Hoy creo tener, vivir y tocar en todo “el Amor del Padre”,
vivo para honrarlo y agradarlo más allá de mis fuerzas y circunstancias.
Las bases de un buen edificio
Todo lo que edificamos en lo natural es producto y consecuencia de lo que
le permitimos a EL levantar en lo espiritual. Cuando El empieza a
supervisar e inspeccionar con Su fuego purificador, nos llevará al punto
tal, de reconocer nuestra condición y donde todos intentamos llevar a
cabo grandes proyectos para Dios. Pero es Jesús quien como perito
arquitecto, nos toma para dirigirnos y controlarnos en Sus empresas y Sus
planes de edificación, y donde ni siquiera podemos escoger dónde y cómo
hacerlo, porque sólo El tiene la potestad de hacerlo a través de nosotros si
nos dejamos gobernar por su verdad y su justicia.
Permitámosle al Señor dirigir nuestra vida sin reservas, sin miedo a lo que
hará, para que sea edificada sobre el fundamento real y con los materiales
correctos, para que puesta a prueba nuestra fe, mas pura que el oro y la
plata, redunde en bendición para todos los que habiten en ella y los que
sean edificados también por ese mismo modelo de construcción.
Así mismo son nuestras vidas en todo. Llegamos al Señor con muchas
deformidades y errores de edificación en el carácter, que necesitan ser
expuestas, y cuando comienza el roce, la exposición al fuego, todo defecto
aparece en nuestras relaciones interpersonales; puede ser con un
hermano, el pastor, el esposo, un hijo, la iglesia; una circunstancia
cualquiera en el aspecto físico, financiero, ministerial, etc, lo cual
quisiéramos evadir o no estar pasando; pero sin darnos cuenta que todo
eso lo está utilizando EL para doblegarnos y enseñarnos a esperar, a
desarrollar el dominio propio, a probar nuestro corazón, a conocer sus
propósitos; para que después de sanados y levantados, restaurados y
liberados, sirvamos a Dios con un ministerio que refleje el fruto del
Espíritu, la revelación de la Palabra, la visión y el propósito de Dios, y que
sea testigo y agente motivador e inspirador a otros que anhelan también
servirle y seamos grandemente usados para Su Gloria.
Cuando empezamos a restaurar y remozar nuestra casa, creíamos que
íbamos a hacer algunos cambios pequeños, ya que eran los que de
momento lo requerían, además de que no teníamos los recursos. No me
gustó de entrada todo ese proceso de tener que aguantar todo lo que la
remodelación de una construcción implica:
Martillazos en las paredes, ruidos, polvo, cosas regadas, gente extraña
cerca de uno. En fin, una serie de situaciones que implicaban no sólo
revisar, dar instrucciones, tomar decisiones, soportar a otros, esperar por
la disposición y el tiempo de terceros para ver terminados muchos detalles
que deseábamos ver ya hechos una realidad. Por otra parte, no tener los
recursos a la mano al momento de culminar algunos aspectos de la obra.
Aquí empecé a darme cuenta que grandes cosas requieren grandes
sacrificios y que el tamaño de tu entrega en la inversión, determinará lo
grande de tu casa. Todo esto fue una escuela para mí. Le daba gracias a
Dios que no nos hubiese permitido comenzar año y medio antes cuando
yo no hubiese tenido la palabra, la fe, el conocimiento y la paciencia para
soportar, esperar y confiar en lo que El había empezado a hacer mientras
restauraba todo. Entendí que así como en la casa física y en mi casa
espiritual, El estaba trabajando a la par, para enseñarme sus leyes y
principios en lo que El estaba edificando. Era una guerra espiritual para
todo, pero un entendimiento revelado de lo que dentro y alrededor de mí
estaba sucediendo.
Mientras yo oraba y buscaba del Señor su sabiduría, su guianza en todo lo
que nos rodeaba, EL se encargaba de mi esposo, de darle también más
sabiduría, de ordenarlo todo en el trabajo que se estaba levantando, e iba
viendo cómo a medida que avanzaba la reconstrucción, Dios iba
proveyendo los recursos, pero también ocurría que era necesario reparar
y cambiar más la casa. Una cosa nos iba llevando a la otra, descubríamos
que había que ir remodelando algo que no era armonioso con lo otro, e
íbamos observando que el tiempo pasaba y no veíamos terminado lo que
nosotros habíamos planificado hacer, en un tiempo y a un costo también
determinados. Pero nos deleitábamos en todo este proceso, al punto que
decidimos no ponerle fecha de terminación, sino esperar a ver a dónde
íbamos a llegar con tanto. Sólo teníamos la certeza de que Dios tenía todo
bajo su control y que El se había hecho cargo de cada cosa y detalle, a su
manera y tiempo. Siempre el Señor me decía:
“Los estoy llevando en esto, como Abraham, que salió a iniciar algo, sin
saber a dónde iba”… Pero con la certeza de que Dios estaba en todo y que
andábamos en total obediencia. Es ésta la que nos hacía caminar y vivir
seguros en todo lo que faltaba; que es la que toca y mueve el corazón de
Dios y te hace confiar en Sus promesas, además de darte autoridad en
todo y sobre todo.
Aprendí que a diferencia de lo impulsiva que había sido, la ligera en el
hablar y actuar, dejé de pedirle a Dios las cosas que yo quería, dejé al
Señor el control de todo; mientras yo me disponía sólo a buscarlo,
conocerlo, amarlo y entenderlo…Abraham tuvo que aprender el dominio
propio, no se volvió un “bocón” prometiéndole cosas a Dios para
impresionarlo, sino que de manera sencilla en el proceso, se mantuvo fiel
a Dios y su fe fue probada y contada por justicia. Los resultados de sus
bendiciones y las consecuencias de su fe y obediencia ya son de todos
conocidos.
La importancia de un pacto
Del mismo modo estaba pasando dentro de mí. Dios empezó una
restauración en mi “casa espiritual”, de modo que yo creía que el proceso
y la inversión eran cortas y pocas. Cuán equivocada había estado, porque
hasta el día de hoy las cosas que ha ido formando en mi carácter
implicaron un duro proceso de cambios, esperas, sujeciones, hacer morir
lo que yo amaba de mi “vieja edificación” y de mí estructura mental.
Cambiar formas, pensamientos, estilos de vida, hábitos y costumbres,
maneras de ver la vida cristiana y resolverlo todo del mismo modo, se
convirtieron para mí, en una prueba de “resistencia”. Sólo me sostenía el
saber que mantenía mi compromiso de “obedecer” al Señor a pesar de y
en medio de…Creo que yo no sabía lo que estaba diciendo, porque si no,
me hubiese retractado de mi pacto con el Señor y EL no se lo hubiese
creído ni insistido conmigo como lo hizo. Es que EL sabe lo que dice y
hace…yo no. Lo entendí después. El es Dios de pactos!. Me enseñó y
ayudó a cumplir mi parte con determinación, y demás está decir que El
cumplía paso a paso la suya. En esto aprendí una idea del corazón de Dios.
“Nosotros podemos confiar en Dios; pero Dios necesita confiar en
nosotros”. Le decía cada día con lágrimas, Señor, sé que puedo confiar a
ciegas en ti, pero quiero que confíes también en mi!”. Esta era la parte de
mi pacto más difícil de llevar, pero sentía la fuerza de Su Espíritu
llevándome y ayudándome cada día.
Hasta cuándo Señor?
Cuando no entendía lo que estaba haciendo, ni vislumbraba nada, me
daban ganas de “colgar la toalla” y decirle ¡Hasta cuándo! ¿Por qué te
tardas tanto en arreglarme en esto? ¿Qué es lo que estás haciendo que te
cuesta tanto terminar?..¿De qué he estado hecha que te cuesta tanto
darme forma?...Qué atrevida fui con Dios!...De hecho, lo hacía, pero su
Santo Espíritu siempre estaba allí recordándome todas las cosas que el
Señor Jesús haría o diría, además del pacto que había hecho con EL de
obedecerle en todo. De verdad, pensar en todo esto siempre, conmueve
mi corazón y es lo que me ha hecho una apasionada por El y por Su
presencia; por Su Palabra y por Su voluntad para mi vida, en todas las
áreas donde ha ido desarrollando Su carácter y naturaleza. Sé que EL sabe
que no ha habido nada que me haya pedido en cualquier área o condición
de mi vida que le haya negado. El es mi vida…
Mi vida estaba centrada y enfocada totalmente en lo que Dios estaba
haciendo y observaba la manera cómo El iba trabajando en los detalles de
la casa. Debo referirme al hecho de que nunca separo lo natural de lo
espiritual, lo cual me ha hecho más y más acuciosa en el proceso. Para mí
todo tiene que ver, o es consecuencia de lo espiritual. Así que había
momentos en que aparentaba estar o ser muy paciente…pero veía que no
avanzábamos en nada, en ninguna de las dos casas (la espiritual y la física)
y como si estábamos en el mismo punto de partida. Pero igual, tenía que
reconocer que el propósito de Dios era obtener de nosotros un producto
acabado y perfecto. Nuestros impulsos siguen sometidos a su control, así
como los pequeños detalles, “pequeñas zorras,” que son los que afean
nuestra viña o casa espiritual. Son los que por lo general no consideramos
como importantes, pero son también los que llevan más tiempo corregir o
edificar. Sea lo que sea que haya que cambiar, Dios estará allí,
señalándolos con persistencia hasta que lleguemos a la perfección en El.
“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a
vuestra fe virtud, a la virtud, conocimiento, al conocimiento dominio
propio; al dominio propio paciencia; a la paciencia, piedad…porque si
estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos y
sin fruto…”
2ª. Pedro: 1: 5-8.
Permitámosle al Espíritu Santo la continuidad de un trabajo de corrección
en nuestra vida y no creamos que “ya llegamos”, que ya lo aprendimos
todo o que ya estamos listos…esta es la “ley del tope”; cuando más bien
deberíamos estar conscientes de, que las pequeñas cosas en las que nos
hemos viciado, son las que están impidiendo que seamos cristianos más
maduros, prósperos y más bendecidos en todas las áreas de nuestra vida.
“Más tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y
cabales, sin que os falte cosa alguna”.
Stgo: 1: 4.
Debo hacer referencia a que yo no estaba congregándome en una iglesia
local; situación a la que el Señor me sometió, debido a que yo le pedía
tantas cosas que si hubiese tenido conciencia en ese momento de mis
peticiones, me habría retractado luego…Le pedí que me desprogramara el
“disco duro” de mi computadora religiosa, y me sacara todo lo que yo era,
sabía y tenía, que le impidiera a El hacer y cumplir Su perfecta voluntad en
mi vida. Me mantuvo por espacio de unos seis años sin ir a ninguna iglesia.
Sólo cuando la palabra vino a mí con revelación y abrió mis ojos, me
permitió ir a los seminarios de grandes maestros de las escrituras y a oir lo
que El quería enseñarme, como lo mencioné anteriormente. El se tomó en
serio mis deseos en oración (El sí es Fiel y cree en lo que pedimos) y se
hizo cargo de mí en todo; que fue guiando mi vida cuidando de suplir paso
a paso lo que yo necesitaba en todas las áreas de mi vida y
alimentándome con el mejor pan. Pude ver cumplida la palabra del Salmo
23:
“En lugares de delicados pastos me hizo descansar” y “Aderezó mesa
delante de mí, en presencia de mis angustiadores”.
Hoy digo que amo a Dios, amo Su Palabra y amo obedecerla. Todo lo
demás que me ha perseguido y vivido, es producto de esa verdad que con
revelación ha abierto los cielos para mí en todas las áreas y en todos los
aspectos de mi vida. Todo esto sacó de mí y me liberó del espíritu religioso
en el que viví por tantos años. Hoy mi perspectiva de Cristo, de la iglesia,
del servicio a Dios y del ministerio, cambió totalmente. Vivo libre en Cristo
pero más esclava de EL. Nada ni nadie como El para mí, lo llena todo en
todo y mi único deseo es ser como es El y que mi vida sea llenada de El
mismo!
El dueño de la casa
Aclaro que no puedo hacer de muchas de
estas experiencias
paraeclesiásticas una doctrina, pero creo que Dios creó todas las
circunstancias para que yo aprendiera a verlo sólo a EL, a entenderlo,
conocerlo, pero sobre todo, a desearlo, a amarlo, a obedecerlo…y como El
es el Maestro, el Perito Arquitecto, tomó el martillo en su mano, la vasija
de barro y empezó a romperla para hacerla de nuevo, y en el proceso de
fundición, hacer lo que ahora soy, sabiendo que nunca estaré ya hecha y
satisfecha, pero sí iniciada para edificar la visión que nace sólo en el
corazón de Dios y que sólo se puede llevar adelante con EL. Nunca jamás
he sido ni seré la misma, toda vez que le permito que cada día me forme,
como El es en todo. El tiene las llaves de mi corazón y entra como quiere,
las veces que quiere y como quiere, para ser el dueño y cambiar lo que
quiere. Vino para quedarse y vivir en mi corazón, en mi mente; en todo mi
ser El lo llena todo!. El es mi Señor, mi Amado, mi Rey…mi todo!!! El y yo
somos uno!
Si en mi casa física iban apareciendo fallas, grietas, detalles, formas,
materiales viejos, los cuales fueron cambiados ya que afeaban toda la
estructura y no lucían; asimismo ocurría conmigo. Dios iba escrutando mi
vida, alumbraba mis tinieblas (salmo 18), me hacía ver lo que había que
hacer: morir día a día; en otras ocasiones, me enseñaba cómo hacer con
ciertas actitudes, me mostraba el camino por donde debía andar; me
llevaba a renunciar a cosas materiales, a sentimentalismos, a llevar
cautivos pensamientos y sentimientos que en otro tiempo amé y conservé
dentro de mi; me quitó costumbres, compromisos y usos que yo mantenía
por tradición, aún por pena con los demás; hasta que entendí que
mientras más el Espíritu Santo penetraba y ahondaba dentro de mí, más
situaciones y gente, situaciones y recuerdos se borraban de mí, y yo me
sentía cada día más libre. En esto se cumple lo que dijo Jesús:
“Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos,
y hermanos y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi
discípulo”.
Lucas: 14: 26.
Muchos hemos tomado muy livianamente este versículo y creemos que
con sólo dejar de mentir, fumar o beber; adulterar o robar; o simplemente
cambiar de religión, ya somos verdaderos discípulos o cristianos que
agradamos a Dios. Esto va más allá de una simple confesión o decisión.
Notemos cómo a Jesús lo seguían multitudes y sin embargo dice: “Si
alguno”…como dando a entender que era difícil encontrar a alguien que
fuese capaz de entregarse a EL y dejarlo empezar una etapa de
restauración de su vieja naturaleza a través de permitirle quebrantarnos
de tal modo, que lleguemos a aborrecer tanto lo que éramos, lo que
hacíamos y la forma cómo vivíamos, HASTA ser conformados a su misma
imagen y llegar a ser participantes de su naturaleza divina.
( 2ª. Pedro:
1: 4 ).
“Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo
romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán.”
Lucas: 5: 37.
Algo que el Señor nos pidió, fue regalar todo lo que teníamos en nuestra
casa, vaciar las habitaciones, closets, muebles, adornos. No nos fue difícil
hacerlo porque hemos aprendido a dar y disfrutamos con ello. Pero no
sabía la gran enseñanza que paralelamente nos daba con este hecho. Era
sacar todo lo que por años había estado allí, pero que impedía traer lo
nuevo. En todas las cosas estaban mis sentimientos, recuerdos,
objetos,…pero a medida que iba renovando todo, conocía lo conforme
que había estaba con todo; tan viciada y acostumbrada con lo que era y
tenía, que me impedía ver lo nuevo que Dios tenía preparado para nuestra
casa.
“Despojaos de todo peso y del pecado que nos asedia”.
Heb: 12:1b.
Muchas cosas en nuestra vida son peso aunque no sean pecados
necesariamente. Nos cargamos de cosas, afanes, formas, gente,
compromisos, costumbres, tradiciones y objetos incluso, que representan
luego una atadura. Vi, literalmente, cómo Dios iba haciendo una limpieza
en todos los aspectos de la casa, para luego ordenarla con lo que sólo
quería colocar tanto en mi corazón, como en los espacios de la casa. Esto
me enseñó a ver de cuántas cosas nos cargamos y afanamos que no son
necesarias y las que luego se convierten en peso para nuestra vida.
Como mujeres somos muy alarmistas en cuanto a la manera de gastar y
hacer compras nerviosas. Esto nos lleva a adquirir incluso ornamentos que
no son de Dios por nuestra misma naturaleza detallista. Pero cuando le
entregamos el control de todo a El, nos va indicando qué hacer, qué
comprar…sin caer en el legalismo o exageración, previniéndonos incluso
de adquirir las cosas que pueden afectar el orden en el hogar, en lo mental
y espiritual, así como el financiero.
Por otro lado los sentimientos que se mezclan en el corazón, los cuales
junto al sistema viciado en nuestro estilo de vida, nos esclaviza y mantiene
con el corazón lleno de grietas, que no dejan que el agua fresca de la
Palabra sea retenida. Pero cuando soltamos todo esto, entonces todos los
espacios de nuestro corazón quedan libres y sanos para recibir y atesorar
todas las bendiciones que nos pertenecen como herederos en Cristo y
vivir la vida abundante, con el vino nuevo. Llegaron las verdades para
quedarse y también todas las cosas nuevas y multiplicadas. Cada día, y
hasta hoy nos alcanzan más las bendiciones.
Todo es hecho nuevo
A medida que se iban reformando y cambiando todas las cosas en nuestra
casa, todo Dios lo iba proveyendo nuevo, le pedíamos dirección en todo,
hacíamos todo de acuerdo a sus instrucciones y diseño; lo cual se fue
transformando, hasta darle forma, color a todo, y luego disfrutar de lo que
El había hecho con excelencia, paciencia, amor y solicitud. Del mismo
modo, Dios venía trabajando en mi carácter, redarguyéndome,
guiándome, enseñándome y cambiando todo aquello que no lo reflejaba a
El en Su Justicia y orden; en Su carácter y naturaleza. Por eso me mantenía
pegada a EL, sacando todo lo que me pedía que quitara, y es esto lo que
nos explica el apóstol Pedro, cuando dice que debemos poner diligencia y
prestarnos a lo que Dios desea hacer, para que podamos dar frutos
buenos, estar activos en lo que ha planeado que hagamos, y tengamos
seguridad y claridad en lo que será de nuestras vidas de aquí en adelante,
en el plan que tiene en lo personal, familiar, ministerial, material….porque
haciendo así, no caeremos jamás; no seremos personas de doble ánimo, y
que ya que no dependeremos de lo que percibimos por los sentidos, ni
seremos movidos por las circunstancias, sino que tendremos perfecta paz
en El y seguridad en la presencia de Su Espíritu, guiándonos a toda verdad.
“No vivo yo, más vive Cristo en mí”.
El resultado de todo este proceso donde Dios nos mandó a sacar lo viejo
de nuestra casa y de mi vida, fue lo que trajo las cosas nuevas, unido al
crecimiento y provisión sobrenatural en las finanzas, además de cambios
en nuestras mentes y corazones y vimos cómo una bendición traía la otra,
más revelación, más búsqueda, más entrega, más adoración, más
determinación en la obediencia, lo cual se ha traducido hasta el día de hoy
en una renovación, una transformación en todas las áreas de mi vida. Hoy
puedo testificar y enseñarles a otros el camino hacia una bendición
permanente, como consecuencia del proceso de restauración y cambios
en mi vida. Han sido etapas y procesos en todo lo que hoy me permiten
hablar y testificar de cómo ser reedificados en El, con El y para El.
Mis dos casas nuevas
Hoy mis casas, la física y la espiritual andan en armonía, y soy testigo de
cada cosa que Dios derribó y de cómo colocó cada piedra en su lugar y
cómo la proveyó… ha sido una espera constante, una limpieza
permanente, un someterse diariamente a lo que El ha establecido, sin
quejas ni ansiedades; sólo creyendo y confiando en lo que iba indicando,
hasta ver un producto terminado, como El lo sabe hacer.
Conocí al verdadero Maestro, ya que sabía guiarme, enseñarme,
corregirme. En todo este proceso, estaba consciente del camino por
donde me llevaba. Muchas veces, cuando no entendía algo, le preguntaba,
por dónde vamos, a dónde me quieres llevar, cuál es la lección que me
toca ahora…y qué lindo! Todo me lo decía…era como una niña a la que su
maestra la lleva de un lado a otro pasando las lecciones. Por eso hoy me
es fácil guiar a otros, porque de la misma manera como EL me enseñó,
puedo también hacerlo igual.
Conocí al verdadero Padre, su manera amorosa, pero firme también de
disciplinarme, así como otras veces fuerte; su paciencia, y en otras su
reprensión o exhortación, recordándome la parte de mi pacto. Siempre
experimenté su Fidelidad en todo, Su gozo en lo que me enseñaba, así
como la tristeza de su corazón cuando lo ignoraba o desobedecía.
Experimenté el dolor de Su Espíritu Santo cuando deliberadamente
decidía hacer mi voluntad, es decir, actuar en mi carne. Pasé por cientos
de experiencias que me hicieron conocer al Padre, al Amigo, al Sanador, al
Maestro, al Proveedor…, porque le dije, y no por orgullo, “no quiero que
nadie me dé nada”… Quiero recibir todo de tu mano solamente!. Llegué al
punto de decirle, “quiero que sólo tú me pastorees”…creí que esto era fácil
y cómodo por el hecho de no haberme permitido ir a ninguna iglesia todo
ese tiempo. No, sus exigencias eran fuertes y me parecía que no iba a
aguantar tenerlo como mi Pastor…pero así lo conocí, y hoy, sus
enseñanzas, sus manifestaciones en mi vida, me hicieron conocerlo más,
amarlo más y obedecerlo más también. Y puedo decir, qué fácil es
obedecer a un pastor en una iglesia cuando solamente te da órdenes o te
dicta normas y te invita a participar de las programaciones y formar parte
del equipo personal o ministerial…Pero cuando EL mismo te pastorea, sus
exigencias son de negación, de muerte, de entrega, de obediencia, de
cambios…Luego que lo aprendes, y entiendes que seguir al hombre, al
líder, es fácil; pero ser un verdadero discípulo de Jesús, tiene sus fuertes
demandas. Pero qué privilegio seguirle y servirle en esa condición!
CAPITULO VII
UN NUEVO CORAZON
Cuando Dios empezó a tratar con mi vida, lo primero que sentí o entendí
fue la necesidad que tenía de un nuevo corazón. Tenía uno con apariencia
de piedad, pero que negaba la existencia de ella, con verdades, pero de
ninguna tenía raíces profundas. Tenía la idea de que Dios se agradaba de
mis buenas obras e intenciones, pero nunca había sido confrontada con
las iniquidades y rebeliones de mi corazón. Jeremías 17: 9 dice:
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; quién lo
conocerá?”.
“He aquí en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi
madre”.
Salmo: 51:5
Era una constante en mí buscar excusas, cuando no entendía la raíz de mis
faltas y pecados, siempre terminaba culpando a otros de lo que a mí me
ocurría. La idea era siempre quedar bien, sin siquiera buscar dentro de mí,
la falla. Prov. 26: 2 dice que no hay maldición sin causa. Nunca estuve
conforme conmigo ni con los demás. Era muy frecuente ver cómo todos
señalaban mis errores, sin que yo misma me percatara de ellos. Y es que
cuando nuestra mente está empañada y el corazón se cierra a la verdad,
estamos lejos de exponernos ante el escrutinio del único que puede
examinarnos y revelarnos la actitud que nos ha gobernado por tantos
años, y que consideramos hasta “normal”, la cual que rige todos nuestros
actos. Por eso seguimos iguales, sin que sintamos necesidad de cambios.
Esto es lo que ha hecho que nos engañemos y digamos: “Bueno, yo tengo
años de haberle entregado el corazón al Señor”; “esto forma parte de mi
personalidad”; “soy líder en mi iglesia y tengo ministerio”. Así que todo
está bien! Estoy bien con Dios!.
La Palabra de Dios nos enseña acerca de grandes hombres que mantenían
posiciones dentro del pueblo, pero que descuidaron su corazón y sufrieron
pérdidas. Salomón oró pidiendo sabiduría y ciencia de Dios, pero olvidó lo
más importante: mantener vigilado su corazón ante Su Presencia y no
pasó de ser un religioso más que luego se lamentó por lo que hizo, con
todas las consecuencias que todos conocemos. Son éstas cosas que no
consideramos, las que desatan la ira de Dios, y así como le pasó al hombre
más sabio y rico sobre la tierra, Salomón, el cual, a pesar de haber
construido un templo grandioso, no atesoró las verdades y principios que
conocía y se dejó seducir por lo que sentía y lo que le rodeaba. Se dejó
engañar por su corazón.
Muchos hoy, como Salomón, se han ido conformando con su pequeño
“reinito” sin frutos, sin riquezas espirituales, ni prosperidad de ningún
tipo; sin victorias sobre el pecado, y poca trascendencia en sus vidas,
porque lo peor que puede pasar es creer que estamos listos, sólo por el
liderazgo que nos ha otorgado el concilio, el curso o el conocimiento que
manejamos en la mente con unos cuantos versículos, pero sin conocer el
engaño de nuestro corazón, ni los pensamientos revelados de Dios. Esto
no depende de aprender el lenguaje de la Palabra, sino aprender de Cristo
(Ef. 5: 20).
Sólo déjame decir que si no conocemos lo que tenemos dentro y
experimentamos la libertad en EL cada día, así como la victoria sobre lo
común y cotidiano y una renovación y cambios constantes, el
estancamiento se verá, no por lo que hagamos o dejemos de hacer para la
obra, sino por el engaño de nuestro corazón que se mueve en la dirección
a la que siempre ha estado acostumbrado y en la vanidad de su mente. Así
no podremos guiar a nadie a un verdadero arrepentimiento. Por eso no
hay testimonios, no hay conversiones reales, no hay búsqueda del corazón
de Dios…muchos andamos tras sus bendiciones, sin conocer lo que nos
mueve. Tampoco habrá sanidad del alma, ni la Gloria de Dios se
manifestará. Por eso nos hemos mantenido tan embelesados y
encantados por la emoción que provocan unos minutos de adoración en
un servicio semanal, pero de allí, a que tengamos en lo personal, una vida
de comunión y renovación; de relación y confrontación, conversión y un
nuevo corazón, hay un trecho muy largo.
Hoy, Dios no va a seguir viendo cómo nos volvemos complacientes con la
gente, con el pecado, con la rutina en nuestros cultos, marcándole
nuestros propios parámetros acerca de lo que piensa cada uno,
perteneciendo a la religión organizada. El Señor mismo se está revelando
a la gente que a pesar de no ser consecuente en una iglesia y estar en
diferentes medios mundanos y ambientes depravados, están teniendo
verdaderos encuentros con El. Por qué? Porque no vienen con ínfulas ni
ideas preconcebida, sino con el deseo de que sus corazones sean limpios y
transformados. Esos sí van a dar testimonios y Cristo será visto en ellos en
todo su ser. Isaías 65: 1:
“Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que
no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí,
heme aquí”.
El pueblo de Dios en un porcentaje muy elevado, ha hecho de sus
creencias, conveniencias y viejas experiencias una doctrina y una teología
que ha sabido llevar con muy buena intención al medio cristiano. En
consecuencia, cada quien hizo de lo que vive día a día su “código de ética”
y lo que para unos es “bueno”, para otros es “malo” y viceversa, dejando a
un lado los pensamientos y el sentir del corazón de Dios en nuestras
acciones, actitudes, pensamientos y confesiones. Muchos entonces
queriendo dar una “buena imagen”, vivimos un cristianismo de
apariencia.” Engañoso es el corazón, quién lo conocerá”? Por eso hoy
estamos divididos y sin una verdadera experiencia con Dios. Nos hemos
engañado con el hecho de que oramos mucho, ayunamos y ofrendamos y
ocupamos posiciones de liderazgo…No me malentienda, todo esto tiene
su lugar, pero jamás puede esto llenar y ocupar el lugar que día a día El
quiere llenar con la Santidad de Su Nombre, Su Presencia y Su Palabra.
La raíz del problema
El origen de este problema en el ser humano, lo encontramos en el Edén,
el día que Adán y Eva comieron del fruto prohibido y el sistema satánico
dañó el concepto de la obediencia y la santidad en el hombre.
“Sino que sabe Dios que el día que comas de él, serán abiertos vuestros
ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.
Gén: 3: 5
Dios hizo al hombre con una vida plena, total y absoluta, con dominio en:
_Lo espiritual: para tener comunión con El; para que caminara en su
sabiduría, sólo con el conocimiento de Su persona; tuviera dominio y
señorío sobre todo y viviera en un descanso permanente.
_Lo familiar: con total relación y comunicación, con una plena
interrelación; ejerciendo su sacerdocio como cabeza, siendo el protector,
el señor y ejerciendo con un solo sentir, lo relativo al gobierno de Dios.
_Lo material: para que gobernara sobre todo lo creado, produjera; se
multiplicara y se proyectara con todo lo que Dios le había dado, viviendo
en la sobreabundancia.
_Lo físico: viviendo siempre en salud, con una vida eterna para vivirla en
todo lo que reflejara el aliento del Padre; con fuerza y vigor para procrear
y fructificar.
_Lo social: Mantuviera buenas relaciones, estabilidad, seguridad en todos
los órdenes de la vida, además de tener el favor y la gracia de Dios para
que todo caminara en perfecto orden y armonía.
Es una conceptualización de lo que pensamos o creemos que está bien o
mal lo que nos hace actuar y hablar. Adán y Eva siguieron las direcciones
que les dictó la lógica del conocimiento que habían tenido hasta ese
momento y no siguieron el corazón de Dios, alterando así sus conciencias
y sus acciones. A partir de este momento el hombre empezó a decidir
según su sabiduría y conveniencia y se volvió sabio en su propia opinión.
Tenemos que lo que es bueno para unos es malo para otros, con lo cual
nunca damos “al blanco” y por eso estamos dispersos en opiniones,
doctrinas, formas y métodos de hacer las cosas. Esto ha generado caos en
una nación, en familias, en iglesias y ministerios completos. Pero si tan
sólo buscáramos conocer a Dios, su mente, su sentir, su corazón,
entendiéramos y camináramos en Su verdad, no tendríamos conflictos o
los resolveríamos por una sola vía. Dice Prov. 8: 35:
“Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová”.
Nuestros servicios hoy, queremos que estén marcados por las emociones
alimentadas de, si lloramos, caemos o sentimos que se nos pone la piel de
gallina o si alguien ora por nosotros y nos toca, o nos da una palabra;
siendo éste nuestro llamado “culto racional”, y personalmente creo en
todas estas manifestaciones cuando vienen por el “peso” de la gloria de
Dios en quien ministra y la forma como el Espíritu Santo se mueve. Pero
muchos hoy no están experimentando esto, sino el toque de sus
emociones buscando impresionar no sé a quién. Y me pregunto dónde
vamos dejando el testimonio, los cambios, los frutos, el conocimiento
revelado de Dios, la influencia y la manifestación de la obra de Dios en la
mente y el corazón? El culto al Señor del que habla el cap. 12 de Romanos
va mucho más allá de un servicio, tiene que ver con un corazón que se
derrama, se vacía, que se desprende de lo que ha amado de sí mismo y
entonces empieza a sentir lo que Jesús sintió, a hacer lo que El hizo, sin
permitirle a la mente y al cuerpo hacer lo que ellos dicten.
Cuando Jeremías hace alusión al corazón, dice que es engañoso porque se
desvía para demostrar una percepción o declaración falsa de sí mismo.
Por otra parte, si sabemos que el corazón es engañoso, también será
infiel. Cualquier idea o sentimiento interno o externo le hará caer en una
trampa, que lo desviará siempre de llegar a ser fiel a las verdades de Dios;
se empeñará en obedecer sus impulsos antes que a El. Esta es una acción
tan sutil y a la vez tan natural que tristemente, nos engaña a nosotros
mismos, no a los demás, mucho menos a Dios. El entender ésto me llevó a
tomar decisiones respecto de mí misma, y saber que mi corazón no podía
seguir siendo llenado sólo de palabra que se me iba por las grietas que
tenía, pidiéndole al Señor que anhelaba más que nada, su mente y su
corazón. He visto y experimentado cómo, con esa combinación de ambos,
todo lo hago y siempre anhelo caminar y moverme bajo la esfera del
espíritu, siendo guiada y no engañada; lo cual me ha permitido caminar
una vida de victoria en todo y ubicada por encima de Satanás y sus
maquinaciones. Es sujeción total a Dios y a Su Voluntad, es un morir
constante y cuidar el nuevo corazón.
Ciertamente la palabra de Dios dice que fuimos formados en pecado y en
maldad (salmo 51: 5). Caminamos con la naturaleza proveniente de un
viejo corazón, con el potencial suficiente de hacer cualquier clase de
maldad, que nosotros mismos no imaginaríamos, ni pensaríamos; sólo
hasta que llega el momento de ejecutarlo. Esta es la iniquidad de la que
habla el salmista, todo aquello que hacemos donde la vida y la verdad de
Dios no existen para nada, ya que con ello atentamos contra su carácter
santo. Por eso somos lo que somos y hacemos lo que hacemos; porque
como existe un acuerdo entre el corazón y la mente, nuestro espíritu
ahora tiene actitudes carnales, engañosas y pecaminosas.
Si hay algo que me mueve a decir estas cosas, es porque estoy cansada de
ver lo mismo en la gente, parece que no se quieren dar cuenta de lo que le
ocurre dentro o ignora estas verdades, porque si no, no serían las mismas
e irían de una gloria a otra gloria; sus hábitos cambiarían y querrían llevar
a otros a donde deben estar, no predicarles lo que quieren saber. Creo
que la iglesia ha ido perdiendo o no camina en ese poder, porque no
declara las verdades que salen del corazón de Dios, sino que dice lo que le
conviene, o le complace. En ese círculo falto de conocimiento espiritual de
Dios, sin unción y sin la autoridad y el testimonio de Cristo, no los
liberamos de los yugos del diablo para que sus terrenos queden limpios y
la palabra encuentre dónde penetrar y lleve mucho fruto.
Es impresionante ver en el espíritu como la iglesia hoy canta con júbilo,
danza, salta, pero en los corazones existe de manera latente la iniquidad, y
lo más inconcebible de todo, es que no caigamos en la cuenta de cómo
estamos delante del Señor, y nos estamos engañando al creer que como
muchos estamos siendo prosperados; otros levantando ministerios; se
aprecia la multiplicación financiera, así como el número de creyentes ha
aumentado en la congregación y los métodos han funcionado, nos hemos
olvidado del que dio su vida para darnos vida y transformarnos el corazón,
que es a fin de cuentas lo más importante. Hoy más que nunca veo que la
iglesia del Señor, vive de espaldas a Dios porque los corazones se han
envanecido por lo que tienen y lo que ven, que por lo que el Señor nos
manda a vivir en el orden de su palabra. Deut: 10: 12, dice:
“Ahora, pués, Israel, ¿Qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a
Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas
con todotu corazón y con toda tu alma?”.
Creo que cada una de las experiencias que hemos vivido en la vida,
sobretodo con el Señor tienen la intención de probar lo que existe en
nuestro corazón y qué bueno fuese que tuviésemos tanto deseo de
conocer a Dios fuera de una iglesia o sólo porque ejercemos un cargo o
hemos mantenido el status dentro de un ministerio. Oro que cada
creyente llegue a desear más que todas las atracciones que ofrece una
congregación, tener una relación íntima y de conocimiento de Dios, sin
más adornos que no sea EL. Cada día me fue llevando a un entendimiento
de lo falso que había en mi corazón con respecto a la verdad, hasta llegar
a la raíz de todo el asunto: necesitaba conocer a Dios, sus caminos de
muerte de mi ego, de mi carne, crucificar lo que no proviene de su
naturaleza, para poder experimentar el poder de su resurrección.
Dios me ha ido llevando cada día a un camino de muerte, de cruz, de
entrega, donde ha internalizado verdades que antes mi corazón no
consideraba, para llevarme a ser un árbol con raíces profundas y poder ser
testigo de cada palabra que digo, porque en el fondo de mi corazón he
gritado ¡basta de tanta superficialidad en la palabra que se predica! Si en
el jardín sólo se cultivan plantitas pequeñas, endebles; eso es lo que se va
a ofrecer a los demás, porque sólo podremos predicar desde el nivel en el
que nos encontremos. No podremos llevar a otros a ser y llegar a ser lo
que nosotros no somos ni hemos alcanzado. No daremos sombra, ni frutos
a nadie, si no echamos raíces en nuestro corazón al recibir la palabra.
¿Qué hacer? ¿Cómo caminar con una nueva naturaleza?
“Si el grano de trigo no cae a tierra y muere, no puede dar mucho fruto”.
Juan: 12: 34.
“Poned la mira en las cosas de arriba, y no en las de la tierra, porque
habéis muerto y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.
Col: 3: 2.3
“Despojaos del viejo hombre que está viciado de los deseos engañosos y
renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre,
creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad”. Ef: 4: 22-24.
Cuando la palabra llega, es como un embudo, filtra y un espejo que retrata
lo que hay de nuestra carne y nos alumbra, trae revelación y
entendimiento y sabiduría, a los que quieren rendir su corazón a la
verdad. El hombre interior es renovado y transformado; limpiando las
conciencias de obras muertas que no glorifican a Dios.
Dios tuvo que cambiar mi corazón mundano, carnal, que andaba en la
vanidad de su mente, incapaz de tocar el corazón de nadie; inútil e
insatisfecho y sin éxito en nada. Hoy entiendo que toqué sólo las
emociones de los demás, pero sin producir nada de valor eterno; porque
eso hacemos cuando no tenemos raíces y no somos árboles frondosos. Si
predicamos en el conocimiento, y apuntamos sólo a las emociones,
llegaremos a la mente del oyente y recibiremos esta respuesta: ¡Qué
lindo! ¡Buena palabra! ¡Lindo el mensaje!...Pero cuando ministramos con
un corazón libre, limpio y nuevo, entonces la Palabra llegará, cortará y
confrontará al oyente con la realidad de su pecado y su condición será
otra, cuando es llevado al verdadero arrepentimiento por el Espíritu de la
verdad. Hoy provocamos muchas “decisiones de salvación” y muchos
métodos de crecimiento y conocimiento, pero no los estamos llevando a
una convicción de su pecado. Por esto, la idea no es consentir en el
pecado o equivocaciones del pueblo, sino mostrarles dónde está su
pecado. Pablo aconseja a Timoteo a “Que prediques la palabra; que
instes a tiempo y fuera de tiempo; reprende, exhorta con toda paciencia
y doctrina, porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina,
sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme
a sus propias concupiscencias” 2ª. Tim: 4. 2-3.
Caso contrario, cuando hablo la verdad a la iglesia con la palabra que Dios
me da, los comentarios son contrarios a los que espero o quisiera
escuchar: ¡Qué palabra tan dura! ¡Deberías tener misericordia! ¡Eres muy
severa y eso es muy profundo!...Pero Dios mismo está quitando las
“vendas mágicas” y expondrá lo que no venga de El y a los que le estorben
en llevar a un pueblo a la santidad y sacarlo del conformismo espiritual y
religioso. En esta condición viví por años y me justificaba creyendo que
porque era salva, podía seguir dándole rienda suelta a las obras de la
carne en mí, abusando de la Obra Redentora de Cristo; con ceguera
espiritual y sin revelación de Su Palabra, hasta que un día por Su Gracia,
mis ojos fueron abiertos a su verdad y hoy aborrezco lo que era y había en
mí corazón, sin repetir “Dios me conoce y sabe que lo amo”. Cuando
escucho expresiones como éstas, le digo al Señor, no permitas que mi
corazón me engañe, revélame lo que está oculto en él, que pueda
desviarme de tu mente y propósito. Le pido que me ayude y enseñe
siempre a ser íntegra, genuina, sincera, humilde, para reflejar y revelar a
otros Su Reino y Su Justicia.
Sé que aunque a veces, por las razones que sean, me provoque ir tras mis
propios deseos y pensamientos, digo “Señor, mi vida por la tuya”. No
quiero fama, nombre o reconocimiento, te quiero a ti; porque un día
decidí y determiné aceptar sólo lo que viniera del corazón de Dios, y
hablar la verdad de Su Palabra. Esto me ha costado ser criticada,
rechazada, pero saben algo? Prefiero a Cristo, prefiero renunciar a todo lo
que soy y tengo, antes que comprometer lo más valioso que Dios depositó
en mí: Su corazón. A El le costó la vida, su gloria, su reputación…Todo! No
quiero ser vista ni conocida por otra cosa que no sea lo verdadero de El,
Su Presencia, Su Gloria y Su testimonio sean lo que sea visto a través de
mí.
Por otra parte, lo más importante, no es lo que predico desde el púlpito,
tampoco hablarle al pueblo el mensaje que quiero, ni lo que deseo que me
digan luego; sino lo que Dios quiere comunicar bajo la dirección y unción
del Espíritu Santo, para que sea Su obrar y Su resultado el que se obtenga.
Esto sólo podemos hacerlo cuando tenemos un corazón nuevo, que no
busca lo suyo, sino lo que el amor de la verdad de Dios anhela: vidas
rendidas, humilladas y arrepentidas ante Su Presencia.
Cada verdad que iba recibiendo, iba llevándome a otra dimensión, porque
me arrepentía cada día de todo lo que el Espíritu Santo iba revelando de
mi engañoso corazón y yo misma me sorprendía de lo que había en él, y
que yo podía juzgar como natural o algo simplemente pasajero de mi
naturaleza, porque sólo El escudriña la mente y prueba nuestro corazón, si
se lo permitimos y de veras queremos tener vidas que le agraden en todo.
De David Dios dijo que tenía un corazón conforme al Suyo, no porque no
fallara, sino porque tenía una actitud continua de reconocimiento ante la
Majestad y Santidad de Dios y no vivía arrepintiéndose en vano, abusando
de la gracia; sino que, se humillaba y determinaba en Su Presencia,
abandonar y aborrecer el pecado. Aquí radica la clave. El decía en sus
momentos de intimidad lo que leemos en los Salmos:
“Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas”.
(18: 28).
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis
pensamientos…”
(139: 24).
Al leer esto me daba más cuenta de la relación que existe entre la mente y
el corazón. Cuando el entendimiento fluye de éste a la mente, se fusionan
y hace que el cuerpo reciba las bendiciones. Por eso el enemigo quiere
controlar nuestros pensamientos, para que desde el corazón de Dios en
nosotros, no fluya la verdad que ha depositado; pero si obedecemos antes
su mensaje, entonces caminamos en autoridad divina y el diablo tiene que
huir cuando le resistimos. Sujetemos entonces el corazón y la mente a
Dios en las cosas que diariamente nos ocurren y a Su voluntad; en
consecuencia, la carne será dominada e influenciará todo lo que le rodea.
De verdad, hoy siento más que nunca la necesidad que tiene el pueblo del
Señor, de tener un “corazón nuevo”, “un corazón sanado” y que deje de
caminar en su propia justicia, en lugar de considerar si son justas sus
acciones y planes que se hacen y si llevan el sentir de Cristo. Su corazón y
su mente, nos capacitan para la guerra, nos dan fuerza y coraje para
conquistar territorios y limpiarlos de iniquidades; de declarar, avanzar, en
pos de nuestra herencia; nos hace libres y con autoridad, para servir al
Señor activa y efectivamente. Todo entonces es gobernado desde la óptica
del espíritu y es entonces cuando tendremos victoria en todo, porque
mientras el corazón de Dios esté enviándole el sentir correcto a la mente,
y ésta tenga la verdad, ambos caminarán en la atmósfera del Espíritu y
andarán juntos, en armonía, sujetos a la perfecta voluntad de Dios y
andando en sus caminos. Por eso:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la
vida”. Prov.4: 23.
CAPITULO VIII
PROSPERIDAD EN TODO
Cuando he contado aspectos de mi infancia, de mi adolescencia, a los
jóvenes, hermanos, gente que no me conoció, se asombran o se ríen y su
expresión más común es “¡No puede ser!” “¡No parece!” Como cualquier
niña de mi edad anhelaba cosas materiales, juguetes, ropa, una casa
bonita, grande y una familia unida y feliz. No poseíamos bienes ni
riquezas.
Mi padre tenía una “bodega” y trabajaba en ella junto a su mamá, mi
abuela. Con lo que se hacía de allí, vivíamos y éramos pobres, más no
pasamos nunca hambre ni carecimos de lo más elemental. Mi padre
siempre quiso para nosotros una vida mejor y se esforzó por superarse
aún en medio de sus limitaciones. Mi madre, una mujer trabajadora,
fuerte, luchadora, contribuyó con la manutención de la familia. De niña
aprendió a coser y ganaba algo con ello, además se ahorraba la ropa de
nosotros, mis cinco hermanos y yo, ya que nos hacía la ropa y nos vestía.
Recuerdo que estrenábamos una vez al año y los zapatos y mejor vestido
de diciembre lo guardábamos y usábamos sólo para salir a la Escuela
Dominical. Imagínense si el pié nos crecía. Nuestra casita tan pequeña,
que podíamos vivir y dormir amontonados pero todos juntos. Siempre me
gustó el orden, la limpieza y observaba cómo hacía la gente que vivía con
comodidades para yo hacer igual: cómo mantenían, acomodaban…en fin,
lo que haría cualquier adolescente soñadora. Siempre decía: “cuando yo
sea grande”, “cuando yo tenga”. Al llegar de la escuela junto a mis
hermanos, soy la segunda de seis, ayudábamos a mi mamá a moler el maíz
de las arepas con las que íbamos a almorzar, y teníamos que esperar a que
mi mamá las preparara, junto a lo que hubiera de comida para acompañar
y ayudábamos en los quehaceres cotidianos.
Sé que de haber tenido las maneras de cómo hacerlo mis padres nos
hubiesen dado todo tipo de comodidades, pero algo que admiré de ellos,
fue el sentido de la administración para “estirar” lo poco que tenían y
mantener sus manos extendidas para dar y servir con generosidad aún en
medio de la pobreza, y algo que ha marcado y se volvió en mi un estilo de
vida fue: “Dar”. Nunca los ví pidiendo dinero prestado, sino que resolvían,
sabiendo por supuesto, que era gracias Dios quien proveía.
“Más bienaventurado es dar que recibir”. Hechos: 20: 35
Algo que ha tocado siempre mi corazón ha sido ver gente de todas las
edades y tipos pasando necesidad y cuando le decía al Señor, dame para
dar…he mantenido hasta hoy lo que nos dice ese versículo bíblico. Cuando
veía algún vecino, algún pordiosero o niño en necesidad, iba a la bodega
de mi papá y le sacaba a escondidas algo para dar… Creo que es ahora que
él se enterará de esto. Por eso creo que en medio de todo, Dios a él lo ha
bendecido también y sin temor a equivocarme he visto cómo se ha
cumplido la palabra de prosperidad en la vida de mi familia. Ecles. 11: 1
dice:
“Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo
hallarás”.
“Joven fui y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, ni su
descendencia que mendigue pan”.
Salmo. 37: 25.
En medio de mi ignorancia de lo que era la verdad revelada para mí, como
antes lo he explicado, crecí con la idea de tener, de dar, de bendecir a
otros, sin pensar en mis carencias del momento. En esto influyó el hecho
de ver el corazón generoso de mis abuelos, de mis suegros y de mis
padres, unido a esto, lo más importante eran los principios y valores
bíblicos que siempre sustentaron sus vidas: la integridad, la honestidad, la
humildad, la generosidad, la justicia y la verdad y transparencia en todos
los negocios y tratos que hacían, sin aprovecharse de nadie y con un
corazón libre de avaricia, de envidia, de codicia. Este ha sido mi mayor
legado hasta hoy, el de mi esposo y el de mis generaciones y por eso
quiero compartirlo con ustedes ahora. He visto el cumplimiento de cada
promesa de Dios y la fidelidad de Su Pacto para con toda esta
descendencia que levantaron y a la cual le dieron ejemplo de la bendición
que hay en el dar y ser fieles y agradecidos a El. Como lo dice el Salmo
112: 2…
”Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos
será bendita”.
Tuve la bendición de casarme con un hombre que desde niño dijo lo que
quería ser, hacer y llegar a tener. Siempre correcto, de corazón y espíritu
fiel, con deseos de honrar a Dios en todo lo que hacía, lo cual ha
provocado en mí un deseo de caminar igual y mantener en ejercicio todo
ese raudal de conocimientos y principios aprendidos de él, que dieron su
fruto en su tiempo, pues en el principio no entendía cómo practicarlos y
vivirlos. El Señor me enseñó a honrarlo y valorarlo. He admirado siempre
su manera de administrar y hacer rendir y multiplicar el dinero, siendo
íntegro, generoso, justo, leal, correcto. Pero como en todo comienzo, no
todo ha sido fácil, ni mágico, ni de la noche a la mañana. Hay principios y
leyes en la Palabra de Dios que ha habido que conocer, aplicar, mantener
y honrar para que se cumplan las promesas del Señor y las bendiciones
nos alcancen (Deut. 28: 1 y 2).
“Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la
voz de Jehová tu Dios”
Muchos cristianos hoy, han ido caminando en el concepto que se maneja
muy común y liviano sobre la “prosperidad”, quieren hacerse de riquezas
y bienes, sin entender que Dios edifica sobre bases sólidas a aquéllos que
usan los materiales correctos. El desconocimiento de esto ha hecho que
cristianos hoy estén tan interesados en hacer y obtener dinero al precio
que sea, lo cual ha venido a revelar lo que ha habido en el corazón de la
mayoría. Esto no es lo que el Señor nos enseña. Nunca he creído que el
dinero es malo o dañino, al contrario, es necesario y bueno; pero al ver las
actitudes de quienes lo tienen y las de aquéllos que lo buscan
afanosamente sin importarles el medio que utilicen para tal fin, me doy
cuenta que de algún lado demuestran la infidelidad de su corazón a Dios,
por el espíritu incorrecto en el que se mueven.
“Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en
muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en
destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al
dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron
traspasados de muchos dolores”.
1ª. Tim: 6: 9-10.
Antes de que Dios empezara sus tratos conmigo, ya había renunciado a
mi trabajo. Siempre fui fiel en mis diezmos y ofrendas y fui feliz dando. No
he sido apegada a lo material. El dinero que ganaba, aunque lo daba con
buena intención, siempre lo malgastaba, y también lo regalaba a quien lo
necesitara. Era algo “bueno”, pero “malo” también, ya que no era lo
“correcto”. Porque lo que hacemos en la dirección que nos dictan
nuestros sentimientos y buenas intenciones, no es lo que nos va a traer
prosperidad ni la bendición de Dios que es la que enriquece. Por eso me
doy cuenta, que cristianos alcanzan bendiciones por un lado, pero se les
van por otro, y se mantienen en un continuo afán y caen en el sistema
mundano, descuidando su relación con Dios, sacrificando su familia y
llegan a ser infieles dejando de sembrar correctamente. Otros creen que
hacen cosas que agradan a Dios en lo financiero, siendo engañados en su
corazón por la manera como llevan sus vidas, con corazones avaros, con
acciones injustas y con resultados que añaden más tribulación y temores a
sus vidas, con una apariencia que revela lo que se mueve en sus corazones
(ambición, orgullo, egoísmo, mezquindad…). Si Dios no está en el asunto lo
demás es producto de nuestra carne y trae muerte espiritual. Prov.: 10: 22
nos dice lo siguiente:
“La bendición de Jehová es la que enriquece y no añade tristeza con
ella”.
Cuando empezó Dios a pasarme por el proceso del quebrantamiento,
también me proveyó de enseñanzas que para los inicios del año noventa,
vinieron a ser como un “boom”, porque aprendí de todo y recibí en mi
espíritu cada verdad con la disposición de que cada una me formara de
manera integral, e hice compromisos serios con Dios de hacer todo cuanto
me pidiera, de darle todo de mi corazón y mi vida y de obedecerle
también. No sabía yo la magnitud de mis palabras y el compromiso que
asumía, mucho menos conocía la persona con quien lo hacía. DIOS…El
Gran YO SOY!...Hasta el día de hoy digo, “Señor, sólo tu amor e infinita
paciencia y fidelidad han podido ayudarme y sostenerme para vivir y
hacer; mantener y guardar cada palabra tuya!”.
Cuando mi espíritu empezó a recibir tanta revelación de todo, mi vida
también comenzó a girar ciento ochenta grados, en todo iba siendo
confrontada, renovada; mi entendimiento se abría e iluminaba más y más,
y esto me hacía querer darme más al Señor y sin reservas; darle todo lo
que tenía; no sólo en mi corazón, mi carácter, mis iniquidades, mis
pecados, mi rebelión, mis finanzas, mi familia, mi tiempo, mis
pertenencias…en fin…Todo!, y cuando digo Todo es que fue Todo!!. Tuvo
el Espíritu Santo que guiarme entonces en TODO! Porque nada de lo que
hacía ahora era igual ni parecido a lo que antes hacía en mis propias
razones y sistema. Todo en mí empezó Dios a voltearlo, a ordenarlo y a
hacerlo a Su Manera!.
Era tanto el amor que el Espíritu Santo empezó a despertar en mí por el
Señor, que no me importaba nada con tal de asirme de cada enseñanza,
de cada palabra que escuchaba y aprendía. Quería absorberlo todo, así
que con tal de obtener un cassette, un libro o un video, no me importaba
quedarme sin dinero, sin comida, sin nada. Le dije al Señor, “quiero que
todo lo que llegue a mí sea invertido para tu Reino, para tu Gloria”…antes
quería comprar de todo, como si quisiera llenar el vacío de lo que antes no
tuve, en adquirir cosas que ni necesitaba. Este es el sistema humano,
gentil y mundano, hasta que no recibimos la verdad que nos enseña y
hace libres. Renuncié a dormir, a salir a cualquier lado, a compromisos de
todo tipo, sociales, familiares…con tal de pasar horas enteras escuchando
la palabra, con tal hambre, que me parecía que no la absorbía, o que se
acababa, y una y otra vez le pedía al Señor poder llegar a ser hacedora de
ella, mas no solamente oidora. El Señor empezó a saciar mi boca, mis
oídos, mi mente y mi corazón de una manera impresionante. Mateo: 5: 6:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos
serán saciados”.
”También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca
buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió
todo lo que tenía, y la compró”. Mateo: 13: 45-46.
Para ese entonces, yo esperaba por la liquidación de las prestaciones y
ahorros que me correspondían por mis dieciocho años de servicio como
docente del Ministerio de Educación. Le pregunté al Señor, qué quería El
hacer con ese dinero, dónde quería que lo sembrara. Demás está decirles
que lo necesitaba. Me guió a sembrarlo todo, y como no me lo habían
cancelado para la fecha cuando me tocaba entregarlo donde el Señor me
había indicado, sólo me quedó orar de rodillas, llorándole para que obrara
el milagro, porque era su palabra la que yo había empeñado, no la mía.
Saben? Si hay algo que necesitamos hoy, es mantener es la palabra que
damos cuando adquirimos compromisos. Si entendiéramos el poder de la
palabra y en Nombre de quien hablamos, seríamos más honrados al
comprometernos, porque quien es testigo de tu “si” y de tu “no”; el
representante de esa firma o de ese tiempo que le damos a ese negocio,
es el mismo Dios, así veríamos Su poderosa mano obrar a nuestro favor
cuando le quedamos bien. A veces somos tan ligeros en prometer o
comprometernos con cosas, que luego no vamos a cumplir. Esta es una de
las razones por las cuales Dios no puede confiarnos más. Yo decía en esa
situación:
“¡Señor, siento vergüenza, no es mi palabra, es la tuya. Yo dí una fecha y
no tengo el dinero. No quiero que tú quedes mal, porque mi SI y mi NO,
no vinieron de mi, sino de ti!”...Al terminar de orar, recibí de mi hermana
una llamada de Barquisimeto, ciudad donde vivía, diciéndome que su
suegra había retirado mi cheque desde hacía dos meses y que lo tenía
para depositármelo.
Con gozo en mi corazón, entregué lo que habían sido todos esos años de
trabajo. Qué alegría sentí cuando sembré lo que Dios me había pedido y
doy siempre gracias a Dios porque en ese mismo sentir hemos podido
honrar a Dios con nuestros bienes y con un corazón desprendido, pero
temeroso para administrar con sabiduría y sentido de justicia lo que nos
ha sido dado. Es cierto que siempre deseé alcanzar cosas y tenerlas, pero
examinando mi corazón y manteniendo firmes mis convicciones en el por
qué y para qué las quería. He sido probada en todo junto a mi familia, y sé
que por esto nos ha sido añadido más.
“Porque a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no
tiene, aún lo que tiene le será quitado”. Mateo: 13: 12
Conozco ahora mucho más las características de los espíritus que
dominan a la gente en torno a las finanzas y sé cómo se mueven en el
corazón, pero ignoraba cómo ser una “administradora” al estilo de Dios,
pero al aprender sobre el otro señor, “el espíritu de mamón”, renuncié a
todo lo que tuviera que ver con él. Uno de mis peores pecados con las
finanzas, era el “malgastar”; es decir; no saber en qué gastar
correctamente, sembrar o invertir; cuándo hacerlo, cómo y con quién
hacerlo. En esa guianza del espíritu, fui siguiendo cada instrucción y orden
del Señor y fui confrontada entre gente y situaciones en las que tuve que
determinar obedecer a Dios o a mis sentimientos y costumbres. Esto lo
fue corrigiendo el Señor en mi vida, y ahora administramos a la manera de
Dios, El es el dueño. Esto le trae conflictos a uno con los demás cuando no
entienden que si Dios no nos mueve, no tocamos ni disponemos de lo que
el Espíritu de Dios no nos guía a hacer. Jesús dijo…
“Ninguno puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará
al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a
Dios y a las riquezas”
Así como en todo el proceso que me tocó vivir y del que tuve que
aprender, no fue nada fácil, en especial la parte de las finanzas, pues, la
mayor parte de problemas que llegamos a tener es por este lado. Aprendí
que era otro sistema, el del Reino. Una de las cosas que me gobernaba era
el sentimentalismo a la hora de dar o sembrar. Primero le daba a cuanta
gente necesitaba, no discernía. De mi esposo tengo que decir, ha sido
también un maestro y ejemplo de orden, de sabiduría y de disciplina para
mí. Tiene una gracia de Dios para administrar que me asombra. Su mente
y corazón caminan en línea con Dios y Su palabra. Es prudente, tiene
temor de Dios y sabe que esta es la clave de la multiplicación, aparte de
tener un corazón noble y libre de malicia. Nunca aprovecharnos de los
demás. Por otra parte hemos aprendido a obedecer el Si y el No de Dios.
Esto evita la culpa, el malestar por no haber dado o sembrado como antes
lo hacíamos. Pero cuando estamos haciendo las cosas dirigidos por el
Espíritu de Dios, no hay condenación para ello.
“Que vuestro SI sea SI y vuestro NO sea NO, porque lo que no proviene
de allí, del maligno procede”…
En el área de las finanzas hay tanto que aportar por la cantidad de
iniquidades que rodean el amor al dinero. Ha sido necesario el
discernimiento para salir airosos de tanta gente y situaciones que lo
ponen a uno “entre la espada y la pared”, sobretodo cuando uno sabe la
decisión que debe tomar. Siempre creímos que todo lo que se daba para
la “obra” y a ministerios era cosa de Dios. Fue duro y difícil para mí
entenderlo y obedecerlo. Aprendí del mismo Señor, que no es que esté
mal, sino que EL es el dueño y uno da a quien El indique porque el dinero
es suyo, no nuestro. Siempre el Señor me recordaba esto: “Yo voy a
juzgar, no tu generosidad y buenas intenciones, sino tu obediencia,
fidelidad y administración de lo que te he entregado”. Muchas veces nos
echamos de “enemigos gratuitos” a los hermanos que dependen más de
lo que otros tienen, olvidando quién es el dueño del oro y de la plata, y de
lo que el Señor dice en Su palabra, sólo por obediencia al Dueño y Señor
de todo cuanto tenemos.
Administradores del Reino
A pesar de sentir pena a veces, lástima en otras, decidí seguir la guianza
del Espíritu Santo de Dios, porque debemos saber que si nuestras vidas
son de EL y lo que somos es administradores de Su Reino, no podemos
seguir haciendo las cosas según los vicios que traemos, los estándares de
vida y presupuestos que manejábamos, según nuestros cálculos, tampoco
según la vanidad de nuestra mente. Eso me llevó a entender por qué
muchas familias no prosperan; es por eso que muchos pastores y líderes
no tienen ni pueden enseñar a sus ovejas y muchos otros han llegado a
peores; se han empobrecido y hoy andan “mendigando” una ofrenda y
dejando en vergüenza el evangelio glorioso de Jesucristo, viviendo como
pobres y en escasez, porque no dan y se roban los diezmos y las ofrendas;
además de otros malos testimonios. No es esto lo que Cristo nos legó
como herencia, sólo que hay que vivir en obediencia, poniendo en práctica
los sencillos principios de la palabra y ser fieles en lo poco, para que Dios
nos dé lo mucho. Si ha sido usted uno de ellos, ¡Rompa con esa atadura
de la miseria y pobreza; deje de depender de otros y empiece a vivir
creyendo y haciendo lo que dice la Palabra de Dios en cuanto al dinero!
Dios tiene cómo prosperarnos y desea hacerlo, pero no como el mundo y
el sistema nos ha mantenido. Es viviendo sus principios y dejándolo ser el
que ordene y dirija todo.
Una de las cosas que me ha dicho el Señor en relación a la ciudad donde
vivimos, un pueblo pequeño pero bendecido y prosperado por Dios, es
que nos ha dejado aquí como testimonio para enseñar y ser ejemplo de
cómo vivir en la sobreabundancia, porque si lo hizo con nosotros, que
tuvimos las mismas oportunidades que el resto, tenemos las mismas
raíces, y todo lo hemos obtenido aquí, sin ser gravosos, ni abusar de la
bondad de nadie, es porque también lo puede hacer con todos los demás.
Sólo que hay que vivir apegados a principios de integridad, justicia,
honestidad, sinceridad, humildad, fe, obediencia… Agradezco al Señor que
aún viviendo en ignorancia nos preservó en medio de todas las
adversidades, para cambiar nuestro estilo de vida y darnos una “mente de
reino”, donde hemos sido cada día enseñados para ser testigos de cada
palabra que aquí escribo; de que la vida en Cristo no es el fin, sino el
comienzo de grandes cosas que podemos alcanzar si seguimos sus
consejos y su dirección en todo. Es aprender a señorear, a gobernar, a
cambiar las circunstancias; es fe, es obediencia, es paciencia, es caminar y
considerar al Señor en todo lo que somos y tenemos. Si así lo hacemos,
resplandecerá para nosotros el Sol de Justicia e iremos cada día de una
gloria a otra, de una bendición a otra y será nuestra justicia como el
mediodía, para que seamos luz a los que aún viven presa de la miseria y la
pobreza mental, material y espiritual.
“Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio, para
hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus
tesoros”. Prov. 8: 20-21.
A veces hemos sido duramente criticados a pesar de ser hoy usados para
ser de bendición al pueblo del Señor; pero esto ha sido a base de
obediencia en cada paso que hemos ido dando, en fidelidad, caminando
en el temor de Dios, no comprometiendo sus principios; no afanándonos
tampoco; no teniendo miedo a perder cuando nos ha ocurrido; la fe no ha
dejado de estar ni la paz tampoco; pero sobretodo, creo que lo más
importante, es que no hemos dejado que las finanzas tomen el lugar que
sólo le pertenece a nuestro Rey Jesús. Todo lo que tenemos decidimos
que iba a ser usado para lo que El nos guiara e instruyera, ni siquiera para
darnos sólo gustos o disfrutar de ello, aunque es bíblico también. Lo
hacemos pero con el corazón y la mente correctas. No le hemos
permitido al diablo engañar nuestro corazón con las obras de la carne, ni
con sus maquinaciones tampoco. Hemos determinado y aprendido a amar
a Dios por encima de todo, y entregarle todo a EL y a administrarlo para
darle Gloria a Su Nombre, no a nosotros; ni permitir que corazones
engañosos se aprovechen de lo que es de EL. Si convertimos nuestro
dinero en honra con un corazón sintonizado con la dirección del Espíritu
Santo, experimentaremos cambios y veremos las bendiciones
alcanzándonos en todo lo que hagamos, como dice Deut: 28: 1
Los creyentes y aún ministerios que se han hecho prósperos sin estos
principios, se han vuelto altivos, mezquinos, prepotentes; y lo que es peor,
se han olvidado del pobre, de la viuda, del huérfano, del menesteroso; y el
enemigo los ha engañado, haciéndolos caer en las garras de otros
ministerios que sólo han venido a trasquilar las ovejas y no han dado
testimonio de lo que dicen. A otros las ventanas de los cielos se les han
cerrado y tienen que vivir con lo poco, porque si recibieran riquezas, los
demás se aprovecharían y se volverían a los afanes y a la vanidad, lo cual
les haría caer aún más. Es que en su corazón no están cambiando, no
están renunciando, no le están creyendo ni obedeciendo a Dios. Por eso
Jesús dice: ¿No hacen así los otros gentiles?
Creo que es tan sencillo entender que el deseo de Dios es prosperarnos
en todas las cosas, pero si no examinamos nuestro corazón a la luz del
Espíritu Santo, no vamos a conocer lo que hay en él, ni las intenciones con
las que se mueve.
“Mirad y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no
consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Lucas 12: 15.
“Así que teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto…Ni
pongamos la confianza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el
Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las
disfrutemos”. 1ª. Tim: 6: 8 y 17b.
Pudiera escribir un solo libro de testimonios y enseñanzas sobre este
tema, pero quiero dejarles claro con respecto a la prosperidad, que ésta es
como el éxito; no se puede medir en base a lo obtenido materialmente
hablando, es consecuencia de una vida entregada al Señor, agradándolo
en todo, cumpliendo con su perfecta voluntad, caminando en su temor y
permitiéndole a El tomar el gobierno de todo. Después de conocer la
verdad, de ser probada en la obediencia, en la sanidad de mi alma, en la
renovación de mi entendimiento, de establecer la palabra en medio de
cada circunstancia; he ido viendo y viviendo cada día en la gloria de Dios,
en todas las cosas. Sus misericordias nos sorprenden con nuevas y grandes
cosas cada mañana, como dice el salmo 65: 5
“Con tremendas cosas nos responderás en tu justicia”.
CAPITULO IX
COMO LAS AGUILAS
Un día del mes de marzo, unos diez años atrás, venía de Miami hacia
Venezuela y el vuelo traía pocos pasajeros. Le pedí a mi esposo que se
pasara a otro asiento para estar más cómoda. Sentí unos deseos
profundos de adorar, y al mirar por la ventana, me extasiaba con las
coposas nubes que estaban debajo de mí, mientras derramaba mi corazón
en adoración al Señor. Estaba literalmente remontada en las alturas,
flotando entre las nubes.
De pronto el Espíritu Santo empieza a ministrarme y me dice, “eres un
águila”… y mi corazón recibía con fuerza esa verdad, que no había
procesado tanto como en ese momento. Recordé cómo en ese viaje se me
dio por ver águilas y cuando no las buscaba, se presentaban solas en todo
lugar que visitaba. Siempre se las mostraba a mi esposo y él sólo me
respondía afirmativamente que se veían bien. Pero más nada. Era como si
no entendiera que yo quería comprarlas, sin pensar siquiera que esa ave,
me sellaría de allí en adelante.
En ese instante comencé a recordar todo lo que había sido para mí el
proceso de quebrantamiento al que el Señor me sometió y en el que de
verdad, sólo El estuvo conmigo formándome y enseñándome todo lo que
necesitaba cambiar y dándome el “vino nuevo” de su revelación para que
mi vida toda fuese transformada y mi corazón recibiera y retuviera cada
verdad que hasta ahora el Espíritu Santo depositaba en mí. Ahora que no
había nada de lo que fue mi vida antes de verlo como El era, sé que mi
nuevo corazón retenía cada enseñanza y cada palabra que salía del
corazón de Dios directo al mío.
“Le halló en tierra de desierto, y en yermo de terrible soledad; lo trajo
alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el
Águila que excita su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus
alas, los toma, los lleva sobre sus plumas”.
Deut: 32: 10-11.
Dios mira y compara a través de esta ave especial, el grande y esmerado
cuidado que tiene sobre nosotros, a los cuales llama, sus polluelos; y así
nos trata. Muchos científicos, biólogos e investigadores, han descubierto
la similitud que tienen las águilas en sus características, con la de la vida
cristiana. Entre ellas podemos mencionar algunas, para que calibremos
nuestro caminar con el Señor y comparemos estos dos estilos de vida.
-SUS NIDOS LOS PONEN SOLAMENTE SOBRE “LA ROCA”… JOB: 39: 27-28
“Se remonta el águila por su mandamiento y pone en alto su nido? Ella
habita y mora en la peña, en la cumbre del peñasco y de la roca”.
Job: 39: 27-28.
Este es un lugar seguro, inconmovible, en lo más alto de las montañas,
alejadas de depredadores, lugares solitarios, como los lugares que todo
cristiano que quiera renovarse, busca para la oración, es decir, su lugar
secreto. Allí recibe todo fresco y por eso se mantienen rejuvenecidas, y así
se mantienen, mental, física, emocional y espiritualmente frescas.
Todo creyente que sienta que lo que come no le hace bien, o lo que come
no le alimenta, debe seguir el ejemplo de las águilas. Levantar sus alas; ir a
lo más alto de la roca y exponerse al sol, y allí saca todo lo que le ha
dañado su corazón y relación con Dios, hasta que sale como nueva y con el
aceite fresco de la unción, aclarada su visión y con nueva revelación para
seguir remontando las alturas e ir a nuevos niveles de fe, poder y
autoridad.
Allí en el lugar secreto Dios trata con nosotros todo aquello que ha estado
impidiéndole mostrar su gloria, su poder y su santidad:
-Nos confronta con la realidad de nuestra carne, con nuestra debilidad, y
nos hace ver nuestra responsabilidad en el conflicto interior que
atravesamos, a fin de que determinemos renunciar al pecado y a todo
peso que nos asedia.
-Nos recuerda que nuestra autosuficiencia y orgullo, nos impiden alcanzar
grandes cosas en Dios; y que no es con nuestras fuerzas y habilidades que
lograremos la madurez y el carácter de Cristo en lo que hagamos. Todo se
centra ahora en El, en Su persona, no en una causa, ni en nuestras buenas
intenciones.
-Aprendemos a conocer los caminos de Dios; la manera como actúa sobre
nosotros; los métodos que usa para disciplinarnos y llevarnos a una
muerte del “yo”, de modo que le sirvamos a su propósito y andemos en su
voluntad directiva y no permisiva.
-Nos corrige y muestra la magnitud de su amor y misericordia, cada vez
que nos exhorta, enseña y procesa, para que seamos conformados a su
misma imagen y naturaleza.
“Más a vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en
sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la
manada”.
Malaquías: 4: 2
-SE REMONTA HASTA LAS ALTURAS… HABACUB: 3: 19
“Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y
en mis alturas me hace andar”.
Las aves que por sí solas se remontan hasta las alturas, logran su
verdadera libertad; saben realmente dónde están, y encuentran su
propósito. Logran con éxito liberarse de todos sus perseguidores.
¿De qué o quiénes necesitamos liberarnos?
-Del legalismo y toda forma de manipulación de hombre, quien con su
sistema de creencias humanas, rígidas y ritualistas, busca alejarnos de la
complacencia que debemos mostrar hacia Dios. Gálatas 1: 10, dice, “No
para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones”.
-De la gente. Muchos en los que invertimos tiempo con sus problemas y
conflictos no terminan de seguir el consejo de la palabra y sólo quieren
que se les oiga, pero no determinan cambiar.
Debemos entonces
discernir todo lo que se mueve dentro de la gente que sólo quiere ser
contemplada, pero no ser ministrada para que determine tomar la
dirección correcta. Por eso las águilas no andan en bandadas como el
resto de las aves, sino que andan “volando solas”…saben dónde acudir en
tiempo de debilidad o cuando se sienten envejecidas.
-Del conformismo y del cautiverio: El andar siempre en lo mismo, nos
hace co-dependientes y no nos permite ver el propósito. Nos volvemos
perezosos, rutinarios, pasivos, hasta tener actitudes depresivas e
impredecibles. Cualquier comida parece buena y nos vamos debilitando,
perdemos el gusto por lo “bueno” y lo “nuevo”. Por eso las águilas tienen
que ser libres. Vuelan, exploran, conocen, determinan, crecen y se
fortalecen.
Las gallinas siempre andan contentas con lo que “pican”, están satisfechas
de vivir dentro de los límites que otros les marcan, sin saber decidir, ni
emprender nada fuera de lo común; pero las águilas viven libres del
temor, de ansiedad, del dolor, de las fobias, de la opinión ajena, del
diablo!”
-ES EL ANIMAL MÁS FUERTE SOBRE LA TIERRA. Isaías: 40: 31.
“Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas
como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”.
Cuando pienso en las situaciones que viví, me doy cuenta de lo fuerte que
Dios nos hace en medio de las circunstancias, y cómo nos ayuda a pasarlas
y a soportar, mientras las heridas sanan y las cosas El las va acomodando
a su manera. Esta ave puede soportar hasta 70 veces su propio peso. El
Señor vigoriza nuestras fuerzas y nos alienta para sobrellevar situaciones
que sin su ayuda no podríamos superar; pero no para seguir iguales, sino
para conquistar.
En la vida pasamos por dos tipos de sufrimientos:
-El que es provocado por nuestra desobediencia y rebelión:
Cuando esto nos está ocurriendo, no hay sino que humillarse bajo la
poderosa mano de Dios y entender, que ni aún en esta condición, nos
escapamos de percibir y recibir su infinita gracia, invitándonos a
reconocer y arrepentirnos de lo que hasta ahora nos estaba dominando y
fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza. Sin esto,
fracasaremos en nuestro intento de hacer frente a los ataques del reino
de las tinieblas.
Si es ésta su condición presente, Dios va a despertar ahora en su vida, el
deseo de cambiar; de vivir en la plenitud de su gloria, con un sentido de
libertad, de seguridad y de identidad, para no ser ya esclavos de la carne,
sino llegar a ser uno con el Señor y también participantes de su naturaleza
divina. (2ª. Pedro 1: 4). Así que no acepte más vivir en condenación, y
tome su posición en Cristo y levántese con la actitud de vencedor,
echando al diablo de su vida y empiece a disfrutar de la victoria que ganó
para que viva en Su victoria, y sepa que en cada prueba, El va a elevarlo a
un nivel mayor de autoridad y de fe; de poder y de gracia; de sabiduría y
unción, para enfrentarlo todo en el día malo y mantenerse firme en
medio de esa guerra espiritual.
-El que vivimos por causa de la verdad del evangelio de Jesucristo:
Todas las adversidades y tormentas, el águila las abraza y disfruta, porque
sabe que son un requisito para alcanzar nuevas alturas. Y es que sólo
alcanzamos nuestro máximo potencial de acuerdo a la manera como
hacemos frente a ellas. No hay que darse por vencido, ni huir; es vivir la
experiencia de lucha y conquista para prepararnos en la vida y llegar a
confrontar y enfrentar al enemigo. Sólo así podemos llegar a servir
efectivamente a otros con la ley y el testimonio de Cristo obrando efectiva
y poderosamente en nuestras vidas.
Cuando hemos pasado por los procesos de Dios; hemos recibido sus tratos
y hemos entendido que eran necesarios para nuestro desarrollo y
crecimiento espiritual; entonces viene sobre nosotros el investimiento del
poder del Espíritu Santo, el cual crea sobre nosotros una osadía para ser
radicales y testificar sin reservas acerca de Su palabra, de Su voluntad y de
Su propósito. Nos volvemos radicales en nuestras convicciones, al punto
de que seremos capaces de renunciar a todo aquello que comprometa los
principios de la verdad de Cristo. Esto provoca críticas, rechazo, soledad,
por causa de su cruz. En este tipo de sufrimientos nos gozamos, porque es
producto de la disciplina, de la negación a seguir siendo los mismos, de la
obediencia y determinación en seguir al Señor y ser fieles a sus preceptos,
y luchar hasta alcanzar la plenitud en El.
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si
es necesario tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,
Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro,
el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza,
gloria
y
honra
cuando
sea
manifestado
Jesucristo”.
1ª. Pedro 1: 6-7.
-CADA AÑO RENUEVA SUS PLUMAS. Salmo 103: 5
“El es el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el
águila”.
Una cualidad de las águilas, es que ellas se ven siempre jóvenes. Cuando
se sienten inconformes, envejecidas, tienen dos alternativas: o dejarse
morir, o buscar el lugar más alto en las montañas para hacer un nido y
empezar su proceso de rejuvenecimiento para renovarse completamente.
No salen de allí hasta que lo logran. Se cuentan 150 días cuando
completan su objetivo. Ellas azotan su cuerpo sobre las rocas hasta que
sus plumas caen poco a poco. Golpean su pico hasta sangrarlo y arrancarlo
de su piel, y también sus desgarran sus uñas en la roca, hasta perderlas.
Todo este proceso es muy doloroso y requiere de esfuerzo y valentía.
Durante este tiempo, las águilas no pueden probar alimento alguno, pues,
sin pico, ni garras afiladas no pueden cazar; y por ser un período de mucha
fragilidad, escogen permanecer en las alturas de la roca, durante todo ese
tiempo.
Esto fue lo que experimenté y aprendí en mi vida en este período de
situaciones contradictorias y difíciles, donde sentía que me quedaba sin
fuerzas para luchar, tiempo en el cual me sentía envejecida; pero sabía
que mi único refugio era el Señor, mi roca fuerte y mi alto refugio. Le decía
al Señor,” no me saques de aquí hasta no haber vencido, entendido y
sanado tal o cual área de mi vida”. Es en esta comunión íntima con el
Señor, en ese lugar secreto, donde uno siente lo que pasa o lo que viene, y
sabe que sólo en El son satisfechas todas nuestras necesidades. No tenía
opciones. O pasaba el dolor de lo que sentía, o me quedaba con la opción
del sufrimiento eterno y seguir igual. Este es un período en el cual nos
sentimos secos, vacíos, atravesando desiertos, débiles, rechazados, e
incluso desalentados; como si nuestros sueños se hubiesen muerto o
desvanecido dentro de nosotros mismos. Por eso, al permanecer en esa
comunión íntima, el Señor nos quita el plumaje viejo y nos reviste del
nuevo, con el cual podemos remontarnos a las alturas más hermosas de la
humildad y la sujeción a Su Palabra; nos volvemos aguerridos, seguros,
valientes y dispuestos para la guerra, ya que podemos agarrar fácilmente
la “presa” debido al nacimiento de nuevas garras. Nuestro lenguaje es
cambiado, nuestras confesiones y manera de hablar se alinean a las de
Cristo; aprendemos a hablar como El, a pensar, sentir y actuar de acuerdo
a lo que ha puesto en nuestra mente y corazón en este tiempo, porque
todo es transformado como lo dice ese salmo:
-El perdonó nuestros pecados.
-El sanó todas nuestras dolencias.
-El nos rescató de una condenación eterna.
-El nos corona de su gracia, favor y misericordia.
-El nos rejuvenece y hermosea.
-El juzga y venga nuestra causa y da paz.
Ciertamente, como aguiluchos, al principio nos cuesta salir del nido de las
pruebas, pero es en el entrenamiento, entre el ensayo-error, además de la
persistencia en el proceso, que adquirimos la destreza para obtener
nuestra propia comida. Por supuesto que no es nada fácil buscarla, verla,
prepararla, cazarla, porque la oposición de los vientos de la tempestad
que nos acecha con las circunstancias, le hacen creer a uno que es
imposible.
Por eso el águila se prepara una y otra vez, insiste, no se rinde, practica
una y otra vez el subir y lanzarse, hasta convertirse en un ave de gran
majestuosidad y excelencia. Esto es interesante vivirlo y conocerlo;
aunque debo confesar que mientras lo experimentaba en mi vida, me
provocó abandonar una y otra vez; pero gracias a la presencia y el poder
del Espíritu Santo, volvía a insistir en persistir, hasta que aprendí a volar en
las alturas de la fe, de la determinación, de la revelación y de la libertad y
herencia en Cristo Jesús.
No sólo fui liberada, sino que, del Santo Espíritu de Dios he recibido una
nueva frescura en la unción que ha renovado mi vida en todas las áreas, y
hoy puedo testificar de esa intimidad con Dios, que me ha llevado de una
vida de victoria a otra, de una gloria a otra mayor y donde he visto las
bendiciones de Dios sobre mí en todo lo que hago y vivo. El vivir todo este
proceso, me llevó a determinar por una vida diferente, con nuevos
ánimos para continuar, y a visualizar un futuro glorioso con mi Rey Jesús.
En este nuevo caminar con el Señor, notaba que ahora todo era distinto a
lo que había vivido y sentido y aunque había hábitos nuevos en mi vida, no
los entendía, me dejaba llevar por el espíritu, y decía, ¡Dios mío, la manera
como me estás llevando y guiando es totalmente nueva para mí, pero me
la disfruto!! Era especial como me estaba cambiando este nuevo estilo de
vida tan diferente al que yo llevaba en todo sentido…y yo sólo miraba y
me extasiaba cada día en lo nuevo que estaba experimentando. Mis
hábitos cambiaron, mis esquemas de pensamiento, mis acciones,
actitudes, mi manera de hacer las cosas, antes en activismo y afán; pero
ahora vivía otra cosa en el espíritu. Era una guianza tan especial, que no
cambiaría ese tiempo con Dios y Su presencia, por lo mejor de este
mundo.
Por eso cuando empecé a ver la vida, lo verdadero en Dios, con los ojos
espirituales, sentí que mi óptica de las cosas que antes hacía y vivía, eran
totalmente distintas ahora. Entonces me parecía que ahora era “anormal”
cuando me comparaba con la vida de los demás, cuando no hacía lo que
normalmente hacía y cuando me movía de manera diferente. Pero, qué
maravillosas experiencias en lo secreto con Dios, que cambiaron en todo
mi rutina, mi manera de pensar, de hacer y de ver las cosas! Me sentía de
verdad como un “águila” y al comparar y estudiar las características de
ella, me dije, ciertamente soy como una de ellas.
Muchas enseñanzas he escuchado acerca de las águilas, pero pocas
condiciones en los cristianos me hacen creer que han alcanzado esos
niveles, porque la comparación es grande en términos del estilo de vida
que llevan y las hace diferentes a las demás aves. Cuando veo el
conformismo y la comodidad que la iglesia ha provisto para los creyentes,
me digo que siendo águilas, muchos viven como las gallinas presas en un
corral y no se han atrevido a levantar el vuelo para desarrollarse y cumplir
el sueño y propósito para el cual fueron creadas.
-¿En qué áreas de nuestra vida tenemos que renovarnos?
-¿Qué cosas se han envejecido en nuestra relación con Dios y necesitan
cambios?
-¿Está el Espíritu Santo dirigiendo nuestra vida en todo lo que pensamos y
hacemos?
-¿Está Dios agradado con la vida que llevamos y la manera como le
servimos?
-¿Son correctas las motivaciones que nos mueven a hacer las cosas para
Dios?
Cuando me quedé sola en el nido, corta de vista, por no decir ciega, me dí
cuenta la clase de oveja que había sido, torpe, escasa de pensamiento,
miedosa en lo íntimo, porque aparenté ser muy fuerte siempre, sólo
mientras pisaba el único terreno que conocía. Ahora cuando me veía sin
piso, no sabía adónde ir, ni cómo hacerlo. Pero doy gracias al Santo
Espíritu de Dios, que me hizo mirar fijamente al Señor, su luz, para que me
decidiera a levantar vuelo y aprendiera a mirar todo desde sus alturas.
Creo que así como yo, que viví mucho tiempo en el “corral” de mis
actitudes y con una mente de gallina, haciendo y viendo lo mismo; escasa,
conformista y religiosa, está la mayoría de los cristianos hoy. Muchas
veces estuve a punto de quedarme en el “nido” de los problemas, de las
circunstancias, pero allí estaba EL, impulsándome y guiándome para que
cada día, con el consejo de su palabra y mi voluntad de perseverar hasta
lograrlo, me llevaba a otros niveles de su conocimiento y revelación.
Hoy vivo cada nuevo día diferente en Dios, nuevas expectativas, más
revelación y conocimiento de Su Palabra, más decisiones que
engrandezcan y traigan gloria al Reino de los Cielos; más compromiso con
Dios de seguirle, obedecerle, servirle con integridad de corazón y con una
firme determinación de ser guiada por Su Espíritu Santo y alcanzar lugares
más altos tomada de su poderosa mano. Esto me ha costado tener que
separarme de quienes no caminan con esta perspectiva y visión, cuando
no aceptan lo que soy y tengo en Cristo o contribuyen a elevarme a otro
nivel, y me ha conectado con gente, ministerios, lugares, que tienen la
naturaleza de esta ave, aunque por lo general se encuentre volando sola
en las alturas. Pidámosle al Espíritu Santo el discernimiento que
necesitamos para asociarnos con todo aquéllos que quieran cumplir con el
llamado santo y el propósito divino para sus vidas.
Es necesario que en nuestras congregaciones se formen las águilas y
empiecen a revolucionar las mentes; donde se dé un alimento fresco del
Espíritu Santo, que impida que nos debilitemos y comamos cualquier
“relleno” que nos haga olvidar lo que somos en Cristo. Sólo aquéllos que
se decidan y aprendan su lección, saldrán cada día más sanos, fuertes y
levantando las alas como las de las águilas, viviendo nuevas experiencias,
donde el gozo, la paz y la bendición de Dios nos eleven, hasta alcanzar Su
visión y cumplir con su propósito para cada uno de nosotros. Cuando
vemos un águila surcando los cielos y remontándose por encima de las
tormentas, sabemos que la gloria, la majestad y la excelencia del Poder de
Dios están en acción. Esto es avivamiento, así que, a ¡Levantar alas como
las águilas!
Capítulo X
ADORACION Y GUERRA
“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes
contra las acechanzas del diablo”.
La ignorancia en cuanto a la guerra me hizo ser una creyente que
practicaba la oración, pero sin verdaderos resultados; era como dar
vueltas alrededor de lo mismo y todo se me hacía “cuesta arriba”. En este
sentido, sentía que era un sacrificio sin recompensas y como cualquiera
otra, hacía la “guerra espiritual”, “la intercesión”, pero sin idea de lo que
esto en realidad estaba llamado a ser: un estilo de vida para alcanzar
victorias sobre las mentiras y ataques de Satanás, el pecado, la carne y las
circunstancias. Entendí que no hay tal cosa como ir a la guerra sin estar
debidamente equipados, ni entrenados para el uso de las “armas” en el
campo de batalla.
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas
de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes”.
Entrando ya en el conocimiento de lo que era la verdad, reconocía que en
esta vida todo es una “guerra espiritual” y que la armadura del cristiano
va mucho más allá de decir “me voy a vestir hoy con la armadura de Dios”
a manera de repetición, o hacer la obra del Señor de manera liviana o
deportiva. Cada una de estas partes tiene un significado y una razón de ser
como “estilo de vida”, que va desde los pensamientos que tenemos en
nuestra mente, hasta la actitud en cómo enfrentamos las circunstancias
en ese diario caminar. Tampoco se trata de recibir seminarios o
pertenecer al grupo de intercesión o de guerreros de la iglesia o de un
ministerio. Esto es mucho más serio y comprometedor, lo cual involucra
todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Por tanto, todo tiene que estar
sujeto y alineado a Cristo para que el enemigo no se burle ni gane ventaja
en ningún área o terreno de nuestra vida mientras vivamos y seamos
usados para arrancar, destruir; edificar y conquistar, y avanzar en el reino
de los cielos, sabiendo que hay oposición y que sólo los violentos lo
arrebatan.
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en
Dios
para
destrucción
de
fortalezas”…
2ª. Cor. 10: 4.
Lo primero que Dios empezó a trabajar en mí fueron los pensamientos, ya
que es una de las partes más importantes de la armadura que debe ser
entrenada, porque de aquí parte todo lo que hacemos, pensamos y
actuamos. Es algo que no me sucedió de la noche a la mañana, pero
cuando iba siendo entendida en esto, y en medio de cada prueba, la
verdad de Dios iba encontrando lugar en mi mente y corazón, y sentía
que cada pieza de la armadura se acomodaba y ordenaba en mí. El
“yelmo” se afirmaba más cada día dándome seguridad; la “coraza de
justicia” se iba ajustando más en mi caminar con Dios y “el cinto de su
verdad” abría más y más mis ojos trayendo a mi corazón sabiduría y
revelación. Ya no era como yo pensaba, sino como El lo haría y decía. Y así,
cada cosa la iba asimilando y usando, a la vez que el Espíritu Santo me
hacía ver y entender que cada una de estas figuras, tenían una
connotación espiritual de fuerza para vivirlas.
Efesios 6 no es un cap. para hablar de él; sus versículos no son de fácil
repetición. No se refieren a algo teórico, ni son para referirse a ellos
solamente como un mensaje más. Esto nos habla de una cima que
debemos escalar diariamente en medio de cada acechanza y de cada
conquista también. Nos enseña el caminar cristiano día a día; cómo
debemos estar vestidos, sentados, creyendo, actuando, operando,
viviendo, de modo que podamos estar firmes y bien armados en el
momento de la prueba, y estemos seguros de lo que Dios dice en su
palabra, haciendo uso de ella de la manera correcta, apuntando al
“blanco”; accionando y arrebatando todo lo que el enemigo nos ha robado
y quiera robar. Esto es un “arte”; es una práctica “esgrimista”, es un
accionar la palabra, cada arma, de la manera correcta, con la sabiduría y el
sentir de Dios, para no golpear a la ventura, y dirigirla hacia todo lo que
nos lleve a obtener los resultados que le den la gloria al Señor y
establezcan su reino y su propósito aquí en la tierra.
Mi mayor y peor enemigo: “yo”
Cada palabra acerca de este tema me abría más y más los ojos y me volvía
más agresiva en el mundo espiritual; y me hizo estar alerta, primero
acerca de mí misma; de las tentaciones de la carne; de mis sentimientos
hacia los demás; me fortalecía más y más las manos para la batalla y me
propuse pelear y arrebatarle al diablo todo lo que por años de ignorancia y
de debilidad me había quitado. Aún cuando aprendí sobre esta larga lista
de armas, lo más importante para mí fue conocer que en la Palabra, el
Verbo, estaba la revelación de lo que era ella en sí misma, como arma
espiritual y la verdad que revelaba y reflejaba el poder de Cristo, de Su
Nombre, de Su Sangre; de la Fe, de La Oración, de La Adoración, La
Alabanza, y la conjugación de todas, al usarlas en la guerra y su forma de
operar frente al enemigo y las adversidades, trajeron la victoria sobre
todo, y cada día es un reto que me enfrenta e impulsa; pero me permite
saborear las “mieles” de la conquista en Cristo Jesús, en todas las áreas de
mi vida, y en lo que emprendo, también.
LAS ARMAS DEL CRISTIANO
A medida que me fortalecía en el Señor y en el poder de Su fuerza,
descubría que el mayor enemigo que tenía para ir a la guerra no era
Satanás, sino mi propio “yo”. Así que tuve que pararme firme en la verdad
que haría huir de mi todo lo que impedía el entrar a hacerla de manera
efectiva. Había estado presa del egoísmo, conflictos, miedos, ignorancia,
inseguridades, celos, deseos engañosos, amargura, falta de perdón,
ansiedad, manipulación, ira, lascivia, control… todo lo cual, al no
vencerlos, me controlaban aún sin saberlo, y eran las puertas abiertas en
las que el enemigo tenía todo el derecho legal de atacar y gobernar mi
vida. Además de esto, el hacer la guerra sin apuntar a lo correcto, sino a lo
que me convenía, me hacía perder terreno. Cuando oramos debemos
dirigirnos en el propósito de Dios, para que sea Su voluntad y no la
nuestra. Por eso creo firmemente, que no podemos ir a la guerra sin antes
habernos puesto a cuentas con el Señor; haber vencido sobre la carne y el
pecado; permitirle al Espíritu Santo examinar nuestras motivaciones y
ayudarnos a pedir como le conviene al Señor; renunciando a las obras de
la carne; además recibir por la revelación, el poder que hay en las armas
con las que contamos para que podamos pelear “una buena batalla de fe”.
De lo contrario, es permitirle al enemigo, permanecer en nuestros
territorios, sabiendo que no podemos enfrentarlo, mucho menos echarlo
fuera de esos espacios y sobre aquello que aún nos gobierna, lo cual no
hemos vencido. Es un testimonio de batalla-victoria que todo cristiano
debe experimentar en su proceso de sanidad y santificación.
Cuántos creen que son salvos?
No pretendo dar una clase de lo que es la guerra; sólo quiero compartirles
lo que por mucho tiempo Dios trató conmigo y me enseñó, para llevarme
a otro nivel de vida en El, para ponerme en la brecha y hacer de mí lo que
soy ahora en El. Por supuesto que lo primero que se activó en mí fue la
“fe” que viene por el oír la Palabra. Me dediqué a escucharla una y otra
vez, día a día. Esta se convirtió en mi pan de día y de noche. Me daba
cuenta cómo ella iba transformándome y haciéndome más y más fuerte, y
me daba la osadía de enfrentar no sólo mi carne, sino cualquier ataque
que viniera en contra de mi vida, de mi familia, de los negocios, de la
iglesia. Pero sobretodo, no puedo dejar pasar por alto, el descubrirle al
enemigo sus maquinaciones en medio de la ignorancia que rodea hoy al
medio cristiano y mundano, y hablar siempre la verdad que liberta y
bendice. Dice 2ª. Cor. 2: 11 “no ignoremos sus maquinaciones, para que
Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros”.
Esto es lo que detiene los dardos de fuego del maligno. Es una protección
en la mente y en el corazón las 24 horas al día. Cuando oímos,
meditamos, nos ejercitamos en cada verdad y echamos raíces en ella,
tenemos la seguridad de la salvación del alma sobre todo lo que antes la
gobernaba; podremos poner al enemigo lejos de nuestro territorio; y con
fuerza y determinación, arrebatarle lo que nos pertenece. Recuerdo
desde niña, cómo en las iglesias preguntaban: ¿Quiénes son salvos?
¡Levanten sus manos! Y yo me mantenía dudando de mi salvación; mis
pensamientos no eran los de Cristo, la falta de revelación y poca fe en la
palabra, me ponían a pensar. Hoy existe el otro extremo, de jugar a la
salvación sin ocuparnos de vivir en lo que ello vale para nuestras vidas.
Pero luego de ser liberada y renovada, jamás volví a ser la misma, ni
mucho menos dudar de mi posición en Cristo; y no le he vuelto a permitir
a Satanás poner ningún pensamiento contrario a la verdad, lo cual no
quiere decir que no lo intenta a cada paso de mi vida, pero conozco el
poder de la Palabra, de la Sangre y el de Su Nombre, lo cual me ha
posicionado y me ha llevado a tomar mi herencia en Cristo, y sé quién soy,
lo que tengo y lo que puedo en EL.
Hoy soy una amante de la Palabra. Puedo pasar horas de lectura, de
meditación, oración y pasar tiempo compartiendo y predicando la verdad
con el fin de que otros sean libres también. Me deleito en ella, su
sabiduría es infinita; la amo, la valoro. Es esto lo que nos “adiestra” para la
batalla del tipo que sea. Nos hace sabios y entendidos para discernir el
origen de todo lo que nos ocurre y vivimos, en todo sentido; y nos da la
habilidad para usarla en el espíritu, sin que falle lo que dice, cuando nos
hacemos diestros al declararla, usarla y enviarla.
LA ESPADA DEL ESPÍRITU
Todo lo que la palabra de Dios nos enseña acerca de lo que Jesucristo
ganó en la cruz del calvario, apunta también a conocer por otro lado, al
“acusador” de nuestras vidas. Cuando él quería venir a recordarme el
pasado, yo con la espada del espíritu, le recordaba quién lo había
derrotado y le hablaba de su futuro en el lago de fuego del infierno. El
poder de la gracia redentora, me llevó a ver con facilidad que éste es uno
de los recursos que usa Satanás para debilitar nuestra fe y poner en
nosotros un “sentido de culpa” permanentes. Cuando esto ocurre, es el
momento de recordar la obra redentora de Cristo y declarar que, no
importa cuánto hayamos pecado, si de veras honramos Su Sacrificio y lo
que esto significó para la humanidad caída, entonces se cumple lo que
dice Romanos 8: 1,2 y 35 al 39, que ya nada nos condenará si andamos
conforme al espíritu y nada nos separará del amor de esa verdad que vive
en nosotros, por medio de Aquél que nos amó. Por otro lado, su gracia nos
hace aborrecer el pecado y apartarnos de todo lo que tenga que ver con
todo lo que desagrada a Dios. Apoc. 12: 11 nos dice:
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la
palabra del testimonio de ellos…”
Una de las razones que encuentro en la ausencia de victorias en el pueblo
de Dios, es que usan la palabra del “conocimiento”; no la “espada del
Espíritu”, lo cual es muy diferente. Esta es la que penetra primero dentro
de uno, lo corta, lo transforma y le revela la condición presente,
llevándolo a determinar por vivir de acuerdo a lo establecido por Dios, sin
permitirse más ser blanco de la debilidad y del pecado. Por esta razón
cristianos van y vienen de una guerra con los mismos problemas y hasta
más heridos incluso. No se trata de saber, sino de conocer con revelación
y la experiencia, lo que significa y representa esa verdad dentro de
nosotros; sólo así podremos ir donde sea, contra quien sea y sacar esa
espada y quitarle la cabeza a los “Goliat” que se levanten en contra del
conocimiento y voluntad de Dios en nuestras vidas. Cuando la verdad
llega, se produce nuestra libertad; se establece la autoridad y la fuerza de
Dios; Su poder y su gracia para vencer; Su unción para romper toda
atadura e iniquidad, y ella trae además, la sabiduría que imparte el
conocimiento de todo lo que nos ocurre y que pondrá temor en nuestras
vidas, para hacer siempre lo que es correcto, y además, ser parte del
pacto que nos hace estar seguros de quiénes somos en Cristo y la herencia
que nos pertenece como herederos y coherederos en EL. Es glorioso!
LA FE PROBADA
Hay algo que debemos saber si queremos experimentar una vida de
victorias. Cada palabra que hemos decidido creer y aceptar en el espíritu,
va a ser “probada”. Mientras más cosas intentemos conquistar en nuestra
vida de libertad interior, en la familia, negocios, ministerio, etc., es saber
que vamos a penetrar más y más el reino de las tinieblas para saquear y
tomar por la fuerza lo que el enemigo ha querido arrebatar, lo cual
implicará una oposición del enemigo para que no persistamos en ello.
Tengo en mi haber tantos testimonios de batallas precedidas de victorias,
pero puedo testificarles que una vez, estando ya enfilada en estas
prácticas de guerra, me sobrevino de repente un virus que afectó varios
de mis órganos internos. Lo que empezó con una simple gripe, de pronto
paralizó mis riñones; luego mis pulmones se llenaron de líquido,
provocando un edema agudo de pulmón; mi corazón también fue
afectado, así como mi aparato digestivo y el hígado. Era algo fuera de
serie…inusual. Los médicos no le encontraban a ésto explicación posible
en las tres Unidades de Cuidados Intensivos de las clínicas donde estuve
recluida por tres semanas seguidas, incluyendo una en la capital, Caracas.
Lo lindo de todo esto, era que yo me gozaba en medio de lo que pasaba,
ya que en el fondo de mi corazón, sentía tanta paz y seguridad. Le
pregunté al Señor, desde mi primer ingreso, por qué me había
sobrevenido eso; que si había algo en mí que no le hubiese rendido, me lo
revelara. Pero enseguida vino la respuesta a mi espíritu; la voz del Señor
diciéndome:
“Es un privilegio que tienes de ser probada, y sé que no me vas a
avergonzar…y YO a ti tampoco”. Wao! dije yo… Esa primera noche allí en
la clínica, tuve visiones con demonios de todo tipo que se agrupaban en
filas a la izquierda, al centro y a la derecha, pude ver que tenían las caras
horribles, como la de todos esos muñequitos que aparecen en las tiras
cómicas de la televisión, y de los muñecos que fabrican para niños. De allí,
parte su inspiración. Todos querían acercarse a mí y tocarme, pero a
menos de medio metro, retrocedían cuando yo mencionaba con tanta
seguridad y mirándoles a la cara, el Nombre de Jesús, y uno a uno, de las
tres filas, se daban la vuelta y desvanecían. Disfruté ese momento, porque
no estaba dormida, sólo mis ojos cerrados, y cuando los abría, era
consciente de que estaba hospitalizada. Esto duró como tres horas. Fue
grandiosa la experiencia. El Señor me decía, te fijas el poder que hay
cuando mencionas mi Nombre? Aclaro que nunca he sido dada a tener
sueños y visiones con frecuencia. Lo que sé y percibo o entiendo, lo recibo
del Espíritu de Dios al mío.”
“Para que en el Nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
Filip. 2: 10-11.
¿Qué hay en una prueba?
Me repetía la palabra en medio de mis crisis de asfixia, le hablaba a mi
cuerpo y sabía que el soplo del Omnipotente estaba sobre mi; le decía a
mis pulmones que ellos respiraban por el aliento de Dios dentro de mí,
asimismo a mis riñones, les ordenaba que se activaran, y experimenté
cosas sobrenaturales en el tiempo; ya que lo más angustioso en estos
trances, serían las horas que pasaban, pero yo no lo notaba; para mí eran
como segundos, era como si el tiempo se paralizara. Nunca pasó por mi
mente un pensamiento de pesar, de miedo, de muerte. Todo el tiempo la
palabra que tenía como depósito, fluía y venía a mi mente y corazón,
gobernándome siempre, aunque los pronósticos no fueran buenos al
momento. Decía como el salmista en el salmo 112 y 118: “El justo no tiene
temor de malas noticias, porque su corazón está confiado en Jehová y
asegurado como un león”…”No moriré, sino que viviré para contar las
obras de Jehová”.
Las pruebas tienen dos propósitos:
_Debilitarte en la fe de la verdad de Dios, o
_Fortalecerte aún más y llevarte a otro nivel de fe.
Es una determinación de cada creyente, permanecer todo el tiempo en
pruebas o crecer y crecer hasta hacerse fuerte en medio de ellas y llegar a
ser un vencedor, derribando todo argumento que se levanta para hacerle
creer lo contrario y castigar toda desobediencia en contra de la palabra de
verdad.
En todo esto encuentro dos diferencias de actitudes para cuando
atravesamos circunstancias difíciles y que nos revelan dónde estamos
parados. Ellas revelan,
_Si estamos firmes sobre la roca, nos sentimos seguros, con gozo y paz
interior, o
_Si estamos débiles y temerosos, entonces, somos llevados por los
sentidos y dependemos de nuestras fuerzas. Esto trae angustia y afán, y
revela la falta de confianza en el Señor.
Hay muchos creyentes hoy que no salen de una para meterse en otra;
nunca experimentan el sabor de una victoria definitiva en ningún área;
viven en el “día a día”. Hacen infructuosa la palabra porque sus mentes y
corazones se han conformado y son “presa” del enemigo todo el tiempo.
Por ello es necesario que cada uno levante los muros caídos de su mente
con la Palabra, para que sean renovados y afirmados sus pensamientos;
creciendo cada día en la revelación y sabiduría del conocimiento de Dios;
parados y cimentados sobre la “Roca”, para que cuando venga el “día
malo” de las tormentas, los vientos, no sean conmovidos; sino que usen la
espada y paralicen toda obra de las tinieblas y traigan honra y gloria a
nuestro Dios y Salvador. La palabra en nuestro interior es el escudo de la
fe, que nos defenderá y mantendrá a salvo de sus flechas y dardos.
Lo que hace la diferencia, es el que estemos honrando a Dios en todo;
cuando nuestros caminos son agradables al Señor; cuando nuestros
pensamientos están alineados a los de la palabra; entonces, a pesar de lo
que pasemos, nada nos quita el gozo y la seguridad que sólo proviene del
corazón de Dios y siempre en nosotros habrá un grito de guerra, un
cántico de victoria, y estaremos seguros que todo nos será restituido siete
veces más. Por eso, examinemos nuestras vidas, parémonos en los
caminos y revisemos nuestras sendas, confesiones y motivaciones, para
que en medio de lo que el enemigo atente o levante en contra de
nosotros, podamos tener la certeza de que “mayor es el que está con
nosotros que el que está en el mundo”, y digamos con seguridad,
“aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque
contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”.
Cada día he aprendido a vivirlo en la verdad de Dios y a fortalecerme en el
poder de su fuerza, sin perder de vista que existen dos reinos espirituales:
el de la luz y el de las tinieblas. Cuando salí de la clínica con un fuerte
tratamiento, que abandoné rápido y en un acto de fe, por cierto; uno de
los médicos especialistas me dijo:
-No pudimos saber qué virus fue ese que te atacó; lo que sí creo es que
vino del mismo infierno para sacarte del medio”.
¡Aleluya! dije, yo lo sabía antes que usted; pero mayor es el que está en
mí!. Me mantuve diciéndole todo el tiempo a la enfermedad: “Escrito
está”. Esta es nuestra arma ofensiva contra el enemigo. Debemos usarla y
apuntarla al “blanco” contra él, hasta sacarlo del medio. Nuestro trabajo
es mantenernos firmes en nuestra confesión y no consentirlo ni
compadecernos de nuestra condición de enfermedad, miseria, angustia,
pecado o debilidad; sino, actuar sin misericordia contra cada ataque suyo.
Tenemos la orden, el respaldo y la autoridad en el NOMBRE DE JESUS para
apedrearlo con la palabra hasta que desaparezca y muera todo intento de
mentira en nuestras vidas, que sólo busca apartarnos de nuestro Dios,
como dice Deut. 13: 8 y 9.
Por eso la palabra de Dios es nuestra más poderosa arma, si le permitimos
hacer en nosotros su más grande obra, cual es la de penetrar hasta lo más
profundo de nuestro corazón y transformarlo de tal manera, que seamos
luego, esos poderosos generales del ejército de Dios, que descubramos las
mentiras del enemigo y desbaratemos sus obras en todo tiempo y lugar
donde ha querido traer destrucción, miseria y muerte.
He vivido un sinfín de situaciones que van desde enfermedades de
muerte, atracos e intentos de homicidio, amenazas de secuestros,
violaciones, ofensas, he experimentado el miedo también, la ansiedad en
medio de diversas pruebas, pero en todo he visto y experimentado el
poder de Dios a favor mío y de mi familia, y sé que su palabra no
avergüenza a los que de ella echan mano, y nos ha mantenido firmes y
confiados en el día malo.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda
espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones
del corazón”.
Hebreos: 4: 12.
LA SANGRE DE CRISTO
Hace unos meses me fui con mi esposo a los páramos andinos, un lugar
muy bello y frío además. Desde que llegamos a la cabaña donde nos
íbamos a hospedar, el Señor tenía un lugar reservado donde nos
encontraríamos “en privado”. Allí coloqué mis libros, notas, grabador y la
palabra por supuesto. Estos son mis compañeros inseparables
dondequiera que voy. Me llamaba la atención, que cada vez que pasaba
por allí, el Señor me atraía de una manera tan especial, que Su presencia
era tan perceptible y sutil además, que me quedaba allí por largo rato
amándole y adorándole; pero además El me ministraba de una manera
tremenda. La canción que siempre estaba de fondo era “Yo sé que estás
aquí”. Una noche, en plena comunión y bajo la unción del Espíritu Santo,
me dice que haga del servicio regular del miércoles donde ministraba a
las mujeres, “una noche especial”, y que predique del poder de la Sangre
de Jesús. Vino sobre mí una unción de guerra tan tremenda esa noche
mientras me hablaba, que me revelaba nuevas verdades acerca de esta
poderosa arma, de la cual compartiré algo ahora. Me recordó en esos
momentos de adoración y guerra, a mi sobrinito Abnel José, quien había
tenido en esos días una recaída, después de haber hecho el Señor un
milagro con la leucemia que le sobrevino hacía unos cuatro años. Yo sabía
que era sólo un dardo del enemigo sobre la familia para debilitarlos; pero
donde también el Señor quería llevarlos a que supieran cómo estaban en
la fe para ese momento, y equiparlos más en la palabra.
La sangre, la palabra y los tuétanos
Aparte de todo lo que se ha dicho por revelación acerca del poder que
tiene la Sangre de Jesús para sanar, liberar, perdonar, cubrir, limpiar,
debemos saber que es porque en la sangre está la vida. Debemos
aprender a aplicar la sangre en nuestras vidas, en medio de las
enfermedades, bienes, propiedades, familia, lugares o territorios,
naciones, situaciones…El enemigo tiene que respetar y no puede penetrar
todo lo que esté cubierto por esa preciosa sangre, ¡Aleluya!
Notemos esto…cada vez que alguien se enferma, lo primero que manda a
hacer el médico es un examen de sangre; ya que ésta es la que primero se
infecta en el organismo cuando algo no anda bien. Aquí están las
proteínas, el hierro, las vitaminas, las sales minerales. Por ella es
transportado el oxígeno; contiene los glóbulos rojos. De allí que una
persona fallece al desangrarse, ya que no lleva en sí, la vida de la sangre.
Dios mismo lo dijo desde el principio, la vida está en la sangre.
La sangre del Pacto
Ahora, quiero que conozcan lo que significó cada laceración en el cuerpo
de Jesús; su sangre limpia, pura; que venía del mismo Espíritu del Padre,
la cual clama y gime aún desde los cielos, que fue derramada para
hacernos libres de toda maldición. Cuando su sangre era salpicada en cada
pedazo de carne desgarrada, le gritaba al diablo, a los demonios y al
mismo infierno, que ese sacrificio en la cruz del calvario, no era en vano, y
que cada partícula de ese cuerpo partido, que es su palabra, va
impregnada de esa sangre, como sus poderosas armas, para demostrarle y
gritarle al mundo que hay poder para liberar y sanar cada vez que las
usamos y les damos cabida en nuestro espíritu, alma y cuerpo. Por eso
dice Hebreos, que la palabra, que va impregnada con esta sangre, penetra
hasta nuestros tuétanos por la revelación del espíritu y la fe en ella,
entonces opera sobre la médula; ésta recibe la sangre de Cristo, y toda
infección, toda enfermedad en nuestros cuerpos, tiene que huir: tumores
desaparecen, infecciones se van, todos los órganos afectados reciben la
vida de la sangre de Jesús; porque hay poder en esa sangre para deshacer
las obras del diablo. Lo que Cristo hizo en nosotros fue un “Pacto en Su
Sangre”; un intercambio de vidas, de sangre. Es por eso que nosotros la
tenemos en nuestro ADN, y podemos echar de nuestros cuerpos y vidas,
todo lo que no provenga de El. Es así como la vida de Cristo se manifiesta
en nuestros cuerpos mortales; y que no sólo reciben, sino que se
mantienen sanos y liberados de toda malicia del diablo. Todo se
desvanece cuando clamamos y aplicamos la sangre de Jesús!
De la misma manera opera cuando la aplicamos sobre nuestras familias y
hogares; propiedades y negocios; sobre la gente, dondequiera que
vayamos; esa sangre limpia y hace huir al enemigo, a los demonios y
somos librados de cualquier acechanza. Es un velo, una cortina, una
protección a la que el enemigo le teme. Si hacemos uso de las armas
espirituales en nuestro diario vivir y las usamos y aplicamos sobre
nuestros cuerpos, las familias, los enfermos, los delincuentes, la
rociaríamos en las calles, las ciudades y naciones, proclamaríamos su
poder y creeríamos en que serían libres y no nos conformaríamos con lo
que leemos en los periódicos, ni tendríamos temor de lo que acontece a
nuestro alrededor, porque viviríamos seguros y confiados en el poder de
la Sangre de Jesús! Recordemos cuando Moisés mandó de parte de
Jehová sacrificar los corderos por familias para untar los dinteles de las
puertas con la sangre para que no fuesen tocados por el “heridor” que
pasaría hiriendo a los egipcios. Sólo los que tuvieran la señal de la sangre
en
sus
puertas,
serían
librados
de
tal
cosa.
Lev. 12: 22.
Debemos saber que el enemigo sigue destruyendo vidas con actos
sangrientos; con las prácticas de brujería, satanismo, homicidios, porque
sabe que fue con un “sacrificio en sangre” como Jesús le quitó todo
dominio y poder sobre las vidas. Incluso, la virginidad, hoy se ha perdido
como “valor moral y espiritual” y ha incitado a la fornicación a tantas
jóvenes, porque en la primera relación hay pérdida de sangre y es lo que
atestigua si ha tenido relaciones sexuales o no. Esto es una señal de
“pacto” y es más importante de lo que habíamos imaginado. Deut: 22: 1319. El enemigo ha torcido este símbolo de santidad y pureza entre
nuestras jóvenes especialmente, para provocar en ellas, la práctica de la
inmoralidad sexual en sus cuerpos, llegando a atarlas luego con traumas,
violaciones, fornicación, orgías, culpa, un libertinaje total, dañando sus
conciencias. Pero quiero decirles ahora, que hay sangre suficiente en los
depósitos del cielo, para que la usemos para liberar, sanar, perdonar y
cubrir a un mundo que necesita vivir bajo el poder de la Sangre de Jesús!
Consumado es!
Hay algo que quiero dejar claro. Satanás no está interesado en lo que nos
roba, ya que él tiene todos los reinos de este mundo, para quienes le han
cedido ese derecho y rechazan la obra de Jesús en la cruz. De hecho, lo
tentó en el desierto y se los ofreció. Pero sí persevera en robar, para
quitar de nosotros la semilla de fe en la palabra de Dios, poniendo miedo,
dudas, angustia, afán, en las mentes y corazones; ya que si logra esto,
habrá ganado el territorio y la batalla sobre nosotros también. Por lo que
la palabra se hará infructuosa y dejaremos de dar fruto y testimonio de
reino en nuestras vidas.
Por eso cada vez que el enemigo ha venido como ladrón a quitarnos algo,
del orden que sea, levanto un altar de adoración al Señor, y le descubro
sus artimañas; adoro y levanto el Nombre de Jesús, declaro Su palabra y le
declaro la guerra, “hasta” que suelte lo que tiene retenido y he visto la
gloria de Dios; me he vuelto más agresiva y aguerrida; y en todo esto, no
me dejo intimidar por las mentiras del diablo, porque es padre de
mentiras y conozco su “modus operandi”; pero mucho menos el Señor me
ha dejado avergonzada o sin respuesta. He visto cada día Su Gloria y Su
Poder, y Su honra en todo. Cuando Jesús exclamó: “Consumado es”, dijo,
todo lo recuperé para ustedes, mis herederos. Así que cuando entendí
esto, dejé de orar preguntándole a Dios los acostumbrados “por qué”, y
dejé de pedir cosas. Ahora le digo al ladrón… ¡quítate, suelta, apártate,
devuelve todo lo robado, lo que está ganado en los cielos para mí y para
los míos; para mi pueblo y mi nación!...porque al saber que lo tiene
retenido en su casa (Prov.: 6: 31), y que se ha enriquecido con lo que nos
pertenece, debemos ordenarle en el Nombre de Jesús, lo devuelva,
porque después de estar sentada con Cristo en lugares celestiales, y de
haber penetrado los aires, lo tenemos debajo de nuestros pies. ¡Gloria a
Jesús! Nosotros, sus hijos, tenemos la preeminencia y preferencia sobre
todo lo que hay debajo del cielo, y Dios nos lo entregó y nos dio dominio,
poniéndonos por cabeza sobre todas las cosas (Efesios: 1: 18-22). Sólo los
que entienden y creen esta verdad, y la ponen por obra en todo tiempo y
en medio de las pruebas y ataques, reciben los beneficios de la redención
obrando a su favor. Jesucristo venció para darnos la victoria en todo!
LAS HERIDAS DE LA CRUZ
Cuando prediqué aquélla noche en el servicio del miércoles sobre esto, lo
hice con la convicción en mi espíritu que mi sobrinito, de nueve años
ahora, estaba sano por la Sangre del Cordero; y en este momento lo está;
sabía que cuerpos y mentes estaban siendo sanados en ese instante.
Todas las partes del cuerpo de Cristo que fueron tocadas y derramaron
sangre, nos libran de ser penetrados por el enemigo:
-Su cabeza:
Sobre ella se clavó una corona de espinas, tipo de la maldición. Por eso
Jesús la llevó para que nuestros pensamientos, carácter, actitudes,
sentimientos, fuesen limpios, liberados, guardados y pudieran revelar la
verdad de Dios, en nuestra mente y corazón.
Su rostro y sus mejillas:
A EL le fue arrancada su barba, haciéndole sangrar su rostro. Fue
humillado, para que cualquier ofensa, o palabra que venga contra
nosotros, sepamos que fue primero recibida y también crucificada por
Jesús en la cruz, y su sangre limpia toda mancha y arruga de nuestro
rostro.
Su costado:
Fue traspasado. Es lo que representa la parte de nuestro corazón
transplantado para que no lo dejemos dañar con actitudes y sentimientos
contrarios a los que Jesús ganó para cambiarnos, y para que reflejara y
viviera siempre en su verdad. Nuestro nuevo corazón le costó el suyo y
debemos cuidarlo de las influencias del mundo y su maldad y vivamos en
su justicia y la declaremos aquí en la tierra.
Sus manos:
Fueron clavadas, desangradas, para darnos autoridad. Nuestras manos
llevan su unción y su poder para transformar todo aquello que toquemos,
para declarar la verdad, la prosperidad, la sanidad y la libertad en Su
Nombre. Asimismo, podamos levantar manos santas en alabanza y
adoración al Único digno y con ellas, servirle con entrega y dedicación.
Sus lomos:
Tiene que ver con la justicia de Cristo, para que en medio de las injusticias
de la vida, establezcamos la suya en todo. También es tipo de la
circuncisión que produce dolor, humillación y sufrimiento, la cual deja
marcas que en nuestras acciones y protege nuestros vientres para que den
sólo vida y se multipliquen para la extensión de Su Reino.
Sus pies:
De igual manera, fueron sacrificados y clavados para que hoy dondequiera
que pisemos con el calzado del apresto del evangelio de la paz, tomemos
dominio sobre territorios que el ladrón nos arrebató, para que, con un pie
crucificado como el de nuestro Salvador, “hollemos serpientes y
escorpiones” al colocar la planta de nuestros pies, trayendo la
restauración como hijos y herederos de Dios que somos en Cristo Jesús.
Su espalda:
Lacerada, para que fuésemos libres de los yugos de iniquidad, de
maldición y de toda carga de opresión que quisiera atentar y atar nuestras
vidas. El nos hizo libres de toda maldición y nos redimió de ella para que
hoy disfrutemos de plena libertad, perdón, salud, física, mental y
espiritual, y tengamos prosperidad en todo. “Por su llaga fuimos
sanados”. Isaías: 53: 5.
Por tanto, la obra de Cristo no fue un acto o espectáculo más para ser sólo
predicado o televisado. Es la representación más grande y poderosa del
amor de Dios a través de Su Hijo Jesucristo, que puso al descubierto en la
cruz, toda la obra satánica y demoníaca, y la tengamos como nuestra más
grande “armadura” y “cobertura” para ser verdaderamente libres y
vivamos vidas bendecidas día a día, arrebatando, conquistando,
declarando y decretando nuestra victoria y conquista en todo lo que
hagamos y donde vayamos.
“Y a vosotros, estando muertos en pecados, os dio vida juntamente con
El, perdonándoos todos vuestros pecados, anulando el acta de los
decretos que había contra nosotros…clavándola en la cruz, y despojando
a los principados y potestades, los exhibió públicamente, triunfando
sobre ellos en la cruz”.
Col: 3: 13-15.
La verdad es que el recibir en mi espíritu cada verdad de la palabra de
Dios, el conocer Su poder transformador y el ver mi vida liberada, sanada
y prosperada en todo, no me hace sino estar rendida a sus pies todo el
tiempo. Su inmenso amor es para mí aún mayor que lo que la redención
significa. Va mucho más allá que la revelación y sabiduría de una verdad
dicha para renovarme. Por eso cada día, en adoración, en humillación, en
el deleite que implica pasar tiempo en Su presencia, buscando agradarle
en todo, he encontrado la “mesa espiritual” de la que desea que coma
cada día, y no sólo esto, sino también su corazón, su amor, su gracia, su
poder y su unción.
Mis mejores momentos, no son los que paso solamente en un servicio, ni
en una predicación; sino cuando estoy en Su Presencia, adorándole, en
medio del llanto, en risa, en silencio, en entrega; y cada una de sus
verdades con sus olores fragantes, son recibidas en el corazón; que sólo
podrán ser olidos y percibidos, por aquéllos que han sido preparados por
su preciosa palabra, lo cual no puede ser nunca sustituido por ningún
trabajo para el Señor.”Mejores son tus amores que el vino”. Cant: 1: 2.
Cuando llegamos al punto de de vivir con nuestra voluntad rendida ante el
Señor, aprenderemos más a amarlo a El, que los beneficios que podemos
obtener de su misma obra redentora. Porque todo pasa, pero su amor
permanece para siempre.
Por eso quiero concluir este capítulo haciendo referencia al hecho de que
todo guerrero es un adorador en potencia, y viceversa. Es como la cara del
“águila”. Un lado de ella representa la “guerra” y el otro lado la
“adoración”. Es imposible que uno, después de haber experimentado la
revelación de la palabra, la redención, el poder liberador de Cristo en el
proceso de transformación y renovación, no llegue a ser un verdadero
guerrero, deshaciendo las obras de las tinieblas y siendo un arrebatador
de bendiciones. Por otro lado, creo menos posible, que conociendo el
amor de esa verdad, sanando, renovando, restaurando su mente y
corazón, no viva rendido(a) a los pies de Jesús, amándolo, buscando su
rostro, entregándose, obedeciendo y conociendo su perfecta voluntad,
para ser testigo en el propósito y visión que traerá Gloria y Honor al Rey
Jesús!
Es por eso que debemos vivir en el balance de una y otra. Hay quienes se
dedican tanto a guerrear solamente, que andan en una actitud rugidora
todo el tiempo, y esto revela sólo una cara del águila, asociando todo con
el diablo y con la guerra solamente. Pero la otra cara, revela también la
actitud de amor y rendición al Señor, de modo, que en una y otra forma
de oración, sea guerra o adoración, fluyamos en el espíritu correcto, para
amar y honrar siempre la palabra y el Nombre del Señor por amor a El. Es
dejar de escucharnos a nosotros, para entrar a oír su dulce voz,
revelándonos sus verdades y secretos; allí en el lugar de la humillación,
donde vemos con ojos de paloma, ese “lugar secreto”, “esa habitación” en
la que nos espera el Señor y Amo de nuestras vidas…”tus ojos como de
paloma”, para ver todo como El lo ve y recibir su visión; y no como
nuestros sentidos naturales perciben las cosas.
Mis mejores momentos los disfruto en adoración a Dios; exaltando su
poder, su amor, su palabra, amándolo… y su Santo Espíritu me mueve
siempre en la dirección que desea, oro, clamo, gimo, guerreo, declaro,
establezco, profetizo; o simplemente, me doblo, o levanto mis manos, mi
rostro, mi corazón, en la actitud que honre y traiga siempre la Gloria al
que ama mi alma. Es un estilo de vida combinado: adoración y guerra. Por
eso, al adorar, veo la manifestación de la justicia de Dios en mi vida y en lo
que hago. Anhelo que se manifieste su Gloria y su poder en su pueblo; he
sentido cada vez más su respaldo para establecer su palabra, su gobierno;
para decretar y ordenar, además de sanar y liberar y bendecir vidas. Este
es el resultado de una vida de entrega y que conoce y traza bien la palabra
de verdad. Cuando entramos al Lugar Santísimo, cubiertos con la
“columna de humo” que despide la fragancia de Su humildad, entonces el
Espíritu Santo construye alrededor de nuestro corazón, una pared, una
coraza, que nos protegerá de los dardos encendidos del enemigo; y en ese
momento, éste sólo vive para amarlo y adorarlo sólo a El. Allí
encontramos las fuerzas para avanzar de su mano, y también el descanso
físico y espiritual, además de poder ministrarle como Reyes y Sacerdotes.
“…Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos
hizo reyes y sacerdotes para Dios, a El sea la gloria e imperio por los
siglos de los siglos. Amén”. Apoc. 1: 5-6.
CAPITULO XI
LA VIDA EN EL PALACIO
Hay un libro en la biblia que me seduce cuando de hablar de cambios,
victorias e intimidad con el Señor se trata. Me refiero al de Cantares; y lo
relaciono con los dos personajes femeninos sobre los cuales más he
predicado y con los que más me identifico: Débora y Esther. En el capítulo
anterior mencioné las dos caras que nos hacen ser, por un lado guerreras,
y por el otro, adoradoras.
La experiencia restauradora de vida que en este tiempo disfruto, no es
producto de años vividos cronológicamente hablando, sino de la madurez
alcanzada en el Señor y que me hace entender el por qué de las cosas y
dar testimonio de todo, con la sabiduría del Señor. Hoy mi vida es otra
cosa, es otro mundo, y puedo decir que la palabra que habla del “traslado
al reino de su amado Hijo”, en Colosenses 1: 13, se ha cumplido en mí
literal y espiritualmente. La he experimentado en todo mi ser: espíritu,
alma y cuerpo y por eso mi vida es hoy totalmente diferente a la que antes
viví y conocí. Lo más importante para mí ha sido el tener una revelación
del Cristo resucitado, de Su amor, Su verdad y la comunión con el Espíritu
Santo de Dios. Todo lo demás se recibe y vive como resultado de la gloria
que está detrás de la cruz.
Señor, Por dónde voy?
En mi vida tengo el testimonio de los pasos y niveles por donde Dios me
iba llevando. Una vez, en esos momentos de intimidad con el Señor, le
pregunté, más por sentirme mimada que por otra cosa: ¿Por dónde voy
contigo? En qué nivel o estado estoy? ¿Qué soy para ti?...Porque tratas y
cambias tantas cosas en mí mente, carácter y naturaleza, que no sé…Y me
dijo, eres “mi esposa”. Sabía cómo me llevaba de una lección de vida a
otra; de un conocimiento a otro; de una experiencia a otra, de un
aprendizaje a otro, según el testimonio de la palabra operando en mí. Así
como un niño que aprueba un grado y es promovido; así mismo, me
llevaba, enseñaba y guiaba el Espíritu Santo.
“Huerto cerrado eres, mi hermana, esposa mía; fuente cerrada, fuente
sellada”.
Cantares: 4: 12.
Cuando me habló de que era esposa, les confieso que teológica o
doctrinalmente no entendía, en el concepto que antes tenía acerca de
esto. Pero cuando comparaba lo que yo antes era como cristiana y como
esposa en lo natural, podía ver lo difícil que me había resultado el proceso
de quebrantamiento y sujeción al que Dios me sometió, hasta llegar a
caminar de manera espontánea en obediencia, sin que después me
resultara un sacrificio. Al principio para mí no fue nada grato, pero en ese
caminar diario con el Señor; con la ayuda del Espíritu Santo, se me hacía
menos duro el obedecer lo que El quería cambiar de mí. Ciertamente
somos su hermana, por el parentesco que existe a través del don de la
salvación por la sangre de Jesucristo; pero a la vez nos llama su esposa,
por el crecimiento obtenido, por haber alcanzado la estatura espiritual
requerida para serlo y logrado la madurez espiritual bajo el cuidado y
demandas del Rey, el Esposo, y el corazón de ella es ahora virgen,
reservado solamente para El…”huerto cerrado, fuente sellada y cerrada”.
Antes había muchas zorras pequeñas que se mostraban a través de mi
naturaleza y robaban las vides y las tiernas uvas de su gozo en El,
levantando una pared que dividía esa relación de intimidad con el Amado.
Ahora mi vida era diferente, porque el mismo Espíritu Santo levantó una
protección con la palabra de Dios como escudo, mientras pasábamos
tiempo solos, El y yo, sobre los montes de Bether. Es por eso que el
corazón de un creyente entregado a complacer sólo a su Amo y Señor, le
impide tener otros amantes que le roben a El su lugar. Esto es lo que lo
mantiene guardado del orgullo, manteniendo la pureza y la santidad,
donde el Señor gobierna y controla todo para que le sirva y ame sólo a El.
“Y Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y
engordará tus huesos; y serás huerto de riego, y como manantial de
aguas, cuyas aguas nunca faltan”.
Isaías: 58: 11.
“La verdad brotará de la tierra; y la justicia mirará desde los cielos”.
Salmo 85: 11.
De verdad que vivir estas verdades de la mano del Esposo, viendo cómo
me iba llevando con tanto cuidado, cambiando cosas en mí; la manera tan
cuidadosa como protege cada semilla de verdad que ha ido sembrando en
el jardín de mi corazón, en el que no hay nada ni nadie que pueda
penetrarlo, a menos que El mismo, se lo permita. De este huerto es que
puede salir el fruto del Espíritu, que no sólo embellece y da vida y riqueza
a la tierra, sino que también se producen las especies, cuya fragancia para
el Señor, el Amado de mi alma, resulta agradable al ser transformada en
alabanza y adoración para El.
De esta misma manera nos lo muestra el libro de Apoc. 21: 11-12, cuando
habla de la Nueva Ciudad, la Esposa de Dios y del Cordero, está la muralla
construida sobre doce fundamentos, teniendo doce puertas de perla. Este
número representa el gobierno sobre el cual la Esposa ha estado sujeta al
Esposo Celestial. Allí están el árbol de la vida, Cristo, y el río cristalino de
las aguas de la palabra viva y revelada.
Es hermoso saber, conocer, entender y vivir en esta esfera, donde
debemos elegir la verdad en todas las situaciones que nos encontremos,
para no permitirle al enemigo que nos haga caer ni creer en sus mentiras,
ganando territorios y queriendo mantenernos en su miseria y fracaso; el
dolor y la tristeza. Unámonos al esposo, a su voluntad, a su verdad y
veremos cómo éstas protegerán los tesoros que El ha depositado en
nuestro corazón, y El mismo se encargará de darnos la victoria por encima
de lo que el enemigo quiera venir a robar de nosotros, a través del sello de
Su Sangre, de Su Nombre y de Su Palabra. Esto se conoce y se vive en la
intimidad con el Amado de nuestra alma. Por eso el Esposo, nuestro Dios
nos cela y anhela celosamente, porque lo que El ha tomado y edificado
alrededor nuestro, le pertenece y no quiere que sea contaminado ni
mezclado con nada que tenga que ver con la carne y con el mundo.
La continua presencia de Dios me llevaba a una intimidad mayor que traía
más compromiso y preparación. Toda novia que se atavía en el espíritu, es
apta para ser la esposa de su amado y su entrega sale de una
determinación en su corazón de agradarlo, amarlo, obedecerlo y nunca se
cansará de buscarlo, servirle, sujetarse y seguirlo; no por las bendiciones
que le da, sino porque por encima de todo anhela vivir sólo para El.
Cuando esto es una realidad en nuestra vida, debe ocurrir del mismo
modo en nuestra relación de pareja. Veía el paralelismo entre mi relación
con Dios y lo que El deseaba y esperaba, así como con mi esposo. El que
tengan complacencia en lo que les gusta, es lo que atrae sus corazones
hacia el nuestro y que Su favor esté en nuestra vida.
En mis fuerzas nada hubiese logrado; pero su ayuda me hacía ver que lo
difícil que era para mí ceder ante sus demandas, se debía también a lo
fuerte que era mi naturaleza carnal, con relación a la que el Señor quería
cambiar en mí. Pero he vivido experimentando el poder sobrenatural de
Su Gracia atrayéndome más a El y alejándome de todo lo que antes era y
hacía.
“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la
ley, la gracia”.
Rom. 6: 14.
El apóstol Pablo dice en 1ª. Cor. 9: 27, “Antes hiero mi cuerpo y lo pongo
en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga
a ser eliminado”. El no se refiere aquí a la salvación; ésta es un acto de la
gracia de Dios. Se está refiriendo, a la posibilidad de formar parte de la
esposa de Cristo, de ser diferentes, de cambios en la mentalidad y manera
de vivir; no ser cristianos del montón.
Temor a Jehová
He entendido y conocido por la vida de relación con el Señor, que la
mayoría de cristianos viven el evangelio de la complacencia y el
costumbrismo; así mismo funcionan con sus parejas. Tan rutinario todo,
que no viven, sólo sobreviven. Esto ocurre por vivir descuidadamente, sin
rendirse y seguir haciendo su voluntad dentro del ministerio, del hogar, la
iglesia, el trabajo, las relaciones, han perdido el privilegio o puesto, que
Dios ha reservado para llevarnos a ser su “esposa”, y llegar a vivir con esta
condición de “reyes” del Palacio del Reino, aquí en la tierra, como ya El lo
prefijó en todos los tiempos y estableció en los cielos. Así debemos vernos
y así estamos destinados a vivir. Esto es algo real; no imaginario, ni de
cuentos de enamorados.
Es triste, pero hoy la mayoría de cristianos viven sin temer a Dios; no les
importa cómo actúan, piensan, deciden, para luego responsabilizar al
Señor de los nefastos resultados. Por eso, el conocer la manera cómo nos
conducimos con el Señor, es lo que no nos permite estar en todo lugar,
con aires de exhibicionismo, ni de querer figurar, porque el mismo Esposo
se encarga de lucir su esposa, no la comparte con todos, ni la deja estar en
todo lugar. La oculta a la vista de todos, porque esa muralla de protección
que El ha colocado alrededor de ella es precisamente para protegerla de
todos aquéllos que quieren curiosear sus verdades y tesoros, pero no
porque anhelan la verdad, sino por darse el gusto de escucharla, pero sin
la disposición de vivirla. Por eso las verdades reveladas, los perfumes
aromáticos y el protocolo en el Palacio, sólo están reservados para los que
manifiesten con el corazón, el deseo de ser transformados por el poder de
Su Espíritu, en dispuesta obediencia y mantenerse el tiempo necesario
para ser perfumados con los aromas de Su Presencia. Sólo que, los que no
desean caminar en el temor del Señor, no podrán ver las riquezas de Su
Gloria, ni entenderán la razón de este andar cuidadoso de no desagradar
al Señor, porque esto sólo se logra cuando El mismo los coloca en el
corazón de la esposa. Sólo verán un aspecto externo, sin belleza, porque
no les será descubierto el huerto sellado y cerrado, de donde salen las
fuentes de agua, los hermosos y frutales árboles, ni oler las fragantes
especias con las que El mismo perfumó a su amada. Por esto muchos se
inquietan e incluso molestan cuando no alcanzan esta estatura con el
Amado; porque sólo la viven los que anhelen los tesoros escondidos que El
tiene reservados para los que le aman de veras, pero no quieren la vida de
entrega y rendición, para que les sea construida la muralla de la Verdad y
del Temor al Señor, y retener así, los tesoros de la sabiduría y las
bendiciones que le siguen a los que le aman y siguen su justicia.
Todo lo que el Señor iba cambiando de mi relación con El, se daba
paralelamente en mis relaciones con mi esposo. La total dependencia que
yo tenía de El, igualmente me la demandaba en mi hogar. Así me fue
llevando, a la vez que sentía que un “temor santo y reverente” se
apoderaba de mí en todo lo que tenía que hacer tanto en lo espiritual,
como en lo familiar o financiero; en lo físico y social también. Hasta hoy,
no soy capaz de decidir solamente por usar mis sentidos naturales o la
lógica simplemente. Me aseguro en Dios, en el consejo y la sabiduría que
me ha dado; con mi esposo, mi familia; que lo que haga esté alineado y
en el orden de Su perfecta voluntad. Esto honra al Señor y desata su favor
sobre nosotros y trae su recompensa. Es mi deseo agradarle y complacerlo
siempre, y que sea quien se lleve toda la gloria. Todo deseo que no nazca
de El, no me lo permito, por eso, la muerte del “yo” día a día, me da
absoluta seguridad de lo que decido y hago en El y para El.
El Protocolo del Palacio
Toda mi vida ha sido reorientada por el Señor; ha cambiado mis hábitos,
costumbres, principios, sentimientos, actitudes, estilos de vida. Esto
incluye todo lo que me rodeó siempre, tanto en lo espiritual; así como en
lo que respecta a mi hogar; la manera de administrar; los principios para la
familia y las relaciones interpersonales; el orden y la disciplina, los límites
que me ha fijado el conocer las verdades que la sabiduría de Dios me ha
establecido; las cosas a las que me ha pedido renunciar. En fin, ha sido una
entrega total, que puedo decir con propiedad, que en todo y por todo
dependo de Su voluntad. He aprendido a hacer las cosas a la manera de
Dios, en su sentir, en su sabiduría; sabiendo que cuando obedezco, todo
lo que hago prospera y que el favor y la gracia de Dios están sobre mi vida
respaldando y supliendo lo que hace falta. Todo esto lo he aprendido del
Mardoqueo que todos tenemos desde que recibimos al Señor y somos
candidatos a ser elegidos para vivir con una mente de reino; el cual nos
enseña y guía a toda verdad, revelándonos a Cristo. Este es el Espíritu
Santo de Dios. Ha sido un perfumar nuevo en el “protocolo” del Palacio,
para llegar a cambiar todo de mí, en intimidad con el Amado:
-Mi manera de pensar. Es tener sus pensamientos.
-El lenguaje. Declarando su palabra con fe y hablando con sabiduría.
-La manera de caminar. No haciendo mi voluntad sino la de El, para no
caer, dejándome llevar por EL en todo lo que hago.
-Mis actitudes. Haciendo las cosas a su manera y en su tiempo.
-Mi egoísmo. Para esperar en EL y dejarlo decidir sin exhibirme.
-Mi rebelión. Aprendiendo a sujetarme y dejándome guiar en todo.
Esto requiere una disciplina y aprendizaje continuos, que va desde los
pequeños hasta los grandes detalles. Sobretodo, un sometimiento al
gobierno del Señor, bajo su mente, su palabra y su cruz. Este trato solo es
posible si El lo provoca; no depende de fuerzas humanas, ni de
imitaciones; no se trata de decir “hasta aquí”, “ya renuncié a esto” y creer
que ya terminamos de aprender las leyes del reino y del protocolo. Es una
determinación, donde el hambre y sed por su palabra, y su sabiduría para
aplicar el conocimiento revelado en todas las áreas, son las que hacen que
el amor de Dios permanezca y crezca más y más en nuestra vida. “Porque
el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos es dado”, dice Rom. 5: 5.
En este tiempo de preparación con el Señor, Esther tuvo que perfumarse
diariamente por espacio de un año para quitarse los “malos olores” que
traía de la religión, del sistema humano en el que hacía las cosas; de las
tradiciones y métodos naturales con los que acostumbraba resolverlo
todo; tuvo que renunciar a viejos sentimientos y cosas en las que se
deleitaba, porque ahora no tenía que depender de eso, ya que venía
determinada a aprender y a cambiar para ser usada con un propósito y en
el tiempo correcto, con la persona correcta.
Yo tampoco podía escapar a este proceso, si de veras quería que mis
condiciones cambiaran. Así como ella, que debió estar en otro ambiente,
con gente nueva y con mentalidades diferentes; su conducta no podía ser
la misma, ni su lenguaje tampoco, además de alguien especial que la
instruyera y guiara hacia lo que el Amado exigía y gustaba, desea el Señor
llevarnos a su palacio para formar en nosotros un nuevo carácter para que
plasmemos Su imagen y naturaleza en todo. Las ideas con las que Esther
creció y vivió eran contrarias a las del palacio. También su cotidianidad
debía desaparecer, así como su ciudadanía. Debía servir de otra manera y
arreglarse distinto. Fue un sometimiento que la comprometía a cumplir un
elevado propósito de vida y eso marcó la diferencia. Pasó “de lo ordinario
a lo extraordinario”. Creo que entendió no sólo la necesidad, sino también
los tiempos en los que le tocó vivir, para prestarse a provocar reformas. Es
lo que el Señor requiere hoy de los que deseemos ser, no solamente
cambiados, sino también usados por El en la extensión de Su Reino.
Los perfumes del palacio
Creo que en este tiempo tan especial de parte de Dios, necesitamos vivir
una vida sometida al Espíritu de Dios, para que los perfumes del “nardo”
de la paz; el “azafrán” de la tolerancia; la “caña aromática” de la
benignidad; la “canela” de la bondad; el “incienso” de la fe; la “mirra” de
la mansedumbre y la humildad; los “áloes” de la templanza; las
“corrientes” de la justicia; los “pozos” de agua de la vida y el “agua de la
fuente” del temor de Jehová; den testimonio de la madurez alcanzada por
quien esté dispuesta(o) a ser la elegida como la esposa del Rey. Esto no
tiene que ver con sexo, es para todo creyente en Jesús, que forma parte
de la esposa de Cristo. Es una preparación en el espíritu, que te da
seguridad de que no eres del grupo de las doncellas, sino que vives como
una esposa, preparándose en las cámaras secretas del Señor. Si queremos
que su gloria sea vista en nosotros, vamos a tener que salir de lo común y
carnal, para vivir en lo sobrenatural, lo perfecto y lo santo de Dios.
Cuando pasé por este tiempo de humillación, quebrantamiento y
obediencia, empezó en mi vida a formarse el “árbol de la vida”, con un
fruto sólido en todo sentido, la palabra creciendo y multiplicándose;
producto de estar pegada constantemente a la fuente de vida, mirando la
cruz y en actitud de adoración; y lo que deseo cada día que pasa, es no
ser sólo un recurso que viva alimentándose; sino poder regar otros
huertos que lo necesiten.
Del reino nace la necesidad de prepararse y darse continuamente para
compartir verdades que liberen y sanen a un pueblo y lo lleven a su
destino. Cuando la reina Esther se preparó, para aprender a darle al Rey
sólo lo que a El le gustaba, lo hizo con un propósito: el de liberar a su
familia y nación de una destrucción segura. Por haberse sometido a las
reglas del protocolo y haberse dejado preparar por el siervo asignado, tipo
del Espíritu Santo, fue que alcanzó gracia delante de los ojos del Rey,
quien complació su petición e hizo justicia, porque ella logró cautivarlo
con los “olores del incienso” de pureza, sometimiento, rendición,
santidad…resultó ser la elegida, la novia del Cordero, para ser desposada
por El y pasar a ocupar un lugar de prominencia e influencia dentro y fuera
del Palacio.
Rey de Reyes y Señor de Señores
Amados lectores, mi vida ha estado rodeada no sólo de acontecimientos,
de gente, de situaciones, pero también de grandes testimonios, que han
hecho posible que hoy pueda disfrutar de todo lo bueno que viene sólo
del corazón de Dios y que me han levantado como una mujer de propósito
en la visión que El tiene y que ha de cumplirse en todos aquéllos que
deseen como yo, enfilarse en el grupo de los valientes que aceptan ser
tratados por Dios para dejar de ser los mismos y ser llevados a ser y hacer
“algo diferente”. Es querer convertirse, no de palabra, sino en la
realidad, con vestiduras de reyes y sacerdotes, con mentes de hijos del
rey y lo reflejen; viviendo con la cultura de la excelencia, rompiendo con
estereotipos de lo común y ordinario; con conductas que manifiesten la
verdad de Cristo, así como su naturaleza y carácter; que busquen primero
conocer las leyes del reino de los cielos y puedan llegar a ser personas de
influencia, de testimonio; que vivan con seguridad y salgan del
conformismo y de la mediocridad en la que la ignorancia los ha mantenido
cautivos. Se puede lograr! Con Cristo todo lo podemos! El es nuestro
ejemplo de realeza, de linaje y de humildad también. El es el Rey y
nosotros también debemos aspirar ser representantes dignos de su reino
cada día en nuestra vida!
Hoy puedo testificar que si lo hizo conmigo, también lo puede hacer con
cada uno que quiera ser candidato a someterse y dejarse moldear por
Jesucristo, el Alfarero Divino, de donde saldrá transformado como un
“Vaso de Honra”, no por ser visible en un ministerio, ni por hacer un
seminario o por alcanzar un título teológico. No, sino para estar en
posiciones de honra, de gobierno, de autoridad y de influencia, en el
mundo espiritual, dándole honra al Rey; no de palabra, sino en vida, en
testimonio y en verdad. No para seguir en la posición de mendigo, sino
trabajando y sembrando, para prosperar y llegar a dar y a servir a otros la
palabra que los lleve a otro nivel en el Reino de Cristo. No para vivir como
vivía antes, sino para demostrarle al cielo, al infierno y a la gente, que con
el Señor del cielo y de la tierra, podemos llegar y atrevernos a hacer
grandes cosas y alcanzar metas; conquistar territorios, y vivir con mentes
que traigan gloria y honor al Rey de Reyes y Señor de Señores!
En el diseño de Dios, debemos vernos como El nos ve, y asumir el rol que
nos toca como hijos en su perfecta voluntad y propósito. No sigamos los
dictámenes de nuestra mente, del hombre, aún de lo que se plantea en el
ámbito eclesiástico. Pongámonos a la orden del Supremo Rey y sigamos
las instrucciones del Espíritu Santo para que sepamos y entendamos qué
fue lo que quiso formar en nosotros desde el principio: Su carácter y su
verdad, para que le sirviéramos a su propósito. Lo descubrimos si tan sólo
dejamos a un lado nuestros intereses para servir a los suyos. El nos viste
entonces de sus vestidos de lino fino y resplandeciente, para que le
representemos con dignidad, como herederos del Rey, en los lugares
donde nos ha colocado: el hogar, la familia, el trabajo, la empresa, la
iglesia, el ministerio, la ciudad y todo lugar donde vayamos.
Todo esto me ha cambiado; me ha mudado la mente y el corazón,
respecto a la verdad, a la vida, las circunstancias, la familia, las
relaciones, el concepto tradicional de iglesia, los hábitos y mi estilo de
vida. He dejado atrás el conformismo, la rutina, lo normal…busco unirme y
acercarme a otros que hayan alcanzado más que yo, para aprender y
crecer más cada día de sus consejos, vivencias y revelación. Hoy lo miro
todo y lo vivo conforme al sentir y al mover de Dios; en su visión, con una
actitud de vencedora, una posición de reina, con la seguridad que tengo
en la palabra de autoridad. Todo mi ser, espíritu, alma y cuerpo, le
pertenecen a mi Rey, a quien amo por encima de todo y todos. Sólo vivo
para El, para agradarlo y obedecerlo. Lo demás es añadidura. El ha
mudado todo de mí, y mi deleite es y será siempre el hacer sólo Su
Voluntad, aún a pesar de mí misma y de los demás. A mi REY JESÚS le
debo todo lo que soy, tengo y puedo. EL ha trasladado mi vida en todas
las áreas, DEL DESIERTO AL PALACIO!