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EL HOMBRE DEL CORAZÓN TRASPASADO
¿Cómo habrá de ser el sacerdote de mañana para responder de algún modo a lo que le
exige su misión? Esta pregunta que nos hacemos todos, inquietó también al teólogo
Kart Rahner y él mismo se atrevió a darnos una respuesta. En su trabajo titulado
Siervos de Cristo hemos encontrado estas palabras:
1 – Creo que, sin tener don de profeta, se puede responder así: habrá de ser en
mucha menor medida que hoy el funcionario al servicio de una institución religiosa que
por sí misma se impone y afirma en virtud de su poder social. No se habrá acreditar a
sí mismo por medio de la Iglesia, sino la Iglesia por medio de él. No podrá emplear su
ministerio para fundamentar su prestigio social: por el contrario él es quien, en lugar
de servirse de dicho ministerio, deberá acreditarlo como valido y ratificarlo por la
prueba del espíritu y de la fuerza, por la vitalidad original de su experiencia de lo
divino…
2 – Es preciso que sea un creyente que espera y ama, por una experiencia
totalmente original e irreductible. Su oficio no se aprende con humana solicitud, y si
consideramos a su verdadera luz, con todas las implicaciones que lleva consigo y exige,
ni siquiera es comunicable por competo por el opus operatum de la imposición de
manos. Es un carisma, con mayor razón que el de sabio o poeta; un carisma que se
debe vivir y ejercer incluso en el orden socio-eclesiástico, más aún en el orden social
profano, si bien es una forma que hoy no está exenta de cambio…
3 – El sacerdote del mañana habrá de ser un hombre al que tengan acceso los
hombres maduros, aunque la sociedad civil se niegue a entregarle los niños. Será un
hombre que sienta de veras las pesadas tinieblas de la existencia con todos sus
hermanos y hermanas, pero sin olvidar que tales tinieblas tienen al tiempo su primer
principio y su feliz consumación en el misterio de aquel amor que triunfa por medio de
la incomprensibilidad de la cruz…
4 – El sacerdote de mañana no será un hombre investido de poder, en virtud del
poder social de la Iglesia, sino el hombre que tendrá el valor de ser impotente
precisamente por que la Iglesia carece de tal poder…
5 – El sacerdote de mañana será un hombre cuyo oficio apenas tendrá
justificación en el orden profano, porque lo que podría tener de éxito se perderá
continuamente en el misterio de Dios, y él mismo no será precisamente un psiquiatra
vestido con los atuendos trasnochados de mago…
6 – En una palabra, el sacerdote de mañana habrá de ser un hombre con el
corazón traspasado, el único que puede proporcionarle la energía necesaria para la
misión. Con el corazón traspasado: traspasado por la existencia sin Dios, traspasado
por la locura del amor, traspasado por la falta de éxito, traspasado por la experiencia
de la propia miseria y de su radical incertidumbre, pero convencido de que únicamente
tal corazón puede proporcionar la energía para cumplir la misión…
El sacerdote de mañana encontrará su propia realidad en cuanto tal si se fija en
el corazón del Señor. Es el corazón que ha tomado sobre sí la tiniebla del mundo y sus
culpas; el corazón que encomendó en las manos del Padre incluso su sentimiento de
abandono por parte de Dios; el corazón que no quiso más poder que el amor
indulgente; el corazón que fue traspasado y, de esta forma, se convirtió en fuente de
todo espíritu”.
Demos gracias al teólogo de Friburgo por su respuesta clara y sugerente.
Florentino Gutiérrez, Sacerdote
www.semillacristiana.com
Salamanca, 20/VI/15