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IDENTIDAD ECLESIAL DIOCESANA DE LA ESCUELA UNIVERSITARIA DE MAGISTERIO Comunicación y diálogo con el claustro – 11.11.2010 Introducción Mi presencia en esta sesión del claustro de la Escuela de Magisterio es primeramente motivo de agradecimiento. Tras cuatro años como presidente de las Juntas de Entidad y de Patronato, es la primera vez que se da la ocasión de un encuentro de estas características. Para ello han confluido dos deseos: por una parte, el de la directora y su equipo directivo, que tanto a finales del curso pasado como a comienzos de éste se planteaba el objetivo de reflexionar acerca de la identidad y de la estructura de la Escuela; por otro, el deseo personal de paliar un déficit de presencia y de acompañamiento de los responsables diocesanos en el desarrollo de la única institución de rango universitario de titularidad únicamente diocesana. A ello hay que añadir el interés mostrado en el IV Plan Diocesano de Evangelización, que, al proponer como primer objetivo la remodelación entendida como revitalización del conjunto de la diócesis, incluye la remodelación de las instituciones diocesanas, “fortaleciendo la dimensión pastoral de sus servicios y respondiendo a las necesidades de la diócesis”. Se habla a propósito de revitalización para orientar la comprensión más habitual de la remodelación, que corre el riesgo de quedar reducida a reestructuración. Aplicado a la Escuela, se trata de revitalizarla, de fortalecerla en su identidad. A ello ha de apuntar toda posible reorganización o actualización. Identidad en los fines Una doble cita de la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, uno de los textos más completos del posconcilio, publicado por Pablo VI en 1975, sirve como punto de partida para este encuentro. En ese documento se afirma que evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda; ella existe para evangelizar (EN 14). Poco más adelante, tras proponer la evangelización como esfuerzo transformador de la humanidad y especialmente de algunos de sus sectores, se indica que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas (EN 19). Esta Escuela Universitaria está directamente afectada por las dos afirmaciones. Es una institución de la Iglesia local diocesana y su ámbito propio se sitúa en la transformación de la sociedad, buscando el diálogo entre la fe y la cultura. Si la inculturación ha de mantenerse como ley de toda evangelización como ya había afirmado el Vaticano II en la Gaudium et spes, resulta evidente que la Escuela y las instituciones culturales de la diócesis están llamadas a desempeñar un papel significativo en la tarea evangelizadora de la Iglesia. 1 Esta convicción está ya en los comienzos de esta institución, tal como se recoge en el llamado “libro negro” publicado tras los diez primeros años de recorrido como escuela universitaria diocesana: la diócesis hizo una apuesta clara y seria por una Escuela por la que se lucha todos los días y en la que se trabaja para que no se convierta en algo a conservar, pero carente de sentido y justificación ante la sociedad. Pues bien, este sentido y justificación social vienen dados por la calidad de la enseñanza y por la identidad eclesial. El primer elemento es común a cualquier escuela; el segundo constituye el patrimonio propio. En este sentido, la comunicación y el diálogo de hoy no vienen a introducir nada nuevo o nada que no sea ya conocido, sino a impulsar su actualización. La remodelación-revitalización de las instituciones, de modo análogo a la de las comunidades cristianas, significa el empeño por responder a los fines originales. Se trata de actualizar en un nuevo contexto, marcado por la pluralidad y la laicidad, las razones que en su día justificaron la creación de tales instituciones al servicio de la evangelización. ¿Cuál es el patrimonio propio de una Escuela de titularidad diocesana? El anteriormente citado “libro negro” expresa acertadamente el núcleo, cuando habla del objetivo específico: La Escuela entiende que difícilmente puede hacerse efectiva una educación de inspiración cristiana, si previamente no se ha posibilitado a los educadores el conocimiento y la aceptación de la persona y el mensaje de Jesús de Nazaret. Este es el servicio más importante que la Escuela ofrece a sus alumnos. Sus esfuerzos se encaminan, pues, a presentar y mostrar razonable la alternativa que brota del Evangelio. Lo anterior se concreta en apuestas como las siguientes: Formación teológica básica: para la persona creyente, para equiparle a la hora de dar razón de su fe y elaborar una síntesis personal de la misma; para toda persona, para contar con una clave necesaria para interpretar y asumir la historia y la cultura de esta sociedad. Sensibilidad por las personas y grupos desfavorecidos como estrategia evangelizadora que posibilita la renovación de la sociedad. Capacidad de análisis y discernimiento, como elementos fundamentales de una lectura creyente esperanzada de toda realidad (social y eclesial), con disponibilidad para su servicio. Talante de diálogo con la cultura actual, con lo que ello implica de formación permanente. Estilo participativo, porque el mismo Jesús asoció desde el principio a otros a su tarea, aun siendo el líder carismático indiscutible. 2 Identidad en los medios El acuerdo en los fines anteriormente mencionados de modo general, están demandando medios apropiados a ellos. Así, para la formación teológica resultan claves las materias específicas que se ofrecen al alumnado, pero también la formación y el debate en el propio profesorado. Estos días he sabido que un grupo ha comenzado un curso o seminario o taller de iniciación a la Biblia. En este contexto resulta importante la coordinación entre el equipo pastoral y el de formación teológica. En el apartado de la sensibilidad por los desfavorecidos, es justo destacar el compromiso de solidaridad del profesorado con proyectos en zonas empobrecidas y la realización del curso Norte-Sur, con sus consecuencias o aplicaciones prácticas. Aun sin necesidad de apelar a la cooperación internacional o entre Iglesias, en un tiempo de crisis, podrían darse seminarios o talleres que abordaran los actuales problemas económicos y su raíz ética a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. El momento actual ofrece a la comunidad cristiana una excelente oportunidad para recordar y recuperar la dimensión social inherente al mensaje evangélico. En cuanto a la lectura creyente, sería oportuno abordar cuestiones y fenómenos actuales complejos como las referidas a la bioética, a la educación afectiva o política, a la paz y la reconciliación, desde una perspectiva de esperanza y de fe en el hombre y la mujer de hoy. Parece urgente recuperar el talante del Vaticano II en la Constitución Pastoral que, aun con alguna ingenuidad, fue consciente de la existencia de un mundo tocado por el pecado, pero más tocado aún por la gracia. En un tiempo en que abundan las actitudes condenatorias de la Iglesia frente al mundo, parece oportuno recordar que la comunidad cristiana forma parte de ese mismo mundo, con sus valores, contradicciones, insatisfacciones, alegrías e ilusiones. Por ello resulta indispensable el diálogo con la cultura actual. Destaco en este ámbito dos aspectos que, junto a su matriz eclesial, marcaron fuertemente los primeros tiempos de la Escuela: su consciencia del momento cultural de este país y su vocación de servicio a la sociedad desde claves éticas y evangélicas. Ahí surgió la preocupación por el euskera y la cultura vasca, entonces incipiente y minoritaria y hoy más asumida por el conjunto de la sociedad, y la necesidad de una educación política en el sentido más amplio del término, que hoy se entiende desde conceptos como Educación para la Ciudadanía. El hecho de que el profesor de esta dimensión cívica haya pasado a la condición de emérito, le puede alejar del alumnado, pero le vuelve interesante para el profesorado. En lo referente al estilo participativo, me parece que hay sobre todo dos cuestiones inmediatas, bien prácticas, que afectan a este claustro: 3 a) La reflexión y la determinación de la estructura de la Escuela para los próximos años. Lo que atañe a todos ha de ser tratado por todos: así dice un antiguo adagio del derecho eclesial. Teniendo en cuenta su identidad educativa, cultural y eclesial, es necesario plasmarla de modo visible y actualizado. b) La elaboración de modo de actuar interno (Reglamento) que se ajuste a los nuevos tiempos (Bolonia, Deusto). Se trata de dos tareas pedidas a la dirección para el presente curso. La empresa en común puede aliviar tensiones, roces y heridas de antaño o de hogaño que pueden estar presentes. Finalmente, tres cuestiones que trascienden el ámbito diario de la Escuela o, mejor dicho, la insertan más decididamente en la realidad de la diócesis: a) La revitalización de cada institución incide en la de las demás. Es algo pretendido en el marco del actual Plan de Evangelización. Se trata de caminar juntos, respetando la identidad propia de cada cual. En este sentido, remodelarrevitalizar significa buscar sinergias, optimizar recursos, aprovechar conjuntamente las oportunidades. b) La relación con los responsables diocesanos. En lo que me toca, estoy a disposición de la dirección. Muestro también mi disponibilidad para sucesivos diálogos como el de hoy o para el posible trabajo conjunto de aspectos relacionados con los fines básicos de la Escuela. c) La relación con quienes han pasado por la Escuela y son profesores de religión o están en Centros Dioceaanos o de Kristau Eskola. (Esta última cuestión surgió en el diálogo). 4
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