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La conversión desde la mirada de un niño pobre
Provincia NORANDINA
Ecuador, 8 al 12 de marzo
EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA EL TERCER DÍA
Las miradas
de Jesús en Mc
Primer ejercicio: Lectura pausada
de este texto: (página 1 y 2)
Mirar como miró Jesús… ponernos en sus zapatos. De eso se trata esta aproximación al Jesús de
Mc. No es un estudio exhaustivo… es solo tratar de introducirse en el texto sin prejuicios y hacerse
compañero de Jesús y descubrir en sus miradas, su sentir.
Dicho de otro modo: esta es una invitación a fijar nuestra mirada en Jesús. Como dice José María
Arnaiz: “…los ojos permiten el juego de las miradas. La del creyente en Jesús, una mirada
contemplativa y agradecida de aquel que en su corazón sabe de quién se ha fiado. Y la de Jesús en
él, mirada que llena de alegría y de paz, y que hace que la vida rezume abundancia y plenitud. De
este cruce nace la fe viva, personalizada y confiada. ”
Mirar..contemplar… dejarse mirar.
PETICIÓN
"Pido al Dios de nuestro Señor Jesús, al Padre glorioso, que les conceda el don espiritual de
comprender su revelación para que conozcan, de verdad, quien es Él... Le pido que ilumine la
mirada interior de su corazón, para que conozcan a qué esperanza les ha llamado" (Ef 1,17-18a)
CARACTERÍSTICAS DE LAS MIRADAS DE JESÚS.
1º) La mirada de Jesús refleja de una manera privilegiada la mirada de Dios, pues se fija sobre todo
en las personas concretas, pero con una particular
atención a los más necesitados.
2º) La mirada de Jesús es capaz de tener un especial
esmero por cada persona, viéndola como algo único e
irrepetible. El bosque no le impide ver las ramas.
3º) Es una mirada capaz, al mismo tiempo, de prestar
atención a grupos numerosos, con una visión amplia. No
se queda en un punto concreto, sino que tiene una mirada panorámica, de conjunto (“mirando a
la muchedumbre” (Mt 5, 1). Según Marcos, Jesús tenía costumbre de “mirar en torno” (Mc 3,5).
4º) Una de las particularidades de la mirada de Jesús es su gran capacidad para observar las cosas
pequeñas y habituales, que suelen pasar desapercibidas, y a partir de aquí extraer un enseñanza
para la vida, porque su mirada es una mirada “contemplativa”, que va lo hondo del
acontecimiento y la persona (en Lc 12, 24-29 se fija en los cuervos y los lirios. En Lc 14, 7, observa
cómo los invitados cogen los primeros puestos).
5º) La mirada de Jesús es una mirada asimismo capaz de descubrir lo exterior para, desde allí,
pasar a lo interior y acabar en la mirada espiritual (“con los ojos de Dios”): en Mc 5, 38-40
descubre que donde los demás veían muerte sólo había sueño, posibilidad de vida. En Mt 9, 4,
conoce las auténticas intenciones de la persona. Un texto clave para descubrir la mirada de Jesús:
Lc 21, 1-3.
6º) La mirada de Jesús tiene la capacidad de romper los prejuicios, sobre todo cuando mira a los
ojos. Y esa mirada de Jesús que llega a lo profundo transforma nuestro corazón y nuestra mirada,
y nos lleva, más allá de nuestros prejuicios, a un mundo nuevo de posibilidades inéditas, descubre
y revela lo mejor de cada uno de nosotros/as (Jn 1, 45-48: del Natanael con prejuicios dirá “éste es
un verdadero israelita, en el que no hay doblez alguna”).
En el evangelio de Mc
El llamado inicial al discipulado
Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las
redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: ---Veníos conmigo y os haré pescadores
de hombres. Al punto, dejando las redes, le siguieron. [19] Un trecho más adelante vio a
Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca.
Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros, se fueron con él. (Mc 1,16-20)
El seguimiento comienza cuando alguien se siente llamado personalmente por El y acoge su
llamada. Este encuentro personal es absolutamente necesario. Jesús nos mira a cada uno de
manera personal.
Para el discípulo, el maestro no es modelo, es CAMINO. En Mc, el discípulo está llamado a
observar, mirar, entender y acompañar a Jesús, a descubrir su modo de actuar, lo que busca, la
manera de expresarse, los gestos que hace, las
palabras que pronuncia en determinadas
circunstancias. Los mismos evangelios muestran
que los discípulos tuvieron grandes dificultades
para aceptar el modo de vivir de Jesús. (Cfr. Fijos
los ojos en Jesús Aleixandre- Velasco-Pagola)
La presentación de los discípulos en el relato del
Evangelio de Marcos, después de su seguimiento,
insiste en sus defectos, y se acentúan a medida que
avanza la narración. Marcos insiste en la
incomprensión de los discípulos, en la cobardía, en la traición (Pedro y Judas), y en el abandono
final. Un pequeño ejemplo: los discípulos de Juan, cuando éste es decapitado, recogen su cadáver
y le dan sepultura (Mc 6,29); en cambio, los discípulos de Jesús brillan por su ausencia, en los
momentos de la muerte de Jesús.
En el día a día del evangelio
Domingo Montero afirma que en el Evangelio hay
que prestar atención a todo: a las palabras y a los
silencios (Mc 15,5; Mt 26,23); a las obras y a los
gestos.
Segundo ejercicio:
Momentos de oración con distintas
miradas de Jesús
Te presentamos cuatro miradas distintas de Jesús, acompañadas de una pequeña pauta de
oración. La idea es que no simplemente leas el texto, sino que
sean instrumentos que te ayuden a tener momentos de oración
profunda. No es necesario que ores las cuatro miradas. Elije
aquella(s) que sea(n) más motivadora (s) para ti).
¿Cómo era la mirada de Jesús?
A Jesús no sólo no hay que perderle de vista (Hb 12, 1-2), sino que
tampoco hay que perder de vista su mirada ni su punto de mira, el corazón. Los evangelios
conservan diferentes «miradas» de Jesús; si los ojos son el reflejo del alma, a través de ellas
podremos llegar a conocer los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,6), para interiorizarlos y
hacerlos propios. Y todos necesitamos ese cruce de miradas clarificador, pues en la mirada de
Cristo se percibe la profundidad de un amor eterno e infinito que toca las raíces más profundas del
ser.
Contemplar la mirada de Jesús nos servirá, también, para aprender a mirar cristianamente la
realidad. Te aconsejo colirio para ungir tus ojos y poder ver, advirtió el Testigo fiel al ángel de la
Iglesia de Laodicea(Apoc 3, 18). Contemplar la mirada de Jesús puede surtir en nosotros los
efectos de ese colirio clarificador.
1. La mirada al «Joven» rico: Una mirada de cariño perdida. A pesar de que el relato lo
transmitan los tres evangelios sinópticos, la mirada la
conserva sólo el de san Marcos (10,21). Un hombre rico
busca caminos de salvación. Su pregunta -¿Qué he de
hacer para conseguir la vida eterna? (Mc 10, 17)- deja
entrever el desconcierto de la gente piadosa de aquel
tiempo ante las variadas interpretaciones de la Ley. Se
acerca a Jesús, llamándole Maestro bueno, porque
sabemos que eres veraz..., y que enseñas con sinceridad
el camino de Dios (Mc 12,14).
Pero Dios ya había hablado; por eso Jesús le remite a la palabra de Dios: los
mandamientos (Mc 10, 19). Expresamente recuerda los mandamientos de la
«segunda tabla», los llamados mandamientos sociales. Y es que a Dios no hay que
buscarle por sendas ocultas: El nos sale permanentemente al encuentro en el
prójimo. La reacción del hombre -Todas esas cosas las he observado desde la
adolescencia (Mc 10, 20)- parecía poner fin a la cuestión: podía estar tranquilo, estaba
en el buen camino.
Sin embargo, todo comienza a partir de ahí. Conmovido y cautivado por la honestidad
y sinceridad de aquel hombre, Jesús, mirándole, sintió cariño por él y le dijo: «Una
cosa te falta. Vende cuanto tienes y dalo a los pobres... y luego sígueme» (Mc 10, 21).
Al mero cumplimiento de la Ley, Jesús ofrece la plenitud de la Ley (cf Mt 5, 17). La
propuesta, exigente sin duda, va envuelta en una mirada de cariño, que, si reconoce y
celebra el bien hecho, es, sobre todo, estímulo para nuevas conquistas: liberarse para
seguirle. El v. 22 es sombrío, la luz que se había encendido en la mirada y con la
mirada de Jesús, se apagó inmediatamente. Quien se acercó corriendo (Mc 10, 17), se
retiró entristecido y disgustado (Mc 10, 22).
Si Jesús le hubiera pedido un aumento sustancial de sus limosnas, probablemente no
se habría echado atrás; pero le pidió... ¡hacerse limosna! Aquel hombre cumplía «los»
mandamientos sin cumplir «el» mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas (Ex
20, 3-4). El final del encuentro es decepcionante, ¿por qué? Quizá porque aquel
hombre oyó sólo las palabras radicales de Jesús, pero no le miró a los ojos. De haberlo
hecho, habría descubierto que esa tarea imposible para los hombres, no lo es para
Dios. Pues Dios lo puede todo (Mc 10,27). Y Jesús es esa mano tendida por Dios para
hacer posible lo imposible.


Detente un momento. Revive la escena. Tú eres ese joven rico a quien Jesús mira
con cariño. Ve tu fidelidad de tantos años. Se complace en ella. Hoy te pide un
paso más: “hacerte limosna” sobre todo para los niños y jóvenes pobres.
¿Qué le dices tú al Señor?
2. Mirada airada. No es una mirada fácil de asimilar, quizá por eso los evangelios de
Mateo (19, 9-14) y Lucas (6, 6-11) la han omitido; sin embargo es una mirada real y
evangélica (Mc 3, 1-6).
La actitud hipócrita, inhumana e impía de aquellos legalistas fariseos apenó
profundamente a Jesús, que «les miró con ira» (Mc 3,5). Nos resulta difícil encajar
esta mirada en quien se manifiesta «manso de corazón» (Mt 11,29) y declara
«bienaventurados a los mansos» (Mt 5, 4). Nos resulta difícil encajar esta mirada en
quien prohíbe airarse contra su hermano (Mt 5, 22)... Nos resulta difícil encajar esta
mirada..., y sin embargo es una mirada de Jesús.
No es la ira del arrebato pasional e irracional, sino la del dolor por la ausencia de
compasión; expresión de una humanidad dolorida por la falta de humanidad,
sofocada con el pretexto de observancias religiosas. La ira de Jesús prolonga y evoca
la ira de Dios en el Antiguo Testamento, que no es sino un antropomorfismo (un modo
humano de hablar) para expresar el dolor de Dios y su no indiferencia ante el
deterioro del hombre por el pecado. La mirada airada de Jesús expresa la decepción
por unos guías ciegos, que no sólo confunden a Dios sino que lo deforman y no
comprenden que la gloria de Dios es que el hombre viva.
La mirada airada de Jesús es una mirada revulsiva, para sacar a aquellos hombres de
una religiosidad ritual, que se nutría de observancias, y colocarlos en el camino de la
fe, que «se actúa en la caridad» (Gal 5, 6). También nosotros necesitamos contemplar
esta mirada airada, porque puede que aún participemos de aquella dureza de corazón
que Jesús, apenado, descubrió en sus contemporáneos.
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Para en la lectura y ten un momento de oración.
Contempla esa mirada airada. ¿Qué la motiva? ¿Qué está en juego en ella?
¿Podría airarse también Jesús contigo por vivir más de ritos y observancias que de
compasión por el dolor de los demás? ¿Descubres en ti algún síntoma de falta de
humanidad?
3. La mirada a la mujer. En una cultura como la judía, en la que la mujer era
considerada una realidad devaluada. «Bendito
seas, tú, Señor, porque no me has hecho gentil,
mujer o esclavo», rezaba tres veces al día todo
varón israelita, la actitud de Jesús resultó
llamativa: no rehuyó su encuentro; más aún, no
dudó en dejarse acompañar en su ministerio
público por un grupo de mujeres, que le fueron
fieles hasta la muerte (Lc 8, 1-3; Mc 15, 40-41) y
aún después (Mc 16, 1-8).
Desde su celibato por el Reino, Jesús no dudó en acercarse a la mujer y mirarla con
buenos ojos y sentimientos de profunda humanidad. De hecho, el mundo femenino
ocupa un puesto relevante en el Evangelio. Buena parte de los milagros tienen como
destinatarios a mujeres: la suegra de Pedro (Mc 1, 29-31), la hemorroísa (Mc 5, 2534), la hija de Jairo (Mc 5, 21-24.35-43), la hija de la sirofenicia (Mt 15, 22-28 la mujer
encorvada (Lc 13, 11-13)...; y el «lenguaje femenino» inspira no pocas parábolas: la de
la levadura (Mt 13, 33), la de la dracma perdida (Lc 15, 8-9), la de los dolores y alegrías
del parto (Jn 16, 21), la de las diez doncellas (Mt 25,1ss); la de la viuda insistente Lc 18,
1-8)... Jesús miró con compasión a la mujer cananea (Mt 15, 28) y la viuda de Naín (Lc
7, 13) con dignidad y misericordia a la pecadora pública (Lc 7, 13) y a la adúltera (Jn 8,
1-11); con confianza a la samaritana (Jn 4, 1ss); con amor a las hermanas de Lázaro (Jn
11, 5); con ternura a María Magdalena (Jn 20,11-17); con generosidad a la pobre viuda
(Mc 12, 41-44)... ¡Y cómo miraría a su madre! Los evangelios son parcos al respecto.
Pero sabemos algo significativo: para ella, para María, fue su última mirada, desde la
cruz (Jn 19,26-27).
La mirada de Jesús hacia la mujer fue una mirada surgida de un «corazón limpio» (Mt
5, 8): libre y liberadora, adulta y madura (no dura), dignificadora, estimulante,
responsabilizadora, afectiva y sin prejuicios..., que ama, enseña a amar y genera amor.
Una mirada de la que todos tenemos que aprender.


De los textos evangélicos que se señalan, de miradas a mujeres, elije uno que
quieras meditar más a fondo. Revive la escena y estate atento a lo que esa mirada
suscita en ti.
Mi mirada, ¿tiene las prioridades del Maestro?
4. Mirada compasiva. Antonio Pagola, afirma que para recuperar la espiritualidad de
Jesús es necesario recuperar esta mirada.
Las tradiciones sobre Jesús han conservado el
recuerdo de su mirada compasiva a los enfermos,
leprosos y desquiciados y, sobre todo, su mirada
conmovida a las gentes. « Al desembarcar, vio mucha
gente, sintió compasión de ellos y curó a sus
enfermos» 1; «Al ver a la gente, sintió compasión de
ellos porque estaban cansados y abatidos, como
1
Mateo 14, 14
ovejas sin pastor» 2. Al entrar en Naín, se encuentra con que llevan a
enterrar al hijo único de una viuda: « el Señor, la vio, se conmovió y le
dijo: No llores» 3. Johan Baptist Metz ha recordado que, frente a la
«mística de ojos cerrados» más propia de la espiritualidad de Oriente,
volcada sobre todo en la atención a lo interior, quien se inspira en
Jesús está llamado a cultivar una « mística de ojos abiertos » y una
espiritualidad de responsabilidad absoluta hacia los que sufren.
Esta mirada al que sufre nos libera de ideologías que bloquean nuestra
compasión o de marcos normativos que nos hacen vivir con la
conciencia tranquila. Esa mirada nos arranca de la indiferencia, nos
recuerda nuestra propia condición vulnerable, despierta en nosotros la
solidaridad fraterna 4.
En casi todos los caminos espirituales se privilegia la importancia de la
«consciencia», la «atención al aquí y al ahora», la «experiencia de
unidad», el «silen cio interior»… y con razón 5. Sin embargo, me atrevería
a decir que el camino más eficaz para sintonizar con la espiritualidad de
Jesús es aprender a mirar detenidamente el rostro del otro con
compasión.
 ¿Cómo resuena en ti esta frase de J.B. Metz: “Quie n se inspira en Jesús
está llamado a cultivar una « mística de ojos abiertos » y una
espiritualidad de responsabilidad abs oluta hacia los que sufren? ”¿Qué
implicancias puede tener para tu vida?
 Mirar el rostro del otro con compasión. En tu caso concreto, ¿mirar a
quién?
 A la luz de la mirada de Jesús, lee la s historias de Cristian y los niños
víctimas del huracán Mitc . Folleto: MIRADAS, páginas 21-22 y 30- 32.
 Mi mirada, ¿tiene las prioridades d el Maestro?
2
Mc, 6,34
Lucas 7, 13. Los evangelistas emplean el término «splanchnizomai» que expresa una reacción visceral, una
conmoción entrañable.
4
Joan-Carles MélichÉtica de la compasión, Herder, Barcelona, 2010; José María Castillo, La sensibilidad de
Jesús, en Varios, El grito de los excluidos. Seguimiento de Jesús y teología, Estella, Verbo Divino, 2006,
153-172.
5
Ver la hermosa síntesis de WilligisJäger, Sabiduría eterna. El misterio que se esconde detrás de todos los
caminos espirituales, Verbo Divino, Estella, 2010.
3
Tercer ejercicio:
Recreación de Mc 6, 30-46
3.1 Leo el texto de Mc 6, 30- 46, me sitúo junto a Jesús.
3.2 Disfruto de esta recreación que hace Dolores Aleixandre del texto evangélico
Denles ustedes de comer
Padre, hoy me he encontrado con que una multitud venida de todas partes me habla seguido
hasta el desierto, y he visto que estaban hambrientos de escucharte y verte y tocarte a través de
mí. Por eso he sabido que eras Tú quien me llamaba a realizar para ellos un signo de tu compasión
y de tu solicitud.
Los hice recostar sobre la hierba, como un pastor que conduce a su rebaño junto a una fuente
tranquila, y me dispuse a servirles el banquete que Tú mismo habías preparado. No había mucho
que repartir, y sorprendí en algunos el gesto ávido de retener lo poco que tenían para comerlo en
soledad y a escondidas. Dije a mis discípulos: "Denles ustedes de comer" pero ellos, como casi
siempre, reaccionaron haciendo cálculos a partir de sus posibilidades: "no tenemos", "esto es
poco", "despídelos", "que vayan ellos mismos a comprar..." Ante cualquier imprevisto, se miran a
sí mismos, miden sus propias fuerzas y se agobian por sus carencias, olvidándose de mirar hacia Ti,
Abba, que eres el manantial inagotable de todo don.
Un Padre que nos cuida
Por eso, cuando cogí en mis manos los panes y los pececillos y levanté mis ojos hacia el cielo,
estaba queriendo orientar su mirada hacia Ti, de quien lo recibimos todo.
Luego pronuncié sobre aquellos alimentos la bendición, para arrancarlos de la esfera de la
posesividad y devolverlos a su verdadero ser que es el de circular, y partirse, y generar vida,
energía y convivialidad.
Cuando empezaron a repartirlos, la gente comenzó
también a ofrecer lo poco que tenía, a desapropiarse de lo
que llevaban y a cambiar la preocupación por su sustento
por el gozo de compartir con otros. La carencia estaba
siendo vencida por el derroche y la gratuidad, y eso los
igualaba, derretía muros invisibles de categorías y distancias,
rompía la frontera entre extranjeros y hermanos.
Era tu vida la que estaba circulando entre ellos, Abba, y
en ese momento comprendí mejor que este deseo que me
invade tantas veces de entregarles mi misma vida como alimento, como las madres a sus hijos
pequeños, surge de Ti y fluye de tus propias entrañas.
No es la primera vez, Padre, en que me siento enviado a hablar de Ti como de un hogar abierto en
el que esperas a tus hijos a mesa puesta, con un banquete que Tú mismo has preparado y en el
que abundan manjares espléndidos y vinos de solera. Pero tu invitación no despierta en ellos
deseo ni expectación, y te diría que hasta les abruma tu desmesura.
Intento explicarles que tu sueño es traer a todos tus hijos e hijas en torno a tu casa y
reencontrar ahí su fraternidad perdida, sofocada por jerarquías estratificadas y absurdas
categorías de superioridad e inferioridad, pureza e impureza, relevancia o insignificancia. Les digo
que pueden sentarse a tu mesa aunque tengan los pies polvorientos del camino, porque Tú te
encargarás de lavárselos con el cuidado con que lo haría una madre, pero siento que la sola
posibilidad de encontrarte a sus pies y no subido en un trono fulgurante, les desconcierta y les
turba.
Te presento en mis parábolas como el amo ausente que, cuando llega y encuentra a los de su casa
aguardándole, se conmueve tanto de su espera tan fiel que él mismo se pone el delantal y les sirve
la cena. O como el novio que se retrasa, pero que llega al fin con su séquito de amigos y las
muchachas que le esperaron con las lámparas encendidas, entran con él en su festín de bodas. Me
siento a comer con los que son tenidos por gentuza y provoco un escándalo que se exacerba
cuando les digo: "Así es el Padre de ustedes".
Hacia una nueva tierra
Me pregunto por qué se resisten tanto a relacionarte con la fiesta, el banquete, la danza y la
mesa compartida y, en cambio, tienden el oído a quienes les hablan de tu poderío, tu justicia
implacable, tus imperativos o tu omnisciencia que escruta hasta sus mínimas faltas.
Les digo que Tú esperas impaciente a que se vaya llenando la sala de tu festín y te quedas
desolado al ver que anochece, la sala está vacía y sólo van llegando los pretextos inútiles de los
que declinan tu invitación. Pero ellos se aferran a un ídolo impasible e invulnerable, exilado en un
cielo lejano y que sólo interviene en sus vidas para imponerles ayunos y lutos.
Les hablo de tu amor y tu perdón como de un pan entregado de balde, y me recuerdan que el
maná se guardaba en el arca recubierta de oro por dentro y por fuera, protegida por las alas
extendidas de los querubines.
Les cuento historias en las que, lo mismo que el maná guardado para el día siguiente se llenaba
de gusanos, ahora los ladrones, la polilla, el orín o la muerte
inesperada van a destruir lo que acumulan afanosamente en
graneros y bolsas. Pero tienen tatuado a fuego el instinto de
precaución y la obsesión por prevenir el mañana, y cuando
les invito a vivir descargando en ti sus ansiedades y agobios,
me miran como si hubiera perdido el juicio.
Les invito a admirar la libertad de los pájaros y a
contemplar los lirios, vestidos por ti con más esplendor que
el rey Salomón, pero el cálculo y la codicia les empaña los
ojos y les impiden prestar atención a lo que no esté referido
a su interés inmediato.
Ahora, impregnados todavía con el espíritu de la Pascua he encargado a los míos que preparen
todo lo necesario para la cena. Cuando estemos reunidos en tu nombre, Abba, para recordar que
tú sacaste de Egipto a nuestros padres y los introdujiste en la tierra que mana leche y miel, te
pediré, una vez más, que los saques de la servidumbre de la posesión y los conduzcas, más allá de
sus ambiciones, a esa tierra tuya de la fiesta compartida.
Ahí estaré yo en medio de ellos, partiéndoles tu pan y reuniéndoles en tu Nombre. Y dejándoles
como memorial que sigan dando de comer a otros en recuerdo mío".
 ¿Te sientes identificado (a) en algunas de las situaciones que va describiendo Jesús
a su Padre? ¿En cuáles de modo especial?
 Acoge aquello del texto que te produce más gozo espiritual. Disfrútalo. Alaba al
Señor y agradece.
 Pide también perdón
 Termina el día bendiciendo al Padre por todo lo que te ha revelado en el día de hoy.
Puedes utilizar las palabras de Jesús que están a continuación. Puedes hacer
síntesis y proyectar según lo que han visto tus ojos y tu corazón.
« Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado
estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por
mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»Volviéndose a los
discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que ven! Porque
les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven,
pero no lo vieron, y oír lo que ustedes oyeron, pero no lo oyeron. (Lc. 10.
21-24)
La conversión desde la mirada de un niño pobre
Provincia NORANDINA
Ecuador, 8 al 12 de marzo
Desde tus ojos
Oración de la mañana. Tercer día
Monitor: Ponemos en manos del Señor nuestra jornada. Le pedimos mirar el mundo, desde sus ojos.
Canto: “Dame tus ojos” de Marcela Gándara.
Dame tus ojos, quiero ver,
dame tus palabras, quiero hablar,
dame tu parecer.
Dame tus pies, yo quiero ir,
dame tus deseos para sentir,
dame tu parecer.
Dame lo que necesito para ser como Tú.
DAME TU VOZ, DAME TU ALIENTO,
TOMA MI TIEMPO, ES PARA TI.
DAME EL CAMINO QUE DEBO SEGUIR.
DAME TUS SUEÑOS, TUS ANHELOS,
TUS PENSAMIENTOS, TU SENTIR.
DAME TU VIDA PARA VIVIR.
Déjame ver lo que tú ves,
dame tu gracia, tu poder.
Dame tu corazón.
Déjame ver en tu interior
para ser cambiado por tu amor.
Dame tu corazón.
Dame lo que necesito para ser como Tú.
TEXTO BÍBLICO - (Mc 10,17-30)
“Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: - Maestro bueno, ¿qué
haré para heredar la vida eterna?
Jesús le contestó: - No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no
cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
Él replicó: - Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: - Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero
a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.” PALABRA DEL SEÑOR.
Momento de interiorización del texto bíblico.
HISTORIA - “El muñeco que se volvió hombre”
Folleto: MIRADAS pág. 14-18
Oraciones espontáneas
LA MIRADA DEL EVANGELIO (rezada por todos)
Ayúdanos a cambiar, Señor, nuestra mirada mundana, egoísta,
poco comprometida, temerosa, acomodada.
Ayúdanos a cambiar para mirar las cosas, el mundo, la vida,
con tu mirada y desde tus ojos.
Quítanos las anteojeras que vamos construyendo a lo largo de los años,
que nos aíslan del dolor y del sufrimiento de los que caminan al lado.
Sacude nuestro corazón para aprender a ver
con los ojos llenos de Evangelio y esperanza de Reino.
Corre ya el velo de nuestros ojos
para que viendo podamos conmovernos por los otros
y movernos desde lo profundo de cada uno
para acudir a dar una mano y la otra, y la vida toda
a los que están caídos al costado del camino, los que esta sociedad ciega
ha tirado a un costado porque no cuentan o no interesan a las leyes del mercado.
Convierte nuestra mirada para hacer posible y cotidiano el milagro del buen samaritano,
ver al otro y acercarse, no pasar a su lado, compartir, ser generoso,
darlo todo por el hermano.
Cuántas cosas son posibles, mi buen Dios, si cambiamos la mirada,
si no giramos la cara, si no vivimos encerrados.
Abre nuestros ojos, ten compasión de nosotros,
como pedía el ciego del evangelio,
que no veamos borroso, no sea que confundamos el camino
y creamos encontrarte donde tú no te has quedado.
Descúbrenos, Señor, tu presencia viva, entre los pobres.
Que te reconozcamos en el desnudo, el hambriento,
el que está solo, el preso, el enfermo,
y tantos otros, Señor, en quienes nos sales al encuentro cada día,
sin que a veces lo advirtamos,
por tener el corazón endurecido y los ojos cegados.
¡Conviértenos Señor! Devuélvenos la mirada confiada de los niños,
la transparencia que habla de lo que abunda en el alma.
No permitas que cerremos los ojos y creamos hallarte dentro nuestro sin buscarte
y encontrarte por donde andas a diario.
Que la ambición, el conformismo, la comodidad y las falsas seguridades
no nublen nuestra mirada. AMÉN.
La conversión desde la mirada de un
niño pobre
Provincia NORANDINA
Ecuador, 8 al 12 de marzo
ORACIÓN MARIANA DEL TERCER
DÍA
Guía 1: Peregrinos con María, hermana en la
fe, queremos aceptar el reto de construir un
mundo nuevo. Queremos transformar nuestra
mirada y nuestro corazón, para ser
peregrinos de esperanza para un mundo sin
Dios. Con María iniciamos nuestro caminar:
TODOS:
Invocación inicial
María, Madre de la esperanza,
¡camina con nosotros!
Enséñanos a proclamar al Dios vivo;
ayúdanos a dar testimonio de Jesús,
el único Salvador;
haznos serviciales con el prójimo,
acogedores con los pobres,
artífices de justicia,
constructores apasionados
de un mundo más justo;
intercede por nosotros que actuamos
en la historia
convencidos de que el designio
del Padre se cumplirá. Amén
CANTO:
Mientras recorres la vida
tú nunca solo estás,
contigo por el camino
Santa María va.
Ven con nosotros a caminar
Santa María, ven (2)
Aunque te digan algunos
que nada puede cambiar,
lucha por un m mundo nuevo,
PRIMER MISTERIO: Los ojos de María
“Alégrate, favorecida de Dios, el Señor está contigo”
Lc 1,28
Reflexión
¡Ojos que no ven, corazón que no siente!, dice el viejo refrán. En María, esto no se cumplió. Vivió siempre
con los ojos puestos en los planes que Dios tenía preparado para Ella.
En Nazaret, con sus pupilas dilatadas, dijo que "sí". Que estaba dispuesta, como un cheque en blanco, para
que Dios firmase cuando quisiera y como quisiera.
En el crecimiento de Jesús, abrió bien los ojos para que Jesús anduviese por los caminos que conducían a
Dios.
En el final de la vida de Jesús, aún con lágrimas, nunca el sollozo se antepuso a la altura con la que María
encaró la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. Y es que María abrió los ojos para Dios y, además, le
brindó todo su corazón.
¿Detrás de qué corren nuestras miradas?
¿Vemos la profundidad de las cosas y de los acontecimientos o nos quedamos en la superficialidad?
1 Padre Nuestro,
3 avemarías
MARÍA ES ESA MUJER
¿Quién será la mujer que a tantos inspiró poemas bellos de amor?, le rinden honor
la música y la luz, el mármol, la palabra y el color.
¿Quién será la mujer que el rey y el labrador invocan en su dolor?, el sabio, el
ignorante, el pobre y el Señor, el santo al igual que el pecador.
MARÍA ES, ESA MUJER, QUE DESDE SIEMPRE EL SEÑOR SE SEPARÓ,
PARA NACER, COMO UNA FLOR, EN EL JARDÍN QUE A DIOS ENAMORÓ.
SEGUNDO MISTERIO GOZOSO: Los pies de María
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región
montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel. (Lc 1,38-40)
Reflexión
Ponerse en camino es sentirse vivo. María, con los pies polvorientos, se puso en camino hacia la casa de su
prima Isabel. Salió de su casa. No le importó nada, aunque el evangelio no lo diga, correr riesgos ni
1 Padre Nuestro 10 Ave Marías
dificultades: ¡se puso en camino y se acabó¡
Los pies de María son dinámicos. Se aventuran a perderse en los amplios caminos de la vida para que los
hombres conozcamos a Jesús. No nos podemos instalar en la comodidad. Los pies de María nos invitan a salir
de nosotros mismos. A no cerrarnos en los cómodos muros de nuestros problemas o éxitos, alegrías o
tristezas.
1 Padre Nuestro, 3 ave marías
Canto: MADRE
Junto a ti María, como un niño quiero estar, tómame en tus brazos guíame en mi
caminar, quiero que me eduques, que me enseñes a rezar, hazme transparente,
lléname de paz. MADRE, MADRE, MADRE, MADRE. (Bis)
TERCER MISTERIO GOZOSO: El corazón de María
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída
y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - ¡y a ti
misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al
descubierto las intenciones de muchos corazones.» Lc 2, 34-35
Reflexión
El corazón es el lugar donde, entre otros, guardamos los secretos más
íntimos. Es en el corazón donde sufrimos y gozamos, donde disfrutamos y
lloramos, desde donde odiamos o nos volcamos amando.
El corazón de María, palpitando en medio de la Pascua, sigue rebosando
alegría por la presencia de Jesús Resucitado. Pero, también es verdad que
con el anuncio del anciano Simeón, la Virgen preparó su corazón a los
contratiempos (en crueles espadas) que la vida y muerte de Jesús de
Nazaret, le proporcionó. Pidamos a María que pongamos el corazón en lo que
hacemos y en lo que decimos.
1 Padre Nuestro, 3 ave marías
ORACIÓN DE INTERCESIÓN
Guía Encomendemos a María de la Esperanza el mundo doliente que anhela la resurrección.
Todos : Oh María, sé nuestra esperanza.
- Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de toda la Iglesia nacida de la cruz de tu Hijo, santificada por su sangre y
extendida por el mundo.
Todos : Oh María, sé nuestra esperanza.
- Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de los jóvenes. Del mundo entero y de todo el pueblo que ama y sigue a
Jesús.
Todos : Oh María, sé nuestra esperanza.
- Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de todos los jóvenes decepcionados de la vida, de los que han caído en la
droga, de los que por una u otra razón han estado vinculados en los grupos armados, para que vivan en la
justicia, en la concordia y en la paz.
Todos : Oh María, sé nuestra esperanza.
- Acuérdate, virgen Madre de la Esperanza, de los que piden un tiempo favorable, lluvias bienhechoras y
abundantes cosechas, trabajo seguro y serenidad en el hogar.
Todos : Oh María, sé nuestra esperanza.
- Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de los jóvenes inválidos, de los enfermos y los que sufren; por los que
son perseguidos por su compromiso a favor de la vida y del evangelio.
Todos : Oh María, sé nuestra esperanza.
CANTO FINAL
Acuérdate, oh Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a Ti,
implorando Tu asistencia
y reclamando Tu socorro,
haya sido abandonado de Ti.
Oh! María (8).
Acuérdate, oh Virgen María,
que eres Madre del Amor
y nos amas cuando amamos en el Señor,
confiados en Tu mano
hoy venimos ante Ti
con un canto de alegría
en el corazón.