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1 Reyes 17,10-16; Hebreos 9,24-28 y Marcos 12,38-44
Dos mujeres protagonistas
Dos mujeres ocupan hoy las lecturas del domingo. Una de ellas es una viuda que vive en Sarepta,
y que se prepara para terminar sus días junto con su hijo. Elías le pidió de comer y ella le entregó,
sin reservarse nada, todo lo que tenía, fiada en la promesa de aquel hombre que le hablaba en
nombre de Dios. Y Dios recompensó su generosidad.
La otra mujer del evangelio también es viuda y pobre. Vivía, por consiguiente, una situación
difícil. Frente a ella los que podían echar con abundancia en el cepillo del Templo. De repente,
entre las espléndidas limosnas, “unos céntimos”, sorprenden a Jesús que contempla la escena.
“Os aseguro que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque ha echado todo lo que tenía
para vivir.”
Estas dos mujeres han tocado el corazón de Dios, merecen en la Escritura una página de honor
y han llegado hasta nosotros para sorprendernos con su ejemplo. Y la lección es clara: para
conseguir que el corazón de Dios se sienta “tocado” solo hace falta ser generosos.
Algunas aplicaciones
No está de moda la compasión. En esta sociedad en que “creamos máquinas que obran como
hombres y producimos hombres que obran como máquinas” (E. Fromm), corremos el riesgo de
hacernos impermeables al dolor ajeno. Se nos está olvidando lo que es la “compasión”, el vibrar
con el sufrimiento ajeno. Cada quien corre tras su felicidad, preocupado en satisfacer sus propios
deseos. Si la viuda sabe dar lo que tiene es, sin duda, porque “pasa necesidad” y comprende,
desde su experiencia dolorosa, las necesidades de los demás.
Porque cuando uno se ha instalado en su mundo de bienestar y comodidad, es difícil “entender”
el sufrimiento de los otros; nos tranquilizamos desprendiéndonos de lo que no nos sirve. Pero no
nos acercamos a los que sufren y necesitan quizás nuestra cercanía. “El estado no puede visitar
a los enfermos; las estructuras no pueden ir a pasear con un inválido. ¡Tú sí!” (Ph. Bosmans).
Un hecho de vida
Puerto Rico. Hace ya unos cuantos años. Parroquia de san Valentín, barrio de Roling Hills, de la
ciudad de Carolina. Primer día de mi estancia en aquella parroquia… Joshua y sus abuelos. Mi
pastel de pudin: una cuarta parte de lo que comería aquel día la familia… Lo acepté, porque tenía
hambre y aquel día no dispondría de otra cosa; pero tengo grabada la imagen de aquel niño de
unos siete años… Alguna vez pienso: ¿Qué será de Joshua? Porque en un momento determinado
de mi vida me hizo saber, concretamente, que Dios también cuidaba de mí. ¿Cuándo? Cuando
me sentí necesitado.
Pues eso, “creamos máquinas que obran como hombres y producimos hombres que obran
como máquinas” (E. Fromm), y “el estado no puede visitar a los enfermos; las estructuras no
pueden ir a pasear con un inválido. ¡Tú sí!” (Ph. Bosmans). Ya Jesús decía, a su modo, que “la
generosidad tiene nombre de pobre y Dios lo sabe”.
Aumenta nuestra fe, Señor
Propuesta.Padre, hoy pones ante nuestros ojos el ejemplo de dos mujeres, que dan hasta lo que necesitaban
para vivir, como estímulo para nuestra fe incapaz de responder generosamente a tu mensaje.
Desde el fondo de nuestro corazón hoy te decimos: “Aumenta nuestra fe, Señor”
1. Por el Papa, por nuestro Obispo, por los sacerdotes de nuestra parroquia; para que guiados
por un deseo firme de ser fieles al Evangelio ofrezcan signos creíbles de su apuesta por el
Reino de Dios. Oremos.
2. Por todos los hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes o no; para que trabajen con
generosidad al servicio de la justicia y de la paz. Oremos.
3. Por los que se sienten solos, abatidos, tristes, abandonados, por los que sufren con más
intensidad todas las crisis: para que hallen la ayuda que necesitan y nosotros seamos parte de
la solución. Oremos.
4. Por los enfermos, por los ancianos, por las viudas cuya bondad nos recuerdan las lecturas de
este domingo; para que aprendamos la generosidad de los pobres y mantengamos siempre
nuestra conciencia de necesitados. Oremos.
5. Por todos los que estamos aquí reunidos celebrando la Eucaristía, por las familias de nuestra
parroquia; para que fortalecidos por el Señor, seamos sensibles a las necesidades de nuestros
hermanos, recordando que lo que hicimos a uno de éstos “a mí me lo hicisteis”. Oremos.
Oración.Aumenta, Señor, nuestra fe y escucha nuestras súplicas. Haz que nosotros y todos los hombres
y mujeres de buena voluntad aprendamos a ser más generosos cada día. Por Jesucristo nuestro
Señor. Amén.