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La conversión desde la mirada de un niño pobre Provincia NORANDINA Ecuador, 8 al 12 de marzo EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA EL TERCER DÍA Las miradas de Jesús en Mc Primer ejercicio: Lectura pausada de este texto: (página 1 y 2) Mirar como miró Jesús… ponernos en sus zapatos. De eso se trata esta aproximación al Jesús de Mc. No es un estudio exhaustivo… es solo tratar de introducirse en el texto sin prejuicios y hacerse compañero de Jesús y descubrir en sus miradas, su sentir. Dicho de otro modo: esta es una invitación a fijar nuestra mirada en Jesús. Como dice José María Arnaiz: “…los ojos permiten el juego de las miradas. La del creyente en Jesús, una mirada contemplativa y agradecida de aquel que en su corazón sabe de quién se ha fiado. Y la de Jesús en él, mirada que llena de alegría y de paz, y que hace que la vida rezume abundancia y plenitud. De este cruce nace la fe viva, personalizada y confiada. ” Mirar..contemplar… dejarse mirar. PETICIÓN "Pido al Dios de nuestro Señor Jesús, al Padre glorioso, que les conceda el don espiritual de comprender su revelación para que conozcan, de verdad, quien es Él... Le pido que ilumine la mirada interior de su corazón, para que conozcan a qué esperanza les ha llamado" (Ef 1,17-18a) CARACTERÍSTICAS DE LAS MIRADAS DE JESÚS. 1º) La mirada de Jesús refleja de una manera privilegiada la mirada de Dios, pues se fija sobre todo en las personas concretas, pero con una particular atención a los más necesitados. 2º) La mirada de Jesús es capaz de tener un especial esmero por cada persona, viéndola como algo único e irrepetible. El bosque no le impide ver las ramas. 3º) Es una mirada capaz, al mismo tiempo, de prestar atención a grupos numerosos, con una visión amplia. No se queda en un punto concreto, sino que tiene una mirada panorámica, de conjunto (“mirando a la muchedumbre” (Mt 5, 1). Según Marcos, Jesús tenía costumbre de “mirar en torno” (Mc 3,5). 4º) Una de las particularidades de la mirada de Jesús es su gran capacidad para observar las cosas pequeñas y habituales, que suelen pasar desapercibidas, y a partir de aquí extraer un enseñanza para la vida, porque su mirada es una mirada “contemplativa”, que va lo hondo del acontecimiento y la persona (en Lc 12, 24-29 se fija en los cuervos y los lirios. En Lc 14, 7, observa cómo los invitados cogen los primeros puestos). 5º) La mirada de Jesús es una mirada asimismo capaz de descubrir lo exterior para, desde allí, pasar a lo interior y acabar en la mirada espiritual (“con los ojos de Dios”): en Mc 5, 38-40 descubre que donde los demás veían muerte sólo había sueño, posibilidad de vida. En Mt 9, 4, conoce las auténticas intenciones de la persona. Un texto clave para descubrir la mirada de Jesús: Lc 21, 1-3. 6º) La mirada de Jesús tiene la capacidad de romper los prejuicios, sobre todo cuando mira a los ojos. Y esa mirada de Jesús que llega a lo profundo transforma nuestro corazón y nuestra mirada, y nos lleva, más allá de nuestros prejuicios, a un mundo nuevo de posibilidades inéditas, descubre y revela lo mejor de cada uno de nosotros/as (Jn 1, 45-48: del Natanael con prejuicios dirá “éste es un verdadero israelita, en el que no hay doblez alguna”). En el evangelio de Mc El llamado inicial al discipulado Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: ---Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres. Al punto, dejando las redes, le siguieron. [19] Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con él. (Mc 1,16-20) El seguimiento comienza cuando alguien se siente llamado personalmente por El y acoge su llamada. Este encuentro personal es absolutamente necesario. Jesús nos mira a cada uno de manera personal. Para el discípulo, el maestro no es modelo, es CAMINO. En Mc, el discípulo está llamado a observar, mirar, entender y acompañar a Jesús, a descubrir su modo de actuar, lo que busca, la manera de expresarse, los gestos que hace, las palabras que pronuncia en determinadas circunstancias. Los mismos evangelios muestran que los discípulos tuvieron grandes dificultades para aceptar el modo de vivir de Jesús. (Cfr. Fijos los ojos en Jesús Aleixandre- Velasco-Pagola) La presentación de los discípulos en el relato del Evangelio de Marcos, después de su seguimiento, insiste en sus defectos, y se acentúan a medida que avanza la narración. Marcos insiste en la incomprensión de los discípulos, en la cobardía, en la traición (Pedro y Judas), y en el abandono final. Un pequeño ejemplo: los discípulos de Juan, cuando éste es decapitado, recogen su cadáver y le dan sepultura (Mc 6,29); en cambio, los discípulos de Jesús brillan por su ausencia, en los momentos de la muerte de Jesús. En el día a día del evangelio Domingo Montero afirma que en el Evangelio hay que prestar atención a todo: a las palabras y a los silencios (Mc 15,5; Mt 26,23); a las obras y a los gestos. Segundo ejercicio: Momentos de oración con distintas miradas de Jesús Te presentamos cuatro miradas distintas de Jesús, acompañadas de una pequeña pauta de oración. La idea es que no simplemente leas el texto, sino que sean instrumentos que te ayuden a tener momentos de oración profunda. No es necesario que ores las cuatro miradas. Elije aquella(s) que sea(n) más motivadora (s) para ti). ¿Cómo era la mirada de Jesús? A Jesús no sólo no hay que perderle de vista (Hb 12, 1-2), sino que tampoco hay que perder de vista su mirada ni su punto de mira, el corazón. Los evangelios conservan diferentes «miradas» de Jesús; si los ojos son el reflejo del alma, a través de ellas podremos llegar a conocer los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,6), para interiorizarlos y hacerlos propios. Y todos necesitamos ese cruce de miradas clarificador, pues en la mirada de Cristo se percibe la profundidad de un amor eterno e infinito que toca las raíces más profundas del ser. Contemplar la mirada de Jesús nos servirá, también, para aprender a mirar cristianamente la realidad. Te aconsejo colirio para ungir tus ojos y poder ver, advirtió el Testigo fiel al ángel de la Iglesia de Laodicea(Apoc 3, 18). Contemplar la mirada de Jesús puede surtir en nosotros los efectos de ese colirio clarificador. 1. La mirada al «Joven» rico: Una mirada de cariño perdida. A pesar de que el relato lo transmitan los tres evangelios sinópticos, la mirada la conserva sólo el de san Marcos (10,21). Un hombre rico busca caminos de salvación. Su pregunta -¿Qué he de hacer para conseguir la vida eterna? (Mc 10, 17)- deja entrever el desconcierto de la gente piadosa de aquel tiempo ante las variadas interpretaciones de la Ley. Se acerca a Jesús, llamándole Maestro bueno, porque sabemos que eres veraz..., y que enseñas con sinceridad el camino de Dios (Mc 12,14). Pero Dios ya había hablado; por eso Jesús le remite a la palabra de Dios: los mandamientos (Mc 10, 19). Expresamente recuerda los mandamientos de la «segunda tabla», los llamados mandamientos sociales. Y es que a Dios no hay que buscarle por sendas ocultas: El nos sale permanentemente al encuentro en el prójimo. La reacción del hombre -Todas esas cosas las he observado desde la adolescencia (Mc 10, 20)- parecía poner fin a la cuestión: podía estar tranquilo, estaba en el buen camino. Sin embargo, todo comienza a partir de ahí. Conmovido y cautivado por la honestidad y sinceridad de aquel hombre, Jesús, mirándole, sintió cariño por él y le dijo: «Una cosa te falta. Vende cuanto tienes y dalo a los pobres... y luego sígueme» (Mc 10, 21). Al mero cumplimiento de la Ley, Jesús ofrece la plenitud de la Ley (cf Mt 5, 17). La propuesta, exigente sin duda, va envuelta en una mirada de cariño, que, si reconoce y celebra el bien hecho, es, sobre todo, estímulo para nuevas conquistas: liberarse para seguirle. El v. 22 es sombrío, la luz que se había encendido en la mirada y con la mirada de Jesús, se apagó inmediatamente. Quien se acercó corriendo (Mc 10, 17), se retiró entristecido y disgustado (Mc 10, 22). Si Jesús le hubiera pedido un aumento sustancial de sus limosnas, probablemente no se habría echado atrás; pero le pidió... ¡hacerse limosna! Aquel hombre cumplía «los» mandamientos sin cumplir «el» mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas (Ex 20, 3-4). El final del encuentro es decepcionante, ¿por qué? Quizá porque aquel hombre oyó sólo las palabras radicales de Jesús, pero no le miró a los ojos. De haberlo hecho, habría descubierto que esa tarea imposible para los hombres, no lo es para Dios. Pues Dios lo puede todo (Mc 10,27). Y Jesús es esa mano tendida por Dios para hacer posible lo imposible. Detente un momento. Revive la escena. Tú eres ese joven rico a quien Jesús mira con cariño. Ve tu fidelidad de tantos años. Se complace en ella. Hoy te pide un paso más: “hacerte limosna” sobre todo para los niños y jóvenes pobres. ¿Qué le dices tú al Señor? 2. Mirada airada. No es una mirada fácil de asimilar, quizá por eso los evangelios de Mateo (19, 9-14) y Lucas (6, 6-11) la han omitido; sin embargo es una mirada real y evangélica (Mc 3, 1-6). La actitud hipócrita, inhumana e impía de aquellos legalistas fariseos apenó profundamente a Jesús, que «les miró con ira» (Mc 3,5). Nos resulta difícil encajar esta mirada en quien se manifiesta «manso de corazón» (Mt 11,29) y declara «bienaventurados a los mansos» (Mt 5, 4). Nos resulta difícil encajar esta mirada en quien prohíbe airarse contra su hermano (Mt 5, 22)... Nos resulta difícil encajar esta mirada..., y sin embargo es una mirada de Jesús. No es la ira del arrebato pasional e irracional, sino la del dolor por la ausencia de compasión; expresión de una humanidad dolorida por la falta de humanidad, sofocada con el pretexto de observancias religiosas. La ira de Jesús prolonga y evoca la ira de Dios en el Antiguo Testamento, que no es sino un antropomorfismo (un modo humano de hablar) para expresar el dolor de Dios y su no indiferencia ante el deterioro del hombre por el pecado. La mirada airada de Jesús expresa la decepción por unos guías ciegos, que no sólo confunden a Dios sino que lo deforman y no comprenden que la gloria de Dios es que el hombre viva. La mirada airada de Jesús es una mirada revulsiva, para sacar a aquellos hombres de una religiosidad ritual, que se nutría de observancias, y colocarlos en el camino de la fe, que «se actúa en la caridad» (Gal 5, 6). También nosotros necesitamos contemplar esta mirada airada, porque puede que aún participemos de aquella dureza de corazón que Jesús, apenado, descubrió en sus contemporáneos. Para en la lectura y ten un momento de oración. Contempla esa mirada airada. ¿Qué la motiva? ¿Qué está en juego en ella? ¿Podría airarse también Jesús contigo por vivir más de ritos y observancias que de compasión por el dolor de los demás? ¿Descubres en ti algún síntoma de falta de humanidad? 3. La mirada a la mujer. En una cultura como la judía, en la que la mujer era considerada una realidad devaluada. «Bendito seas, tú, Señor, porque no me has hecho gentil, mujer o esclavo», rezaba tres veces al día todo varón israelita, la actitud de Jesús resultó llamativa: no rehuyó su encuentro; más aún, no dudó en dejarse acompañar en su ministerio público por un grupo de mujeres, que le fueron fieles hasta la muerte (Lc 8, 1-3; Mc 15, 40-41) y aún después (Mc 16, 1-8). Desde su celibato por el Reino, Jesús no dudó en acercarse a la mujer y mirarla con buenos ojos y sentimientos de profunda humanidad. De hecho, el mundo femenino ocupa un puesto relevante en el Evangelio. Buena parte de los milagros tienen como destinatarios a mujeres: la suegra de Pedro (Mc 1, 29-31), la hemorroísa (Mc 5, 2534), la hija de Jairo (Mc 5, 21-24.35-43), la hija de la sirofenicia (Mt 15, 22-28 la mujer encorvada (Lc 13, 11-13)...; y el «lenguaje femenino» inspira no pocas parábolas: la de la levadura (Mt 13, 33), la de la dracma perdida (Lc 15, 8-9), la de los dolores y alegrías del parto (Jn 16, 21), la de las diez doncellas (Mt 25,1ss); la de la viuda insistente Lc 18, 1-8)... Jesús miró con compasión a la mujer cananea (Mt 15, 28) y la viuda de Naín (Lc 7, 13) con dignidad y misericordia a la pecadora pública (Lc 7, 13) y a la adúltera (Jn 8, 1-11); con confianza a la samaritana (Jn 4, 1ss); con amor a las hermanas de Lázaro (Jn 11, 5); con ternura a María Magdalena (Jn 20,11-17); con generosidad a la pobre viuda (Mc 12, 41-44)... ¡Y cómo miraría a su madre! Los evangelios son parcos al respecto. Pero sabemos algo significativo: para ella, para María, fue su última mirada, desde la cruz (Jn 19,26-27). La mirada de Jesús hacia la mujer fue una mirada surgida de un «corazón limpio» (Mt 5, 8): libre y liberadora, adulta y madura (no dura), dignificadora, estimulante, responsabilizadora, afectiva y sin prejuicios..., que ama, enseña a amar y genera amor. Una mirada de la que todos tenemos que aprender. De los textos evangélicos que se señalan, de miradas a mujeres, elije uno que quieras meditar más a fondo. Revive la escena y estate atento a lo que esa mirada suscita en ti. Mi mirada, ¿tiene las prioridades del Maestro? 4. Mirada compasiva. Antonio Pagola, afirma que para recuperar la espiritualidad de Jesús es necesario recuperar esta mirada. Las tradiciones sobre Jesús han conservado el recuerdo de su mirada compasiva a los enfermos, leprosos y desquiciados y, sobre todo, su mirada conmovida a las gentes. « Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos» 1; «Al ver a la gente, sintió compasión de ellos porque estaban cansados y abatidos, como 1 Mateo 14, 14 ovejas sin pastor» 2. Al entrar en Naín, se encuentra con que llevan a enterrar al hijo único de una viuda: « el Señor, la vio, se conmovió y le dijo: No llores» 3. Johan Baptist Metz ha recordado que, frente a la «mística de ojos cerrados» más propia de la espiritualidad de Oriente, volcada sobre todo en la atención a lo interior, quien se inspira en Jesús está llamado a cultivar una « mística de ojos abiertos » y una espiritualidad de responsabilidad absoluta hacia los que sufren. Esta mirada al que sufre nos libera de ideologías que bloquean nuestra compasión o de marcos normativos que nos hacen vivir con la conciencia tranquila. Esa mirada nos arranca de la indiferencia, nos recuerda nuestra propia condición vulnerable, despierta en nosotros la solidaridad fraterna 4. En casi todos los caminos espirituales se privilegia la importancia de la «consciencia», la «atención al aquí y al ahora», la «experiencia de unidad», el «silen cio interior»… y con razón 5. Sin embargo, me atrevería a decir que el camino más eficaz para sintonizar con la espiritualidad de Jesús es aprender a mirar detenidamente el rostro del otro con compasión. ¿Cómo resuena en ti esta frase de J.B. Metz: “Quie n se inspira en Jesús está llamado a cultivar una « mística de ojos abiertos » y una espiritualidad de responsabilidad abs oluta hacia los que sufren? ”¿Qué implicancias puede tener para tu vida? Mirar el rostro del otro con compasión. En tu caso concreto, ¿mirar a quién? A la luz de la mirada de Jesús, lee la s historias de Cristian y los niños víctimas del huracán Mitc . Folleto: MIRADAS, páginas 21-22 y 30- 32. Mi mirada, ¿tiene las prioridades d el Maestro? 2 Mc, 6,34 Lucas 7, 13. Los evangelistas emplean el término «splanchnizomai» que expresa una reacción visceral, una conmoción entrañable. 4 Joan-Carles MélichÉtica de la compasión, Herder, Barcelona, 2010; José María Castillo, La sensibilidad de Jesús, en Varios, El grito de los excluidos. Seguimiento de Jesús y teología, Estella, Verbo Divino, 2006, 153-172. 5 Ver la hermosa síntesis de WilligisJäger, Sabiduría eterna. El misterio que se esconde detrás de todos los caminos espirituales, Verbo Divino, Estella, 2010. 3 Tercer ejercicio: Recreación de Mc 6, 30-46 3.1 Leo el texto de Mc 6, 30- 46, me sitúo junto a Jesús. 3.2 Disfruto de esta recreación que hace Dolores Aleixandre del texto evangélico Denles ustedes de comer Padre, hoy me he encontrado con que una multitud venida de todas partes me habla seguido hasta el desierto, y he visto que estaban hambrientos de escucharte y verte y tocarte a través de mí. Por eso he sabido que eras Tú quien me llamaba a realizar para ellos un signo de tu compasión y de tu solicitud. Los hice recostar sobre la hierba, como un pastor que conduce a su rebaño junto a una fuente tranquila, y me dispuse a servirles el banquete que Tú mismo habías preparado. No había mucho que repartir, y sorprendí en algunos el gesto ávido de retener lo poco que tenían para comerlo en soledad y a escondidas. Dije a mis discípulos: "Denles ustedes de comer" pero ellos, como casi siempre, reaccionaron haciendo cálculos a partir de sus posibilidades: "no tenemos", "esto es poco", "despídelos", "que vayan ellos mismos a comprar..." Ante cualquier imprevisto, se miran a sí mismos, miden sus propias fuerzas y se agobian por sus carencias, olvidándose de mirar hacia Ti, Abba, que eres el manantial inagotable de todo don. Un Padre que nos cuida Por eso, cuando cogí en mis manos los panes y los pececillos y levanté mis ojos hacia el cielo, estaba queriendo orientar su mirada hacia Ti, de quien lo recibimos todo. Luego pronuncié sobre aquellos alimentos la bendición, para arrancarlos de la esfera de la posesividad y devolverlos a su verdadero ser que es el de circular, y partirse, y generar vida, energía y convivialidad. Cuando empezaron a repartirlos, la gente comenzó también a ofrecer lo poco que tenía, a desapropiarse de lo que llevaban y a cambiar la preocupación por su sustento por el gozo de compartir con otros. La carencia estaba siendo vencida por el derroche y la gratuidad, y eso los igualaba, derretía muros invisibles de categorías y distancias, rompía la frontera entre extranjeros y hermanos. Era tu vida la que estaba circulando entre ellos, Abba, y en ese momento comprendí mejor que este deseo que me invade tantas veces de entregarles mi misma vida como alimento, como las madres a sus hijos pequeños, surge de Ti y fluye de tus propias entrañas. No es la primera vez, Padre, en que me siento enviado a hablar de Ti como de un hogar abierto en el que esperas a tus hijos a mesa puesta, con un banquete que Tú mismo has preparado y en el que abundan manjares espléndidos y vinos de solera. Pero tu invitación no despierta en ellos deseo ni expectación, y te diría que hasta les abruma tu desmesura. Intento explicarles que tu sueño es traer a todos tus hijos e hijas en torno a tu casa y reencontrar ahí su fraternidad perdida, sofocada por jerarquías estratificadas y absurdas categorías de superioridad e inferioridad, pureza e impureza, relevancia o insignificancia. Les digo que pueden sentarse a tu mesa aunque tengan los pies polvorientos del camino, porque Tú te encargarás de lavárselos con el cuidado con que lo haría una madre, pero siento que la sola posibilidad de encontrarte a sus pies y no subido en un trono fulgurante, les desconcierta y les turba. Te presento en mis parábolas como el amo ausente que, cuando llega y encuentra a los de su casa aguardándole, se conmueve tanto de su espera tan fiel que él mismo se pone el delantal y les sirve la cena. O como el novio que se retrasa, pero que llega al fin con su séquito de amigos y las muchachas que le esperaron con las lámparas encendidas, entran con él en su festín de bodas. Me siento a comer con los que son tenidos por gentuza y provoco un escándalo que se exacerba cuando les digo: "Así es el Padre de ustedes". Hacia una nueva tierra Me pregunto por qué se resisten tanto a relacionarte con la fiesta, el banquete, la danza y la mesa compartida y, en cambio, tienden el oído a quienes les hablan de tu poderío, tu justicia implacable, tus imperativos o tu omnisciencia que escruta hasta sus mínimas faltas. Les digo que Tú esperas impaciente a que se vaya llenando la sala de tu festín y te quedas desolado al ver que anochece, la sala está vacía y sólo van llegando los pretextos inútiles de los que declinan tu invitación. Pero ellos se aferran a un ídolo impasible e invulnerable, exilado en un cielo lejano y que sólo interviene en sus vidas para imponerles ayunos y lutos. Les hablo de tu amor y tu perdón como de un pan entregado de balde, y me recuerdan que el maná se guardaba en el arca recubierta de oro por dentro y por fuera, protegida por las alas extendidas de los querubines. Les cuento historias en las que, lo mismo que el maná guardado para el día siguiente se llenaba de gusanos, ahora los ladrones, la polilla, el orín o la muerte inesperada van a destruir lo que acumulan afanosamente en graneros y bolsas. Pero tienen tatuado a fuego el instinto de precaución y la obsesión por prevenir el mañana, y cuando les invito a vivir descargando en ti sus ansiedades y agobios, me miran como si hubiera perdido el juicio. Les invito a admirar la libertad de los pájaros y a contemplar los lirios, vestidos por ti con más esplendor que el rey Salomón, pero el cálculo y la codicia les empaña los ojos y les impiden prestar atención a lo que no esté referido a su interés inmediato. Ahora, impregnados todavía con el espíritu de la Pascua he encargado a los míos que preparen todo lo necesario para la cena. Cuando estemos reunidos en tu nombre, Abba, para recordar que tú sacaste de Egipto a nuestros padres y los introdujiste en la tierra que mana leche y miel, te pediré, una vez más, que los saques de la servidumbre de la posesión y los conduzcas, más allá de sus ambiciones, a esa tierra tuya de la fiesta compartida. Ahí estaré yo en medio de ellos, partiéndoles tu pan y reuniéndoles en tu Nombre. Y dejándoles como memorial que sigan dando de comer a otros en recuerdo mío". ¿Te sientes identificado (a) en algunas de las situaciones que va describiendo Jesús a su Padre? ¿En cuáles de modo especial? Acoge aquello del texto que te produce más gozo espiritual. Disfrútalo. Alaba al Señor y agradece. Pide también perdón Termina el día bendiciendo al Padre por todo lo que te ha revelado en el día de hoy. Puedes utilizar las palabras de Jesús que están a continuación. Puedes hacer síntesis y proyectar según lo que han visto tus ojos y tu corazón. « Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron, y oír lo que ustedes oyeron, pero no lo oyeron. (Lc. 10. 21-24) La conversión desde la mirada de un niño pobre Provincia NORANDINA Ecuador, 8 al 12 de marzo Desde tus ojos Oración de la mañana. Tercer día Monitor: Ponemos en manos del Señor nuestra jornada. Le pedimos mirar el mundo, desde sus ojos. Canto: “Dame tus ojos” de Marcela Gándara. Dame tus ojos, quiero ver, dame tus palabras, quiero hablar, dame tu parecer. Dame tus pies, yo quiero ir, dame tus deseos para sentir, dame tu parecer. Dame lo que necesito para ser como Tú. DAME TU VOZ, DAME TU ALIENTO, TOMA MI TIEMPO, ES PARA TI. DAME EL CAMINO QUE DEBO SEGUIR. DAME TUS SUEÑOS, TUS ANHELOS, TUS PENSAMIENTOS, TU SENTIR. DAME TU VIDA PARA VIVIR. Déjame ver lo que tú ves, dame tu gracia, tu poder. Dame tu corazón. Déjame ver en tu interior para ser cambiado por tu amor. Dame tu corazón. Dame lo que necesito para ser como Tú. TEXTO BÍBLICO - (Mc 10,17-30) “Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: - Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: - No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre. Él replicó: - Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: - Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.” PALABRA DEL SEÑOR. Momento de interiorización del texto bíblico. HISTORIA - “El muñeco que se volvió hombre” Folleto: MIRADAS pág. 14-18 Oraciones espontáneas LA MIRADA DEL EVANGELIO (rezada por todos) Ayúdanos a cambiar, Señor, nuestra mirada mundana, egoísta, poco comprometida, temerosa, acomodada. Ayúdanos a cambiar para mirar las cosas, el mundo, la vida, con tu mirada y desde tus ojos. Quítanos las anteojeras que vamos construyendo a lo largo de los años, que nos aíslan del dolor y del sufrimiento de los que caminan al lado. Sacude nuestro corazón para aprender a ver con los ojos llenos de Evangelio y esperanza de Reino. Corre ya el velo de nuestros ojos para que viendo podamos conmovernos por los otros y movernos desde lo profundo de cada uno para acudir a dar una mano y la otra, y la vida toda a los que están caídos al costado del camino, los que esta sociedad ciega ha tirado a un costado porque no cuentan o no interesan a las leyes del mercado. Convierte nuestra mirada para hacer posible y cotidiano el milagro del buen samaritano, ver al otro y acercarse, no pasar a su lado, compartir, ser generoso, darlo todo por el hermano. Cuántas cosas son posibles, mi buen Dios, si cambiamos la mirada, si no giramos la cara, si no vivimos encerrados. Abre nuestros ojos, ten compasión de nosotros, como pedía el ciego del evangelio, que no veamos borroso, no sea que confundamos el camino y creamos encontrarte donde tú no te has quedado. Descúbrenos, Señor, tu presencia viva, entre los pobres. Que te reconozcamos en el desnudo, el hambriento, el que está solo, el preso, el enfermo, y tantos otros, Señor, en quienes nos sales al encuentro cada día, sin que a veces lo advirtamos, por tener el corazón endurecido y los ojos cegados. ¡Conviértenos Señor! Devuélvenos la mirada confiada de los niños, la transparencia que habla de lo que abunda en el alma. No permitas que cerremos los ojos y creamos hallarte dentro nuestro sin buscarte y encontrarte por donde andas a diario. Que la ambición, el conformismo, la comodidad y las falsas seguridades no nublen nuestra mirada. AMÉN. La conversión desde la mirada de un niño pobre Provincia NORANDINA Ecuador, 8 al 12 de marzo ORACIÓN MARIANA DEL TERCER DÍA Guía 1: Peregrinos con María, hermana en la fe, queremos aceptar el reto de construir un mundo nuevo. Queremos transformar nuestra mirada y nuestro corazón, para ser peregrinos de esperanza para un mundo sin Dios. Con María iniciamos nuestro caminar: TODOS: Invocación inicial María, Madre de la esperanza, ¡camina con nosotros! Enséñanos a proclamar al Dios vivo; ayúdanos a dar testimonio de Jesús, el único Salvador; haznos serviciales con el prójimo, acogedores con los pobres, artífices de justicia, constructores apasionados de un mundo más justo; intercede por nosotros que actuamos en la historia convencidos de que el designio del Padre se cumplirá. Amén CANTO: Mientras recorres la vida tú nunca solo estás, contigo por el camino Santa María va. Ven con nosotros a caminar Santa María, ven (2) Aunque te digan algunos que nada puede cambiar, lucha por un m mundo nuevo, PRIMER MISTERIO: Los ojos de María “Alégrate, favorecida de Dios, el Señor está contigo” Lc 1,28 Reflexión ¡Ojos que no ven, corazón que no siente!, dice el viejo refrán. En María, esto no se cumplió. Vivió siempre con los ojos puestos en los planes que Dios tenía preparado para Ella. En Nazaret, con sus pupilas dilatadas, dijo que "sí". Que estaba dispuesta, como un cheque en blanco, para que Dios firmase cuando quisiera y como quisiera. En el crecimiento de Jesús, abrió bien los ojos para que Jesús anduviese por los caminos que conducían a Dios. En el final de la vida de Jesús, aún con lágrimas, nunca el sollozo se antepuso a la altura con la que María encaró la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. Y es que María abrió los ojos para Dios y, además, le brindó todo su corazón. ¿Detrás de qué corren nuestras miradas? ¿Vemos la profundidad de las cosas y de los acontecimientos o nos quedamos en la superficialidad? 1 Padre Nuestro, 3 avemarías MARÍA ES ESA MUJER ¿Quién será la mujer que a tantos inspiró poemas bellos de amor?, le rinden honor la música y la luz, el mármol, la palabra y el color. ¿Quién será la mujer que el rey y el labrador invocan en su dolor?, el sabio, el ignorante, el pobre y el Señor, el santo al igual que el pecador. MARÍA ES, ESA MUJER, QUE DESDE SIEMPRE EL SEÑOR SE SEPARÓ, PARA NACER, COMO UNA FLOR, EN EL JARDÍN QUE A DIOS ENAMORÓ. SEGUNDO MISTERIO GOZOSO: Los pies de María En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. (Lc 1,38-40) Reflexión Ponerse en camino es sentirse vivo. María, con los pies polvorientos, se puso en camino hacia la casa de su prima Isabel. Salió de su casa. No le importó nada, aunque el evangelio no lo diga, correr riesgos ni 1 Padre Nuestro 10 Ave Marías dificultades: ¡se puso en camino y se acabó¡ Los pies de María son dinámicos. Se aventuran a perderse en los amplios caminos de la vida para que los hombres conozcamos a Jesús. No nos podemos instalar en la comodidad. Los pies de María nos invitan a salir de nosotros mismos. A no cerrarnos en los cómodos muros de nuestros problemas o éxitos, alegrías o tristezas. 1 Padre Nuestro, 3 ave marías Canto: MADRE Junto a ti María, como un niño quiero estar, tómame en tus brazos guíame en mi caminar, quiero que me eduques, que me enseñes a rezar, hazme transparente, lléname de paz. MADRE, MADRE, MADRE, MADRE. (Bis) TERCER MISTERIO GOZOSO: El corazón de María Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» Lc 2, 34-35 Reflexión El corazón es el lugar donde, entre otros, guardamos los secretos más íntimos. Es en el corazón donde sufrimos y gozamos, donde disfrutamos y lloramos, desde donde odiamos o nos volcamos amando. El corazón de María, palpitando en medio de la Pascua, sigue rebosando alegría por la presencia de Jesús Resucitado. Pero, también es verdad que con el anuncio del anciano Simeón, la Virgen preparó su corazón a los contratiempos (en crueles espadas) que la vida y muerte de Jesús de Nazaret, le proporcionó. Pidamos a María que pongamos el corazón en lo que hacemos y en lo que decimos. 1 Padre Nuestro, 3 ave marías ORACIÓN DE INTERCESIÓN Guía Encomendemos a María de la Esperanza el mundo doliente que anhela la resurrección. Todos : Oh María, sé nuestra esperanza. - Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de toda la Iglesia nacida de la cruz de tu Hijo, santificada por su sangre y extendida por el mundo. Todos : Oh María, sé nuestra esperanza. - Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de los jóvenes. Del mundo entero y de todo el pueblo que ama y sigue a Jesús. Todos : Oh María, sé nuestra esperanza. - Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de todos los jóvenes decepcionados de la vida, de los que han caído en la droga, de los que por una u otra razón han estado vinculados en los grupos armados, para que vivan en la justicia, en la concordia y en la paz. Todos : Oh María, sé nuestra esperanza. - Acuérdate, virgen Madre de la Esperanza, de los que piden un tiempo favorable, lluvias bienhechoras y abundantes cosechas, trabajo seguro y serenidad en el hogar. Todos : Oh María, sé nuestra esperanza. - Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de los jóvenes inválidos, de los enfermos y los que sufren; por los que son perseguidos por su compromiso a favor de la vida y del evangelio. Todos : Oh María, sé nuestra esperanza. CANTO FINAL Acuérdate, oh Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Ti, implorando Tu asistencia y reclamando Tu socorro, haya sido abandonado de Ti. Oh! María (8). Acuérdate, oh Virgen María, que eres Madre del Amor y nos amas cuando amamos en el Señor, confiados en Tu mano hoy venimos ante Ti con un canto de alegría en el corazón.